12-años impares - semanas 26 a 34
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-
1. Nuestro carcter ferial
Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos
iconos, de la dimensin ferial.
Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros-
en los das feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e
intensa actividad, en una carrera frentica y sin pausa. La
dimensin ferial est marcada, para nosotros, por la fiebre de la
accin y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta
sensacin: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el
tiempo. Nuestra dimensin ferial est amenazada, est enferma.
Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis
grandes das feriales en los que Dios est trabajando, hace ser y
da forma a toda la creacin (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuacin, el
hombre, asociado a Dios en esta obra ferial: el Seor Dios
tom al hombre y lo puso en el huerto de Edn para que lo cultivara
y lo guardara (Gn 2,15). Aqu, la dimensin ferial es creativa; el
tiempo aparece como un espacio de realizacin. La dimensin ferial
se encuentra en estado de nacimiento y no conoce an las
turbaciones y los desgarros que vendrn despus.
Nuestra dimensin ferial est enferma y necesita ser
redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado
odo a las voces del enemigo; la redencin se llevar a cabo a
travs de la escucha del verdadero Amigo. Escuchar a Dios en
los das feriales es ponerse en marcha por el camino de la
redencin.
2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condicin ferial
La dimensin ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer
fructificar la Palabra
Nuestra condicin ferial encuentra su rescate y su victoria
en la escucha de la Palabra. Al final de la celebracin eucarstica
-
de cada domingo se nos remite a los das feriales. Tas haber sido
espectadores y haber vivido los glandes acontecimientos de la
salvacin, el Espritu nos impulsa a salir, a proclamar y a dar
testimonio de lo que hemos escuchado y vivido en el misterio de la
celebracin, lo que ha sido depositado en nosotros como depsito
que debemos custodiar, meditar y hacer fructificar. A fin de que
podamos vencer las grandes tentaciones, a fin de que podamos
hacer frente sin miedo a los mltiples desafos, el Espritu de Dios
se encuentra junto a nosotros y nos recuerda la Palabra que libera
y salva.
La Palabra que hemos odo en los diferentes domingos vuelve
de nuevo en los das feriales, aunque dispuesta en nuevos
contextos y en nuevas sucesiones: cada lectura est puesta en
contacto con otras diferentes a las del domingo; cada
acontecimiento de la historia de la salvacin se conjuga con otros;
conjuntamente nos hablan despus a nosotros, hombres y mujeres
de los das feriales, para hacernos ver ms all, para hacernos
descubrir la voluntad del Amigo escondida en el tejido de la vida
cotidiana, para introducirnos en los secretos de un amor concreto,
para hacernos pasar de la dispersin a la unidad y de la soledad a
la comunin, para hacernos capaces de ofrecer, da a da, el
sacrificio espiritual que Dios espera de sus hijos, para darle a toda
la vida una impronta pascual.
Escuchar para ser capaces de ver ms all
Durante los das feriales vivimos inmersos en una historia cuya
orientacin y sentido, con frecuencia, no acertamos a entrever de
modo claro. A veces puede presentrsenos como carente de
direccin, catica y sin sentido. Es como si nos encontrramos ante
algo opaco que no permite ver lo que hay ms all. Los israelitas
que caminan por el desierto no consiguen entrever lo que hay
delante de ellos, lo que les espera; sin embargo, a Balan -el
hombre que oye las palabras de Dios, el oyente- le ha sido
quitado el velo de los ojos, ha recibido un ojo penetrante y
-
ve la visin. l es capaz de interpretar la historia y su
orientacin (Nm 24,3ss).
Si nos hacemos oyentes de las palabras de Dios, tendremos
el ojo penetrante; seremos capaces de interpretar con mayor
facilidad la historia, y en particular nuestra propia vida, y, sobre
todo, seremos capaces de intuir la presencia de Dios en los
pliegues de la vida de cada da, hasta en los dolorosos. Incluso
cuando la oscuridad sea tal que no podamos vislumbrar nada y
seamos como ciegos, si escuchamos la Palabra de Dios,
percibiremos el paso del Seor y tendremos la fuerza necesaria
para decirle: Que yo pueda ver (cf. Le 18,35-43).
Escuchar para descubrir la voluntad del Amigo
La capacidad de escucha - u n don que Dios regala a cada
hombre- nos lleva a descubrir su voluntad no como una fatalidad a
la que no podemos sustraernos, sino como una manifestacin de
amor que encuentra su expresin en las cosas pequeas de cada
da. La familiaridad con la escucha diaria nos conduce a ser como
el profeta que devora las palabras y hasta el libro (Jr 15,16), a
convertir -precisamente como Jess- la voluntad de Dios en
nuestro alimento diario (Jn 4,34).
Escuchar para entrar en los secretos del amor
Si somos capaces de ponernos a la escucha, los das feriales
no sern un tiempo de lejana de Dios; de una manera gradual, nos
llevarn a entrar en la intimidad ms profunda con l. La escucha
humilde y atenta, el estar pendientes de los labios del amado, nos
introducir en la bodega del amor (Cant 2,4). Si no fallamos a la
cita, descubriremos las infinitas atenciones de Dios, los juegos
misteriosos de su ausentarse para volver a presentarse a
continuacin, su continuo sorprendernos. Estas palabras pueden
parecer... exageradas, y as son para el que sigue an en el umbral
de la verdadera escucha.
-
Escuchar para pasar de la dispersin a la unidad, de la soledad a la
comunin
Los das feriales nos llevan a vivir fuera: fuera de casa y
fuera tambin de nosotros mismos. De una manera extraa se
insina el miedo de volver a entrar en nuestra casa, en nosotros.
En esta situacin percibimos que algo -si no todo- se dispersa, se
nos escapa. Sin esta vuelta, aunque estemos en medio de mucha
gente, estaremos solos, nos ser imposible encontrarnos con el
otro, no llegaremos a la comunin.
Si decidimos ponernos a la escucha de Dios, nuestros das
feriales se convertirn en el tiempo en el que nos recuperaremos
a nosotros mismos, recuperaremos nuestra identidad ms
profunda y estableceremos relaciones profundas y verdaderas con
los otros.
Escuchar para ofrecer el sacrificio espiritual
Aunque estamos situados en medio del huerto, en el magno
espacio del mundo, nosotros no debemos huir ni escondernos para
no or el paso de Dios. Dios pidi a los israelitas en el desierto que
escucharan su voz porque slo esto tena valor de sacrificio: Yo
no prescrib nada a vuestros antepasados sobre holocaustos y
sacrificios cuando los saqu de Egipto. Lo nico que les mand fue
esto: Si obedecis mi voz, yo ser vuestro Dios y vosotros seris
mi pueblo (Jr 7,22ss).
Esta escucha de la Palabra de Dios convierte nuestros das
feriales en el tiempo oportuno de nuestro sacrificio a Dios. Pues
todas sus obras, preces y proyectos apostlicos, la vida conyugal
y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo,
si se realizan en el Espritu, incluso las molestias de la vida si se
sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales,
aceptables a Dios por Jesucristo (1 Pe 2,5) (Lumen gentium 34).
Escuchar para ser redimidos, celebrar la pascua
-
Los das feriales transcurridos escuchando la Palabra se
convierten en das de rescatados, santificados, redimidos; se
convierten en das pascuales, de paso hacia la pascua eterna;
son como los escalones de la escalera de Jacob (Gn 28,10-12).
3. La ordenacin de las lecturas
En las ferias del tiempo ordinario hay dos ciclos anuales para
la primera lectura: el ciclo I para los aos impares, y el ciclo II
para los aos pares; para el evangelio hay un solo ciclo.
Ordenacin de las lecturas evanglicas
La ordenacin adoptada para los evangelios prev que se lea
primero Marcos (semanas l-IX), despus Mateo (semanas X-XXI),
a continuacin Lucas (semanas XXII-XXXIV). Los captulos 1-12
de Marcos se leen en su totalidad; se prescinde slo de dos
percopas del captulo 6, que son ledas en das de otros tiempos.
De Mateo y Lucas se leen lodos los pasajes que no se encuentran
en Marcos. De este modo, algunas parles se leen dos o tres veces:
se trata de aquellas que tienen caractersticas absolutamente
propias en los distintos evangelios o son necesarias para entender
bien la seguida del evangelio. El discurso escatolgico, en su
redaccin completa referida por Lucas, se lee al final del ao
litrgico.
Ordenacin de las primeras lecturas
En la primera lectura se van alternando los dos Testamentos,
varias semanas cada uno, segn la extensin de los libros que se
leen.
De los libros del Nuevo Testamento se lee una parte bastante
notable, procurando dar una visin sustancial de cada una de las
cartas.
En cuanto al Antiguo Testamento, no era posible ofrecer ms
que los fragmentos escogidos que, en lo posible, dieran a conocer
la ndole propia de cada libro. Los textos histricos han sido
-
seleccionados de manera que den una visin de conjunto de la
historia de la salvacin antes de la Encarnacin del Seor. Era
prcticamente imposible poner los relatos demasiado extensos: en
algunos casos se han seleccionado algunos versculos, con el fin de
abreviar la lectura. Adems, algunas veces se ilumina el significado
religioso de los hechos histricos por medio de textos tomados de
los libros sapienciales, que se aaden, a modo de proemio o
conclusin, a una determinada serie histrica (OLM 110).
Proyectando una visin panormica sobre los dos aos, vemos
que en los das feriales figuran casi todos los libros del Antiguo
Testamento. Slo se ha prescindido de los libros profticos ms
breves (Abdas, Sofonas) y de un libro potico (Cantar de los
cantares). Entre los libros narrativos con carcter edificante, que
exigen una lectura ms bien prolongada para ser entendidos como
es debido, se leen Tobas y Rut; de los otros (Ester, Judit) se
prescinde, aunque se leen algunos pasajes de los mismos en
domingos o ferias de otros tiempos litrgicos.
Las primeras lecturas de los aos impares estn tomadas de
Hebreos (semanas I-IV); Gnesis 1-11 (V-VI); Eclesistico (VII-
VIII); Tobas (IX); 2 Corintios (X-XI); Gnesis 12-50 (XII-XIV);
xodo (XV-XVII); Levtico (XVII); Nmeros (XVIII);
Deuteronomio y Josu (XVIII-XIX); Jueces y Rut (XX); 1
Tesalonicenses (XXI-XXII); Colosenses (XXII-XXIII); 1
Timoteo (XXIII-XXIV); Esdras, Ageo y Zacaras (XXV); Zacaras,
Nehemas y Baruc (XXVI); Jons, Malaquas y Joel (XXVII);
Romanos (XXVIII-XXXI); Sabidura (XXXII); 1 y 2 Macabeos
(XXXIII); Daniel (XXXIV).
