2301-16 lengua y literatura hacia la identidad i
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Reflexiones en torno a “la identidad
“ Yo tengo muy poco de mí. Tengo mucho más de los otros. Mucho más es lo que tengo de mis ancestros,
de mis padres, de mis maestros, de mis compañeros de juego, de pillerías, de trabajo, de lucha, de mis
libros, de mis películas; es mucho más lo que tengo de los otros que lo que tengo de mí mismo. La
identidad cultural es lo que yo comparto con ustedes y con todos los otros que integramos los treinta
millones de argentinos en la Identidad Cultural Argentina y con los cuatrocientos millones de nuestra
Patria Grande o nación sudamericana.”
Guillermo Magrassi
Conferencia del 25/5/1988 en General Madariaga.
La construcción de la identidad
Así como las personas, a pesar de que pueden parecerse muchísimo entre sí, tienen distintos
rasgos que las diferencian unas de otras y que hacen que sean individuos, cada comunidad
tiene características culturales propias que le dan un particular modo de sentir y de ver el
mundo, es decir, una singular cosmovisión. Y como todo objeto cultural, la identidad es una
creación.La identidad es la representación de quiénes somos (cómo hablamos, cómo nos vestimos, en
qué creemos, etc.) y de cuál es nuestra comunidad o nuestra cultura. Adquirimos esta identidad
por un proceso de construcción y de aprendizaje social, mediante una toma de conciencia.
Tenemos a la vez muchas identidades, de acuerdo al contexto en que nos situamos: como
individuo, como grupo, incluido en una clase social, en una comunidad religiosa o étnica, como
nación, como civilización.
Cuando estamos entre gente que comparte los mismos códigos culturales, es más difícil
percibirlos, porque los consideramos “normales” o “naturales”. En cambio, cuando nosencontramos fuera de nuestro ambiente (por ejemplo en el exilio o al emigrar a otro territorio) las
diferencias son más visibles: llegamos a sentirnos extraños y a extrañar esas cosas que antes
eran habituales o “normales”.
Asimismo, cuando una comunidad tiene muchos años de historia o está relativamente
aislada, cuando es más pequeña en cantidad de habitantes y sus rasgos culturales
son más homogéneos (es decir no existen tantas disparidades entre sus miembros)
o sus objetos culturales son bastantes diferentes de las otras, nos resulta más fácil
caracterizarla, y también resulta más sencillo que sus integrantes definan su identidad. En
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cambio, cuando una sociedad es más extensa y, por consiguiente, tiene mayores diferencias
culturales entre sus miembros, o cuando es más reciente, y sus integrantes tienen diversos
orígenes (y por eso es probable que practiquen distintos credos religiosos o compartan
diferentes tradiciones, es decir que su cultura es más heterogénea) no es tan simple reconocer
una identidad cultural.
Entre los elementos que ayudan a constituir una identidad se encuentran la historia de los
miembros de la comunidad, el o los idiomas en los que se expresan, la o las religiones, las
tradiciones y las costumbres. Pero la historia también es una construcción: una construcción
deliberada del pasado del grupo, que tiene intencionalidades y olvidos. Si bien historia es todo lo
que pasó, la narración de lo que sucedió corre por cuenta de individuos que toman algunos
datos como importantes y descartan otros, muchas veces condicionados o influidos por quienes
están en el poder y tienen un interés particular en que la historia se escriba de determinado
modo. Por eso, la memoria colectiva también funciona como historia: aunque los historiadores la
consideran “no científica”, es válida para mucha gente que siente que la historia oficialmente
narrada no constituye toda la verdad sobre su pasado. Esos recuerdos, a veces parciales y
fragmentarios, también son importantes para la conformación de la identidad de un pueblo.
De este modo, aunque un pueblo tenga una identidad cultural frente a otras comunidades,
esto no significa que tenga uniformidad con sus expresiones. Existen numerosas produccionesregionales que pueden o no seguir las tradiciones locales, que suman a lo antiguo nuevos
aportes creativos o que abrevan de otras fuentes y se arraigan firmemente en determinados
grupos, más o menos amplios de población. Quienes descartan sus obras, pretendiendo erigirse
en guardianes de la identidad, clasificando qué es realmente lo auténtico y qué no, están
ejerciendo un poder autoritario que no beneficia a la creación. Y justamente es la creación
humana lo que define a la cultura.
La cuestión del “otro”
Cuando un pueblo llega a otros territorios por medio del comercio o la conquista, puede tener
varias actitudes con respecto a la diferencia cultural: aceptarla como válida para esa sociedad,
despreciarla como inferior, o tratar de destruir las características culturales consideradas como
negativas para el pueblo conquistador.
Si el descubrimiento se produce con respeto por el otro, con valoración de la cultura y sus
habitantes, es probable que cada comunidad tome de la otra los elementos que le resulten
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útiles: se trata entonces de un encuentro que trae como consecuencia una transculturación, un
intercambio de elementos culturales que transforme en cierta medida a ambas culturas
Muchos han catalogado la llegada de los españoles, portugueses y demás europeos a las
tierras americanas como “encuentro de culturas”. Sin embargo, por las particularidades del
sometimiento impuesto a las distintas culturas aborígenes, por su desprecio general como
inferiores y por el intento de destruir sus características culturales acusando a sus diferentes
religiones, tradiciones y expresiones artísticas como “demoníacas”, más que de “encuentro”
habría que hablar de “choque de culturas”.
Aunque se hable en general acerca de que el hombre es biológicamente el mismo (a pesar
de tener piel de distinto color, distinta altura, distinto peso, distinto pelo), que sufre, siente y ama
igual que cualquier otro ser humano, lo cierto es que éste tiene distintas claves para aproximarse
al mundo y a los otros seres según el contexto cultural, social e histórico en que se encuentre.
Es decir, que cada persona interpreta el mundo siempre desde su propia cultura; y eso lo hace,
de algún modo, diferente a otros.
Por eso, tratar de entender cómo viven y cómo piensan otras sociedades, puede ayudar a
comprender a los distintos grupos humanos que conforman la humanidad. No podemos decir
que las costumbres diferentes a las nuestras estén “bien” o “mal”; no se trata de juzgar. En todo
caso, se trata de abrir los ojos, tener alerta los oídos, agudizar el sentido crítico y tener siemprepresente el respeto y la tolerancia hacia los demás.
La pregunta por la identidad argentina
Ser o n o ser
“ No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles.
Americanos por nacimiento y europeos por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los
naturales títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de losinvasores, así nuestro caso es el más extraordinario y complicado”
Bolívar, 1819
La pregunta “¿quiénes y cómo somos los argentinos?” se ha planteado desde comienzos del
s. XIX, paralelamente a las luchas por la independencia de España.
Por un lado, tenemos en Europa el origen de una parte importante de nuestro ser; por el otro
lado, por nuestras características mestizas (mezcla de distintas fuentes étnicas, especialmente
culturales) y por nuestra historia somos latinoamericanos. Esto quiere decir que nuestra cultura
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es mestiza. Mestizo significa que es producto de una mezcla, cruza, combinación. Y es mestiza
por muchos motivos, no sólo por ser amalgama de español e indígena.
En primer lugar, no existe en nuestro país una sola cultura indígena, sino muchas. Además,
la palabra “indio”, producto de varios equívocos, fue mal aplicada por los españoles para
designar a los pueblos aborígenes americanos, pensando que habían arribado a “Las Indias”.
Los colonizadores englobar on, en el término “indio”, una multiplicidad de culturas,
desconociéndolas y negando la riqueza de cada una de ellas. Los latinoamericanos tenemos
dentro de nuestro patrimonio esa herencia cultural de distintas civilizaciones americanas que
han sobrevivido, mezclándose muchas veces entre sí, entre otras cosas por causa de la misma
conquista que trasladó poblaciones para trabajar en las minas o radicó forzosamente a pueblos
que resistieron a la dominación española. Por ejemplo, la palabra “pampa” es de origen
quechua, porque los conquistadores que vinieron desde el norte tuvieron como guías (forzados)
a aborígenes de nuestro norte, que conocían el quichua porque antes habían sido dominados
por el imperio incaico. “Pampa” quiere decir “llanura”, y “china”, como se llamaba a la mujer del
gaucho, en quechua significa “mujer del pueblo”.
En segundo lugar, nuestra cultura es mestiza también por los aportes africanos: cuando los
europeos llegaron a América, con ellos trajeron numerosos grupos de cautivos de ese origen.
