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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Ciencias Sociales Carrera de Historia Trabajo de grado Alimentos plásticos desde el Pop Art: La representación de los sistemas de alimentación norteamericanos de los 60’s Catalina Macías Tolosa Dirigido por: Jaime Humberto Borja Bogotá, II semestre 2009

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Facultad de Ciencias Sociales

Carrera de Historia

Trabajo de grado

Alimentos plásticos desde el Pop Art: La

representación de los sistemas de alimentación

norteamericanos de los 60’s

Catalina Macías Tolosa

Dirigido por: Jaime Humberto Borja

Bogotá, II semestre 2009

2

Un final de etapa, un suspiro…

A los condimentos de mis días, gracias.

Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que

tender una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que

abrir una lata de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas.

(Cortázar, 2001, Pp. 185)

3

Abstract

Comer ya no tiene el mismo significado único que tenía para nuestros antepasados. El

tiempo para comer ya no es el mismo. La comida ya no tiene los mismos sabores ni las

mismas formas. Pero, ¿desde cuándo comer se convirtió en una relación inmediata e

impersonal entre el individuo y el alimento? ¿Por qué ya no es sorprendente encontrarse un

tomate embotellado en forma líquida o una papa multiplicada en muchos rectángulos

tridimensionales iguales? La comida rápida caracteriza nuestra sociedad occidental y es el

elemento fundamental en la historia de la alimentación contemporánea, pero no es una

invención de nuestro tiempo; es la consecuencia directa de la convergencia histórica entre

periodos de guerra, estrategias de mercadeo, avances del desarrollo industrial y la

imposición de un estilo de vida guiado por el consumo masivo. La historia de la comida

rápida no tendría significado sin el protagonismo de Estados Unidos, y las esculturas del

artista pop Claes Oldenburg serán la herramienta para leer la historia de la alimentación

norteamericana de la década de los sesenta del siglo XX, desde una fuente histórica poco

convencional como es el arte.

Eating no longer has the same significance than it did for our ancestors. Changes have

taken place with regards to the time people nowadays spend eating as well as the taste and

shape of food. But, when did the relationship between the individual and alimentation

change into something so impersonal? Why is it no longer surprising to poor tomatoes out

of a bottle in liquid form or to see potatoes processed into multiple symmetric rectangles?

Fast food represents our western society and is an essential part of contemporary history of

alimentation. However, the former is no current invention but rather a consequence of

several historical events. The influences of war were as important as and partially decisive

for advances in industrial development accompanied by different marketing strategies.

These factors have culminated in a different way of life imposed upon the society through a

culture of mass consumption. Fast food would not have the same meaning today without

the pioneering work done primarily by the United States. The sculptures created by the pop

artist Claes Oldenburg will fundamentally assist the interpretation of the nutritional changes

in, and their effects on the North American society in the 1960’s, thus representing a less

conventional source for historical analysis.

4

ÍNDICE

Introducción 5

I. Primer Capítulo

Una cotidianidad bombardeada por objetos de consumo 16

De la producción a la cotidianidad producida (18). La respuesta colorida de

la sociedad (24). La mirada pop del consumo (32).

II. Segundo Capítulo

Consumo y alimentación: la mirada del artista 38

La comunicación del individuo con el mundo desde los objetos (40). Lo

estático en el tiempo y en el espacio (45). La impersonalidad de la comida

rápida (53). El arte de la publicidad (60).

III. Tercer Capítulo

La preparación de los alimentos como composición artística 65

La mezcla de los valores nutricionales como objeto del arte (67). La industria

del empaque: el caso de la conserva y la papa (75). La forma del dulce en el

American way of Life (82).

Apunte Final 90

Índice Imágenes 96

Anexo 1: Lo que no se mostró 103

Anexo 2: El arte que cojea y se cepilla los dientes 108

Anexo 3: El lenguaje artístico del pop 110

Bibliografía 124

5

Introducción

El artista es sólo un lápiz en la mano de su época.

(Flanagan, 1961, pp. 333)

Comer ya no tiene el mismo significado único que tenía para nuestros antepasados. El

tiempo para comer ya no es el mismo. La comida ya no tiene los mismos sabores ni las

mismas formas. Pero, ¿desde cuándo comer se convirtió en una relación inmediata e

impersonal entre el individuo y el alimento? ¿Por qué ya no es sorprendente encontrarse un

tomate embotellado en forma líquida o una papa multiplicada en muchos rectángulos

tridimensionales iguales? La comida rápida caracteriza nuestra sociedad occidental, pero no

es una invención de nuestro tiempo; es la consecuencia directa de la convergencia histórica

entre periodos de guerra, estrategias económicas de mercadeo, avances progresivos del

desarrollo industrial y la imposición de un estilo de vida guiado por el consumo masivo. La

historia de la comida rápida no tendría significado sin el protagonismo de Estados Unidos,

y el periodo de posguerra no sería una convergencia de procesos históricos relevantes en la

historia de la alimentación sin el análisis del desarrollo acelerado de la industria productiva.

Pensar en la década de los 60 del siglo XX, es encontrarse con una serie de

transformaciones en la comprensión y el funcionamiento del mundo a raíz de los

acontecimientos que conformaron el complejo proceso histórico de lo que se conoce

historiográficamente como la guerra fría en el periodo de la posguerra de la segunda guerra

mundial. Un momento histórico caracterizado por el enfrentamiento ideológico entre un

occidente capitalista y un oriente socialista, donde las diferentes invasiones

norteamericanas y las estrategias económicas de posguerra en búsqueda de un

posicionamiento nacional frente al mundo, fueron la pauta de un nuevo ordenamiento local

y mundial en términos de poder, política, economía y estilos de vida. El protagonismo de

Estados Unidos en las iniciativas que impulsaron las dinámicas del funcionamiento del

mercado mundial desde la década de los cincuenta, es fundamental para comprender cómo

el mundo occidental y el desarrollo de la industria militar, estuvieron atados al surgimiento

de una sociedad de consumo local e internacional.

6

Se generaron nuevos mecanismos productivos dentro de los cuales los norteamericanos

fueron encontrando su lugar en la sociedad marcada por la masificación de lo cotidiano y el

reforzamiento de las estrategias de mercadeo. Progresivamente, las nuevas pautas del

funcionamiento industrializado del mundo occidental se fueron insertando de una manera

tal en los comportamientos del cuerpo social norteamericano, que la búsqueda por una

manera alternativa de comprender y expresar la realidad que se vivía se mantuvo como una

preocupación constante. La materialización de todos los cambios generados por las

estrategias económicas del consumo a través de elementos culturales como el arte, se

convirtió en una de las representaciones sociales más significativas del periodo de

posguerra. Se reconoce así el Pop Art como una de las narraciones que encontró en lo

cotidiano y en lo popular de la década de los sesenta (el consumo, la alimentación, la

industrialización, la cultura de masas, la guerra, el capitalismo,…) los objetos que debían

ser pensados y convertidos en arte. Es preciso cuestionarse sobre el papel de este

movimiento frente a la dinámica de cambio de la sociedad norteamericana del periodo de

posguerra, ya que los individuos no se comportaban de la misma forma y el arte ya no tenía

el mismo lugar que solía tener como la representación de lo particular o lo abstracto en la

historia.

Lo novedoso de la aparición del Pop Art en la historia del arte fue precisamente la

reinterpretación que logró del concepto tanto de la cotidianidad de la sociedad

norteamericana, como de los medios para convertirlos en arte. A diferencia de las

vanguardias artísticas de comienzo de siglo que nunca lograron cumplir con sus objetivos a

largo plazo, o de los movimientos abstractos posteriores, la forma y el concepto del Pop Art

se convirtieron en el mecanismo para representar la realidad de una manera más directa y

más comprensible para la sociedad.

Desde una visión general del movimiento artístico, la incorporación de nuevos bienes de

consumo y nuevos íconos norteamericanos en la cotidianidad de la sociedad, se vio

reflejada dentro del concepto Pop a través de la obra de diferentes artistas como Andy

Warhol, Roy Lichtenstein, Tom Wesselmann, James Rosenquist y Claes Oldenburg,

7

denominados desde la crítica del arte por Lucy Lippard como “Los Cinco de Nueva York”

(Lippard, 1993, Pp. 69). El cuestionamiento sobre los contenidos del Pop Art como la

muestra de los cambios en la cotidianidad norteamericana de la década de los sesenta

posibilita el análisis sobre una de las prácticas sociales particulares que logró vincular de

una manera directa la realidad con el contexto histórico norteamericano: la alimentación. El

caso específico de la transformación industrial de los alimentos y las implicaciones sociales

del impacto de las innovaciones en el sistema alimenticio norteamericano del periodo de

posguerra se puede leer desde diferentes perspectivas pero, desde la magnífica obra

escultórica de Oldenburg, es claro que la importancia del contexto histórico de la

industrialización de los alimentos se vincula de una manera más directa con los cambios en

los comportamientos alimenticios de la sociedad norteamericana.

Partiendo del análisis del conjunto de esculturas de Oldenburg realizadas en la década de

los sesenta, se encuentra un cuestionamiento sobre su relevancia en la visión de la realidad

contemporánea a la producción, y en la mirada del artista sobre las propiedades formales y

conceptuales de los alimentos que caracterizaron la dieta norteamericana: ¿Se puede

encontrar una representación de los cambios en los comportamientos sociales y en las

prácticas alimenticias cotidianas de la sociedad norteamericana de la década de los sesenta

a través de la obra escultórica de Claes Oldenburg? La lectura histórica de sus esculturas

brinda los elementos necesarios para argumentar de manera afirmativa dicho

cuestionamiento porque, si se piensa en una magnificación doble de la obra de Oldenburg,

se evidencia que el tamaño y la forma de hamburguesas, productos de repostería y bebidas

– por mencionar sólo algunos ejemplos – se convierten en la herramienta más precisa para

comprender históricamente no sólo los cambios en los sistemas alimenticios desde la

década de los sesenta, sino también el debate en torno a la significación de dichas

innovaciones en el día a día de las calles, los restaurantes y los hogares norteamericanos.

La fracción de cotidianidad convertida en el objeto del arte de Oldenburg puede ser leída

desde diferentes perspectivas ya que, tanto la forma de las esculturas como la significación

de lo que representan, es la materialización de los íconos y los comportamientos sociales.

La década de los sesenta dejó así su huella a través de este artista de una manera tan clara,

8

que los procesos históricos industriales norteamericanos, la generalización de las tendencias

sociales y las modificaciones de los diferentes tipos de alimentos quedaron a disposición de

una mirada crítica que los posicionó en un nuevo lugar en la historia de la alimentación

contada desde el arte. Una innovación historiográfica en la medida que los estudios del

periodo de posguerra referentes a la alimentación, el arte y la sociedad de consumo, cubren

ampliamente la caracterización de los desarrollos de cada uno de estos procesos desde las

relaciones existentes entre el arte y el consumo, los alimentos y la cultura de masas o el Pop

Art y la conversión de lo cotidiano en arte; pero la especificidad del análisis de los

contenidos de dicha expresión artística se han limitado exclusivamente a los íconos, lo

popular, lo repetitivo y lo comercial de la sociedad norteamericana de la década de los

sesenta desde una perspectiva general. Los sistemas alimenticios como objeto particular del

arte se convirtieron a través de la obra escultórica de Claes Oldenburg, en una nueva fuente

histórica que posibilita la comprensión del sentido y el contenido de las modificaciones de

las estrategias económicas y sus impactos en los comportamientos sociales

norteamericanos.

La presente investigación está sustentada en el diálogo de tres temas básicos de la cultura

que han sido tratados a los largo del tiempo desde diferentes perspectivas historiográficas:

el arte, la alimentación y la sociedad de consumo. La ubicación de dichas temáticas en la

década de los sesenta del siglo XX en Estados Unidos nos arroja hacia una serie de

reflexiones en torno a las nuevas formas de interpretar el pasado. Tomando como punto de

partida el tema del arte, específicamente del Pop Art en Estados Unidos, es necesario

mencionar que esta manifestación cultural ha sido tratada tanto por historiadores como por

críticos del arte, incluso aquellos que analizaron dicha voz de manera contemporánea a su

surgimiento, desde el diálogo directo con los artistas pop como es el caso de Martin

Friedman y Bruce Glaser (Friedman, 1974 y Glaser, 1966).

Trabajos como los de Simon Wilson, El arte pop (1975), Movimientos artísticos desde

1945: temas y conceptos (1995) de Edward Lucie – Smith, y El pop art (1993) de Lucy

Lippard, aunque mantienen una concordancia historiográfica en las motivaciones

individuales de los artistas y sus respectivas obras, sí se evidencian algunas diferencias

9

conceptuales frente al Pop Art como representación directa de su entorno. Mientras que

para Wilson y Lippard fue la materialización de los cambios puramente materiales

generados por la adición compulsiva de bienes de consumo, para Lucie – Smith fue más

una reivindicación social de cada artista, con un fuerte soporte político orientado hacia el

nuevo lugar de la sociedad frente a la serie de cambios generados por las decisiones

gubernamentales. Al querer divulgar una caracterización general del movimiento desde sus

artistas y sus producciones, la necesidad de presentar al movimiento como una voz que

proclamaba las contradicciones a las cuales se veía enfrentado el cuerpo social en una

cotidianidad de repeticiones, discursos institucionales y manipulaciones de

comportamientos, fue pasada a un segundo plano.

Si bien es cierto que Lucie – Smith y Lippard mantienen una preocupación por insertar el

Pop Art dentro de la historia del arte, se debe mencionar asimismo que el análisis de las

obras pop a partir de los contenidos no es algo generalizado en la historiografía

especializada - tal vez con la excepción de los grandes íconos de la sociedad

norteamericana como las famosas series de Marilyn Monroe de Andy Warhol-. La lectura

de temas como el desarrollo industrial, la utilización de materiales plásticos, el impacto de

la generalización en la adquisición de productos, e incluso los sistemas de alimentación a

través del arte, no ha sido analizada a profundidad en las perspectivas críticas e históricas

desde las cuales se ha expuesto el surgimiento del Pop Art. Incluso se puede afirmar que, si

bien los adelantos en términos biográficos y contextuales han sido representativos en el

tema, la problematización de los contenidos poco tradicionales se ha escapado del recuento

de la historia del arte y del papel individual de cada uno de los artistas pop más

reconocidos.

Haciendo referencia ahora al segundo eje conceptual, la alimentación, es necesario

mencionar que ha sido tratado principalmente desde la historia, la sociología y la

antropología cultural materialista. Con trabajos como El (h) omnívoro. El gusto, la cocina y

el cuerpo del sociólogo Claude Fischler (1995), Bueno para comer, enigmas de la

alimentación y cultura del antropólogo materialista Marvin Harris (1999), Historia de la

alimentación del historiador Jean – Louis Flandrin (2004), Alimentos, cocina y civilización

10

del historiador Felipe Fernández-Armesto (2004) y Cocina, Cuisine y clase del sociólogo

Jack Goody (1995), se pueden encontrar diferentes tipos de relaciones entre los procesos

sociales que envuelven la alimentación y los procesos históricos sociales contextuales.

Mientras que desde la sociología – Goody y Fischler - se ofrecen análisis sobre la

construcción colectiva de comportamientos como sistemas, las perspectivas antropológicas

como la de Harris tienden más a relacionar los procesos de los sistemas de alimentación

con un cambio progresivo de las condiciones materiales del entorno. Los sistemas de

alimentación configurados desde la sociología como mecanismos igualitarios de

comunicación recíproca del cuerpo social, se contraponen a las conformaciones culturales

del gusto, planteadas desde la antropología como elementos configurados por las

condiciones materiales desiguales de las diferentes clases sociales, asociadas a

comportamientos basados en la imitación.

Desde la historia, el aporte a la historiografía de la alimentación está determinado por el

planteamiento de la relación entre las dinámicas de cambio de las costumbres alimenticias y

las condiciones también cambiantes de los diferentes procesos sociales. El enfoque

histórico se puede entender como una simbiosis de las perspectivas antropológica y

sociológica, ya que los condicionantes contextuales históricos son los que configuran para

Flandrin el sentido de los procesos sociales de transformación, al mismo tiempo que se

reconoce la sociedad como receptora directa de la convergencia entre los sistemas

constituidos racionalmente y aquellos aportados por la experiencia. Los tres enfoques

presentados se complementan para la explicación científica de la relación entre la

alimentación, la sociedad y la cultura, pero no se alcanzan a percibir muchos registros que

muestren directamente al arte contemporáneo como fuente de investigación de la historia de

la alimentación, con la excepción de investigaciones cortas como la de Alberto Veca

(Flandrin, 2004). Por más que se explique históricamente la configuración de los sistemas

de alimentación como la respuesta a un mecanismo de comunicación, o a una condición

material específica como la de la sociedad norteamericana de la década de los sesenta, las

referencias historiográficas a las representaciones de los alimentos o de los sistemas

alimenticios están limitadas a la publicidad, la prensa y el reconocimiento público.

11

Por último, en cuanto a la temática de la sociedad de consumo, se debe mencionar que es

un tópico tratado también por varias ramas de las ciencias sociales incluyendo la historia, la

sociología, la antropología e indiscutiblemente la economía. Al presentarse la historia de la

posguerra como una estrategia económica de gran impacto en la sociedad norteamericana,

trabajos como los de los economistas Feliks Gross, Consecuencias sociales del cambio

tecnológico (1966), The rise of mass consumption societies (2002) de Kiminori

Matsuyama, y Cultural Forces and Commercial Constraints: Designing Packaging in the

Twentieth-Century United States (1999) de Glenn Porter, enmarcan el proceso del

desarrollo de la industria en general, y la alimenticia en particular para el caso de Porter,

dentro de las estrategias económicas norteamericanas del periodo de posguerra.

Mecanismos que son presentados además como una amenaza para la sociedad por la

generalización de los comportamientos hacia el consumo de masas. Desde otra perspectiva,

el desacuerdo a las invasiones norteamericanas atado al descontento de la desigualdad

social, y el surgimiento de manifestaciones sociales a raíz de las estrategias de consumo se

encuentran en trabajos como los de Lilla, Historia de dos reacciones (Los EE.UU entre la

revolución cultural de los años 60 y el reaganismo) (1998), El quiebre del siglo: los años

sesenta (The Break of the Century: The 1960s) (2001) de Ricardo Pozas Horcasitas, y El

movimiento estudiantil y la sociedad norteamericana (1986) de Harold Jacobs y James

Petras.

Además de los procesos históricos específicos tratados por estos autores, el caso del

consumo también se puede leer desde Baudrillard en El sistema de los objetos (2003),

donde se expone la configuración del consumo como una estructura cultural que permite

ubicar tanto la alimentación como el arte y la producción industrial masificada, en los

comportamientos de la sociedad norteamericana de la década de los sesenta. En el modelo

presentado por Baudrillard se encuentra la reunión de los análisis conceptuales alrededor de

la sociedad de consumo, donde es posible relacionar los procesos alimenticios, con el

sentido del devenir histórico desde las implicaciones de la industrialización de toda la

producción de alimentos. Aunque se debe mencionar que no se encuentra en ninguno de

estos trabajos una ampliación en el análisis de los impactos específicos de la

industrialización de los alimentos en la cotidianidad de la sociedad norteamericana. No se

12

percibe una relación directa y específica entre las representaciones de dicho impacto y el

arte, y mucho menos de la industria de los alimentos y las manifestaciones sociales; se trata

sobre todo de generalizaciones conceptuales del valor del consumo y la estructura que se

creó a partir de la inserción compulsiva de objetos industrialmente fabricados.

Con el propósito de esclarecer cómo el Pop Art en general, y la obra escultórica de

Oldenburg en particular son la representación de una fracción de la realidad en la cual se

produjeron, se encontrará como punto de partida la relación directa entre la obra pop de la

década de los sesenta y los sistemas de alimentación configurados desde las estrategias

norteamericanas del consumo. Desde los planteamientos de Baudrillard, la sociedad de

consumo entendida como una estructura cultural (Baudrillard, 2007, Pp. 74) será la base

conceptual que permitirá ubicar la industrialización y la producción artística en la

escenografía de la cotidianidad de la sociedad norteamericana de la década de los sesenta.

La generalidad del contexto histórico, la presentación del final de la segunda guerra

mundial, la guerra fría, el consumo de masas y el desarrollo de la industria militar y

alimenticia, darán lugar al Pop Art como la materialización de una respuesta colorida frente

a los cambios en los comportamientos sociales.

A partir de la obra escultórica de Claes Oldenburg, se encontrará posteriormente una

reflexión específica en torno a los cambios en los hábitos alimenticios norteamericanos,

desde la concepción que tiene Roger Chartier sobre la representación, al entenderla como

una acción racional que evidencia la caracterización de los comportamientos sociales, desde

actividades específicas como el arte que, al alejarse de las simples imitaciones, se

convierten en una producción que crea nuevas visiones sobre la realidad (Chartier, 2007,

Pp. 74). Se leerá en la serie de esculturas de Oldenburg, el proceso de industrialización de

los alimentos iniciada en el siglo XIX, que encontró en la década de los sesenta el escenario

ideal para potencializar su eficiencia en la medida que todas las estrategias económicas de

posguerra orientadas hacia el consumo se fortalecieron, y la sociedad norteamericana

estuvo cada vez más caracterizada por los comportamientos masificados de la repetición.

Comprar y consumir compulsivamente era el motor de la cotidianidad, y a través de

Oldenburg, se evidenciará cómo la lectura de las composiciones brinda los elementos

13

necesarios para comprender ya no sólo los nuevos comportamientos sociales alrededor de la

comida, sino la conversión de esos comportamientos en estilos de vida, en hábitos que

modificaron las relaciones tradicionales entre el individuo y el mundo.

El nuevo lugar del objeto del Pop Art se mostrará como la representación de los cambios en

la relación entre la sociedad y los alimentos que caracterizaron la década de los sesenta: la

comida rápida. Desde los aportes historiográficos de Ritzer, se partirá del concepto de

mcdonalización de la sociedad, entendido como el proceso de producción masiva de

alimentos de los restaurantes de comida rápida, que rigió los comportamientos sociales

norteamericanos en torno al consumo de la comida ya no rápida, sino inmediata (Ritzer,

2005, Pp.15). La lectura de la historia de la industrialización de los alimentos, las

estrategias de mercadeo de la publicidad y la impersonalidad de la relación entre el

alimento y el individuo en la década de los sesenta, serán los elementos que orientarán la

descripción de la serie de esculturas, con el propósito de escuchar lo que la voz particular

de Oldenburg tiene para aportar a la historia de alimentación.

