almas en crudo

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    ALMAS EN CRUDO

    Cuerpo: amalgama de huesos, carne y sangre que da forma a vivos y muertos

    reorganizndose en complejas estructuras comandadas por conexiones

    neuronales activadas por impulsos elctricos, unos automticos y otros

    sugeridos por la propia conciencia.

    Conciencia: propiedad del espritu humano de reconocerse en sus

    atributos esenciales y en todas las modificaciones que en s mismo experimenta.

    Acto psquico por el cual un sujeto se percibe as mismo en el mundo.

    Alma: parte espiritual e inmortal del hombre, capaz de entender, querer

    y sentir, que junto con el cuerpo constituye su esencia humana.

    ...Es por eso que yo pensaba que exista un algo distinto que tomaba el relevoespiritual en determinadas circunstancias, cuando el alma abandona el cuerpo. De quotra forma si no, poda explicarse que alguien que acabara de morir es decir, morirdel todo (dejar de producir impulsos elctricos en el cerebro, automticos y conscientes)

    se animara para caminar de nuevo?

    Pero la diferencia fundamental entre el alma y lo otro es que, una se nos presta plena y sin restricciones, aprovisionada de conciencia y voluntad que nosotrosmoldearemos con los aos y que, en definitiva, nos har humanos. Lo otro, el pseudo-alma, carece de estas cualidades intrnsecamente ligadas a las personas. O noexactamente. Quizs tan slo sean rehenes de otro ente que las comanda a su antojo.Eso es lo que pienso.

    Por tanto y en resumidas cuentas, una persona deja de ser como tal justamente al

    morir. Esto es una obviedad, claro est, pero es un recordatorio necesario si alguna vezvemos a un muerto levantarse. Ya no es persona. Tan slo es una-amalgama-de huesos-carne-y-sangre, promovida por impulsos elctricos sugeridos en su cerebro por unpseudo-alma impuesta. Pero Impuesta por quin? Pues a estas alturas no puedoesconder que creo con firmeza en un ser divino que nos regala el alma, as comotambin creo que existe otro ser poderoso que nos la intenta robar o ensuciarconstantemente. E incluso pienso (dado que tan slo El Creador tiene poder parahacer mritos a ese nombre), que la otra fuerza tan slo toma prestado el residuohumano que queda en el mundo tras el abandono del nima, para trasplantar en l su

    imitacin de alma. Y de ella se debe valer para operar fsicamente en nuestro mundo ycrear el mal del que es mximo estandarte universal. Debi encontrar alguna forma

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    sacrlega de hacerse valer entre los vivos, para ofender a Dios, destruyendo el supremoexponente de su obra, revelndose contra la carne aprovechndose de ella misma. Nosiempre puede, es verdad; son casos aislados que surgen aqu y all espontneamentecreando el desasosiego entre los que por desgracia se hallen alrededor de la singular ymonstruosa manifestacin.

    Hasta ahora no crea que existiese un azar que determinase cul de los que dejande estar vivos, pasase a alcanzar el nuevo estatus de muerto viviente. No crea en un

    juicio arbitrario. Pensaba en una seleccin bien definida por el peso de la balanzaespiritual en uno u otro sentido. Es decir: las almas que por demritos propios pasasen aformar parte del elenco infernal, seran sustituidas en el cuerpo correspondiente por elnuevo pseudo-alma de principio automtico y direccin diablica. No considerabaque un cuerpo abandonado por un alma pura (o al menos exenta de pecado mortal),fuese capaz de ser posedo por el mal y forzado a ejercer el brutal canibalismo contra los

    vivos. Pero ahora tengo dudas certeras de que esta teora mnimamente se aproxime a larealidad...

    Lo que parece claro, es que esta posesin y resurreccin de la carne muerta est predispuesta a acontecer en unas condiciones un tanto especiales. Surgepreferentemente en aquellos casos debidos a muertes sbitas, inesperadas, repentinas,violentas o si se quiere, a destiempo; un dejar de ser forzadamente instantneo. Talvez cuando el destino que invariablemente marca a cada cual, es violado poracontecimientos imprevistos. El destino no es inquebrantable: es un guin que a veceses posible seguir y otras no. En esos casos parece que la transmutacin de las nimas se

    hace de inmediato y con mucha ms facilidad que la que puede darse en otros ejemplosdistintos.

