alonzo rubio emiliano-el bosque de las lagrimas
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La luz del da espiraba igual que el ltimo aliento del sol rojizo despuntaba entre
los altos rascacielos. El brillo fosforescente del reflejo anaranjado sobre las murallas de
cristal derramaba una tenue luminosidad sobre el hmedo empedrado que evitaba
pensar que las luces de las farolas ya haban comenzado a encender sus lmparas de
vapor de sodio. El mar de metal, piedra y hormign que ondeaba entre el enramado de
vidrio que compona la jungla madrilea se compona en parte de pensamientos,
palabras y sentimientos que sumergan una determinada silueta entre la infinidad de lo
diminuto de la existencia metropolitana.
San Lorenzo arrastraba las suelas de sus zapatos desbastando el adoquinado
cuando cruzaba la acera entre personas con maletines, portafolios y telfonos mviles.
La concurrida zona de negocios de la capital vomitaba su corazn formado por personas
sin escrpulos que ahora huan despavoridos hacia un fin de semana alejado de la
masificada ciudad. Viernes 28 de Diciembre, y las luces de navidad combatan el reflejo
del sol con sus mltiples colores.
San Lorenzo atraves una enorme puerta de cristal y se col en el edificio ms
alto de la inmensa avenida. Dentro del espacioso y fro hall ya solo se encontraba un
guarda de seguridad que volteaba un manojo de llaves mientras silbaba una conocida
meloda de los Scorpions.
-Buenas noches caballero, me permite su autorizacin?
-Ver, vengo a ver al seor Nubanski. Tengo cita con l a las ocho.
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-Si me disculpa un momento -El uniformado descolg el telefonillo, marc
tres cifras y esper a que alguien contestara a su reclamo.- Don Nubanski, s, el
seor -el guarda mir a los ojos al detective.
-San Lorenzo.
-El seor San Lorenzo acaba de llegar El guarda dibujaba inconscientemente
sobre un papel una especie de espiral esperpntica mientras escuchaba una frase clara,
concisa y correcta que le llegaba a travs de la lnea interna del desproporcionado
edificio-. En seguida, seor.
El chico solt el bolgrafo sobre el papel y se gir hacia San Lorenzo con
expresin afable.
-Le espera en la planta treinta y cinco.
-Gracias San Lorenzo asinti con complicidad y tom la direccin de los
ascensores.
Cuatro puertas metlicas se alzaban al fondo del hall empotradas en brillante
mrmol blanco. San Lorenzo puls uno de los dos botones que se encontraban entre las
puertas y automticamente una de ellas se abri como si hubiese estado esperando su
presencia para engullirlo en las profundidades de la gran mole de acero y cristal. Dentro
el ambiente era desasosegado, tranquilo y casi pausado. Ningn hilo musical sonaba en
el espacioso habitculo, y en cambio se dejaba or el deslizar de la maquinaria
ascendiendo suavemente hacia una de las ltimas plantas mientras los nmeros se
sucedan en una pantalla junto a una flecha que apuntaba al cielo. Al alcanzar la planta
treinta y cinco, el ascensor detuvo su subida haciendo que San Lorenzo sintiera su peso
esfumarse por unas milsimas de segundo. Un agradable pitido precedi la abertura de
las puertas que dieron paso libre a su ocupante en el lugar de destino.
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Todo en aquella sala era melanclico. Una veintena de mesas dormitaban
arropadas por montaas de papeles a que llegara de nuevo el lunes. Nada se escuchaba
entre todo el mobiliario de oficina, pero algn resquicio daba a entender que esa sala
descansaba de ruidos de faxes, telfonos sonando, conversaciones, charlas, preguntas y
algaraba varia que conformaran la rutina de un peridico en pleno apogeo periodstico.
San Lorenzo avanz sobre el verde enmoquetado que le llevara
irremediablemente hacia la nica sala iluminada en el fondo de la estancia. Las pantallas
negras inundadas de papelitos de varios colores con nmeros de telfono, los escritorios
baados en papeles ilegibles, y an as, las sillas correctamente colocadas contra cada
mesa, las papeleras limpias y los flexos apagados. Pareca que para la gente que
trabajaba en aquel peridico era importante que los que se dedicaban a limpiar las
instalaciones fueran conscientes del trastorno que causaran si se dedicasen a limpiar
ms de lo que presumiblemente debieran.
San Lorenzo alcanz la puerta de cristal cido sobre la que se poda leer
serigrafiado el nombre de la persona que iba a ver. Toc con sus nudillos suavemente
sobre el cristal y no esper respuesta para abrir la puerta y asomar la cabeza, a lo que el
propietario del despacho contest con un gesto de su mano invitando a San Lorenzo a
que entrara y tomase asiento. ste entr y cerr la puerta tras l.
-Es de vital importancia tras una enorme butaca negra de cuero que daba la
espalda a la puerta, se escuchaba una voz seria pero nerviosa. La persona, de la cual
slo se poda apreciar la negra cabellera que asomaba sobre el asiento, observaba la
gran ciudad desde un sitio privilegiado. Desde los enormes ventanales se perciba el
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ajetreo de la profunda calle-. Como ya le coment, la cosa se ha puesto peliaguda. Mire,
ya no se ve ninguna luz ah fuera. Solo en la calle, ah abajo. Pero nada en los cristales.
Todo est muerto.
-Es lgico, la gente ya se ha ido de vacaciones.
-Sin embargo, todo est relacionado con esto, detective la butaca gir sobre su
eje y la persona mostr su mirada sabia y arrugada. Tras unas finas gafas de montura
color granate se asomaban unos ojos verdosos que junto a la expresin de sus cejas
conferan al maduro hombre la cualidad de receloso. Sus labios temblorosos delataban
el estado de ansiedad al que estaba sujeto, y su pelo negro como el azabache sobre un
hombre que ya contara los sesenta y tantos, invitaban a pensar que su preocupacin por
el aspecto fsico no era algo que le quitase el sueo pero s las ganas de sumirse en la
rutina cotidiana-. La ciudad despierta fuera, pero los edificios duermen.
-Ciertamente, seor Nubanski, no le entend por telfono, y sigo sin comprender
lo que me quiere decir el nervioso director del peridico se ajust la chaqueta de pana
y se levant de su asiento dejando ver que su estatura era inferior a la media. Se volvi
hacia la ventana que daba a la gran avenida iluminada y puso su cara contra el cristal de
tal forma que San Lorenzo vea su rostro en el reflejo-. Qu tiene que ver que no quede
nadie en las oficinas un viernes por la tarde con el caso en cuestin?
-Mucho, detective, mucho. Mi difunto padre que en paz descanse siempre haca
semejanzas cuando quera explicar algo. Deca que as al oyente se le quedaba marcada
la informacin y no se le volva a olvidar. No podra darle el material del que dispongo
porque es confidencial, pero ya le dije que le ayudara a dar con el asesino el seor
Nubanski acarici el cristal que transfera parte del fro que se aglutinaba en virutillas a
esas alturas de la ciudad-. Es una persona normal y corriente, como usted y como yo,
como cualquiera que pueda ver desde esta ventana ah abajo. Mrelos, tristes y
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contentos, con prisa y calmados, ricos y pobres, nativos y extranjeros, mayores y
pequeos, equilibrados y... asesinos en potencia?
-Bueno, es una forma un tanto extraa de catalogar a la gente.
-Por lo que he ledo en la carta del arlequn, detective, su actividad se centra en
el entorno urbano y su indiferencia hacia la vida humana es algo desproporcionado. Es
una persona sin escrpulos.
-Por telfono me dijo que la carta le haba llegado hoy al medioda.
-As es el director del peridico volvi de nuevo la mirada hacia San Lorenzo y
apart la butaca para acercarse al perchero. Sobre este, y colgado con un escrupuloso
esmero, descansaba un abrigo largo y negro en cuyo bolsillo interior se encontraba una
cajetilla metlica de pequeos puros- Fuma usted, detective?
-Es un vicio que intento quitar San Lorenzo extrajo el tabaco y lo hundi entre
sus labios. El tacto de la hoja era suave y aromtico.
-Que conste que no se puede fumar aqu dentro, pero como no queda nadie en
todo el edificio, creo que si nos guardamos el secreto podemos disfrutarlo dentro y no
bajo el fro invernal de la calle.
-Cmo recibi la carta, seor Nubanski?
-El sobre no tena remitente.
-La enviaron por correo?
-S.
-Se la enviaron a usted expresamente o al peridico?
-A m el maduro seor prenda el puro mientras la nube de humo ocultaba
parcialmente su rostro y continuaba hablando-. Se la leer tal y como me ha llegado.
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-Le escucho San Lorenzo procedi a encender su cigarro mientras imitaba el
movimiento del director del peridico al sentarse de nuevo en su butaca. Ahora ambos
descansaban reposados en sus asientos.
-La he ledo tres veces, y siempre la he sujetado por los mismos extremos por si
necesita usted comprobar huellas en el laboratorio el seor Nubanski se ajust las
gafas sobre su arrugada nariz, mantuvo el puro con dos dedos de la mano izquierda y
despleg la carta que estaba doblada en tres partes iguales-. Ver, dice as:
Querido Guzmn Nubanski:
Me dirijo a usted, ya que su peridico es el nico que ciertamente esclarece al
lector los hechos de una manera ms o menos evidente. Supongo que coincidir
conmigo en que la gente necesita conocer la verdad de una manera clara y lgica. Suelo
leer sus ejemplares mientras observo tras los cristales de alguna cafetera la mundanal
ignorancia, y he de decirle que desde las alturas las cosas se difuminan
estrepitosamente. La vida humana es como un despacho en la noche. Desde dentro la
luz refleja el interior sin dejar ver lo que hay fuera. No quiero publicidad ni mucho
menos. Si me pongo en contacto con usted es porque creo que hacen un buen trabajo y
llevan a buen trmino todos los asuntos tratados.
Ayer lea en otro peridico que el asesinato de Paula Arroyo no era ms que otra
exhibicin de inhumanidad y delirio de un desalmado sin escrpulos. La gente dice
muchas tonteras no cree? Supongo que algn da ver barrotes en vez de edificios, y
cambiar mi traje oscuro por uno de rayas. Pero espero que al menos alguien en todo el
mundo entienda lo que trato de conseguir. Mientras su peridico siga tal y como lo
hacen hasta ahora, s a ciencia cierta que conseguiremos nuestro fin.
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El seor Nubanski no volvi a doblar la hoja, simplemente estir el brazo por
encima de su escritorio y se la ofreci a San Lorenzo. Luego se recost sobre su butaca
y dio una profunda calada al puro.