Pasando por el contexto histórico del consumo y la lectura de la historia de la

industrialización de los alimentos para la década de los sesenta, la obra de Oldenburg será

leída finalmente desde la representación del discurso oficial de lo que se debía comer y

cómo se debían entender los alimentos. En el periodo de posguerra, los valores

nutricionales de los diferentes tipos de alimentos cobraron un nuevo sentido desde las

especificaciones gubernamentales que recomendaban una manera adecuada de

industrializar y consumir los alimentos. La serie de esculturas de Oldenburg que

representan directamente la mezcla de las preferencias alimenticias de la sociedad como es

el caso de False Food Selection (Imagen 1), son la muestra del lugar de cada alimento en la

dieta norteamericana para la década de los sesenta. Los diferentes tipos de preparación de

los alimentos, los beneficios alimenticios, los procesos de conservación y el

posicionamiento de los alimentos de repostería en el American way of life, serán los objetos

históricos convertidos en arte, que permitirán posicionar tanto la escultura como la

relatividad del concepto de proporción en el centro de la escenografía de la década de los

sesenta. El valor de la obra de Oldenburg quedará determinado por la comprensión de la

14

transposición de la visión subjetiva del artista a un comportamiento objetivamente

generalizado.

Por último, se puede decir que la lectura de la historia de la alimentación de la década de

los sesenta en Estados Unidos desde Oldenburg, será la determinación del valor del

conjunto de sus esculturas en la medida que la relación entre el objeto del arte y la

producción de sus obras, es la representación de la convergencia entre los alimentos

industrializados, la mirada subjetiva del artista frente a su realidad y la objetividad histórica

que se adquiere al tomar una fracción de su obra como fuente de conocimiento histórico.

Un acercamiento al arte que cobró vida desde la magnificación de los objetos y que logró

darle un nuevo lugar a la cotidianidad de la sociedad norteamericana de la década de los

sesenta. Desde el concepto Pop se podría afirmar que las esculturas de Oldenburg se

convirtieron en el vínculo entre los norteamericanos y los alimentos que consumían

cotidianamente como se puede evidenciar el lugar de los chocolates, la tocineta, el huevo,

la carne de hamburguesa y las galletas en False Food Selection; y el reconocimiento del

lenguaje de su obra nos comunicará directamente con el concepto que el artista tenía sobre

lo que debía ser el arte: “Estoy a favor del arte que sale del bolsillo, de lo más profundo del

oído, del filo de una navaja, de las comisuras de los labios, que se te mete en un ojo o lo

llevas puesto en la muñeca.” (Aznar, 2000, Pp. 82)

Imagen 1. False food selection, 1966

Madera, Pintura, Plástico

15

I. Primer Capítulo

Una cotidianidad bombardeada por objetos de

consumo

La década de los sesenta del siglo XX ha sido comprendida historiográficamente como una

coyuntura en la cual convergieron diferentes procesos históricos de gran relevancia como

los mecanismos de recuperación económica luego de la segunda guerra mundial, el interés

por fortalecer y magnificar la modernización de las industrias, la necesidad de establecer un

orden mundial y la búsqueda permanente por instaurar un equilibrio social y político a nivel

local. La comprensión del mundo occidental y de los comportamientos sociales, se vio

directamente afectada por dichos procesos en la medida que las estrategias económicas de

recuperación del enfrentamiento entre 1939 y 1945 para el mundo occidental, marcaron

paulatinamente el cambio en la visión tradicional que se tenía sobre la sociedad, el

consumo y la producción. Los cambios económicos, industriales, políticos y sociales se

entrelazaron de una manera particular en esta década, dando nacimiento a un giro paulatino

en las relaciones directas entre las innovaciones tecnológicas guiadas por la economía

capitalista y la sociedad como directa receptora de las mismas.

El análisis de una década que tuvo tantos efectos en la comprensión del mundo y en los

comportamientos sociales de posguerra debe estar centrado en un espacio determinado, y si

se piensa en el mundo occidental para la década de los sesenta, el caso norteamericano se

muestra como el escenario ideal para ahondar en la reflexión en torno a la incidencia del

progreso tecnológico en la cotidianidad de la sociedad. Las reflexiones que se pueden

plantear en torno a los impactos de los cambios industriales sobre el cuerpo social

norteamericano, específicamente el urbano, orientan la mirada hacia los efectos a corto y

largo plazo de la inserción progresivamente creciente de objetos industrialmente fabricados

en los espacios que se recorrían en el día a día.

Al centrar la mirada en los objetos creados industrialmente, será posible comprender cómo

la materialidad de la realidad norteamericana de la década de los sesenta, estuvo

16

caracterizada por una innovación en la comprensión material de la cotidianidad. Una

situación fuertemente atada a las estrategias industriales de producción masiva, que fueron

entretejiendo la escenografía histórica de una realidad inundada por objetos de consumo

dentro de los cuales se encuentran desde los bienes de uso cotidiano, hasta los productos

que vinculan históricamente al individuo con su entorno y su cultura: los alimentos. Al

tratarse de una mirada guiada por la construcción cultural del valor de los objetos, la

sociedad se posicionó en el centro de la relación entre la producción y el consumo, en la

medida que su función dentro de las dinámicas industriales estuvo determinada por el

alcance de la variedad en las miradas que se tenían sobre el significado de la cotidianidad

masificada y el consumo compulsivamente repetitivo. Las dinámicas generadas por los

procesos industriales de producción posibilitan asimismo la ubicación de nuevas lecturas

históricas que se alejan de la tradicional narración cronológica, al tratarse de una nueva

perspectiva historiográfica que vincula la materialidad de la cotidianidad, el sentido del

cambio en los comportamientos sociales norteamericanos y la visión específica que se tenía

sobre la realidad de la década de los sesenta.

El surgimiento de las nuevas voces que dejaron una huella histórica como la muestra de la

realidad que vivían los norteamericanos en ese periodo, será el primer paso para determinar

cómo se puede encontrar a través del arte una lectura alternativa de las estrategias

económicas que caracterizaron el periodo de posguerra. La instauración de la producción

masiva de objetos y alimentos, y la adopción de nuevos comportamientos alrededor del

consumo, encontraron su espacio en las manifestaciones sociales que representaron

críticamente el valor relativo de los productos industriales y la maleabilidad de la

aceptación de las dinámicas de la compra y el consumo compulsivos. El propósito de leer la

historia social norteamericana de la década de los sesenta a través del arte, se sustentará en

tres argumentos donde quedará evidenciada la relación directa entre la industrialización del

objeto industrial de consumo y la producción artística del artista pop Claes Oldenburg

como la representación directa de los cambios en los sistemas alimenticios de la sociedad

norteamericana.

17

En primer lugar, la reflexión en torno al contexto histórico del mundo occidental desde la

década de los cincuenta del siglo XX, estará guiada por el análisis de las estrategias

norteamericanas de recuperación económica de posguerra, donde se hará un énfasis en el

modelo industrial del consumo. Si bien este es un proceso que ha sido tratado desde

diferentes disciplinas teóricas, vale la pena resaltar que hay una concordancia

historiográfica al aceptar que la aceleración del desarrollo económico e industrial de

Estados Unidos logró su máximo avance en la década de los sesenta (Lilla, 1998; Green,

1990; Morgan y Kickham, 1997; Pozas, 2000; Matsuyama, 2002). Un aumento en la

eficacia del aparato industrial norteamericano iniciado en la década de los cincuenta, a

partir de las estructuras que regulaban las estrategias de producción y mercadeo. Fue la

acumulación y mejoramiento de los conocimientos relativos a los procesos productivos, que

tuvieron sus orígenes en los mecanismos históricos y económicos de comienzos de siglo

XX como la producción en cadena introducida por Henry Ford – conocido como el

fordismo -, y el modelo de la tecnificación de las actividades manuales en búsqueda de un

manejo eficiente del tiempo de producción desarrollado por Frederick Taylor – conocido

como el taylorismo - .

Partiendo de esta contextualización económica, se profundizará posteriormente en las

implicaciones que tuvo la industrialización del periodo de posguerra en los diferentes

campos de la producción - particularmente aquellos referidos a los alimentos -, y los efectos

de la inclusión de estos objetos en la cotidianidad de la sociedad norteamericana. El análisis

de los nuevos hábitos generados alrededor de la alimentación, posibilitará la identificación

de las características de la sociedad de la década de los sesenta, desde el planteamiento

antropológico materialista de la relación entre lo producido y lo consumido: “food indicates

who we are, where we came from, and what we want to be (…) If we are what we eat, we

also are what we don’t eat. (…) To eat is to distinguish and discriminate, include and

exclude. Food choices establish boundaries and borders.” (Belasco, 2003, Pp. 2). Se trata de

evidenciar la modificación en las tendencias sociales, desde la comprensión del consumo de

objetos y alimentos industriales como la generalización de la repetición de

comportamientos.

18

Finalmente, los procesos históricos sociales de este periodo han sido comprendidos desde la

historiografía incluso como revoluciones culturales, y el análisis de quienes participaron en

estas manifestaciones, mostrará cómo la aparición de la expresión artística del Pop Art en

general, y de la obra escultórica de Oldenburg en particular, fueron la muestra de otra

mirada hacia esa cotidianidad tan repetida en los espacios públicos. El propósito del Pop

Art de tomar lo popular como el objeto representable desde la escultura para el caso de

Oldenburg como el pilar de la presente investigación, podrá leerse desde el concepto pop de

un arte desde y para la sociedad. A partir del nuevo lugar de lo popular, la sociedad

norteamericana podrá ser vista desde su posición en un tiempo y en un espacio

determinado, a través de lo estático de las composiciones artísticas. Es decir que, además de

posicionar al Pop Art en el espacio urbano norteamericano de la década de los sesenta, se

ubicará a Oldenburg en la historia del arte, con un énfasis en los efectos que tuvo la

cotidianidad masificada en el cambio de los objetos del arte a través del tiempo.

I.1 De la producción a la cotidianidad producida

En la década de los cincuenta del siglo XX, Estados Unidos continuó fortaleciendo las

estrategias económicas y políticas orientadas por la búsqueda de un equilibrio local e

internacional después de la segunda guerra mundial. La forma como el proceso de

posguerra comenzó a posicionar económicamente a Estados Unidos frente al mundo entero,

se debió en gran parte al desarrollo creciente y progresivamente efectivo de diferentes

mecanismos económicos basados en el mejoramiento del aparato productivo. Hablando

incluso de los procesos históricos específicos del periodo de posguerra como el cierre de los

acuerdos de Bretton Woods1, la política y la economía norteamericana encontraron el

beneficio no sólo de aprovechar la oportunidad que les brindaba tener la moneda más fuerte

y la infraestructura menos afectada a nivel mundial, sino que también se reafirmó el

proceso de recuperación económica después de la gran crisis de 1929.

1 Historiográficamente se conocen estos acuerdos como la serie de conferencias orientadas hacia la discusión

sobre la situación mundial monetaria del periodo de posguerra. Los representantes de los diferentes estados

pertenecientes a las Naciones Unidas se reunieron en Bretton Woods, en el estado norteamericano de New

Hampshire, en 1944.

19

El fortalecimiento económico a través de la industria fue la respuesta a diferentes procesos

históricos ya que, tanto la guerra como las diferentes invasiones lideradas posteriormente

por este país, tuvieron implicaciones en la serie de mejoramientos del aparato productivo,

tanto del material bélico, como de los bienes de consumo industrializados para un uso

cotidiano. El mecanismo económico de un mercado consumista que crecía

exponencialmente, se convirtió en el motor que impuso un orden social y económico desde

la generalización de comportamientos – o la creación de los mismos -. Sobrepasando el

objetivo de satisfacer unas necesidades básicas sociales, alrededor del consumo se comenzó

a concebir el exceso de la producción industrial como la herramienta que dinamizaba el

posicionamiento de los objetos en el espacio. Con la expansión de las áreas urbanas por el

aumento de la densidad demográfica desde la década de los cincuenta, las industrias

norteamericanas comenzaron a percibir cómo la apertura de los espacios de influencia,

implicaba una optimización de la producción que debía estar orientado hacia el mayor

cubrimiento geográfico posible.

Por medio del mejoramiento de las estrategias comerciales, la búsqueda ya no por el

mantenimiento, sino por el crecimiento de la influencia en los mercados, fue la que detonó

la especialización de los productos industrialmente fabricados. El manejo de la estrategia

económica del consumo logró incluir los procesos históricos por los cuales estaba

atravesando el país; tanto la lucha política armamentista entre el oriente liderado por la

URSS y el occidente liderado por Estados Unidos, hasta los aspectos más básicos de la

cotidianidad como la inclusión progresiva de los objetos de consumo y la modificación

industrial de los alimentos, se vieron directamente afectados. Como se ha planteado

historiográficamente desde la ciencia política, a la relación tradicional entre una oferta y

una demanda, se le agregó en la década de los sesenta el concepto de necesidad como el

factor determinante y real del consumo. (Cueto, 1985, Pp. 6). A medida que la compra

compulsiva y repetida sobrepasaba la concepción regular de la demanda, los estándares de

producción quedaron configurados por la condición cambiante de los objetos, que debían

encontrar la manera de insertarse en los almacenes y los hogares norteamericanos.

20

Desde una perspectiva puramente económica, los incrementos en la producción fueron

generando al interior de la sociedad, una familiaridad casi inconsciente con los bienes de

consumo. Pero se debe aclarar que esta inclusión de la mentalidad de consumo, responde

históricamente a la continuación – y mejoramiento - del modelo fordista de comienzos del

siglo XX en el cual Henry Ford, en su búsqueda por el posicionamiento de los automóviles

en la mayoría de hogares norteamericanos, logró desarrollar el principio de la producción

en cadena. La eficiencia en el proceso de fabricación y los bajos precios – sin un aumento

directamente proporcional de la calidad del producto - optimizaron las ventas de productos

adquiribles, no necesariamente exclusivos. Desde la inclusión de la necesidad mencionada

por Cueto para el periodo de los sesenta, el economista Matsuyama le suma al binomio

fordista productor – consumidor, un beneficio económico entendido como bidireccional.

Quedan claramente identificados los impactos sociales del fortalecimiento de la industria,

como la transformación de la cotidianidad desde un racionamiento puramente numérico:

“As productivity improves, the prices of consumer goods go down, and they

become affordable to an increasingly large number of households. This in turn

generates larger markets for these goods, which induce further improvement in

productivity, creating a virtuous circle of productivity gains and expanding

markets.” (Matsuyama, 2002, Pp. 1038)

El sector productivo norteamericano inició una carrera paralela a los mecanismos de

superación armamentista de la guerra fría posterior a la segunda guerra mundial, en este

caso en contra del tiempo histórico de los procesos de industrialización y competencia. Los

comportamientos de las empresas norteamericanas se consolidaron alrededor de la

búsqueda por un fortalecimiento de todo el aparato productivo, donde quedó evidenciada la

modernización acelerada y la superación tanto del modelo fordista, como del racionamiento

de Frederick Taylor antes mencionado. Las nuevas estrategias que superaron los desarrollos

industriales de principio de siglo XX, estuvieron orientadas por la búsqueda para mejorar la

eficiencia de la producción industrial desde el control del tiempo y la mecanización de las

funciones que solían hacerse manualmente. Como lo menciona Green desde su perspectiva

económica, “A nivel empresario, el secreto de una estrategia adecuada frente a la crisis

parece haber pasado por tres grandes opciones: restructuración empresaria (geográfica y de

21

la especialización producto), aumento de la innovación e inversión en la modernización

productiva.” (Green, 1990, Pp. 509). Teniendo en cuenta esta sucesión de estrategias

expuestas por el autor, se puede afirmar que la necesidad de encontrar nuevos mecanismos

para ampliar el consumo en tiempos de guerra, se consolidó en el aumento del

abastecimiento creciente en el tiempo y en el espacio, desde una eficiencia y una

productividad acelerada como objetivo primordial de las empresas norteamericanas.

La producción masificada de objetos de consumo y dentro de éstos, los alimentos, fue el

resultado de esa serie de innovaciones en los modelos históricos económicos y

empresariales, en el sentido que los diferentes cambios sociales implicaban

progresivamente un mejor manejo de todo el sistema industrial. A medida que la cantidad

de lo producido no era necesariamente una preocupación, la calidad, la presentación y la

inclusión de los objetos en la materialidad de la cotidianidad norteamericana, eran los

requisitos que se debían cumplir. La modernización industrial se convirtió entonces en el

mecanismo fundamental para garantizar productos de consumo masivo que pudieran ser

adquiridos por la mayor parte de la sociedad y encontrar así en el mercado, el

posicionamiento real desde la repetición como lo menciona Matsuyama. Pero así como los

objetos materiales comenzaron a aparecer de manera exponencialmente creciente en los

espacios cotidianos, los mercados y las estrategias de mercadeo también necesitaron crear

nuevos espacios para que el consumo ya no dependiera necesariamente de lo producido,

sino de la facilidad de acceder a los productos.

En el escenario norteamericano de la década de los cincuenta, la serie de relaciones entre el

mejoramiento industrial bélico, la inclusión de bienes de consumo y la presencia de los

elementos cotidianos como los alimentos ha sido analizada desde diferentes perspectivas

historiográficas que deben ser tenidas en cuenta. Desde una mirada histórica como la que

presentan Fernández Armesto (Fernández, 2004) y Jean Louis Flandrin (Flandrin, 2004), la

necesidad del gobierno norteamericano de buscar suministros alimenticios completos y de

fácil transporte para los ejércitos en momentos de guerra, generó desde finales del siglo

XIX una serie de modificaciones en los procesos de producción, conservación y

distribución de los alimentos. Específicamente, el fortalecimiento de la conservación

22

enlatada encontró su comienzo de desarrollo a finales de ese siglo y, posteriormente, tanto

con la primera como con la segunda guerra mundial, se percibió un aumento en la

popularidad de su uso en los espacios industriales. Fue un proceso que tuvo ciertas

implicaciones tanto en la propaganda norteamericana de guerra que fomentaba el consumo

de los alimentos producidos nacionalmente, como también en la relación entre la

mentalidad de guerra y la unificación de métodos para satisfacer las necesidades básicas del

mundo occidental: “La gran novedad que aporta el racionamiento es la uniformización de

las necesidades – en función de los nuevos criterios de medida de las calorías – y de los

gustos – se define un menú estándar para millones de los países aliados-“. (Capatti, 2004,

Pp. 983)

Desde la lógica weberiana del siglo XIX, se puede profundizar en la modificación brindada

por la unificación de las tendencias individuales, en términos de la racionalización de la

sociedad; para este pensador la manera como se esquematizan todos los aspectos de la vida

cotidiana, en especial la burocratización de la misma, refleja la forma como se configuran

estructuralmente los comportamientos sociales.2 Si bien se mencionaba anteriormente cómo

el modelo fordista de la cadena productiva de comienzos de siglo inició el desarrollo del

proceso de industrialización de los alimentos en Estados Unidos, también se le debe atribuir

al taylorismo la serie de modificaciones en torno a los cambios en los comportamientos

alimenticios norteamericanos de la década de los sesenta. Industrialmente, el ícono que

vincula la racionalización weberiana y taylorista de la producción con los cambios en la

manera como se concibe un elemento tan fundamental en la cultura norteamericana como la

alimentación, es la figura del restaurante de comida rápida. Una unidad que hizo parte de

todos los aspectos en los cuales estuvo inmersa la modernización industrial del campo

alimenticio, tales como la producción en cadena, la eficiencia de la prestación de un

servicio, la multiplicación exponencial en el espacio geográfico, la satisfacción y creación

de necesidades, el beneficio económico y la repetición del consumo. Como es visto por

2 “Para Weber, racionalización significa que la búsqueda, por parte de las personas, de medio óptimos para

conseguir un fin dado, viene conformada por medio de leyes, regulaciones y estructuras sociales. Así, no se

permite que los individuos puedan dedicarse por su cuenta a buscar los mejores medios para alcanzar un

objetivo dado. Antes bien, existen normas, regulaciones y estructuras que determinan o conducen a los

métodos óptimos.” (Ritzer, 2005, Pp. 35)

23

Ritzer, quien ha orientado su estudio hacia el análisis de los cambios de la industria

alimenticia norteamericana:

“Aunque ya no se oye hablar de Taylor y del taylorismo, sus ideas han

conformado la manera en que se lleva a cabo el trabajo, especialmente el manual.

Los restaurantes de comida rápida, al menos implícitamente, se han inspirado en

el taylorismo al organizar el trabajo de sus empleados. En este tipo de

restaurantes el trabajo se encuentra altamente racionalizado, con el objetivo de

descubrir la mejor y más eficaz manera de hacer una hamburguesa a la plancha,

freír un pollo, o servir un menú.”(Ritzer, 2005, Pp. 42)

Por último, la figura del restaurante de comida rápida y la industrialización de los alimentos

en general en la década de los sesenta, se configuró con la transposición de la necesidad de

volver más eficiente el aparato productivo desde un espacio concreto como la carrera

armamentista, hasta los espacios más reducidos como las planchas mencionadas por Ritzer.

El proceso de preparación de una hamburguesa, desde la consecución de las materias

primas, hasta la entrega en serie del producto en una bandeja a los consumidores, debía ser

comparable al tiempo que se requería para producir los alimentos necesarios para suplir un

ejército. De esta manera, el propósito de vincular históricamente las estrategias económicas

norteamericanas del periodo de posguerra, con el mejoramiento del aparato industrial que

está directamente relacionado con la cotidianidad alimenticia de la sociedad, queda

explícitamente evidenciado en la racionalización weberiana, la superación de los modelos

fordista y taylorista, el surgimiento de la búsqueda por la inmediatez, la inclusión

compulsiva de bienes de consumo, la producción masiva de objetos que generalizan los

gustos y, finalmente, la industrialización de la forma tradicional de concebir los alimentos.

24

I.2 La respuesta colorida de la sociedad

Reculer pour mieux sauter

Panovsky

(Marías, 1996, Pp. 81)

Las implicaciones de la continua adición de objetos de consumo en la cotidianidad de la

sociedad norteamericana desde la década de los cincuenta, quedaron evidenciadas desde

una visión orientada por la economía, donde incluso se podría hablar de la materialidad de

la racionalización weberiana de la producción industrial de objetos, alimentos y

costumbres. La configuración de los nuevos tiempos y espacios de la vida social masificada

de consumo, comenzó a tener un eco a través de las diferentes manifestaciones sociales

tradicionales. Hablando específicamente desde la sociedad, la inserción compulsiva de

bienes de consumo y la manera de comprender dichos cambios, se puede evidenciar a

través del arte como uno de los mecanismos de expresión más representativos de la década

de los sesenta. Tanto para el consumo como para el Pop Art - el movimiento artístico

norteamericano característico del periodo entre finales de la década de los cincuenta y

mediados de los setenta en el mundo occidental, específicamente en Londres y Nueva York

-, la cotidianidad se convirtió en el objeto para pensar, producir y divulgar. Pero antes de

centrar el análisis en esta expresión social, es necesario considerar cuáles fueron aquellas

voces alternativas al arte que encontraron en la realidad de la década de los sesenta,

elementos para consolidar otra mirada pública sobre los acontecimientos mundiales y la

modificación de los comportamientos sociales.

