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Las implicancias de la génesis
Michel Espagne
La librería Autrement dit, situada aproximadamente en el punto de intersección del boulevard Saint-
Michel y de la calle Gay-Lussac, en el corazón del Barrio Latino y por lo tanto en el corazón de
aquello que se ha dado en llamar las modas parisinas, adopta un tipo singular de presentación de los
libros nuevos. Si la vitrina ofrece siempre a la mirada un ejemplar de la obra, ella está sobre todo
ocupada por facsímiles de manuscritos y borradores que corresponden al texto expuesto. La obra
debe en adelante producir la prueba de su historicidad material, excusarse por su aspecto tipográfico
acabado, pura contingencia en el flujo de una escritura donde la multiplicidad de variantes
testimonia hesitaciones dominadas. La génesis está de moda, todas las ramas de las ciencias
humanas sondean sus textos de referencia. Hace ya mucho tiempo que el psicoanálisis con Jean-
Bellemin Noël o la sociología con Claude Duchet han pisado la tierra desconocida de los borradores
¿Acaso no vemos la poética estructural hacer irrupción con el reciente trabajo de Gérard Genette,
Palimpsestes? No hay nada de sorprendente en que el órgano de lingüistas, Langages, consagre en
1983 un número especial a la producción lingüística en los manuscritos. Pero ¿por qué la
epistemología viene con Michel Serres a dar un halo metafísico a la noción de génesis? Las
recientes ediciones de bolsillo tienen en cuenta las variantes manuscritas y las pocas revistas que las
ignoran toman un perfume de arcaísmo. ¿Acaso existe una exposición de pintura que no haga la
autopsia de algún cuadro y no descifre sus fases de elaboración?
Pero, de hecho, ¿qué es una moda? Y si la definimos como una novedad obligada, un signo de
reconocimiento superficial que disimula mal el conformismo de un grupo social, ¿por qué la
génesis, cuyo lugar de paso es siempre el desciframiento de manuscritos poco atractivos, estaría a la
moda? ¿O será que es necesario separar la cizaña del trigo, oponer un verdadero método genético a
los usos abusivos? La pregunta nos parece, en efecto, mal formulada. La moda puede tener valor de
síntoma, ser el signo de una conmoción más profunda en las representaciones que orientan el campo
de las ciencias humanas. Se trata, precisamente, de despejar algunas de estas implicancias latentes.
La escritura como provocación del escrito
La teoría de la producción intelectual a través de los manuscritos no puede sino ir al encuentro de
tendencias actualmente tradicionales en la crítica de los textos. Es particularmente flagrante el
divorcio con la estética de la recepción que se desarrolló en Alemania a partir del artículo canónico
de H.R. Jauss “L’histoire littéraire provocation de la critique littéraire” (Literaturgeschichte als
Provokation der Literaturwissenschaft, Konstanz, 1967). La representación de la obra como
1
apertura total y puro producto de consumo ignora a la vez las condiciones de la génesis de un texto
y su valor de impacto, su intencionalidad. Para la teoría de la recepción las potencialidades de
sentido de una obra son actualizadas en función de horizontes de expectativa diferentes para los
lectores sucesivos, que confieren a la obra su historicidad. ¿Pero cómo se mide esta recepción?
Sobre este punto H.R. Jauss ha sido siempre muy discreto. Mientras que sus continuadores tienden a
componer compendios de lecturas-testimonios, incluso a librarse a análisis estadísticos de la prensa
que se basan en un esquematismo a menudo grosero, él mismo se complace en observar cómo cierto
gran hombre de la historia literaria responde a otro, cómo el Faust de Goethe entra en una relación
pregunta-respuesta con el de Valéry. A la estética de la recepción le falta un modo riguroso de
aprehensión de la lectura.
La crítica genética realiza aquello que la estética de la recepción se contenta con prometer.
La génesis es la verdad de la lectura. En efecto, si un presupuesto de la recepción es que cada lector
recrea prácticamente la obra, es importante observar esta recreación cuando no es solamente
metafórica, sino que puede verificarse en un lector que toma nota para escribir él mismo, o en un
lector que relee su antigua obra antes de escribir. El estudio genético se propone como objetivo
estudiar cómo un lector lee textos ajenos y, sobre todo, sus textos antiguos en función de
condiciones históricas siempre transformadas y de una intención de comunicación. Observar, por
ejemplo, la manera en la cual Henri Heine relee sus artículos de la Gazette d’Augsbourg para
componer la recopilación de Lutece, es analizar una lectura en el único lugar donde ella es
verdaderamente verificable, en el mismo proceso de escritura. Esta recuperación es el verdadero
desarrollo de un potencial de sentido. La escritura de un texto no se produce, en efecto, ex nihilo,
sino que constituye frecuentemente el resultado de un metabolismo textual que se observa en los
borradores. La lectura realizada por Wincklemann de los autores antiguos que desemboca
principalmente en la Histoire de l’art dans l’antiquité está atestada por sus innumerables notas
conservadas en la Biblioteca Nacional. Los cuadernos de estudio de Marx, conservados en
Amsterdam, testimonian de sus lecturas económicas que, retrabajadas en las pruebas de los
Grundisse, conducen a la redacción de El capital. Las numerosas notas de Walter Benjamin sobre
París editadas bajo el título demasiado ambicioso de Passagenwerk son la sustancia misma de un
libro abortado sobre Baudelaire cuyos planes han sido recientemente descubiertos. El recorte de
fragmentos, sus múltiples transposiciones, son a la vez los únicos documentos que permiten analizar
verdaderamente una lectura, como también la parte integrante de un proceso de producción. Los
recientes análisis realizados por A. Schone sobre los manuscritos de ciertos poemas de Goethe, y no
de pocos1, muestran a la inversa que la recepción de un texto, en tanto desconoce su producción,
lejos de desarrollar un potencial de sentido, puede constituir la paráfrasis infinita de un sinsentido.
1 Albrecht Schone, Gotterzeichen Liebeszauber Satanskult, Munchen, 1982
2
El análisis de la producción de un texto a través de sus manuscritos, por otro lado, hace
intervenir en la teoría literaria una noción que está lejos de ser universalmente aceptada cuando se
reseñan las implicancias, por fuera del ghetto de la pura filología: la noción de historia del texto.