-Est escrita a mquina.
-Me gustara que me diera una copia de todos los artculos publicados hasta la
fecha que tengan relacin con los casos de asesinato.
-No hay problema.
-Dice que no necesita publicidad, sin embargo es lo que pide a gritos.
-Bueno, en realidad no pide publicidad para l el director del peridico se
restreg los ojos levantando levemente las gafas-. La pide para sus asesinatos.
-Por qu piensa que su actividad se centra en el entorno urbano y es una
persona sin escrpulos?
-Bueno, por la tranquilidad que transmite en el escrito, y de cmo habla de su
vida cotidiana dando por hecho que seguir as hasta que acabe en la crcel, lo cual
parece que tiene asumido.
-Estoy de acuerdo con usted, seor Nubanski, realmente ha hecho un anlisis
interesante.
-Bueno, antes de hacer periodismo hice psicologa.
-Creo que no le falta razn en todas sus ideas.
-Usted qu opina?
-Creo que tiene un trabajo estable. Que trabaja en un edificio, ms que por las
alusiones a mirar por la ventana, por destacar como extrao el tomar un caf a pie de
calle. Creo que los motivos que le impulsan a cometer los crmenes no son personales
sino ideolgicos, ya que habla en general de la vida humana, y creo que es una persona
tremendamente desequilibrada, y an as una persona que no exterioriza su enfermedad
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San Lorenzo hizo una pequea pausa para dar una calada a su cigarro-. Creo que es
una persona que a ojos de cualquiera pasa desapercibido en la multitud. Va a ser difcil
cogerle.
-Aqu tiene todos los artculos relacionados con el arlequn, detective. Me tom
la libertad de seleccionrselos porque saba que despus de escuchar la carta querra
verlos.
-Quin los redacta?
-Es una chica joven, pero que lleva en la redaccin casi seis aos.
-Me gustara conocerla a ser posible.
-De acuerdo, le dar la direccin si la quiere.
-Me conformo con el nmero de telfono. En caso de no localizarla el fin de
semana, vendr el lunes a primera hora para hablar con ella.
-Venga usted cuando quiera, detective. Yo por mi parte, le aseguro que le
mantendr informado de todo cuanto sepa.
-Muchas gracias por su colaboracin, seor Nubanski. Me ha sido usted de gran
ayuda.
-Ha sido un placer conocerle en persona, detective San Lorenzo.
-El placer ha sido mo.
Tras un apretn de manos, el detective cogi la carta, la guard en uno de los
bolsillos interiores de su abrigo y sali hacia los ascensores con ste doblado sobre el
brazo. Atrs qued el director del peridico mirando a travs de la ventana el fondo de
la calle, donde la infinidad de personas con bolsas de regalos parecan hormigas
portando migas de pan hacia sus hormigueros.
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En el recibidor se encontraba el guarda que ahora tarareaba otro xito de la
banda rockera mientras observaba atnito el monitor en blanco y negro que le mostraba
el exterior del edificio. Sin dejar de tararear, ste despidi al detective con un gesto de
cabeza y presion un botn que emiti un sonido al abrir el cerrojo de la puerta que
daba paso a la inmensa avenida iluminada.
Madrid pareca un hervidero. Hundiendo las manos en los bolsillos de su abrigo,
San Lorenzo ocultaba su rostro entre las negras solapas que cortaban de cierta manera la
glida estampa navidea que se haca sentir en la zona centro de la capital. Bajo rboles
adornados con luces de colores, el detective observaba los rostros de la gente que
caminaba contra su direccin. Cada rostro era diferente. Cada expresin era distinta.
Cada una de esas personas que se cruzaba tenan un pensamiento, y cada una tena una
historia apasionante que contar. Nadie formaba parte de un decorado. Todos y cada uno
de los transentes tenan una misin que acometer dentro de sus apasionantes
existencias. A menudo pensaba que cada persona confiere la importancia necesaria a
cada asunto en funcin de sus propios pensamientos. Que l estuviera buscando al
asesino ms famoso de la historia Espaola no era ms importante que el regalo que
tena que comprar la madre apresurada que entraba en una perfumera despus de
atisbar los precios expuestos en el escaparate.
San Lorenzo haba sido galardonado en varias ocasiones y gozaba de una
reputacin inmejorable dentro del cuerpo de polica. Su nombre era sinnimo de
confianza, persistencia y resolucin. Sus compaeros le pedan ayuda y consejo. Su
modestia y discrecin haban hecho que desde los ms altos cargos su nombre resonase
al hablar del asesino en cuestin. El caso ms escabroso que hasta la fecha haba tenido
que afrontar. A menudo lo pensaba.
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El metro rechin los frenos al detenerse en pera. Ahora camino de su casa se
cruzaban en su mente dos temas importantes. Alba seguro que haba preparado ya los
langostinos, el salmn y el embutido. El delantal le caera corto al cubrir a su esperado
segundo hijo que si diese la casualidad llegara coincidiendo con su cumpleaos. Alba
se volvera loca si tuviese que comprar dos regalos diferentes para el mismo da. Nunca
haba imaginado que una mujer pudiera estar tan guapa an estando embarazada.
Cuando lo estuvo de Coral no la recordaba tan guapa. Ahora Coral tena tres aos y
seguro que en estos momentos entretena a sus abuelos con algn villancico aprendido
en el colegio. El trayecto hasta su pequeo piso se le haca eterno pensando en su
familia.
Pero otra idea le acometa taladrando sus pensamientos. El asesino ms
peligroso de cuantos se tuvo que enfrentar la polica haba vuelto a actuar no haca ms
de una semana. El modus operandi no daba lugar a dudas, y la carta recibida por el
director de uno de los peridicos de mayor tirada nacional no haca ms que confirmar
la actividad del artfice. Haca ms de cuatro aos que la primera vctima fue hallada.
Con esta ltima contaban ya nueve. Pero haca casi dos aos que no se haba vuelto a
saber de l. El asesino era una persona tremendamente lista. En otras circunstancias San
Lorenzo ya estara tras la pista inequvoca que todo asesino hubiera dejado caer
descuidado en algn despiste. Pero este caso era distinto. El arlequn. As lo haban
apodado en la prensa y as se le llamaba en comisara. No haba rastro de ningn tipo.
Desde el primer al ltimo crimen. La carta que ahora tena en su poder tampoco
esclarecera ninguna duda. Estaba seguro. No obstante, era la primera vez que se
pronunciaba de algn modo, y eso daba a entender que pudiera estar ponindose
nervioso. Puede que ya se empezara a dejar ver. Si la experiencia le haba enseado algo
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al detective ms importante del pas era que llega un momento en todo acto delictivo en
el que se abre una brecha por la que poder atajar la investigacin. Si la carta era
realmente del asesino, la brecha haba sido abierta. Ahora la investigacin tomara un
rumbo concreto que le llevara irremediablemente hacia la persona ms buscada en la
actualidad.
La salida por la boca del metro le espet un fro helador que ahog el penetrante
olor de las profundidades metropolitanas hacindole sentir los pocos grados que
disfrutaba la ciudad an arropada por enormes bloques de apartamentos. En las arterias
principales que recorran el subsuelo de la capital se mezclaban el olor metlico de los
rales, la vejez ennegrecida de las traviesas y el agrio aroma de las elctricas catenarias,
que ahora confrontaban la calidez de las castaas asadas de un puesto que se encontraba
cercano al portal del detective. San Lorenzo apart de su cabeza el caso que le ocupaba
e introdujo la llave en la cerradura mientras ansiaba besar a las dos mujeres que
mantenan a flote la esperanza de creer en un mundo en el que la violencia no fuera la
nica protagonista de la vida de un polica.
La guirnalda suspendida de la puerta de su apartamento hizo que San Lorenzo
esbozara una sonrisa. Tras girar la llave y abrir la puerta sinti el clido abrigo del calor
de un hogar. Los atropellados pasos que se escuchaban ms all de la puerta del saln
tras la que se apreciaban los destellos de las luces multicolor que adornaban el rbol
apareci Coral ms sonriente que nunca. Saba que l la cogera, por eso no detuvo su
carrera. San Lorenzo se agach lo suficiente para poder izar a la pequea en brazos
mientras sta rea divertida. Coletas rubias como el oro y ojos como el azul del caribe.
Coral gesticulaba con sus brazos mientras explicaba a su padre tantas cosas como
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pudiese antes de que ste alcanzara la cocina, pues saba que en ese momento sera
complicado encontrar un momento a solas con l para contar todo lo acontecido. Tal da
haba mucha gente en casa.
- despus estuvimos en el circo Vaya tigres Pap! Muchos nios lloraban
de miedo, claro y despus ya fuimos a los juguetes, dice el abuelo que los reyes no
me van a poder traer tantas cosas como pido, pero Lorena ha pedido ms, y
tambin haba cocodrilos
-Eran caimanes Coral, caimanes Alba esboz una sonrisa hacia Coral y despus
se acerc a la pareja mientras se secaba las manos en el mandil- Qu tal, pap?
-Ahora bien San Lorenzo acarici el vientre de su esposa mientras intentaba
darla un beso esquivando los impedimentos de Coral.
-T no estabas, no sabas lo que eran -Coral baj la cabeza mientras esperaba
que su padre la pusiera en el suelo para poder irse a jugar simulando estar enfadada.
-Entonces con quin fuiste al circo? San Lorenzo la mir a los ojos mientras
esperaba la respuesta para hacerle alguna jugarreta.
-Con los abuelos Coral lo explic dando a entender que era una cosa lgica, sin
poder comprender cmo su padre, que era infinitamente ms mayor que ella no pudiera
saberlo.
-Esta no es Coral! Nos la han cambiado por un monito del circo! el detective
puso a la nia sobre la encimera y comenz a hacerle cosquillas sin que la muchacha no
tuviera fuerzas para defenderse.
-Que no soy un mono! Coral no dejaba de rer mientras intentaba zafarse de
las manos de su padre- Que soy yo!
-Jorge la voz de Alba son entonces seria y profunda. Como si quisiera decirle
algo que llevaba tiempo queriendo decir.
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-Dime mam.
-Ni mam ni chuflas! Mira cmo has puesto a la nia! el vestido de Coral
estaba completamente blanco. Igual que la cara del padre y la hija-. Os vais a enterar
fue entonces cuando Alba espet sus manos en la cara de San Lorenzo y todos
irrumpieron a rer.
-Parecis cros, sois peores que ella por la puerta de la cocina que daba al saln
apareci la madre de Alba que se acerc al detective para darle un beso-. Cuanto tiempo
Jorge, ya hace casi medio ao que no vens a visitarnos.