Una de las razones por las cuales la década de los sesenta se presenta en la historiografía

como una coyuntura, se debe en parte a la aparición de múltiples manifestaciones sociales

frente a la realidad por la que estaba atravesando el país y el mundo entero. Es común

encontrarse con análisis críticos sobre la aparición de movimientos sociales donde hay

opiniones como las de Lilla, quien determina la importancia de la década por el surgimiento

de dos revoluciones, una política y otra completamente social: “La revolución cultural se ha

convertido en el primer símbolo del imaginario de la derecha norteamericana, alimentando

25

una forma de reacción cultural; la de Reagan ha servido de símbolo equivalente para la

izquierda, generando una forma de reacción política y económica.” (Lilla, 1998, Pp. 64-65)

Por otro lado se pueden encontrar opiniones que le agregan valor histórico al periodo, como

la que presenta el sociólogo Pozas, apoyado por las postulaciones de Harold Jacobs y James

Petras, quienes atribuyen el surgimiento del movimiento social juvenil e incluso la nueva

valoración del movimiento social como tal, a la bipolaridad mundial, la ampliación del

espacio geográfico mundial por las exploraciones espaciales, la carrera armamentista de

posguerra y las invasiones norteamericanas:

“La sociedad estadunidense, que apareció ante el mundo como la preservadora de

la democracia frente al totalitarismo del bloque comunista, mostraba de nuevo su

doble raíz en la confrontación entre liberales civilistas y conservadores racistas.

Este proceso de lucha por la igualdad civil escenifica en los Estados Unidos de

América sus mejores batallas en la década de los sesenta.” (Pozas, 2001, Pp. 184)

Si bien con los postulados de estos analistas se encuentra una reciprocidad entre los

cambios industriales y el surgimiento de movimientos sociales, más allá de entrar en una

discusión sobre el concepto de revolución introducido por Lilla o los propósitos totalitarios

norteamericanos de la década de los sesenta en las relaciones internacionales mencionados

por Pozas, es realmente importante resaltar la función de esa voz social como la

configuración organizada de una respuesta específica. La aparición de una mirada

alternativa al conjunto de mecanismos económicos productivos, dejó como rastro en la

sociedad esa posibilidad de plasmar públicamente cómo estaban siendo vividas las series

interminables de cambios estructurados.

Alrededor de estos coros que exigían un nuevo posicionamiento de la voz pública y una

aplicación real de los valores de igualdad y democracia proclamados por el gobierno, el arte

logró encontrar también su espacio en la cotidianidad norteamericana que estaba siendo

cada vez más bombardeada por productos industriales. Pero así como el consumo y sus

implicaciones en la sociedad han sido entendidos desde una historicidad en su aparición y

en su desarrollo a través del tiempo, el Pop Art también responde a una serie de

26

condicionantes históricos, en este caso del espacio artístico, tanto de comienzos del siglo

XX, como de sus modificaciones a lo largo de las cinco décadas precedentes a su aparición.

Por lo tanto, es necesaria una mirada que logre desde una doble perspectiva, la del arte y la

de la historiografía, resaltar la especificidad temporal del movimiento de una manera que

reconozca el objeto del arte, y el arte como objeto, en la doble dinámica del presente de su

producción y el presente de su análisis como la recuperación de su pasado.

El comienzo del siglo XX en la historia del arte estuvo protagonizado, sobre todo en

Europa, por seis movimientos artísticos que, si bien se evidenciaba una diferencia tanto

formal como conceptual en cada uno de ellos, constituyeron una colectividad que los ha

posicionado en la historia del arte de manera unificada. Hablar de las vanguardias, es

recibir en la imaginación una salpicada de tinta expresionista de todos los colores con obras

de artistas como Kirchner y Heckel; es tratar de encontrar un sentido dadaísta en imágenes

que intentaban no tenerlo, como las que realizaron Jean Arp y Hans Ritcher; es dejar que la

mente encuentre de una forma surrealista, una yuxtaposición de la comprensión simultánea

- racional e irracional - de unidades particulares como en las obras de Marcel Bretton y

Salvador Dalí; es toparse con la superposición de estructuras materiales como una visión

futurística del mundo en las obras de Tomasso Marinetti y Giacomo Balla; y es toparse con

una reconceptualización cubista de la forma del arte, en las obras de artistas como Pablo

Picasso y Georges Braque. Las vanguardias de comienzo de siglo XX se presentan en la

historia del arte como innovaciones y exclamaciones de percepciones de realidad que

querían ser transmitidas al mundo pero que, desde una mirada historiográfica, su efecto

sobre los movimientos que les siguieron a lo largo del siglo XX ha sido motivo de un

debate conceptual.

Por un lado, críticos como Hobsbawm, Simon y Sebreli proponen una mirada hacia las

vanguardias que las posiciona como un intento fallido en la historia del arte del siglo XX, y

son entendidos como movimientos que nacieron para su propia autodestrucción (Sebreli,

200, Pp. 441)

27

“las diversas corrientes de la vanguardia artística que se han distinguido durante

el siglo que acaba partían de una suposición fundamental: que las relaciones entre

el arte y la sociedad habían cambiado radicalmente, que las viejas maneras de

mirar el mundo eran inadecuadas y que debían hallarse otras nuevas. Esa

suposición era correcta. Y lo que es más: el modo de mirar el mundo y

aprehenderlo mentalmente ha experimentado una profunda revolución. Sin

embargo (...), en el terreno de las artes visuales los proyectos de la vanguardia no

alcanzaron ese objetivo, ni podrían haberlo alcanzado jamás.”(Hobsbawm, 1999,

Pp. 9)

Desde otra perspectiva totalmente opuesta, se encuentran críticos del arte como Lucy

Lippard y Lucie-Smith quienes, más que entender las vanguardias artísticas como una

ruptura frente al arte que les precedió, y en general a todo el arte del siglo XX, lo sitúan

como una continuidad en términos de herencias y nuevas valoraciones conceptuales:

“El dadá estaba decidido a imponer una imposible tabula rasa, no a imponer

determinadas reformas políticas y sociales. Su verdadera aportación al arte

moderno y, por consiguiente, también al pop art, consistió en abrir por completo

las puertas que el cubismo había cerrado. Esas puertas conducían a una libertad o,

mejor dicho, a una rebatiña de materiales y temáticas. Destruyendo los obstáculos

de la autoconciencia y la autoimportancia que amenazaban con congelar la

penetración cubista, el dadaísmo dio nueva vida (…).” (Lippard, 1993, Pp. 22)

Frente a esta oposición historiográfica sobre los efectos del arte moderno y de las

vanguardias artísticas en el Pop Art de la década de los sesenta en Estados Unidos, analizar

el cambio del objeto del arte a través del tiempo es lo que permite realmente evidenciar

cómo el concepto artístico del pop, es tanto una ruptura como una continuidad con los

movimientos de comienzo de siglo. Si bien se puede encontrar en el realismo de Courbet

una tendencia hacia la representación de lo concreto, está bastante claro que, por ejemplo,

el autorretrato del artista en poco o en nada se puede comparar, ni en la forma ni en la

voluntad por la imitación específica, con el realismo que se encuentra en el trabajo artístico

de Claes Oldenburg de la década de los sesenta dedicado a los alimentos característicos de

la dieta norteamericana. Se puede comparar así el retrato de Courbet con una de las

hamburguesas de Oldenburg como es el caso del producto agrandado – magnificado - en

Floor Burger (Imagen 2), donde se percibe la exactitud tanto en la forma como en los

28

colores utilizados por el artista para brindarle un realismo totalmente novedoso en la

historia del arte.

Si se sigue pensando desde la historia del arte, los motivos de la naturaleza muerta de

Cézanne, por más que puedan parecerse a False food selection, Series book title: Flux year

box 2 Portfolio (Imagen 26) de Oldenburg donde está representada una pera de grandes

dimensiones, es cierto que en la lógica del Pop Art, la nueva utilización de los materiales

genera un relación completamente diferente y nueva entre el observador y la obra. En la

observación inicial de los objetos representados por los dos artistas, se puede encontrar una

similitud en el contenido, pero la atención del observador en el segundo caso está

claramente orientada hacia la consistencia real que brinda la composición ahora

tridimensional y brillante. Desde este tipo de escultura se evidencia la creación de nuevos

tipos de relación entre la realidad cotidiana y la cotidianidad convertida en arte.

Una nueva relación entre el individuo con la obra de arte histórica pensada desde el arte,

donde el Pop Art logró vincular la realidad con el observador en dos niveles diferentes: por

un lado, se trata del objeto de arte como objeto de consumo y, por el otro, se trata también

de cómo el objeto se convierte en la imagen de la vida de las calles, los restaurantes, los

parques y los hogares norteamericanos de la década de los sesenta:

Imagen 2. Claes Oldenburg, Floor Burger, 1962.

Cartón, Caucho, Espuma, Tela, Látex, Liquitex.

29

“Importantes artistas europeos han usado también estos materiales [comerciales],

por lo menos desde 1912. Sin embargo el pop no guarda relación con la ostentosa

“modernización” de los futuristas, con el estéril formulismo de puristas como

Ozenfant y Le Corbusier, con los “retratos de objetos” publicados por Picabia en

291 (…), o con las páginas ligeramente modificadas por Marz Ernst de un

catálogo de sombreros al por mayor (…).” (Lippard, 1993, Pp. 11)

No se puede negar una herencia directa de las vanguardias artísticas en el Pop Art porque,

por ejemplo, el concepto dadaísta del valor del arte y la utilización cubista del collage sí

hacen parte de esa superposición de objetos ya existentes en el mundo cotidiano manejada

por los artistas pop. El uso del color expresionista influenció en la explotación de los

colores en los alimentos de Oldenburg, las secuencias de rostros de Warhol y los dibujos de

Lichtenstein. Incluso desde una perspectiva contemporánea a su aparición, Martin

Friedman encontró la relación directa entre la obra de Oldenburg y la nueva concepción de

las vanguardias de comienzo de siglo: “(…) His psychological and formal approaches to

subject matter relate his art to major early 20th

century currents. For example, it makes

reference to the analytical processes of Cubism, Constructivism and to the metaphysical

context of Surrealism.” (Friedman, 1975, Pp. 21). El propósito de hacer un arte desde y

para la sociedad también hace parte del principio de la modernidad y de las vanguardias

artísticas como lo menciona Friedman, pero, por ejemplo, desde una comparación entre una

obra del expresionismo abstracto de la década de los cincuenta de un artista como Jackson

Pollock, a una vitrina llena de postres como la que hace Oldenburg en Pastry Case (Imagen

9), queda clara la exclusión de una gran parte de la sociedad en la comprensión del

fenómeno artístico.

Con esta serie de reflexiones en torno al Pop Art frente a los movimientos artísticos de

comienzos de siglo y a la utilización de lo cotidiano para convertirlo en arte como lo

clarifica Lippard, se encuentra también un consenso historiográfico en ver el fenómeno pop

como una respuesta de gran impacto en contra del expresionismo abstracto de la década de

los cincuenta en Estados Unidos. La preferencia de los artistas de este movimiento por

tomar como punto de partida los estados mentales absolutistas del automatismo moralista

en la creación de sus obras, era otro elemento de la cultura norteamericana al cual la voz del

pop sintió la necesidad de responder: “Este tipo de pintura [expresionismo abstracto] estaba

30

basado en la idea de que el arte debía ser un registro directo de los impulsos interiores y de

los estados mentales del artista; en consecuencia, era un arte intensamente personal y

espiritual, en realidad precisamente lo opuesto al Pop.” (Wilson, 1975, Pp. 8). La oposición

que plantea Wilson por parte de los artistas pop a un movimiento artístico basado en el

automatismo psíquico del surrealismo, tuvo sus orígenes en el periodo de posguerra de la

primera guerra mundial, donde muchos de los representantes de esta vanguardia llegaron a

Nueva York, vinculando al desarrollo del arte norteamericano, una influencia directa del

pensamiento europeo de comienzos de siglo. Para 1940, artistas como Bretton, Ernst, Matta

y Dalí, ya estaban instalados en la ciudad norteamericana donde nació el fenómeno Pop.

Además de la crítica conceptual del pop hacia el automatismo psíquico y la innovación del

movimiento en la historia del arte del siglo XX, la respuesta del Pop Art fue también hacia

el conjunto de objetos dentro de los cuales estaba inmerso el expresionismo abstracto como

la sociedad de consumo y la industrialización racionalizada de los comportamientos

sociales. Como lo afirma Lucie – Smith, la acumulación de esos objetos icónicos de la

sociedad americanizada cambiaron el sentido del Pop Art: “En efecto, el pop art retaba – o

al menos parecía retar- al expresionismo abstracto de tres maneras distintas. Era figurativo,

mientras que el expresionismo abstracto era casi enteramente abstracto; era “más nuevo”

que el expresionismo abstracto; y era “más estadounidense”.” (Lucie-Smith, 1995, Pp.

143). El Pop Art se convirtió en un elemento más de la cultura norteamericana consumista

porque la materialización de la respuesta artística hacia una serie de fenómenos industriales

y económicos, puede ser vista ahora como la conversión de la cotidianidad en arte desde un

concepto específico. Aunque también vale la pena mencionar que, así como esta reacción

se presentó en Estados Unidos y en Inglaterra, movimientos como el minimalismo, el arte

de la tierra y el arte conceptual surgieron posteriormente en Estados Unidos, y su “paralelo”

Fluxus en Europa, como una continuación conceptual del Pop Art –aunque, claramente con

nuevas formas desde la apertura que brindó el pop a la utilización de materiales no

convencionales - .

31

Finalmente, con este posicionamiento del Pop

Art en la historia norteamericana y en la historia

del arte del siglo XX, valdría la pena

considerarlo como la materialización de los

cambios en la mentalidad social, al incluirlo en

el sistema de consumo de la década de los

sesenta. Al tomar como objeto del arte, por

mencionar unos ejemplos, una bañera, un pastel,

un horno, una lata de sopa o una bandera de Estados Unidos, las tradiciones

norteamericanas condensadas en el Amercian way of life de la publicidad, los almacenes y

los restaurantes se ve reflejado en el conjunto de obras pop. Más allá de una simple

transposición del mundo a la pintura o a la escultura, de lo que se trata es de una

reconceptualización del valor del arte como tal en la medida que, dentro de la moralidad

tradicional norteamericana, debían encontrarse unos espacios en los cuales los lenguajes

comunes de lo que debía ser, lo que era y lo que en realidad se vivía como Estados Unidos

era la repetición, la admiración por los objetos y la explotación de las formas de la realidad

material.

Esta concepción de la repetición, el consumo masificado y la presentación de lo cotidiano a

través del arte se evidencia en Campbell’s soup 1 de Andy Warhol (Imagen 3) – por

mencionar un ejemplo - ya que, la familiaridad de la sociedad con este tipo de productos

industriales es convertida en arte desde la repetición, la pérdida de selectividad, la

generalización del consumo y la configuración del gusto como una imposición. Como

incluso lo menciona Lucie-Smith en su análisis sobre la multiplicidad de movimientos

artísticos desde 1945, “El nacionalismo contribuyó al repentino y abrumador éxito del pop

art estadounidense. Los estadounidenses encontraron en él un auténtico reflejo de la

sociedad en que vivía, y también vieron en él una afirmación de la unicidad del sueño

americano.” (Lucie-Smith, 1995, Pp. 142)

Imagen 3. Andy Warhol, Campbell’s soup 1,

1968

32

I.3 La mirada pop del consumo

El análisis del fenómeno pop en la historia del arte ha sido tratado desde diferentes

perspectivas como la historia, la sociología, la historia del arte y, específicamente la crítica

del arte, ha incluido un debate conceptual de gran relevancia alrededor del límite difuso

entre lo que es considerado pop y lo que se ha mostrado en la historia del arte como una

continuación del movimiento. Cronológicamente, se debería tener en cuenta inicialmente el

movimiento pop inglés con artistas como Richard Hamilton, Peter Blake, Richard Smith,

Anthony Donaldson y Patrick Caulfield, al ser los primeros que comenzaron a

experimentar, desde la década de los cincuenta, la conversión de los objetos de la

cotidianidad inglesa, específicamente la londinense, en arte. Pero si se piensa en el

surgimiento del Pop Art norteamericano de la década de los sesenta, se evidencia una

independencia tanto conceptual como formal de la iniciativa inglesa; tal vez el único factor

común a los dos movimientos es la preocupación por la cotidianidad y el ambiente

completamente urbano en el cual estuvo inmersa la producción artística.

El Pop Art norteamericano de la década de los sesenta tuvo diferentes tipos de

representaciones a través de la música y el arte, y dentro de este último hubo variaciones

como la pintura, la escultura y los montajes tales como los performances y los happenings.

Para identificar cuál es el entorno artístico específico de la obra escultórica del artista pop

Claes Oldenburg como el objeto central de la presente investigación, la especificación

hecha por Lucy Lippard acerca de los artistas pop más representativos es tal vez la

clasificación en la cual la mayoría de los expertos han concordado; Andy Warhol, Roy

Lichtenstein, Tom Wesselmann, James Rosenquist y Claes Oldenburg han sido

denominados por Lippard como “Los Cinco de Nueva York” (Lippard, 1993, Pp. 69).

Además de ellos, vale la pena mencionar una aparición posterior en otras ciudades

norteamericanas como Los Ángeles y San Francisco, con artistas como Ed Rusha y Wayne

Thiebaud. Si bien se trata de personajes con trayectorias diferentes, es cierto que sus

producciones compartieron la orientación del concepto pop neoyorquino de convertir la

cotidianidad en el objeto del arte.

33

El entorno de la producción de Oldenburg

estuvo rodeado por las obras pop de los otros

cuatro artistas mencionados donde, tanto las

mujeres de Wesselmann en obras como

Bedroom Painting #39, Bathtub collage #3 y

Great American Nude #93, las composiciones

con íconos norteamericanos de Rosenquist en

obras como World's Fair Mural, President

Elect (Imagen 4) y World's Fair Mural, los

“personajes famosos” de Warhol en obras donde se encuentra Marilyn Monroe, Che

Guevara y Mao Tse Tung, y las composiciones de Lichtenstein como Blam, The

Refrigerator y Washing Machine, muestran elementos populares de la cotidianidad

norteamericana. Los objetos por sí mismos como el presidente Kennedy, la torta siendo

consumida y el camión de transporte evidencian desde Rosenquist esa composición que

posiciona en un mismo nivel a los personajes icónicos norteamericanos, con elementos de

consumo masivo de la década de los sesenta. La utilización del color y la superposición de

objetos dejan claro el recurso histórico del expresionismo, dadaísmo y surrealismo pero, de

lo que se trata realmente es de una evidencia gráfica de la selección aleatoria de algunos

elementos de la memoria colectiva de la sociedad norteamericana. Al convertir en arte al

presidente recién electo, a la torta de chocolate y al automóvil, lo que logra Rosenquist es

condensar la historia del arte y la historia industrial norteamericana en una composición

colorida, donde el observador puede reconocer casi inmediatamente a cuáles íconos de la

década de los sesenta se está haciendo referencia.

Para orientar el análisis de los temas específicos de la obra de Oldenburg, es necesario

ahondar un poco en la vida del artista para comprender mejor cuáles fueron esos escenarios

que rodearon su realidad y le dieron forma a su imaginación. Instalado en Chicago desde

muy pequeño, este artista sueco estudió en Yale, trabajó como reportero y posteriormente

fue alumno del School of the Art Institute of Chicago. En 1956 llegó a Nueva York donde

el ambiente de los cambios en la ciudad y el contacto con los diferentes artistas pop,

generaron un interés particular en el artista, específicamente aquellos relacionados con el

Imagen 4. James Rosenquist,

President Elect, 1960-1961

34

arte del happening como Allan Kaprow, Jim Dine y Robert Whitman, a quienes Oldenburg

les concede una importancia fundamental en su formación artística:

“Through all this I was always attracted to city culture, because that's the only

culture I bad. Then around 1959, under the influence of the novelist, Celine, and

Dubuffet, I started to work with city materials and put my fantasy into specific

forms. Then, under the influence of friends like Jim Dine and Roy Lichtenstein

and Andy and all these people, the images became even more specific.”

(Oldenburg, 1966)

Teniendo clara esta ubicación de Oldenburg en el tiempo histórico artístico y en el espacio

rural de Nueva York, es posible adentrarse en los requerimientos para comprender su

producción escultórica. Contrariamente a la concepción del crítico Renato de Fusco (De

Fusco, 2000) sobre la forma de analizar una obra de arte, quien afirma que más que la

comprensión de las partes que constituyen una obra, se trata de una hermenéutica del todo,

el análisis de la obra escultórica de Oldenburg sólo puede ser guiado por las relaciones que

se encuentran entre las diferentes partes de las composiciones. Tanto los materiales como

los objetos representados, en muchos casos, son la acumulación de elementos que termina

por darle un significado y un lugar tanto a la historia social de la década de los sesenta,

como a la historia del arte del siglo XX. La primera forma de acercarse a esta

materialización de una opinión social, es desde el concepto de la representación en términos

analíticos y prácticos. Si bien dentro de la comprensión básica del término, una

representación se refiere a una imagen que hace alusión a cualquier objeto o pensamiento

de la realidad contemporánea de la producción, han sido varios teóricos, tanto del arte como

de la historia, quienes se han detenido a pensar en el valor real de lo que significa

representar desde el arte o desde la sociedad.

En la historiografía se encuentran diferentes concepciones de la representación tanto por

parte de historiadores como de antropólogos y sociólogos. Alrededor del concepto

específico, vale la pena mencionar que los aportes hechos por Paul Ricoeur, quien

comprendía la representación como objeto y operación de la historia (Chartier, 2007,

Pp.36), fueron los que le dieron la posibilidad a las corrientes como la microhistoria y la

historia global de pensar en el concepto como una estructura, un sistema activo.

35

Posteriormente desde la historia, fue Roger Chartier quien profundizó en la reflexión

definiendo la representación como una entidad social que construye de una manera

particular las escenografías dentro de las cuales interactúan los diferentes actores sociales,

alejándose completamente de la idea tradicional de comprenderla como una simple

imitación de lo real:

“Las representaciones no son simples imágenes, verídicas o engañosas, de una

realidad que les sería externa. Poseen una energía propia que persuade de que el

mundo o el pasado es, en efecto, lo que dicen que es. En ese sentido producen las

brechas que fracturan a las sociedades y las incorporan en los individuos.”

(Chartier, 2007, Pp. 74)

La representación de ese mundo americanizado de la década de los sesenta como el

objetivo del Pop Art, enmarca conceptualmente la obra de Oldenburg en el espacio de los

diferentes temas tratados en este capítulo como el consumo, la producción de bienes de

consumo y la industrialización de los alimentos. Esa producción de las brechas de la

sociedad mencionadas por Chartier, pueden comenzar a ser esbozadas desde la obra

escultórica de Claes Oldenburg, quien representa diferentes elementos de ese cuerpo social

en general, y hace un énfasis en los cambios en los sistemas de alimentación de la sociedad

norteamericana de la década de los sesenta, con el conjunto de composiciones que

evidencian tanto objetos particulares como comportamientos sociales. La escultura de

Oldenburg se posiciona así como un libro histórico, en el cual se lee la industrialización de

los alimentos desde el reconocimiento colorido de los productos que componen la realidad

material de la sociedad.

