· icaria, cuyo nombre se deriva de icaro, ... se cuenta la aventura siguiente. ... y así era el...
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COMPENDIO
DE LA HISTORIA UNIVERSAL,
ó
P I N T U R A H I S T Ó R I C A
D E T O D A S L A S N A C I O N E S ,
S U O R I G E N , V I C I S I T U D E S Y P R O G R E S O S H A S T A
N U E S T R O S D Í A S .
OBRA ESCRITA EN F R A N C É S
Por Mr. Anquetil, miembro de varias Academias literarias.
T R A D U C I D A
POR EL PADRE DON FRANCISCO VÁZQUEZ,
Clérigo Reglar de San Cayetano.
T O M O III.
M A D R I D EN L A IMPRENTA R E A L .
POR B. PEDRO JULIAN P E R E V R A , IMPRESOR DE CAMARADE S. M
A N O B E l 8 0 I . A ' / '
COMPENDIO
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L .
ZAS ISLAS GRIEGAS.
L a s divisiones generales de las islas gr ie
gas son dos: las Cic ladas, así llamadas de una
palabra griega que significa círculo, le for
man al rededor de Délos isla de A p o l o . Las
Esporadas tienen este nombre de otra pala
bra griega que significa sembrar, porque dis
tantes del círculo de D é l o s , están como sem
bradas confusamente por la superficie del mar.
Algunas hay que no debian nombrarse si la
historia griega no hiciera mención de ellas
algunas veces.
Proconeso sobre la costa de T r a c i a , en
frente de C í c i c o , es conocida por sus bellos
mármoles, que son los que reciben el pul i
mento mas fino. N o quiso Constantino otros
para hermosear su nueva ciudad de Cons-
tantinopla.
Bésbisco, cerca de C í c i c o , se cuenta en-
A 2
4 , C O M P E N D I O
tre las islas que se ¿cuacaren de la tierra
i r m e .
T é n e d o s , enfrente de la antigua Troya,
tendrá nueve leguas de boxeo. D e esta is
la salieron las serpientes de largos y tortuo
sos enroscados, que tragaron á Laoconte y á
sus hijos : djtras de ella se ocultáion los
G r i e g o s , fingiendo levantar el sirio de T r o
ya : sus habitadores eran tan justicieros, que
pasó á proverbio la justicia teñe di ana, para
decir justicia severa. Produce el vino mos
catel mas delicioso de levante. Justiniano la
hizo un pósito para los trigos que se lleva
ban á Constantinopla. Esta fue de los Per
sas , de los Atenienses, de los Lacedemonios,
de los Romanos , y por último es de los
Turcos .
Lesbos puede tener ciento veinte leguas
de boxeo : en ella nació Arion , tenido por
e l inventor de la l i ra : Teofrasto, x*efe de la
filosofía peripatética después de Aristóteles:
Pi taco, uno de los siete sabios de G r e c i a : A l -
f e o , poeta lírico: Safo , llamada la musa dé
c i m a : Tepsandro, que dio á la lira la sép
tima cuerda : Helamio , célebre historiador:
Calías , laborioso comentador de AlJeo y de
S a f o : Dio ianes , famoso retoiico, y otros mu-
D E T.A H T S T O U I A U N I V E R S A L . $
chos. Tiempo hubo en que los Romanos, q u e
se querían perfeccionar en la bella literatu
ra , se retiraban á R o d a s , á Atenas o Mitile*
ne , capital de Lesbos.
El vino de Lesbos sirvió un día á Aris
tóteles para apreciar el mérito de dos gran
des hombres. Le preguntaron á quien daba
la preferencia entre Menedemo de Rodas , y
Teofrasto de Lesbos Hizo que le echasen vi- 1
no de estas dos islas, le gustó, y dixo : „ A m
bos son excelentes; pero el vino de Lesbos
es superior."
A esta isla la poblaron colonias como á
otras; v los xefes que las conducian se ha
dan Reyes. Después se estableció la demo
cracia : con el tiempo todas las ciudades afec
taban superioridad sobre sus vecinas, y de
aquí las guerras civiles que paraban en t i
ranía. A Pitaco, que habia echado fuera á un
tirano de Mirilene , le- suplicaron los habita
dores que tomase el ce tro : este gobernó con
grande prudencia , y muchos de sus juicios
fueron grabados en las paredes del templo de
Apolo en D e l f o s , como oráculos de justicia.
U n a de sus leyes parecerá severa: en esta
determinaba que todas las culpas cometidas en
la embriaguez fuesen doblemente castigadas.
6 C O M P E N D I O
Los Lesbios entraron en todas las guer
ras de los Persas, en las de los Atenienses y
Lacedemonios, y en las de Mitrídates y los
Romanos. E n quanto á las costumbres tenian
mala fama los hombres, y peor las mugeres.
Para decir vida estragada se decia en gene
ral una • vida lesbia. A esta isla la llaman
M e t i l e n a , y tiene al rededor muchas islitas
de poca importancia.
Los • atributos principales que se hallan
en las medallas de Q u i o ó Escio son rela
tivos al vino , como vastagos, toneles y co-.
pas. A los poetas no les pareció exageración
llamarle néctar ó ambrosía. Si se cree á los
habitadores, esta deliciosa bebida calentó la
imaginación de H o m e r o , que dicen haber na
cido entre ellos. Muestran tina especie de an
fiteatro que llaman su escuela, y está colo
cado en e l mejor viñedo. Era preciso repetir,
para hablar del gobierno de Q u i o , lo que se
ha dicho de otras c iudades, monarquía, re-,
pública,- tiranía y sujeción á los vecinos isle
ños, ó á los imperios grandes. Siempre seria
volver al- círculo sin rasgo alguno de impor
tancia. Solamente se advierte que habiendo
adquirido por traición y con sacrilegio un ter
ritorio m u y férti l , hicieron por mucho tiem-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 7
po escrúpulo de emplear en los sacrificios e l
producto de aquella t ierra ; y así tenian los
frutos y trigo que producía por profanos y
por indignos de ser ofrecidos á los dioses; pe
ro no l legó el escrúpulo á no aprovecharse
de aquel territorio. Q u i o es e l centro de otras
ocho ó diez islas pequeñas.
Icaria , cuyo nombre se deriva de Icaro,
tiene buenos pastos. Patmos excelentes puer
tos : toda se compone de rocas , y servia
para destinar los desterrados. Leros daba e l
áloe. Fármaco y L u d o eran retiro de piratas.
Estos hicieron allí prisionero á Jul io César.
Esculapio, dios de la medicina, tenia un
hermoso templo en C o o , y le honraban con
un culto particular. E n ella nació Hipócra
tes, restaurador de esta ciencia. Homero hon
ra esta isla con el epíteto de bien poblada,
y no existían aun Hipócrates, Sennio y otros
famosos médicos que allí se formaron. X e -
nofonte, médico del Emperador C l a u d i o , que
se tenia por descendiente de Esculapio, con
siguió de este Emperador que eximiese de
toda contribución el lugar de su nacimiento:
mucho debió C o o á la . medicina. Se gloria
ba esta isla del nacimiento de A p e l e s , y en
ella hizo la magnífica pintura de V e n u s sa-
8 C O M P E N D I O
liendo del mar. E l gobierno fue monárquico;
democrático ó aristocrático hasta que fue de
los Romanos. Se fabricaba en C o o una tela
tan fina que era del todo transparente. Las
damas romanas la estimaban mucho, y las her
mosas tenían el gusto de creerse vestidas sin
estarlo. D i c e n que Nisnia , que es una pe
queña isla, es una separación que el mar hi
zo en C o o . Cárpato , que apenas es mas gran
d e , dicen que tenia tres ciudades. Otras mu
chas que hay por allí mas deben contarse por
su pequenez como rocas que como islas: no
obstante , la benignidad del clima y la fer
tilidad de la poca tierra que tienen atraen
habitadores.
Tera , cerca de C r e t a , debe su nombre
á T e r o Lacedemonio, que l levó allí algunos
descendientes de los Argonautas, y de estos
se cuenta la aventura siguiente. Los l levó el
mar de aquí para a l lá , y llegaron al terri
torio de Esparta : fueron bien recibidos de
los habitantes, que no solo les dieron tierras,
sino mugeres también. Estos aventureros cons
piraron contra los propietarios, queriendo ha
cerse dueños de todo el pais. Se descubrió
la trama , y cogiéndolos á todos, los conde
naron á muerte. U n dia antes que se execu-
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tase la sentencia pidieron las' mügeres per
miso para entrar á despedirse de sus mandos;
y concedida esta gracia, entraron, cambiaron
con ellos de vestido, y de este modo los sal
varon. U n R e y de Esparta , llamado Teras,
que después de haber renunciado la corona
se cansó de ser vasallo, pensó en reunir es
tos extrangeros y transportarlos fuera de las
tierras de la república. Se hizo pues su ca
pitán , y desembarcó en una is la, á la que
dio el nombre de Tera.
Tan poblada estaba la isla de C e o s , que
se hizo una ley que mandaba que todos los
que pasasen de sesenta años tomasen veneno
para dexar á los otros de que subsistir. Es
verdad que era permitido á los que no que-
rian sujetarse á esta ley salir de la isla; pero
no podian llevar consigo cosa alguna. Los
habitadores de J u l i a , ciudad de C e o s , vién
dose sitiados por los Atenienses, se propu
sieron quitar la vida á todos los niños para
que la obligación de cuidarlos no los dis-
rraxese de los trabajos de la defensa. Sa
biendo los Atenienses esta resolución el igie
ron antes levantar el sitio. E n Ceos nació
Simónides, el primero que hizo versos pa
ra cantarlos en los funerales. En C i t o , cer-
I O C O M P E N D I O
ca de C e o s , hay baños calientes.
Serifa está erizada de rocas y llena de
minas de cobre , que son las que hacen mal
sano el ayre. Su principal producción son ce
bol las, y así era el lugar adonde los Empe
radores enviaban á los que querían castigar
con el mas penoso destierro. Preguntó uno de
estos desterrados á un serifiano, qué delito
era el que podia tener por pena ser dester
rado de Serifa; y le respondió, que el per
j u r i o : y así haz presto un juramento falso, y
te desterrarán de un lugar tan execrable. A
esta isla envió Augusto á un orador que ha
blaba con demasiada libertad , porque diez y
siete años de destierro en Creta no le habían
curado de este mal.
Si hubiera ateístas, podría tener para ellos
alguna estimación; porque fue patria de D i á -
goras , el primero que negó la existencia de
los dioses. L o que de esta isla se apreciaba
era su alumbre , su miel y sus a g u a s , que
curaban la sarna, bien que daban la hidropesía.
Sífano y Argentera tenían minas: la pri
mera de plomo, y la segunda de plata: di
cen que hoy las ocultan los habitadores, te
miendo que los Turcos los hagan trabajar en
ellas. Turnefort describe las cavernas de Olea-
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to , mas conocida por el nombre de Antípa-
ros. Parece que en su origen son canteras de
mármol , y también las que han dado luces
sobre la vegetación de las piedras.
F u e Naxós una isla floreciente, guerre
ra , fértil en excelentes vinos, y tuvo un so
berbio templo en honor de Baco. Sus frutas
son deliciosas, y sus llanuras están cubiertas
de naranjos, o l ivos , viñas, higueras y mora
les: también tiene cedros. S u mármol mas es
timado es el verde , cortado con venas blan
cas. Los Atenienses la subyugaron , los echa
ron de el la, y aun volvieron. Por últ imo, los
Romanos la hicieron sufrir la misma suerte
que á las demás.
Paros es nombrada por sus mármoles. L o
selecto de la materia convidaba á los artífi
ces , porque pocos parages hay en donde se
encuentren tantos restos de columnas, arqui-
traves y pedestales. Los muros de Parrequia,
edificada sobre las ruinas de Paros , todos se
componen de estos restos. E n lo antiguo se
llamaba la isla opulenta, poderosa, feliz. Es
taba m u y soberbia por su riqueza, y ahora
se reduce al producto de un pequeño co
mercio. F u e patria de Arquí loco, el poeta sa
tírico mas mordaz. .
I 2 C O M P E N D I O
Esciros abundaba en v i n o , trigo y otros
comestibles. Su ayre es muy sano. F u e patria
de Feréc ides , uno de los mas sabios filóso
fos de la antigüedad , maestro de Pitágoras,
y discípulo de Pitaco. Dicen que fue el pri
mero que escribió en prosa , observo las re
voluciones de la luna , pronostico los eclip
ses , y enseño el dogma de la inmortalidad
d í l alma con el disparate de la transmigra^
cion que aprendió de los Fenicios. Micon,
A n d r o s , C i r o s , Teos y otras islas adyacentes
no nos ofrecen mas que sus excelentes vinos
y bellas ruinas.
Tres templos se veían en la isla Délos:
el primero consagrado á Latona, el segun
do á D i a n a , y el tercero á Apolo. Este úl
timo era uno de los mas soberbios edificios
del universo. Los oráculos que se daban en
él eran muy estimados ; decian de ellos que
eran mas claros que los que daba en Delfos,
porque estos eran obscurísimos ; no obstante
pensaban que se podian aplicar con mas se
guridad. Ocupaba el templo de Apolo gran
de parte de la isla, y aun toda ella era asi
lo no solo para los particulares, sino para las
naciones. Hubo ocasión en que estando en
esta isla exércicos enemigos entre sí , ninguna
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hostilidad hicieron por respeto al lugar en que
se hallaban. Todos los Griegos concurrieron
á la construcción de este templo y de sus mag
nificas galerías, en cuyas ruinas se le n aun los
nombres de muchos Reyes que contribuye
ron. Enviaban sus ofrendas y dones muchas
veces con personas solamente diputadas para
este solo fin. En el dia van muchos cuiiosos
á buscar vestigios de los antiguos monumen
tos : y tan cubierta está la tierra de escombros,
ruinas y espinas que no es posible cultivarla,
ni hay en ella un habitador. V e aquí lo que
es Délos antigua y moderna.
Después de ver á Esciros, en donde es
tuvo Aquiles disfrazado en trage de muger
en la corte de Licómedes, se pasan quatro is
las pequeñas para llegar á Lemnos consagra
da á V u l c a n o , y habitación de los pi ¡meros
herreros. También invocaban á Juno madre
de este dios , y todos los años la sacrificaban
una muger joven. Una tierra, que llaman si-gilata por el sello de los sacos en que la
traen, se ha tenido siempre por excelente re
medio contra la ponzoña, mordeduras de ser
pientes , heridas y fluxo de sangre; y es una
especie de calizo que iban á buscar con ce
remonias religiosas , y lo mismo hacen los
I 4 C O M P E N D I O
Griegos modernos quando la recogen. Una
grande parte de esta tierra se envia al
G r a n S e ñ o r , y la restante se vende por su
cuenta : no pueden los habitadores reservar
se nada de ella sopeña de muerte. También
habia en Lemnos un laberinto, edificio mag
nífico. Imbros y Taxós tenian minas de oro.
L a isla de Samotracia era famosa por los
honores que en ella se hacían á los dioses
Cabiros. N o concuerdan entre sí los sabios en
e l origen de esta palabra ni en su significa
do ; pero parece que por ella entendían los
m u y poderosos dioses. E l juramento mas sa
grado era el que se hacia por los dioses de
Samotracia. N o se deben pasar en silencio
las ceremonias de la iniciación : pues se ha
llará en ellas alguna semejanza con las que
dicen practicarse en una asociación de nues
tros dias. Colocaban al que habia de ser ad
mitido en una especie de trono : le ceñían
con cintas de color de púrpura: le coronaban
de l a u r e l ; y después danzaban al rededor de
é l los Sacerdotes y los espectadores. Concluía
la danza con execraciones contra los que re
velasen lo que pasaba en sus asambleas. D e
be notarse que el atributo de un C a b i r o , se
g ú n se ve en las medallas, era un martillo.
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I £
Por demás seria buscar hoy en Corcira
los jardines del R e y A l c i n o o ; pero á un la
do de una tierra arenisca y estéril se ve otra
abundante en árboles frutales, ol ivos, higue
ras y viñas, con bellas casas, y estos son los
bellos jardines. L o mismo hay en Leucada y
Citéra. E n quanto á las Estrofadas, Equina-
das y una multitud de islas parece que la
naturaleza, quando las repartió sus mas pre
ciosos adornos, quiso hacerlas asilos de la fe
licidad y la p a z , y no obstante casi siempre
han sido los teatros de las guerras extrange-
ras , ó de las turbaciones domésticas, ó inva
didas por los piratas.
Era Egina una tierra pedregosa; pero la
industria de los habitadores la hizo férti l , por
haber conseguido á fuerza del trabajo, y mo
viendo mucho la tierra, fecundizarla. F ingie
ron los poetas que después de una peste que
desoló el pais, hicieron los dioses unos hom
bres conocidos con el nombre de Mirmido
nes (hormigas) , esto e s , que á los holgaza
nes sucedieron los laboriosos. Solón era de
Salamina.
Concluiremos la larga enumeración de las
islas griegas con E u b e a , isla hermosa y gran
de , que como las otras tuvo guerras intesti-
1 6 C O M P E N D I O
ñas y exteriores. Todas estas islas han sufri
do horribles desolaciones, incendios y subver
siones totales de las ciudades mas florecientes.
Estos isleños, alternativamente opresores y opri
midos, se arrancaban la palma de la libertad
cjue regaban con sangre , así de sus vecinos,
como de sus mismos ciudadanos. En la actua
lidad con el sello de la servidumbre baxo el
gobierno turco , en pagando el tributo pasan
una vida dulce y tranquila. Los viajantes, que
los han examinado mas de cerca, han halla
do en ellos la delicadeza y urbanidad de los
antiguos G r i e g o s , y en las mugeres las gra
cias atractivas de sus mayores : en sus fies
tas la decencia y la alegría ; y si se ha de
juzgar por la historia, mejor están en la de
pendencia presente que en aquella libertad
siempre agitada y sangrienta.
MACEDONIOS.
E n el fondo del golfo que contiene este
archipiélago se halla la Macedonia. Sus lí
mites han variado , según que la fortuna ha
sido contraria ó favorable a sus Príncipes.
Se formó en reyno con la agregación de
muchos pueblos pequeños , cuyos nombres
todavia se conservan, y no se sabe guando
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . IJ
prevaleció el de Macedonios, ni si viene de
un R e y llamado Macedo , descendiente de
D e u c a l i o n ; o de M i g d o n i a , provincia de la
que se derivó Macedonia.
En este reyno son muy comunes las mon
tañas y el monte Atos pasa por uno de los
mas altos de la tierra. E n él habia antigua
mente muchos altares consagrados á diferentes
dioses, y ahora tiene muchos monasterios. E l
monte Pangeo encierra en sus entrañas minas
de oro y de plata. N o solamente los montes,
toda la Macedonia produce maderas de cons
trucción , y muy estimadas para carpintería. E n
otro tiempo no se conocian en este pais de
siertos : ahora por estar menos poblado faltan
algunas veces los víveres. N o se ha aprove
chado como pudiera para el comercio de los
mares que bañan sus costas, ni para la nave
gación y transporte de los rios que le riegan.
N o se conocen allí animales extraordinarios,
ni otras cosas raras naturales ó artificiales; pe
ro su ayre es muy sano, y se ven muchos an
cianos vigorosos. Las llanuras cercanas al mar
dan trigo y aceyte , y son mas fértiles que
e l resto del pais, el que generalmente es mon
tuoso y lleno de selvas; pero criaba muchos
y excelentes caballos,
T O M O I I I . B
l 8 C O M P E N D I O
Los antepasados de estos hombres, que lle
garon poco á poco á ser dueños de la Grecia
y después del Asia , eran los Argivos. Llegando
á este pais baxo la conducta de un xefe des
cendiente de H é r c u l e s , extendieron sucesiva
mente su dominación, así con la prudencia co
mo con el va lor , sin erigir trofeos de sus vic
torias , y tratando como hermanos á los que
subyugaban. Todos aquellos pueblos se fun
dieron en u n o , por decirlo así, haciendo una
sola nación, cuyo carácter y distintivo era la
valentía, y el desvío del luxo y la pereza.
E n ninguna parte como en Macedonia nos
dan los antiguos mas perfecta imagen de la mo
narquía templada: mas libertad gozaban ellos,
sujetos á sus R e y e s , que la mayor parte de
las repúblicas de Grecia. Como vasallos fieles,
y aun zelosos, eran muy afectos á sus Príncipes,
como que hicieron adoptar una ley de la Persia
que disponía, que no solamente los conspirado
res , sino también sus parientes fuesen extermi
nados. Pero este afecto á sus Reyes no era una
especie de idolatría, antes bien hablaban con
ellos y los saludaban con el ósculo ; porque
los miraban con amor mas que con miedo : á
nadie se le quitaba la vida no interviniendo el
juicio de los tribunales ó del exercito.
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I O,
Eran los Monarcas de Macedonia muy mo
destos en los ornamentos que significaban su
dignidad. Unas armas magnificas y una silla
de respeto era todo lo que los distinguia de
los vasallos. Su educación era severa ; y tem
plaban la magestad del trono con una benig
na familiaridad: comian con sus a m i g o s , ad
mitían los vasallos á su presencia, y juzgaban
sus causas, aun las que no eran de la mayor
importancia. Estas no fueron costumbres de un
solo R e y , sino unas virtudes perpetuadas en
e l trono de Macedonia por muchos siglos.
Los Macedonios profesaban la misma re
ligión que los Griegos. Sus principales dioses
eran Júpiter , á quien honraban como protec
tor : Hércules como dios tutelar de los hom
bres valientes ; y Diana como diosa de la ca
z a , que era su ocupación favorita. Eran muy
supersticiosos: los mismos Reyes eran los que
exercian las funciones sacerdotales: erigían es
tatuas y altares, é inmolaban víctimas. Solo
en los grandes convites se apartaban de las re
glas de la sociedad, y en estos no eran ad
mitidas las mugeres: los jóvenes no tenían
asiento hasta haber muerto un jabalí en bue
na g u e r r a , esto e s , con la lanza, y sin ha
berle armado redes. ISo solamente les gusta -
B 2
2 0 C O M P E N D I O
ba la caza, sino sus peligros. En presencia de
sus capitanes se les daba en los campos lec
ción de fortaleza y destreza; y ex-ícutaban una
danza militar que no dexaba de tener gus
t o ; mas siendo soldados atrevidos eran tími
dos marineros.
Las leyes dimanaban del Príncipe ; pe
ro debían ser conformes á la equidad natural.
E l acusado se presentaba atado, y sin nin
guna divisa de su dignidad de qualquiera cla
se que él fuese ; pero nunca se le privaba
del derecho de defenderse. E n caso de duda
se permitía dar tormento ; y el suplicio mas
ordinario era apedrearle. E l año de los M a -
cedonios era de doce meses desiguales, resul
tando de ellos tantos dias como nosotros con
tamos en el nuestro: y es cosa notable que en
cada quatro años tenían un bisiesto. N o tene
mos tan claras noticias de sus conocimientos en
las demás ciencias: solamente se observa que
eran excelentes numismáticos. Sus medallas tie
nen por un lado el busto del Príncipe, por otro
e l nombre de la ciudad en donde las acuñaron,
lo que es muy del caso para la historia. En su
e x é r g o , que está muchas veces en lengua ma
cedónica , se ve que esta era del todo diferen
te de todos los dialectos de la lengua griega.
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 I
E l valor era una prenda natural en los
Macedonios, y aun añadieron á esta una ex
celente disciplina , con la mezcla feliz de es
píritu y docilidad que al fin los hizo invenci
bles. N o obstante, algunas veces no fueron
tan poderosos como sus vecinos , aunque siem
pre tan valientes como e l los ; pero desde que
el genio de sus Príncipes les abrió el cami
no á grandes conquistas, le siguieron con un
ardor sin i g u a l ; y para que saliesen bien sus
proyectes se sujetaron á la mas severa disci
plina. Desde entonces fue para ellos la guerra
una ocupación nacional : todos nacían soldados,
y no tenían otra educación sino la de los
exércitos.
El de Macedonia, en el tiempo de su
felicidad y de su gloria , se componía de M a
cedonios en las dos terceras partes, y no te
nían mas sueldo que el botin. L a otra terce
ra parte era de auxiliares ó G r i e g o s , mante
nidos por sus repúblicas, y de mercenarios pa
gados por el R e y . En la infantería habia unos
ligeramente armados, otros no tan á la l igera,
y otros con pesada armadura: estos eran los
que hacían la famosa falange: cuerpo tan ter
rible en el ataque , inmoble en la resistencia,
y al mismo tiempo temible por la regulan-
2 2 C O M P E N D I O
dad y presteza en sus movimientos quando ha
cia alguno , y por la solidez de su masa quan
do se fixaba.
Aunque la mayor parte de la caballería
era de extrargercs , también habia algunos
"cuerpos de Macedonios. Quando un soldado
perdia su caballo en el combate, tenia el ca
pitan obligación de darle otro de su caballe
riza , por la máxima de que la utilidad pú
blica es primero que el fausto del particular;
Hrbia premios establecidos para los enfermos
y los veteranos.
Todas las armas ofensivas y defensivas de
los Macedonios consistian en escudos y capar
cetes de cuero c r u d o , espadas, estoques, p u
ñales y picas. Quando mandaba el R e y , lo que
casi siempre sucedia, no se distinguía por la
'magnificencia del equipage ó del vestido, ni
por la níesa espléndida y suntuosa, porque
vivia como un simple soldado; y no era'esta
la frugalidad dé uno ú otro , sino la de todos
los Reyes desde el primero al último.
L a falange acampaba en el centro, la ca
ballería en una ala, y la tropa ligera en otra;
y este orden se observaba en las marchas en
quanto era posible : quando rompían al ene
m i g o , acudía la tropa ligera y la caballería
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 23
á perseguirle: siempre se quedaba la falange
en el campo de batalla para no permitir la
reunión. Durante la acción los oficiales y el
mismo R e y dirigían sus palabras á los solda
dos , y tenían cierto grito de guerra que to
dos levantaban al mismo tiempo al atacar.
N u n c a acampaban sin abrir al rededor e l
foso, y cada tienda solo tenia dos soldados: to
das eran de cuero que se podian coser y l le
nar de ayre para servir de barcas en caso de
necesidad. E l R e y tenia dos tiendas, una para
descansar, y otra para recibir. N o seguían al
exército, mugeres , niños ni equipages de l u -
xo. Los carros eran pocos, porque cada solda
do llevaba lo que necesitaba. Tales eran las
tropas, que saliendo de un rincón de la E u
ropa sujetaron parte de e l l a , y dilataron su
dominio hasta el África después de haber so
metido á su imperio toda el Asia conocida.
A Macedonia l l egó de Argos Caranno con
una colonia ( 2 2 0 5 ) . Estaba el pais poblado, y
le empezó á conquistar para formarse un reyno,
erigiendo trofeos según la costumbre de los
vencedores. Una feliz casualidad le curó de va
nidad tan inútil. Supo Caranno que u n león,
saliendo de los bosques del monte O l i m p o , aca
baba de destruir uno de estos monumentos, y
2 4 C O M P E N D I O
lo tuvo por aviso de los dioses que no querían
que irritase á sus vecinos eternizando su ver
güenza. Desde entonces estableció una regla,
que pasó á sus sucesores, de no tratar á los
pueblos conquistados como á enemigos, y mi
rarlos como á vasallos.
Precedieron á E ropas cinco R e y e s : ganó
este una batalla estando todavía en la cuna.
C o n ser los Macedonios tan valientes siempre
los vencían los del Ilírico , y les asolaban el
pais. Creyeron pues que pelearían con mejor
fortuna animados con la presencia de su R e y ,
aunque era niño de pecho. L e hicieron los
xefes traer á la batalla ; y bien fuese ardor
nacional ó la honrosa vergüenza de abando
nar un niño, pelearon con tal obstinación que
derrotaron á los Ilirios.
Reynando Aniintas sucedió la aventura ya
referida de los jóvenes señores Persas , que
precisaron á este Principe á introducir sus hi
jas con ellos en las libertades de un convite;
y A lexandro , hijo del R e y , vengó la violen
cia hecha á su padre , y libró á sus herma
nas de la afrenta que las amenazaba.
Este Alexandro, sucesor de su padre Amin-
tas, hizo durante su reynado el papel de me
diador, entre e l R e y de Persia y las repúbli-
D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 25
cas griegas. Estas le echaron muchas veces en
cara que en las negociaciones obraba con do
blez. También le dixéron que procedería con
mas nobleza y le convendría mas declararse
por el partido que defendía la libertad de los
G r i e g o s , que sujetarse al vergonzoso y u g o del
Monarca Asiático ; pero su conducta equivoca
le procuró la ventaja de libertar su reyno de
las desolaciones de la guerra , y de enrique
cerle con el paso de las tropas. N o obstante
se conjetura que estaba mas inclinado á favor
de los G r i e g o s , pues hallándose en el exér-
cito persiano les avisó que iban los Persas á
atacarlos: noticia sin la qual los hubieran sor-
prehendido y derrotado. „ Espero , les dice,
que tendréis presente á un hombre que por
amor á los Griegos da un paso tan peligro
so. E l interés que tengo en esto es la con
servación de la Grecia , como que yo soy-
Griego de origen."
Pérdicas, hijo de Alexandro , se hal ló
quando subió al trono entre los T r a c e s , na
ción bárbara, Persas, Lacedemonios y A t e
nienses, que procuraban atraerle cada uno á
sus querel las , siendo todos enemigos sordos ó
declarados. D e unos y otros se deshizo, y a
empeñándolos unos contra otros, ya socorriera
2 6 C O M P E N D I O
d o l o s , y ya abandonándolos. L e acusaban de
perfidia , y él recriminaba con falsas impostu
ras , y todos tenían razón. N o hubo suerte de
guerra que no experimentase , invasiones, ata
ques no previstos, campañas regulares, y guer
ras c iv i les ; pero se nota que siendo guerre
ro hábil y valiente , prefería la pluma á la
espada, y la negociación á las armas.
N o se sabe á qué titulo le sucedió A r -
q u e l a o , pero le dexó un reyno poderoso. Se
aplico á fortificarle con plazas de defensa, y
pasó una vida cómoda y tranquila en sociedad
con los sabios , á quienes amaba. V i o morir
en su corte á Eurípides, y le levantó un mag
nifico sepulcro. También pretendió la amistad
de Sócrates ; y dicen que este filósofo no la
admitió por causa de las crueldades cometidas
en el principio de su rey nado para asegurarse
en la usurpación del trono. C a y ó de é l , co
mo habia subido , por una conspiración en que
perdió la vida. N o por esto dexó de pasar la
corona á su hijo Orestes, todavía niño.
T u v o la felicidad de hallar un pariente
llamado E r o p e , que durante su niñez gober
nó el reyno con prudencia á título de protec
tor , y entregó después el cetro á su pupilo.
E n su r e y n a d p , volviendo de Asia Agesi lao,
D E I A H I S T O R I A U N I V E R S A L . HJ
R e y de Esparta, con un cuerpo de tropas, p i
dió permiso para pasar por la Macedonia: res
pondió Erope , que lo reflexionaría; y dixo
el altivo Macedonio , que reflexione, pero nosotros marchemos. Esta firmeza admiró al pro
tector , y envió órdenes para que le recibie
sen todos bien ; y con esta precaución libro a
la Macedonia del pillage con que trataban los
Esparjtanos á otros paises menos condescen
dientes.
A q u í se cubre de obscuridad la serie de
la historia con las catástrofes, que ponen y
quitan Príncipes hasta Amintas , que aseguró
el trono en su familia, y le dexó pacíficamen
te á su hijo Alexandro. E n estos dos R e y e s
se puede notar la diferencia que hay entre la
política y la falacia. L a sagacidad de Amintas
no le quitó la estimación de sus vecinos ni
el amor de sus vasallos, siendo así que la fal
sedad de Alexandro solo sirvió para quitarle
la confianza de aquellos con quienes trataba,
y el amor de los Macedonios. Se mostraron
estos muy indiferentes quando una muerte vio
lenta le arrancó del trono siendo todavia jo
ven. Uno de sus parientes, llamado Pausanias,
quiso invadir la corona con perjuicio de los
dos hermanos del difunto Pérdicas y F i l ipo .
28 C O M P E N D I O
Consiguió este usurpador el favor del pueblo;
pero Euridice, madre de los dos Principes, ha
l l ó contra Pausanias el recurso en el afecto
de Pe lapidas, General Ateniense. L e hicieron
arbitro los pretendientes al cetro, y él se le
adjudicó á Péidicas. Temiendo que se reno
vasen las inquietudes con su partida de M a
cedonia , pidió que los competidores diesen
rehenes.
A Eurídice la pidió á su hijo Fi l ipo ; y
esta tierna madre sintió la mayor repugnancia
en entregar á un extrangero un hijo tan que
rido , y solo la consolaba la grande opinion
que habia formado de Pelópidas, y así le en
comendó con instancias su educación. Este gran
de hombre la prometió cuidarle mucho, y cum
plió su palabra. Pasando por Tébas puso á es
te joven en manos de su amigo Epaminondas,
que tenia consigo un filósofo pitagórico de gran
de reputación , y de este aprendió Fi l ipo las
ciencias que pueden formar bien el espíritu.
Epaminondas le enseñó el arte de la guerra,
y halló el joven Príncipe en su casa exem-
plos de una actividad infatigable, de constan
te firmeza de alma , de templanza y amor á
la justicia, de desinterés y candor; pero le
acusan de no haber usado sino de aquellas vir-
D E X A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 29
tudes que eran favorables á sus designios.
Mientras se formaba en la escuela de Epa-
minondas ( 2 6 3 9 ) S U P ° ^ a m u e r t e de su her
mano Pérdicas en una batalla contra l o s T l i -
r ios , enemigos hereditarios de los Macedonios.
Solo dexaba este Príncipe un hijo muy joven
llamado Amintas. Fi l ipo fue á Macedonia con
el mayor secreto y dil igencia, mas ya habia
dos competidores sostenidos por los Ilirios y
los Traces; y asi quando l legó se halló con
un desorden horrible en el gobierno, un p u e
blo abatido y sin unión, dividido en opinio
nes sobre quién tenia el derecho de reynar:
unas tropas extrangeras, llamadas por los r i
vales, y ningún exército que oponer á los ene
migos de su patria. ¡ Q u é circunstancias estas
para un joven de veinte y dos años!
Entonces se valió F i l ipo de los grandes
talentos que le habia dado la naturaleza para
negociar y para combatir : sosegó las turba
ciones domésticas, ganando al pueblo con su
afabilidad , á los Grandes con inmensas pro
mesas , en las que nunca fue escaso , y á las
gentes de guerra con testimonios de estima
ción y afecto. Desaparecieron los pretendien
tes al trono, unos satisfechos con algunas rein
tegraciones, y otros vencidos. Sobre tan feli-
JO COMPENDIO
ees sucesos le ofreció la nación la plaza de su
sobrino, ó se la dexó tomar, y á muy pocos
años l legó Fi l ipo á ser el Monarca mas po
deroso , y el mas envidiado en esLa parte del
mundo.
Los zelos de los estados vecinos merecen
perdón respecto de un 1 rincipe en quien no
podían menos de conocer proyectos ambicio
sos por mas que los ocultase con la mayor des
treza ; pero siempre tenia pretextos. Si ataca
ba á Anfipolis , ciudad que le convenia, en
viaba á decir á los Atenienses que solo habia
ido á poner paz entre sus habitadores. Poti-
dea y Pizne , ciudades fuertes, no las tomo,
decia é l , sino por quitarlas la guarnición ate
niense , y darlas á los de Olintia , á quienes
deseaba tener favorables. A aquellos coi tésanos
que se admiraban de su generosidad les de
cia : Es preciso obligar á los que no se puede
v e n c e r ; pero á Olintia la l lego su tiempo. Se
apoderaba F i l i p o del pais entre el Neso y el
Estemion , y decia : ÍS'o lo hago por acercar
me á las minas de oro y plata que hay en
é l , sino para socorrer á los habitadores contra
los vecinos inquietos que les amenazan. Poco
le importaba que se descubriesen sus ardides
después del suceso, con tal que no los ia-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 1
utilizasen durante el curso de la empresa.
Uno de los principales motivos de su odio
contra Demostenes fue que este orador le
adivinaba, le leia los pensamientos, y decia
con tanta claridad á los Atenienses los moti
vos de las acciones de Fil ipo , y el fin á que
se dirigían, que hubiera sido muchas veces po
sible arruinarlas si hubieran querido abrir los
ojos á las luces que Demostenes les presen
taba. E l recurso de F i l ipo fue pagar orado
res contrarios; pero bien reconocía la superio
ridad de Demostenes, y aun decia: „ A ese no
le doy yo sueldo ; pero si le quisiera recibir le
señalaría de buena gana mas renta que la de
todos los que componen mi casa." Para carac
terizar la eloqiiencia victoriosa de este orador
solia decir: „Isócrates pelea con florete, y D e
mostenes con espada.''
E l orador se desquitaba por su p a r t e , y
le pintaba de modo que le hiciese temer. „ Y ó
os haré ver á F i l i p o con quien estamos en
g u e r r a : yo os le haré ver cubierto de heri
das , perdido un ojo, estropeado de una pier
na y una mano; pero desafiando nuevos p e
ligros , y dando ocasión á la fortuna para que
todavía le prive de otros miembros; mas siem
pre con la esperanza de que con el resto de
3 2 C O M P E N D I O
su cuerpo vivirá con honra y gloria. Este •!
es F i l i p o , Atenienses." Es notable la circuns
tancia en que perdió un o jo , para que se vea
que á nadie se debe despreciar, y que no hay
enemigo pequeño. L e presentaron en el sitio
de Meton á Aster io , excelente tirador , que
no erraba , dec ian, á un páxaro en el mas \
rápido vuelo. „ A í u y bien, respondió Filipo, \\
quando yo haga la guerra á los vencejos en- \
trará á servirme.'' Se retiró Asterio á la ciu- j
dad picado de esta burla. Y estando Filipo
algunos dias después en los trabajos avanzados,
le hirió una flecha, en la que estaba escrito:
Al ojo derecho de Filipo; y acertó en el blan
co, l i i z o el R e y arrojar otra en la ciudad con
esta inscripción: Si Jbilipo toma la ciudad, él liara que ahorquen a Msterio ; y cumplió la
palabra. Supuesto que le habia provocado le
debiera perdonar, como le sucedió en otra
circunstancia menos g r a v e , pero picante para
un R e y . Los del Peloponeso , á quienes ha
bia hecho servicios, silbaron su carro en los
juegos Olímpicos, que era el mayor insulto
que se podia dar. Algunos cortesanos le ex
citaban á castigar aquella insolencia, y él res
pondió noblemente : Si nos silban quando les
hacemos buenos oficios, ¿qué--harían si les hi-
L,im.^'.\ Ism..r.J:ii '
Í Filipo v su vasalla.
.-///Л/Л/ í/r tvrnrr Ft/уг у/л//л/' Jtirrm/nr /l '
i'.l/t'il ,/' tifiti Tit.'////l Slll/,l, ,/i/r ,;>/!. ч,/г/,
. • V ,i</nivi<i</<i ,•// /г/'/i'f/,/,v/<y</. <'.iv/////i'.i\|>(,lo:
j //,-.i•//}//л///«• /'/•<•/Л/,'//<//г,г Aty/vv//////iiyA<juieu?
; A l'ihpo en avunas / ; : у / л / < ' <т#/y/i>/M////<y//,v//
I / ' .r,v ,/r i'/¡7/./<•/:•;• г/ Л'/;/;///,', /i <•//<' ////<•/<'.//,'-
//<i ,/tii;/i' Stttijfi'c/iii / / / / , / / ;л/\t</i..-J/ <///;'/<'</''
/:«/./• t/t/t,/,v ./<•/>.• Ft/t/v /tt tvk/'rt./.tJ ./•• tttt /1.-
; *//, ' .///<• /• /intrnt /,111/t'.
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 33
ciéramos mal? Todavía se halla mayor gran
deza en lo que dixo de los oradores de A t e
nas: „ Mucha obligación tengo á esos señores,
que indicándome mis defectos, me dan ocasión
para enmendar me.
N o debe omitirse esta preciosa carta es
crita á Aristóteles. „ Bien sabes que tengo un
hi jo , por lo que doy gracias á los dioses, no
tanto de habérmele dado, como de haber dis
puesto que haya nacido tu contemporáneo.
Cuento con que le harás digno de sucederme
y de gobernar la Macedonia.' ' Este hijo era
el Grande Alexandro. E l discípulo de Epami
nondas, y de un filósofo de su elección acer
tada, conocía bien el precio de la educación.
E l respeto de Fi l ipo á la justicia se debe
atribuir á los buenos principios grabados des
de la infancia en su corazón. Por este respe
to sufrió con paciencia la viva réplica de una
muger á quien habia juzgado acabando de
comer. „ A p e l o , exclamó ella ; y dixo el R e y :
¿ A quién? A Fi l ipo en ayunas." L a oyó de
n u e v o , y la envió contenta. N u n c a hacia es
perar á los pleyteantes, persuadido de esta ver
dad , que el que se hace culpable de una di
lación de justicia, abdica por lo mismo su au
toridad. N i n g u n a atención humana le detenia.
T O M O I I I . c
34 C O M P E N D I O
Intercedían sus cortesanos fuertemente por un
hombre que habia de ser condenado, y le de
cían : Si el juicio sale contra él será deshon
rado. „ M u y bien, respondió : mas quiero que
él sea deshonrado que no y o . "
Solia decir F i l ipo que no habia ciudad
inexpugnable si podia entrar en ella un asno
cargado de oro ; y así lo habia experimenta
do ; pero lo dexaba este soberano á sus enemi
gos , y no quería que se emplease para con
él . Escribió á su h i jo , que derramaba pródi
gamente riquezas en sus cortesanos : ¿ C ó m o
podrás, ó j o v e n , persuadirte á que te servirán
con fidelidad los que cada dia corrompes con
tu dinero ? C o n esa conducta te expones á que
los Macedonios no te miren como á su Rey ,
sino como á su tesorero : créeme, que por
bien que te manejes en este último empleo,
no pasarás de un Príncipe mediano.
Hizo Alexandro su primer ensayo de ar
mas á los quince años de edad. Se hallaba en
una frontera que pretendían invadir los veci
nos turbulentos; y sin dar aviso á su padre
junta tropas, se pone á su cabeza , y no so
lo libra á la Macedonia de hostilidades, sino
que las lleva al pais enemigo. Se alegro mu
cho Fi l ipo con la primera prueba de valor
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3$
que su hijo habia dado. N o obstante, reze-
lando que el demasiado ardor le precipitase
en alguna empresa temeraria, le l l a m ó , y l e
tuvo á su lado en la batalla de Queronea,
aquella famosa batalla que decidió la suerte
de la Grecia.
Ciertas negociaciones entre Fi l ipo y los
Atenienses, en las que no presidia la buena
f e , tenían suspensa por mucho tiempo una e x
plosión peligrosa. A l principio querían los A t e
nienses el imperio de la G r e c i a ; y a después
se reduxéron á no verle pasar á las manos de
F i l i p o , y para esto se valieron, unas veces del
ardid, y otras de la fuerza. F i l ipo siempre ca
minaba á su fin: este era que le considerasen
los Griegos como protector de los débiles, y
enemigo de la tiranía, aunque fuese la de
las repúblicas. Siempre estaba dispuesto á sos
tener los intereses de los que le reclamaban:
no faltó á entrar en la guerra sagrada: así
llamaron la que incendió toda la Grecia por
un poco de terreno quitado al templo de D e l -
fos. F i l ipo se habia declarado contra los sacri
legos, pero no de modo que diese fuerzas á
los falsos devotos.
N o quisieron los Atenienses que ignora
se el R e y de Macedonia que le conocían. Se
c 2
3 6 C O M P E N D I O
habían escrito cartas muy agrias , y con un to
no afectuoso. Los Atenienses se quejaban, F i
lipo respondía con reprehensiones. Quejas y
reprehensiones eran bien fundadas; pero un
R e y , que en su persona tenia al mismo tiem
po su Secretario, G e n e r a l , Ministro y T e
sorero , llevaba muchas ventajas á una repú
blica , cuyas elecciones siempre están sujetas á
la intriga. Como elegian todos los años diez
G e n e r a l e s , decía F i l i p o : ¡ Q u é pueblo tan di
choso! ¡qué fortuna la de hallar diez Genera
les en cada año, quando yo en toda mi vi
da no he encontrado sino u n o ! Este era Par-
menion. Pero una república tiene algunas ve
ces mas influencia para los de fuera por la
multitud de sus agentes ; y así formó Atenas
una liga formidable, cuyas fuerzas se desple
garon en los campos de Q u e r o n e a , cerca de
la Tébas de Beocia.
A l l í chocaron entre sí los dos cuerpos mas
dignos de combatirse, el batallón sagrado, y la falange macedonia: el primero se compo
nía de lo escogido de la juventud tebana, to
dos hermanos de armas, que hacian voto de
morir juntos. La falange bien conocida es. Man
daba Alexandro el ala izquierda; y el R e y , que
mandaba la derecha, advirtió de una mirada,
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 7
propia de G e n e r a l , que los Atenienses por
haber conseguido alguna ventaja se entregaban
á perseguir , y dixo : Estos no saben vencer; y cargando sobre ellos los derrotó. Las primeras
expresiones del contento fueron algo ridiculas.
Pero un muchacho que ve su frente corona
da con el primer laurel académico : un G e
neral , á quien sus soldados levantan en los pa-
veses victoriosos, y una muger en el primer
momento de su triunfo de un corazón que
otras rivales la disputaban: todos estos expe
rimentan unas sensaciones que no dan lugar á
la reflexión, y una especie de embriaguez c u
yas faltas merecen perdón.
Fi l ipo hizo cantar irónicamente en su pre
sencia el decreto que habia conseguido D e
mostenes excitando á los Griegos contra e l
R e y , y habló con desprecio de los prisione
ros. Pero una palabra de D é m a d e s , que era
uno de estos, le hizo entrar en razón. ¡ O R e y !
exclamó. Si el cielo te ha dado el papel de
Agamenón, ¿ qué gusto tienes en hacer e l
de Tersites? A l punto le dio el R e y la l i
bertad con la de todos los prisioneros. V i e n
do que los trataban tan b i e n , se determina
ron á pedir cada uno su bagage. E l R e y
respondió con risa: ¿ Piensan estos que hemos
q 8 COMPENDIO
peleado por chanza? Y después les concedió
lo que pedian. Se hallo Demostenes en Q u e -
ronea: h u y ó y arrojó las armas para correr
mas ligero : se le agarró del vestido una zar
za , y dio un grito diciendo dame la 'vida, creyendo que le cogia un enemigo. ¿Quántos
oradores, muy valientes en la tribuna, le imi
tarían en el combate?
Se consternaron los Atenienses, y creye
ron que ya estaba el enemigo á las puertas, y
que iba á entrar en su ciudad, y sin duda
podia; pero fuese por generosidad ó por po
lítica , les ofreció la p a z , y se la concedió con
condiciones ventajosas para ellos. Este modo
de proceder le grangeó los aplausos de toda
la Grecia. Habia Fi l ipo movido un armamen
to que se hacia contra la Persia, y le hicie
ron Generalísimo. Los G r i e g o s , llamados de
los que competían entre sí por el imperio per-
siano, habían entrado en él en grandes des
tacamentos ; advirtiendo el mal gobierno, la fla
queza militar, y mas que todo el rico botín
que se podia ganar. Por esto concibió Agesilao,
simple R e y de Esparta, el proyecto , si no de
trastornar el trono de Persia, quitarle á lo me
nos los estados que viniesen bien á la Grecia.
N o se sabe hasta donde llegaba el proyecto de
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 39
F i l i p o ; pero él se hallaba á la cabeza de una
confederación poderosa, y de un exército ex
celente con buenos C a p i t a n e s , y un grande
General en su persona ¿que no debiera espe
rar? Una negación de justicia frustró todos es
tos proyectos.
Por particular disposición de la Providen
cia , que se puede mirar como castigo, F i l i
p o , que siempre habia fomentado las turba
ciones en la Grecia , se halla en su palacio
entre divisiones domésticas. N o se sabe por
que repudió á O l i m p i a , madre de Alexan
d r o , é hija de Neoptolemo, hermano de Arim-
bas, R e y de Epiro. La habia querido tanto,
que cometió por servirla la injusticia de dar
la corona de Epiro , muerto Arimbas, á un
hijo de Neoptolemo llamado Alexandro , y
hermano por consiguiente de Olimpia , con
perjuicio de Eácidas, hijo de Arimbas. Era
Olimpia cavilosa, altiva y vengativa, y des
pedida por su marido se retiró á Epiro. F i
lipo se casó con Cleopatra , sobrina de Áta
lo , un señor macedonio. Mientras se celebra
ba la ceremonia del casamiento hubo una qui
mera muy grande entre Átalo y Alexandro.
E l primero se dexó decir : Por últ imo, ten
dremos un legítimo sucesor de la corona. ¿ Soy
4 O COMPENDIO
yo bastardo ? gritó el hijo de Olimpia; y le
arrojó á Átalo un vaso á la cabeza : este le
correspondió con otro. Sacan las espadas: á
F i l i p o se le olvidó que era coxo : quiere acu
dir á detener á su hijo, y cae. Y a tienen ahí,
dixo Alexandro , un xefe en buen estado pa
ra pasar de Europa al A s i a , quando no puede
de una mesa á otra sin riesgo de romperse la
cabeza. Después de este dicho insolente se re
tiró á Epiro con su madre.
A l fin se reconciliaron el padre y el hi
jo , y volvió Alexandro á la corte. Sin duda
no vio con gusto en ella á Átalo , y se pue
de conjeturar que los que tenían quejas del
tío de la nueva Reyna hallaban con quien
consolarse en Alexandro. Entre los malconten
tos estaba un cortesano joven , llamado Pau-
sanias, á quien Átalo habia afrentado. Estaba
continuamente pidiendo al R e y justicia; y Fi
lipo , por no dar que sentir á su esposa, cas
tigando á su t i o , andaba dilatándolo , y con
tentando á Pausanias con promesas. Y a creyó
que le tenia sosegado con haberle hecho C a
pitán de sus guardias. Pero este favor, en vez
de sofocar en el ofendido el deseo de la ven
ganza , solo consiguió hacerle mudar de ob
j e t o , dándole proporción para dirigir el gol-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 1
pe destinado al culpado contra el que le ne
gaba la justicia.
Entre tanto ocurrieron circunstancias dig
nas de notarse, y la primera es la seguridad
de Fi l ipo mantenida por su t i o , y la lisonja
de un poeta. Decidida la empresa de Persia,
envió á consultar sobre el éxito á la Sacer
dotisa de D e l f o s , y esta respondió: „ Y a es
tá el toro coronado : su fin se acerca: ya va
á ser muy presto sacrificado." Desde luego
entendió el R e y de Macedonia en este orá
c u l o , que el Monarca de Persia era el que
se iba á ofrecer como una víctima á los dio
ses de la Grecia. Todavía se dexó engañar
mas con los versos de una tragedia, en la que
se habia de representar con nombres supuestos
á Fi l ipo como dueño y señor de Asia, y el
poeta decía: „ T u s soberbias esperanzas se ele
van hasta los cielos. T ú quisieras dilatar tus
dominios hasta los fines de la tierra ; pero tu
vida tiene términos , aunque no los tiene tu
ambición: ya llega el momento de tu caida, ya
está cerca, y nada podrá librarte del golpe fa
tal que te amenaza." E l Monarca de Macedonia
hizo que le repitiesen muchas veces estos ver
sos , y se saboreaba con el deleyte de ver como
en una profecía la certidumbre de sus triunfos.
4 2 COMPENDIO
Otro objeto digno de notarse es el peli
gro que hay asi en dar consejos como en re
cibidos. T a l vez no pretende alguno sino que
admiren su talento quando dice una cosa ex
traordinaria , y suele ser causa de un crimen
por la disposición del que lo oye. Esta refle
xión se puede aplicar al sofista Hermócrates
y á Pausanias. Este joven, atormentado con
funestos pensamientos, teniéndose por deshon
rado mientras no se vengaba, preguntó á Her
mócrates: ¿ Q u é d e b e r á hacer un hombre pa
ra hacerse famoso ? Y el sofista le respondió
muy sentenciosamente : Quitar la vida á aquel
que haya hecho cosas grandes; y añadió con
mucha gravedad la razón; porque nunca po
drá menos de traer á la memoria al autor de
su muerte la reputación de aquel á quien qui
tó la vida. ¡Horrible fama!
F i l i p o , rodeado de prosperidades, estaba
muy distante de pensar en lo que le amena
zaba. Estando para partir á Persia , dio la pom
posa audiencia solemne á los embaxadores de
G r e c i a , que iban á presentarle los votos de
la nación por la felicidad de sus armas. L e
pareció del caso al Monarca celebrar unos
juegos á honor del himeneo de su hija C leo-
patra, hermana de Alexandro, á quien casa-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 43
ba con el R e y de E p i r o , hermano de O l i m
p i a , y el mismo Fi l ipo hacia parte del espec
táculo. Empezó pues por una magnífica pro
cesión , en la que llevaban las doce grandes
divinidades de la G r e c i a : á estas se seguia la
imagen del R e y como una tercera divinidad:
presunción bien contraria á lo que por su or
den le decia todos los dias un R e y de armas:
Fili-po', acuérdate de que eres mortal. Por úl
timo , iba él solo vestido de blanco, y con la
corona en la cabeza. Sus guardias se retiraban
para dexarle ver , y para manifestar que me
jor que ellos le guardaba el afecto del pue
blo. Se aprovechó Pausanias de esta circuns
tancia, y adelantándose hacia el R e y sacó su
puñal que llevaba debaxo de la túnica, le atra
vesó el costado izquierdo, y cayó muerto á
sus pies. H u y e el asesino : ya llegaba á los
caballos preparados para escaparse, quando tro
pezó en un vastago ó v i d , cayó y le mata
ron : su muerte ocultó el misterio del asesi
nato : hasta hoy se duda si su delito procedió
de conjuración, ó fue el de un fanático del
honor y la venganza.
N o pasaba Fil ipo de quarenta y siete años:
bien conocidos son sus talentos políticos. Era
gracioso y afable en el trato particular, y te-
4 4 COMPENDIO
nia gusto en decir tales cosas que se llevaban el
afecto de todos. Levantándose un dia muy tar
de , dixo frotándose los ojos delante de su cor
te : Esta noche he dormido bien, pero sabia que
Antípatro velaba. Tampoco se negaba al pla
cer de un chiste quando se ofrecia la ocasión.
Dos hombres que le habian entregado una
ciudad llegaron á quejarse de que sus solda
dos los llamaban traidores. Dexadlos hablar,
respondió, son una gente sin crianza, y acos
tumbrada á llamar las cosas por su nombre.
Por último, conocia las delicadeces de la de
cencia , y sabia apreciarlas. Estando en su tri
bunal sentado, inmodestamente descubierto, pi
dió un esclavo que le permitiese hablarle en
secreto; y dexándole acercarse , le dixo : Se
ñor, dexad caer la falda de la ropa. Q u e se
le dé á este hombre la l ibertad, dixo : no sa
bia yo que era mi amigo. Si pudiera disimu
larse que la intemperancia que llena una cor
te de escándalos es un vicio no perdonable en
un Príncipe , porque mata las costumbres, y
que la ambición que vierte la sangre de los
pueblos es un crimen , tendríamos á Fil ipo
por uno de los mejores Monarcas. D e x ó dos
hijos de cada una de sus mugeres legítimas,
y otros muchos de sus concubinas , y aun
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 $
de una danzarina llamada Larisa.
Alexandro es buena prueba ( 2 6 0 5 ) de
que se puede ser hombre grande á los vein
te años. Apenas tenia mas quando su pa
dre le dexo el trono de Macedonia. T u v o
por Gobernador á Leónidas , pariente de la
Reyna , hombre de costumbres maduras y aus
teras. Lisímaco, recomendable por su mode
ración y dulzura , exerció las funciones de su
preceptor. Aristóteles le infundió un gusto mas
particular de las artes y las ciencias. Bebió en
los poemas de Homero , que continuamente es
tudiaba , los elevados sentimientos que distin
guen á los héroes, de los grandes Príncipes;
pero recibió de la naturaleza el ingenio que
abraza lo mas vasto de un objeto : un en
tendimiento exacto que dirige una empresa, y
aquel discernimiento con que se eligen los me
jores medios.
Quando subió al trono le rodeaban los
Ministros y Generales de su padre : siempre
los consultaba; pero habiéndolos oido , por
sí mismo decidía y executaba rápidamente.
N o le faltaron dificultades que vencer ; por
que así sus vasallos como los extrangeros le
miraban como á un muchacho, incapaz de
executar los grandes proyectos de Fi l ipo. Los
4 0 C O M P E N D I O
Atenienses sobre todo habían formado esta idea,
y la esparcían. Empezó el R e y joven por ha
cerse temer en su propia corte , persiguiendo
vivamente á un conspirador , aunque le acon
sejaban que le sobrellevase. Admiró á los Ma
ce donios , y ganó la confianza de aquel pue
blo guerrero con victorias señaladas contra los
habitadores de la Tracia , nación valerosa y
tenaz. Los persiguió entre los mayoies peli
gros , hr c ta que le pidieron la paz. Llegaron
á hablarle en el campo los embaxadores; y
el joven vencedor, lleno de la alta opinión
que creía haber inspirado, les preguntó , con
tando con que le darían una respuesta lisonjera:
¿ Q u é era lo q u e mas temían en el mundo ? Y
ellos le respondieron : Nosotros solo tememos
que se caygan el sol y los astros. Esta respues
ta valiente le agrado m u c h o , y los estimó
mas , y los trato con honor.
Y a acababa Alexandro esta gloriosa cam
paña, quando supo que toda la Grecia iba á
caer sobre su r e y n o , y toda esta tempestad la
cai>saba Demostenes , enemigo irreconciliable
de la Macedonia. Entraron en esta liga mu
chos estados, porque se habia extendido la
noticia luisa de que Alexandro habia muerto
en su última expedición. C o n este rumor los
P E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 7
Tebanos, que en tiempo de Fil ipo se obliga
ron á recibir en su ciudadela guarnición de
Macedonios, atrayendo á los dos comandantes
á la plaza de la c iudad, los degollaron. C o n
esta novedad marchó Alexandro á T e b a s , y
d i x o : „Demóstenes en sus arengas me llamó
niño quando y o pacificaba la I l ir ia , y joven
mientras hacia la guerra en Tesal ia ; pero al
pie de las murallas de Atenas y o le haré ver
que soy hombre hecho."
Se defendió Tébas con tenacidad, y por
lo mismo fue mas infeliz. L a ofreció Alexan
dro el perdón general si le entregaban los
culpados. Los habitadores no lo consintieron,
y como republicanos presuntuosos insultaron
á los sitiadores. T o m ó la ciudad por asalto,
hizo vender en pública subasta todos los que
escaparon de la matanza, y mandó .que nadie
diese hospitalidad ni socorro á los Tebanos que
se hubiesen podido salvar por la fuga. Se di
ce que se arrepintió de este r igor , y que trató
después con mucha humanidad á los fugitivos
que cayeron en sus manos.
Este terrible exemplar asustó á los Gr ie
gos , y los hizo dar el Generalato al que le
pudiese prender. Enviaron los Atenienses sus
diputados, y los recibió b ien , pero exigien-
4 8 C O M P E N D I O
do que le entregasen á Demóstenes , y otros
ocho oradores, como autores de todas las in
quietudes de la Grecia. N o obstante, sufrió
que dexasen escapar á los o c h o ; pero persi
g u i ó á Demóstenes hasta que se vio reduci
do á envenenarse, que es la suerte ordinaria
de los alborotadores, quando no perecen con
muerte mas cruel. Recibió Alexandro el G e
neralato de la Grecia en Corinto , y allí vio
á Diogenes , aquel Cínico que tal vez por
la visita de este Príncipe se hizo mas famo
so que lo que merecía. Están divididos los pa
receres sobre la respuesta que dio al R e y de
Macedonia, y sobre la reflexion de este Prín
cipe. Preguntó el R e y al filósofo, qué era lo
que le pedia; y el Cínico le dixo: Que no me quites el sol. C h o c ó á los cortesanos, porque
lo tenían por insolencia; pero Alexandro, mi
rándole gravemente , le dixo : Si yo no fuera Alexandro, quisiera ser Diógenes. ¡Pero era
laudable indiferencia hacia las riquezas la de
D i o g e n e s , ó era complacencia en la soberbia
de no admitirlas? ¿ F u e en el Monarca admi
ración del desprecio de las vanidades, ó deseo
de hacerse ilustre de qualquier modo que
fuese ?