Lunes de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Zacaras 8,1-8
En aquellos das,
1 el Seor todopoderoso me dirigi esta palabra:
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
2 As dice el Seor todopoderoso: Siento un amor profundo por
Sin y me abraso de pasin por ella.
3 As dice el Seor todopoderoso: Voy a volver a Sin, voy a habitar
en medio de Jerusaln. Jerusaln ser llamada ciudad fiel, y el
monte del Seor todopoderoso, monte santo.
4 As dice el Seor todopoderoso: Ancianos y ancianas volvern a
sentarse en las plazas de Jerusaln; cada uno con el bastn en la
mano por lo avanzado de su edad.
5 Y las plazas de la ciudad estarn llenas de nios y nias, que
jugarn en ellas.
6 As dice el Seor todopoderoso: En aquellos das, esto
parecer imposible al resto del pueblo, pero no me lo parecer a
m, orculo del Seor todopoderoso.
7 As dice el Seor todopoderoso: Voy a liberar a mi pueblo del pas
del sol levante y del pas del sol poniente.
8 Y los traer para que vivan en Jerusaln. Ellos sern mi pueblo, y
yo ser para ellos un Dios fiel y salvador.
* Empieza aqu una seccin de Zacaras con fuerte sentido
mesinico. El texto es una especie de mosaico de pequeos
orculos de salvacin. Los dos primeros sugieren el motivo
conductor: la fidelidad de Dios al pacto -en virtud de la cual el
Seor ama profundamente a Sin y no tolera los abusos ni los
sufrimientos padecidos por su pueblo- ser la razn del retorno
de los exiliados a Jerusaln y fuente del perdn con el que se curan
las infidelidades pasadas, que fueron causa del exilio. Renace as
una ciudad santificada por la Palabra de Dios, fiel y dcil a ella (v.
3).
Viene, a continuacin, una serie de orculos de prosperidad.
En ellos aparecen temas acostumbrados, como la multiplicacin del
nmero de los habitantes, una prodigiosa longevidad, una
fecundidad inesperada (w. 4-6) y, sobre todo, el retorno de todos
los exiliados, incluso de los que haban lindado emprender la
aventura de la vuelta a la patria. A la objecin presentada por
algunos de que este sueo es irrealizable desde el punto de vista
-
humano, el profeta responde recordando que lo imposible para los
hombres es posible para Dios: Esto parecer imposible al resto
del pueblo, pero no me lo parecer a m (v. 6). El versculo es
verdaderamente la cima de esta seccin, porque fundamenta en la
fidelidad y en el poder de Dios una serie de expectativas, una
esperanza que de otro modo podra parecer slo un optimismo
irreal. Sin embargo, se trata de la certeza de la salvacin llevada
a cabo por Dios (cf. v. 7), por el Dios de la alianza, fiel y justo.
Evangelio: Lucas 9,46-50
En aquel tiempo,
46 surgi entre los discpulos una discusin sobre quin sera el ms
importante.
47 Jess, al darse cuenta de la discusin, tom a un nio, lo puso
junto a s
48 y les dijo: -El que acoge a este nio en mi nombre a m me acoge,
y el que me acoge a m acoge al que me ha enviado, porque el ms
pequeo entre vosotros es el ms importante.
49 Juan tom la palabra y le dijo: -Maestro, hemos visto a uno
expulsar demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque
no pertenece a nuestro grupo.
50 Jess les dijo: -No se lo prohibis, que el que no est contra
vosotros est de vuestra parte.
** La comunidad de Jess no es una comunidad de hombres
y mujeres perfectos. Las discusiones que hemos odo sobre quin
sera el ms importante segn Lucas- aparecern incluso durante
la ltima cena de Jess con los discpulos (Lc 22,24). Como
antdoto a sus deseos de grandeza meramente humanos, Jess
contrapone el inesperado modelo del nio, un modelo que deber
iluminar la problemtica planteada por las relaciones en el interior
de la comunidad, formada por miembros muy sensibles al honor y
al prestigio humano (v. 47). Jess no presenta aqu al nio como
alguien que carece de espritu de rivalidad, sino como alguien que
carece de grandeza, alguien que en el estatus social de la poca no
-
contaba en absoluto. En definitiva, los discpulos, a quienes se
dirige Jess poniendo al nio junto a s, aunque no desprecian al
pequeo, no desean ciertamente volver a ser como l.
Con este gesto, que para los discpulos es desconcertante,
se manifiesta de manera visible el mandato de negarse a s mismo,
de renunciar a la autoglorificacin. Un signo de esta renuncia a los
sueos de gloria autnoma ser precisamente la acogida y la
atencin que los discpulos habrn de reservar a los que no cuentan
desde el punto de vista humano, a los que son pequeos,
irrelevantes (v. 48). Sin embargo, a travs de esta atencin a los
dbiles, a los insignificantes, se abrirn a la acogida del mismo
Dios.
Lucas pone a continuacin un dicho sobre las relaciones de
la comunidad con el exterior. Contra el no pertenece a nuestro
grupo (v. 49) -la motivacin aducida por Juan para prohibir el
ejercicio del exorcismo a un extrao-, Jess pide por encima de
todo que se sepa reconocer el bien all donde se encuentre y que
se abandone la lgica de la competencia. Tal vez, Juan desconfa
del exorcista irregular no porque tema la posibilidad de que se
sirva del nombre de Jess como si se tratara de un instrumento,
sino porque aqul, con su prctica sustrada a los controles de su
grupo, puede disminuir a los ojos de los otros el prestigio de los
discpulos. De ah, pues, la instruccin de Jess (el que no est
contra vosotros est de vuestra parte: v. 50), que les ayudar a
superar la insidia del triunfalismo.
MEDITATIO
Las lecturas de hoy nos presentan diversas provocaciones.
El texto de Zacaras es casi un himno al poder de Dios, un Dios que
es verdaderamente el Dios de lo imposible y que quiere hablar en
medio de su pueblo para siempre. De ah que la profeca sea una
exhortacin a la esperanza y a saber reconocer cmo Dios conduce
a su realizacin, con una fidelidad infalible, su maravilloso plan de
salvacin. Con todo, el estilo que le caracteriza es paradjico: pasa
por caminos muy alejados de nuestra lgica humana, caminos que
-
son ilustrados de una manera eficaz por la figura del nio. La
persona misma de Dios se ha hecho visible en el rostro de un Nio
sencillo y pobre, pero rico en amor a todos nosotros.
Por otra parte, el nio representa tambin la denuncia
dirigida por Jess a sus discpulos, alejados con frecuencia de una
plena adhesin a la lgica evanglica en el marco de la vida eclesial.
El mismo sntoma de la incomprensin de las exigencias evanglicas
aparece en el intento de monopolizar la fe en l (vase el episodio
del exorcista extrao). Se trata de una voluntad de acaparar el
poder de Jess, ignorando que el poder y la gloria del nombre de
Jess superan los mismos confines de la comunidad.
Esta ltima debe recordar ms bien en todas las ocasiones
que cualquier curacin, liberacin o victoria sobre las fuerzas del
mal no procede de ella, sino slo de aquel Nombre que supera a
todos, incluida la Iglesia.
ORATIO
Oh Padre, t que eliges a los pequeos y a los pobres, t que
les revelas a ellos los misterios de tu Reino, aydame a caminar por
los caminos de la humildad y de la sencillez. Quiero imitar a tu hijo,
Jess, dcil y humilde de corazn, y hacerme como
l siervode mis hermanos y hermanas. S que mi hombre
viejo intenta impedir que me rinda a tu amor, alimentando en m
el orgullo, la presuncin y la ingratitud. S tambin, no obstante,
que a ti nada te es imposible y que con tu Espritu puedes
renovarme, realizando en m las maravillas de las que slo t eres
capaz.
Crea, pues, en m, oh Padre celestial, un corazn dcil, alejado
de triunfalismos, colmado de gratitud por el inmerecido amor con
el que has revestido mi vida, un corazn ajeno a las envidias y a las
rivalidades, pero capaz de gozar sinceramente con cada semilla de
bien que has sembrado en el mundo.
CONTEMPLATIO
-
Nadie puede ir al conocimiento de Dios si no lo hace por el
camino de la humildad. El camino para ensalzarse es humillarse. Por
el camino de la humildad es como el hombre encuentra gracia a los
ojos de Dios y paz con los otros hombres. Un rey de corona que
tuviera que enviar a una muchacha a cierto pas no la pondra
encima de un rocn salvaje, feroz y extrao, sino sobre una
caballera tranquila, de paso suave: de este modo, el Seor no pone
su gracia en los soberbios, sino en los humildes (Egidio de Ass,
/ detti, Miln 1964, pp. 68.71).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Ellos sern mi
pueblo, y yo ser para ellos un Dios fiel y salvador (Zac 8,8).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El pequeo monje era hijo de su tiempo, es decir, de nuestro
tiempo. Los esfuerzos de sus contemporneos para promover
todas las grandezas del hombre le entusiasmaban; por amor a la
humanidad, por su honor y su gloria, tambin l intentaba ser
grande. As, desde el comienzo de su profesin, se sinti un tanto
desorientado por ciertas mximas evanglicas. Intua de una
manera confusa que su rica personalidad podra incurrir en riesgos.
Por eso redact estas notas: Si quieres hacerte pequeo, no
desprecies la grandeza da los otros (excitado por una admiracin
no dirigida a l). Si descubres que eres pequeo, no concluyas que
eres una perla (despus de ciertas fulgurantes iluminaciones sobre
su pequeez).
