amantes amazónicos

2
En la confluencia de los ríos Huallaga y Paranapura, se encuentra la ciudad de Yurimaguas. La recuerdo porque estaba rodeada por la selva amazónica y porque en ella nos quisimos enfebrecidamente, como si el mundo se despeñara. La primera vez que te vi vestías bata médica y una coleta encauzaba tu pelo de caoba. Engatusabas a un niño con una piruleta para aplicarle el estetoscopio al pecho –aquel estetoscopio que posaste en todas las partes de mi cuerpo en busca de “algo roto”-. Al girarte, tu rostro era precolombino y blanco, indio y criollo, tus ojos pequeños en favor de tus pómulos de altiplano y tu sonrisa medicinal que todo lo justificaba, pero como por encima, pero como despiadada, con la altanería y la suficiencia de los ángeles. Tres noches después me besaste porque pensaba constantemente en tu hermosura y no te lo decía. Sí te confesé que tu boca era un insecto frutal. No lo entendiste; yo tampoco, pero era cierto; aún me trepa por las encías para deshacerse como se deshace el durazno. Al principio quedábamos en la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. Pasábamos frente a las capillas y nos besábamos delante de las tallas de madera. Poco tardé en advertir que eso podía ser inadecuado, “¿por qué –replicaste- si los dos somos católicos?” Y era verdad. Te pedí que me enseñaras a amar, pero

Upload: aquilespapam

Post on 16-Nov-2015

216 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Relato

TRANSCRIPT

En la confluencia de los ros Huallaga y Paranapura, se encuentra la ciudad de Yurimaguas. La recuerdo porque estaba rodeada por la selva amaznica y porque en ella nos quisimos enfebrecidamente, como si el mundo se despeara. La primera vez que te vi vestas bata mdica y una coleta encauzaba tu pelo de caoba. Engatusabas a un nio con una piruleta para aplicarle el estetoscopio al pecho aquel estetoscopio que posaste en todas las partes de mi cuerpo en busca de algo roto-. Al girarte, tu rostro era precolombino y blanco, indio y criollo, tus ojos pequeos en favor de tus pmulos de altiplano y tu sonrisa medicinal que todo lo justificaba, pero como por encima, pero como despiadada, con la altanera y la suficiencia de los ngeles. Tres noches despus me besaste porque pensaba constantemente en tu hermosura y no te lo deca. S te confes que tu boca era un insecto frutal. No lo entendiste; yo tampoco, pero era cierto; an me trepa por las encas para deshacerse como se deshace el durazno. Al principio quedbamos en la Iglesia de Nuestra Seora de las Nieves. Pasbamos frente a las capillas y nos besbamos delante de las tallas de madera. Poco tard en advertir que eso poda ser inadecuado, por qu replicaste- si los dos somos catlicos? Y era verdad. Te ped que me ensearas a amar, pero contestaste que eso era vulgar, que lo nuestro era devorarnos: yo te voy a querer con el vientre y un pecho, t quireme con los msculos y las costillas. Como un aguamanil te tomaba y te verta sobre la noche abigarrada de carbunclos. La humedad de la selva te perlaba el vientre. Te lo dije y ordenaste: Apacintame. Y yo soplaba en tus huesos como en una flauta de leche. Apartaba el tamiz con las manos y t te desperdigabas por las sbanas como un banquete escurridizo, como un pez.Fue tan hermoso perderte. Asomado a la ventanilla vi que me despedas y, desde los tobillos, la maleza se enroscaba por tus muslos, conquistaba tu vientre y tapaba por completo tu cara. Siempre lo supe y ahora lo vea: eras vegetacin. Antes de tomar la curva, vi que abejas te libaban. Ahora te recuerdo, mujer arbrea, ahora que he visto otros ojos que, como los tuyos, reinventan el deseo.