alvarez mosquera- la educacion, la politica y la sociedad en cvf (articulo)

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La educación, la política y la sociedad en C. V. Ferreira * por Eduardo Álvarez Mosquera ** I. Punto de partida Decir que hay un triángulo educación-política-sociedad y que en Sudamérica es particularmente problemático, no es noticia. Cuando enuncia esto Vaz Ferreira no tiene la pretensión de ser original; mucha gente antes de él lo había pensado y dicho. No obstante, el planteo de Vaz Ferreira es, a este respecto, muy original. ¿Por qué?. Por la manera en que lo aborda. En efecto, con Vaz Ferreira se asiste a un nuevo modo de anclar en esta cuestión: la desdramatización. Para él no es martirizante el que se hable de crisis de la educación, de la política o de la sociedad. Es más, él cree que hablar de la crisis y estar en crisis es lo mejor que nos puede pasar. Cuando les habla a sus contemporáneos, les dice: “Si se leen libros de distintas épocas se nota con sorpresa que no ha existido una sola generación de sociedades vivas y de razas vivas que no tenga la sensación, que tenemos nosotros, de que vivimos en una época de crisis”. (“Algunas conferencias”, Idea de crisis, p. 155) De ahí que renegar de la crisis, no solo es para Vaz Ferreira ignorancia histórica, sino también amor a lo muerto. Querer superarla definitivamente es pretender hacer de la educación, de la política y de la sociedad bellos esqueletos en los que nadie se interesaría. Tampoco se tortura porque seamos, como él dice, “tributarios” de centros culturales. El que los sudamericanos tuvieran en esa época como un punto de referencia central, a Europa, no lo consideraba una tragedia. Para Vaz Ferreira, esa dependencia, cuando es bien manejada, incluso puede ser enriquecedora, a la manera en que lo fue la experiencia norteamericana, en la que el ser tributario de Europa produjo un movimiento que acabó en la segunda revolución, que ya no era política, sino cultural (“Moral para intelectuales”, Deber de cultura en los estudiantes, p. 41). II. Marco teórico del análisis del ‘triángulo’ Ahora bien, con esta desdramatización del tema, que tiene un cierto aire de familia con lo que hizo Spinoza en el terreno de la moral, Vaz Ferreira está obligado a considerar el asunto de quién, de cómo y desde dónde pensar ese triángulo y qué hacer con él. Sobre el quién, Vaz Ferreira no tenía dudas; el que tenía que pensar sobre educación, sobre política y sobre la sociedad era el intelectual. ¿Por qué?. Porque en toda Sudamérica, incluido el Uruguay, no había una tradición cultural. La cultura en estas regiones, decía, no estaba en las calles; se encontraba encerrada dentro del recinto universitario. Así, cuando alguien quería ‘beber’ cultura y vivía en Sudamérica, necesariamente debía pasar por la universidad. Pero ¿qué intelectual?. Acaso ¿aquel intelectual que está fascinado por todo lo europeo y que cree que lo único bueno que puede hacerse es aceptar e imitar?. Por cierto, no. Esta

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La educación, la política y la sociedad en C. V. Ferreira *

por Eduardo Álvarez Mosquera ** I. Punto de partida Decir que hay un triángulo educación-política-sociedad y que en Sudamérica es particularmente problemático, no es noticia. Cuando enuncia esto Vaz Ferreira no tiene la pretensión de ser original; mucha gente antes de él lo había pensado y dicho. No obstante, el planteo de Vaz Ferreira es, a este respecto, muy original. ¿Por qué?. Por la manera en que lo aborda. En efecto, con Vaz Ferreira se asiste a un nuevo modo de anclar en esta cuestión: la desdramatización. Para él no es martirizante el que se hable de crisis de la educación, de la política o de la sociedad. Es más, él cree que hablar de la crisis y estar en crisis es lo mejor que nos puede pasar. Cuando les habla a sus contemporáneos, les dice: “Si se leen libros de distintas épocas se nota con sorpresa que no ha existido una sola generación de sociedades vivas y de razas vivas que no tenga la sensación, que tenemos nosotros, de que vivimos en una época de crisis”. (“Algunas conferencias”, Idea de crisis, p. 155) De ahí que renegar de la crisis, no solo es para Vaz Ferreira ignorancia histórica, sino también amor a lo muerto. Querer superarla definitivamente es pretender hacer de la educación, de la política y de la sociedad bellos esqueletos en los que nadie se interesaría. Tampoco se tortura porque seamos, como él dice, “tributarios” de centros culturales. El que los sudamericanos tuvieran en esa época como un punto de referencia central, a Europa, no lo consideraba una tragedia. Para Vaz Ferreira, esa dependencia, cuando es bien manejada, incluso puede ser enriquecedora, a la manera en que lo fue la experiencia norteamericana, en la que el ser tributario de Europa produjo un movimiento que acabó en la segunda revolución, que ya no era política, sino cultural (“Moral para intelectuales”, Deber de