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MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 723 • Año 29 Sección Sección Sección Sección Sección Lit Lit Lit Lit Liter er er er erar ar ar ar aria ia ia ia ia Sección Sección Sección Sección Sección Lit Lit Lit Lit Liter er er er erar ar ar ar aria ia ia ia ia Salomón de la Selva Rubén Darío La dramática vida senti- mental de Rubén Darío, sobre todo su relación con sus es- posas, abordado este mismo tema por connotados escri- tores A continuación presen- tamos recopilaciones simila- res que siguen paso a paso la vida del ilustre bardo . Mario Goloboff Rubén Darío, el magnífico poeta nicaragüense, entre los mayores de la lengua española, “padre y maestro mágico, liró- foro celeste”, como reza su propio verso a Paul Verlaine, se inicia en la literatura escribien- do en los álbumes de amigas que asistían a las fiestas adoles- centes de la casa de su tía, Rita Darío de Alvarado. Gracias a ellos, gozó de la temprana sim- patía de muchachas a quienes dedicó aquellos poemas y cono- ció a las hermanas Rafaela y Julia Contreras. Una de éstas, Rafaela Contreras Cañas, se- ría, años después, su esposa. No obstante, la primera mujer que realmente le despertó una pa- sión fue la adolescente norte- americana Hortensia Buislay, joven trapecista que trabajaba en un circo llegado a León, su pueblo natal, hacia 1880. Rubén asistía a las funciones todas las noches. Como no tenía dinero para pagar la entrada, se unía a los músicos e ingresaba con ellos cargando la caja del violín o las partituras. Cuentan que, cuando el circo levantó su carpa listo a partir de León, quiso irse con él para estar cerca de Hor- tensia y se ofreció como clown, pero no pasó la prueba. A los 14 años, Darío se tras- ladó a Managua y trabajó como secretario en la Biblioteca Na- cional. Ya era medianamente conocido y lo llamaban el “poeta -niño”. Residía en casa del doc- tor Modesto Barrios (el gran co- dificador nicaragüense del co- mercio), quien lo llevaba a fies- tas y tertulias literarias de la vie- ja capital. En una de ellas cono- ció a Rosario Emelina Murillo Rivas, de unos 13 ó 14 años, alta y esbelta. Darío la describió así: “Rostro ovalado, color leve- mente acanelado”, “boca cleo- patrina”, “ojos verdes, cabellera castaña, cuerpo flexible y deli- cadamente voluptuoso, que traía al andar ilusiones de ca- néfora”. Rosario cantaba y to- caba muy bien el piano. Se hi- cieron amigos y por las tardes iban a la costa del lago de Ma- nagua a contemplar las olas y el paisaje. De ella recibió Ru- bén “el primer beso de labios de mujer”. Ya de vuelta de Chile, a sus 22 años, después de publicar Azul, libro que le abrió las puer- tas de la fama, comienza a visi- tar la casa de la familia Contre- ras y de la aludida Rafaela. Es una joven de baja estatura, ca- bello castaño, grandes ojos ne- gros y tez morena, graciosa y con una gran simpatía. Ade- más, hecho que nunca pasaría inadvertido para Darío, escribe cuentos modernistas con el seudónimo Stella. No se los en- trega directamente a él, por en- tonces director del diario salva- doreño La Unión (“Defensor de la unión centroamericana”), sino al periodista costarricense Tranquilino Chacón (quien lle- gará a ser redactor de la famo- sa Bohemia cubana), y Darío los publica simulando no saber quién es la autora. El 21 de junio de 1890, Rubén y Rafaela con- traen matrimonio civil en San Salvador. Al día siguiente, hay un almuerzo en honor de los re- cién casados al que asiste su amigo, el general Carlos Ezeta. Esa noche se produce una rebe- lión militar. El presidente Melén- dez cae muerto de un infarto al saber que el sublevado es Eze- ta, el militar de su mayor con- fianza. Rubén rehúsa colabo- rar con él y sale para Guatema- la. El presidente de Guatemala, general Barillas, lo nombra di- rector de El Correo de la Tarde. Llega Rafaela y se celebra allí la boda religiosa. Pero pronto cierra El Correo de la Tarde y Darío se queda sin trabajo. De- ciden, entonces, trasladarse a Costa Rica, donde sólo consi- gue colaboraciones esporádicas en los periódicos de San José. Nace, en el ínterin, su primogé- nito: Rubén Darío Contreras, quien crece en San Salvador, en el hogar de los tíos, que se en- cargan de su educación. En 1892, Darío recibe en San José el nombramiento como secreta- rio de la Delegación de Nicara- gua que deberá ir a España a las conmemoraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América. Después de cum- plir su misión en España, regre- sa a Nicaragua, y estando en León, en enero de 1893, le dan la infausta noticia de que su es- posa Rafaela está gravemente enferma en San Salvador. Tiene la intuición de que ella ha muer- to, lo que en realidad ocurrió por causa de un exceso de cloro- formo en una operación quirúr- gica. Así concluye el breve ma- trimonio con Rafaela. Esta tormentosa vida interior, mayoritariamente ignorada por sus contemporáneos, quienes veían en él a un hombre apoca- do, algo mediocre, oscuro y hui- dizo, falto de discurso, sólo au- daz e innovador cuando escri- bía, la padeció aun antes de vivir cinco años en la Argentina, don- de publicó Los Raros y Prosas Profanas, y luego pasó a insta- larse en España, ya reconocido como cabeza del nuevo movi- miento literario modernista. En el verano de 1899 conoce a Francisca Sánchez del Pozo, campesina española analfabeta, hija del jardinero de la Casa de Campo de los reyes de España, en Navalsauz, en las sierras de Gredos. Ella tiene 24 años; Ru- bén la visita varias veces y fi- nalmente le propone que se va- ya a vivir con él. Será su compa- ñera en España y Francia, y la relación sentimental más es- table del poeta. Convivieron die- cisiete años, y fue para él, como lo escribió, “lazarillo de Dios en mi sendero”. Tuvieron tres hi- jos: la primera fue una mujercita de nombre Carmen, que murió de viruela a los nueve meses de nacida; luego, nació el primer Rubén Darío Sánchez, a quien llamó “Phocas, el campesino”, muerto de pulmonía a los dos años; el segundo, al que llamaba “Güicho”, lo sobrevivió y fue su heredero universal. Tan atormentados como es- tas pasiones verdaderas son los amores falsos, cual se ha queri- do revelar últimamente. Una universidad norteamericana, la Arizona State University, fue llevada a comprar un cúmulo de cartas y de documentos que demostrarían una relación ho- mosexual con otro grande del modernismo hispanoamerica- no, el mexicano Amado Nervo. Y un catedrático de la misma, Antonio Acereda, basándose en aquéllos, ha escrito algún artícu- lo confirmándolos, que se titula “Nuestro más profundo y su- blime secreto’: los amores transgresores entre Rubén Da- río y Amado Nervo”. Sólo que parece, las cartas son absoluta- mente apócrifas. Y el conocido político y narrador Sergio Ramí- rez acaba de impugnarlas: “Las cartas son falsas /.../ No conoz- co entre esa multitud de docu- mentos más que aquellos que el profesor Acereda revela en su ensayo, pero él mismo ad- vierte que ‘los manuscritos es- tán en buen estado en su prác- tica totalidad, gracias al uso de papel grueso y de calidad, per- fectamente legibles y con una notable ausencia de tachaduras, correcciones y enmiendas’. Es decir, la obra de un falsificador sin imaginación, que busca imi- tar la caligrafía de Darío, de so- bra conocida, pero no advierte que entonces, cuando se usaba tintero, plumilla de acero y se- cante, no se podía escribir sin borrones ni tachaduras, sobre todo cartas, y más que eso, que la letra cambiante de una per- sona responde siempre a los estados de ánimo, angustias, de las que Darío vivía lleno, entre ellas su siempre calamitosa condición económica, y la hipe- restesia provocada por su ten- dencia al alcoholismo”. Lo que hace crecer aún más su figura y la propia idea que tuvo de su iden- tidad: “Como hombre he vivido en lo cotidiano; como poeta, no he claudicado nunca”. * Escritor, docente universitario. Amores de Rubén Darío Amores de Rubén Darío Amores de Rubén Darío Amores de Rubén Darío Amores de Rubén Darío Rosario Emelina Murillo Rivas

