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Autor

Título

Magíster en Educación

Bibliografía Obligatoria

“El Aparato Ideológico del Estado Escolar como Aparato Dominante”, en Sociología de la Educación

Althusser, Louis

Asignatura: Modernidad y Educación / Uso de textos sólo con fines educativos

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Althusser, Louis. “El Aparato Ideológico del Estado

Escolar como Aparato Dominante”, en Sociología de la

Educación. Alain Grais, Editor. Narcea, S.A. de

Ediciones. Madrid, España. 1976.

En la concepción materialista de la historia, es decir, en la perspectiva de la oposición fundamental capital-trabajo y de la explotación del hombre por el hombre, el salario convierte al trabajador en fuerza bruta de trabajo, pero podemos preguntamos por qué medios este trabajador es llevado a la pasividad, o, en otras palabras, reproducido como ser sometido. Sería falso responder: “por la fuerza”, ya que la rebeldía y su consecuencia, la represión, son relativamente raras; a no ser que esta fuerza sea simbólica, es decir, una interiorización de las relaciones de dominación. A partir de estas constataciones Louis Althusser distingue, siguiendo a Gramsci, entre dos modos principales de afirmación de esta dominación: el de los aparatos represivos del Estado ―policía, ejército, tribunales, etc.―, que funcionan (principalmente) con violencia física, y el de aparatos ideológicas del Estada (A. I. E.), que funcionan con ideología.

Este mecanismo parece ser para el autor un medio de dar cuenta a la vez de la interiorización de las normas de la sociedad burguesa, de la autocensura o autorrepresión que resulta de ella y del mantenimiento del orden, simbólico, pero singularmente eficaz. Entre los diversos A. I. E. que distingue el autor (familiar, jurídico, escolar, sindical, etc.) hay uno, privilegiado para cada modo de producción, y que se puede razonablemente llamar A. I. E. dominante. Bajo el antiguo régimen fueron las iglesias, cuyas funciones encuadraban las de los otros aparatos; hoy este papel ha sido devuelto a la escuela, mientras que la familia, hoy como ayer, viene a secundar este A. I. E. dominante

Las técnicas que inculca la escuela consisten también en saber obedecer, y, entre las virtudes enseñadas, la de la resignación es particularmente útil para las clases desfavorecidas. Louis Althusser demuestra, pues, que la lucha de clases está presente en la escuela bajo formas poco visibles; pero estima que puede desarrollarse y conducir a los alumnos a una toma de conciencia que desemboca directamente sobre la comprensión del modo de producción y de explotación; se opone así a los sociólogos que ven en la contestación de los institutos y universidades una revuelta independientemente de los otros grupos sociales o un proyecto social autónomo1.

1 El texto que sigue está constituido por dos extractos de un estudio en curso. El autor los ha titulado “notas para una investigación”. Las ideas expuestas no deben ser consideradas más que como introducción a una discusión.

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Tenemos que ocuparnos ahora de algo que hemos entrevisto en nuestro análisis, cuando hemos hablado de la necesidad de renovar los medios de producción, para que la producción sea posible. Se trataba de una indicación marginal. Vamos ahora a considerarla en sí misma.

Como decía Marx, hasta un niño sabe que, si una formación social no reproduce las condiciones de la producción cuando produce, no podrá sobrevivir un año2. La condición última de la producción es, pues, la reproducción de las condiciones de la producción. Esta puede ser “sencilla” ―reproduciendo simplemente las condiciones de la producción anterior― o “ampliada”, ―extendiéndola―. Dejemos a un lado, por el momento, esta última distinción,

¿En qué consiste la reproducción de las condiciones de la producción?3 […]. Toda formación social debe reproducir, al mismo tiempo que produce, y para poder producir, reproducir las condiciones de su producción. Debe, pues, reproducir:

1. las fuerzas productivas, y 2. las relaciones de producción existentes.