Partiendo Alexandro á su grande expedí-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 4 9
cion, distribuyó á sus soldados y cortesanos to
dos los bienes patrimoniales, é hizo infinidad
de liberalidades. Perdícas, á quien queria ha
cer un presente, le preguntó: ¿ Y qué reser
váis para vuestra persona ? Y él respondió:
La esperanza. D i x o Perdícas, no recibiendo su
presente: Ahora bien, Señor, permitid que en
tre los que os acompañan en los peligros ha
ya uno que os acompañe en la esperanza. Pa
sando por Delfos quiso consultar al oráculo;
y no queriendo la Pitia sentarse en el trípo
d e , se esforzaba Alexandro á colocarla en é l ;
y ella le dixo: Hijo m i ó , no se os puede re
sistir. Basta, replicó Alexandro, lo acepto por
buen agüero. Todos saben la destreza con que
se desembarazó del nudo Gordiano quando
no pudiendo desatar cortó.
Llegando á las ruinas de T r o y a hizo
Alexandro inmolar víctimas en honor de los
héroes sepultados al rededor de Ilion , y en
particular de Aqui les , de quien se tenia por
descendiente. A q u i l e s , decia , fue dos veces
dichoso, una por haber tenido un amigo co
mo Patroclo ; otra por un poeta como H o
mero , que le cantó sus hazañas. Efestion, fa
vorito de A l e x a n d r o , coronó de flores el se
pulcro de P a t r o c l o , aludiendo á la amistad
T O M O I I I . D
;¡ O COMPENDIO
del R e y . A imitación de A g a m e n ó n , que co
mo él habia sido Generalísimo de los Grie
gos , dio el Macedonio á su exército fiestas y
juegos fúnebres, á los que presidió acompa
ñado de un Sacerdote ó Adivino , que tenia
para con él la plaza de Calcante.
Después del paso del Gránico hizo A l e
xandro que la ciudad de Halicarnaso, defen
dida por los Persas, sufriese la suerte de T é -
bas , porque la reduxo á cenizas, y la arra
só hasta los cimientos. Los Marmarios, habi
tadores de una ciudad pequeña en los con
fines de la L ic ia , eludieron los esfuerzos del
conquistador; pero de un modo muy cruel.
Habían sufrido dos asaltos: los ancianos les
exhortaban á rendirse. „ ¿ N o queréis ? ex
clamaron, pues quitadnos las vidas con vues
tras mugeres y niños, y abrios paso por me
dio de los enemigos.' ' Demasiado les obede
cieron , porque cada uno de los guerreros se
fue á su casa , dispuso un festín á su mu-
ger y á sus hijos, y concluida la comida, cer
ró la puerta y puso fuego ; y quando ya el
incendio era general salen de la ciudad, pa
san por el campo de los Macedonios, y se
salvan. {Crueles extremos, en los que son tan
culpables los que los causan como los que
D E L A h i s t o r i a u n i v e r s a l . $ i
á ellos se entregan! N o hallándose todavia
Alexandro muy distante de su reyno envió
á los Macedonios, que se habían casado aquel
año, á quarteles de invierno con sus esposas.
Y a entonces empezó á distribuir reynos, reem
plazando á una Reyna de Caria llamada A d a
en el trono que la habia quitado un prote
gido de Darío. Por no tener otros medios
quiso reconocer este servicio enviándole pla
tos delicados, y aun ofreciéndole excelentes
oficiales para su mesa; pero él la respondió:
„ M i Gobernador me ha provisto de cocine
ros mas hábiles que quantos me puedan dar.
Andar mucho desde que sale el sol , me pre
para buena comida: y comer con sobriedad,
me dispone una cena también exquisita."
E l hombre que hubiera recorrido tantos
países como Alexandro conquistó, podría pa
sar por gran viagero. Desde la Macedonia
costeó el Mediterráneo , se adelantó á E g i p
t o , se entró por los arenales de la L i b i a , vio
el mar Roxo y el grande Océano Pérsico,
penetró por la India , atacó á los Escitas, y reconoció el mar Caspio y la laguna Meotis.
Por ú l t imo, recorrió por todas líneas lo in
terior de aquella vasta parte del mundo, to
mando ciudades, dando batallas, saltando ro-
D 2
g 2 c o m p e n d i o
c a s , desafiando igualmente al áspero frió de
las montañas, y á los abrasados calores de los
v a l l e s , sufriendo con paciencia el hambre, la
s e d , las fatigas, y el dolor de las heridas, á la
cabeza de un exército intrépido con su exem-
plo , é invencible como él. Supuesto que la
opinión ha vinculado la idea del heroísmo á
lo grande, numeroso y difícil de las hazañas,
se puede decir que ninguno fue tan héroe
como Alexandro, sobre todo considerando que
tuvo bastante con diez años para formar un
imperio de los mas dilatados que ha habido.
Pero á la admiración sucede una sensa
ción penosa, y una especie de indignación
quando se pregunta , ¿ qué fin ni qué motivo
tuvo para sus expediciones guerreras, ó qué
rabia por atacar á las naciones pacíficas por
asolar los campos, abrasar ciudades, y arras
trar á la cautividad á sus infelices habitado
res? Estos juegos de los héroes son muy abo
minables á los ojos de la razón ; y mirado
así Alexandro, no fue mas que un azote del
género humano, cuya memoria debiera bor
rarse de los anales del mundo. A q u í se habia
de concluir su historia, si no presentara al
gunos rasgos menos sensibles que estas atro
cidades sanguinarias que llaman conquistas.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 53
Después de la batalla de Iso pudo sos
pecharse que Alexandro perdería fácilmente
las costumbres austeras de la Macedonia, y
no seria insensible al regalo y luxo asiático.
D u e ñ o del campo de Darío , se complació
de verse rodeado del fausto de los vencidos.
V a m o s , d i x o , á refrescarnos en los baños de
Darío. Después del baño y un suntuoso con
vite le llevaron á una magnífica sala , y ad
mirado del esplendor y las riquezas, que en
ella se habían prodigado, no pudo menos de
decir con una especie de éxtasis : Esto se llama ser Rey. Semejante observación se pue
de hacer con el motivo de su viage al tem
plo de Júpiter Amon. Expuso su exército
á perecer en los abrasados arenales por so
la la satisfacción de hacerse declarar por hi
jo del dios que allí se adoraba. N o se ale
gró su madre Olimpia de que la vanidad
de su hijo renovase las antiguas sospechas,
que quisiera mas ver olvidadas, y así le es
cribió , que le suplicaba no la enemistase con
Juno. V i v í a Olimpia en Macedonia muy re
galada, pero sin autoridad. Antípatro, á quien
Alexandro habia dexado como Gobernador,
sufría bastante por contener en los límites
prescritos á una madre imperiosa y altiva,
54 COMPENDIO
muy segura del tierno afecto de su hijo. Un
dia daba al R e y muchas quejas en una car
ta muy larga, y Alexandro, después de ha
berla leido, d ixo: „Antípatro no sabe que una
sola lágrima de mi madre borraría mil cartas
como esta; pero siempre le mantuvo Gober
nador. "
Sus inquietudes por los objetos distantes
nada eran en comparación de las que le cau
só una facción conjurada contra su vida , y
las conseqüencias que tuvo. E l descontento
iba siendo contagioso en su exércíto: de los
xefes , á quienes las prodigalidades desigua
les del R e y tenían envidiosos unos de otros,
pasaba á los soldados, que no se hallaban con
el premio suficiente. Sabiendo Alexandro es
tas disposiciones se contentó con decir: „ Es
propio de los Príncipes hacer b ien, y tener
quejosos." Entre los malcontentos hubo un
hombre atrevido que no parándose en la mur
muración , concibió el designio de matar al
R e y , y aun dio parte á algunos amigos. F u e
circulando esta confianza, y l legó á un hom
bre que asustado con el proyecto fue á bus
car á Fi lotas , hijo de Parmenion , le descu
brió el secreto, suplicándole que le propor
cionase una audiencia del R e y . Filotas le dio
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. $J
la entretenida hasta tres dias, y este fue á
verse con otro que se lo dixo al R e y . L a
indiferencia de Filotas en oir la denuncia
ción , su dilación en hacerla saber, causaron
inquietud en Alexandro. Preguntado Filotas,
respondió, que le parecía el proyecto tan mal
concertado, que le consideró impracticable,
y no creyó que debia asustar al R e y . A l e
xandro tomó ó pareció que tomaba par bue
na la excusa de Fi lotas , y aun le convidó á
su mesa.
Era este Señor un oficial val iente , gene
roso, y aun pródigo con sus amigos. Se dice
que llegando uno de estos á pedirle presta
da cierta cantidad, le dixo el mayordomo que
no habia dinero en la casa, y él respondió:
¿No tienes mi vaxilla y mis vestidos? vénde
lo todo, antes que ver á mi amigo en la ne
cesidad. Por otra parte era soberbio , altivo,
muy lleno de su mérito , é imprudente en
sus palabras, si es cierto lo que de él se cuen
ta , pues dixo un dia : ¿ Sin Parmenion, qué hubiera sido Filipo ? Y su padre sintiendo la
altivez con que se e levaba, y previendo su
caída, le solia decir: Hijo mió, hazte pequeño. Nunca faltan envidiosos en las cortes, y
según era el carácter de F i l o t a s , no podia
5 6 COMPENDIO
menos de ser e l blanco de sus tiros. Aviva
ron pues las sospechas de A l e x a n d r o , y así
l e hizo arrestar y aplicarle al tormento. C o n
fesó la conspiración, nombró los cómplices,
y cargó á su mismo padre; pero entregado
al tribunal del exército, según la costumbre
de los Macedonios , retractó su confesión, di
ciendo , que se la habia arrancado la fuerza
de los dolores: mas no por esto dexáron de
quitarle la vida. Bien fuese que el R e y cre
y ó que Parmenion era culpable, ó bien que
era arriesgado dexarle sobrevivir á su hijo,
envió á asesinarle en su gobierno, en donde
vivía retirado y tranquilo.
N o todos creyeron el delito de Filotas,
y mucho menos perdonaron á Alexandro la
muerte de su padre. Suponían que este Prín
cipe resuelto á que le diesen los honores que
la altivez macedonia no podía sufrir, se ha
bia valido de la ocasión para deshacerse de
aquellos que se podían oponer á sus intentos;
y confirmó esta sospecha lo que después su»
cedió.
L a corte de Alexandro era en extremo
brillante por el concurso de los Grandes, Se
ñores , Príncipes y aun R e y e s , que iban á
solicitar sus favores. C o n sus lisonjas enve-
DE XA HISTORIA UNIVERSAL. $7
nenáron el espíritu del Monarca, encantado
con sus excesivas alabanzas y adoraciones.
L l e v ó á mal que no le tratasen los M a -
cedonios con las mismas demostraciones de res
peto ; porque estos, muy al contrario, quan-
to mas le veían abandonado á la pereza per
siana , y dando oidos á unas adulaciones que
le elevaban sobre la humana naturaleza, ha
cían mayores esfuerzos por reducirle á la aus
teridad de sus primeras costumbres, y sacar
le del corazón la levadura de orgullo que
fermentaba en él . Dichosos hubieran sido si
hubiesen sabido mezclar en sus advertencias
los lenitivos propios para curar aquel espíri
tu herido de la vanidad.
Pero la franqueza militar no entiende de
estas atenciones. C l i t o , aquel soldado que en
el paso del Gránico le había salvado la v i
da , hallándose á la mesa del R e y , y oyendo
que le ensalzaban sobre Castor y P o l u x , y
aun sobre Hércules, nó pudo contener la im
paciencia , y levantándose con precipitación,
d i x o : „ N o puedo y o oír palabras tan insen
satas , ni sufrir la afectación de insultar á los
dioses, y despreciar á los antiguos héroes por
lisonjear los oidos de un Príncipe que v i v e . "
A esto añadió otras reprehensiones que pica-
5 8 COMPENDIO
ron á Alexandro en lo v i v o , y exclamó, que
le arresten; pero ninguno se movió. ¡Con que
ya e s t o y , dixo el R e y despechado, con que
y a estoy como Darío aprisionado por Beso,
y no tengo mas que el vano título de R e y !
y al mismo tiempo cogió la javelina de uno
de sus guardias, traspasó á C l i t o con e l la , y
cayó muerto. N o bien habia cometido el de
lito quando se' arrepintió A lexandro , lloran
do á gritos su desgracia : todo era dar vue l
tas en su quarto como un loco : no quería
comer ; y si consintió en vivir fue á repeti
das súplicas é instancias de todo el exército.
T u v o en esta circunstancia la infelicidad de
que sosegasen sus remordimientos las lisonjas
y discursos aparentes de un sofista llamado
A n a x á r c o , falso filósofo , que l legó á decir
le : „ ¿ E s este aquel Alexandro sobre quien
todos los pueblos tienen abiertos los ojos, y
ahora se deshace en lágrimas como un hom
bre d é b i l , esclavo de la opinión del mun
do ? ¿ E l que es la suprema ley de sus va
sallos podrá temer las reprehensiones de nin
g u n o ? ¿Habéis olvidado que Júpiter se re
presenta sentado en un trono con la ley á
un lado y la justicia á o tro , para dar á en
tender que todas las acciones de un Sobera-
DE XA HISTORIA UNIVERSAL. 59
no son siempre justas y legít imas?" ¡Oh lisonjeros , veneno de los Príncipes, y azote del pueblo! exclama con justo sentimiento de do
lor el Historiador de Alexandro.
Estos odiosos principios ahogaron presto
las semillas del arrepentimiento, y aun se
trató de que fuesen los Macedonios á do
blarle la rodilla, como acostumbraban los P e r
sas. Esta idea se formó entre baxos corte
sanos , poetas , aduladores , sofistas , y otros
hombres que trafican con el juicio por el
favor de los Grandes. Resolvieron que fue
se Alexandro un dios, y se le rindiesen h o
nores divinos: esta proposición se hizo á la
mesa por el mismo Anaxárco , aquel desca
rado adulador. Calístenes, amigo de Aristó
teles , y afecto desde la infancia á Alexan
dro , viendo que los Macedonios pasmados
se quedaban en silencio , toma la palabra,
distingue los honores que se deben á los dio
ses y á los hombres, por grandes que sean.
„Templos , altares, l ibaciones, sacrificios y
himnos son de los dioses ; á los hombres
se deben los elogios, ¿No se irritarán con jus
to motivo los dioses si á unos simples mor
tales se les tributa adoración , quando no la
tuvo Hércules hasta después de su muerte,
6 o COMPENDIO
y aun se esperó á que la declarase el orá
culo de Delfos? A l e x a n d r o , no olvidéis la.
Grecia . ¿Podréis por ventura quando allá vol
váis forzar á los hombres libres á que os ado
ren como á un dios ? Si me decis que Ciro
fue adorado por sus vasallos, y que desde
entonces se ha conservado esta costumbre en
tre los Monarcas Medos y Persas, cuyo tro
no ocupaba, traed á la memoria como los Es
citas , pueblo rústico y pobre, reprimieron su
orgullo quimérico , y como otros Escitas hi
cieron conocer á Darío que no era mas que
un hombre. X e r x e s , Artaxerxes , Reyes hon
rados de sus vasallos como dioses, no se les
ha visto huir delante de los exércitos grie
gos como ahora nuevamente Darío de Ale
xandro."
E l amor propio del R e y padecía infinito
oyendo discurso tan atrevido: mas no quiso ó
no se atrevió á precisar á los Macedonios sus
convidados, y hubo una especie de composi
ción , por la que se decidió que aquellos á
quienes el R e y hiciese la honra de brindar,
debían levantarse, saludarle , y acercarse á que
les diese un beso. Empezó Alexandro por los
Señores Persianos, que le saludaron á su mo
do con adoración. D e los Macedonios unos
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6 l
eludieron la ceremonia, otros abiertamente se
burlaron. A un Persa que tocaba la tierra
con la frente postrándose, le dixo un Mace-
donio: Da mas fuerte. Y a l legó su turno á
Calístenes; y como no se postró, le rechazó
Alexandro con aspereza, y Calístenes se vo l
vió diciendo : Yo he perdido un beso ; mas
pagó bien caro este chiste.
Los que pretenden excusar á Alexandro
dicen que no era tan necio que se tuviese
por dios, y aun citan estas palabras que le
hizo decir el dolor curándole una herida:
Me llaman hijo de Júpiter , pero la herida dice á gritos que soy hombre. D i c e n pues que
su intención era familiarizar á los Griegos
con las costumbres persianas para que solo
hiciesen un mismo pueblo , y con el mismo
fin hizo instruir á los Persas jóvenes en la
táctica macedonia. Pero esto á los ojos de
los vencedores era un delito , y se indigna
ban de que se les quisiese igualar con los
vencidos. Esta disposición de los espíritus pro
porcionó á Hermolao , uno de sus guardias,
cómplices para vengarse de una injuria particu
lar. V i e n d o este joven en la caza que un ja
balí iba derecho al R e y , se puso delante, y
le atravesó con la lanza. Irritado el R e y de
6 2 COMPENDIO
que la precipitación del guardia le quitase la
ocasión de mostrar su valor y destreza, le hi
zo azotar públicamente, y ordenó que le qui
tasen su caballo. Sus compañeros, testigos de
la afrenta, la sintieron con é l , y así fue fá
cil que abrazasen su resentimiento; y convi
nieron en matar al R e y mientras dormía. H u
bieran consumado el delito á no ser por una
casualidad extraordinaria.
Habia en el campo una m u g e r , natural
de Sir ia , que seguía al exército , y hablaba
y hacia como si tuviese perdida la razón. Su
profesión era pronosticar lo venidero; pero
vendía sus profecías tan extraña y ridicula
mente , que todos la tenían por una insen-
sata: tal vez habia correspondido el suceso á
sus profecías; y el R e y , que era inclinado
á la superstición, quiso que esta adivina tu
viese entrada hasta su persona. E n la misma
noche que los conspiradores señalaron para
executar su pensamiento , Alexandro se reti
raba del largo convite con sus amigos á su
quarto. L a tal siria le cerró el camino, y como
agitada de movimientos convulsivos, le man
dó que se volviese, y pasase la noche en be
ber. Los conspiradores se vieron confusos, y
uno de ellos reveló el secreto. Arrestaron á
j
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 63
Hcrmolao y sus cómplices, y dixo delante de
los jueces: „ U n hombre constante y valeroso no
sufre, sin deseo de vengarse, el indigno trata
miento que se me ha hecho , y no soy y o
solo el que ha experimentado el injusto fu
ror. M i patria ha sufrido sangrientos ultrajes.
E l infeliz Filotas fue condenado á muerte
sin haberse dado suficientes pruebas contra é l :
¿hubo ni aun pretexto para justificar el ase
sinato de Parmenion? ¿Quántas víctimas han
sido sacrificadas por simples sospechas? Hemos
visto últimamente matar á C l i t o en un fes
tín , los usos y vestidos de los Griegos reem
plazados por los de los Medos y los PersaSj
y unos edictos que ordenan adorar como dios
á un hombre que se sepulta en la embria
guez , la luxuria y otros vicios tan vergon
zosos para é l , como funestos para sus vasa
llos. Para libertar á los Macedonios y á mí
mismo quería yo dar la muerte á un tira
no tan odioso." Estas palabras de recrimina
ción, mas que de justificación, precipitaron el
suplicio de Hermolao y sus cómplices, ape
dreados por los soldados. A l mismo tiempo ar
restaron á Calístenes, como compañero en la
conspiración, y parece que contra él no h u
bo mas que presunciones fundadas en haber
64 COMPENDIO
sido amigo particular de Hermolao. Pero su
delito fue la estimación y crédito que tenia
entre la juventud macedonia, á la que sos
pechaban que inspiraba sentimientos contrarios
á los deseos del R e y sobre los honores divi
nos. N o se sabe el género de su muerte , mas
siempre fue c r u e l , pues la diferencia está en
tre haberle dado tormento y crucificado , ó
en haberle cargado de hierro, llevándole tras
del exército en un carro descubierto, donde
murió.
Desde este tiempo se hizo muy agrio el
carácter de Alexandro. Y a no mostraba otra
pasión que la de asolar, subyugar y destruir
quanto se le oponía. Se le vio emplear el
incendio como el h ierro, gustar de los pe
l igros , y arrojarse á ellos con una especie de
ciego furor. A la verdad , muchas veces de
bió á su temeridad sucesos no esperados; por
que sus soldados animados con su exemplo, y
temiendo dexarle p e r e c e r , hacían esfuerzos
mas que humanos. Por entre estos peligros
l l e g ó á las fronteras de la India, y halló dos
R e y e s , cuya conducta ha conseguido elogios,
según el género de mérito que cada uno es
tima mas. Aquel los que estiman mas que todo
la fiereza y altivez , llamándola magnanimi-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6$
dad, se admiran de P o r o , que se atrevió á re
sistir al ímpetu de Alexandro. Los que apre
cian las virtudes benignas, y la política sua^
ve y útil á los p u e b l o s , prefieren á T a x i l o ,
que abrió sus estados al torrente-, y le dexó
correr con menos daño de su reyno. ,, Señor»
le d i x o , ¿para qué permitiría yo destruir á
mis vasallos, pues no intentáis llevarnos los fru
tos y el a g u a , que son las cosas necesarias pa -
ra conservar la v i d a , y por consiguiente las
únicas que merecen que peleemos para q u e
no nos las quiten? En quanto á lo que llaman
riquezas, si yo tengo mas que v o s , me haréis
el gusto de querer partir conmigo ; pero si
vuestras riquezas exceden á las mias , no ten
dré la soberbia de negarme á estaros obl iga
do , ni la baxeza de pagar vuestros beneficios
con la ingratitud." Alexandro •, movido de la
franqueza del Monarca indio, se hizo su ami
go , y dexó sus vasallos en paz. Poro desple^
gó sus fuerzas, fue derrotado , perdió dos hi
jos en la batalla, él salió herido; y si no vio su
reyno desolado, fue por generosidad del vence
dor, que se picó de corresponder á la noble
entereza del vencido. L e preguntó Alexandro:
¿ Cómo queréis que yo os trate ? Como á R e y ,
respondió Poro ; y no solamente le YQIVÍQ sus
TOMO xih x
66 COMPENDIO
estados, sino que le añadió provincias, é hi
zo de é l un fiel aliado.
A l e x a n d r o , á quien abrasaba el ardor de
las conquistas, meditaba otras nuevas. Pare
ce que nó pretendía detenerse hasta los lí
mites del m u n d o ; pero no eran estas las dis
posiciones de sus soldados, los que en lugar
de aspirar á otras victorias, solo pedían salir
de aquellos climas extraños para volverse á su
patria ; y conociendo las intenciones de Ale
xandro , rompió en e l exército el desconten
to , y decían : „ ¿ Somos acaso de hierro para
sostener las fatigas que se nos preparan? Nos
traían como á perros, mantenidos para soltar
los contra otros que se pretende despedazar.
N o : ya no pasamos de a q u í ; y serán muy ne
cios los que quieran sacrificar su vida por el
capricho de un hombre solo." Sabiendo el Mo
narca estas murmuraciones arengó al exército,
presentándole los motivos de gloria que le de
bían animar, subyugada el A s i a , á no dexar
las armas hasta haber conquistado el univer
so. Era Alexandro eloqüente, y m u y querido
de los soldados; y no obstante, ninguna im
presión hizo en ellos su discurso, y se que- :
dáron en un triste silencio.
V o l v i e r o n sus ojos á un Oficial llamado
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 6 /
C e n o , cuyo mérito conocía el exército y e l
mismo R e y . E s t e , movido de la tristeza de
los soldados, tuvo la generosidad de abogar
por su causa. Hizo presente al R e y que los
hombres no se determinaban á pasar grandes
fatigas sino con la intención de gustar algún
dia la dulzura del descanso. „ Y a el exército,
Señor, no es tan numeroso, y todos los q u e
le componen sostienen con pena el peso d e
las armas: dignaos pues de mirarlos como á
inválidos. Esperan de vuestra bondad que en
consideración de sus antiguos servicios los l l e
véis á su patria : en ella hallareis una juven
tud, que inflamada con el exemplo de vues
tras virtudes, estará pronta á seguiros en las
lluevas expediciones que queráis emprender."
Nada agradó este discurso á Alexandro,
y así rompió la asamblea. E n otra que con
vocó al dia siguiente declaró su resolución de
marchar adelante con los soldados que quisie
sen seguirle , y d i x o : „ Los que tanto desean
su pais nat ivo , vuélvanse á Macedonia. I d
pues soldados, id á decir que habéis dexado
á vuestro R e y en medio de sus enemigos."
Tampoco le salió bien esta tentativa, porque
ninguno se presentó. Alexandro se cerró ir
ritado en su t ienda, y se estuvo así dos dias
68 COMPENDIO
sin querer recibir á sus mas íntimos amigos.
A l tercer dia salió con ayre g r a v e , y dispu
so un sacrificio. Declaró el Arúspice que los
augurios ó agüeros no eran favorables. „ ¿ Con
que es preciso volvernos, dixo el R e y , pues
los dioses y mi exército piden que no pase
mos de aquí?" D e una profunda tristeza pasó
e l exército á los extremos del contento, y ex
clamaron los soldados: „ Bendito sea para siem
pre , pues siendo invencible para el resto del
universo, se ha dexado vencer de nuestras sú
plicas." E l buen continente de un exército que
»e muestra ya cansado, pero con respetuosa
constancia, sin quejas*ni amenazas, aquella sen
sibilidad del soldado que siente verse precisa
do á desagradar á su G e n e r a l , y el gozo da
haber recobrado su buena gracia, me parece;
un suceso mas glorioso para Alexandro que '<
sus mas bellas victorias.
Se puso á la cabeza del exército para vol
ver ; pero no le l levó por el camino mas cot|
to ni el de menos pel igros , procurando reti
xarse por donde tuviese pueblos que combatir,
y aun él mismo pensó perder la vida en loí
muros de O x í d a q u e , á los que se precipita
temerariamente, y le sacaron con trabajo y
medio muerto. Fueron las marchas largas y pe?
DE ZA HISTORIA U N I V E R S A ! . 69
nosas, sufriendo los soldados ya la escasez de
víveres, y y a la falta de a g u a , y tal vez uno
y otro. Después de un día de calor, con un
sol que abrasaba en una árida l lanura, alam
pándose el exército de sed, llevaron al R e y
en el hueco de un morrión un poco de agua
cenagosa como un precioso presente ; la re
cibió agradecido, y la derramó á la vista de
los soldados. Penosa extremidad; pero priva
ción que á todos alentó.
Volviendo á pasar por los parages en don
de habia estado quando los sujetó , examinó
la conducta de los Gobernadores. Castigó á
u n o s , premió á otros, se informó de la jus
ticia , de la hacienda, ordenó que se hermo
seasen las ciudades, trazó caminos, hizo cons
truir puentes , y en todo manifestó una su
perior inteligencia en punto de - gobierno.
Quanto mas se acercaba á Babilonia, en
donde se cree quería fixar su habitación, hacia
mas esfuerzos para incorporar á los Persas con
los Macedonios, deseando hacer de las dos na
ciones una sola. C o n este fin se casó con dos
Princesas de la sangre real. Estatira era hija
de Darío ; y antes habia tomado por esposa
una Persiana, llamada Roxana, de singular her
mosura. Dio por muger á Efestion otra hija
7© COMPENDIO
de D a r í o ; é imitando sus favoritos el exem-
plo se vieron hasta ochenta doncellas de las
mas nobles familias de Persia casadas con ellos.
Todos estos casamientos se celebraron en un
mismo dia. Hizo el R e y muchos presentes á
los esposos, y lo mismo executó con los sol
dados que tomaron mugeres Persianas en nú
mero de diez mil y aun mas. P a g ó el R e y
todas sus deudas. Se pusieron contadurías, en
donde se daba dinero sin preguntar de qué se
d e b í a , para que la vergüenza que podia nacer
de ciertos gastos no les impidiese para pedir.
M a n d ó después de los votos generales repar
tir coronas de oro á los que mas se habían dis
t inguido, é hizo pasar en su presencia revis
ta á treinta mil jóvenes Persas, que por su
orden habían instruido en los exercicios mili
tares ; y quedó muy contento. A estos los lla
maron epígonos, que quiere decir sucesores.
Esta denominación no era política, sino dat
á entender á los Macedonios, que si no esta
ban contentos ó querían retirarse, habia tro
pas para reemplazarlos. Se señalaron claramen
te sus sospechas quando arreglados los asun- :
tos de Pers ia , y antes de pasar á la Media,
quiso el R e y escoger en cierto modo sus tro- •
pas. Publ icó pues que. los que ya no quisie- «
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 7 1
sen servir por su edad, por sus heridas ó en
fermedades ó por otras razones, podían reti
rarse ; pero que recompensaría noblemente á
los que continuasen en las armas. Una grande
parte del exérc i to , zelosa de ver los favores
que se dispensaban á los Persas, dixo que se
quería volver. Supuesto , dixéron, que á so
los los bárbaros concedéis vuestras buenas gra
cias, sean ellos los que os ayuden á subyugar
las naciones. Algunos añadieron con insolen
cia : Podéis hacer la guerra con vuestro padre
Amon ; porque nosotros estamos resueltos á
no servir mas.
Se arroja Alexandro precipitadamente de
su trono, hace coger los principales del mo
tín , señalándolos él mismo, y manda arrastrar
al suplicio, hasta t r e c e : los otros se queda
ron mudos y consternados. Les dixo dos pa
labras sobre su ingratitud, y se entró sofoca
do en la t ienda, en la que se estuvo dos días
sin recibir á nadie: al tercero se presentó, y
admitió á besarle la mano á los Persas ya por
alianza sus parientes, y los elevó á los prin
cipales puestos de su exérci to: se esparció al
mismo tiempo el rumor de que iba á ex
tinguir la guardia Macedonia, y establecer
otra de Persas. T o d a la guardia amenazada
7 % COMPENDIO
acudid en tropel á la tienda del R e y , ofre
ciendo entregar los autores de la rebelión.
V i e n d o que no les responden, arrojan las ar
mas , y protestan no retirarse hasta conseguir
e l perdón. Sale en fin Alexandro de su tien
da ; y viendo su arrepentimiento, ni él pu
do contener las lágrimas, ni ellos tuvieron
fuerzas para hablarle. Pasados algunos momen
t o s , Eat ino , Oficial distinguido, tomó la pa
labra en estos términos: „ Vuestros Macedo-
ji ios, ó R e y , se hallan penetrados del mas
v ivo dolor; porque excluyéndolos á e l los , ha
béis permitido á los Persas llegar á besaros
l a mano, y por haberlos tratado como á pa
cientes." „ Todos vosotros sois mis parientes,
repl icó el R e y , y quiero que en adelante
m e miréis como tales." Entonces presentó su
mano á los Macedonios, que fueron apresu
rados á besarla; y después dio un convite, al
que asistieron ocho mil convidados. Hizo po
ner á su lado á los Macedonios, después los
Persas, y al lado de estos los soldados de otras
naciones. Toda esta numerosa asamblea brindó
en una copa de oro á la salud de Alexandro,
y á la prosperidad y unión de todos los pue
blos cuyo Soberano era.
C o n estos favorables auspicios, y con la
HE XA HISTORIA UNIVERSA!. 73
esperanza de un reynado venturoso por la con
cordia general , l l e g ó Alexandro á Babilonia.
A l l í formó tres proyectos : primero , el de
secar las lagunas que habia al rededor de la
ciudad: segundo, hacer los rios Tigr is y E u
frates navegables con galeras cavando un puer
to : tercero, hacer guerra á los Árabes. O c u
pado con ardor en estos proyectos presidia
por sí mismo á los trabajos de los ingenieros
llamados para secar las lagunas. E n un viage
que hizo por el rio adquirió las luces nece
sarias para la navegación que queria estable
cer. L e venían de las provincias reclutas, me
jor diremos tropas ya formadas, con que com
puso el exército destinado contra Arabia.
Quando todo le prosperaba le acometió una
enfermedad, que se declaró fiebre ardiente.
Estuvo peleando con el mal sin dexar de asistir
á los sacrificios, ni de continuar con sus amigos
en los placeres de la mesa, los que tomados fue
ra de tiempo, fueron el veneno que le abre
vió los dias, por mas que sin prueba alguna
se sospechen otros. Grande fue la pena de
los soldados acostumbrados á su presencia
quando esta les faltó. Pidieron que les per
mitiesen verle , y fue un lastimoso espectá
culo el de aquellos guerreros ya ancianos que
7 4 COMPENDIO
se acercaban á su cama con la timidez del
respeto para ver á un Monarca tan grande y
tan joven luchando con la m u e r t e , cuya som
bra ya le rodeaba. L a voz y la vista de sus
compañeros de armas le animaron un poco.
S e apoyó sobre e l c o d o , y les dio á besar su
mano desmayada , pegaban á ella sus labios
con la ternura del d o l o r , y espiró casi en
sus manos á la edad de treinta y dos años.
S e dice que habia dispuesto que le sepulta
sen en el templo de Júpiter A m o n ; pero
T o l o m e o L a g o , dueño del E g i p t o , por cuyos
estados habia de pasar e l convoy fúnebre, le
d e t u v o ; y levantó después un magnífico se
pulcro en Alexandria , ciudad que é l mismo
fundó.
C o n haber sido tan extraordinarias las ac
ciones de Alexandro no faltaron escritores que
las exageraron indiscretamente aun viviendo
e l héroe. T a n regular es en el hombre la li
sonja. Estaba oyendo leer una relación de sus
h e c h o s , y volviéndose á Lisímaco, uno de los
Capitanes que mas le habia acompañado, le
dixo : 5, j En dónde estaba y o quando hacia
cosas tan bellas? Quisiera volver después de
muerto por ver lo que pensarán los venide
ros de estas historias." Pero contentándose
DE L A HISTORIA U N I V E R S A ! . 7$
con lo verdadero ó lo verisímil, la misma pos
teridad ha echado el sello á su reputación,
presentándole siempre como uno de los hom
bres mas asombrosos que han existido, y aun
ha llegado á ser su nombre para los guerreros
título de elogio.
N o se sabe qué disposición dexó Alexan
d r o , ni si la hizo ( 2 6 7 6 ) . E n caso que no,
dudó que respetasen su última voluntad, pues
d i x o : Mis funerales serán sangrientos. T u v o
de fiarsina un hijo llamado Hércules , que vi
vió poco : de la hermosa Roxana nació un
postumo que tuvo su mismo nombre. V i v í a
un hermano s u y o , A r i d e o , hijo de la danzari
na F i l e n e , y otro que se llamaba T o l o m e o :
este, aunque era verdaderamente hermano, no
se escudó con este t í tulo , porque quando F i -
lipo dio á Arsinoe su madre por esposa á L a
go , ya estaba en cinta. También era su her
mano Cerauno, hijo de Cleopatra , la rival d e
O l i m p i a ; y aun vivia su hermana T e r a , q u e
casó después con Casandro. H e contado esta
genealogía por ser necesaria para entender lo
que se sigue.
Alexandro dio al morir su anillo á Per-
dicas , uno de sus mas íntimos confidentes.
Pudiera haberse creído que este favor era u n
7 6 COMPENDIO
derecho á la corona : mas Pérdicas tuvo la
modestia de tomarle como título de protec
tor de la familia r e a l , que al principio esta
ba reducida á A r i d e o , entre tanto que se es
peraba e l parto de Roxana. Si exceptua
mos alguna confusión , efecto inseparable
de la sorpresa , hubo bastante unión en
tre los Capitanes. Se distribuyeron estos las
provincias como Gobernadores, baxo la inspec
ción de Pérdicas, que como protector presi
dió á la repartición, bien que no era mas que
ilusorio este t í tu lo ; porque lleno de ambición
tenia como preso á Arideo quando parecía de
fenderle. A este Príncipe, débil de cuerpo y
de espíritu, le habían aconsejado que se va
liese de M e l e a g r o , comandante de la falange
macedonia; y Pérdicas zeloso de toda auto
ridad que él no gobernase, hizo asesinar á
M e l e a g r o , aunque refugiado al pie del altar.
Esta fue su primera maldad. L a segunda fue
la muerte de Estatira y la de D r i p e t i s , que
eran las dos últimas esposas de Alexandro.
Estas muertes fueron solicitadas por Roxana,
rezelosa de que estuviesen en cinta. L a ter
cera la matanza de un cuerpo de tropas grie
gas asalariadas, hasta veinte mil infantes y tres
mil caballos, que mirándose como libres del
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 7 7
servicio volvían con tranquilidad á su patria.
L a quarta el asesinato de Cinane , hermana
de Alexandro, que habia ido á proponer e l
casamiento de su hija A d a ó Eurídice con Ari-
d e o : bien que aun muerta la madre se v e
rificó el casamiento. Poco faltó para que Pér-
dicas cometiese el quinto crimen quitando la
vida á Antígono , cuyo crédito le ofuscaba;
pero se salvó á tiempo en Macedonia con e l
amparo de Antípatro. N o quedó al lado de
Pérdicas ninguno de los que estimó Alexan
dro sino Eumenes su secretario , persona d e
mucho mér i to , y tan experimentado en la
guerra como hábil en el consejo; y si estaba
con el protector era por haberle creído sin
ceramente afecto á la familia real. Para obli
garle mas fue e l mismo Pérdicas á la cabe
za de un exército á poner á Eumenes en po
sesión de la Capadocia , dándole e l título d e
Gobernador, después de haber quitado la v i
da á Ariarates que era el R e y .
Pérdicas daba las órdenes ( 2 6 8 8 ) y dis
tribuía reynos á nombre de Arideo y del ni
ño A l e x a n d r o , hijo de R o x a n a ; pero se sa
bia que todo esto eran rodeos por donde su
bir con mas seguridad al imperio. N o se i g
noraban sus proyectos , y así se unieron con-
7 8 COMPENDIO
tra el todos los que tenían motivos para te
mer por su ambición; bien que él se resol
vió por su parte no dexarse sorprehender
dando los primeros go lpes , y los dirigió á
T o l o m e o , que era el rival mas poderoso, y
nombrado Gobernador de Egipto por el mis
mo Alexandro : persuadiéndose á que abatido
este caerían los otros por sí mismos. Era T o
lomeo un Príncipe que con su prudencia, cle
mencia y justicia tenia á Egipto en una pro
funda paz. Se habia fortificado tan bien, que
quando fue Pérdicas á atacarle, le halló en
u n estado de defensa temible. Habia entre los
dos Generales esta diferencia : T o l o m e o , dul
ce y agradable, era adorado de sus soldados;
y Pérdicas, fiero é imperioso, tenia los suyos
descontentos con sus altiveces intempestivas.
H u b o no obstante en Egipto y sobre las mis
mas riberas del rio una batalla sangrienta. L a
falange macedonia quedó maltratada , y atri
b u y ó su desgracia á las malas disposiciones
de Pérdicas; por lo qual fueron los soldados
corriendo á su tienda y le mataron.
A Pérdicas le sucedieron dos tutores- ó
protectores, á los que se opuso Eurídice , mu-
g e r del R e y A r i d e o , que según parece que
ría sacar á su marido de tutela. C o m o esta
DE ! A HISTORIA UNIVERSA!.. 7 9
iba acreditándose en las tropas, la opusieron
Antípatro, que reunió en sí solo la autoridad
de protector. Repart ió de nuevo las provin
cias , y Egipto se quedó con T o l o m e o : á S e -
leuco el gobierno de Babilonia: Antípatro tu
vo la Susiana: Casandro la Caria : Ant ígono
la grande F r i g i a , con el mando de las t r o
pas de la casa real. Estos fueron los princi
pales Generales que levantaron sus tronos d e
las ruinas del de Alexandro.
Antígono fue e l primero que manifestó
en su conducta que no seria por mucho tiem
po vasallo. Arrastró á su favor con sus l ibe
ralidades los mejores soldados de Alexandro,
y compuso un exército que le estaba abso
lutamente sacrificado. Había muerto Ant ípa
tro , y le sucedió Polispercon en las funcio
nes de protector. Este formó, por decirlo así,
una especie de cruzada de todos los G o b e r
nadores y Comandantes particulares, llamán
dolos á la defensa de la familia real contra
Antígono. A la cabeza de estas tropas puso
á E u m e n e s , cuyo afecto á la real familia era
muy conocido. Polispercon quiso juntar con
el título de General grandes sumas, honores
y dignidades; pero Eumenes le respondió, que
todo hombre que quiere ser fiel á su Sobe-
8 o COMPENDIÓ
rano no necesita de grandes riquezas ni de
títulos eminentes.
D o s campañas, en que estos dos excelen
tes Generales desplegaron sus talentos, y to
dos los recursos de la guerra , se concluye
ron con una batalla decisiva. Antígono tenia
seguridad de su exército: el de Eumenes, que
se componía en grande parte de soldados cu
yos xefes solo se habían unido por una espe
cie de pundonor, no miraba con afecto su
causa. Todos hacian justicia al mérito y ca
pacidad de Eumenes, por lo que juzgaban ne
cesaria su presencia mientras duraba el com
bate ; pero habia envidiosos que convinieron
en deshacerse de él después de la batalla,
como quiera que saliese el suceso, para dar
fin á aquella g u e r r a , porque le tenían por el
principal apoyo é incitador de ella. Supo Eu
menes estas horribles ideas; y aunque pudie
ra haberse retirado á Capadoc ia , reflexionó
que dexar el mando de la tropa era aban
donar la familia de A lexandro; y se determi
nó á morir antes generosamente. t
Tomada esta resolución, salió de su tien* I
d a , y exhortó á los soldados á que hiciese I
cada uno su deber. L a mayor parte , ignoran*!
do la traición de sus xefes , le respondiéroaj
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 8 l
con aclamaciones de gozo. Se manifestó sen
sible á aquellos testimonios de benevolencia;
mas no pudo menos de decir á los amigos
que tenia al rededor, que vivía entre bestias
feroces, que tarde ó temprano le habían de
tragar. N o fue decisiva la batalla; pero tuvo
un incidente mas funesto para Eumenes que
la derrota. Durante la acción destacó A n t í -
gono una parte de su caballería, la que to
mando un rodeo sorprehendió el campo ene
migo , y se l levó m u g e r e s , niños y botín.
C a y ó la mayor pérdida en los Argiráspides,
antiguos soldados de A l e x a n d r o , llamados así,
porque les habia dado escudos de plata. Quan
do estos se vieron sin lo que mas querían, y
sin el fruto de sus trabajos, se enfurecieron
tanto, que quisieron matar los Generales. Teníame su comandante suspendió su furor ^ di-
ciéndoles, que esperaba de su antigua amis
tad con Antigono reducirle á restituirles el
botin. L e enviaron diputados, y respondió que
con toda voluntad le restituiría, con la condi
ción de que le entregasen la persona de E u
menes.
E u m e n e s , que hablaba bien, arengó á los
soldados, les representó la injusticia de su pro
ceder, las funestas desgracias que se seguirían,
TOMO III. F
8 2 COMPENDIO
y la infamia que iba á recaer sobre ellos.
Quitadme la vida antes que entregarme á
A n t í g o n o , mi antiguo enemigo y vuestro. Y a
se iban moviendo quando los Argiráspides gri
taron : Dexemos aparte esos bonitos discursos,
que nosotros no queremos perder nuestros hi
jos y mugeres ; y le llevaron al campo ene
migo. Aquel los á quienes le entregaron di-
x é r o n , que cómo quería que le guardasen; y
é l respondió : C o m o á un elefante , ó como á
un león. Sobre la suerte de este ilustre cautivo
h u b o en el consejo de Antígono dos pare
ceres. D e m e t r i o , hijo del mismo Antígono,
sostenido de la juventud del exército, desea
ba que le salvasen la v i d a , como prometiese
no hacer mas por la familia real. Los ami
gos del padre y los políticos estaban fuertes
en la opinión de deshacerse de un hombre
que tal vez era el único que podia atravesar
las intenciones de Antígono. Entre tanto ha
cia este tratar á su prisionero con los respe-
tos posibles, permitiendo que le sirviesen los
criados y le visitasen los amigos. Y a Eume-
nes estaba cansado con la incertidumbre en
que v iv ía , y dixo: Y o me admiro de que An
tígono me tenga tanto tiempo en la prisión,
y no determine quitarme la vida como á su
PE LA HISTORIA UNIVERSAL, 83
enemigo, ni precisarme á ser su amigo dán
dome la libertad. Poco duró su incertidum-
b r e , porque venció el partido menos genero
so , y le dieron la muerte en la prisión. A n
tigono y todo su exército le hicieron un fu
neral magnífico, pusieron sus cenizas en una
urna de p l a t a , y las enviaron á Capadocia
á su muger y á sus hijos. Insigne testimonio
de estimación y respeto á la fidelidad de u n
hombre que pereció víctima de su afecto á la
familia de su bienhechor.
Era Antigono muy político y sombrio, que
calculaba á sangre fria en su gabinete las
ventajas de una muerte mandada á propósito.
E l ardid, el disimulo y la mala fe nada le
costaban quando queria atraer á sus lazos á
aquellos que queria matar , y para esto em
pleaba todo el tiempo necesario. E n uno de
sus exércitos, retirado en la frontera , habia
un General llamado Pistor , de quien sospe
chaba queria hacerse independiente. Otros mu
chos tenían de él la misma i d e a , y de esto
se hablaba en la corte abiertamente. A n t i
gono defendía vivamente su partido : manda
ba que no se hablase mal de un hombre que
él estimaba , y estaba tan lejos de dar fe á
las calumnias, que le destinaba para el man-
F 2
84 COMPENDIO
do de la alta A s i a , que era el mejor de sv
gobiernos. Pistor, creyendo estas disposiciones
obedeció gustoso á una orden del R e y , qu
le llamaba á la corte ; y no bien habia lie
gado quando le hizo Antígono acusar de a]
ta traición en un consejo de guerra , y en e
mismo dia fue juzgado, condenado y execu
tado. Otro rasgo veremos de execrable cruel
dad. C l e o p a t r a , hermana de A l e x a n d r o , si habia puesto en camino determinada á dar 1;
mano á Tolomeo. Temiendo Antígono quf
con este matrimonio lograse algunos derecho
e l Gobernador de E g i p t o , la hizo detener er
Sardis, y dio orden de quitarla la vida. Es
te delito fue executado por las mismas da
mas que servían á la Princesa ; y dixo des
pués Antígono que le habían cometido sin
su noticia: manda cortar la cabeza á las que
habían sido instrumento de su barbarie, y ce
lebra los funerales de Cleopatra con la mayor
magnificencia.
Era muy notable el contraste entre An
tígono y su hijo D e m e t r i o , porque este era
h u m a n o , c lemente, de un carácter franco y
abierto , tan incapaz de la perfidia ó la trai
c ión, que su mismo padre con ser tan suspi
caz vivia con él en la mas íntima confianza,
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 8$
y se honraba con tal hijo. Demetrio á todas
horas se acercaba á su padre con sus armas,
lo que rara vez se sufría en aquellos tiem
pos ; pero Antígono hizo que lo notasen los
embaxadores á quienes daba audiencia, y les
d i x o : Cuidado con contar á vuestros Señores
como vivimos mi hijo y yo. Los embaxado
res eran de T o l o m e o , de Casandro y de L i -
símaco, con los quales repartió Antígono todo
e l imperio de Alexandro, reservándose el Asia
para sí, conservando Tolomeo el E g i p t o , de-
xando á Casandro la Macedonia , y á Lisí-
maco la Tracia , porque las ciudades griegas
debían guardar su libertad. Esta disposición,
según la carta de su tratado, no era mas que
provisional. Estos Generales se reconocían so
lamente por depositarios hasta que la fami
lia de Alexandro pudiese sostener sus dere
chos. Bien presto desapareció esta sombra de
condescendencia , porque cada uno tomó el
título de R e y en aquella parte que le habia
tocado.
Antígono trató á sus pueblos con mas
suavidad que antes ( 2 6 9 8 ) , desde que se
declaró R e y , dando por razón que queria
conservar por bien lo que había ganado por
fuerza; pero en quanto á los impuestos es-
86 COMPENDIO
taba m u y distante de la moderación de A l e
xandro. A la advertencia que sobre esto le
hicieron respondió : „ A m i g o s , Alexandro se
g ó toda la A s i a , y yo no hallo sino que es
p igar . " D e lo que se sigue se puede inferir
que era justiciero. Tenia que juzgar un asun
to en que habia intervenido su hermano. Q u i
so este Príncipe hablarle en particular , sin
duda por no exponerse á la vergüenza de ser
condenado. „ Hermano, le dixo con firmeza,
en público te o i ré , porque debo hacer justi
cia sin distinción de personas." V i v i a pacífi
camente con su familia , amaba á su muger
y á sus hi jos, y era de ellos amado con sin
ceridad. A los dichos memorables de Antígo-
no se puede añadir este chiste delicado y ale
gre. E n un viage habían alojado á su hijo
en casa de una viuda que tenia tres hijas no
tables por su hermosura : envió á buscar al
aposentador, y le d ixo: „ A m i g o , te pido que
tengas la bondad de sacar á mi hijo de ese
mal paso , "
Los nuevos R e y e s del reyno hereditario
y de las conquistas de Alexandro no tarda
ron mucho en hacerse la g u e r r a , porque la
incertidumbre de sus derechos y límites pre
sentaban suficientes motivos. Antígono sobre
Muerte, de A n t i g o n o .
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/ti/t . /'A: '/il//: ' /'ti.<itvit\i.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 87
esto tenia deseos de vengarse de T o l o m e o ,
que habia dado asilo y protección á Seleuco.
Este siendo simple Gobernador de Babilonia
inspiró temores á A n t í g o n o , el qual quiso ha
cerle arrestar, y Seleuco se salvó en Egipto .
Pronosticaron los Adivinos á Antígono , que
e l "fugitivo llegaría á ser para él un pel igro
so enemigo. Se cumplió la profecía , y tal
vez por culpa de A n t í g o n o , porque Seleuco,
sofocado de ver la porfía de su enemigo en
perseguirle, al principio ayudó mucho á T o
lomeo para rechazarle, y después formó una
liga de todos los Príncipes y Sátrapas á cuyos
estados amenazaba la ambición de Antígono.
Lisímaco y Seleuco por una parte ( 2 6 9 8 ) ,
y por otra Antígono y Demetr io su hijo, ca
da uno con poderoso exército, se encontraron
cerca de Ipso en las llanuras de la Fr ig ia .
D e la batalla que iba á darse pendía el des
tino de la Asia. F u e muy sangrienta entre
Capitanes igualmente hábi les , y tropas igual
mente aguerridas. Se declaró la victoria por
Seleuco. Antígono, penetrado de heridas, mu
rió en el campo de batalla á los 84 años de
edad. Demetrio h u y ó hasta G r e c i a , pero muy
mal acompañado, y sufrió el infeliz humilla
ciones de la república de A t e n a s , que en su
88 COMPENDIO
prosperidad le habia sido pródiga en lisonjas.
Seleuco se vio de repente dueño del Asia,
y Demetr io reducido á la Cil icia por único
asilo, y aun se estableció en ella por sorpre
sa. Mientras andaba errante en las costas de
G r e c i a , manteniendo con el botin su peque
ño exército, Se leuco , que le habia despojado,
le pidió por esposa á Estratónice su hija, Prin
cesa de grande be l leza , y procuró que á él
le diesen á Tolemaida , hija de Tolomeo.
V i é n d o l e suegro del Soberano de A s i a , y
yerno del de E g i p t o , parece que Demetr io
lograría alguna corona con estas alianzas; pe
ro las pretensiones le pusieron mal con Seleu
co : Tolomeo le miró con indiferencia, y no
le quedó mas recurso que su exército.
D o s competidores se disputaban la M a
cedonia ; y A lexandro, hijo de Casandro, lla
mó á Demetrio por auxiliar ; y quando iba
á socorrerle se acomodaron entre sí los dos
rivales. Temiendo Alexandro entonces á D e
metrio mas que antes le deseaba, le salió
al encuentro para que no entrase en sus es
tados; mas ya era tarde: Demetr io iba avan
zando. N o sabiendo Alexandro como desem
barazarse de él , determinó hacerle asesi
nar. Y a estaban dadas las órdenes: D é m e -
DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 89
trío descubrió el proyecto ; y cayendo con
lo mas escogido de sus tropas sobre las guar
dias de Alexandro, le quitó la vida en medio
de e l l o s , y exclamaron los Macedonios: Por un dia nos ha ganado. Esperaba el exército
de Alexandro que le a t a c a d D e m e t r i o ; pe
ro se sorprehendió agradablemente quando pi
dió permiso para justificarse en su presencia de
la muerte del R e y . Defendió tan bien su cau
sa, que todos los soldados á una voz le pro
clamaron R e y de Macedonia.
Colocado ya Demetrio en un trono pen
só en ganar el de Asia que le habían quita
do. Se le debe el haber sido el primero que
hizo construir naves de una grandeza, fortaleza
y magnificencia no conocidas hasta entonces.
Sus mismos preparativos advirtieron á los que
pretendía combatir, y así le ganaron por la
m a n o , y le suscitaron enemigos en todas par
tes : contra él se formaron partidos en su rey-
no ,- y se le quitaron los Macedonios con la
misma facilidad que se le dieron. L e quedaba
no obstante un exérci to , que aunque poco
numeroso se componía de buenos soldados. Cre
y ó pues que con este auxilio podia penetrar
á As ia , que era el objeto de sus esperanzas.
T u v o buen éxito en algunos encuentros; pe-
9 O COMPENDIO
ro estrechado con numerosos exércitos, pidió
paso libre para ir á establecerse en alguna
nación bárbara, en donde pudiese acabar con
algún reposo sus dias. Se valió principalmen
te de su yerno S e l e u c o , que tuvo alguna com
pasión de su tr i4i estado, y le dio víveres
para sus soldados, que y a no los tenían. Mas
hubiera hecho por él á no haber sido por Pa-
troclo , su primer Ministro, que le hizo pre
sente quanto era lo que arriesgaba en fomen
tar un Príncipe tan ambicioso y emprende
dor , y que era un león que no prometía se
guridad mientras no estuviese encadenado.
Persuadido Seleuco con estas razones, re
fuerza su exérc i to , envuelve por todas partes
á D e m e t r i o , y le estrecha en las gargantas
del monte Tauro. Demetrio , viéndose redu
cido á la desesperación, hace e l último es
f u e r z o , y se abre camino á Siria. Una fiebre
ardiente le precisa á detenerse, y sus soldados,
perdida ya la esperanza, desertan en grande
número. N o bien había convalecido quando vi
vamente apretado de Se leuco , le gana una mar
cha y dexa el exército de su yerno muy atrás.
Entonces formó el proyecto de sorprehender el
campo de su e n e m i g o ; y su intención hubie
ra tenido buen éxito si no le hubiera hecho
DE l A HISTORIA UNIVERSA!. 9 1
traición un desertor. Y a no le quedaba á D e
metrio otro medio que arriesgar un golpe da
desesperación. D i o sobre la vanguardia enemi
g a , y al primer choque la arruinó; pero acu
dió S e l e u c o , y se presentó á los soldados ven
cedores á la cabeza de su numeroso exército
dispuesto á combatir : les hizo presente que
solo habia diferido el ataque por no derramar
su sangre inútilmente : les exhortó á rendir
las armas, y á no exponerse por un Príncipe
ciego de ambición, y sin fuerzas para resistir
mas. Aquellos soldados respondieron con aplau
so á su discurso, y repitiendo las aclamacio
nes de viva el R e y S e l e u c o , abandonaron al
desgraciado Demetr io .
Se retira este á un espeso bosque con los
pocos que le habían quedado. Durante la no
che , Sosígenes, uno de sus antiguos amigos,
le l levó una suma de dinero : probó á sal
varse con la intención de llegar á la ribera
del m a r , mas estaban bien guardados todos
los pasos: no viendo recurso alguno su pe
queña escolta, se dis ipó; y si algunos se que
daron , fue con el fin de entregarle á Seleuco;
pero este les p r e v i n o , y envió á su yerno
diputados, que le hallaron en la mejor dispo
sición de ánimo; y así d ixo: „ M a s favorece
9 2 COMPENDIO
la fortuna á los intereses de mi gloria que á
Demetr io , pues no hay victoria que pudiera
serme mas gloriosa que el acto de clemencia
q u e me proporciona."
Constante Seleuco en estos principios en-
Xrió ú Demetrio las personas que creyó le se
rian mas agradables. A este cortejo se añadió
la multitud de cortesanos, creyendo que el
genio del suegro iba á tomar el mayor as
cendente en el corazón de su yerno. Los M i
nistros formaron la misma idea, y Patroclo
principalmente procuró avivar las sospechas y
temores que habían desaparecido al primer es
fuerzo de generosidad. Entre las enhorabue
nas se ve Demetr io rodeado de una guardia
numerosa: esta no le l levó á la presencia del
R e y , como él se habia lisonjeado, sino á cus
todiarle en un castillo situado en una penín
sula ; bien que no le faltaba ninguna de las
comodidades y delicias de la vida , pues po
día salir á cazar en un parque muy dilata
do , aunque por otra parte estaban bien pre
venidos sus deseos. L e consolaban con la es
peranza de que solo aguardaban á Estratóni-
ce su hija y otros parientes para arreglar las
condiciones con que se le habia de dar la
libertad.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 93
Por algún-tiempo descansó con esta es
peranza ; mas viendo las dilaciones, y que no
podia conseguir ver á S e l e u c o , aunque no
cesaba de pretenderlo, se entregó á los pla
ceres que se le presentaban, y en particular
al rega lo , por parecerle el mejor medio de
distraer su pesadumbre , y no echar menos la
grandeza pasada. Se creyó que estaba resig
nado con su suerte, y tal vez él mismo lo
creyó , pues tenemos una carta suya á A n t í
gono su hi jo, que viene á ser una renuncia
de quanto podia aficionarle á la vida. L e po
ne en sus manos los derechos á los estados
que aun poseía en la Grecia : le exhorta á
observar constantemente con sus vasallos las l e
yes de justicia y moderación. „ Considérame,
le dice , como muerto : no procures rescatar
mi libertad con el sacrificio de ciudades ó pro
vincias ; y en este punto no creas á carta al
guna , aunque esté escrita de mi mano ^ s e
llada con mi sel lo."
Experimentó Demetr io que quando fal
ta la esperanza, son muy débil recurso los
placeres contra una desgracia: sumergido en
una sombría tristeza, le fueron inútiles los
cuidados que se tomó por libertarse ; y sus
esfuerzos en este punto le causaron una en-
94 COMPENDIO
fermedad, que á la edad de cincuenta y quatro
años le l l e v ó al sepulcro. F u e Príncipe gran
de en una y otra fortuna, el mas hábil in
geniero de su s ig lo , de dulce y agradable com
pañía , amante de las letras, noble en sus pro
cederes , generoso , benéfico , y adorado de su
familia. N o debe omitirse que tuvo quatro mu-
geres que vivieron á un mismo tiempo en
su compañía, y ni é l ni ellas se dieron el
menor motivo de queja.
Su hijo A n t í g o n o , modelo de la piedad
filial, como lo habia sido su padre , se ofre
ció en rehenes por é l , y propuso dar por su
libertad los estados que poseía en Grecia. Aun
que no le admitieron la proposición, siempre
insistió en pedir su l ibertad: se vistió de lu
to , no asistió á convites ni funciones en to
do el tiempo que su padre estuvo prisionero.