Fue tanto su apego hacia la escenografía urbana, que su obra estuvo orientada por tres

conceptos específico que, si bien no se encuentran de manera cronológica sucesiva a través

de su carrera artística, sí convergieron en esa representación de la sociedad norteamericana

a través de sus ojos y de sus manos en la década de los sesenta. Estos espacios son The

Street, que en realidad fue el concepto de su primer happening en 1960, Home y The Store,

que fue posteriormente el nombre que recibió su taller de trabajo. Alrededor de estos tres

conceptos y como lo menciona Monjarás en su estudio sobre la representación histórica de

36

los alimentos, la obra de Oldenburg vuelve a darle a estos objetos un nuevo lugar en el arte

que había sido eliminado por las vanguardias artísticas de comienzo de siglo: “El arte se

sumergió en un caos organizado. Se consideró académico el arte que no salía de sus

parámetros. La pintura como tal, entró en crisis. Y la comida, como tema, no fue tomada en

cuenta.” (Monjarás, 2000, Pp. 35). Para esta presentación preliminar, vale la pena tomar

como punto de partida la comprensión que el artista tiene sobre la forma como la realidad

mostrada es una reinterpretación – y una representación - objetiva de su mundo

subjetivizado:

“For example, you might ask what is the thing that has made me make cakes and pastries

and all those other things. Then I would say that one reason has been to give a concrete

statement to my fantasy. In other words, instead of painting it, to make it touchable, to

translate the eye into the fingers. That has been the main motive in all my work. That's

why I make things soft that are hard and why I treat perspective the way I do, such as

with the bedroom set, making an object that is a concrete statement of visual perspective.

But I am not terribly interested in whether a thing is an ice cream cone or a pie or

anything else. What I am interested in is that the equivalent of my fantasy exists outside

of me, and that one can, by imitating the subject, make a different kind of work from

what has existed before.” (Glaser, 1966)3

3 Ver ANEXO 3 para profundizar en el concepto que tenían Oldenburg, Lichtenstein y Warhol sobre el Pop

Art.

Imagen 5. Floor Cone, 1962

Cartón, Caucho, Espuma, Pintura, Polímero, Tela

37

Si tomamos algunas de las esculturas de Oldenburg producidas en la década de los sesenta

como Chocolates in box (Fragment), Soft Toaster (Ver ANEXO 1), Floor Cake (Imagen

29), Floor Cone (Imagen 5) y Giant Soft Ketchup Bottle with Ketchup (Imagen 14) por

mencionar sólo unos ejemplos, se encuentra una relación directa entre el sistema cultural

norteamericano, los objetos de consumo y los alimentos que caracterizan la cotidianidad y

la forma como Oldenburg decide recrearlos. Es el caso del cono de helado en Floor Cone,

donde la condensación del proceso histórico del procesamiento industrial de sabores

sintéticos, el manejo de la industria de los productos congelados y la cotidianidad en su

consumo es magnificado por Oldenburg al llevar a un espacio privado esta escultura de

136.5 x 345.4 x 142cm para poder ser vista por la sociedad consumista. La verdadera

ilustración de comportamientos sociales en la obra del artista, más allá de los objetos, se

encuentra en la serie de obras de la década de los sesenta dedicadas a los alimentos y a los

utensilios que se requieren para acercarse a ellos – o incluso prepararlos -. Los objetos

recreados por Oldenburg evidencian cómo son presentados en la cotidianidad para el

consumidor y la apariencia – consistencia – de los mismos, luego de procesos industriales

en obras como Breakfast table (Imagen 10), Counter and plates with potato and ham

(Imagen 11) y Stove with meat (Imagen 6) por mencionar unos ejemplos. La presencia de

este horno representa directamente la utilización masificada de los bienes de consumo y la

presencia de los utensilios industriales en los espacios privados de los hogares

norteamericanos de la década de los sesenta.

Imagen 6. Stove with

meat, 1962

Cretona, Esmalte,

Lienzo, Yeso

38

II. Segundo Capítulo

Consumo y alimentación: la mirada del artista

A través de la obra escultórica de Claes Oldenburg de la década de los sesenta, se encuentra

la representación de los efectos que tuvieron las diferentes estrategias económicas

industriales que incrementaron el consumo de bienes y alimentos modificados

mecánicamente. La relación directa entre el contexto norteamericano y la forma como eran

vistos los cambios por parte de la sociedad, puede ser analizada desde cuatro argumentos

fundamentales que sostienen la idea de leer desde el arte la modificación en los

comportamientos de la sociedad norteamericana, con el propósito de hacer converger en la

serie de esculturas de Oldenburg, la mayor cantidad de relaciones posibles entre la

materialidad de la cotidianidad y los procesos históricos que se pueden leer desde cada

objeto representado.

El cambio en la relación entre el consumidor/observador y la obra de arte generado por el

Pop Art, cobró un nuevo sentido al estar insertado en las estrategias económicas del

consumo. A medida que la escultura de Oldenburg magnificaba los objetos que componían

la cotidianidad norteamericana, el vínculo que se creó entre el individuo y los objetos de

consumo se insertó en una nueva perspectiva donde quedó representado el cambio de

lenguaje que solía comunicar a la sociedad con su entorno. Los objetos que componía la

materialidad de la cotidianidad lograron imponerse en medio del contacto físico que

caracterizaba la interrelación del individuo con el espacio, ubicando al objeto y al alimento

industrial en el centro de las relaciones sociales. Pasó de ser un lenguaje directo, a un

comportamiento social donde el lenguaje común del consumo era el intermediario entre la

mecanización eficiente del tiempo y la apropiación material del mundo.

La industrialización de la producción norteamericana en la década de los sesenta, logró

generalizar las tendencias de los comportamientos de la sociedad, a medida que la

consolidación de la estructura cultural alrededor de los bienes de consumo y los alimentos

industrializados, se convertía progresivamente en la materialización del American way of

39

life. El análisis del contenido del sistema de consumo que se insertó en la tradición y en la

comprensión del mundo, se verá representada a través de la obra de Oldenburg en la serie

de esculturas que lograron convertir en arte no sólo los objetos que componían escenarios

específicos, sino también las situaciones cotidianas a las cuales se veía enfrentado el cuerpo

social en la cotidianidad. Los hábitos analizados desde las composiciones de Oldenburg

permitirán evidenciar en primer lugar, cómo las esculturas son la manifestación de una

mirada que logró retratar la década de los sesenta de una manera tal, que los

comportamientos sociales se instalaron en las galerías como representaciones estáticas en el

tiempo y en el espacio.

Más allá de los comportamientos que generó el consumo, se ahondará posteriormente en la

modificación de los gustos y los hábitos generados por las estrategias de mercado

orientadas por un discurso nacional y por el espíritu de competencia de las grandes marcas

en lo que se ha denominado desde la antropología y la sociología como la mcdonalización

de la sociedad. Tanto los alimentos específicos que caracterizaron las estrategias

industriales alrededor de la racionalización de los alimentos, como las implicaciones que

éstos tuvieron en la comprensión del tiempo y del espacio en la cotidianidad social de la

década de los sesenta, serán leídos desde las obras de Oldenburg que evidencian la

composición de la repetición de los productos de comida rápida. La aparición de las

industrias alimenticias que expandieron su mercado a través de las franquicias a lo largo del

país desde la década de los cincuenta, fue la muestra de la dinámica del consumo masivo en

la medida que se instauró una impersonalidad en la relación entre el individuo con el

alimento, al no tener que ser preparado de manera individual. El automatismo y la facilidad

de la adquisición de los alimentos constituyeron un esquema racional de objetivación del

individuo donde la obra de Oldenburg evidencia la relatividad del valor y la apariencia de

los objetos en la cotidianidad de la década de los sesenta, a través de la variabilidad de la

forma de su arte.

Finalmente, la serie de obras de Oldenburg que toman como objetos del arte algunos de los

íconos publicitarios, permitirá ubicar el análisis de la dependencia de las compañías

productoras de alimentos, por las estrategias de mercadeo basadas en el manejo de los

40

comportamientos sociales a través de la publicidad de la década de los sesenta. La

utilización de diferentes texturas y formas por parte de Oldenburg en sus esculturas,

evidencia la relativización que el artista y el concepto del Pop Art le atribuyen a la realidad

y materialidad efímera de los productos. Al convertir la apariencia de sus objetos en algo

cambiante, se genera en el espectador un cuestionamiento sobre su realidad, en la medida

que, históricamente, la publicidad de las grandes compañías estuvo marcada por una visión

de la cotidianidad de la sociedad, como un espacio invariable en el cual la inserción de los

productos industriales dependía únicamente del aumento generalizado de las ventas, no

necesariamente de las preferencias individuales de los consumidores.

II.1 La comunicación del individuo con el mundo desde los

objetos

En la década de los sesenta del siglo XX, la especialización de los productos industriales de

consumo masivo generó unas dinámicas particulares en la creación de necesidades, en

términos de aceptación por parte de la sociedad. El cuerpo social norteamericano comenzó

a ver cómo la escenografía del espacio cotidiano en el cual se llevaban a cabo las

actividades tradicionales de trabajo y ocio, comenzó a ser bombardeada por los colores de

la publicidad que promocionaban bienes de consumo, noticias impactantes sobre la carrera

por una soberanía de su país frente al mundo entero, productos que inundaban los

almacenes y alimentos en presentaciones nuevas que llenaban las estanterías. Esta

modificación progresiva de la materialidad de las innovaciones, se construyó a partir de la

secuencia lógica entre un desarrollo industrial, la posibilidad de expandir mercados y una

visión del cuerpo social como actores a los cuales se les debía entregar un libreto

determinado.

Los desarrollos industriales orientados por el consumo, le abrieron campo a la inclusión de

los objetos poco variables en la vida cotidiana; la triple perspectiva de la necesidad de darle

un nuevo lugar a los productos creados industrialmente por parte del gobierno para suplir

los ejércitos, de la sociedad ya orientada hacia el consumo como repetición, y de las

41

empresas para equiparar la mayor cantidad del mercado norteamericano, entretejió una

compleja telaraña de consumo. La adición de productos de diferentes naturalezas llenó cada

espacio vacío y limitó la visión de un estilo de vida diferente al de la compra compulsiva y

el uso – consumo – inmediatos. La sociedad de la década de los sesenta sintió la necesidad

de hacer evidente su posición frente a las estrategias norteamericanas del periodo de

posguerra, en la medida que la realidad debía ser vista desde otras perspectivas y las

manifestaciones sociales juveniles de tinte político y artístico se consolidaron como esa

mirada alternativa a la repetición ciega de comportamientos y determinaciones

gubernamentales. La aparición de objetos industriales como los bienes de consumo y los

alimentos modificados mecánicamente, fueron los componentes de un nuevo sistema de

vida que debía ser cuestionado tanto en su forma, como en las implicaciones que tenía su

inclusión en la cotidianidad, en la medida que constituían el contenido de la realidad.

El Pop Art, característico de la década de los sesenta, logró expandir los espacios sociales

de expresión a través de las reflexiones sobre las implicaciones de las innovaciones de las

estrategias de producción y consumo masivo norteamericanos. Al convertirse en objeto del

arte la forma como se vivía el mundo en el día a día dentro de la dualidad de los efectos del

consumo, las obras de arte, específicamente las de Claes Oldenburg, representaron esa

familiaridad de la sociedad con los bienes de consumo y con los alimentos industrializados.

Su uso continuo y casi excesivo fue magnificado a través de la serie de esculturas de la

década de los sesenta que evidenciaron la sobrevaloración de los objetos, la generalización

de los comportamientos, la creación y reproducción de hábitos, y la satisfacción e

invención de necesidades.

Oldenburg logró convertir en arte, a través de su escultura, todos aquellos objetos que se

tocaban, se veían, se olían y se sentían día tras día en las calles, los restaurantes y los

hogares norteamericanos de la década de los sesenta. Dentro de la historiografía del arte, las

apreciaciones de Barilli son las que resumen de manera más completa cómo esta expresión

social ha sido concebida a través del tiempo como una voz que, desde la subjetividad, logró

ubicar los elementos cotidianos en una posición visible para los consumidores como la

muestra objetiva de su realidad:

42

“El propósito del Pop Art, sin embargo, no es ciertamente el de expresar el

desdén o la ironía de una élite intelectual con respecto a estos objetos kitsch

(término sinónimo, en el fondo, con el cual se entiende el objeto de mal gusto

producido por medios industriales) sino, por el contrario reconocerles un valor

positivo como elementos que de todas maneras existen y son fundamentales

dentro de nuestro usual panorama urbano; y, por tanto, el de intentar su rescate a

través de técnicas de extrañamiento que les confieran una nueva dignidad

estética.” (Barilli, 1998, Pp. 382)

Gracias a la familiaridad o mejor, a la nueva dignidad estética de la cotidianidad

mencionada por Barilli que se le confiere a la serie de objetos convertidos en escultura, es

posible evidenciar cómo los “alimentos artísticos” en este caso específico, son otros objetos

materiales sumados al gran repertorio de elementos industriales de la cotidianidad. La

existencia de los bienes de consumo y de los alimentos industrializados dentro del espacio

urbano de la década de los sesenta, también está a la vista del consumidor más allá de lo

puramente kitsch, al brindarle un doble sentido icónico a las figuras, desde la

materialización de lo que representan cotidianamente en su uso. De esta manera, una

escultura se convierte en un producto del consumo al estar creado desde la repetición – de

un modelo -, la apariencia – buscada también en la producción industrial de bienes y

alimentos – y el impacto en la sociedad – como fin último de todos los productos de la

sociedad de consumo.

A través de las esculturas de Oldenburg que muestran directamente los productos de la

alimentación norteamericana de la década de los sesenta, la atención que se presta sobre los

objetos representados genera la posibilidad de preguntarse por los procesos industriales a

los cuales hacen referencia. Así como frente a una obra de arte o frente a un objeto se

plantea un cuestionamiento epistemológico sobre la relatividad de comprenderlo o

aprehenderlo totalmente, debería ser impensable traspasar esa reflexión al consumo de

alimentos. Pero, si lo que se come ha pasado por procesos químicos, modificaciones

industriales, empaquetados y múltiples transportes, ¿en realidad sí se está consumiendo el

alimento o una simulación del mismo? La relatividad de la conceptualización del valor y

del sabor de lo sintético, tiene que ser entendida directamente desde la implicación que

43

tiene comprender, desde una mirada material, la construcción tanto del alimento, el

consumidor y la obra escultórica de Oldenburg, como de los productos masificados

pensados a gran escala como una estrategia económica.

Para profundizar en el significado de la representación de la producción artística de

Oldenburg, y la relación de ésta con los objetos de consumo y la cotidianidad de la

sociedad norteamericana de la década de los sesenta, es necesario adentrarse en una

reflexión concreta sobre el consumo. A medida que el sistema industrial pasó de ser una

actividad económica a un sistema de vida, tanto el cuerpo social como las diferentes áreas

productivas norteamericanas, fueron la construcción social de una estructura que moldeó

todos los espacios y las actividades de la cotidianidad. El consumo se convirtió en un

proceso moderno entendido desde la sociología de Baudrillard, como un sistema cultural

caracterizado por las nuevas formas de comprender la producción y la distribución:

“se puede concebir el consumo como una modalidad característica de nuestra

civilización industrial, a condición de separarla de una vez por todas de su

acepción común y corriente: la de un proceso de satisfacción de las necesidades.

El consumo no es ese modo pasivo de absorción y de apropiación que oponemos

al modo activo de la producción para poner en equilibrio esquemas ingenuos de

comportamiento (y de alienación). Hay que afirmar claramente, desde el

principio, que el consumo es un modo activo de relación (no sólo con los objetos,

sino con la colectividad y el mundo), un modo de actividad sistemática y de

respuesta global en el cual se funda todo nuestro sistema cultural.” (Baudrillard,

2003, Pp.223)

La producción industrial generó progresivamente un sistema cultural en el cual la

cotidianidad del cuerpo social fue la receptora directa de todos los cambios; de todas las

actividades sistemáticas convertidas en un patrón de generalización tanto en la adquisición,

como en el uso real de todos los productos fabricados y distribuidos de manera masificada.

No se puede hablar de una imposición de comportamientos sociales, pero sí se puede

afirmar que hubo una imposición progresiva de la generalización en las tendencias que

guiaban el cuerpo social hacia el consumo de productos específicos, dentro de los cuales se

encuentran desde los bienes como los electrodomésticos, hasta los productos alimenticios:

“The purchase of a good by the high-income households reduces its price, which makes this

44

good affordable to the low-income households, which were previously unable to purchase

it. This trickle-down process helps an industry to take off.” (Matsuyama, 2002, Pp. 1039)

Dentro de esta imposición de tendencias, el concepto de

necesidad es relativizado desde la condición cambiante

de la accesibilidad a los productos. Siempre y cuando

los productos básicos son más comunes, el precio

disminuye y así se convierten cada vez más en una

generalidad de ese sistema cultural norteamericano. Una

estructura en la cual la dependencia directa del mercado,

tanto por parte de la sociedad como por parte de los

productores, generó una nueva visión del consumo, al

ser la acumulación de objetos industriales que eran

vendidos bajo el discurso de la practicidad y la

eficiencia. Lo que crea la dinámica del sistema es la

repetición de la compra y la utilización compulsiva de

todo tipo de objeto. Si se piensa por ejemplo en la obra

de Oldenburg Glass Case with Pies (Assorted pies in a

case) (Imagen 7), se evidencia cómo desde el consumo, la sociedad queda limitada a una

serie específica de opciones como quien se encuentra frente a una vitrina llena de pasteles

de diferentes sabores, donde la selección va a depender directamente de la apariencia –

seguramente similar para todos -, no necesariamente de la calidad o las propiedades

alimenticias reales del pastel. Es la variedad de un producto perfectamente presentado para

el consumidor como una serie de opciones equivalentemente accesibles, donde la

representación de esa cotidianidad de la década de los sesenta evidencia que lo primordial

es la compra, no el pastel.

La inclusión de los objetos de consumo y los alimentos industrializados generó un impacto

en la concepción misma de la tradición norteamericana que se vivía en la década de los

sesenta. El sistema cultural entendido desde Baudrillard e insertado en este periodo,

claramente se creó desde el consumo porque, si se fija la mirada en el comienzo de siglo

Imagen 7. Glass Case with Pies

(Assorted pies in a case), 1962.

Arpillera, Esmalte, Metal, Molde

Aluminio, Vidrio, Yeso

45

XX a partir de los procesos fordistas, la apreciación de Matsuyama evidencia cómo se

construyó el adorno de la cotidianidad desde la acumulación de los bienes de consumo:

“As many countries have experienced this transformation, the very notion of

necessities and luxuries has changed. Many consumer goods that have penetrated

into the majority of households, such as vacuum cleaners, washing machines,

telephones, televisions, refrigerators, automobiles, and air conditioners, are now

generally regarded as necessities in rich societies, and yet they were all

considered as luxuries only a half century ago.” (Matsuyama, 2002, Pp.1038).

El vínculo de los individuos con el mundo se creó progresivamente a través de los bienes de

consumo donde, desde los carros hasta las tostadoras, fueron los intermediarios entre los

procesos históricos industriales y la visión cambiante de la sociedad dentro de la cadena

interminable de producción y consumo de la década de los sesenta. Si bien Matsuyama lo

plantea en términos de la relatividad del lujo a través del tiempo en la afirmación que se

acaba de presentar, lo que se evidencia es un proceso social de objetivización del individuo,

en la medida que ya no es necesariamente el contacto físico humano el que genera las

dinámicas sociales, sino que la comunicación del individuo con su entorno depende

directamente de la utilización repetida de los objetos de consumo masivo.

II. 2 Lo estático en el tiempo y en el espacio

Si bien la conformación de la estructura cultural ya ha sido analizada, el contenido real

debe clarificarse para entender cómo era visto este sistema, de qué manera se vendía tanto a

nivel nacional como internacional y, finalmente, cuáles fueron los objetos que se quedaron

en la memoria colectiva de la sociedad norteamericana. La relación directa entre el objeto

del Pop Art y la cotidianidad ha quedado evidenciada en la medida que esta expresión fue

la manifestación y materialización de un contexto urbano específico. Los diferentes objetos

del pop, en este caso específico aquellos relacionados con los alimentos industrializados de

Oldenburg, más que una simple reproducción, son la identificación tanto del artista como

del observador con la realidad. Esto se confirma desde el objetivo del arte de la década de

los sesenta, al ser un llamado directo para la sociedad a la reflexión en torno a las

46

concepciones que se tenían alrededor de los objetos y de las ideas incluso históricas que se

construyeron alrededor de los mismos. Como lo dice el propio Oldenburg:

“subject matter is certainly a part of it [pop art]. You never had commercial art

apples, tomato cans or soup cans before. You may have had still life in general,

but you never had still life that had been passed through the mass media. Here for

the first time is an urban art which does not sentimentalize the urban image but

uses it as it is found. That is something unusual. It may be one of the first times

that art focuses on the objects that the human being has created or played with,

rather than the human being. You have had city scenes in the past but never a

focus on the objects the city displays.” (Oldenburg, 1966)

Tanto las vanguardias artísticas de principios de siglo como los movimientos artísticos

consecutivos en el siglo XX como el expresionismo abstracto, mantuvieron una

preocupación constante por cambiar el concepto que se tenía sobre lo que debía ser el arte y

cómo se había venido produciendo desde la modernidad. Hay un hecho real compartido

por la historiografía del arte y es precisamente el posicionamiento del objeto cotidiano de

una manera totalmente novedosa en la historia del arte por parte del Pop Art. Además de

esto, queda evidenciada la nueva concepción del objeto, de la cotidianidad y de los

alimentos convertidos en arte, por el nuevo tipo de relación que se crea entre el observador

y la obra. Si se piensa por ejemplo en llegar a una galería y encontrar los mismos productos

de un restaurante que está ubicado en el establecimiento contiguo, como las papas con salsa

de tomate de Oldenburg en French Fries and Ketchup (Imagen 8), el impacto va a ser

completamente diferente al de encontrar en una pintura una serie de alimentos que resaltan

únicamente por sus colores– en una naturaleza muerta por ejemplo -. Es decir que, tanto la

Imagen 8. French fries and Ketchup, 1963

Kapok, Madera, Vinilo

47

forma de estas papas con salsa de tomate, como lo que significaban dentro de la

cotidianidad alimenticia inundada por este tubérculo modificado industrialmente y

convertido en una repetición, representan cómo los alimentos dentro de las galerías de arte,

son el mecanismo de Oldenburg para relativizar la industrialización de los tubérculos, la

presencia de lo sintético como la salsa de tomate y la masificación de su consumo.