Reproducción de los medios de producción

Todo el mundo reconoce ya ―entre ellos los economistas burgueses que

trabajan en la contabilidad nacional, o los teóricos macroeconomistas modernos―, como ha demostrado Marx en el libro de El Capital, que no hay producción posible sin que se haya asegurado la reproducción de las condiciones materiales de la producción: la reproducción de los medios de producción [ ... ]. Para concebir este mecanismo, que desemboca en una especie de “hilo sin fin”, hay que seguir la marcha global de Marx, estudiando especialmente las relaciones de circulación del capital entre el sector 1 ―producción de los medios de producción― y el sector 2 ―producción de los medios de consumo―, y la realización de la plusvalía, en los libros II y III de El Capital.

No entraremos en el análisis de esta cuestión. Nos basta haber mencionado la existencia de la necesidad de la reproducción de las condiciones materiales de la producción. Reproducción de la fuerza de trabajo

Sin embargo, algo habrá chocado al lector. Hemos hablado de la reproducción de

los medios de producción, pero no de la reproducción de las fuerzas productivas. Hemos, pues, pasado en silencio la reproducción de lo que distingue a las fuerzas productivas de los medios de producción, a saber, la reproducción de la fuerza de trabajo.

2 Carta a Kugelman, 11 de julio de 1868. 3 El autor recuerda este momento: “Nos implicamos aquí en un dominio a la vez muy familiar (desde el libro II de El Capital) y singularmente desconocido”.

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Si la observación de lo que ocurre en la empresa, en particular el examen de la práctica financiera contable de las previsiones de amortización-inversión, puede darnos una idea aproximada de la existencia del proceso material de la reproducción, entramos ahora en un dominio en el que la observación de lo que ocurre en la empresa es, si no totalmente, al menos casi enteramente, imposible, debido a que la reproducción de la fuerza de trabajo ocurre esencialmente fuera de la empresa.

¿Cómo se asegura la reproducción de la fuerza de trabajo? Dando a la fuerza de trabajo el medio material para hacerlo: el salario. El salario figura en la contabilidad de cada empresa, pero como “capital de mano de obra”4 y nunca como condición de la reproducción material de la fuerza de trabajo.

Sin embargo, así es como actúa, ya que el salario representa solamente la parte de valor producido por el gasto de la fuerza de trabajo, indispensable para su reproducción: entendemos indispensable para la reconstitución de la fuerza de trabajo del asalariado ―alojamiento, vestido y comida, en suma, lo que le debe hacer falta para presentarse cada día a la ficha de la empresa―; añadimos: indispensable para la educación de los niños en quien el proletario se reproduce como fuerza de trabajo.

Recordemos que esta cantidad de valor ―el salario―, necesaria para la reproducción de la fuerza de trabajo, está determinada no sólo por las únicas necesidades de un S. M. I. G. “biológico”, sino por las necesidades de un minimum histórico ―Marx señalaba: “Hay que dar cerveza a los obreros ingleses y vino a los proletarios franceses”―, es decir, históricamente variable.

Indiquemos también que este minimum es doblemente histórico, ya que no está definido por las necesidades históricas de la clase obrera “reconocidas” por la clase capitalista, sino por las necesidades históricas impuestas por la lucha de clases proletaria ―lucha de clases doble: contra el aumento de la duración del trabajo y contra la disminución de los salarios.

Sin embargo, no basta asegurar a la fuerza de trabajo las condiciones materiales de su reproducción para que se reproduzca como tal. Hemos dicho que la fuerza de trabajo disponible debía ser “competente”, es decir, apta para ingresar en el sistema complejo del proceso productivo. El desarrollo de las fuerzas productivas y el tipo de unidad históricamente constitutivo de las fuerzas productivas en un momento dado conducen a que la fuerza de trabajo se halle diversamente cualificada y reproducida como tal. En otras palabras: según las exigencias de la división social técnica del trabajo, con sus diferentes “puestos” y “empleos”.