-Hola Sofa, hemos estado muy liados, y Coral con el cole
-Djala, la encanta pinchar Alba se esforzaba por sacudir el vestido de Coral
mientras intervena, a lo que la nia no pona buena cara-, en cuanto han llegado ha sido
lo primero que me ha dicho.
-Bueno, esto huele fenomenal. Dnde tenis a Baltasar?
-A se dale una tele y una cerveza y ya puedes decir que ha empezado la guerra,
no lo levantas del sof.
-Te he odo mujer -del saln se escuch la voz del padre de Alba.
La madre de Jorge se uni a la reunin justo antes de la cena. Haba seis
personas sentadas a la mesa y casi todos charlando distradamente. San Lorenzo sinti
que se congelaba el tiempo, que el barullo de la charla se converta en un murmullo y
los movimientos se hacan suaves y ralentizados. Miraba a Coral, casi aupada en la silla
mientras hablaba con su abuelo. Podra quedarse mirndola toda la vida envidiando su
inocencia. Ojala ella nunca tuviera que ver tantas cosas malas como haba visto l a lo
largo de su vida. Miraba a sus suegros, siempre discutiendo pero felices de estar juntos.
Miraba a su madre, y se acordaba de su padre. Ni si quiera l sabra decir si estaba en el
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cuerpo porque su padre antes tambin haba estado. Muerto en servicio. Cuando muri
no era la mejor poca en su vida. Aquellos aos eran su rebelda. No quera pasar
tiempo con sus padres, y cuando estaba con ellos casi siempre era para discutir. Aquello
fue lo que peor llev su madre. Ella ms que l habra querido que las ltimas palabras
que se hubiesen dicho ambos hubieran sido las ms bonitas del mundo. Ahora mientras
miraba a su madre la recordaba en el fondo del pasillo del hospital sentada entre
lgrimas. Haca tanto tiempo que ni se acordaba de cuando fue la ltima vez que llor.
Tanta injusticia, tanta delincuencia, tantas situaciones amargas en su da a da le haban
conferido la cualidad de no derramar ni la ms pequea lgrima. Sus ojos eran de acero
y cristal. Y miraba a Alba. Su cara sonrosada y su gesto dulce y tranquilizador. Se
alegraba de que Coral hubiese salido tan parecida a ella. La cara en rasgos suaves y
sencillos. El pelo liso, sedoso y rubio como el oro. Y los ojos azules, azules turquesa
como el fondo del mar caribe.
La cena transcurri tranquila y alegre. Coral dio un recital interminable de
villancicos y se fue a la cama con algo de dolor de estmago tras haber comido el turrn
que le daban a escondidas cada abuela por separado. Alba se haba lavado los dientes y
se haba metido en la cama tan rpido que apenas s dio el beso de buenas noches que le
peda su hija desde la habitacin de enfrente.
San Lorenzo cerr las dos puertas del saln y encendi la televisin para hacer
algo ms de sueo. Detuvo el cambio de canal cuando se top con una pelcula de
accin y se puso a pensar en lo que menos le apeteca en ese momento. Record cuando
haca casi una semana le llamaban para ir a una escena de un crimen tremendamente
inquietante.
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Aquella maana le avisaron por telfono cuando estaba en el despacho. Haca ya
un par de das que se encontraba un poco desahogado de trabajo. La delincuencia en la
gran metrpoli era controlada por todos sus compaeros y pareca que los grandes
crmenes se haban tomado un respiro. Al menos en Espaa. De otros pases le haban
llegado propuestas pidiendo ayuda, solicitando sus servicios, pero San Lorenzo tema
salir de la pennsula. Sobre todo ahora que su hijo estaba de camino. Desde la comisara
central se lo haban dejado claro. No tienes que ir si no quieres. Y l les haba tomado
la palabra. Pero incluso la ltima llamada de sus superiores haba sido para pedrselo. Al
parecer haba ciertos casos inquietantes tanto en Pars como en Londres. Su dominio del
ingls era aceptable, esa no era la razn de no aceptar los casos, ya se lo haba explicado
al comisario por telfono. La insistencia haba sido fuerte. Era como si alguien hubiera
puesto un anuncio en los peridicos promocionando la resolucin de casos escabrosos y
justo abajo hubieran puesto su nombre y telfono.
Pero aquella maana le dej con un sentimiento un tanto extrao. El saber que se
le presentaba un caso importante que requera su atencin en pleno Madrid le alegr en
parte por saber que ahora tena una buena excusa para rehusar las peticiones de otras
comisaras extranjeras, a la vez que se le encoga el corazn al escuchar al comisario
explicar la situacin.
-San Lorenzo la voz de su superior son temblorosa y entrecortada, y de fondo
se escuchaban sirenas y radios de polica-. Tiene que venir a ver esto.
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-Qu ocurre comisario?
-Han encontrado un cadver junto al manzanares, cerca de la M-45. Los brazos y
las piernas -el sonido del viento contra el telfono creaba un zumbido inaguantable-.
Parece obra de
-Voy para all.
l ya saba a quin se refera el comisario. El caso en cuestin se remontaba
cuatro aos atrs. Una vctima fue hallada con una serie de mutilaciones que seran el
sello inconfundible de un asesino en serie que durante dos aos ms atormentara a toda
la capital. Nunca pudo dar con l. Fue su fracaso ms rotundo. La persona que
perpetraba los crmenes era inteligente y serena. Los ingredientes necesarios para hacer
perder la cabeza a toda una ciudad que estaba tras su pista. Pero esa era la clave. No
haba ninguna pista. San Lorenzo se asustaba al pensar en lo fcil que poda resultar
asesinar a alguien y no ser descubierto. Pero adems esta persona se tomaba su tiempo.
Las vctimas eran escogidas al azar por lo que ningn vnculo entre ellas haba
proporcionado una pista certera. Los lugares en los que fueron halladas no conformaban
ninguna pauta, por lo que era imposible anticiparse a los hechos. Ninguna huella era
encontrada, ningn resto de sangre, ninguna colilla, ningn indicio en el cuerpo de la
vctima. No las violaba ni las golpeaba. Nada en la mutilacin se produca post mortem,
y la forma de matarlas era hacindoles ingerir un veneno txico que paralizaba las
capacidades motrices de las vctimas para as poder manejarlas a su antojo. Fue
imposible saber cmo consegua el veneno, e imposible de seguirle la pista mediante las
agujas que utilizaba. Los elementos que empleaba en los atroces crmenes se los llevaba
consigo. Era meticuloso y tranquilo, planificaba todo al milmetro y eso era lo que le
haca ser invisible a ojos de la polica. El tiempo transcurrido entre los crmenes se
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basaba en eso, en lo que tardaba en planificar la muerte de su prxima vctima para que
todo fuera perfecto. Por eso entre cada uno poda pasar una semana o incluso cinco
meses. Las vctimas tampoco seguan un patrn en concreto. Nada daba a entender que
prefiriese matar hombres o mujeres, jvenes o ancianos, ricos o pobres. Dos aos desde
el ltimo asesinato hasta el de ahora era mucho tiempo. Incluso el caso se haba
archivado haca no ms de tres o cuatro meses. El cuerpo de polica haba obligado a
San Lorenzo a abandonar la investigacin por la falta de pruebas. Haba pasado ya
mucho tiempo. Eso era lo que iba pensando el detective mientras se acercaba al lugar de
los hechos en su seat marrn adornado con un rotativo azul luminoso que adverta su
presencia. No puede haber tardado dos aos en planificarlo.
Descendiendo entre la hojarasca San Lorenzo divis al comisario, que daba
cuenta de un caf mientras hablaba con otros policas.
Aquella maana de diciembre era la ms fra de todo el invierno. La escarcha
congelaba las hojas perennes de las ariznicas y la neblina calaba el helador viento en
los huesos del detective. El sol deba estar iluminando all en lo alto, pens San Lorenzo
mientras vea el blanco paisaje que se adverta no ms de cinco metros frente a sus ojos.
La luminosidad a intervalos rojos y azules sealaban que arriba en la carretera se haban
quedado los coches patrulla aguardando la llegada de alguna ambulancia. San Lorenzo
descendi por el encrespado arribe sujetndose en las ramas congeladas de los rboles.
-Tenga cuidado San Lorenzo la voz del comisario pareca ya ms calmada-.
Est muy resbaladizo por ah.
-Gracias comisario. Es una maana fra verdad? tal vez le resultase descorts
al detective comenzar a hacer preguntas en cuanto llegase a la escena del crimen, por
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eso las primeras frases no fueron escuchadas ni siquiera por l-. Tengo las manos
heladas. Creo que es el primer da que me pongo la bufanda.
-Tome un caf el comisario ofreci un vaso de plstico al detective y
seguidamente cogi un termo que haba apoyado junto a un rbol en el congelado suelo.
-Se lo agradezco el lquido llen el vaso transfiriendo el calor a travs de ste a
las manos del detective.
-Esto es increble el comisario sopl levemente dentro de su caf para enfriar la
superficie y tom un trago-. Ese hijo de puta ha vuelto. Tena la esperanza de que se
hubiera muerto, o por lo menos cansado. Joder.
-Est seguro de que es l?
-Usted mejor que nadie podr confirmarlo, San Lorenzo, pero por lo que pude
involucrarme en el caso personalmente, me apostara el cuello a que s.
-Preferira que se tratase de un imitador el detective sorbi un trago de caf
mientras echaba una mirada a su alrededor sin llegar a ver ms que la niebla.
-No es un imitador. Cuando acabe el caf se lo ensear el comisario acab lo
que le quedaba en el vaso y meti ste en una bolsa de basura que haba junto al termo -
.Hay detalles que no se publicaron en la prensa precisamente para evitar la confusin en
estos casos. Bueno, qu le voy a decir yo.
-Vamos a verlo.
La niebla se apartaba como dejando paso a la vista del comisario y el detective.
Tres policas de la cientfica tomaban muestras agachados entre las hojas de esa parte
del manzanares.
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-Comisario, no podemos hacer las fotos con flash con esta niebla un joven
polica que se encontraba en cuclillas portando una cmara de fotos se dirigi a los dos
hombres al verlos aparecer-, y la claridad no es suficiente.
-Haz lo que puedas, hijo. De todas formas salir un momento y esperar a ver si
levanta. Necesitamos ver la escena el detective San Lorenzo y yo.
Los tres policas recogieron los maletines en los que portaban su material y se
agacharon al pasar por la cinta que delimitaba la escena del crimen.