Quien se considera "extremadamente pequeo", raramente
lo es; los verdaderos pequeos saben que estn en los comienzos
de la pequeez (un da que se haba mostrado humilde en todo y
para todo). Si no puedes admirar tu virtud, no admires tu
arrepentimiento (el da que se apart de todo para encerrarse en
elremordimiento). Tu gran hombre lo llevas en ti; san Pablo lo llama
el hombre viejo (una noche que haba concluido brillantemente
cierto asunto). La importancia de los grandes hombres no cambia
-
nada de lo que t eres: precisamente porque Dios es grande eres
t pequeo (el da que el corazn del pequeo monje lata de
admiracin). No llegar el ltimo con e aspecto de alguien que ha
ganado el Tour de Francia (un da en que se encontraba
maravillosamente pequeo). S pequeo, pero sin creer que un
gramo tuyo vale lo que un kilo de tu hermano(como arriba) (M.
Delbrl, // piccolo moaco. Taccuino spirituale, Turn 1990, pp. 53-
55).
Martes de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Zacaras 8,20-23
20 As dice el Seor todopoderoso: Todava han de venir gentes y
habitantes de ciudades populosas.
21 Los habitantes de una ciudad irn a decir a los de la otra: Vamos
a invocar al Seor todopoderoso y a pedir su proteccin. Yo
tambin voy contigo.
22 Y muchos pueblos y naciones poderosas vendrn a adorar al
Seor todopoderoso en Jerusaln y a pedir su proteccin.
23 As dice el Seor todopoderoso: En aquellos das, diez
extranjeros agarrarn a un judo por el manto y le dirn:
Queremos ir con vosotros, porque hemos odo que Dios est con
vosotros.
** La comunidad de los hombres del retorno tiene una clara
propensin a una actitud penitencial, puesto que es consciente de
los efectos del pecado que haba causado el exilio y la destruccin
de la Ciudad Santa. El riesgo consiste en que esta actitud
penitencial ofusque la alegra de la salvacin llevada a cabo por el
Seor.
Aqu est, por tanto, la respuesta del profeta a la consulta
sobre los ayunos. A los distintos ayunos aade tambin el del
cuarto mes, que conmemora la brecha en las murallas de Jerusaln,
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
y el del dcimo mes, que recuerda el comienzo del asedio. Pues
bien, aun sin abolir la necesidad de una actitud penitencial, en la
que el ayuno ocupaba una parte importante, se confirma, no
obstante, el sentimiento de alegra, de jbilo, de fiesta, que debe
caracterizar la espiritualidad de la comunidad. Con todo, a fin de
que esta fiesta no se altere, ser necesario que la comunidad ame
la verdad y la paz, pues de otro modo la fiesta se volvera
vividora, no gozosa. Y cules son las razones de la fiesta,
adems del retorno? La perspectiva de una reunin universal
precisamente en Jerusaln. Estos pueblos reconocern entonces
en los judos a los maestros que les ensearn el camino hacia el
Seor (v. 23).
A travs de esta perspectiva de salvacin de los pueblos, el
profeta vuelve a llamar a sus primeros destinatarios -los hijos de
Israel- a la exigencia de una autntica alianza que est basada en
la confianza en la presencia del Seor, en la certeza profunda de
su ser elDios fiel, el Dios con nosotros.
Evangelio: Lucas 9,51-56
51 Cuando lleg el tiempo de su partida de este mundo, Jess tom
la decisin de ir a Jerusaln.
52 Entonces envi por delante a unos mensajeros, que fueron a una
aldea de Samara para prepararle alojamiento,
53 pero no quisieron recibirlo, porque se diriga a Jerusaln.
54 Al ver esto, los discpulos Santiago y Juan dijeron: -Seor,
quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma?
55 Pero Jess, volvindose hacia ellos, les reprendi severamente.
56 Y se marcharon a otra aldea.
** Comienza aqu la parte ms caracterstica de la obra de
Lucas, el gran viaje hacia Jerusaln (Lc 9,51-19,28). Lucas nos
sita de inmediato frente a un episodio en el que se rechaza a
Jess. El texto griego podra ser aducido de un modo ms literal
as: Sucedi que como se iban cumpliendo los das de su asuncin,
endureci su rostro para ir a Jerusaln. Envi, pues, mensajeros
-
delante de su rostro.... La partida de Jess hacia Jerusaln es
considerada desde la perspectiva de la misin proftica, que
requiere decisin para hacer frente a los peligros, con la seguridad
de la ayuda del Seor (cf Jr 1,18; Is 50,7: Endurec mi rostro
como el pedernal, sabiendo que no quedara defraudado). Se
aproxima el tiempo de su asuncin, elevacin paradjica que
contrasta con la lgica del hombre y que nos hace comprender que
este viaje de Jess es un viaje sin retorno, hacia la muerte.
Como ya les ocurriera a los profetas, Jess experimenta un
clima de rechazo, de hostilidad; es el rechazo de los samaritanos
(Lc 9,53). Obsrvese la irona del texto: a primera vista, el
rechazo se atribuye a la hostilidad de los samaritanos hacia el
culto de Jerusaln, pero yendo ms al fondo la oposicin al viaje
remite a la arraigada dificultad humana para aceptar el plan divino
cuando ste incluye dolor y fracaso. En consecuencia, es
rechazado por todos: por los suyos y por los samaritanos, por los
de dentro del pueblo y por los de fuera. Sin embargo, el plan de
Dios no se interrumpe por el rechazo humano. Por eso, el v. 56
afirma que se marcharon a otra aldea: la Buena Nueva,
rechazada por unos, ser acogida por otros.
Por otra parte, el camino de Jess encuentra incomprensin
hasta por parte de los mismos discpulos. El evangelista refiere,
en efecto, el episodio de la violenta indignacin de Santiago y de
Juan por la injusticia cometida al Maestro (v. 54) y, en
consecuencia, a Dios, que es quien le enva, una indignacin que
traiciona la incapacidad para comprender lo que Jess va a vivir.
Jess se lo reprocha con aspereza (v. 55), precisamente porque
quiere invitarles a abandonar la idea errnea que tienen sobre la
misin de Jess y sobre la misin de ellos.
MEDITATIO
La primera lectura y el pasaje evanglico parecen mantener,
en apariencia, dos visiones opuestas. Por una parte, est el
mensaje de Zacaras, con la perspectiva optimista de la conversin
de los gentiles y de una peregrinacin universal, en la que Israel
-
va en cabeza de la procesin que sube hacia Sin. En el evangelio,
en cambio, nos las vemos con la cerrazn de Israel, que est
implicada en el rechazo de Jess, y con la incredulidad de los
samaritanos, que niegan toda hospitalidad al Nazareno y a sus
discpulos.
En realidad, ambas visiones no son contradictorias, sino que
estn profundamente coordinadas en el plan de la salvacin. En el
pecado de incredulidad, que conduce a excluir a Jess de la vida
humana, estn implicados tanto Israel como los samaritanos y cada
uno de nosotros. Todos estamos necesitados de la salvacin, que
nos viene precisamente del hecho de que Jess hizo frente con
valor a su destino de pasin y muerte en obediencia al plan del
Padre.
La salvacin que Jess ofrece a todo el mundo es el
cumplimiento de las antiguas profecas de una redencin universal,
y entre esas profecas figura precisamente como un ejemplo
flgido el presente orculo de Jeremas. A buen seguro, el
Evangelio sigue sufriendo todava hoy rechazo y oposicin, pero al
discpulo dcil le est prohibida toda impaciencia, dado que sta,
ms que celo amoroso, muestra una fe pequea y representa un
obstculo para un testimonio autntico de la obra de Cristo.
ORATIO
Seor Jess, bendigo el valor con el que endureciste tu
rostro como piedra y emprendiste el camino hacia la cruz, aun
sabiendo que nosotros te habramos de corresponder con la
incredulidad, la indiferencia e incluso la hostilidad.
Bendigo la paciencia de la que haces gala incesantemente
con nosotros, que nos mostramos a menudo impacientes y severos
con los otros y con sus errores.
Bendigo tu misericordia con nosotros, que no ramos hijos
de Israel pero que precisamente gracias a tu muerte hemos sido
hechos partcipes de las promesas que hiciste a tu pueblo. Bendigo
tu fidelidad, gracias a la cual te has seguido fiando de nosotros y
-
creyendo en nuestro discipulado, a pesar de nuestras defecciones
y cadas.
Me aferro al borde de tu manto, seguro de que encontrar
en ti al que me cura de mis infidelidades y me conduce a la casa
del Padre. Amn.
CONTEMPLATIO
Sed dulces en vuestras acciones: nada de violencia, nada de
impaciencia, nada de furor: si en alguna ocasin es preciso recurrir
a la severidad, no recurris a ella ms que justo lo necesario,
cuando estis bien seguros de que es necesario; en caso de duda,
preferid siempre los caminos de la dulzura a los caminos del rigor
[...].
Oh! Cuando os ataquen, slo tenis que hacer una cosa:
imitar la dulzura que mostr en mi pasin, dejaros despojar de
todo, golpear, condenar a muerte, sin sombra de resistencia, como
yo os dar ejemplo [...].
Creed lo que os repito cada da, a cada hora. Creed que
vuestro lema es ser corderos. Imitadme en esto y en todo, a
m el Cordero de Dios (Ch. de Foucauld,All'ultimo posto. Ritiri in
Terra Santa 1897-1900, Roma 1974, pp. 77-79).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Vamos a invocar
al Seor todopoderoso y a pedir su proteccin (Zac 8,21).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Es necesario desarraigarse. Cortar el rbol y hacer con l
una cruz, y llevarla despus todos los das. La contradiccin
experimentada hasta el fondo del ser es la laceracin, es la cruz.
Hace falta un hombre justo al que imitar para que la imitacin de
Dios no sea una palabra vaca, pero nace falta tambin, a fin de
que vayamos ms all de la voluntad, que sea imposible querer
imitarle. No podemos querer la cruz. Podemos querer cualquier
-
grado de ascetismo o de herosmo, pero no la cruz, que es un
sufrimiento penal.
El misterio de la cruz de Cristo reside en una contradiccin,
porque es, al mismo tiempo, una ofrenda voluntaria y un castigo
que sufri a su pesar. Si slo viramos la ofrenda, podramos
querer lo mismo para nosotros. Pero no es posible querer un
castigo padecido a pesar nuestro. Quienes conciben la crucifixin
slo bajo el aspecto de la ofrenda cancelan el misterio salvfico y
la amargura salvfica. Desear el martirio es desear
verdaderamente demasiado poco. La cruz es infinitamente ms que
el martirio [...].