Ahora bien: ¿cómo se asegura esta reproducción de la cualificación diversificada de la fuerza de trabajo en el régimen capitalista? A diferencia de lo que ocurría en las formaciones sociales de esclavitud y servidumbre, esta reproducción de la fuerza de trabajo cualificada tiende ―se trata de una ley tendencial― a asegurarse no ya en la médula ―aprendizaje en la producción misma―, sino cada vez más fuera de la producción, mediante el sistema escolar capitalista y otras instancias e instituciones.

Entonces, ¿qué se aprende en la escuela? Se llega a más o menos lejos en los estudios, pero se aprende de todas maneras a leer, escribir, contar, es decir, ciertas

4 Marx ha dado el concepto científico de esto: el capital variable.

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técnicas y unas cuántas cosas más, entre ellas elementos ―rudimentarios o profundos― de “cultura científica” o “literaria” directamente utilizables en los diferentes puestos productivos ―un tipo de instrucción para los obreros, otro para los técnicos, un tercero para los ingenieros, un último para los cuadros superiores, etc.―. Se aprenden, pues, “técnicas”.

Pero al lado, y con ocasión de estas técnicas y conocimientos, se aprenden en la escuela las reglas de los buenos hábitos, es decir, de la conveniencia que debe observar, según el puesto que está “destinado” a ocupar, todo agente de la división del trabajo: reglas de moral, de conciencia cívica y profesional, o sea, hablando claro, reglas del respeto a la división técnico-social del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende también allí a “hablar bien el francés”, a redactar bien, es decir, de hecho ―para los futuros capitalistas y sus servidores―, a “mandar bien”, es decir (solución ideal), a “hablar bien” a los obreros, etc. Para enunciar este hecho en un lenguaje más científico diremos que la reproducción de la fuerza de trabajo exige no solamente una reproducción de su cualificación, sino, al mismo tiempo, una reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir, una reproducción de su sumisión a la ideología dominante para los obreros y una reproducción de la capacidad de manejar bien la ideología dominante para los agentes de la explotación y de la represión, a fin de que aseguren así, “mediante la palabra”, la dominación de la clase dominante.

En otros términos: la escuela ―y otras instituciones del Estado u otros aparatos como el ejército― enseña técnicas, pero en formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante o la maestría de su práctica. Todos los agentes de la producción, de la explotación y de la represión, sin hablar de los “profesionales de la ideología” (Marx), deben ser expertos en esta ideología, para dedicarse “conscientemente” a su tarea, ya sean explotados (los proletarios), explotadores (los capitalistas), auxiliares de explotación (cuadros técnicos) o bien grandes sacerdotes de la ideología dominante (funcionarios), etc.

La reproducción de la fuerza de trabajo hace, pues, aparecer, como su condición, sine qua non, no solamente la reproducción de su cualificación, sino también la reproducción de su sometimiento a la ideología dominante o a la práctica de esta ideología, con la precisión de que no basta decir: “No solamente, sino también”, ya que se ve que en las formas y bajo las formas de sometimiento ideológico se asegura la reproducción de la cualificación de la fuerza de trabajo.

En esto reconocemos la presencia de una nueva realidad: la ideología. [ ... ] Para hacer programar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta

no solamente la distinción entre poder del Estado y aparato estatal, sino también otra realidad que se halla manifiestamente del lado del aparato (represivo) del Estado, pero no se confunde con él. Llamaremos a esta realidad por su concepto: aparatos ideológicos del Estado5. ¿Qué son los aparatos ideológicos del Estado (A. I. E.)? No se

5 Gramsci es, que conozcamos, el único que ha avanzado en este camino. Él ha tenido la idea singular de que el Estado no se reducía al aparato ―represivo― del Estado, sino que comprende, como decía, cierto número de instituciones de la sociedad civil: la Iglesia, las escuelas, los sindicatos, etc. Gramsci no ha

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confunden con el aparato represivo del Estado. Recordemos que, en la teoría marxista, el aparato de Estado (A. E.) comprende: el gobierno, la administración, el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., que constituyen lo que nosotros llamaremos en adelante el aparato represivo del Estado. Represivo indica que el aparato de Estado en cuestión “funciona mediante la violencia”, al menos en el límite ―puesto que la represión, por ejemplo, la administrativa, puede revestir formas no físicas.