cultura en los estudiantes, p. 41). II. Marco teórico del análisis del ‘triángulo’ Ahora bien, con esta desdramatización del tema, que tiene un cierto aire de familia con lo que hizo Spinoza en el terreno de la moral, Vaz Ferreira está obligado a considerar el asunto de quién, de cómo y desde dónde pensar ese triángulo y qué hacer con él. Sobre el quién, Vaz Ferreira no tenía dudas; el que tenía que pensar sobre educación, sobre política y sobre la sociedad era el intelectual. ¿Por qué?. Porque en toda Sudamérica, incluido el Uruguay, no había una tradición cultural. La cultura en estas regiones, decía, no estaba en las calles; se encontraba encerrada dentro del recinto universitario. Así, cuando alguien quería ‘beber’ cultura y vivía en Sudamérica, necesariamente debía pasar por la universidad. Pero ¿qué intelectual?. Acaso ¿aquel intelectual que está fascinado por todo lo europeo y que cree que lo único bueno que puede hacerse es aceptar e imitar?. Por cierto, no. Esta

clase de intelectual se contentaría con ‘recetas’ europeas, y solo contribuiría con sistemas ya hechos, pero hechos para Europa y no para Sudamérica. Vaz Ferreira sabía de sobra los argumentos que esa clase de intelectuales esgrimían: los europeos disponían de todos los medios materiales para pensar e investigar, estaban donde estaba el mayor conocimiento y por si fuera poco, tenían el mejor talento. Nada más inteligente habría, que aceptar de buen grado lo que ellos decían. Pero también sabía, primero, que eso no siempre es así para el europeo, y segundo, que el fundamento de esa opinión respondía más que nada a un espíritu originado por el hábito y la sugestión del “yo no puedo” y por el miedo a hablar por cuenta propia (Ibid., p. 36). No obstante, lo lamentable no era que hubiera esta clase de intelectuales, lo lamentable era para Vaz Ferreira, que su manera de pensar era algo así como una “especie de epidemia intelectual”, que conducía a que los intelectuales sudamericanos hicieran aún menos de lo que podían. La acusación de Vaz Ferreira era sin duda fuerte: no tenían una “personalidad intelectual y científica”; y eso había que cambiarlo, se tenía que producir un cambio de cabeza, o si se quiere, un cambio de psicología en el intelectual sudamericano (Ibid., p. 39). Y para cambiar al intelectual sudamericano, pensaba Vaz Ferreira, no se necesitaba tanto. Bastaba con señalarle que se estaba equivocando al pensar por sistemas, de lo cual trata con cierta extensión en “Lógica viva”. Claro que podrá creerse que esto es una ingenuidad, que no basta con señalar que aquí o allá hay un error para que se cambie la psicología de un individuo, por más intelectual que este sea. Sin embargo, téngase en cuenta que para Vaz Ferreira las transformaciones siempre se dan por virajes del pensamiento (1). En realidad toda esta cuestión del cambio psicológico tiene que ver con eso, con la racionalidad y el reconocimiento por parte de la intelectualidad, de que resulta fácil equivocarse y que se desaprovechan muchas verdades cuando se acepta una única cosa y en bloque lo importado desde Europa y que mejor haríamos si eso lo admitiéramos todo, pero solo como ideas para tener en cuenta (cfr. p. 128). Esto es lo que hay que hacer entender. Ese es el cómo. Pero ¿desde dónde pensar este triángulo?. Habrá que pensarlo, siguiendo a Vaz Ferreira, desde dos lugares: (a) el de los bienes positivos, y (b) el de la recimentación de la educación, de la política y de la sociedad. ¿Qué quiere decir esto?. Quiere decir en primer lugar, que hay que terminar por reconocer la existencia de ciertos bienes que forman parte de lo que en otra ocasión llamé “el mundo de los ideales” (“Los tres mundos de C. V. Ferreira”, Ponencia en “Corredor de las ideas”, 2004 – inédito). Son bienes deseables por todo ser racional, y además, y a pesar de sus inevitables defectos, son los únicos que en verdad defienden la dignidad humana (“Algunas conferencias”, La parte de acuerdo en los problemas sociales, p. 24). Por otro lado quiere decir, que dado un intelectual con personalidad sudamericana que reconozca que esos bienes positivos existen y que hay que defenderlos, tendrá que asumir la responsabilidad intelectual de suministrar un fuerte sustento teórico a esos tres vértices del triángulo, la educación, la política y la sociedad. La recimentación no es otra cosa que eso. Darle forma es nuestro destino, dirá sin complejos Vaz Ferreira en nombre de todos los intelectuales con personalidad sudamericana (“Inéditos”, Frente a un golpe de Estado, p. 185). III. Los bienes positivos, ¿cuántos? Pero veamos ahora lo de los bienes positivos. Recién decía que son bienes deseables y que tenían que ver con la dignidad humana. Son por decirlo así, aquella clase de cosas que