Esclavizados a miles de kilómetros de sus hogares, estos trabajadores forzosos trasplantaron aestas tierras jirones de sus culturas. Acá se reunieron por naciones de origen y crearon una
cultura nueva, la afroamericana, que también se fue mestizando en América Latina con la criolla.
De hecho, la palabra “tango” es de origen africana, y sin embargo se utiliza para nombrar un tipo
de música considerada profundamente rioplatense; lo que demuestra que en verdad, el tango es
un producto del mestizaje cultural.
En tercer lugar, durante fines del s. XIX y comienzos del s. XX, Argentina recibió gustosa la
llegada de miles y miles de inmigrantes europeos (predominantemente españoles e italianos,
pero también franceses, turcos, polacos, árabes, griegos, etc.) quienes trajeron consigo suspropias lenguas, religiones, costumbres, oficios, expresiones artísticas, etc. Todo lo cual, le
confirió a la cultura argentina una gran vitalidad y heterogeneidad.
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Identidad latinoamericana y literatura
La identidad americana y la identidad argentina se constituyen como verdaderos mosaicos.
La integración entre culturas diversas es, desde los orígenes, la característica distintiva de
nuestra cultura y aunque parezca paradójico, la noción de identidad americana encuentra sus
orígenes en los cronistas extranjeros.
Desde sus inicios y a lo largo de su historia, la literatura latinoamericana refleja esos
conflictos de identidad social y cultural. Esta es una constante en el desarrollo de la literatura del
continente: la identidad americana se constituye a partir de la diversidad, de la fusión entre lo
típicamente americano y lo europeo. Ulrico Schmidl1 narró la fundación de Buenos Aires enlengua alemana. Los autores posteriores, desde el siglo XVI hasta hoy, lo harán en otro idioma
extranjero para los habitantes nativos de estas tierras que será, sin embargo, la lengua
predominante en América del Sur: la española. Así las crónicas de Indias (relatos escritos por
los conquistadores, que se refieren al descubrimiento, conquista y colonización de América)
muestran el asombro y la incomprensión del español o europeo ante la naturaleza y el hombre
americano.
Lo que, durante muchos años, se consideró “literatura latinoamericana” fue la escrita en
español a partir de la llegada de los conquistadores al continente. Tal es el caso de Critóbal
Colón, el primer cronista de Indias, quien intentó hacer –sin lograrlo – una descripción objetiva de
lo que encontró en el territorio americano. Su visión de la realidad estaba teñida por sus
creencias basadas en textos religiosos, como la Biblia o en autores de la Antigüedad clásica. Sin
embargo, en esa concepción de la “literatura latinoamericana” se olvidó la literatura que habían
producido los aborígenes y que expresaba su realidad y problemática. La producción literaria de
las principales culturas aborígenes es conocida como “literatura precolombina”, esto significa,
anterior a la llegada de Colón. Entre estas obras, cabe destacar la poesía azteca, los relatos
maya y el teatro inca. Uno de los tópicos de estas literaturas son las cosmogonías (relatos que
tratan sobre el nacimiento del mundo) como el Popol Vuh de los mayas.
1 Ulrico Schmidl: Viajero alemán que acompañó a los grandes navegantes en sus viajes a América. Fue testigo de la
fundación de Buenos Aires y ha narrado con prosa eurocéntrica momentos importantes del encuentro de culturas que significó laConquista.
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Literaturas p recolombinas
La noción de “Literaturas precolombinas” es ciertamente confusa. En sentido estricto remitiría a textos
escritos originalmente en lenguas aborígenes americanas. De todos los pueblos americanos que
construyeron algún tipo de cultura sólo se sabe que tuvieran escritura los mayas y los aztecas.
De los incas, por el contrario, se sabe que no tuvieron escritura. Las escrituras precolombinas
utilizaban jeroglíficos, de modo que los textos escritos en lengua indígena pero utilizando el alfabeto latino,
son tardíos. Muchas veces, por lo tanto, se consideran textos “precolombinos” a aquellos que en un
sentido o en otro den cuenta de las culturas precolombinas, independientemente de las lenguas en que
fueron escritos. Muchos textos clásicos (el caso del Popol Vuh ) fueron adaptados y traducidos al españolen versiones que se parecen tanto a la Biblia que su autenticidad es, por lo menos, sospechosa. Otros
textos, escritos en español, son interesantes porque muestras la influencia lingüísticas de las lenguas
americanas, como el caso particularísimo de Felipe Guamán2 .
Naturalmente todo esto hace que los textos precolombinos sean difíciles de datar y que manifiesten
todo el tiempo un rasgo que probablemente sea uno de los más permanentes en la cultura americana: la
mezcla ideológica. Escritos en español por nativos que dominan mal la lengua, o escritos por españoles
que conocen mal la cultura, o traducidos por españoles a quienes no les interesa demasiado la integridad
cultural de los pueblos aborígenes, los “pocos” textos americanos que conocemos son un muestrario
espléndido de contradicciones y reelaboraciones de mitos que supuestamente, organizaron las culturas
náhuatl, quiché y quechua de los pueblos mayas, aztecas e incas que dominaban América cuando la
conquista.
Daniel Link
Literator V. La batalla final. 1994
2
Felipe Guamán Poma de Ayala: Historiados peruano descendiente de pobladores jarovilcas. Encarcelado porreclamar su cacicazgo, escribió un apasionado alegato contra el sistema colonial.
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Literatura argentina
Expresión de libertad
Desde la llegada española se fue produciendo en América una toma de conciencia muy
notoria sobre los principios de autonomía, independencia de países, búsqueda de raíces y por lo
tanto, de identidad y cambios profundos en los modos de encarar la relación con España en
principio y con otros países luego.
En la Argentina esa idea se manifiesta en nuestro Himno Nacional cuya letra fue encargada
por la Asamblea General Constituyente a Vicente López y Planes. El catalán Blas Parera se
encargó de la música. La primera vez que se escuchó fue el 25 de mayo de 1813 en la casa de
Mariquita Sánchez de Thompson, entonado por Remedios de Escalada.
Un himno es una celebración, un canto festivo que habla de una gesta de vida, de proyecto
de independencia, de libertad. Está formado por nueve octavas de versos decasílabos y un coro.
Durante la presidencia de Julio A. Roca (1880-86) se decretó no cantar el himno completo ya
que algunos versos podían molestar a los españoles.
El Himno nacional argentino consta de 76 versos y abunda en recursos estilísticos: anáforas,
personificaciones, metáforas, metonimias, onomatopeyas e interrogaciones retóricas. Hay
alusiones mitológicas a hechos históricos que marcaron caminos en la liberación del país.
Lee y luego resuelve:
1) Señala los aspectos históricos mencionados en su contenido.
2) Subraya las frases con que Vicente López y Planes nombra a los españoles y explícalas.
3) Reconoce algunos de los recursos expresivos que aparecen (Comparación - Metáfora -
Personificación - Enumeración).
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Himno Nacional Argentino
l
Oid, mortales, el grito sagrado:
libertad, libertad, libertad.
Oid el ruido de rotas cadenas,
ved en trono a la noble Igualdad.
Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa nación,
coronada su sien de laureles,
y a sus plantas rendido un león.
II
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar,
la grandeza se anida en sus pechos,
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas.
Y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
III
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor;
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos, la envidiaescupió su pestífera hiel;
su estandarte sangriento levantan,
provocando a la lid más cruel.
IV
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz?
Y cual lloran bañados de sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz?
¿No lo veis sobre el triste Caracas
luto, y llantos, y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
V
A vosotros se atreve, argentinos!,
el orgullo de vil invasor;vuestros campos ya pisa, contando
tantas glorias hollar, vencedor.
Mas los bravos que unidos, juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
VI
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
VII
San José, San Lorenzo, Suipacha,
ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la Colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
“ Aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló”.
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VIII
La Victoria al guerrero argentino,
con sus alas brillante cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la libertad,
y sobre alas de gloria alza el pueblo
trono digno a su gran majestad.
IX
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: “Mortales, oid!
Ya su trono dignísimo abrieron
las provincias unidas del Sud”;
y los libres del mundo responden:
“ Al gran pueblo argentino, salud”
CORO
Sean eternos los laureles
que supimos conseguircoronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.