Nosotros designamos por aparatos ideológicos del Estado un cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas. Proponemos una lista empírica de ellas, que exigirá, naturalmente, ser examinada en detalle, comprobada, rectificada, rediseñada. Con todas las reservas que implica esta exigencia, podemos, por el momento, considerar como aparatos ideológicos del Estado las instituciones siguientes:

� el A. I. E. religioso (sistema de las diferentes iglesias); � el A. l. E. escolar (sistema de las diferentes escuelas, públicas y privadas); � el A. I. E. familiar6; � el A. I. E. jurídico7; � el A. I. E. político (el sistema político y los diferentes partidos); � el A. I. E. sindical; � el A. I. E. de información (prensa, radio, televisión, etc.),·y � el A. l. E. cultural (letras, bellas artes, deportes, etc.).

Decimos que los A. l. E. no se confunden con el aparato (represivo) del Estado. ¿En

qué consiste su diferencia? Lo que distingue los A. I. E. del aparato represivo del Estado es la diferencia fundamental siguiente: el aparato represivo del Estado “funciona mediante la violencia”, mientras que los aparatos ideológicos del Estado funcionan mediante “la ideología”.

Podemos precisar esta distinción. Diremos, en efecto, que todo aparato estatal funciona a la vez con violencia e ideología, pero con una diferencia muy importante, que prohíbe confundir los aparatos ideológicos del Estado con el aparato represivo del Estado.

El aparato represivo del Estado funciona de manera masivamente prevalente para la represión ―comprendida la física―, funcionando secundariamente en la ideología. No existe aparato puramente represivo. Ejemplo: el ejército y la policía funcionan también ideológicamente, a la vez para asegurar su propia cohesión y reproducción y por los valores que proponen hacia fuera.

De la misma manera, pero a la inversa, se debe decir que, por su propia cuenta, los aparatos ideológicos del Estado funcionan de manera masivamente ideológica, pero secundariamente pueden hacerlo de modo represivo, aunque sea muy atenuado,

sistematizado, por desgracia, sus intuiciones, que han quedado sólo como anotaciones agudas, pero parciales. Véase Lettres de la prison, Ed. Sociales, París, pág. 313. 6 La familia cumple manifiestamente otras funciones que la de un A. I. E. Interviene en la reproducción de

la fuerza de trabajo. Ella es, según los modos de producción, unidad de producción y unidad de consumo. 7 El “derecho” pertenece a la vez al aparato (represivo) del Estado y al sistema de los A. I. E.

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disimulado o simbólico. Así, las escuelas se conducen no solamente con sus profesores, sino también con sus alumnos, con métodos apropiados de sanciones, exclusiones, selecciones, etc., así también la familia o el aparato cultural (por ejemplo, la censura), etc.

Es útil mencionar que esta determinación del doble funcionamiento, prevalente o secundario, de la represión y la ideología permite comprender que se mezclen constantemente sutiles combinaciones explícitas o tácitas entre el juego del aparato represivo del Estado y el de los aparatos ideológicos. La vida cotidiana nos ofrece innumerables ejemplos, que habrá que estudiar con detalle.

Para nosotros, ninguna clase puede duraderamente detentar el poder del Estado sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos del Estado. Un solo ejemplo y prueba: el cuidado expreso de Lenin por revolucionar el aparato ideológico del Estado escolar ―entre otros― para permitir al proletariado soviético, que se había apoderado del poder del Estado, asegurarse simplemente el porvenir de la dictadura del proletariado y el paso al socialismo8.