"Viendo que habia m u e r t o , y que le llevaban
las cenizas, salió á recibirlas con muchas na
ves , y las guardo en una urna de oro. Quan-
do volvió al puerto de C o r i n t o , que era el
lugar de su residencia, hizo colocar esta urna
sobre la popa de su galera, y cubriéndola coa
u n dosel de púrpura, puso encima su corona,
y él en persona, vestido de l u t o , y bañados
los ojos en lágrimas se estaba arrimado á tan
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 95
preciosa urna. Casi todas las ciudades de G r e
cia enviaron guirnaldas para coronarla, y di
putados que asistiesen á la ceremonia de los
funerales. D e Corinto trasladaron las cenizas
de Demetrio á D e m e t r i a d a , edificada por é l ,
y las guardaron en un magnífico sepulcro. R a
ra vez se han visto sentimientos iguales en los
herederos de los tronos.
Los desastres deplorables de las conquis
tas de Alexandro en Asia nos preparan esce
nas mas sangrientas aun en Macedonia. H a
bia dexado el gobierno á A n t í p a t r o , Ministro
muy estimado de su padre F i l ipo . Era de una
familia i lustre, y amigo particular de Aristó
teles , que le inspiró mucho gusto por las cien
cias. A todas sus acciones acompañaba cierto
ayre de grandeza. E n el ordinario modo de
vivir y en sus vestidos era tan sencillo, q u e
parecia un simple particular, al mismo tiem
po que daba órdenes á lbs Reyes . Bien p u e
de decirse que ó era e l mayor h o m b r e , ó e l
mayor hipócrita de su tiempo.
E l gobierno que le confió Alexandro tenia
una dificultad mas que los otros ( 2 6 7 6 ) , y era
vivir con Olimpia sin dexarla tomar demasiada
autoridad , y sin que el hijo le pudiese recon
venir de que se causaba sujeción á su ma-
96 COMPENDIO
dre. Este era un papel delicado, y Antípatro
debió desempeñarle largo tiempo con aproba
ción de A l e x a n d r o ; mas en el instante en que
se cambiaron las costumbres de este conquis
tador , se cree que el inflexible amor de A n
típatro á la verdad empezó á desagradarle,
y que quando murió pensaba hacer que ex
perimentase una ruidosa desgracia, aunque pue
de decirse que en cierto modo le debia A l e
xandro sus conquistas. Porque si el Gobernador
no hubiera mantenido la paz en Macedonia,
no solo le hubieran faltado al R e y las reclu
tas que Antípatro le enviaba y sostuvieron su
exército , sino que se hubiera visto precisado
á dexar el Asia para no arriesgar por espe
ranzas su corona hereditaria.
L a noticia de la muerte de Alexandro sus
citó grandes cuidados en Antípatro ; porque
parte de las ciudades de Grecia echaron de sí
la guarnición macedonia , y le fue preciso ne
gociar con unas , y usar de rigor con otras.
Los Atenienses sobre todo le dieron mucho
que h a c e r : le reduxéron , viéndose bloquea
d o , á la precisión de pedir la p a z , mas no qui
sieron oirle si no se rendía á discreción. Salió
Antípatro de este mal paso, y l legó su tiem
po de pedir á los Atenienses la misma condi-
DE LA HISTORIA. UNIVERSAL. 97
cion que le habían impuesto. Tuvieron que sufrirla , mas no quiso abusar de su victoria; y así se contentó con obligarlos á desterrar los peligrosos oradores que seducían aquel pueblo ligero y volátil. A esta guerra la llamaron da~ miaca , por haberse dado la batalla principal cerca de una ciudad llamada Damia.
Pasó Antípatro al Asia , llamado del deseo de servir á la familia de Alexandro: allí tuvo el título de protector, y á poco tiempo volvió con él á Macedonia, en donde murió de ochenta años. Su pundonor no le permitió dar el gobierno á Casandro su hi jo , que aunque joven le hubiera desempeñado, y nombró á Polispercon, el mas antiguo Capitán de los de Alexandro. Este sucesor de Antípatro , con el título de Gobernador general de Macedonia , y de tutor de los R e y e s , tenia muy medianos talentos, y su hijo Alexandro no era mucho mas hábil. Empezaron su administración con un desacierto contra los consejos de Antípatro, y fue llamar á Olimpia á Macedonia. Esta muger artificiosa se apoderó del corazón de Polispercon, y le aconsejó acerca del gobierno de las ciudades ciertas variaciones que descontentaron. Daba sus órdenes con altivez á nombre de A r i d e o , hermano de
TOMO I I I . G
p 8 COMPENDIO
A l e x a n d r a , reconocido ya por R e y con el pe
queño Alexandro hijo de Roxana.
Arideo estaba casado con Eur ídice , nieta
de F i l ipo ; y bien fuese que el derecho á la
corona de esta Princesa ofuscase á Ol impia, ó
por haber entre ellas rivalidad y autoridad, ó
por envidia, que entre mugeres no es rara, no
solo manifestaron separación entre sí , sino tam
bién aborrecimiento y deseo de hacerse daño.
A Olimpia la sostenía Polispercon: Eurídice
buscó el apoyo de Casandro hijo de Antípa-
t r o : este no miraba sin inquietud la inclina
ción de Polispercon á O l i m p i a , enemiga de
clarada de su padre : comunicó sus temores á
sus amigos, y juntó un poderoso partido. N o
saliéndole bien los primeros esfuerzos para su
plantar al Gobernador, se vio precisado á huir
á la Asia ; y muy lejos de dexar su preten
sion, levantó un exército con el auxilio de los
Principes, que envidiaban la autoridad de Po
lispercon ; y quando estaba para entrar en Ma
cedonia le llamó Eurídice á socorrerla.
Estaba entonces la guerra civil encendida
en Macedonia. Las dos heroinas, cada una á
la cabeza de un exército , se mostraban re
sueltas á aventurar una batalla. La natural co
municación entre los habitadores del mismo
PE 1 A HISTORIA UNIVERSAL. 99
p a í s , aunque de partidos opuestos, fue favo*
rabie á Olimpia. Los soldados de Eurídice se
la habían unido voluntariamente, y con todas
las señales de zelo y afecto; pero presentándo
se á ellos Olimpia en el momento de la acción,
su ayre magestuoso, y la idea de que iban
á pelear contra la viuda de Fi l ipo , madre
de Alexandro , les quitó las armas de las ma
nos , y abandonaron á la infeliz Eurídice y á
su marido. Ol impia , dueña de su suerte, los
mandó encerrar en un lugar tan estrecho que
no se podian revolver sin gran trabajo , y allí
mandó sustentarlos con los alimentos mas or
dinarios. C o n estos dos infelices cayeron en
manos de Olimpia muchos partidarios de C a
sandro , y entre otros su hermano Nicanor.
A este le quitó la vida con cien amigos su
yos. Quiso al mismo tiempo que abriesen ei
sepulcro de D i o l a s , otro hermano de Casan
dro , y arrojasen á las aves carniceras los res
tos de su cuerpo.
Estas crueldades empezaron á excitar la
compasión en favor de Arideo y de su espo
sa ; y temiendo Olimpia las conseqüencias re
solvió salir de ellos. Entraron pues por orden
suya en la prisión del R e y algunos Traces ar
mados con p u ñ a l e s , y le penetraron con mu-
G 2
I O O COMPENDIO
chas heridas. U n momento después envió á
ofrecer á Eurídice con un mensagero un p u
ñal , un c o r d e l , y una copa de veneno. Los
dioses, dixo la desgraciada Princesa , ofrezcan
algún dia á Olimpia otro igual presente ; y
rasgando su pañuelo limpió las llagas de su
esposo que acababa de dar el último aliento:
le cubrió con algunos vestidos, y sin mani
festar la menor flaqueza, ni explicarse en que
ja a lguna, presentó el cuello al fatal cordel, y
murió ahorcada.
Casandro l legó muy tarde para impedir
estas crueldades, pero muy presto para casti
garlas. Entró en Macedonia, en donde Olim
pia pasaba de ciudad en ciudad, escoltada de
una corte magnífica. Llevaba consigo á R o
xana y al pequeño Alexandro, creyendo que
la vista de la v i u d a , del hijo y de la madre
de aquel conquistador, cuyas victorias daban
tanto honor al nombre macedonio, alistarían
los mejores soldados baxo sus estandartes; mas
no por esto crecía su exército. Siempre per
seguida por Casandro tuvo precisión de en
cerrarse en Pisna , en donde Casandro la si
tió por mar y por tierra. L l e g ó á ser el ham
bre tan horrible , que los soldados comian los
cadáveres de sus compañeros. Olimpia , des-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I O I
pues de muchas tentativas inútiles para esca
parse , se rindió á discreción. Los padres de
los que cruelmente habia hecho matar la acu
saron en la asamblea de los Macedonios, y
sin oiría la condenaron á muerte. Entonces C a -
sandro la ofreció una embarcación para llevar
la á Atenas ; mas no la admitió, temiendo que
en estando en alta mar la arrojarían á las
olas. D i x o pues que quería justificarse en otra
asamblea, y á Casandro le pareció peligroso
concederla este permiso. C o n efecto , doscien
tos hombres enviados á quitarla la v i d a , se
vieron tan confusos al ver su ayre magestuo-
so, que volvieron sin executar la orden. ¡ Quán-
to mas hubiera movido á la mult i tud, en la
que siempre hay gentes inclinadas á la p ie
dad! N o hallaron otro medio de salir de ella
que el de entregarla á los parientes de los
que habia muerto. Estos la degollaron, y aun
al morir excitó con su constancia la admira
ción de sus verdugos. Así murió la madre de
A l e x a n d r o : inútil seria dibuxar aquí su carác
ter , pues le pintan bastante sus acciones. Casan
dro envió á Roxana y á su hijo á Ant ípatro, se
parándolos de los que les solían acompañar, y
ordenó que al Príncipe le criasen como á un
particular. D e allí los hizo trasladar á un cas-
1 0 2 COMPENDIO
til lo aislado; y quando ya los Macedonios se
iban olvidando , se deshizo de e l l o s : dexó el
nombre de protector , y tomó el de R e y .
S i l o s talentos militares ( 2 6 9 8 ) , las vic
torias , y un gobierno prudente y moderado
pudieran justificar la usurpación, merecería
Casandro el trono. E l restituyó á Macedonia
la abundancia y la p a z : reedificó las ciudades
destruidas: añadió á su corona la del Epiro;
sostuvo con esplendor la guerra contra Antígo
no , dueño de Asia : impuso leyes á los Etolios
y á los I l ir ios: se hizo señor del Peloponeso,
y en medio de sus triunfos murió de natural
enfermedad, dexando tres hijos, F i l i p o , Antí-
patro y Alexandro: el primero le sucedió, y
murió muy presto: Antípatro se hizo aclamar
R e y , y Alexandro se opuso á su instalación sos
tenido de un partido poderoso y de la Reyna
su madre , aunque en secreto , como se lo per
suadieron á Antípatro. Este Príncipe desnatura
lizado , temiendo la preponderancia del voto de
su madre entró en la habitación de esta con.
verdugos , y por mas que le pedia gracia , con
jurándole por los pechos que habia mamado, se
quedó inflexible, y la hizo quitar la vida en su
presencia. D e este rasgo de la mas horrible bar
barie no se halla exemplar en la historia.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 3
Después de mucho tiempo de guerra, en
la que entraron los extrangeros ( 2 7 0 5 ) , y
fue muy funesta para el r e y n o , le repartieron
entre sí dos hermanos. Alexandro, el mayor,
fue suplantado por D e m e t r i o , á quien que«
ría matar. D e m e t r i o , á lo que parece, no aten
dió al carácter de sus nuevos vasallos, pues
manifestó en el trono de Macedonia un gus
to por el luxo que pudiera agradar en Asia,
y aun sufrirse en G r e c i a , en donde se hon
raban las artes; pero le repugnaba demasiado
la sencillez agreste de los Macedonios. Pare
cía que en este reyno se portaba como en un
pais conquistado, pues mandaba con a l t ivez , y
rechazaba las representaciones y quejas con un
ayre de desprecio mas enfadoso que la nega
tiva. Se cansaron sus vasallos, y dieron la co
rona á P i r r o , R e y del Epiro ; y así la M a
cedonia, que en tiempo de Casandro añadió
á sus estados el Epiro , se vio añadida al E p i
ro y sujeta á Pirro. Este la dexó para hacer
conquistas en I ta l ia ; y antes de salir la re
partió con Esímaco, soberano de T r a c i a , e l
que se apoderó de todo durante su ausencia.
Las intrigas de mugeres llenaron su cor
te de funestas disensiones. Arsinoe, con quien
se casó teniendo mucha e d a d , le inspiró sos-
IC>4 COMPENDIO
pechas odiosas contra Agatoc les , su hijo mayor , Príncipe generalmente amado y estimado. L e pusieron en prisiones sin oirle , y le dieron veneno. Lisandra su v i u d a , hija de T o lomeo , se salvó con sus hijos y con su hermano Cerauno en la corte de Seleuco. A r mase este Príncipe á favor de esta desgraciada familia : presenta á Esímaco una batalla, en la que el R e y de Macedonia murió con trece hijos suyos. Y a el vencedor iba á colocarse en el trono , quando el protegido le asesina , y á pesar de delito tan atroz, tuvo maña de hacerse proclamar R e y por los mismos Macedonios. Entonces pensó en vengarse de A r s i n o e , que habia dado la muerte á su cuñado Agatocles. Se habia esta retirado á C a -sandria, plaza muy fuerte : la engañó Cerauno con la esperanza de casarse con ella y adoptar sus hi jos , con lo que abrió las puertas de Casandria. E n el dia señalado para las bodas hizo Cerauno degollar los dos hijos en presencia de su madre, y la desterró á la Sa-motracia, sin mas compañía que dos mugeres para servirla. Ella se salvó en Egipto , agradó á Tolomeo F i l a d e l f o , hermano de T o l o -meo C e r a u n o : la tomó por m u g e r , y vino á. ser cuñada de aquel, á cuyo cuñado había
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I O ¡J
ella muerto , y asesinado sus hijos. ¡ O h qué
alianzas!
En tiempo de To lomeo Cerauno los G a u -
las, nación hasta entonces desconocida en aque
llos paises, hicieron una irrupción en Mace
donia , sin otros fines que la codicia del bo
tín , ó el deseo de hallar tierras y habita
ción mas ventajosa para dexar sus bosques, por
lo qual empezaban robando; y si el lugar les
contentaba, se establecían en él. D e qualquier
modo eran infelicísimos los paises invadidos.
Cerauno los esperaba en la frontera con un
poderoso exército; pero fue vencido y muer
to. Entonces se esparcieron por todo el rey-
no como una inundación , y por hallarse los
Macedonios sin xefe hacian sus robos con la
mayor facilidad.
En el primer momento de la sorpresa el i
gieron los Macedonios á Meleagro , hermano
de Cerauno; pero se mostró tan incapaz, que
le depusieron dos meses después. Antípatroy
nieto de Casandro , que sucedió á M e l e a g r o ,
solo reynó quarenta y cinco dias. Sostenes, un
señor de Macedonia, juntó sus compatriotas es
parcidos , los instruyó en la disciplina; y sien
do su Capitán venció en muchos reencuen
tros á los bárbaros. L e ofrecieron la corona, y
T O 6 COMPENDIO
no la admit ió , contentándose con el título de
G e n e r a l , que desempeñó gloriosamente por
dos años. U n nuevo enxambre de Gaulas en
tró á reforzar los primeros: Sostenes y su p e
queño exército fueron oprimidos por la mul
titud. Estas dos invasiones acabaron de arrui
nar la Macedonia: la abandonaron los G a u
las para ir á pasear sus furores por la Grecia.
N o por hallarse este reyno en estado tan
miserable dexó de excitar la ambición de tres
concurrentes, Antígono Gonaro , llamado así
por el lugar de su nacimiento: este era hijo
de Demetrio : Antíoco Soter, hijo de Seleuco
(cuyos padres habian tenido la corona de Ma
cedonia) ; y P i r r o , que habia vuelto de la ex
pedición de Italia. Ayudados de sus propias
tropas, y otras que estaban á su sueldo , se
disputaron las ruinas de este asolado reyno.
P i r r o , digno por sus ideas caballerescas de
mandar á los G a u l a s , de los quales tenia mu
chos en su exército, ofreció un combate á An
tígono en campo cerrado; y le respondió : Si
Pirro está cansado de la v i d a , él hallará mil
ocasiones de perderla. C o n efecto , le mataron
en Argos por mano de una muger que le dio
un tejazo en la cabeza. Se vio Antígono due
ño único de la Macedonia: se fue insensible-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 7
mente deshaciendo de los Gaulas que toda-
via la infestaban, y empezó un reynado que
por su benignidad y justicia debiera haber
agradado á sus vasallos; pero estos se deslum
hraron con el valor brillante de Alexandro,
hijo de P i r r o , que fue á recobrar los derechos
de su p a d r e , y casi todos los Macedonios se
pasaron á su partido. Antígono abandonó aquel
pueblo- ingrato, y se retiró á sus estados de
G r e c i a ; pero D e m e t r i o , su hijo , se sostuvo
en un rincón del reyno , y sus hazañas atra-
xéron á los Macedonios enamorados de la va
lentía , y le siguieron; venció p u e s , y vo lv ió
á llamar á su padre Antígono. E s t e , que era
nieto de Antígono el que murió en la ba
talla de I p s o , e hijo de Demetr io e l que
murió prisionero, no se olvidó de las mudan
zas de la fortuna que tantas veces habia e x
perimentado. Quando mataron á Pirro el hi
jo de Antígono , en medio del júbilo que sin
tió al momento que se ganó la victoria, pre
sentó á su padre la cabeza del R e y de E p i
ro ; y e l de Macedonia apartó sus ojos con
horror, y dixo : „ ¿ Crees tú , infeliz , que un
Príncipe cuyo abuelo murió como ese, y cu
yo padre murió entre cadenas, sentirá placer
con el espectáculo que me presentas? R e c i b i ó
I O8 COMPENDIO
con toda bondad al hijo de Pirro que el su
y o le t raxo; y viéndole con mal vestido, di-
xo para responder á su hijo que se le reco
mendaba : „ Mas me gusta ese proceder que
e l que tuviste concluido el combate; pero to
davía no haces lo que debes, porque el trage
en que le traes es propio para deshonrar la
victoria que has ganado."
Demetrio segundo ( 2 7 5 6) , hijo y suce
sor de Antígono ( 2 7 6 2 ) , tuvo la felicidad
de verse en tal situación que pudiese imitar
las dulces costumbres de su padre mas bien
que sus militares talentos. Su reynado fue tran
quilo , pero muy corto : su muerte fue muy
sentida, y aun lo hubiera sido mas sin las be
llas propiedades de su hermano Antígono D o -
son, que le reemplazó al principio, como tu
tor de un hijo que dexaba su hermano, pero
de menor edad, y después como R e y , casán
dose con la viuda. E l cuidado en la educa
ción de su sobrino, el afecto que siempre le
mostró prueban que si tomó la corona no fue
por quitársela, sino para dársela mas brillan
te. Prosperó la Macedonia con su gobierno,
porque era tan buen guerrero como hábil po
lítico. Sabia este Antígono bien el arte de
prometer , como se ve en su renombre Do-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 0 9
son, que quiere decir el que dará. M u r i ó es
cupiendo sangre á causa del grande esfuerzo,
que hizo por animar en una batalla á sus sol
dados. Antes de dar el último aliento suplicó
al exército que guardase fidelidad constante á
Fi l ipo su sobrino y p u p i l o , que iba en tan
corta edad á ocupar el trono.
F i l ipo ( 2 7 7 8 ) , como su predecesor, era
alentado , eloqüente , y versado en los conoci
mientos que un R e y necesita, pero sospechoso
y cruel: estos dos defectos fueron la causa de
las desgracias del r e y n o , que envenenaron su
vida y deshonraron su reynado. Antes de lle
gar á la edad madura intentó un descubri
miento que tal vez es el mas difícil, y prin
cipalmente para un R e y , esto e s , distinguir los
falsos amigos de los verdaderos. C o n el des
pecho de no poder lograr esta satisfacción qui
tó la vida sin distinción á todos aquellos cor
tesanos con quienes habia tenido íntimo trato.
También le hacen culpado en la muerte de
A r a t o , aquel que era xefe muy estimado de
los A q u i v o s , dándole veneno, y á su hijo un
bebedizo que le puso loco. T a l fue el padre
de Demetrio y Perseo, ambos célebres, el pri
mero por su a fec to , y el segundo por su an
tipatía á los Romanos.
1 1 0 COMPENDIO
Y a estos republicanos habian llevado sus
armas á G r e c i a , y en ella se valian de aque
lla artificiosa política que los hizo por último
dueños del m u n d o , y consistía en ayudar á
los flacos contra los fuertes. Quando tenían
abatido el poder de un R e y , y le habian qui
tado algunos paises, y parte de sus medios de
agresión-; con pretexto de reintegrarle , le da
ban otro pais que conquistar para consumir
sus fuerzas. D e este modo quando obligaron á
F i l ipo á entregarles sus navios, y le prohibie
ron continuar en las conquistas principiadas, le
permitieron atacar á los T r a c e s , los que no
ignoraban ser difíciles de conquistar y aun de
vencer. Otro ardid de los Romanos era pedir
en rehenes los hijos de los Soberanos ó de los
Grandes para criarlos en sus principios, é ins
pirarles la admiración por su república : esto
es lo que practicaron con Fi l ipo. L e pidieron
en rehenes á su hijo Demetr io , y le volvie
ron á enviar lleno de estimación hacia ellos, y
de un afecto que no podia agradar al Rey
de Macedonia después del modo imperioso con
que se le trataba.
Tenia Demetrio un hermano mayor na
cido de una concubina, y este se llamaba Per-
seo. El vicio del nacimiento no le quitó el j
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. I I I
deseo del trono, ni la esperanza de llegar á
conseguirle. Demetrio no perdía ocasión de
sosegar el resentimiento de su padre contra
los R o m a n o s ; y tomándole por la parte de
su interés, le hacia presente el grande poder
de estos republicanos comparado con el suyo,
y quanto arriesgaba en irritarlos: que lo me
jor era procurar ganarlos, procediendo con ellos
con franqueza, y no pretender engañarlos con
ardides, que tarde ó temprano habían de des
cubrir. Bien conocía F i l ipo la solidez de este
discurso; pero le oia con un despecho que le
inclinaba tal vez á creer que su hijo no tan
to miraba las ventajas de su padre como su
inclinación á los Romanos. Perseo no dexaba
de animar las sospechas; y aunque F i l i p o ama
ba á Demetrio , Príncipe adornado de un g e
nio insinuante, alegre y acariciador , en a lgu
nas ocasiones la identidad en el modo de pensar
daba la preferencia á Perseo, hombre de na
tural sombrío, artificioso y maligno,
Se presentó una ocasión que dio á cono
cer estos dos caracteres. Quiso F i l ipo divertir
su corte con una especie de torneos, en los
que entraban los dos Príncipes como xefes de
dos partidos, compuestos cada uno de dos ami
gos. Pero bien presto el combate, que era
1 1 2 COMPENDIO
un j u e g o , se hizo serio, y aun fue necesaria
toda la autoridad del R e y para que cesase.
Los dos hermanos convidaron después cada uno
á sus campeones. Algunos partidarios de Per-
seo se introduxéron en la sala del festín de
D e m e t r i o ; y los convidados, mirándolos como
espías los echaron fuera. Demetrio manifestó
á sus cortesanos descontento por la afrenta que
habían hecho á su hermano; y para reparar-*
la de algún modo propuso ir amigablemente
á sorprehenderle á la mesa , creyendo que es
ta señal de confianza le sosegaría. E l lo era
una imprudencia, y sus amigos procuraron que
la conociese: principalmente los que habian
despedido las espías verdaderas ó imaginadas,
no se querían exponer ; pero Demetrio insis
tió , aunque no se opuso á la precaución de
que llevasen puñales ocultos para defenderse
en caso de ataque. Bien fuese porque Perseo
temió , ó porque pensó en aprovecharse de la
ocasión para hacer odioso á su hermano , quan?
do vio acercarse la tropa, cerró la puerta y
dio gritos, al asesino, al asesino. E l R e y , á
cuyo juicio se sujetaron los dos partidos, re
prehendió la imprudencia de D e m e t r i o , pero
condenó las sospechas de Perseo. E n quanro
á los torneos no quiso decidir qual de los dos
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I 3
partidos habla empezado á convertir la fiesta
en carnicería, y se contentó con encomendar
la unión, y prohibir con un tono absoluto que
jamas turbasen su tranquilidad con semejan
tes escenas.
Siempre sé quedó en duda sobre qual era
el culpado; mas para su mayor desgracia pres
to salió de la incertidumbre por los resortes
que movieron. Por uno de aquellos ardides que
Demetrio le aconsejaba que dexase, habia F i -
lipo desagradado mucho a los Romanos. Por
pretensión de los habitadores de Maronea, ciu
dad marítima de Trac ia , le mandó el senado
sacar de allí la guarnición macedonia. Después
de muchas tergiversaciones obedeció F i l ipo;
pero tomo sus medidas de modo que al mis
mo tiempo que la guarnición salia de Maro
nea entran los Traces apostados, roban, sa
quean , y exercen las mas horribles crueldades.
N o se ignoró en Roma esta v i leza: mandaren
á Fi l ipo que fuese á justificar su conducta de
lante del senado, y que enviase el comandan
te de la guarnición para averiguar la verdad.
Fi l ipo le hizo partir, y darle veneno en el
camino. V i e n d o que no podia resistir á las
fuerzas que se preparaban, encargó á D e m e
trio que desviase la tempestad. Quando este
TOMO III. II
I I ¿j. COMPENDIO
joven Príncipe l l egó á Roma se admiró , y
cayó de ánimo al ver las pruebas acumuladas
contra su padre. Procuró justificarle , y qui
sieron admitirle sus razones; pero en la carta
que el senado escribió á su padre le dixo ex
presamente que aquellas excusas no se habian
considerado valederas sino por respetos á su
hijo.
Esta restricción desagradó á F i l i p o , y de
ellas sacó conseqüencias contra la fidelidad de
D e m e t r i o , creyendo que tenia inteligencia con
los Romanos para sostenerse contra su padre,
y tal vez para invadir el trono. Perseo animó
esta sospecha con cartas falsas que hizo venir
de R o m a , en las que los supuestos proyectos
de Demetr io se presentaban tan verisímiles que
e l R e y se e n g a ñ ó : dio orden de arrestar á su
h i j o , y confió este encargo á un tal Didante.
Este era un partidario secreto de P e r s e o , y
lo executó con tal apariencia de sentimiento,
que el joven Príncipe puso en él su confian
za. L e confesó que si podia conseguir la li
bertad , tenia intención de salvarse en Roma
para evitar los efectos de la mala voluntad de
su hermano. Didante dio cuenta al R e y , y
este mandó darle veneno , pero con discreción,
para que no llegasen á sospecharlo los Mace-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I J
donios ni los Romanos, que igualmente le es
timaban y querían. Didante echó veneno en
la comida del Pr ínc ipe; mas viendo que el
efecto tardaba, y que los violentos dolores que
agitaban á Demetr io empezaban á dar sospe
chas , le hizo ahogar.
Así que Demetrio murió mudó Perseo
de conducta: ya no procuraba hacer la corte
a su padre como antes, y no pudo ocultar su
alegría con la muerte de su rival. F i l ipo re
cibió la mas viva pesadumbre , y empezó á
creer que le habían engañado. Para asegurar
se se valió de un pariente suyo llamado A n -
t ígono, cuya probidad era pública. Este dixo
francamente al R e y , que tenia por inocente
á D e m e t r i o , y le puso en el camino de des
cubrir mas. E l que habia contrahecho las car
tas confesó su de l i to ; y confirmada su confe
sión por otros, cayó el R e y en una desespe
ración mortal. Todos los culpados que se p u
dieron prender fueron condenados á muerte.
Perseo se salvó estableciendo su residencia en la
frontera, y esperando ver presto el día en que
le había de hacer dueño de la corona. N o tar
dó mucho t iempo, porque F i l i p o , devorado
de remordimientos, acabó entre los sentimien
tos del mas doloroso arrepentimiento una vida
H 2
I I 6 COMPENDIO
que su carácter asustadizo habia hecho infeliz para él y para los demás
E n su última enfermedad reveló la conducta infame de Perseo ( 2 8 2 1 ) para con su hermano, y encomendó á sus vasallos que reconociesen por R e y á A n t í g o n o , hijo de D e metrio ; mas ya Perseo habia tomado sus medidas. Supo á tiempo la muerte de su padre; y llegando á la cabeza de un cuerpo de tropas , se apoderó del trono, y quitó la vida á Antígono. L o demás de su reynado correspondió perfectamente á este principio. D i f c i l seria hallar en la Historia otro hombre que con tanta facilidad cometiese los homicidios, y podríamos decir con mas espontaneidad , si fuese permitido aplicar este término á semejantes acciones. Espere el lector ver á Perseo desde que se sentó en el trono en guerra con los Romanos. N o hay duda que estos republicanos le trataron con el mas altivo desden. Se habia obligado Fi l ipo en un tratado á no hacer la guerra sin el permiso de R o m a , y extendieron esta cláusula hasta pretender que Perseo no tenia derecho para armar sin su aprobación contra sus vasallos rebeldes. Generalmente procedieron con él como se hace con un hombre á quien se pretende irritar. T o -
DI. LA HISTORIA UNIVERSAL. I I J
das sus acciones eran para ios Romanos sospechosas : si tenia diferencias con sus vecinos, ]e reprehendían de hombre de carácter inquieto , enemigo de la p a z : si vivia en buena inteligencia con e l los , le acusaban de que quería aumentar su poder con alianzas secretas para poder hacerles la guerra.
Esta última acusación no era sin fundamento ; y si á Perseo le hubieran creído, pudieran los G r i e g o s , oprimidos por el poder de R o m a , haber arrojado de su pais los exér-citos de esta ambiciosa república , que solo contaba por amigos á los que se sujetaban enteramente á su voluntad. Perseo , á fuerza de representaciones, sublevó algunos estados griegos contra los Romanos, formó alianzas con los Reyes vecinos, hizo paz con los Traces con la condición de que le enviasen tropas, acumuló una prodigiosa suma de dinero, compró víveres para muchos años, y levantó un exército muy fuerte. Eumenes , R e y de Per-gamo , zeloso del crédito que daban á Perseo entre los Griegos estos preparativos, le denunció al senado. E l R e y de Macedonia envió contra él asesinos. L e esperaron estos en un barranco, y le oprimieron con tal granizo de piedras que creyeron habsrle muerto ; pero
I I 8 COMPENDIO
volvió sobre s í , y consiguió pruebas de que
Perseo era el autor de la empresa formada con
tra su vida. Las pesquisas de Eumenes halla
ron otro descubrimiento: y fue que Perseo
había encargado á un hombre que fuese á
Roma á envenenar á los senadores que se mos
traban mas contrarios á sus intereses.
Las hostilidades fueron inmediatas á las
provocaciones respectivas. Los Romanos que
daron derrotados en la primera batalla; pero
no supo Perseo aprovecharse de la victoria, y
así se prolongó la guerra entre sucesos poco
decisivos. E n una de estas alternativas temió
que la grande cantidad de dinero destinada
para construir una armada en el puerto de
Tesalónica se la tomasen los Romanos, y en
vió orden á Andrónico y Nisias, que allí man
daban , para que abrasasen el arsenal y los
materiales de la armada, y echasen el dinero
al mar. Obedeció Nis ias; pero á Andrónico
le pareció diferirlo , y se vio que tuvo ra
zón. N o l legó allá el General Romano; y Per-
seo , saliendo del susto, hizo llamar buzos que
sacasen los tesoros. Para recompensar á Andró
nico por su prudencia, por su obediencia á
N i s i a s , y por su trabajo á los b u z o s , los hi
zo matar á todos.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I I 9
A l lado de estos hechos de crueldad se
pueden poner dos insignes engaños , que tal
vez aplaudirán cierta especie de políticos. E u -
menes , R e y de P é r g a m o , gozaba de grande
estimación entre los Romanos, y por consi
guiente de grande crédito en Grecia. Perseo
pensó en quitarle uno y otro con una fingi
da negociación de neutralidad que chocase á
la soberbia de la República , y la entibiase
en la estimación de Eumenes. L e propuso
pues una considerable suma de dinero, si que
n a quedarse neutral en la guerra que en la
actualidad tenia con Roma. Eumenes cayó en
e l l a z o ; y quando ya Perseo tuvo suficientes
pruebas para comprometer al R e y de Pérga
mo , dio esta noticia á los Romanos , con lo
que le quitó su amistad, y guardó su dinero.
L a misma perfidia, aunque en otra forma, usó
con G e n c i o , R e y de Iliria. Este estaba neu
tral , y trataba de que se declarase contra los
Romanos para hacer diversión. Perseo ponia
como siempre sus tesoros por delante , pero
con ánimo de no soltarlos. Estipula pues con
Gencio que al punto que haya recibido la
suma convenida romperá abiertamente con los
Romanos: le envia diez talentos como pren
das de la totalidad: manifiesta á sus embaxa-
l i o COMPENDIO
«lores las caxas selladas con dirección á G e n -
c i o , diciéndoles que allí estaba el resto, y las
hace salir con ellos ; pero con orden á los
conductores de ir poco á poco y con lentitud.
Gencio , recibidas las prendas, y sabiendo que
e l resto se acercaba á sus fronteras, rompe sin
mas ceremonias con los Romanos, y hace ar
restar á los embaxadores de estos. Perseo, ase
gurado de que con esta violación del dere
cho de gentes estaba ya el R e y de Iliria em
peñado sin poder volver atrás, hace que se
vuelvan los que llevaban las caxas, y de es
te modo l o g r ó , casi sin desembolsar, una di
versión ventajosa.
Y a vemos que los Romanos ( 2 8 3 2 ) las
habían con un enemigo fecundo en recursos,
y que merecía toda su atención , y así envia
ron contra él el mas hábil de sus Generales,
que era el famoso Paulo Emilio. Baxo las ór
denes de este decidió de la suerte de Perseo
y Macedonia una operación bien combinada.
Cubría su reyno este Príncipe con un buen
exército atrincherado detras del monte Olim
po. Solo podían los Romanos atacarle fortifi
cándose en este monte ; pero se tenia por im
posible subsistir allí por falta de agua. Paulo
Emilio pensó que un sitio abundante en yer-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1 2 1
ba , y adornado de hermosos árboles, preci
samente contenia en su seno manantial. L l e v ó
pues su exército, y le hizo cavar pozos que
dieron agua en abundancia : al mismo tiempo
envió por un desfiladero un cuerpo de tropas,
que rodeando sorprehendió á los Macedonios,
y los precisó á abandonar sus trincheras. Ba-
x ó Paulo Emilio á la l lanura, y todo se dis
puso para una batalla general.
E l exército macedonio asustaba con el or
den de su disposición. Los T r a c e s , los asala
riados y los auxiliares formaban diferentes cuer
pos de tropas escogidas ; pero la falange era
el cuerpo mas notable. La belleza de los hom
bres que le componían, la riqueza de sus ves
tidos , todos de escarlata , el resplandor bri
llante de sus armas hacían una vista que pas
maba. Nada faltaba á este exército sino u n
buen General. N o se sabe quien le mandaba,
ni si Perseo se quedó en Pisna, desde don
de se veia la p e l e a , ó si se halló en la ba
talla. La opinión mas común es que el día
antes le habia herido un caballo, y que á pesar
del dolor se puso á la cabeza de sus tropas,
y fue levemente herido. Pero generalmente
convienen en que fue el primero que h u y ó :
que dobló su manto de grana baxo el arzón
1 2 2 COMPENDIO
de la s i l la , y se quitó la diadema para no
ser conocido. F u e corriendo hasta P e l l a , su
capita l , en donde entró á media noche con
poco acompañamiento, porque la mayor par
te de los señores de su corte , sabiendo que
no reparaba en castigar en los otros las fal
tas que é l cometía , mas quisieron caer en ma
nos de los Romanos que seguirle. Bien p u
dieron darse la enhorabuena de su prudencia
quando supieron que por querer darle conse
jos sobre las circunstancias dos criados fieles,
se enfureció tanto contra e l los , que los mató
con su propia mano. T o d o el mundo le aban
donó entonces, no le quedó sino un cuerpo
de Cretenses, no tanto por afecto á su per
sona , como por la esperanza de tener parte en
sus tesoros, que este infeliz llevaba siempre
consigo, poniendo en ellos sin cesar los ojos.
D e ciudad en ciudad se retiró Perseo á Sa-
motracia, en donde había un templo muy
respetado, dedicado á Castor y Polux .
A l l í le siguió Evandro, uno de aquellos
que sirvieron á Perseo al principio de su rey-
nado para hacer apedrear á Eumenes , R e y de
Pérgamo. Así é l como su señor temblaban que
los Romanos no respetasen su asilo. Los ha
bitadores de Halicarnaso, viéndose rodeados de
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 2 3
armadas y de exércitos romanos, no estaban me
nos inquietos sobre la conservación de sus pri
vilegios. Entre tanto que estaban conferencian
do se introduxo un joven Romano en la asam
blea , y les preguntó con ingenuidad : „ ¿Es ver
dad que la isla de Samotracia es una isla sa
g r a d a ? " Sin duda, exclamaron á un mismo
tiempo los asistentes. „ ¿ Pero creéis, continuó
e l j o v e n , que quedaría manchada si sirviese
de asilo á un asesino infame ? " Todos dixé-
ron que sí. Ahora b ien , añadió: „ E n vuestro
templo se halla actualmente Evandro con Per-
seo ; " y les contó la historia. Se estremecie
ron de oiría; y decidieron sobre la marcha: que
salga Evandro del asilo, y vaya á justificarse.
Se vio Perseo muy dudoso con esta resolución.
¿Permitiría Perseo que fuese á justificarse? ¿pe
ro podia hacerlo sin acusarle á él ? L e aconsejó
pues el R e y , y esto amigablemente, que pri
mero eligiese quitarse la vida. A Evandro no
le gustó la proposición ; y fingiendo que lo
b a r i a , dixo que mas quería tomar veneno que
morir á hierro. Perseo , rezeloso de que eli
giese el veneno para dilatarlo, y tal vez pa
ra cargarle á é l , tomó el mas pronto expe
diente , y mandó á sus criados que le matasen.
C o n esta atrocidad huyeron quantos po-
•
1 2 4 COMPENDIO
dian serle út i les , y se vio rodeado de mise
rables, solamente propios para hacerle traición.
Se ajustó con un Cretense , capitán de em
barcación , que se encargó de pasarle á C r e
ta con su familia y sus tesoros. Perseo envió
al anochecer lo mas precioso que tenia, y
fue en persona como á media noche á la ri
bera del mar como se habían convenido; mas
ya el Cretense se habia hecho á la vela. Se
ocultó el infeliz en un pequeño bosque, de
donde envió á decir á Paulo E m i l i o , que él
se le rendía.
L e recibió el Cónsul en su pabellón abier
to , rodeado de lictores, y de todos los atri
butos de la grandeza romana. Se presentó el
Príncipe vestido de l u t o , como oprimido con
su desgracia. Después de algunas reprehen
siones, bastante moderadas, sobre su conducta
para con la república, le dixo : , ,E1 pueblo
romano no es menos célebre por su clemen
cia que por su valor : esperad, Príncipe, y
aseguraos que no será menos generoso con vos
que con otros muchos Príncipes que se han su
jetado á su dominación." Estas palabras con
soladoras se las dixo en griego á Perseo ; y
volviéndose á los Romanos les habló así en
su propia lengua. „ Jóvenes Romanos, ya veis
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 1 IJ
la inconstancia de las cosas humanas: aprove
chaos de la lección que os da un exemplar
tan eficaz. Aprended que no se puede asegu
rar la prosperidad con la soberbia ni la vio
lencia , y acordaos que pudiendo cambiarse
nuestra suerte de un instante á otro , no hay
que contar jamas sobre la felicidad presen
te. E l verdadero valor es el que no se en
salza en la fortuna, ni se abate en la ad
versidad."
N o correspondieron las conseqiiencias á las
esperanzas que el Cónsul habia dado. Supo
Perseo que le destinaban para el triunfo de
su vencedor, y envió á suplicar que le ex
cusase la vergüenza de verse hecho espectá
culo de los Romanos. „ L a gracia que pide
está en su mano, respondió con frialdad Paulo
Emilio : él mismo se la puede procurar.'' E n
esto le quería decir que era dueño de qui
tarse la vida. ¡Buena está la indulgencia des
pués de las promesas y el buen tratamiento
que le habia hecho ! Salió pues en el triun
fo con dos hijos suyos, Alexandro y F i l ipo ,
y una hija de poca edad , acompañado de los
oficiales de sus casas. Todos bañados los ojos
en lágrimas saludaban al pueblo suplicándole,
y enseñaban á sus jóvenes Príncipes á exten-
I 2 6 COMPENDIO
der á é l sus manos inocentes. £1 R e y de Ma
cedonia en trage de luto caminaba solo des
pués de e l los , y seguido de muchos Macedo-
nios , que en su triste continente manifestaban
las señales del dolor y la desesperación: ade
mas de los tesoros de Perseo, y los ricos des
pojos de sus soldados, se vieron los de to
do el m u n d o , porque los R e y e s de Asia ha
biendo robado muchas veces la Grec ia , habían
llevado á su tierra las obras mas primorosas
de la industria , y los mas estimados monu
mentos de las artes. Alexandro los había en
viado á Macedonia, y ahora Paulo Emilio se
había llevado de todas las ciudades para en
riquecer á Roma todo lo mas precioso que
tenían. L a suma del dinero que puso en el
tesoro de la república fue tan considerable,
que por muchos años dispensó de la necesidad
de poner impuestos en el pueblo romano. Pa
sado el triunfo metieron á Perseo en un in
festado calabozo con los malhechores mas vi
les destinados al suplicio. Muchos dias se pa
saron sin darle alimento a l g u n o , y se le pe
dia á los compañeros de su miseria que quisie
ron repartir su porción con él . L e ofrecieron
una cuerda y una espada, y no las admitió.
Unos dicen que murió en esta prisión: otros
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 11J
que le pasaron á otro lugar mas cómodo, en
e l que vivió dos años; pero que no pudien-
do sus guardas sufrir su mal h u m o r , se desen
frenaron de modo que no le dexaban dormir,
hasta que murió por falta de sueño. Los dos
hijos y la hija que le acompañaron en el triun
fo eran de corta edad. F i l ipo y la Princesita
murieron, y Alexandro entró por aprendiz
en casa de un carpintero. Después se aplicó
á escribir, y fue oficial y secretario del se
nado. A l mismo tiempo estaban presos en R o
ma G e n c i o , R e y de I l i r ia , con su muger y
sus hijos; pero no los trataban con tanta du
reza. Por últ imo, las ciudades de Italia y G r e
cia sujetas á los Romanos vieron dentro de sus
muros las principales familias macedonias que
tuvieron orden de dexar su pais; y no se sabe
si las conservaron las rentas de los bienes que
las quitaron.
En quanto á la misma Macedonia decla
ró Paulo Emilio que la hacia l ibre; pero vea
mos en que consistía esta libertad. D i v i d i ó
e l reyno en quatro gobiernos, prohibió con
rigurosas penas que los habitadores de un
gobierno tuviesen e l menor comercio con los
del otro , les dio nuevas l e y e s , les quitó las
riquezas mas preciosas, intimó á los grandes
1 2 8 COMPENDIO
la obligación de dexar su patria en llegando á la edad de quince años, y les prohibió beneficiar las minas mas ricas. D e doscientos talentos que los Macedonios pagaban á sus R e yes , el Cónsul romano no exigió mas que ciento para su república; pero aquellos doscientos se consumían en el r e y n o , y en é l de-xaban la ut i l idad; y los ciento que se extraían todos los años, se perdían para los Macedonios. Esta fue la libertad que les dio el Cónsul . N o hay duda que P e r s e o , hombre odioso y despreciablej merecía castigo; pero sus hijos, su familia, los principales señores ¿por qué? ¿Por qué el pueblo sufrió en sus leyes y costumbres, y se le pusieron trabas en sus correspondencias comerciales, saqueado metódicamente por Paulo , y del modo atroz que hemos contado ? Ahora pueden venir alabándonos la moderación de la república romana.
Después de Paulo Emilio envió el senado sus comisionados con el encargo de dar alguna forma á esta república compuesta de partes incoherentes, porque las ciudades se gobernaban sin conexión alguna entre s í , del mismo modo que los quatro gobiernos. Las guarniciones que habían dexado los Romanos
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. J 2 Q
á título de protección, y al parecer sin de
recho alguno en el gobierno civil , influían
con la fuerza ó la persuasión en las elecciones
de los magistrados y de otros oficiales civi
les , y no eran los que se elegían los mas
capaces y honrados , sino los que se mostra
ban mas afectos al pueblo romano. E l cuer
po de la nación, realmente esclavizada con
una sombra de libertad , atormentado con la
memoria de su antigua grandeza, suspiraba
por el momento de verse independente, y
solo el gobierno monárquico, administrado con
prudencia, les podia agradar.
E n estas disposiciones vio con gusto pre
sentarse un pretendiente al trono. Este decía
que era hijo de Perseo, y que le habia te
nido de una concubina llamada Cir tesa , y le
habia criado en secreto para que quedase al
gún pimpollo de la familia rea l , en caso de
que él fuese desgraciado en la guerra con
tra los Romanos. Este falso Príncipe se lla
maba Andisco, y quando se presentó se pu
so el nombre de Fi l ipo : igualmente es co
nocido por ambos nombres. N o le salió bien
su primera tentativa, y se retiró á Siria en
casa de Demetr io Soter , que se habia casa
do con una heimana de Perseo. A lo que
TOMO I I I . I
I 3 0 COMPENDIO
parece no tuvo "por suficientes las prue
bas de su nacimiento , y para no perder la
amistad de los Romanos se le entregó. Es
tos , bien fuese oprobrio ó bien indiferencia,
l e miraron con desprecio. Andisco se salvó
en Trac ia , juntó algunas tropas, y entró en
M a c e d o n i a , en donde se aumentó su exér-
c i t o , y conquistó el reyno en tan poco tiem
po como empleó Paulo Emilio en subyugar
le . La prenda principal de Andisco era una
valentía que ya llegaba á intrepidez, que era
l o que mas agradaba á los Macedonios; y te
nia por otra parte todos los vicios de Perseo,
crueldad, avaricia, orgullo en la prosperidad,
y baxeza en las desgracias.
Después de haber conseguido algunas
ventajas cayó como Perseo en la impruden
cia de exponer su corona á la aventura de
una batalla general : la p e r d i ó , le prendie
ron , y adornó el triunfo de Cecil io Mételo
su vencedor. L a opinión mas probable de es
te falso F i l i p o , como le llamaban los Ro
manos , le cuenta con los impostores ; y el
haberle abandonado Demetrio boter, y la re
solución de este en entregarle á los Roma
nos parece una prueba que concluye contra
él . Todavía le sucedieron otros dos preten-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 I
dientes. E l último tomó también el nombre
de F i l i p o , y halló en el odio de los Traces
contra los Romanos y en el descontento de
los Macedonios recursos que le sostuvieron
por algún tiempo ; mas al fin pereció en una
batalla. Este fue e l último que sublevó los
Macedonios contra sus vencedores con inten
ción de restablecerlos en su libertad, ó de ha
cer valer sus derechos á la corona como hijo
de Perseo, ó como descendiente de los anti
guos Reyes de Macedonia.
Esta l legó á verse provincia romana, y
entonces fue mas feliz que quando era alia
da. T a l era la conducta de los Romanos: pa
ra sí eran adoradores de la l ibertad, y para
los otros estaban tan distantes de quererla
que la perseguían: mas como conocían el im
perio de esta palabra libertad sobre los es
píritus vulgares , la proclamaban con fausto
en sus conquistas, y al mismo tiempo ponían
tales condiciones y restricciones, que la ha
cían importuna y peligrosa. Sucedían quere
llas entre los ciudadanos y entre las ciudades
vecinas y aun tal vez guerras civiles, en las
quales las guarniciones protectoras interponían
su mediación o sus fuerzas. También sobre
venían defensas ó resistencias que se trataban
í 2
I 3 2 COMPENDIO
de rebeldías: iban los exercitos romanos, sub
yugaban el pa ís , y los que eian aliados se
hallaban vasallos. Y a entonces los trataban con
la mayor suavidad : á los que iban á gober
narlos se les encargaba que les hiciesen ama
ble el y u g o ; y asi , llamaban muchas veces á
los Procónsules menos hábiles, y castigaban á
los culpados.
E n la misma historia de los Macedonios
hay un exemplar de esta severidad. Se portó
con ellos mal Jul io Silano, hombre de ilustre
nacimiento: dieron quejas de su conducta, to
da exacciones y crueldades, y mandó el se
nado á Silano comparecer. Manlio Torquato,
su p a d r e , pidió que se le permitiese juzgar
la causa de su hijo. E l senado, que sabia su
integridad, le concedió esta gracia. Compare
ce este h i jo , se ve convencido, es condena
do y arrojado de la casa paterna como infa
me , y él mismo se ahorcó desesperado. N o
se movió mas su padre quando supo la ca
tástrofe que si hubiera pasado con un descono
cido. Hizo abrir las puertas de su casa, y se
entregó á sus ordinarias ocupaciones, mirando
á Silano como si no perteneciera á su familia
desde que se apartó de la virtud. Bien pudiera
Manlio haber sido magnánimo sin ser insensible.
DE XA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 3
Las vicisitudes del reyno de Macedonia
son muy notables. D u r o como setecientos años:
empezó por una colonia de l o s A r g i v o s , que
se formaron un imperio en un centro rodea
do de bárbaros que poco á poco se fueron
juntando con ellos. L a política de los prime
ros Reyes en no declararse contra la Persia
los conservó en paz al mismo tiempo que se
abrasaba en guerras la Grecia. D e este mo
do los tesoros de las ciudades acometidas abun
daron entre ellos como en un asi lo; y los
Monarcas persianos aumentaron el reyno de
Macedonii para aficionársele mas Muchas ve
ces turbaron de envidia su paz las repúbli
cas griegas; pero después Fi l ipo inquietó á
estas repúblicas, y se apoderó del supremo
dominio en la G r e c i a , y esto le sirvió para
facilitar á su hijo la conquista del Asia. M u e r
to Alexandro volvió á reducirse la Macedo
nia á sus primeros límites; y aun se fue es
trechando con las guerras extrangeras infeli
ces y con las civi les, hasta que siendo pro
vincia romana, se quedó este estado en la cor
ta extensión que habian poseído los Argivos
sus fundadores, tanto que por último ha per
dido el nombre en manos de los Turcos.
1 3 4 COMPENDIO
LA ASIA DESPUÉS DE ALEXANDRO.
JBaxo los Seleucidas se llamó Siro-Media.
Los Seleucidas fueron los Reyes suceso
res de Alexandre , y se llamaron así de Se-
leuco , que fundó en la Siria y la alta Asia
este imperio con el nombre de Siro-Macedo
nio ( 2 6 8 7 ) . JEra S e l e u c o , hijo de Antioco,
uno de los principales Capitanes de Fi l ipo ,
padre de A l e x a n d r o , y siguió á este Monar
ca en sus conquistas de Asia ; le hizo co
mandante en xefe de los elefantes, que era
u n cargo de la mayor consideración en e l
exército. M u e r t o Alexandro le nombraron los
protectores General de la caballería, y des
pués Gobernador de Babilonia. En esta plaza
pensó en hacerse Soberano como los otros C a
pitanes del conquistador: para esto trabajó S e
leuco con gran destreza, contemporizando con
los rivales encarnizados entre sí. Descubrió
Antigono su intención, y quiso arrestarle; pe
ro se salvó en E g i p t o , hasta que volvió con
un pequeño exército á Babilonia. Desde es
te centro se extendió por la Media, y mien
tras estaba en estas conquistas, D e m e t r i o , hi-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 3 $
jo de A n t i g o n o , le tomó á Babilonia, y la sa
queó con inhumanidad. C o n los excesos de
este Principe echaban menos los Babilonios á
S e l e u c o , que los habia tratado siempre con
benignidad. L e llamaron pues, y volvió á sa
lir para extender sus dominios, á los que ade
mas de la Media añadió la Bactriana , la
Hircania, y todas las provincias que antes ha
bia invadido Alexandro. Por estas conquistas
le llamaron Nicanor, que quiere decir vencedor. T o m ó el título de R e y de Babilonia
y Media. C o n la jornada de I p s o , en la que
mataron á Antigono , consolidó para siempre
su imperio.
Hasta diez y seis ciudades grandes edifi
có este Príncipe , las principales son Ant io-
quía en la ribera del Oronte , Seleucia , A p a -
mea, Laodicea, llamadas así por los nombres
de su muger y de sus hi jos: á otras menos
importantes las dio el de otras personas de
su estimación: atención que señala quanto se
complacía este Príncipe en la ternura de su
a m o r , pues deseaba perpetuar la memoria.
F i x ó su habitación en Antioquía sobre el Oron
te. La elevación del suelo en que corría el
Eufrates fue causa de que sus a g u a s , exten
diéndose por las llanuras de Babilonia, for-
I 3 6 C O M P E N D I O
masen lagunas que la hicieron inhabitable, has
ta que no quedaron mas que los muros En
e l quarto siglo de nuestra era servían de cer
ca á un parque en donde no habia mas que
fieras. Ahora apenas se pueden distinguir ves
t ig ios , y aun se disputa en qué sitio existió
Babilonia.
Tenia Seleuco un hijo llamado Antíoco,
al que amaba tiernamente. A este Príncipe
le sobrevino una enfermedad de consunción
sin saberse la causa. Erasistrato , su médicoj
que se había aplicado á conocer las enferme
dades del alma , talento mas necesario en un
médico que lo que se piensa , descubrió que
la de Antíoco venía de la pa'ion del amor,
c u y o objeto era su madrastra Estratonice, la
muger mas hermosa de su tiempo. Así se lo
confesó el enfermo, diciéndole que siendo in
útiles todos sus esfuerzos para sanar de su
amor , estaba determinado á morir. Erasístra-
to entro á ver al R.ey , y le dixo : , .Que el
mal de Antíoco no era mas que amor 5 pero
que no tenia remedio . pues era igualmente
imposible gozar del objeto amado y vivir sin
él." ¿Cómo qne es imposible poseer el ob
jeto amado? respondió el R e y . ¿Quién es este?
M i esposa, respondió Erasístiato j y á la ver-
D E T A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . I 37
dad no me veo con ánimo de cederla. ¿Pues
q u é , replico S e l e u c o , mi querido Erasístrato,
tendrás corazón para ver morir un hijo que
es mi única esperanza, negándole tu muger?
¿ Q u é afecto es el que me tienes? E l medi
co repl icó: S u p o n e d , Señor, que el Príncipe
amase con pasión á Estratonice: ¿ se la cede-
riais ? ¿ tomaríais para vos el consejo que
dais? ¡ O dioses! exclamó el padre. Si yo pu
diera comprar la vida de mi hijo con el sa
crificio de Estratonice, al punto la cedería con
todo mi imperio por una vida tan amable.
Entonces Erasístrato tomándole la palabra,
le dixo : „ Solo vos podéis salvar á Antío-
co , porque el objeto de su amor es Estra
tonice." Nada se detuvo Seleuco, al momen
to le cedió su muger. ¿Pero le hubiera ce
dido su amiga?
Y a solo habían quedado Seleuco y L i -
símaco de treinta y seis Capitanes de A l e -
xandro ( 2 7 1 9 ) . Los bellos restos de aquel
vasto imperio que poseían no les parecieron su
ficientes, y así aspiraron á quitarse unos á otros
porciones ; que si las hubiesen abandonado á
sus poseedores, hubieran tenido una vejez pa
cífica ; pero la ambición los armo unos con
tra otros hasta la muerte. Li&írnaco pereció
I38 COMPENDIO
en una batalla : Seleuco le sobrevivió poco,
asesinado por Tolomeo C e r a u n o , al que que
ría señalar en Macedonia un pequeño estado.
Este Monarca se distinguió entre todos los
R e y e s de su siglo no solo por sus prendas
guerreras, sino por su amor á la justicia, por
su clemencia, y por su respeto á las cere
monias de su religión. Era amante de las be
llas letras , y animó mucho á los sabios. L a
soberbia biblioteca que Xerxes habia quita
do á los Atenienses se la envió á estos Se
leuco , y decia : „ S i los hombres supieran
quan penosas son las obligaciones de una co
rona , ninguno habria tan necio que la acep
tase , ni aun la quisiese recoger hallándola
en el suelo y á sus pies."
En tiempo de Antíoco Soter , su suce
sor ( 2 7 8 5 ) , los Gaulas llamados por Nico-
m e d e s , R e y de Bitinia , entraron en Asia , y
formaron un estado que llamaron Galo-Grecia
ó Galacia. Setecientos años después, según di
ce un autor contemporáneo , se hablaba to
davía en aquellos paises la misma lengua que
en las cercanías de Tréveris . E l R e y de Si
ria tuvo pesadumbres domésticas: se le su
blevó uno de sus hijos, y fue castigado con
la muerte. N o se sabe si la causa de su re-
DE I-A HISTORIA UNIVERSAL. I 3 9
belion fue la predilección del padre en el h i
jo de Estratónice que nombró por su sucesor.
Este subiendo al trono tomó el nombre de
T e o s , que quiere decir dios. Es verdad que
ya le habian tenido su padre, su abuelo y sus
m u g e r e s ; pero á lo menos fue después de
su muerte. E n su reynado vivió Beroso, His
toriador de Babilonia, que le dedicó su obra.
E l amor y sus furores ocasionaron la guer
ra entre Antíoco y Tolomeo Fi lade l fo , R e y
de Egipto. M a g o , R e y de Cirene y de L i
bia , habia prometido al hijo del Egipcio á
Berenice y sus estados en dote. M u r i ó , y
Aparnea, su viuda , no quiso cumplir una
obligación que se habia contraído á pesar
suyo : llamó pues para su hija á Demetrio ,
hermano de un R e y de Macedonia. Este Prín
cipe , que era el hombre mas hermoso de su
tiempo , agradó á la viuda , y esta resolvió
tomarle por esposo en perjuicio de Bereni
ce. Asegurado del corazón de la madre , no
puso mucha atención en la h i ja , y manifes
tó poco respeto á los cortesanos y ministros.
Todos resolvieron deshacerse de é l , y la mis
ma Berenice llevó los conjurados al quarto
de su madre en donde mataron á Demetrio,
á pesar de los esfuerzos de la Reyna , que
#1
I40 C O M P E N D I O
le cubría con su cuerpo por ampararle con
tra los golpes de los asesinos. Berenice fue
á concluir su casamiento, y el R e y de Egip
to se apoderó de su dote. Apamea se retiró
con Antíoco T e o s , y le excito á que no de-
xase en manos de su yerno los estados que
Berenice habia llevado en dote.
D e aquí se originó una furiosa guerra,
aunque suspendida por la parte de Antíoco
con el motivo de la sublevación de los Par
tos y Bactrianos ( 2 7 4 1 ) : los primeros baxo
la conducta de Arsaces , señor joven del
pais: los segundos baxo de Teodoto , su Go
bernador por el R e y de Siria. E l aprieto en
que le pusieron los rebeldes le forzó á una
paz sellada con un casamiento , pero con fu
nestas conseqiiencias. Tenia dos hijos de Lao-
dicea su esposa y su hermana. N o obstante
se sujetó á repudiarla por casarse con Bere
nice , hija del R e y de E g i p t o , que traia al
matrimonio grandes riquezas. Mientras el pa
dre vivió miró con estimación Antíoco á su
hi ja, tan amada de Tolomeo , que la envia
ba hasta Antioquía agua del Ni lo que se
creia convenir á su salud. Por desgracia de
Berenice murió Tolomeo dos años después de
haber casado su hija. A l punto la repudió
D E L A H I S T O R I A . U N I V E R S A L . 1 4 1
Antíoco, y volvió á tomar á Laodicea. Entró
esta en la corte con sus hijos, Se leuco , An
tíoco y Haxiarax, con la firme resolución de
no experimentar otra vez la inconstancia de
su marido, y tomo un medio bien seguro, que
fue el de darle veneno. T o d o estaba ya pre
visto para que su delito fuese útil. Hizo po
ner en la cama del difunto á un tal A l t e -
m o n , semejante perfectamente al R e y en e l
rostro y en la voz. E l impostor encomendaba
á los señores que iban á visitarle el cuidado
de Laodicea y sus hijos: procuró también que
en nombre de su marido, al que el pueblo
contaba por v ivo , se hiciese una proclamación
en la que S e l e u c o , su hijo mayor , se nom
braba por sucesor de la corona.
