alonso de castillo solórzano - la niña de los embustes teresa de manzanares

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La nia de los embustes, Teresa de Manzanares

Alonso deCastillo Solrzano

La nia de los embustes,Teresa de Manzanares

Plaza y Jans Barcelona 1986

3[Preliminares]

3Aprobacin

3Aprobacin

3A Juan Alfonso Martnez de Vera

4Prlogo al Lector

4La Nia de los Embustes

5Captulo Primero Da cuenta Teresa de quin fue su madre; cmo sali de su patria, engaada, hasta llegar a Madrid.

9Captulo Segundo En que da razn cmo lo pas la gallega en el mesn y cun celebrada fue en el ro hasta su casamiento.

13Captulo Tercero En que refiere Teresa su nacimiento y ocupaciones pueriles hasta la muerte de sus padres.

15Captulo Cuarto En que prosigue lo que le pas en servicio de sus maestras.

22Captulo Quinto De cmo Teresa hall con su industria ejercicio con que sali de sirviente; da cuenta de su medra y lo que sobre esto le sucedi.

27Captulo Sexto En que hace Teresa relacin de cmo se cas, con quin y las costumbres del novio, hasta su muerte.

34Captulo Sptimo Donde, prosiguiendo con su historia, dice haber entrado a servir a una seora de duea; da cuenta de la vida que en su casa tena y otras cosas hasta salir de all.

38Captulo Octavo De la salida de Madrid a Crdoba; el robo que la hicieron unos bandoleros en Sierra Morena, y cmo se libr de sus manos, con otras cosas.

41Captulo Noveno En que da cuenta de la pltica que tuvieron entre ella y el ermitao, y cmo l la hizo relacin de la causa de haber dejado el mundo.

47Captulo Dcimo Cmo Teresa fue vestida por el ermitao y lleg a Crdoba, y cmo all se acomod a usar de su antigua labor, con otras cosas.

49Captulo Undcimo En que se hace relacin de un embuste que hizo, con lo que sobre ella sucedi hasta dejar a Crdoba.

58Captulo Duodcimo En que se refiere la sobreburla que se le hizo al licenciado, y cmo dej Teresa a Crdoba y se fue a Mlaga.

65Captulo Decimotercero Donde hace relacin de el mayor de sus embustes en Mlaga y lo que dl sucedi.

70Captulo Decimocuarto Que prosigue con el engao de ser hija del capitn, la estimacin en que la tenan y cmo se vino a saber el embuste, hasta salir de Mlaga.

74Captulo Decimoquinto En que da cuenta de su casamiento con Sarabia, y cmo se entr a comedianta, con lo ms que le pas hasta salir de Granada.

77Captulo Decimosexto De lo que le sucedi en Sevilla; cmo hizo una burla a unos mdicos, que fue ocasin de enviudar.

88Captulo Decimosptimo En que cuenta su tercero casamiento con un caballero del Pir, y cmo enviud brevemente dl por un extrao suceso, con otros que le sucedieron.

96Captulo Decimoctavo En que da cuenta cmo sali de Sevilla con su casa y lleg a Toledo, donde estando all de asiento tuvo cierto empleo, y de una burla que hizo a dos enamorados, con lo dems que sucedi.

106Captulo Decimonoveno En que da cuenta la entrada en Madrid, y lo que all le sucedi, con un hurto que la hicieron, por donde se, fue a Alcal y se cas cuarta vez.

[Preliminares]

AprobacinPudese dar licencia para que se imprima y salga a luz este librito, cuyo ttulo es: La Nia de los embustes, Teresa de Manzanares, por don Alonso de Castillo Solrzano. Porque ni contiene cosa que impida su publicacin, y segn el argumento que trata tiene muchas buenas y de curiosidad y entretenimiento, de donde se pueden sacar documentos morales y escarmientos en cabeza ajena, que son dicha para quien de semejantes se sabe aprovechar. Este es mi parecer. En Santa Catherina de Barcelona, a 19 de abril de 1632.Fray Toms RocaAttenta approbatione, imprimatur, haec die 24 aprilis 1632.Clarefualls, Vic. Generalis, & Officialis.AprobacinPor comisin del Muy Ilustre Seor Don Miguel Sala, del Consejo del Rey Nuestro Seor, y Regente de la Real Cancillera en este Principado de Catalua y Condados del Roselln y Cerdaa, he ledo este libro que se intitula La Nia de los embustes, Teresa de Manzanares, compuesto por don Alonso de Castillo Solrzano, y no reconozco en l cosa que disuene a nuestra cristiana educacin, ni puede debilitar las buenas costumbres, antes con sus consejos servir para alentarlas, y con sus avisos (a quien le leyere) quedar licionado o portarse bien en lo que le pueda suceder. Y as puede salir a luz para que todos le reciban. Este es mi parecer. En el Monasterio de la Santsima Trinidad de Barcelona, a 21 de agosto de 1632.El Maestro Fr. Francisco ViaderMinistro de la TrinidadHuiusmodi Relatione attenta Mandetur typis.Don Michael Sala RegensA Juan Alfonso Martnez de VeraCaballero de la Orden de Santiago,Tesorero y Teniente de Bailede la Ciudad de Alicante.Desde que ocup la pluma en la primera lnea deste pequeo volumen, puse la mira en hacer eleccin de v. m., para que a su sombra pasasen muchos yerros que tendr, ms seguros de la censura de tantos detractores que se hallaran sin tal patrocinio, que delincuentes contra los preceptos del Arte (como hijos de ingenio tan lego); slo tendrn de alabanza el haberse acogido a tan buen sagrado.Atrevimiento ha sido poner a v. m. en tal empeo, y no le disculpan sino mis buenos deseos, que han querido en esto dar muestra de mi voluntad, haciendo a v. m. dueo de mis pensamientos. Si no fueren como merece el protector, de generosos pechos es el perdonar estas osadas por el acierto de ponerse en tal seguro. V. m. admita este servicio por primicia de muchos que le pienso hacer en mayores asuntos, cuya persona guarde Nuestro Seor, como deseo.Don Alonso Castillo Solrzano