Haciendo intervenir esta noción la genética se opone directamente en Francia a los múltiples
avatares del estructuralismo. Los materiales que han servido a la elaboración de un texto se analizan
en una cronología que, en sí misma, se inserta en una historia global de la cual es uno de los
elementos. Estamos así obligados a considerar que el tiempo en el curso del cual se escalonan las
fases de redacción de Atta Troll de Heine no es otro que el tiempo de la monarquía de Julio, puesto
que es más difícil negar la coincidencia de dos textos que la de un tiempo y de un arquetipo textual.
Así como ningún instante en el continuum temporal tiene valor absoluto, ningún momento en la
historia del texto puede ser considerado como el equilibrio absoluto en relación al cual las
hesitaciones anteriores y posteriores no serían más que actos fallidos. Y si el pasado de cierta obra
consiste en el acercamiento progresivo de fragmentos heterogéneos, la noción misma de texto, que
implica en rigor una estructura cerrada sobre sí misma, pierde su validez. Ya no hay más que una
corriente de escritura cuya temporalidad no es otra que el tiempo histórico general y cuyas
interrupciones, aun bajo la forma de publicaciones autorizadas por el autor en vida, no están exentas
de una porción de arbitrariedad. Dimensionamos así hasta qué punto la introducción de los
manuscritos en el campo de los estudios literarios y filosóficos constituye una provocación para el
fetichismo de la estructura no histórica del texto, cerrado sobre sí mismo a fuerza de temer a su
reflejo. La penetración forzada de la historia en el campo de predilección de un pensamiento que
por sus premisas resulta incapaz de aprehenderla, desemboca, cuando las formas de rechazo han
sido agotadas, en tentativas de neutralización y asimilación cuya medida está dada por la evolución
reciente de la retórica y la poética.
El fenómeno amerita que nos detengamos un instante, dado que se trata de una verdadera
retractación pública del estructuralismo.
Si tomamos, por ejemplo, la obra de G.Genette Palimpsestes (París, 1982) observamos
desde el título una tentativa de tener en cuenta los estratos sucesivos de una obra negando el tiempo:
la imagen del codex palimpsesto reconcilia la pluralidad de niveles y la ausencia de una tercera
dimensión. En lugar de sondear una profundidad, podemos contentarnos con rascar una superficie.
A ese título corresponde un esfuerzo por encerrar las diferencias de nivel en una retórica específica
que expulsa de sí la temporalidad. La noción de “escisión” o de “concisión” de un “hipotexto” en un
“hipertexto”2 no dice nada ni del proceso de escritura ni de su sentido; ella designa simplemente
sobre el modo de invocación la red tranquilizadora de signos que constituye el texto, refugio que
2 Gérard Genette, Palimpsestes, París, Du Seuil, 1982, p.279. Traducción al español Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid, Taurus, 1989. Traducción de Celia Fernández Prieto (N.B.: consigna erróneamente 1962 como año de la primera edición francesa). En adelante citaremos por la edición de Taurus.
3
jamás ha sido abandonado. Es, por cierto, característico que el paradigma al cual están subsumidos
los manuscritos sea el de la parodia, forma de literatura en segundo grado donde dos niveles deben
ser, por definición, confundidos. Los múltiples neologismos formados a partir del prefijo “trans”
disimulan penosamente la paradoja de una sucesión sin temporalidad, pero no basta con bautizar
“transdiegetización3” al deslizamiento del horizonte histórico para suprimir en él todas las
implicancias. Sin reconocer abiertamente que los manuscritos confieren al texto una historia y que
esta historia es la historia a secas, G. Genette expresa desde el comienzo de su libro las dificultades
que encuentran los a priori estructuralistas:
El objeto de la poética, decía yo en cierto modo, no es el texto, considerado en su singularidad (este es más bien el asunto de la crítica) sino el architexto, o si se prefiere la architextualidad del texto (como se dice, y es un poco la misma cosa, la “literariedad de la literatura”) es decir el conjunto de categorías generales o trascendentes –tipos de discursos, modos de enunciación, géneros literarios, etc.- que identifica cada texto singular. Yo diría más bien hoy, más extensamente, que este objeto es la transtextualidad, o trascendencia textual del texto, que había definido ya, groseramente, como ese todo que lo pone en relación, manifiesta o secreta, con otros textos. La transtextualidad supera, entonces, e incluye la architextualidad[…]4.
¿Paralelismo azaroso? Si la crisis de Saussure y su silencio se explican por la angustia frente a la
fractura binaria del signo, donde el significante reenvía eternamente al significado sin que jamás la
relación de la lengua con la realidad pueda ser elucidada5, se tiene la sensación de que la
introducción de los manuscritos en la teoría literaria podría posiblemente provocar una crisis
semejante en sus lejanos herederos.
Un efecto boomerang
Pero ¿por qué, se objetará, querer dar a los manuscritos un lugar fundamental en los estudios
literarios y en las ciencias humanas si tienen su dominio propio, el de las ediciones críticas y más
particularmente el de las ediciones histórico-críticas alemanas donde las variantes son
exhaustivamente inventariadas? Es cierto que el nacimiento de un interés por los manuscritos
modernos, contemporáneos de la obra de filólogos medievalistas como Lachmann y enraizados en
el renacimiento del sentimiento nacional, se expresa en las primeras grandes ediciones de autores
3 Ibid, p. 378.4 Ibid, p. 9 5 Émile Benvéniste, « Saussure après un demi-siècle», en Problemes de linguistique général I, París, Gallimard, 1976 (reed.), p. 37-38, cita de Saussure: “Preocupado sobre todo desde hace mucho tiempo por la clasificación lógica de estos hechos, de la clasificación de los puntos de vista desde los cuales los tratamos veo cada vez más a la vez la inmensidad del trabajo que haría falta para mostrar al lingüista aquello que hace, al reducir cada operación a su categoría prevista, y al mismo tiempo la vanidad –demasiado grande- de todo lo que se puede hacer finalmente en lingüística. Es, por ultimo análisis, solamente el lado pintoresco de una lengua, aquel que hace que ella difiera de todas las otras al pertenecer a un cierto pueblo que tiene ciertos orígenes, es este lado casi etnográfico el que conserva para mí cierto interés y, precisamente, no tengo ya el placer de entregarme a este estudio sin segundas intenciones, ni de gozar del hecho particular que resulta de un medio particular.” –Ver también el comentario de Benvéniste por Giorgio Agamben, Stanze, París, 1981
4
modernos, entre las cuales conviene citar, desde el siglo XIX, la edición de Herder por Suphan o
bien, para la primera mitad del siglo XX, la monumental edición de Jean-Paul Richter por E.