Los aparatos ideológicos del Estado pueden ser no solamente la apuesta, sino también el lugar de la lucha de clases, y a menudo en forma encarnizada. La clase ―o alianza de clases― en el poder no domina tan fácilmente los A. I. E. como el aparato represivo del Estado, no solamente porque las antiguas clases dominantes pueden conservar allí mucho tiempo fuertes posiciones, sino también porque la resistencia de las clases explotadas puede encontrar el medio y la ocasión de expresarse allí, bien utilizando las contradicciones existentes, bien conquistando por la lucha posiciones de combate. Sobre la reproducción de las relaciones de producción

Podemos entonces responder a nuestra cuestión central: ¿Cómo se asegura la

reproducción de las relaciones de producción? En el lenguaje tópico (infraestructura, superestructura) diremos: es, en una gran

parte9, asegurada por la superestructura jurídico-política e ideológica. Pero, dado que hemos considerado como indispensable sobrepasar este

lenguaje descriptivo, diremos: es, en una gran parte10, asegurada por el ejercicio del poder de Estado en los aparatos estatales, represivo e ideológico.

En resumen: 1. Todos los aparatos estatales funcionan a la vez mediante la represión y la

ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) estatal funciona de modo prevaleciente por la represión, mientras que los aparatos ideológicos estatales funcionan predominantemente de modo ideológico.

8 En un texto patético, datado en 1937, Kroupskaia ha contado la historia de los esfuerzos desesperados de Lenin y de lo que ella consideraba su fracaso (El camino recorrido). 9 Para una gran parte, pues, las relaciones de producción son, en primer lugar, reproducidas por la materialidad del proceso de producción y del proceso de circulación. Pero no se debe olvidar que las relaciones ideológicas están inmediatamente presentes en estos mismos procesos. 10 Para la parte de la reproducción a la que contribuyen el aparato represivo del Estado y los aparatos ideológicos del Estado.

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2. Mientras que el aparato (represivo) del Estado constituye un todo organizado cuyos diferentes miembros están centralizados bajo una unidad de mando, el de la política de lucha de clases aplicada por los representantes políticos de las clases dominantes que detentan el poder del Estado, los aparatos ideológicos estatales son múltiples, distintos, “relativamente autónomos” y susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que expresen, bajo formas limitadas o extremas, los efectos de los choques entre la lucha de clases capitalista y la lucha de clases proletaria, así como sus formas subordinadas.

3. Mientras que la unidad del aparato (represivo) del Estado está asegurada por su organización centralizada bajo la dirección de representantes de las clases en el poder, ejecutando la política de lucha clases, la unidad entre los diferentes aparatos ideológicos estatales se asegura, a menudo en formas contradictorias, por la ideología dominante, la de la clase dominante.

Si se quieren tener en cuenta estas características podemos entonces representarnos la reproducción de las relaciones de producción del modo siguiente, según una especie de “división del trabajo”.

El papel del aparato represivo del Estado consiste, esencialmente como tal, en asegurar por la fuerza ―física o no― las condiciones políticas de la reproducción de las relaciones de producción, que son, en último término, relaciones de explotación. No solamente el aparato estatal contribuye en una gran parte a reproducirse a sí mismo ―existen en el Estado capitalista dinastías de hombres políticos, militares, etc.―, sino también, y sobre todo, el aparato estatal asegura, mediante la represión ―desde la fuerza física más brutal hasta las simples órdenes y prohibiciones administrativas, censura abierta o tácita, etc.―, las condiciones políticas de ejercicio de los aparatos ideológicos del Estado. Son ellos, en efecto, los que aseguran, en una gran parte, la reproducción misma de las relaciones de producción, bajo el escudo del aparato represivo o de Estado. Es aquí donde desempeña masivamente el papel de la ideología dominante, la de la clase dominante, que detenta el poder del Estado. Por medio de la ideología dominante queda asegurada la armonía ―a veces chirriante― entre el aparato represivo y los aparatos ideológicos estatales, así como entre estos mismos.

Nos vemos así conducidos a enfrentarnos con la hipótesis siguiente, en función misma de la diversidad de los aparatos ideológicos estatales en su rol único, por común, de la reproducción de las relaciones de producción.

Hemos enumerado, en efecto, en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas un número relativamente elevado de aparatos ideológicos del Estado: el aparato escolar, el aparato religioso, familiar, político, sindical, de información, cultural, etc.