Prlogo al LectorTeresa de Manzanares, hija nacida en las verdes riberas de aquel cortesano ro, se presenta con sus embustes a los ojos de todos; su travesura dar escarmiento para huir de las que siguen su profesin. Y esto sea disculpa de haber sacado a luz su vida, formada de los sucesos de muchas que han servido de hacer aqu un compuesto. Si malicioso y mordaz te atrevieres a censurar este breve discurso, lo sucinto dl te dar poca materia para dilatados vituperios; considrale con la intencin que le escrib, que fue para advertir descuidados y escarmentar divertidos, no para ser blanco de Zoilos, que ponen su atencin ms en calumniar leves yerros que en enmendar pesadas culpas de su mala inclinacin. Ingenio arguye una buena censura, fundada en fuertes razones, si no la adulterase el querer hacer alarde de superior juicio a la vista de tantos que pueden decir que quien en esto se ejercita tome la pluma para hacer otro tanto y ver si comete yerros; los muchos los muchos que aqu hallars supla tu discrecin, corrigiendo en secreto y honrando en pblico.ValeLa Nia de los EmbustesEscribo la vida, inclinaciones, costumbres y mquinas de una traviesa moza, de una gardua racional, taller de embustes, almacn de embelecos y depsito de cautelas. Con sutil ingenio fue buscona de marca mayor, sanguijuela de las bolsas y polilla de las haciendas. Con lo vario de su condicin fue malilla de todos estados, objeto de diversos empleos y, finalmente, desasosiego de la juventud e inquietud de la ancianidad. Parte destas cosas hered por sangre y mam en la leche, y parte ejecut con travieso natural y depravada inclinacin, pudiendo bien decirse por ella aquellos dos versos de un romance antiguo:dellas me dej mi padre,dellas me ganara yo.Teresa de Manzanares es el asunto deste pequeo volumen, nombre que se le puso en la pila con el agua del bautismo, y el apellido con la del ro de Madrid, en cuya ribera se engendr este bullente azogue con alma o esta alma infundida en azogado cuerpo.Sus pueriles travesuras la dieron nombre de La Nia de los embustes (ttulo que honra este libro), prosiguiendo con ellos por todo el discurso de su vida, como ella misma hace relacin al lector, a quien se la cuenta desde el origen de sus padres. En ella podr advertir los daos que se pueden prevenir para guardarse de engaos, para abstenerse de vicios, huyendo de vida tan libre y condicin tan oscura.Captulo PrimeroDa cuenta Teresa de quin fue su madre; cmo sali de su patria, engaada, hasta llegar a Madrid.Habr de saber el seor letor, de cualquier estado que sea, que como los hijos, en tiempos de tanta malicia como ste, tienen la mayor certidumbre el serlo de la madre (hablo de la gente de bajo estado), yo comienzo mi historia con referirle el origen de la nuestra, que, si bien me acuerdo, tuvo su patria en Galicia, en la villa de Cacabelos. Su padre se llam Payo de Morrazos, y su madre, Dominga Morrio. Mi abuelo no era bien tinto en gallego, sino de los asomados al reino; quiero decir de los ratios, que ni son de Dios ni del diablo; que como en los bizcos est dudoso el saber a qu parte miran, as l, ni bien era cristiano ni dejaba de serlo: tan brbaros hombres se hallan tal vez en aquella tierra. A los de aquel paraje les dan nombre de maragatos, y ellos cumplen bien con la mitad del nombre cuando se ofrece ocasin.Vino a Cacabelos con una partida de vacas (a una feria que all se hace cada ao), y hall repastando otra, cuya guarda era Dominga Morrio, mi seora abuela. La igualdad del oficio pastoral, la soledad del campo (mientras se llegaba el da de la venta), ocasionaron a los dos de modo que en l no falt osada para emprender, ni en ella ganas para admitir.Era doncella en cabello, por falta de albanegas, Dominga, y en pocos coloquios tuvo buen despacho mi abuelo en su pretensin, con que se vino a formar de aquella calabriada mi seora madre, obligando la suya a mi agelo que se quedase a vivir en Cacabelos, que fue fcil de acabar con l, por haberle herido el virote de Cupido y hecho despojo de aquel montaraz serafn.Encubri cuanto pudo Dominga su preado; mas conocido el bulto por sus padres, con un poco de celo del honor (que no les faltaba) inquirieron quin era el dueo del chichn que Dominga no pudo encubrir, con lo cual se hizo la boda de los dos muy en conformidad de la parentela, por ver en Payo de Morrazos presencia para emplearla en todo agreste ejercicio. Llegse el noveno mes y sali a luz el valor de Galicia y la gala de Cacabelos, que fue mi madre, a quien pusieron por nombre Catuxa, que all es lo que ac en Castilla Catalina. Criose la muchacha en todo lo que acostumbraban all a los hijos de la gente comn; paladeronla con ajas y vinos, y sali una de su linaje; fue la primer moza que dio el ser a los pliegues de las sayas, pues lo que en otros pareca grosera, en ella era perfeccin. Us poco el calzarse, aunque tal vez se traen botas en aquella tierra; fue la causa desto el verse de pequeos pies, ajeno de las mozas de aquel pas, que todas los tienen grandes.A los quince aos de su edad llegaba (que un culto dijera tres lustros) cuando de achaque de un magosto, que es un hartazgo de castaas asadas (as se llama en Galicia), murieron sus padres en una noche. Qued la mozuela nia hurfana y sin hacienda, con que fue fuerza ampararse de una hermana de su madre, que era mesonera en el mismo lugar. Esta la llev a su casa, donde la serva como una esclava, acudiendo, as al servicio de los huspedes, como al monte por lea para guisar de comer.Era Catuja de Morrazos, naturalmente, aseada y limpia y con razonable cara, que para aquella tierra es un prodigio, pues parece que la naturaleza reparti en ella con prdigas manos la fealdad. Verdad sea que el rstico traje la aumenta ms, y lo poco que se precian las mujeres de asearse y componerse. No era as Catalina, que, sin hacer agravio a ninguna, era la gala de Cacabelos. Alentbanla a estimarse las alabanzas de los huspedes que cada da tena en su casa (que es lugar pasajero), los cuales, como venan acostumbrados a ver demonios con cofias de estopa, parecales la Catalina ngel en su parangn. Muchos aficionados de paso tuvo que la dijeron su pena; mas ella (si bien se holgaba de orlos) rigurosamente los despeda, que por los documentos de la ta deseaba conservar su honra, esperando por su buena cara el mejor labrador de Cacabelos.No se le lograron los intentos como pens, porque llegando el da de la feria que all se hace, pasaba de la ciudad de Compostela a Madrid un cannigo de aquella santa iglesia, y habiendo de asistir en la corte, quiso comprar una mula para ra, y detvose a esto en Cacabelos. Traa en su servicio un criado, natural de Segovia, de los refinos hijos que aquella ciudad cra. Era gran socarrn, alegre, decidor, con su poquito de msico, gran persona de ponerse a caballo sobre una jcara y durarle una jornada sin descansar. Sin esto era un diluvio de pullas, un torrente de chanzonetas y una sima de donaires. Querale bien su amo, as por haber hallado en l fidelidad como por verle siempre de buen humor.Duraba seis das la feria, y no vino en los primeros cabalgadura a propsito de lo que el cannigo pretenda, y as, oyendo decir que hasta el ltimo da todos los de feria venan mulas, no quiso irse sin comprarla. En este tiempo, Tadeo (que as se llamaba el criado) comenz a hacer fiestas a Catalina, ya celebrando su buena cara, ya dndola msicas con un discantillo que consigo traa para divertirse en aquel viaje. Como la moza hubiese visto pocos humores de la data del Tadeo, gustaba mucho de sus donaires y solemnizaba sus chanzonetas, oyendo con mucho gusto las jcaras que cantaba, con las cuales y la labia del mozo, adornadas con promesas que la hizo de llevarla a la corte, se rindi aquel fuerte, que no hay amante encogido ni dudoso en prometer, y as Catalina se vio con esperanzas de ser cortesana y en posesiones de duea.Efectuase la compra de una buena mula, muy al propsito para el intento del cannigo, con que esotro da determin de proseguir su jornada. Llevaba una acmila delante con prevencin de cama, por saber con experiencia cun malas las hay en el reino de Galicia, y aun hasta llegar a Castilla la Vieja. En sta acomod Tadeo a Catalina, llevando intento de llegar con ella a Madrid y all vestirla y que corriese por su cuenta, y as, avisada la moza que el da siguiente, dos horas antes de amanecer, haba de partir, ella no quiso irse, como dicen, las manos en el seno, sin darle un arao a la bolsa de la ta, que la tena buena con la ganancia del mesn. Fibase la vieja mucho de la sobrina y dorma con ella. Levantase aquella noche quietamente y, tomando la llave de una arca, fue a darle golpe a la moneda, y por dar en el talego mayor, fue su suerte tal, que encontr con el pequeo, que tendra hasta cuatrocientos reales en plata; stos acomod en el lo de dos camisas suyas, y as sali a verse con su Tadeo, el cual la aguardaba, porque ya estaba el acemilero apercibido. No se haba levantado la ta, aunque estaba despierta, por ver que su sobrina lo estaba, y presumiendo que ella y un mozo del mesn daran recaudo. Con esto pudo la Catalina irse a hurtas del mozo, saliendo a ponerse a caballo fuera del mesn, con que dej su patria, llevndose los cuatrocientos reales escondidos entre las camisas sin haber dado cuenta del hurto a su galn, que no le fue de poca importancia.Llegse la hora de partir el cannigo, y haciendo Tadeo cuenta con la huspeda, partieron de su casa, no echando la vieja menos a la sobrina, porque a aquella hora siempre sola ir por agua a la fuente.Prosiguieron sus jornadas hasta llegar al pie del puerto que llaman del Rabanal, gozando Tadeo todas las noches de su hermosa ninfa gallega; mas all, considerando que le seria embarazo la moza en tan largo camino y que si su amo saba su empleo no lo haba de recibir bien, trat de dejarla en Fuencebadn, un lugar donde posaron aquella noche; y esto hizo usando un engao con ella, y fue que la dijo que, por haber acrecentado carga en la acmila, no poda ir en ella, mas que tena concertado con un arriero que la llevase por su cuenta hasta Benavente, adonde por ciertos negocios que el cannigo tena que tratar haban de estar dos das, y que de all buscara en que fuese hasta Madrid. Psola en posada diferente y habl con el husped a parte en lo que la haba de decir a la maana.Era Catalina muy bozal en caminos, como quien no haba salido de su lugar en su vida, sino, slo por lea al monte, y as crey cuanto la dijo Tadeo. Ese da, al amanecer, sali el cannigo (ms temprano que otros), por pasar el spero puerto, con lo cual qued la pobre moza aguardando el prometido arriero (que nunca vio) hasta bien entrado el da, y preguntando al husped que cundo haba de venir, l la desenga, diciendo que aquel gentil hombre que all la haba trado le dio doce reales para que la diese y dijese que l no la poda llevar consigo por temor de su amo. Aqu comenzaron los trabajos de la gallega Olimpa, vindose dejada del segoviano Vireno. No dijo aquello de "plegue a Dios que te anegues, nave enemiga!", ni "mal huracn te sorba!", que no saba nada de marinaje, y su engaador caminaba en una mula. Mas, convertida en llanto y con dilatados sollozos, que pareca sorber caldo, dijo mucho de aquello de "Ducho a demo el home", que es la mayor maldicin que el idioma gallego tiene. Recibi los doce reales, porque los duelos con pan son menos. Veinte le haba dado Tadeo al husped; mas l, con poco temor de Dios y dao de la opinin del galn, se aplic para s los ocho.Viose la olvidada Catalina confusa sobremanera en lo que hara de su persona. Volver a su tierra no le pareca cosa conveniente, as por su reputacin como por el dinero que haba tomado a su ta; quedarse en aquel lugar tampoco le estaba bien, por ser corto y malo. En estas dudas estaba, cuando infundindosele un valor olimpaco, ms de correo de a pie que de mujer encogida, se determin proseguir poco a poco su viaje hasta Madrid, y que si llegase con bien a aquella corte, tratar de vengarse del desdn de Tadeo.Con las faldas en cinta, como dicen, y con ellas los zapatos, por no los romper (propia prevencin de las damas de su pas), se puso en camino informada del viaje que haba de llevar; en la tal informacin supo cun cerca estaba de la Cruz de ferro, tan nombrada en aquella tierra; pas por cerca della y hzola oracin, sin tener cuidado de la promesa que todas las gallegas la hacen, pues ya Tadeo, con su buena diligencia, la haba sacado dl.Prosigui con sus jornadas, hallando en ellas tal vez quien (tenindola compasin) la daba bagaje para aliviar su cansancio, y no se sospeche que esto era por inters de su persona; que desde que vio el mal pago de Tadeo, nunca admiti martelo ni oy requiebro, temindose de otro engao: que de los escarmentados se hacen los arteros.Por sus jornadas, ya cortas, ya largas, lleg a aquella insigne villa, madre de tantas naciones, gomia de tantas sabandijas, y como a una de ellas, la ampar y recibi en sus muros. Admirle la mquina de edificios, la mucha gente que pisaba sus calles, y en la de la Cava de San Francisco vino a parar, guiada de un arriero que la haba trado en un macho de los suyos desde el lugar de las Rozas hasta la posada. En ella se ape y vindola la huspeda, la dijo si vena a la corte para servir. Catalina la respondi, con semblante triste, que a eso la haban condenado sus trabajos, si hallase casa a propsito.En la ma replic la huspeda os tuviera yo de muy buena gana; mas ha dos das que recib una criada en lugar de otra que cas, y as tengo el servicio que he menester. Pero en casa de una hija ma os acomodar; que tambin tiene casa de posadas, y yo s que no os descontentaris de estar all, que hay ocasiones de medrar las que la sirven, y ms vos, que trais lo ms facilitado con la buena cara que tenis.Agradecile Catalina la merced que la haca, y la huspeda la llev a su aposento, donde la regal y dio de comer. Esa misma tarde la llev a casa de su hija, de la cual fue gustosamente recebida, as por traerla su madre como por ver en Catalina partes para ser bien servida della.Tena esta mesonera otra mozuela de razonable cara, y haba menester dos para ser sus huspedes mejor servidos. Esta, como viese que en Catalina la vena alivio para su trabajo, la recibi con muestras de muy grande amor, trabndose desde aquel da una firme amistad entre las dos.Captulo SegundoEn que da razn cmo lo pas la gallega en el mesn y cun celebrada fue en el ro hasta su casamiento.Ya tenemos a mi seora madre (buen siglo haya) acomodada en un mesn de los de ms nombre que haba en la calle de la Cava de San Francisco, cobrando desde su llegada el nombre del "Mesn de las dos hermosas", por ella y la otra moza que hall en l. Esta, como amiga que se dio de mi madre, aquella noche la hizo breve relacin de lo que haba que hacer en casa, de los intereses que se tenan con los huspedes, a cules deba servir con solicitud y a cules con no tanta; cmo se haba de portar en materia de amores; cun sin aficin haba de vivir con ninguno, llevando su fin a solo su provecho y vindole primero antes de hacer su empleo. Pero que lo ms importante para su estimacin era el estar bien vestida, para lo cual pidiese a su ama que le adelantase tres o cuatro meses de salario. Tom Catalina la licin de Aldonza (que as se llamaba la compaera) muy en la memoria, y a lo ltimo la dijo que no pensaba obligar a su ama a que le diese lo que no haba servido; que un pariente suyo tena que la dara lo necesario para vestirse, y que as esotro da le buscara y la vera brevemente en otro pelo. Holgse Aldonza que con tanta brevedad pudiese lucirse; mas despus le vino a pesar, porque no le estuvo bien tener tan buen lado.Era por tiempo de entre las dos Pascuas, y cerca de la de Pentecosts, para lo cual propuso Catalina salir en limpio, que hubiese que ver en ella, y as, fingiendo ir a verse con el pariente, trujo dineros, con que rog a su ama le comprase lo necesario para vestirse. Era buena mujer la huspeda, y viendo que el lucimiento de su criada le era mejora de su casa y crdito de su mesn, se holg que sin pedirla nada adelantado tuviese con qu vestirse, y as se ofreci a salir a comprar con ella lo necesario.Valile el no revelar el hurto Catalina a su galn el verse vestida, pues eso fue la piedra fundamental para su medra. Lleg con su ama a la calle de Toledo, donde hay bodegones de vestidos, hallando all siempre guisados los que pide el gusto para adorno de las sirvientes de mantellina. All compraron en acomodado precio un manteo azul, con su poca de guarnicin pajiza; una basquia y jubn de estamea parda, guarnecido el jubn; mantellina de bayeta de Segovia, que oyendo dnde era, casi no quiso comprarla Catalina, acordndose de su galn. Pasaron a una tienda de lencera, dnde sac dos camisas, valonas y cofias, y no se le olvidaron del calzado, que quiso de golpe ponerse el que traen las fregonas de ms presuncin en la corte, bien mirado en tiempo de lodos, pues su limpieza acredita la curiosidad y gala de la que los pisa sin detrimento suyo. Con todo este ajuar volvieron a casa, no faltando para cumplimiento del arns sino algo desto que se trae en la cara y dos