    Unos piensan en una maldicin, un castigo. Otros, en el abandono. Y los mseruditos, siguen buscando las causas en el largo y oscuro tnel de lo inexplicable,guiados tan slo con la luz que proporcionan las antorchas de la ciencia. Yo no creo(como dicen algunos) que Dios Nuestro Seor haya tirado la toalla harto ya del desdnhumano. Tampoco creo en una retorcida enfermedad, ni siquiera en una plaga. La carnees slo carne; viva, muerta, o reanimada. Lo que importa es que nuestro alma se gue

    por el camino correcto una vez abandone este mundo. Y mientras tanto, slo es

    necesario mostrarse prudente y alejarse del peligro de la muerte. Aquellos quecaminan en el filo para hacer su vida ms emocionante, ya saben que ahora slo sonfichas de un macabro domin. Por eso caminan solos.

    ***

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    Me tengo por persona bastante cabal, y de ah todas estas reflexiones que enprincipio puedan parecer no conducir a ninguna parte, pero que a m me han servidopara comprender de alguna forma lo que percibo a estas horas en mi inmediato derredor.

    Lo he sugerido antes. Soy creyente de fe catlica. Procuro ceir mis pasos a la

    Palabra de Dios. Y crea que junto a mi mujer, formbamos un tndem matrimonialbasado en las leyes cristianas; sin grandes virtudes, pero tampoco con grandes defectos.Asumimos como tal que el Seor an no dispusiese su vientre para traer hijos al mundo,

    pues todos los intentos de crear una nueva vida se malograban al segundo o tercer mesde embarazo. Pero seguimos intentndolo un ao tras otro. Hasta que su gineclogo

    prescribi que el riesgo para la salud de Alicia, si quedase nuevamente embarazada, erademasiado alto como para proseguir con ms intentos de maternidad. Era joven, perotres abortos y sus correspondientes legrados le haban debilitado el tero en exceso. Sinembargo, mis firmes convicciones religiosas me impedan mantener relaciones sexuales

    destinadas a otro fin que no fuera ese. Yo asum el final de nuestro anhelo conresignacin. Pero mi mujer no. Y esa grieta carnal fue el precipicio por el cual se hunditiempo despus un matrimonio que yo presuma cristiano e inquebrantable.

    Lleg una tarde de otoo, y al regresar encontr la casa vacante y una nota en elrecibidor. Desapareci de mi vida dejndolo todo, excepto cualquier referencia a ellamisma. Esas navidades que siguieron fueron terriblemente speras y solitarias, a las quecontinu una primavera impregnada de los amargos aromas del rencor. Sudeterminacin en olvidar su pasado, en abandonarme, no pudo ser ms firme. Y nadams supe de ella hasta bien entrado este verano.

    Un da hube de desplazarme a la ciudad, al centro comercial. Frente a lafarmacia en que yo adquira mis antidepresivos, se hallaba una tienda de ropa pre-mam, en cuyo escaparate alguna vez, hace ya mucho tiempo, me asom junto a ella. Yera Alicia, justo ahora, quien sala por sea puerta acompaada de otro hombre.

    Y en su figura, percib una abultada barriga de no menos de treinta semanas

    El cmulo de sensaciones que me asalt en ese momento, estuvo a punto devolverse furia y hacerme perder los papeles. Pero acert a tomar el control de m mismo

    y me abstuve de cometer una imprudencia.Y volv a casa a rumiar mi rabia y a digerirla pacientemente en soledad.

    Pero con los das apercib en mi interior una extraa sensacin. No slo es queno pudiese olvidarla. Surgi en m un sentimiento irracional que canje ese odio por unextrao presentimiento que me impulsaba a creer que la mitad de lo que se gestaba enaquel vientre, me perteneca a m y no a ese hombre de color que la acompaaba. Lanoche no me devolva el sosiego y la pasaba en vela obsesionado en esa idea. Me lodictaba el corazn; no con susurros, sino con toda la autoridad de una vozimperiosamente manifestada, por la cual padre e hijo se unan traspasando el tiempo y elespacio formando un vnculo espiritual entre ambos. Invisible a todos excepto a m.

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    Pero necesitaba saberlo con certeza y slo obtendra la respuesta de viva voz de sumadre. Y por eso la hube de buscar.

    No saba absolutamente nada de su nuevo paradero, as que hube de forzar otroencuentro casual frecuentando los aledaos del centro comercial.

    La vi de nuevo. Sola. Y la persegu. Hasta la parada de autobs. All me llevaronsus pasos. Estuvo esperando cola cargada con una gran maleta Samsonite de color azul,que ahora desapareca en la panza del enorme autocar. La vi encarar los peldaos condificultad, mientras alguien la ayudaba amablemente a subir. Y la vi entregar su billeteal conductor.