Berend. Estas ediciones no se interesaban aún demasiado por los borradores, poco susceptibles de
ayudar a restaurar el texto en su pureza definitiva, y los cuadernos de vocabulario de Jean-Paul
descansan todavía en la Staatsbibliothek de Berlín. Una nueva etapa es superada con la edición de
Hölderlin por Fr. Beissner donde son registradas todas las variantes de génesis en un cuadro
cronológico que por momentos violenta la realidad de los manuscritos y cuyo propósito es el de
retrazar un proceso de perfeccionamiento que es abolido en el resultado final. Beissner reproduce la
racionalidad de un sistema industrial donde la complejidad del material en bruto se transforma en
simplicidad del producto acabado6. Se trata, ante todo, de neutralizar la abundancia de los
manuscritos poniéndolos al servicio del arquetipo textual. Las ediciones críticas cuyo objeto es,
presuntamente, el manuscrito de trabajo, son en efecto su cementerio. La desproporción entre los
aparatos cada vez más sobrecargados y desbordados de siglas múltiples y el texto cuya validez
garantizan, roza el absurdo dado que los únicos lectores concernidos, los especialistas del autor, se
encuentran en la incapacidad de reconstruir alguna página manuscrita o fase de trabajo
intermediario como no sea a partir del aparato que les es suministrado.
En las antípodas de la edición de Hölderlin por Fd. Beissner, la edición llamada de Francfort
de Hölderlin por E. Sattler7 esgrime el manuscrito presentado bajo la única forma fiel, la del
facsímil; una transcripción diplomática vuelve su lectura más cómoda, y si E. Sattler propone
correctamente un texto, este no reivindica ninguna autoridad especial. Entre el texto que no
compromete más que al individuo Sattler y la fotocopia de manuscrito donde por primera vez
pueden ser tenidas en cuenta las menores particularidades del grafismo hölderliniano se abre por
primera vez el campo a un estudio de la escritura de Hölderlin. La nueva comprensión de los textos
fundada sobre la lectura de las variantes, impide que estos sean presentados bajo una forma
falsamente objetiva. La perspectiva del editor y la del exégeta tienden a identificarse. El estudio
genético se sitúa entonces en las antípodas de los registros teleológicos de las variantes. La
teleología es una suerte de mala fe de la genética, puesto que mantiene los ojos fijos sobre el
arquetipo en el cual aspira a abolirse al término de un mejoramiento continuo. Así sería totalmente
errado ver un parentesco cualquiera entre los stemmas, que presentan bajo la forma de un árbol
invertido la relación entre diversos manuscritos antiguos o medievales con el afán de aproximarse al
máximo a un original perdido, y la genética que se interesa ante todo por la distancia. Observamos,
por otra parte, el cuestionamiento por parte de los medievalistas, sobre la base de los manuscritos
6 Los análisis del sociólogo Niklas Luhmann (Zweckbegriff und System-rationalitat, Tubinga, 1968) encontrarían en los grandes emprendimientos de edición un objeto inesperado pero muy adecuado.7 Frankfurter Holderlin-Ausgabe Historisch-kritische Ausgabe, ed D E Sattler aparecido desde 1975, vol.8 previsto para 1985
5
modernos, de su propia tradición. Este efecto boomerang del stemma sobre sí mismo ¿se concretará
por una presentación simultánea de las variantes virtuales8? Lo cierto es que, para la genética, se
trata de observar lo que sucede antes del texto impreso, sin justificar o interpretar esta incertidumbre
permanente que es la escritura elaborándose por el conocimiento de un estadio final alcanzado a
posteriori.
La interpretación genética de Kafka, que sustenta la nueva tentativa de edición y ha sido
principalmente desarrollada desde hace algunos años por uno de los coeditores, Gerhard Neumann,
reposa precisamente sobre la incompatibilidad fundamental de la génesis y de la teleología9. El
manuscrito de las nouvelles de Kafka muestra una corriente de escritura continua, muy trabajada y
con ramificaciones múltiples de las cuales las nouvelles no son más que una segmentación
provisoria, frecuentemente cuestionada por el mismo Kafka, cuando ellas no provienen de un juicio
póstumo implícitamente solicitado a su amigo Max Brod10. Esta ruptura entre una tendencia a
perderse en el curso anónimo de la escritura y el deseo de dominar esta pretendida subjetividad para
ser reconocido, presentando al público una obra, define según G. Neumann el concepto moderno de
autor. Si desde el punto de vista de la edición podemos esperar dar cuenta de esta dicotomía
presentando por un lado la transcripción diplomática de la corriente de escritura, y por otro la obra
exteriorizada en su segmentación, es muy evidente que no podemos reducir las variantes a una
suerte de preparación de la obra y que la comprensión de los textos de Kafka exige que tengamos en
cuenta la corriente de escritura en tanto tal. Entre la obra editada por Brod o el mismo Kafka y la
escritura se abre un hiato que excluye la teleología y constituye el objeto mismo del escritor.
¿Una moda o una ascesis?
El parentesco de los estudios genéticos con una de las disciplinas más rigurosas de las ciencias
humanas, la presentación de las variantes en las ediciones críticas, conduce a interrogarse sobre el
estatus de una moda que por lo novedoso de las metáforas que pone en juego -el flujo, el
crecimiento- ejerce una fascinación certera pero se presenta, para quien pasa de las metáforas a los
métodos, como un ascesis intelectual. En una de sus últimas obras (Genèse, París, 1982), donde el
lirismo de las imágenes marinas lleva por momentos a la intención epistemológica, Michel Serres se
esfuerza por dar a ver el caos original anterior a las formas, el torbellino primero que las genera. El
8 Ver Bernard Cerquiglini, « Eloge de la variante », Langages, marzo 1983. El conjunto del número titulado Manuscrits-Ecriture-Production linguistique y editado por Almuth Grésillon y Jean-Louis Lebrave ilustra el enfoque lingüístico de las preguntas de la génesis. 9 Ver Gerhard Neumann, « Schrift und Druck, Erwagungen zur Edition von Kafkas Landarzt-Band », Zeitschrift fur deutsche Philologie, 101, Band, 1982, Sonderheft y « Kafkas « Drucke zu Lebzeiten » - Editorische Technik und hermeneutische Entscheidung », Freiburger Universitatsblatter, Herf 78 – diciembre 198210 Ver Gerhard Neumann, , « Schrift und Druck », p.125
6
término del francés antiguo noise, cuya doble acepción de ruido y de furia se ha distinguido en
francés y en inglés puede, si es que se recusan los dos sentidos, expresar la amenaza irracional o
pre-racional del desorden que genera el orden, del ruido de fondo del que nace el silencio de los
sistemas:
El ruido de fondo existe en el fondo de nuestra percepción sin ninguna interrupción es nuestro alimento perenne, es el aire del programa informático. Es el residuo, la cloaca de nuestros mensajes. No hay vida sin calor, no hay materia ni aún calor sin aire así como no hay logos sin ruido. El ruido es el aire del informático, o es al logos lo que en otro tiempo la materia era a la forma. El ruido es el fondo de la información, la materia de esta forma11.