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Historia de opuestos
Sarmiento define el modo de ser argentino como una lucha de opuestos planteados desde elsubtítulo: civilización y barbarie. La antinomia también se expresa mediante otros pares
contrarios: unitarios y federales, Europa y America Latina, gaucho y hombre culto, ciudad y
campaña. Este enfoque se inspiró en una corriente historiográfica que interpretaba determinados
procesos históricos sobre la base de antinomias como campiña-ciudad, asimilando a cada uno
de estos términos a los de feudalismo y burguesía, respectivamente. El primero, campesino,
resultaba derrotado frente al avance del progreso burgués urbano. Sin embargo, este sistema de
análisis no es estrictamente aplicable a la Argentina del siglo XIX, ya que en ella existía un
vínculo estrecho entre la ciudad comerciante y la pampa ganadera. Además, los grandes
propietarios provenían de las ciudades, en ellas se habían enriquecido, y esto les había
permitido comprar tierras. Pertenecían por origen a la ciudad y, por elección al campo.
Por eso, a lo largo de Facundo, las antinomias que plantea Sarmiento se desplazan y así se
relativizan o anulan. Por ejemplo, si bien los federales son los representantes de la campaña y
por lo tanto de la barbarie; y los unitarios, de la ciudad y por ende de la civilización, Sarmiento
reconoce que hay unitarios en las provincias y federales en las ciudades. Más aún, la irrupción
de Rosas en el gobierno significa el trastocamiento de la teoría: él es un hombre de Buenos
Aires, pero representa al campo –la barbarie- y su estilo de gobierno no es federal sino unitario,
en tanto centraliza el poder en Buenos Aires y su persona. Buenos Aires no simboliza el
progreso sino el atraso. Quiroga, el bárbaro interior, resulta ser constitucionalista y, por esto,
opositor a los planes de Rosas.
Finalmente, la antinomia sobreviviente es económica: Buenos Aires, poderosa y rica, se
aprovecha de un interior empobrecido y aislado. En lugar de enfrentar Buenos Aires –interior,
Sarmiento opuso Rosas –interior. De esta manera desvirtuó el problema, que pasó a ser
circunstancial y solucionable con la caída del gobernante.
Sin embargo, el problema central queda claro: es el desequilibrio de poder entre el interior y
Buenos Aires que, según Sarmiento, se resolvería en el momento en que las provincias se
desarrollaran, cuando se les permitiera comunicarse, cuando llegaran a ellas la educación y los
beneficios del comercio. Sarmiento explicita esta idea al plantear el modo en que deberá
conducirse el “Nuevo gobierno”. Sólo con el desarrollo equilibrado entre las provincias y Buenos
Aires se lograría, para él, la unidad nacional.
Pero el de Sarmiento no es un programa, sino una suma de expresiones de deseo, y la
verdadera antinomia que parece no atreverse a pronunciar (Buenos Aires dueña del poder
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económico vs. interior dependiente) resulta ser, a lo largo de la historia del país, una marca
permanente.
Recuperando Ideales
El Romanticismo en el Río de la Plata y la generación de 1837
El Romanticismo expresó los ideales de los jóvenes pertenecientes a la burguesía mercantil y
portuaria y a la élite intelectual del interior nacidos durante el primer decenio del siglo XIX y
formados en las instituciones educativas creadas durante el gobierno de Rivadavia. Ante la
lucha que había dividido a los hombres de la generación anterior en unitarios y federales,quisier on superar esa antinomia de sangrientas consecuencias. Se postularon como “las voces
de la civilización y del progreso” y aspiraron a ser, al menos en un primer momento, el brazo
intelectual del poder de Rosas.
Se nuclearon alrededor de algunos maestros. Alberdi, Echeverría, Juan María Gutiérrez,
fueron en un comienzo los más escuchados y aglutinantes. Circularon por distintas tertulias y
grupos de lectura en los que se discutían y difundían las ideas del romanticismo social francés y
se proponían las soluciones para la organización definitiva de la nación. Esta generación de
1837 fue importante porque pensó y definió el país en términos que permanecieron vigentes pormás de un siglo.
El Salón Literario
Marcos Sastre ofreció un salón de su librería para que allí se efectuaran las reuniones de uno
de estos grupos de lectura y discusión. La sesión inaugural se realizó en junio de 1837. A ella
fue invitado el políglota napolitano Pedro de Angelis, representante de Rosas. Los discursos
inaugurales (leídos por Marcos Sastre, Juan María Gutiérrez y Juan Bautista Alberdi) permiten
conocer los conceptos básicos que cohesionaron al grupo: Necesidad de reflexionar sobre los acontecimientos políticos del pasado para actuar sobre
el presente.
Retorno a los ideales de la Revolución de Mayo, de la que se consideraban hijos y
sucesores.
Creación de una literatura nacional, unida al medio geográfico y social, que atendiera “al
fondo más que a la forma del pensamiento, a la idea más que al estilo, a la belleza útil más
que a la belleza en sí” (Alberdi); que “armonice con la virgen y grandiosa naturaleza
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americana” (Echeverría). Los modelos literarios serán los ofrecidos por el Romanticismo
europeo.
Propuesta de un divorcio con respecto a los modelos literarios españoles y a la tutela
académica.
Defensa de la libertad en el empleo de la lengua, aceptando las variantes del español
americano.
La construcción de la nación
Echeverría reconoció el conflicto que mantenía enfrentados a los argentinos y sostuvo la
necesidad de la unión. Rehusó alinearse en alguno de los bandos en lucha, unitarios yfederales, y propuso la creación de un orden nuevo que tomara lo mejor de cada facción. Sin
embargo, finalmente debió optar frente a la realidad que se le imponía: la fractura social. El de la
violencia, que expresó de manera brutal en el cuento, fue el único aspecto común a ambos
bandos y, en él, se centra temáticamente El matadero.
El otro gran tema que se manifiesta en la obra es el de la libertad como camino para la
construcción de la nación. Así, Echeverría elogia la independencia conseguida y critica el
autoritarismo imperante en su época, en sus dos vertientes: eclesiástica y política. La iglesia
aparece cuestionada, porque claramente se había embanderado tras la causa rosista. Elsistema de gobierno, por su parte, está representado por los personajes del matadero a quienes
se ve incapaces de ejercer su libertad responsablemente y de respetar la de los otros. Ambos,
iglesia y tiranía, al atentar contra la libertad individual, impedían la organización nacional sobre la
base del respeto a los derechos de todos los habitantes.
Los personajes, que aparecen tipificados, representan las facciones en pugna. Pero esta
tipificación no es solo literaria. Echeverría expresó el modo en que el sector al que pertenecía
veía a unitarios y federales en la vida y no solo en las letras. Así, Rosas era el antihéroe; sus
seguidores, una horda de brutos sin pensamiento propio y dueños de una fuerza y violenciadescontroladas; el pueblo era una masa manejable por el miedo o el hambre; y el unitario, el
representante de la libertad de ideas, el honor, el valor y la dignidad.
Además de lo ideológico, la obra adquiere identidad nacional por su carácter renovador y
particular en lo que se refiere al estilo. Es la primera manifestación del cuento en la Argentina;
introdujo el realismo como modo de representar la realidad. Las costumbres se describen, en
general, para enfatizar lo que debía superarse, pues eran expresión del atraso. Esta postura
crítica frente a lo popular se explica porque, en el cuento, el pueblo –con sus hábitos- es mucho
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más que el grupo menos favorecido en lo económico y en lo cultural; es símbolo de la sociedad
según Rosas la concebía.
Otro gran logro estilístico fue, sin duda, la renovación en el plano de la lengua. Se incorporó
el sociolecto de la clase baja, con el uso de expresiones groseras y arcaicas, y un léxico de
origen latinoamericano. El habla del unitario, por otra parte, reflejó el sociolecto de la clase culta,
semejante al del narrador. Así la lengua alcanzó su forma propia y nacional mediante la inclusión
no solo de vocabulario y expresiones locales, sino de un tono particular, una manera dinámica y
vital de contar lo nacional.
Escenas del período rosista
Contratapa de Misteriosa Bu enos Aires (Editorial Losada)
Editada en 1950, Misteriosa Buenos Aires contiene cuarenta y dos cuentos sobre Buenos Aires y sus
personajes, desde la hambruna en el villorio de Pedro de Mendoza (1536) hasta la época de Rosas y la
organización nacional. El ciclo termina en 1904, con la historia de una arruinada señorona. Desfilan en
esta obra costumbres, leyendas, hechos históricos, superstición, hechicería, historias de seres humanos
con sus sufrimientos y sus pecados. Es una obra de arqueología literaria en la que la narración se torna
tensa y dramática, y que demuestra un trabajo de investigación por parte del autor combinado con una
escritura elegante y moderna.