Esta visión pop de los bienes de consumo tuvo sus orígenes en la ubicación de los

individuos dentro de la cotidianidad productiva que comenzó a perfilarse desde la década

de los 20 del siglo XX, cuando la compañía de empaques E.I du Pont de Nemours and

Company utilizó la campaña publicitaria de Mrs. Allen. Como lo menciona Glenn Porter

(Porter, 1999) en su estudio sobre la historia del empaque de productos en Estados Unidos,

esta campaña hacía referencia a la imagen de la mujer ama de casa, donde su felicidad

dependía de la posesión de la mayor cantidad posible de objetos de consumo que le

ayudaran a realizar los oficios de la casa tales como cocinar – ollas, tostadora, batidora,

nevera,…-, y limpiar – aspiradora, escoba,…-. Si bien se trata de un ideal de comienzos de

siglo que se modificó progresivamente con los diferentes movimientos sociales de la

década de los sesenta que posicionaron a la mujer en un nuevo lugar en la sociedad, es

indiscutible que esta idea de un equipamiento compulsivo de los hogares con bienes de

consumo como una felicidad totalmente dependiente de la suma de objetos, se fue

quedando en la mentalidad social y artística norteamericana. La relación entre el bien de

consumo y el individuo quedó así anclada en la acumulación, repetición y obtención de la

mayor cantidad posible de comodidades o, mejor, de practicidades.

Así como Mrs. Allen buscaba a principios de siglo en los electrodomésticos su felicidad,

desde la década de los cincuenta a estos objetos se les fueron sumando progresivamente las

comidas preparadas para ahorrar tiempo al llegar de trabajar, los restaurantes en los cuales

se podía comprar la comida desde el carro y los alimentos de fácil preparación para ser

vistos frente al televisor - sólo por mencionar algunos de los ejemplos de las tendencias

impuestas -. La regulación del tiempo de producción y consumo le dieron un ritmo

específico al funcionamiento del sistema cultural, en la medida que la vida cotidiana quedó

48

limitada a una temporalidad y a una dependencia de los bienes de consumo, como lo

evidenció Fahlstrom en 1966 mientras esta serie de comportamientos se consolidaban:

“In the U.S.A., as we know, objects (goods) have an ecstatic quality - so that they

can be sold, so that new objects can be made, so that more people have the means

to buy more objects. If the U.S.A. is half a warfare state with a strategic industry

"for the good of the nation" (of politicians, the military and industrialists), the

remainder is a market state "for the good of the individual" (of the industry). To

speed up this crazy circle, the Americans are reminded from the time they wake

up in the morning until the time when they lose consciousness, that goods are

fetiches which make them (better) Americans, mothers, millionaires, filmstars,

fighters, mistresses and cowboys.(…).” (Fahlstrom, 1966)

La obra escultórica de Oldenburg que representa

comportamientos alimenticios específicos de la

sociedad norteamericana de la década de los sesenta,

se puede evidenciar en el grupo de obras Potato Chips

in Bags (Imagen 28) y las ya mencionadas Breakfast

table (Imagen 10), Counter and Plates with Potato

and Ham (Imagen 11), Stove with meat (Imagen 6),

Pastry Case (Imagen 9), Pastry Case # I y False food

selection, Series book title: Flux Year Box 2 Portfolio

(Imagen 26). El objeto convertido en hábito, y éste en

arte, se relaciona con una cotidianidad histórica en la

cual la construcción del sueño americano como visión específica del mundo, de ese

American way of life tan difundido por la publicidad y las producciones cinematográficas,

es una nueva forma de leer la sociedad norteamericana con sus comportamientos y sus

escenografías construidas culturalmente. En el caso específico de Pastry Case, la inclusión

de los productos de repostería como los pasteles y los muffins constituyen esa muestra

gastronómica como la imagen de los íconos norteamericanos que debían ser aceptados a

nivel nacional e internacional. La familia nuclear, los electrodomésticos caseros, los

automóviles, la comida rápida y la repostería instantánea, fueron finalmente la

americanización de los objetos de la sociedad de la década de los sesenta, que debía ser

repetida por la mayor cantidad posible de sociedades alrededor del mundo. Ese círculo

Imagen 9. Pastry Case, 1961

Cerámica, Metal, Vidrio, Esmalte

49

mencionado por Fahlstrom en la afirmación antes mencionada, completó su ciclo en el

momento que la repetición de la producción y el consumo se convirtieron en costumbres,

como es el caso específico de los productos de repostería en la historia de la

industrialización de los alimentos de la tradición norteamericana4.

Si tomamos como ejemplo Breakfast table (Imagen 10), la descripción en este caso con

tinte iconográfico se resumiría así: en la parte inferior se encuentran cuatro rectángulos

largos tridimensionales negros que sostienen otro rectángulo rojo irregular, sobre el cual

están sobrepuestos nueve elementos. En la parte frontal, de derecha a izquierda, hay un

cilindro irregular de color oscuro con manchas blancas; luego un rectángulo tridimensional

plano de color rojo y blanco; luego hay otro rectángulo tridimensional con un poco más de

volumen de color café, rojo y blanco y, finalmente, una masa indefinida de color blanco. En

la parte de atrás, de derecha a izquierda, hay un rectángulo tridimensional delgado en

4 El caso de los productos de repostería se analizará profundamente en la parte final del tercer apartado de la

presente investigación, para evidenciar de qué forma el sentido de lo dulce, es otra de las posibles lecturas que

se pueden hacer de la dieta norteamericana de la década de los sesenta.

Imagen 10. Breakfast table, 1962

Alambre, Esmalte, Muselina remojada

con Yeso

50

posición vertical, de colores rojo, azul, blanco y amarillo; luego un cilindro de colores rojo,

azul y amarillo; luego hay dos cilindros blancos pequeños, también en posición vertical y,

finalmente, un gran rectángulo poco indefinido de color blanco. La composición hace

alusión a una mesa con un mantel, en la cual reposan diferentes alimentos como carne, pan,

una caja de cereal, condimentos y un plato.

¿Cómo logra Oldenburg traspasar los límites de la imitación de la forma para representar

algo tan cotidiano como un desayuno tan incluido en la tradición norteamericana? Este

contenido implica el análisis de la representación del paso de una escultura a la memoria y

a la cotidianidad colectiva, a manera de “analogía” entendida por Leydier como el gusto

colectivo de la representación (Leydier, 2006, Pp. 31). La facilidad de Oldenburg para

mostrar no sólo los comportamientos sociales, sino la cotidianidad del objeto convertido en

arte, se materializa en la representación de los productos como elementos vivos con los

cuales se interactúa tocándolos, sacándolos de una caja de cereal, compactándolos en

cristales de sal o pimienta y dándoles la forma de pan. La composición constituye esos

versos que le hablan al observador y al consumidor de la libertad de la interpretación

subjetiva en el universo de los estereotipos y los gustos construidos. Como lo percibe

Kuspit, se trata del lenguaje pop que interpreta los símbolos de lo dado, lo repetido y lo

consumido:

“Pop art in effect encourages the assumption that the world as known through the

mass media fatalistically confirms the actual world. The media seem to say: this

is the world, make the best of it, for it cannot be changed, since it has already

happened. It can only be made newsworthy and glamorous- only celebrated, for

better or worse. In Pop art this celebration of the inevitable is itself celebrated.”

(Kuspit, 1979, Pp. 33)

A través de la escultura de Oldenburg, la magnificación – celebración – de la vida física de

los objetos, los sitúa en un espacio mental intrínseco a la memoria social norteamericana de

la década de los sesenta, desde situaciones específicas: el desayuno norteamericano con

cereales deshidratados y empacados con un propósito comercial de mantener una marca en

Breakfast table (Imagen 10); la utilización de la bandeja como parte de esa imagen de la

cadena productiva para adquirir alimentos en un restaurante de comida rápida representado

51

en Counter and Plates with Potato and Ham (Imagen 11); el uso cotidiano del horno de

múltiples funciones en los hogares norteamericanos, con la presencia de alimentos que

evidencian procesos industriales variados como el procesamiento de las carnes y lo

saludable de las verduras en el ya presentado Stove with meat (Imagen 6); la disposición de

alimentos de repostería en estanterías que representan la preocupación por generar en el

espectador y en el consumidor una sensación de pureza y frescura en cualquier tienda en

Pastry Case # I (Imagen 22) y la ya presentada Pastry Case (Imagen 9); el consumo de

papas fritas en Potato Chips in Bags (Imagen 28) donde la presencia de este alimento – las

papas - está repartida estratégicamente en los espacios recorridos por los individuos en la

cotidianidad, representando el hábito de la

comida ya no rápida sino instantánea. La

confirmación del mundo real a la cual hace

alusión Kuspit en la afirmación antes

presentada, queda claramente marcada en las

composiciones de Oldenburg, en la medida que

su manejo de los materiales presentan los

alimentos como listos para ser consumidos.

Si se toma como ejemplo el caso del huevo en la obra escultórica de Oldenburg,

específicamente el huevo frito de Fried egg in pan (Ver ANEXO 1) y Sculpture in form of

a fried egg (Imagen 12), se puede hablar de la representación de la cotidianidad de la

década de los sesenta desde el reconocimiento de uno de esos objetos frente a los cuales el

observador encontraba de manera directa el enfrentamiento entre sus comportamientos

habituales y los procesos históricos en los cuales estaba envuelto el alimento. La apariencia

blanda del huevo en Sculpture in form of a fried egg representa el cuestionamiento desde la

forma del arte por la consistencia real del alimento en la cotidianidad, y por las tendencias

generalizadas hacia su consumo como la respuesta a una preparación inmediata. La

convergencia entre una forma específica como un huevo y el proceso industrial de

producción de la misma en estas dos obras de Oldenburg, posibilita la mención del periodo

de la década de los cincuenta denominado historiográficamente como la práctica del

chicken farming. La industrialización del manejo de pollos en Estados Unidos provocó una

Imagen 11. Counter and Plates with Potato

and Ham, 1961

Esmalte, Muselina remojada con Yeso

52

generalización en el consumo de los huevos, que se muestra además como el único

alimento que, con cualquier tipo de preparación, no pierde ninguna de sus propiedades

nutritivas: “Cooking eggs by the usual methods such as poaching, frying, scrambling, or

cooking in the shell does not appreciably change the egg’s nutritive value.” (Bennion y

Hughes, 1975, Pp. 257)

Para la década de los sesenta, los alimentos industrialmente modificados, pensados para

satisfacer unas necesidades de practicidad para la sociedad, fueron el objetivo del mercado

industrial, en la medida que se buscaba una sociedad igualitaria donde la variedad y la

facilidad de obtener productos ya preparados, o con un requisito mínimo de preparación

para la gran mayoría del cuerpo social, generó un apego particular a la selección de

alimentos que cumplieran con estas características como el huevo. El desayuno, las

bandejas y los hornos, representan la accesibilidad por parte de la sociedad a estos hábitos,

en la medida que la idea de economizar el tiempo de las actividades cotidianas, se insertó

progresivamente en la mentalidad colectiva a través de la publicidad.

Por más que se trate de un objeto cotidiano, al estar convertido en una obra de arte, se debe

entender como adición a la serie de objetos masivos que deben ser consumidos – en este

aspecto particular consumir en el sentido de verlos y admirarlos masificadamente – y

producidos dentro de la concepción construida socialmente sobre el tiempo, la eficiencia y

la calidad. Se puede incluso hablar de la representación de los sabores por medio de lo

sintético del proceso industrial y de las implicaciones comerciales que tenía la presentación

Imagen 12. Sculpture in form of a fried egg , 1966

Algodón, Lienzo, Poliestireno

53

de los mismos. La generalización de su consumo en la cotidianidad norteamericana queda

establecida desde una figura escultórica fija, y casi estática en el tiempo y en el espacio.

II.3 La impersonalidad de la comida rápida

El consumo masificado de alimentos industrializados y la

generalización del concepto de comida rápida en la

cotidianidad de la década de los sesenta, se pueden ver

representados en las obras de Oldenburg donde las

composiciones forman alimentos fácilmente

identificables y comparables con los productos que se

encontraban regularmente los consumidores: Two

cheeseburgers with everything (Dual hamburgers)

(Imagen 15), Hamburger, Popsicle, Price (Imagen 16),

Hamburger with pickle and ochre (Imagen 23), Giant

BLT (Bacon Lettuce and Tomato Sandwich) (ver

ANEXO 1) y Shoestring potatoes spilling from a bag

(Imagen 13) y las ya mencionadas Floor Burger (Imagen

2) , French Fries and Ketchup (Imagen 8), Giant soft

ketchup bottle with ketchup (Imagen 14).

El caso de Shoestring potatoes representa un elemento tradicional de la comida rápida

norteamericana: la masificación de las papas fritas. El hecho que este alimento tenga una

apariencia blanda y grande, representa la provocación que genera en el observador la forma

como están servidas. Con la presencia de la bolsa queda evidenciado el consumo como

acción en términos de practicidad, eficiencia y presentación del alimento. Las papas

colgando de la bolsa son también la representación de la racionalización de los alimentos ya

que, la especificación de la producción ya no está limitada al espacio del restaurante de

comida rápida; se trata de la imagen de la cadena productiva que se extiende hasta las

industrias encargadas de la fabricación de las bolsas y las papas, pasa por los servicios de

Imagen 13. Shoestring Potatoes

spilling from a bag, 1966

Acrílico, Kapok, Lienzo, Pegante

54

transporte, se instala temporalmente en las neveras de los restaurantes y terminan servidas

en una bandeja para ser consumidas lo más rápido posible.

En las obras antes mencionadas, la presencia de las hamburguesas con todos los alimentos

que se le solían agregar, las papas fritas con su salsa de tomate, el sánduche, las papas o la

botella de salsa de tomate, muestran esa combinación de sabores y texturas que

caracterizaron la comida rápida norteamericana. Incluso los títulos de las obras no se

muestran como indispensables para comprender de qué se trata la composición, o a qué tipo

de situación se va a ver enfrentado el espectador/consumidor. La relación del consumidor

con el tiempo industrial queda claramente identificada con los alimentos representados por

la apariencia que Oldenburg les brinda. Se genera así una complicidad entre el artista, su

visión del mundo, y la acumulación de perspectivas de los espectadores como la formación

de la compleja visión de la realidad desde la suma de subjetividades.

En el caso de French Fries and Ketchup (Imagen 8) y Giant soft ketchup bottle with

ketchup (Imagen 14) se evidencia la representación de la utilización histórica de este

producto que encontró en la comida rápida de la década de los sesenta un incremento de su

popularidad. La presencia del tomate en la historia de la alimentación comienza apenas

hasta el siglo XIX, cuando fueron universalmente sacados de un espacio puramente

decorativo para convertirse en un alimento de uso común, gracias a los descubrimientos en

el manejo y conservación de la pulpa del tomate por parte de Henry Heinz en 1876. La

compañía Heinz liderada por este personaje logró encontrar la combinación perfecta de los

elementos químicos que fusionaron determinados condimentos con el sabor original del

vegetal, para lograr neutralizar la acidez del tomate en el embotellamiento y evitar así una

pérdida de consistencia, sabor e incluso putrefacción. Una mixtura a base de tomates

cocinados con vinagre, azúcar y especies que, desde la apariencia blanda que Oldenburg le

otorga, evidencia la forma como este ingrediente se consumía realmente en la década de los

sesenta.

55

El hecho que haya un poco de salsa esparcida en la base representa la forma como era

consumida - e incluso desperdiciada-, por cantidades masificadas. Se trata para el

observador de una muestra de su cotidianidad en la cual el gran tamaño, representa lo

indispensable que es este ingrediente como acompañante en términos de sabor y

consistencia. Queda clara también la representación de los sistemas industriales del manejo

de vegetales, en la medida que un procedimiento tan cotidiano como la cocción de los

tomates, se convirtió en un mecanismo fundamental para las grandes empresas de la

industria alimenticia. Los tomates industrializados y la repetición de su uso los posicionó

de manera particular en los restaurantes, los mercados y los hogares norteamericanos de la

década de los sesenta, donde incluso se puede afirmar que fue un proceso inconsciente, en

la medida en que su procesamiento no era una actividad que se tenían en cuenta en el

momento de consumirlos.

En cuanto a las otras obras, se encuentra el grupo de Floor Burger (Imagen 2), Hamburger

with pickle and ochre (Imagen 23), Hamburger, Popsicle, Price (Imagen 16) y Two

Cheeseburgers with everything (Dual Hamburgers) (Imagen 15), donde la presencia de la

hamburguesa como producto fundamental de la comida rápida – y en la tradición

Imagen 14. Giant soft ketchup bottle with

ketchup, 1966-1967

Espuma de poliuretano, Pintura, Tela

56

norteamericana de la década de los sesenta - representa los procesos de mcdonalización de

la sociedad y las cuestiones relacionadas con la inmediatez y la eficiencia, tanto en la

producción como en el consumo. Los alimentos industrializados fueron la respuesta directa

a la necesidad de volver más eficaz la utilización del tiempo y, para la sociedad

norteamericana, el modelo del restaurante de comida rápida materializó la satisfacción de la

necesidad de racionalizar la acción de comer, como lo menciona Ritzer en su análisis sobre

los cambios en los sistemas de alimentación norteamericanos:

“A pesar de sus irracionalidades, la cadena de montaje tuvo una gran influencia

en el desarrollo de los restaurantes de comida rápida.(…) el hecho de que una

buena parte del trabajo en los restaurantes de comida rápida se lleve a cabo

siguiendo el modelo de la producción en cadena, con las tareas divididas, por

ejemplo, en pasar las hamburguesas por la plancha, ponerlas sobre el pan,

añadirles la salsa especial”, y la lechuga y el tomate y colocar la parte superior

del panecillo. Incluso los clientes se colocan en fila como si de una cadena de

montaje se tratara; el mejor ejemplo de esta situación es el drive – through.”

(Ritzer, 2005, Pp. 43)

Los tres elementos fundamentales

que componen el sistema cultural

propuesto por Ritzer en este análisis

alrededor de la alimentación para la

década de los sesenta, el tiempo, el

alimento y el restaurante de comida

rápida, vinculan al individuo de una

manera particular al consumo, desde

la perspectiva del objeto industrial

entendido como el motor de la mcdonalización de los comportamientos alimenticios. La

americanización de la sociedad antes mencionada, que es también utilizada desde la visión

antropológica de Fischler (Fischler, 1995), logra convertir la alimentación en un

sincretismo gastronómico. Para el caso de las hamburguesas de Oldenburg como Two

Cheeseburgers with everything (Dual Hamburgers) (Imagen 15), la mezcla de procesos

industriales de horneado para el caso de los panes, asado para el caso de las carnes o

simplemente los vegetales en su estado natural es la representación de la dieta

Imagen 15. Two Cheeseburgers with everything

(Dual Hamburgers, 1962.

Arpillera, Esmalte, Yeso

57

norteamericana. Un hábito donde la preocupación por el uso eficiente del tiempo, tanto para

el fabricante como para el consumidor, no implica necesariamente una compleja y nutrida

composición alimentaria que satisficiera las necesidades básicas. En este caso particular el

recurso de mercadeo por anteponer la cantidad a la calidad, está representado por la

apariencia estática y doble – dual hamburgers- en el tiempo y en el espacio cotidiano de la

década de los sesenta.

A partir de estas esculturas que representan las hamburguesas y los sánduches en sus

diferentes presentaciones de la cotidianidad de la década de los sesenta, se puede analizar el

caso histórico de Kay Rock, como la personificación de todo el sistema norteamericano de

comidas rápidas que ha sido entendido desde la sociología y la antropología (Fishler, 2004;

Ritzer, 2005) como la mcdonalización de la sociedad. Partiendo de la concepción de Ritzer

quien lo entiende como “el proceso mediante el cual los principios que rigen el

funcionamiento de los restaurantes de comida rápida han ido denominando un número cada

vez más amplios de aspectos de la sociedad norteamericana, así como la del resto del

mundo.” (Ritzer, 2005, Pp. 15), es posible plantear un cuestionamiento sobre el impacto

social de las cadenas alimenticias como el imperio McDonald’s, impulsado por Rock desde

1955 con la apertura de las primeras franquicias a lo largo del país.

Los restaurantes de comida rápida se convirtieron progresivamente en una solución rápida

para el ritmo de trabajo eficiente en términos de producción industrial, pero la acumulación

de estos lugares también se manifestó en la imagen moderna norteamericana de los centros

comerciales, los tradicionales malls que surgieron desde la década de los cincuenta en

Estados Unidos. Si bien se ha mencionado que desde un carro se podían adquirir los

alimentos, cuando la multiplicación de estos restaurantes que producen lo mismo está

reunida en un mismo lugar, se puede volver a la analogía de la vitrina de los pasteles, por la

centralización de la comida en un espacio fuera de la casa. En la mentalidad colectiva de la

década de los sesenta se generó una transposición práctica de la acción de comer como

ritual social, al convertirse en un paso más de la cadena productiva industrial de los

alimentos, donde ya ni siquiera el proceso de distribución terminaba en los hogares.

58

Si bien la aparición de una cadena como McDonald’s no fue la primera en su especie ni en

la historia de los restaurantes, sí se puede entender como un modelo de producción y

consumo de alimentos. La racionalización weberiana se materializó en la década de los

sesenta en la calidad del servicio prestado, y en la producción de hamburguesas, papas y

postres previamente preparados industrialmente. Este tipo de restaurantes no sólo

satisfacían unas necesidades alimenticias y gustativas, sino que también reflejaron una clara

incidencia del modelo fordista de producción, en la medida que la comodidad para el

consumidor, la perfecta higiene del espacio, la regularidad en la presentación de los

productos y el precio, generaron una aceptación familiar – inconsciente - entorno a lo

gratificante de la sensación gustativa por un lado, y práctica por el otro, al tratarse de un

trabajo que no se debía hacía personalmente.