La cruz es una palanca con la que un cuerpo frgil y ligero,
pero que era Dios, ha levantado el peso de todo el mundo. Dadme
un punto de apoyo y levantar el mundo. Este punto de apoyo es
la cruz. No puede haber otro. Es menester que se encuentre en la
intercesin del mundo con lo que no es el mundo. La cruz es esta
intercesin (S. Weil, //chicco di melagrana, CiniselloB. 1998, pp.
105ss).
Mircoles de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nehemas 2,1-8
1 En el mes de Nisn del ao vigsimo del reinado de Artajerjes,
tom el vino y se lo serv al rey en mi calidad de copero. Como nunca
anteriormente haba estado triste en su presencia,
2 el rey me pregunt: -Por qu ese semblante tan triste? Puesto
que no ests enfermo, tiene que ser una afliccin del corazn.
Sumamente azorado,
3 dije al rey: -Viva eternamente el rey. Cmo no ha de estar triste
mi semblante cuando la ciudad que guarda las tumbas de mis
antepasados est destruida y sus puertas quemadas?
4 Me pregunt el rey: -Qu es lo que quieres? Entonces yo,
encomendndome al Dios del cielo,
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
5 le dije: -Si le parece bien al rey y est contento de su siervo, le
ruego que me permita ir a Jud para reconstruir la ciudad de las
tumbas de mis antepasados.
6 El rey, que tena a la reina sentada a su lado, me pregunt: -
Cunto durar tu viaje y para cundo piensas volver. Yo le indiqu
una fecha que le pareci bien, y me autoriz a realizar el viaje.
7 Me atrev a decirle todava: -Si le parece bien al rey, podra
darme cartas para los gobernadores del territorio del otro lado
del Eufrates, a fin de que me faciliten el viaje hasta Jud.
8 Tambin, una carta para Asaf, el encargado de los bosques
reales, para que me proporcione madera de construccin para las
puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y
la casa que voy a ocupar. El rey accedi a ello, porque mi Dios me
protega con toda su bondad.
** El personaje de Nehemas subintra en el de Esdras y
plantea numerosos problemas a la cronologa de ambos personajes
y a las relaciones entre ellos. De todos modos, aparece aqu una
comparacin implcita entre ambos a travs de una serie de
paralelismos y contrastes.
Los dos tienen que hacer frente a las dificultades y a la
oposicin de los vecinos: a la obra de la reconstruccin del templo,
en el primer caso, y a la reconstruccin de la ciudad, en el segundo.
El autor, ms que degradar a Nehemas y la poltica que l
representa, quiere acentuar su complementariedad con el
proyecto de Esdras y la necesidad de dos modos de estar presente
en la comunidad: Esdras estaba ms preocupado por la
reconstruccin religiosa del pueblo, y Nehemas, por su
reconstruccin civil.
La memoria de Nehemas, narrada en primera persona, es
atribuida al final a la presencia protectora y providente de Dios, a
la mano benfica con la que YHWH gua a los protagonistas de la
reconstruccin del pueblo (v. 8). Tambin est implcito el motivo
de la necesidad de superar las vacilaciones personales, de vencer
el temor por la propia vida y por la propia fortuna, de estar
-
dispuesto a sacrificarlo todo, incluso todas las comunidades, por
la causa del pueblo de Dios. De este modo, Nehemas arriesga la
vida, mostrndose triste ante el rey, pero, al final, el atrevimiento
del que hace gala en su discurso le permite obtener las
credenciales que le permitirn reconstruir la ciudad. El motivo es
semejante al de Ageo: la necesidad de anteponer la causa del
pueblo de Dios a nuestro propio bien particular.
Evangelio: Lucas 9,57-62
En aquel tiempo,
57 mientras iban de camino, uno le dijo: -Te seguir adondequiera
que vayas.
58 Jess le contest: -Las zorras tienen madrigueras y los pjaros
del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dnde reclinar la
cabeza.
59 A otro le dijo: -Sgueme. l replic: -Seor, djame ir antes a
enterrar a mi padre.
60 Jess le respondi: -Deja que los muertos entierren a sus
muertos; t ve a anunciar el Reino de Dios.
61 Otro le dijo: -Te seguir, Seor, pero djame despedirme
primero de mi familia.
62 Jess le contest: -El que pone la mano en el arado y mira hacia
atrs no es apto para el Reino de Dios.
** Lucas presenta a Jess, por el camino hacia Jerusaln,
acompaado por sus discpulos (v. 57), a los cuales se les asocian
otros. El evangelista menciona ahora el caso de tres aspirantes al
discipulado. A los tres les pone la condicin de estar dispuestos a
partir, de no demorarse. La exigencia de la vocacin se propone
con frmulas lapidarias: dejarlo todo para seguir a Jess y no
posponer el seguimiento de Jess a ninguna otra cosa.
El primer caso es el de un aspirante a discpulo que toma la
iniciativa de pedirle a Jess que le deje seguirle: Uno le dijo: Te
seguir adondequiera que vayas (v. 57). Esta conmovedora
declaracin de fidelidad recuerda lo que prometi Rut a su suegra
-
Noem (Rut 1,16). Del mismo modo que hizo la anciana Noem con
su nuera, Jess parece frenar -planteando exigencias
inderogables- tanto el impulso generoso de este annimo discpulo
como, a continuacin, la disponibilidad de otros dos seguidores a
los que tampoco se nombra: Las zorras tienen madrigueras y los
pjaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dnde
reclinar la cabeza (v. 58).
He aqu ahora el segundo caso (w. 59ss), en el que es el mismo
Jess quien pide a alguien que le siga, mostrando as con claridad
que el discipulado tiene siempre su origen en la libre eleccin por
parte del Maestro. El llamado, sin embargo, no debe mostrar un
asentimiento condicionado, ni aunque se trate de pedir permiso
para enterrar a su propio padre. Jess no quiere negar el deber
de dar sepultura a los muertos ni la observancia del cuarto
mandamiento, sino que pretende recordar que hasta los vnculos
ms queridos han de estar subordinados a los valores del Reino.
El ltimo caso (w. 61ss) hace referencia a la llamada de Eliseo
por parte del profeta Elas (1 Re 19,19-21). Se establece as una
relacin de continuidad y de contraste. El discpulo, como en el
caso de Eliseo, recibe el carisma del Maestro, pero no se le
permite ninguna vacilacin o dilacin. La llamada al discipulado es
incondicionada y no tolera los titubeos que nos impiden estar
dispuestos a reconocer el Reino de Dios.
MEDITATIO
La primera lectura nos pone de nuevo frente a la urgente
tarea que supone para cada creyente colaborar en la edificacin
del pueblo de Dios y robustecer su camino en la fe. En cuanto
discpulos de Jess, estamos llamados, por habernos adherido a su
seguimiento, a descubrir tambin que la pasin por la comunidad
del Seor no puede ser algo secundario para quien ha
experimentado el inmenso amor que Dios tiene por su pueblo.
La dureza de las condiciones que Jess pone a los aspirantes
a discpulos no tiende a formar un discpulo que persiga un elevado
ideal asctico, cosa que podra engendrar en el nimo una especie
-
de sentimiento altanero de seguridad o indiferencia hacia los
otros; Jess recuerda aqu ms bien que el discipulado es gracia
cara y que las renuncias propuestas deben ser entendidas slo
como manifestaciones de un radicalismo en el amor.
Se trata de la disponibilidad para hacerse ofrenda, a imitacin
de aquel que siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para
enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8,9). El arado en el que nos
dice que pongamos la mano es el servicio generoso, perseverante,
humilde, al Reino. Eso significa que debemos roturar los duros
terrones de nuestro corazn, renunciando a expectativas y
proyectos slo nuestros, para buscar, en cambio, por encima de
todo, el bien del pueblo de Dios, tal como hicieron Nehemas y los
justos de Israel y tal como hicieron los innumerables santos de la
Iglesia.
ORATIO
Seor Jess, infunde en m una sincera pasin por ti, un
profundo deseo de seguirte y de servirte en tus hermanos y
hermanas. Sin embargo, t conoces lo dbil que soy frente a los
obstculos que encuentro en mi camino, unos obstculos que
engendran en mi corazn dudas, vacilaciones, contradicciones.
Revsteme, pues, de tu fuerza para que no ponga la mano en el
arado y, despus, por cansancio u otro motivo, acabe por volverme
atrs.
Concdeme un corazn indiviso que sepa reconocerte en todo
instante como el Seor de mi vida y no se deje arrastrar por
distracciones, afanes o embriagueces.
Concdeme no escandalizarme de ti cuando te descubro pobre,
dbil, sin una piedra donde reposar la cabeza. Suscita en m eso
que echo de menos: el compartir, el amor por ti, una fidelidad
capaz de perseverar en la contemplacin de tu santa pasin y
muerte. Amn.
CONTEMPLATIO
-
Has odo contar la antigua historia de Lot y sus hijas (cf. Gn
14,15ss), cmo Lot se salv con sus hijas ganando el monte,
mientras que su mujer acab transformada en una estatua de sal?
Fue inmovilizada as para que se hiciera perenne el recuerdo de su
perversa eleccin de volver la mirada hacia atrs. Has de llevar,
por tanto, buen cuidado en no volver la mirada atrs despus de
haber puesto la mano en el arado (cf. Le 9,62), en no volver con
semejante comportamiento a la amarga salinidad de la vida
precedente (cf. Dt 4,23; Tob 4,13), y has de refugiarte en el
monte (Gn 19,17) junto a Jess, la Piedra no cortada por mano de
hombres que ha llenado el universo (cf. Dn 2,34-35.45) (Cirilo de
Jerusaln, Le Catechesi, Roma 21997, pp. 440ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Mi Dios me
protega con toda su bondad (Neh 2,8).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La llamada de Jess al seguimiento convierte al discpulo en
un individuo aislado. Quiralo o no, debe decidirse, y debe
decidirse solo. No se trata de una eleccin personal, por la que
pretende convertirse en un individuo aislado; es Cristo quien
transforma al que llama en individuo. Cada uno es llamado
individualmente. Debe seguir individualmente. Temeroso de
encontrarse solo, el hombre cusca proteccin entre las personas y
cosas que le rodean. De un solo golpe descubre todas sus
responsabilidades y se aferra a ellas. Quiere tomar sus decisiones
al abrigo de estas responsabilidades, no desea encontrarse solo,
frente a frente con Jess, ni quiere tener que decidirse mirndole
solo a l. Pero ni el padre ni la madre, ni la mujer ni los hijos, ni el
pueblo ni la historia pueden proteger en este momento al que ha
sido llamado. Cristo quiere aislar al hombre, que no debe ver ms
que al que le ha llamado.