El tapir (1835) – Manuel Mujica Láinez
Mister Hoffmaster no se ha quitado todavía la pintura del rostro. Brillan sus ojos de mico en la máscara
blanca, azul y roja que le retuerce los labios y le inventa unas cejas angulares. Al terminar la última
función, terció una capa sobre el traje de fantoche, ocultó bajo ella el bulto que tenía preparado y echó a
andar por los senderosdel Vaux-Hall. Ése es el nombre que le dan los europeos: Vaux-Hall, pero loscriollos prefieren llamarlo sencillamente Parque Argentino.
El frío de junio hace tiritar los árboles y las plantas, bajo un cielo fúnebre y unas estrellas que también
tiritan, casi celestes. Ya se despobló el jardín. El invierno no tienta a trasladarse desde el centro de la
ciudad hasta el parque de diversiones creado por Santiago Wilde donde fue la antigua quinta de Zamudio,
en la manzana comprendida por las calles Córdoba, Paraná, Uruguay y del Temple, frente a las tunas de
la quinta de Merlo. La función de adiós de la compañía contó con un público escaso, difícil de
entusiasmar. Sí: Mister Laforest tiene razón; lo mejor es irse a otra parte. Hace un año que trabajan allí y
Buenos Aires empieza a cansarse del espectáculo.
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Mister Hoffmaster no se preocupa por estas cosas. Lo que ansía ante todo es que no le descubran a la
claridad de las linternas que mueve la brisa. Se esconde ahora detrás de un aguaribay y se hace más
pequeñito, él que es casi enano, porque los mulatos desafinadores de la orquesta atraviesan entre las
mesas abandonadas, con los bombos a la espalda y las cornetas erguidas como cuernos bestiales dentro
de sus fundas.
El payaso sigue su camino. Aquí está, en su jaula, el jaguar del Chaco. Mister Hoffmaster se detiene y
lo contempla. Siempre le pareció que el felino tenía los mismos ojos verdes de Mister Laforest, y que
cuando se desliza con sinuoso paso recuerda a Peter Smith, el rápido y grácil Peter Smith, orgullo del
circo. Pero él no ha venido a ver al tigre. El tigre es su enemigo, como lo son los bellos bailarines
ecuestres.
La señora Laforest se aleja hacia su carromato por la avenida de paraísos. Camina canturreando el
aria de Rossini que tantos aplausos le valió. Y Mister Hoffmaster vuelve a emboscarse, temeroso de que
le encuentren. Sería muy grave que le descubrieran.
¡Qué hermosa es la señora Laforest! ¡Cómo espejea su traje de luces! En las pantomimas no hay
quien se le compare. Cuando representó la parte de Torilda en “Timour, el Tártard’, la concurrencia
alfombró la pista de flores. Ella lo hace todo bien: lo mismo emociona con una canción de Weber que
transporta con sus danzas. Mister Hoffmaster la prefiere en el ballet de “El tirano castigado o El naufragio
feliz”. Y su marido, Mister Laforest, es también insuperable cuando aparece en el ruedo guiando sus ocho
caballos de la Banda Oriental. Todos son insuperables en el Circo Olímpico de los ingleses. Peter Smith,
con sus audaces dieciocho años, se lleva las ojeadas y el corazón de las porteñas.Este Peter Smith llega a realizar pruebas asombrosas. Una tarde, de pie sobre el lomo de Selim, el
mejor de los caballos, se despojó de nueve chalecos que, con ser tantos, apenas desfiguraban su
elegancia de junco. Luego se arrebujó en un manto de pieles y se puso un sombrero de mujer crepitante
de plumas sobre el pelo dorado. Todo ello sin que Selim parara de trotar. Mister Hoffmaster le perseguía
tropezando y cayendo, dando vueltas de carnero y pegándose unos golpes sonoros, porque así lo exige
su condición de clown. Cazaba al vuelo las prendas arrojadas por el muchacho con tan fina desenvoltura y
las revestía a su vez. El público rió hasta no poder más. Los negros pateaban en la galería llena del humo
de los cigarros. Hasta se esbozó una sonrisa sobre los labios de don Juan Manuel de Rosas, el
gobernador, en el palco ennoblecido por el oro de los uniformes.
Sale de su escondite, frente a la jaula del jaguar, y se dirige hacia el corral de troncos duros donde el
tapir le estará aguardando como todas las noches. El tapir es su amigo, su único amigo. Los demás no le
buscan más que para reírse.
Pero el payaso tiene que disimularse de nuevo en los matorrales. Aprieta, bajo la capa, el bulto que
envolvió tan cuidadosamente. Las linternas chinas le muestran a Peter que avanza del brazo de una
muchacha. Es una muchacha bonita, de ojos oscuros, y Mister Hoffmaster recuerda haberla visto muchas
veces, en uno de los escaños del circo, acompañando con la mirada anhelosa los brincos mortales del
adolescente. Van hacia el pórtico oriental de siete arcos. Detrás, en el palenque, los gauchos pobres atan
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sus mancarrones (=Caballo viejo. Nota de Pablo) junto a los parejeros de los paisanos ricos y a los
caballitos nerviosos de los dandis. Mister Hoffmaster les oye partir al galope. Tendrán que aprovechar la
noche bien, porque es la última. Mañana el circo se irá, con sus carros, con sus toldos, con sus
gallardetes.
El payaso bordea el pequeño lago artificial donde la luna ascendente copia su mueca. Se asoma al
agua pacífica, entre los patos inmóviles y los flamencos de biombo, para observar su faz pintarrajeada,
blanca como la luna y como ella triste.
He aquí los troncos que limitan la morada del tapir. Dulcemente, el clown lo llama, y el animal acude a
su voz. Mister Hoffmaster le pasa la mano sobre el lomo áspero y lo contempla largamente. El tapir es su
amigo, su hermano.
Cuando hace buen tiempo, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, en la azotea de la casa de don
Pablo Villarino, izan cuatro banderas, dos blancas y dos encarnadas, visibles desde muy lejos. Entonces
los porteños saben que hay función en el Parque; saben que podrán llegar hasta su Pórtico de siete arcos,
porque el agua turbia del Zanjón de Matorras no alcanza a cubrir el puente de ladrillo levantado por
Santiago Wilde. Señoras y señores hacen el viaje a caballo o en volanta. Muchos lo hacen a pie, saltando
los charcos entre grandes risotadas, para no enlodarse. El general Rosas fue así una vez desde el Fuerte,
con sus edecanes.
Mister Hoffmaster piensa en ese extraño general Rosas, mientras acaricia el lomo del tapir. Dijérase
que el payaso trata de que otros pensamientos le distraigan del que esta noche le guía hasta el corral.
Piensa en Rosas presidiendo el palco del Gobierno, en el circo, el día en que asumió el mando porsegunda vez. Le rodeaban unos militares, unos perfiles de litografía enmarcados por las patillas crespas.
Al mirarles desde la pista, deslumbrantes de alamares y charreteras, áureos, escarlatas y azules, tuvo la
curiosa sensación de que no eran hombres sino imágenes esculpidas, íconos terriblemente quietos, y
aunque no los había, se le antojó que la luz surgida de sus rostros y de sus bordados procedía de
centenares de cirios que temblaban alrededor. Ahora el retrato del Héroe del Desierto pende sobre la
entrada del circo.
¡Cuánta gente desfiló por allí desde que iniciaron las funciones hace un año! Iban a admirar los
terciopelos y las fosforescencias del tigre y a burlarse del tapir, que es una caricatura de animal, un poco
jabalí y un poco rinoceronte, con algo de mulo y algo de cebú. Iban a admirar el ritmo majestuoso de
Selim, de Bucephalus, de Poppet, de los caballos de larga cola y revueltas crines; a admirar la destreza
con que Mister Laforest dibuja arabescos en el aire, restallante el látigo sutil: a admirar a Peter en el
cuadro del regreso de Napoleón de la Isla de Elba, en el que treinta y un corceles relinchan entre nubes
de polvo. Iban a pasmarse con los gorgoritos de la señora Laforest, que cuando canta crispa los dedos en
que chispean las piedras falsas, sobre el pecho redondo. E iban a reír hasta las lágrimas de Mister
Hoffmaster, el clown. Mister Laforest siempre inventaba algo nuevo, ingenioso, para que el payaso lo
hiciera. Una vez el mamarracho debió vestirse de mujer, coronarse con el enorme peinetón de moda, y así
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ataviado sentarse en la cazuela entre las damas. ¡Cómo reían! Le palmeaban y él repetía en su castellano
tartamudo la frase que le enseñara Mister Laforest:
-¿Cómo está, compadre? ¿Cómo está, comadre?