    Se marchaba, no s donde, y tal vez para siempre. Por eso me vi forzado a subirtras ella sin saber siquiera hacia donde se diriga el transporte. No poda quedarme sinuna respuesta. Algo ms fuerte que yo me induca a obrar de esa manera.

    Trat de disimular todo lo posible para que an no me viera, mientras comprabaun billete hasta la siguiente parada. En ese largo trayecto tendra tiempo de acercarme aella.

    ***

    Lejos. Se marchaba lejos. Cruzando todo el estado. Tal vez, mudndose a unnuevo hogar por estrenar donde su nueva pareja ya estara esperndola. Se la vearesplandeciente y feliz, y sus ojos centelleaban de felicidad irradiando esperanza, unfuturo algo que jams observ habindola tenido como esposa. Y sent rabia y coraje

    por no haber sabido nunca proporcionarle ambas cosas. Pero ya era tarde para eso. Yano la amaba. Me senta traicionado e incapaz en la vida de perdonar su traicin. Mimisin se centraba en buscar en su corazn un arrebato de sinceridad; compasin quediera temple y paz a mi alma. No poda hacer otra cosa sino tratar de encontrar unresiduo de afecto derivado de todos los aos pasados en matrimonio.

    Pas mucho rato observndola desde dos filas ms atrs, aguardando elmomento oportuno para acercarme y hablarla. Y por fin tuve la oportunidad, una vezque se levant el hombre corpulento que viajaba a su lado para ir al WC.

    Su sorpresa fue mayscula. Ella nunca me hubiera credo capaz de una accin desemejante naturaleza habindome conocido como una persona moderada y conformista.Se encar hacia m, muy enojada, para decirme que no tena derecho a hacerle eso.

    Yo quise calmarla, arguyendo que no tena nada en contra de su decisin derehacer su vida con otra persona. Y ella pareci aceptar una tregua. Se confi. Soberbia,

    orgullosa de su destino. Nunca me vio luchar con tesn por nada. Yo era persona deacatar el destino tal cual, resignado a echarse a las espaldas los reveses de la vida en vez

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    de hacerles frente como un hombre de carcter. Todo lo bueno y lo malo, lo achacaba alos designios divinos de Seor, y como tal, aceptaba mi suerte sin rechistar. Por eso nose salv mi matrimonio. No luch por l. Acept lo que vena sin ms. Y ella deba

    pensar que esta desesperacin ma se deba a un intento vano por rescatar su amor.Pattico. Intil y tardo, pero al menos un conato que la haca recuperar la parte de laestima que haba perdido viviendo a mi lado.

    Pero enseguida cambi su semblante, y no ocult su preocupacin por misospechosa y nada casual estancia en el autobs. Se cubri la barriga con la chaquetasiguiendo un instinto maternal, queriendo esconderla para protegerla. Se preguntara pormis verdaderas intenciones, si como pareca, estaba tan loco como para perseguirla.

    Y tuve que preguntarle por el nio sin ms rodeos, antes de que se asustara anms.

    Ella me rechaz enseguida y se retir contra el cristal, pensando que quizs, loque quera era hacerles dao. Yo le ped una respuesta sincera, prometiendo dejarla en

    paz para siempre. No me interpondra jams entre ella y su felicidad. Pero misargumentos eran desesperados e incoherentes. Todo vala con tal de saber esa verdadque yo necesitaba.

    Y pasados esos segundos sin ninguna reaccin, estupefacta por mis ruegos,despert para soltar una breve carcajada espontnea, ahogada slo por el decoro de unamano educada.

    Cmo puedes estar tan seguro de que es nio y no una nia? Y qu tehace pensar que este hijo es tuyo? Ests loco.

    Alicia, yo

    Gabriel, viniendo hasta m te equivocas nuevamente. Te ser sincera. Tusemilla me ha dado tres abortos. Conoces acaso a mi actual pareja? l me estesperando, y me quiere de verdad; y deseamos formar una nueva familia juntos. Lostres. Y me hace el amor cada da, no dos veces al ao. Tu fe y la ma son distintas. Yorezo a Dios, pero debo y deseo vivir junto a un hombre. Y t te entregabas a l, pero

    rezabas por m. Y yo soy mujer que necesita a una persona a su lado que la vea concario y con deseo, y no como una manifestacin del pecado. Vete con Dios, Gabriel, yno sufras. El Seor te dar toda la compaa y el amor que necesitas.