En la llamada de Jess se ha consumado la ruptura con los
datos naturales entre los que vive el hombre. No es el seguidor
-
quien consuma esta ruptura, sino Jess mismo en el momento en
que llama. Cristo ha liberado al hombre de las relaciones
inmediatas con el mundo, para situarlo en relacin inmediata
consigo mismo. Nadie puede seguir a Cristo sin reconocer y
aprobar esta ruptura ya consumada. No es el capricho de una vida
llevada segn la propia voluntad, sino Cristo mismo quien conduce
al discpulo a la ruptura. [...]
Todos se lanzan aislados al seguimiento, pero nadie queda solo
en el seguimiento. A quien osa convertirse en individuo, basndose
en la Palabra de Jess, se le concede la comunin de la Iglesia. Se
halla en una fraternidad visible que le devuelve centuplicadamente
lo que perdi. Centuplicadamente? S, porque ahora lo tiene slo
por Jess, todo lo tiene por el mediador, lo que significa, por otra
parte, con persecuciones. Centuplicadamente, con
persecuciones, es la gracia de la comunidad que sigue a su
maestro bajo la cruz. Esta es, pues, la promesa hecha a los
seguidores de convertirse en miembros de la comunidad de la cruz,
de ser pueblo del mediador, pueblo bajo la cruz (D. Bonhoeffer, El
precio de la gracia. El seguimiento, Sgueme, Salamanca 51999, pp.
57.63).
Jueves de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nehemas 8,l-4a.5-6.7b-12
1 Todo el pueblo se congreg como un solo hombre en la plaza de la
Puerta de las Aguas y pidi a Esdras, el escriba, que trajera el
libro de la ley de Moiss que el Seor haba entregado a Israel.
2 As lo hizo el sacerdote Esdras. El da primero del sptimo mes
trajo el libro de la ley y ante la asamblea compuesta por hombres,
mujeres y cuantos tenan uso de razn,
3 lo estuvo leyendo en la plaza de la Puerta de las Aguas desde la
maana hasta el medioda. Todo el pueblo, hombres, mujeres y
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
cuantos tenan uso de razn, escuchaban con atencin la lectura
del libro de la ley.
4 Esdras, el escriba, estaba de pie sobre un estrado de madera
levantado al efecto.
5 Esdras abri el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba ms
alto que todos, y, al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie.
6 Esdras bendijo al Seor, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando
las manos, respondi: -Amn, amn. Despus se postraron y, rostro
en tierra, adoraron al Seor.
7 Los levitas explicaban la ley al pueblo que estaba de pie.
8 Lean el libro de la ley de Dios clara y distintamente, explicando
el sentido, para que pudieran entender lo que se lea.
9 El gobernador Nehemas; Esdras, el sacerdote escriba, y los
levitas que instruan al pueblo dijeron a todos: -Este da est
consagrado al Seor, nuestro Dios: no estis tristes ni lloris.
Porque todo el pueblo lloraba al or las palabras de la ley.
10 Nehemas aadi: -Id a casa y comed manjares apetitosos,
bebed licores dulces y mandad su porcin a los que no han
preparado nada, pues este da ha sido consagrado a nuestro Seor.
No os aflijis, que el Seor se alegra al veros fuertes!
11 Y los levitas tranquilizaban a todo el pueblo diciendo: -No os
lamentis ni os aflijis, que ste es un da santo.
12 Y todo el pueblo se fue a comer y a beber. Repartieron porciones
y celebraron una gran fiesta, pues haban comprendido las palabras
que les haban enseado.
** El relato de Nehemas presenta al pueblo de Dios reunido
por su Palabra. sta inspira tambin el servicio y el gobierno en la
comunidad del Seor. Tras la vuelta del exilio de Babilonia, el
pueblo no reconstruye su propia vida religiosa slo sobre el templo
y los sacrificios, sino que empieza a elaborar una nueva institucin:
una comunidad que se rene para leer y orar la Palabra. Esa
institucin es la Sinagoga. Israel se convierte as en religin del
Libro. Segn el relato bblico, como conclusin de la reforma civil
y religiosa, Nehemas y Esdras convocan a todo el pueblo para que
-
escuche la lectura de la ley de Moiss. Puede observarse cmo el
encuentro de la comunidad con la Palabra de Dios est modelado
sobre el ritual y la modalidad de la lectura sinagogal de la Tora,
que volvemos a encontrar en la poca de Jess y que tambin
servir de referencia para el culto de la Palabra en la comunidad
cristiana.
El da primero del sptimo mes es fiesta del nuevo ao
civil (cf. Lv 23,24ss; Nm 29,1-6). La comunidad que se rene
declara as su voluntad de fundamentar la vida cotidiana, en el
nuevo ao que comienza, con las decisiones que implica la vida civil,
basadas precisamente en la Palabra que va a or dentro de poco. El
libro de la Ley est rodeado de gran honor: el pueblo se pone en
pie, se postra en acto de adoracin, levanta las manos al cielo en
seal de oracin cuando Esdras trae el libro a la presencia de
todos. Ese acto de adoracin expresa la conciencia de que esas
Escrituras no son fruto exclusivo del trabajo humano, sino que son
revelacin de Dios, su presencia iluminadora en medio del pueblo
que escucha.
Despus de la lectura de distintos fragmentos, los levitas
explicaban el sentido del texto, traducindolo al arameo, es decir,
a la lengua de la poca, y comentndolo (actualizndolo). Se trata
del equivalente de la homila y es un momento que todava est
presente en los ritos de la Sinagoga. El relato presenta asimismo
los efectos de la Palabra, escuchada de modo religioso y adorador.
Evangelio: Lucas 10,1-12
En aquel tiempo,
1 el Seor design a otros setenta [y dos] y los envi por delante,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares que l pensaba visitar.
2 Y les dio estas instrucciones: -La mies es abundante, pero los
obreros pocos. Rogad, por tanto, al dueo de la mies que enve
obreros a su mies.
3 En marcha! Mirad que os envo como corderos en medio de lobos.
-
4 No llevis bolsa, ni alforjas ni sandalias, ni saludis a nadie por el
camino. 5 Cuando entris en una casa, decid primero: Paz a esta
casa.
6 Si hay all gente de paz, vuestra paz recaer sobre ellos; si no,
se volver a vosotros.
7 Quedaos en esa casa y comed y bebed de lo que tengan, porque
el obrero tiene derecho a su salario. No andis de casa en casa.
8 Si al entrar en un pueblo os reciben bien, comed lo que os pongan.
9 Curad a los enfermos que haya en l y decidles: Est llegando a
vosotros el Reino de Dios.
10 Pero si entris en un pueblo y no os reciben bien, salid a la plaza
y decid:
11 Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha pegado a los pies
lo sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas formas que est
llegando el Reino de Dios.
12 Os digo que el da del juicio ser ms tolerable para Sodoma que
para ese pueblo.
* El relato de Lucas sobre el envo de setenta y dos discpulos
a los pueblos de Galilea por parte de Jess acenta fuertemente
el hecho de que aquel que los enva a llevar el anuncio del Reino es
enviado a su vez por el Padre: En marcha! Mirad que os
envo... (v. 3). Dada su calidad de mensajeros, no debern atraer
la atencin sobre ellos mismos, sino ms bien llevar los corazones
de aquellos a quienes se dirijan a abrirse a recibir a aquel que
viene. El discpulo experimentar en esta aventura su propia
fragilidad y se encontrar asimismo en situaciones de peligro,
como corderos en medio de lobos (cf. v. 3). Deber precaverse,
por tanto, contra la tentacin de dar un testimonio agresivo; ser
como cordero en medio de lobos comporta ms bien un estilo de
accin dotado de paciencia, de mansedumbre, capaz de aceptar el
rechazo y la persecucin.
Otra tentacin que debern superar los enviados es la de
mezclar intereses personales con los del Reino. La invitacin de
Jess a no saludar a nadie por el camino, o sea, a no aprovechar el
-
viaje para visitar a parientes y amigos, es un modo paradjico de
confirmar la prioridad absoluta del Reino. Un riesgo ulterior es el
de la eficiencia: los mandatos de Jess sobre la severa limitacin
del equipaje del evangelizador (vestido, bolsa, etc.) son una
exhortacin a que sean libres, sobrios, a que no antepongan los
medios al fin (v. 4). Lucas recuerda a rengln seguido que la
evangelizacin no incluye slo la dimensin del don, sino que suscita
tambin el intercambio (comed lo que os pongan: v. 7). De este
modo, entre el enviado y el que acoge el mensaje del Reino se crea
una comunin, una reciprocidad, que figura en el origen de la vida
de la comunidad. Una comunidad que tendr sus primeros hogares
en las casas de los creyentes.
El discpulo que lleva el anuncio del Reino deber ser
consciente siempre de que Dios no permanece inactivo ni est
condicionado por la mala voluntad de los destinatarios del anuncio.
Tanto si lo aceptan como si lo rechazan, el Reino de Dios vendr a
nosotros: Pero si entris en un pueblo y no os reciben bien, salid
a la plaza y decid: Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha
pegado a los pies lo sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas
formas que est llegando el Reino de Dios (v. 11).
MEDITATIO
La esplndida lectura de Nehemas nos ayuda a reflexionar
sobre los frutos producidos en nuestra vida por una escucha
religiosa de la Palabra de Dios. El primer efecto es la conversin,
es decir, un deseo ferviente y decidido de cambiar de vida y
hacerla ms conforme con las exigencias divinas expresadas en el
Libro. Esta conversin se hace evidente en el llanto que se apodera
del pueblo: Todo el pueblo lloraba al or las palabras de la ley.