Con la multiplicación del modelo, Kay Rock logró garantizar un servicio que cumplía con

cuatro requisitos básicos de la producción masificada: la eficacia (drive – through), la

alimentación como servicio cuantificado y valorado (cantidad como calidad), la regularidad

(todo es idéntico en cualquier lugar y a cualquier hora) y el control (tanto de los

trabajadores como de los consumidores). Puede que la innovación no fuera precisamente en

la aparición del restaurante, pero la instauración del modelo de Rock, en conjunto con los

creadores del primer McDonald’s en Pasadena California en 1955 como lo menciona

Ritzer, sí se trató de una nueva comprensión del manejo de los alimentos. Un

comportamiento que denomino como el sincretismo histórico de la producción alimenticia

a través de los restaurantes de comida rápida:

“Fueron los pioneros en la utilización de trabajadores especializados en los

restaurantes, tales como el “encargado de la plancha”, “el de la batidora”, “el de

la freidora” y “los aderezadores” (encargados en colocar los “extras” en las

hamburguesas y de cubrirlas con el pan). Establecieron todo un conjunto de

normas que estipulaban lo que los trabajadores tenían que hacer e incluso lo que

debían decir. Utilizando estos y otros mecanismos, los hermanos McDonald

fueron los inventores de la racionalizada “fábrica de comida rápida”.” (Ritzer,

2005, Pp. 48)

59

El posicionamiento de la cadena de dicha fábrica de comida industrializada, se ve

representado directamente por Oldenburg en el caso específico de Hamburger, Popsicle,

Price (Imagen 16), donde se muestra una hamburguesa, una paleta y un círculo que hace

referencia a un pin. Los dos alimentos representan los procesos racionales de

industrialización, preparación y comercialización característica de la década de los sesenta;

mientras que el ícono de la mcdonalización, la hamburguesa, responde al campo de la

comida rápida en cuanto a su preparación y distribución al público, la paleta responde al

proceso de preparación - sintética o natural -, conservación y distribución mecanizada de

alimentos fríos. Se ven representados a través de Oldenburg

dos de los alimentos más cotidianos en la cultura

norteamericana, y el hecho que estén colgando de un

premio – el 10 - representan la forma como estos dos

productos se insertaron en la tradición. Pero más allá de los

objetos de la obra, la personificación de las cadenas

alimenticias en la hamburguesa y en la paleta representan el

proceso histórico de la repetición del modelo de

McDonald’s en otras compañías del siglo XX como A&E

Root Beer (1924), Dairy Queen (1944), Burger King (1954)

y Kentucky Fried Chicken (1954) por mencionar algunos

ejemplos. Oldenburg representa específicamente cómo este

modelo convertido en hábito, se ganó un premio de

permanencia en el American way of life de la década de los

sesenta, desde Estados Unidos hasta el resto del mundo.

Finalmente, la construcción de la americanización como estructura cultural de consumo, se

configuró única y exclusivamente a partir de la imagen en la cual se introdujeron

compulsivamente los bienes de consumo en la cotidianidad, y la “felicidad” que brindaban.

El alimento industrial fue pensado también para ser algo rápido de consumir, en la medida

que la acumulación y la imitación eran parte del comportamiento social. Incluso si el tipo

de comida entendido como rápido de consumir, no es precisamente una invención de la

década de los sesenta como lo afirma Flandrin (Flandrin, 2004), lo que sí marca una

Imagen 16. Hamburger,

Popsicle, Price , 1962

Caucho, Esmalte, Espuma, Lona

60

diferencia radical con las comidas ambulatorias de la Edad Media, por ejemplo, es que su

fabricación es puramente industrial. Cuando se piensa históricamente en la practicidad, se

encuentra el salto de lo preparado artesanalmente como una solución momentánea, a lo

producido industrialmente como un estilo de vida. Los individuos no tuvieron ninguna otra

función en la cadena productiva que consumir y agotar sus necesidades creadas desde la

repetición y la búsqueda de una ilusión de variedad entre las posibilidades reducidas del

mercado. La acción de comer se convirtió en la década de los sesenta en una actividad

pasajera y, consecuentemente, la relación entre el alimento y quien lo consumía era cada

vez más impersonal.

II.4 El arte de la publicidad

El proceso de la mcdonalización de la sociedad norteamericana durante la década de los

sesenta, estuvo también caracterizado por la orientación brindada por todos los procesos

racionales de producción industrial de alimentos, hacia un mantenimiento del nombre y la

imagen de las compañías productoras. La representación de Oldenburg de objetos que

hacían una referencia directa a productos de marcas reconocidas en Estados Unidos – e

incluso algunas a nivel mundial -, estuvo enmarcada en una tendencia del Pop Art de hacer

Imagen 17. 7up , 1961

Muselina remojada en Vino,

Esmalte y Yeso

61

una publicidad de la publicidad ya existente, como la magnificación del efecto de una

marca en el mercado.7Up (Imagen 17) es la muestra de uno de los productos de la

compañía Coca Cola, Pepsi-Cola Sign (Imagen 19) exhibe el producto más famoso de la

compañía PepsiCo, Chocolates (Imagen 18) es la presentación más común del alimento de

la compañía Cadbury English, y Dixie cup and Candies (Imagen 20) es la muestra de los

productos más importantes para las marcas Dixie Cup y Hershey’s. Se trata de la

continuación del principio de algunos artistas pop como Andy Warhol y sus diferentes

representaciones de la sopa Campbell antes mencionada, donde los mecanismos de la

publicidad son tomados por los artistas pop para relativizar el valor mismo de la publicidad,

al convertirlos en un ícono más de la cotidianidad como lo menciona Kuspit:

“By using the same publicity methods as advertising, and by using a publicized

American content, by publicizing the already publicized, Pop art assures itself of

a hold on the American public, for its audience is potentially everyone who

wittingly or unwittingly attends to advertising and publicity, rather than simply a

few aesthetes and purist art cognoscenti. Pop art's exhibitionism consists in its

obvious Americanism, and it becomes obviously American in the name of

commercial success.” (Kuspit, 1979, Pp. 34)

Desde otra perspectiva, se puede analizar la representación de la publicidad por parte de

Oldenburg en la referencia directa que tienen estos cuatro objetos al espacio de

competencia real en el mercado norteamericano de la década de los sesenta. En los

procesos de industrialización de los alimentos, las bebidas fueron los productos que

tuvieron un mayor incremento en el consumo desde la década de los cincuenta en Estados

Unidos. PepsiCo y Coca Cola se posicionaron en el mercado como competencia directa, al

crear bebidas de sabores bastante similares. Por el otro lado, Hershey’s encontró su

competencia directa en el mercado internacional de los chocolates en la compañía inglesa

English Cadbury, donde Oldenburg representa el desarrollo del proceso de empaque de este

producto de consumo masivo en su contemporaneidad. El artista muestra con Chocolates

(Imagen 18) esa similitud con el modelo original, generando en el consumidor esa

provocación frente a la obra de arte con la representación de un alimento con una historia

tan antigua en la alimentación del mundo occidental como el chocolate. De esta forma, la

cualidad del chocolate para ser recreado de una manera tan exacta por Oldenburg, es la

62

muestra del enfrentamiento que se

encontraba en la sociedad de la década de

los sesenta entre alimentos producidos de

manera similar, y la competencia del

mercado donde la publicidad era la que

determinaba el alcance del producto, no

necesariamente el sabor o la calidad del

mismo.

La estrategia comercial de las marcas más representativas en la década de los sesenta tenía

como objetivo el mantenimiento de una imagen frente al cuerpo social. La aceptación

dependía específicamente del cumplimiento de las satisfacciones gustativas, donde tanto el

nombre de las empresas que producían los productos, como el de quienes los vendían,

dependía directamente de la repetición de su consumo impulsado por los discursos de lo

práctico y lo bueno. Incluso desde la perspectiva económica de Green, se plantea una

reflexión en torno al valor real de ese gusto cuando se encuentra en el límite entre la

construcción social y la practicidad:

“Uno de los elementos determinantes de esta política de marca es el problema de

la calidad de los productos. La noción de calidad cubre varios temas diferentes: la

calidad sanitaria, la calidad gustativa, la calidad en función de la adecuación a las

necesidades de la industria y la calidad de la cadena productiva (embalaje,

transporte y deposito).” (Green, 1990, Pp. 525)

Se trataba del mantenimiento de una imagen, pero también de la estrategia que atrajera a la

mayor cantidad de público. Si se piensa en comida rápida, es bastante usual que se guíe la

mirada hacia la juventud como el objetivo de la publicidad de marcas que buscaban generar

este tipo de hábitos alimenticios en aquella porción de la sociedad que, al habituarse desde

temprano a este tipo específico de consumo, se garantizaba su continuidad y durabilidad en

el tiempo. Marcas como Coca-Cola y Pepsi entraron así al escenario de este proceso

histórico de la fabricación industrial de las bebidas – fundamental en la concepción de los

restaurantes de comida rápida - que se conoce desde finales del siglo XVIII y comienzos

Imagen 18. Chocolates, 1966

Cartón, Esmalte, Plástico

63

del XIX. Resulta interesante encontrarse con una publicación como Manual del cervecero y

del fabricante de bebidas gaseosas y fermentadas de Lorenzo Campano, originalmente

escrito en 1890 y nuevamente editado en el 2004, donde se especifica el proceso por el cual

atraviesa la mezcla de componentes para que la fabricación de bebidas como las gaseosas

fuera posible. Se habla de la adición al agua potable de diferentes tipos de sustancias

adquiridas químicamente como el ácido carbónico mezclado con el ácido sulfúrico para

generar la sensación de picante y ácido, o el ácido tartárico para la fabricación de los

jarabes que generaban los diferentes sabores. Si bien se trata de un proceso de más de un

siglo, para la década de los sesenta, estos conocimientos fueron potencializados desde una

industrialización modificada, tanto en la obtención de los elementos químicos, como en la

creación de una imagen y la velocidad de la producción y distribución masificada.

Aparte de las estrategias comerciales de las diferentes compañías productoras de alimentos

industrializados como la cobertura del espacio físico, la utilización de mecanismos

eficientes y la preocupación por mantener el posicionamiento de una marca específica en el

mercado, es fundamental analizar el papel de la publicidad en la década de los sesenta. Este

lenguaje que pretendía unificar tanto el consumo como la creación de las necesidades en la

sociedad, logró cumplir su propósito de tomar los objetos de la cotidianidad para, a través

de la familiaridad, generar impresiones, ilusiones y aspiraciones por parte de los individuos

para acceder a ese mundo de los bienes industrializados al venderlos como más cómodos,

ágiles y agradables.

Imagen 19. Pepsi-cola sign, 1961

Alambre, Esmalte, Muselina, Yeso

64

La forma como están representadas estas marcas para el caso de las bebidas,

específicamente para Pepsi-Cola Sign (Imagen 19), genera un cuestionamiento por parte de

Oldenburg sobre el valor real de la publicidad al representarlo desde lo parecido, lo

imperfecto y lo desvanecido. El hecho que el observador y el consumidor sepan a qué

producto se está haciendo referencia por medio de los mecanismos publicitarios

mencionados por Kuspit en la alusión anteriormente expuesta, Oldenburg logra generar el

mismo efecto en la obra que aquel que tiene una bebida como Pepsi en la cotidianidad

norteamericana. El papel de la publicidad en la década de los sesenta queda reforzado desde

la posición que han logrado sus colores en la memoria colectiva, pero desde Oldenburg

queda totalmente relativizada la imagen de la marca, en la medida que se representa lo

efímero del producto y lo automático del consumo. El propósito de Oldenburg por hacer un

arte, en este caso publicitario, evidencia la representación del objeto del arte tan desechable

como todos los mecanismos económicos e industriales alrededor de la americanización de

la sociedad. Obras como ésta, 7up (Imagen17) y Ice cream being tasted (Imagen 32), dejan

claro cómo Oldenburg presenta sus alimentos de una manera activa mientras están siendo

consumidos, lo cual remite a la representación de comportamientos automáticos y repetidos

en la cotidianidad de la sociedad.

Después de la segunda guerra mundial, además de la compañía ya mencionada Du Pont con

su campaña de Mrs Allen, hubo otras industrias de empaques importantes que encontraron

el beneficio de compactar su imagen en un nombre compactado como la de Irv Koons

Associates creada en 1949, y las diferentes marcas y grupos comerciales que manejaba el

grupo de Saatchi and Saatchi como Clairol, Bristol Myers, Revlon, Procter and Gamble,

Gilette, Joseph E. Seagram and Sons, Nabisco, Milton Bradley, General Foods, Johnson &

Johnson y Dixie Cups entre otras. Frente a estos procesos de empaque, las cuatro obras

mencionadas y Potato chips in bags (Imagen 28) magnifican la utilización industrial de los

nuevos mecanismos de empaques por parte marcas como Coca Cola, Cadbury English,

Dixie Cup y Hersheys desde el principio que mencionaba Kuspit. Se evidencia con el

proceso histórico del empaque en la historia norteamericana, ese doble proceso de mantener

una imagen comercial, al mismo tiempo de reflejar los avances tecnológicos en el manejo

65

industrial de los alimentos. Como lo menciona Porter en su análisis sobre la historia de la

de los empaques en relación con el consumo:

“the mass-market packagers would surely have

promoted good taste, asceticism, and charity, if

only those concepts had taste better. Almost

always seeking the low-risk, acceptable path to

consumer contentment, they ceaselessly studied

their customer to satisfy the desires of the mass

market.” (Porter, 1999, Pp. 38)

Un anuncio de Pepsi desvanecido, una barra de chocolate, un helado con una cuchara e

incluso la lata de 7up antes presentada, dejan claro cómo el consumo genera una relación

directa entre el individuo y el mundo, en la cual lo generalizado de su uso es manejado por

Oldenburg desde las apariencias reales de esta serie de productos antes de ser desechados.

Es la representación de la insignificancia del objeto en el momento que la finalización de su

consumo implica la búsqueda por un producto con las mismas cualidades; la evidencia del

hábito convertido en lo pasajero que se encuentra ahora en las calles y las basuras como el

cumplimiento del deseo expuesto por Porter anteriormente.

III. Tercer Capítulo

La preparación de los alimentos como

composición artística

El contexto histórico norteamericano de la década de los sesenta, estuvo determinado por

diferentes procesos industriales que estuvieron orientados por una serie de

recomendaciones institucionales entorno a la forma como se debía comprender socialmente

la inclusión de productos masificados. El análisis de las esculturas de Claes Oldenburg para

dicha década puede orientar la mirada histórica hacia la serie de relaciones existentes entre

la obra y el contexto, específicamente a partir de un criterio formal. La identificación, tanto

de los alimentos como de los procesos históricos a los cuales hacen alusión, estará

Imagen 20. Dixie cup and Candies, 1962

Lienzo, Pintura, Yeso

66

orientada hacia tres perspectivas que dejarán claro cómo la obra de Oldenburg es la

representación tanto del valor real de los alimentos industrializados en la década de los

sesenta, como de la posición objetiva del artista frente al contexto en el cual estuvo inmersa

su producción.

En la historia de la alimentación se encuentra una clasificación de los alimentos a partir de

las diferentes formas como pueden ser preparados: cocidos, horneados, fritos o asados. Para

la década de los sesenta, la obra de Oldenburg posibilita el análisis de la aplicación real de

dicha clasificación, a partir de la identificación del tipo de dieta que caracterizó a la

sociedad norteamericana. Será posible determinar, en primer lugar, de qué manera

convergen en las esculturas los alimentos, con los discursos institucionales en torno a la

alimentación apropiada. El qué comer se ve enfrentado en la obra de Oldenburg al cómo se

comía realmente, a partir de la contraposición del espacio de la sociedad, frente al espacio

de la escultura como objeto masivo para ser venerado pasajeramente. La serie de esculturas

en las cuales se evidencian alimentos específicos como la carne, y aquellas que muestran la

reunión de la mayor cantidad posible de alimentos característicos de la década de los

sesenta, representan la manipulación social del discurso oficial, y la relatividad del sentido

de proporción en el consumo cotidiano. La forma como Oldenburg construyó esta serie de

composiciones, lo ubica en el debate en torno al propósito de su obra porque, al ser un

cuestionamiento sobre los valores de la nutrición en Estados Unidos, se podrá determinar si

su obra es una crítica directa, o sólo una conversión de la cotidianidad alimenticia en arte.

El discurso institucional en torno a lo que se debía comer, estuvo complementado en la

década de los sesenta por una serie de recomendaciones sobre el cómo industrializar los

alimentos, con un énfasis en las consideraciones que debían tener las diferentes compañías

en el momento de enfrentarse con alimentos de naturalezas variadas. Los descubrimientos a

lo largo del siglo XX sobre las propiedades nutritivas de los alimentos se reunieron en la

década de los sesenta en torno a la industrialización, ya que los procesos tradicionales que

buscaban preservar los alimentos, se convirtieron en la estrategia de mercadeo que guió la

producción masiva: la industria del empaque. La manipulación de las sustancias químicas y

naturales utilizadas para la preservación de los alimentos, y los nuevos materiales que

67

recubrían los productos insertados en el mercado, se ve representado por Oldenburg, quien

convirtió el empaque del alimento en el material que componía su escultura, generando una

reflexión en torno a la cualidad sintética de la comida y al valor plástico de la observación

de su obra.

Por último, la importancia del Pop Art en la historia del arte en general, y de la obra de

Oldenburg en particular, está marcada por el manejo único que el artista tiene sobre la

transformación de los objetos que recrea, en la medida que la forma de su arte, se convirtió

en un lenguaje único que comunicaba la escultura como sistema, el objeto creado como

producto y el alimento representado como acción. Uno de los elementos más

representativos, tanto en la historia de la alimentación norteamericana como en la obra de

Oldenburg y que es, a su vez, el objeto del arte más cambiante en cuanto a su apariencia en

las esculturas del artista, es el conjunto de productos de repostería que será leído desde la

inclusión como tradición en el American way of life. La maleabilidad de los objetos será

analizada como la representación formal de la limitación del consumidor frente a una serie

de productos masivos que no variaban necesariamente en su composición, sino en su

presentación. La forma de las esculturas de Oldenburg fue la materialización de las formas

cambiantes de los alimentos en la cotidianidad; y el juego que el artista logró entre lo duro

y lo blando, es el cuestionamiento directo del valor real de la proporción, el sabor y la

apariencia de los alimentos en las estanterías de los mercados y en los mostradores de las

tiendas norteamericanas de la década de los sesenta.

III. 1 La mezcla de valores nutricionales como objeto del arte

En la historia de la alimentación, las formas de preparar los alimentos han posibilitado la

clasificación de los mismos a través del tiempo. El ordenamiento tradicional ha

determinado cuatro posibilidades a partir de los diferentes modos de preparación: lo cocido,

lo horneado, lo frito y lo asado. Al estar basada la presente investigación en la importancia

de los procesos industriales de modificación de los alimentos, desde las estrategias

económicas de consumo de la década de los sesenta en Estados Unidos, se ha decidido

68

incluir la categoría de procesado como la convergencia puramente mecánica entre la

intervención industrial y la modificación sintética de los alimentos de consumo cotidiano.

En la producción artística escultórica de Oldenburg no se encuentran obras que representen

solamente los procesos de preparación de fritos y asados de manera independiente –

exceptuando las ya analizadas Sculpture in form of a fried egg (Imagen 12) y Fried egg in

pan (Ver ANEXO 1) - , sino que dichos procesos hacen parte de composiciones que

incluyen la mezcla de diferentes preparaciones. Dentro de éstas están las ya mencionadas

Hamburger with pickle and ochre (Imagen 23), Hamburger, Popsicle, Price (Imagen 16),

Two Cheeseburgers with everything (Dual Hamburgers) (Imagen 15), Floor Burger

(Imagen 2), False Food selection (Imagen 1), False Food selection#2 (Imagen 21), French

fries and Ketchup (Imagen 8), Stove with meat (Imagen 6), Potato Chips in Bags (Imagen

28) y Shoestring Potatoes spilling from a bag (Imagen 13).

En la variedad de alimentos representados

para el conjunto de composiciones False

Food selection (Imagen 1), False Food

selection#2 (Imagen 21) y Stove with Meat

(Imagen 6), se evidencia la presencia de

aquellos que han sido procesados

industrialmente como los chocolates, las

galletas, el pan y el donut, los que

pertenecen a la comida rápida como la

carne asada de hamburguesa, aquellos que

responden a otro tipo de preparación como

el huevo frito y la tocineta y, finalmente, las frutas y las verduras mostradas en su estado

natural. Dentro de la cotidianidad norteamericana de la década de los sesenta, la reunión

que hace Oldenburg de este tipo de alimentos tan variados, representa la existencia de una

tendencia construida hacia la preferencia por algunos de ellos como la carne asada, el

huevo frito, la tocineta y el donut, como constituyentes de esa costumbre alimenticia

histórica del American way of life. Es la representación de un tipo de alimentación

Imagen 21. False Food selection # 2, 1966

Madera, Vinilo, Plástico y Yeso

69

específico en el cual, por más que hubiera un conocimiento sobre los valores nutricionales,

la mezcla de diferentes tipos de alimentos y preparaciones dentro de la dieta cotidiana,

estaba determinada por la mezcla sin criterios concretos de selectividad. La reunión en una

caja de los alimentos que Oldenburg muestra como provocativos y listos para ser

consumidos, implica la representatividad que tiene la acumulación compulsiva de alimentos

de diferentes naturalezas en la cotidianidad de la década de los sesenta.

El problema social de la racionalización de los alimentos, implica cuestionar de qué manera

era vista la inclusión de nuevos mecanismos industriales en el tratamiento de los alimentos,

por parte de las instituciones gubernamentales como el motor de esa generación social

colectiva de tendencias. Si bien desde la presidencia norteamericana de Herbert Hoover en

1928 se comenzó a evidenciar una preocupación por el valor real nutritivo de los diferentes

alimentos, con el descubrimiento de las vitaminas en 1917 por mencionar un ejemplo, se

comenzaron a direccionar los comportamientos sociales desde una serie de

recomendaciones sobre lo que se consideraba como el buen comer.

Dentro de las especificaciones institucionales referentes a una buena alimentación, basada

en la combinación equilibrada de las propiedades nutricionales de los alimentos, se

encuentran cuatro grupos alimenticios específicos que constituyeron el discurso de lo que

Imagen 22. Pastry Case #1, 1961 - 1962

Cerámica, Metal, Vidrio, Yeso

70

se debía comer: el grupo de la leche y sus derivados como la fuente de calcio; el grupo de la

carne y sus derivados como fuente de proteína; el grupo de las frutas y los vegetales como

fuente de vitaminas y minerales; y el grupo del pan y sus derivados como fuente de

carbohidratos (Bennion y Hughes, 1975). Si se toma el caso de Pastry Case #1 (Imagen 22)

– complementado con False food selection #2 (Imagen 21)-, se evidencia la representación

de Oldenburg de la condensación de la clasificación institucional en la cotidianidad

alimenticia de los norteamericanos; pero lo que es realmente determinante en esta obra, es

la facilidad que tiene el artista para evidenciar la manipulación social del discurso

institucional, en la medida que el equilibrio nutricional de la mezcla pasa a un segundo

plano cuando se condensa en una misma comida, un mismo tiempo y un espacio

completamente estático desde la apariencia rígida de cada alimento.