Ese caos cuya presión transforma inexorablemente las combinatorias más sutiles en proceso12, ese
fluyo múltiple que atraviesa y transforma todos lo códigos y todos los sistemas esconde en sí mismo
el conjunto de cosas posibles que el filósofo, “guardián de las semillas”, debe preservar contra la
esterilidad del viejo racionalismo, “cemento del mundo". Numerosos aspectos del pensamiento de
Michel Serres no habrían, sin duda, sorprendido mucho a Jakob Bhöme o Franz von Baader. Pero el
contenido de Genèse vale también como un síntoma. En un universo de las ciencias humanas donde
dominaban las configuraciones estables, la penetración del devenir no puede ya ser detenida sino
que se impone bajo la forma de un desorden mayor, incluso de un cataclismo. Las categorías de
pensamiento dominantes son apenas aptas para aprehender el movimiento, siempre rodeado, por
este hecho, de un halo de irracionalidad. Las fases de existencia anteriores de todas las formas
intelectuales suscitan a la vez una angustia difusa y un interés apasionado que viene quizás a
sostener el desarrollo de las ciencias biológicas. Pero vestir una impresión justa de un nuevo
lirismo presocrático o querer pensarla en una inmediatez heideggeriana, hacer intervenir las
turbulencias estelares de la génesis bíblica, es designar un problema más que resolverlo. Al menos
la evocación lírica de una angustia no debería mudar en método y Michel Serres entra en
contradicción consigo mismo cuando, queriendo oponer la noción de obra a las nociones que la
atraviesan, opone lo inesencial de la obra a lo esencial de la obra maestra: “la obra maestra es
desconocida, sólo la obra es cognoscible. El maestro es la cabeza, el capital, la reserva, el stock y la
fuente, el comienzo, la abundancia. Está en los intersticios intermediarios entre las manifestaciones
de la obra13”. Aun adornada con los prestigios de la etimología y transformada en matriz universal
de las obras, la noción de obra maestra conduce siempre a una estructura inmóvil de la obra
hipostasiada en arquetipo ¿El devenir habría sido introducido para encontrarse tan tempranamente
relegado en un lejano reservorio original o trascendente de todos los arquetipos?
11 Michel Serres, Genèse, París, 1982, p.2212 Ver Ibid. , p.160 13 Michel Serres, Genèse, París, 1982, p.39
7
Si bien las modas no son más que una fantasmagoría, un eterno retorno de lo nuevo, ellas cumplen
una función de señales y reflejan fenómenos latentes. A la génesis como goce angustiado de lo
irracional sobre el fondo de la capilla Sixtina se opone una tentativa de introducir en las ciencias de
los textos y entonces, virtualmente, en el conjunto de las ciencias humanas, métodos
particularmente rigurosos con frencuencia tomados del arsenal de las ciencias exactas. El pionero de
esta crítica, cuyos ecos y avatares, a menudo muy seductores, han casi disimulado la explosión
inicial, ha sido ciertamente Louis Hay. A él debemos el haber introducido en el campo de las
investigaciones científicas un objeto hasta entonces casi desconocido, el manuscrito o, más
precisamente, el borrador literario; haber definido las primeras perspectivas metodológicas para
abordar este nuevo objeto; en fin, haber impulsado, desde hace quince años, las investigaciones más
diversas sobre los manuscritos. Renunciando a fijar de entrada un cuadro teórico, él contribuía a
diversificar y a unificar las perspectivas que designamos bajo el término global de crítica genética.
A fines de los ‘60, mientras que Hans Robert Jauss desde la Universidad de Constance inscribía la
crítica alemana en la vía de la estética de la recepción por más de un decenio, y que en Francia la
nueva crítica se encerraba en la clausura del texto, Louis Hay facilitaba la adquisición por la
Biblioteca Nacional del rico fondo de manuscritos de Heine conservado por el banquero israelí
Salman Schocken. Se daba así la oportunidad de otorgar al manuscrito su valor de objeto, de
producto material de una actividad humana. Los borradores de Heine debían ser paginados,
clasificados según las fases de redacción, reagrupados en cuadernos, etc. Pero al mismo tiempo en
que se desarrollaban las técnicas auxiliares, como el análisis material de las fibras del papel, los
registros de las filigranas, el análisis óptico de los trazos, las técnicas de laboratorio que no tenían
nada de específicamente heiniano y no debían nada a las ciencias humanas, conmocionaban más y
más manifiestamente las representaciones existentes sobre la producción de un texto14. Negándose a
sí mismos por un rigor intelectual autodestructivo obstinadamente aferrado a un objeto despreciado,
los estudios literarios actualizaban progresivamente una “tercera dimensión de la literatura”15,
diseñándose el proceso de producción de las obras a través de un análisis de los manuscritos. La
historia cultural se procuraba los medios de seguir los procesos sociales mediante el prisma de la
conciencia que los aprehende. Esta “tercera dimensión de la literatura” –más generalmente una
tercera dimensión de todas las ciencias humanas fundadas en lo escrito- sustituye el estudio de las
relaciones entre los elementos estables de un sistema por el estudio de las diferencias entre estadios
también fluctuantes. Pero esta perspectiva, que exige un trabajo particularmente árido, renovaba en
efecto el conjunto de los conocimientos sobre un texto. Louis Hay escribía:
14 Louis Hay, « Éléments pour l’étude des manuscrits modernes », Codicologica, Leiden, 197615 Louis Hay, « Notizen zu einer ‘critique génétique’ », conferencia pronunciada en la Universidad de Constanza en mayo de 1981
8
Este método nos confronta con los elementos familiares a toda reflexión crítica: las palabras, los temas, las estructuras. Pero el manuscrito los presenta en el flujo de la escritura y los ilumina de este modo con una luz nueva. Las palabras surgen al término de una elección que a veces les confiere resonancias imprevistas, los temas fundamentales se desprenden por su fijeza en el fondo de variaciones con las que se envuelven los temas adventicios, las estructuras se ponen en movimiento y se articulan alrededor de pivotes que ya no aparecen en el texto acabado. Los enigmas que este nos presenta pueden así hallar una respuesta en el manuscrito, del mismo modo que este puede hacer surgir otras preguntas, que el texto final no habría permitido vislumbrar16.