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MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 723 • Año 29

SecciónSecciónSecciónSecciónSecciónLitLitLitLitLiterererererararararariaiaiaiaiaSecciónSecciónSecciónSecciónSección

LitLitLitLitLiterererererararararariaiaiaiaiaSalomón de la SelvaRubén Darío

La dramática vida senti-mental de Rubén Darío, sobretodo su relación con sus es-posas, abordado este mismotema por connotados escri-tores A continuación presen-tamos recopilaciones simila-res que siguen paso a pasola vida del ilustre bardo .

Mario GoloboffRubén Darío, el magnífico

poeta nicaragüense, entre losmayores de la lengua española,“padre y maestro mágico, liró-foro celeste”, como reza supropio verso a Paul Verlaine, seinicia en la literatura escribien-do en los álbumes de amigasque asistían a las fiestas adoles-centes de la casa de su tía, RitaDarío de Alvarado. Gracias aellos, gozó de la temprana sim-patía de muchachas a quienesdedicó aquellos poemas y cono-ció a las hermanas Rafaela yJulia Contreras. Una de éstas,Rafaela Contreras Cañas, se-ría, años después, su esposa. Noobstante, la primera mujer querealmente le despertó una pa-sión fue la adolescente norte-americana Hortensia Buislay,joven trapecista que trabajabaen un circo llegado a León, supueblo natal, hacia 1880. Rubénasistía a las funciones todas lasnoches. Como no tenía dineropara pagar la entrada, se unía alos músicos e ingresaba conellos cargando la caja del violíno las partituras. Cuentan que,cuando el circo levantó su carpalisto a partir de León, quiso irsecon él para estar cerca de Hor-tensia y se ofreció como clown,pero no pasó la prueba.

A los 14 años, Darío se tras-ladó a Managua y trabajó comosecretario en la Biblioteca Na-cional. Ya era medianamenteconocido y lo llamaban el “poeta-niño”. Residía en casa del doc-tor Modesto Barrios (el gran co-dificador nicaragüense del co-mercio), quien lo llevaba a fies-

tas y tertulias literarias de la vie-ja capital. En una de ellas cono-ció a Rosario Emelina MurilloRivas, de unos 13 ó 14 años, altay esbelta. Darío la describió así:“Rostro ovalado, color leve-mente acanelado”, “boca cleo-patrina”, “ojos verdes, cabelleracastaña, cuerpo flexible y deli-cadamente voluptuoso, quetraía al andar ilusiones de ca-néfora”. Rosario cantaba y to-caba muy bien el piano. Se hi-cieron amigos y por las tardesiban a la costa del lago de Ma-nagua a contemplar las olas yel paisaje. De ella recibió Ru-bén “el primer beso de labiosde mujer”.