El sonido se hizo inminente y la vista se le esclareci al detective. Unos metros
ms all se encontraba la vctima.
El comisario sac un paquete de cigarrillos y ofreci uno al detective.
-No, gracias comisario su superior encendi el tabaco y el humo que
desprendiese de su boca se fundi con la niebla del bosque.
-No se ha tocado nada. Los de la cientfica simplemente han recogido algunos
indicios de rastros que posiblemente pudieran darnos alguna pista.
-No los habr.
-El qu?
-Rastros el detective comenz a andar despacio hacia donde presumiblemente
se encontraba el cuerpo-. Si en realidad ha sido nuestro amigo no habr rastros.
-Que no los encontrsemos hace aos no significa que ahora tampoco los haya.
-Quiero saber si realmente ha sido l.
En su avance la niebla fue mostrando lo que en la mente del detective se haba
creado desde que le avisasen por telfono. Suspendido de la rama de un rbol se
encontraba un cuerpo ahorcado al que le faltaban dos extremidades. El brazo izquierdo
y la pierna derecha. El torso se encontraba balanceante por el viento que atravesaba la
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niebla, y la cabeza inclinada hacia delante dejaba ver los ojos abiertos de una chica que
no contara ms de veinte aos.
-Es espantoso el comisario se dio media vuelta tras volver a ver la escena y dio
una profunda calada a su cigarrillo.
-Parece l.
-Ha sido l el comisario se puso junto a San Lorenzo, sac un cenicero porttil
y apag la colilla en l-. Analice la escena, me gustara saberlo a ciencia cierta.
-La prensa?
-Ha sido avisada, pero todava no han llegado.
-No lo sabemos con certeza.
-Con esta niebla es imposible hacer fotografas.
-Pero no escuchar lo que hablamos. Examinar ms detenidamente el cuerpo en
el depsito. No quiero arriesgarme a que en los peridicos de maana aparezcan datos
que tanto nos cost mantener ocultos hace mucho tiempo.
-Lo entiendo el comisario hundi an ms su rostro en el cuello de su
gabardina-. No quiere que vuelvan a salir los pirados a desconcertarnos.
-Ya tuvimos un par de impostores. Lo nico que consiguen es una cadena
perpetua y entorpecer la investigacin.
El comisario se qued quieto mientras el detective se acercaba lentamente al
cuerpo mutilado. La escena no le intimidaba en absoluto. Saba que era cruel y su
sangre era de hielo. Pero tal vez eso era lo que le haba servido de gran ayuda a la hora
de meter a unos cuantos criminales entre rejas.
El detective sac una mini grabadora del bolsillo de su gabardina y comenz a
hablar sin reparar en que alguien le pudiera estar escuchando.
-
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-El cuerpo se haya suspendido mirando al oeste. El hedor que desprende va
directamente hacia los merenderos del parque. Se cuid bien de que no quedase en el
olvido, de que alguien lo encontrase. La extremidad superior izquierda ha sido
amputada al igual que la inferior derecha. Ambos cortes parecen haberse realizado
mediante un nico golpe de fuerza con un objeto pesado y tremendamente afilado. Tal
vez un hacha. La mutilacin se ha producido un par de metros hacia el este ya que un
reguero de sangre lo confirma. La vctima fue ahorcada de la rama de un rbol mediante
una soga de unos cuatro centmetros de grosor. Los nudos hechos por el asesino
corresponden a enlaces marinos muy corrientes. El cuerpo presenta en su pecho una
cruz presumiblemente hecha con un objeto afilado distinto al que utiliz el asesino para
cercenar las extremidades, seguramente una navaja corriente. La cruz posee el rasgo
horizontal notablemente ms grande que el vertical. En cada uno de los cuatro
segmentos que compone la cruz se encuentra una quemadura hecha con un cigarrillo
cuidadosamente colocada en el centro. Los pantalones que seguramente llevase la
vctima le fueron puestos post mortem, ya que el reguero de sangre que saldra de la
pierna derecha amputada hubiera manchado estos en vez de dejarlos casi limpios como
se encuentran el detective dej de observar el cuerpo y avanz exactamente en la
direccin en la que saba se encontrara lo que le tocaba examinar-. Diez metros hacia el
sur se encuentran la extremidad superior izquierda y la extremidad inferior derecha de la
vctima. Como emergiendo de la tierra se encuentra la mano izquierda agarrando al pie
derecho. Eso es todo. Lunes 24 de diciembre del 2011.
El detective presion el botn de stop de su grabadora y se la guard en el
bolsillo de nuevo.
-Dira que casi lo dices de memoria el comisario lleg hasta donde se
encontraba el detective encendindose otro cigarrillo.
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-En verdad casi lo digo de memoria. Realmente parece l.
-Ya se lo he dicho. Ordenar recogerlo todo tal y como hemos hecho en otras
ocasiones. Dentro de una hora podr cerciorarse en el forense.
-Se lo agradezco comisario. Le dar mis conclusiones en cuanto lo examine.
-Vamos, le invito a un chocolate con churros, aqu hace un fro que pela.
El comisario entr en el coche del detective esquivando los micrfonos de la
prensa que ahora se aglutinaban tras la barrera humana que haban formado cinco
policas en la carretera. El fro dentro de su seat era igual o ms penetrante que en el
exterior. El detective arranc y se alejaron velozmente de la escena del crimen hacia una
churrera que se encontraba cercana a la comisara.
Examinar el cadver en el forense no hizo ms que confirmar que realmente el
asesinato lo haba cometido el artfice de todos los dems. En sus anotaciones grabadas
el detective evitaba hablar de ciertos detalles. Saba que cuando un asesino en serie se
haca famoso por sus crmenes y no conseguan dar con l, apareca ms de uno que
quera atribuirse todo el mrito. La raza humana es en sumo estpida sola pensar.
Durante los dos aos en que estuvo en activo el asesino se presentaron al menos una
veintena de personas que decan ser los artfices de los brutales asesinatos. Incluso en un
par de ocasiones se haban cometido crmenes que recreaban fielmente lo que en todos
los peridicos se daba a conocer respecto a los sucesos. Si no se mantuviesen ciertos
aspectos en secreto de sumario la bsqueda del asesino sera incluso ms complicada.
En las dependencias del forense en la comisara central, San Lorenzo corrobor
lo que ms tema. En el bolsillo izquierdo del pantaln de la vctima se encontraba una
rosa roja, y en el bolsillo derecho se encontraba una rosa blanca. Ningn tipo de
documentacin haba sido hallado y ninguna prenda ms se haba encontrado de la
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vctima. La cruz en el pecho no haba sido hecha con un elemento afilado. Las
rasgaduras en la piel daban a entender que se haban hecho con un cuchillo aserrado.
Bajo el dedo gordo del pie izquierdo se encontraba una quemadura ms. Esos detalles
eran los que nunca se comentaban en la escena del crimen. Pero an haba algo ms. En
las profundidades de la garganta de la vctima se encontraba una flor ms. Una
margarita.
Todos esos detalles confirmaron que el asesinato haba sido perpetrado por l.
Slo una cosa haca desconfiar al detective. Despus de cuatro aos, era la primera vez
que el asesino se pronunciaba por escrito. Haba enviado una carta a uno de los
peridicos de mayor tirada nacional. En aquellos momentos supuso que el haber
recibido esa carta esclarecera algunas cosas.
Ahora tena la carta entre sus manos. Todo el piso haba quedado en silencio
despus de la cena. Alba dorma tranquila al igual que Coral, y la luz de la lamparita
mezclada con los destellos de las lucecitas del rbol creaban un ambiente que
adormilaba al detective. Apag la televisin y volvi a leer la carta. Haba algo en esa
carta que no encajaba demasiado bien.
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3
La maana despert como vena siendo en su costumbre. La niebla impenetrable
hunda el fro hmedo en todas las personas que recorran las calles de la capital un
sbado que prometa ser interminable para el detective. Se haba prometido a s mismo
que el fin de semana lo reservara para estar con su familia y comenzara con el caso a
partir del lunes. Slo hara una llamada antes de entrar a por los churros en la cafetera
de la esquina.
El telfono dio cinco tonos y despus salt el buzn de voz. San Lorenzo no dej
ningn mensaje. Volvi a marcar y de nuevo escuch cinco tonos antes de que el buzn
de voz saltara de nuevo.
-Buenos das el detective volvi a mirar la hojita en la que el director del
peridico le haba escrito el nombre y nmero de telfono de la redactora- Mari
ngeles, mi nombre es Jorge San Lorenzo. Me proporcion su nmero de telfono el
seor Nubanski. Soy detective y llevo el caso del arlequn. Perdone que le moleste en
fin de semana. Si pudiera me gustara hablar con usted. Muchas gracias por su tiempo.
San Lorenzo colg el telfono mvil y entr en una churrera bastante pequea y
angosta. Era uno de esos establecimientos que pertenecan a la Madrid de siempre. Uno
de esos que no cambiara nunca. Con su espejo embebido en un marco de madera, con
sus azulejos alicatando todas las paredes. Con el gotel del techo ennegrecido por el
humo del tabaco, con los carteles de corridas de toros amarillentos por el paso del
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tiempo, y con un ambiente alegre y dicharachero que el dependiente mostraba tras una
barra coronada por platillos y tazas de caf.
San Lorenzo untaba los churros mientras observaba cmo Coral remova uno en
su chocolate sin expectativas de llevrselo a la boca. l mismo se preguntaba si la gente
le daba tantas vueltas a la cabeza mientras estaban callados. Pensaba en lo que estara
pensando Coral en esos momentos. Seguramente en los tigres del circo, o en los regalos
de reyes. Su vida no haba sido muy larga y no haba visto las cosas que l haba visto,
por lo tanto sus pensamientos seran ms alegres que los suyos. O simplemente la
crueldad de ver un pajarito muerto en la calle para ella era lo que para l podra ser el
escenario de un macabro crimen. l de pequeo tambin sufra cada vez que vea un
gato atropellado en la carretera.
l conoca la tcnica. Haba dado una conferencia sobre ella. La asimilacin y
consecucin de ideas mostraba un camino ficticio en la mente de la persona que le
llevaba inconscientemente hacia un punto favorable. En su caso haba sido su pueblo
natal. Ahora recordaba Seplveda erguida en las hoces. Desde que su madre decidi
instalarse en Madrid con uno de sus hermanos no haban vuelto por all. De eso haca ya
cuatro aos, y desde entonces solo haban vuelto una vez por temas de papeleo. El
trabajo haba absorbido al detective en la gran ciudad. Apenas se tardaba una hora en
llegar, pero incluso el detective haba preferido alejarse un poco de tantos recuerdos.