Berenice se ausentó y fue á D a f n e , l u
gar delicioso casi á las puertas de Antioquía,
en donde habia un templo de Apolo respe
tado por inviolable , llevarído consigo un hi
jo de pecho ( 2 7 7 0 ) . L a cruel Laodicea no
tuvo mas atención para con la inocencia de
su rival que la que habia tenido á los sa
grados lazos de Himeneo, y así la hizo qui
tar la vida á ella y al niño. Acudió el R e y
de Egipto á la cabeza de un exército , y
aunque l legó tarde para impedir la muerte,
14% COMPENDIO
no para castigar á Laodicea quitándola la vi
da. Seleuco y A n t í o c o , dignos hijos de esta
f u r i a , casi todo el tiempo que vivieron se
estuvieron disputando el trono ocupándole al
ternativamente, hasta que por una circunstan
cia notable murieron ambos entre cadenas:
Antíoco en E g i p t o , quando iba á escapar de
la prisión; y Seleuco cautivo de Arsaces, R e y
de los Partos. L e dieron, por ironia, el sobre
nombre de Calínico el astuto, porque nada le
salia bien. A Antíoco le llamaron Y e r a s , ó
e l M i l a n o , porque toda especie de presa la
apetecía. S e l e u c o , hijo de Cal ínico, se llamó
por antífrasi C e r a u n o , que quiere decir ra
y o , porque tan débil era en el cuerpo co
mo en el entendimiento. Solo reynó tres
años, y en tan corto espacio fue el objeto
de los pérfidos esfuerzos de una conjuración
que estuvo ya para derribarle del t rono, y
se sostuvo con los consejos de un primo su
y o hijo de Andrómaco, hermano de su ma
dre. Pero este pariente fiel, llamado Aca-
c o , no le pudo librar del veneno , aunque
castigó á los culpados. L e ofrecieron la co
rona con perjuicio del hermano del difunto
R e y , mas no la admitió, y aplicó su cuida
do á asegurarla para Ant íoco , joven de cator-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I43
ce años, á quien tomó baxo su tutela.
Este Príncipe, á quien la historia da eí
nombre de Grande ( 2 7 7 5 ) , t a n t o l e P u e ~
de merecer por sus bellas acciones como por
sus y e r r o s , tanto por sus prosperidades co
mo por sus desgracias. Entre estas se puede
contar la ciega confianza que por largo t iem
po hizo de Hermias , Ministro de su padre
Cerauno. Hermias era obstinado, envidioso
de un favor exclusivo, cruel , imperioso, ene
migo de quantos talentos pudieran ofuscar e l
s u y o : no sufria contradicción ni advertencia;
pero era en supremo grado hábil en el arte
de cautivar el espíritu de su señor.
E n las disposiciones que hizo al princi
pio del reynado se encargó Acaco de las
provincias del Asia menor : envió á Molón
á la Medía por Gobernador, y á Alexandro á
Persia, dos hermanos y hábiles Generales. Epí-
genes , tan experimentado como e l l o s , hom
bre de juicio profundo , y de una probi
dad intacta, se quedó con el joven Monarca
por comandante del exército , aplicado á su
persona. Estas bellas calidades le atraxéron el
odio y la envidia de Hermias. También se
cree que la altivez y vexaciones del Minis
tro provocaron la sublevación de Molón y
1 4 4 C O M P E N D I O
A'.exandro , la que rompió á tiempo que An~
tíoco entraba en guerra con Tolomeo t i ' . o -
paror , R e y de Egipto. Parecía lo mas pru
dente sujetar los rebeldes, y pacificar su rey-
no antes de atacar al de otro. Este era el
pensamiento de Epigenes, y por lo mismo no
fue Hermias de esta opinión. D i x o que no
debia Anticco mediise con los sublevados, que
este cargo solo convenia á su Teniente , y que
el R e y solo con Reyes d.bia pelear. Esta
fanfarronada venció sobre las buenas razones
de Epígenes , y aun tuvo el Ministro hi;bi
lí J ad para dar á la perseverancia de Epíge
nes en su parecer, un barniz de colusión con
los culpados. D e x r n d o pues Antíoco á su T e
niente para que obrase contra los rebeldes,
fue él en persona á atr.car al R e y de Egip
to ; pero este no se dignó de oponerle sino
sus Tenientes Generales , los que no le de-
xáron acercarse á las fronteras.
Durante esta vergonzosa expedición se
fortificaron los rebeldes, y ganaron una bata
lla. Se controverrio otra vez en el consejo
si el R e y debia ir contra ellos en persona,
ó continuar en atormentar á Egipto. Hermias
y Epígenes fueron en esta disputa de con
trario paiecer : prevaleció el de Epígenes,
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I45
mas no tardó Hermias en vengarse de la pre
ferencia. L a inútil expedición contra Egipto
habia agotado el tesoro , y quando se trató
de marchar no habia dinero: murmuraron las
tropas, y se halló el R e y en grande estre
cho. Entonces Hermias le ofreció pagar el
exército con su propio dinero, si quería des
pedir á Epígenes. A esta insolente proposi
ción la dio color con el pretexto de que des
pués de la disensión que habian tenido ja
mas podrían concordarse , y los negocios lo
padecerían. C o n grande sentimiento suyo de-
xó Antíoco á Epígenes en A p a m e a , con or
den de no salir de allí. N o se contentó Her
mias con el simple arresto, y después de la
partida del R e y hizo llevar á Epígenes á la
ciudadela, cuyo Gobernador estaba á su dis
posición. L e encargó que buscase algún de
lito contra su prisionero. Suponer cartas de
inteligencia con los rebeldes , acusarle á su
tribunal, condenarle y executar el castigo fue
para el Gobernador negocio de un dia, y pa
ra Hermias fue el de un instante conseguir
la aprobación del R e y .
Antíoco batió á los rebeldes: Molón se
mató después de una batalla desgraciada: un
hermano s u y o , llamado M o l o , se escapó, y
TOMO III, K.
I/j,6 COMPENDIO
l levó á A lexandro , también hermano suyo , la
noticia de la derrota. Viéndose sin recurso»
quitaron la vida primero á su madre , después
á sus hijos y mugeres , y en fin á sí mismos.
Estas crueles tragedias eran muy comunes en
Asia , en donde el vencedor no perdonaba á
persona alguna de la familia de los venci
dos para que no quedasen vengadores, y re
miendo que esta destrucción se hiciese en
tre muchos tormentos, elegían mas bien los
infelices exterminarse á sí mismos. A las pro
vincias que Antíoco acababa de reconquistar
pensó añadir la Media , rey no limítrofe, ha
bitado de pueblos belicosos. A l principio se
opuso Hermias á esta expedición , en la que
podia perecer el R e y , de quien tenia toda
su autoridad ; mas sabiendo que la Reyna
acababa de parir un hijo, apresuró vivamen
te al R e y para que emprendiera la guerra,
esperando que muriendo en ella le nombra
ría á él por tutor del nuevo Príncipe. A q u í
le engañó la esperanza, porque las preten
siones ambiciosas de Antíoco se reduxéron á
un tratado de p a z , que el R e y invadido, de
bilitado con la edad, prefirió al riesgo de las
hostilidades.
Hermias reynaba siempre con tan inso-
JVIiK'ite <le Ile 'rmias.
Á,z<>
//.г,:
A/r/vr/i/ Ili't•////</.' /<! / / / / / ( ' / / i ' , - y"/7¡' f/l,Tt'r/<l
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)'tV¡///t'/fz<f t/r ¡t/iÁi/.w /,• /'rv.'i'trlti.w
/'//,\г. J\y/- t v / r <r/i/it//ti' // //////</>ii/<4iVi
i A w ffUtíiJ it ILy/nitlJ, St/ ///.'//< y<v
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I47
lente despotismo , que hasta con su Señor le
exercia. L e sucedió algunas veces hablar á An-
tíoco en un tono muy distante del respeto.
Estos modales habían suscitado en el espíri
tu del R e y desconfianzas contra su Ministro,
mas no se atrevía á declararse con nadie. Para
el R e y fue algún alivio que Apolófanes , su
médico , diese algunos pasos , hasta ponerle
en el caso de explicarse. Reconoció con él la
obstinación, la crueldad y el orgullo de Her-
mias, y ademas de esto hizo Apolófanes que
advirtiese el R e y que era exponer su per
sona dar tanta autoridad á semejante Minis
tro. N o fue necesario mas para resolver su
perdición. L e l levó Antíoco á un parage se
parado , y le hizo asesinar por medio de sus
guardias. Toda la Siria manifestó con su muer
te una alegría extremada. Quando l l egó la
noticia á Apamea corrieron furiosos los habita
dores á la casa en que habitaba su m u g e r , y
allí la apedrearon con todos sus hijos.
Uno de los mayores delitos de Hermias
fue haber hecho culpado á A q u e o , y cruel
á Antíoco. Porque A q u e o , fiel á su pupilo
á quien había procurado el imperio, se apli
có á hacer floreciente su gobierno del Asía
menor, y emprendió expediciones muy feli-
K. 2
I48 C O M P E N D I O
e e s contra los vecinos usurpadores , y estas
mismas felicidades excitaron la envidia de Her-
mias. Emprendió este la perdición de Aqueo
en e l espíritu de A n t í o c o , suponiendo miras
ambiciosas y conexiones de liga con T o l o -
meo : delito irremisible para el R e y de Si
ria , siempre enemigo de Egipto. Supo A q u e o
que se daba crédito á la calumnia; y le pa
reció que los enredos del Ministro exigían las
mas grandes precauciones para asegurar su
v i d a , y para esto no halló mejor medio que
tomar la corona que antes habia rehusado, y
se hizo proclamar R e y de Asia.
D e este modo lo que era supuesto l l e
g ó á ser realidad ( 2 7 8 2 ) . Aqueo hizo liga
con T o l o m e o , que era el que le podia sos
tener , y se vio Antíoco con una guerra de
importancia sobre sí. L e ayudó poderosamen
te Teodoto de E t o l i a , á quien las intrigas
de la corte habían precisado á dexar el go
bierno de Celesiria que tenia de Tolomeo,
y entrar en el exército de Antíoco. Este era
no solamente hombre de consejo , sino de
execucion, como se ve por el siguiente ras
go . C o m o estaba habituado á la lengua y
costumbres egipcias, le vino la idea de ven
garse contra e l R e y de Egipto hasta de las
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 4 9
injusticias experimentadas de parte de su mi
nisterio. Se introduxo una noche en el cam
po acompañado de solos dos soldados, y l le
gó hasta la tienda del R e y . Por fortuna ha
bía salido Tolomeo ; y no hallándole T e o -
doto , quiso dexar á lo menos señales de su
atrevimiento. Mató á su médico, é hirió pe
ligrosamente á otras dos personas. Esta acción
intrépida asustó á todo el exérci to , y á fa
vor de esta turbación se retiró Teodoto sano
y salvo.
L a batalla de R a c i a , en la que Ant ío-
co sufrió grandísima pérdida, debia arrastrar
la de toda, la Sir ia , si el negocio le mane
jara un Príncipe menos indolente , y menos
entregado á los placeres que el Monarca
Egipcio. Parece que no quiso este ni pre
tendió de la victoria mas que el triunfo.
Después de haber paseado sus laureles en
muchas provincias que se le sujetaron, entre
otras Palestina, hasta llegar á Jerusalen, c u
y o templo visitó, ansioso de entregarse á la
molicie en su palacio , concedió á Antíoco
una paz ventajosa, que fue u n golpe mor
tal para e l infeliz Aqueo . T u v o su antiguo
pupilo el tiempo y los medios que quiso
para perseguirle , y así le obligó á enccr-
I ^ O COMPENDIO
rarse en la ciudadela de Sardis, de donde le
sacó una traición hábilmente urdida por tres
Cretenses, Estos le entregaron por dinero:
Antíoco le vio, dexó correr algunas lágrimas,
y mandó cortarle la cabeza. Se aplicó des
pués á restablecer el imperio de Siria en su
antiguo esplendor : arrojó de la Media á los
Partos: los persiguió en su pa is : obligó á
su R e y Arsaces á huir hasta Hircania, cuya ca
pital tomó, y le concedió la paz. D e allí pasó
á la Bactriana, y la hubiera reunido á su im
perio á no haberle parecido mejor dexar-
la baxo la dominación de un R e y , para
que le sirviese de barrera contra las insur
recciones de los Escitas. En estas guerras, que
duraron siete años, mostró Antíoco tanta in
teligencia como valor. En ellas fue herido,
hizo marchas trabajosas á la cabeza de su
excrc i to , sufrió como sus soldados el hambre,
la sed , los fríos penetrantes de las montañas
de Armenia , y el calor sofocante de los de
siertos. Por esta expedición, que debe po
nerle en el número de los famosos guerre
ros , consiguió el nombre de Grande , y le
hubiera conservado con gloria hasta el fin de
su vida á no haber emprendido una guerra
contra los Romanos.
BE 1.A HISTORIA UNIVERSAL. I 5 I
Esta guerra parece fue justa de parte de
la república ( 2 7 9 7 ) . A l principio los R o
manos solo fueron en ella protectores, pri
mero del hijo de Tolomeo Filopator , niño
de poca edad , cuyos estados quería invadir
Ant íoco , aliándose para esta injusticia con F i -
l ipo, R e y de Macedonia: después fueron pro
tectores de las ciudades libres de la Asia me
nor , y sobre todo del reyno de Pergamo, que
e l R e y de Siria codiciaba. La primer conquis
ta que se propuso fue la de la Tracia ; y los
Romanos pretendían que era suya como de
pendiente de la Macedonia, y como reinte
gración de los gastos de la guerra contra F i -
lipo. Antíoco fundaba su derecho en la con
quista de esta provincia por Seleuco su bis
abuelo, contra Lisimaco, uno de los suceso
res de A l e x a n d r e Si los unos y los otros
hubieran querido hablar claramente sin enre
darse en altivos discursos que se admiran,
aunque en el fondo no pasan de disputas de
arrogancia , hubiera dicho Antíoco : Y o necesi
to la Tracia para llegar á Grecia , y asegurar
el imperio que pretendo establecer á mi gus
to ; los Romanos hubieran respondido : „ T ú
podrías desde Grecia avanzar á la Italia , y
así no sufriremos que pongas e l pie en E u -
I J t COMPENDIO
r o p a . " Este era en dos palabras el motivo
de la guerra que proporcionó á los Roma
nos la entrada en Asia, y con el tiempo los
l l e v ó por aquel vasto pais mucho mas le
jos de lo que habían pensado.
L a guerra de Egipto se suspendió ó se
concluyó con una promesa de matrimonio en
tre dos muchachos de quatro á cinco años,
e l pequeño Tolomeo y una niña de Antío-
co. L a menor edad del Príncipe se vio tur
bada con la sublevación de Escopas Eto-
lio. D e simple xefe de las tropas auxiliares
aspiró al trono; pero se le previno en tiem
po , y fue castigado, D i c e a r c o , uno de los prin
cipales cómplices, no conocía la buena fe ni
e l pudor , y se gloriaba de esto. Habiéndole
puesto F i l i p o , R e y de Macedonia, á la ca
beza de una expedición contraria á un trata
do solemne , hizo levantar dos altares á la
injusticia y á la impiedad ; ofreció sacrifi
cios á la una y á la otra, y así adoraba pú*
blicamente las diosas que tenia en su co
razón.
A n t í o c o , que había suspendido la guer
ra de Egipto ( 2 8 0 4 ) , hubiera tal vez dife
rido la que meditaba contra los Romanos, si
Aníbal no hubiese fixado su incertidumbre.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 5 3
Este gran G e n e r a l , arrojado de los restos de
Cartago por el odio de R o m a , se refugió á
la corte de Siria. Advir t ió á Antíoco los ar
dides del senado, y le hizo ver que los R o
manos no intentaban mas que divertirle con
embaxadas: que todas sus proposiciones eran
capciosas, y que nunca se separarían del par
tido que una vez habían tomado de oponerse
á sus armas y sujetarle á sus leyes. Bien lo
conocía Ant íoco , y hacia grandes preparati
vos : solo dudaba sobre e l modo y tiempo de
emplearlos.
Pero aquel A n i b a l , que tanto conocía las
astucias romanas, se dexó burlar de sus em-
baxadores. Fueron estos á verse con él en
Efeso, donde esperaba al R e y para decidir
sobre la g u e r r a : le trataron de todos mo
dos con grande cortesanía y señales de defe
rencia : se quejaron amigablemente del odio
arraigado que conservaba contra la república:
le dixéron que los Romanos pensaban de él
m u y distintamente : que nunca en Roma se
pronunciaba su nombre sino con el mayor
respeto y excesiva admiración, y que su prin
cipal deseo era qUe se ofreciese ocasión de
obligarle. Estas lisonjas lograron su efecto; y
A n i b a l , bebiendo con gusto el veneno de los
I $ 4 COMPENDIO
e log ios , buscaba con ansia á los que se le da
ban. Se gloriaba de sus continuas visitas; y
para no perder un instante de tan dulces con
versaciones , les dio un quarto en su misma
casa. Sucedió lo que los pérfidos querian y
tenian previsto , porque Antíoco entró en sos
pecha : creyó que el Cartaginés estaba reconci
liado con los Romanos, y le quitó su confianza.
Aníbal conoció su y e r r o , y con gran tra
bajo abrió para con el R e y un paso que le
cerraban la envidia y los enredos de los em-
baxadores. ,, Príncipe , le d i x o , desde la edad
de nueve años tengo jurado sobre los altares,
en manos de mi padre A m i l c a r , no entrar
jamas en alianza con los Romanos, y aborre
cerlos hasta la muerte. E l deseo de cumplir
un empeño tan solemne y de concurrir á su
ruina me hizo dexar á Cartago , y venir á
Siria. Si os dignáis de que yo ofrezca mi bra
zo , iré á todos los lugares en donde hay ar
mas y soldados, y suscitaré enemigos á R o
ma : yo la aborrezco tanto como ella me abor
rece. Si insistís en declararla la guerra , no
tenéis mayor amigo que A n í b a l ; pero si os
„ inclináis á la p a z , nada esperéis de m í : yo
no respiro mas que guerra ; y si no la puedo
fomentar a q u í , iré por donde pueda encen-
PE LA HISTORIA UNIVERSAL. I 5 £
der sus fuegos." E m p e z ó después á explicar
el modo de hacerla. „ E n donde los podéis
combatir con felicidad no es en G r e c i a , sino
en Italia. A l l í encontrareis naciones enteras
que impacientes con su y u g o alimentarán vues
tros exércitos. Os lisonjeáis de que les será
difícil transportar al Oriente sus legiones; p e
ro ellos saben vencer los obstáculos, y dentro
de poco los veréis inundar vuestro reyno co
mo un torrente quando rompe los diques. L o
que aquí os digo en particular, lo sostendré
si es necesario en presencia de toda vuestra
corte. N o me pertenece á mí mostrar á vues
tros Generales cómo se debe hacer la guer
ra á los Romanos. Siempre me hallaron in
vencible estos republicanos mientras yo los
combada en Italia ; pero tuvo Cartago la im
prudencia de llamarme á la Áfr ica , y me vi
en precisión de rendirme á un vencedor que
no se atrevia á hacerme cara en Italia. Seguid
mis consejos: llevad vuestras tropas al mismo
pais de los Romanos, y contened en su fuen
te la inundación que os amenaza." T r a z ó des
pués Aníbal un plan de ataque combinado
con los G a u l a s , los Cartagineses, sus aliados
de Áfr ica , y las ciudades griegas desconten
tas , que el enemigo de los Romanos se pro-
t $6 C O M P E N D I O
ponia poner en movimiento. Co locó los exer-
citos y las armadas: fixó los puntos de apo
y o , y explicó una invasión general , que sin
duda hubiera estrechado mucho á los Roma
nos si la hubieran adoptado toda entera, y da
do principio con celeridad á las operaciones.
Pero Ántíoco ( 2 8 0 8 ) dio lugar á que
se le anticipasen. A la edad de cincuenta años
se enamoró de una hermosa calcidiana , y se
divirtió con el motivo de las bodas; y mien
tras se olvidaba en los placeres, el Cónsul
Ac i l io forzó el paso de Termopi las , le ganó
una batalla , y le obligó á volverse al Asia.
Poco tiempo después le derrotaron la armada,
y entonces la tierra y el mar igualmente abrie
ron el camino libre á los Romanos. E l R e y
de Siria creyó retardarlos con sus excursio
nes y correrías al pais de sus aliados, y en
tre otros el del R e y de P é r g a m o , cuyos es
tados saqueó; pero ellos no se dexáron enga
ñar , y continuaron siempre su camino dere
cho á él . A n d u v o muy inquieto suscitándo
les enemigos, y decía á Prusias, R e y de Bi-
tinia: Estos despóticos republicanos son los mas
terribles enemigos de los Monarcas, y á to
dos los quieren derribar de sus tronos. D a n d o
color á su injusticia con el pretexto especio-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1 ^ 7
so de dar á los pueblos la libertad, los empe
ñan en sublevarse contra sus legítimos Sobe
ranos. Después de haber sujetado la Tracia y
la Macedonia vienen á atacarme á m í ; y si y o
no tengo la fuerza suficiente para resistirles,
esperad que los veréis entrar en la Bit inia."
Este discurso era justo y fundado en la expe
riencia ; pero Antíoco se iba retirando, y los
Romanos siempre avanzando : á estos dio P r u -
sías la preferencia , y aceptó su alianza.
Ant íoco, desesperado de ver que se mul
tiplicaban sus derrotas, no sabia qué partido
tomar, y decia en su dolor : „ Y o no sé qué
dios ha echado un velo sobre mis ojos: e l
éxito de mis designios siempre es funesto: el
cielo se obstina en perseguirme , y todo me
presagia una próxima ruina." Entonces tenia
contra sí á los dos Escipiones: el Africano se
había alistado gustoso baxo su hermano menor
para una guerra en que habia de tener á Aní
bal por contrario; pero tan gran General no
gozaba de la perfecta confianza de Antíoco,
y nunca este le proporcionó medirse con ar
mas iguales contra su antiguo rival. Todas las
predicciones del Cartaginés se realizaban, y los
Romanos, que hubiera sido preciso contener
en su misma casa, pasaron el Helesponto, y se
I 5 8 C O M P E N D I O
hallaron en e l Asia. Antíoco perdió el color
con el susto de verse ya para ser acometido
en el centro de sus estados, y expuesto á aven
turar la suerte en una batalla.
Fuese política ( 2 8 0 9 ) , ó fuese la bon
dad que le era muy natural , había tratado
con mucha atención y cuidado al hijo de Es-
cipion el mayor , que todavía era joven , á
quien su padre se vio precisado á dexarle en
fermo en una ciudad que después cayó en las
manos de Antíoco. Sabiendo que el padre es
taba en cama por una indisposición, le envió
su joven prisionero; y la presencia de un hi
jo tan querido dio la salud al Africano. H a
bía acompañado al R e y su presente con pro
posiciones de paz ; pero Escipion no las ha
l ló aceptables. INO obstante, le envió á decir
qi-e lo que por entonces le podia aconsejar
era que no pensase en dar la batalla hasta
que él en persona llegase al campo. Sin du
da se sentía con alguna compasión hacia este
Pr íncipe , y se lisonjeaba de poder , sin per
juicio de los intereses de los Romanos, pro
porcionar al R e y alguna composición. Pero e l
otro Escipion temiendo que si esperaba á su
hermano se llevase este toda la gloria de la
conquista de A s i a , presento la batalla en la
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. I g O .
llanura de Magnesia. L a aceptó A n t í o c o ; y
su exérci to , aunque infinitamente mas nume
roso , fue derrotado enteramente. Escipion el joven no debió la victoria tanto á su habili
dad y sus esfuerzos como á los de Eumenes,
R e y de P é r g a m o , cuyo reyno Antíoco ha
bía asolado; y así combatió como enemigo
que se v e n g a , y los Romanos como ven
cedores soberbios con sus antiguos triunfos.
Hallaron en los Asiáticos soldados dignos de
oponerse á los Romanos; pero estos debieron la ventaja á su exacta disciplina. E l sa
queo del campo, tal vez el mas rico que se
había visto , dexó poderoso al exército triun
fante ; y el botín sacado de las ciudades, que
se rendían á porfía, formó una masa de teso
ros tan grande , que la misma Roma se vio como sobrecargada, y así dice uno de sus poe
tas : „ E 1 luxo adornado con los despojos de
Asia entró en Roma triunfando, y arrastran
do tras sí todos los vicios. Mas daño hizo á
los Romanos que la guerra mas c r u e l , y ven
gó él solo al universo conquistado."
E l infeliz Antíoco se vio precisado á fir
mar un tratado, que puede ser no haya ha
bido otro de mas abatimiento entre quantos
se han impuesto á una potencia grande. Se
I Ó O COMPENDIO
le exig ió que ademas de renunciar á sus dere
chos , entregase los elefantes, las galeras, las
naves con toda la chusma, diez proscriptos,
uno de los quales habia de ser A n í b a l : vein
te rehenes de diez y ocho á quarenta y cinco
años, los que los Romanos el igiesen, y entre
estos su propio hijo : quinientas quarenta mil
medidas de trigo : quince mil talentos repar
tidos en doce años como un tr ibuto; pero los
dos mil quinientos de contado por los gastos
de la guerra. También se puso término á su
navegación , al número de sus tropas, á sus
relaciones con los vecinos y á sus alianzas.
A todo se sujetó Antíoco, dexó tomar sus na
v e s , y asistió al sacrificio que debia poner el
sello al tratado. E l rito de esta ceremonia era
este: cada uno de los contratantes heria una
víct ima, y decia : „ Si yo violare el tratado,
Júpiter me hiera como yo doy el golpe á
esta víctima."
Desde entonces Antíoco anduvo errante
por su reyno , pasando de ciudad en ciudad
como si temiera fixar, si se detenia en alguna
parte , los vestigios de su vergüenza. Se dice
que el fin principal de andar así fue juntar
la primera suma de dinero que debia á los
Romanos. También se cree que se ocultó de-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l 6 l
tras del monte T a u r o en unos países delicio
sos que allí h a y , para entregarse libremente
á toda suerte de excesos : recurso infame, pe
ro muy ordinario en una vejez desgraciada.
Si allí le mataron sus propios oficiales , á los
que un dia habia maltratado después de be
ber con exceso, ó si le quitó la vida el pue
blo irritado, viéndole llevar los tesoros de sus
templos para pagar á los Romanos, es lo que
hasta ahora no se sabe. Este Antíoco el Gran
de acabó como aquellos ríos que después de
haber corrido magestuosos se pierden ignomi
niosamente al fin en las arenas.
Seleuco Filopator ( 2 8 1 2 ) , hijo y suce
sor de Ant íoco, casi imposibilitado para dar e l
tributo que su padre habia prometido , pasó
casi todo su reynado en buscar dinero ; y así
la santa Escritura le llama el Colector. E n su
tiempo sucedió la aventura de Hel iodoro, T e
sorero del R e y de Siria. L e envió este á to
mar las cantidades considerables que decian
que habia en el templo de Jerusalen. Pero
un poder celestial le rechazó; y molido con
los azotes que le dieron los ángeles , se volv ió
sin él. „ S i tenéis, le dixo al R e y , algún
enemigo , enviadle allá seguro de no volver
le á ver ; porque el que habita en el cielo
TOMO I I I . L
I 6 2 C O M P E N D I O
se ha declarado defensor del templo contra to
do temerario que se atreva á profanarle. E s
te mismo Hel iodoro , castigado por sacrilego,
no temió exponerse de nuevo á la venganza
del cielo por un homicidio. D i o veneno á S e -
leuco con el fin de usurparle la corona, y tal
v e z se la hubiera ceñido á no haber l legado
A n t í o c o , hermano del difunto.
A este Antíoco ( 2 8 2 3 ) le habia dado
su padre en rehenes á los Romanos. Se le p i
dió su hermano entregándoles en cambio su
hijo Demetrio. Supo al volver qual era e l
delito de Heliodoro y sus proyectos: también
le informaron de que tendria un concurrente
en Tolomeo , R e y de E g i p t o , sobrino del di
funto R e y . Por fortuna Eumenes , R e y de
P é r g a m o , le proveyó de un exército, le lle
v ó por sí mismo á Asia , y le colocó en el
t rono , aunque por la ley de la sucesión es
taba reservado para Demetrio.
D e este nuevo Rey hacen los historiadores
un retrato extraño. Gustaba , dicen, de recor
rer las calles de Antioquía con dos ó tres cria
dos : pasaba los dias enteros en las tiendas de
grabadores y plateros , entreteniéndose en e l
exercicio de su arte , porque creia saberle me
jor que ellos. Si encontraba corrillos de gente
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 6 3
popular se introducía en conversación con ellos:
bebia con los vasallos mas desconocidos, y en
traba en las partidas de diversión de los jó
venes, danzando y cantando sin respeto a lgu
no á su misma dignidad. Estas eran culpas
contra la decencia : ved aquí las ridiculas: le
veían algunas veces vestido á la romana ir
corriendo de casa' en casa como se hacia en
Roma en los comicios: instaba á los ciuda
danos para que le diesen su v o t o , á unos les
alargaba la mano, y á otros los abrazaba: ya
pretendía la plaza de tribuno, ya la de edil i y según la que había conseguido hacia pre
sentarle las causas de plaza y ventas sobre me
nudencias poco decentes, y las juzgaba con
afectada gravedad. Gustaba de beber y rega
larse con exceso ; y quando estaba ya embria
gado tiraba unas veces dinero á manos llenas,
y otras piedras de que iba prevenido, hacien
do antes provisión. A este Príncipe le dieron
el nombre de Epífanes el I lus tre ; y mejor le
hubieran llamado el insensato. N o obstante,
como hay cabezas en que todo se junta , es
preciso confesar que este Antíoco supo mez
clar grandes cosas con estas pequeneces.
Quatro expediciones que hizo contra Egip
to todas las preparó con destreza , y las go-
L 2
1 6 4 COMPENDIO
bernó con valor y habilidad. Envió espías con
e l título de embaxadores á examinar de cer
ca las fuerzas del reyno, el estado de las tro
pas , el carácter del Ministro durante la me
nor edad del R e y , y de qué modo se ma
nejaban los asuntos. Quando supo que no ha
bía mas que descuido, falta de disciplina, vi
da regalada, con pretextos que nunca faltan
entró en el r e y n o , tomó ciudades, y ganó ba
tallas. E l joven R e y se arrojó aturdido entre
sus brazos: era su pariente muy cercano, y
se llamaba Tolomeo Filometor. Antíoco le re
cibió b i e n , pero le l levó prisionero; y al mis
mo tiempo cargó con todo quanto pudo sa
car de aquel opulento reyno o r o , plata y
vasos preciosos. Y a iba juntando para pagar
e l tributo debido á los Romanos. Siempre que
se le enviaba anadia alguna de las raras pre
ciosidades de E g i p t o , para que el senado co
nociese las razones que había tenido para aco
meterle. E l senado recibió sus presentes, pe
ro no descubrió su modo de sentir acerca de
la expedición, por lo qual todavía se deter
minó Antíoco á hacer otra , la que , gracias al
saqueo de las ciudades marítimas, también fue
lucrativa.
Entre tanto los Egipcios no esperando
1
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L , I Ó J
ver libre de las prisiones á Tolomeo Fi lome-
tor, colocaron en el trono á su hermano me
nor , llamado Tolomeo E v e r g e t e s , ó Fiscon
el Panzudo : con esta ocasión volvió Antíoco
á entrar en este reyno. E l consejo del nue
vo R e y pensó en implorar la protección de
los Romanos para un menor a quien perse
guía un pariente suyo. Ensoberbecidos estos re
publicanos, y aspirando al título de protectores de los Reyes , que después tomaron , en
viaron embaxadores para que examinasen los
motivos de la desavenencia , y estos se e x p u
sieron solemnemente en el campo de Ant ío
co. Este Príncipe se resolvió á entrar en una
composición, pero dixo que para arreglar los
tratados y para ciertas explicaciones le faltaban
dos hombres: estaban estos entonces muy dis
tantes , y no podían llegar en mucho tiempo.
L e dieron en rostro los arbitros con que de es
te modo hiciese la desecha, y entonces dixo:
Dexémonos de discursos: Egipto pertenece á
Tolomeo Fi lometor, que es el hermano ma
yor : llámesele pues , y póngasele otra vez en
el trono, y así se acabará la guerra.
Esperaba él que no querrian ceder los dos
hermanos; que se enredarían entre s í , y le
llamarían el uno ó el o t r o , y entonces se
l 6 6 COMPENDIO
aprovecharía de la ocasión de perder á los dos:
con efecto , hubo entre los dos discordias; pe
ro C l e o p a t r a , su común hermana, sofocó la
semilla de los disgustos haciéndoles consentir
en gobernar juntos. Esta unión fue motivo de
grande alegría en los Egipc ios , y del mas vi
vo despecho en A n t í o c o , e l que se apresuró
á ir á turbarla ó combatirla; pero todavia en
contró en el camino á los antiguos arbitros,
y nunca la magestad romana resplandeció mas
brillante. Tres embaxadores llegan con un cor
tejo sencillo, sin armada y sin exército: el prin
cipal era P o p i l i o , á quien Antíoco habia co
nocido estando en rehenes en Roma. Se ade
lantó y le presentó la mano: „ N o puedo y o
prestarme, le dixo el Romano, á esa señal de
amistad hasta que hayáis leido el decreto del
senado." Este le prohibía hacer la guerra : le
l e y ó Ant íoco, al parecer sin conmoción, y di
x o : „ Q u e daria respuesta en consultando á su
consejo." P o p i l i o , que tenia una vara en la
mano, trazó un círculo en la arena al rede
dor del R e y , y d i x o : „ N o saldréis de este
círculo sin haber declarado si aceptáis ó rehu
sáis las proposiciones contenidas en el decre
to : espero que respetareis las órdenes del
senado y pueblo romano."
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l6j
Las respetó, y con circunstancias que pi
caban en baxeza. E n v i ó Antíoco á Roma em-
baxadores que^ hiciesen á la república humil
de homenage de su obediencia. Dixéron en su
nombre: „ E l Egipto estaba pronto á recono
cerme por su Soberano: vos lo habéis prohibi
d o , y y o he obedecido á vuestras órdenes como
á las de los dioses inmortales." Popilio y los de-
mas embaxadores fueron llevados por el mis
mo Antíoco con pompa á sus estados de Asia.
Les hizo todos los honores que puede imagi
nar la mas baxa adulación : en todas partes
por donde pasaban, eran ellos los únicos sobe
ranos. Les cedia sus palacios, y ni aun se atre
vía á alojarse allí con ellos.
Por lo común se desconfia, y con razón,
de estas deferencias excesivas. Supieron los R o
manos que disponía armamentos; y Tiber io
G r a c o , enviado por el senado á visitar á los
R e y e s , repúblicas y ciudades libres de G r e
cia , creyó que debia pasar á Antioquía , y
examinar de cerca la conducta de un Prínci
pe cuyo poder podia llegar á ser temible.
A l R e y de Siria por su parte le pareció que
debia divertir con fiestas á los Romanos; pe
ro esto no era conocer la severidad de Gra
co. Antíoco pues hizo venir á su corte los
l 6 8 COMPENDIO
mas célebres actores, los mejores artífices de
Europa y Asia , y atraxo una multitud innu
merable : dio espectáculos y convites. L o que
mas le deshonró , aun para los ojos menos de
licados, fue haber tomado papel en una di
versión, lisonjeándose de hacer reir al p u e
blo con bufonadas é indecencias que chocaban
al pudor. E l embaxador parecía en todos los
instantes el objeto de su adoración y de su
c u l t o : no sabia cómo probarle su extremado
afecto, y así l legó á ofrecerle su diadema. Gra-
co la rehusó con desden , y volviendo á R o
ma d i x o , que según lo que habia visto po
día asegurar que no habia que temer al R e y
de Siria.
Los principales ornamentos que se vieron
en esta fiesta, los vasos de oro y de plata y
las telas preciosas eran los despojos de los
Judíos. Antíoco vendía al que mas daba la dig
nidad de gran Sacerdote, á la que estaba vin
culado el supremo poder ; y el que la conse
guía sacaba del pueblo el dinero que habia
adelantado: causa inevitable de la ruina. E l
cisma traxo disensiones y guerras , en las qua-
les tomó partido Antíoco para sostener á los
que compraban su protección. Se encendió en
e l zelo de los cismáticos: zelo homicida y des-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 6 C>
tructor, que ve con gusto manchar los obje
tos de su veneración, con tal que sus contra
rios rabien de despecho. T o m ó á Jerusalen,
pasó quarenta mil hombres á cuchi l lo , y ven
dió otros quarenta mil por esclavos. Introdu
cido por M e n e l a o , falso Pontífice, penetró has
ta el santuario, llamado el Sancta sanctorum, lugar prohibido á todos los mortales: hizo sa
crificar en el altar de los holocaustos una cer
da , animal mirado con horror de los Judíos;
y con el agua en que la habían cocido hizo
regar el templo para hacerle impuro: todo se
lo l levó , altar de los perfumes, mesa de los
panes de proposición, candelero de siete bra
zos; y para complemento de la infelicidad es
tableció este vencedor por Gobernador un F r i
gio , llamado F i l i p o , tirano, opresor y feroz.
Las violencias con que trataron á los J u
díos forzaron á estos á tomar las armas. Los
Macabeos se pusieron á la cabeza del pueblo,
y lograron muchas ventajas contra Lisias, buen
G e n e r a l , y hombre de confianza para A n t í o -
co. L e habia enviado este Príncipe á -Judea
con un exército que tuvo por suficiente para
sujetar á los sublevados, pero fue vencido. C o n
esta noticia entra Antíoco en furiosa cólera,
jura que ha de exterminar hasta el último de
I70 COMPENDIO
aquella nación rebelde y porfiada , aniquilan
do el culto del Dios que adora. Y a marcha
ba con precipitación á executar su designio,
quando se siente herido de los mas vivos do
lores en las entrañas; pero la violencia de ellos
no bastó á apagar su ardiente deseo. Hizo apre
surar sus caballos, y lo rápido del movimien
to le precipitó de su carro. Sus carnes moli
das con la caida se pudren y caen á peda
zos , saliendo de ellas gusanos, y un olor in
fecto que le hacia insoportable á sí mismo.
Viéndose hecho presa de los mas penetrantes
dolores reconoce el dedo de D i o s , promete,
si se restituye á su salud, reparar los daños
causados á los Judíos , volver á presentar en
el templo los vasos sagrados, y aun abrazar
la ley de los Hebreos. Arrepentimiento in
útil ; porque este malvado, como le llama la
Escritura , muere para exemplar de los im
píos atrevidos, y de los que recurren tarde á
la penitencia.
Antíoco dexó nn hijo de poca edad lla
mado Antíoco Eupator , y tenia también un
sobrino llamado D e m e t r i o , que estaba en R o
ma en rehenes ( 2 8 3 6 ) . Este Príncipe, sabien
do la muerte de su t i o , pidió licencia para ir a
recoger la herencia de su padre S e l e u c o , de
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 7 1
la que se habia apoderado Antíoco quando á
él le habian enviado á Roma en lugar de su
tio. Propuso que su primo Eupator fuese á
suplir su plaza , mientras él iba á sentarse en
el trono que Antíoco dexaba vacante con su
muerte. L a pretensión del Príncipe joven era
justa; pero los Padres conscriptos, quando se
expuso al senado p l e n o , consideraron que con
venia mas á la república mantener el Asia en
poder de un m e n o r , que ponerla en manos
de un Príncipe vivo y ardiente, que en cono
ciendo sus fuerzas podría inclinarse á em
plearlas. Negaron pues la pretensión de D e
metrio , declararon que tomaban á Eupator
baxo su protección , y se dieron á sí mismos
la tute la , nombrando tres hombres de expe
riencia que desempeñasen este empleo. N o se
reduxo la política del senado á solo mante
ner en el trono un niño, sino que encomen
dó á los tutores que gobernasen el reyno del
modo mas propio para debil itarle, quemando
las naves y desjarretando los elefantes. O c
tavio , que era el primero de los tres tuto
res , salió sobre la marcha, tomando el cami
no por la Capadocia.
L l e g ó á aquel país: reynaba en él Aria-
r a t e , el que se admiró de verle sin tropas,
1J1 COMPENDIO
sin guardias y sin precaución, determinado á
entrar en el Asia para tomar el gobierno de
un pueblo que no le había llamado, y prin
cipalmente , sabiendo que el joven Monarca
tenia ya un tutor llamado Lisias, hombre há
bil , astuto , poco escrupuloso , que sin d u
da no se hallaria en disposición de permitir
que le quitasen su empleo. Ariarate se ofre
cía á acompañar á Octavio á la cabeza de un
exército , dexándole á él la comandancia , y
á lo menos le instó á que recibiese una es
colta. ¿Pero qué escolta valia para el sober
bio republicano tanto como el nombre de
Roma ? N o la admitió , y entró en la Siria
sin otra comitiva que la que tenia en Italia.
Sin dignarse ni aun de participar al R e g e n
te su l l e g a d a , va derecho á Laodicea , ha
ce quemar las naves en su presencia y des
jarretar los elefantes. U n proceder tan im
perioso indignó al p u e b l o : un asesino envia
do por Lisias se aprovecha de la ocasión, y
mata á Octavio. Imprudente fue su conduc
ta ; pero en las repúblicas se necesitan hom
bres entusiastas, y así en Roma le levan
taron una estatua entre las de los hombres
grandes que habían derramado su sangre por
la patria.
s
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 7 3
C r e y ó Demetr io que el senado irritado
con esta muerte le concedería fácilmente l i
cencia para ir á destronar al pupilo de L i
sias, autor del asesinato. L a pidió segunda
vez contra el parecer de Polibio e l historia
dor , uno de los mas grandes políticos de su
tiempo. L e decia este al Príncipe: „ C r e e m e ,
y no vayas á tropezar en la misma piedra.
¿ N o tienes acaso mas que un medio de pa
sar á Siria? Un Príncipe de tu edad y ex
periencia se ha de someter como un niño á
la voluntad de u n senado de hombres injus
tos y ambiciosos: rompe tus gri l los , y serás
R e y . " L e negaron la licencia, como Polibio
habia previsto'; y entonces tomó sus medidas
para escaparse : la víspera de su partida dio
un gran festin á los jóvenes que ordinariamen
te le acompañaban. Esta fue una especie de des
pedida sin decirles su secreto. Pol ibio , temien
do que el joven Príncipe se dexase arrastrar
al placer, á que tenia la mas viva inclinación,
para no perder la ocasión de executar su de
signio le envió una carta toda compuesta de
máximas de los antiguos sobre el valor , el
secreto, y la sobriedad necesaria para des
empeñar las mayores empresas. Esta caí ta
quando cayese en manos enemigas no pedia
1 7 4 C O M P E N D I O
comprometer á su autor. D e m e t r i o , que la
entendió, se hizo el enfermo , dexó la comi
d a , y partió. Quando se v io en lugar seguro
escribió al senado mil gracias, excusas y pro
mesas. E l senado hizo del indiferente , y
dexó reñir á los dos rivales. N o fue muy
largo el combate , porque con la fama que
extendió Demetr io de que iba enviado por
los Romanos, se le juntó todo el p u e b l o , se
deshizo de Lisias y de su pupi lo , permitien
do que les quitasen la v i d a : subió al trono,
y los Romanos le reconocieron por R e y de
Siria.
Se nota en la vida de Demetrio Soter que
favoreció una impostura, y fue victima de
otra. Ariarate , R e y de Capadocia , se habia
casado con Antíoquisa,. hija de Antíoco el Gran
de. Por haberse casado esta Princesa quando
apenas habia salido de la infancia no tuvo en
muchos años hijo alguno , y creyó que era
estéril. Temerosa de que esta falta pudiera
hacerla perder el afecto de su esposo y el de
sus vasallos, fingió por dos veces que esta
ba en cinta, y tuvo modo de dar al R e y dos
hijos supuestos; pero después se hizo real
mente embarazada, y parió sucesivamente dos
hijas y un hi jo : entonces declaró á su espo-
D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L I 7 5
so la suposición de los otros d o s , y este los
envió fuera del reyno con una pensión con
veniente. E l mayor ,• que era Ariarate , fue á
R o m a , y como hombre de poco valor y ta
lento no pensó en su fortuna. E l segundo,
llamado Holofernes , activo y emprendedor,
fue en este punto mas sensible : á este le en
viaron á Jónia con prohibición de poner los
pies en Capadocia.
M u r i ó Ariarate , y su verdadero hijo de
este mismo nombre sucedió sin dificultad á
su padre : Demetrio le ofreció á su hija L a o -
dicea por esposa. Era esta viuda de Perseo,
aquel R e y de Macedonia humillado por los
Romanos. N o agradó al R e y de Capadocia
esta alianza, y así no la admitió. L o l levó á
mal el R e y de Sir ia , y atendió á las preten
siones de Holofernes, las animó, y le colo
có en e l trono de Capadocia. Reconquistó
Ariarate su corona, y Holofernes hal ló asilo
en la corte de su bienhechor. Demetr io li
bre de cuidados se habia entregado en los
retiros mas obscuros á una vida disoluta que
le hacia el oprobrio y desprecio del pueblo.
Advirtiendo Holofernes estas disposicio
nes , se resolvió á subir al trono de Sir ia , des
honrado por u n Príncipe envilecido. F o r m ó
Ij6 C O M P E N D I O
una conjuración, á la que debian favorecer
Á t a l o , R e y de P é r g a m o , y T o l o m e o , R e y de
Egipto . Se descubrió la' intr iga; y por esta
v e z escapó del peligro en que le habia pues
to su declaración .en favor de un impostor;
pero él se preparaba otro riesgo que también
fue efecto de la impostura, y de este no sa
lió libre.
Y a se habían hecho enemigos suyos los
dos R e y e s , el de Pérgamo y el de Egipto,
y á estos se juntaba naturalmente el de Ca-
padocia. Entre tanto que buscaban con ansia
medios de molestarle, se presentó un hombre
que tenia que vengar la muerte de un her
mano y su propio destierro : este se llama
ba Heráclides. T imarco , su hermano, era G o
bernador de Babilonia quando Demetrio su
bió al trono , y él era Tesorero de la pro
vincia. Los dos tuvieron la estimación de A n -
tíoco Epífanes, y por consiguiente conserva
ban grande afecto á Eupator su hijo. Bien
fuese por este afecto, ó por mala versación
reprobada del p u e b l o , Demetr io mandó cor
tar la cabeza al Gobernador , y desterró al
T e s o r e r o , el qual se retiró á Rodas. C o m o
habia sabido los secretos de la corte de Si
ria , y tenia tanto conocimiento de sus usos
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1JJ
y modales, busca un hombre mozo que por
su espíritu y presencia fuese propio para des
empeñar el papel que debia hacer , y le ha
l ló en un tal Bala. L e impuso, le instruyó,
y le dio el nombre de Alexandro : ganaron
á Laodicea, verdadera hija de Epifanes, y es
ta le reconoció por hermano. Contando con
el apoyo de tres Reyes motores y confiden
tes del proyecto , Heráclides l levó este dis
cípulo á R o m a , y le presentó al senado.
¡ Q u é comedias representan muchas ve
ces aun los hombres graves! ¡ con qué gusto
procuran engañarse! Heráclides recordó á los
Padres conscriptos su alianza con Antíoco, sus
sospechas contra D e m e t r i o , y su repugnancia
á abrirle el camino para subir al trono. T o -
davia ignoráis , les dixo , que Antíoco Epífa-
nes dexó ademas de E u p a t o r , el que fue
cruelmente asesinado, otro hijo que aun v i
ve ; y volviéndose á Bala exc lamó: „ N o te
mas presentarte , ilustre descendiente de los
primeros Reyes de Siria. Y o te he sacado
de la miseria en que estabas sepultado , pa
ra traerte al tribunal mas justo y poderoso.
Habla por t í , en la persuasión de que te
niendo tu causa tanta justicia , no dexará de
ser atendida y amparada de esta augusta asam-
TOMO I I I . M
I 7 8 COMPENDIO
blea que nos o y e . " Toda la arenga de Bala
se versó en pocas palabras sobre el antiguo
afecto de su padre á los Romanos, el futu
ro reconocimiento del h i jo , y la inalterable
unión que se establecería entre Roma y la
Siria.
A u n q u e el senado aparentó indiferencia
en la evasión de Demetr io , siempre había
conservado un secreto resentimiento, y por
otra parte se interesaba la república en que
los paises distantes tuviesen siempre alguna
semilla de discordia que los pusiese en tér
minos de reclamar su protección. Por esto,
con admiración de toda la ciudad que cono
cía la impostura de Bala , dio su decreto el
senado en estos términos: „Habiendo ¿ido el
senado y pueblo romano la demanda de A l e -
xandro y Laodicea , hijos de Antíoco Epífa-
n e s , R e y de S ir ia , amigo y aliado de la re
pública , permiten que el hijo haga valer los
derechos que le da su nacimiento, y le re
comendamos á nuestros aliados para que le
auxilien en esta empresa." Esta última cláu
sula autorizó á Bala para juntar tropas, y
al mismo tiempo suscitó contra Demetrio una
multitud de enemigos , y uno de estos fue
Jonatás, cabeza de los Judíos aliados de los
V
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 7 9
Romanos, y su prudencia y valor dieron gran
peso á la balanza de las fuerzas. Demetrio,
conociendo la superioridad de su contrario,
envió sus dos hijos Demetrio y A n t í o c o , para
asegurarlos, á la casa de un amigo que vi
vía en la C a r i a , y se resolvió á dar una
batalla decisiva. Su ala izquierda desordenó
á las tropas que se la opusieron, y por des
gracia Se empeñó en perseguirlas. E l Prínci
pe sostuvo por largo tiempo el choque del
centro y de la otra ala del enemigo, espe
rando á que la suya volviese. Y a por últi
mo manda la retirada, y se queda de los úl
timos á cubrirla. C a e su caballo en un pan
tano, y le desamparan sus soldados al pun
to que los enemigos le embisten. Pelea so
lo y á pie con la multitud que le cercaba,
y rodeado de muertos cae sobre ellos pene
trado de flechas.
N o podía el R e y de Egipto ignorar la
impostura de Bala, y no obstante le dio por
esposa á su hija Cleopatra ; porque siempre
se apetece poner un cetro en su fami
lia , sea qualquiera la mano que le gobier
ne. C o n la prosperidad tomó vuelo el ca
rácter vicioso del nuevo R e y : se entregó pues
á una vida estragada é indecente , y aban-
M %
l 8 2 ... COMPENDIO
imprudencia de quedarse sin su mejor defen
sa , inspiraron á un atrevido la facilidad de
quitar al R e y el trono.
Este se llamaba Diodoto , y después le
dieron el nombre de Trifon : era de un na
cimiento ordinario ; pero Bala le habia he
cho Gobernador de Antioquía. N o se sabe
si conservó esta dignidad en tiempo del su
cesor ; mas se ve su habilidad en que Laste-
nes no le puso en el número de los des
graciados , y es verisímil que ganó por el con
trario la confianza del Ministro , y que le
cerró los ojos para que no viese que exer-
citaba la piratería. Consistía esta en mante
ner cierto número de naves que recorrían las
costas de A s i a , recogiendo esclavos, que Dio
doto vendia por grande precio á los Roma
nos, que entonces hacían gala de llevar gran
de séquito de criados. C o n este tráfico ate
soró Diodoto muchas riquezas, y l legó á con
siderarse tan seguro de la impunidad, que
edificó cerca de Antioquía una especie de for
taleza en donde encerraba sus tesoros. N o
parece que ni el R e y ni su Ministro sospe
charon nada, pues no despertaron de su des
cuido hasta que Diodoto dio el golpe.
Habia dexado Bala un hijo de su muger
DE I.A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 8 3
Cleopafra, que todavía era muchacho. Se pre
sento repentinamente Trifon con este joven
Ant íoco, y publico un manifiesto de las pre
tensiones del Pr inc ipe , cuyo tutor se decla
ró. Con esta noticia todos los soldados que
Demetrio habia despedido sin razón, y una
multitud de otros descontentos se agregaron
al pretendiente. Sorprehendido Demetr io se
vio precisado á encerrarse en Seleucia. Se
apoderó Demetrio de Ant ioquía , de los e le
fantes, que entonces hacían la principal fuer
za del exército en Asia , del dinero de los
tributos, é hizo proclamar á su pupilo. T a m
bién tuvo destreza para atraer á su partido
á Jonatás, xefe de los Judíos , que antes ha
bía sido muy afecto á B a l a , y así creyó sin
duda que debía seguir las banderas del hijo.
Mal le pagaron su fidelidad.
Se presume con fundamento qu e no em
prendió Trifon tanto trabajo por conservar la
corona en la cabeza de un muchacho , sino
por verla en la suya. Quandb ya vio la ma
yor parte de la Siria sujeta á su obediencia,
se deshizo al mismo tiempo de Jonatás, que
sabia era afecto á la sangre de Bala y á su p u
pilo. Padecia este Príncipe joven de mal de
piedra, y no hubo mas que no hacerle bien
1 8 4 COMPENDIO
la operación, y así m u r i ó , y se ciñó Trifon la corona. Fueron freqüentes los combates entre él y Demetrio , y no cesaron hasta que este tomó una extraña resolución. Solicitado por los habitadores del pais situado entre la India y el Eufrates , expuesto á las correrías continuas de los Partos , se determinó á hacer la guerra á estos pueblos , creyendo que si volvía victorioso fácilmente reconquistaría de Diodoto el resto de su reyno. A l principio logró grandes ventajas; pero le dispusieron los Partos una emboscada y le hicieron prisionero. Mitrídates, su R e y , después de pasearle como cautivo por las provincias disputadas, para que perdiesen la afición á un R e y esclavo, le trató con la mayor atención, y le señaló la Hircania por lugar de su residencia : también le dio por esposa á su hija R o d o g u n a ; mas siempre le tuvo preso.
C o n la noticia de su cautiverio se habia retirado su esposa Cleopatra á Seleucia con los dos hijos que de él tenia. Temiendo que fuese á sitiarla T r i f o n , escribió á Antíoco, hermano menor de Demetrio , para que la socorriese, y le ofreció su mano y la corona: sin duda tomó esta resolución por la noticia que tuvo del casamiento con Rodoguna. An-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I S J
tíoco Sidetes, ó el Cazador, l l e g ó , se casó,
subió al trono , peleó con Tr i fon, y le der
rotó el exército. D i c e n que quando huia iba
sembrando dinero por el camino para entrete
ner á los que le perseguían. N o se sabe si
le mataron en el asalto , si preso fue conde
nado á muerte por Ant íoco, si se quitó á sí
mismo la vida , ó si pereció en las llamas que
consumieron la ciudad de Acosia en donde es
tuvo sitiado.
Sidetes gobernó con justicia y suavidad, y
se concilio en el mas alto grado el amor y
estimación de los subditos : solo tenia un de
fecto, que era la excesiva pasión por la caza,
lo que le hizo presente un paisano , cuya ca
bana le sirvió de asilo un dia en que se ex
travió persiguiendo algunas fieras, bien que
este hombre no le conocía. Hizo Antíoco con
versación acerca del R e y , y dixo el rústico:
„ Es muy buen Príncipe; pero la violenta pa
sión por la caza no le dexa aplicarse todo á
los negocios, y se ve obligado á descansar en
unos cortesanos que no siempre obran según
sus miras." Plutarco, refiriendo esta anécdota,
d i c e : , , R e y e s , no esperéis oir la verdad , ni
saber el concepto que merecéis á los vasallos
mientras os rodeen aquellos cortesanos , cu-
I S 6 COMPENDIO
ya principal ocupación es engañaros."
Este Principe hubiera sido feliz y reyna-
do con g lor ia , si no hubiese pensado en tornar
las provincias de que se apoderaron los Par
tos. Para pretexto de la guerra publicó la in
tención de sacar á su hermano del cautiverio,
como si fuese creible que desease con ansia
romper las prisiones de un Monarca cuya
muger y reyno poseía. Por sus preparativos
se juzga que si le gustaban las comodidades
propias, no se las negaba á los otros. D e x ó que
se llenase su campo con el aparato del luxo.
V i v a n d e r o s , cocineros, comediantes, músicos,
mugeres y muchachos de su comitiva eran tan
tos , que siendo el exército de ochenta mil
combatientes, había en él mas de trescientas mil
personas. T o d o fue bien mientras pudieron pa
searse en el verano por las mas bellas llanu
ras de la Media y la Babilonia: entonces ga
nó Antíoco tres batallas; pero quando fue pre
ciso tomar quarteles de invierno, la necesidad
de alojar tanta gente dividió el exército en
pequeños cuerpos. Los Partos, activos y vigi
lantes, se fueron introduciendo en los interva
los ; y los naturales del pais , cansados de tan
fastidiosos huéspedes, concertaron con los Par
tos una matanza general. E n un mismo dia
V
P E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 1 8 7
degollaron ó hicieron prisioneros á todos los
Siros: con ellos pereció Antíoco , llevándose
el resentimiento de sus vasallos.
Las derrotas que sufrió el R e y de los Par
tos le habían hecho tomar el partido de dar li
bertad á Demetrio para lograr alguna diversión
con la concurrencia de los dos hermanos; mas
con la catástrofe de Sidetes mandó que pro
curasen alcanzarle; pero el Príncipe, rezelan-
do esto mismo, habia apresurado su partida, y
así no pudo darle pique la caballería que sa
lió tras él. V o l v i ó pues á entrar en su reyno,
y halló en él á su muger Cleopatra. L a cau
tividad de nueve años, por haberse metido im
prudentemente en una guerra extrangera, no
le escarmentó ; y así entró en nuevas quere
llas entre Tolomeo Fiscon, R e y de E g i p t o , y
Cleopatra , su muger repudiada. Esta propu
so á Demetrio el trono y su mano. N o dexó
de tentarle la oferta, é hizo una invasión en
Egipto ; mas quando sitiaba á P e l u s i o , los ha
bitadores de Antioquía , Apamea y otras mu
chas ciudades se sublevaron irritados con su
gobierno tiránico, y recibieron con aclamacio
nes un hijo de Alexandro B a l a , que les en
vió el R e y de Egipto . Era el impostor hijo
de un ropero de Alexandría , y se llamaba
188 COMPENDIO
Z e b i n a , y se condecoró con el renombre de
Alexandro. Era tanto el descontento contra De
metrio , que se halló Zebina de repente á la
cabeza de un exército. E l R e y , precisado á
huir después de una derrota, creyó hallar bue
na acogida en Tolemaida , residencia de Cleo-
patra su esposa; pero esta mandó cerrar las
puertas al esposo de Rodoguna , y él se re
fugió á T i r o , en donde le mandó matar el G o
bernador que él mismo habia puesto: por en
tonces se vio el reyno de Siria dividido entre
Z e b i n a y Cleopatra.
Se leuco , á quien esta habia tenido de D e
metrio N i c a n o r , tomó el título de R e y en las
provincias confinantes con las que su madre
gobernaba. Temiendo Cleopatra que este Prín
cipe quisiese extender su dominio, y tal vez
vengar la muerte de su padre , en la que no
estaba ella muy inocente , le convidó á una
conferencia sobre un asunto de importancia; y
quando él menos lo pensaba le atravesó el pe
cho con un puñal. Esta Fur ia traxo á su lado
otro h i j o , esperando que por su poca edad
estaria ocupando el trono sin pensar en el go
bierno. Se llamaba este A n t í o c o , y le llama
ron Grifo , aludiendo á su nariz aguileña. L a
Siria, repartida entre Cleopatra y Z e b i n a , go-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . l8o,
zaba de bastante tranquilidad.