    Y acostumbrado a la no-lucha, me volv a mi asiento resignado. Y la otrapersona regres y se sent junto a mi ex mujer.

    La vi mirar por el cristal, con la vista perdida en otra parte, en el recuerdo deotro hombre, con expresin orgullosa, mientras sus labios esbozaban una leve sonrisa. Yyo me sent estpido, profundamente arrepentido de haber preguntado, y muy

    avergonzado de haber cado en el ridculo ms espantoso una vez ms.

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    Ella me haba revelado mi verdadera identidad, y me hizo cuestionarme si estasituacin era el resultado de una prueba de Dios, o si tan slo era la constatacin delterrible fracaso de mi existencia.

    Tras la luna delantera se divisaba una solitaria recta que slo encontraba fin en lalnea del horizonte. Para la que fue mi mujer, esa carretera era una alegora de sudestino. Un todo. Para m slo era un horizonte perdido, una carretera equivocada, uncamino por desandar

    La nada.

    Pero como dije antes, el destino es un guin que puede quebrarseaccidentalmente por acontecimientos imprevistos. Un guin que a veces puede seguirse,

    y otras veces noY all a lo lejos, vimos el final de la sempiterna recta. Deslizndose en una

    suave curva a izquierdas hasta desaparecer tras las espaldas de una gran roca que rompala monotona del paisaje desrtico.

    Un coche nos adelant a demasiada velocidad, seguro de alcanzar su destino msrpidamente que nosotros.

    Al tomar la curva el autobs, vimos que el flanco derecho de la carreteraformaba un profundo vado, y que su guarda ral protector haba sido asaltado por un

    vehculo. Apareca arrancado y hundido justo en el punto en que desaparecan lasmarcas dejadas por unos neumticos derrapando en el asfalto.

    Echando un rpido vistazo, siguiendo el rastro de trocitos de plstico y cristales,se poda ver aplastado en el fondo aquel coche que nos adelant unos pocos minutosantes.

    De repente, vimos asomar un cuerpo mutilado y ensangrentado caminando por elcentro de la carretera, en plena curva.

    Y el conductor se sobresalt y trat de esquivarlo

    ***

    Me despert un intenso dolor de cabeza. Una veintena de metros ms all, seinsinuaba entre confusas nebulosas la estampa del autobs en llamas y volcado sobre unlateral. Una gran nube de humo negro se escurra en el aire, desde los neumticos

    incendiados. Los pasajeros de un lado habamos volado por las ventanillas, y los delotro, seguramente habran perecido aplastados, o abrasados. A un costado y al otro,

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    aparecan diseminados y entremezclados gran cantidad de hierros retorcidos, plsticosrotos, maletas desbaratadas y restos desmembrados y ensangrentados de los pasajeros.Instintivamente ech un vistazo a mi cuerpo. Estaba sucio, magreado por los golpes, ycon el traje hecho trizas.

    El impacto haba sido brutal. De momento mi pecho pareca entero. Un brazo yotro brazo. Al menos, de cintura para arriba, pareca estar de una pieza. De la mitad paraabajo todava no poda saberlo, pues una gran maleta azul reposaba reventada sobre micostado, habiendo desparramado su contenido por encima de mis piernas. No podaverlas ni sentirlas. Intent moverlas, pero no obtuve ningn estmulo ni respuesta. Estiruna mano y alcanc una pieza rota que quedaba a mi alcance. Era el largo y retorcido

    brazo de uno de los limpiaparabrisas del autobs. Valindome de l, comenc a retirarpacientemente las telas que cubran mis piernas.

    Poco despus me di cuenta que algunas de esas prenda me resultaban vagamentefamiliares. Reconoc unos zapatos marrones y una rebeca verde. Segu removiendo laropa y tambin encontr un suter colorado. Y una Santa Biblia de tapas blancas sedesliz entre todas ellas. Ya no haba duda. Era el equipaje de mi ex mujer. Al principio

    pens que tal vez, incluso esa maleta sirviese de casual amortiguador. Probablementeacolchando el golpe mientras rodaba cuesta abajo, pues algunas telas asomaban por miscostados y la espalda descansaba sobre ellas. Quin sabe

    Pero an no me vea las piernas. Con paciencia pude retirar el bulto. Y allaparecieron ellas.

    El fuerte impacto me habra provocado una grave lesin, y por ese motivo estabaparalizado de cintura para abajo. Porque a pesar de que en ese momento mi ex mujer meestaba masticando el pie derecho, no senta absolutamente nada.