Sola pensar que los recuerdos envenenan la mente. Pero esa consecucin de ideas le
haba llevado a recordar momentos buenos en Seplveda y por eso se lo propuso a Alba.
A ella le encantaba el lugar. All fue donde se conocieron cuando ella acababa de
cumplir los diecisiete. En la excursin del colegio slo les dejaron un par de ratos libres,
pero San Lorenzo haba conseguido acercarse a aquella chica de ciudad que tena el
cabello de oro y los ojos azules como el mar Caribe.
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Pese a los pronsticos de granizo, nieve y tormenta, el seat de San Lorenzo
cruzaba el monte tras el que apareci Seplveda. La silueta recortaba el horizonte en
neblina y recorra el desfiladero hasta alcanzar el fondo del can. Cuando viva en ella
da tras da apenas apreciaba la bellaza del pueblo. Ahora en algn rato libre haba
podido estudiar algo de su historia. Miraba las casas y cuevas, las iglesias y los templos,
las esquinas y recovecos. Se imaginaba a judos, rabes, templarios. Aquellas paredes de
piedra no slo haban visto sus fechoras de jovenzuelo. Haban visto tambin
personalidades, crmenes y secretos que ahora guardaban en el ms profundo de los
silencios.
La casa donde se criaron l y sus tres hermanos no haba sido vendida todava.
Tal vez el precio era demasiado alto. El mayor de sus hermanos haba hablado con todos
para bajarlo algo ms, pero ninguno necesitaba el dinero. Haban acordado que el precio
era justo, y adems, de vez en cuando alguno podra ir si le vena en gana. Por eso en la
casa an quedaban un par de habitaciones amuebladas. Todo lo dems haba sido
repartido equitativamente. Ahora que abra la puerta y entraba de nuevo, el detective no
poda imaginarse cmo era posible que dos adultos y cuatro jvenes pudieran vivir all.
La casa contaba con un saln, un aseo, una cocina y tres habitaciones pequeas. Era de
una sola planta. Ms abajo estaba la bodega, y en la parte posterior se encontraba el
jardn, ahora conquistado por matorrales, cardos y matojos que apenas dejaban ver la
pequea fuente de piedra. Por dentro la casa estaba perfecta. Un par de aos antes los
hermanos haban considerado remodelarla. Su madre viva en Madrid, pero le gustaba
de vez en cuando volver a su casa. Ella misma orden su venta as como el reparto de
todo lo que all se encontraba. La ltima vez que volvi a Seplveda se dio cuenta de
que todo haba cambiado. Ya no quedaba casi nadie conocido y todo eran recuerdos.
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-Mira mam, aqu hay un triciclo Coral recorra los pasillos todo lo deprisa que
sus piernecitas le permitan.
-Ten cuidado, que seguro que es de tu primo Alberto Alba pos una pequea
bolsa de mano junto a la puerta y se sent en la cama mientras San Lorenzo entraba en
la habitacin con dos maletas-. La casa est congelada, Jorge.
-Ahora pongo la calefaccin. Y encender la chimenea. Cristbal me dijo que ya
haban arreglado el tiro.
-Dile a tu hija que tenga cuidado, que no conoce la casa.
-No te preocupes mujer, que un buen chichn no le viene mal a nadie.
-Tienes lea para la chimenea? Alba se tumb en la cama mientras San
Lorenzo ya sala por la puerta hacia el saln.
-Debe haber en el jardn.
-Pues estar perfecta para prender el detective no escuch el susurro de Alba,
que ahora se tumbaba en la cama para recuperarse del viaje. Su segundo embarazo
estaba resultando menos llevadero.
Coral estaba en el jardn. El pequeo triciclo multicolor zigzagueaba entre las
zarzas que haban crecido despus de que en cuatro o cinco aos nadie se hubiera
preocupado de quitarlas. El fro fuera de la estancia era similar al que haca dentro. San
Lorenzo avanz hacia una esquina y comenz a apilar pequeas ramas congeladas que
se encontraban en un montn junto a otros troncos ms grandes.
-Pap, te ayudo?
-Claro, toma el detective coloc dos ramas sobre los brazos de la nia y luego
la sigui hasta la chimenea.
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Sobre el madero que coronaba el hogar haba una caja de pastillas de gasolina
que seguramente su hermano mayor haba utilizado recientemente. Cristbal era el
nico que acuda habitualmente a Seplveda. San Lorenzo cogi un par de pastillas
blancas, rompi unas hojas del peridico que se encontraba junto a la chimenea y
coloc estas sobre ellas. Luego dispuso los dos morillos sobre ellas y en estos coloc las
ramas pequeas que haba llevado Coral. Tras colocar un gran tronco congelado sobre
estas prendi las pastillas con unas cerillas que seguramente tambin habra dejado su
hermano.
-Qudate aqu, pero no se te ocurra acercarte al fuego Coral miraba atenta a su
padre. Saba que cuando ste le hablaba as, la cosa iba en serio.
Saliendo por la puerta que daba a la calle, San Lorenzo apret los brazos contra
su cuerpo para intentar amedrentar al fro y abri la puerta metlica que daba a las
bombonas de butano. Gir la llave general y abri la primera de las tres enormes
bombonas. En unas cuantas horas la casa estara caliente.
Alba lea una novela cerca de la ventana. Coral jugaba con un par de muecas
junto a la chimenea y San Lorenzo miraba pensativo a travs de los empaados cristales
el fro invernal. El calor ya se haba hecho presente, pero an as, sus pies se chocaban
repetidamente con los de Alba buscando el calor del brasero que haba bajo la mesa
camilla. La helada creaba un reborde en la ventana a travs del cual se vea el otro lado
del can. Serpenteando entre los desfiladeros, el ro Duratn buscaba la forma de
evitar el fro que las aguas le traan desde la sierra. El paisaje era triste y melanclico, y
an as, era precioso. San Lorenzo sola pensar que daba igual lo que uno estuviera
viendo, el estado de nimo solo poda ser acrecentado por ello. Como una sombra del
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ro, la estrecha carretera ascenda por la montaa hacia el oeste. Apenas vio un par de
coches atravesarla durante las dos horas que estuvo mirando el blanco paisaje. Las
nubes de cemento que ocupaban aquella parte del globo auguraban una nevada como no
la haba habido en aos.
Coral, cansada de jugar en el suelo, haba cado dormida en los brazos de Alba.
La tenue luminosidad de los dbiles rayos del sol que atravesaban las ltimas nubes de
la tarde dibujaban en su rostro figuras suaves y hermosas que hacan de la mano de su
madre una brisa meciendo su pelo. El detective observaba a las dos sin estar presente.
Sus ensoaciones y pensamientos divagaban en un devenir de sensaciones que
recreaban tiempos antiguos rememorando su infantil estancia en aquella vieja casa. El
cario y el afecto con que ahora sostena Alba a Coral no era posible en aquel tiempo.
La gente no tena tanto tiempo antes, se deca. Eran cuatro hermanos y su madre
trabajaba casi todo el da. Su padre, guardia civil, cuando no estaba de servicio sola
echarse a dormir la siesta en la habitacin que ahora ocuparan ellos para dormir. l
tampoco poda dedicarle demasiado tiempo a Coral. En cantidad de ocasiones tuvo que
estar ausente durante uno o dos meses. Su trabajo as lo requera. Lo peor era cuando no
poda decirle a ella a dnde se diriga. Pensaba que ella estara preocupada pensando si
volvera o no. Ahora mientras la miraba le agradeca que siempre hubiera estado all
para esperarlo. Para aguantar ese trabajo que ni siquiera le gustaba en exceso. La
recompensa de atrapar a criminales era lo nico que le mantena en forma. Saba que
gracias a l otras tantas personas seguan disfrutando de una vida que injustamente les
habra sido arrebatada.
-Pap, vamos a la cama? Coral apenas abri los ojos. Le mir por la comisura
mientras alargaba los brazos para que ste la cogiera y la llevara a dormir.
-Claro, hija. Vamos.
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Alba no se despert. Se haba quedado profundamente dormida mientras
acariciaba el dorado pelo de Coral. San Lorenzo cogi en brazos a la pequea y pens
en lo tarde que haba llegado a su vida. Ahora tena cuarenta y tres aos y saba que
cuando su hija tuviera veinte las limitaciones para hacer actividades con ella seran
demasiadas. Arrop a Coral y la dio un beso mientras apagaba la luz de la pequea
lamparita.
El saln era la habitacin ms caliente de toda la casa. Alba dormitaba en la
butaca con una pierna ya fuera de los faldones de la mesa. San Lorenzo desenchuf el
brasero y se sent en el sof a mirar el fuego. Estaba casi extinto. Las llamas
chisporroteaban dando sus ltimos alaridos. La suave tonalidad rojiza iluminaba el
peridico del cual haba recortado las hojas para encender el fuego. Su telfono mvil
vibr en el bolsillo asustndolo repentinamente. El nmero que apareca en la pantalla
no era conocido, pero l saba a quin perteneca. Antes de descolgar sali del saln y se
meti en la cocina para no despertar a Alba.
-San Lorenzo, dgame.
-Ver, soy Mari ngeles la voz de la chiquilla, pues no pareca mayor, son
pausada-, perdone que le llame a estas horas.
-No se preocupe el detective mir su reloj de pulsera y comprob que eran las
doce y media de la noche-, es la redactora verdad?
-S, recib su mensaje, ver, es que no tena el telfono a mano.
-Como ya le coment
-Por favor, detective San Lorenzo, tuteme, soy bastante joven.
-Como quieras Mari ngeles. Como ya te dije en el mensaje, me encargo del
caso del arlequn.
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-Ya lo saba, he escrito varios artculos sobre el caso y en alguna ocasin he
intentado hablar con usted, pero en comisara me explican que lo tienen completamente
prohibido.
-S, en efecto, es lo mejor para la investigacin.
-Supongo que habr ledo el ltimo artculo, el correspondiente al ltimo
asesinato.
-S, desde luego. Vers, Mari ngeles, es importante que te hagas cargo de la
situacin. Cualquier cosa que se publique en lo referente a los asesinatos puede ser
crucial. Te ha enseado el seor Nubanski la carta que envi el asesino?
-Me lo coment, pero no me la ha querido ensear.
-No sabemos a ciencia cierta si es realmente del asesino. La tengo en mi poder,
pero evidentemente es imposible comprobarlo.
-Entiendo.