todo individuo, en cuanto y por cuanto pertenece a la especie humana, debería poseer, y que de esa posesión se sigue la realización o la posibilidad de realización de su humanidad. Sin duda no son poca cosa. Más, ¿cuáles son esos bienes positivos que Ud. y yo debemos poseer?. La lista parece ser algo larga sin duda, y por lo demás, no hay en ella lo que podríamos denominar un orden, y cada ítem de esa lista contiene a su vez otra lista de bienes, digamos, derivados. Ilustremos el punto usando como ejemplo lo que Vaz Ferreira dice en “Inéditos”, Frente a un golpe de Estado: “sentía que ... la libertad, los derechos individuales, la soberanía, eran bienes supremos...” (p. 189), he aquí una lista sumaria de bienes positivos que conciernen sobre todo a la política, aunque también le conciernen a lo social y a lo económico. Tomemos ahora el ítem libertad, y entonces tendremos estos otros bienes: libre cambio, fines primarios del Estado, libertad individual, etc. (Cfr. “Algunas conferencias”, Ideas principales e ideas complementarias, p. 20). De acuerdo con esto, cada bien positivo no solo estaría presente en muchos ámbitos, por no decir en todos los posibles –educación, moral, economía, política, etc., etc.-, sino que además, en cada de ellos estaría presente, por decirlo así, con diferentes máscaras y vestidos. Y también de acuerdo con esto, estaríamos dentro de una concepción pluralista de los bienes. No obstante, debo reconocer que no me queda claro que estas dos últimas cosas, de que hay muchos bienes positivos y que la concepción de Vaz Ferreira sea pluralista, sean verdaderamente así. Mis dudas tienen que ver con un pasaje muy interesante de Vaz Ferreira, en el que habla sobre los derechos individuales, que me parece está negando gran parte de lo anterior. Él dice: “los derechos individuales son las libertades que es bueno conceder a los hombres” (“Algunas conferencias”, Fundamentos de los derechos individuales, p. 20). Si hacemos caso a esto último, en verdad no veríamos la pertinencia de distinguir como bienes positivos distintos, por ejemplo, a la libertad y a los derechos individuales; al contrario, diría que alcanza con hablar del bien positivo libertad. Con él daría para deducir el bien derechos individuales, tanto como el bien soberanía. En contra del propio Vaz Ferreira, Vaz Ferreira tal vez esté cometiendo el mismo pecado que tanto reprocha a los demás: la unilateralidad, y bajo el estandarte de la pluralidad se esconda un monismo que su teoría exige, aún cuando por temperamento no congenie con él. Pero dejemos esto por acá, por cuanto hay algo más interesante aún. Estoy hablando de lo que exige un bien positivo para ser realmente un bien positivo, que según después veremos, continúa actuando en la recimentación. Me estoy refiriendo a la teoría de las ideas principales y de las ideas complementarias. Esta teoría, de innegable inspiración aristotélica aunque no aceptación del aristotelismo, sustenta que “en muchos órdenes de hechos” -aunque hasta donde yo sé, los emplea en todos- hay ideas principales. Esas ideas principales no son otra cosa que ideas sobre el individuo o relativas a determinadas situaciones en los que pueden encontrarse los

individuos, en relación a los bienes positivos. Con respecto a ellas dice Vaz Ferreira, si se diera que se considerara al bien en cuestión como un bien único y excluyente de todo otro bien, se caería en la exageración, y por lo tanto en el error. Entonces, ¿qué hay que hacer para evitar el error?. Lo que hay que hacer es ‘colocar’ junto a la idea principal, otra idea a la que le llama idea complementaria, que en cierto modo está subordinada a la anterior, pero que desempeña un rol importante, por cuanto oficia de muro de contención frente a la idea principal (2). Muchos son los ejemplos que podrían mencionarse, pero baste por ahora, para el bien libertad, los siguientes: “Principal: libre cambio. Correctiva: proteccionismo. Principal: fines primarios del Estado. Correctiva: fines secundarios” (“Algunas conferencias”, Ideas principales e ideas complementarias, pp. 20-21) De esta manera, Vaz Ferreira se asegura dos cosas: (a) contar con un criterio claro que asigne a cada idea un lugar predeterminado para poder hacer “salir un modo mejor de pensar, más comprensivo, completo y amplio”, como dice en “Lógica viva” (Otros apéndices, Sobre “justo medio”, “eclecticismo”, etc., p. 223), y (b) disponer de un concepto de libertad capaz de expresar la complejidad del mundo de los hechos, mundo en donde conviven lo bueno y lo malo, y en donde es moneda corriente las asociaciones simbióticas al modo de ciertas anémonas que viven en el caparazón de los cangrejos. IV. El triángulo recimentado Para decirlo en términos futbolísticos, con esto Vaz Ferreira había marcado la cancha. Sabemos qué cosa es un bien positivo y qué procedimiento hay que usar para que ese bien sea un bien. El asunto es ahora, ver qué bien positivo recimentar y en dónde, y cómo juegan e interactúan entre ellos cada uno de los vértices de ese triángulo. Por esto mismo, a Vaz Ferreira no le queda otro camino que partir de la crítica de todas las concepciones, de todos los