    Deba llevar bastante rato devorndome la extremidad, pues el hueso del tobillose vea limpio. El pie descalzo colgaba medio rodo de la articulacin. Dos de mis dedoshaban desaparecido entre los dientes de mi mujer en este instante y de un nico bocado.Siempre tuvo muy buena dentadura.

    Y a pesar de que la horrible escena me impulsaba a gritar de dolor, no lo hice;

    porque como digo, no senta absolutamente nada. Eso s, la chill y grit intentando queme entendiera de alguna forma desde su nueva condicin, pero no logr hacer que sedetuviera. Y sigui masticando

    Como yo no poda escapar, quise separarme de ella arrastrndome tan slo conla fuerza de mis brazos. Pero Alicia me asi fuertemente con sus uas ensangrentadas y

    jal de mis piernas de nuevo hacia abajo. No tena prisa, con todo el tiempo del mundo para comer de m. Pero otro muerto viviente se acerc a nosotros tambaleante.Rezumaba humo negruzco por todo su cuerpo, y su piel abierta formaba escamas yronchas monstruosas. El hedor a carne quemada que desprenda me hizo sentir nuseas.Buscaba un trozo de m, al igual que Alicia. Pero ella se volvi furiosa cuando lo sinti

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    animada por algn espritu maligno. No deba ver en su rostro ms que al diablo, y poreso mismo, no tener reparos a la hora de intentar deshacerme de ella con todo lo quetuviera a mi alcance. De nuevo la ataqu con el brazo del limpiaparabrisas, pero esta vezno lo utilic como objeto contundente, sino como arpn. Como ahora estaba ms arriba,me fue ms fcil alcanzarla. Ella se enfureca cada vez ms y siseaba contra m muyagresiva, pero yo la punzaba una y otra vez hasta que la acert en un ojo. Y como nodej de luchar por su comida ni con esas, deb continuar la batalla hasta sacarle el otroojo. Y ah la venc. Supongo que los muertos no sienten dolor, por eso simplemente sequed quieta. Su infra-alma se guiaba principalmente por la vista, y al despojarla de estesentido esencial y como primer vnculo perceptivo con el entorno, no hizo ademn decontinuar. Propin unos golpes a los costados y ella torci la cabeza siguiendo esesonido, pero no fue capaz de relacionarlo con un objetivo a seguir. As que, lentamente,deslic mi maltrecho cuerpo fuera del alcance de su voraz apetito. Logr incorporarmehasta la posicin de sentado y tom unas ropas de la maleta. Como buenamente pude,

    logr hacer jirones una tela para practicarme un torniquete por debajo de la rodilla.Haba perdido mucha sangre, y carne, pero por suerte no lo suficiente como para perderla consciencia otra vez. Y una vez me encontr provisionalmente remendado, fij lavista de nuevo en el beb. Ahora apenas se mova. Haciendo un esfuerzo hercleo, lograrrastrarme los metros que nos separaban bordeando a su madre, que conservaba lamisma postura y tan slo remova la cabeza siguiendo el sonido que yo produca en miroce contra el suelo.

    Supe que an estaba viva porque not cmo ese hlito de vida se le escapaba,siguiendo un proceso inverso al de su madre. Tena que cortar el cordn umbilical quean la ataba a su difunta madre. Lo machaqu con una piedra hasta romperlo e hice unnudo fuerte. La despoj de la placenta y por fin la tom entre mis brazos.

    La limpi lo mejor posible y luego la envolv bien con una chaqueta de Aliciapara proporcionarle calor. Y agradeciendo estos cuidados, me regal su primer llanto.Jams se escuch msica tan celestial, estando tan rodeados de desolacin y muertecomo estbamos. Un llanto vivo y potente, un exorcismo a la muerte pero tambin unreclamo. Su madre se volvi tratando de averiguar la procedencia de aquel sonido tanfuerte y desconocido. Sus cuencas vacas apuntaban sangrantes hacia nosotros sin

    encontrar nuestro reflejo. Buscaba sin hallar, con movimientos nerviosos de su cabeza.Alicia, esto que escuchas, es tu hija. Tu beb. Y si Dios me da fuerzas

    suficientes, yo la sacar de aqu y la proteger. No debes preocuparte por ella. Lacuidar todo lo mejor que puede cuidarse a un hijo, y nunca le faltar el cario.

    Saba que no poda escucharme con raciocinio alguno, que le hablaba a unamasa muerta; pero no me importaba. Es ms, me senta en la obligacin de decrselo as.