Era Zebina benigno, c lemente, justo , y
con la fidelidad en sus promesas inspiraba la
confianza. Se sublevaron tres de sus principa
les oficiales, y para atraerlos no se valió de
otro medio que de darles esperanzas de con
seguir el perdón y volver á sus empleos; y
así dexáron las armas sin pedir otra seguridad
que su palabra, y el R e y vivió con ellos co
mo antes, sin darles en rostro con su delito.
Aunque de baxo nacimiento tenia la grande
za en el alma : jamas quiso sujetar su reyno
á un tributo , ni aun al simple homenage que
el R e y de Egipto exigía. E l E g i p c i o , de bien
hechor que era, se convirtió en su persegui
dor. Armó á Grifo contra é l , y por arras de
su venganza dio al Monarca Siró por esposa
á Tricena su hija. Apretado por todas partes
se vio Zebina rendido ; y perdida una batalla
entró en una nave del corso para huir á G r e
cia. E l patrón le entregó á G r i f o , y este le
quitó la vida. Otros dicen que murió en un
combate. D e qualquiera modo que haya sido
fue generalmente sentida su falta, y es de los
pocos á quienes la usurpación no haya hecho
temibles, despreciados ó aborrecidos.
L a guerra contra Zebina sacó de alguna
1 9 ° COMPENDIO
manera á Grifo de la tutela de su madre.
Sintiendo esta que se substraxese de su auto
ridad resolvió que pasase el cetro á otro ter
cer hijo que habia tenido de Antíoco Sidetes.
Era de poca edad, y así esperaba ella que la
dexase disponer por mucho tiempo. Val iéndo
se de un momento en que Gri fo entraba en
su palacio después de un violento exercicio,
le presentó de beber como por atención: al
gunos dicen que ya estaba advertido; y así,
con pretexto de deferir, quiso empeñarla en
que bebiese la primera: ella lo rehusa: él in
siste , y aun declara en presencia de su corte,
que solo por este medio destruiría las sospe
chas de que pretendía darle veneno. El la tra
g ó la c o p a , y murió. Habia sido Cleopatra
esposa de tres R e y e s , y madre de quatro: cau
só la muerte de dos esposos : mató con su
propia mano á un hijo , y quiso envenenar
á otro. A u n entre los hombres se hallarán po
cos tan malos.
Por ocho años fue bastante sosegado el
reynado de Grifo. Y como digno hijo de Cleo
patra , para asegurar esta tranquilidad quiso
dar veneno á su hermano, hijo de su propia
m a d r e , y de Antíoco Sidetes. Este Príncipe
se puso en defensa, viendo amenazada su vi-
V
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I () l
da : la feliz casualidad le dio el remedio no
esperado. L a t i l o , hijo de Fiscon, R e y de E g i p
to , se habia casado con su hermana Cleopa
tra; y aunque este Príncipe amaba tiernamen
te á su esposa, le obligó su madre á repu
diarla, y á casarse con Selene, su hermana
menor. Una y otra eran hermanas de Tr ice-
na , muger de Grifo. Viéndose libre la P; 'n~ cesa repudiada , ofreció su mano á Ciciceno,
y le l levó en dote un exército. Este fue der
rotado: se salvó el esposo, y la esposa cayó
en manos de Grifo. Tricena su hermana pi
dió la prisionera á su marido para tener e l
gusto de hacerla matar. E l R e y , irritado con
esta súplica, reprehende en su muger la cruel
dad , y protesta que jamas la concederá seme
jante cosa. Tricena creia que estaba viendo en
esta constancia de su marido la certidumbre
de su amor que ya sospechaba. Se habia re
fugiado su infeliz hermana en un as i lo; y
mientras el esposo insistía en persuadir á T r i
cena , esta envió los asesinos ; los quales no
pudiendo arrancar á Cleopatra del altar que
tenia abrazado, la cortaron las manos. A l fin
espiró pronunciando mil execraciones contra
los autores de su muerte, y pidiendo al dios
cuya estatua estaba en aquel a l tar , que ven-
ig2 COMPENDIO
gase con exemplar castigo la sacrilega muer
te que hacían á su vista. N o parece sino que
estas execraciones traxéron todas las plagas de
la venganza del cielo sobre la familia infe
liz de los Seleucidas; porque ya su historia
es una molesta mezcla en que solo se ve el
horror de todos los delitos : venenos, asesina
tos , incestos y fratricidios. Cinco hijos de G r i
fo reynan y perecen sucesivamente de muer
te violenta. Ciciceno espira entre las llamas,
víctima de una sedición. Se divide el reyno
reconociendo una parte á Antioquía por ca
pital , y la otra á Damasco. Algunas ciudades
se erigen en repúblicas, otras se sujetan al po
der de t i n o solo , á quien llamaron tirano. Las
m u g e r e s , las hermanas de los Monarcas se
forman por usurpación diferentes especies de
p. incipados, y los traspasan por casamientos.
D e dos se sospecha haberse casado hasta con
su propio hijo. Por últ imo, la confusión y el
desenfreno l legó á ser tal que se cansaron los
mismos Siros , con ser tal vez el pueblo me
nos delicado en punto de costumbres: echa
ron fuera todos estos Reyeci l los encarnizados
unos contra otros, y llamaron á Tigranes, R e y
de Armenia, para que los gobernase.
Los Romanos , reclamados muchas veces
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 9 3
por los competidores, siempre se guardaron de
dar á ninguno auxilios preponderantes, y así
recibían las embaxadas, aceptaban los presen
tes , y dexaban que se arruinasen unos á otros.
Y a l legó el punto de coger el fruto de su po
lítica. Pompeyo venció á Tigranes. Quando el
Armenio recibió de los pueblos el cetro de Si
ria , S e l e n e , viuda de Grifo , se habia hecho
un pequeño estado , en donde criaba dos h i
jos que habia tenido de Antíoco el Ciciceno:
e l mayor se llamaba Antíoco el Asiático, y
el otro Seleuco Cibiosacto. Tigranes dispersó
esta familia: á la madre la quitó la v ida: los
dos hijos, que no se podían medir con tan p o
deroso Príncipe, se sostuvieron como podían,
ya en una parte del reyno , ya en otra, l i
sonjeándose que por los presentes que hacían
á los senadores quando iban á Roma , conse
guirían la benevolencia de la república. Pero
quando el Asiático l legó á proponer á Pom
peyo sus pretensiones y esperanzas, después
de haber reprehendido con bastante dureza el
General Romano al Siró por la negligencia en
seguir sus derechos , le dixo : „ E 1 reyno de
Siria ya era de Tigranes : nosotros le hemos
vencido , y por consiguiente hemos entrado en
todos sus derechos: de este modo ya el im-
TOMO I I I . N
1 9 4 C O M P E N D I O
perio de la Siria pertenece á la república ro
mana , la que sabrá defenderle mejor que v o
sotros.'' D e este modo el reyno de Siria, tan
rico y poderoso, y una de las mas bellas jo
yas de la corona de Alexandro, l l egó á ser una
provincia romana. D e los dos hermanos, úl
timos renuevos de los Seleucidas, Antíoco mu
rió de consunción, y Seleuco casó con Bere-
n i c e , Reyna de E g i p t o , su parienta. Esta
Princesa se cansó de é l , y tomó el medio mas
pronto para deshacerse de un marido desagra
dable , que fue el de disponer que le mata
sen. D u r ó el imperio Siro-Medio doscientos se
senta y tres años. Entregado á continuos mo
vimientos y agitaciones, no fueron turbulencias
sino trastornos los que sufrió. Parece que el
centro de A s i a , la parte mas hermosa y rica de
aquel vasto pais, que es de las quatro partes
del mundo la mejor , estaba destinada á revo
luciones perpetuas. N i ñ o , Semíramis y sus su
cesores paseaban sus sangrientos estandartes por
las llanuras que riegan el Tigris y el Eufra
tes : estos conquistadores dieron principio á la
Monarquía de los A s i d o s , que se dilataba por
los Medos y los Persas. Entró el impetuoso
Alexandro , tronando , asolando , dispersando;
y antes de haber consolidado su conquista, la
DE LA HISTORIA UNIVERSAt. 19 J
dexó á sus. Capi tanes; y á fuerza de destruir
se unos á otros, se quedó uno solo por dueño
de los reynos asiáticos. Sus descendientes, co
nocidos con el nombre de Seleucidas, se des
truyeron entre s í , y sus mismas divisiones en
tregaron este imperio á los Romanos, que fueron los que sacaron el f r u t o , gobernándole
por medio de Pretores , Procónsules y G e n e
rales , hasta que sin ser el centro del impe
rio de Oriente, fue la porción mas r ica, y
ha pasado después como tributario y sujeto a
los Otomanos, que son los que al presente l e
poseen.
EGIPTO.
Quando murió Alexandro se hallaba T o - ,
lomeo L a g o Gobernador de Egipto ( 2 6 9 8 } .
Dicen que Arsinoe su madre estaba en cinta
quando F i l i p o , R e y de Macedonia, de quien
era concubina, se la dio en casamiento á L a
g o , señor macedonio. N o queriendo tener es
te en su casa un niño de quien no era padre,
expuso el hijo que parió su esposa; pero una
águila cuidó de é l : le abrigó con sus alas,
y le dio en lugar de leche la sangre de los
animales que cazaba. C o n este prodigio, inven
tado para mover el corazón de L a g o , se con-,
N 2
IQ6 COMPENDIO
siguió que le hiciese traer y le criase: por
esto parécia haber sido hermano de A l e
xandra , y así le quiso siempre m u c h o , y le
manifestaba amistad de preferencia L e ele
v ó á los primeros grados del exército , y él
los merecía por su valor. Por úl t imo, le con
fió el gobierno importante del Egipto. Ha
llándose en la muerte del Monarca del Asia,
distante del sitio de las intrigas, se supo apro
vechar de su situación, y de las circunstan
cias oportunas para pasar de la segunda pla
za á la primera , y mantenerse en ella. T o -
lomeo L a g o fue la cabeza de la dinastía M a
cedonia reynante en Egipto. Instituyó á hon
ra de su hermano un orden mil i tar , que es
e l primero que se conoce.
A Tolomeo se le debe el testimonio de
que jamas hizo guerras que no le fuesen pre
cisas y forzosas. En esto fue diferente de mu
chos de los antiguos R e y e s sus antecesores,
que mas aspiraban á la admiración de los
pueblos en sus monumentos que á su utili
dad. Los suyos al mismo tiempo eran suntuo
sos y útiles. Entre los principales se cuenta la
ciudad de Alexandria, fundada por Alexandra
en la costa del mar, en disposición propia pa
ra reunir en sus muros el comercio de las tres
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I 97
partes del mundo. La habia edificucio .Alexan
dre con esta intención , y Tolomeo .ila, hizo
con su población, riquezas y •magnificencia de
edificios,, la ciudad Je las ciudades, y l&rey-na del Oriente. Levantó en ella aquel-famoso
faro, modelo de tantos¡otros. Era este una
torre de mármol blanco prodigiosamente alta,
en la que se encendían fuegos para guiar á
los marineros en la obscuridad de la noche, y puso en ella esta inscripción: El Rey Tolomeo á los dioses salvadores para benefìcio ^de los navegantes. Pero el arquitecto, que qu,erja per
petuar su nombre, puso estas palabras, en la
primera capa del edificio: esta cayó con el
t iempo; y mientras duró el faro se le tan es
tas ; Sostrato el cindano d los dioses salvadores ère.
i Tolomeo se aplicó á formar la famosa bi
blioteca de Alexandria , juntando basta qua-
trocientos mil volúmenes, y la colocó en un
soberbio edificio baxo la inspección de muchos
sabios, los quales vivían juntos en un palacio
adornado de pórticos y de jardines, en don
de los aficionados á las letras hallaban en to
das las estaciones el recreo y la instrucción. A
lo que parece vivían en común á. costa del
público, que los proveía de una subsistencia
J 98 ' COMPENDIO
honrada. <Comían á la misma mesa, y les ser
vían con suficiente abundancia para excitar la
envidia y las sátiras de los que no eran ad
mitidos á ella. Es muy notable esta institu
ción ; y ' así se deben á Tolomeo los órdenes
militares y las comunidades de sabios. A u n
que esta-biblioteca era tan numerosa tenia un
suplemento de trescientos mil volúmenes, al
que llamaban la hija. L a madre se consumió
por un fatal accidente , y la hija fue entre
gada á las'llamas por el fanatismo de Ornar.
A este -quando tomó á Alexandria le suplica-yon que 'saltase'la biblioteca, y él respondió:
„ 0 estos libros contienen la misma doctrina
q u e ' e l A l c o r á n , y entonces son inútiles; ó in
c luyen doctrina contraria, y así son peligro
sos." Convencido de este discurso los entregó
á los baños públicos, que eran muchos, y sir
vieron para calentarlos por seis meses.
Ademas del sobrenombre de L a g o dieron los Ródios á Tolomeo el de Soter ó Salvador,
reconocidos á que los habia librado de los fu
rores de Demetrio Poliorcete. Sus propios va
sallos pudieran haberle dado epítetos no me
nos honoríficos, si hubiesen de expresar todas
sus bellas calidades. Era benigno, benéfico, y
de fácil acceso : siempre quiso que dexasen
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . I Q O ,
acercársele las gentes del pueblo. Estos, de
cía é l , son mis amigos, y los que me descubren verdades que los cortesanos me disfrazan. Este
Príncipe tenia una moderación rara para con
los burladores, y principalmente con los bur
ladores provocados. U n gramático con quien se
habia chanceado le dio una respuesta pican
te : todos los asistentes con los ojos clavados
en el R e y esperaban algún castigo , temblan
do el que vendria sobre el imprudente. T o
lomeo les dixo : Un R e y zeloso de su respe
to no debe poner á nadie en el caso de fal
tarle. Y o fui el agresor, y tanto derecho tie
ne él para no estar contento con mi pregun
ta , como yo con su respuesta; y así todo debe
quedarse entre nosotros como estaba." Junta
ba muy gustoso ,los vasallos á su mesa; y si
les faltaba vaxilla se la prestaba, acompañan
do así la economía con el p lacer , el qual se
goza mejor quando no va acompañado con re
mordimientos de profusión.
E n quarenta años que reynó Tolomeo mu
dó casi toda la faz del Egipto . Los R e y e s
antiguos le habían cargado de colosos y mo
numentos gigantescos. E l brazo de hierro del
soldado, mas que la mano del tiempo , hizo
menudas piezas estas masas, y sus. restos cu-
2 0 0 COMPENDIO
brian las ciudades, cegaban los canales, y en lugar de barbechos substituían estériles escombros. Tolomeo hizo salir ciudades de entre estas ruinas: hizo canales para la navegación : preparó tierras para la agricultura, y juntó en sus edificios lo delicado de los Griegos á la solidez egipcia. Abr ió puertos en el mar R o -x o , y con su cuidado fueron mas seguros los del Mediterráneo. A Delta, la bella parte de su imperio en que habitaba , la hizo centro del comercio ; y así dexó muy floreciente un reyno que habia hallado destruido con las tempestades de una larga anarquía.
Sus sucesores, llamados casi todos T o l o -meos como é l , se distinguen por renombres que expresaban sus virtudes, sus vicios, ó los defectos naturales. Filadelfo , amante de sus hermanos : Evergetes , bienhechor : Filopator, amante de su padre : Epífanes , ilustre : F i -lometor , el amante de su madre: F iscon, el panzudo : Látiro , el garbanzo : A u l e t e s , tocador de flauta. Sus esposas, q u e , según el uso del pais, eran casi siempre sus hermanas, se llamaban Arsinoes, Berenices , Cleopatras. Era creíble que estas alianzas perpetuadas en la familia debieran ser una permanente prenda de concordia y amistad; pero fueron por el contra-
V
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 0 1
rio la semilla de los odios, que no solamen
te ensangrentaron el trono, sino también cau
saron la infelicidad de los pueblos arrastra
dos por sus Príncipes á guerras civiles fré
quentes. También hubo guerras con extran-
geros, de las que daremos algún diseño ; de
litos y virtudes , acciones ruidosas , sucesos
políticos que cambiaron la suerte de las na
ciones , y particulares catástrofes que pudiera
la historia ofrecer igualmente al pincel de los
pintores y al entusiasmo de los poetas.
Tolomeo Soter dos años antes de morir
asoció á su corona á Filadelfo su segundo
hijo , con perjuicio de C e r a u n o , que era e l
mayor. A vista de las malas calidades de este
parece que de la parte del Príncipe no fue
tanto predilección, quanto una previsión pru
dente. Cerauno se refugió en Macedonia con
el R e y Se leuco , al que asesinó habiéndole
recibido bien. Despues de este regicidio se
casó con la viuda llamada Arsinoe , que era
su hermana, y señora de la capital del rey-
no. Para merecer su mano la prometió cui
dar como padre de sus hijos, y á todos los
degolló casi entre los brazos de la madre el
dia del casamiento. L a indignación del pue
blo hizo otra vez viuda á Arsinoe: no se sa-
2 O 2 COMPENDIO
be si esperaba estos sucesos para casarse con
su hermano F i l a d e l f o , á quien se habia re
fugiado escapando de los brazos de Cerauno.
Era de mas edad que Filadelfo , y no obs
tante tomó y conservó hasta la muerte un
imperio absoluto sobre su corazón.
E l hijo de Soter representó grande par
te de las virtudes de su padre , y es famoso
por su habilidad en e l gobierno. Arreglaba
con proporción los impuestos y sus generosi
dades. Siempre con armas y usándolas poco
engañaba á sus vecinos, y se hizo entre ellos
su arbitro y reconciliador. Extendió la na
vegación , hizo florecer e l comercio , atraxo
los extrangeros con los privilegios que le pa
recieron oportunos para fixarlos en sus esta
dos. E n Alexandria habia muchos Judíos, que
la habitaron por tan largo t iempo, que olvi
daron suüengua originaria. Para que e l Egip
to les pareciese mas agradable , y para que,
si fuese posible , no se acordasen de Judea,
hizo traducir la Biblia en griego ; y así se
debe á este Tolomeo la Version de los Setenta.
Protegió Fi ladelfo las ciencias y á los que
las cultivaban , y así tuvo muchos sabios en
su corte: A r a t o , encargado del aumento de la
DE 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 %
biblioteca de Alexandria; Aristófanes, que ha
bia leido todos los libros; Teócr i to , Licofron-
te con otros cinco comentadores llamados las
siete plevadas ; Aristarco gramático severo;
Meneton historiador; Conon É Hiparco mate
máticos ; Erodoto e l primer comentador de
H o m e r o ; y dos hombres que no merecen po
nerse en esta lista, Sotades poeta obsceno, y
Z o y l o un satírico, cuyo nombre ha l legado
á ser injuria. F i lade l fo , aunque se divertía
algunas veces con su malic ia , no les mani
festaba estimación' ni aprecio. Murieron estos
dos poetas , e l uno de .miseria, y e l otro de
muerte violenta, cargados del odio y desprecio
del público. Se reprehende en Filadelfo e l
no haber perdonado á Demetr io Falereo e l
consejó que este DIO'á su padre de colocar en
e l trono al hijo mayor ¿ que era C e r a u n o , y
que no diese esta preferencia al menor , por
que é l la tenia por injusta: de nada le sir
vieron, con Filadelfo las prendas de sabio É ilus
t r e , ni el haber sido Ministro y confidente de
S o t e r , porque le puso en un castillo; y quan-
do iba á condenarle á. muerte , le ahorró este
delito al Monarca u n áspid que picó al en
carcelado.
S u penetración le hizo preveer la futu<-
2 0 4 COMPENDIO
ra grandeza de los Romanos. Envió á estos
sus embaxadores, y los recibió de su parte.
Estos fueron Fabio G u r g e s , Quinto Ogul ino,
y C e n e y o Fabio Pictor. Merece conservarse la
memoria de la conducta discreta y noble que
observaron. A l concluirse un espléndido convite
ofreció á cada uno el R e y una corona de oro.
Ellos las aceptaron, y al dia siguiente aparecie
ron puestas en las estatuas del R e y que es
taban en la plaza pública. Este desinterés y
este modo de hacer la corte dio á los Egip
cios una alta idea de los Romanos. Filadelfo
redoblo sus presentes, y quiso que se los lle
vasen ; pero ellos quando llegaron á Roma
los pusieron en el tesoro público. La políti
ca del Egipcio le mantuvo siempre en equi
librio entre Romanos y Cartagineses. Le pi
dieron estos dinero para sostener la guerra
contra los primeros, y respondió : No puedo yo ayudar d un amigo- contra otro amigo.
Generalmente se nota una prudente cir
cunspección en el gobierno de Fi ladel fo; mas
no se le aprobará el haberse propasado tanto
en las precauciones respectivas á conservar la
p a z , que se deshizo de dos hermanos porque
pudieran turbarla. Por esta acción le dieron,
por ironia, e l sobrenombre de F i l a d e l f o , ó
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 $
amante de sus hermanos. Uno de estos, lla
mado M a g o , se escapo de esta cautela cruel
apoderándose, á titulo de R e y , de la Libia y
la Cirenaica que gobernaba, y con la diade
ma desafiaba las amenazas y esfuerzos del her
mano. A Filadelfo reconocen por su funda
dor muchas ciudades. Erigió tantos y tan so
berbios monumentos , que los venideros l la
maban filadelfianas á las obras de extraordina
ria grandeza y precioso gusto. Mantuvo arma
das considerables en e l Mediterráneo y en el
mar Roxo.
Construyó este Príncipe un canal que
juntaba las aguas del N i l o con las del mar
R o x o , á excepción de un corto espacio que
se í asaba en camellos, y por él se transpor
taban las producciones de A r a b i a , de la In
dia , Persia y Etiopia hasta Alexandria , que
mantuvo por diez y siete siglos el mayor co
mercio del m u n d o , y aun ahora seria fácil
restituírsele. Pensó en el modo de tener un
ataúd de hierro suspendido por medio de un
grande imán en la bóveda de un templo, y
por haberle sobrevenido la muerte no hizo
la experiencia en honor de Arsinoe su her
mana y esposa muy querida." Aunque no era
muy belicoso, siempre tenia un exércico de
2 o 6 COMPENDIO
doscientos mil infantes, quarenta mil caballos,
trescientos elefantes, dos mil carros de guer
ra , y un arsenal para armar trescientos mil
hombres, con un tesoro suficiente para sur
tir á los gastos necesarios. D i c e n que todas
estas tropas estaban mal disciplinadas, y en
tregadas como su R e y á la vida regalada.
Desde muy mozo se enervó con los deley-
tes , y murió viejo entre los mismos pla
ceres.
E l reynado de Antíoco Evergetes , su hi
jo ( 1 7 8 5 ) » empezó por una guerra feliz con
tra la Siria, de la que sacó muchos ídolos
que Cambises habia quitado á los Egipcios,
y los volvió á colocar en sus templos. C o n
esta acción ganó el amor del p u e b l o , el qual
le dio el nombre de E v e r g e t e s , que quiere
decir bienhechor. Una inscripción que se ha
conservado le da con la sober? de Egipto
la de Siria, L i b i a , Fenic ia , C i d p r e , el I l í -
rico , Caria , las islas Cicladas , y dice que
sujetó las provincias de la otra parte del E u
frates , la Cilicia , la Panfilia, la Trac ia , la
Mesopotamia, la Persia y la Media hasta la
Bactriana. Añaden á esto las dos costas del
mar R o x o y de las provincias de Etiopia. Si
esta enumeración es exacta, pocos Monarcas
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . loj
ha habido tan poderosos: y siendo así, ¿quien
habrá que se admire de que estuviese e x
puesto á la adulación?
S u esposa Berenice viéndole partir á la
expedición de Siria , hizo voto de consagrar
sus cabellos, que eran muy hermosos, á los
dioses si volvía sano y salvo. Entró victorio
so en su r e y n o , y Berenice, en cumplimien
to de su voto se cortó el cabello, y le p u
so en el altar de V e n u s , en el templo que
habia edificado Filadelfo en Alexandria en
honor de Arsinoe su querida esposa. Poco
tiempo después, por descuido de los que guar
daban el t e m p l o , se desapareció e l cabello.
Iba el R e y á castigarlos irr itado, y Conon,
Astrónomo hábi l , se presentó á prima noche
al Príncipe, y le d i x o : , ,Levantad los ojos,
y mirad aquellas siete estrellas que están en
la cola del dragon: son el cabello de Bere
nice que han quitado del altar, y le han co
locado en el cielo como una constelación fa
vorable." N o hay duda que quiso el R e y de-
xarre engañar, pues fue m u y familiar en los
Tolomeos el conocimiento de las estrellas, y
fueron los autores de una era que tiene su
nombre. Los cortesanos, con e l exemplo del
R e y , se mostraron persuadidos al milagro, y
2 0 8 COMPENDIO
los poetas, otra peste de las cortes de aquel
t i e m p o , le celebraron en sus versos. Todavía
tenemos sobre el cabello de Berenice un him
no de Calimaco traducido por Catulo,
Evergetes no solo fue amante de las cien
cias , sino autor de las memorias históricas que
eran muy estimadas. C o n su cuidado se aumen
tó la biblioteca de Alexandría, y en el tiempo
de sus conquistas hacia trasladar á ella lo mas
precioso que hallaba: quando volvió á su rey-
no envió por todas partes hombres instruidos
con el encargo de buscar libros á qualquier
precio : si no los podía- conseguir mas que
prestados, hacia como su padre Filadelfo sa
car soberbias copias para enviarlas, y quedar
se con los originales.
V o l v i e n d o de su expedición de Siria pa
só por Jerusalen , y ofreció, queriendo ver
las ceremonias, sacrificios al Dios de Israel.
E l colector de sus impuestos era un Judío
llamado Joseph, que puede considerarse co
mo el patriarca de los tratantes. Era- sobrino
del gran Sacerdote Onias: iba á Egipto á ex
cusar con el R e y á su t ío , contra quien ha-
bian dado algunas quejas. En su viage se en
contró ricos arrendadores que iban á la cor
te á ofrecerse por fiadores de la renta de los
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 0 0,
impuestos de Celesiria. Viajaban estos suntuosamente , y Joseph con mucha sencillez, por lo que la modestia de su equipage dio lugar á sus burlas. C o m o en el punto principal les pareció de buena composición, le admitieron en su compañía. E l los escuchó, penetró sus proyectos, descubrió los medios, inconvenientes y recursos: se presentó á la adjudicación, hizo su mejora, y se l levó la preferencia. Sin duda en el cobro de las rentas se valió de tales astucias que no agradaron á los contribuyentes, supuesto que el R e y tuvo que darle dos mil hombres de guardia que le sostuviesen. E l se enriqueció prodigiosamente ; y quando se habia llenado bien , se restituyó á Judea á gozar de su fortuna, distante de la maldición de los pueblos que habia arruinado.
E l espíritu fatigado con los horrores de la Siria ha podido descansar en estos tres rey-nados egipcios, aunque no del todo libres de lunares ; pero los reynados que se siguen preparan nuevas angustias al lector. To lomeo F i l o p a t o r , ó amigo de su padre por ironía, es sospechoso de haberle quitado la vida por reynar quanto antes; y si la sospecha no tiene fundamento, es á lo menos una prueba de
TOMO n i . o
2 I O COMPENDIO
que no se tenia al amor filial por su virtud
favorita. También le llamaron Tri fon, el afe
minado , notándole de infame lascivia. Tenia
un hermano estimable, llamado Magas , á quien
temia , y le mató. Por algún tiempo estuvo
suspensa la cuchilla sobre la cabeza de este
infeliz por las advertencias de Cleómenes, R e y
de Esparta, á quien Evergetes habia dado asi
lo en Egipto ; porque la prudencia y raras
calidades de este Príncipe le hicieron temi
ble á Sosibe, que era el Ministro y favorito
de Tolomeo. Los esfuerzos que hizo con ra
zones y súplicas para salvar á Magas, le sir
vieron al envidioso Sosibe de ocasión para
perder en el corazón del R e y al Monarca re
fugiado ; y siguiendo el delito á la sospecha,
fue sacrificado Cleómenes.
U n hombre sacrificado es sin duda gran
de crimen; pero uria nación entera condena
da al abatimiento ó á la muerte es lo que
caracteriza de monstruo al hombre que se
burla del honor y de la vida de los otros.
Por una cosa que negó á Tolomeo el gran
Sacerdote de los J u d í o s , y fue la entrada
en el templo de Jerusalen, resolvió vengar'
se en todos los Judíos de sus estados de la
afrenta que le parecia haber recibido en J u -
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 1 1
dea. Eran los Judíos muchos, sobre todo en
Alexandria, y mandó con un edicto solemne
que adorasen á los dioses, ó se dexasen se
ñalar en la frente con un hierro ardiendo que
imprimiese la figura de una hoja de yedra,
símbolo de Baco. T o d o s , menos trescientos,
prefirieron esta ignominia á la apostasía. Irri
tado con esta resistencia casi genera l , ordena
que todos los Judíos residentes en E g i p t o
sean transportados á Alexandria cargados de
cadenas. Los encerraron hasta mas de quaren-
ta mil en el lugar destinado á los espectá
culos , en donde entrando los elefantes debian
reventarlos con sus manos, y y a estaba seña
lado el dia y la hora. E l p u e b l o , siempre de
seoso de espectáculos sangrientos, rodeaba la
barrera de la plaza, y por dos veces los h u
mos de la embriaguez sepultaron á Tolomeo
en e l sueño , y suspendieron la execucion.
T u v o Filopator el suceso por una adverten
cia del c ie lo , y envió los infelices Judíos á
sus casas, bien convencidos de que debian su
libertad y la vida á un milagro obrado en
premio de la fidelidad á la ley. de sus pa
dres ; pero echaron á perder tan bella acción
quitando después la vida á los trescientos que
doblaron la rodilla á los ídolos. A u n con el
o 2
2 1 2 COMPENDIO
perdón general se cuenta que murieron en solo Alexandria mas de quarenta mil Judíos.
Por desgracia tenia el R e y en Sosibe e l Ministro mas propio para servir á sus furores contra qualquier objeto. Arsinoe, muger y hermana de Fi lopator, le habia seguido en sus expediciones d e ' g u e r r a , arengando á los soldados y peleando con ellos. Esta , después de muchos años de esterilidad, dio un hijo á su esposo, y su fecundidad la hizo atrevida para pedir gracias, tanto que ya era importuna: se quejó el R e y , y manifestó el deseo de deshacerse de ella. Tenia Sosibe un asesino de oficio llamado Fi lamon: le destacó contra la R e y n a , y la mató. Las criadas de la infeliz Princesa se aprovecharon de una conmoción para dar sobre el asesino, y le quitaron la vida á palos y pedradas.
Por sesenta años tuvo Sosibe las riendas del gobierno, y fue el Ministro mas picaro y corrompido que hubo jamas. N o hacia escrúpulo de valerse de los delitos mas horribles por conseguir sus intenciones. Asegura el historiador P o l i b i o , que fue el autor de las muertes cometidas en las personas de Síma-c o , hijo de T o l o m e o ; de M a g a s , hermano del R e y ; de Arsinoe , hija de Símaco j de
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 I J
Cleómenes , R e y de Esparta ; y por último, de la Reyna Arsinoe: y después de un ministerio tan largo, señalado con tantas crueldades , murió tranquilamente muy v ie jo , lo que es un hecho tal vez único en la historia. A lo que parece dexó sus empleos antes de la muerte del R e y , y aun se cree que el pueb l o , indignado por haber quitado la vida á la R e y n a , pidió la desgracia de Sosibe, lo que fue castigo poco proporcionado á sus delitos. Tolomeo pasó una vida obscura entre e l cieno de los infames placeres, entregó su reyno á hombres corrompidos y mugeres sin vergüenza, que distribuían en su nombre los empleos civiles y militares á otros tales como ellos. Este mal Príncipe, fuese por escrúpulo ó por vanidad, hizo limosnas y edificó templos : dexó un hijo en la edad de cinco años.
Parece que después de la desgracia de Sosibe el pueblo y los Grandes le habían hecho al R e y como por fuerza dar el ministerio á Tlepolemo , que era Ministro de Hacienda. E l Príncipe joven fue entregado para su educación á un tal Agatocles. A g a -toclea, su hermana, y Oenanta su madre, que vivían en palacio , fueron las primeras que
2 1 4 COMPENDIO
supieron la muerte del R e y , y la tuvieron oculta hasta haber sacado el o r o , plata y joyas preciosas; y de la guardia del Principe quisieron elevarse á la regencia del reyno. Agatocles se presentó al público , teniendo e n brazos al Príncipe, y vertiendo lágrimas. A r e n g ó á los cortesanos, imploró su protección para con aquel niño encomendado , decía , á sus cuidados por el R e y difunto , y aun tuvo atrevimiento para asegurar que T l e -polemo aspiraba al trono. L a calumnia recay ó sobre sus autores : se sublevó el pueblo indignado, arrancaron el joven R e y de los brazos de A g a t o c l e s , le llevaron al hipódrom o , y le colocaron en el trono. A Agatocles, Agatoclea , su hermana , y Oenanta, su madre , \as presentaron ante él como para ser juzgadas, las condenaron en su nombre, y se executó la sentencia á la vista del Príncipe. L a baxa plebe arrastró sus cadáveres sangrientos por las calles de Alexandr ia , los hicié-Ton pedazos, y todoí, \os pamnte,* y paludarios de esta familia sufrieron la misma suerte.
Los señores Egipcios no estuvieron acor
des sobre la regencia, y les pareció del ca
so referirse en este punto á Jos jRomanos. N o
despreció el senado tan bella ocasión de ha-
DE L A H I S T O R I A UITIVERSAL. 2 I J
« r s e honor, y envió á Marco Lépido á E g i p .
to á tomar la tutela de Tolomeo. N o la con
servó por mucho t iempo, porque la encargó
á Aristómenes, natural de Acarnania, hom
bre muy experimentado. Gobernó el Regen
te con general aprobación; y llegando T o l o -
meo á los catorce años, que era entre los
Egipcios la edad íixada para la mayor edad
de los R e y e s , le entregó el reyno en el es
tado mas floreciente. E n vano se procura sa
ber por qué le llamaron Epífanes ó el Ilustre,
pues apenas gozó de su autoridad, guando la empleó en dexar caer todo en grande des
orden. Aristómenes le quiere dar consejo, y
él le envenena : sus vasallos se sublevan , y
é l los apacigua á fuerza de promesas; mas
apenas se vio dueño de la acción, h izo , con
tra su palabra, espirar los rebeldes en los
tormentos. T a l vez contribuyó á su muerte la
L e oian sus cortesanos hablar muchas veces de una guerra que meditaba; y no viendo
sacarle , y él respondió: Mis amigos son mi dinero. Entendieron que sin du¿a contaba
con hacer la guerra á su costa, y le dieron
veneno.
2 I 6 COMPENDIO
Tolomeo Filometor dexó dos hijos, uno
de su nombre ( 2 8 2 9 ) , y otro Tolomeo F i s -
c o n , con una hija llamada Cleopatra, baxo
la tutela de Cleopatra su madre. Esta Prin
cesa cumplió gloriosamente con los deberes
de la regencia. D e Fiscon se sospechó que
la habia apresurado la muerte ; y el pueblo,
que se sublevó furioso contra é l , le hubie
ra exterminado á no haberle tomado Filome
tor baxo su protección. Este consiguió tan
honrado sobrenombre por su amor y reconoci
miento á su madre. Sostuvo una guerra infeliz
Contra el R e y de Siria, en la que le hicie
ron prisionero. Desesperando los Alexandri-
nos de volver á verle, dieron la corona á Fis
con. E l Siró , cuyo objeto era subyugar e l
E g i p t o , l levó á F i l o m e t o r , le entregó su
r e y n o , le dio tropas para oponerse á su her
mano ; mas se quedó con la plaza de Pe lu-
s o , llave de Egipto por aquella parte, para
entrar fácilmente quando viese muy deteriora
dos á los dos hermanos. E l engañador se vio en
gañado , porque se conformaron entre sí, me
diando Cleopatra su hermana, y reynáron al
g ú n tiempo con buena inteligencia. Si se di
ce que la concordia entre hermanos es rara,
lo es mucho mas entre hermanos coronados.
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 217
Fi lometor , e l hombre mas d u l c e , atormentado por Fiscon , en lugar de exponer sus p u e blos á los horrores de una guerra c i v i l , recurrió al arbitrio de los Romanos. Filopator, padre de estos Príncipes, discípulo , por decirlo así, de la repúbl ica, siempre habia mantenido con ella estrecha conexión. Los regalos que envió á Roma en el curso de su reynado eran tan considerables y á tales tiempos que podían pasar por tributo. Filometor fue allá en persona, l legó á pie sin comitiva, y con un mal vestido se hospedó en casa de un pintor de Alexandria. Así que el senado supo su venida , le hizo alojar, amueblar y servir, como correspondía á su clase: le envió á visitar por sugetos distinguidos, y le admitió á defender su causa. Era muy fácil la decision; porque correspondiendo el reyno de Egipto al hermano mayor, se le debia dar todo entero á Filometor ; pero el senado, atendiendo á que Fiscon habia ya reynado, y todavía mas á la razón política de que convenia al interés de la república que no estuviese todo el reyno en una sola mano, adjudicó el Egipto á F i lometor , y la Cirenaica á Fiscon. E s t e , deseoso de que le añadiesen la isla de C h i p r e , fue también á Roma á pedir esta gracia; y aunque tal
2 I 8 COMPENDIO
desmembración podia debilitar al mas fuerte
de los dos hermanos, se le concedió.
Fi lometor no se resolvió sin sentimiento
á verse despojado de tan bella posesión. D i
lató el desprenderse de ella: contemporizó con
la esperanza de conservar esta is la, porque
F i s c o n , ocupado en otra parte , no se hallaba
en estado de apoderarse de ella. Sus excesos
y crueldades le habían hecho tan odioso á los
habitadores de la Cirenaica, que se sublevaron;
y atacándole personalmente, le dexáron por
muerto. Fiscon , juzgando del corazón de su
hermano por el suyo , le tuvo por autor de
la sublevación. V o l v i ó á Roma á quejarse, y
revindicar la isla de Chipre . Se restituyó á
E g i p t o con embaxadores encargados de hacer
á Filometor que cediese ; y como este se elu
dió , por ambas partes levantaron tropas, y los
Romanos los dexáron pelear. Fiscon fue ven
cido y preso: su hermano, siempre indulgen
te , no solo le dio la libertad, sino también el
reyno de Cirene , y una indemnización por la
isla de Chipre. L l e v ó después la guerra á Si
r i a , y murió de sus heridas en el seno de la
victoria. Es cosa que pasma ver que un Prínci
pe que murió peleando haya dexado mala idea
<de su valor. Esta es la única tacha que le p o -
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 219
nen, fundándola en que en una batalla se man
tuvo distante del peligro ; pero en esto se ve
que su valor era de G e n e r a l , y no de simple
soldado ; y aun se infiere que tenia de todo,
«ruando se expuso tanto que recibió heridas
mortales.
C o n la muerte de Filometor ( 2 8 5 8 ) se
manifestaron dos partidos: uno á favor de
C l e o p a t r a , que quería colocar en e l trorio un
hijo todavía niño: y otro á favor de Fiscon.
Se concordaron entre sí con la condición de que
Fiscon casaría con su hermana, viuda de su
hermano , y reynaria con ella el resto dé sus
dias; pero quedando declarado el hijo de F i
lometor por heredero de la corona. A q u í em
pieza el reynado de Fiscon en E g i p t o : escri
biremos con la mayor brevedad las acciones
de este tirano , como quien va pisando car
bones encendidos.
Se casó Fiscon con su hermana , y en e l
mismo dia de las bodas degolló á su sobrino
en el regazo de su madre. T u v o un h i jo , al
que llamó Menfitis , porque se hallaba él en
Menfis ocupado en ciertas acciones religiosas
quando su esposa le dio á luz . Aunque ya
tenia el sobrenombre de Fiscon, que signi
fica el P a n z u d o , para denotar esta deformi»
2 2 0 COMPENDIO
ciad, le llamaron Cacoergetes, hombre inclinado
á hacer m a l ; y lo mereció bien. Q u i t ó la
vida á todos los que le habían sido contrarios
quando recibió la corona. Esto no admira en
un monstruo ; pero trató del mismo modo á
los que le habían sido favorables, porque ha
biendo sido poco fieles á su sobrino, podrían
serlo con él. N o será ponderación decir que
las calles de sus dos capitales Alexandría y
C irene rebosaron muchas veces sangre. E x e -
cutaban sus bárbaras órdenes soldados extran-
geros , gentes feroces, que no conocían mas que
á é l , y bien pagadas le obedecían ciegamen
te. Sus temores y sospechas le inspiraban re
soluciones atroces; y como habia hecho tanto
mal á la ciudad de Alexandría, á cada instan
te formaba aprehensión de sublevaciones. Para
privarla de la fuerza principal hizo matar la
juventud mas distinguida quando esta se ha
llaba junta en el hipódromo para exercitarse.
i o s padres , madres y parientes iban huyen
do en tropel : entonces llamó el tirano á to
dos los que quisieron i r , y los puso en pose
sión de todo quanto era de los fugitivos. A q u e
llos nuevos huéspedes conocieron en el rigor
de los impuestos, y en las vexaciones de to-
da espec ie , la confianza que se puede fun-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 1
dar en los beneficios de un malvado.
L a Reyna tenia de Filometor una hija
llamada Cleopatra como ella : tuvo esta Prin
cesa la desgracia de inspirar pasión en Fiscon:
la violentó pr imero; y repudiando á su ma
dre, se casó con ella. Después de la cruel ma
tanza de Alexandría se retiró á Chipre con
su joven esposa para dexar que se sosegase
e l furor del p u e b l o , y este hizo que la R e y
na repudiada tomase por fuerza la corona. C o n
esta noticia le pareció al R e y que ya veia l la
mar á su hijo Menfitis para coronarle: le hi
zo venir á su presencia y quitarle la vida.
Quando esta atrocidad se supo en Alexandría
se redobló contra el tirano el odio del pue
blo. L e maldicen, despedazan sus estatuas, y
le declaran irrevocablemente derribado del tro
no. Compadecidos los Alexandrinos del dolor
de la madre miran como obligación el conso
larla con los mas solemnes testimonios de su
afecto. Fiscon, que supo estos excesos de amor
hacia e l l a , y de odio hacia é l , creyó que su
antigua esposa era la causa de tan señalada in
dignación del pueblo. Justamente en este tiem
po debía celebrarse el nacimiento de Cleopa
tra ; y como si el R e y quisiera reconciliarse
con e l l a , la envió una caxa que decían con-
2 2 2 COMPENDIO
tener u n rico presente. L a abren, y ¡espan
toso espectáculo! eran los miembros de su hijo
puesta su cabeza encima.
Parece que se habia empeñado la natura
leza en hacer á Fiscon de todos modos un
monstruo: talle corto, vientre excesivamente
g r u e s o , mirar feroz. C o n ser así que habia
mostrado en Roma por dos veces su abomina
ble figura , los embaxadores romanos envia
dos á su corte no le pudieron mirar en el
trono sin una admiración mezclada de horror.
Iban estos encargados por la república de v i
sitar la Grecia y la Macedonia sujetas á su
dominio , y debían pasar después sucesivamen
te á las cortes de E g i p t o , Siria, Pérgamo y Bi-
t inia, para examinar en qué estado se halla
ban estos reynos. Eran muchas las utilidades
que de estas embaxadas sacaba Roma ; por
que en ellas iban muchos jóvenes que por este
medio se acostumbraban á los negocios: el se
nado , instruido por sus relaciones, formaba
juicio de lo que sucedía en aquellos reynos
como si hubiera estado en e l los : los envia
dos con sus modales honrados y nobles, coa
su espíritu conciliador, con ofrecerse á servir,
y realizarlo algunas v e c e s , propagaban la es
timación del pueblo romano, y proporciona-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 223
ban las naciones para el y u g o cjue tenían que
llevar. Recibió Fiscon á los embaxadores con
la mayor distinción : procuró con demasiada
complacencia que advirtiesen sus riquezas y la
hermosura de su r e y n o : los Romanos todo lo iban recorriendo como curiosos interesados, y
quedaron convencidos de que Egipto podia,
ser uno de los mas poderosos estados del mun
do si le hubiera gobernado otro Príncipe mejor.
Para ser malo no se necesita grande e n
tendimiento ; pero el que es en extremo
malo debe tenerle muy grande para no pa
rar en mal. Era Fiscon hombre de mas q u e
mediano ingenio; y en los intervalos de sus
excesos cultivaba las ciencias y las bellas ar
tes : dicen que era muy sabio , y que ha
blaba fácilmente en todos los asuntos. L a his
toria de su tiempo que él escribió era m u y
estimada. Comentó á Homero, aumentó la bi
blioteca de Alexandria, y muchos sabios ex
perimentaron su generosidad ; pero hace e l
contraste mas particular ver que en su reyna
do empezaron las ciencias á huir de Egipto .
Quando asustadas con las guerras de los su
cesores de Alexandro abandonaron el As ia , la
Grecia y las islas del Archipié lago, hallaron
asilo entre los Tolomeos. Gramáticos, M é d i -
2 2 4 COMPENDIO
cos , Pintores, Arquitectos, Poetas y Filósofos
todos acudieron á Alexandría, en donde se fran
queaba una magnífica biblioteca; y en los gran
des pórticos de un museo soberbio se junta
ban los hombres deseosos de instruirse, y se
facilitaba la comunicación de los conocimien
tos. Pero todas estas ventajas se inutilizan quan
do falta la libertad bien arreglada. Fiscon, ti
rano suspicaz, no solo quiso cautivar las pa
labras , sino también mandar en los pensamien
tos ; y esta violencia despobló las academias
de Alexandría, y causó en E g i p t o , patria de
las artes y las ciencias, una esterilidad que no
ha hecho mas que ir creciendo hasta nues
tros dias.
Fiscon ( 2 8 8 7 ) , monstruo de crueldad,
vivió setenta y tres años, y murió de muer
te natural en medio de Alexandría, á la que
había inundado de sangre humana. T u v o de
Cleopatra su sobrina dos hijos, Látiro y A l e
xandra , con tres hijas, Cleopatra , Selene y
Trifene. E n pocas lineas se pudiera escribir
la historia de esta familia, diciendo : Fiscon,
dexa el trono á su v i u d a , con la libertad de
colocar en é l , después de sus dias, al hijo
que mas quisiese. Esta elige á Alexandra, que
era el menor, como mas fácil de ser domi-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 22 5
nado. Látiro se refugia á Chipre . E l pueblo, descontento por la injusticia de la madre, hace llamar á Látiro ; pero la madre no le de-xa acompañarla en el trono si no repudia á Cleopatra, su hermana mayor, á quien amaba, y se casa con Selene , á quien él miraba con indiferencia; pero su madre la creia muy á propósito para sus designios. C o n nuevas maniobras arroja á Látiro del t r o n o , y v u e l ve á colocar á A l e x a n d r e Se hacen la guerra los dos hermanos: descubre Alexandra que su madre le quiere asesinar, y él la previene. Esta acción subleva á los E g i p c i o s , que los destronan, y llaman á Látiro. Matan á Alexandre, que queria entrar de nuevo en C h i p r e , y dexa un hijo de su propio nombre. Por ú l t imo, muere L á t i r o , y dexa una sola hija llamada Cleopatra ó Berenice.
Pudiera llenarse este quadro no de bellas acciones, que ya no se veian en Egipto , sino de guerras, en las quales harian los J u díos un gran papel. Cleopatra los quería , y tenia por principales Ministros dos Israelitas, grandes exactores. Látiro los aborrecia, y por esta aversion provocó Cleopatra el odio del pueblo contra su h i j o , y hizo arrojarle de Egipto ; pero veamos con qué astucia infer -
TOMO III . p
2 26 COMPENDIO
nal. Consiguió de dos eunucos suyos que se
dexasen herir y ensangrentar: estos se presen
taron en la plaza pública gritando que se
veían en aquel infeliz estado por defender á
su señora, á quien su hijo habia querido vio
lentar. C o n estar Egipto tan acostumbrado á
ver crímenes, este excitó la indignación g e
neral , cuya víctima fue Látiro.
E n la guerra que hizo á los Judíos se
cuenta una acción atroz. Estaban sus tropas
acantonadas en ciertos pueblos de cuya sumi
sión sospechaba: juntó mugeres y niños: los hi
zo despedazar y cocer en calderas, como si h u
bieran de servirse en la comida de su exér-
cito : todo con el fin de inspirar tal espanto,
que no tuviesen los habitadores la menor ten
tación de atreverse á nada contra huéspedes
tan terribles. Látiro no perdonaba tampoco á
sus vasallos, pues por un alboroto que hu
b o en T é b a s , que después de Alexandría era
la mas hermosa ciudad de su r e y n o , la des
t r u y ó hasta los cimientos. Tales fueron los
hijos legítimos de Fiscon : de los dos varones,
el uno mató á su madre, el otro degolló in
distintamente á extraños y vasallos, y las tres
hijas se mataron una á otra : solamente un hi
jo ilegítimo , tenido en I r e n e , concubina, lia-
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 7
mado Apion , no se pareció al padre. Se estuvo en la C i r e n a i c a , cuyo R e y le habia hecho F i s c o n , y nada se mezcló en los asuntos de E g i p t o , por lo que aquel pequeño rey-no se hizo con su gobierno floreciente : en él se contaban cinco ciudades principales bien edificadas , muy pobladas y comerciantes. Cerca de una de estas, llamada Berenice, cuyo primer nombre habia sido Hesperis, estaba e l jardín de las Hespérides, célebre por sus bellas frutas, y el rio L e t e o , tan famosos por las ficciones de los poetas. Después de un reynado de veinte años, creyendo Apion que hacia la felicidad de sus pueblos , dexó por testamento su reyno á los Romanos. Mas no se cumplió su deseo , porque la república solo tomó lo que la acomodaba, dexando el resto á discreción de los tiranos, que se apoderaron de el lo, y de las facciones que la anarquía produxo. Los Romanos tuvieron alguna compasión de aquellos infelices, y enviaron á L u c u l o para que todo lo ordenase : ellos le pidieron un plan de gobierno , y les dio esta respuesta de P latón á sus mayores: Un pueblo tan rico como •vosotros, nunca podrá sujetarse á la autoridad de las leyes.
Látiro ( 2 9 2 3 } dexó solamente una hija p 2
2 28 COMPENDIO
legítima llamada C leopatra , á la que le dieron el trono los Alexandrinos; pero tenia esta un primo, hijo de A l e x a n d r o , hermano de L á t i r o , del mismo nombre que su padre. Ojiando su madre Cleopatra se vio precisada á de-xarle quitar la corona de E g i p t o , envió al joven Alexandro con grandes riquezas á la isla de C o s , fecunda en sabios, para que le diesen la mejor educación. Mitrídates tomó esta is la , y l levó al Príncipe con sus riquezas á su reyno del Ponto. Alexandro fue testigo de vista de la facilidad con que Mitrídates se deshacía sin el menor pretexto de sus propios hijos , y así temió lo que á él podia sucederle con mas fuerte razón por sus riquezas. Se salv ó pues en el campo de S i la , y este le env ió á Egipto quando se supo la muerte de Látiro en Roma. Y a habia seis meses que su prima cenia la corona , y solo tenia diez y siete años. Entre los dos se manejaron según la costumbre de sus mayores, y se casaron; pero el efecto no desmintió á los usos antiguos, porque á los diez y nueve dias de las bodas, Alexandro quitó la vida á su m u g e r , ó porque no la halló como la quería , ó por no tener esposa con el tirulo de compañera en el trono. Este crimen ocasionó una sublevación
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 2 9
en Alexandría: dicen unos que le mataron los
habitadores: otros que escapó de sus manos,
y reynó muchos años; pero fueron tantas sus
crueldades, y se entregó á tantos excesos, que
le echaron fuera sus vasallos, y murió en T i
ro , adonde se habia refugiado, llevando por
delante grandes riquezas.
Esta última opinion ( 2 9 2 8 ) es la mas ve
risímil , pues sobrevivió Alexandro al asesina
to de su muger el tiempo suficiente para ver
se con un concurrente que los Egipcios le
opusieron. A falta de Príncipe legítimo nom
braron un bastardo de L á t i r o , llamado T o l o -
meo A u l e t e s , esto e s , tocador de jlauta. A l e
xandro envió sus quejas á Roma , y murió
antes de ver el éxito ; pero habia hecho un
testamento en que nombraba por heredero al
pueblo romano , menos por afecto, que con
el fin de suscitar un enemigo á su contrario.
Este testamento excitó grandes debates en e l
senado. Bien deseaban los Romanos la heren
cia, mas como acababan de adquirir la Cirenái-
ca por el testamento de A p i o n , y la Bitinia por
el de Nicomedes, temian que si aceptaban el
Egipto no dexarian de penetrar su codicia y
ambición. Decidieron pues que se llevasen á
Roma las riquezas que Alexandro tenia en Tiro ,
2 3 0 COMPENDIO
y en quanto al reyno le dexáron á Auletes, sin dar por eso ni consentimiento ni renuncia.
E l primer cuidado de este Principe fue procurar que le reconociese la república por R e y de Egipto. La negociación que tuvo que hacer con este motivo produxo una grande suma á Jul io César , que entonces era C ó n s u l , y muy empeñado: otra á Pompeyo, de cuyo crédito necesitaba para hacer pasar en el senado la decisión. Por medio de veinte y seis millones consiguió el título de aliado del pueblo romano. Otro bastardo de L a -tiro , llamado Alexandro, que se había apoderado de la isla de C h i p r e , por no haber tenido habilidad , como A u l e t e s , para comprar el consentimiento de los Romanos, fue declarado depuesto de su reyno por un decreto del senado. Pidió socorro á su hermano, y este por no desagradar á los Romanos se le neg ó . Indignados los Egipcios por esta cobardía le arrojaron á él del trono de Egipto , y colocaron á Berenice su hija; y por mas que la buscaron un esposo capaz de sostenerla , le encontraron malo. Se leuco, el pariente mas cercano , Príncipe de la familia de los Seleuci-das, que fue á quien la dieron, era tan feo y tan asqueroso, que le pusieron el nombre de
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 23 I
Cerdo. E l alma correspondía al cuerpo : v ioló
el sepulcro de Alexandro M a g n o , y á la caxa
de oro en que estaba su cadáver substituyó
una de vidrio. L l e g ó á ser tan odioso é inso
portable á la Reyna , que le hizo ahogar con
un cordel. Es verdad que era un monstruo,
mas no pertenecía á su muger limpiar de este
monstruo á la tierra. Le reemplazó Arquelao,
que se decia hijo del gran Mitrídates; pero
era hijo de su primer teniente , gran Sacerdote
de Comana en el Ponto, capitán excelente , y
dotado de virtudes verdaderamente regias.
Quando esto pasaba en Egipto iba A u l e -
tes á solicitar socorro en Roma. Supo estando
en Rodas que se hallaba allí C a t ó n , y no se
le podía presentar mas á tiempo el medio de
instruirse en el estado de las cosas, y en las
medidas que debía tomar. Envió el R e y á de
cir á Catón que deseaba hablarle: pensaba que
el Romano iria apresurado á verle ; pero res
pondió C a t ó n , que venga. F u e Aule tes , y vio
un hombre vestido con la mayor sencillez, y
en el equipage mas modesto. L e recibió el re
publicano sin alterarse mas que si fuera un
hombre ordinario, y le oyó con atención. N o
causará molestia el ver la Roma de aquel
tiempo pintada por mano de Catón. „ ¿ C o m o
COMPENDIO
es posible, le d i c e , que abandones el pais mas
bel lo de la tierra por ir á sufrir en Roma mil
tratamientos indignos de paite de los Gran
d e s , tan avarientos como partidarios? D e b o
decírtelo con franqueza : todas las riquezas
de Egipto no serian capaces de saciar su co
dicia. Cuenta con que un Príncipe que no
l leve mas que miseria y quejas nada consegui
rá de ellos; y si llegas á lograr algunos pro
tectores, hallarás en ellos otros tantos dueños
nuevos. V u é l v e t e á E g i p t o , y procura con un
gobierno prudente y moderado ganar el afec
to de los vasallos, que perdiste por tu impru
dencia." Se ofreció Catón á acompañarle , y
á emplear con los Egipcios quantos medios
pudiesen obligarlos á recibirle ; pero resolu
ción tan noble y generosa estaba mal emplea
da en Auletes. D u d ó no obstante, mas con
tinuó su viage á Roma.
Por la conducta del Egipcio se puede
juzgar que lo que mas le movió en lo que
dixo Catón fue que la venalidad estaba triun
fante en R o m a , y así se propuso aprovechar
se de estas l u c e s , y el éxito excedió á sus es
peranzas. Figurémonos que este Monarca l le
g ó á Roma precedido de la reputación de
que llevaba consigo todas las riquezas de su
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 3
imperio. L e recibe Pompeyo magníficamente
en su casa, y los senadores de mas nombre
Gabinio , Búbulo , Marcelino se apresuran
á acompañarle. Envían los Alexandrinos em-
baxadores para defender su causa; pero en
carcelan al orador, y asesinan al que ha
cia cabeza con muchos de sus compañeros. A
los autores de estos delitos los persiguen en
los tribunales, y estos los absuelven: los jue
ces iniquos fueron acusados, y los declararon
por inocentes. Para asalariar todos estos de
litos se necesita dinero, y se agotan los te
soros : entonces se anuncian clandestinamente
los usureros, y proponen operaciones de ga
nancias. E l senador es caución del caballero,
este saca interés del dinero que toma del te
soro público que está á su cuidado. E l mis
mo Pompeyo ayuda á los empréstitos, se obli
ga por el R e y ; pero sin riesgo, porque aquel
dinero no hacia mas que pasar por las ma
nos de Auletes para caer en las suyas. Por
entonces estaba César en las Galias.
L a corrupción era pública ; pero eran
tantos los que en ellas se interesaban que
nadie se atrevía á quejarse. Se veía T o l o -
meo en el momento de conseguir un exér-
ci to; y los grandes Capitanes de la repú-
2 34 COMPENDIO
blica , y entre ellos Pompeyo , pretendían la
comandancia como inagotable fuente de ri
quezas; quando algunos hombres honrados del
senado , por no tener otros medios recurrie
ron á la superstición. Porcio Catón abrió e l
libro de las Sibilas, y leyó ó fingió que leia
estas palabras: Si un Rey de Egipto os pide socorro, ayudadle ; pero no le deis tropas. Es
te oráculo arruino de un golpe las esperanzas
de Auletes. Gastados ya cincuenta millones de
su r iqueza, salió de Roma perseguido de sus
acreedores, y no sabiendo qué hacer, se ocul
tó en un asilo. Pero la codicia, que siempre
es activa y vigi lante, trabajó por él. Los par
tidarios que tenia en R o m a , los que habian
prestado , y no querían perder sus dineros,
escribieron á los Generales de la república
mas vecinos á E g i p t o , que seria un buen
golpe y una fortuna asegurada para el que lo
consiguiese, restablecer en el trono á Tolomeo.
Les indicaban los medios de eludir el orácu
l o , y de emplear en esta expedición los exér-
citos de la república. Muchos se negaron;
pero Gabinio , comandante en Siria , lo tomó á
su cargo por unos sesenta millones que le se
rian pagados en habiendo restituido el trono á
A u l e t e s . Entró en E g i p t o llevando al R e y en
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 5
su e x é r c i t o , y tuvo rápidas felicidades. La
primera ciudad que tomó fue Pelusio : qui
siera el Egipcio pasar á cuchillo los habita
dores ; pero el General romano se opuso á un
acto tan impolítico y cruel.