La conversin suscitada por la escucha atenta de la Palabra
se vuelve en nosotros caridad, atencin a las necesidades del
prjimo, impulso a compartir y a la fraternidad:Mandad su
porcin a los que no han preparado nada. La escucha de la Palabra
suscita arrepentimiento y, de este modo, prepara el corazn para
la alegra del encuentro salvador con el Dios misericordioso. Esta
-
alegra procede del hecho de que en la lectura del Libro se
encuentra un Dios que se hace cercano, que sacia nuestro deseo,
que da cabal cumplimiento a nuestra bsqueda ms profunda,
porque en este encuentro Dios se deja encontrar por quien le
busca: Id a casa y comed manjares apetitosos, bebed licores
dulces [...] No os aflijis, que el Seor se alegra al veros
fuertes! (Neh 8,8-10). Esta ltima frase es una sntesis
admirable de cuanto produce en nuestra vida la escucha atenta,
afectuosa y obediente de la Sagrada Escritura: coraje, fuerza
vital, alegra de vivir, generosidad en el compartir. El Seor se
alegra de veros fuertes.
No se trata de que la palabra de la Escritura tenga una
eficacia casi mgica; se trata ms bien de una fecundidad que nos
compromete con una acogida libre, consciente y laboriosa, de una
fecundidad que, a veces, requiere un largo tiempo de gestacin (Is
55,10ss). Ahora bien, cuando la semilla de la Palabra cae en un
terreno preparado para recibirla, entonces arraiga, germina y da
fruto, tanto en la vida personal como en la comunitaria, y, sobre
todo, se convierte en fuerza de evangelizacin, en impulso para la
misin, en sintona profunda con el corazn de aquel Dios que
quiere enviar muchos obreros a su mies.
ORATIO
Hoy, Seor Dios mo, te voy a rezar con las palabras que t
mismo me has dado para dirigirme a ti. Te alabo con el salmista por
el don precioso e incomparable de tu Palabra:
Tu Palabra es antorcha para mis pasos y luz para mis sendas.
Lo he jurado y lo har: cumplir tus justos mandamientos.
Estoy hundido en la miseria, Seor, dame vida segn tu Palabra.
Acepta, Seor, mi ofrenda, ensame tus mandamientos.
Mi vida est siempre en peligro, mas no olvido tu ley.
Aunque los malvados me tiendan una trampa, no me apartar de
tus decretos.
Tus preceptos son por siempre mi herencia y la alegra de mi
corazn.
-
Inclino mi corazn a ejecutar tus normas, mi recompensa ser
eterna.
Amn.
CONTEMPLATIO
La Palabra de Dios es, al mismo tiempo, lmpara y luz (cf Sal
118,105; Prov 6,23). Ilumina los pensamientos segn la naturaleza
de los creyentes y quema aquellos que son contra natura; disuelve
las tinieblas de la vida segn la percepcin sensible para los que,
por medio de los mandamientos, tienden a la vida que esperan, y
castiga con el fuego del juicio a los que se adhieren con la voluntad,
por afecto a la carne, a la noche tenebrosa de la vida [...].
Las palabras de Dios, si son expresadas slo con palabras, es
decir, si no tienen como voz la prctica de quienes las pronuncian,
no son odas. Sin embargo, si son pronunciadas unidas a la prctica
de los mandamientos, entonces esta voz tiene el poder de hacer
desvanecerse a los demonios y de disponer a los hombres a
edificar el templo divino del corazn con el progreso en las obras
de la justicia (Mximo el Confesor, Segunda centuria 39.91,
en La filocalia, Turn 1983, II, 197.209 [edicin espaola: La
filocalia en la oracin de Jess, Sgueme, Salamanca 1994]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Haz, Seor, que
prestemos atencin a tu Palabra (cf. Neh 8,3).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Estn los que escuchan la Palabra de Dios, se dejan sacudir
un momento, mientras la oyen, y dicen: Qu belleza! Deberamos
seguir ms esta Palabra!. Pero despus todo pasa, como pasan
tantas emociones. Cuntas veces, al salir de un hospital, decimos:
Deberamos venir con ms frecuencia!. Despus, al doblar la
primera esquina, ya te has convertido en otro. Dejas de acrisolarte
con los pensamientos del sufrimiento. Si se tratara de embrollar,
ests dispuesto a ello de inmediato. Cuando escuchas la Palabra de
-
Dios te dejas captar: Mira, el Seor tiene verdaderamente
razn!. Pero en cuanto pones fuera los pies, basta que un amigo,
un compaero, alguien, te haga una propuesta de negocios poco
honesta y te aboques de inmediato [...].
Que la Palabra de Dios pueda crecer en vosotros y dar fruto
hasta tal punto que la gente que se encuentre a vuestro lado se
sienta consolada. Escuchemos la Palabra del Seor! Escuchmosla!
Es una Palabra que nos provoca. Y no se alinea con la lgica humana.
Recordadlo siempre! Hay quien nos toma por locos cuando
pronunciamos en su integridad la Palabra de Dios, porque se
muestra imposible de encuadrar en los sistemas. Es siempre
diferente, es provocadora, no avala las lgicas humanas, no es una
confirmacin de nuestros esquemas mentales, casi siempre de
posesin, de acaparamiento, de inters, de clculo. La Palabra de
Dios es l. Llevemos en nuestro corazn al Seor Jess. El nos
otorga un enorme consuelo, una gran confortacin, un gran valor,
una enorme esperanza, un montn de deseos de vivir, de volver a
empezar desde el principio con una gran energa, con una gran
esperanza. Que el Seor entre en nuestro espritu (A. Bello, Senza
misura,Mofetta 1993, pp. 52-54).
Viernes de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Baruc 1,15-22
15 Diris: Reconocemos que el Seor es inocente; nosotros, en
cambio, estamos hoy abrumados de vergenza, junto con los
habitantes de Jud y de Jerusaln,
16 con nuestros reyes y gobernantes, con nuestros sacerdotes,
profetas y antepasados.
17 Porque hemos pecado ante el Seor, le hemos desobedecido, no
hemos escuchado la voz del Seor, Dios nuestro, y no hemos
cumplido los mandamientos que l nos haba dado.
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
19 Desde que el Seor sac a nuestros antepasados de Egipto hasta
hoy, hemos sido rebeldes al Seor, Dios nuestro, e, insensatos de
nosotros, no hemos escuchado su voz.
20 Por eso ahora han cado sobre nosotros la desgracia y la
maldicin con que el Seor amenaz a su siervo Moiss cuando sac
a nuestros antepasados de Egipto para darnos una tierra que mana
leche y miel.
21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Seor, nuestro Dios,
que nos habl por medio de sus enviados, los profetas.
22 Cada uno de nosotros ha seguido los proyectos de su obstinado
corazn, dando culto a otros dioses y ofendiendo al Seor, nuestro
Dios, con su conducta.
** Tras la liturgia de la lectura del Libro, el texto de Baruc
introduce una amplia oracin penitencial, cuyos primeros
versculos hemos ledo. Es la splica de los exiliados, en la que
pueden reconocerse todos los judos sometidos al dominio
extranjero, en cualquier parte del mundo en que se encuentren.
Es, por consiguiente, la oracin del pueblo de Dios en la dispora,
que no quiere perder su propia identidad espiritual.
En primer lugar, se siente solidario en la culpa que ha marcado
la historia pasada, una historia compuesta de promesas divinas y
pecados del pueblo. La historia es considerada como una historia
solidaria en el bien y en el mal. Los dones de Dios a su pueblo han
sido generosos y grandiosos, mientras que el pueblo ha
reaccionado con la desobediencia y con la rebelin. Por eso se hace
necesaria una confesin de las culpas que reconozca la justicia de
Dios y su inocencia. En esta justicia, en esta falta de culpabilidad
de Dios reside la posibilidad que tiene el pueblo de volver a
comenzar, de esperar de nuevo, de aguardar el perdn del Seor.
Debemos sealar que, en esta confesin, el pueblo que est
presente, que est dirigiendo su splica a Dios, se siente de todos
modos corresponsable asimismo de las culpas del pasado. Ahora
bien, esa corresponsabilidad le har precisamente solidario en las
promesas indefectibles que Dios ha hecho a su pueblo.
-
Evangelio: Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jess:
13 Ay de ti, Corozan! Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en
Sidn se hubieran hecho los milagros realizados en vosotras, hace
tiempo que, vestidas de saco y sentadas sobre ceniza, se habran
convertido.
14 Por eso, ser ms tolerable el da del juicio para Tiro y Sidn
que para vosotras.
15 Y t, Cafarnan, te elevars hasta el cielo? Hasta el abismo te
hundirs!
16 Quien os escucha a vosotros a m me escucha; quien os rechaza
a vosotros a m me rechaza, y el que me rechaza a m rechaza al
que me ha enviado.
** Lucas sita el juicio sobre las ciudades del lago tras el
envo de los 72 discpulos en misin (Lc 10,1-12), dejando entender
as un desenlace negativo de su anuncio Jess haba ofrecido a los
enviados una especie de vademcum para su misin; aqu, en
cambio, indica las condiciones requeridas para una efectiva
acogida del Evangelio del Reino.
Las ciudades del lago son sometidas a un juicio severo (w. 13-
15) por no haber respondido con una fe verdadera y una sincera
conversin al anuncio de los discpulos de Jess. Corozan,
Betsaida y Cafarnan fueron las ciudades en las que ms actu
Jess, anunciando la Buena Nueva y realizando en ellas muchos
milagros; sin embargo, no creyeron en el Evangelio ni cambiaron de
conducta. Por eso se les profetiza una suerte peor que la de
Sodoma y Gomorra, que representan en la tradicin bblica la
oposicin ms obstinada a Dios (cf. Gn 19). Jess establece otra
comparacin con Tiro y Sidn: estas ciudades, enemigas de Israel
y extraas a la promesa, se han mostrado ms abiertas a la
escucha de la Palabra de Dios y disponibles a la penitencia que las
ciudades judas situadas junto al lago de Genesaret.
-
En la conclusin del discurso, Jess se refiere al principio de
la Shalia, en virtud del cual el enviado goza de la misma autoridad
que quien le ha enviado y, por consiguiente, puede exigir la misma
obediencia que se debe a quien le enva. Dado que los discpulos han
sido enviados por Jess, que a su vez ha sido enviado por su Padre,
recibirles o rechazarles significa recibir o rechazar a Dios mismo.
En consecuencia, la decisin se convierte en una cuestin de
salvacin o perdicin:Quien os escucha a vosotros a m me
escucha; quien os rechaza a vosotros a m me rechaza, y el que me
rechaza a m rechaza al que me ha enviado (v. 16).