Ahora bien: en las formaciones sociales del modo de producción “servil” ―llamado comúnmente feudal― constatamos que, aunque exista un aparato represivo estatal único, formalmente muy parecido, no solamente desde la monarquía absoluta, sino desde los primeros Estados que se conocen, el número de aparatos ideológicos es menos elevado y su individualidad diferente. Constatamos, por ejemplo, que en la Edad Media, la Iglesia ―aparato ideológico del estado religioso― acumulaba cierto número de funciones hoy día devueltas a varios aparatos ideológicos de Estados diferentes,

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nuevos en relación al pasado que evocamos, en particular funciones escolares y culturales. Al lado de la Iglesia existía el aparato ideológico estatal familiar, que desempeñaba un papel considerable, sin medida común con el que desempeña en las formaciones sociales capitalistas. La Iglesia y la familia no eran, a pesar de las apariencias, los únicos aparatos ideológicos del Estado. Existía también un aparato ideológico político ―los Estados generales, el Parlamento, las diferentes facciones y ligas políticas, precursoras de los partidos políticos modernos, y todo el sistema político de las comunas francas, convertidas más tarde en ciudades―. Existía asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado “presindica” ―potentes cofradías de mercaderes, banqueros, asociaciones de compañeros, etc.―. La edición y la información misma han conocido un incontestable desarrollo, así como los espectáculos, primero partes integrantes de la Iglesia, después cada vez más independientes de ella.

Pero en el período histórico precapitalista que estamos examinando a grandes rasgos, es absolutamente evidente que existía un aparato ideológico del Estado dominante, la Iglesia, que concentraba en ella no solamente las funciones religiosas, sino también escolares, y una buena parte de las funciones de información y de “cultura”. Si toda la lucha ideológica de los siglos XVI al XVIII, desde el primer estallido de la Reforma, se ha concentrado en una lucha anticlerical y antirreligiosa, no ha sido al azar, sino en función misma de la posición dominante del aparato ideológico religioso.

La revolución francesa ha tenido ante todo por objetivo y resultado no solamente traspasar el poder estatal de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, rompiendo en parte el antiguo aparato represivo del Estado y reemplazándolo por uno nuevo ―por ejemplo, el ejército nacional popular―, sino también atacar a la Iglesia. De ahí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la Iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos estatales para reemplazarla.

Naturalmente, las cosas no fueron transcurriendo de un modo sencillo: tengamos en cuenta el Concordato, la Restauración y la larga lucha de clases entre la aristocracia terrateniente y la burguesía industrial en todo el curso del siglo XIX, para el establecimiento de la hegemonía burguesa sobre las funciones desempeñadas en otro tiempo por la Iglesia: ante todo, por la escuela. Se puede decir que la burguesía se ha apoyado en el nuevo aparato ideológico político, democrático-parlamentario, puesto en pie en los primeros años de la Revolución, restaurado después tras largas y violentas luchas, algunos meses en 1848, y durante decenios después de la caída del II Imperio, a fin de conducir la lucha contra la Iglesia y apoderarse de sus funciones ideológicas; en resumen, para asegurar no solamente su hegemonía política, sino también su hegemonía ideológica, indispensable para la reproducción de las relaciones de producción capitalista.

Por ello nos creemos autorizados a avanzar la tesis siguiente, con todos los riesgos que comporta: Creemos que el aparato ideológico del Estado, que ha sido colocado en posición dominante en las formaciones capitalistas maduras, como resultado de una violenta lucha de clases política e ideológica, contra el antiguo aparato ideológico dominante, es el aparato ideológico escolar.

Esta tesis puede parecer paradójica si es cierto que para todo el mundo, es decir, en la representación ideológica que la burguesía tiende a darse a sí misma y a las clases

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que explota, parece que el aparato ideológico dominante en las formaciones capitalistas no sea la escuela, sino el aparato político, o sea, el régimen de democracia parlamentaria salido del sufragio universal y las luchas de los partidos.