sortijas de plata, cosa conveniente en el fregatriz estado, aunque ya le vemos subido de punto con algunas de oro, donativos de los que, hartos de perdices, gustan tal vez de comer vaca.Llegaron, pues, a casa, y mostraron a Aldonza las galas recin compradas; en que no se emple an todo el dinero del hurto, guardndola Catalina en una arca que otro da compr. Ya la compaera estaba un poco envidiosa del lucimiento que esperaba tener Catalina; disimul su recin nacida pena, y propuso no manifestarla por no parecer que se tena en tan poco que tema ventajas de otra. De all a dos das, sin acompaarse Catalina de su ama, corri las almonedas de la plaza de la Cebada, donde hall una basquia y jubn, trado de una mezcla honesta, que compr en acomodado precio para que la excusase de traer de ordinario los vestidos que poco antes haba comprado, no olvidndose del aderezo del rostro, que ya la haban dicho la que le estara mejor para currsele de los aires y el sol del camino, ni de las sortijas de plata.Lleg el da de la Ascensin, que tena diputado Catalina para salir vestida de nuevo; hizo por la maana las haciendas de casa, y para asistirles a los huspedes a la comida psose de gala, dando admiracin a su ama, ms envidia a Aldonza y gusto a los huspedes, porque con la buena cara que tena y los vestidos tan ajustados a su cuerpo, pareca que toda su vida haba andado en aquel hbito: tal despejo mostraba en l.Era apacible la gallega, graciosa en su lenguaje y de no mal natural; de suerte que con esto, dentro de pocos das, ya no caba la casa de huspedes. Eran muchos los aficionados de la moza, y ella se portaba con ellos de modo que, por el poco recato y estima, nunca gan opinin de fcil ni desenvuelta. Granjeaba voluntades y hallaba medra, cosa que fue echando de ver la compaera por los galanes que Catalina le tiranizaba. Acuda cada una la semana que le tocaba a lavar al ro, y por haber cantidad de ropa siempre, se ocupaban tres das en su limpieza. Para echar de s Aldonza a la compaera y que no asistiese a la posada, dio en fingirse mala de un brazo, con que era fuerza ir Catalina cada semana a ocuparse tres das de ella en el ro. Si por ac tena aficionados, no menos los tuvo extramuros de la villa.No haba lacayo de estimacin lucido en librea que no se confesase su amartelado. Ella, con el buen despejo en hablar, voz en cantar y donaire en el baile de la capona, era imn de las raciones lacayas y motivo de los regocijos de las riberas del cristalino Manzanares; despus que en ellas se acredit y llev la palma de hermosa entre el gremio fregatriz. Nunca tom pao en sus manos para lavarle, que no faltaba quien, a costa de sus salarios, le pagase la lavadura porque en tanto le diese audiencia.Anduvo algunos das neutral, sin inclinarse a ninguno de sus pretensores, y as los traa perdidos tras de s. Entre ms de ocho que andaban en la danza, haba uno que si no se portaba con librea de lucidos colores, sirviendo a grande o a ttulo, andaba bien tratado, vestido de ventidoseno negro, calzas, ropilla y capa terciada; ste era natural de Gascua, en Francia, a quien en nuestra Espaa llamamos "gabachos". Haba sido ocupado en el oficio de buhonero, trayendo caja y vendiendo por la corte; proveale su casa un francs rico, que tena tienda de por junto, con el cual haba ganado tanto crdito que le fio ms de lo que fuera bien. Fingi el tal buhonero que le haban robado, con que quebr para con el francs que le provea; psole en la crcel, donde le tuvo algunos das; mas como no hubiese remedio de poder cobrar dl, creyle el hurto, y as, de compasin de verle padecer preso, le perdon ms de tres mil reales que le haba fiado, y sali de la trena. Con stos se hall en su poder el gabacho, habidos con tan poca conciencia por conocer la bondad del que le fio. Entr a medias en el trato con un tabernero, y l, por disimular, entr a servir de lacayo a un letrado de los que abogaban en los Consejos. Tena a su cuenta un caballo anciano, en el que el jurista andaba de buena presencia y adornado con la honorfica gualdrapa. Era lucido el dueo y de los ms acreditados en las letras de la corte; con ste sala a las siete de la maana por el verano, y en dejndole en Palacio, haba de volver por l a las diez; por la tarde acuda desde las tres a Provincia, sala a las cinco, y gastaba todo el da entre sus negociantes, sin salir de casa.Con este oficio tena el de despensero, en que ocupaba una hora por la maana, antes de ir al Consejo, en la cual, mientras l compraba, le limpiaba un francesillo el caballo y gualdrapa, gastando de esta aadidura a su costa el letrado por verse bien, servido de su lacayo despensero el cual no era lerdo en sisarle cuanto poda, y haba bien en qu, por ser mucha su familia.Este, pues (cuyo nombre era Pierres de Estricot), era el mayor aficionado de la gallarda Catalina y el ms puntual en servirla, sin haber da que no gastase con ella algo, as de colacin, merienda o ddiva de cintas, valona o calzado, con que la hembra le estaba ms aficionada que a los dems. Admirbase Aldonza de ver en la opinin en que estaba su compaera, y que si su traza haba aprovechado para ausentarla de da, por la noche le deshaca sus mquinas, como la tela de Penlope.Un da que en el ro haba dado suspensin en el baile a sus amantes y envidia a las ninfas de la limpieza, anochecile all por haber tardado en enjugrsele la ropa; asistila a su compaa el aficionado Pierres, prevenido de esportillero para llevar los paos y de un jumento de aguador para que ella no se cansase en subir la cuesta de la Puerta de la Vega. Mientras descansaba del trabajo de haber doblado la ropa, le pudo decir el derretido gabacho, en el mal aliado lenguaje que hablaba, que era medio en gascn y medio en castellano, estas razones:Seora Catalina, ya voast habr echado de ver en mi asistencia cuntas ventajas hago a lis competidores que tengo, y asimismo en la liberalidad con que la sirvo en lo que se ofrece, por lo cual debe tener ms atencin an mi persona que de los dems, pues casi todos llevaru la mira a solo su apetito y dejalla luego, y yo la tengo en merecer ser su marido. Aunque sirvo de lacayo, como ve, puedo dejar de serlo sin que me falte el sustento, pues gracias a Dios tengo ms de cuatro mil reales, con que tengo a medias cierto trato con que se aumenta mi caudal cada da; si se determina a que nos juntemos en consorcio, ser de m estimada como merece su persona y regalada como la propia reina. Este caudal que traigo en compaa le tendr yo solo tomando modo de vivir, ron que me prometo antes aumento que disminucin. Su gusto, aqu que estamos a solas, me holgar de saber: voast me li diga.Era el gabacho de buena presencia, y estbale inclinada Catalina, la cual se holg no poco de verle con caudal. Aunque recelosa del engao del segoviano (a quien no haba podido hallar en Madrid), quiso que la evidencia la desengaase, y as le dijo que estimaba su voluntad, y que en cuanto a disponer de s no se determinaba hasta que con ms certeza viese que lo que deca era verdad; que ella haba de tocar el dinero primero y verlo en depsito de su amo, y que entonces se hara el casamiento, porque tena tanto escarmiento de los engaos de los hombres, por uno que la hizo quien la desterr de su patria y dio a conocer las ajenas, dndole palabra de ser su marido, que estaba desde entonces con propsito de no creer ms de lo que viese con sus ojos. Aqu le dio a entender cmo no ira virgen a su tlamo.Pierres, que era hombre de buen estmago y que aquel defeto ya le daba por sabido, acept el partido de Catalina, y as, en esa conformidad, volvieron a Madrid, quedando de concierto que dentro de cuatro das el gabacho llevara su dinero en poder del amo de su moza, y que hecho depositario de l, se estara en su poder hasta tener las bendiciones de la iglesia. Con esto llegaron a la posada, donde aguardaban a Catalina con algn cuidado por verla tardar ms que otras veces. Querala su ama tanto, que no la dijo nada por su tardanza.Acabado de dar recaudo a los huspedes, Catalina dijo a sus amos que quera hablarles a solas, y as se retiraron con ella a su aposento, donde les dio cuenta del empleo que se la ofreca y la seguridad que su francs le daba. No les dio gusto esto, porque en Catalina tenan muy buen servicio y bien acreditada su casa de huspedes, y por la fama de su buena cara, voz y donaires, jams se vaciaba; procuraron estorbarla el casamiento, ponindola por delante los engaos que haba en la corte y que aquel dinero podra (no obstante que le depositaba) no ser suyo, sino de algn amigo que se le dara para efectuar el consorcio. Esto y otras cosas le dijeron a Catalina, ms no por eso la disuadieron de su propsito, conociendo ella (que no era necia) la causa por que la apartaban de casarse, que era por servirse de ella y serles importante en casa. Vista del mesonero y su mujer su resolucin, vinieron en que se efectuase su gusto con el concierto que haban hecho.No anduvo descuidado el gabacho, estimulado del amor de la moza, que antes del trmino puesto ya tena cuatro mil reales depositados en poder del amo de Catalina y tomado recibo dellos para su seguridad. Con esto se hicieron las amonestaciones, y mientras pas el trmino dellas, la hija de mi madre (que soy yo) se forj en las riberas del seor Manzanares, porque persuadida de Pierres (ya con seguridad que quien entregaba su caudal no la faltara como el segoviano), no supo hacerle resistencia, brindada de la soledad del campo. En aquella ribera se form Teresa de Manzanares, dndome el apellido el mismo ro. Finalmente (por no alargarme), los dos se casaron, siendo aquel da muy clebre entre los lacayos y fregonas de Madrid. Los novios salieron muy lucidos, sin tocar el dinero depositado, porque Catalina le tena granjeado de huspedes con su buena labia y liberal proceder en un ao que sirvi en el mesn, y Pierres hubo del letrado, su amo, el vestido para casarse, que presumiendo no le dejara de servir, le quiso obligar con lucirle el da de su boda.Dur el baile de ella hasta que la noche dividi a la gente. Pierres se qued en el mesn con su mujer, y esotro da trataron de mudar de albergue. Haban los dos novios comunicado en qu sera bueno ocuparse, y qued resuelto que tomasen una casa para hacerle de posadas, comprando de aquel dinero los ajuares necesarios. Esto pusieron por ejecucin esotro da; compraron de aquellas almonedas ropa para seis camas en buen precio, sillas y dems adornos forzosos, y con ellos dieron en la calle de Majadericos, adonde tomaron casa capaz para aquella ropa, por probar la mano y ver cmo les iba; queriendo Pierres volver a ser buhonero, por ver que el francs que le fiaba se haba ido a Francia. Con esta conformidad, ve aqu vuestra merced (seor letor) casada a mi madre, seora de su casa, y mi padre dueo de una lucida caja de buhonera.Captulo TerceroEn que refiere Teresa su nacimiento y ocupaciones pueriles hasta la muerte de sus padres.A los nueve meses de casados, ya Teresa de Manzanares haba visto este mundo, saliendo a l con buen alumbramiento de mi madre. Fue grandsimo el gusto que tuvo el francs con mi nacimiento y igual a l, el cuidado con que me crio hasta edad de siete aos; sal con razonables alhajas de la madre naturaleza en cara y en voz; mi viveza y prontitud de donaires prometieron a mis padres que haba de ser nica en el orbe y conocida por tal. Ya haca mis mandados trayendo vino para los huspedes y otras cosas de una tienda vecina a nuestra casa, imprimindoseme lo de la risa como carcter, que no se me borr en toda la vida. Era un depsito de chanzonetas, un diluvio de chistes, con que gustaban de m los huspedes, y me las pagaban a dineros, con que mis padres me traan lucida.Hubo una junta de gabachos en que mi padre se hall, y rematse el festn en una cena que fue bien proveda de carnes y mejor de vinos; los brindis se menudearon de modo, que ninguno volvi en sus pies a su casa. Trujeron a mi padre a la suya atravesado en un frisn de un coche del embajador de Francia, que en casa de su despensero se haba hecho la jera. Nunca tan confirmada zorra le haba visto mi madre, aunque muchas veces se haba asomado a serlo. Recibile con tristeza, prenuncio de lo que de all result, que fue darle a la media noche una apopleja, con que no bast remedio humano, ni le tuvo la medicina para volverle en su acuerdo para que siquiera se confesara, y as muri esotro da a las cinco de la tarde. Estos daos vienen de la gula y embriaguez, y nunca se puede prometer menos quien la usare.Qued mi madre viuda y en su casa, con algn caudalejo, con que prosigui en tener casa de posadas, viendo que le iba bien en aquel modo de vivir; siempre tena una criada y a m, que le serva de mandadillos menudos; pero viendo en m buena habilidad para todo, quiso que aprendiese a labrar en casa de dos hermanas viudas que vivan en aquellos barrios. All acud a labrar, aventajando en esto a todas cuantas condiscpulas tena en menos de un ao, cosa que admiraba a las maestras. Era yo tan inquieta con las dems muchachas, que siempre las estaba haciendo burlas, hacindolas creer cuanto quera, que eran notables disparates, todos con orden, a salir con mis burlas, con lo cual granje el nombre de La Nia de los embustes, que dilat despus porque no se borrase mi fama.Hallndose mi madre viuda, moza y vaco el lugar que dej mi padre, quiso que le ocupase un husped que haca das que estaba en casa, temiendo no poder pasar los rigores de un recio invierno que aquel ao hubo, y as se enlaz en ambos una firme amistad, que la oblig a hacer expulsin de m, acomodndome a dormir en la cama de la criada, cosa que yo sent en extremo, y aunque nia, bien se me trasluci la causa por que se haca aquella novedad conmigo, con lo cual tuve tanta ojeriza al husped, que no le poda ver delante de mis ojos, de suerte que su presencia me helaba en lo ms sazonado de mi humor, y as, todas las veces que poda quedarme a dormir en casa de mis maestras no iba a casa, acomodndome en la cama de una hija que tena la una de ellas, doncella, de edad de diez y ocho aos, moza de buena cara.Era la profesin del husped familiar de mi madre arbitrista, hombre de grandes mquinas, fabricadas entre sueos y puestas en ejecucin despierto, por una que acert a salirle bien (hurtada de un amigo suyo que muri, siendo compaeros de posada, en que medr con el ingenio del otro tener trescientos escudos); prosigui con el ejercicio arbitrario, y vino a dar con el juicio por esas paredes, cansando a ministros y gastando memoriales en balde, pues todos se rean de l.Mejor le iba con el arbitrio de haber granjeado la voluntad de mi madre, pues con ella hallaba comida y posada de balde y andaba vestido como un rey. Traale desvelado un arbitrio, que era no menos que el desempeo de toda Espaa, cosa que l tena por muy fcil con la traza que daba, con que se prometa una gran suma de dinero, y a mi madre hacerla rica para toda su vida. Tena una labia en explicar su arbitrio entre la gente ignorante, que crean todos que saldra con l, y entre los boquimuelles era una mi madre, cosa que le cost la hacienda y la vida, porque habiendo este hombre presentado sus memoriales en el Consejo y comunicado con los ministros dl su arbitrio, viendo ser sin pies ni cabeza, no solo no le admitieron, mas, por eximirlo de sus cansancios y necias mquinas, le mandaron que dentro de ocho das saliese desterrado de la Corte.Sintilo terriblemente el licenciado Cebadilla (que as se llamaba), y viendo ser forzosa su partida y haber de dejar a mi madre que le sustentaba, quiso pagarle lo que la deba con una buena obra, y fue que la noche antes de irse (que ocult a mi madre) la descerraj un cofre y dl la sac ms de cuatrocientos escudos en plata que tena granjeados con su trabajo. Madrug aquel da mucho, y dejndola muy descuidada del hurto, tom mulas y partise a su tierra, que era Mallorca. Queriendo ese da mi madre abrir el cofre, vio quitada la cerraja de l y vaco de la moneda que haba ganado con no poco trabajo; hizo sus diligencias en buscar al ladrn, mas fueron en balde, porque l se supo guardar bien con la pena del hurto. Cay mi madre enferma, y agravsele la enfermedad de modo, que en ocho das acab con su vida, dejndome hurfana, de edad de diez aos, y pobre, que era lo peor, porque en pagar los gastos del entierro y el alquiler de la casa (que lo deba de un ao) se consumi casi todo el menaje de ella.Hall a Amparo en aquellas dos hermanas, mis maestras de labor, y recibironme en su casa, pasando a ella lo poco que haba quedado de la de mis padres, que era la ropa de dos camas, sillas y uno o dos cofres vacos. Aquella noche, primera que dorm en su casa, hicironme las dos ancianas un largo sermn en orden a decirme cmo quedaba hurfana de mis padres y pobre, y de las tales sola la virtud les era su dote y remedio; que procurase siempre inclinarme a ella, pues era lo que me haba de valer, que ellas en cuanto pudiesen, no me faltaran, queriendo su compaa. Aunque de tan poca edad yo ya tena bachillera para agradecerles esta merced y prometerles hacer lo que cristianamente me aconsejasen, con que me qued en su servicio, querida dellas como si fuera hija suya.