Frente a la angustia metafísica del caos original que hace ceder las estructuras en un estruendo
bíblico, Louis Hay prefiere el análisis riguroso de una realidad ciertamente abundante, pero donde
es posible, operando acercamientos sorprendentes en una historia literaria que parcela, esperar
extraer los principios de una teoría general de la producción de los textos17. La innegable
popularidad de la que goza la crítica genética, por cuanto permite percibir tensiones latentes en el
orden de las ciencias humanas, nos remite a un esfuerzo ascético por arrancar los secretos a trazos
apenas legibles sobre los papeles consumidos.
El llamado de la génesis
En Pour une théorie de la production littéraire (París, 1966) Pierre Macherey escribía : « El libro
no se edifica en el prolongamiento de un sentido, sino a partir de la incompatibilidad de muchos
sentidos, que es también el lazo más sólido por el cual se vincula con la realidad, en una
confrontación tendida y siempre renovada18.” Sin embargo, los manuscritos constituyen el
testimonio casi arqueológico del recorrido de un autor a través de los conflictos constitutivos del
sentido del texto. Aparentando sumergir al intérprete en la inmanencia del texto, ellos remiten a la
confrontación del texto y de su afuera. El conjunto de teorías de la mente a menudo muy
espinozianas que tratan de identificar el estudio de las ideas con el estudio de su producción pero
otorgan a este término de producción un valor abstracto, extraño al gesto de la mano corriendo
sobre el papel, encuentran una concretización en el análisis de las producciones intelectuales a
través de la escritura. Karl Mannheim, en su Sociologie du savoir, define el modo de interpretación
sociológico como el más pertinente, dado que se caracteriza por una puesta en perspectiva de las
constelaciones intelectuales y su funcionamiento en relación con una esfera de referencia, un ens
realissimum19. Este vínculo de las ideas con una situación específica de los autores o usuarios se
modifica permanentemente: “La historia de las ideas no puede satisfacer el proyecto que ella misma
se ha fijado –analizar la historia del pensamiento en una evolución sistemática- sino a fuerza de ser
completada con un análisis histórico de las perspectivas de sistematización tomadas en su sucesión
dinámica20.” En suma, Mannheim propone reemplazar una historia de las ideas o de los saberes por
16 Louis Hay, « Critique, textes et manuscrits », en Scolies 1, 1971, p.3917 Ibid, p.4018 Pierre Macherey, Pour une théorie de la production littéraire, París, 1966, p.98 19 Karl Mannheim, Wissenssoziologie, Ed Wolff, Luchterhand, Neuwied am Rhein, 1970, p 39220 Ibid, p.373
9
una historia de las perspectivas material y existencialmente definidas que han suscitado su
emergencia. Según un principio que se remonta a Vico, no se conoce sino Los enigmas que el texto
nos plantea pueden hallar una respuesta en el manuscrito, del mismo modo que éste puede hacer
surgir otras preguntas que el texto no habría permitido vislumbrar aquello que se ha producido o
reproducido. Sin embargo, la sociología del saber de Mannheim, como la mayoría de las teorías de
la producción intelectual existentes, conlleva una grave laguna: la relación entre las condiciones y la
idea está planteada inmediatamente, en una síntesis abusiva, cuando en verdad es el resultado de un
trabajo de escritura muy complejo. Asociada al relativismo de Mannheim, subsidiario de una
búsqueda de la “pertenencia” práctica21 de los sistemas intelectuales, la genética deviene crítica de
la ideología.
La moda de la génesis que atraviesa todas las ciencias humanas es el signo de un cambio radical que
resulta especialmente del efecto de atracción, diríamos casi de aspiración, producido por el
despliegue histórico del texto. Las teorías de la producción intelectual son, lo hemos visto,
inmediatamente confirmadas por la intervención de los borradores. Pero la lingüística es interpelada
en sí misma por este nuevo objeto. ¿Cómo las investigaciones sobre la enunciación podrían por
ejemplo, de ahora en más, evitar estos principios de capítulo donde a través de un verdadero
balbuceo gráfico un autor se esfuerza por comenzar? La enunciación siempre ya enunciada,
verdadero arquetipo de lo incognoscible según Todorov,aparece frecuentemente bajo un sol diferente, verdadero porque nada, ni siquiera los manuscritos, podría revelar el cómo, el porqué, en fin, el verdadero origen de una escritura. Falso porque “lo incognoscible” pierde su poder absoluto desde el momento en que la mirada voyeurista posada sobre el manuscrito retira una parte del velo y descubre subrepticiamente los fragmentos de una enunciación in statu nascendi22
¿Cómo separar una especulación sobre la emergencia del tiempo lingüístico del análisis de los
cambios temporales en el comienzo de los borradores de la Recherche du temps perdu? Pero si es
necesario integrar en las investigaciones lingüísticas los datos de los borradores, esto no puede
efectuarse sino al término de un análisis cognitivo de la lectura lingüística del manuscrito. ¿Qué es
para un lingüista leer un borrador23? El objeto nuevo amenaza con poner en cuestión la disciplina
que lo aborda. Porque la lingüística está tan despojada como las otras disciplinas ante la abundancia
que caracteriza un manuscrito de trabajo pero, más preocupada por un formalismo riguroso, ella se
ubica en la medida en que utiliza la herramienta informática. La búsqueda de modelos formales
susceptibles de registrar, almacenar e interrogar con todo rigor la abundancia del borrador proviene
directamente de la atracción que ejerce la génesis. El obstáculo para una difusión más extensa de la
genética entre los lingüistas parece hasta ahora haber residido en la “literariedad” de los textos de
los que se han conservado los borradores. ¿Por qué la enunciación en Proust o en Heine sería más 21 Ver Luis J. Prieto, Pertinence et pratique, París, 197522 A. Grésillon y J. L. Lebrave, Avant propos de Langages, marzo de 1983, número titulado Manuscrits-Ecriture-Production linguistique, p.723 Ver Jean Louis Lebrave, « Lecture et analyse des brouillons », Langages, marzo de 1983
10
significativa que en cualquier otro? Pero esta exclusión parece haber suscitado la pregunta inversa
que abre más ampliamente la genética a los estudios lingüísticos: ¿por qué los grandes autores que
son ciertamente garantes de la identidad de una lengua no merecerían el modesto status de locutor
competente?