Los diferentes alimentos producidos y

distribuidos de manera masificada, y

aquellos que se adquieren en restaurantes

de comida rápida, se presentaban en la

década de los sesenta, ya sea directamente

o a través de la publicidad, como la

materialización equilibrada de los valores

nutritivos necesarios para el organismo. Si

se piensa por ejemplo en una

hamburguesa, se podían encontrar los

componentes que correspondían a cada uno de estos grupos: los carbohidratos del pan, la

proteína de la carne, las vitaminas y minerales de los vegetales (lechuga y tomate), y el

calcio en las salsas a base de leche como la mayonesa. Un ejemplo de la mezcla de valores

nutricionales donde ya no se trata sólo de la representación de la comida rápida, sino de la

condensación nutricional en un objeto como una hamburguesa que se puede evidenciar en

el caso de Hamburger with pickle and ochre (Imagen 23). Esta hamburguesa es la muestra

de la adición puramente decorativa de los vegetales donde, tanto para el fabricante como

para el consumidor, no implica necesariamente una compleja composición alimentaria para

satisfacer las necesidades básicas; se trata de los vegetales como la figura de la ilusión

Imagen 23. Hamburger with pickle and ochre, 1960

Esmalte, Muselina y Yeso

71

pasajera de lo nutritivo en el consumo masificado de lo automático. Lo saludable y su

materialización inmediata en lo real de la comida rápida, se puede leer también desde el

concepto de conveniencia aportado a la historiografía de la alimentación norteamericana

por Bennion y Hughes, entendido como la contradicción que se encuentra recurrentemente

en una realidad en la que la cantidad y la apariencia pueden pasar por encima de la calidad:

“(…) convenience food are defined as those that have had a comparatively large

amount of processing or market services done on them and may be served with a

minimum effort and skill. These types of food may also be called service ready

foods, prefabricated foods, ready-prepared foods, or efficiency foods. Many

different processes are used by the food industry in the production of convenience

foods.” (Bennion y Hughes, 1975, Pp. 10)

El deseo de consumir algo aparentemente bueno, estaba en contraposición de lo que

realmente era entendido como nutritivo, desde el cuestionamiento que de hecho se presentó

desde la década de los ochenta con movimientos como el Slow Food5, por la presencia de

aditivos químicos y sintéticos en la fabricación industrial de los alimentos. Los diferentes

tipos de procesamiento, empaquetado y distribución de los alimentos característicos de la

industrialización norteamericana, requieren de un cuestionamiento sobre el sabor y las

propiedades originales del alimento a partir de las consideraciones de Bennion y Hughes

antes mencionadas. La modificación parcial o completa de los alimentos implica una

reflexión en torno a las propiedades nutricionales reales tanto antes, como durante y

después de haber sido procesados industrialmente.

Al ahondar en los propósitos de la industrialización de los alimentos en la década de los

sesenta, pueden ser comprendidos sus efectos en la sociedad ya que, si se percibe que el

objetivo era puramente económico, los mecanismos de ahorro en las materias primas

químicas como los colorantes y preservantes, o naturales como el azúcar, determinaron la

5 El movimiento del Slow Food que nació en la década de los ochenta y que incluso tiene algunos ecos en

nuestros días, estuvo caracterizado por la preocupación social acerca del bombardeo de alimentos pensados

para ser producidos y consumidos de manera automática, sin tener consideración alguna por su impacto en la

salud o en las implicaciones de un estilo de vida regido por la inmediatez. Además de esto, la preocupación

incrementaba a medida que el esparcimiento del modelo de comida rápida norteamericano alcanzaba

progresivamente niveles internacionales, expandiendo así una americanización del mundo de la comida

sintética y masiva.

72

clase de productos que se insertaron en el mercado. Si el objetivo era, como lo llama el

historiador Alberto Cappati (Flandrin, 2004) filantrópico al buscarse una eficiencia en

ambientes de guerra, o incluso si se trataba de una búsqueda con principios sanitarios, la

preocupación por la salud y el gusto determinaron la concepción de un alimento pensado

pública o privadamente. El caso de la reunión de los alimentos en la obra de Oldenburg

representa de esta forma la condensación de las estrategias de mercadeo, en la medida que

el contexto histórico de Estados Unidos desde la década de los cincuenta, estuvo marcado

por la búsqueda multilateral de expandir el discurso del equilibrio alimenticio. La

condensación de los alimentos en una caja o en un mostrador, es la representación material

de los grupos alimenticios reunidos en un mismo lugar de la cotidianidad, y además están

listos para ser llevados a cualquier parte del mundo.

Para el caso específico del grupo alimenticio de las carnes como fuente de proteína en el

discurso nutricional, se encuentra en Oldenburg el grupo de obras Liver sausage and slices

(Imagen 25), Plate of Meat, Roast Beef (Ver ANEXO 1), y Meat (Imagen 24). Las carnes

de formas tan variadas colgando del techo, o simplemente haciendo parte de un mostrador,

representan cómo los consumidores no se limitaban en la década de los sesenta sólo a

incluir la proteína dentro de su dieta cotidiana, sino que la selectividad cobra un mayor

valor a través de los recursos artísticos de Oldenburg. En Meat, el uso de la gama de rojos

Imagen 24. Meat, 1964

Vinilo, Plástico, Yeso

73

que hacen alusión al color real de la carne cruda, representan la realidad de la costumbre en

cuanto al consumo repetido de carnes rojas y la innovación en la década de los sesenta en la

presentación de las fuentes de proteína, no en la inclusión de nuevos alimentos en la dieta

norteamericana. Respecto al procesamiento de la carne y a su inclusión en la cotidianidad,

es relevante mencionar que en 1967 The Wholesome Meat Act determinó que el gobierno

norteamericano era el único responsable de los controles de calidad, tanto en el

procesamiento como en la distribución de las carnes crudas a nivel nacional (Bennion y

Hughes, 1975).

A partir de este efecto que crea Oldenburg a

través de su representación de las propiedades

reales y gustativas de alimentos como la carne,

vale la pena ahondar en la incidencia directa

del desarrollo industrial en los alimentos. El

manejo artificial y sintético de los alimentos

desde finales del siglo XIX tuvo implicaciones

directas en la inclusión de lo novedoso en el

espacio cotidiano, y lo primero que debería

tenerse en cuenta es cómo, desde el momento

en el que se quiere industrializar un alimento,

las características y propiedades gustativas – nutritivas - guían el manejo de éste. Diferentes

expertos en el tema como Jean Louis Flandrin (Flandrin, 2004), Bennion y Hughes

(Bennion y Hughes, 1975), han especificado que las cuatro sensaciones gustativas de los

alimentos – reales y, por lo tanto que debían ser buscadas o mantenidas en el procesamiento

industrial – son lo dulce, lo ácido, lo amargo y lo salado. La estantería de Meat (Imagen

24), el fragmento de carne pendiendo de una cuerda en Roast Beef y Plate of meat (Ver

ANEXO 1), o específicamente el caso de Liver sausage and slices (Imagen 25) reflejan el

proceso histórico del procesamiento de carnes frías, donde la combinación de una salsa

preparada como acompañamiento de un alimento tan poco popular como la salchicha de

hígado en la dieta norteamericana, representa el consumo generalizado de todo tipo de

embutidos en la década de los sesenta. Las propiedades de la salsa en este caso, convergen

Imagen 25. Liver sausage and slices , 1964

Alambre, Esmalte, Muselina, Yeso

74

con el conocimiento histórico que se tenía sobre las sensaciones gustativas de lo salado y lo

amargo de la carne cruda. Tanto en su inclusión en el mercado, como en la conversión a un

embutido, el procesamiento del hígado en este caso debía responder al mantenimiento de la

consistencia y del sabor original.

La apariencia de la carne a través de la historia del arte del siglo XX ha sido analizada

desde dos perspectivas diferentes; Kelly, desde una crítica del neodadaísmo6, le atribuye un

valor totalmente negativo a la representación de la carne afirmando que “moving more

toward the center of these satiric poles, there is a sort of gastronomic violence in

Oldenburg's painted sculpture” (Kelly, 1964, Pp. 195). Contrariamente a esta visión,

Lippard hace alusión a un sentimentalismo frente al tratamiento de los alimentos por parte

de Oldenburg, como la conjunción entre una apariencia y una percepción alejada de la

simple visión cruda frente a la realidad:

“El arte y la realidad se unen, conservando cada uno sus propias características.

Esta especie de juego recíproco está en el corazón de las creaciones de

Oldenburg. Sus conos de helado, hamburguesas, relucientes empanadas,

verduras, sándwiches o carne, llegan a veces a ser apetitosos (…); sus creaciones

son atractivas porque en ellas la alegría coexiste con una enorme tristeza.”

(Lippard, 1993, Pp. 110).

Cuando se piensa en una obra de arte, ya sea una pintura, una escultura o un happening, es

cierto que el vínculo que se genera entre el observador y ésta, independiente del contenido,

siempre será una búsqueda por algún tipo de objeto insertado en la memoria, así sea

inmediata. La tristeza a la que hace referencia Lippard, es la magnificación que logra

Oldenburg a través de su escultura, cuando se entiende como la convergencia

representacional de un discurso institucional, la voluntad de convertir los alimentos

cotidianos en arte y el deseo de volver popularmente artística la reflexión en torno a lo que

se encuentra en todos los hogares de los observadores de sus producciones. La alimentación

de la década de los sesenta queda atada así a la sobrevaloración del equilibrio nutricional,

6 En la historiografía del arte se ha determinado que los movimientos del siglo XX del periodo de posguerra

de la segunda guerra mundial han sido una reinterpretación de la conceptualización dadaísta del arte de

principios del siglo XX. Se trata de un debate historiográfico sobre la autenticidad de movimientos como el

abstraccionismo abstracto, el pop art, el fluxus y el minimalismo.

75

en la medida que la identificación de la repetición del consumo, depende directamente de

una imagen y de la apariencia de los alimentos en las estanterías privadas o en las galerías

de arte, como la representación pública de un comportamiento estructurado desde el manejo

de las subjetividades individuales.

III.2 La industria del empaque: el caso de la conserva y la papa

El sistema cultural alimenticio norteamericano de la década de los sesenta, estuvo

caracterizado por la mezcla de los productos preparados de diferentes maneras como se

evidenció en el apartado anterior; pero, a través de la obra de Oldenburg, se puede analizar

otra de las características fundamentales de este sistema: los hábitos alimenticios sociales e

industriales alrededor del concepto de lo natural. La presencia de frutas y vegetales tanto en

la obra escultórica de Oldenburg, como en la cotidianidad norteamericana, responde a esa

búsqueda permanente por equilibrar los efectos característicos de la nutrición

industrializada, con las propiedades originales del grupo de las frutas y las verduras como

fuente de vitaminas y minerales. La utilización por parte del artista de diferentes materiales

novedosos como el esmalte, los vinilos, el acetato, el caucho y el plástico para representar

rígidamente los alimentos, específicamente aquellos relacionados con las frutas y las

verduras, posibilita el análisis del tratamiento de estos productos en la industrialización

norteamericana de la década de los sesenta.

El caso de lo natural en la pera de False food selection, Series book title: Flux Year Box 2

Portfolio (Imagen 26), representa la ironía de encontrar de manera reducida – tanto en la

cotidianidad como en la obra de Oldenburg – la presencia de alimentos que no han sido

industrialmente modificados; sin querer decir esto que su consumo no hiciera parte de los

hábitos de la década de los sesenta. En comparación a la publicidad y los alimentos

característicos de la comida rápida, la magnificación de la pera en este caso corresponde a

la representación de la ausencia, en la medida que una obra de 8.5 x 7.5 x 7.5cm, es

prácticamente irrelevante frente al conjunto de alimentos que componen el repertorio

gastronómico de Oldenburg. El discurso tradicional en torno a las frutas y verduras hace

76

parte de la búsqueda del equilibrio nutricional, pero choca con la contradicción de la dieta

norteamericana al estar convertido en un acompañamiento en las hamburguesas como en

Two Cheeseburgers with everything (Dual Hamburgers) (Imagen 15) o la decoración antes

mencionada en Hamburger with pickle and ochre (Imagen 23).

Históricamente se encuentra una relación directa entre los mejoramientos en los procesos

productivos, y el campo de la industrialización de los alimentos, como se afirma desde la

perspectiva histórica de Armesto:

“La industrialización generaba impureza, corrupción y adulteración. Pero en la

era industrial, la única solución admisible consistía en industrializar más. A

finales del siglo XIX la ciencia de la alimentación se obsesionó con la pureza, y

en el curso de su desarrollo, las industrias alimentarias se decantaron por

productos que fueran uniformes, previsibles y seguros.” (Fernández, 2004, Pp.

325)

La preocupación progresiva por anteponer la salud a la gastronomía se convirtió en la

especialización de las industrias, para que los individuos no tuvieran que preocuparse por el

alimento que estuvieran buscando, sino por la marca que les ofreciera las propiedades

reales – adquiridas – más convenientes. La industrialización de los alimentos en la década

de los sesenta, implica una reflexión en torno a las cualidades tanto gustativas como

Imagen 26. False food selection, Series book title: Flux Year

Box 2 Portfolio, 1960

Caucho, Pintura

77

nutritivas de los productos originales. Si se retoma el caso de las frutas para Estados Unidos

donde la oferta dependía necesariamente de la temporada del año, el proceso de

conservación industrial generó una contradicción para el consumidor entre la disponibilidad

y el valor real nutritivo de los alimentos como lo mencionan Bennion y Hughes:

“The commercial and home canning of fruits makes possible an extension of

season for many fruits and furnishes a readily available supply of fruit all year.

Canned fruit is essentially cooked fruit, sealed and processed for keeping. Flavors

and textures are somewhat altered by cooking of canning and vitamin values may

be slightly reduced.” (Bennion y Hughes, 1975, Pp. 70).

De esta manera, el tipo de alimentos a los cuales se vieron enfrentados los individuos en su

cotidianidad, terminó por cambiar desde otra perspectiva la manera de comer, ya que la

inmediatez de la comida rápida en los restaurantes estaba reforzada por el automatismo de

los alimentos que requerían del mínimo esfuerzo posible para ser consumidos. La extensión

del tiempo de vida de las frutas referido anteriormente por Bennion and Hughes, se

consolidó como el pilar de la alimentación inmediata y como la representación directa de la

sociedad masificada, en la medida que los bienes de consumo como los abre latas se

convirtieron en el vínculo entre el consumidor y el mundo exterior. Una cotidianidad a la

cual se le modificaron sus ciclos tradicionales de funcionamiento, desde la intervención

industrial por la búsqueda de un beneficio económico.

Surge así en el escenario de la década de los sesenta la figura de los enlatados tan común

tanto en la sociedad norteamericana del periodo de posguerra como en la actual. La

aparición histórica de las latas en la cultura francesa de finales del siglo XVII, se le atribuye

a los experimentos químicos con los alimentos realizados por Nicolas Appert, y desde 1805

hasta 1874, su manejo se convirtió en algo comercial tanto en Inglaterra como en Estados

Unidos. En la década de los sesenta se hizo evidente la utilización masiva de este método

de empaque, al materializarse la acumulación de conocimientos científicos alrededor de las

propiedades de los alimentos, y la necesidad por mantener las cuatro sensaciones gustativas

antes mencionadas. Las apreciaciones de Bennion y Hughes son de nuevo pertinentes

alrededor de esta temática, ya que se evidencia cómo la concepción histórica de la

78

intervención industrial sobre los alimentos ya no se centra solamente en las propiedades

originales, sino también en lo indispensable del equilibrio que se debe buscar con la

naturaleza:

“The processing of canned fruits, vegetables, and meats are done after these foods

have been packed into containers by either hot or row pack (…). The processing

may be accomplished in a boiling water bath, for acid fruits and tomatoes, and in

a pressure canner for vegetables, meat, fish, and poultry, which are low in acid

and require higher than boiling temperatures for the complete destruction of

bacterial spores.” (Bennion y Hughes, 1975, Pp. 457)

Con la adición de elementos naturales como el azúcar o la miel para conservar el dulce, o

con la presencia de sustancias químicas sintéticas como los preservantes y los colorantes

para mantener una apariencia, se puede afirmar que en las latas de comida procesada

industrialmente, está condensada la historia de la alimentación occidental hasta la década

de los sesenta. La serie de procesos históricos se puede leer a través de la convergencia de

diferentes factores sociales y económicos como la ideología, la acumulación del

pensamiento científico, la organización social que se teje alrededor, y los elementos

tecnológicos que permitieron ubicar una serie infinita de latas en estanterías de las tiendas,

listas para ser consumidas.

Pero realmente ¿a qué sabe una conserva? ¿La generalización llegó hasta tal punto que no

se cuestionaba la necesidad del sabor original? Por más que se hablara de una modificación

de las propiedades de los alimentos, de la búsqueda por mantener una consistencia y un

sabor, y de utilizar la publicidad como la ventana de ventajas del consumo industrializado,

es indiscutible que encontrarse un tomate convertido en salsa, una semilla de cacao

convertida en barra de chocolate, un pescado convertido en un cilindro rosado o una papa

redonda convertida en muchos rectángulos tridimensionales, tuvo un efecto directo en la

concepción material de los alimentos. Un cambio de visión representado por Oldenburg en

el juego logrado por la variabilidad de la apariencia de sus alimentos, como la

materialización de la reflexión en torno a la realidad de los bienes de consumo y los

alimentos industrializados. El conjunto de esculturas son la muestra de una tendencia social

donde ya no era necesario preguntarse por la cualidad desechable de los bienes de

79

consumo, o indagar sobre la fuente original del alimento industrializado, siempre y cuando

fuera totalmente cuantificable en el reverso de una lata o de una bolsa de productos

congelados, cuantas calorías, grasas y proteínas se estuvieran consumiendo. Y la

caracterización de los alimentos modificados como entes con una vida propia que se

interrelacionaban con los individuos en el consumo masivo, es la muestra del arte en el que

creía Oldenburg: “Estoy a favor de un arte que adopta sus formas de la propia vida, que

retuerce y extiende y acumula y escupe y gotea, y que es pesado y vulgar y brusco y

estúpido como la vida misma.” (Aznar, 2000, Pp. 82)

Otro ejemplo de la representación de la historia del empaque de la década de los sesenta en

Estados Unidos que puede ser leído desde la escultura de Oldenburg, es el caso de los

tubérculos cocidos como fuente de carbohidratos. Las apreciaciones de Jefrey Price en su

estudio antropológico sobre la presencia de las papas en la historia del arte, muestran una

aparición inicial en el siglo XVI, una reaparición en el siglo XIX, y un posicionamiento un

poco más generalizado en el siglo XX con artistas como Millet, Van Gogh, Miró, Beuys,

Pölke, Immendorf, Bock, Penone, Warhol y Oldenburg (Price, 2003). Es una reflexión

conceptual relevante para la obra de Oldenburg, ya que el autor le atribuye un valor

puramente erótico a las composiciones:

“The idea of a potato-sensuality becomes present here, with the slit-open baked

potato taking on a vagina like presence-a steamy receptacle for the cream and

butter. The rumors of Oldenburg and his first-wife romping away on some of

their newly finished soft sculptures lends sexual innuendo to the image of a giant

baked potato.” (Price, 2003, Pp. 79).

Si se traspasa el lugar de la papa de Oldenburg de una galería de arte, a la cotidianidad de la

sociedad norteamericana de la década de los sesenta, lo primero que se evidencia es la

representación de la popularidad de este alimento en sus diferentes presentaciones. La

tridimensionalidad y la forma de esta composición, incita incluso a cuestionarse sobre los

valores de dicho alimento en términos de temperatura, sabor y consistencia real para el

consumidor. La representación de la papa en Baked Potato (ver ANEXO 1) y Baked Potato

80

#1(Imagen 27) a la cual Price le atribuye un valor puramente femenino, guía la mirada del

consumidor hacia la condensación de los sabores que están alrededor de este tubérculo,

como la puesta en escena de una mujer admirada y casi venerada desde la repetición de su

consumo. Además de esto queda representada la utilización del alimento como

acompañamiento de todo tipo de comidas, ya sean de naturaleza inmediata como las que se

encuentran en los restaurantes de comida rápida, o en la mesa alrededor de diferentes

fuentes de proteína. La industrialización

de los alimentos cobra desde Oldenburg

un sentido mucho más profundo, cuando

la simple cocción de una papa hace

parte de un complejo tejido de

estrategias industriales en las cuales

dicho tubérculo fue procesado de una

forma tan variada, que terminó por

cubrir los mayores espacios de consumo

posibles.

El Departamento de Agricultura y Comité de la Producción de Alimentos de las

Investigaciones Nacionales norteamericanos eran los encargados de realizar todo tipo de

estudios concernientes al consumo y producción de alimentos desde la década de los

cincuenta (Bennion y Hughes, 1975, Pp. 25). La especialización de los estudios logró tal

nivel de conocimiento sobre las preferencias sociales, que en la década de los sesenta estas

instituciones gubernamentales lograron especificar de manera puntual, cuáles debían ser

tanto los procesos, como las orientaciones conceptuales que debían guiar el procesamiento

industrial de los alimentos:

“According to the Food Protection Committee of the National Research Council,

a food additive is a substance or a mixture of substances, other than a basic

foodstuff, that is present in a food as a result of any aspect of production,

processing, storage, or packaging. (…) Justifiable uses of additives in food

processing include (1) maintaining nutritional quality; (2) enhancing the keeping

quality, with reduction in food waste; (3) enhancing the attractiveness of foods;

and (4) providing essential aids in processing.” (Bennion y Hughes, 1975, Pp. 25)

Imagen 27. Baked potato #1, 1963

Arpillera, Esmalte, Tela rellena con Kapok

81

Los procesos industriales norteamericanos requieren de un análisis por su importancia

histórica porque, dentro de los mecanismos de recuperación económica iniciados en la

década de los 30, el desarrollo del empaque encontró también su lugar en las estrategias

productivas al convertirse en una industria. Se editaron manuales en la década de los

sesenta que especificaban las novedades en los materiales, y los descubrimientos alrededor

del tratamiento químico de los alimentos para el mantenimiento de sus propiedades

originales como Printer’s Ink y Advertising Age (Bennion y Hughes, 1975). Los estudios

realizados para determinar cómo se debían industrializar los alimentos, hacían énfasis en

las preferencias de los consumidores por la forma como querían encontrar los productos en

el mercado. El paso progresivo del celofán para empacar galletas y ponqués, fue sustituido

por otros materiales como el plástico, el polipropileno y el polietileno entre otros, con el fin

de cubrir mayores espacios de la industria alimenticia como los panes, los dulces, las

carnes, los chocolates – como ya se ha mencionado – y, sobre todo, las papas. Como se

mencionaba para el caso de la publicidad a través de la obra de Oldenburg, la utilización de

estos materiales por parte del artista para crear sus composiciones, deja clara la

transferencia del material industrial del empaque de los alimentos a la obra de arte, como la

representación directa de la adición sintética de objetos en la cotidianidad norteamericana

de la década de los sesenta.

El desarrollo de la industria del empaque en Estados Unidos para esta década, reflejó el

manejo industrial de los alimentos desde un tratamiento apropiado del producto, que logró

mezclar la serie de descubrimientos químicos y nutricionales. Si bien se tenía claro el

postulado de buscar a través de la industrialización el mantenimiento de las propiedades

originales de los alimentos, el empaque determinaba una manera específica de

transportarlos, distribuirlos y consumirlos. Respecto a esta manera de comer, la escultura

de Oldenburg Potato Chips in Bags (Imagen 28) representa las relaciones entre la

innovación del empaque al vacío y la alimentación industrializada. Se evidencia desde esta

escultura el cuestionamiento de Oldenburg sobre la adición de materias primas, que estuvo

reforzada por la presencia del plástico, de la cual se infiere la cualidad sintética de la

presentación de los alimentos. Oldenburg termina por presentar, a través de las papas, la

82

muestra del límite entre los sabores naturales y

sintéticos, al mostrarlos como la crítica hacia la

búsqueda publicitaria – industrial – de venderlos

como naturales, desde la representación de la

contradicción cotidiana entre el manejo industrial

de las papas y el beneficio nutritivo de lo

adicionado mecánicamente.

