almogia cuentos antiguos

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Garbancito arbancito arbancito arbancito Había una vez, un niño tan pequeño, tan pequeño, que tenía el tamaño de un garbanzo, por eso todo el mundo le llamaba Garbancito. Un día, la mamá de Garbancito tenía que llevarle la comida a su marido al campo, pero estaba muy atareada. Entonces Garbancito le dijo: -Mamá déjame que yo le lleve la comida a papá. Conozco bien el camino. Por favor, déjame, dejame ir.- Su madre le contestó: - No hijo mío. Eres demasiado pequeño y las personas te podrían pisar sin querer, o pasarte cualquier cosa.- Garbancito respondió: - No mamá. Yo iré cantando fuerte para que me oiga todo el mundo. Así no me pisarán. ¡Déjame, por favor, déjame!- Tanto insistió Garbancito, que su madre lo dejó ir. Así que fue cantando todo el camino tan contento: - Pachín, pachín, pachón, mucho cuidado con lo que haceis. Pachín, pachín, pachón, que a garbancito no piseis.- Pero de pronto empezó a llover y todo el mundo se puso a correr. Entonces garbancito, viendo el peligro, decidió buscar refugio. junto al camino, había un campo de coles, en el que estaba pastando un buey tranquilamente. Corrió

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Page 1: ALMOGIA CUENTOS ANTIGUOS

Garbancitoarbancitoarbancitoarbancito Había una vez, un niño tan pequeño, tan pequeño, que tenía el tamaño de un garbanzo, por eso todo el mundo le llamaba Garbancito. Un día, la mamá de Garbancito tenía que llevarle la comida a su marido al campo, pero estaba muy atareada. Entonces Garbancito le dijo: -Mamá déjame que yo le lleve la comida a papá. Conozco bien el camino. Por favor, déjame, dejame ir.- Su madre le contestó: - No hijo mío. Eres demasiado pequeño y las personas te podrían pisar sin querer, o pasarte cualquier cosa.- Garbancito respondió: - No mamá. Yo iré cantando fuerte para que me oiga todo el mundo. Así no me pisarán. ¡Déjame, por favor, déjame!- Tanto insistió Garbancito, que su madre lo dejó ir. Así que fue cantando todo el camino tan contento: - Pachín, pachín, pachón, mucho cuidado con lo que haceis. Pachín, pachín, pachón, que a garbancito no piseis.- Pero de pronto empezó a llover y todo el mundo se puso a correr. Entonces garbancito, viendo el peligro, decidió buscar refugio. junto al camino, había un campo de coles, en el que estaba pastando un buey tranquilamente. Corrió

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y se escondió dentro de una de ellas, con tan mala suerte, que el buey fue a comerse justamente esa col con garbancito incluido. Cuando el padre de garbancito volvió del campo sólo, sin haber comido ni saber nada sobre su hijo, la madre se dio cuenta rápidamente que el niño se había perdido. Entonces salieron los dos a la calle a buscarlo gritando: - ¡Garbancito! ¿Dónde estás?, ¡Garbancito! ¿Dónde estás?- Repetían una y otra vez por todas partes. Cuando ya se acercaron a la zona en la que se encontraba el pequeño; Garbancito pudo oírlos y entonces empezó a gritar muy fuerte: - ¡Aquí estoy! ¡En la barriga del buey que se mueve, donde ni nieva ni llueve! - Pero sus padres no lograban escucharle y seguían repitiendo una y otra vez: - ¡Garbancito! ¡Dónde estás?- Y el niño volvía a gritar con todas sus fuerzas: ¡En la barriga del buey que se mueve, donde ni nieva ni llueve! - Al fin, una de las veces, su madre se encontraba muy cerca de la bestia y pudo oirlo. Entonces empezaron a darle de comer y de comer sin parar al animal hasta que éste estuvo tan harto que estalló y salió garbancito expulsado como un cohete. Sus padres lo recogieron y todos muy contentos se fueron a su

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casa, donde lo bañaron muy bien, lo perfumaron y cuando estaban muy abrazados, Garbancito le prometió a su mamá que en adelante, le haría mucho más caso y nunca más se pondría tan pesado con sus caprichos. Así que fueron felices y comieron perdices y a mi no me dieron porque no quisieron y colorín colorado este cuento se ha acabado. Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete. FIN

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Caperucita Roja Érase una vez, una niña muy bonita que se llamaba Caperucita Roja, porque siempre llevaba un abriguito con una capucha roja. Un día su mamá le dijo: -Caperucita, tienes que ir a casa de la abuelita que está enferma, para llevarle esta cestita con comida y medicinas, pero no tires por el bosque, ten mucho cuidado con el lobo que es muy malo y querrá comerte. Caperucita se puso en camino y cuando llegó a la entrada del bosque se acordó de lo que le había dicho su mamá y pensó en coger otro camino cuando de repente apareció el lobo y ella se asustó. -No te asustes niña, que no voy a hacerte daño. Yo no soy tan malo como te han contado. No hagas caso a las habladurías ¿Dónde vas Caperucita? -Le dijo el lobo- Y ella le contestó: - A casa de mi abuelita que está enferma y voy a llevarle esta cestita con comida y medicinas. Entonces el lobo le contestó: Pues yo puedo ayudarte, para que veas que soy bueno, te voy a enseñar un camino que es mucho más corto y así podrás llegar antes. Caperucita confiada hizo caso al lobo, que la estaba engañando. Así que él tiró

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realmente por el camino más corto, llegó antes, se comió a la abuelita, se disfrazó con sus ropas y esperó a Caperucita metido en la cama haciéndose pasar por la anciana. Cuando llegó Caperucita, llamó a la puerta:- Pon, pon. -¿Quién es? -respondió el lobo imitando la voz de la abuela- -Soy yo abuelita, Caperucita, que te traigo una comidita y medicinas para que te mejores. -Pasa, pasa hija mía, que estoy en la cama. -Dijo el lobo- La niña al ver a la anciana se quedó muy extrañada y le dijo: -Abuelita, abuelita, que ojos más grandes tienes. -Son para verte mejor. -Contestó el lobo- -Abuelita, abuelita, que orejas más grandes tiene. -Son para oírte mejor. -Volvió a decir el animal. -Abuelita, abuelita, que manos más grandes tienes. -Son para acariciarte mejor. -Respondió el lobo nuevamente- -Abuelita, abuelita, pero que boca más grande tienes. -insistió la niña- Entonces, la fiera, abalanzándose sobre ella le respondió: -Es para comerte mejor. Y se la zampó de un bocado. Pero un leñador que estaba cerca y escuchó los gritos, se acercó, vio al lobo con el vientre hinchado y lo cogió por la

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barriga, apretando, apretando, hasta que la abuela y la niña, salieron fuera, sanas y salvas y al lobo lo tiró río abajo advirtiéndole que no volviera nunca más. Caperucita y su abuelita le dieron las gracias al leñador y fueron felices y comieron perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron, y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Fin