Otra vez le hicieron trepar a la punta de una barra larguísima, colocarse allí de cabeza, con los pies en
alto, y aguardar para descender a que se encendieran las ruedas de fuegos de artificio ubicadas en la
parte inferior. Pero las ruedas no se encendían. Mister Laforest arrimaba una antorcha, guiñando un ojo al
público, y luego la apartaba. La gente enronquecía de reír. Y él, allá arriba, esperaba, muerto de miedo,
muerto de miedo.
No se elige. El tapir hubiera preferido ser jaguar; tener una piel como el manto de un príncipe, en lugar
de su cuero; tener una cabeza fina y astuta como la del tigre, en lugar de la que prolonga su trompa
grotesca. Y él también, él hubiera preferido ser esbelto como Peter; hubiera preferido no embadurnarse la
cara. Hubiera querido revestir una malla de lentejuelas y no el levitón disparatado que destaca su ridícula
pequeñez. Hubiera querido... Sobre todo hubiera querido no provocar la risa todo el tiempo, no hacer reír
con cualquier gesto, con cualquier ademán, aun los más naturales, los más simples, los que no persiguen
la carcajada. Pero no se elige. Quien elige es el destino.
Y Mister Hoffmaster piensa que el tapir es su hermano, su único hermano. Por eso, noche a noche, ha
acudido a verlo, a consolarlo. Le hablaba a media voz, mientras se extinguían las postreras linternas
sobre los canteros diseñados al modo inglés. Así le habla ahora, quedamente. Le dice que el circo se irá
mañana. Le dice que el jaguar y él permanecerán en el Vaux-Hall, el uno para entusiasmar con su
soberbia afelpada, el otro para que la concurrencia, después de estallar en carcajadas rotundas o deaguzar la risa hasta el silbido, declare, meneando la cabeza:
-Es un monstruo. Este animal es un monstruo.
¿Será un monstruo él también? Mister Hoffmaster se palpa la nariz respingada, los pómulos
manchúes, la boca cuyo carmín le pinta las yemas. Se toca las canillas, el pecho hundido, los hombros
desiguales. Súbitamente ese impulso trae a su mente otro similar que tuvo hace muchos años, quizás
treinta.
Fue en Stratford-on-Avon, su ciudad natal. Vivía en una casa vieja, revieja, en Henley Street, casi
frente a la morada donde Shakespeare vio la luz. De niño soñaba con ser poeta. Vagaba cerca del río
Avon y sus cisnes, y recitaba los versos de Hamlet. A los catorce años se enamoró de una niña del
vecindario, rubia como Peter Smith. Juntos paseaban por las calles torcidas. A veces se asomaban a las
ventanas de la casa del bardo, para espiar su interior, y creían adivinar al espectro del gran Will en la
penumbra, cerca de la chimenea, volcado sobre el jubón el cuello de encaje isabelino, con un libro en la
mano, la alta frente iluminada por el fuego.
Una tarde le declaró su amor a la mocita y le rogó que huyera con él. Ella se echó a reír con la
crueldad inocente de los chicos.
-¡Mi pobre Harry -pudo entenderle-, estás loco! ¿Nunca te has mirado bien?
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Y Harry Hoffmaster, como hoy ante el tapir, deslizó sus dedos sobre su cara, sobre sus bracitos, sobre
su pecho magro. Al día siguiente escapó solo de Stratford. Unos saltimbanquis le recogieron en Warwick y
le llevaron con ellos. Desde entonces pasó de un circo al otro, sin cesar, y siempre haciendo de payaso,
siempre con la cara pincelada de blanco, de amarillo, de azul.
El tapir entrecierra los ojos tímidos bajo la presión que se demora sobre su pelambre. A la distancia,
Mister Hoffmaster oye a Mister Laforest que le está llamando. Tendrá que ir a ayudarle a embalar las
ropas de las pantomimas; los trajes de “La batalla de Montereau”, la plumajería de “Los caciques rivales”,
a la cual la lisonja británica agregó una que otra divisa punzó. ¡Bah! que le ayude Fay, el pintor de
telones... él tiene otras cosas de que ocuparse.
Se pone de hinojos y deshace el envoltorio. Saca de él una barra de hierro y un cuchillo filoso, grande,
y entra resueltamente en el corral del tapir. De un golpe en la nuca, derriba al confiado animal. Luego le
hunde entre las vértebras la hoja fría. Es tan duro el cuero, que debe afirmarse con ambas manos para
que el facón penetre. La sangre mana a borbotones y mancha el levitón del payaso.
Ya no tornarán a hacer mofa del tapir. Ha regresado a sus bosques verdes, donde lo aguardan los
papagayos relampagueantes, como él quisiera regresar a Stratford-on-Avon, a sus cisnes melancólicos, a
lo que fue de niño, cuando recorría las calles medievales entre las enseñas antiguas que el viento hacía
chirriar, rumbo a la casita de Anne Hathaway, la mujer del poeta; ha vuelto como él quisiera volver a lo
suyo, lejos de este mundo de generales impávidos y de muchachas que ríen sin fin.
Mister Hoffmaster, el diminuto clown, está llorando en la soledad de la noche. Limpia el cuchillo en las
hierbas que el rocío abrillanta; alza la muerta cabezota horrible, la besa con sus labios pintados ymurmura:
-Alas, poor Yorick!
Después corre hacia el circo, donde los hombres robustos como gladiadores empaquetan las
armaduras de latón.
Panorama de la Argentina en el siglo XIX La literatura gauchesca nació y evolucionó en el espacio histórico que abarca desde las
luchas intestinas posteriores de la declaración de la independencia, en 1816, hasta la
consolidación definitiva del Estado liberal en 1880. Coincidió, así, con el momento en que el
debate entre lo autóctono y lo europeo marcó los caminos por seguir, en una constante
búsqueda de cómo debía ser la identidad argentina, más que en una observación de cómo
realmente era. El comienzo de este período desembocó en el predominio de la figura de Juan
Manuel de Rosas.
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El gobierno de Rosas, con una retórica federal, solidificó el poder económico y político de
Buenos Aires a través de un régimen centralista. A partir de su derrota en la batalla de Caseros,
en 1852, y tras el breve liderazgo de Justo José de Urquiza, la hegemonía de Buenos Aires se
acentuó, a medida que se afianzaba la política económica liberal que terminó por destruir la
industria local y regional.
La organización nacional
Tras la Batalla de Pavón, en 1861, se impusieron los ideales civilizadores de los liberales
porteños. Bartolomé Mitre subió al poder y, con él, se comenzó a luchar contra los montonerosen el interior y contra los indios en la frontera. El desarrollo del ferrocarril, establecido en 1857, la
pacificación en el interior y el restablecimiento de las comunicaciones entre las provincias a
través de caminos y postas, la difusión de la enseñanza, el telégrafo, la inmigración y la
centralización del poder fueron los principales factores que transformaron el país.
A Mitre lo sucedió Sarmiento, cuya presidencia, además de estar signada por numerosas
medidas progresistas en materia de comunicaciones, educación, navegación fluvial y desarrollo
de las ciencias, se vio sacudida por la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. La acción
de Brasil, la Argentina y Uruguay estaba apoyada por Gran Bretaña, que quería acabar con lapolítica proteccionista del Paraguay. Fue un enfrentamiento largo y sangriento, que sumió a los
países participantes en una grave crisis económica y social. La participación forzada en esta
guerra, la lucha contra los malones en la frontera y las epidemias diezmaron a los habitantes de
la campaña, los gauchos.
Así, el gaucho se transformó de hombre libre en peón asalariado de un terrateniente, en
franca competencia con el inmigrante para el trabajo agrícola. En su defecto pasó a ser soldado
en la frontera o en la guerra para sufrir aún más en carne propia su condición de marginado
social. De las dicotomías que rigieron la definición de nación en el siglo XIX -unitarios vs.
federales, ciudad vs. campo, Europa vs. América, civilización vs. barbarie- triunfaron los
primeros elementos de los pares, gracias al sacrificio y a la transformación de patrones
culturales que, sin embargo, continuaron actuando y, paradójicamente, se convirtieron en
símbolo de la identidad argentina.
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La vinculación del gaucho con los proyectos políticos
El gaucho se vinculó con los proyectos políticos alternativos hegemónicos de diferentesmaneras.