argumentos y de todas las prácticas equivocadas que se dan en la educación, en la política y en la sociedad, ya que de ella podrá nacer una mejor educación, una política mejor y también, una sociedad mejor. El mundo podrá así, estar ‘patas arriba’, lo bueno ocupando el lugar que le corresponde, y el escepticismo sin fundamento. IV.a.1. La educación recimentada Pensemos en la educación. En ella, dirá Vaz Ferreira, se padece mucho. Personas que están cargadas de un “inmenso egoísmo”, llámese autoridades de la enseñanza o profesores, privan a los que quieren educarse “de los placeres más nobles y valiosos”, y lo peor, en nombre de la cultura y de la educación (“Inéditos”, Discurso pronunciado en el momento de colocarse la piedra fundamental para el edificio de enseñanza secundaria, p. 55). Para tener una idea de esto es que cito el caso casi autobiográfico de Vaz Ferreira. Él evoca en “Moral para intelectuales” su sufrimiento y el de sus compañeros de clase, por causa de un profesor de literatura. Éste, había mandado a sus alumnos que estudiasen de memoria un programa enorme para el examen. Eso era inhumano, pero los estudiantes querían salvar el dichoso examen. Fue así que a la manera de un mecanismo de defensa, optaron por el camino más fácil, a saber: memorizar lo que fuera más sencillo de memorizar, y además,

memorizar lo que podría ser preguntable. Era en realidad un ‘truco’ de los estudiantes (Op. cit., Deber de cultura en los estudiantes, p. 22). Pero ¿dónde estaba el truco?. En mostrar que se sabe en ese momento, aún cuando ese saber desaparezca apenas pasados pocos días. Lo último, en verdad no importa. ¿Qué quería decir esto?. Quería decir que el sistema educativo o al menos algunas personas que estaban en él, habían obligado a los destinatarios directos de la educación a realizar una inversión, colocando a una idea complementaria en el lugar de la idea principal. En efecto, los estudiantes llegan a pensar que lo fundamental es “estudiar para mostrar que se sabe” y que si por añadidura llegan a saber, tanto mejor. Para eso habían contado con la complicidad más o menos confesa, de parte o de todo el sistema educativo. Pero eso, para Vaz Ferreira, no está nada bien. Se estaba institucionalizando el sufrimiento y la anticultura y había que poner patas arriba a la educación, recimentarla. Y ¿cómo hacerlo?. Mostrando que se debe “estudiar para saber”, poniendo en evidencia que la idea principal tiene que ser aquella que Vaz Ferreira encierra en la fórmula “estudiar por el solo amor al estudio y al saber” (“Algunas conferencias”, Enseñanza superior no profesional, p. 60), y que “el estudiar para mostrar que se sabe” es la idea complementaria. En definitiva, mostrando que esa idea principal es garante legítima “para labrar el propio valer, asegurar la propia independencia, y, sin herencia, tutela ni protección, afirmarse hombre por el esfuerzo personal puro”, como dice Vaz Ferreira en “Inéditos”, Discurso pronunciado en el momento de colocarse la piedra fundamental para el edificio de enseñanza secundaria” (p. 55). Pero las crueldades del sistema educativo no terminan allí. Piénsese si no, y con esto cierro esta primera parte, en la forma en que sucesivos pedagogos que se ponen de moda, plantean sus teorías como si fuesen soluciones pedagógicas. Ellos dicen que hay que enseñar tales y cuales cosas, con tales y cuales métodos, y se tiene asegurada la educación de los jóvenes. Todo esto nace en realidad, de la postulación de ciertas facultades espirituales que los hombres tienen, y la cuestión se reduce a deducir lo que había que hacer para desarrollarlas o inhibirlas. La validación de la teoría pedagógica se obtenía, en tanto y por cuanto, los demás creyesen que los razonamientos expuestos por el pedagogo de turno, eran buenos. Así, para esos pedagogos y para aquellos que ponían en práctica sus consejos, la teoría era todo, era la idea principal. En esto último, Vaz Ferreira acordaba con ellos, pero se negaba a aceptar que a esa idea principal no le acompañara otra idea que fuera complementaria. Para él constituía una exageración la idea principal en solitario, y por eso agregaba esta otra idea, la de experimentación (“Algunas conferencias”, Escuelas de experimentación, p. 76). Pero ¿cómo jugaba esta idea introducida por Vaz Ferreira?. Jugaba como una recimentación de la pedagogía, como una garantía de que se tiene la posibilidad de poder contar con una buena teoría. A partir de ella se podría probar si una teoría pedagógica es buena o es mala, constituía un control. Y tanto es así, que pensaba que con esto de la experimentación, lo que tenía entre manos era una verdadera “revolución en la pedagogía mundial”. IV.a. 2. La política recimentada Pasemos ahora a la política. A la política no le va bien, decía Vaz Ferreira, y no le va bien por cuanto los no políticos, que son la mayoría, censuran y están desencantados –y obsérvese el término- de los políticos y de la política.