-De todas formas es muy extrao que ste se haya puesto en contacto despus de
un asesinato, ya que hasta la fecha no lo haba hecho, aunque tambin es raro que haya
vuelto a actuar despus de pasados dos aos desde el ltimo asesinato.
-El de la viuda Amalia?
-S, eso es. Veo que conoces bien el tema.
-No solo he escrito un artculo por asesinato, seor San Lorenzo.
-Los he ledo todos, no te quepa duda.
-La verdad, detective la voz de la chiquilla comenz a sonar algo ms
templada-, no s en qu puedo ayudarlo.
-Para empezar, si la carta es realmente del asesino, l hace alusin a que lo
publicado en el peridico es realmente certero, creo que en tus artculos l ha
encontrado parte de razn. Vers, me los proporcion el seor Nubanski, pero todava
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no los he vuelto a releer. Es ms, me gustara charlar contigo en lo referente a ellos por
cualquier pista que pudiera sacar en claro.
-Mis artculos se refieren a los crmenes en cuestin, en ellos apenas redacto
toques personales.
-Es a eso a lo que me refiero. Los pocos toques personales que pudieras haber
plasmado l los ha identificado como acertados. Quiero saber tu opinin acerca de todo
cuanto ha sucedido.
-Con todos mis respetos, detective, pude estar en todas las escenas de los
crmenes y hacer fotos, pero no repar en preocuparme por sacar conclusiones.
-An as creo que las infundadas por lo que viste pueden tener su relevancia.
-Est bien, colaborar en todo cuanto pueda, no le quepa duda.
-Eso me alegra.
-Qu ms quiere que haga, detective?
-Hay otra cosa. En caso de que ocurra otro asesinato, no quiero que publiquen
nada hasta que hablen conmigo. Si realmente el arlequn quiere afn de protagonismo
tenemos un par de bazas que jugar.
-Otros peridicos publicarn la noticia aunque nosotros no lo hagamos.
-En la carta expresa que vuestro peridico es el nico que realmente dice la
verdad. Pone bastante empeo en ello, por lo que creo que sera importante. No digo de
no publicar nada, slo que tenemos que cuidar lo que se va a escribir.
-De acuerdo, detective.
-Estar fuera todo el fin de semana, pero me gustara que charlsemos un da de
esta semana.
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-De acuerdo, psese por redaccin cuando usted vea conveniente. Suelo estar
all, no obstante, ya tiene mi telfono, si me llama con antelacin quedaremos donde
usted quiera.
-Perfecto Mari ngeles, me ha gustado hablar contigo, me pondr en contacto
contigo la prxima semana.
-Encantada de conocerle, detective San Lorenzo.
-Igualmente.
San Lorenzo colg el telfono mvil y se dirigi de nuevo al saln. Alba se
incorporaba con dificultad de la mesa camilla.
-Con quin hablabas?
-Cosas de trabajo.
-No ha sido el mejor momento el que ha elegido ese arlequn para volver a hacer
de las suyas Alba casi nunca se enteraba de los casos que llevaba, l lo prefera as,
para qu contarle todas las cosas horrendas que le tocaba vivir en su da a da? Pero el
caso del arlequn haba sido muy sonado, y en la televisin y en la prensa haba salido
reiteradamente su nombre. San Lorenzo le haba explicado en varias ocasiones los
brutales crmenes por su insistencia.
-El mundo est lleno de gente mala. Todava no sabemos si ha sido l.
-Ten cuidado, no me gusta nada ese asunto.
Seplveda amaneci parcialmente cubierta de nieve. Los copos abran empezado
a caer casi de madrugada y no se haban detenido. Aquel ao iba a cuajar. En un par de
horas los tejados se cubriran de blanco confundindose con el entorno. La casa, situada
en una de las partes ms altas del pueblo, tena una vista imponente desde la cual se vea
la sierra colmada del blanco elemento. San Lorenzo se visti, volvi a prender la lumbre
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pese a que dentro de la casa se gozaba de un ambiente clido, y sugiri a Alba el dar una
vuelta por el pueblo para enserselo a Coral. San Lorenzo ya no conoca a casi nadie.
Todos los amigos de la infancia se encontraban irremediablemente trabajando fuera, y
de las personas mayores que todava vivan all, prcticamente todas se encontraban
enclaustradas en sus casas dependiendo totalmente del cuidado de alguna extranjera. Era
un pueblo turstico, se haba convertido en una joya del pasado en la que casi nadie
trabajaba ya el pastoreo. Museos, posadas y casas rurales, hoteles, restaurantes y
asadores, incluso las iglesias y ermitas parecan no tener nada que ver ya con tiempos
antiguos. Ahora todo pareca estar all para que los turistas fueran a visitarlo. Y cmo
iba a ser de otra forma? Ya no quedan templarios, se deca el detective mientras
recorran las callejas que llevaban hacia la plaza.
El da pas tranquilo y apacible. Tras dar un largo paseo recorriendo casi todo el
pueblo y explicando a Coral ms de lo que pudo entender, comieron un cuarto de
cordero en uno de los asadores y regresaron a la casa de sus padres donde jugaron toda
la tarde a un extrao juego de mesa que casualmente se encontraba en una de las
habitaciones. La nieve haba invadido todo el entorno, y San Lorenzo saba que si no
llova en toda la noche, a la maana siguiente sera imposible regresar a Madrid por el
estado de la carretera. Aquellos momentos los disfrutaba como si fuesen a ser los
ltimos de su vida. Le encantaba jugar con Coral y abrazar a Alba frente al fuego.
Aquella noche el viento ululaba entre la balconada de madera que daba al oeste.
San Lorenzo se levant de la cama, que no chirri lo suficiente para desvelar a Alba. Se
asom por la ventana pero no se vea nada. Fuera pareca que la niebla haba vuelto a
invadir el poblado. Sin encender ninguna luz por no despertar a su mujer y a su hija, el
detective avanz por el pasillo camino de la cocina. El cordero le haba propiciado una
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sed tremenda. Sus pasos acomodaban las vetustas maderas que conformaban el solado
haciendo que cada sonido produjese en su mente un escalofro inquietante. La dbil luz
de luna que se proyectaba a travs de la ventana de la cocina le indicaba hacia dnde
tena que dirigirse en las tinieblas. La puerta se encontraba entornada, por lo que San
Lorenzo trat de abrir sta de la nica forma que conoca para que no produjese ningn
ruido. Agarr del fro mango y alz levemente la portezuela de madera. El luminoso
reflejo azulado de la luna atravesaba los traslcidos cristales de la puerta. Con un
pequeo pero firme impulso abri la puerta y pos su mirada en la cocina. Ahorcado por
una soga que penda de la lmpara se encontraba un cuerpo mutilado que an emanaba
sangre por sus extremidades. El detective sinti un espasmo en su corazn cuando
descubri una silueta recortada frente a la ventana. Un relmpago inund la estancia
mostrndole la sombra de alguien que ahora le apuntaba con un revlver. No pudo
articular palabra. Slo pudo advertir el fogonazo del disparo y sentir que la bala
atravesaba su pecho.
Con un sobresalto San Lorenzo se incorpor en la cama. Alba segua dormida y
ni siquiera el tremendo despertar del detective haba hecho que se inmutase. La
pesadilla haba sido tremendamente real. Mir por la ventana pero no haba niebla. Ni
siquiera haca viento. Al atravesar el pasillo sinti un cosquilleo en el estmago, pero
toda la adrenalina se la haba dejado en sus ensoaciones. La puerta de la cocina estaba
abierta, pero dentro de ella slo se encontraba una gran mesa de madera y unas cuantas
sillas rodendola. San Lorenzo abri el frigorfico y bebi un trago de leche
directamente del cartn. Al igual que los asesinatos haban desaparecido haca un par de
aos, sus pesadillas haban muerto con ellos. El detective volvi a la cama y se sumi
en un desvelo que le acompaara hasta los primeros rayos del sol.
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4
La pequea llovizna pudo menguar en gran parte la cantidad de nieve que haba
posado el domingo. El regreso a Madrid fue posible y ahora San Lorenzo evitaba el
atasco de la entrada principal callejeando por arterias secundarias que conoca
perfectamente. La visin de su pueblo mientras lo dejaban asentado en las rocas haba
hecho aflorar en l un sentimiento de nostalgia que habra compartido con Alba si sta
no fuese dormida en el asiento de al lado. Le haba gustado madrugar. Levantarse de la
cama fue complicado por el calor que haban acumulado bajo las sbanas durante la
noche, pero no slo el hecho de evitar una masiva entrada en la capital le haba dado
energas a la hora de decidir que tenan que volver a la ciudad. Su horario de trabajo no
estaba limitado a unas cuantas horas estipuladas como era en sus comienzos. Desde la
comisara central le haban explicado que daba igual si un da llegaba tarde o incluso no
apareca en toda la maana. Ellos saban que su trabajo no requera un horario estricto.
Los delincuentes no entraban a trabajar a las ocho. Pero San Lorenzo estaba ansioso de
retomar el nico caso que no haba sido capaz de resolver. Saba que si hablaba con la
joven redactora del peridico podra sacar unas cuantas conclusiones.
El coche atraves unas cuantas calles antes de llegar a su casa. Alba se haba
despertado haca ya un rato y fue ella la que despert a Coral para que esta saliera del
automvil. San Lorenzo subi las maletas y le dio un beso a su esposa antes de salir de
nuevo por la puerta.
-Tenas que tener vacaciones, como la nia.
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-Ojala pudiera, nada me hubiese apetecido ms que quedarme esta maana en la
cama. Vendr pronto a comer, te lo prometo.
-Supongo que al menos maana te lo tomars libre.
-Es ao nuevo, apagar el telfono y no me pienso quitar el pijama en todo el
da.
-Saldr al parque despus. Coral ya se aburre con la tele.
-No cojas fro, sabes que ahora tienes que tener mucho cuidado San Lorenzo
toc la barriga de Alba mientras le daba un beso al salir de la casa.
Madrid estaba llena de gente que proclamaba el consumismo hasta lmites
extremos. La zona centro de la capital era dirigida por regueros interminables de bolsas
llenas de juguetes, ropa, complementos, perfumes y todo tipo de regalos varios que los
ms previsores ya haban tenido en cuenta comprar antes de la noche de reyes. El
detective pensaba en dnde habra escondido esta vez su regalo Alba. Todos los aos lo
encontraba, pero nunca deca nada. l por su parte comprara algo el mismo da cinco.
Haca un par de meses recordaba unos pendientes que Alba haba dicho que le gustaban
en una tienda cerca de la plaza mayor. Ir ahora a comprarlos no sera una buena idea.