MEDITATIO
Las dos lecturas litrgicas tienen en comn un evidente rasgo
penitencial. La constante conversin requerida por el discipulado
exige que la dimensin penitencial est siempre presente en
nuestra vida cristiana. El dursimo juicio emitido por Jess sobre
las ciudades del lago constituye tambin una severa advertencia
para quienes leemos la palabra del Evangelio, a fin de que no nos
endurezcamos ni cerremos nuestro corazn a una verdadera
escucha de la Palabra. Seremos ms imperdonables que Sodoma y
Gomorra, y ms incrdulos que Tiro y Sidn si, habiendo
encontrado la alegre noticia, permaneciramos extraos, alejados,
cerrados en nosotros mismos.
Por el contrario, tanto el profeta Baruc como la enseanza de
Jess nos invitan a que seamos capaces de confesar nuestro
pecado, reconociendo al mismo tiempo la fidelidad y la
misericordia de nuestro Dios. Por eso debemos acoger de buen
grado a quien nos exhorta a la conversin, hacindonos constatar
nuestros pecados e incitndonos a cambiar de vida. En los
profetas, que a menudo nos resultan incmodos, la Palabra bblica
nos hace reconocer la voz de Dios, que nos habla y no quiere
humillarnos de manera gratuita o deprimirnos, sino indicarnos el
nico camino de salvacin. ste es el de una incesante bsqueda de
conversin y una lucha tenaz contra las fuerzas destructoras del
pecado: Cada uno de nosotros ha seguido los proyectos de su
-
obstinado corazn dando culto a otros dioses y ofendiendo al
Seor, nuestro Dios, con su conducta.
ORATIO
Oh Dios, Padre nuestro celestial, te damos gracias por haber
reconciliado contigo el mundo a travs de Jesucristo y por
habernos regenerado con el poder del Espritu Santo.
Jesucristo, te damos gracias por habernos llamado a la
reconciliacin, al servicio de tu Palabra y del prjimo, por amor a
la creacin de Dios. Te damos gracias porque haces posible la
reconciliacin con nosotros mismos, para que, con un sentido de
responsabilidad y de coraje, podamos poner aparte el pasado y
mirar hacia el futuro que t nos das.
Oh Dios, te damos gracias porque vas tejiendo con paciencia
la trama de tela para la paz, la concordia, la unidad entre las
personas y en la vida de nuestras comunidades cristianas. Te
damos gracias tambin por el da en que, por obra del Espritu
Santo, todos seremos acogidos, reconciliados contigo, en tu
morada. Amn.
CONTEMPLATIO
Y ciertamente, Seor, como ante tus ojos est siempre
desnudo el abismo de la conciencia humana, qu podra haber
oculto en m, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que hara
sera esconderte a ti de m, no a m de ti. Pero ahora que mi gemido
es testigo de que no me desagrado a m, t brillas y me places y
eres amado y deseado hasta avergonzarme de m y desecharme y
elegirte a ti, y as no me plazca a ti ni a m si no es por ti.
Quienquiera, pues, que yo sea, manifiesto soy para ti, Seor.
Tambin he dicho yo el fruto con el que te confieso; porque no
hago esto con palabras y voces de carne, sino con palabras del alma
y clamor de la mente, que son las que tus odos conocen. Porque,
cuando soy malo, confesarte a ti no es otra cosa que desplacerme
a m; y cuando soy piadoso, confesarte a ti no es otra cosa que
desplacerme a m; y cuando soy piadoso, confesarte a ti no es otra
-
cosa que no atriburmelo a m. Porque t, Seor, eres el que
bendices al justo (Sal 5,1 ) pero antes le haces justo de impo (Rom
4,5).
As pues, mi confesin en tu presencia, Dios mo, se hace
callada y no calladamente; calla en cuanto al ruido de las palabras,
clama en cuanto al afecto. Porque ni siquiera una palabra de bien
puedo decir a los hombres si antes no la oyeras t de m, ni t
podras or algo tal de m antes de que no me lo hubieses dicho t
a m (Agustn de Hipona, Las confesiones, X, II, 2).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Perdona nuestro
corazn obstinado (cf.Bar 1,19).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Una de las provocaciones ms grandes de la vida espiritual es
recibir el perdn de Dios. Hay algo en nosotros, seres humanos,
que nos mantiene tenazmente aterrados a nuestros pecados y no
nos permite dejar que Dios cancele nuestro pasado y nos ofrezca
un comienzo completamente nuevo. Algunas veces parece incluso
que deseara yo demostrar a Dios que mis tinieblas son demasiado
espesas para ser disueltas. Mientras que Dios quiere restituirme
la plena condicin de hijo, contino insistiendo en que me instalar
como criado. Ahora bien, quiero ser restituido de verdad a la
plena responsabilidad de hijo? Quiero verdaderamente ser
perdonado del todo, de modo que me sea posible una vida
completamente nueva? Tengo confianza en m mismo y en una
redencin tan radical? Deseo romper con esa rebelin ma contra
Dios profundamente arraigada y rendirme de un modo tan absoluto
a su amor que haga brotar una persona nueva? Recibir el perdn
exige una voluntad total de dejar que Dios sea Dios y lleve a cabo
todo el saneamiento, la reintegracin y la renovacin. En cuanto
quiero hacer, aunque slo sea una parte de todo esto, me contento
con soluciones parciales (H. J. M. Nouwen, L'abbracao
benedicente,Brescia 152000, p. 78).
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
Sbado de la 26 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Baruc 4,5-12.27-29
5 nimo, pueblo mo, t mantienes vivo el recuerdo de Israel!
6 Habis sido vendidos a las naciones, mas no para ser aniquilados;
porque provocasteis la ira de Dios, fuisteis entregados a los
enemigos.
7 Irritasteis, en efecto, a vuestro creador, pues ofrecisteis
sacrificios a los demonios y no a Dios.
8 Olvidasteis al Dios eterno, que os aliment, y afligisteis a
Jerusaln, que os cri.
9 Ella fue la que dijo cuando vio que el castigo de Dios se cerna
sobre vosotros: Escuchad, vecinas de Sin, Dios me ha enviado
una gran pena;
10 he visto el destierro que el Dios eterno ha trado sobre mis hijos
e hijas.
11 Yo, que los haba alimentado con gozo, los he visto partir llorosa
y apenada.
12 Que nadie se alegre a mi costa, vindome viuda y abandonada de
tantos.
Estoy desolada por los pecados de mis hijos, porque se apartaron
de la ley de Dios.
27 Valor, hijos mos, clamad a Dios, pues el mismo que os mand
esto se acordar de vosotros.
28 Como apartasteis vuestro pensamiento de Dios, convertos ahora
y buscadlo con redoblado ardor.
29 Pues el que os acarre los males os traer la alegra
imperecedera, junto con vuestra salvacin.
* Comienza aqu la tercera parte del libro de Baruc, y lo hace
con un orculo proftico de consolacin. Sin embargo, antes de
introducir el mensaje de salvacin -en trminos muy similares a los
-
del Segundo y Tercer Isaas-, el autor presenta a un pueblo,
personificado en la ciudad de Jerusaln, como una viuda, como una
mujer desolada, que reconoce el fundamento del castigo recibido
por parte de Dios, un castigo debido a los pecados del pueblo, a su
olvido del Dios eterno, que es Padre, ignorando, por tanto, el poder
y la paternidad de Dios.
Tras haber reconocido que la ira de Dios se ha abatido
justamente sobre el pueblo, se reconoce asimismo su carcter
pedaggico. Dios no castiga para condenar, sino para salvar. De ah
que la ltima parte del orculo se abra a la esperanza del perdn:
el pueblo, que ha experimentado el castigo, podr volver a Dios
multiplicando su celo en la bsqueda de YHVVII. Entonces
experimentar una salvacin que trasciende los lmites de las
expectativas humanas.
Jerusaln habla a sus hijos, en este orculo, como una madre
habla a sus propios hijos que se han mostrado malos y
desobedientes, pero que podrn corregirse, enmendarse, y
reemprender un camino de madurez, un camino positivo. El mensaje
es, por consiguiente, una exhortacin a convertirse al Seor y
decuplicar el celo en la bsqueda. Se trata de dar una respuesta
total a aquel que dio las diez palabras a su pueblo, que ahora
decuplica las fuerzas en la bsqueda de la conversin a su Dios.
Evangelio: Lucas 10,17-24
En aquel tiempo,
17 los setenta [y dos] volvieron llenos de alegra, diciendo: -Seor,
hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
18 Jess les dijo: -He visto a Satans cayendo del cielo como un
rayo.
19 Os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para
dominar toda potencia enemiga, y nada os podr daar.
20 Sin embargo, no os alegris de que los espritus se os sometan;
alegraos ms bien de que vuestros nombres estn escritos en el
cielo.
-
21 En aquel momento, el Espritu Santo llen de alegra a Jess, que
dijo: -Yo te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a
conocer a los sencillos. S, Padre, as te ha parecido bien.
22 Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quin es el
Hijo, sino el Padre, y quin es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar.
23 Volvindose despus a los discpulos, les dijo en privado: -
Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis.
24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis y no lo vieron, y or lo que os y no lo oyeron.
** Los w. 17-20 p r e s e n t a n el regreso de los setenta y
dos despus de la misin. Se dirigen al Kyrios, ttulo de la
confesin pascual de la Iglesia, porque ven la difusin de la Palabra
y retirarse ante ella el poder del mal, expulsado por el poder del
Nombre de Jess.
El v. 18 es intrigante: en l afirma Jess que, mientras sus
enviados estaban en misin, l haba visto caer a Satans cayendo
como un rayo del cielo. La comunidad, sabiendo que el poder de
Satans ha sido derrotado precisamente por la palabra de la
predicacin, no deber dejarse desanimar por los obstculos y las
dificultades (v. 19). Sin embargo, deber vigilarse a s misma, a fin
de no complacerse demasiado en sus propios xitos y exaltarse por
el poder que le ha sido dado; el verdadero entusiasmo brotar ms
bien de la conciencia de la gratuidad de la salvacin {alegraos ms
bien de que vuestros nombres estn escritos en el cielo: v. 20).
Viene, a continuacin, el himno de jbilo (w. 21ss) en el que Jess
reconoce la verdad de su propia vocacin de Hijo incluso a travs
de la fe de los pequeos, o sea, de aquellos que -aun siendo los
marginados, segn la opinin de los hombres de religin- han
acogido con gratitud y humildad la predicacin de los setenta y dos
discpulos.