No es algo nuevo en realidad, cada época ha hablado de esto mismo. Sin embargo, Vaz Ferreira ve con cierto dolor que es básicamente cierta esa imagen que se tiene del político tradicional, aquel que solo se dedica a la política y vive de eso. Lo manifiesta claramente en “Moral para intelectuales” cuando dice que lo que hace el político “es como rizarse y pintarse, disfrazarse y teñirse; es trabajoso y sucio ...” (Moralidad política, p.134). Es que no se trata de un simple acicalamiento que podría ser atado a la idea de una fantasía presentada para engañar o hacer trampa, es peor que eso, es inmoral por donde se mire. Esto tiene que ver con la idea de que la política es esa cosa en la que ciertas personas llamadas políticos, entran y tienen la obligación de realizar “pequeñas transacciones, compromisos y componendas ... en una palabra, en el mejor de los casos, una cantidad grande de inmoralidades pequeñas” (Ibid., p. 129). Dicho de otra forma, los políticos son ‘torcidos’ e inmorales, y la política es el lugar donde todo eso se desarrolla hasta con naturalidad. Por cierto que de una imagen de esta clase de los políticos y de la política, debía seguirse el desencanto ante la democracia. Era en verdad fácil pasar de la crítica a los políticos a la crítica de la democracia, porque era en ese régimen de gobierno que ellos actuaban. Así fue que se la condenó de dos formas: (a) de una manera general, en donde lo que se sostiene es que toda democracia es mala, y (b) de una manera especial, afirmando que la democracia no es mala, pero hay ciertas democracias que sí son malas (“Algunas conferencias”, Extracto de ideario, Democracia, p. 174). No obstante, la preocupación de Vaz Ferreira no era tanto eso de que los no políticos estuviesen desencantados de los políticos, de la política y de la democracia; lo que más le preocupaba era el sistema de alianzas de los no políticos. Se habían unido, estaban juntos a los que tenían un espíritu antidemocrático, a los que eran por naturaleza autoritarios (Ibid., p. 173). Y esto había que cambiarlo, o si se prefiere, recimentarlo. Pero ¿cómo hacerlo?. La idea principal era la idea de la democracia que nos venía de los libros, era básicamente una concepción que Vaz Ferreira denominó “teórico-libresco”. A través de esos libros nos enteramos que la democracia es perfecta y tiene todas las características de un ideal inmaculado. Estábamos en un terreno que Vaz Ferreira se animó a calificar como mítico (“Algunas conferencias”, Fundamentos de la democracia, p. 22). Más, esa era la idea principal, que sola terminó en el golpe de Estado de Terra en el 33. Los resultados eran visibles. Había entonces, que poner una idea complementaria para que la acompañase, pero esa idea se veía obstaculizada por aquello que nos venía de los críticos de la democracia, que también escribían libros, pero libros en donde marcaban los defectos y los vicios de la democracia (“Inéditos”, Frente a un golpe de Estado, p.189). Claro, eso traía un problema. Para dar cabida a la idea complementaria, había que cambiar la idea principal. La recimentación política pasaba por ahí. Entonces, lo que hizo Vaz Ferreira fue bien sencillo, fundamentar la democracia sobre otras bases, bases que funcionarían como un antídoto contra el desencanto y como una cerca de alambre que no permitiría que se junten demócratas y antidemócratas. La manera fue teniendo como idea principal, no que la democracia era perfecta, sino que la democracia era el menor mal. Ahora tenía el panorama despejado y podía enunciar la idea complementaria: la democracia mantiene y estimula al individuo, lo excita y exalta, y eso es muy bueno.