De la génesis a la etiología no hay más que un paso y la imagen de la profundidad del texto invita a
situar allí el inconsciente. No obstante, un estudio de la elaboración de las ideas a través de los
manuscritos debe diferenciarse del psicoanálisis aplicado a la literatura, del textanálisis.
Ciertamente, J. Bellemin-Noel posee el mérito de haber sido el primero en utilizar los manuscritos a
los fines de un análisis literario, llegando a comenzar su trabajo Le texte et l’avant-texte (París,
1972) mediante la fórmula programática “La literatura comienza con la tachadura”. Él ha
contribuido extensamente a forjar una terminología del estudio de los borradores, y es cierto que la
oposición de lo consciente y lo inconsciente proporciona una metáfora cómoda para percibir las
relaciones del texto y los manuscritos de trabajo. “La lectura interpretativa que aspira a percibir el
murmullo del inconsciente en los agujeros, los giros y los desvíos del texto “evidente” resulta ser la
mejor posicionada para sacar provecho de la conjunción del texto y del pre-texto24”. Pero además de
que el trabajo con los borradores está lejos de ser siempre inconsciente, el psicoanálisis tiende a dar
a las metáforas un valor de epistemología, transponiendo arbitrariamente al análisis de manuscritos
la imagen de la cura psicoanalítica. El empeño en determinar que el texto no es su autor no hace
más que subrayar las posibilidades de confusión. El deslizamiento perpetuo y necesario entre el
sujeto que produce el texto y el sujeto en el texto desemboca en una hipertrofia del momento
subjetivo en la escritura que hace poco caso de su historicidad–frecuentemente, admitámoslo, una
historicidad de las formas de desear- y a menudo transpone la identificación tradicional del texto y
del autor. Si el juego de las connotaciones o la gratuidad de las búsquedas de anagramas expresan
en definitiva los fantasmas del lector, el número limitado de los estereotipos psicoanalíticos a los
que remiten esos fantasmas tiende a dar una explicación mecanicista de las supresiones, de los
inflamientos o de todas las modificaciones que jalonan la génesis. En conclusión, la perspectiva
psicoanalítica de los borradores sacraliza paradójicamente el texto final en la medida en que este es
portador, en adelante, de un no-dicho esencial. Este no-dicho presente-ausente es el garante de una
autenticidad en la cual percibimos que el “Ursprung” heideggeriano se yuxtapone fácilmente con el
inconsciente freudiano. Así como la autenticidad del ser no altera jamás la autenticidad del ente, el
textanálisis no pone nunca en cuestión la validez del texto final. Por el contrario, más bien evita el
análisis de los manuscritos, y de manera muy característica el reciente estudio de J. Bellemin-Noël
Vers l’inconscient du texte (París, 1979) los ignora. ¿Qué habrían aportado a la genética las
perspectivas psicoanalíticas que de Reich a Marcuse pasando por Ferenczi o Fromm han postulado
24 Jean Bellemin-Noël, le Texte et l’avant texte, París, 1972, p.127
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la socialidad del inconsciente? Resulta difícil decirlo dado que la pregunta parece no haber sido
jamás formulada.
Como podemos ver, el efecto de atracción que ejerce la genética puede a veces apoyarse sobre
frágiles metáforas. El injerto que se produce en todas las direcciones no es necesariamente viable.
Sin embargo, este efecto es una de las implicancias más importantes de la génesis y es también
objeto de un escándalo latente. Ya que finalmente, la etnología, la arqueología, la sociología
empírica, manifiestan actualmente pocas aptitudes, a pesar del reconocimiento institucional del que
gozan, para generar perspectivas teóricas universales. Y es de los estudios literarios, condenados
por muchas instancias científicas oficiales a un insondable desprecio, y peor aún, de la parte más
notoriamente polvorienta de los estudios literarios, del análisis de variantes, que nace una ola de
fondo que cuestiona todas las situaciones conseguidas: la moda ama los escándalos.
Los horizontes de un método
El tratamiento estrictamente filológico de los manuscritos en vistas de la constitución de una
edición crítica es tradicionalmente considerado como el dominio de un formalismo cuyas
discusiones bizantinas sobre el mejor aparato posible son su expresión y que ignora
extraordinariamente el enraizamiento del devenir textual en un devenir social global. Ahora bien, si
admitimos realmente las consecuencias de una historicidad interna del texto-estructura, la
alternativa de un texto-reflejo o de un texto totalmente ajeno al mundo circundante se desplaza por
completo, dado que la distancia que separa dos fases de elaboración es del mismo orden que la que
separa dos eventos sucesivos. Desembocamos así en una perspectiva singular que podríamos
designar como una sociología del en sí del texto. En efecto, a medida que se multiplican las redes de
sentido de las que se compone el texto, se vuelve cada vez menos necesario compararlo a un afuera
a menudo inconmensurable y el problema se desplaza hacia el interior del texto, hacia las múltiples
relaciones entre sus diversos estratos. Podemos decir también que la distinción entre interior y
exterior se desdibuja en la medida en que las relaciones internas entre los niveles de redacción son
el residuo de un debate con los movimientos ideológicos contemporáneos. Al devolverle al texto su
dimensión de objeto histórico observamos su interpenetración con su referente exterior. El texto no
corre ya el riesgo de ser confundido con un reflejo sino que, mejor dicho, constituiría una analogía
en el sentido escolástico de participación en el ser que conlleva ese término. No estamos ya frente
una estructura congelada que confronta con un flujo histórico, sino ante dos realidades
consustanciales. Los manuscritos son así el lugar mismo de conflicto entre movimientos
ideológicos, y hacer de eso un objeto de estudio implica renunciar a los equilibrios armoniosos para
encerrarse en una precariedad perpetua donde se elaboran los pensamientos nuevos. En los
manuscritos coinciden corrientes ideológicas diversas y heteróclitas que no solamente tratan de
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alcanzar una síntesis original siempre amenazada sino que, sobre todo, determinan el
desplazamiento que se opera entre dos fases de elaboración, las presiones que son el motor del texto
en gestación.