Jess reconoce y celebra todo esto en la fuerza del Espritu
Santo. Exulta por el conocimiento, o sea, por el amor que le
-
profesa el Padre, y, a continuacin, le alaba por el conocimiento
que le ha sido dado del rostro y del corazn del Padre, en cuyos
inefables secretos introduce a sus propios amigos, esto es, a los
que aceptan el Evangelio (v. 22). En este conocimiento de Dios y en
esta participacin en su vida ntima consiste la verdadera
bienaventuranza de los discpulos: stos viven ahora en el tiempo
de la plenitud, marcado por la presencia de la salvacin que Israel
haba esperado durante siglos en la persona de los profetas y de
los reyes justos (vv. 23ss).
MEDITATIO
El himno de jbilo nos introduce en el misterio inefable de la
vida divina de la que Jess nos ha hecho partcipes. No es imposible
reconocernos en los discpulos que regresan de una misin cuyos
resultados son de difcil evaluacin: por una parte, deben poner su
fracaso en personas de las que hubieran podido esperar mucho;
por otra, en cambio, pueden sealar la sorprendente acogida que
brindan al Evangelio aquellos que parecan irremediablemente
alejados. De ah que sea necesario volver a escuchar a Jess
mientras da gracias al Padre y muestra su jbilo en el Espritu por
sus inescrutables designios, que revelan el misterio del Reino a los
ltimos, a los humildes, a los sencillos, y lo cierran, sin
embargo, a los sabios, a los soberbios, a los que cuentan con su
propia pretensin de justicia.
El Padre se manifiesta precisamente a travs de la fe de estos
pequeos, de esos que, aun pareciendo desfavorecidos desde el
punto de vista humano, acogen con gratitud y humildad la
predicacin de la Iglesia. Slo sos son introducidos por Jess en
su conocimiento del verdadero rostro de Dios, que brota de la
ntima familiaridad que le une al Padre: Todo me lo ha entregado
mi Padre, y nadie conoce quin es el Hijo, sino el Padre, y quin es
el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar. No se trata de una familiaridad impuesta, sino de una
familiaridad a la que invita a sus amigos, de modo persuasivo, con
la promesa de una bienaventuranza incomparable. La comunidad
-
cristiana asume tambin, a travs de esta experiencia de la
participacin en la vida divina, un rostro familiar: el de una madre
que colma de ternura a sus hijos e hijas y los educa con amorosa
paciencia. Valor, hijos mos, clamad a Dios, pues el mismo que os
mand esto se acordar de vosotros.
ORATIO
Seor Jess, me uno en el Espritu a tu grito de jbilo, porque
me llena de conmocin saber que t me consideras amigo y
confidente y me has hecho partcipe de tu dilogo de amor con el
Padre. T me has hecho saber cuan precioso soy a los ojos del
Padre y cmo ha pensado en m desde la eternidad y me ha querido
como hijo suyo, a imagen tuya, de ti, que eres el Hijo unignito
engendrado desde los siglos eternos.
Reconozco, oh Seor, que slo a travs de la humildad y
sencillez de corazn puedo entrar en este inmenso plan de amor.
Te pido, por tanto, que me ayudes a vencer toda soberbia y
presuncin, que ofuscan la gratitud con la que estoy llamado a
acoger tu Evangelio en mi vida, y a corregirme cuando me olvido de
que slo tu gracia me hace vivir. Amn.
CONTEMPLATIO
La fe de los cristianos comprende lo que nos ha conferido la
humildad de un modo tan sublime, pero est lejos de los corazones
de los impos, puesto que Dios ha escondido estas cosas a los
sabios y a los prudentes y se las ha revelado a los sencillos (Mt
11,25). Que los humildes, por tanto, comprendan la humildad de
Dios, a fin de que con tal instrumento, como un jumento en ayuda
de su debilidad, lleguen a la altura de Dios.
Los sabios y prudentes, mientras buscan las cosas elevadas de
Dios y no creen las humildes, descuidando precisamente stas no
llegan tampoco a aqullas; vacos e inestables, hinchados y
elevados, quedarn suspendidos en la zona del viento, entre el cielo
y la tierra. Son, en efecto, sabios y prudentes, pero segn este
-
mundo, no segn aquel por quien el mundo fue hecho (Agustn de
tripona, Scnnoiii per i tempi liturgici, Miln 1994, p. 106).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Valor, hijos mos,
clamad a Dios (Bar 4,27).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Basta con la preocupacin por el presente: no es preciso
emplear fantasa y ansiedad en la construccin del futuro. El
vicario de Cristo sabe lo que Cristo quiere de l; no es necesario
que se ponga por delante o le imponga proyectos. La regla
fundamental de la conducta del papa es sta: contentarse siempre
con su estado presente y no embarazarse con el futuro,
esperndolo, en cambio, del Seor, sin hacer cuentas o
disposiciones humanas sobre l, y abstenindose incluso de hablar
de l con seguridad y con facilidad a cualquiera.
La experiencia de estos tres aos de mi servicio pontificio,
que, tremens et timens(1 Cor 2,3), acept por pura obediencia a
la voluntad del Seor que me fue expresada por la voz del sacro
colegio cardenalicio en cnclave, es testimonio y motivo
conmovedor y perenne de la fidelidad de mi espritu a esta mxima:
absoluto abandono en Dios, en cuanto al presente, y perfecta
tranquilidad, sobre el futuro. De las distintas iniciativas de
carcter pastoral que bordan este primer ensayo de pontificio
compromiso de apostolado, todo ha venido por absoluta, quieta y
amable -y dira incluso silenciosa- inspiracin del Seor a este
pobre siervo suyo, que sin mrito alguno por su parte, que no fuera
el simplicsimo no discutir, sino limitarse a secundar y obedecer,
ha podido conseguir no ser un intil instrumento de amor a Jess
y de edificacin para muchas almas.
Los primeros contactos con los grandes y con los humildes;
algunas visitas caritativas aqu y all; mansedumbre y humildad de
acercamientos, claridad de ideas y fervor de nimo; las visitas
cuaresmales a las nuevas parroquias; la celebracin del snodo
-
diocesano, con xito inesperado; el acercamiento al Padre de toda
la cristiandad, en multiplicada creacin de cardenales y de obispos
de toda nacin, de toda raza y color; y ahora el
vastsimo movimiento de proporciones imprevistas y ms
que imponentes del concilio ecumnico: todo confirma la bondad
del principio de esperar y de expresar con fe, con modestia, con
fervor confiado, las buenas inspiraciones de la gracia de Jess,
que preside el gobierno del mundo y lo conduce a las ms altas
finalidades de la creacin, de la redencin, de la glorificacin final
y eterna de las almas y de los pueblos (Juan XXIII, ll giornale del
anima e altri scritti di pief, Cinisello B. 1989, pp. 579ss [edicin
espaola:Diario del alma, Ediciones Cristiandad, Madrid 1964]).
Lunes de la 27 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Jons 1,1-2,1.11
En aquellos das,
1,1 el Seor dirigi su palabra a Jons, hijo de Amitay, y le dijo:
2 -Levntate, vete a Nnive, la gran ciudad, y pronuncia un orculo
contra ella, pues su maldad ha llegado hasta m.
3 Jons se levant, pero dispuesto a huir a Tarsis, lejos del Seor.
Baj a Jafa, encontr un barco que zarpaba para Tarsis, pag su
pasaje y se embarc para ir con ellos a Tarsis, lejos del Seor.
4 Pero el Seor desencaden un viento huracanado sobre el mar y
se origin una borrasca tan violenta que pareca que el barco
estaba a punto de partirse.
5 Los marineros, aterrados, invocaron cada uno a su dios; luego
arrojaron al mar la carga para aligerar el peso. Slo Jons, que
haba bajado a la bodega del barco, estaba acostado y dorma
profundamente.
6 El capitn se acerc a l y le dijo: -Qu haces aqu durmiendo?
Levntate e invoca a tu Dios, a ver si ese Dios se ocupa de nosotros
y no perecemos.
http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA -
7 Despus se dijeron unos a otros: Vamos a echar a suertes para
saber quin es el culpable de este mal. Echaron a suertes y le
toc a Jons.
8 Entonces le preguntaron: -Dinos por qu nos sucede esto. Cul
es tu profesin? De dnde vienes? Cul es tu pas? De qu
pueblo eres?
9 Jons respondi: -Soy hebreo y adoro al Seor, Dios del cielo, el
que ha hecho el mar y la tierra.
10 Aquellos hombres se llenaron de miedo y le dijeron: -Por qu
has hecho esto? (pues por su relato saban ya que hua de la
presencia del Seor).
11 Qu hemos de hacer contigo para que se calme el mar? (pues el
mar se embraveca cada vez ms).
12 l contest: -Agarradme y tiradme al mar, y ste se aplacar,
porque s que esta borrasca os ha sobrevenido por mi culpa.
13 Los hombres remaron tratando de llegar a la costa, pero no lo
lograron, porque el mar segua encrespndose.
14 Entonces invocaron al Seor: -Oh Seor, haz que no perezcamos
por culpa de este hombre, ni nos hagas responsables de la muerte
de un inocente, ya que esto sucede segn tus designios.
15 Luego agarraron a Jons y lo tiraron al mar; y el mar calm su
furia.
16 Aquellos hombres, llenos de un gran temor hacia el Seor, le
ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas.
21 El Seor hizo que un gran pez se tragase a Jons, y Jons estuvo
en el vientre del pez tres das y tres noches.
22 Entonces el Seor dio orden al pez, y al punto el pez vomit a
Jons en tierra firme.
**+ El libro veterotestamentario de Jons, recogido en su
totalidad por el leccionario, es un relato didctico, nacido en un
contexto judo de celosa defensa de la propia identidad y de cierre
-al menos por parte de un segmento del mundo judo- a los otros
pueblos. Jons, de una forma paradjica y repleta de humor,
ridiculizando esta mentalidad nacionalista y exclusivista, a travs
-
de un relato viva/, agudo y grotesco -y, por consiguiente,
particularmente incisivo en virtud de su capacidad pedaggica
demuestra que YHWH no es slo el Dios de Israel, sino tambin
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