Captulo CuartoEn que prosigue lo que le pas en servicio de sus maestras.Tres aos continu en servir a mis amas, en los cuales supe todo lo que haba que aprender en materia de labor, y juntamente con ello a leer y escribir con mucha perfeccin, porque desde pequea fui inclinada a esto, y la inclinacin lo facilita todo.Tena Teodora, la hija de una de mis dos amas (como he dicho), muy buena cara, y traanla bien vestida, aunque honestamente, pues como fuese lucida y por ello bien vista, acudieron galanes a servirla. Tres eran los que andaban paseando su calle con deseos de tener lugar de verla: un mdico, un gentilhombre de un seor de ttulo y un estudiante. Los deseos de ellos ya se vean al fin a que tiraban; no se conoca sino solo en el mdico que aspiraba a consorcio.Todos eran mozos y no de la condicin que las viejas queran para Teodora, porque quisieran ellas ms juicio y ms provechosa ocupacin, porque el mdico ms asista a la calle a buscar remedio a su dolencia que a drsele a los enfermos para ganar dineros y adquirir fama. El gentilhombre, sirviendo, claro manifestaba no tener proprios ningunos, pues necesitaba del socorro de su amo; era gran msico y de las mejores voces que haba en la Corte. El estudiante no haba acabado sus cursos de leyes en Alcal, faltndole los tres aos de pasante para esperar provecho de l. Era aficionado a las Musas ms que a los textos (plaga de quien huye el dinero, como la gente de lugar apestado). Esta trinca de galanes festejaba a la seora Teodora, a la cual no la pesaba del cortejo, porque no hay mujer que la pese de ser querida. Era yo el archivo de sus secretos y la llave de su corazn, y as confera conmigo lo requestada que era de estos tres galanes por recaudos y papeles, aunque no se mostraba inclinada a ninguno, ni jams respondi a papel que la diesen.Quien ms entrada tena en casa era el mdico, y esto por haber venido en compaa de otro que cur a la madre de Teodora en una peligrosa enfermedad que tuvo, de donde se origin el conocimiento y de all el amor. Deseaba elQuien ms entrada tena en casa era el mdico, y esto por haber venido en compaa de otro que cur a la madre de Teodora en una peligrosa enfermedad que tuvo, de donde se origin el conocimiento y de all el amor. Deseaba el segundo mostrar su habilidad en cantar ms cerca que de la calle, y buscaba todos los medios posibles para tener entrada, pero no haba orden. El tercero (que era el poeta) estaba desahuciado de tener lugar en casa de Teodora, por ser mozuelo y no tener ocasin con que poder visitar a su madre y ta.Era yo acariciada de todos tres, deseando trabar conversacin y tener conocimiento conmigo. Unos das anduve muy severa con ellos, en las ocasiones que sala fuera de casa por lo necesario para ella; mas como era inclinada a la travesura, me pareci traer embelesados a estos tres amantes. Vime primero con el mdico, hacindome encontradiza con l; apenas me hubo visto, cuando, detenindome, me dijo:Es posible, seora Teresa (que ya todos me saban el nombre), que vuestra merced sea tan esquiva con quien la desea servir, que no merezca un rato de audiencia en tantos das como ha que la pretendo? Sin duda se le ha pegado a vuestra merced la esquividad de su ama, pues con ella trata as a quien la quiere bien; humnese vuestra merced y atienda un rato.Yo me par y le dije:Crea vuestra merced, seor doctor, que las que servimos en casas tan recatadas como la de mis seoras, debemos andar con mucho tiento en esto de que nos vean hablar con nadie, y menos con vuestra merced, que est declarado por pretendiente de la seora Teodora; que a no haber esto de por medio, sabe el cielo que a ninguno de cuantos pasean aquella calle deseo que mi seora favorezca como a vuestra merced; y esto me debe, en las ocasiones que se han ofrecido de hablar de sus pretensores, que a todos ellos le antepongo por lo que le estoy inclinada.Es posible replic el mdico que tanto bien tengo en vuestra merced sin haberlo sabido? Puesto me ha con eso en obligacin de regalarla y servirla, como lo ver por la experiencia. Ahora la suplico me diga cmo estoy en la gracia de la seora Teodora.Si he de decir la verdad, como vuestra merced me d palabra de que no diga que lo sabe de m, a vuestra merced muestra inclinacin solamente dije yo, porque se huelga mucho cuando la hablan en sus cosas y alaban su persona.Qu har yo acudi el doctor, loco de contento de lo que oa para que se digne de responder a un papel mo, que algunos la han dado y a ninguno ha gustado de dar respuesta?Eso s yo bien dije yo, y que entre los que ha recibido de otros galanes solo los de vuestra merced ha guardado, y los dems ha hecho pedazos, porque dice que tan discreta enamorada prosa no ha ledo en su vida.Todo esto era echar lea al fuego de mi mdico, el cual, oyndome esto, me ech los brazos al cuello diciendo:Ay, mi Teresa, no s cmo exagere el contento que con or eso he recibido! Hoy ha sido su presencia de ngel para m, pues como tal me ha consolado. No se volver a casa sin ser servida de m, si no como deseo, como lo pide la ocasin de haberme cogido en la calle; vngase conmigo.Segule y llevme a una tienda, en la cual me compr cintas, arracadas y valonas, y pasando a otra, un muy curioso calzado de medias, ligas, chinelas y zapatillos, dicindome que perdonase, que en otra ocasin vera cunto ms se alargaba conmigo. Agradecle el favor y djome que cundo quera dar un papel a mi ama. Yo le respond que esotro da le tuviese escrito, que yo hara fcilmente el oficio de intercesora suya, y que le aconsejaba que procurase regalar a su ama, que siempre haba odo decir que los regalos eran eslabones de que se haca y forjaba la cadena del amor.Estim mi consejo y prometi hacerlo, con que me desped de l, parecindome que para primera visita no haba surtido mal, pues sala de ella con ferias, prometindome, as del mdico como de los otros galanes, ms medra a costa de sus bolsas sin que Teodora lo supiese. Volv a casa, ocultando el donativo de la vista de mis amas, depositndole en mi arca.No se descuid el doctor el siguiente da en aguardarme al mismo puesto donde el pasado me haba hablado; ya traa su papel escrito, saludme, y dndomele, me llev consigo a una casa donde tena una caja, y en ella cuatro pares de medias de seda y oro de diferentes colores, y otros tantos pares de ligas conformes a las medias, con guarniciones de puntas de plata y oro; mucha cantidad de tocas, cintas, guantes y flores para la cabeza; bien vala el presente buen dinero. Confieso que vindole me arrepent de haberle obligado a tal exceso, no sabiendo el modo que tener para guardarlo de los ojos de Teodora; de su parte le agradec la generosidad, y de la ma le ofrec darle el papel y procurar respuesta.