Contrariamente a la extrema diversidad de los corpus de manuscritos, un método único o, más bien,
perspectivas metodológicas congruentes tienden a afirmarse, matizando cada nuevo objeto un cierto
punto de la metodología de aproximación. Como prueba de esta perspectiva metodológica única
pero virtual, remarquemos la convergencia de algunos corpus heterogéneos, cuyo análisis preciso
queda a veces por hacerse, y de principios generales. En diversos estudios consagrados a la génesis
de los textos de Zola, Henri Mitterand pone en evidencia la presencia de un discurso colectivo en
los manuscritos del novelista:Un enunciado cualquiera reutiliza y encadena materiales en general no inéditos, en el sentido propio del término; ellos han sido hablados (o escritos) en otra parte, en otros tiempos y en otros lugares; han participado y continúan participando de un discurso múltiple, colectivo. […] Todo enunciado es un enunciado proyectado, proyección –al menos para una parte- de la cultura donde enraíza, es decir de un estereotipo previamente construido. Todo texto está sobredeterminado por modelos de pensamiento y figuras que forman su medio matricial.25
Ese prefabricado genético, de donde por una cadena de derivaciones va a emerger la novela
l’Assommoir, no es otro que el artículo “obrero” en el diccionario Larousse del siglo XIX. Este
artículo resume lo que H. Mitterand llama la “competencia” del autor Zola, conjunto de frases
ideológica de base que son sometidas a un segundo elemento de la génesis, el “programa”, teoría
explícita de la novela, representaciones formales, etc. La interferencia de esos elementos provoca
cambios abruptos, especialmente al nivel del plan. Los manuscritos de Zola parecen invitar, a
primera vista, a la reconstrucción de una génesis perfectamente lineal. ¿El autor no conservó ni
transmitió sus documentos de trabajo, todas las fases de la composición y del plan? No obstante, el
estudio genético, al poner esgrimir la noción de prefabricado tiende a romper esta linealidad que da
un lugar privilegiado a la intención afirmada para ponerla casi en contradicción consigo misma al
volverla ampliamente subsidiaria del medio matricial, al hacer intervenir sin reflejo el contexto
ideológico en el texto. Aun en un autor cuya obra está tan excepcionalmente programada como la
de Zola, la genética pone el acento sobre la ausencia de todo telos en el proceso concreto de
escritura, sobre la manera en que los contenidos adquiridos subvierten las intenciones iniciales al
punto de transformarlas permanentemente.
Lo posible reemplaza al telos. Y por posible no entendemos ese texto imaginario que completaría
un fragmento y cuyos manuscritos validarían la reconstrucción, sino un modo de ser del texto
mismo en su dinamismo. La noción de posible es uno de los puntos de anclaje teórico más o menos
directamente expresados por todo método genético de acercamiento a los textos. Los manuscritos de
25 Henri Mitterand, « Programme et préconstruit génétique : le dossier de l’Assommoir », en Essais de critique génétique, París, 1979
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l’Homme sans qualités de Robert Musil proporcionan con respecto a esto un ejemplo de las
interacciones de la escritura y de la idea de posible, que se transforma él mismo en contenido. Musil
no pudo jamás resolverse a terminar su novela, renunciando en 1938 a publicar una continuación
provisoria ya concretada mediante pruebas. No obstante, los manuscritos –conservados en Viena y
parcialmente publicados en la última versión Frisé de 1978- presentan una singular hipertrofia del
tipo de borrador donde se elabora generalmente el cierre del texto, notas organizativas. Esas notas
se caracterizan además por un sistema de siglas extremadamente complejo que cada una de las
hojas reunidas remite al menos a otras tres o cuatro hojas, componiendo una vastísima red cuyo
funcionamiento exacto queda por descifrar y que forma una estructura en perpetuo movimiento. Los
usos del famoso “conjunctivus potentialis” se encadenan al interior de una misma nota organizativa,
donde se trata de hacer funcionar un sistema de siglas aparentemente riguroso pero que sirve de
argumento perpetuo a una fuga hacia afuera de la estructura en camino de ser elaborada. El empleo
obsesivo del adverbio “eventualmente” otorga una concretización semántica a esta incertidumbre
programada. En cuanto al acercamiento de fragmentos, que hace que algunas páginas parezcan
desarrollos matemáticos y corresponde a un verdadero juego, conduce frecuentemente a ciertas
aporías, a contradicciones que liberan a una estructura posible de la necesidad de constituirse en
realidad. Si muchas hojas se titulan “Aufbau” (plan) porque tratan efectivamente de constituir un
capítulo, o “Ideenblatt” porque bosquejan un reagrupamiento temático, esos son precisamente los
lugares donde la fuerza cetrífuga del sistema de siglas está llevada a su paroxismo. Esos
acercamientos sistemáticos en forma de fuga a menudo suscitan, por otra parte, hallazgos
(“Einfälle”) calificados como tales y volcados en el sistema. Al poner nuevamente en cuestión el
desarrollo lineal de una génesis, Musil tiene la impresión angustiada de sacudir las leyes mismas de
la causalidad: “¿Podemos describir de manera unívoca un todo (un sistema) cuando cada elemento
está en función de otros elementos26?” Las tesis sobre la causalidad del físico positivista E. Mach,
en boga en la Austria de los años ’20, son también principios de la escritura de l’Homme sans
qualités. La atención exacerbada puesta en el gesto de escritura y su inadecuación a todo
determinismo causal hace del posible el sujeto mismo de la novela. El posible que se corresponde
con rechazo del telos en los estudios de génesis contribuye evidentemente a socavar la
representación del texto como sistema cerrado y las consecuencias de esta representación en la
edición y las interpretaciones perfectizantes. Sin embargo, la genética no excluye toda forma de
sistema. Pero aquello que era sistematicidad de un escrito deviene sistematicidad de una escritura,
de un devenir. Un ejemplo de esta nueva sistematicidad donde la coherencia de una escritura se
sustituye a la coherencia postulada –de hecho a la incoherencia- de un texto y de una filosofía, es
26 Robert Musil, Der Mann ohne Eigenschaften, Reinbek, 1978, p.1880
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proporcionado por los manuscritos encontrados en París del Passagenwerk27 de Walter Benjamin.