Sin embargo, la historia, incluso la más reciente, muestra que la burguesía ha podido y puede acomodarse muy bien a aparatos ideológicos del Estado políticos diferentes de la democracia parlamentaria: el primer y segundo Imperio, la monarquía constitucional (Luis XVIII y Carlos X), la monarquía parlamentaria (Luis Felipe), la democracia presidencial (De Gaulle), por no hablar más que de Francia. En Inglaterra, las cosas son aún más claras. La revolución ha sido allí particularmente “triunfal” desde el punto de vista burgués, puesto que, a diferencia de Francia, donde la burguesía, debido a la necedad de la pequeña nobleza, ha aceptado dejarse conducir al poder por medio de “jornadas revolucionarias”, campesinos y plebeyos, que le han costado terriblemente caro, la burguesía inglesa ha podido arreglárselas con la aristocracia, compartiendo con ella la detentación del poder de Estado y el uso del aparato estatal durante mucho tiempo ―paz entre todos los hombres de buena voluntad de las clases dominantes―. En Alemania, la situación es aún más chocante, ya que, bajo un aparato ideológico político en que los Junkers imperiales ―Bismarck es el símbolo―, su ejército y su policía, les servían de escudo, y de personal dirigente, la burguesía imperialista ha hecho su entrada estrepitosa en la historia, antes de atravesar la República de Weimar y confiarse al nazismo.

Creemos, pues, tener fuertes razones para pensar que, detrás de los juegos de su aparato ideológico del Estado político, que ocupaba la primera fila de la escena, lo que la burguesía ha puesto en pie es el aparato escolar, que ha reemplazado de hecho en sus funciones al antiguo aparato ideológico dominante: la Iglesia. Se puede añadir incluso: la pareja escuela-familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-familia.

¿Por qué el aparato escolar es, de hecho, el aparato ideológico dominante en las formaciones sociales capitalistas, y cómo funciona?

Basta decir por el momento: 1. Todos los aparatos ideológicos del Estado concurren al mismo resultado: la

reproducción de las relaciones de producción, es decir, relaciones de explotación capitalistas.

2. Cada uno de ellos concurre a este resultado único de un modo peculiar: el aparato político, sometiendo a los individuos a la ideología política del Estado, ideología “democrática”, “indirecta” (parlamentaria) o “directa” (plebiscitaria o fascista); el aparato de información, proporcionando, a través de la prensa, la radio y la televisión, a todos los ciudadanos dosis diarias de nacionalismo, chauvinismo, liberalismo, moralismo, etc. Lo mismo ocurre con el aparato cultural ―el rol del deporte es de primer orden―.

3. Este concierto está dominado por una partitura única, turbada ocasionalmente por contradicciones ―las de los restos de las antiguas clases dominantes, las de los proletarios y sus organizaciones―: la partitura de la ideología de la clase actualmente dominante, que integra en su música los grandes temas del humanismo en sus grandes precursores, que han hecho, antes del cristianismo, el milagro griego, y después, la grandeza de Roma, Ciudad Eterna, y los temas de interés particular y general, etc.: nacionalismo, moralismo y economismo.

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4. Sin embargo, en este concierto, un aparato ideológico del Estado desempeña el rol dominante, aunque apenas se preste oídos a su música: ¡tan silenciosa es! Nos referimos a la escuela.

Ella toma los niños de todas las clases sociales desde la maternal, y desde la maternal, con nuevos y antiguos métodos, les inculca durante años, los años en que el niño es más vulnerable, aprisionado entre el aparato de Estado familiar y el aparato de Estado escolar, técnicas envueltas en la ideología dominante (francés, cálculo, historia natural, ciencias, literatura) o, simplemente, ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofía). Hacia el 16.º año, una enorme masa de niños cae en la “producción”: se trata de los obreros y los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable continúa y, con grandes dificultades, se queda a medio camino para proveer los puestos de los cuadros inferiores y medios, empleados, funcionarios medios e inferiores, pequeños burgueses de todas clases. Una última parte llega a la cumbre, bien para caer en un paro intelectual parcial, bien para nutrir, además de los “intelectuales del trabajador colectivo”, a los agentes de explotación (capitalistas, managers), agentes de la represión (militares, policías, políticos, administrativos, etc.) y profesionales de la ideología.