A r q u e l a o , marido de la R e y n a , se pre
sentó, y vencido en batalla campal , quedó
prisionero. Bien pudiera Gabinio dar fin á la
guerra sobre la marcha; pero no quería perder
otra grande suma que Arquelao le ofreció; y
después con pretexto de que este Príncipe
se habia huido sin ser v is to , pidió á T o l o -
meo nuevas cantidades para continuar la guer
ra. Y a estaba pronto en el campo con sus
caudales Rabirio , caballero romano : este
prestó al R e y á un interés considerable e l
dinero que el Monarca derramó en las ma
nos del General. V o l v i ó á empezarse la guer
ra con nuevo vigor , y se concluyó con una
batalla, en que Arquelao perdió la vida.
Así que Auletes se vio dueño de A l e
xandria , sacrificó á su resentimiento á Bere
nice su hija, porque, aunque por fuerza, ha
bia llevado la corona durante su destierro.
Hizo matar después á todos los ciudadanos ri
cos con el pretexto de que habian sostenido
á los r e b e l d e s , y sus bienes confiscados le
2 3 6 COMPENDIO
sirvieron para pagar á Gabinio. Los Alexan-
drinos saqueados y arruinados estaban en estado
de desesperación; pero por mas deseos que tu
viesen de romper, las tropas romanas que de-
x ó Gabinio les hacían la centinela como á las
demás ciudades que igualmente tenian en
frenadas. N o obstante, estos mismos Alexan-
drinos, que tratándose de defender sus bienes
temblaban de la sombra de un Romano, se
volvieron leones desencadenados, porque un
soldado había por descuido muerto á un ga
to , é hicieron mil pedazos al infeliz.
Todas las concusiones de Auletes no bas
taban para cumplir con Rabirio ; y estre
chando este al R e y , le dixo A u l e t e s : „ N 0
hallo otro medio de satisfaceros, sino el de
consentir que administréis mis rentas , y os
reembolséis de este modo poco á poco por
vuestra m a n o . " N o conoció Rabirio el lazo.
D e caballero romano, se hizo colector de im
puestos, y quando habia de dar cuentas halló
Auletes suficiente pretexto para hacerle arres
tar. Rabirio exclamó ¡qué injusticia! Pompeyo,
que le habia servido al R e y de caución en
R o m a , sintió mucho este proceder; mas co
mo habia poco que esperar, y mucho que te
mer de un Príncipe cruel y avaro, se tuvo
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L 2 3 7
Rabino por muy dichoso en que le dexasen huir de la prisión , y salir de Egipto : de este modo pagó Auletes sus deudas. Este fue el último acto de un reynado de treinta años, demasiado largo para sus p u e b l o s , ignominioso para el R e y , y nada honorífico para los Romanos. Es verdad que estos quisieron castigar á los dos culpados, y Gabinio y Rabin o , volviendo á R o m a , sufrieron un proceso criminal. L a eloqüencia de Cicerón libró á Rabirio de la pena, pero no de la vergüenza. Gabinio fue desterrado; pero los que le habían incitado y se habían aprovechado de sus depredaciones no dexáron de andar por Roma con su cabeza levantada. Descarada impunidad , ordinaria precursora de la ruina de los imperios.
Auletes tuvo dos hi jos , ambos llamados Tolomeos, y dos hijas, la una fue aquella C leo-patra que ha llegado á ser tan célebre, y A r -sinoe la otra ( 2 9 6 6 ) . Dispuso de la corona en favor de los dos mayores con la condición de que se casasen el uno con la otra. Tenia Cleopatra diez y siete años , y su hermano trece. Recomendó Auletes sus hijos al p u e blo romano , y le suplicó en su testamento que fuese su tutor. Recibió el senado este
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cargo honorífico, y dio el desempeño á Pom-
peyo. Nombraron primer Ministro á Potino,
y por comandante de las tropas á Aquilas.
N o acomodaba á estos dos hombres una
P e y n a cuyas disposiciones no solamente eran
para no dexarse mandar, sino para gober
narse por sí. C o n amenazas ó malos trata
mientos obligaron á Cleopatra á dexar la cor
te ; y fue á sublevar la Siria y la Palestina: vol
v ió muy altiva á presentar batalla á su ma
rido y á los dos Ministros delante de los
muros de Pelusio. Quando se estaban obser
vando los dos exércitos apareció en el mar
Pompeyo que volvia vencido en Farsalia, y
esperaba hallar asilo en Egipto. Envió á pe
dir á T o l o m e o , su pupilo , el permiso para
entrar en Egipto. Se examinaron en el con-,
sejo estas preguntas: „ ¿ S i seria bueno reci
birle á peligro de desagradar al vencedor:
si negándole la entrada se le pondría en
precisión de ir con su desgracia á otra par
te , y ponerse á riesgo de que cesando esta,
aspirase á la venganza : ó si se le habia de
quitar la vida para conseguir la amistad de
César? Prevaleció este último parecer, y ase
sinaron á Pompeyo : lo que íue un delito,
una torpeza, y una ingratitud del sucesor de
D E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 3 9
A u l e t e s , á quien el mismo Pompeyo habia
puesto en el trono. Es verdad que se rebaxa
mucho de la alta opinion de los servicios de
P o m p e y o , quando nos acordamos de que habían
sido interesados. C é s a r , que iba persiguiendo
á su rival , l legó en el mismo tiempo á A l e
xandria. Aquilas creyó darle gusto presentán
dole la cabeza de su enemigo; pero él apartó Jos ojos con horror, y vertió lágrimas so
bre la suerte de su contrario.
H.aV\Ó toda \a ciudad de Alexandria " i n dignada con el asesinato de P o m p e y o , y p o co dispuesta á su favor; pero supo sosegarla con bellas palabras , bien que sin olvidar sus intereses, y así exigió con rigor el res
to del dinero que Auletes le debia desde que
le proporcionó el título de aliado del p u e
blo romano , y llevaba consigo las obligacio
nes que habia firmado. Potino , que quisiera
ver muy lejos un acreedor tan incómodo, se
aprovechó de esta ocasión para hacerle odio
so ; y para que la exacción pareciese mas ri
gorosa sacó el oro y la plata que habia en
los t e m p l o s , y reduxo al R e y y á los seño
res á comer en vaxilla de barro ó de ma
dera , para insinuar que César se habia apo
derado de todo. E l pueblo , dispuesto así á
2 4 0 COMPENDIO
la murmuración, se preocupó fácilmente con
tra C é s a r , por haber dado orden de que T o
lomeo y Cleopatra fuesen á su presencia á
justificar su causa, y que despidiesen las tro
pas. Se irritaron los Alexandrinos con esta orden , como que les parecia un atentado á la
autoridad real. Todavía los apaciguó César
haciendo leer públicamente el testamento de
A u l e t e s , en el que daba la tutela de sus hi
jos á la república, y d i x o , que como Dicta
dor estaba personalmente á su c a r g o ; pero
que queria obrar como arbitro. Esta explica
ción tranquilizó los espíritus, y se nombraron
abogados de una y otra parte.
C l e o p a t r a , mas confiada en el atractivo
de sus gracias que en la eloqiiencia de los
abogados, dexa secretamente su exército, se
embarca en un pequeño bote , llega al po
nerse el sol á las puertas de Alexandria. Es
taba la dificultad en entrar sin ser reconoci
da , pues entonces las tropas de su esposo la
hubieran detenido , y en penetrar después
hasta el palacio. Apolodoro , hombre á lo
que parece muy robusto, la envolvió en
sus vestiduras de modo que parecia un pa
quete de ropas, se la echó al hombro , en
tró sin dificultad por todas partes, hasta que
DE 1 4 HISTORIA UNIVERSAL, 2 4 I
dexó la carga á los pies del juez.
Este modo de presentarse á César valió para con él mas que una entrada triunfante. To lomeo, que lo supo y previo las conseqüen-cias, sale furioso de palacio , grita que le han hecho traición y condenado, se quita la diadema y la pisa. L e rodea el p u e b l o , se compadece , acude á las armas; pero los soldados romanos cogen al joven Príncipe, le vuelven á l l evar , y al dia siguiente no solo reconcilió César á los dos esposos, sino también casó á Tolomeo el menor á la edad de once años con Ársinoe , su hermana algo mayor , y les dio el reyno de Chipre . Donación que solo hizo por entretener al p u e b l o , pues no se puede presumir que la república se desprendiese de esta isla.
N o duró mucho la buena inteligencia, porque Potino , autor de la primera discordia , tenia interés en renovarla , así para no ser castigado, como para gozar del imperio que tenia siempre sobre su discípulo. Se entendió con Aquilas que mandaba el exército; y el Dictador se halló sitiado en el quartel que ocupaba con la familia real. Nunca se vio este G e neral en tan grande riesgo, pues tenia pocas tropas, no solo contra un exército entero, mas
TOMO I I I . Q
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también contra toda la ciudad sublevada. E n uno de estos combates se abrasó la famosa biblioteca de Alexandria. Potino se quedó con e l R e y , y daba secretamente aviso á Aquilas de las medidas que se tomaban: se descubrió su traición , y le castigaron con la muerte. E l mismo fin se temió Ganimedes, eunuco del palacio, á quien habian confiado la joven Ar-sinoe, por ser cómplice de P o t i n o ; pero él se salvó en el campo de Aquilas llevándose su dis-cípula. Los Egipcios se alegraron de tener en su exército una persona de la familia real que pudiese gobernarle, y así la proclamaron R e y -n a , nombrando por General á Ganimedes en lugar de A q u i l a s , á quien tuvo modo de quitar la vida. Este eunuco era el mas á propósito para el caso , porque dicen los autores que tenia actividad, maña, penetración, y ninguna probidad.
M u c h o dio que hacer á C é s a r , y poco faltó para conseguir que é l con toda la corte y los soldados perecies-en de sed por la destreza con que introduxo el agua del mar en las cisternas del quartel de C é s a r , corrompiendo así la del N i l o , que era la única que habia en Alexandria. Pero César hizo abrir p o zos , que felizmente le proveyeron de agua
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 3
dulce. Ganimedes multiplicó los ataques por
mar y t ierra; y después de derramada mu
cha sangre, se juntaron, como suele suceder,
á conferenciar. Dixéron los Alexandrinos que
solo pedían volver á ver su R e y ; y el D i c
tador consintió en entregarle, dándole antes
buenos avisos sobre el gobierno de su reyno,
y exhortándole á poner fin á la guerra, unién
dose sinceramente con su esposa. T o d o lo pro
metió el Principe joven , y lo juró con lágri
mas en los ojos; pero así que se víó libre de
las manos de César volvió á empezar la guer
ra con mas furor que antes.
Llegándoles á los Romanos refuerzos de
todas partes, dio el Dictador la batalla, y lo
gró una completa victoria. E l R e y joven se
anegó huyendo, en un brazo del N i l o ; y en
trando César sin dificultad en Alexandria, co
locó de nuevo en el trono á C leopatra , y la
hizo casarse con su hermano , muchacho de
once años. Prendieron después de la derrota
á la joven Arsinoe; y C é s a r , amante de su
hermana, tuvo la crueldad de llevarla á R o
ma , y de hacerla ir en su triunfo con cade
nas de oro en las manos. Después la puso en
libertad , mandándola que jamas volviese á Egipto. Se retiró ella á A s i a , en donde no
Q 2
244 COMPENDIO
estaba tan distante de su cruel hermana, quando esta la hizo quitar la vida. También se deshizo Cleopatra con veneno de su joven esposo , y de este modo se halló única Soberana de Egipto. A q u í detuvo el amor al vencedor de Farsalia mas que lo que permitía su propio interés; pero la ambición rompió sus cadenas, le arrancó de los brazos de la encantadora, y la dexó un hijo que se llamó Cesarion.
Después de la muerte de César abrazó Cleopatra abiertamente el partido de los Triunviros ; no obstante, sospecharon que habia enviado tropas á Casio para manejarse entre las facciones. Por esta acción, como por las quejas de sus vasallos y de los Príncipes vecinos, la citaron á comparecer en el tribunal de Antonio, que iba al Asia á asegurar la autoridad de los Triunviros. Tenia entonces Cleopatra veinte y cinco años, edad tan propia para los negocios como para la galantería. E l espíritu, la astucia , la alegría y las gracias acompañaban á los vivos encantos que habia recibido de la naturaleza. L a sorpresa que preparó á Antonio no era semejante á la que postró á César; mas por ser menos precipitada, no fue menos victoriosa. Tenia el Triunviro su tribunal en T a r -
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 5
so de C i l i c i a ; y llegando Cleopatra á la embocadura del C i g n o , dexó la nave , y fue subiendo por el rio en una galera que tenia preparada. Resplandecía el oro en toda la popa: las velas eran de púrpura, los cables de seda: una dulce sinfonía arreglaba los movimientos de los remeros, los quales manejaban en cadencia sus remos guarnecidos de plata. E l ayre estaba embalsamado con los perfumes abundantes que se quemaban en las dos opuestas riberas. La cobertura del tillac era un pabellón de tisú rico y brillante, recogido con elegancia. A l l í se veia á la Reyna recostada , al rededor de ella jugueteaban doncellas egipcias, vestidas á la ligera de nereydas y de gracias. L a diosa V e n u s , cuyos atractivos recordaba, de la que habia copiado el cortejo é imitado e l adorno : la misma V e n u s en su triunfo no estaría mas hermosa.
Por este espectáculo abandonó el pueblo el tribunal del T r i u n v i r o , y acudió apresurado á la ribera. L a envió Antonio á suplicar que le acompañase á la cena, y ella respondió con una sonrisa lisonjera : Decidle que yo le espero en mi tienda. Era e l convite espléndido : soldados, capitanes, así auxiliares como Romanos, todos se vieron alabados, acá-
2 4 6 COMPENDIO
riciados y cargados de presentes con aquellas
atenciones que precisan á la admisión. E l G e
neral , objeto de las mas delicadas expresiones,
se embriaga de admiración y de placer : su-
pónese que ya no se trató mas de acusacio
nes ni de réplicas. T o m ó Cleopatra un impe
rio absoluto sobre el infeliz Antonio. Cada
día inventaba nuevos placeres; y como otra
Circe le daba á beber incesantes deleytes, por
que la copa en que los brindaba era inagota
ble, E l por su parte en nada pensaba, sino
en lo que podia agradar á su querida.
Y a desde entonces solo por sus ojos veia,
y solo por sus consejos se gobernaba. Porque
ella quiso colocó en el trono de Egipto en su
compañía á Cesarion, que había tenido de C é
sar , añadiendo á este reyno la Cirenáica , la
isla de Chipre , la Celes ir ia , la Fenicia y
la mayor parte de la Cilicia. A los tres hijos
que tuvo de ella les asignó reynos enteros,
unos ya conquistados, otros que se lisonjeaba
conquistar; pero jamas pudo conseguir de él
que quitase la vida á algunos Reyes de los es
tados prometidos.
Esta distribución de reynos se hizo des
pués de un triunfo , en que Antonio l levó
atados 3 su carro en los muros de Alexandría
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 7
á Artabazo, R e y de M e d i a , con su muger y sus hijos. Los presentó después á Cleopatra, que estaba elevada en un trono de o r o , colocado sobre un estrado de plata. L a noticia de este espectáculo desagradó mucho á los Romanos , porque creian que el privilegio del triunfo pertenecía exclusivamente á su c iudad. Fomentaba el descontento O c t a v i o , que sabiendo la mala conducta de su colega , no aspiraba á menos que á apropiarse el imperio del mundo que ellos poseian en común. T u vieron debates sobre los límites de la dominación de cada u n o : los apaciguaron sus amig o s , creyendo que cortarian la raíz de la discordia , uniéndolos con el casamiento de A n tonio con Octavia , hermana de Octavio. Pero esto fue justamente lo que los enredó de modo que no habia esperanza de reconciliación. Bramaba Cleopatra con la noticia de un casamiento que iba á privarla de su amante ; y fue tanto lo que h i z o , que Antonio suspendiendo desde luego la llegada de su esposa que ya estaba cerca, envió después á Octavia una carta de divorcio, y al hermano una declaración de guerra.
Debiera Antonio haber apoyado procederes tan violentos con un repentino y fuerte ataque ; pues Octavio no estaba prevenido, y él lo
2 4 8 COMPENDIO
estaba; y conservaba todavía, á pesar de sus flaquezas, el amor de los soldados y la estimación de sus amigos; mas perdió un tiempo tan precioso en sus delicias. La historia no ha tenido á menos informarnos de la habilidad de Cleopatra en variar las diversiones. La pesca en el N i -lo la dio ocasión para una chanza bien picante. Hacia pundonor Antonio de coger los peces mas grandes , y para esto tenia nadadores que iban á clavárselos en el anzuelo. Astucia contra astucia. También la Reyna envió nadadores ; y echando la cuerda Antonio sacó un gran pez salado. Se quedó cortado el pescador oyendo la risa universal. L o advirtió Cleopatra , y viendo que no le gustaba mucho el juguete , se arrojó á su c u e l l o , y le d i x o : „ M i G e n e r a l , dexa la caña para los otros R e y e s ó Reynas de Faro ó de Canopo, que vuestra pesca es tomar ciudades , reynos y R e y e s . "
L e sucedió á esta R e y n a , amiga del fausto , y pródiga sin duda , en uno de aquellos festejos en que la razón se pierde , quitarse de la oreja una per la , cuya compañera se estimaba en dos ó tres millones, hacerla deshacer en v inagre , y tragarla. Iba á hacer lo mismo con la otra, quando la detuvo uno de
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 4 9
los convidados, y ella se la dio. Aserrada en
dos todavía pareció de suficiente hermosura pa
ra servir de ornamento á una célebre estatua
de V e n u s . Dexemos á los químicos que averi
güen qué especie de vinagre era el que po
día deshacer una concreción tan sólida sin per
juicio de la salud de quien la tragaba.
Sin duda hacia tan extraños sacrificios pa
ra cautivar al amante crédulo , y persuadirle
que le prefería á lo mas precioso que podía
tener. Bien fuese por insinuación de a lguno, ó
por reflexiones que Antonio hacia sobre el ca
rácter pérfido de su amiga , la manifestó zelos;
y la R e y n a , sin pararse á asegurarle con pro
testas, le convidó á comer. E n uno de aquellos
instantes de alegre desenfado se quitó como al
descuido una flor de la corona que tenia en
su cabeza, y la echó en la copa del convi
dado : la toma este con presteza, y quiere l le
varla á su boca: Cleopatra le detiene , y ha
ce que traygan un condenado á muerte por
sus delitos : bebe el infel iz , y cae muerto,
porque la flor estaba envenenada. Si me fuera
pos ib le , le dixo entonces, vivir sin t í , ya
ves que no me faltarian medios de realizar
tus sospechas.
L a prudencia aconsejaba que huyese Anto-
a J O COMPENDIO
nio de una muger tan diestra en dar venenos;
pero la pasión discurre de otro modo: y así esta
prueba de fidelidad, bastante equívoca, apre
tó mas que nunca los lazos de su unión. Pa
recía que Antonio no podia sufrir por un mo
mento su ausencia : y Cleopatra por su par
te no le dexaba de día ni de noche , acom
pañándole en sus v iages , en el exército, y
hasta en su tribunal quando juzgaba las cau
sas. Igualmente extraviados por su presunción
se alimentaban uno y otro de las mas brillantes
esperanzas. Esta ambiciosa R e y n a , para afir
mar alguna cosa , usaba ordinariamente de es
te juramento : Como yo espero dar ley en el capitolio. ¡Sueño lisonjero, cuyo despertar fue
terrible!
Después de muchos combates indecisos
entre los Tenientes Generales de Antonio y
de Octavio , se encontraron los dos exércitos
que habían de decidir del imperio del mundo,
mandados por sus dos x e f e s : los de mar en
e l golfo de Ambracia : los de tierra formados
en batalla en el promontorio de A c c i o , mi
rándose unos á otros. Estaba Antonio en la
esquadra, y á pesar de las advertencias de sus
capitanes, dexó que le acompañase la R e y n a
de E g i p t o , y esta fue su perdición. C l e o p a -
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 § I
t r a , perseguida de los remordimientos, vien
do que balanceaba la victoria , y temiendo
caer en las manos de O c t a v i o , á quien cruel
mente habia ofendido en el repudio de su her
mana , h u y ó con toda su esquadra, y así que
dó decidida la derrota de Antonio. Bien po
día este entrarse en su exército de tierra , y
tentar nueva fortuna con las legiones, que mas
de una vez le habian sacado triunfante; pero
¡funesto encanto! sigue á su pérfida amante.
Sentado tristemente en la popa de la nave,
con la cabeza apoyada sobre ambas manos, y
tal vez ( t a n grande es la fuerza de la pa
sión) mas ocupado de Cleopatra que de sus
desgracias, jura no volver á v e r l a ; mas con
todo eso la s i g u e , y l lega con ella al puer
to. Procura mantenerse firme, y en la inten
ción de evitarla: la sirena consigue que la
escuche, y le hace oir sus pesares dexando
correr las lágrimas. A l fin se rinde.
N o obstante, le fue preciso arrancarse de
las dulzuras de la reconciliación para juntar
fuerzas contra el enemigo que se acercaba.
Antonio las hubiera hallado si hubiera queri
do ayudarse á sí mismo : é l era mas amado
que O c t a v i ó , y solo á mas no poder le esca
seaban la estimación de que habia gozado en
2 $ 2 COMPENDIO
otro tiempo. Herodes , R e y de J u d e a , l l egó á ofrecerle sus servicios, y á ver por sí mismo si aquella alma , que en los tiempos difíciles habia mostrado grandeza y fortaleza, estaba todavía susceptible de alguna energía. N o halló en él mas que flaqueza y desmayo,' y siempre aquella infeliz pasión á que referia' todas sus miras y acciones. Aquellos á quienes buscaba A n t o n i o , sus antiguos capitanes y sus amigos, hicieron el mismo juicio que Herodes , y le abandonaron. Y a no tuvo otro recurso que el de volver á Egipto. Tenia la Reyna naves , soldados y tesoros, y se decia él á sí mismo : D e todo esto me serviré , mas no la veré ni oiré. ¿Pero podria lisonjearse de conseguir de sí mismo semejante victoria en Alexandría y en la habitación de Cleopatra? Por esto Antonio se alojó fuera de la ciudad en una agradable casa que habia hecho edificar en la ribera del mar. H u b o mensages de parte de C l e o p a t r a , y citas por mediadores: después los comunes intereses los precisaron á visitarse. Se ocupaban en ver como habían de tratar con Octavio que venia avanzando; y después de muchas proposiciones despreciadas, y a se reducía Antonio á pedir que el vencedor le permitiese vivir con la Reyna en A t e -
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 5 3
lias como un simple particular, y que ase
gurase a los hijos que habia tenido de ella,
los tronos que se les habian distribuido. O c
tavio no daba mas que respuestas equívocas,
como que su objeto era tener en su poder á los
dos amantes. A l paso que iba avanzando siem
pre negociaba, sin omitir los medios de fuer
za y de sorpresa. Poco le faltó á Antonio pa
ra caer en sus redes divertido con esperan
zas. Entonces, semejante á un animal feroz,
perseguido en su último refugio , se arroja fu
rioso sobre los que querían embestirle, los apar
ta , y hace en ellos grande carnicería : este
fue el termino de su resistencia. Ademas de
la negociación , que era común á Octavio y
á Cleopatra , la mantenía particular la R e y n a
con Octavio : este le insinuaba que abandona
se á Antonio , y aun tal vez que le entrega
se. A este precio la prometía quantas venta
jas pudiese desear; y entre tanto ya pedia una
ciudad , ya otra : por último , las mejores pla
zas de Egipto. La Reyna , engañada ó sedu
cida, se las ponía en las manos. Furioso al ver
esta traición ya le parece á Antonio que no
puede dudar , y quiere sacrificar á la pérfida.
Esta se habia retirado á los sepulcros de los
Reyes de E g i p t o , en donde estaba encerrada
a 5 4 COMPENDIO
con dos mugeres y un esclavo. Desde allí ha
ce que digan á su amante que se habia da
do la muerte. C o n esta noticia, de los furo
res de la cólera pasó al mas vivo dolor. In
capaz de sufrir la idea de vivir sin su que
rida , llama á un esclavo, cuya fidelidad cono
cía bien , le pone un puñal en las manos, y
le dice : Mírame por la última v e z , y hiére
me. Toma el esclavo el p u ñ a l , se hiere á sí
mismo, y cae. Antonio vuelve á tomar el pu
ñal , y se hizo una grande her ida , cayendo
también bañado en su sangre: acuden sus ami
gos , y él los suplica que le acaben. A todos
los sobrecoge el horror y la compasión, y le
dexan palpitando al lado del esclavo muerto.
Supo Cleopatra su desesperación, y tam
bién que no habia muerto : le envia pues su
esclavo á decirle que está v i v a , y desea ver
le : con este recado se reanima el moribundo:
permite que le curen la herida, y manda que
le l leven adonde está su amada. Esta no se
atrevia á abrir, porque no la sorprehendiesen
los emisarios de Octavio; pero echó unas cuer
das con que le ataron; y la R e y n a , con e l auxilio de las otras dos m u g e r e s , le levantó
hasta una ventana. E l extiende sus brazos des
fallecido , y ella le l leva á su habitación. L o s
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 255
gemidos y fúnebres clamores, que se oyeron
algún tiempo después, manifestaron á los A l e -
xandrinos que habian llegado de tropel al es
pectáculo, que el infeliz habia sobrevivido po
co al gusto de ver por la última vez á la
que adoraba.
L a Reyna se obstinó en permanecer en
su sepulcro. Habia hecho llevar allá materias
combustibles, aromas y maderas preciosas para
consumirse allí si intentaban violentarla. Q u e
ría conseguir la corona para sus hijos, y te
mía mas que la muerte verse atada al carro
de Octavio , y que la arrastrasen en el triun
fo. Para conseguir lo uno y evitar lo otro
miraba como la cosa mas importante perma
necer en su asilo , adonde á ninguno dexa-
ba entrar; y si hablaba á los enviados de Oc
tavio era á puerta cerrada. Pero mientras uno
de ellos la entretenia á la puerta haciéndola
proposiciones, entró otro por la misma ventana
que habia servido para Marco Antonio. V i é n
dose sorprehendida arrancó el puñal que lleva
ba á la cintura, y quiso herirse. L a detuvie
ron , y tomaron las precauciones necesarias con
tra su desesperación.
Pidió que la dexasen ver á Octavio: dicen
que tenia intención de enamorarle, y en este
2 ^ 6 COMPENDIO
punto nada debe admirarse en Cleopatra. Quan-
do se presentó el General se arrojó ella a sus pies
con bien concertado desorden. Este la levantó,
y la dixo con frialdad: Señora, no os desesperéis, que no os liaran mal alguno. Mientras ella le es
tuvo hablando no se atrevió á mirarla, y estuvo
con los ojos clavados hacia la tierra. Tanta dis
creción , tanto temor, ó fuese desprecio de sus
gracias, la dieron claramente á conocer lo que
debia rezelar, y así se preparó con resolución á
evitar la suerte vergonzosa á que la destinaban.
Dispuso un magnífico convite, al que lla
mó á sus amigos, y los agasajó con su ale
gría y gracias ordinarias. Escribió después un
billete á Octavio dando el encargo de llevar-
le prontamente al mas incómodo de sus cen
tinelas , y se pasó á lo mas retirado de su ha
bitación con dos de sus criadas. Para enga
ñar la vigilancia de sus guardias se habia he
cho llevar en una cestilla llena de higos una
especie de serpiente particular de E g i p t o , ó
un áspid, cuya mordedura introduce en las
venas un veneno que causa sueño letárgico, y
mata prontamente sin dolor. Se echó la Rey
na de Egipto en una cama como á descansar,
é hizo que el áspid la picase : acudió Octa
vio asustado con el b i l l e te , y abriéndole la
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 5 7
puerta, la halló ricamente vestida , y adorna
da como para un dia de fiesta. Una de sus
criadas estaba muerta á sus pies del mismo
veneno , la otra estaba espirando. Se mani
festaban tan poco en el rostro de Cleopatra los
horrores de la muerte , que Octavio creyó que
estaba dormida; pero todos sus esfuerzos por
reducirla á la vida fueron vanos. Ordenó que
se la hiciesen las exequias reales, y que co
locasen su cadáver en el mismo sepulcro con
Antonio , como lo habían deseado estos dos
amantes. C o n Cleopatra se sepultó toda la
gloria de E g i p t o , el que fue desde entonces
una provincia romana; bien que le veremos
mas envilecido en el dominio de los Turcos.
A R MENI A.
Los países situados entre la Arabia desier
ta , el Ponto E u x í n o , la Tartaria asiátjca, la
N ó m a d a , la India y la Persia eran poco co
nocidos antes de Alexandro ; y aun después
de sus conquistas lo serian, si muchos Monar
cas de aquellos pequeños reynos no hubieran
tenido contra los Romanos las guerras que los
hicieron célebres.
A la grande Armenia la separa de la pe-
TOMO I I I . &
2 5 8 COMPENDIO
quena el monte Cáucaso: una y otra están eri
zadas de montañas, de donde salen el Tigris ,
e l Eufrates , y otros grandes rios. Los bos
ques y las lagunas hacen muy frío este pais,
y no se extraña ver la nieve que de repen
te cubre los campos en los meses mas calien
tes. Este destemple perjudica á la fertilidad.
S e cree que los antiguos habitadores descen
dían de J a f e t ; y supuesto que el arca de N o e
se quedó sobre uno de sus montes, sin duda
son los primeros que se conocen después del di
luvio . Entre los Armenios volvemos á ver co
mo ceremonias religiosas los sacrificios humanos
y las prostituciones. Sus costumbres eran agres
tes y selváticas; pero las de los Armenios mo
dernos se han suavizado con el comercio , en
e l que muestran singular habilidad. Ellos son
los factores del Oriente. Usan de los carac
teres siriacos, y hablan dos lenguas , la del
pueblo y la de los sabios. Esta segunda di
cen que no tiene analogía alguna con las
lenguas orientales, y es notable por su par
ticular energía , y por los términos de arte
y de ciencia que contiene. Esta es de la que
se valen en la liturgia ; y el que la posee es
mirado en aquellos pueblos como un hombre
admirable : es necesario saberla para ser admi-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 259
tido entre los Vertabies ó Sacerdotes, á quie
nes respetan los Armenios con profunda vene
ración. E l gobierno siempre ha sido monárqui
c o ; y es tan propio para el p a i s , que quan-
do han faltado los R e y e s , por m u e r t e , e x
pulsion ú otras causas, siempre se han visto
hombres que han levantado los tronos abati
dos , colocándose y manteniéndose en ellos.
Los sucesores de Alexandro ( 2 8 3 4 ) con
fiaron la Armenia á dos Gobernadores. E n tiem
po de Antíoco el G r a n d e , Zoldriades y A x -
tarsias, que exercian este e m p l e o , se con
cillaron entre s í , y levantaron juntos el es
tandarte de sublevación, haciéndose cada uno
R e y de su gobierno. Sostuvieron la g u e r
ra con felicidad , y añadieron á sus estados
muchas provincias vecinas, con las que h i
cieron un reyno considerable. Entonces se di
vidieron : la grande Armenia cayó por suer
te á Axtarsias, y la segunda á Zoldriades.
Antíoco no los dexó hacer tranquilamente sus
conquistas y repartición; mas permaneciendo
unidos, tuvo que ceder y entrar en un trata
do en que los reconocía por Reyes . Para qui
tarle toda tentación de inquietarlos tuvieron la
precaución de hacer alianza con los Romanos.
Estos aliados ( 2 9 1 4 ) los inquietaban á
R 2
2 Ó O C O M P E N D I O
m e n u d o ; y T igranes , llamado el Grande, y que
lo era verdaderamente en la felicidad , aunque
pequeño en las adversidades, formo subiendo al
trono el atrevido proyecto de juntar una con
federación para poner límites á la ambición de
aquellos peligrosos republicanos. Halló en M i -
tridates, R e y del Ponto, un Príncipe bien dis
puesto á favorecerle. Por un decreto del se
nado se acababa de adjudicar á Ariobarzanes
la Capadocia que Mitrídates habia vuelto á ganar. Este fue el motivo de la g u e r r a ; y los
R e y e s del Ponto y Armenia arreglaron las con
diciones de modo que el primero se llevase
las conquistas, y el segundo los esclavos y
los despojos. L a mano de la hija de Mitrída-
t e s , dada á Tigranes, fue el sello de este tra
tado ; y no costó mucho el buen éxito , por
que Ariobarzanes h u y ó á Roma abandonando
sus estados: uno de los hijos de Mitrídates fue
colocado en su trono, y Tigranes se l levó u n
botin inmenso.
Y a hemos visto que durante la anarquía
que desoló el imperio espirante de Siria, fue
convidado Tigranes por los pueblos á tomar
e l ce tro : por diez años le empuño con g lo
ria , y en este tiempo aumentó su rey no de
Armenia con las partes que se agregaban de
D E LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 1
la Siria. Pero Mitrídates perdió la Capadocia:
se la quitaron los Romanos , y la dieron á Ariobarzanes. Tigranes la reconquistó, y se la
dexó á su suegro. C o n d u x o sus tropas victo
riosas contra los Gr iegos de A s i a , sacando de
ellos grandes riquezas y trescientos mil pri
sioneros. A estos los empleó en fundar á T i -
granocerta, y la hizo su capital.
Mitrídates, siempre con ansia de suscitar
enemigos á los Romanos, envió á su yerno
una embaxada, cuyo objeto era no hacerlos
ya guerra indirecta como antes, inquietando á
sus aliados, sino acometerlos á ellos mismos.
A la cabeza de esta embaxada estaba M e t r o -
doro su consejero , mas bien amigo suyo que
vasallo, en quien tenia entera confianza. Q u i
so Tigranes antes de resolverse tener con él
una conferencia particular, en la que le su
plicó le dixese qual era su parecer sobre es
ta guerra. Metrodoro, cediendo á sus instan
cias , le d i x o : „ Como cabeza de la embaxa
da os debo aconsejar que abracéis el partido
de Mitrídates contra los Romanos; pero como
hombre particular pienso que será lo mas pru
dente conservar la amistad de un pueblo te
mible y poderoso." A Tigranes le encantó la
sinceridad del embaxador. Creyendo que M i -
2 0 2 COMPENDIO
trídates en sabiendo la conversación y la res
puesta de Metrodoro le estimaría mas, se la
comunicó ; pero Metrodoro murió de repen
te á la v u e l t a , y se sospecha que le dieron
veneno. D e aquí se pueden inferir dos cosas:
la primera , que nunca se debe encargar una
negociación á hombre que no esté persuadi
do á lo mismo que va á decir: la segunda, que
es peligroso creer que mirarán otros con los
mismos ojos lo que uno halla ventajoso pa
ra sí.
Tigranes se aprovechó del consejo, y no
quiso entrar en aquella guerra , á lo menos
abiertamente; pero á instancias de su esposa
dexó que algunas tropas suyas pasasen al ser
vicio de su suegro. E l R e y del Ponto fue
vencido , y tuvo que retirarse á la casa de
su yerno. Este no le negó el asilo , ni todas
aquellas comodidades que se pueden procurar
para un infeliz refugiado ; pero no quiso ver
le , y se entregó á hacer conquistas, en las
que sujetó la Mesopotamia, la Fenicia y los
países marítimos de Asia hasta las fronteras
de Egipto . Bien sea que sus victorias inquie
tasen á los Romanos , ó que los tesoros de
A r m e n i a , aumentólos con las riquezas de tan
tos países opulentos y subyugados, tentasen la
DE XA HISTORIA U N I V E R S A ! . 2 6 3
codicia de Luci l lo , este General romano, que
habia invadido el reyno del Ponto, formó que
rella del R e y de Armenia sobre el asilo que
habia dado á Mitr ídates , y pidió que se le
entregase. Esta violenta pretensión unió mas
al yerno con el suegro.
Convinieron los dos en un plan de ata
que y de defensa; pero la prontitud de L u -
culo desconcertó todas sus medidas cayendo
como un rayo sobre la A r m e n i a ; y desde en
tonces ya no fue Tigranes aquel gran G e n e
ral que subyugaba los imperios. N o solamente
se le v io retirarse á presencia de los Romanos,
sino también dar muchas veces en sí mismo á los soldados el exemplo de la fuga. E n varios
reencuentros fue batido y perdió dos batallas,
con lo que sus ciudades y su capital fueron
tomadas y sus tesoros saqueados. A u n q u e to
davía podía disponer de exércitos inmensos, ar
rojando su manto r e a l , quitándose la diade
ma , y ocultándola, iba huyendo de tan pocas
tropas, que él mismo un dia se chanceó de
su audacia, y comparando sus doscientos mil
hombres con los once mil del General roma
no , viéndolos venir con denuedo Contra él ,
dixo : „ Si estos son embaxadores son muchos;
pero si vienen á acometernos son muy pocos."
2 6 4 COMPENDIO
D e tal modo se habia apoderado de Tigra-
nes el susto, y suspendido todas las faculta
des de su alma , que ni aun pensó en apro
vecharse de la disensión que se introduxo en
las tropas de L u c u l o . Advirtieron estas que
su General solo pensaba en su fortuna parti
cular , sirviendo ellas solamente como instru
mentos de su codicia. Después de muchas ex
pediciones infructuosas para sus soldados, un
dia que quiso hacerlos marchar á una nueva
conquista, no le dieron mas respuesta que
mostrarle los bolsillos vacíos. N o obstante , los
sosegó , y ya no marchaba á nuevas victorias,
sino á nuevos tesoros, quando supo que ve
nia Pompeyo á reemplazarle. Viéronse los dos
G e n e r a l e s : L u c u l o dio en cara á Pompeyo
con su ambición , y Pompeyo á L u c u l o con
bu avaricia ; y de uno y otro dicen los au
tores que tenían razón.
Todos convienen que en el estado de de
bilidad en que Tigranes se hal laba, casi re
ducido á algunas ciudades , ya no le queda
ban á Pompeyo hazañas dignas de tan gran
G e n e r a l ; pero todavía se aumentó la facilidad
de su expedición con la desgracia que le so
brevino al R e y de Armenia. Un hijo suyo
del mismo nombre se rebeló tan abiertamente
/ \
D E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 6 5
que l levó á Pompeyo tropas contra su padre.
Este último golpe oprimió al infeliz T i g r a -
nes , y le hizo tomar la resolución de poner
se en manos de Pompeyo abandonado á su
generosidad.
F u e u n espectáculo bien lisonjero para
los Romanos el ver á este R e y de Armenia
que se hacia servir de R e y e s , y quando da
ba audiencia tenia á los dos lados de su tro
no dos Monarcas, á quienes mandaba estar en
la postura mas sumisa; v e r l e , d i g o , l legar al
campo sin guardias. D o s lictores le hicieron
echar pie á tierra con pretexto de que no era
permitido entrar á caballo. E l les puso su es
pada en las manos: Pompeyo salia á verle á pie ; y así que Tigranes le conoce, se quita
la corona, y se postra. P o m p e y o , movido á compasión, le recibe en sus brazos, y le vue l
ve á poner la corona en la cabeza. A todo
esto estaba presente su hi jo , á quien Pompe
y o , con el fin de intentar una reconciliación,
convidó á cenar con su padre; mas el hijo no
quiso asistir, sosteniendo la ferocidad de su ca
rácter. Esta conducta, mas que indecente, dis
puso á Pompeyo para favorecer al padre. A l
dia siguiente oyó á los dos , defendiendo ca
da uno su causa ante su tribunal. D i o el juez
2.66 COMPENDIO
á Tigranes la Armenia y la Mesopotamia con
la condición de pagar una suma estipulada pa
ra los gastos de la guerra. E n quanto al hi
jo no consiguió mas que dos provincias de
poca importancia , pero despojadas antes de las
riquezas que en ellas se habían juntado , y el
"vencedor las destinó para desquitar en parte
las sumas que debia pagar e l R e y .
Esta sentencia desagradó al Príncipe vien
do tan mal pagada su rebelión ; y no permi
tiéndole salir del campo, envió personas de su
confianza para que empeñasen á las provincias
que le habian tocado en no dexar salir sus
tesoros. Pompeyo le hizo cargar de cadenas,
y aun en este estado enredaba: excitó baxo
mano al R e y de los Partos , cuya hija tenia
por esposa, á caer sobre los Romanos: tam
bién se supo que habia tramado una conspi
ración contra la vida de su padre. Indignado
justamente el General romano con estas per
fidias , le hizo partir á Roma como un vil pri
sionero. Tigranes permaneció toda su vida fiel
á los Romanos, y este afecto no parece que
fue de política, sino muy sincero, pues l legó
hasta negar el asilo á Mitrídates vencido por
P o m p e y o , y aun prometió Tigranes premio
á los que le llevasen su cabeza. ¿ Q u i é n sabe
DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 7
si fue deseo de obligar á los Romanos , 6 venganza de las desgracias en que su suegro le habia precipitado? M u r i ó este R e y en una larga y feliz ancianidad en la edad de ochenr ta y cinco años.
E l reynado de Artuasdo ( 2 9 6 2 ) su hijo fue muy corto: se declaró la guerra entre é l y el R e y de M e d i a , y consiguió que entrase en ella e\ Triunviro Marco Antonio -, pero los dos Reyes hacen la paz : e l de Armenia nada advierte al Romano su aliado ; por e l contrario le empeña en atacar e l reyno de M e dia , y se ofrece á servirle de guia para penetrar en el reyno de Artuasdo : y , á lo que parece , estaba concertada esta perfidia entre los dos Monarcas como condición de sus paces. E n con-seqiiencia va Artuasdo con una numerosa escolta en calidad de guia á la cabeza de la vanguardia de A n t o n i o , que era de veinte mil hombres, mandada por Estasiano su Tenient e , y la lleva por tan horribles países, que bagages y máquinas de guerra todo quedó por aquellos caminos. L legando á la Media, desnuda y escabrosa, se hal ló esta vanguardia con los Partos y los M e d o s , que hicieron en ella gran carnicería. Marco Antonio fue v o lando á socorrer á sus soldados: juntó los fu-
•2 6 8 COMPENDIO .
gitivos que p u d o , y él mismo se libró con
bastante trabajo de las manos de los vencedo
res. A l fin volv ió con su exército á la A r
menia después de una marcha desastrada.
Artuasdo se le presentó con un exército
floreciente; N o era tiempo para Antonio de
manifestar su resentimiento, y así disimuló, y
le hizo mil expresiones de amistad. A fuerza
de caricias: y promesas consiguió que le die
se quarteles de invierno en! Armenia ; y quan-
do sus tropas se hallaron bien restablecidas
Volvió á E g i p t o , y desde allí escribió á A r
tuasdo que fuese á verle para concertar jun
tos la campaña próxima. E s t e , atendiendo á la
justa desconfianza, no tanto como debiera, res
pondió : „ Q u e no podia dexar su reyno por
negocios importantes que necesariamente le
retenían en é l . " Antonio no por esto se reti
ró , antes le propuso el casamiento de A l e -
x a n d r o , á quien habia tenido de Cleopatra,
con la hija del R e y de Armenia. Se multi
plican las citas para hablar le , y Antonio v u e l
ve á su exército , renovando sus instancias, sus
confianzas y súplicas á Artuasdo sobre que va
y a á ayudarle con sus consejos. C e d e , se pre
senta en el c a m p o , y sobre la marcha se ve ar
restado, y precisado, para evitar los tratamien-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 6 9
tos mas rigurosos, á declarar en donde ocul
taba sus tesoros. E l General romano se apo
dera de ellos : l leva al infeliz Monarca con
su muger y sus hijos, cargados de cadenas de
o r o , á los pies de Cleopatra que estaba en
Alexandria. Les habia mandado que la l la
masen la R e y n a de los R e y e s ; pero ni é l
ni otro alguno de los prisioneros de su nación
quisieron saludarla con este título. D i o A n
tonio la corona de Armenia á su hijo A l e
xandra , y mandó cortar la cabeza á Artuas-
d o , justo castigo de su perfidia. Este exem
plar debe citarse á las personas que se fian de
aquellos á quienes han engañado cruelmente.
Los Reyes de Armenia ( 2 9 6 7 ) llegaron
á verse tan pequeños delante de los Genera
les romanos que gobernaban el Or iente , que
se los puede considerar como verdaderos fan
tasmas de la regalía. Los Emperadores se bur
laban de sü cetro ; y aunque Augusto hizo
que sucediese á Tigranes su sobrino Artuasdo,
los Armenios le quitaron la corona por ser
elección de los Romanos, á quienes detesta
ban. C a y o , hijo adoptivo de Augusto , que
le restableció , se vio precisado á abandonar
le , concediendo á la Armenia á Ariobarzanes
que esta le pedia. Los Partos la subyugaron:
COMPENDIO
Tiber io sostuvo contra ellos á Mitrídates y
Bero , hermano de Farasmanes, R e y de Ibe
ria. C a l í g u l a destronó á este Mitrídates, y
le hizo llevar a Roma cargado de cadenas;
C l a u d i o le dio la libertad, y tropas para echar
de su reyno á los Partos que se habian apo
derado de é l : en cuya empresa le ayudó po
derosamente Farasmanes; pero le hizo pagar
caros sus servicios.
Tenia Farasmanes un hijo llamado Rada-
misto , Príncipe de grandes esperanzas, lleno
de aliento y valor. A estas calidades brillan
tes acompañaba una ambición, cuyos efectos
temió su mismo padre. Los sugetos de estos
caracteres necesitan de un objeto en que po
der exercitarse, y así Farasmanes volvió la
ambición de su hijo hacia la Armenia , dicién-
d o l e : Y o no hice bien en dexar á mi herma
no Mitrídates ese reyno que conquisté de los
Partos , y así, hijo mió, te pertenece á tí. C o n
ciertan pues Farasmanes y Radamisto el mo
do mas fácil de efectuar sus intenciones, y pa
ra esto publican una especie de división "en
tre sí. E l hijo se queja de su padre y de los
artificios de una madrastra que le atormenta,
pidiendo á su tio un asilo para vivir con tran
quilidad. Recibe el crédulo Mitrídates á esta
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 1JI
serpiente, y la abriga en su seno. Radamisto
emplea el tiempo de su habitación en A r m e
nia en fomentar el descontento de algunos se
ñores, y en preparar una rebelión. Quando
ya todo estaba dispuesto, aparenta que se ha
bia reconciliado con su padre , y se volv ió
con él .
Entonces con uno de aquellos pretextos,
que nunca faltan, entra Farasmanes en A r
menia : rompe al mismo tiempo la sublevación,
y Mitrídates turbado, creyendo que estaba ro
deado de traidores, se encierra en una forta
leza guardada de una guarnición romana. L e
sitia Radamisto, se ve precisado el tío á sa
lir á conferenciar con su sobrino fuera de los
muros: jura Radamisto por todos los dioses que
no tiene que temer Mitrídates ni el hierro
ni el veneno. Cerca de allí habia un bosque
sagrado adonde el sobrino l levó al tio para
consagrar su juramento con la ceremonia usada
en Armenia. Esta consistía en atar fuertemen
te e l pulgar de los contratantes, picarle y chu
par la sangre el uno del otro. A l punto que
Mitrídates presentaba la mano á la ligadura
le derribaron, y le ataron con la misma cuer
da que habia de servir al rito religioso, y
arrestaron con él á su familia que estaba pre-
27I COMPENDIO
senté. L l e g a Farasmanes, sabiendo el buen
éxito de la perfidia, reprehende á su herma
no de haber impedido que los Romanos le so
corriesen en una guerra contra los Albanos;
y en castigo de este falso delito le condena
á muerte. Radamisto se hizo executor de es
ta cruel sentencia; y como habia jurado que
no tenia que temer del hierro ni del veneno,
l e hizo ahogar en su presencia. L a muger de
Mitr ídates , hija de Farasmanes, y por consi
guiente hermana de Radamisto , con muchos
hijos que tenia, sufrieron la misma pena.
Esta barbaridad no se quedó sin castigo,
porque V o l o g e s o , R e y de los Partos , que
pretendía tener derecho á la Armenia, sabien
do la muerte funesta de Mitrídates, y los al
borotos que se habían de seguir , creyó que
era e l tiempo propio para hacerle valer. Dio
la corona de Armenia á su hermano Tirida-
t e s , y apoyó este presente con un exército
que é l comandaba en persona: defendió mal
Radamisto su usurpación , y le persiguió el
R e y de los Partos hasta la I l ir ia , en donde
se refugió con su padre. Las desgracias que
sucedieron al exército de Vologeso por la
intemperie de las estaciones le hicieron aban
donar después la Armenia. V o l v i ó á ella R a -
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 7 3
damisío, y furioso porque le habían abandonado los Armenios, los gobernó con cetro tan pesado, que se formó contra él una conspiración tan secreta, que le sorprehendiéron en su palacio. Estaban ya sus guardias desarmados antes que él tuviese noticia de lo que pasaba, y solo tuvo tiempo para montar á caballo y escapar.
Cenobia, su m u g e r , embarazada de muchos meses, no le quiso abandonar; pero no permitiéndola su estado ir con tanta prisa como é l , y temiendo caer en poder de sus vasallos sublevados, suplicó á Radamisto que la matase. E l bárbaro enternecido por un momento procura animar el valor de la fugitiva ; mas viendo que la faltaban las fuerzas, y temiendo dexarla en posesión de o t r o , la hirió con su espada. C a y ó en tierra, y tuvo valor para llevarla á un rio que estaba cerca, y allí la abandonó á su suerte. Viéndola los pastores sostenida en el agua con sus vestidos, la sacaron. N o estaba muerta: la curaron la herida: Tiridates la hizo ir á su corte, en donde la recibieron con los mas grandes honores , y sin duda poco cuidadosa de volver con su mar ido , del qual nada mas dice la historia.
TOMO 111. s
2 7 4 COMPENDIO
Las guerras que se siguieron presentan un caos de expediciones militares y de intrigas. E l principal papel le hacen los Romanos, ya como agresores, ya como auxiliares, y algunas veces Romanos contra Romanos, semejantes á las fieras carnívoras que se disputan la presa. Los infelices Armenios dexados, saqueados, y desgarrados por codiciosos protectores, y por los vecinos no menos deseosos del b o t i n , piden Señor á los Emperadores. Nerón les dio á Alexandro , nieto de Herodes , R e y de J u d e a ; pero Tiridates, siempre apoyado por V o l o g e s o , no abandonaba sus pretensiones. Este le sostuvo con grandeza contra Corbulon vencedor, y trató con atención á Preto vencido. T a n noble proceder le mereció la estimación de los Romanos; y N e rón , abandonando su fantasma de R e y , que era A lexandro , quiso poner la corona por sí mismo en la cabeza de Tiridates. Esta ceremonia se hizo en Roma con la mayor magnificencia , y Tiridates hizo feliz á la Armenia. Los que le sucedieron, mas bien que Reyes fueron vasallos del imperio , hasta que Tra-j a n o , uniendo la Armenia con la Mesopotamia , la hizo provincia romana. En la decadencia del imperio volvieron á aparecer R e y e s
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 7 $
reconocidos por feudatarios de Constantino y sus sucesores. Los Armenios han sido sujetados sucesivamente por los Sarracenos, por los Turcos y por los Tártaros, y baxo el dominio de todos se ven en la' Armenia vestigios de regalia. A u n entre los Persas se hallan, por mas que causaron enorme despoblación transportando muchos Armenios á Z u l f a , arrabal de su capital Ispahan. Estos parten este reyno con los T u r c o s , los quales llaman á su división Turcomania; pero hasta en nuestros dias han vuelto á aparecer Reyes ó Príncipes de Armenia , que han inquietado á los déspotas invasores.
E n quanto á la pequeña Armenia , que es lo mas agradable y fértil de las dos, abundante en frutas, aceyte y vinos estimados, no ha estado por mucho tiempo separada de la grande. Después de haber tenido tres R e yes sucesores de Zadriades, se halló envuelta en las desgracias de la grande Armenia, y entregada á las depredaciones de los Reyes vecinos, ó de los Romanos que se la disputaron. Pompeyo en el tiempo de su gran poder la dio á Deyotaro , R e y de Galacia, cuyo reconocimiento á este General le hizo de su partido en la guerra contra C é -
s 2
W/6 COMPENDIO
sar , el qual le perdonó á súplicas de Bruto. Quando este Romano mató al Dictador, envió Deyotaro tropas á los conjurados y compañeros de Bruto. Los Triunviros con una grande multa , y con quitarle algunas provincias , le hicieron pagar su afecto al partido desgraciado. Durante las facciones se sostuvo con dignidad , fue íntimo de Cicerón , y esto no obstante estimado de Octavio , y l legó á una extrema ve jez ; pero su familia se extinguió en su hijo y sucesor. L a corona, así de A r menia como de Galac ia , pasó á los hijos de la hermana del últ imo, y de estos á un R e y de M e d i a : después á un R e y del Ponto , á los Príncipes de Capadocia y del Bosforo, á Aristóbulo , nieto de Herodes llamado el G r a n d e , y á Tigranes. E n tiempo de V e s -pasiano fue provincia romana, perteneció al imperio de Oriente , y después á los Persas, á quienes se la han quitado los Turcos , que hoy la poseen con el nombre de Genech.
EL PONTO.
E l Ponto contiene muchos lugares que
son famosos en la historia antigua y en la
moderna. Amasia, edificada sobre el Iris, por
donde llegan los navios grandes hasta las for-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 7 7
ralezas de la ciudad , era en los últimos siglos la habitación prescripta al primogénito del Gran Señor. Sebaste suspendió las conquistas de Tamerlan ; y fue castigada su resistencia con el suplicio de doce mil habitadores , que el bárbaro hizo enterrar vivos. E l rio Termodonte vio sus riberas habitadas por
las Amazonas, que inventaron el hacha, de armas. D e la ciudad de Ceraso nos vinieron las primeras cerezas. E l árbol que las l leva crece naturalmente en los bosques. L a miel del Ponto, según dice Aristóteles, descompone el cerebro de los que están buenos , y restituye la razón de los que están locos. X e -nofonte, General de los diez mi l , fue el que experimentó por la enfermedad de sus soldados lo peligroso del uso de esta m i e l , porque les causó una especie de embriaguez y furioso frenesí: sanaron, y volvieron á su juicio. Por último, Trebisonda, ciudad todavía comerciante y opulenta, fue la habitación de los Emperadores de la casa de Comenes. E l ayre del país es bueno, y los habitadores por tener muchas costas de mar tenían por dios principal á Neptuno. L e enviaban todos los años quatro caballos blancos, y los ahogaban en el mar. /<.
2 7 8 COMPENDIO
L a serie de los Reyes del Ponto empieza desde el persa Artabano, que se cree fue elevado al trono por Darío , hijo de Histaspes. Después de él reynáron nueve Príncipes, casi todos de su familia, llamados Mitrídates y Far-naces, vencidos ó vencedores , hasta Mitrídates sexto que fue asesinado por sus favoritos. Habia sido aliado muy afecto de los Romanos , tanto que ni ofertas ni promesas pudieron conseguir que abandonase el partido de la república, quando todos los Príncipes de Asia se declararon contra ella. E l senado le dio en reconocimiento la grande Frigia; pero se la quitó á su hijo Mitrídates séptimo que quedó en menor edad; y es el grande Mitrídates, enemigo implacable de los Romanos , que les hizo la guerra por quarenta y seis años, y les causó mas pérdidas que P i r r o , A n í b a l , y todos los Reyes de Siria y Macedonia juntos.
Desde su juventud se pudo conjeturar lo que habia de ser algún dia (2900) . Q u e d ó baxo la tutela de su madre ; esta le tuvo muy sujeto, y él la hizo morir de consunción y encerrada. Sus Gobernadores, temiendo su genio crue l , le dieron un dia para que montase un caballo que tenían por indómito;
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2?<)
pero le manejó y trabajó con tal destreza, que le reduxo á sujeción. Pasaba Mitrídates meses enteros en la caza para robustecerse, acostándose por la noche en el suelo , y a lgunas veces sobre la nieve. También dicen que se fue acostumbrando de tal modo al venen o , que no le hacia impresión ni el mas violento : bien que este hecho no es fácil de persuadir á quien conoce la estructura del cuerpo humano, y lo delicado de nuestras fibras y membranas. Mejor pudiera creerse que impidió la actividad de los venenos previniéndose con contravenenos tomados de antemano como preservativos. Se conjetura que se valia del famoso remedio ó fármaco llamado de su nombre Mitrídates, del qual se dice haber sido inventor.
Se casó con Laodicea , su hermana , según costumbre del Or iente , y poco después la dexó para recorrer los diferentes estados del continente de Asia. Los visitó, y no con mucha comitiva: observó las costumbres de los habitadores, estudió sus l e y e s , aprendió hasta veinte y dos lenguas, y formó exacta idea de sus fuerzas. Tres años duró este via-ge : corrió la voz de que habia muerto; y Laodicea, preocupada de pasión por un se-
2 8 0 COMPENDIO
ñor de su corte , se dexó con mucho gusto
persuadir á que su marido ya no existía.
T u v o un hijo en su ausencia, y el mejor
medio que halló de ocultar su culpa ó de
evitar el castigo fue presentar á Mitrídates
una bebida emponzoñada: esta no produxo
efecto a l g u n o ; y asegurado el R e y de su
doble perfidia, la quitó la vida con todos los
cómplices de sus desórdenes.
Poco tiempo después empezó á executar
sus grandes proyectos. Invadió la Paflagonia,
y la partió con Nicomedes, R e y de Bitinia,
su aliado y vecino. Llevaron muy mal los
Romanos que se apoderase de un pais que
estaba baxo su protección ; pero él respon
dió á los embaxadores , que la Paflagonia
le pertenecía por título de herencia , y por
otra parte , añadió : no sé yo por que se mez
cla la república en las querellas que sobre
vienen entre los Príncipes de Asja, L e ame
nazaron con la guerra , y la respuesta que
les dio fue apoderarse de la G a l a c i a , á la
que ellos también protegían. Desde allí p u
so la mira en la Capadocia, cuyo Soberano,
llamado Ariarates, era su cuñado , y pasaba
pos- su íntimo a m i g o ; pero nada hay tan sa
grado 4 que no se atreva un ambicioso: M i -
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 2 8 1
trídates le hizo asesinar por un hombre malvado llamado Gordio. C r e y ó Nicomedes, R e y de Bitinia, que podia sacar provecho de este delito , entró en Capadocia , destronó al hijo del R e y difunto, y se casó con la viuda.
¡ Despojar al hijo de su hermana! Esta acción la trató de horrible crimen Mitrídates que habia muerto á su cuñado y amigo: se armó en favor del huerfanito , á cuyo padre habian quitado la vida por su orden, aunque esta orden estaba oculta : y puso á su sobrino en el trono, pero muy contra su v o luntad ; y solo por salvar las apariencias hizo este acto de justicia. Siempre era la C a padocia el objeto de su ambición, mas se interrumpían sus intenciones con la ausencia de Gordio desterrado por su delito. E l R e y del Ponto exhorta á su sobrino á que llame al asesino de su padre ; y porque el joven mostraba repugnancia á semejante proposición, le vantó Mitrídates un exército de noventa mil hombres; pero halló prevenido al R e y de Capadocia, y tan fuerte como él. L a suerte de una batalla era incierta , y así se valió Mitrídates de un medio mas seguro y pronto de llegar á sus fines. Pidió á su sobrino una conferencia entre los dos exércitos : se pre-
2 8 2 COMPENDIO
sentó el Príncipe sin desconfianza; y el tío, que había escondido el puñal entre los pliegues de su ropa, traspasó con él al sobrino. Esta horrible acción causó tal espanto á los Capadocios, que arrojaron las armas, y así no tuvo el R e y del Ponto dificultad en apoderarse del r e y n o : dio la soberanía á uno de sus hijos de menor edad, baxo la tutela del infame G o r d i o : también se apoderó del trono de Bitinia, que habia quedado vacante por muerte de Nicomedes.