IV.a.3. La sociedad recimentada Esto sin duda nos deja una enseñanza, el centro de todo en una democracia es el individuo, pero también nos deja una complicación; no es tan fácil manejar el individualismo en el plano social. Veámoslo. A la sociedad uruguaya, a pesar de las guerras civiles a principios del siglo XX y de los sucesos de 1910 y de 1933, le resultó ‘natural’ vivir en democracia. Su historia hasta podría concebírsela como la historia de la evolución y la profundización democrática. En relación a esto no habría mucho desacuerdo. Pero claro, eso tenía un precio y nuestra sociedad lo tuvo que pagar. Pero ¿cómo lo pagó?. Lo contesta Vaz Ferreira en una conferencia de 1946, a la cual le puso un título inusitadamente largo, a saber: “De qué defectos tendrían que corregirse –o mejorarse en lo posible- los habitantes de uno de los mejores países del mundo, para hacer de él, decididamente, el mejor país del mundo”. Allí dice que en ese país, que sin duda alguna es Uruguay, materialmente, no le va tan mal, que su situación es aceptable. Agrega que sus males no está en su industria incipiente o en el poco territorio, sino en otras cosas. Consideremos de entre ellas, apenas unas pocas. Comencemos por la primera, digamos, la más grave: la intolerancia. A la sociedad le sobrevienen muchos males con la intolerancia, aún cuando en ella, los que la forman estén llenos de “sinceridad, aspiraciones, idealismos, energías”. Y ¿qué le ha pasado a la sociedad de ese país?. Ha puesto como idea principal lo que recién dijimos: sinceridad, aspiraciones, idealismos, energía, y el resultado no podía ser otro que la disensión, la pelea, la sangre y la muerte. Es que esa idea funcionaba sola, en exclusiva. El problema es que no había una idea complementaria que esa sociedad tiene que sí incorporar: la de tolerancia. Así, esa sociedad podría sumar y no restar. Sigamos con otra ahora, que parece no ser tan grave. La impuntualidad. Por cierto que es un defecto ‘chico’, y nadie se muere por esto; pero no es tan chico. Si no se cree eso de que no es tan chico, véase lo que cuenta Vaz Ferreira de un miembro de la Comisión de Educación Física: “Recibe la primera citación para esta Comisión de Educación Física, que se reuniría a las diez de la mañana... Concurre a la hora establecida. Pasó la ho- ra..., no había nadie... Ni siquiera quien informara en secretaría. Espera un cuarto de hora; espera otro. Espera algo más de media hora. Se va. Y, al día siguiente... aparece en el diario faltando sin aviso... (Se habían reunido más tarde).” (Op. cit., p. 134). ¿Qué pasó en este caso?. La comisión hizo lo que tenía que hacer, se reunió. Claro que lo hizo mucho más tarde, pero cumplió con su obligación. Lo de la tardanza fue apenas un ‘detalle’, algo que puede disculparse. Y ¿qué está diciendo el que piensa así?. Está diciendo que la idea principal es cumplir con las virtudes ‘grandes’, que ellas son las únicas que importan. Pero eso es un error, dirá Vaz Ferreira, aquí falta la idea complementaria. Hay que poner sobre la mesa la idea de la virtud ‘chica’, que para el caso mencionado es la dificultosa puntualidad. Ahora sí está todo en orden. Tercera y última, la que tiene que ver en cómo se piensa la sociedad, o si se prefiere, la cuestión social. Este es un punto complejo, más que nada por las muchas confusiones que hay en él. La primera de esas confusiones consiste en creer que la sociedad puede ser

pensada desde las teorías sociales, ya sea desde el individualismo, ya sea desde el socialismo, nos dice Vaz Ferreira (“Algunas conferencias, Cuestiones sociales, p. 181). El individualismo nunca ha existido y si llegara a existir acabaría contradiciéndose, puntualiza. El socialismo sí existe –piénsese en la antigua URSS-, y es una lástima que se haya realizado, porque se llevó al extremo. Una era una simple “utopía psicológica”, la otra “tiranía”, y ninguna una buena candidata. La solución no era apoyarse en ellas para tratar lo social; al contrario, lo que Vaz Ferreira proponía era independizarse de ambas. El llamado de Vaz Ferreira recuerda al de Bergson, ir directamente a lo social. Pero ¿cómo hacer eso?. Conciliando al individualismo con el socialismo. Y ¿resultará fácil?. No me parece y a tal punto no me parece fácil, que no sin mucha reticencia voy a explicitar una duda sobre el planteo que hace Vaz Ferreira. En “Algunas conferencias”, Cuestiones sociales, p. 183, Vaz Ferreira deja establecido que el socialismo pone sobre la mesa las ideas de socialización de los medios de producción, cambio y trabajo. El reproche que le hace Vaz Ferreira al socialismo es que tomó esas ideas como ideas principales, cuando en realidad debían ser ideas complementarias. Iba de suyo entonces, que las ideas del individualismo debían ser ideas principales. Hasta aquí va todo bien. El problema aparece en la página siguiente, p. 184, en donde hace la conciliación del individualismo con el socialismo. En ese lugar dice que la cuestión social se resuelve de la siguiente manera: “Algo asegurado al individuo (a cada uno, y como tal); y el resto, a la