    Pero no me sera fcil, porque los lloros de la nia haban llegado a odos dealgunos muertos que rondaban ms abajo, cerca del autocar en llamas. Y vi cmo

    buscaban su objetivo ladera arriba y empezaban a caminar organizados hacia elestridente sonido. Estir el brazo para acercar la maleta, y rebusqu entre el escaso

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    contenido que an guardaba dentro. En principio mi bsqueda fue infructuosa, pero nodesist. Tena un presentimiento y confiaba en l. Y al abrir una cremallera de un

    bolsillo interior, localic lo que ansiaba encontrar de una mam previsora.

    Seguro que hubieras sido una madre estupenda, Alicia.

    All guardaba un neceser con todo lo imprescindible para el futuro beb. Peroan me faltaba superar una pequea gran traba. Por ms que lo intent con los dientes,no fui capaz de rasgar el plstico rgido en donde se hallaba encapsulado el chupetenuevo. Blasfem sin querer y me asust. Sera posible? Los muertos avanzabandecididos hacia nosotros, el beb lloraba ms fuerte y el plstico transparente me cortlos labios con la simple mella que le haba practicado. No. No. No. No poda abrirlo.Estpido. Dara todo en esos momentos por una navaja, por unas tijeras

    S. Eso era. Las tijeritas de punta roma para las uas del beb no podan faltar en

    el neceser de una mam precavida.

    Ahora esperaba por el bien de ambos que aceptara el chupete de buen grado.

    As es, mi chiquitina. Muy bien.

    Y se calm.

    Pero un muerto ms avispado, ya encaraba la cuesta con decisin recordando elorigen del sonido que haban escuchado un momento antes. Entonces hice lo nico que

    poda hacer. Nos cubrimos con tantas prendas pude acaparar, para intentar escondernos

    de l. A travs del velo de las telas, escuch el arrastrar de unos pies en la tierra seca,muy cerca de nosotros. Una sombra cruz por delante eclipsando con su figura arqueadala luz que atravesaba los vestidos. Le o revolver muy cerca de nosotros, y sent cmoolfateaba las telas hasta que palp mi cabeza. Y cuando estaba a punto dedescubrirnos, exhal un suspiro y el muerto gru.

    Entonces, lo que quedaba de Alicia se molest terriblemente. La o protestarcontra el intruso con un rugir demonaco, e incluso haciendo delirantes aspavientos consus brazos. Y toda esa terrorfica demostracin de fuerza hizo efecto. El grandulln semarch y se hizo de nuevo la calma. Nunca sabr si su oportuna accin fue fruto de unreflejo automtico por proteger su comida, o quizs su territorio; o puede que tal vez porun movimiento instintivo para protegernos del ataque de aquel cadver viviente. Unas

    palabras mas, puede que an familiares, y el llanto de un hijo capaz incluso de traspasarla misma frontera que separa la vida y la muerte.

    Ya qu ms daba. No habra respuesta.

    Y cuando por fin llegaron hasta mis odos los ecos de las sirenas de la polica ylas ambulancias, tuve un primer momento de respiro y me destap un poco la cara paraasomarme. Alicia (no volvera a referirme a ella como mi ex mujer, ex esposa, difunta,

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    o como la muerta), segua en guardia en esa errtica postura y manteniendo el mentnbien alto. Estaba aprendiendo a utilizar el odo y el olfato para reconocer el entorno.

    Gracias Alicia dije en voz muy bajita.

    Y ella lo escuch perfectamente, porque de inmediato volvi su rostro desnudohacia m. Pero no se movi de su sitio, y sus brazos seguan siendo dos rgidos puntalesque parecan sujetar a una diosa guardiana de la muerte.

    Los disparos de los rifles atronaron en el valle desbaratando las cabezas deaquellos que se empeaban en prorrogar su eterno descanso. Y yo esper callado a quele tocara el turno a Alicia. Slo por si acaso.

    Al fin, Alicia cedi sus maltrechas carnes a la tierra polvorienta, estallando enmil Alicias pequeitas que se desparramaron formando un amplio crculo de

    desperdicios. Ese fue el ltimo tiro que escuch. Y entonces le dije adis y la prometguardar la promesa hecha. Y a continuacin comenc a gritar pidiendo auxilio como undesesperado. El beb tena hambre.

    El destino es un guin que puede quebrarse accidentalmente por acontecimientosimprevistos. Un guin, que a veces puede seguirse, y a veces no. Yo esta vez, conseguhacerlo.

    ***