Y a empezaron los Romanos á rezelar de que se engrandeciese tanto el R e y del Ponto. Se concertaron sus Generales , y embistieron su reyno. Pero él atravesó la l ínea, y después de haber puesto en desorden á los que le rodeaban, se extendió como un torrente por los países de los Romanos, y los hizo evacuar la F r i g i a , la Media , la Caria , la L i c i a , la Panfilia, la Bitinia y la Paflagonia. Por todas partes los pueblos, que siempre se encantan con la mutación, le llamaban padre, libertador, d ios , y único Monarca de Asia. Hizo que le traxesen al Procónsul Opio cargado de cadenas, y precedido en tan infeliz estado de sus l ictores, con el fin de ridiculizar el orgullo de los Romanos. Aqui l io ,
DE LA HISTORIA U N I V E R S A ! . ' 2 8 3
otro comandante romano , de quien creia tener la queja de haber excitado la C a p a -docia á sublevarse , sufrió un castigo en que la crueldad se juntaba con la burla. L e llevaba tras de sí montado en un asno, ó atado por un pie á un público malhechor, y en este estado triste le hacian decir á gritos : Yo soy Manlio Aquilio. L legando á Pér-gamo le hizo azotar con varas, le mandó p o ner en el tormento ; y por último le echaron oro derretido en la boca para dar en rostro así á él como á los Generales Romanos con la insaciable avaricia con que tragaban todas las riquezas de Asía.
Este era el preludio de la suerte que Mitrídates destinaba á todos los Romanos. Mientras quedase uno de estos en los países que acababa de conquistar no se tenia por seguro. Los miraba como otras tantas espias para informar á la república de todos sus pasos , y los trató como á tales. Todos los G o bernadores y Magistrados de las ciudades del Asia menor recibieron de él una orden secreta de matar en el día que les señaló á todos los Romanos con sus m u g e r e s , hijos y domésticos, y aun prohibió que se les diese sepultura. Todos sus bienes se debían repar-
2 8 4 ' COMPENDIO
tir en dos porciones, una para el R e y , y otra para los asesinos. Concedía Mitrídates la libertad á los esclavos que degollasen á sus dueños : perdonaba la mitad á los deudores que quitasen á sus acreedores la vida. A l mismo tiempo declaró que qualquiera que ocultase uno de estos proscriptos, por qualquier pretexto que fuese, seria sobre la marcha castigado con la muerte.
Quando l legó el día del alboroto y horror , cerraron las puertas de las ciudades, p u sieron soldados en todos los parages , y publicaron las órdenes del R e y , que causaron la mas horrible consternación no solo entre los Romanos, sino entre los habitadores que habian conservado algún sentimiento de humanidad. Pero como los Romanos se habian merecido el odio de los Asiáticos con su soberbia y codicia, y el deseo de vengarse se afilaba con el atractivo de la ganancia, se executáron puntualmente las órdenes del R e y , y en un solo dia se vio el Asia hecha el teatro sangriento de la mas horrible carnicería. Entre los rasgos de crueldad con que se estremece la naturaleza, ninguno puede citarse mas bárbaro que el de algunos Caunios, á quienes acababan los Romanos de hacer
PE LA HISTORIA UNIVERSAL. 285
buenos servicios. H u b o entre ellos algunos tan inhumanos , que ponían en tormento á los niños en presencia de sus madres: de estas unas murieron de dolor , y otras perdieron el juicio. Casi todos los historiadores hacen subir el número de los Romanos muertos en aquel dia á ciento cincuenta mil hombres , y los mas moderados á ochenta mil. N o hay duda que los executores fueron atroces ; pero los que imaginan semejantes horrores forman el p l a n , y calculan tranquilamente los efectos. ¡ O h qué monstruos! Infeliz nación la que produce semejantes hombres.
Esta matanza tuvo por conseqüencias otras infinitas, y fueron terribles las represalias de Cimbria y de Sila: de Sila que jamas conoció la compasión: de Cimbria, digno contrario de Mitrídates en la destreza y crueldad, era para sí el hombre mas duro, como para los otros el mas severo. A g e n t e , fuera de R o m a , de los enemigos de Sila que estaban en ella estrechó de muy cerca al R e y del Ponto, le ganó una batal la, le precisó á la f u g a , y por muy poco no le hizo prisionero. Se salvó Mitrídates en una ciudad en donde el vencedor le s i t ió , mas no podia embestirle por mar no
2 86 COMPENDIO
teniendo naves; y así escribió al General que mandaba la armada romana , el qual por ser del partido de Sila no quiso contribuir al triunfo del partido contrario. Se aprovechó Mitrídates de esta mala inteligencia, y se libró. Sus tenientes vencieron en muchos parages ; pero también experimentaron grandes reveses. A estas hazañas acompañaban matanzas horribles. Ciudades y exércitos enteros degollados, provincias abrasadas, naciones arrancadas de las tierras de su nacimiento errantes , dispersas, víctimas de la venganza de una república al t iva, y de la rabia de un Monarca obstinado en no sufrir al rededor de sí Romano alguno. N o obstante, convinieron en dar á los infelices pueblos algún descanso.
Mitrídates ( 2 9 1 4 ) , el mas maltratado, por haber perdido su armada al mando de Arquelao , y ciento diez mil hombres al de T a x í l e s , fue el que dio los primeros pasos para hacer la paz. E l Romano consintió en tratar de paz : los que la negociaban propusieron condiciones que fueron arregladas y admitidas; pero antes de ratificarlas pidió el R e y del Ponto que se viesen particularmente él y el General Romano. A l ver á este se ade-
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 2 8 7
iantó para abrazarle; pero el Romano dio algunos pasos atrás, preguntándole si aceptaba todas las condiciones. Con algunas explicaciones, respondió el Monarca. Los ojos de Sila miraban centelleando; y al oír explicado* nes, se pintaron en su rostro todos los síntomas de una cólera terrible; con lo que Mi-trídates asustado se sujetó á todo. Entonces se acerca Si la , y se presta á sus abrazos. Si-la , de este campo de paz mas honorífico para él que un campo de victoria , salió corriendo contra Cimbria. Los soldados de este le abandonan; y Cimbria, desmintiendo en este aprieto su generosidad, quiere que maten á su enemigo ; pero el asesino quedó cortado al tiempo de dar el golpe , y le prendieron. A pesar de esta traición hizo Sila proposiciones ; y no viendo Cimbria mas que la alternativa de ceder ó de pe lear , d i x o : Y o sé otro medio mas sencillo para ahorrar la sangre romana; y entonces se traspasó con su\ espada, y murió.
Las condiciones prescritas imperiosamente á Mitrídates no eran de tal naturaleza, que este Príncipe las observase fielmente, porque perdía provincias enteras, sacrificaba grande parte de sus naves , se sujetaba á verse ro-
288 COMPENDIO
deado de Romanos, enemigos tan cruelmen
te ultrajados por é l , que se habían tan fiera
mente vengado , y de los que no podia es
perar sino el odio , que él les estaba jurando
en el fondo de su corazón. N o era pues es
ta paz mas que una tregua para tomar alien
to , y volver á la guerra con mayor rigor.
E l R e y del Ponto la exercitó desde luego
con algunos pueblos que se habian declara
do contra é l , y los primeros que atacó fueron los de Cólquide. Estos se sujetaron, y
le pidieron á su hijo por R e y : así lo con
cedió ; pero descubrió después que á instan
cias de este mismo hijo se habian sublevado
contra él ; y aunque este Príncipe le habia
hecho grandes servicios en la última guerra,
le mandó atar con cadenas de oro, y le con
deno á muerte.
Por los grandes preparativos de Mitrída
tes por mar y tierra advirtieron los Roma
nos que no pensaba en dexarlos gozar por
mucho tiempo de los despojos que le habian
quitado. También les dio aviso de sus pro
yectos Arquelao su antiguo Almirante, á quien
el Monarca culpaba de las condiciones h u
millantes del tratado de paz. E s t e , conocien
do que el terrible Mitrídates no dexaria de
BE LA. HISTORIA UNIVERSAL. 2 8 9
castigarle , creyó que no debia esperar los
efectos de su indignación : se puso en salvo,
y fue á descubrir á los Romanos los proyec
tos del R e y del Ponto. Entre los recursos de
este Monarca contaba no poco con los albo
rotos de R o m a , ocasionados de las dos fac
ciones de Mario y Sila. Recibió en su exér
cito á Marco Mario , á quien Sertorio le en
vió desde España. Se presentaba este Roma
no precedido de lictores como si hubiera si
do Cónsul , y se llamaba General en xefe.
E l R e y del Ponto , menos envidioso del ho
nor que deseoso del provecho , sufría esta va
nidad que le proporcionaba el auxilio de los
pueblos sujetos á la república, á los quales
mostraba el estandarte de las águilas romanas
entre sus banderas.
A L u c u l o , que después fue tan famoso
por sus riquezas, le envió Roma contra M i
trídates , y en una batalla que ganó hirió á es
te Principe un Promano que tenia en sus mis
mas tropas. Después que sanó de la herida e l
R e y del Ponto , juntó todos los Romanos que
Servían en sus exércitos, los unió en un cuer
po , y los hizo matar desde el primero hasta
el último. Solo un acto de clemencia sé sabe
de él para con un Romano que se llamaba
TOMO I I I . T
2 9 0 COMPENDIO
P o m p o n i o , á quien los soletados de Mitrída-
tes habian hecho prisionero. Este Príncipe, con
intención de experimentar su constancia, le pre
g u n t ó si concediéndole la vida se podría lison
jear de conseguir su amistad. S í , le respondió
P o m p o n i o , como tú seas amigo de los Roma
nos ; pero si continúas en hacerlos la guerra,
no cuentes conmigo. Los cortesanos, no acos
tumbrados al perdón de parte de su señor, se
disponían á quitar la vida á Pomponio ; y M i -
trídates los detuvo diciendo: Aprended á res
petar el valor aunque desgraciado.
Estremece el ver á qué calamidades ex
ponen á los pueblos las derrotas y victorias
alternativas de los ambiciosos que hacen cam
po de batalla el pais en que habitan; porque
tomándolos hoy unos dueños, y volviendo ma
ñana otros á conquistarlos, quando mudan de
señores por lo común solo mudan de ladro
nes y verdugos. Las infelices provincias de Asia
experimentaron bien esta funesta suerte. Las
ciudades de Cícico , Amisia y Heraclea se
vieron entre los horrores del hambre, y abra
sadas de las l lamas: las aguas del Halis ó del
Termodonte se pusieron de color de sangre, y
mas de doscientos años después levantaba la
reja del arado las corazas, capacetes y espadas
C E L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 29 I
de los soldados sepultados en aquellos cam
pos. L u c u l o y Mitrídates se vieron reducidos
á la misma extremidad en esta g u e r r a , mal
obedecidos de sus soldados, que tal vez se ne
garon al servicio en las ocasiones mas impor
tantes , y aun desertaron.
L a desgracia mayor en este género es la
deserción de todo el exército de Mitridates:
pues temiendo que le iba á abandonar el x e -
f e , le abandonó primero. Estuvo á riesgo de
perder la vida Mitrídates por querer desen
gañar á los soldados y detenerlos; pero no tu
vo otro partido que abrazar sino el de la fu
ga. L u c u l o le estrechaba muy de cerca ; y
é l viéndose á cada paso en peligro de que le
cogiesen, iba sembrando por el camino dine
ro , vasos y muebles preciosos: y el cuidado
de los soldados en ir recogiendo estas alha
jas los iba deteniendo, y suspendió del todo
e l alcance por haber hallado en medio de la
tropa mas avanzada una muía cargada de oro
y plata , y entre tanto que repartieron estas
riquezas tuvo tiempo de ponerse en salvo el
R e y del Ponto. Habia este dexado en la ciu
dad de Farnacia sus m u g e r e s , hermanas y
concubinas para que no cayesen en poder de
los Romanos, y envió allá un eunuco llama-
T 2
2 9 2 . COMPENDIO
do Báquide , con el encargo de quitarlas la
vida. Las presentó el bárbaro cordeles, ve
neno y espadas. L a hermosa Mónima, que era
una de sus mugeres, que se habia casado á dis
g u s t o , quiso ahorcarse con su diadema, y ex
clamó : Banda fatal, sírveme d lo menos para ayudarme á perder la vida ; pero rom
piéndose esta banda se frustró su deseo, y al
punto presentó el pecho á la fatal cuchilla.
Otra de sus esposas, llamada Berenice, y dos
hermanas del R e y , Roxana y Estatira, tomaron
veneno. Roxana al beberle maldixo la cruel
dad de su hermano con mil imprecaciones: Es
tatira por el contrario encargó al eunuco que
le diese las gracias, porque viéndose en los
mayores peligros no se habia olvidado de l i
brarlas de la brutalidad del soldado.
Mitrídates se retiró á Armenia con su
suegro T i g r a n e s ; y Pompeyo , General de es
ta g u e r r a , y sucesor de L u c u l o , propuso al
R e y del Ponto condiciones de paz. Una de
las principales era que entregase los deser
tores y los Romanos que se habían pasado á
su exército ; pero estos amenazaron á Mitrí
dates si las aceptaba; y el soberbio Monar
ca estaba muy distante de firmarlas. En una
junta solemne les aseguró con los mas terri-
V4>
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 3
bles juramentos que mientras él tuviese una
respiración de vida no pensaria en hacer alian
za con los Romanos. V o l v i ó pues á empezar
una guerra que fue como un desafio de muer
te , menos ruinosa para los pueblos que las
anteriores por la generosidad de Pompeyo. D o s
batallas fueron suficientes para que Mitrídates
se viese sin remedio , y así le arrojaron del
reyno del Ponto ; y Pompeyo tomó las mas
importantes ciudades, los tesoros y los pape
les , en los que halló preciosos registros sobre
las fuentes de que sacaba sus r iquezas, el es
tado de los impuestos, su cobro, y e l modo
de levantar tropas. Presentaron al vencedor
muchas de sus mugeres y concubinas: la ma
yor parte eran hijas de los señores de la cor
te de Mitrídates, y así las trató con respeto,
y las remitió á sus padres. Una de e l las , lla
mada Estratónice, entregó á los Romanos la
fortaleza de Simforia y los tesoros que allí ha
bia , pidiendo solamente la vida de su hijo
Xifares, que estaba con su p a d r e , si por des
gracia caia en manos de Pompeyo. Este se la
promet ió; y siempre generoso regaló á Es
tratónice los tesoros, quedándose solo con la
ciudadela.
Todos estaban muy lejos de creer que
2 94 COMPENDIO
Mitrídates ni alguno de quantos le acompa
ñaban volviese á parecer. Y a no se hablaba
de e l l o s , ni se sabia qué. se habia hecho des
pués de su fuga. D o s años duró la incerti-
dumbre sobre su suerte; y durante este tiem
p o se habia estado oculto en casa de un Prín
cipe E s c i t a , cuyos estados confinaban con la
laguna Meotis. Desde aquel retiro espiaba el
momento favorable de entrar otra vez en su
reyno : tomó también las medidas, y con tan
to secreto, que no supieron los Romanos su
l legada hasta e l momento en que se presentó
á la cabeza de un exército formidable. D e s
de luego se adelantó hasta la fortaleza de Sim-
foria; y Estratónice, que la habia entregado
con la condición de conservarle la vida á su
hijo , v io desde lo alto de las murallas al in
feliz Xifares abandonado por su padre á los
v e r d u g o s , que le dieron una muerte cruel.
E n v i ó después á proponer la paz á Pom-
p e y o , y respondió el General romano: Ti-granes vino d pedirla en persona; replicó M i
trídates : ITo primero perderé la vida que sujetarme d esa humillación. A q u í fue quando
concibió e l proyecto aventurado de sublevar
e l universo contra los Romanos. Les buscó
enemigos entre los Escitas, envió sus emisa-
PE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 5
rios á todos los Príncipes de As ia , y en par
ticular á los Par tos , y formó una confedera
ción con los G a u l a s , que sabia estar en guer
ra con los Romanos. Tenia que atravesar la
Escitia y la Panonia, é ir á las Galias pa
ra juntar su exérci to , con el que presumía
que le estaban esperando para caer todos jun
tos sobre Ital ia , y asustar la república con
tanta audacia.
Fueron muchos los obstáculos que se o p u
sieron al buen éxito de esta empresa que pa
recía gigantesca; pero después de lo que ha
bía hecho Aníbal no perdía la esperanza. Por
desgracia quatro hijos de Mitrídates, cuyo va
lor pudiera ser de un gran socorro, fueron en
tregados por traición á los Romanos. Muchas
hijas que enviaba á ser esposas de los Prín
cipes Escitas para ganarlos, tuvieron la misma
desgracia. Por úl t imo, F a m a c e s , el hijo que
mas quería, y que destinaba para la corona,
sublevó su exército, y arruinó los proyectos
de su padre con la mas odiosa perfidia.
A lo que parece ( 2 9 3 5 ) fue concertada
la traición con los Romanos. Estos tenian emi
sarios empleados en sembrar l a murmuración
y descontento. Representaban á los soldados
el riesgo de una expedición en que el me-
2 9 6 COMPENDIO
ñor peligro era privarlos para siempre del gus
to de volver á ver su patria. También susci
taban quejas personales contra el R e y los mis
mos oficiales; porque solo consultaba esclavos
y lisonjeros v i l e s , pues se habia hecho insu
frible y cruel para el que se atrevía á de
cirle la v e r d a d , y no entraba servilmente en
sus ideas; y con efecto, habia castigado con la
muerte la sinceridad de su hijo Exípodrato
por haberle dicho su parecer con franqueza
de soldado sobre la expedición proyectada.
Poco tiempo antes del dia señalado para
la partida , Mitr ídates , cuyo exército estaba
acampado al pie de los muros de una ciudad
en donde estaba alojado, despertó muy tem
prano con un ruido confuso que venia de su
campo. Envió un criado á saber la causa, y
se le respondió sin ceremonias, que el exér
c i t o , indignado de verse gobernado por un
R e y decrépito, abandonado á los consejos de
viles eunucos, habia proclamado otro mas joven que merecía toda su confianza. C o n esta
noticia , creyendo Mitrídates que todo no era
mas que un t u m u l t o , que se sosegaría con su
presencia , monta á caballo acompañado de sus
guardias ; mas apenas habia salido de la ciu
dad quando Je abandonaron: tiraron contra su
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 7
persona, le mataron el cabal lo , y no tuvo
mas recurso que volverse á la ciudad. L e acon
sejan sus amigos que pida un salvoconducto
á Farnaces para él y para ellos. Convino en
esto; pero los que envió , bien muertos, ó bien
arrastrados del torrente de la sublevación, no
volvieron mas.
Mitrídates no por esto perdió las esperan
zas , y así hizo la última tentativa. Subió al
m u r o ; y dirigiéndose á Farnaces le traia á la
memoria con fuertes voces la ternura que siem
pre le habia manifestado , y quanto le habia
distinguido en sus favores con preferencia á
los demás hermanos: al mismo tiempo procu
ró darle á conocer quan grande era la indig
nidad de entregarle sin defensa á los R o m a
nos sus crueles enemigos. A lo menos, le de
cía , ábreme algún camino para buscar asilo
adonde poder retirarme. Pero esta tan tierna
escena no hizo la menor impresión en el co
razón de Farnaces; y viéndose el desgraciado
Monarca sin esperanzas, levantó al cielo los
ojos bañados en lágrimas, y prorumpió en im
precaciones contra su hijo , diciendo por ú l
timo : Los dioses permitan que experimentes algún dia la perfidia de un hijo desnaturalizado ¡ y sientas los tormentos que padece un pa-
2 9 8 COMPENDIO
dre amoroso con semejante ingratitud. V o l v i é n
dose después á los que le acompañaban, les
dio gracias por su afecto, y les aconsejó que
se sujetasen á las circunstancias, y reconocie
sen á su hijo ; porque yo, les d i x o , no pudien-do ya "vivir en la humillación en que me ha puesto un hijo tiernamente amado, sabré bien substraerme de sus funestas intenciones.
C o n esta triste despedida entra en el quar-
to de sus mugeres , toma una copa de vene
no ; y bebiendo su l icor, le hizo también tra
gar á sus dos hijas Nisa y Mitrídata, que es
taban en vísperas de casarse, una con el R e y
de C h i p r e , y otra con el de Egipto. T a m
bién presentó la copa fatal á sus concubinas,
y bastó un instante para sepultar á todas en
e l sueño de la m u e r t e ; pero é l , familiarizado
con el uso del veneno desde la infancia, no
sintió efecto alguno. Entonces se hirió con su
espada : el golpe no era morta l , y dieron, no
ticia de esto á Farnaces. Manda este que le cu
ren la herida, con intención, á lo que se cree,
de entregarle á los Romanos, y ganar su amis
tad con aquel presente; pero no tuvo esta in
digna satisfacción. U n soldado llamado Bitoco,
que habia ido al palacio con el ansia del bo
t í n , penetra hasta el quarto de Mitrídates, que
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 2 9 9
abandonado de todos, y bañado en su sangre,
estaba luchando con la muerte. Y a se retira
ba respetando el ayre de grandeza que rey-
naba todavía en la persona del Monarca. L e
llama Mitr ídates , y le pide que acabe con
aquel resto de v i d a , que le servia solamente
para prolongar sus desgracias. L e hizo Bi to-
co este último servicio ; pero experimentando
en sí repentinamente una sensibilidad m u y ra
ra en un soldado, se retiró triste sin pensar
en el botin que había ido á buscar.
Así acabó Mitrídates. Brillaron en su per
sona las calidades mas admirables que forman
los grandes R e y e s ; pero los vicios que los
deshonran, sobre todo la crueldad , disminu
yeron el resplandor de unas prendas que le
hubieran inmortalizado. Las señaladas victorias
que ganó le dan lugar distinguido entre los
mas famosos capitanes de la antigüedad. Es
verdad que también padeció sangrientas der
rotas , y que vio muchas veces despedazados
sus exércitos, arrasadas sus fortalezas, y aso
lados sus dominios; pero como si se aumen
tasen sus fuerzas con las mismas pérdidas, v o l
vía siempre á presentarse en campaña mas for
midable que antes. Por ú l t imo, á pesar de
los esfuerzos de sus enemigos para tenerle en
3 0 0 COMPENDIO
su p o d e r , -murió voluntariamente en su reyno,
y le dexó á sus descendientes.
L a prueba menos equívoca del mérito de
este Príncipe es la alegría universal que ma
nifestaron el senado , los pueblos y el exér
cito romano con la noticia de su muerte. Es
ta se la l levó á P o m p e y o , que estaba algunas
leguas de a l l í , un correo despachado por F a r -
naces. Impaciente el General romano de co
municar la novedad á sus soldados, no esperó
á que le levantasen un trono de céspedes pa
ra arengarlos , como se hacia en semejantes
ocasiones; y así le formaron con toda prisa de
los bastos de las acémilas. Recibió el exérci
to la nueva de este suceso con los mayores
extremos de alegría, expresándola con festines,
danzas y sacrificios. N o fueron en Roma me
nos ruidosas las demostraciones de contento:
porque C i c e r ó n , que por entonces era C ó n
sul , ordenó doce dias de fiestas para dar gra
cias á los dioses inmortales por haber librado
á la república de un enemigo tan poderoso y
temible. Los Tribunos hicieron que se deci
d iese , q u e á Pompeyo por los grandes servi
cios que habia hecho en esta guerra , se le
autorizase para asistir á los juegos del circo con
corona de laurel y ropa de triunfo, y á los
DE I A HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 1
espectáculos ordinarios con vestido de púrpura.
' E l vil Farnaces, ya que no pudo entre
gar vivo su padre á P o m p e y o , á lo menos
le sacrificó su cadáver conservado con aromas.
L e habian armado de pies á cabeza; y quan-
do todos los oficiales del exército y los sol
dados rasos quisieron v e r l e , manifestó Pompe
yo su sensibilidad con este espectáculo, y apar
tó la vista, diciendo: C o n la muerte de este
grande Príncipe debe cesar el odio de los R o
manos. Después ordenó que se le hiciesen
magníficas exequias, y que le llevasen al se
pulcro de sus mayores. Distribuidas las pie
zas de sus armas, quisieron lograr alguna mu
chos R e y e s , y las compraban por grande pre
cio. Su turbante vino á manos de un Roma
no , cuyos descendientes le conservaron por
largo tiempo como una preciosa herencia.
Los tesoros que Farnaces entregó á P o m
peyo , ó se los manifestó para que los toma
ra , sorprehendiéron al General romano; y la
simple y compendiosa descripción de las pie
zas principales pasmará á los lectores. E n la
ciudad de Telaura , que Mitrídates llamaba su
guardaropa, habia dos mil copas de ágatas
cornerinas ú ó n i x , guarnecidas de cercos de
oro y de p lata : las sillas y frenos esmaltados
3©2 COMPENDIO
de diamantes fueron tantas que los comisa
r/os- de h república tardaron treinta aYas'en
hacer el inventario. En un castillo tenia nue
ve salvillas de oro macizo, guarnecidas de pie
dras preciosas de exquisito trabajo, con tres
grandes mesas del mismo m e t a l , y estatuas de
oro macizo de M i n e r v a , Apolo y M a r t e , he
chas por el mejor gusto : un tablero de juego
hecho de dos piedras preciosas que tenia tres
pies de ancho y quatro de largo, con las dife
rentes piezas de la misma piedra, y una luna de
oro que pesaba treinta libras. E n una fortaleza
de las montañas se guardaba una estatua del
R e y de ocho codos de alto, toda de oro maci
zo , con su trono, su cetro, y la cama de D a
r ío , hijo de Histaspes. L a mayor parte de estos
preciosos objetos habia pasado de mano en ma
no en los saqueos de Siria á E g i p t o , de Eg ip
to á Grecia. Ademas de este medio del sa
queo , Mitrídates, hombre de gusto , y que
se preciaba de magnífico, habia ido juntando de
todas partes grande cantidad de cosas raras en
su largo reynado. Todas sirvieron al triunfo de
P o m p e y o , que duró dos dias. E n él se vieron
cinco hijos y dos hijas de Mitrídates, y tres
cientos diez y siete cautivos de la primera dis
tinción. Era Pompeyo dueño de su v i d a ; pe-
DE 1 A HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 3
ro aunque algunos triunfadores de los antiguos
usaron cruelmente de este derecho, é l los vol
v ió á enviar á su patria, á excepción de los
hijos del R e y , que se quedaron custodiados
en Roma.
T a l vez ( 2 9 3 0 ) por no dar zelos F a r
naces , que se gobernaba como vil adulador de
los Romanos, declaró que habia resuelto no
tomar el título de R e y hasta que se lo per
mitiesen ; pero esta baxeza no le valió mas q u e
para conseguir una pequeña parte de los es
tados de su padre, llamada el reyno del Bos
foro. Aunque arrastrando en presencia de los
mas fuertes, como en otro tiempo delante de
su padre Mitrídates, no le faltaba valor pa
ra la guerra. Se aprovechó de las disensiones
civiles de Roma para ponerse en posesión de
la Armenia y la Capadocia. Por entonces es
taba César ocupado en Egipto. Supo Farna
ces que algunos motivos urgentes llamarían al
Dictador á la África en desembarazándose de
la expedición de Alexandría ; y así procuró
entretenerle con proposiciones de paz ; pero
César , poniéndose á la cabeza de mil caba
llos , se presentó quando menos le esperaban,
y dio sobre los soldados de Farnaces gritan
do : / Qué! ¿ no se habia de castigar d un par-
3 0 4 COMPENDIO
ricida tan bárbaro? y logró una completa vic
toria. Esta fue la ocasión en que escribió á
sus amigos aquellas tres célebres palabras: Vine, id, vencí.
Farnaces se puso en salvo encerrándose
en una ciudadela, en donde Domicio , T e
niente de C é s a r , le sitió. Pidió capitulación
sin otras condiciones que la de retirarse al Bós^
foro con los que voluntariamente le acom
pañasen. L e concedieron su pet ic ión; pero
como el salvoconducto en que se hablaba de
los caballeros no expresaba los caballos , le
hicieron la afrenta de matárselos. 'Se retiró á
pie entre los Escitas; y a l l í , juntando algu
nas tropas que le dieron esperanzas, se atre
vió á atacar á Asandro , á quien los Roma
nos habian dado la investidura de R e y , y
pereció Farnaces en el combate. Desde en
tonces el reyno del P o n t o , desmembrado unas
v e c e s , y reunido otras, según el capricho de
!'-s partidos republicanos, y después el de los
Césares , fue entregado sucesivamente á mu
chos xefes , algunos de los quales apenas me-
•:en el nombre de Reyes . E n tiempo de
í -alígula se nota un cierto Polemon , que
; -ti la noticia de la hermosura de Berenice,
i ja de A g r i p a , R e y de los-Judíos, se cir-
DE L A H I S T O R I A U N I V E R S A L . 3 0 5
cuncidó para conseguirla. F u e tan poco el
efecto que hizo en sus costumbres la conver
sión, que su esposa le d e x ó , cansada de ver sus
desórdenes. E n tiempo de Vespasiano se hizo
el Ponto para siempre república romana, y no
salió de su obscuridad hasta el tiempo de las
Cruzadas, quando los Príncipes Commenos es
tablecieron el imperio de Trebisonda. M a h o -
met segundo derribó este trono, y agregó al
imperio turco el de Trebisonda con el reyno
del Ponto. Apenas se encontrarían hoy ob
jetos dignos de atención en las ruinas que
cubren aquellos paises, habitados en grande
parte por aquellos descendientes de los dege
nerados Griegos de la edad media.
CAJPADOCIA.
L a Capadocia , del mismo modo que el P o n t o , era parte del imperio de Trebisonda. H o y está como él sepultada en la barbarie; esto es , sin artes ni ciencias, y corno salió de las manos de la naturaleza, á excepción de que en vez de estar cubierta de bosques, se halla por todas partes llena de los escombros y restos de las ciudades que algún tiempo la adornaron. Se nota entre las que exís-
TOMO in» v
¡306 COMPENDIO
ten Cesárea , que era la capital , y aun se
distingue por su comerc io; y Comana, en
donde habia un templo magnifico dedicado á
Beiona. Seis mil personas así del uno como
del otro sexo estaban empleadas en el culto
de esta diosa , y el gran Sacerdote era por
lo común de la familia r e a l , señor de to
dos los países cercanos, y por su dignidad la
segunda persona del estado. Después se se
guía e l gran Sacerdote de Júpiter , que te
nia baxo su dominio seis mil personas, un tér
mino redondo, y una renta proporcionada. N o
se sabe la clase á que pertenecía entre los dos
e l gran Sacerdote de D i a n a , el qual igua
laba en el poder , riquezas y luxo á los pri
meros señores del reyno. E n su templo se
hacian los juramentos, y se ratificaban las obli
gaciones para lograr las seguridades auténti
cas. Estos establecimientos denotan que el
culto de las divinidades se miraba entre los
Capadocios como un punto muy importante,
y á lo que parece debia ser su religión un
compuesto de la de los Griegos y de la de
los Persas, que por mucho tiempo los domi
naron. Es verdad que el esplendor exterior
de las ceremonias no siempre denota Ja re
forma interior, pues al mismo tiempo en que
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 7
existían estos suntuosos establecimientos, es
dec ir , quando los Romanos los conquistaron,
un Capadocia quería decir un hombre sin cos
tumbres ni religión.
E l pais es muy montuoso, y por consi
guiente no puede ser generalmente férti l ; pe
ro no le faltaba lo necesario á la vida. Siem
pre fueron muy estimados los caballos de C a -
padocia, y aun ahora son un ramo muy con
siderable de comercio ; pero no se sabe qué
se han hecho las minas que se hallaban en
este país, así de plata como de alumbre , co
bre y hierro , ni el alabastro, cristal y jaspe
que cambiaban con los pueblos vecinos.
Se cuentan los Reyes de Capadocia des
de Farnaces. Ciro le compuso este pequeño
reyno en agradecimiento de que en la caza
le habia salvado de la furia de un león que
le iba á despedazar. E l poco poder de estos
Monarcas hacia que fácilmente los sujetasen.
Muchas veces miran los mas poderosos la
oposición que se les hace como si fuera un
insulto. Por esto los esfuerzos que hicieron
algunos Reyes de Capadocia por salir de la
opresión se consideraron como sublevaciones,
y fueron castigados como tales. Pérdicas, uno
de los capitanes sucesores de Alexandro, co-
v 2
3 0 8 COMPENDIO
metió la barbaridad de hacer crucificar al R e y
Ariarates segundo y á todos los Principes de
la sangre real que cogió en una batalla , á
excepción de un niño que escapó del estra
g o . Subió este al trono de su padre, y tu
vo por hijo á Ariaramne segundo, cuyo rey-
nado no ha sido famoso por batallas ni con
quistas ; pero le hicieron muy estimable su
amor á la justicia , y otras mil bellas calida
des por las que le querían y respetaban to
dos los Príncipes vecinos como si fuera su
padre. Jamas habia estado tan floreciente la
Capadocia como en tiempo de su administra
ción. L a paz que conservó siempre con los
otros Reyes l levó á sus estados todos los bie
nes que la acompañan.
Después de haber sufrido los Régulos de
Capadocia el y u g o de los Persas, gimieron
baxo del de los Romanos. Ariarates sexto en
vió á Roma una corona de oro por haberle
hecho la república algunos favores, y el se
nado le correspondió con una cadena de mar
fil , que fue el presente mas distinguido que
h i z o , y solo hacia esta expresión con los ami
gos zelosos y constantes. Destreza es digna
de elogios saber dar por medio de Ja opi
nión un precio grande á las cosas pequeñas.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 0 9
Ariarates sexto fue muerto sirviendo á
los Romanos ( 2 8 4 0 ) , y dexó seis hijos baxo
la tutela de su madre Laodicea ; y esta, se
gún iban creciendo, los iba envenenando por
conservarse en su autoridad. Quando se des
cubrió este delito ya no habia quedado mas
que u n o ; pero el pueblo asesinó á la cruel
madrastra. N o tardó mucho Ariarates sépti
mo , que era el único que habia escapado, en
caer en la suerte destinada á esta desgracia
da familia, porque Mitrídates, su suegro, le
envenenó por mano del malvado G o r d i o , á
quien el mismo Mitrídates mató un hijo con
su propia mano. Después de la funesta muerte
de Ariarates octavo quisieron los Romanos dar
á los Capadocios lo que llamaban libertad,
esto e s , un gobierno republicano ; mas ellos
respondieron que no podían pasarse sin R e y .
Extrañó mucho el senado esta proposición;
pero les concedió que ellos mismos le eligie
sen. Tuvieron la prudencia de escogerle á
gusto de los Romanos en Ariobarzanes; y es
te Príncipe los gobernó por largo tiempo pa
cíficamente , traspasando en vida la corona á
su hijo para acabar la suya con tranquilidad.
Si es que le mataron , como dicen algunos
autores, y que su hijo no le vengó , se le
3 I O COMPENDIO
podrá contar en el número de los Prínci
pes que tuvieron motivo de arrepentirse de
la abdicación del cetro en favor de sus su
cesores.
A r q u e l a o , que fue el último R e y de
Capadocia , debió su elevación á la pasmosa
belleza de su madre Glaf ira, que supo agra
dar á Marco Antonio. Era Príncipe de exce
lente carácter, buen p a d r e , buen señor y
buen amigo , dotado de las virtudes civiles
y domésticas. Estas calidades no eran propias
para agradar al Emperador T i b e r i o , así co
mo las de Tiberio desagradaban sin duda á Arquelao. Bien fuese esta la razón, ó por
otros motivos, el R e y de Capadocia manifes
tó alguna indiferencia acerca de este Prínci
pe quando en tiempo de Augusto vivía en
Rodas en una especie de desgracia. Se acor
dó de esto el desterrado quando se vio en
e l trono de los Césares , y llamó á A r q u e
lao á Roma. F u e este allá baxo la palabra
de T iber io , que le prometía buen recibimien
to ; pero el Emperador afectó manifestarle
tantos desprecios, que A r q u e l a o , demasiado
sentido, murió de pesadumbre, aunque otros
dicen que se quitó la vida. Hizo una obra
sobre la agr icul tura , y muerto él quedó la
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 H
Capadocia reducida á provincia romana, go
bernada por los caballeros.
j» É R G A M o.
E l rey no de Pérgamo tomó su nombre
de una ciudad de la provincia de Misia que
fue su capital ( 2 7 1 5 ) . Nunca tuvo límites
fixos. Sus Reyes de una clase muy mediana
llegaron á un poder extraordinario, y fueron
los apoyos principales de los Romanos en Asia.
Después fueron los protegidos de aquellos
mismos á cuyos esfuerzos opresivos habían da
do favor, y por último sus vasallos. H a y una
cosa notable, y hasta ahora particular en e l
reyno de P é r g a m o , y es, que el fundador de
esta monarquía fue un eunuco. Este de G o
bernador de Pérgamo se hizo R e y , para que
no le sacrificase Símaco al odio de Arsinoo
su m u g e r , y le sucedió un hermano suyo
llamado E u m e n e s , de quien heredó e l cetro
su hijo Átalo. Estos dos nombres Eumenes
y Á t a l o fueron casi siempre los nombres de
los Reyes de Pérgamo alternativamente.
Este Átalo es el primero que hizo alian
za con los Romanos. E n su tiempo hallaron
los Decenviros una predicción de las Sibilas,
3 1 a COMPENDIO
en que dec ian, „ que todos los extrangeros que quisiesen atentar contra la libertad de la I tal ia , serian vencidos y arrojados fuera, si se pudiese colocar en Roma la imagen de la gran madre de los dioses del monte I d a , que habia caido de los cielos." Fueron cinco diputados á suplicar á Átalo que les diese aquel paladión que se hallaba en sus estados. E l les envió el objeto de veneración que con tanta ansia buscaban, y no era mas que una piedra informe. Átalo primero fue conquistador y sabio ; pero todos convendrán en que fue un poco cruel con un mal murmurador de Homero llamado Dáíilas, á quien hizo precipitar de un peñasco.
M u c h o debieron los Romanos á Eume-nes segundo, que miraba por sus intereses en lo que 'tenia cerca , como por los suyos propios. Este fue el que les dio aviso de los proyectos que formaba contra ellos Antíoco e l G r a n d e , y así se vieron sus estados expuestos muchas veces á las insurrecciones y hostilidades , sin otra causa que su afecto á la república, y aun su misma capital tuvo que sufrir un sitio que no procedió de otro motivo. N o solamente aventuró Eumenes sus tropas, sino también su persona por los R o -
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 1 3
manos en la batalla de Magnesia , y la v ic
toria se debió principalmente á su valor, bien
que le recompensaron aumentándole su rey-
no con algunas provincias que quitaron á A n
tioco. N o se duda tampoco que por el afec
to de Eumenes á los Romanos suscitó A n í
bal contra él á Prusias , R e y de Bitinia , y
cuentan que este Príncipe ganó en el mar
una completa victoria que debió á la astu
cia de los Cartagineses , quando por consejo
de estos hizo juntar en vasos de barro una
prodigiosa cantidad de serpientes, y de otros
venenosos insectos, de que proveyó muchos
navios. Se acercaron al de Eumenes , y le
introduxéron aquellos enemigos de nueva es
pecie. L a necesidad en que se vieron los de
Pergamo de trabajar por verse libres de sus
mordeduras puso tal desorden en la armada,
que fue derrotada enteramente. Se mezcló el
senado en la diferencia de los dos R e y e s , y
se compusieron entre sí.
Dio Eumenes una grande prueba de su
afición á los Romanos quando fue personal
mente á Roma á descubrirles las intenciones
secretas de Perseo, R e y de Macedonia. Quan
do volvió le tenia Perseo preparados los ase
sinos, que creyeron haberle muerto á pedra-
3 I 4 COMPENDIO
das; pero le libraron algunos criados fieles,
y le hicieron curar. F u e bastante secreta y
larga la cura , y así le tuvieron por muer
to ; por lo que Á t a l o , su hermano , sin ha
cer muchas averiguaciones tomó la corona, y
se casó con Estratónice su muger. V o l v i ó
Eumenes á su casa , y sin duda conocían la
benignidad de su carácter, porque ni el her
mano ni la muger se ocultaron , antes bien
salieron á recibirle. E l los abrazó tiernamen
te , y dixo á Átalo al oído : „Otra vez si
quieres casarte con mi m u g e r , espera por lo
menos á que yo haya muerto."
Era muy creible que la conexión y en
lace entre Eumenes y los Romanos, fundada
en los recíprocos servicios , nunca hubiese
faltado; pero tal vez basta una bagatela pa
ra desavenirse los amigos antiguos. E l C ó n
sul Marcio , por altanería ó por otros moti
vos , no quiso permitir al R e y de Pérgamo
que se acampase con los que le seguían en
los atrincheramientos de los Romanos. Esta
afrenta le hizo retirarse sobre la marcha , y
volverse á llevar las tropas á sus estados.
Perseo se aprovechó de esta ocasión para pe
dir á Eumenes su alianza ; y las razones que
daba el embaxador de Macedonia se reducían
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 3 I $
á decir que nunca puede haber verdadera
amistad entre un R e y y una república. „ L o s
Romanos, decia, son enemigos irreconciliables
de todos los R e y e s ; pero tienen la destreza
de no combatirles sino uno á u n o , valiéndo
se de los tesoros del primero para arruinar
al segundo, y esta será su política hasta que
á todos los haya destruido." C o n esta razón,
y mucho mas con una grande suma de dine
ro que prometió Perseo á Eumenes, le com
pró por lo menos su inacción; pero los R o
manos no perdonaron á su aliado antiguo es
ta especie de deserción. Derrotado Perseo
quiso el R e y de Pérgamo excusarse, y para
esto envió á Roma á su hermano Átalo. Era
tan vivo el resentimiento contra Eumenes,
que le quisieron empeñar en que pidiese la
corona de su hermano , bien que se resistió
generosamente á estas pérfidas intimaciones.
C r e y ó Eumenes que su presencia podría
lograr que mudasen en su favor de opinión.
F u e á Ital ia, y apenas puso en ella el pie
quando le envió el senado á d e c i r , que no
le darian audiencia, y así que se volviese.
Restituyéndose á su reyno muy apesadum
brado, envió todavía á Ariarates, con otro her
mano , procurando apartar el golpe que le
3 I 6 COMPENDIO
amenazaba de parte de sus antiguos amigos;
pero estos se mantuvieron duros. ¿ Quando
conocieron jamas atenciones aquellos republi
canos ? Tuvieron la crueldad de enviar al
Asia dos comisionados, precediendo primero
una pública exhortación á todos los que tu
viesen que dar quejas contra Eumenes , para
que fuesen á representárselas en Sardis, en
donde oyeron con tranquilidad todas las acu
saciones que intentaron contra el R e y de Pér-
gamo. Eumenes sintió vivamente el insulto
de este proceder; pero temiendo excitar una
guerra peligrosa por sí misma, y que su edad
hacia mas temible , envió por tercera vez á
Roma á su hermano Átalo , no pidiendo á
sus inexorables amigos sino que le dexasen
acabar en paz sus dias; y lo consiguió sin
d u d a , porque murió. Tenia un solo hijo de
poca edad, y entre tanto que llegase á la de
poder ocupar el trono, resignó en su hermano
Á t a l o y su muger Estratónice su corona. Es
te presente no tenia ya para el nuevo Prín
cipe la gracia de la novedad. Eumenes fue
e l que estableció la hermosa biblioteca de
Pérgamo , que competia con la de Alexan
dria. V i v i a en buena inteligencia con sus tres
hermanos, de los que se servia sin zelos, y así
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 1 7
habitaban en su corte sin t e m o r ; lo que fue
una fraternidad que tal vez no tuvo otro exem
plar en Asia.
Otra singularidad fue que Átalo segun
do siempre miró la corona como un depó
sito que le habían confiado ( 2 8 4 0 ) . T u v o
una fuerte guerra con Prusias, R e y de B i -
t in ia , y este fue tan afortunado que l l e g ó
á apoderarse de Pérgamo. Es bien admira
ble la conducta de los Romanos en las guer
ras de estos Príncipes del Asia menor. H a
bían llegado á tal crédito que sin exérci-
to propio daban la ley . Enviaban á los ve
cinos de las partes beligerantes embaxado-
res que les mandasen levantar tropas, y que
marchasen contra e l que querían sujetar , y
después de algunos años de guerra que los
arruinaban á todos, iban otros embaxadores á
hacer las paces. Esta conducta fue la que
observaron entre Átalo y Prusias. Este últi
mo fue destronado por su h i j o , favorecién
dole Átalo. E l proyecto de este h i j o , llama
do Nicomedes, se formó en Roma. Es im
posible que no tuviese el senado noticia; pe
ro dexó pelear al padre y al h i jo , y quan-
do Nicomedes dio parte en Roma de que
ocupaba el trono de Bitinia, fueron m u y bien
3 1 8 COMPENDIO
recibidos los embaxadores, sin que se digna
sen de preguntar por su p a d r e , á quien ha
bia quitado la vida. Esta liga con un parri
cida es una fea mancha en la vida de Áta
l o , por mas que Prusias mereciese de algún
modo su desgracia por haber querido matar
á su hijo por puros zelos. Aunque Átalo te
nia dos hijos quiso que la corona de Pérga-
mo recayese en su sobrino, como se lo ha
bía prometido á su hermano. D i o á este Prín
cipe una educación digna de su clase. Este
Átalo mantenía en su corte sabios, y gusta
ba mucho de su conversación.
D e poco sirvió la distinguida educación
de Átalo tercero ( 2 8 6 2 ) contra las malas
qualidades que por naturaleza tenia. Si fue
tirano ó insensato, ó al mismo tiempo las
dos cosas, se juzgará por sus acciones. H i
zo quitar la vida á la mayor parte de sus
parientes ó amigos de su familia; á los unos
como acusados de haber abreviado los días de
su madre Estratónice , siendo así que murió
vieja, y á los otros como culpados en la muer
te de Estratónice su muger , á la que l levó
al sepulcro una enfermedad incurable. A la
muerte de los infelices seguia la de sus mu-
g e r e s , hijos y familia. Para estas execucio-
DE LA HISTORIA U N I V E R S A ! , 3 1 9
nes llamaba Átalo soldados extrangeros, co
mo lo hacen todos los que ordenan cruel
dades, para que no conociendo los verdugos
á las victimas, ninguna escape por conmise
ración.
Después de haber derramado el R e y de
Pérgamo arroyos de sangre cayó en una tris
te melancolía: se estuvo encerrado en su pa
lacio , se vistió de ropas muy gastadas, se
dexó crecer el cabello y la barba , sin cui
dado del menor aseo. L u e g o se reduxo á vi
vir en una h u e r t a , cavando por sí mismo la
tierra , y sembrando toda suerte de yerbas,
muchas de ellas venenosas. Siendo cruel has
ta en sus diversiones, exprimia el suco de es
tas plantas venenosas en los bálsamos que re
galaba á las personas de quienes tenia sos
pecha. Viéndose aislado en su palacio, y que
huian de él sus parientes, amigos y cortesa
nos temerosos de sus furores, le vino el pen
samiento de exercer e l oficio de fundidor;
pero fue tanto lo que se fatigó en fundir
una estatua de su madre, en un dia de grandí
simo c a l o r , q u e sobreviniéndole una calentura
le quitó la vida. A este R e y se le debe co
locar entre los que escribieron de agricultu
ra. Entendía perfectamente la medicina, y era
3 2 0 COMPENDIO
m u y versado en el conocimiento de los sim
ples. E l gusto de las ciencias parece haber
sido hereditario en los Reyes de Pérgamo.
L a última locura de Átalo fue su testa
mento , en el que puso esta cláusula: Sea el pueblo romano el heredero de mis bienes. Aris-
tónico , hijo bastardo de E u m e n e s , á quien
según la costumbre de Asia debia pertene
cer el reyno á falta de legítimo heredero,
decia que la palabra bienes solamente sig
nificaba los muebles del difunto , pero no el
r e y n o ; mas el senado quiso que se entendie
se uno y otro. Favorecían los de Pérgamo
á Aristónico, porque acostumbrados, dicen los
autores, al gobierno monárquico, temían el
despotismo republicano. Licinio , Craso , y
L u c i o V a l e r i o Silaceo , gran Sacerdote de
M a r t e , se disputaban la ventaja de hacer la
guerra á Aristónico , por las grandes rique
zas que esperaban de la victoria. Craso con
siguió el mando, y contra sus esperanzas le
vencieron y le hicieron prisionero. Para no
sobrevivir á su deshonra provocó con insultos
á uno de los que le guardaban , hasta que
le mató. Perpenna, enviado en su lugar , ha
l l ó á Aristónico muy confiado con la victo
r ia , disfrutando tranquilamente los placeres de
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 32 I
una vida regalad-a, como si ya no tuviera que
temer. L e sorprehendió el General romano, y
después de un desgraciado combate se retiró
Aristónico á una ciudad, cuyos habitadores le
entregaron.
Tenia por consejero ó ministro un filóso
fo llamado Blosio, que tenia amistad particu
lar con Tiberio G r a c o , y aun se cree que
fue quien inspiró á este Romano el deseo
de que se recibiese la ley agraria. M u e r t o
Graco le citaron en justicia, y le pregunta
el Cónsul : 1 Por qué seguiste el partido de
un tribuno sedicioso? E l respondió: Porque me
parecía el partido mas justo. ¿ Q u é motivo te
empeñaba, insistió el juez , en ser su agente?
N o tuve otro , rep l i có , mas que su mérito.
L u e g o si Graco lo hubiera ordenado pondrías
fuego al capitolio. C ó n s u l , replicó el filósofo,
respetad su memoria, porque una empresa tan
extravagante no le podia venir al pensamien
to. N o obstante , si él me lo hubiera man
dado , yo executaria su orden en la persuasión
de que no podia dexar de ser conforme al
bien público. A q u í tenemos un hombre en
tusiasmado , como le piden las facciones. B lo
sio dexó á R o m a , despreciando aquel pueblo
cobarde que habia dexado quitar la vida á su
TOMO I I I . x
3 2 2 COMPENDIO
amigo. Habiendo caido con Aristónico en las
cadenas de Perpenna, exhortó al Príncipe á
preferir una muerte voluntaria á la vergon
zosa esclavitud , y sobre la marcha le dio el
exemplo. Aristónico en no imitarle solo ganó
una ignominia mas, porque le arrastraron al
tr iunfo, y le mataron después en la prisión
por orden del senado.
Los de Pérgamo continuaron por largo
tiempo su defensa contra los Romanos; y Aqui-
l i o , enviado para dar fin á esta guerra , tu
vo precisión de sitiar la mayor parte de las
ciudades sucesivamente. Por estar muchas de
ellas situadas en altos montes, no podian reci
bir el agua sino por aqiieductos; y el Gene
ral romano , en vez de cortarlos, que es un
medio que no excedía al funesto derecho de
Ja g u e r r a , envenenó las fuentes, y de este
modo entró la desolación y la muerte en las
plazas que él sitiaba. N o parece que pudo
Roma ignorar este modo cruel de hacer la
g u e r r a ; pero no le extrañó, supuesto que dio
á este envenenador el reyno para que le go
bernase y le reduxese á provincia.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3*3
T RAC I A.
E n la Tracia estaba Bizancio, actualmen
te Constantinopla, y esto baste para fixar la
posición de este pais. Tomado en general , le
llamaron reyno algunas veces, aunque no era
mas que un conjunto de provincias indepen
dientes unas de otras. Entre estas hubo Prín
cipes que reunieron baxo su cetro á sus v e
cinos , y se ciñeron diadema , pero rara v e z
pasó á sus herederos. Se presume que si es
tos pueblos valientes, sobrios y duros en la
fatiga se hubieran podido concordar en sus con
sejos , habrían llegado á ser la nación mas po
derosa de la tierra. E l interior del pais es frió
y poco fért i l , porque sus montes están cubier
tos de nieve la mayor parte del año ; pero
las provincias marítimas producen toda espe
cie de granos y frutas. E l temperamento en
estas es benigno, y la habitación en ellas tan
agradable como la de qualquiera otro de los
mas bellos paises de Asia. Los Traces anti
guos eran feroces y crueles , y casi siempre
eran ellos los soldados que empleaban los ti
ranos en las execuciones sangrientas. S u re
ligión era la de los G r i e g o s , y sus inciensos
X 2
3 2 4 COMPENDIO
se gastaban con preferencia á honra de Mar
te y de Mercurio , que eran los dioses de los
Valientes y de los ladrones.
Los Traces lloraban quando les nacia al
g ú n hijo , y se alegraban en la muerte de
los parientes: ¡tan mala idea tenian de la vi
da ! En los cantones en donde se estableció
la poligamia se disputaban entre sí las mu-
geres qual habia sido la mas amada, con el
fin de que el pariente mas cercano las sacri
ficase sobre el sepulcro de su esposo. V e n
dían los hijos, y guardaban muy poco á las
hijas, pero eran zelosísimos de sus mugeres.
Para ellos tenia la ociosidad cierto ayre de
dignidad y de grandeza , y ponían su gloria
en vivir de rapiña.
Los nombres solamente de las diversas tri
bus de Traces harian una lista muy grande, y
con dificultad se la podría llenar de hechos que
fuesen importantes. En la historia de los Dolon-
ces se halla un ardid muy diestro para apode
rarse de un trono sin violencia. E l R e y de este
país , situado en el Quersoneso , m u r i ó , y su
hermano fue desde Atenas, en donde vivía, con
intención de sucederle. V i e n d o quando l legó
que los Quersoneses no pensaban en darle la
corona, hizo una vida muy retirada con pre-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 5
texto de llorar la muerte de su hermano. Los
T r a c e s , acompañándole en su aflicción, envia
ron los principales de cada ciudad á cumpli
mentarle en nombre de la nación. E l afligi
do los arrestó á todos, y con estas prendas se
hizo reconocer con [acuidad por Soberano del pais que su hermano habia gobernado.
Los B asios , habitadores del monte H e m o ,
que tenian por capital á Adr ianópol i , y eran
los Traces mas feroces, á pesar de la aspere
za del pais y de su valor , fueron subyugados
por los Romanos. Estos republicanos les de-
xáron sus R e y e s ; pero Pisón, Gobernador de
Macedonia, ofendido á lo que parece de uno
de e l los , le sorprehendió por traición, y man
dó cortarle la cabeza en públ ico: la nación
irritada sacudió el yugo de los Romanos. U n
sacerdote de B a c o , llamado V o l o g e s e s , se hi
zo un partido poderoso con pretexto de reli
gión , y dio bien que hacer á los Romanos,
que no querían otra superstición mas que la
de la libertad.
Pondré aquí un axioma de un Monarca
de Tracia. Decía este que un R e y enamora
do de la paz no se diferenciaba de un pala
frenero , y no obstante murió á los ochenta y
dos años, habiendo hecho la guerra toda su
326 COMPENDIO
vida. A la verdad con mas razón se podrá
decir que mas vale un buen palafrenero que
semejante R e y . Se saben los nombres y la si
tuación de los diez y ocho aduares tracios , los
nombres y la sucesión de una docena de Reyes ,
ó por mejor decir , capitanes de salteadores , y
como á tales los trataban los Romanos. Estos los
ponian en el trono, los hacian dexarle , los en
viaban á destierro, y los destinaban á la pri
sión ó al cadalso; pero no despreciaban sus te
soros; antes muchas veces fueron presa de sus
codiciosos Generales. Este pais, tan erizado de
ignorancia , p r o d u x o , no obstante , al filósofo
Demócrito y al historiador Tucídides.
E P 1 R O.
E l E p i r o , pais desigual hasta en sus gar
gantas y en las cumbres de sus montes, te
nia grande multitud de ciudades, y en mu
chas de estas bien conocidas bañaba el mar las
murallas. Todas contenían habitadores guerre
ros ; pero no se nombra cosa particular en
sus producciones sino los perros de los Mo-
losos , animales fuertes y reñidores. También
se estimaban mucho los caballos del Epiro. Es
te reyno se formó con la reunión de diez pue-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 7
blos diferentes , y se cuentan como mas anti
guos los Se l l i s , que eran los que servian en
el templo de D o d o n a , dedicado á Júpiter P e -
lasgo. Homero los llama sacerdotes.
Ce lebró este poeta las hazañas de Pirro,
aunque tal vez no fue el primer R e y de aquel
pais; pero el reynado de los otros está cubier
to de mucha obscuridad. Era Pirro hijo de
A q u i l e s , y vengó la muerte de su padre que
perdió la vida en el sitio de Troya. Después
de haber sacrificado á Priamo al pie de los al
tares, precipitó de lo alto de una torre á A s -
tianacte , hijo de H é c t o r , haciendo su concu
bina á Andrómaca su madre, y degolló sobre
el sepulcro de Aquiles á Pol ixéna, hija del
desgraciado Priamo. Después del sitio de T r o
y a conquistó el E p i r o , capitaneando á los M o
josos, que fueron sus primeros vasallos. A Pir
ro le llamaron también N e o p t o l e m o , que quie
re decir joven guerrero, y conservó este nom
bre en su vejez, hasta que le asesinaron en las
gradas del altar del templo de Delfos quan-
do iba á saquearle, así como él habia quita
do la vida al infeliz Priamo. D e su muerte
nació aquel proverbio: Venganza neoptolcmica. La danza pírrica, muy célebre entre los an
tiguos , por ser de hombres armados, tomó de
3 2 8 COMPENDIO
este R e y el nombre , porque la habia practi
cado al rededor del sepulcro de Aquiles,
Los sucesores de Pirro, que descendían de
é l , son Moloso , Pielo y Almeto : este dexó
un hijo de poca edad, llamado Terimbas. C o n
fiaron los Epírotas su educación y tutela á Sa-
b i l in to , sugeto de alto nacimiento y grande
probidad , que crió á su pupilo en Atenas á
su vista, y procuró que se aplicase al estudio
de las bellas letras, por lo que Terimbas es
tenido por uno de los Príncipes mas sabios de
su t iempo, y fue el que introduxo en Epiro
las artes y las ciencias: por las sabias leyes
que dio le cuentan entre los legisladores. Des
pués de dos Reyes , llamados Alecto y N e o p -
t o l e m o , tuvieron los Epírotas la felicidad de
obedecer á un apasionado por las ciencias, por
que Aribas comunicó este gusto á los hijos de
su hermano , cuya corona tenia en depósito, y
la dio al morir á Alexandro, que era el ma
yor de sus sobrinos. Su sobrina Olimpia fue
la madre de Alexandro el Grande.
Por desgracia le entró á Alexandro de
Epiro el espíritu de emulación respecto de
Alexandro de Macedónia. Eran los dos casi
de una misma edad ; pero al mismo tiempo
que triunfaban las armas del Macedonio en
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 2 9
O r i e n t e , l levó la desgracia á este R e y de
Epiro hacia el Occ idente , habitado de pue
blos belicosos; y así solía decir con despecho,
que su sobrino habia ido á pelear con muge-
res , y él por el contrario siempre habia ha
llado hombres por contrarios. Perdió la vida
en su desgraciada expedición sin dexar hijos,
por lo que le sucedió Eácides, de una rama
colateral, pero que descendía de Pirro. Se por
tó mal Eácides con sus pueblos , y así le der
ribaron del trono, y dieron la corona á su
hermano Alecto. N o debió gobernarse mejor
que el desterrado , pues sus vasallos le- qui
taron la vida con dos hijos suyos.
Quando se sublevaron los Epírotas contra
Eácides y le arrojaron del trono , en poco es
tuvo que también el niño Pirro , que aun es-
ba en la cuna, fuese víctima de su furor; pe
ro le salvaron dos señores principales del pais,
y le llevaron á la corte de Elaucias , R e y de
Iliria , que estaba casado con su tia. A l prin
cipio se negaba á recibir al niño Príncipe , te
miendo suscitarse una guerra de parte de los
enemigos de los Eáeidas; pero los que llevaban
al Príncipe, después de haber empleado las sú
plicas mas eficaces para con el t io , dexáron el
niño á sus p i e s ; y como si ya conociera sus in*
3 3° COMPENDIO
tenciones fue arrastrando, y abrazó las rodillas
del R e y . N o pudo Elaucias resistir á estas ino
centes caricias, por lo que se rindió : juró de
fenderle , aunque fuese con peligro de su vida,
y le entregó á su muger para que le criase co
mo á sus hijos. Unos dicen que quando ya tenia
doce años le l levó él en persona á E p i r o , y
le puso en el t rono; y otros cuentan que le
llamaron sus propios vasallos. A los diez y sie
te años de su edad perdió la corona por una
imprudencia; porque creyendo estar bien ase
gurado pasó á Iliria para asistir á las bodas
de un hijo de Elaucias con quien se habia
cr iado; y durante su ausencia se sublevaron
los vasallos, y dieron la corona á Neopto le-
m o , su tio segundo. Esta desgracia fue ven
tajosa para Pirro , porque le dio ocasión pa
ra irse formando y proporcionando lejos del
trono y de los aduladores que le rodean.