Con esto volv a casa en ocasin tan buena, que todas mis amas estaban en misa, y sola una nia, discpula de labor, me aguardaba. Abrime, y sin manifestarla lo que traa, di con ello en el secreto de mi arca. Sucedi esa tarde asistir los tres galanes en la calle, como lo acostumbraban, y Teodora a hacerles ventana, a quien yo acompaaba; quise darla un tiento para saber cul era ms bien recibido en sus ojos, y dicindome que ninguno, la repliqu:Pues yo s cierto que el mdico os desea con buen fin.Cmo lo sabes? me dijo ella.Sus acciones lo manifiestan acud yo, y el haberse l declarado con personas que a m me lo han dicho, y yo tengo por perfecto amor aquel que se manifiesta no solo con acciones, sino con obras.Pues cules son las del mdico? dijo Teodora. Que hasta hoy no he visto que se haya alargado a eso.Y si lo hiciera dije yo, qu se le siguiera?Tales pudieran ser dijo Teodora y tanto me pudiera obligar, que teniendo firme experiencia de su voluntad hallara entrada en la ma, porque estoy informada que espera heredar a un to suyo.Hall el cabe de paleta y no quise dejar de tirarle, y as la dije lo que con l me haba pasado, y cun verdadero amante era. Saqu el papel y dsele, pidindola perdn de haberme atrevido a tomarle sin su licencia, y djela que la subira el presente, sin decirle lo que era por menudo, con intencin de que de l participase un par de medias y otro de ligas. Era Teodora un poco vana y no tena mucho de lo de Salomn, y as hzola buen estmago lo del presente, y con este gusto mostr no desplacerse de haber admitido el presente, ni de darla el papel, el cual ley all en ocasin que pudo el mdico verlo desde la calle, de que me holgu mucho. Significaba en l, con bien pensadas razones, su voluntad, el fin a que la diriga, los desvelos que por ella pasaba, y sin tratar del presente le suplicaba respondiese al papel, firmndose en l "perpetuo esclavo de vuestra merced".Otros haba tenido Teodora ms enamorados que aquel de que pudiera haberse pagado ms; mas fue gran cosa la cortapisa del donativo, que es gran batera la que hacen en cualquier mujer las ddivas, que al fin (como dice el antiguo brocardico) quebrantan peas. No lo era mucho Teodora, y as como una manteca blanda y como una corderilla mansa, despus que encareci la buena nota del papel, quiso verse ya con el presente en las manos. Mandme subirle a su presencia; yo lo hice, reservando empero para m las medias y ligas que ms me contentaron, que fueron unas de ncar y plata. Compselo bien y sub la caja; esto se pudo hacer sin que lo viesen las viejas, que estaban en visita con dos beatas de su misma edad. Abr la caja delante de Teodora, y abrironsele a ella ms los ojos viendo los vivos colores de medias, ligas, cintas y rosas con todo lo dems ya referido. Ya estaba con lo visto tan de parte del mdico, que si en su mano estuviera, aquella noche se la diera de esposa: tanto las envanece a las que son amigas de galas que se las ofrezcan.Respondi esa noche al billete del doctor con ayuda de vecinos, porque aunque muchacha, tuvo el papel ms de mi nota que de la suya. Lo que contena era estimar su voluntad, dndole esperanza, que con perseverancia en ella obligara mucho a su madre y ta para llegar a verse del todo favorecido, y de camino agradeca el presente con grandes exageraciones en que quisiera Teodora gastar un pliego de papel si yo no lo resumiera en breves razones. Quera corresponderle en la firma poniendo como l "esclava de vuestra merced"; mas yo la reprend su arrojamiento dicindola que en muchos das no haba de merecer ese favor. Mas ella lo haca solo por si esto sacaba ms presentes a la traza de aquel, que le haba ganado mucho la voluntad. Di esotro da el papel al Avicena de poquito, con el cual haca cosas de hombre fuera de juicio: tal le tena el contento.Prometime montes de oro, no acabando de darme las gracias del buen tercio que le haba hecho con su dama; despedime de l prometindole no me descuidar en su servicio, con que revalid la promesa.