libertad”. Vaz Ferreira ve lo primero como lo que es común al individualismo y al socialismo, y ve lo segundo como aquello en que difieren, aunque más no sea en el grado. A lo primero debiera vérselo como la idea principal, y a lo segundo como la idea complementaria. Pero, la idea principal, ese mínimum que se le asegura a cada individuo, ¿qué es?. Contestado esto rápidamente, es individualismo, o al menos se puede decir, que tiene un tufillo individualista. Sin embargo no lo es. Esto es socialismo, y lo es, no únicamente porque en la p. 185 diga que el socialismo es más individualista que el individualismo, sino además porque el socialismo “quisiera dar a cada uno todo lo posible en bienestar”. Por lo tanto, la idea principal sería el socialismo y la complementaria el individualismo. Estaríamos al revés de lo que se supone debería estar. Por cierto que Vaz Ferreira tendría muchas cosas por decir en su defensa: ya he renunciado a esos nombres de teorías, el asunto no es una cuestión de nombres, o, cambiémosle el nombre al socialismo y al individualismo, etc.. Pero igualmente, creo que esas defensas no alcanzarían para borrar del todo esas sospechas de que estoy hablando. Más, dejemos esto y pasemos a ver una consecuencia que me parece de la mayor importancia. V. El efecto eco De lo que vengo diciendo, hay algo surge lo que creo que bien podría llamarse el efecto eco, que no sería más que la exigencia de un efecto multiplicador de la recimentación. Da toda la impresión que cada recimentación que se produce en un vértice del triángulo, tiene su réplica en los demás. Se me ocurre que funciona a la manera en que lo haría el eco o también una mano gigantesca y torpe frente a la botonera de timbres de un bloque de apartamentos, que tocando uno de esos timbres, acaba haciendo sonar a todos. Recordemos si no lo que recién decía, recordemos a Vaz Ferreira deplorando que en el cuerpo social no se cultivase la tolerancia. Él reclamaba con énfasis la acción de los intelectuales destinada a defenderla en tanto que bien positivo capaz de recimentar la sociedad. Más, ¿cómo hacerlo?.

Sabía de sobra que la tolerancia social no podría sustentarse por sí sola; ni la tolerancia ni ningún otro bien positivo sería duradero, si no se llevaba del plano social a los demás planos, al educativo y al político. La tolerancia debía llegar al aula y al gobierno. Y sobre eso trabajó Vaz Ferreira. Veamos como ‘desembarca’ la tolerancia en la educación. En primer lugar está el informe que Vaz Ferreira para la comisión encargada de proyectar el programa de filosofía. Como puede observarse, un intelectual integrando una comisión mediante la cual se busca dar los lineamientos de la educación filosófica. Es un intelectual puesto a legislar conductas pedagógicas. Y ¿en qué consisten esas normas?. Se prescribe la tolerancia: “Presentar, sin sacrificar la brevedad, las opiniones más autorizadas de las que se han emitido sobre cada cuestión verdaderamente importante, sin exclusiones sistemáticas ni tendencias sectarias...” (“Inéditos”, El espíritu de la enseñanza, p. 91). Era una prescripción metodológica, y por lo demás tenía como misión promover la tolerancia del que enseña. Pero ¿por qué bajo la forma de norma?. Porque Vaz Ferreira sabía lo fácil que puede ser seducido el que enseña, por sus propias convicciones. Sin embargo, no únicamente el que enseña cae dentro de esta norma, le alcanza al propio estudiante. Ejemplo de esto es la recomendación que hace a los profesores de filosofía: no permitir ni incentivar las discusiones en el aula entre estudiantes que sostienen teorías distintas. Vaz Ferreira estaba convencido de que: “Sería difícil formarse una idea de la fuerza con que se arraigan y persisten las opiniones sostenidas en las clases, si no se tuvieran en cuenta los efectos de la vanidad, del deseo de triunfar, que constituye, en el fondo, el único in- centivo de esas discusiones” (“Inéditos”, Práctica de clase, p. 161). Es una cuestión metodológica, pero no como la anterior. Ahora se trata de impedir la intolerancia, que en realidad constituye una de las buenas formas de promover la tolerancia. Pasemos finalmente, al otro ‘desembarco’, al de la tolerancia en lo político. De entre las tantas cosas que hubiera podido elegir como un caso de desembarco en lo político, me pareció interesante su proyecto de carta abierta sobre el sistema colegiado. En 1913, el país estaba discutiendo sobre la alternativa presidencialismo-colegiado, y Vaz Ferreira entendía que él, en cuanto intelectual, no podía quedar por fuera de esa polémica. Intervenir en ella lo consideraba un deber (“Inéditos”, Sobre el Poder Ejecutivo Colegiado, p. 165). Y ¿qué decía Vaz Ferreira en esa carta que estaba destinada al ya cerrado diario “El Día”?. Arrancaba diciendo que el presidencialismo padece de un grave defecto, por cuanto promueve una psicología de mando muy especial, la cesarización, nombre que Vaz Ferreira toma prestado de Marco Aurelio. Por cierto, él veía que con el presidencialismo era fácil hipnotizar, que con el presidencialismo se producen hombres que “no saben o no se atreven a pensar sino como el que manda” (Ibid., p. 173). Así, la pérdida de la libertad de opinión y la intolerancia, están a la vuelta de la esquina. Y ¿cómo evitar esas pérdidas?. La manera: organizando al Poder Ejecutivo en forma colegiada.