Ya de vuelta de Chile, a sus22 años, después de publicarAzul, libro que le abrió las puer-tas de la fama, comienza a visi-tar la casa de la familia Contre-ras y de la aludida Rafaela. Esuna joven de baja estatura, ca-bello castaño, grandes ojos ne-gros y tez morena, graciosa ycon una gran simpatía. Ade-más, hecho que nunca pasaríainadvertido para Darío, escribecuentos modernistas con elseudónimo Stella. No se los en-trega directamente a él, por en-tonces director del diario salva-doreño La Unión (“Defensor dela unión centroamericana”),sino al periodista costarricenseTranquilino Chacón (quien lle-gará a ser redactor de la famo-sa Bohemia cubana), y Daríolos publica simulando no saberquién es la autora. El 21 de juniode 1890, Rubén y Rafaela con-traen matrimonio civil en SanSalvador. Al día siguiente, hayun almuerzo en honor de los re-cién casados al que asiste suamigo, el general Carlos Ezeta.Esa noche se produce una rebe-lión militar. El presidente Melén-dez cae muerto de un infarto alsaber que el sublevado es Eze-ta, el militar de su mayor con-fianza. Rubén rehúsa colabo-

rar con él y sale para Guatema-la. El presidente de Guatemala,general Barillas, lo nombra di-rector de El Correo de la Tarde.Llega Rafaela y se celebra allíla boda religiosa. Pero prontocierra El Correo de la Tarde yDarío se queda sin trabajo. De-ciden, entonces, trasladarse a

Costa Rica, donde sólo consi-gue colaboraciones esporádicasen los periódicos de San José.Nace, en el ínterin, su primogé-nito: Rubén Darío Contreras,quien crece en San Salvador, enel hogar de los tíos, que se en-cargan de su educación. En1892, Darío recibe en San Joséel nombramiento como secreta-rio de la Delegación de Nicara-gua que deberá ir a España alas conmemoraciones del IVCentenario del Descubrimiento

de América. Después de cum-plir su misión en España, regre-sa a Nicaragua, y estando enLeón, en enero de 1893, le danla infausta noticia de que su es-posa Rafaela está gravementeenferma en San Salvador. Tienela intuición de que ella ha muer-to, lo que en realidad ocurrió porcausa de un exceso de cloro-formo en una operación quirúr-gica. Así concluye el breve ma-trimonio con Rafaela.

Esta tormentosa vida interior,mayoritariamente ignorada porsus contemporáneos, quienesveían en él a un hombre apoca-do, algo mediocre, oscuro y hui-dizo, falto de discurso, sólo au-daz e innovador cuando escri-bía, la padeció aun antes de vivircinco años en la Argentina, don-de publicó Los Raros y ProsasProfanas, y luego pasó a insta-larse en España, ya reconocidocomo cabeza del nuevo movi-

miento literario modernista. Enel verano de 1899 conoce aFrancisca Sánchez del Pozo,campesina española analfabeta,hija del jardinero de la Casa deCampo de los reyes de España,en Navalsauz, en las sierras deGredos. Ella tiene 24 años; Ru-bén la visita varias veces y fi-nalmente le propone que se va-ya a vivir con él. Será su compa-ñera en España y Francia, y larelación sentimental más es-table del poeta. Convivieron die-

cisiete años, y fue para él, comolo escribió, “lazarillo de Dios enmi sendero”. Tuvieron tres hi-jos: la primera fue una mujercitade nombre Carmen, que murióde viruela a los nueve meses denacida; luego, nació el primerRubén Darío Sánchez, a quienllamó “Phocas, el campesino”,muerto de pulmonía a los dosaños; el segundo, al que llamaba“Güicho”, lo sobrevivió y fue suheredero universal.

Tan atormentados como es-tas pasiones verdaderas son losamores falsos, cual se ha queri-do revelar últimamente. Unauniversidad norteamericana, laArizona State University, fuellevada a comprar un cúmulode cartas y de documentos quedemostrarían una relación ho-mosexual con otro grande delmodernismo hispanoamerica-no, el mexicano Amado Nervo.Y un catedrático de la misma,Antonio Acereda, basándose enaquéllos, ha escrito algún artícu-lo confirmándolos, que se titula“Nuestro más profundo y su-blime secreto’: los amorestransgresores entre Rubén Da-río y Amado Nervo”. Sólo queparece, las cartas son absoluta-mente apócrifas. Y el conocidopolítico y narrador Sergio Ramí-rez acaba de impugnarlas: “Lascartas son falsas /.../ No conoz-co entre esa multitud de docu-mentos más que aquellos queel profesor Acereda revela ensu ensayo, pero él mismo ad-vierte que ‘los manuscritos es-tán en buen estado en su prác-tica totalidad, gracias al uso depapel grueso y de calidad, per-fectamente legibles y con unanotable ausencia de tachaduras,correcciones y enmiendas’. Esdecir, la obra de un falsificadorsin imaginación, que busca imi-tar la caligrafía de Darío, de so-bra conocida, pero no advierteque entonces, cuando se usabatintero, plumilla de acero y se-cante, no se podía escribir sinborrones ni tachaduras, sobretodo cartas, y más que eso, quela letra cambiante de una per-sona responde siempre a losestados de ánimo, angustias, delas que Darío vivía lleno, entreellas su siempre calamitosacondición económica, y la hipe-restesia provocada por su ten-dencia al alcoholismo”. Lo quehace crecer aún más su figura yla propia idea que tuvo de su iden-tidad: “Como hombre he vividoen lo cotidiano; como poeta, nohe claudicado nunca”.