No me content con traer al mdico solo en la danza del amor, pues es ms de estima cuanta ms gente se ve danzar, y as me procur ver con el galn sirviente en palacio, por no decir escudero. Los mismos lances me pasaron que con el mdico, los cuales excuso por huir de prolijidad y haber mucho que decir en el discurso de mi historia.Dile a entender cmo el mdico regalaba a mi ama, por ver si esto le animaba a otro tanto para excederle, y quiso mi buena suerte que haba llegado el plazo de la paga de su salario, con que se anim a enviar a Teodora un corte de tafetn doble negro para un vestido con su guarnicin y adherentes, y a m me dio la misma tela para un jubn. Sent ser el presente en especie que no pudiese circuncidarle, como haba hecho con esotro. Llev todo aquello a casa con otro papel, y vindome con Teodora, la dije:Seora, no hay sino buen nimo y no mostrar aficin a nadie; hoy he hecho la mejor hazaa que mujer del mundo acab, pues he sacado de poder de un hombre de palacio un vestido para vuestra merced; valor ha sido grande quitarle a un hombre en un da lo que guardaba para matar el hambre en muchos. Ahora veo cun poderosa fuerza es la del ciego Dios que hace anteponer su deseo al sustento de una sabandija palaciega.Mostrla el tafetn y recaudos necesarios, con que Teodora se acab de retratar de juicio, considerndose ser ella sola la deidad de Madrid, pues por su belleza la contribuan los galanes, en tiempo que cerraban el puo a toda demanda. Ley el papel, no menos enamorado que sucinto, que como el galn tena ms vivo el ingenio a puras dietas, excedi en la prosa al Galeno, que solo tiraba a las sustancias sin andarse por los arrequives de la filatera. Prometa por cortapisa de su papel darle a Teodora una msica aquella noche, que ella aguardaba muy alborozada, porque era aficionadsima a or cantar, y tena muy buena voz y mayores deseos de aprender a tocar una guitarra, y yo no menos que ella con la ocasin de tener tambin razonable voz.Esa tarde no quise dejar de andar todas las estaciones, y as me vi con el estudiante. Era grande socarrn; recibime afablemente, dicindome:Seora Teresa, gala de la mantellina y donaire de la pedante serafinidad, no pondero con hiprboles ni exageraciones cunto jbilo ha sentido mi alma con ver esa anglica presencia de vuestra merced; vlgame ella en la de mi seora Teodora, para que conozca deste su amante la ms fnix voluntad que ha visto el orbe. Todas mis potencias ocupo en amar a su ama y mi dueo; la memoria siempre la tiene presente, considerando sus partes tan dignas de ser amadas; el entendimiento busca exquisitos modos para darla, entre mil atributos que maquina, el que merece su beldad; la voluntad est prontsima a adorarla; no he dejado hermana de todas las nueve que ministran el ambrosa al dlfico planeta, protector suyo, que no invoque para hacerla encomios a sus perfectas facciones; dos resmas de papel tengo escritas de octavas en su alabanza, que pienso imprimir, dndoles el ttulo de la Teodorea, derivada de su dulce nombre, que fue quien me subtiliz la vena, aviv el ingenio y me dio conceptos. Srvase vuestra merced de hacer presentacin a su seora destos servicios, para que pronto, en su tribunal, alcancen el premio que merecen.

No pens que acabara el licenciado en aquella hora hallndome confusa con tanto almacn de palabras; que es peor escuchar un verboso, que sufrir un dilatado tormento en un potro. Con todo (si va a decir verdad), lo deca con tanta gracia, que a m me dej pagada de lo crespo de su prosa, y si hubiera de estar en mi mano el premiar a los tres amantes, ste se aventajara los dems, que tena gallardo entendimiento; a mi me enamor.Dirme v. m., seor lector, que no fuera yo mujer, pues escoga lo peor, a que respondo que como disculpa a un amante el casarse bajamente por la hermosura de una mujer, as me puede disculpar a m por el buen entendimiento del licenciado Sarabia, que as se llamaba. Con todo, le quise dar algn tiento en el nimo por ver el qu tena, y as le dije cmo sus competidores andaban muy finos en obligar a mi ama con presentes. Un poco se ataj con esto, conociendo yo en su semblante que le haba pesado que a esto hubiesen llegado; mas encogindose de hombros dijo:El verdadero amor, seora Teresa (si hemos de seguir la opinin de muchos que trataron de l), ha de ser sin inters alguno; desnudo le pintaron los antiguos por eso, que amor vestido ya deja de serlo y es inters. Si la seora Teodora mira bien esto con los ojos de su prudencia, yo s que ser preferido a mis dos competidores sin ddivas de por medio. No digo que no las diera con ms generoso nimo que esos caballeros; pero un hijo de familia, estudiante por un lado y poeta por otro, mire v. m. qu caudal podr tener para ofrecer a las aras de la seora Teodora lo que merece su deidad. Resulvome en que no siendo la ddiva igual a la persona que se da, que antes es desprecio que estimacin suya. Grande cantidad de finezas har yo por su servicio, menos las que tengo reservadas por mi imposibilidad; gran suma de encomios oir de mi boca, destilados de este ingenio, a costa de muchos desvelos, que dilatados pon la corte no la harn menos celebrada que lo fue la hermosa Laura del Petrarca. Esto la ofrezca v. m. de mi parte y una perseverancia firme en quererla, y de lo dems no se trate si v. m. gusta.El despejo con que dijo esto ocasion un cuidado en m, que desde aquel da quise bien a aquel hombre, teniendo ya celos de que con tanto afecto se mostrase aficionado de Teodora, parecindome que, segn la voluntad se iba empeando en quererle, todo lo que la suya se enderezaba a servirla era tiranizrmela a m. Hzoseme tarde, y as me desped de l, sin darle con demostracin alguna a entender la nueva pena que en mi pecho llevaba.Esta noche, a las doce, cuando todos estaban en quieto silencio, se puso en la calle don Tristn (que as se llamaba el galn msico); acompabanle otros dos amigos, todos con instrumentos bien templados, y despus de haber, con un sonoro pasacalle, pedido el silencio a los que les podan or, cantaron este romance:

Teosinda, ninfa que al Tajofavoreci sus cristales, con ms prendas de hermosura, ya es gloria de Manzanares.Ufanos estn sus bosques; si pisa su verde margen, y el seguro de que el Sol pueda atreverse a agostarle.La amenidad de las flores vivos aromas esparce, por imitar de su boca los que exhala ms suaves.Acrecienta su hermosura cada vez que al campo sale en la juventud deseos como envidia en las beldades.