Durante el predominio del proyecto unitario, fue marginado como consecuencia de la
dificultad de su incorporación al modelo económico. En especial durante el período rivadaviano,
fue confinado a la defensa de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires. Esta decisión del
gobierno tuvo su apoyatura legal en la llamada Ley de Vagos. La definición de “vagos” era muy
amplia, y podía incluir tanto a personajes cercanos a la criminalidad como a trabajadores que no
tenían empleo fijo e intentaban sobrevivir ocupando pedazos de tierra fiscal, y, también, a
arrendatarios y mano de obra estacional. El juez de paz cumplía funciones de policía, y decidíael reclutamiento según su voluntad: las pulperías, centros de la vida social de entonces, eran el
ámbito adecuado para estas redadas.
Durante el predominio del proyecto federal, el gaucho participó como base social del modelo
político. Los caudillos representaban sus intereses, que se podían sintetizar en la defensa de
sus libertades frente a toda forma de dominación. Ramírez en Entre Ríos, López en Santa Fe y
Rosas en Buenos Aires los incorporaron a la lucha contra el partido unitario.
El triunfo de Rosas y la creación de la Confederación Argentina iniciaron una etapa positiva
para los gauchos. Rosas se apoyó en ellos como sustento indiscutible de su poder y contó conesa fuerza leal para enfrentar a sus opositores internos y externos.
El gaucho después de la organización nacional
Después de la organización nacional, el gaucho vivió su definitiva marginación. La nueva
Argentina adoptó un modelo económico liberal, que sólo necesitaba el acuerdo de los
terratenientes y los comerciantes ligados a la exportación de materias primas. Se utilizaron
nuevos métodos de trabajo rural, se impuso el alambrado para delimitar las grandes
propiedades y se consideró prioritaria la incorporación de nuevas áreas de cultivo y cría de
animales. Como resultado, se organizó la Conquista del Desierto, y el gaucho fue reclutado para
esa dura guerra contra el indio. Muchos gauchos murieron en el desierto o en la defensa de los
fortines. Otros perdieron sus escasas tierras, y la mayoría terminó en la pobreza absoluta. Las
tierras conquistadas aumentaron las propiedades de las familias latifundistas, de los jefes del
ejército y de los extranjeros deseosos de invertir en el país.
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Los gauchos que protagonizaron los levantamientos del interior, conducidos por Peñaloza,
Varela y López Jordán, también fueron derrotados. La “civilización” se impuso sobre la
“barbarie”.
Testimonios sobre los gauchos:
“[...] gauderios. Estos son unos mozos nacidos en Montevideo y en los vecinos pagos. Mala camisa y
peor vestido, procuran encubrir con uno o dos ponchos en que hacen cama con los sudaderos del caballo,sirviéndoles de almohada la silla [...] Se pasean a su albedrío por toda la campaña y con notable
complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras tendidos
sobre un cuero, cantando y tocando”
Concolorcorvo. “ Lazarillo de ciegos y caminantes”, 1773.
[...] Los llaman Gauchos, Camiluchos o Gauderios. Como les es muy fácil carnear pues a ninguno le
falta caballo, volas y lazo y cuchillo con que coger y matar una res, ó como cualquiera les da de comer
de valde[...] trabajan únicamente para adquirir Tabaco que fuman o el Mate de la Yerva del
Paraguay[...]”(sic.)
Miguel Lastraría. “ Memoria sobre las colonias orientales del río Paraguay,,o del Plata, l 798”.
“El gaucho malo: éste es un tipo de ciertas localidades, un outlaw , un squatter, [...] La justicia lo
persigue desde muchos años su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio, caso con
respeto. Es un personaje misterioso, mora en la pampa, son sus albergues los cardales, vive de perdices
y mulitas: si alguna vez quiere regalarse con una lengua enlaza una vaca, la voltea solo, la mata, saca su
bocado predilecto y abandona lo demás a las aves montecinas. [...]
Este hombre divorciado de la sociedad, proscripto por las leyes, este salvaje de color blanco, no es en
el fondo un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. [...] El gaucho malo no es un
bandido, no es un salteador, el ataque a la vida no entra en su idea[...] roba es cierto pero ésa es su
profesión, su tráfico, su ciencia. Roba caballos. [...]
Domingo Faustino Sarmiento, “ Facundo”
[...] los gauchos o campesinos son muy superiores a los que residen en las ciudades. El gaucho se
distingue invariablemente por su cortesía obsequiosa y su hospitalidad, jamás he tropezado con uno que
no tuviese esas cualidades. Es modesto [...] y a la vez animoso, vivaracho y audaz. Por otra parte, es
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menester decir que también se cometen muchos robos y se derrama mucha sangre humana, lo que debe
atribuirse como causa principal a la costumbre de usar cuchillo.”
Charles Darwin “ Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S.M. Beagle.”
“La guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1865-1870) fue buen pretexto para iniciar la
extirpación formal y material del gaucho, mediante conscripciones forzosas del elemento rural como
carne de cañón, pero las indiscriminadas “levas” no terminaron con las guerras; lejos de ello, se
intensificaron perfeccionando la crueldad de sus métodos. Si la defensa de la soberanía dio razón al
reclutamiento de gauchos a lo largo del quinquenio bélico, durante la paz exterior subsiguiente la razón
valedera sería, por curiosa paradoja, el afán civilizador cuyo norte era el progreso europeizante[...]
[...] Los contingentes de gauchos vuelcan en las unidades militares fronterizas a desgraciados que sólo
tienen dos caminos: morir en la lucha contra el indio o ser sableados impunemente por la “autoridad” bajo
la acusación de “vagos y malentretenidos”
A. J. Pérez Amuchástegui “ Mentalidades argentinas 1860-1930”
“ Ante el temor que sienten por las levas, a la opresión permanente, los gauchos cambian con
frecuencia de residencia esperando de esa manera superar los problemas de la represión organizada. El
nomadismo, una respuesta a la realidad, acentúase durante los meses o semanas en que las autoridades
salen a recorrer la campaña con un fin bien específico: reclutar, cazar vivos a los hombres”.
R. Rodríguez Molas “ Historia social del gaucho” 1982
“[...] Y el poema de José Hernández, inusitado en su monumentalidad, es un acto de merecimiento y
una invitación a la grandeza, cumplidos en el alborear de una patria que puede, quiere y debe merecer su
futuro.[...] Hay, pues, en el Martín Fierro, un mensaje lanzado a lo futuro. Más adelante se verá también
cómo el poema insinúa “una profecía” concerniente al devenir de la nación [...]
Entonces, ¿a quién va dirigido el mensaje de Martín Fierro?
Va dirigido a la conciencia nacional, es decir, a la conciencia de un pueblo que nació recién a la vida
de los libres, y que recién ha iniciado el ejercicio de su libertad.
Y, ¿por qué necesita un mensaje la conciencia de la nación?
Porque la nación, desgraciadamente, no se ha iniciado bien en el ejercicio de su libertad recién
conquistada y no se ha iniciado bien porque y en los primeros actos libres de su albedrío ha comenzado
la enajenación de lo nacional [...]
Por aquellos días el país cuenta con una clase dirigente y con una clase intelectual [...]. Con la acción
de aquellas dos clases (Marechal se refiere a Alberdi, Sarmiento, Mitre, etc.) se inicia ya la enajenación o
el extrañamiento del país con respecto a sus valores materiales y espirituales. Martín Fierro, pletórico de
su mensaje alarmado, sale recién a la imprenta y busca los horizontes de su difusión. Y entonces ¿qué
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sucede?. Las dos clases de elite, a que acabo de referirme, o lo ignoran o lo aceptan como un “hecho
literario” que gusta o no gusta. [...]
¿Cuál era, pues, la única órbita de acción que a Martín Fierro le quedaba? La del pueblo mismo cuyo
mensaje quería transmitir el poema. Y entonces ocurre lo enigmático: el mensaje desoído vuelve al pueblo
de cuya entraña salió. [...]
Sus ediciones están en las pulperías, en los abigarrados almacenes, entre los tercios de yerba mate y
las bolsas de galleta dura [...]
[...] Martín Fierro es el ente nacional en un momento crítico de su historia es el pueblo de la nación
salido recién de su guerra de la independencia y de sus luchas civiles y atento a la organización de sus
fuerzas que ha de permitirle realizar su destino histórico.[...]