* Escritor, docente universitario.

Amores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén Darío

Rosario Emelina Murillo Rivas

MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 723 • Año 29

Pasiones y amoresPasiones y amoresPasiones y amoresPasiones y amoresPasiones y amoresde Rubén Daríode Rubén Daríode Rubén Daríode Rubén Daríode Rubén Darío

Un recorrido por la vida sen-timental de Darío, su primeramor y sus esposas

Carlos Tünnermann Bernheim

En Rubén Darío los senti-mientos amorosos y la admira-ción por la mujer despertaronmuy temprano. Cuenta el pro-pio Darío, en su autobiografía,que en la escuela de primerasletras de la señorita Jacoba Te-llería fue sorprendido haciendocon una precoz chiquilla “lasbellaquerías detrás de la puer-ta”, como en el verso de Gón-gora.

“MI PRIMA INÉS”“MI PRIMA INÉS”“MI PRIMA INÉS”“MI PRIMA INÉS”“MI PRIMA INÉS”Más tarde, su sensualidad

afloró hacia los 13 años, cuan-do en la casa de la tía-abuelaBernarda se enamoró de unaprima lejana suya, a quien él dael nombre de Inés en su cuento,Palomas blancas y garzas mo-renas de Azul … “Mi primaInés, escribe, era rubia comouna alemana”… “Inés despertóen mí los primeros deseos sen-suales”. En esa época, Daríoescribía versos en los álbumesde las niñas que asistían a lasfiestecitas de adolescentes dela casa de la tía Rita Darío deAlvarado. Allí conoció a Fide-lina Santiago y a MercedesManning, a quienes dedicó poe-mas. También conoció a lashermanas Rafaela y Julia Con-treras. Rafaela Contreras Ca-ñas sería, años después, su pri-mera esposa.

La primera mujer que des-pertó en Darío una pasión eró-tica fue la adolescente norte-americana Hortensia Buislay.Ella era una niña trapecista quetrabajaba en un circo, que llegóa León hacia 1880. Rubén asis-tía a las funciones todas las no-ches. Como no tenía dinero parapagar la entrada se unía a losmúsicos y entraba como partede ellos cargando la caja delviolín o las partituras. Cuandoel circo levanta su carpa y seva de León, Rubén quiere irsecon el circo para estar cerca deHortensia y se ofrece como pa-yaso, pero no pasa la prueba.

CON ROSARIOCON ROSARIOCON ROSARIOCON ROSARIOCON ROSARIOMURILLOMURILLOMURILLOMURILLOMURILLO

A los 14 años Darío se tras-lada a Managua y trabaja comosecretario en la Biblioteca Na-

cional. Ya es famoso y le llamanel “poeta-niño”.

Se hospeda en casa del doc-tor Modesto Barrios, quien lelleva a las fiestas y tertulias lite-rarias de la vieja Managua. Enuna de ellas conoce a RosarioEmelina Murillo Rivas. Es unaniña de unos 12 o 13 años, altay esbelta. Darío la describe así:“Rostro ovalado, color leve-

mente acanelado”? “boca cleo-patrina”, ojos verdes, cabelleracastaña, “cuerpo flexible y deli-cadamente voluptuoso, quetraía al andar ilusiones de ca-néfora”.

Rosario cantaba y tocabamuy bien el piano. Para Rubén,ella era la encarnación de la dio-sa “Afrodita”, diosa de la belle-za y el amor. Se enamora loca-mente de ella. Se hacen amigosy por las tardes van a la costadel lago de Managua a contem-plar las olas y el paisaje. De ellarecibe Rubén “el primer besode labios de mujer”.

Será Francisca Sánchez, lacompañera de Rubén en Espa-ña y Francia por varios años.Fue esta la relación sentimen-tal más estable de Darío. Ellale decía “Tatay” y también “co-nejo” y él a ella “coneja”. Die-cisiete años convivió Rubéncon Francisca Sánchez del Po-zo y fue para él, como lo dijo elpropio Darío en el famoso poe-ma que le dedicó su “lazarillo

de Dios en mi sendero”.Con Francisca tuvo tres hi-

jos, pero solo sobrevivió el úl-timo. La primera fue una mu-jercita de nombre Carmen,quien murió de viruela a los nue-ve meses de nacida; luego nacióel primer Rubén Darío Sánchez,a quien Rubén llamó “Phocas,el campesino”. Murió de pulmo-nía a los dos años. El segundo

Rubén Darío Sánchez, a quienRubén llamaba “Güicho” le so-brevivió y fue su heredero uni-versal. Se casó con una damaleonesa de apellido Salgado, dedonde provienen los DaríoSalgado. Murió en México en1948.