Trineo que deste Sol es flor de Clicie constante, alabando su belleza esparci la voz al aire.Quin habr que iguale a este Sol que los campos nace, que si rinde las almas, alegra las selvas y calma los aires.El es slo quien gana las voluntades; extrao hechizo de amor puso el cielo en tal beldad, pues no hay libre voluntad exenta de su rigor: a poder tan superior, resistencias poco valen, que si rinden las almas, etc.Cantse a cuatro voces este romance con grande destreza, dando mucho gusto a Teodora, y ms de ver que la letra se haba hecho a propsito con su disfrazado nombre, dando ms ciertas seas con decir haber salido de Toledo, donde haba nacido, para venir a Madrid.Quiso don Tristn dar muestras de su habilidad solo; y as, templando su instrumento, cant esta letra:Si en cuidados, en penas y celos se conocen las muestras de amor, yo cuidando, penando y celando, manifiesta se ve mi pasin.Amor que es pasin que inflama, por ms que su ardor se emboce, por el humo se conoce adnde asiste su llama: cobren mis finezas fama y quilates su valor, que cuidando, penando y celando, etc.La pena con el desdn mal se encubre, que es mortal,y manifistase el mal adonde espera su bien; no hay amante en quien no estn esperanzas en verdor, si cuidando, penando y celando, manifiesta se ve su pasin.