Despojado de sus estados se retiró á casa de
Demetr io Poliorcetes, esposo de su hermana,
y en la escuela de este grande capitán apren
dió el oficio de la guerra : se distinguió en la
batalla de Ipso con un valor poco común, y
tuvo modo de conservar á su cuñado después
de su derrota las ciudades de Grecia que es
te le habia entregado. N o fueron estos los úni-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 3 1
eos servicios, porque concluida la paz entre
Demetrio y T o l o m e o , R e y de E g i p t o , con
sintió Pirro en ir á este pais en rehenes; y
su moderación y destreza en todo género de
exercicios le merecieron la estimación de aque
llos pueblos; y la Reyna Berenice , pren
dada de sus bellas calidades, le dio por es
posa á su hija Berenice, y consiguió que su
esposo Tolomeo diese á su yerno un exérci-
to para reconquistar la corona de Epiro. L a
repartió pues por composición con su tio N e o p -
tolemo; pero el malvado v ie jo , descontento
por no tenerlo todo, quiso darle v e n e n o , y
Pirro , que lo supo á t iempo, libró su trono de
este usurpador , y le ocupó solo. Sus guerras
de Macedonia le dieron una brillante reputa
ción , y con las de Italia colocó su nombre en
los fastos de la gloria al lado de los Romanos.
Esta guerra ( 2 7 1 9 ) se suscitó porque
los habitadores de Taranto , ciudad de Italia,
por la reputación de P i r r o , á quien llamaban
el libertador de la Grecia , enviaron á pedirle
su auxilio contra la opresión de los Romanos.
Pero el verdadero motivo y el objeto del R e y
de Epiro están claramente expresados en su
conversación con su ministro Cíneas. Este no
solo entendía bien la g u e r r a , era al mismo
3 3 a COMPENDIO
tiempo uno de los mas profundos políticos, y
de los mas eloqiientes oradores de su tiem
po. D e este decia Pirro: Los discursos persua
sivos de Cíneas me han conquistado mas ciu
dades que las que yo he podido ganar con
la fuerza de las armas. Solicitado por los T a -
rantinos, aunque en el fondo de su corazón
encantado con la ocasión de medirse con guer
reros dignos de su valor , consultó á Cíneas
sobre los vastos proyectos que le hacia formar
su imaginación exaltada con el deseo de la
gloria , y dixo :
„ Los Tarantinos me llaman, y si yo triun
fo de los Romanos, todo el Occidente va á
sujetarse á mi poder. Ahora pues es cierto que
me es fácil vencerlos, porque la Etruria los
atacará por su lado, y los pueblos que ha
bitan los países mas acá del Tíber están pron
tos á marchar baxo mis órdenes. ¿ Q u é te pa
rece de esta empresa?" Cíneas , en vez de
responderle directamente , le preguntó: „ ¿Des
pués de haber vencido á los Romanos, hacia
dónde volvereis vuestras armas? Vencidos es
tos pasaré á Sicilia , en donde todo se halla
en desorden con la muerte del R e y Agato-
c l e s ; y bien sabes quanto importa la conquis
ta de esta isla." ¿ Y qué haréis , replicó e l
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 333
ministro , dueño ya de Sicilia? „Entonces no
hay cosa mas regular que pasar á la África.
Agatocles con una pequeña armada pudo ven
cer á los Cartagineses, y le faltó poco para
llegar á ser su R e y . Vencidos estos, no se me
m podrán escapar la Macedonia , dominio mió
ant iguo, ni toda la G r e c i a . " „ Y quando to
do lo hayamos conquistado , dixo Cíneas, ¿qué
haremos? ¿ Q u é haremos? V i v i r con descanso,
y no pensar mas que en divertirnos." „ ¡ A h ,
señor, exclamó el sabio ministro! ¿quién os
quita vivir desde hoy con descanso , y gozar
á gusto de las dulzuras de la vida? ¿Para qué
será buscar tan lejos una felicidad que tenéis
ya en la mano , ni comprar tan caro lo que
vos mismo os podéis dar sin trabajo?" N o es
peraba Pirro esta salida, y así se alteró un
p o c o ; pero disfrazándose á sí mismo su ambi
ción, d i x o : , ,Es ya costumbre hereditaria en
mi casa dar auxilio á los infelices: no siem
pre se ha de hacer la guerra por la propia
utilidad.' 5 Y con este pretexto dio las órde
nes para ir á socorrer á los Tarantinos.
Cíneas marchó el primero con una van
guardia de tres mil hombres , y poco faltó
para ver acabada la guerra antes de haberla
empezado, porque ya los Tarantinos estaban
334 COMPENDIO
tratando de paz con los Romanos; pero el mi
nistro de Epiro interrumpió las negociaciones:
hizo que le entregasen la ciudadela; y ponien
do buena guarnición , esperó con tranquilidad
al R e y , el qual l legó muy presto, pero en
estado muy diferente del que se creia. Ade
mas de sus tropas habia recibido otras de los
Príncipes vecinos, y juntamente embarcaciones,
pero con el fin de debilitarlos, de modo que
no le pudiesen hacer daño, y de interesarlos en
e l buen éxito de sus armas; mas le asaltó una
tempestad que dispersó la armada. E l se vio
en grandes pel igros , y quando ya su navio se
iba á pique se arrojó al mar nadando con sus
guardias, y pasó toda la noche luchando con
las olas sublevadas por la mas furiosa tormen
ta. A l fin l l e g ó , aunque algo distante de T a
ranto , adonde fue por t ierra; y sus tropas se
fueron reuniendo sucesivamente.
L e recibieron los Tarantinos con genera
les aclamaciones de gozo. N o pensaron mas
que en divertirse, creyendo que Pirro por sí
solo daría fin á aquella guerra , y que no lle
varía al combate sino sus epírotas; pero la
intención del Monarca era muy diferente. Así
que se vio el mas poderoso de la ciudad man
dó cerrar los lugares de las diversiones y los
Pirro cu I m e n t o !
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Jtt'.ltlts (l .</ ////.<///('.'.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 33 J
jardines públicos, adonde los habitadores iban
á contar las noticias, y arreglar en el paseo
los negocios de estado. Prohibió los convites
y espectáculos por ser tan peligrosos, como
las juntas de los pensadores políticos. Hizo el
R e y que los jóvenes tomasen las armas : los
enseñó á manejarlas: los incorporó en sus tro
pas , y era muy severo en las revistas, é inexo
rable sobre los que se ausentaban ó no c u m
plían exactamente con su obligación. Por es
te rigor dexáron los habitadores la ciudad, y
Pirro los declaró reos de muerte del mismo
modo que á los que no iban á la revista. T e
nia espías que introduciéndose en las concur
rencias le daban cuenta de quanto pasaba ó se
decia , y de este modo quitaba secretamente
los alborotadores, y los enviaba con diferen
tes pretextos á Epiro para que allí los detu
viesen. También se valió de las calumnias con
tra aquellos cuya influencia temia, y contra
los que quería hacer sospechosos al pueblo.
L o mas ordinario y seguro era persuadir al
mismo pueblo , que quanto se hacia para su
jetarle todo se practicaba á instancias y por
consejo de los que él tenia antes por amigos /
lograban su confianza. Este arte pues de enga
ñar al pueblo j y hacerle besar las cadenas que
3 3^ COMPENDIO
le ponen hasta aborrecer á sus protectores y
adorar á sus verdugos: este arte, con todas sus suti lezas, no es tan nuevo como se piensa.
L a guerra de Pirro con los Romanos nos
presenta un carácter nuevo en la historia, y
es haberla hecho con ciertas atenciones hasta
entonces desconocidas. Debemos decir en elo
gio de Pirro , que fue el primero que en sus procederes se valió de las lisonjeras atencio
nes que denotan estimación del mismo enemi
go con quien se pelea ; pero también los R o
manos le imitaron con el mayor cuidado. T e -
nian estos grandes Generales que no eran pre
suntuosos en la victoria, ni abatidos en las
derrotas. Tenían senadores amantes de la pa
t r i a , y exemplos del pueblo en la frugali
dad , desinterés y pureza de costumbres. T a l
v e z pudiera decirse que la guerra de Pirro
fue el mas bello momento de la república.
Empezó por una especie de desafio, y pol
las dos partes se empleó la arrogancia. Escri
bió Pirro al Cónsul Levino : Sé que estáis á
la cabeza de un exérciro destinado para hacer
la guerra á los Tarantínos : despedidle quan-
to antes , y venid á exponerme qué preten
siones son las vuestras: en oyendo yo las ra
zones de ambas partes daré mi sentencia , y
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 337
procuraré que la respeten. Respondió Levino: Sabed, P i r r o , que la república no os llama á ser arbitro, ni os teme por enemigo. ¿ C o a qué derecho seréis j u e z , habiéndola ofendido introduciendo vuestras tropas en Italia sin consentimiento suyo ? N o queremos mas arbitro que Marte , de quien descendemos, y presto se verán los dos exércitos uno á otro. Se admiró el R e y de Epiro de la noble firmeza de los Romanos, y se puede decir que en la primera acción los vencieron los elefantes. Jamas se habían visto estos animales en Italia : los caballos no pudiendo sufrir su olor, y espantados con el ronquido de su trompa y su penetrante g r i t o , se llevaron á los caballeros y dexáron descubiertas las leg iones : Pirro consiguió romperlas ; pero á costa de tantos muertos y heridos, que d i x o : He logrado esta victoria, y estoy perdido. Después de la batalla enterró indistintamente Romanos y Epírotás, y mirando los cadáveres de los primeros observó que ninguno había recibido las heridas por la espalda, que todavia guardaban su lugar en las filas con la espada en la mano, y que aun después de muertos manifestaban en el rostro el ayre del valor , y exclamó : „Si Pirro tuviera á sus órdene9 sol-
TOMO I I I . Y
338 COMPENDIO
dados romanos, ó estos tuvieran á Pirro por
G e n e r a l , podian conquistar el universo."
C o n esta victoria le fue fácil á Pirro ex
tenderse en la provincia de Campania; pero
no formó establecimientos ni volvió á tomar
quarteles de invierno en Tarento. Reflexio
nando allí la valentía y habilidad de los Ro
manos , quedó convencido de que su ruina
era inevitable si no conseguía terminar la
guerra con una paz honorífica; y no es fá
cil expresar su grande satisfacción quando su
po que los Romanos le enviaban una emba-
xada; porque en su concepto venia sin duda
á tratar de composición. ¡ Q u é placer sentía
vienclo á aquellos soberbios republicanos á sus
pies para poder decirles: Yo os doy la paz! E n esta confianza recibió la embaxada con
grandes honores, y se componía esta de tres
hombres del mayor mérito : Cornelio D o l a -
v e l a , famoso por sus victorias: el virtuoso
F a b r i c í o ; y Emil io , de invencible probidad.
C o n impaciencia, mezclada de g o z o , espera
ba Pirro oir la proposición de los embaxa-
dores ; pero se quedó pasmado oyendo que
solamente pedian el cange de los prisioneros
iguales , ó que aceptase el rescate de los que
excedían en número ó en dignidad. Disimuló
l ' u r o l ' o n l ' a l u n n o .
l ,v//r/y//iv,///i/i> /'///;' /,'// ,•/ /<*////•<ix./iT/v/n/Г-
//i ' A / A 7i Vi : ¡y* // 'i 'i Vi', /'i'/'/ V i '< V. / i//.y,'. Vi Vi '// '
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i />•/•//// A / / A .
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 339
el Monarca su sorpresa, y señaló día para
responder.
En este intervalo trató á los embaxado-
res con excesiva cortesía, porque su objeto
era empeñarlos en que procurasen hacer al
senado favorable á sus deseos. Para esto se
dirigió principalmente á F a b r i c i o ; pero e l
Romano se mostró inaccesible á los ofreci
mientos mas atentos. N o pudiendo Pirro ga
narle , quiso ver si tenia tanta intrepidez co
mo virtud. Hizo pues ocultar uno de sus ma
yores elefantes en donde habia de tener la
conferencia con Fabricio. Baxáron el tapiz, y
de repente apareció el elefante levantando la
trompa sobre la cabeza del embaxador, y ar
rojando con ella un grande grito. E l Roma
no intrépido se volvió hacia el Monarca sin
la menor señal de susto , y dixo : E l gran
R e y , que no me ha podido doblar con sus
ofrecimientos, ¿piensa por ventura espantarme
con el grito de una bestia? Admirado el M o '
narca de semejante constancia , le convidó á
la mesa, y durante la comida se movió ques
tion sobre la filosofía de Epicuro , cuyo sis- «
tema debia exaltar Pirro como favorable al
regalo y los placeres. F a b r i c i o , cuya auste
ridad de costumbres no era incompatible con
y 2
3 4 ° COMPENDIO
l a urbanidad, le hizo este delicado elogio: „ ¡ O x a l á que Pirro mientras esté con los Romanos en guerra ponga la felicidad en la indolencia tan alabada de E p i c u r o ! "
L l e g ó el dia de dar respuesta, y el R e y concedió generosamente la libertad de los prisioneros sin rescate. Despidió los embaxado-res con palabras muy honrosas para la república , y determinó que los acompañase C í -neas con el encargo de tratar de paz. Las proposiciones que habia de hacer eran que los Tarentinos fuesen comprehendidos en el tratado: que la república restituyese la libertad y sus privilegios á las ciudades griegas de Ital ia, como también á los Samnitas y otras naciones latinas, ofreciendo Pirro por su parte que con estas condiciones cesaría toda hostilidad , y pasaría é l en persona á Roma a jurar la paz. Cíneas, que habia sido discípulo de Demóstenes, hizo en el senado un discurso digno de su maestro. Y a una parte de los senadores se inclinaba á aceptar las proposiciones ; mas por estar muchos ausentes se dilató la conclusión para el dia siguiente, en el que A p i o Claudio , que por su mucha edad y la falta de vista habia .muchos años que se mantenia encerrado en el seno de su
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 4 1
familia, hizo que le llevasen al senado; y este respetable anciano advirtió con tal eficacia á los senadores quánto habia que temer para la gloria y seguridad de Roma por este tratado vergonzoso, que todos unánimes decretaron en estos términos : „ Se continuará la guerra contra Pirro: se dará orden á sus ern-baxadores que salgan hoy de Roma : se negará al R e y de Epiro la entrada en la ciudad ; y se le dirá á su primer embaxador, que la república no empezará negociación alguna con su amo mientras no salga de Italia."
Cíneas fue muy admirado á dar esta respuesta á su R e y . ¿ , ,Qué te parece ese senado , dixo Pirro ? Y o cre í , le respondió , que estaba en una junta de R e y e s . " F u e preciso pues volver á las armas. Q u e d ó el R e y peligrosamente herido en un combate, en que su valor hizo la suerte indecisa; pero los R o manos ganaron el campo de batalla. Mientras los Cónsules se disponían para empeñarse en otra acción, recibieron una carta de N i c i a s , médico de Pirro , en la que ofrecía el traidor darle veneno, si le prometían una grande recompensa. Horrorizados con propo-
sjdaa ¿m hd/gna, escribieron al'Monarca en
34^ COMPENDIO
estos términos: „ C a y o Fabricio y Quinto Emil i o , C ó n s u l e s , al R e y de E p i r o , salud. Pirro , os han hecho traición. E l mismo, cuya fidelidad debiera ser invencible, ofrece daros v e n e n o : esto os advertimos no por conseguir la amistad, sino porque no se diga que tenemos parte en un delito que nos escandaliza. Poner fin á la guerra con una traición lo miramos como un atentado horrible, y jamas emplearemos para esto otros medios que los que prescriben el honor y la probidad." Tanta generosidad penetró al R e y del mas vivo reconocimiento, y al punto les envió los prisioneros que habia hecho en diferentes ocasiones ; pero los Cónsules juzgaron que no debían recibir presentes por no haber cometido una acción infame, y solo los aceptaron con la condición de enviarle igual número de Epírotas. Las pérdidas del R e y le hacían desear la paz sinceramente, y así envió á C í -neas á Roma por ver si podia doblar la tenacidad del senado ; pero le halló constante é inmoble en la resolución de no oir á Pirro hasta verle fuera de Italia.
Por fortuna proporcionaron los Siracusa-nos á este Príncipe el pretexto para salir, porque le llamaron en su auxilio contra los
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 343
Cartagineses. A l principio tuvo buen éxito,
después le abandonaron los S i c i l i a n o s y por
grande felicidad suya , estrechado por los C a r
tagineses , logró para abandonar la Sicilia el
mismo pretexto que habia tenido para dexar
la I t a l i a ; y fue que los Tarentinos, amena
zados por los Romanos, volvieron á llamarle.
Todavia midió otra vez sus armas con ellos;
pero con fuerzas desiguales, porque ya los
Romanos se habían aguerrido contra los ele
fantes , y no los temían, antes bien en la ú l
tima batalla sacaron grande partido de estos
animales. Hirieron á un elefante nuevecito,
los gritos de su trompa llegaron hasta su ma
dre , y esta saliendo de las filas corria por
entre los soldados derribando quanto encon
traba al paso, y así causó una confusión hor
rible en el exército de los Epírotas. V o l v i ó
Pirro á Tarento , y procuró que creyesen que
habia enviado tropas, y que estaba resuelto
á seguir la guerra con mayor actividad; mas
á la verdad solo pensaba en retirarse , bien
que sin dexar la intención de volver. D e x ó
pues una buena guarnición en la ciudadela,
y orden al Gobernador de defenderse bien
en caso de ataque, y para empeñarle le en
vió un recuerdo terrible: este era una silla"
344 COMPENDIO
cubierta con la piel de Nicias su pérfido mé
dico ; pero con otros proyectos se olvidó de
T a r e n t o , y se apoderaron los Romanos de
esta ciudad. Pirro pasaba con facilidad de un
proyecto á otro : de la Italia fue contra la
Macedonia , y allí venció á los G a u l a s , y
levantó un trofeo con esta inscripción: El Rey de los Molosos Pirro sacrifica d Minerva "las armas de los intrépidos Gaulas que él venció. C o n este suceso ya imaginó la po
sibilidad de hacerse dueño de la Grecia. C r e
y ó que debia empezar por Esparta; pero le
salió mal esta empresa, y , según su costum
bre , fingió que abandonaba el sitio de L a -
cedemonia no porque le fuese preciso, sino
porque le llamaban en su auxilio los ciuda
danos de Argos contra dos tiranos que se dis
putaban la soberanía. A q u í le estaba espe
rando la muerte sin haber disfrutado el re
poso que Cíneas le habia aconsejado, y pereció
porque entendieron mal una orden suya. Se
había entrado con imprudencia en la ciudad,
y perseguido de calle en cal le , envió á decir
á su hijo, que mandaba el exército, que no le
enviase socorro ; pero que tuviese la puerta
libre. E l mensagero no se supo explicar, y
pidió por el contrario un refuerzo. Esta nue-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 345
va tropa se halló enfrente de la del R e y que
llegaba á la p u e r t a , allí se estorbaron unos
á otros, y mientras Pirro gr i taba, y se in
quietaba por hacer que retrocediesen los que
entraban, se le cayó el capacete á tiempo
que una muger arrojó desde el tejado una
teja sobre la cabeza de Pirro, y le mató.
Si el voto del enemigo, y enemigo ilus
trado, acredita el mérito de un hombre, nin
guno tuvo mas talentos militares que Pirro,
porque los mismos Romanos le reconocían por
maestro, sobre todo en el arte de acampar
se. Pirro y A n i b a l , dice Cicerón , vinieron
con mano armada á disputar á los Romanos
la soberanía de la Italia. También se habla
con elogio de la probidad del primero, y del
segundo con execración por su horrible cruel
dad. Tenia no obstante Pirro algunos defec
tos ; porque le devoraba la ambición, y la
inconstancia podia mucho sobre su espíritu.
N o pretendía subyugar los pueblos por los
jicos despojos, ni por aumentar su tesoro: su
único modelo era el grande Alexandro, y se
había propuesto borrar la fama de sus pren
das ó acercarse á ellas. M u c h o daño le hizo
su excesiva inconstancia, como se ha visto en
algunos rasgos de la historia de su vida , pues
346 COMPENDIO
no bien habia medido sus fuerzas con un
enemigo, quando le abandonaba prontamente
para pelear con otro, y antes de concluir la
expedición se cansaba, é iba á otros reynos
para empezar otras nuevas. Quando sujetaba
un pais , por mas gastos que le hubiese cos
tado la conquista, sacaba de él muy presto
sus tropas; por lo que le comparaba Ant í -
gono con un jugador afortunado que gasta sin
reparo todo quanto gana. También le culpan
de una ciega temeridad , porque se exponia
en el combate como el último soldado, y no
es este el valor conveniente á un General ,
pues solamente debe cuidar de la seguridad
y conservación de su exército.
A q u í tenemos el retrato de Pirro dibu-
xado por la mano de un maestro : solo aña
diremos un rasgo que no desgracie la pintu
ra. M u r i ó uno de sus cortesanos llamado Ero-
p o , cuyo zelo tenia muy experimentado, y
quando el R e y supo su muerte derramó lá
grimas , y dixo en la amargura del senti
miento : „ N 0 me entristece su muerte : al fin
habia de pagar como todos el tributo á la
naturaleza : lo que me aflige es el haberle
despreciado, por decirlo así , y no haber re
compensado 'á tiempo los servicios que me ha
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 347
hecho, dexando escapar las ocasiones de ma
nifestarle lo que mi corazón sentía en favor
s u y o . " Nada se dice de sus virtudes domés
ticas ; pero tan buen amigo no podía menos
de ser buen esposo y buen padre: piense ca
da uno si un guerrero tan grande podría ser
para sus pueblos un R e y excelente.
También su hijo Alexandro era aficiona
do á la g u e r r a ; pero tuvo la prudencia de
contenerse para gozar , después de muchas
conquistas, del reposo que su padre no quiso
conocer ( 2 7 2 7 ) . Tres sucesores suyos no h i
cieron mas que ocupar sucesivamente el tro
no hasta Deidamia, que murió doncella, y de-
xó á sus vasallos en el testamento el dere
cho de escoger el gobierno que tuviesen por
conveniente. Estos se hicieron república; pe
ro el gobierno republicano fomentó, introdu-
x o , y mantuvo entre los Epírotas las turba
ciones que les conduxéron á ser provincia
romana. Notable era una costumbre que t e
nían en tiempo de sus R e y e s : todos los años
en una junta general se hacían mutua pro
mesa el R e y y el p u e b l o , el uno de respetar
las l e y e s , y reynar según ellas : y el otro de
obedecerle , si él fuese fiel á su palabra. A u n
que esto se quedase en ceremonia , se podia
34§ COMPENDIO
emplear útilmente para que no se olvidasen
los pueblos y los Reyes de sus obligacio
nes recíprocas.
S I T I N I A.
L a Bitinia está enfrente de Constanti-
nopla , y empieza en Calcedonia , ciudad de los ciegos, así llamada por haberla colocado
sus fundadores en Asia , y en terreno ingra.-
t o , con situación desagradable , en lugar de
edificarla en el extremo de E u r o p a , en don
de hoy está Constantinopla , enriquecida con
todas las ventajas que faltan á Calcedonia.
Este reyno es un pais fértil, cubierto de opu
lentas ciudades, entre las que hoy se distin
g u e Bursa, que fue la corte de los Empe
radores Otomanos antes de establecerla en
Constantinopla. Penderachi de los Griegos,
llamada por los Turcos Eregr i , en el Ponto
E u x i n o , todavia presenta una ciudad á la que
no falta gente y comercio; pero es muy di
ferente de la famosa Herac lea , cuyas ruinas
la sirven de cimiento.
Heraclea , fundada por los Beocios , era
de un poder marítimo formidable, y cuya
alianza se disputaban igualmente los Reyes
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 349
y las repúblicas de G r e c i a ; porque enviaba
sus armadas adonde quería que se inclinase
la victoria. Se habla de un navio que salió
de sus puertos con ochocientos remeros en
cada banda, y mil doscientos soldados, que son
muy pocos en comparación de los remeros;
pero dexemos á los marinos que conjeturen
lo que podia ser esta máquina. E l gobierno
de esta ciudad era aristocrático ó de los no
bles ; pero el pueblo los echó fuera; y bien
fuese casualidad, ó que creyesen en Heraclea,
que cometido este exceso contra la nobleza,
solo pudiesen defenderse de su furor por al
guno de este orden , llamó el pueblo á su
ciudad á un noble llamado C l e a r c o , á quien
antes habia detestado y desterrado por sus
malas calidades. Revestido del poder supre
mo trató como á nobles á todos los ricos, des
terró ó quitó la vida á la mayor parte de
ellos apoderándose de sus bienes. Las poten
cias vecinas, reclamadas por los infelices pros
criptos, se armaron contra él. Para defender
se obligó á las hijas y mugeres de los fugi
tivos á casarse con los esclavos, y estos h e
chos propietarios de las esposas y los bienes,
llegaron á ser los seguros defensores del ti
rano , porque en toda revolución no hay de-
3 $ O COMPENDIO
fensa porfiada y tenaz sin propiedad usurpa
da. A todos los nobles que caian en sus ma
nos les quitaban la vida con los mas crueles
tormentos. E l pueblo por su parte entró en
la misma crueldad, porque presentaba con su
mano la cicuta á los pasageros que encontra
ba para que la bebiesen, y ya ninguno se
atrevía á salir sin llevar el contraveneno. Es
preciso admirarse con la noticia de que este
monstruo reynó doce años, hasta que dos jó
venes determinados le mataron sentado en su
tribunal.
N o se sabe como pudo suceder que el so
berano poder quedase en manos de su hermano
Sát iro, que le igualó en crueldad; y es cosa
no menos notable que hiciese este de dos sobri
nos suyos Timoteo y Dionisio, hijos de Clear-
c o , dos Príncipes famosos por su justicia, mo
deración , y otras muchas calidades estimables.
E l primero reynó quince años sin título de
R e y : el segundo le tomó, y cumplió sus obli
gaciones. Se dice que Dionisio era excesiva
mente r e p l e t o , por lo que le sobrevenía al
gunas veces un letargo de que no podia des
pertar hasta que le clavaban en la carne unas
agujas largas hechas á propósito ; pero este
remedio, indicado de los médicos para hom-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 3 $ I
bres cargados de excesiva gordura , no pro
longó los dias de Dionisio mas que hasta
los cincuenta años. L a mala sangre de Clear-
c o , que se quedó suspensa en sus venas, vo l
vió á circular en las de sus dos hijos, que die
ron la muerte á su madre; pero Lisímaco, su
padrastro, limpió de estos monstruos la tier
r a , y se hizo señor de Heraclea; y sus habi
tadores, después de suplicarle con la mayor
tranquilidad que dexase la corona, viendo que
no pensaba en esto , se la quitaron: le pusie
ron en la cárce l , y arruinaron su ciudadela.
Recurrieron á Seleuco para librarse del resen
timiento de Lisímaco; y no admitidos de este
Príncipe, se valieron de Mitrídates, y al mis
mo tiempo de los Romanos para mayor se
guridad. Con motivo de la guerra que se l e
vantó entre el R e y del Ponto y la repúbli
ca , les fue preciso elegir. L a armada de M i
trídates, llevada por Arquelao al puerto de
los Heracleos, f\.~ ra que los determinó. C o n
el exemplo del aliado , á quien habian dado
la preferencia , quitaron la vida á todos los
Romanos que hallaron dentro de sus murallas.
T r i a r i o , teniente de C o t a , castigó esta hor
rible perfidia de Heraclea, arruinándola hasta
los, cimientos. Reprehendió el senado este ex-
3 5 2 COMPENDIO
ceso de venganza, diciendo á Cota : La or
den que llevabas era tomar á Heraclea, y no
arruinarla. Enviaron allá una colonia roma
na ; mas apenas empezaba á florecer, quando
un R e y de G a l a c i a , sostenido por Marco An
tonio, la destruyó de nuevo. Octaviano l levó
en triunfo al que la destruyó, y le quitó la
vida ; mas con todo esto no perdió Heraclea
todo su esplendor, y se quedó con el de
una ciudad mediana baxo e l dominio de los
Romanos.
Los R e y e s ( 2 7 1 8 ) que señalan de Bi-
tinia, sujetos á los Medos y Persas, duran
desde N i ñ o hasta Alexandro. Baso venció á
C a l e n t ó , General del conquistador imieedonio,
y permaneció en el trono cincuenta años, has
ta que le dexó á su hijo Cipoctes. Dicen que
murió de alegría por haber ganado una ba
talla , pero tenia a tenta y seis años. D e
tres hermanos que tenia su hijo Nicomedes se
deshizo de los dos, y el tercero, llamado C i
poctes como su padre , se acantonó sobre la
costa , y consiguió del R e y de Siria que le
apoyase. Nicomedes llamó con el mismo fin
á los G a u l a s , y les abrió el Asia. Con el
auxilio de estos quitó el trono á su hermano,
pero le ocuparon los Gaulas en su lugar , y
D E 1 A HISTORIA U N I V E R S A ! . 3 5 3
á este pequeño reyno le llamaron Galacia ó Galogrecia.
Algunas veces fueron los Gálatas unos
vecinos molestos para los R e y e s de Bitinia,
y se hicieron sospechosos á Z e l a , nieto de
su introductor en Asia. Juntó sus xefes con
pretexto de un convite ; y quando Z e l a los de
bía matar á todos, ellos le quitaron la vida
antes del festin. Su hijo Prusias le v e n g ó
cruelmente desolando la Galacia , sin perdonar
á edad ni á sexo. Este i - rec ipe es particular
mente conocido por sus baxezas para con los
Romanos; y por haber consentido en entre
gar Aníbal á estos se ve su nombre manchado
con un oprobrio eterno, y de esta misma i g
nominia participan los Romanos por haberle
pedido el Cartaginés, que con una muerte
voluntaria salió de su persecución.
Después de la derrota de Perseo enviaron los estados de Grecia embaxadores á R o
ma para felicitar á la repúbl ica; y Prusias fue
allá en persona. Si no lo afirmaran todos los
historiadores, con dificultad se podia creer has
ta qué exceso de adulación se abatió. Se hi
zo cortar el cabello , se puso gorro de l i
berto , y con este equipage se presentó en
la plaza pública , y dixo al Pretor que allí
TOMO I I I . z
354 COMPENDIO
se h a l l a b a : „ A q u í me veis en trage de l i
berto , porque solo me puedo considerar co
mo uno de vuestros esclavos , á quien por
bondad excesiva habéis dado la libertad." A l
entrar en el senado se postró , besó el um
bral de la p u e r t a , y llamó á los senadores
sus dioses salvadores. Por ú l t i m o , el R e y de
Bitinia se envileció tanto , que á pesar de la
estimación que se hace de las adulaciones, jus
tamente reprehendida en las juntas, parece que
se avergonzó el senado de sus lisonjas: pues
T i t o L i v i o , tan cuidadoso de recoger quanto
puede hacer honor á los Romanos, calló parte
de ellas. Grande servicio hace á la memoria de
Prusias el que dice que algunas veces perdía e l
juicio. Era muy f e o ; y creyendo que disfraza
ba su fealdad , se vestía algunas veces de mu-
g e r , siendo este el mejor medio de hacer re
saltar su deformidad. Nada ha perdido la
ciencia, la filosofía ni las letras, porque se
mejante hombre no las c u l t i v ó , y aun las
despreció. L e sucedió Nicomedes I I , hi
jo digno de tal padre, pues regó las gra
das de su trono con la sangre de sus her
manos. Algunos dicen que subió pisando el
cadáver de su p a d r e , á quien habia hecho
asesinar ; y si esto es a s í , merece notarse
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 355
que su hijo Nicomedes I I I desempeñó la
misma obligación. Las conexiones íntimas de
Nicomedes I V con Jul io César obscure
cen e l lustre de su reputación, como si los
Nicomedes de Bitinia no pudiesen estar sin
algunos vicios aborrecibles y vergonzosos. E s
ta familia acabó en el quarto N i c o m e d e s , con
el que tuvo fin e l reyno de Bi t in ia , y se
incorporó en la república romana.
LA CÓLQUIDE.
L a Cólquide , llamada Mingrel ia , fue
poblada desde el tiempo de Sesostris por una
colonia egipcia : á lo menos se supone así,
porque los Colquidianos se parecían á los Egip
cios en el cabello negro y crespo , en e l len-
guage y en la circuncisión. Pero hay apa
riencias de que esta colonia hal ló ya otros
habitadores, que se dice haber venido de la
Armenia. D e la Cólquide traxéron los fay-
sanes, llamados así de una pequeña isla en
e l F a s i s , en donde habia muchos de ellos.
Algunos de sus rios llevaban pajitas de
oro , las que se detenían en la lana de los
vellones que los habitadores colocaban en e l
fondo del a g u a , y de aquí nació la historia
z 2
3 5 6 COMPENDIO
d e l V e l l o c i n o de o r o ; porque las naciones co
merciantes iban á traficar para sacar sus teso
ros : se habla de la expedición de los Argo
nautas mercaderes ó corsarios, y tal vez uno
y otro. Jason, capitán de la n a v e , agradó
á la hija del R e y : esta le allanó las dificul
tades del robo ó del comercio, y se escapó
con é l : esto es lo mas verdadero que se halla
en la historia de aquel famoso viage. En los
tiempos mas modernos fue Dioscoria una fa
mosa ciudad por su comercio y opulencia: á
e l la abordaban los mercaderes de todas partes
en grande número. Plinio dice afirmativamente,
y en tono de hombre que quiere ser creído,
que se hablaban en esta ciudad trescientas le
guas diferentes, y que los mercaderes de R o
ma , que traficaban en C ó l q u i d e , necesitaban
tener ciento treinta intérpretes en Dioscoria.
Mitrídates tuvo un hijo R e y de C ó l q u i d e , y
P o m p e y o l levó á otro atado al carro de su
triunfo. También se halla en tiempo de Tra-
jano un R e y de Cólquide. Después la admi
nistraron los Pretores de la Bitinia y del Pon
t o , pero sin incorporarla á sus provincias.
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 3 5 7
IBERIA.
L a Iberia es aquella parte de la Georg ia
que los Persas, á quienes hoy pertenece, lla
man Gurgistan. Está tan pobre de rios como
abundante la Cólquide. A u n se saben y per
manecen los nombres de muchas tribus de los
antiguos habitadores. Es difícil creer que la
España, llamada Iberia por los antiguos, t u
viese este nombre por esta Iberia asiática, ni
que los Argonautas transportasen los Iberios
suficientes para poblar este grande pais de E u
ropa. L o que se dice de sus antiguos habita
dores nos indica una nación estimable, pues se
dividían en qnatro clases, la nobleza, los sa
cerdotes, los soldados y los labradores. D e la
primera clase se tomaba el R e y , y siempre era
el pariente mas antiguo del difunto. L a edad
influía también para colocar por presidente d e
la justicia ó comandante del exército a lgún
Príncipe de la sangre real. Los sacerdotes, ade
mas del exercicio de su ministerio, eran igual
mente jueces. Por labradores se contaban los
que entendían la agricultura : los empleados
e» las ciudades en la industria, y los que v i
vían en las montañas, algo rústicos y groseros.
35 8 COMPENDIO
Formaba esta nación como dos pueblos , una
parte era semejante en la rudeza á los Esci
tas y á los Sármatas; y los que habitaban las
llanuras podían compararse por la nobleza de
sus modales á los Medos ó á los Armenios.
U n o de sus R e y e s , llamado Artaces, hizo fren
te á P o m p e y o ; pero e l valor mal arreglado
cedió al gobernado con buena disciplina. Sin
e m b a r g o , los Iberios , aunque derrotados, no
quisieron rendirse, y retirándose á un bosque,
penetraban á los Romanos con sus flechas des
de las copas de los árboles, hasta que ponién
dolos fuego perecieron todos abrasados. Por
mucho tiempo tuvieron los Emperadores á la
Iberia como una muralla contra la invasión de
los bárbaros, y por esto sostuvieron por mu
cho tiempo R e y e s en esta provincia como mas
interesados que las pequeñas confederaciones
en no permitir la disminución de sus estados.
Todavía se saben los nombres de muchos de
sus Príncipes hasta el rey nado de Vespasiano,
pero se ignoran sus acciones.
ALBANIA.
Los Persas, señores de la Albania, la lla
man la provincia de Esquirvan: es muy fértil,
li
t'
BE LA HISTORIA UNIVERSAL. 359
y produce excelente vino. Sus pueblos vivieron
por mucho tiempo en la simplicidad, que aun
h o y se alaba; pero se acercaba á la estupidez,
pues no sabían contar mas que hasta ciento, y
no conocían pesos ni medidas. También se di
ce que entre ellos era prenda de las m u g e -
res el v a l o r , porque descendían de las A m a
zonas ; ¿ pero acaso la sangre de aquellas
guerreras no corría también por las venas de
los hombres ? Se puede atribuir á la salu
bridad de los ayres la flor de salud que bri
lla en el rostro de las Albanesas. E n este pais
eran muy respetados los ancianos; y dicen au
tores antiguos que se hablaban en él veinte
y seis leguas correspondientes al número de
las pequeñas soberanías, y que un Príncipe
las juntó , y formó un reyno : con este mo
tivo desapareció tanta diversidad de lenguas.
U n Soberano de este pais, llamado Oroeses, re
sistió también á P o m p e y o , mandando el exér-
cito un hermano suyo llamado C o s i s , al que
no pudo vencer el General romano hasta que
le armó una estratagema; y aun sorprehendi-
d o , no cedió la victoria hasta perder la vida,
quitándosela Pompeyo en un combate cuerpo
á cuerpo en el centro de la pelea. Los R e
yes de Albania fueron mas ó menos bien tra-
3 6 0 COMPENDIO
tados por los Emperadores de Oriente , según
las circunstancias; y esto es lo que se sabe
por noticias bien imperfectas, aunque por ellas
se percibe que la Albania tuvo R e y e s hasta
Justiniano segundo.
Los tres reynos de C ó l q u i d e , Iberia y
Albania forman hoy la parte mas considera
ble de la G e o r g i a , y algunos viageros mo
dernos los describen de modo que encantan al
lector , por su pureza de ayres , excelentes fru
tos , deliciosos vinos, y graciosos rostros: las
Georgianas , dice C h a r d i , son altas, despeja
das , no muy gruesas, y muy delicadas de cin
tura. Tournefort dice: A mí no me admiraron
las mugeres de G e o r g i a , como que yo espe
raba ver perfectas hermosuras. A la verdad
no son desagradables, y comparadas con las
Curdes pueden pasar por bellezas. Y a se ve
aquí un elogio bien d é b i l ; y solo se pueden
concordar estos dos observadores diciendo que
en G e o r g i a , como en todas partes, hay her
mosas, medianas y feas.
BOSFORO.
N o se puede indicar mejor quales eran
los estados de los Príncipes del Bosforo que
B E 1 A H I S T O R I A U N I V E R S A ! . 3 6 1
diciendo : la Crimea era el centro; y partien
do desde esta península, y alargándose por sus
cercanías, por unas partes comprehende la la
guna M e ó t i d e s , y por otras no. D e este mo
do se explica que no faltaron á la verdad los
autores quando dixéron unos que el reyno
del Bosforo estaba cubierto de bosques con
eterna niebla , que no permitía entrar los ra
yos benéficos del s o l ; y otros que era fértil,
agradable , con llanuras deliciosas entre las
montañas bien pobladas de árboles. L a misma
diversidad se halla en las costumbres de sus
habitadores: aquí son tratables, allí agrestes,
y en las relaciones de su comercio, floreciente
en una parte , y ninguno en otra , ó en la
pintura topográfica del p a i s , y a adornado de
populosas ciudades, ó ya habitado con chozas
esparcidas, y casi sin dueños. Por ú l t imo, en
los fragmentos de la historia de sus R e y e s , unos
débiles, otros poderosos, unos conquistadores,
y otros conquistados. Parece que es la suerte
de este pais la perpetua mutación , pasando
sucesivamente de sus R e y e s á los Romanos, de
estos á los Traces, Escitas y Sármatas, después
á los Genoveses en el tiempo de las Cruzadas;
de Jos Genoveses á los Tártaros; de estos á
Jos Turcos, y de ¡os Turcos á los Rusos.
362 COMPENDIO
E n los tiempos m u y antiguos hubo en el
Bosforo R e y e s que tenían íntimas conexiones
con los Atenienses; y e l lazo principal de su
amistad era el comercio. E l que habían esta
blecido en e l Bosforo les era tan lucrativo
que consagraron su memoria con monumentos
religiosos. D o s de los Reyes del Bosforo rega
laban á Demóstenes todos los años mil medi
das de trigo ; y los Atenienses creían sin du
d a , quando el orador favorecía en sus aren
gas el comercio del Bosforo , que solo por
interés hablaba á sus conciudadanos. D e este
modo se conducen las repúblicas. Por entre
las lagunas ó vacíos de la historia de los R e
yes del Bosforo se leen guerras sangrientas,
ruinas de los pueblos , intrigas de corte , ase
sinatos y muertes de familias enteras, y tal
v e z se ven algunos Príncipes de buen natu
ral , ó que después de haber sido malos fue
ron buenos, como E u m e l e s , que hizo inhuma
namente degollar á dos hermanos suyos suble
vados y á sus hijos y amigos: quiso el pue
blo , irritado con esta barbaridad, echarle del
t rono; pero é l le apaciguó descargándole de
todos los impuestos, prometiendo gobernar con
moderación y justicia, y cumplió su palabra:
de m o d o , que dicen que no hubo reynado
DE L A HISTORIA UNIVERSAL. 363
semejante en el Bosforo. L a historia de sus
Príncipes se pierde en las turbaciones del im
perio romano quando cayó la república: por
que cada partido tuvo alternativamente en su
exército Reyes del Bosforo , con sus tropas,
muy estimadas por su v a l o r , y aun muchas
veces tuvieron comandantes principales. Se ha
bla de un tal Asandro, que ocupaba una de las
primeras plazas en el exército de Augusto ; y ha
biéndole hecho un agravio el Emperador, m u
rió de pena; bien que tenia noventa y tres años.
LA MEDIA ATROPÁRTELA.
D e esta Media se hace mención mas co
mo de una cosa singular que como de un rey-
no. Esta era una desmembración de la gran
de Media que resistió á los esfuerzos de A l e -
xandro, y se quedó libre , baxo un G o b e r
nador llamado Atroparte , por lo que tuvo e l
nombre de Atropartena. Se sostuvo contra los
sucesores de A l e x a n d r o , siendo Gaza su ca
pital. Esta provincia ó pequeño reyno tenia
fuerzas por mar y por t ierra, y los R e y e s
vecinos no miraron su posición como indiferen
te. Los Partos fueron los que por mas tiem
p o la gozaron. Sus R e y e s daban la corona á
Jos hermanos menores.
3^4 COMPENDIO
S AC T R I A.
L a Bactria ó Bactriana , hoy el Corasan,
pretende haber dado al mundo moral el fa
moso Zoroastro; pero seria cosa singular que
un legislador tan humano hubiese nacido en
un pais en donde las doncellas y mugeres no
conocían la castidad, y se mantenían perros
llamados Sepulcrales, destinados á devorar á
los que vivían demasiado t iempo; pero tal vez
el vicio y horror de estas costumbres pudo
sublevar contra ellas el alma sensible de Z o
roastro, y enamorarle de la virtud con el mis
mo contraste, pues algunas veces del exceso
del mal suele nacer el bien. En la física de
la Bactriana se tocan los extremos, como se
supone que se tocaron en la moral , de unas
regiones regadas por el rio O x o , admirables
por su fertilidad y producciones, en las que
la vista se recrea sin cesar en los esmaltados
prados, donde retozan numerosos rebaños: si
se va entrando hacia el mediodía, se cae en
unos desiertos en donde solo de noche se pue
de viajar, siguiendo la dirección de las estre
llas , y á riesgo de verse sepultado baxo mon
tañas de arena.
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 365
Los Bactrianos fueron siempre muy be
licosos , y sus R e y e s hicieron uso favorable
de las inclinaciones guerreras de los pueblos.
E l primero después de Alexandro es T e o d o
ro , que de Gobernador l legó á ser Monarca.
A este le destronó su hermano E u t i d e m o , á
quien sucedió, pero sin violencia, otro ter
cer hermano llamado Menandro; es te , aun
con ser conquistador, tal vez porque el honor
que adquino á su reyno cubrió los horrores
de la g u e r r a , fue adorado de sus vasallos,
que le lloraron amargamente; y porque todas
las ciudades querían tener su cadáver, se las
distribuyeron las cenizas para evitar discordias.
Cada una las colocó en un monumento que
igualmente daba testimonio del mérito del Mo
narca y del amor de los pueblos. Uno de
sus sucesores tuvo la imprudencia de confiar
á su hijo el gobierno del reyno durante una
expedición distante de su corte; y este joven,
acostumbrado ya á la autoridad , no pudo su
frir que volviese su padre , y le asesinó; pe
ro no se aprovechó de su delito por haber
sembrado con él entre sus vasallos la división.
Algunos de estos llamaron á los Partos , los
quales dando muerte al parricida, se apode
raron de la Bactriana. Pasó esta de sus manos
366 COMPENDIO
á la de los Escitas, después á los Hunos , y
últimamente á los Persas que hoy la poseen.
EDESA.
E l reyno de Edesa consistía en una ciu
dad y un territorio de alguna extensión, al
que hizo rico y famoso un templo dedicado
á la diosa Siria. Los xefes que gobernaban
este pequeño estado, llamados ya R e y e s , y y a
Príncipes, todos tenian por nombre Abgaro.
N o se desdeñó Pompeyo de hacer alianza con
uno de e l los , de la que sacó grandes servicios,
así en consejos como en grandes socorros de
víveres. L a retirada de un Abgaro con sus
tropas causó la derrota de un exército roma
no que peleaba con los Partos. Trajano hacia
grande estimación de Abgaro sexto, Prínci
p e respetable por su virtud. Caracalla acabó
con este pequeño r e y n o , arrestando y llevan
do prisionero á Roma el último Monarca, y
reduciendo el estado á provincia romana.
E MES A.
E l primer R e y de Emesa , situada en la
S i r ia , en las riberas del Oronte , era un A r a -
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 367
be que levantó y conservó este pequeño rey-
no , aprovechándose de la desunión de los
Seleucidas. Eran estos Monarcas unos R é g u
los á quienes los Romanos honraban con su
alianza quando los necesitaban; y en pasando
e l tiempo de la necesidad los miraban con
desden. E l Emperador Octaviano despreció al
R e y llamado A l e x a n d r o , y no le dexó gozar
tranquilamente de su pequeña Monarquía: la
debia este á A n t o n i o , y fue suficiente moti
vo para que A u g u s t o le acometiese, y des
pués adornase con él su tr iunfo, y le quitase
la vida. En algún tiempo habian tenido alian
zas los Emesios y los Judíos. También los
Árabes poseyeron á Emesa con el nombre de
Itúreos.
ADÍA VENE.
L a Adiavene era u n pequeño r e y n o , que
debió su nacimiento á la decadencia de los
Seleucidas. E n él habia un R e y llamado M o -
nobaces, que se casó con su hermana Elena,
y tuvo de ella dos hi jos, á Monobaces, que
era el m a y o r , y á Hizates , que fue e l que
se l levó toda la afición del R e y . C o m o esta
predilección causaba turbaciones en la corte,
que estaba poblada de otros muchos hijos del
368 COMPENDIO
Monarca , envió este á Hizates á perfeccionar
su educación en la corte de un Principe ve
cino ; mas viéndose avanzado en edad, deseó
ver á su hijo Hizates antes de morir. V i n o
pues este hijo querido , y después del mas
tierno recibimiento le regaló su padre una
provincia perpetuamente perfumada de plan
tas aromáticas, en la que vivió hasta la muer
te de su padre. Apenas el Monarca cerró los
ojos, junto Helena , su viuda, á los grandes del
reyno , y les d i x o : „ Hizates es el escogido
de su padre para sucederle; mas antes de
proclamarle quisiera saber vuestras intenciones,
porque estoy persuadida que no podrá un
Príncipe reynar tranquilamente si no tiene la
felicidad de agradar á sus vasallos." A l oir
este discurso se postró cada uno de e l l o s , y
juró que reconocería por sagrada obligación
el obedecer á H i z a t e s , diciendo: „ R e y n a ,
mandad , que si rezelais ó teméis por los de-
mas hijos del R e y , estamos prontos para des
haceros de el los." Moderad esa precipitación,
respondió la clemente H e l e n a , y no se derra
me sangre sin que lo ordene el nuevo R e y .
Pidieron los señores que á lo menos fuesen
puestos en buena y segura guardia aquellos
Príncipes, y la suplicaron que eligiese entre
BE LA HISTORIA UNIVERSAL. 369
sus dos hijos á aquel en quien reconociese ver
dadero zelo del bien público. ¿ Q u i é n lo cre
yera ? E l e n a , que habia manifestado tan cla
ramente su inclinación á Hizates , nombró no
obstante por R e y á su hijo mayor Monoba-
ces , y le dio la corona , el cetro , el anillo
y el manto real con el supremo poder. ¿ Q u i é n
creería tampoco , que corona , cetro , ani
llo , manto real y el supremo poder , todo
lo puso Monobaces en las manos de Hizates
quando l legó ? Viv ieron estos dos hermanos
en grande conformidad de pareceres, aun en
punto de religión ; porque ambos abjuraron
la idolatría , que era la de sus mayores , y
abrazaron la de los Hebreos á exemplo de sü
madre Elena. Monobaces, muy lejos de apro
vecharse de las inquietudes que lá mutación
de religión ocasionó en el r e y n o , ayudó á
Hizates para sosegarlas. Mur ió el R e y , y aun
que tenia hijos, dexó la corona á su her
mano , el qual no pudo ponerla en manos de
sus sobrinos, porque T i t o los habia llevado
á R o m a , conquistada Jerusalen, en donde su
abuela los habia criado en la rel igion.de los
Judíos. N o se sabe si se restituyeron á su
pais 5 pero todavía se hallan después R e y e s
de su familia y de sus nombres hasta e l rey-
T 0 I . Í 0 1 1 1 . A A
3 7 0 COMPENDIO
nado de S a p o r , segundo R e y de Persia, que
se apropió la Adiavene.
EZ.ZMAIDA.
L a Elimáida constaba de tres provincias, y
e l origen de este reyno se toma desde la de
cadencia del imperio de los Persas. Sus habi
tadores eran buenos soldados , nombrados por
su habilidad en arrojar las flechas. N o pudie
ron sujetarlos los Partos ni los Siro-Macedo-
nios , y asi siempre los gobernaron R e y e s na
cidos en su mismo pais ; bien que solo se sa
ben sus nombres insertados en los tratados que
hicieron con otros Monarcas. Apenas serian co
nocidos los mismos habitadores de Elimáida, á
no haber tenido templos con grandes tesoros
que incitaron la codicia de muchos Príncipes.
U n R e y de los Partos sacó grandes riquezas
de sus templos; pero Antíoco Epífanes fue
rechazado de un templo de D i a n a ; Antíoco
e l Grande también lo fue del de Júpiter , y
los profanadores fueron vergonzosamente der
rotados.
PE I A HISTORIA UNIVERSAL. 37 I
CORACENA.
Los Árabes fundaron el pequeño reyno de Coracena, que apenas se extendía mas allá de la ciudad de C o r a x , llamada antes A l e x a n dria por el nombre de su fundador, y después Antioquía por haberla reparado Antío-co. E l nombre de C o r a x , que significa muel le , le tomó de un R e y Árabe , el que con un muelle de legua y media de largo libertó de las inundaciones del Tigris á esta ciudad y todo el pais. Todos tres nombres nos traen á la memoria beneficios que recibió esta c iudad; y solo se sabe que de los dos R e yes de C o r a c e n a , que han.l legado á nuestra noticia , el uno vivió ochenta y cinco años, y el otro noventa y dos.
COMAGENA.
Después de dos R e y e s , pasado el tiem
po de Pompeyo , pues la historia no hace
mención de otros anteriores, Antíoco segun
d o , que habia logrado el trono por gracia de
A u g u s t o , d e x ó , reynando Tiberio , sin due
ño su corona. Queria el pueblo R e y , y los AA 2
3 7 2 COMPENDIO
grandes pedían un magistrado romano que los
gobernase. Fácilmente se da á conocer el mo
tivo de esta diferencia de pensar, porque el
pueblo desapasionado ve su tranquilidad en
la autoridad de uno solo que pueda reprimir
las vexaciones de los grandes; y estos pre
ferían un representante de alguna distante po
tencia , al qual ellos gobiernan , y así parti
cipan de su poder. V e n c i ó la opinión de los
grandes ; pero duró poco su triunfo, porque
C a l í g u l a dio R e y á la Comagena, y después
se vio reducida á provincia romana en el rey-
nado de Vespasiano.
CAZCIDENA.
Calcis era la capital del pequeño reyno de Calcidena. Su situación la hizo muchas veces ser el campo de batalla de los Reyes de Sir ia , de Damasco , de Celesiria , de J u -dea y de Egipto . U n Tolomeo que reynó allí se fió de Fil ipion , su hijo , para que fuese á traerle á Alexandra, hija de Aristóbulo, R e y de los Judíos , hermosísima Princesa, de quien estaba enamorado. C r e y ó el hijo que tenia tan buen gusto como su padre , y ss casó en el camino con ella ; pero así que l ie-
DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 373
gó á la corte le quitó el padre la vida , y
tomó su viuda por esposa. Entre Lisias ,• su
sucesor, y Pacoro, R e y de los Partos, se ha
lla un tratado en el que se lee esta cláusu
la singular : Que el Parto le dará tropas contra un Rey de Judea por una grande suma de dinero y quinientas mugeres.
ERRATAS.
Tág. Lín. 1 0 3 2 3 1 0 4 8 1 4 1 1 8 3
* 5 ° 2 5 3 267 3 3 '
í I 1 0 1 4 J 7
8 2 0
Dice. Esímaco Esímaco Yeras Demetrio dar ley le y el Rey Taranto
Debe decir. Lisimaco. Lisimaco Hierax. Diodoto. dar Ja ley. la. y otro Astuardo Tarento.
33 {,1
{2J 333
/ 1 8 3 3 4 \ 2 0
>Tarantinos Tarentinos.
Taranto
>Tarantinos
Tarento.
Tarentinos.
T A B L A G E O G R A F I C A ,
Y DE LAS MATERIAS DEL TOMO TERCERO.
J-rAS ISLAS GRIEGAS J Proconeso id. Besbisco id. Ténedos 4 Lesbos id. Quío, ó Escío. 6 Icaria 7
Cóo , Nisnia , Cdrpato érc id. lera 8 Céos 9 Sérifa zo
Sí/ano y Argentera id. Antiparas zz
Naxós id. Paros id. Esciros zz
Délos id. Lemnos zj
Samotracia x 4 Corcira z$
Leucada id-Citera id-
3 7 6
Egina , id. Salamina id. Eubea id. J Í A C E D O N I A . Entre el mar Egeo , la Te
salia , el mar Adriático y el Estrimon. 16 Terreno , IJ
Habitantes 18 Gobierno......... id. Usos y costumbres IQ Leyes y ciencias 2. o Disciplina militar..... Ü X
Reyes , , aj Car ano id. Trofeos id. Eropas , 24 Amintas primero id. Alexandro primero , id. Pérdicas primero -25
Cr estes s. 6 Amintas segundo 27 Alexandro segundo id. Pérdicas segundo ¡¡8 Füipo &9 Alexandro tercero el Grande , 45 Interregno , 7 5
Sucesores de Alexandro id. Tolomeo.,,, . , . . . . . . . . „ , . . . 7 7
3 7 7 Eumene s 79
Antigono 8$ Batalla de Ipso #7
Demetrio 8g Macedonia 95 Casandro JOO
Muerte de Olimpia ioz Demetrio primero x oj Pirro id. Lisimaco id. Cerauno 104. Invasion de los Gaulas Z 0 5 Meleagro id. Antipatro id. Antigono Gonaro 106 Demetrio segundo 108 Antigono Doson , id. Filipo -Top
Perseo n ò Derrota de Perseo 120 S I R O - M E D I A , ó la Asia despues de Ale*
xandro , baxo el dominio de los Seleucidas 134
Antioco 136 Estratónìce id. Antioco Soter 138 Invasion de los Gaulas id.
3 7 8 Antioco Teos ijg Partos , 140 Seleuco Calinico 1^.2 Antioco Utierax id. Seleuco Cerauno id. Antioco el Grande z ^ j Seleuco Filopator 161 Antioco Eptfanes 162 Demetrio Soter 170 Alex andrò Baia / 7 7 Demetrio Nicanor 18 x
Antioco Sidetes 18$ Z ebina 18 y Cleopatra 188 Antioco Grifo id. E G I P T O . Baxo el dominio de los Tolomeos.. ig$ Tolomeo Lago id. Nombres y cualidades de sus sucesores.... 200 Filadelfo a. 01 Gobierno 203, Ciencias id. Romanos 2 03 Evergetes 206 Cabellos de Berenice 2 07 Literatura 208 Filopator -2 og Sosibe 2x0
379 Epífanes 2 13 Tolomeo Filometor 216 Fiscon 2 up Ciencias 22$ Látiro y Alexandra 224 Cirenàica , 5 5 7 Alexandro segundo 228 Tolomeo Auletes 225 Tolomeo 2,37 Cleopatra id. X A S DOS A R M E N I A S . Entre la Mesopo
tamia , la Capadocia, la Iberia, la Albania, la Media y la Siria 557
Territorio id. Costumbres 258 Tigranes 260 Artuasdo 267 Radamisto 5 7 0
Cenobia 5 7 3 I L P O N T O . Entre el Tonto Euxino, la
pequeña Armenia , la Cólquide, y el 1 rio Halts 276 !
Reyes 278 Mitrídates id. Paz 286 Farnaces 3 ° 1
C A F A D o c i A . Entre el Ponto, la Licao-
3 § 0
nía y la pequeña Armenia , la Gala-da y el Eufrates 30$
P Í R G A M O JIZ
Átalo primero id. Eumenes segundo 31%
Átalo segundo 317 Átalo tercero 318 T R A C I A . Entre el monte Hemo, el mar
Egeo , el Ponto Euxíno , el Helespon-to, la Propóntide, la Macedona y el rio Estrimon 3^3
E P I R O . Entre los montes Ceraunios , el golfo de Ambracia, la Tesalia, la Macedonia y el mar Jónio 320
Tarimbas 3*& Aribas id. Alexandro •• id. Edcides 329 Pirro segundo id. Pirro en Italia 331
Alexandro , su hijo 347 B I T I N I A . Entre el Bosforo de Tracia,
la Propóntide, el monte Olimpo y el Ponto Euxíno 348
Erdclea id. Reyes 35 2
Prusias.... 353
3 8 i
C Ó L Q U I D E . Entre la Iberia, el Ponto Eu-xino, la Armenia, el Ponto y la Sar-macia 3$$
I B E R I A . Entre la Cólquide, el Ponto, el Caucaso , la Albania y la Media 3$ 7
A L B A N I A . Entre la Iberia, el mar Cassio, el Caucaso y la Armenia $¿¡8
E L BOSFORO. Entre la Cólquide, el Ponto Euxino y el Tañáis 360
M E D I A A T R O P A R T E N A 3 6 3
B A C T R I A . Entre la Margiana, el rio Oxo, la Escitia asiatica y los Ma-sagetas 364
EDESA. En Mesopotamia 366 EMESA. En Siria id. A D I A V E N E . En Siria 367 ELiMAiDA. Entre la Media y el rio
Pèrsico 3jo
C O R A C E N A . Sobre el golfo Pérsico, entre el Tigris y la Eubea 371
C O M A G E N A . En Siria id. C A L C I D E N A . Al pie del monte Líbano 372,
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