Rubén está decidido a casar-se con Rosario. Sus amigos seríen y lo embarcan rumbo a ElSalvador. Pocos meses des-pués, regresa de El Salvador yreanuda su noviazgo con Ro-sario, a quien en el cuento deAzul llama “garza morena”. Sinembargo, llega a sus oídos algoque ha ocurrido con Rosariodurante su ausencia. Rubén su-fre “la mayor desilusión quepueda sufrir un hombre ena-morado”. Así lo dice en su auto-biografía. Entonces decide irsedel país. Le aconsejan que sevaya a Chile. Tiene apenas 19años de edad.

Regresa de Chile a los 22años, después de publicar Azul,que le abrió las puertas de la

fama.Reanuda su noviazgo con

Rosario Murillo. Darío sigueperdidamente enamorado deella. Quiere casarse, pero notiene un trabajo estable. Saleotra vez para El Salvador. Elpresidente Meléndez, que espartidario de la unión centro-americana, lo nombra directordel diario “La Unión”.

Darío visita el hogar de doñaManuela Cañas viuda de Ál-varo Contreras, político hondu-reño y famoso orador. DoñaManuela tiene dos hijas: Rafae-la y Julia. Julia se casa con Ri-cardo Trigueros, hijo de un ricobanquero salvadoreño. Darío seenamora de Rafaela.

Rafaela es una joven de bajaestatura, cabello castaño, gran-des ojos negros y tez morena,graciosa y con un gran don desimpatía. Rafaela es escritora,escribe cuentos modernistascon el seudónimo “Stella”. Losentrega al periodista costarri-cense Tranquilino Chacón,quien trabaja en el periódico LaUnión, del que Darío es direc-tor. Son cuentos de estilo mo-dernista y Darío los publica sinsaber que Rafaela es la autora.

SU MATRIMONIOCON RAFAELACONTRERAS

El 21 de junio de 1890 Ru-bén y Rafaela contraen matri-monio civil en San Salvador. Aldía siguiente hay un almuerzoen honor de los recién casados,al que asiste el general CarlosEzeta, amigo de Rubén y jefedel Estado Mayor presidencial.

Esa noche hay una fiesta enla Casa Presidencial y se pro-duce una rebelión militar. Elpresidente Meléndez, protectorde Darío, cae muerto de un in-farto al saber que el golpista esCarlos Ezeta, el militar de sumayor confianza. Rubén rehúsacolaborar con Ezeta y sale paraGuatemala. El presidente deGuatemala, general Barillas, lenombra director de El Correo dela Tarde. Llega Rafaela y secelebra la boda religiosa en Gua-temala.

Al dejar la Presidencia Ba-rillas, se cierra El Correo de laTarde y Darío se queda sin tra-bajo. Los recién casados deci-den trasladarse a Costa Rica,donde Rubén solo consigue tra-bajos esporádicos en los perió-

dicos de San José. Nace su pri-mogénito: Rubén Darío Contre-ras, de quien proceden los Da-río Basualdo y Darío Lacayo.El primogénito de Darío crecióen San Salvador, en el hogar desus tíos Trigueros Contreras,quienes se encargaron de sueducación.

Darío recibe en San José sunombramiento como secreta-rio de la Delegación de Nica-ragua que deberá ir a España alas conmemoraciones del IVCentenario del Descubrimien-to de América, en 1892. Des-pués de cumplir su misión enEspaña, Darío regresa a Nica-ragua y estando en León, enenero de 1893, recibe la infaus-ta noticia de que su esposa Ra-faela está gravemente enfer-ma en San Salvador.

Darío tiene la corazonada deque ella ha muerto. El falle-cimiento ocurrió por causa deun exceso de cloroformo en unaoperación quirúrgica. Darío seencierra en su habitación porvarios días y se dedica a la bebi-da. Así concluyó el breve matri-monio de Rubén con RafaelaContreras, que de haber sobre-vivido hubiera sido la esposaideal para el poeta, ya que ellatambién era escritora.

MURILLO, SU“MUJER FATAL”

Rubén se recupera, se tras-lada a Managua. Paseando encoche por la calle El Triunfo, veen la puerta de su casa a Rosa-rio Murillo. Reanudan el no-viazgo a los escasos dos mesesde la muerte de Rafaela. Enmarzo de 1893 se casa con Ro-sario Murillo bajo la amenazade Andrés Murillo, hermano deRosario, en una “historia de vio-lencia y engaño”, como diceRubén en su autobiografía.

Andrés Murillo acusa, sinfundamento, a Darío de faltaral honor de su hermana, Daríolo niega. Pero todo está prepa-rado: cura y testigos. A Rubénle dan de beber mucho whisky.Al poco tiempo, Rubén y Ro-sario salen para Argentina don-de Darío ha sido nombrado, porgestiones del presidente RafaelNúñez, cónsul de Colombia enBuenos Aires. Llega hasta Pa-namá con Rosario. Esta se enfer-ma y regresa a Nicaragua. Ru-bén no la volverá a ver en muchosaños.

Francisca con su hijo Güichín, el día de su primera comunión

Amores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén Darío

MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 723 • Año 29

Después de vivir cinco añosen Argentina, donde publicóLos Raros y Prosas Profanas ,y ya reconocido como jefe delnuevo movimiento literariomodernista, Rubén pasa a Es-paña en 1898 como correspon-sal de La Nación de BuenosAires.