Apenas acab el enamorado galn de cantar esta letra, con dulce voz y diestros pasos de garganta, a satisfaccin de Teodora, que la tena enternecida, cuando de tropel fue embestido de cuatro hombres que, armados de broqueles y espadas, le comenzaron a acuchillar. Arroj el instrumento de las manos (malogrando el cuidado que en l puso su artfice), y sacando la espada se comenz a defender con valor; los compaeros que con l haban venido a ayudarle a dar la msica eran pagados, porque de aquello vivan, y no se extenda su esfuerzo de la garganta a las manos, y as, con su dinero en las faltriqueras, que haban recibido de antemano (por temerse de perros muertos como las damas de placer), tomaron la calle abajo con mucha priesa, dejando a don Tristn en poder de sus enemigos, que le maltrataban, de suerte que con seis heridas qued tendido en tierra pidiendo confesin.Conocise ser el autor de este desmn el mdico, que, diestro en la hoja, del tiempo que la ejercit en Salamanca, saba ser homicida de a dos manos, con las purgas y el acero. Dejaron l y los cmplices la calle, y a nuestro don Tristn muy al cabo, pidiendo a voces que le trujesen confesor. A ellas sali un clrigo vecino, y compadecido de l le entr en su casa, ayudado de un criado suyo, adonde le confes envindole en el nterin a llamar a un cirujano que le curase.Alborotse la vecindad, despertaron mis amas y hallronnos a la ventana; quitronnos de ella con no pocos golpes, afendonos la liviandad de haber salido a or la msica. Acudi gente a la casa del clrigo, y no falt su poco de alguacil, que acert a pasar por all, con su aadidura de escribano y zarandaja de corchete. Comenz a hacer luego informacin de la pendencia, examinando testigos, mientras al pobre de don Tristn (habindose confesado) le curaban.Hallle muy mal herido el cirujano, y apartse dl con muy pocas esperanzas de su vida. As lo declar al alguacil, el cual fue examinando vecinos de la calle, y no falt alguno que dijo haber conocido al mdico, y con esto tambin dijo la aficin que los dos tenan a Teodora y que nunca salan de la calle, si bien a ella la salv alabando su virtud y recogimiento. No estaba el herido en estado para tomarle su declaracin, porque una herida que le dieron en la cabeza le tena fuera de su sentido. Dej el alguacil all, por guarda suya, al corchete, y fuese a la casa del mdico, donde no solo no le hall, mas ni la cama en que dorma, que todo lo haba traspuesto, visto lo que dejaba hecho. Luego se comenz a divulgar haber sido la pendencia por Teodora, con que vino a odos de su madre y ta, que lo sintieron sumamente, pagndolo la pobre moza y yo, porque nos maltrataron mucho y estuvimos condenadas a rasura, castigo de las garzonas de palacio. Con lo que se libraron de otras fue con mudar de barrio, yndose a vivir a la Red de San Luis, en una casa a la malicias, que tomaron solo por no tener vecinos que las registrasen.Dentro de tres das muri don Tristn, que nos caus grande lstima, y Teodora le llor algunas lgrimas, viendo que por su causa haba perdido la vida. El mdico se ausent de Madrid, porque si le cogieran peligrara, que era don Tristn bien nacido y su amo le quera bien, y tom muy a su cargo el buscar al homicida; mas l se puso en salvo por huir de verse en poder de la justicia.De los tres competidores solo el licenciado Sarabia qued en la tela, armado de versos y no de las armas reales en acuada moneda. Ya deseaba yo encontrarme con l, que le haba cobrado grande aficin; pero las viejas me celaban de modo que no me dejaban salir de casa, y as aguardaba a que se les pasase el enojo y recelo que de nosotras tenan, disimulando Teodora las galas, que saba tan poco, que ya quera manifestarlas si no fuera por m.Captulo QuintoDe cmo Teresa hall con su industria ejercicio con que sali de sirviente; da cuenta de su medra y lo que sobre esto le sucedi.No era mi habilidad tan poca que en materia de labor de costura y cualquier curiosidad no la aprendiese luego que la viese hacer. Valime esto para salir de criada de aquellas ancianas viejas y subir a que me estimasen por compaera suya; cmo vino a ser esto, dir al seor lector.Llegse la Cuaresma, hasta la cual no fue posible dejarme salir mis amas fuera de casa, temerosas an del pasado suceso; mas asegurndose ya del susto, volv a salir a comprar lo necesario, bien cuidadosa de ver al licenciado Sarabia, a quien no haba perdido de mi memoria. No poca diligencia hizo l (segn despus supe) por saber dnde haba sido nuestra mudanza; mas como Madrid es tan grande, y nosotras vivamos recogidas, sin darme lugar a salir fuera si no era a misa, no pudo dar con nuestra posada.Sucedi, pues, que un da que mis amas me enviaron a visitar a una amiga suya que estaba enferma y viva en la calle de Cantarranas, la hall ya levantada de su indisposicin, y en su compaa una mujer de buena cara, que, a lo que despus supe, era de la comedia y una de las mejores representantas que por entonces haba.Estaban en aquella sazn diez autores de comedias en Madrid, haciendo sus compaas de nuevo, que siempre por la Cuaresma hacen su captulo general los representantes, como por Pentecosts las religiones. Volviendo, pues, a esta mujer, estaba ocupada con la amiga de mi ama (a quien iba a visitar) en una extraordinaria labor; a m me lo pareci, por no la haber visto, y era forjar de pelo postizo un copete con sus rizos y guedejas, tan bien rizadas que engaaran a cualquiera, juzgndolo, puesto en la cabeza, ser del propio pelo. Esta invencin (nueva en la corte e inventada en aquella forma por aquella mujer) era para ahorrar prolijidad en tocarse, pues estando todo hecho, en el espacio de un cuarto de hora est una mujer compuesta.Atenta estuve mirando del modo que se forjaba y cmo se compona y rizaba el cabello. Despus, aguardando ms de una hora hasta verle puesto en perfeccin, atrevme a la tardanza a costa de tener un poco de rencilla con mis amas; pero no me estuvo mal, porque me vali despus mucho. Tom la respuesta de la amiga de mis amas y volv a casa con nimo de poner en ejecucin otra invencin como aqulla, parecindome que sera necesaria para muchas mujeres que quieren abreviar con su compostura, y para suplir canas y falta de cabello. Rieron las viejas mi tardanza; mas yo, dicindoles la causa por que haba sido, se sosegaron.Llegse un da de fiesta, en el cual quise (ayudndome Teodora) fabricar la invencin del copete. Tena ella mucho pelo que la haban quitado en una enfermedad que tuvo, con el cual se comenz la obra, y de la primera vez sali con tanta perfecin hecha de mis manos, como si toda mi vida hubiera usado aquel ministerio, cosa que, puesto el copete en la cabeza de Teodora, dej admiradas a las ancianas mi presta habilidad, viendo cunto la adornaba el rostro y cun estimada haba de ser aquella invencin si se comenzaba a usar della en la corte.Sali Teodora con ella otra fiesta a misa a la Victoria, donde se vio con algunas amigas suyas, de las bizarras de Madrid. Repararon en la novedad del pelo, y alabaron mucho lo bien tocada que estaba. Ella, que era muy rollar, pudiendo pasar plaza de ser cabello suyo, les dijo cmo era postizo de raz; quisieron informarse las amigas cmo estaba asentado, y por no destocarla all, remitieron el verlo despacio en su casa aquella tarde, adonde la queran pasar visitndola. No se descuidaron, que las novedades para las mujeres es la cosa que ms apetecen. Mostrles Teodora (estando yo presente) el pelo postizo en forma de copete, y cada una propuso hacerse otro. Djoles cmo yo era la maestra de aquella invencin, y todas me comenzaron a hacer mimos y lisonjas y a prometer cada una servirme. Yo les ped cabello del color de los suyos para poner en ejecucin mi obra y en algo ms cantidad que era menester, porque me sobrase para m. Esotro da me enviaron el cabello y algunos regalos por el trabajo que pona en su servicio y adorno. Yo les hice tres copetes curiossimos, con que se lucieron, y me trujeron nuevas parroquianas a casa. Tanto se fue dilatando la fama de mi habilidad, que ya no nos dbamos manos para nuestro ejercicio.Nunca Teodora se dio maa a saber hacer aquella labor; entenda en aderezarme el pelo y prevenrmelo para que yo lo pusiese en su perfeccin. Con esto lo pasbamos bien, comenzndose con estima la invencin, pues no sacaban ninguno de aquellos copetes, que yo puse nombre de moos menos que con desembolsar cuatro escudos, y si era seora la que le peda, lo que menos daba eran cien reales. Vieron las viejas presto el aumento por su casa, y conociendo ser yo la causa dl, me vistieron y trataban como a la misma Teodora; ya yo presuma de dama, con mi moo, que no era el peor de los que salan de mis manos, porque la buena muestra atrae la gente.No se vaciaba la casa de mujeres de todos estados: unas, peladas de enfermedades; otras, calvas de naturaleza; otras, con canas de muchos aos. Todas venan con buenos deseos de enmendar sus defectos, y porque se les supliesen, no reparaban en cualquier dinero que les peda. Las viejas lo pasaban con sus nias mostrndoles labor, y Teodora y yo, con mis moos. Pareciles que, conociendo yo ser la maestra de aquella invencin y ellas las que se echaban el provecho en la bolsa, no podran conservarme en su compaa, y trataron de curarse en salud y prevenir remedio con ofrecerme que en su casa me queran, de all adelante, tener, no como criada, sino como compaera, y que la ganancia se partiese. Acept esto, porque me estaba bien no perder su lado, que era buena gente y la ganancia mucha. Fuese aumentando ms cada da, de suerte que toda la corte acuda a nuestra casa, y las mayores seoras de ella se preciaban de tenerme por su amiga.Acuda a sus casas y, con un buen despejo y no pocas lisonjas que oan de m, sala de sus presencias no solamente bien pagado mi trabajo, mas con algunas ddivas de consideracin, como era el vestido desechado (que para nosotras es como nuevo) o la sortija. Lo que eran las ddivas particulares, no entraban en partija con las viejas, que eran derechos mos; con ellas me vest y puse lucidsima.Ya el licenciado Sarabia haba hallado nuestra posada, y continuaba el galanteo de Teodora. Ofrecise verme con l un da en San Luis, adonde de ordinario bamos a misa, y all le dije que no se cansase en pretender enamorar a Teodora, que no sera admitido jams en su gracia, porque la apremiaba su madre a que viviese recogida. El, viendo mi desengao y que ya yo estaba en hbito para poder ser galanteada, y con ms razn que Teodora, porque tena mejor cara, me dijo:Seora Teresa, yo nac para servir en la casa de esas ancianas seoras; esto tengo propuesto, y supuesto que no ha lugar el servir a la seora Teodora, a v. m. le toca admitirme por suyo, asegurndola que con no menos aficin la entrego mi libertad.Sonreme un poco y djele:Seor Sarabia, brevemente muda v. m. de aires, no soy tan boquimuelle que crea eso de la libertad; pinselo bien, y cuando est fijo en la determinacin, avseme.Con esto me desped dl, no poco contenta de que mudase de intento, proponiendo, si hallaba en l perseverancia en amarme, favorecerle en lo lcito, porque a otra cosa no me extendiera por cuantos tesoros tiene el orbe, que esto era como una devocin de monjas, y por darle motivo que me hiciera versos, que gustaba mucho de ellos.Dilatse mi buena habilidad a cubrir cabezas de hombres, que parecan calaveras con vida, comenzando la prueba de esto en la calva de un seor de ttulo, hombre mozo que tena este defecto. Era marido de una seora condesa, grande aficionada ma, la cual le persuadi a que se pusiese en mis manos. En tan buena hora se determin, que yo le hice una cabellera tan ajustada y con tanta propiedad a su pelo, que los que no le haban visto calvo juzgaban ser cosa natural.Pas la palabra, y haba ms hombres en casa a que les encubriesen sus faltas que a los confesores. Viose nuestra casa en pocos das de otro pelo; yo, estimada; Teodora, con aumentos para su dote y en vsperas de casarse, porque ya tena edad para ello. No se determinaban a esto su madre y ta, por temerse que yo luego las haba de dejar.No se olvid Sarabia de lo que le haba dicho, y para darme la respuesta andaba rondndome la puerta; no hall entrada en algunos das; mas por tenerla a su gusto, trujo por discpula de labor a una hermanica suya de edad de diez aos, para que estuviese entre las retiradas, que haba divisin en las discpulas: las de gente ordinaria asistan en el portal de casa a la enseanza de la ta de Teodora, y su madre era maestra de las hijas de gente principal, retirada en una sala ms adentro, que caan sus ventanas a un pequeo jardn, y otra que estaba antes de sta serva para el recibimiento de nuestras parroquianas de pelo, donde las dbamos despacho.Aqu, pues, trujo Sarabia a su hermana, encomendando a la madre de Teodora su enseanza, y por continuar en nuestra casa, l mismo la acompaaba por la tarde y maana, y volva a su posada. Con estos vino a hacer familiar en casa, y tan afecto a las dos ancianas, que hacan mucha estimacin de l.Regalnos a Teodora y a m, aunque de poquito, y era yo muy celebrada en sus versos. Tambin era msico, con razonable voz, con que vino a ser nuestro maestro de tonos, que antes le haba tenido Teodora en un viejo que ganaba la vida a ensear tonos a mujeres; mas con esto usaba el oficio de tercero, ganando ms en este trato que con las letras. Este trujo ciertos recaudos a Teodora, que ella no admiti, antes dio traza como no volviese ms a su casa. Advirtese de paso a los padres que tienen hijas que miren los maestros que les dan, y lo consideren primero, porque no metan algn "paladin" en su casa que sea causa de abrasar su fama.Volviendo al hilo de nuestra historia, en breve tiempo salimos Teodora y yo diestras en cantar, de suerte que nos celebraban. Valise de la traza de Sarabia un hidalgo de Madrid, galn en su opinin, si bien corvado en las de todos, porque no tena menos que dos corcovas, sobre que sala la cabeza harto oprimida con los dos bultos. Este, pues, que tambin mi amartelado, con mayores demostraciones de obras que el licenciado. Llevaba otra hermana a la labor, y as tambin alcanzaba un bocado de conversacin, sindole de tsigo el verle all Sarabia, por el estorbo que le haca.Era el corcovado hombre de humor, de graciosos dichos y muy entretenido, y no saba Sarabia qu modo tener para desterrarle de nuestra casa. Sucedi, pues, que un da, hallndose este sujeto con otros amigos en casa de un capelln del rey, nuestro vecino, que tena una mona, comenzaron a darle matraca de cul de los dos tena mejor cara, porque era el hombrecillo algo asimiado de rostro; pas la fiesta, viendo encogida a la mona con el fro que haca, con decirle que le remedaba en lo corcovado. El, esforzndose por no parecer que estaba corrido, comenz a haberlas con la mona, preguntndola cul era ms corcovado, con que ataj la mofa que de l se haca convirtindola en risa de or el razonamiento que tena con el sagaz animalejo.Esto supo el licenciado Sarabia, lo cual fue asunto para tomar la pluma en la mano y escribir estas dcimas, que yo le di al corcovado un da que nos visit, que si bien me acuerdo eran stas:dcimasUn semicoloquio entona mi musa, alegre y jovial, entre un simio racional y una apersonada mona. Vlganme de esta Helicona las doncellas zahareas, con opiniones de dueas, que pinto en dos campeones un diluvio de razones y una tempestad de seas.Estbase un corcovado (glosa de dos redondillas) viendo a una mona en cuclillas, quiz por falta de estrado. Atento el hombre anudado a su agobiado modelo; dijo: "Ya con menos duelo puedo confiar de m, pues hoy, mona, ha visto en ti mi corcova su consuelo".La cortina de los dientes corri la mona con risa batindolos muy aprisa, que fue decirle "T mientes, gibado; si esto no sientes muy poco en el duelo ests; mas t me responders que agravio aqu no recibe el que tan cargado vive, pues no puede estarlo ms"."Corcovado soy de bien la dijo y menos que t." Mas la que naci en Tol se volvi a rer tambin: "No me ofende tu desdn, monilla ruin, y si intentas agraviarme, cuanto inventas barre de mi honor la escoba, que de corcova a corcova corren pullas, mas no afrentas".La mona, sin ms disfraces, pecho y espaldas rasc, con que al hombre le llam, corcovado de a dos haces. Haga con la mona paces, nuestro camello galn, y si en lo vivo le dan busque consuelos a pares, el que de dobles pesares, es eterno ganapn.Ley estas dcimas para s el gibado galn, mudndosele con cada verso de varios colores el semblante, en que mostr estar corrido; dobl el papel y dijo:Mucho me holgara de saber quin es el poeta de estos versos para hacerle otros en pago del cuidado que tiene conmigo.No lo sabemos dije yo; que aqu nos dieron ese papel con sobreescrito para m y recomendacin que a v. m. se diese.Ya v. m. cumpli con su legaca dijo l; mas no me prometiera que haba de recibir pesares de quien me debe amor. Si ha sido desengaarme por este camino de que v. m. no gusta que entre aqu, sin stira fuera obedecida; pero ya con ella lo habr de ser, despejando la casa para acudir a otra donde, aunque encorvado, me hacen ms merced.Levantse con esto de la silla, y sin aguardar a mis satisfacciones se fue hecho ms mona que la del capelln vecino. Quedamos Teodora y yo muertas de risa de ver su corrimiento, y ayud a solemnizarla el licenciado Sarabia, que acudi luego a ver qu efecto haban hecho las dcimas. Hicmosle relacin de todo, con que dio por bien empleado el tiempo que se ocup en escribirlas, pues haban despedido de aquella casa aquella sabandija. Con esto continu en servirme; pero durle poco el vivir con esperanzas de alcanzar favores de m, como se ver en el captulo siguiente.Captulo SextoEn que hace Teresa relacin de cmo se cas, con quin y las costumbres del novio, hasta su muerte.Entre padres e hijos es cierto que aun suele faltar la paz, y as no se maravillar, seor lector, que faltase entre m y las dos viejas, que, cudiciosas de adquirir moneda a costa de mi sudor y habilidad, y con poca ayuda de Teodora, me reprendan y rean si tal vez me sala a divertir con alguna amiga o a ver una compaera nueva, dicindome que mejor me estara, as al provecho como a la reputacin, el no salir de casa.Ya yo era de diez y seis aos, edad en que la que no es entonces mujer de juicio, no le tendr en la de cincuenta, y corrme de que me quisiesen apremiar a estar siempre trabajando en mi labor, llevndose de ella tanto provecho como yo, y siendo la mayor parte del trabajo mo, y as, mostrndoles dientes, dije que yo no las serva como hasta all, que no era mucho desorden salir a divertirme, tal vez de la continua asistencia de la labor; que si les pareca esto exceso, procurara no darlas enfado buscando vivienda donde pudiese usar de mi libertad sin estar sujeta a sus reprensiones.Sintieron mi sacudimiento, y temiendo perderme, y conmigo su ganancia, no hallaban satisfacciones que dar a lo dicho, procurando desenojarme, dando por disculpa que ellas lo hacan con celo de madres, y por ver que el salir me estaba mal a mi reputacin si quera hallar buen empleo. Yo las dije que bien saba de quin me acompaaba, y que estuviesen ciertas que las que tenan por amigas no seran causa de que yo perdiese un tomo de mi opinin. Con esto se dej la pltica, quedando yo no poco estomagada de su impertinente celo, fundado en su codicia.Tena un hidalgo honrado y rico dos nias (que la mayor sera de diez aos) a que aprendiesen labor en casa de las ancianas, y l acuda a casa muchas veces a visitarlas, el cual, aficionndose a m, quiso saber quin eran mis padres, y hallndose un da a solas conmigo me lo pregunt; yo ya saba algo de su intento por una vecina suya con quien l haba comunicado el haberle yo parecido bien, y por si tiraba a lo bueno, le dije:Seor Lupercio de Saldaa (que as era su nombre), yo no tengo de negar a vuesa merced quin sea mi padre; era un caballero de Burgos que se llamaba don Lope de Manzanedo, y mi madre, Catalina de Morrazos. Hbola doncella, y nac deste desmn; casla con un francs, y siempre pas plaza de hija dste, porque mi padre muri luego, teniendo intento de llevarme a su patria, que era viudo, y all meterme monja en un convento. Esto (como digo) ataj la muerte, aunque dej mandado a don Jernimo, su hijo y mi hermano, que lo pusiese en ejecucin; mas l, menos generoso que su buen padre, por ahorrarse mi dote y aplicrsele, no ha hecho caso de m. Con esto le digo que soy hija natural de este caballero, y muy su servidora de vuesa merced.Holgse el hidalgo de saber mi descendencia y que fuese tan calificada, con lo cual trat de admitirme por su esposa, que era viudo. De esto fue la medianera una su vecina, que me persuadi a ello. Reparaba yo mucho en la edad, porque tena ms de setenta aos, aunque se mandaba bien y estaba gil; mas la amiga me dijo cun rico estaba, cun apacible era y lo que me regalara; que cuando reparase en la edad no me haba de dar cuidado eso, que de tal suerte le poda aficionar queme mandase un pedazo de su hacienda con que despus mejorase de empleo en hombre de mi edad.Yo estaba con tanto deseo de salir de la sujecin de las viejas, que me determin a casar aunque fuese con tantos aos, y as el casamiento se trat secretamente, sin que ellas supiesen nada de l, hasta que la misma noche que el novio me llev a casa de una hermana suya, viuda, adonde nos desposamos, no lo supieron.Quedaron muertas cuando vieron mi resolucin, y quejronse de mi recato, pues no haban de ser estorbo de lo que fuera mi gusto, en particular, tan aventajado casamiento.Quien mostr notable sentimiento de perder mi compaa fue Teodora, que me tena mucho amor. Compseme de tocado, porque de vestidos, en casa de la hermana del novio, me tenan prevenido uno muy costoso para salir a desposarme. Con todo, llev yo el mejor que tena, que no era inferior al que despus me puse, por haber sido ddiva de una mujer de un Grande de Espaa en albricias de haberle acertado a hacer dos moos.Llev a las viejas y a Teodora conmigo en el coche, y llegando a la casa donde haba de ser el desposorio fui recibida en ella de la hermana de Lupercio con mucha afabilidad. Tena casi tantos aos como l; holgse mucho con ver mi persona, y llam de buena dicha a su hermano, el cual vino con sus amigos y deudos, y luego nos dimos las manos. A la maana habamos de recibir las ltimas bendiciones de la iglesia, por lo cual el novio, despus de cenar conmigo, me dej en compaa de su hermana y se volvi a su casa, aguardando a esotra noche todas sus finezas.Vino el da, con otro vestido diferente del pasado me fui a velar, y de la iglesia a la casa de mi velado, que hall excelentsimamente adornada, as de colgaduras como de estrado, camas y plata, que era el hombre rico por haber sido antes marido de dos mujeres que le trujeron grandes dotes, y de la ltima eran aquellas dos nias, las cuales me agasajaron con muestras de tanta alegra como si fuera su verdadera madre. No menos la mostr con ellas, por considerar que as granjeaba ms la voluntad del viejo.Aquel da estuvieron las viejas en la boda, y su hija, y hubo gran fiesta. Harto sintieron verme puesta en estado, por lo que perdan; yo las dije que se asentaran las cosas, y que de secreto tendra yo mi granjera en la labor de los moos, la cual les enviara all, y con esto dara opinin a Teodora. Consolronse con la traza, y siendo hora de irse a sus casas, ellas y los dems huspedes se fueron a recoger y nosotros hicimos lo mismo.No haba estado en Madrid el licenciado Sarabia en el tiempo que se trat el casamiento, y cuando vino fue el da del desposorio. Mucho sinti verme en estado, aunque no viva sin esperanza de que, casada con hombre tan viejo, me acordara de l. Viviera engaada si el casamiento me saliera como yo pensaba.El siguiente da, que era de estafeta, entre las cartas que le trujeron a mi esposo recibi una del licenciado Sarabia, cuya letra conoc, que l tuvo inteligencia con el cartero y modo cmo se la diese. Envibale en ella un satrico romance, que, por comunicarle conmigo y hacer chacota del mi viejo, le tom de memoria, y deca as, advirtiendo primero que mi esposo, por mentir los muchos aos que tena, se escabechaba las canas de la cabeza y barba, grande defecto en los de su edad siendo tan conocida de todos, con la cual accin manifiestan menguas en el juicio como si aquello les hubiese de alargar la vida. Va de romance:Vejezuelo, vejezuelo, el que las canas te ties, que casaste de cien aos con una nia de quince.De los cientos de tu edad ya tus ojuelos nos dicen, mostrando tantos capotes, ser juego de pocos piques.Conocidas son en ella las prdidas sin desquite, pues gust jugar un juego donde los treses no sirven.Y aunque a la primera juegues la ganancia no cudicies, porque quien no tiene resto no puede querer envite.Un viejo en leyes de amor ignora glosas civiles, pues aunque sus textos sabe, jams en Derecho escribe.Del ingenio en que distilan viene a ser el viejo un smil, que en faltando el fuego estn de balde los alambiques.Falta el vigor a la edad, y con sombras del eclipse queda cual reloj de sol, en hora menguada el ndex.Si en la esgrima del amor con tu esposa no compites, solo armarse de paciencia es remedio en quien no esgrime.Tu blandura y tus halagos ms a tu esposa la afligen, que eres cual gozque en su casa, que festeja y no resiste.Proteste agravios de amor, y no a sufrirlos se obligue, que pensin sin gozar renta es muy necio quien la admite.Sus amigas, lastimadas, los psames la aperciben del sufrimiento de mrtir por la entereza de virgen.Llev, como he dicho, mi viejo en chacota el gracejo del romance, parecindole que a las bodas siempre la ociosa juventud de la corte haca aquellas stiras. Esto deca muy satisfecho, como si hubiera hecho obras que desmintieran al bien escrito romance, que yo le una y muchas veces, parecindome cada da ms donairoso, y no lo quisiera tan verdadero.Veme aqu el seor lector mujer de casa y familia, y con un retumbante don aadido a la Teresa y un apellido de Manzanedo al Manzanares. No fui yo la primera que delinqui en esto, que muchas lo han hecho, y es virtud antes que delito, pues cada uno est obligado a aspirar a valer ms. Mi esposo pasaba por la transformacin, que era con quien haba de cumplir; un don ms en la corte no lo pone en costa quien a tantos (puesto de improviso) ampara cada da.Doa Teresa de Manzanedo pas los dos meses primeros de la boda gustosamente (hablo de lo que se puede platicar, que de lo oculto no trato). Era regalada, servida, festejada, y estaba el viejo muy enamorado de m; salamos algunas veces los dos en coche, que algunos amigos de mi esposo le prestaban, y como yo fuese conocida de muchos a quien cubr sus cabezas sin ser ellos grandes ni yo rey, unos me hacan la cortesa y otros me llegaban a hablar, dndome la norabuena de mi empleo, y yo les hablaba con afabilidad, que toda mi vida la tuve con todos.Con esto continuado, vinieron a engendrar en mi viejo unos recelos que despus se hicieron celos necios, pues yo no le daba causa para tenerlos de m. Confirmronsele ms con verme dos veces hablar desde el balcn de mi cuarto con dos caballeros destos enmendados con mi artificio. Reprendimelo, y de all adelante puso candados a las ventanas y vidrieras, con que no era seora de salir a ver la calle. Acortme las salidas a visitar a mis amigas, y estorb que ellas no viniesen a verme, con que comenc a comer la corteza del pan de la boda, que era muy dura; deshacame en llanto, tenamos cada da mil disgustos y hallbale cada hora ms insufrible. A tanto lleg su extremo, que me prohibi las galas y las guard debajo de llave, sin dejarme vestir ms que un hbito de San Francisco. Con esto estaba desesperada, y mis ojos nunca se enjugaban. Si haba de ir a misa, l me acompaaba, y haba de ir por la calle cubierto el rostro; en la iglesia no se apartaba de mi lado mientras duraba la misa, y acabada, an no me daba lugar a encomendarme a Dios, que al instante nos habamos de volver a casa.Con esta vida me vine a consumir de suerte que no era mi cara la que antes. Sola una visita no me ved, que fue la de mis viejas y su hija Teodora, y esto era porque tena sus hijas a la labor en su casa. Con ellas descansaba el rato que nos dejaba a solas, que eran raras veces, porque aun en las visitas quera estar presente. Mil veces estuve dispuesta a pedir divorcio en la mala vida que me daba; mas esta negra honra me lo estorb. Qu mal hacen los padres que tienen hijas mozas y de buenas caras en darles maridos desiguales en la edad como ste, pues raras veces se ven con gusto, que la igualdad de edad es el que le fomenta y adonde reina siempre la paz y el amor! De lo contrario, hemos visto muchas desdichas y flaquezas que no se cometieran si los empleos se diesen al gusto de quien los ha de hacer, sino que este negro inters tan vlido en el mundo es causa destos desaciertos. Valga ste por aviso a los padres que tienen hijas para remediar.Supo el licenciado Sarabia mi desconsuelo y triste vida, y escribime un papel muy tierno condolindose de mi trabajo y ofreciendo su persona si era menester para su remedio. Este me trujo una criada de mis viejas a quien no se le negaba la entrada en casa, ni se examinaba a lo que vena como otras. Respondle a l agradecindole su sentimiento y descansando con l en referirle mis desdichas. Continuse esta correspondencia de suerte que cada da tena papeles suyos y l mos, porque al venir la criada con las nias poda drmelos y llevar respuestas dellos. Tan desesperada me vi con el celoso humor de mi mal viejo y con el desabrimiento que conmigo tena, que me resolv en favorecer al licenciado Sarabia y a procurar lugar para que entrara en casa. Sea este recuerdo para los viejos celosos y para los mozos tambin; que oprimir a sus esposas y encerrarlas slo sirve de que busquen modo para su deshonra; taparle el curso a la fuente es hacerla correr despus con ms violencia. Yo estaba contenta ya con mi estado; pasbalo gustosamente, porque el regalo y las galas suplan la desigualdad de edad, o los defectos de la ancianidad, por decir mejor. Volvise marzo; vime opresa, sujeta y afligida con celosas impertinencias, y resolvme en que lo que mi esposo tema sin causa lo experimentase con ella.Continuada la correspondencia con el licenciado, yo le di la traza para poder verme, que me cost no pocos desvelos; previnindole primero que me hiciese una llave maestra para lo que se ofreciese. No se descuid, como interesado en la fiesta, y envindome la llave le di aviso de cundo pudiese venir con la traza dada. Recogase mi esposo temprano a casa las raras veces que sala, y sas era dejndome en mi cuarto cerrada y llevndose la llave. Pues el da del concierto, ya de noche, que an no haban cerrado las puertas de casa, se entr por ellas el licenciado dando voces, que le favoreciesen, que le queran matar. Venan en su seguimiento cuatro amigos suyos bien puestos de armas con las espadas en blanco. Estaba el viejo en unos aposentos bajos, donde l asista a aquella hora a rezar sus devociones. Pues como viese aquel hombre en su casa, huyendo de los otros, sali a favorecerle con la espada en blanco, dando voces a los que le seguan que le dejasen. Ellos (que ya estaban industriados en lo que haban de hacer) se salieron a la calle; el viejo cerr la puerta y llev a Sarabia a su aposento, el cual, fingiendo turbacin, no acertaba a darle las gracias del socorro. Preguntle cmo haba sido acometido y por qu ocasin, a lo que respondi que la ocasin no la saba, sino que viniendo descuidado por la calle, a una esquina le haban salido de travs aquellos cuatro hombres y dicho: "Este es; muera!", y al instante le comenzaron a acuchillar, por lo cual le fue forzoso acostarse al refugio de su casa, que le haba librado de aquel peligro; que l era un hombre pacfico, y sin tratar de otra cosa que de sus estudios, por lo cual tena por cierto que le haban tenido por otro de su hbito. Esto dijo, siempre sobresaltado, que lo supo fingir muy bien, el socarrn de Sarabia. Djole el viejo que no tuviese pena, que en su casa estaba, donde se holgaba que hubiese hallado amparo.Llegaron a este tiempo dos criados de casa que haban salido a unos recaudos, por cuya causa se haban dejado las puertas abiertas. Llamaron a la puerta, con que fingi Sarabia al