En la historia del segundo hijo de Martín Fierro hace su aparición un personaje novedosos, el viejo
Vizcacha [...que es] la expresión simbólica de aquella parte del ser nacional que, desertando su propio
estilo, se adapta cazurramente al estilo invasor y se hace su cómplice. La circunstancia de que el viejo
sirviese a la “autoridad” y se hiciera el menguado tutor del hijo de Fierro, su torpe filosofía de vencido, todo
ello parece confirmarlo.[...]
[...] la clave del Martín Fierro se oculta y se revela en su despedida[...]
[Partir a los cuatro vientos]. Trabajar por abajo, en el humus auténtico de la raza, con la raíz hundida
en sus puras esencias tradicionales, he ahí la metodología de su acción futura. Porque el humus de abajo
siempre conserva la simiente de lo que se intenta negar en la superficie.”
Leopoldo Marechal “ Simbolismos de Martín Fierro”.
Martín Fierro
¿Quién fue José Hernández?
Nació en la chacra de Pueyrredón, en San Isidro (Prov. de Buenos Aires) el 10 de noviembre
de 1834. La familia de su padre, Rafael Hernández, era rosista y la de su madre, Isabel
Pueyrredón, se oponía a Rosas. Junto a su hermana mayor, fue criado por su tía Victoria.
Debido a una amenaza de la mazorca rosista, sus tíos se trasladaron a Brasil y él quedó con su
abuelo paterno. Cursó estudios primarios con el maestro Pedro Sánchez .En 1843 falleció su
madre y en 1846 fue a vivir al campo junto a su padre. Allí se puso en contacto con las tareas y
costumbres rurales .Luchó en la acción de El Tala contra fuerzas federales .Al morir su padre en
1857 se trasladó a Paraná. Con el ejército de Urquiza actuó en Cepeda. Realizó tareas de
taquígrafo en el Congreso. Participó en la batalla de Pavón. En 1863 fundó y redactó el diario
”El Argentino” opositor del gobierno de Mitre y del gobernador de San Juan, Domingo F.
Sarmiento. Se casó en Paraná con Carolina González del Solar.
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En 1871 tomó parte de la batalla de Naembé y se exilió en Santa Ana do Livramento (Rio
Grande do Sul) Al año siguiente, 1872, volvió a Buenos Aires y se hospedó en el Hotel
Argentino, muy cercano a la Casa de Gobierno. Allí se dice que compuso el Martín Fierro.
En 1878 adquirió una librería a la que llamó “Librería del Plata” En 1879 publicó “La vuelta de
Martín Fierro” y se incorporó como diputado a la Legislatura bonaerense. En 1880 fue elegido
vicepresidente de la Cámara de Diputados y más tarde ocupó distintos cargos en el gobierno
provincial.
Murió en 1886 debido a una miocarditis.
En 1872 Hernández escribió El gaucho Martín Fierro (la Ida) obra que consta de trece
“cantos” escritos en versos que narran la vida del gaucho en la estancia y luego en la frontera.
En 1879 se publicó La vuelta de Martín Fierro (la Vuelta) de treinta y tres cantos que cuentan la
vida del personaje en las tolderías y también el reencuentro con sus hijos.
El político detrás del poema
José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en la chacra de Pueyrredón( en el actual partido bonaerense de
San Martín), hijo de Pedro Rafael Hernández y de Isabel Pueyrredón, dos estancieros.
La madre de Hernández muere cuando el chico todavía no ha cumplido 9 años. En 1846, a los 12 años, su padre lo
lleva a su campo en la provincia de Buenos Aires.
En 1853, Hernández forma parte de las fuerzas de Pedro Rosas y Belgrano, que combaten a Hilario Lagos. Tiene 19
años, pero una gran experiencia de vida. Casi sin estudios, a los 22 años empieza a colaborar en el periódico La
Reforma Pacífica.
Periodista, militar, escritor, también trabajó como taquígrafo en el Senado de la Confederación. En 1861 es
nombrado sargento mayor, después de participar en la batalla de Cepeda. Ese año ingresa a la masonería.
En 1863 se casa con Carolina González del Solar, madre de sus siete hijos. Nueve años después publica la primera
edición de Martín Fierro.
El mismo año en que es electo diputado por la provincia de Buenos Aires (1879), aparece Lavuelta de Martín
Fierro. Dos años después, es elegido senador bonaerense.
El 21 de octubre de 1886, poco antes de cumplir 52 años, Hernández muere de un ataque al corazón en su quinta de
Belgrano. “Esto está concluido”, le dijo a su hermano Rafael. Y después, sus últimas palabras: “Buenos Aires”.
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Prólogo a El gauc ho Martín Fierro
Carta: Del autor a don José Zoilo Miguens3
Querido amigo:
Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el
fastidio de la vida del Hotel, salga a conocer el mundo, y allá va, acogido al amparo de su nombre.
No le niegue su protección, Ud. que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es
víctima esa clase desheredada de nuestro país.
Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos y con
toda la falta de enlace en sus ideas, en la[s] que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose
frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter
de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse, que le es
peculiar; dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y colorido, con todos los
arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una
naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.
Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia.
Quizás la empresa habría sido para mí más fácil, y de mayor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer
reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero
mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos
de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes: ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral
y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de
agitaciones constantes.
Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho
usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes: en
copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás
carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma
naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma
ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus defectos, que él encubre y disimula
estudiosamente, sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es
habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente
que fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco
conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces y que, al paso
que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo.
3 Hernández acompañó con esta carta la primera edición de su poema. Es un documento de extraordinaria importancia para conocer el pensamiento del autor sobre la vida del gaucho y valorar el esfuerzo de reflexión y estudio en la composición literaria del poema.
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Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero se me puede hacer un
cargo por el deseo sino por no haberlo conseguido.
Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos Vd. por alto, porque quizá no lo sean
todos los que, a primera vista, puedan parecerlo; pues no pocos se encuentran allí como copia o
imitación de los que lo son realmente.
Por lo demás espero, mi amigo, que Vd. lo juzgará por benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro
no va a la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de mayo, u otra función
semejante(referencias algunas de las cuales, como el Fausto y varias otras, son de mucho mérito
ciertamente), sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho; y Vd. no
desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se lo imaginaran.
Y con lo dicho basta para preámbulo[s], pues ni Martín Fierro exige más, ni Vd. gusta mucho de ellos,ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de
Su verdadero amigo
José Hernández
Prólogo a La v uel ta de Martín Fierro
Cuatro palabras de conversación con los lectores
Entrego a la benevolencia pública, con el título La vuelta de Martín Fierro, la segunda parte de una
obra que ha tenido una acogida tan generosa, que en seis años se han repetido once ediciones con un
total de cuarenta y ocho mil ejemplares.
Esto no es vanidad de autor, porque no rindo tributo a esa falsa diosa; ni bombo de Editor, porque no
lo he sido nunca de mis humildes producciones.
Es un recuerdo oportuno para explicar por qué el primer tiraje del presente libro consta de 20.000
ejemplares, divididos en cinco secciones o ediciones de 4.000 números cada una, y agregaré, que confíoen que el acreditado Establecimiento Tipográfico del señor Coni hará una impresión esmerada, como las
que tienen todos los libros que salen de sus talleres.
Lleva también diez ilustraciones incorporadas en el texto, y creo que en los dominios de la literatura es
la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora. Así se empieza.
Las láminas han sido dibujadas y calcadas en la piedra por don Carlos Clerice, artista compatriota que
llegará a ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela, sentimiento artístico y amor al trabajo.
El grabado ha sido ejecutado por el señor Supot, que posee el arte, nuevo y poco generalizado todavía
entre nosotros, de fijar en láminas metálicas lo que la habilidad del litógrafo ha calcado en la piedra,
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creando o imaginando posiciones que interpretan con claridad y sentimiento la escena descripta en el
verso.
No se ha omitido, pues, ningún sacrificio a fin de hacer una publicación con las más aventajadas
condiciones artísticas.
En cuanto a su parte literaria, sólo diré que no se debe perder de vista al juzgar los defectos del libro,
que es copia fiel de un original que los tiene, y repetiré que muchos defectos están allí con el objeto de
hacer más evidente y clara la imitación de los que lo son en realidad.
Un libro destinado a despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una población casi primitiva, a
servir de provechoso recreo, después de las fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído,
debe ajustarse estrictamente a los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e
interpretar sus sentimientos en su mismo lenguaje, en sus frases más usuales, en su forma general,
aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros más característicos, a fin de
que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima, que su lectura no sea sino una
continuación natural de su existencia.
Solo así pasan sin violencia del trabajo al libro; y solo así, esa lectura puede serles amena, interesante
y útil.