En el verano de 1899 co-noce a Francisca Sánchez delPozo, campesina españolaanalfabeta, hija del jardinero dela Casa de Campo en Naval-sáuz de los reyes de España, enlas sierras de Gredos (Ávila).Francisca tiene 24 años. Rubénla visita varias veces y, final-mente, le propone que se vengaa Madrid a vivir con él. Ellaacepta. Rubén y Amado Nervole enseñan a leer.

Rubén Darío:Rubén Darío:Rubén Darío:Rubén Darío:Rubén Darío:Amante de lasAmante de lasAmante de lasAmante de lasAmante de las

Mujeres y la BellezaMujeres y la BellezaMujeres y la BellezaMujeres y la BellezaMujeres y la BellezaPor Richard Clarke

Rubén Darío galanteaba alas mujeres con la luminosidadde sus versos. Su alma gemelanunca apareció en su vida, o siapareció, murió, como murió suesposa, la poetisa Rafaela Con-treras (Stella en sus versos).

Pero él buscaba incansable-mente el arquetipo del amor enla tierra, y al no encontrarlo,tomó de María, la prometida deun general cubano, su sonrisa,como «el resplandor de unaestrella que fuese alma de unaesfinge», y de Julia «sus negrosojos que compartían la mismaluz de Cleopatra».

Los pasos de Rubén -hom-bre sensual, viajero y aventu-rero- cruzaron por muchos paí-ses, y tomaba de cada uno unafruta celeste en forma de belle-za femenina, para inflamar susversos de sensualidad y melo-día. Pero Rubén, una vez cono-cida la España de sus sueños, yesa mujer de sangre y sol -en-tre ninfa y sirena- dejó de vagarpara centrar su poesía en la mu-jer definitiva:

«hermosa, carne ideal, gran-des pupilas, algo de mármol,blanca luz de estrella, nerviosa,sensitiva … bellos gestos de dio-sa, tersos brazos de ninfa, lus-trosa cabellera y ojeras que de-nuncian ansias profundas ypasiones vivas».

Quizás si Rubén hubieseencontrado esa mujer con nom-bre terrestre hubiese dejado de

plasmar su imaginación divina:«en las llameantes alegrías,

penas arcanas, desde en lossuaves labios de las princesashasta en las bocas rojas de lasgitanas».

En la época de Prosas Pro-fanas casi todos sus poemastienen una referencia al amorencarnado en una mujer siem-pre joven y bella. Rubén idea-lizaba a la mujer, viéndola comoprincesa, o como primavera conansias profundas, o inclusocomo el alma de una estrella.En cierto modo Rubén rescatólos antiguos valores de los tro-vadores, para quienes la mujerera una diosa virgen y madrede la Creación. Él no concebíamás que perfecciones en la mu-jer y poseía el arte mágico yoculto de concentrarse en la pe-queña luz de una vela en unahabitación oscura, y hacerlacada vez más grande hasta ilu-minar la alcoba entera como sise tratase de la luz solar.

Él mismo bebía su inspira-ción de los pechos del univer-so, para crear una poesía llenade curvas deliciosas e imáge-nes bellas y profundas. Rubén

no participaba en absoluto de ladecadencia de la poesía mo-derna que encontraba sus imá-genes en la fealdad de la calleurbana. Al contrario, miraba ha-cia el cielo que le respondía conun granizo sagrado de imá-genes que encerraban mensa-jes de «tierna beatitud» y «can-dor inefable», que elevaban elespíritu humano hasta las cum-bres nevadas donde habitan losdioses.

Leer la poesía de Rubén Da-río es como bañarse en una mardulce y salada, para salir lim-pio de cuerpo y de alma:

«La madre mostraba al niñola paloma, y el niño, en su afánde cogerla, abría los ojos, esti-raba los bracitos, reía gozoso;y su rostro al sol tenía como unnimbo; y la madre, con la tiernabeatitud de sus miradas, con suesbeltez solemne y gentil, conla aurora en las pupilas y la ben-dición y el beso en los labios,era como una azucena sagrada,como una María llena de gracia,irradiando la luz de un candorinefable. El niño Jesús, realcomo un Dios infante, preciosocomo un querubín paradisíaco,

quería asir aquella paloma blan-ca, bajo la cúpula inmensa delcielo azul».

La contemplación de la be-lleza física es solamente el um-bral de la verdadera belleza quese encuentra, como todo, másallá de lo que se puede tocar ybesar. Los consejos prácticosdel gran filósofo clásico Epicteto-esclavo del secretario del Em-perador Nerón- a los hombres,y en particular a los maridos,tratan de pasar el umbral de labelleza física y entrar en el ves-tíbulo de la belleza espiritual:

«Mientras las mujeres sonjóvenes, sus maridos no cesande elogiar su belleza y de lla-marlas queridas y hermosas.De modo que, viendo ellas quesus maridos no las consideranmás que por su belleza corpo-ral y por el placer que les pro-curan, no piensan sino en com-ponerse y engalanarse y todassus esperanzas parecen cifrar-se en sus atavíos. Nada es, porconsiguiente, más útil y necesa-rio que esforzarse en demos-trarles que se las honrará y res-petará en tanto sean prudentes,pudorosas y modestas».