Transitar con un coche por aquella zona sera parecido a hacerlo por la zona de negocios
en la que ahora se encontraba, slo que la cantidad de personas que deambularan
comprando bebidas para por la noche, comprando regalos de navidad, o simplemente
haciendo cola en las administraciones de lotera haran que su paciencia se desbordase
por completo.
Los rascacielos volvan a tener vida por dentro. San Lorenzo atisbaba desde el
coche las oficinas iluminadas en las cuales se vea el trajn que el ltimo da del 2011
propiciaba en todas las empresas para cerrar el ao. El sol proyectaba ya sus primeros
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rayos sobre las fachadas que miraban al este. San Lorenzo alcanz el edificio al que se
diriga y aparc su coche en uno de los pocos sitios que ya iban siendo ocupados. Sac
un ticket de la hora y lo puso junto al distintivo de polica que coloc sobre el
salpicadero. Era la nica forma de no tener que bajar cada media hora a meter dinero en
el parqumetro. Del edificio no dejaban de entrar y salir personas variopintas que apenas
dejaban que la puerta de entrada se cerrase. El detective entr en el amplio hall y se
dirigi directamente a los ascensores. La capacidad de estos no le haba parecido tal el
da que entr el solo para dirigirse a la planta treinta y cinco, pero ahora que vea otras
nueve personas dentro se pregunt si llegado el momento tendran aire suficiente para
vivir al menos quince minutos.
Tal y como se lo imaginase el viernes, el abrir las puertas del ascensor le mostr
una mezcla de sonidos de telfono, faxes y teclas de ordenador, que acolchaba en cierta
medida el alboroto de conversaciones que la mayora de trabajadores mantena por
telfono mvil. Una de todas esas mujeres que se encontraban sentadas frente a las
pantallas de ordenador deba ser Mari ngeles. El detective se dirigi directamente al
despacho del fondo y toc en la puerta. Tras esta se oa la voz del seor Nubanski, que
seguramente mantena una conversacin telefnica, la cual interrumpi para dar paso al
visitante. San Lorenzo entr en el despacho y cerr la puerta mientras el director del
peridico explicaba que las tarifas para anunciarse en una de sus pginas estaba
estipulada mediante precios estndar. Tras colgar el telfono, el seor Nubanski se
acomod las gafas y se levant para tenderle la mano al detective.
-Buenos das, seor Nubanski.
-Muy buenos das, detective el director del peridico esboz una tremenda
sonrisa que seguramente se le dibujaba de manera mecnica desde haca aos-, no pens
que viniera a verme tan pronto.
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-Quera saludarle, aunque a quien he venido a ver es a la redactora.
-No consigui hablar con ella? el telfono que se encontraba sobre la mesa
comenz a sonar- disculpe S? Dile que ahora le llamo, que estoy reunido. Pues dile
que hable con Augusto. S, y luego le llamar yo. Vale. Adis.
-No quisiera robarle mucho tiempo, seor Nubanski.
-Este da es criminal. La gente es que no puede esperar ya al prximo ao?
-Como le deca, solo quera hablar con la redactora. Habl con ella por telfono
el sbado, pero qued con ella en que me gustara charlar ms tranquilamente.
-Comprendo. Ahora la llamar. Qu tal va la investigacin?
-Supongo que an no ha comenzado el director del peridico pareca una de
esas personas que necesitan estar al tanto de todo, estar completamente informado, saber
en cada momento lo que est sucediendo, y pareca que los crmenes del arlequn era
algo que le llamaba la atencin.
-Ya el detective cruz la mirada con el vetusto personaje sintiendo un
interminable silencio que ste en ms de una situacin utiliz para hacer que la otra
persona se descubriese por completo. l no era el nico que haba estudiado psicologa.
San Lorenzo aguant esa mirada tras las monturas granates hasta que el seor Nubanski
descolg el telfono y marc tres nmeros-. Mari ngeles. Soy Nubanski, venga un
momento a mi despacho.
La mesa del director del peridico se encontraba libre de papeles salvo unos
cuantos que se encontraban perfectamente apilados sobre el escritorio. Era un hombre
ordenado. El estor que haca las veces de cortina se encontraba levantado, por lo que
detrs de la cabeza del seor Nubanski se adverta parte de la silueta de la ciudad que ya
se encontraba plenamente bajo el sol.
-Si la chica tiene mucho trabajo no le robar demasiado tiempo.
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-No se preocupe, detective, puede entretenerla todo el tiempo que necesite.
Considero que este es un caso importante que requiere toda nuestra participacin.
-Es muy amable.
-Solo quiero que me mantenga informado de cualquier novedad.
-No se preocupe, en la medida en que pueda le mantendr informado.
Tras advertir su presencia con un par de toques en la puerta, el director del
peridico dio paso a una chica joven que no contara ms de veintiocho aos. Su
complexin era corpulenta y su vestir daba a entender que tena asumido que por su
aspecto fsico no conquistara a ningn hombre. Unos pantalones verdes de loneta
cubran en su mayor parte unas zapatillas blancas. Y un jersey amarillo dejaba entrever
una camiseta negra que seguramente promocionase una banda de rock. El cabello era
castao y rizado, y la cara achaparrada dejaba imaginar unos rasgos que lejos de ser feos
le conferan un aspecto juvenil y hermoso.
-Buenos das seor Nubanski la chica mir a su jefe y seguidamente pos su
mirada en el detective-. Buenos das.
-Buenos das Mari ngeles el director del peridico esboz de nuevo su
anterior sonrisa y con un gesto de su mano indic a la joven que se sentar en la otra
silla de confidente que se encontraba libre-. ste seor es el detective San Lorenzo.
Creo que ya os habais conocido por telfono.
-S, claro la muchacha mir al detective y sonri mientras le tenda la mano-,
mucho gusto detective. Ya tena ganas de conocerle en persona.
-Encantado Mari ngeles.
-El detective San Lorenzo ha venido porque quera tratar ciertos temas contigo
en persona. Quiero que le dediques todo el tiempo que necesite y que colabores con l
en todo lo que te pregunte.
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-No hay ningn problema, seor Nubanski.
-Quiero que sepa usted, San Lorenzo, que de este despacho nunca sale nada a la
luz. Pueden hablar de lo que quieran.
-Se lo agradezco, pero preferira hablar a solas con la seorita si me lo permite.
Mari ngeles, me dejas que te invite a un caf?
-Por supuesto, coger el abrigo.
-Como usted prefiera, detective la expresin adusta del director del peridico
dej ver su descontento por no poder ser partcipe del asunto que trataran el detective y
la redactora-. Ya sabe que puede contar conmigo para lo que quiera.
-Muy amable de nuevo. Gracias por su tiempo, seor Nubanski, y que tenga
usted un feliz ao.
-Igualmente.
San Lorenzo precedi a la joven redactora mientras salan del edificio direccin
a una cafetera que se encontraba cerca, en una esquina de la avenida.
El ambiente era tranquilo y bohemio. En el piso superior se encontraban los
reservados que seguramente haban servido de escenario para ms de un periodista y su
informador. El color vengu del mobiliario de madera contrastaba con las lmparas
verdes que se mantenan sobre las mesas. La joven redactora se quit el abrigo y dej
ste a su lado en el banco que se enfrentaba a la mirada del detective. San Lorenzo pidi
un caf con leche y la muchacha pidi un capuchino en taza grande.
-El seor Nubanski siempre quiere saberlo todo la chica afirm hacia el
detective como si hubiera ledo la mente de ste-. Supongo que es herencia profesional.
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-Es lgico el detective sac la carta mientras vea cmo la mirada de la chica
quera atravesar el dorso del folio para leer su contenido-. Todava no he podido llevarla
para que saquen las huellas, por lo que te la leer yo si no te importa.
-Es la carta del arlequn?
-S, lo es.
El detective reley la carta hacia la muchacha, que prestaba una atencin
pasmosa. Despus de leerla, la guard de igual forma y se qued observando a la joven
periodista.
-No creo que encuentren huellas en ella.
-Por qu piensas eso?
-Pues porque si nunca ha dejado el ms mnimo rastro en la escena de un crimen,
ser poco probable que encuentren huellas en una carta que se habr tomado su tiempo
en escribir y cuidar de no dejar ningn rastro.
-No obstante se puede identificar algo que pudiera haber escrito en un folio que
tuviera encima de ste.
-No lo veo probable. Es muy listo.
-Sabes que de una carta como esta se pueden sacar incluso olores?
-Si huele a pescado no creo que den con l en una pescadera. Y si huele a frutas
tampoco creo que lo encuentren en una frutera.
-Eres una chica pesimista. No obstante te doy toda la razn. No creo que de esta
carta seamos capaces de sacar nada en claro, incluso en todo lo que pone tampoco
podramos sacar ninguna otra conclusin que hasta la fecha no tuviramos en mente.
-Desde luego.
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-Mari ngeles, como ya te dije por telfono, lo que ms me interesa es tu
concepto sobre el asesino. Tu opinin. Aunque no te hayas pronunciado en exceso en
ninguno de tus artculos, el arlequn ha sentido que t has dado en el clavo.
-Supongo que no se referir a la simbologa de sus crmenes. Yo no le puse el
apodo del arlequn.
-Lo s. Sin embargo s lo has llamado as desde que lo oste.
-Porque creo que le viene al pelo.
-Quiero que me des tu opinin sobre los crmenes.
-Todo lo que pueda decirle ya lo sabe usted, detective. Me sentira ridcula.
-No tienes por qu. De verdad me gustara que me relatases todo cuanto pienses
acerca de los asesinatos. El arlequn habla de llevar a cabo un cometido. Eso tiene que
crearte una idea, ya que se puede desestimar el hecho de que mata por placer.
-S, puede ser.
-Vamos, hblame de l y de sus crmenes.
-Esto es algo raro la reticente redactora dio vueltas al capuchino mientras
agachaba la cabeza en seal de vergenza-. Creo que el apodo est bien conseguido por
lo que representa un arlequn, simboliza los contrastes, los extremos opuestos de todo,
las dos caras que posee cualquier persona o cosa en este mundo. El atuendo blanco y
negro y la mscara mitad triste mitad contenta, mitad buena o mitad mala. Recrea los
asesinatos privando de la simetra a sus vctimas, por eso secciona el brazo izquierdo y
la pierna derecha, y por eso realiza el smbolo en el pecho. Los cuatro sectores
simbolizan que no slo existe una direccin, es decir, que lo opuesto no siempre est en
un sentido sino en todos. La parte opuesta no es slo una, lo es la de la izquierda y lo es
la de abajo, en el caso del sector superior derecho, por ejemplo. La resolucin del
crimen es el estado de los dos miembros que mutila. Si lo opuesto del sector superior
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izquierdo es el sector derecho y el inmediato inferior, significa que el inferior derecho
es realmente el semejante? Llevado al cuerpo de una persona los segmentos simbolizan
las extremidades, por eso el brazo izquierdo se junta con la pierna diestra como saliendo
de la tierra. Eso puede significar el renacer de lo que en realidad debiera ser, que cada
uno de nosotros tuvisemos solo una cara. Que cada uno de nosotros fusemos buenos o
malos, pero no embusteros.