Los cuadernos de estudio de Benjamin, seguidilla de fragmentos sobre el París del siglo XIX o de
notas sobre la historia o la estética fueron consideradas, desde el momento en que Adorno entró en
posesión de estos documentos hasta la edición de R. Tiedemann en 1981, como la suma filosófica
adaptada a la situación de estallido propia del siglo XIX. Ese modelo supuesto ha influenciado
extensamente las orientaciones teóricas de la Escuela de Francfort. No obstante, los planes parisinos
de un libro sobre Baudelaire, superponiéndose al proyecto del Passagenwerk, transforman la obra
virtual en un sistema de escritura ininterrumpida. Vemos a Benjamin componer listas temáticas de
sus extractos y aforismos que traicionan ya una reinterpretación del material de base. Sus listas
temáticas son luego articuladas en planes de cinco o seis secciones, estando el conjunto de planes y
secciones repartido, según un formalismo ancestral, en tres partes: tesis, antítesis y síntesis. En tanto
que la tesis es la categoría barroca renovada de la alegoría, la antítesis presenta la figura concreta de
Baudelaire, flâneur en medio de la masa, héroe moderno, mientras que la síntesis transpone la tesis
sobre el plan de una historia cuyas nociones de mercancía y de eterno retorno constituyen el centro.
La proyección de la alegoría barroca sobre una teoría de la historia de inspiración marxista es tan
poco evidente que Benjamin, para asumirla, está obligado a hacer intervenir no solamente una serie
de notas organizativas, sino también una seguidilla de giros, verdadera circulación entre las listas de
resúmenes temáticos. Una serie de símbolos de color, cuyo origen debe ser buscado en la filosofía
del lenguaje un poco cabalística profesada por Benjamin, jalona los movimientos de los borradores.
¿Qué sucede? Un mito filosófico ha sido transformado en sistema de escritura generando
movimientos textuales incesantes. Cada fragmento está siempre en equilibrio entre un resumen
interpretativo y un giro que modifica su naturaleza. Ese movimiento es el de un pensamiento vivo,
el de Benjamin a fines de los años ’30.
En las antípodas de la obra filosófica de Walter Benjamin, enraizado en problemas intelectuales de
la república de Weimar, los muy numerosos manuscritos estéticos de Winckelmann conservados en
la Biblioteca nacional deberían mostrar cómo esta sistematicidad de la escritura ha podido
presentarse al siglo XVIII en un autor cuya obra mayor, l’Histoire de l’art dans l’antiquité (1763),
tiene al menos cuatro fases de redacción conocidas28 y de la cual Goethe, más prudente, decía que
sólo las necesidades de la tipografía lograron fijarla bajo una forma rígida. Así, el borrador de las
Anmerkungen (Observaciones complementarias) de 1766 corrige la concepción del Bello
desarrollada durante la fase de redacción precedente reuniendo mediante una red de referencias de
notas aparentemente heterogéneas, de la misma naturaleza que aquellas que encontramos en los
27 Ver M. Espagne y M. Werner, « Les manuscrits parisiens et le Passagenwerk », comunicación en el coloquio Benjamin, París, junio de 198328 Ver Carl Justi, Winckelmann und seine Zeitgenossen, Leipzig, 1898, p.74
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dossiers de fragmentos de lecturas sobre páginas casi en blanco29. Cuando, por ejemplo,
Winckelmann hacia 1754 resume en tres partes el libro fundamental del Abad Batteux les Beaux
Arts réduits à un même principe (París, 1746) insistiendo en la idea del carácter artificial del arte30,
su recorte arbitrario es ya un momento en la escritura de l’Histoire de l’art. Este procedimiento deja
suponer una disminución extrema del proceso que va de la lectura pluma en mano de textos ajenos a
la redacción de una obra. ¿Esta disminución es propia de Wickelmann o del siglo XVIII? Lo cierto
es que él pone el modo de lectura, la elección de fragmentos, la manera de practicar los recortes, en
el centro de un análisis del sistema de escritura.
¿Zola, Musil, Benjamin, Winckelmann o Kafka? El carácter a la vez heterogéneo y arbitrario de
esta lista tiene valor de programa. Porque el método único utilizado para estudiarlos, por más
dependiente que sea de la especificidad empírica del objeto, se inscribe en un movimiento de
horizontes todavía impredecibles de análisis de textos a partir de su génesis. ¿La génesis una moda?
Posiblemente pero sobre todo una nebulosa cuyo origen percibimos claramente, de la cual sería
vano querer delimitar los contornos y que atraviesa todas las disciplinas fundadas sobre textos, el
conjunto de las ciencias humanas. Una sorprendente explosión de aquella que ritualmente suele
juzgarse la menos fecunda. Se producen así impactantes giros: el formalismo, presumido de
variantes, deviene el lugar de un análisis de las producciones ideológicas. La noción misma de texto
tiende a desdibujarse en un dinamismo que mitiga las insuficiencias de la teoría alemana de la
recepción y hace trastabillar a un estructuralismo agotado. Los estudios literarios abandonan la
retórica por una clasificación minuciosa de folios, si no por análisis ópticos de los trazos, y auxilian
a las disciplinas vecinas. Todos nuestros conocimientos sobre los autores de los que conservamos
borradores están virtualmente contaminados de insuficiencia ya que es necesario tener en cuenta
una “tercera dimensión” de la obra literaria, o filosófica, o histórica, o económica, o estética: la del
proceso material de su elaboración. Cuando el interés a veces excesivo que ponemos en el
tartamudeo enunciativo, la atracción sospechosa por sus sobrecargas marginales que es de buen
gusto exhibir, el vértigo sacerdotal frente al misterio de los orígenes, se atenúen, la moda, cuyos
movimientos habrán entrenado al Barrio Latino sobre nuevas pistas, habrá al menos ejercido una
función mayéutica, despertando a los estudios textuales a la conciencia de un nuevo rigor.
29 Ver André Tibal, Inventaire des manuscrits de Winckelmann, París, 191130 Manuscrito BN All 62 fol 46
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