Los valores del espíritu –quenada puede arrebatar, ni lamuerte, que es, según Rubén,«esa muchacha joven y bellaque nos corona de flores»– sonla belleza interior de la pru-dencia, pudor y modestia. Loque le raptaba el corazón aRubén eran esas «muchachasolorosas de rostros sensuales»,pero él buscaba algo doradodebajo de los pechos temblo-rosos. Buscaba un corazónlleno del oro de la bondad, aque-lla bondad que se puede ver enla sonrisa de una abuela, que estodavía capaz de iluminar losojos de luz celeste de la bellezay amor interior. Rubén, despuésde los años de adoración yceguera por las trenzas negrasy abundantes de la mujer espa-ñola, ya no podía ver la bellezacomo algo desligado del alma,y cuando se apagó la vela de lailusión de la hermosura externa,era capaz de sentir esa bellezaen un niño de tres años o en unamujer de ochenta. Y eso preci-samente porque descubrió queun cuerpo bello no hace bella alalma, mientras que un almabella sí podría hacer a un cuerpobello. La fuente de un alma be-lla es la luz viva que irradia des-

Amores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén Daríode lo más hondo hasta iluminarrostro y ojos, porque «el rostroes el reflejo del alma».

Rosario Murillo:La esposa

nicaragüensede Darío

Se casó un 8 de marzo de1893, la ceremonia religiosa, quetenía validez civil, tuvo lugar encasa de Ángela Murillo de So-lórzano, hermana mayor de lacontrayente

A su regreso de España enenero de 1893, Rubén Darío seenteró en León del falleci-miento de su primera esposa: lacostarricense Rafaela Contre-ras Cañas. Ocho días pasó llo-rando su pena el poeta recu-rriendo al alcohol; atendido porsu madre, pasó luego a Mana-gua, donde el 8 de marzo se unióen matrimonio con RosarioEmelina Murillo.

Esta, primer gran amor apa-sionado de Rubén, era unaatractiva joven de 22 años. Pre-viamente a la boda, sin embargo,se había dado el hecho que pro-tagonizó Andrés Murillo, her-mano de Rosario y con la anu-encia de esta, al cual el mismoRubén denominará más tarde“una página dolorosa de violen-cia y engaño”.

Su boda en Managua el 8 demarzo de 1893

El caso es que monseñordoctor don Rafael Ramírez fueel celebrante, autorizado por elpárroco de Managua, presbí-tero Alejandro Obregón, quienhabía recurrido “de antemanoa su Señoría Ilustrísima (el obis-po Francisco Ulloa y Larios)con la documentación respec-tiva”. La ceremonia religiosa,que tenía validez civil, tuvo lugaren casa de Ángela Murillo deSolórzano, hermana mayor dela contrayente.

Casada con Francisco So-lórzano Lacayo, Ángela fueuna de las madrinas en com-pañía de Javiera Murillo, her-mana menor; y padrinos los se-ñores J. F. Navas y don Car-los A. Murillo. Asistieron, pues,el oficiante Ramírez, de Chi-nandega, Francisco SolórzanoLacayo con su esposa, la otramadrina y los dos padrinos, elmaestro cubano Desiderio Fa-jardo Ortiz y Manuel Mal-donado.

Francisca Sánchez del Pozo

MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 723 • Año 29

La deslumbrantegarza morena

Rosario Emelina había des-lumbrado a Rubén en 1882, alos once años no cumplidos,pues había nacido en Managuael 10 de agosto de 1871. Oyén-dola cantar, el joven de quinceaños quedó prendido de su pielcanela, talle juncal, cuello es-belto, vivaces ojos verdes y me-lodiosa voz. Mercedes, la ma-dre de Rosario, era propietariade una pensión donde se hos-pedaban poderosos funciona-rios públicos. Y del comedor dedicha pensión, solo para admi-rar a la que llamaría garza mo-rena, Rubén se tornó clienteasiduo. Empero, su presenciaincomodaba a doña Mercedes.

Tras su primer viaje a El Sal-vador (agosto, 1882-octubre,1883), y de nuevo en Managua,Rubén reanudó su interés enRosario, ya de 12 años. Dosaños después la relación se es-trechaba, experiencia que elpoeta evocaría en su cuento“Palomas blancas y garzas mo-renas”: Ah, mi adorable, mi be-lla, mi querida garza morena!Tú tienes en los recuerdos queen mi alma forman lo más altoy sublime, una luz inmortal.Porque tú me revelaste el se-creto de las delicias divinas enel inefable primer instante delamor.

Una carUna carUna carUna carUna cartatatatatade antologíade antologíade antologíade antologíade antología

Mas el texto que mejor re-fleja esa relación es la carta queenvió a Rosario, en Managua,el 12 de mayo de 1886, un mesantes de partir a Chile. Revela-

dora e intensa, vale la penatranscribirse:

Rosario: Esta es la últimacarta que te escribo. Pronto to-maré el vapor para un país muylejano donde no sé si volveré.Antes, pues, de que nos separe-mos, quizá para siempre, medespido de ti con esta carta.

Te conocí tal vez por des-gracia mía, mucho te quise,mucho te quiero. Nuestros ca-racteres son muy opuestos y noobstante lo que te he amado, sehace preciso que todo nuestroamor concluya; y como por loque a mí toca no me sería posibledejar de quererte viéndote con-tinuamente y sabiendo lo quesufres y lo que has sufrido, hagouna resolución y me voy. Muydifícil será que yo pueda olvi-darte. Sólo estando dentro demí se podría comprender cómopadezco al irme; pero está re-suelto mi viaje y muy pronto medespediré de Nicaragua. Misdeseos siempre fueron de reali-zar nuestras ilusiones. Llevo laconciencia tranquila, porque co-mo hombre honrado nunca meimaginé que pudiera manchar lapureza de la mujer que soñabami esposa. Dios quiera que sillegas a amar a otro hombre en-cuentres los mismos sentimien-tos.