Por supuesto que el colegiado no era perfecto, y Vaz Ferreira lo sabía. Tenía claro que un nuevo consejero podía ser ‘tragado’ por la maquinaria que habían construido sus pares. Eso podía ser un inconveniente. Sin embargo, era lo menos malo, y por añadidura, un buen antídoto contra la intolerancia. VI. Conclusiones Y ¿qué pensar de todo esto?. Lo primero, que con esto de la recimentación, Vaz Ferreira de alguna manera termina utilizando a la educación como arma política. No sé si eso es bueno o es malo, o si es necesario o superfluo. No voy a discutir este punto aquí y ahora. Pero cuando pienso en esto en Vaz Ferreira, no me abandona la idea de que Vaz Ferreira está, entre otras cosas, juntando aguas para su molino. En segundo lugar, se puede notar que la recimentación tiene un afán reformador. No obstante, junto a ese afán hay otro, uno reproductivo. La cuestión estaría en llegar a una situación en la que todos acabaran promoviendo y gozando de los bienes positivos, y eso para siempre. Y no importa si es en la educación, en la política o en lo social; el asunto es mejorarlo y después, que eternamente siga como quedó. Ahora podríamos seguir diciendo: en tercer lugar ..., en cuarto lugar ..., etc., pero ya se ha dicho bastante sobre Vaz Ferreira. Notas: (1) Vaz Ferreira habla en el “Prólogo de la primera edición” de “Lógica viva”, del último viraje del pensamiento, de aquel al que ata los nombres de Bergson y James fundamentalmente. Según él, se trata de un movimiento libertario, a saber, un movimiento que busca independizar al pensamiento de la palabra, al pensamiento de la lógica tradicional, al pensamiento de los métodos, al pensamiento de las doctrinas, etc., al cual los intelectuales debieran sumarse, tal como él lo hace con esta propuesta. (2) De acuerdo con esto, para Vaz Ferreira es un mal que la idea principal no vaya acompañada de una idea correctiva. No obstante dice que hay un mal mayor aún. Ese mal mayor es el que se produce cuando alguien se equivoca a tal punto que toma por idea principal lo que es idea complementaria. Da el ejemplo de lo que él llama el “super-estadismo”, que incurre en el paralogismo de la consideración separada, consistente en “mostrar que el Estado puede hacer cada una de las cosas; de lo que no se desprende que pueda hacer bien todas o demasiadas” (“Algunas conferencias”, Ideas principales e ideas complementarias, p. 21) Bibliografía: VAZ FERREIRA, Carlos “Inéditos”, t. XXV (Suplemento), Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, 1963, Montevideo: “Sobre el Poder Ejecutivo Colegiado” “Práctica de clase” “El espíritu de la enseñanza” “Discurso pronunciado en el momento de colocarse la piedra fundamental

para el edificio de enseñanza secundaria” “Frente a un golpe de estado” Hoja 11 “Algunas conferencias sobre temas científicos, artísticos y sociales”, t. XII, Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, 1957, Montevideo: “Idea de crisis” “La parte de acuerdo en los problemas sociales” ”Ideas principales e ideas complementarias” “Fundamentos de los derechos individuales “Enseñanza superior no profesional” “Escuelas de experimentación” “Extracto de ideario”, “Democracia” “Fundamentos de la democracia” “De qué defectos tendrían que corregirse –o mejorarse en lo posible- los habitantes de uno de los mejores países del mundo, para hacer de él, decididamente, el mejor país del mundo” “Cuestiones sociales” “Moral para intelectuales”, Ed. Losada, 1962, Buenos Aires “Lógica viva” incluido en “Estudios filosóficos”, Ed. Aguilar, 1961, Buenos Aires * Ponencia del 19 de marzo de 2005 realizada en el I.P.A. para las “Jornadas de verano de Filosofía”, organizadas por A.F.U. ** Profesor de Filosofía