Cada masa que se queda en el camino se halla provista prácticamente de la ideología que conviene al rol que debe desempeñar en la sociedad de clases: rol de explotados ―con “conciencia profesional”, “moral”, “civismo”, “nacionalismo” y apoliticismo altamente “desarrolledo”―; rol de agentes de la explotación ―saber mandar y hablar a los obreros: “relaciones humanas”―, agentes de la represión ―saber mandar y hacerse obedecer “sin discutir”― o manejar la demagogia retórica de los dirigentes políticos o de los profesionales de la ideología ―la técnica de tratar las conciencias con el respeto, es decir, el desprecio, el chantaje, la demagogia, acomodadas a los acentos de la moral, la virtud, la “trascendencia”, la nación, el papel de Francia en el mundo, etc.

Ciertamente, gran número de estas virtudes constatadas ―modestia, resignación, sumisión por una parte; cinismo, desprecio, arrogancia, seguridad, altanería, incluso habilidad verbal, por otra― se aprenden también en la familia, en el ejército, en los buenos libros, en las películas o incluso en los estadios. Pero ningún aparato ideológico del Estado dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria ―y, aunque todo esto sea poco importante, gratuita...―, de tres a cinco días semanales, a ocho horas por día, de la totalidad de los niños de la formación social capitalista.

Pero, mediante el aprendizaje de algunas técnicas envueltas en la inculcación masiva de la ideología de la clase dominante, se reproducen en gran parte las relaciones de producción de una formación social capitalista, es decir, las relaciones de explotados a explotadores y de explotadores a explotados. Los mecanismos que producen este resultado, vital para el régimen capitalista, están, naturalmente, recubiertos y disimulados por una ideología de la escuela universalmente reinante, ya que es una de las formas esenciales de la ideología burguesa dominante: una ideología que representa a la escuela como medio neutro, desprovisto de ideología, donde maestros respetuosos de la conciencia y la libertad de los niños que les son confiados por sus padres les hacen

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acceder a la libertad, la moralidad y la responsabilidad de adultos por su propio ejemplo, conocimientos, literatura y virtudes liberadoras.

Pido perdón a los maestros, que, en condiciones desfavorables, intentan volver contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas en las que se hallan envueltos, ciertas armas que pueden encontrar en la historia y el saber que enseñan. Pertenecen a la raza de los héroes. Pero son escasos, y dado que la mayoría no tiene ni aún el comienzo de la sospecha del trabajo que el sistema ―que les sobrepasa y aplasta― les obliga a hacer, ponen todo su corazón e ingenio en cumplir con sus convicciones íntimas. Ellos dudan tan poco acerca de esto, que contribuyen por su misma dedicación a nutrir la representación ideológica de la escuela, que la presenta actualmente como natural e indispensablemente útil y aun benefactora para nuestros contemporáneos, como lo era la Iglesia para nuestros antepasados.

De hecho, la Iglesia ha sido hoy día reemplazada por la escuela en su papel de aparato ideológico del Estado dominante. Está relacionada con la familia, así como en otro tiempo la Iglesia estaba relacionada con la familia. Se puede entonces afirmar que la crisis, de una profundidad sin precedentes, que conturba a través del mundo el sistema escolar de tantos Estados, se une a menudo a una crisis ―ya anunciada en el Manifiesto― que atraviesa el sistema familiar, tomando un sentido político si se considera que la escuela ―y la pareja escuela-familia― constituye el aparato ideológico del Estado dominante, aparato que desempeña un rol determinante en la reproducción de las relaciones de producción de un modo amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial.

Louis Althusser11

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ALTHUSSER, L.: Idéologie et appareils idéologiques d'Etat: sur la reproduction des conditions de la production, en “La Pensée”, junio 1970, págs. 3-21.

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