Yo no sé si vuelva. Acaso novuelva nunca. ¡Quién sabe si iréa morir en aquella tierra ex-

tranjera! Me voy amándote lomismo que siempre. Te perdo-no tus puerilidades, tus cosas deniña, tus recelos infundados. Teperdono que hayas llegado adudar de lo mucho que te hequerido siempre. Si tú te guar-daras como hasta ahora, si mo-

derando tu carácter y tus pe-queñas ligerezas siguieras enla misma vía que has seguidodurante nuestros amores, yovolvería y volvería a realizarnuestros deseos. Tú me quisis-te mucho, no sé si todavía mequieres. ¡Son tan volubles lasniñas y las mariposas!...Mucho me tienes que recordarsi amas a otro. Ya verás. Yono tengo otro deseo sino queseas feliz.

Si estando como voy aestar tan lejos, me llegase lanoticia de que vivías tranquila,dichosa, casada con un hom-bre honrado y que te quisiera,yo me llenaría de gozo y te re-cordaría muy dulcemente. Pe-ro si me llegase a Santiago deChile una noticia que con sóloimaginármela se me sube lasangre al rostro: si me escri-biese algún amigo que no mepodrías ver frente a frentecomo antes… yo me avergon-zaría de haber puesto mi amoren una mujer indigna de él.Pero esto no será así, estoyconvencido de ello.

Pongo a Dios por testigo queel primer beso de amor que yohe dado en mi vida fue a ti… Oja-lá que nos podamos volver a vercon el mismo cariño de siempre,recordando lo mucho que te quisey que te quiero. Adiós, pues, Ro-sario. -Rubén Darío.

¿Por qué se había marchadoel poeta de Nicaragua? Como essabido, en su autobiografía con-fesó que la causa había sido “lamayor desilusión que puede sentirun hombre enamorado”.

Rubén: “esbelto, bien ves-tido y guapo”

En marzo y abril de 1889, asu retorno de Chile, Rubén hamacizado su carácter y apren-dido a vivir de su pluma. Pasaunos días en León y se dirige ala capital con el inevitable ob-jetivo de visitar a Rosario. Éltiene 22 años y viste elegante-mente. Le acompañan dos ami-gos. Ella, de 18 años cumplidos,ha crecido en esplendor y todoparece indicar que la relaciónculminaría en matrimonio. Massus amigos le disuaden de con-traer matrimonio, argumentan-do que se truncaría su carreraintelectual. El testimonio quediera Rosario muchos años mástarde lo confirma: El mismo díaque llegó Rubén a Managua, vi-sitó mi casa a las siete de la no-

che, en unión de Pedro Gonzá-lez y Pedro Ortiz. Mi sorpresafue grande al notar a Rubén, noya al muchacho feo y peludode antes, sino a un hombre enplena juventud, esbelto, bienvestido y guapo. Y estaba en-cantada. Rubén era ya una glo-ria de Nicaragua. Sus triunfosen Chile habían definido lasbases de su personalidad. Rea-nudado el noviazgo, se arreglóel matrimonio.

Y agrega: Por ese tiempo es-taban por casarse Amelia yEmilia Díaz, hijas del generaldon Carmen Díaz. La primeracon Pedro Ortega y la segundacon José Pasos. Dada nuestraamistad con la familia Díaz, sedispuso que los tres casamien-tos se efectuaran en la mismafecha. Hechos los preparativosde todo, quiso la desgracia quepor influencia del doctor Jeróni-mo Ramírez y de Felipe Cham-berlain, que lo querían alejar deaquí para que no cortara su ca-rrera literaria casándose tan jo-ven, Rubén hizo viaje a El Sal-vador.

Durante su segunda estadaen la tierra cuscatleca, el poetase enamoró de su amiga de lainfancia Rafaela Contreras, ca-sándose con ella; pero nunca se

Amores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén DaríoAmores de Rubén Darío

Rubén Darío y sus tres musas.

Los Amores de Darío

olvidaría de Rosario. Al llegarno más a San Salvador le de-dicó el poema titulado “Emeli-na”, haciendo pública la ardien-te pasión que todavía le inspi-raba: Amada, espera, espera. /Florecerá la luz en los altares, /y al llegar la amorosa Prima-vera / te hallará coronada deazahares. // Eres buena, erescasta, / y Dios belleza y graciadarte quiso, / para hacer de unhogar un paraíso / ¡Oh, mi glo-ria y mi luz! Con eso basta.

El fallecido niñoEl fallecido niñoEl fallecido niñoEl fallecido niñoEl fallecido niñoDarío DaríoDarío DaríoDarío DaríoDarío DaríoDarío Darío

Luego aconteció “el casomás novelesco y fatal” de suvida, como llamaría Rubén a laya referida acción de AndrésMurillo; y el matrimonio con Ro-sario, como también ya se re-firió. En seguida, la pareja em-barca para Panamá, pero ellaregresa pocos días después aNicaragua, embarazada. Mien-tras Rubén vive en BuenosAires ejerciendo el consuladode Colombia, nace Darío Darío,quien fallece de tétanos, al mesy medio de nacido, porque suabuela Mercedes le cortó elcordón umbilical con unas ti-jeras que no estaban desin-fectadas.