-Ciertamente tenan que darte el pulitzer por esto Mari ngeles el detective
sorbi su caf y sonri mirando a la ruborizada redactora-. Se nota que el caso lo has
seguido con entusiasmo.
-Fue el primer trabajo que me encomendaron en serio desde que empec a
trabajar en el peridico. Tal vez se confundieron y me dieron el asunto pensando que no
sera de mucha relevancia. Realmente de los seis aos que llevo trabajando, dos de ellos
prcticamente los destin a seguir el asunto.
-Me alegra saber que tienes las ideas claras. Ahora hblame del arlequn.
-Bueno, la referencia que hace en la carta sobre lo de conseguir un cometido no
se me ocurre lo que puede llegar a ser. Si las suposiciones sobre los asesinatos son
ciertas, no s cmo conseguira hacer que todos reflejsemos nuestras verdaderas
facetas para toda la eternidad.
-Es cierto. Es la primera idea que a m se me vino a la mente cuando le la carta.
En tu exposicin has tomado como interrogante el saber si hay semejanza entre dos de
los cuatro segmentos. Por mi parte creo que s que la hay. Pienso que tu idea del renacer
nuestras verdaderas facetas es lo que simboliza uniendo la mano izquierda al pie
derecho. Se suele decir eso de que lo que hagas con tu mano izquierda que no se entere
la derecha. En el caso del arlequn, creo que lo lleva al extremo. Une los dos cuadrantes
semejantes sacrificando la simetra. Eso nos dice mucho sobre l. Es un hombre que
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ama la perfeccin, y eso lo demuestra en todos sus crmenes. Sin embargo da a entender
que para conseguir ciertos propsitos es necesario dejar a un lado otros. Eso tiene
sentido cuando en la carta se ve a s mismo entre rejas. Tal vez sepa que la nica forma
de hacer ver su cometido a todo el mundo sea a travs de l.
-Es una persona con un ego muy alto.
-S, ni siquiera los payasos de la tele consiguieron que todos dijsemos bien a
la pregunta de cmo estn ustedes.
-Verdad la chica sonri mientras sacaba un cigarrillo de una cajetilla que
anteriormente haba dejado junto al caf-. Cree usted que ha llegado el momento en
que quiere que le cojan?
-No creo que quiera que le cojan la expresin del detective volvi a ser seria-.
Eso es lo que ms me impacta de la carta. Su mensaje no tiene la cualidad como para
hacer partcipes a todas las personas que puedan orselo decir por la televisin mientras
lo llevan a los juzgados.
-Pero usted ha dicho antes
-Es una persona desequilibrada, de eso no hay duda, pero no creo que sea tonto.
Algo se nos ha escapado desde un principio, y ahora que leo lo del cometido en la carta
lo tengo ms claro. Quiere acabar dando la campanada. Quiere hacer algo realmente
grande, algo que lo lleve ms all que cualquier locura que hayamos visto en pelculas
en el cine.
-Pues entonces preparmonos para lo peor, porque es la persona ms lista que
haya podido encontrarme.
-S, pero an sin ninguna pista, hay que intentar frenarlo. Dime, qu opinas t de
l.
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-Creo que es una persona sin escrpulos. Y creo que ha visto mucho la tele. Sabe
cmo no dejar ni rastro.
-Nunca has pensado que pueda pertenecer al cuerpo de la polica? la redactora
mir a los ojos de San Lorenzo como esperando que ste declarar que l era el
arlequn-, o puede que sean varios, que no slo se trate de un asesino en serie. Te
explicar por qu creo que no es as. En la carta se pronuncia como uno solo, s, pero sin
tener la carta te puedo decir por experiencia que si hubiese sido ms de uno ya los
habramos pillado. No creo que pertenezca a la polica. Sera imposible mantenerse en
el anonimato para l. En el momento en que alguien afirmara algo que no tuviese nada
que ver con lo que persigue se vendra abajo. Puede que se dedique a la medicina. Tal
vez es algn cirujano frustrado que harto de manipular el cuerpo humano con delicadeza
se dedique a seccionar miembros a base de hacha y navajas San Lorenzo apur lo que
le quedaba en el caf y prosigui hablando-. Es broma, tampoco pienso que se trate de
un cirujano. Dime, t en qu crees que trabaja.
-No debe tener un trabajo con mucha relevancia la joven muchacha dio una
profunda calada a su pitillo-. Pienso que es un trabajador del montn. No un obrero de
la construccin, pero s un comercial de alguna marca de telfonos, un administrativo de
alguna empresa de renombre, o un ejecutivo cualquiera.
-Sigue.
-Seguramente no est casado. Necesita mucho tiempo para planificar todo lo que
hace en sus ratos libres. Tal vez lo estuviese y se ha divorciado. Seguro que vive bien y
posee todo lo necesario para llevar a cabo sus crmenes. Seguro que adems tiene un
coche rpido para poder escapar en caso necesario San Lorenzo miraba a la chica
mientras pensaba en lo bien que se lo estaba pasando ella misma jugando a crear un
perfil para el asesino ms famoso de la historia espaola-. Y seguro que el coche es
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oscuro. Negro o azul. Una cosa, detective. Cmo elige a sus vctimas? Cmo las
secuestra?
-No debes hacerme preguntas Mari ngeles.
-Es verdad que utiliza un veneno txico para mantenerlas vivas?
-Te repito que no debes hacerme preguntas Mari ngeles. No estamos aqu para
que me entrevistes. Estamos aqu para que me ayudes dndome tus opiniones acerca de
l. Adems, y creo que ha sido un error por mi parte el no comentarlo hasta ahora. No
debes publicar nada en absoluto de lo que aqu hemos hablado. Tampoco puedes
publicar que has tenido una conversacin conmigo. Es importante que no demos un
paso en falso a estas alturas.
-Comprendo, no era mi intencin la joven volvi a ruborizarse ante las palabras
del detective-, no quera entrevistarle, de verdad. Lo siento. Y no se preocupe, porque
no voy a publicar nada en absoluto. Eso ya lo haba supuesto yo.
-Te lo agradezco Mari ngeles. Ciertamente es muy importante.
Tras un par de preguntas ms sobre lo que la chica opinaba con respecto al
arlequn, el detective se dio cuenta de que realmente no haba sacado nada en claro que
no supiese l antes de la conversacin. Pese a hacer prometer a la muchacha que no
dira nada referente a la conversacin que acababan de mantener, San Lorenzo sigui
omitiendo ciertas pistas que por supuesto podran haber puesto en peligro toda la
investigacin.
La charla con la redactora haba sido larga, por lo que el resto de la maana el
detective lo emple en dejar la carta para intentar sacar evidencias y pedir las fotos del
ltimo crimen as como los datos personales de la vctima y los archivos de los casos
anteriores.
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Mientras conduca hacia su casa, el detective se preguntaba si no hubiera sido
una buena idea comentarle a la periodista que en cada vctima se encontraba una
margarita introducida en su garganta. Las rosas en ambos bolsillos no hacan ms que
simbolizar nuevamente lo que tanto amedrentaba al asesino. La concepcin del bien y el
mal. Del cielo y el infierno. Dios y el demonio. Pero la margarita era algo para lo que el
detective nunca haba odo ninguna teora. Lo nico que se le ocurra a San Lorenzo es
que aquella fuese la pista que el asesino dejase a propsito para su seguimiento. Nunca
encontr ningn cabo que le llevase a un descubrimiento interrogando a dueos y
empleados de floristeras. Tampoco en empresas encargadas de adornar iglesias ni
jardineros en toda la comunidad de Madrid. Adems el modelo no encajara en el perfil
que el detective haba creado en su mente y que casualmente coincida sobremanera con
el de la joven muchacha con la que haba hablado haca unas cuantas horas. Es blanco,
de entre cuarenta y sesenta. Fuerte y no necesariamente feo, haba dicho ella.
San Lorenzo aparc su seat marrn frente al portal de su casa pensando en que
Alba le mirara con expresin tensa por no haber llegado a la hora. En ms de una
ocasin el detective haba puesto a prueba sus nervios de acero frente a algn criminal
peligroso, se haba enfrentado fsicamente a hombres que le doblaban la corpulencia y le
ganaban en vitalidad, se haba batido en duelo con desequilibrados que tenan rehenes, y
se haba encontrado en mil y un situaciones que sacaron a relucir el temperamento y
semblante duro y decidido que tena. Pero solo una persona era capaz de hacer temblar
al detective. La misma persona que ahora le esperaba en la cocina con un amasador
entre sus manos.
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La comida le result de digestin pesada. Despus de comer, San Lorenzo se
tumb un rato en la cama mientras escuchaba cmo Coral cantaba en su cuarto el
mismo villancico una y otra vez.
Tras la siesta, el detective cogi su gabardina gris y se dispuso a ir a comisara
para observar las fotos y estudiar el caso. Madrid se oscureca temprano. Las luces
navideas iluminaban las calles formando un techo artificial lleno de palabras
iluminadas. Centenares de coches atravesaban la Castellana bordeando a Coln e
introducindose en las estrechas callejuelas que componan la Madrid ms bonita del
ao. La ciudad mantena un ambiente de algaraba que se dejaba notar en todas las
personas que ya se dirigan a sus casas para ir preparando la cena de nochevieja y todo
lo que despus se sucedera. La mayora de sus compaeros, como a l le tocase en los
primeros aos de servicio, trabajaran toda la noche sofocando incendios en
contenedores, mediando en reyertas y socorriendo a chicos demasiado ebrios para poder
caminar de vuelta a sus casas. La comisara estaba en pleno apogeo. San Lorenzo entr
hasta su despacho y goz del privilegio que tena en su propia intimidad. Sobre su mesa
se encontraban dos cajas de cartn en las cuales estaban archivados todos los crmenes
anteriores, un sobre que seguramente contena las fotos del ltimo asesinato, y una
carpeta blanca sobre la que apareca un nombre de mujer.
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En la carpeta se encontraba todo lo referente a la ltima vctima. Su no