Ojalá hubiera un libro que gozara del dichoso privilegio de circular de mano en mano en esa inmensa
población diseminada en nuestras vastas campañas, y que bajo una forma que lo hiciera agradable, que
asegurara su popularidad, sirviera de ameno pasatiempo a sus lectores, pero:
Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda mejora y bienestar.Enalteciendo las virtudes morales que nacen de la ley natural y que sirven de base a todas las virtudes
sociales.
Inculcando en los hombres el sentimiento de veneración hacia su Creador, inclinándolos a obrar bien.
Afeando las supersticiones ridículas y generalizadas que nacen de una deplorable ignorancia.
Tendiendo a regularizar y dulcificar las costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos, la
moderación y el aprecio de sí mismo; el respeto a los demás; estimulando la fortaleza por el espectáculo
del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignación en los trabajos.
Recordando a los padres los deberes que la naturaleza les impone para con sus hijos, poniendo ante
sus ojos los males que produce su olvido, induciéndolos por ese medio a que mediten y calculen por sí
mismos todos los beneficios de su cumplimiento.
Enseñando a los hijos cómo deben respetar y honrar a los autores de sus días.
Fomentando en el esposo el amor a su esposa, recordando a ésta los santos deberes de su estado;
encareciendo la felicidad del hogar, enseñando a todos a tratarse con respeto recíproco, robusteciendo
por todos estos medios los vínculos de la familia y de la sociabilidad.
Afirmando en los ciudadanos el amor a la libertad, sin apartarse del respeto que es debido a los
superiores y magistrados.
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Enseñando a los hombres con escasas nociones morales, que deben ser humanos y clementes,
caritativos con el huérfano y con el desvalido; fieles a la amistad; gratos a los favores recibidos; enemigos
de la holgazanería y del vicio; conformes con los cambios de fortuna; amantes de la verdad, tolerantes,
justos y prudentes siempre.
Un libro que todo esto, más que esto, o parte de esto enseñara sin decirlo, sin revelar su pretensión,
sin dejarla conocer siquiera, sería indudablemente un buen libro, y por cierto que levantaría el nivel moral
e intelectual de sus lectores aunque dijera naides por nadie, resertor por desertor, mesmo por mismo, u
otros barbarismos semejantes, cuya enmienda le está reservada a la escuela, llamada a llenar un vacío
que el poema debe respetar, y a corregir vicios y defectos de fraseología que son también elementos de
que se debe apoderar el arte para combatir y extirpar males morales más fundamentales y trascendentes,
examinándolos bajo el punto de vista de una filosofía más elevada y pura.El progreso de la locución no es la base del progreso social, y un libro que se propusiera tan elevados
fines debería prescindir por completo de las delicadas formas de la cultura de la frase, subordinándose a
las imperiosas exigencias de sus propósitos moralizadores, que serían en tal caso el éxito buscado.
Los personajes colocados en escena deberían hablar en su lenguaje peculiar y propio, con su
originalidad, su gracia y sus defectos naturales, porque despojados de ese ropaje, lo serían igualmente de
su carácter típico, que es lo único que los hace simpáticos, conservando la imitación y la verosimilitud en
el fondo y en la forma.
Entra también en esta parte la elección del prisma a través del cual le es permitido a cada uno estudiar
sus tiempos, y aceptando esos defectos como un elemento, se idealiza también, se piensa, se inclina a
los demás a que piensen igualmente y se agrupan, se preparan y conservan pequeños monumentos de
arte, para los que han de estudiarnos mañana y levantar el grande monumento de la historia de nuestra
civilización.
El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio idioma, y sería una impropiedad cuando
menos, y una falta de verdad muy censurable, que quien no ha abierto jamás un libro siga las reglas de
arte de Blair, Hermosilla o la Academia.
El gaucho no aprende a cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y
majestuosos panoramas se extiende delante de sus ojos.
Canta porque hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de rítmico que domina en su
organización, y que lo lleva hasta el extraordinario extremo de que todos sus refranes, sus dichos agudos,
sus proverbios comunes, son expresados en dos versos octosílabos perfectamente medidos, acentuados
con inflexible regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intención.
Eso mismo hace muy difícil, si no de todo punto imposible, distinguir y separar cuáles son los
pensamientos originales del autor, y cuáles los que son recogidos de las fuentes populares.
No tengo noticia que exista ni que haya existido una raza de hombre aproximado a la naturaleza, cuya
sabiduría proverbial llene todas las condiciones rítmicas de nuestros proverbios gauchos.
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Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos más incultos expresar en dos
versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones más antiguas, la India y la
Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban
con veneración de boca de sus sabios más profundos, de Sócrates, fundador de la moral, de Platón y de
Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Séneca; que los hombres del Norte les
dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civilización moderna repite por medio de
sus moralistas más esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos
religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.
Indudablemente, que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las razas del
globo que sólo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues de él deducen, y vienen deduciendo desde
hace más de tres mil años, la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, expresadas en prosa portodos los hombres del globo, y en verso por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se
extienden a las dos márgenes del Plata.
El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.
Las civilizaciones difieren esencialmente. "Jamás se hará, dice el doctor don V. F. López en su prólogo
a Las neurosis, un profesor o un catedrático europeo, de un Bracma"; así debe ser: pero no ofrecería la
misma dificultad el hacer de un gaucho un Bracma lleno de sabiduría; si es que los Bracmas hacen
consistir toda su ciencia en su sabiduría proverbial, según los pinta el sabio conservador de la Biblioteca
Nacional de París, en "La sabiduría popular de todas las naciones", que difundió en el nuevo mundo el
americano Pazos Kanki.
Saturados de ese espíritu gaucho hay entre nosotros algunos poetas de formas muy cultas y correctas,
y no ha de escasear el género porque es una producción legítima y espontánea del país, y que, en
verdad, no se manifiesta únicamente en el terreno florido de la literatura.
Concluyo aquí, dejando a la consideración de los benévolos lectores lo que yo no puedo decir sin
extender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto.
¡Sea el público indulgente con él! y acepte esta humilde producción, que le dedicamos, como que es
nuestro mejor y más antiguo amigo.
La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.
Nadie se sorprenda, por lo tanto, ni de la forma ni de los objetos que éste abraza; y debemos
terminarlo haciendo público nuestro agradecimiento hacia los distinguidos escritores que acaban de
honrarnos con su fallo, como el señor d. José Tomás Guido, en una bellísima carta que acogieron
deferentes La Tribuna y La Prensa, y que reprodujeron en sus columnas varios periódicos de la
República. -El doctor don Adolfo Saldías, en un meditado trabajo sobre el tipo histórico y social del
gaucho. -El doctor don Miguel Navarro Viola, en la última entrega de la Biblioteca Popular estimulándonos,
con honrosos términos, a continuar en la tarea empezada.
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Diversos periódicos de la ciudad y campaña, como El Heraldo, del Azul; La Patria, de Dolores; El
Oeste, de Mercedes, y otros, han adquirido también justos títulos a nuestra gratitud, que conservamos
como una deuda sagrada.
Terminamos esta breve reseña con La Capital, del Rosario, que ha anunciado LA VUELTA DE
MARTÍN FIERRO, haciendo concebir esperanzas que Dios sabe si van a ser satisfechas.
Ciérrase este prólogo diciendo que se llama este libro LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO, porque este
título le dio el público antes, mucho antes de haber yo pensado en escribirlo; y allá va a correr tierras con
mi bendición paternal.
José Hernández
El gaucho Martín Fierro:
1) ¿Qué tipo de versos predomina?2) ¿Quiénes son los narradores a lo largo de los 13 cantos?3) ¿En qué marco ubica Hernández las acciones?4) Compara a Martín Fierro y Cruz.5) Describe el contexto socio político en que se inspira José Hernández.
La vuelta de Martín Fierro:
Averigua qué cambios hubo en el país y explica de qué modo se reflejan en esta parte dela obra.
Caracteriza al protagonista.
Compara la visión del indio que tiene el autor en esta parte con la de “La ida”. Lee los consejos de Martín Fierro a sus hijos y los de Vizcacha, analiza la postura de cada
uno y elabora una conclusión.
¿Qué es una “payada de contrapunto”? ¿Quiénes realizan la payada en la obra? ¿Qué
temas tratan? Confronta ambas partes de la obra teniendo en cuenta los siguientes ítems:
intencionalidad del autor
temas
personajes
caracterización de: el gaucho, los indios, las mujeres, los gringos, la autoridad
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