III.3 La forma del dulce en el American way of life

La representación de la cotidianidad norteamericana de la década de los sesenta a través de

Oldenburg está alejada de la copia de la materialidad exterior, al tomar como punto de

partida los aportes historiográficos de Gombrich, quien entiende el lenguaje del artista

como el elemento que se disputa en el límite entre una experiencia personal, y la incidencia

que tiene ésta para el resto del cuerpo social:

“[la representación pictórica] (…) no es una réplica; Las formas del arte, antiguo

y moderno, no son duplicados de los que el artista tiene en la mente, como no son

duplicados de lo que ve en el mundo exterior. En ambos casos son trasposiciones

a un medio adquirido, a un medio desarrollado por la tradición y la habilidad – la

del artista y la del contemplador.” (Gombrich, 1979, Pp. 319)

La construcción de ese medio adquirido por parte de Oldenburg mencionada por Gombrich,

es lograda por el juego de superposiciones de materiales industrialmente fabricados,

modificados y moldeados en forma de alimentos y discursos masificados. El tipo de arte

activo al cual el artista le atribuye la capacidad de escupir y acumular7, es la representación

de la interacción que tenían los individuos en su día a día con los productos insertados en su

cotidianidad por la publicidad. La forma como era visto el espacio por parte de la sociedad

7Ver ANEXO 2 para conocer más a fondo cuáles eran las características que Oldenburg le atribuía a sus

composiciones artísticas.

Imagen 28. Potato chips in bags, 1963

Esmalte, Plexiglás, Tela, Vinilo, Yeso

83

de la década de los sesenta, fue la base material del trabajo de Oldenburg, en la medida que

el consumo de los alimentos industrializados se convirtió en un pretexto para hacer arte y

para evidenciar el mecanismo que enfrentaba a los consumidores con su realidad material.

Los procesos históricos en los cuales estuvo insertada la modificación mecánica de los

alimentos está representada por Oldenburg en la maleabilidad de sus esculturas, y en el

juego mental al cual se somete el observador, al percatarse de la transposición que genera el

reconocimiento magnificado y artístico de los objetos y alimentos específicos que

constituyen sus hábitos.

La forma del arte de Oldenburg ha sido tratada desde la historiografía del arte por la

importancia que tuvo la utilización de materiales que jugaban con la apariencia real de los

alimentos en la cotidianidad. Lo primero que habría que resaltar es lo que De Fusco ha

entendido como una composición volumétrica8, en la cual el juego entre la apariencia

blanda y la dura en las obras de Oldenburg, es lo que genera un tipo de lenguaje entre el

significado del contexto, y el significante construido del objeto, desde la multiplicidad de

formas que familiarizan al observador con la obra. Es un elemento tan relevante en el

concepto de la obra del artista, que varios críticos e historiadores han centrado su mirada en

la producción artística de Oldenburg por el valor histórico que tiene la utilización del

cambio de apariencia de los objetos representados (Friedman, 1975; Leydier, 2006; Ovyind,

1966; Glaser, 1966; Kuspit, 1966; Price, 2003; Rose, 1967; Tansini, 2007).

Contemporáneamente a la producción artística de Oldenburg, se encuentra en Martin

Friedman un interés particular, desde su posición de crítico de arte como director del

Walker Art Center, por el tratamiento de la variedad de materiales en obra escultórica del

artista:

“In its stress on the interrelationship of forms and their reduction to artistic

components, he reveals the dynamic possibilities of geometry, and in his images,

objects of the natural and the man-made world are structurally related. In fact,

Oldenburg’s art is largely predicated on the commonality seemingly unrelated

objects. On another level, by softening and dissolving the contours of disparate

objects, large and small, he implies that all forms are organic, derive from the

8 “aquellas obras en que el aspecto tridimensional predomina sobre los de la línea y de la superficie”. (De

Fusco, 2008, Pp. 83)

84

same primal substance and share the same variable quality. The ordinary object

becomes a demanding presence.” (Friedman, 1975, Pp. 21)

La incidencia de las esculturas de Oldenburg en la relación de la cotidianidad con el arte, y

de éste con el reflejo de los comportamientos, se evidencia en la importancia de la forma de

los alimentos moldeados. Si bien no se puede analizar con los métodos de crítica del arte

tradicionales como la iconografía y la iconología, el conjunto de elementos que componen

las obras sí remite a la búsqueda de la mayor cantidad posible de relaciones entre lo

material y lo espiritual del arte. En la representación de Oldenburg, el vínculo directo entre

la escultura y el contexto en cual fue creada, queda evidenciado en la profundidad de un

análisis que traspasa las barreras de la materialidad, al complementar la forma del arte, con

el contenido que puede ser deducido del mismo; lo que De Fusco entiende como el lenguaje

único de las esculturas9. La reflexión en torno a ciertos alimentos específicos que

caracterizaron el sistema cultural alimenticio de la década de los sesenta como los

productos de repostería, permitirá evidenciar cómo, desde el manejo particular de los

materiales, Oldenburg logró representar la variabilidad de la apariencia de los objetos en la

cotidianidad y en la historia norteamericana.

El conjunto de esculturas que hacen alusión a los

productos dulces de la dieta norteamericana de la

década de los sesenta, es ese producto final tanto

de la obra del artista, como de cualquier comida

que constituía el American way of life. Desde la

obra de Oldenburg, las esculturas que magnifican

la importancia de los postres en los hábitos

cotidianos de la alimentación norteamericana de

la década de los sesenta, son la representación de

9“En principio el término “forma” se utiliza como sinónimo de “imagen”, apariencia, dato perceptible,

mientras que el término “contenido” se entiende como sinónimo de sentimiento, concepto y todo lo inmaterial

que presenta una obra (…) En efecto, como dicen claramente las palabras, la forma corresponde a la

conformación, mientras que el contenido, relativo a la narración, a la idea, al sentimiento que el artista

pretende expresar, corresponde a la representación.”. (De Fusco, 2008, Pp. 23 – 24)

Imagen 29. Floor Cake, 1962

Cartón, Caucho, Espuma, Látex,

Pintura, Polímero, Tela

85

los productos de repostería como fuente de carbohidratos que pertenecen al grupo de

alimentos de preparación horneada de los panes y sus derivados: Floor Cake (Imagen 29),

Giant Loaf of Raisin Bread, Sliced (Imagen 31), Glass Case with 24 Open-Face

sandwiches (Imagen 30), Glass Case with Pies (Assorted pies in a case) (Imagen 7), Pastry

Case (Imagen 9) y Wedding Souvenir (for the wedding of Jim and Judith Elliot in Topanga

Canyon, California April 23, 1966) (Ver ANEXO 1). Estas seis obras en las que se

muestran diferentes tipos pasteles y panes, responden a una serie de productos repostería,

desde el cual se puede inferir el proceso industrial de la fabricación de una consistencia

base y una gran variedad de cubiertas.

En el caso de Floor Cake (Imagen 29), el hecho que sea sólo una tajada y no el ponqué

completo, representa la ambigüedad frente al consumo, donde las recomendaciones

nutricionales tienden hacia una moderación, mientras que el tamaño que Oldenburg le

otorga al producto, pone en evidencia la masificación sin selectividad de su consumo. Por

más que se trate sólo de un fragmento, la apariencia blanda genera un cuestionamiento

sobre el consumidor, en la medida que la representación de la forma y no del contenido,

magnifica el concepto cambiante de la proporción en el consumo cotidiano de calorías.

Las esculturas de productos de repostería

como los postres variados, es la

representación de un alimento casi histórico

en la cultura norteamericana como son los

“pies” en el caso de Glass Case with Pies

(Assorted pies in a case) (Imagen 7), Glass

Case with 24 Open-Face sandwiches

(Imagen 30) y Pastry Case (Imagen 9); los

ponqués como es el caso de Floor Cake

(Imagen 29) y Wedding Souvenir (Ver

ANEXO 1); y el pan en Giant loaf of raisin bread, sliced (Imagen 31). La apariencia y la

forma como están compuestas las obras, para el caso de los Glass Case, Pastry Case y

Wedding Souvenir y la exactitud de su tamaño en comparación con la realidad, genera en el

espectador una sensación de provocación y un cuestionamiento sobre la cotidianidad y la

Imagen 30. Glass Case with 24 Open-Face

sandwiches, 1964

Arpillera, Esmalte, Metal, Vidrio, Yeso

86

repetición del consumo. Como lo menciona la crítica de arte Ellen Johnson, el efecto de la

mezcla de materiales termina por generar un vínculo directo entre la obra y el observador,

en la medida que se convierte en un lenguaje que juega con la familiaridad: “Oldenburg is a

deeply sensuous artist, appealing as much to touch, taste and smell as to the loftier sense of

sight. The Slice of Chocolate Cake with its thick caramel icing is so luscious that one's

mouth may well water in contemplating it.” (Johnson, 1963)

Para el caso específico de Glass Case with 24 Open-Face sandwiches (Imagen 30), la

representación de la gran variedad de sabores sobre cada uno de los panes ubica a

Oldenburg en la posición de observador de esa realidad que recreó, porque la posición de

los objetos evidencia la alusión a la cual se hizo referencia en el primer apartado de esta

investigación, en la cual tanto los críticos de arte como el artista ven reflejada su posición

activa en la cadena productiva norteamericana. El consumo masivo se ve representado en la

variedad de sabores de un mismo producto, dentro de los cuales la condensación del

proceso industrial del horneado constituye el motor que ubica la repostería en el centro del

American way of life.

Además de los alimentos horneados ya

mencionados, se debe mencionar el caso del

pan en Giant loaf of raisin bread (Imagen 31),

que pertenece a la apariencia blanda y

agrandada recurrentemente utilizada por el

artista, donde la variedad del consumo

cotidiano de los panes está claramente

representada por la presencia de las uvas. La

disposición de las tajadas genera una reflexión

para el observador y para el consumidor sobre

la selectividad, la cantidad y la consistencia de

un elemento tan básico en la cultura norteamericana como lo es el pan, también utilizado

recurrentemente en hamburguesas y sánduches, protagonistas de la comida rápida. Esta

obra hace referencia al grupo de alimentos horneados donde la forma como Oldenburg

Imagen 31. Giant loaf of raisin bread, 1965

Espuma, Tela, Madera, Vinilo

87

representa el sentido de proporción, evidencia también ese mensaje nutricional de las

cantidades adecuadas que se debían consumir. La multiplicidad de productos, o las grandes

cantidades de los mismos, terminan por representar esa visión norteamericana del consumo

compulsivo en la que, muchas veces, lo cuantificable es sinónimo de calidad como se

mencionaba para el caso de la mcdonalización en Dual Hamburgers (Imagen 15).

La convergencia de la escultura y el contexto histórico que se puede leer desde ésta, se

encuentra en los alimentos creados por Oldenburg que responden a la preparación

procesada en las siguientes obras: Chocolates in box (Fragment) (Ver ANEXO 1), Floor

Cone (Imagen 5), Ice cream being tasted (Imagen 32) y Pie à la mode (Imagen 33). Los

productos de repostería como el chocolate y el helado hacen parte de los procesos

industriales antes mencionados, pero su relevancia en la obra de Oldenburg está

determinada por el condicionante histórico de la americanización de la sociedad, que queda

evidenciado a través de la representación de la consecución sintética de sabores en los

productos congelados. Para ir un poco más lejos, el caso de los alimentos que se venden

congelados en la década de los sesenta es otro ejemplo de la respuesta de la industria

alimentaria a las necesidades sociales. Ya que el principio de la conservación era

precisamente parar o, en su defecto, volver más lento el proceso de deterioro de los

alimentos, por medio del congelamiento de los mismos, se mezclaron tres de los

requerimientos para una conservación apropiada: el control y mantenimiento de la

temperatura, el secamiento y la adición de sustancias, teniendo siempre presente que las

propiedades originales nunca podrían ser iguales al resultado final.

88

El helado de Ice Cream being tasted representa cómo la obra de arte queda incluida dentro

del sistema alimentario desde la forma y el contenido de la composición misma. Como lo

menciona Oldenburg en una entrevista hecha por Martin Friedmann: “I’m predisposed to

accept something which has a definite formal structure, I mean, the structure is very

important, that has structure.(…) For example ice cream, ice cream can only be done if you

deal with it with a scoop.” (Oldenburg, 1966). El procesamiento es pensado y explicado por

el crítico Gorden Castro desde la exclusividad de Oldenburg en la utilización de una forma

particular, para el caso de Pie à la mode (Imagen 33) que, desde su mismo título, hace más

evidente su lugar en la sociedad y en la memoria colectiva de la sociedad norteamericana

de la década de los sesenta:

Imagen 32. Ice cream being tasted, 1964

Metal, Porcelana, Yeso

89

“On viewing Pie à la Mode (1962), with its glob of faux ice cream

sliding off an uneven slice of faux berry pie, viewers get the ideas

of pie and art in the same instant. This small monument has

universal associations. Much larger than the real thing, the pie

shows the role played by selective memory. A roughhewn inedible

version of something edible, it challenges the viewer's whole being:

eyes, tongue, mind, body, and perhaps other parts must reconfigure

their usual roles in order to ingest the work and its meanings.

Furthermore, the consumption process is different than for real

food. Magnifying a dessert in 1962 was an American act, signified

by its drips of rust red, white, and blue. Yet changing the flavor

from apple to berry was original as was adding a dab of French

vanilla- à la mode. In another direction, the materials and

construction muslin soaked in plaster over a wire frame, painted

with enamel-call attention to the building trades rather than to high

art. This work is about process and art-making at an early stage of

process oriented art. To top it off, we physically identify with the

jest, sidestepping intellectual processes.” (Castro, 2006, Pp. 74)

La vida y la cualidad activa que le brinda el artista a los postres como ese detalle final de

cualquier muestra gastronómica, queda construida desde las tajadas de pan que cuelgan, la

cuchara que recoge los postres, o el helado que se está derritiendo y debe ser consumido de

manera inmediata antes que se deshaga la consistencia original. Más allá de un

cuestionamiento sobre la proporción o la cualidad cambiante de los alimentos del American

way of life, lo que se puede leer desde Oldenburg en las composiciones de los productos de

repostería es la magnificación de la acción de comer, al entenderla como el lenguaje

mediante el cual el consumidor/observador se vincula con los alimentos a través de la

construcción social del hábito, de lo que debe ser entendido como bueno, o de lo que

simplemente pasa de ser una necesidad a un antojo dirigido por la publicidad. Si bien como

se acaba de presentar, Castro expone el pie como una burla hacia la concepción intelectual

de los procesos industriales, de lo que se trata es de la forma real del consumo de la década

de los sesenta, en la medida que la adopción norteamericana de tradiciones alimenticias

extranjeras como el uso de los frutos rojos en los postres, es la representación que hizo

Oldenburg de una tradición alimenticia que se transmitía al mundo como norteamericana,

desde las estrategias de mercadeo, no necesariamente desde la historicidad culinaria. De

esta forma, se puede afirmar que el sincretismo alimenticio norteamericano de la década de

Imagen 33. Pie à la mode 1962

Alambre, Esmalte, Yeso

90

los sesenta, estuvo basado en la contradicción entre unos conocimientos científicos y una

cotidianidad orientada por la relativización de las recomendaciones institucionales, a

medida que el gusto construido fue, finalmente, la materialización sintética de un

comportamiento guiado por la vista, más que por la satisfacción de una necesidad

biológica.

Apunte final

Pensar en la cotidianidad de la sociedad norteamericana de la década de los sesenta, es

encontrarse con una gran obra teatral, donde Claes Oldenburg se convirtió en el encargado

de la escenografía; y la selección de la serie de esculturas que decoraron esa visión de la

realidad, es apenas una pequeña fracción del trabajo que el artista continuó realizando hasta

hace pocos años. La lectura que se ha hecho de sus alimentos magnificados es un aporte a

la historiografía de la alimentación, en la medida que el movimiento que imprimen sus

obras a la mirada histórica de una realidad concreta como la de la década de los sesenta,

está determinada por el lenguaje que logró inventar el artista para comunicar a los

consumidores con el sabor, la consistencia y la apariencia de los alimentos que

caracterizaron la dieta norteamericana del periodo de posguerra. Oldenburg logró

relativizar a través de sus composiciones el valor de las estrategias económicas

norteamericanas, a partir de la conversión de la cotidianidad en el lenguaje de la

representación popular de un arte desde y para la sociedad.

El escenario norteamericano se fue configurando desde la adición de los objetos

industriales, y las esculturas de Oldenburg le imprimieron un sentido a dicha acumulación,

en la medida que desde las hamburguesas, hasta las bebidas, las carnes y los productos de

repostería pasaron de ser la caracterización de una dieta, para convertirse en alimentos que

tenían una vida propia; la muestra de la cualidad móvil del arte que se podía leer en las

galerías cuando las esculturas se esparcían en el piso, colgaban de cuerdas, o simplemente

realizaban una acción estática en el tiempo y en el espacio mientras estaban siendo

consumidas por manos invisibles. Los objetos que Oldenburg compuso como vivos y

activos, son la herramienta histórica que posibilita la lectura de las costumbres alimenticias

91

de la década de los sesenta desde una nueva perspectiva, al haberse hecho evidente la

importancia que tuvo el Pop Art en la historia de la representación artística de los

alimentos; como lo menciona Alberto Veca:

“Desde hace unos años el alimento, filtrado a través de las imágenes publicitarias,

se transforma en ejercicio de estilo en el imaginario del Pop Art americano: desde

James Rosenquist hasta Claes Oldenburg. Por medio de un lenguaje

independiente de toda apariencia, el arte contemporáneo interpreta las formas de

la realidad y el alimento se confunde hoy con otros temas de representación”

(Flandrin, 2004, Pp. 877)

Si bien Veca en su reflexión sobre la presencia de los alimentos en la historia del arte deja

claro cómo desde el siglo XVI con Pieter Brueghel comenzaron a aparecer las prácticas

alimenticias en los cuadros como en La Siega, se evidencia con el Pop Art, y con el arte

contemporáneo en general, una reinterpretación artística de la acción de comer con el

traspaso del campo – los agricultores -, el mercado - los vendedores - , la cocina – los

cocineros - y los banquetes – la burguesía -, a los alimentos individuales que representan

los procesos industriales de preparación, donde ya no es necesario hacer evidente quién o

qué fue el ente encargado de posicionarlos como una práctica social (Flandrin, 2004, Pp.

869-871). El papel de Claes Oldenburg en la historia de la alimentación contada desde el

arte se magnifica, cuando se comprenden sus esculturas como el salto histórico de la

representación específica y estática, a la obra de arte para llevar y que está lista para ser

consumida/observada. La eliminación de los artífices de la producción de alimentos fue

representada por Oldenburg desde la maleabilidad de la forma de su arte, como la

construcción del cuestionamiento sobre la impersonalidad de la comida inmediata, y la

distancia que generó la industrialización de la década de los sesenta entre los individuos y

la preparación artesanal de los alimentos.

Las 42 obras de Oldenburg que se leyeron desde el consumo masificado, la mcdonalización

de la sociedad y la representación, son la muestra de esos objetos acondicionados por el

artista para recrear la configuración del gusto de la década de los sesenta. Por más que se

trate del diálogo entre la obra de arte y el contexto histórico al cual hace alusión, la

caracterización de los comportamientos sociales, se leyó también desde la materialidad de

92

las composiciones como el valor de lo concreto, y la utilización de los colores fuertes como

el mecanismo pop copiado de la publicidad. La presencia de los alimentos en el repertorio

de Oldenburg, y la ausencia de quienes realizan la acción de preparación de la comida, es el

recurso que utiliza el artista para ubicar al consumidor/observador histórico en el centro de

la obra de arte ya que, al comunicarse con la escultura, se identifica como el co -creador de

la composición, en la medida que la identificación de un hábito a través de la vista, termina

por despertar todos los sentidos necesarios para apropiarse de una arte que está servido en

una bandeja y que está listo para ser aprehendido.

La selección de la fracción del trabajo artístico de Oldenburg que se tomó como base de la

presente investigación, estuvo guiado por la búsqueda hacia una representación real de un

comportamiento social; y es por esto que los alimentos agrandados, blandos y duros, son la

muestra de la importancia del movimiento pop en la historia del arte, que está determinada

por el grado de realidad que puede ser percibido en cualquiera de las obras a las cuales se

hizo referencia. Retomando de nuevo la reflexión de Veca, el paso de lo contemplativo a lo

puramente activo frente a la obra de arte pop, es la representación de aquellos objetos como

los alimentos de Oldenburg que lograron condensar en una composición, una tendencia

generalizada y compartida por la mayor cantidad posible de individuos: “Hasta el comienzo

de la época contemporánea, casi toda la iconografía relativa a la alimentación, con

excepción de la figura en los tratados normativos, representa comportamientos canónicos y,

por tanto, actividades y costumbres ligadas al consumo de la comida de una forma más

simbólica que real.” (Flandrin, 2004, Pp. 873)

Además del nuevo lugar que Oldenburg le asigna al observador/ consumidor y a los

alimentos masificados, la serie de composiciones realizadas en la década de los sesenta,

deja claro el nuevo lugar de la escultura en el espacio histórico del arte. Si bien con las

vanguardias artísticas se especificó a lo largo de la investigación la reflexión conceptual

que estos movimientos le imprimieron al ideal del arte en general, Oldenburg le imprimió a

su producción artística un sello particular, con la transposición de la escultura entendida

tradicionalmente como un objeto conmemorativo y alejado de la sociedad, a un lugar

público como las galerías y los parques. Es la representación de la caracterización del paso

93

de lo monumental a lo adquirible que, como se evidenció anteriormente, era el propósito de

las diferentes industrias productoras de alimentos de la década de los sesenta. Este nuevo

lugar de la escultura pop ha sido tratado por la historiografía del arte formal (Krauss, 1996),

donde se evidencia un interés en la movilidad de los objetos artísticos de Oldenburg, los

cuales estuvieron enmarcados en el principio del arte moderno y contemporáneo por

brindar un cuestionamiento sobre el concepto del arte como algo que estaba

tradicionalmente en el límite entre la admiración a distancia, y la sobrevaloración de la

producción artística individual. Se puede evidenciar este traspaso colorido a través de las

reflexiones de Rosalind Krauss, quien profundiza en esa característica móvil y maleable de

las esculturas modernas y contemporáneas, dentro de las cuales se debe ubicar el trabajo de

Oldenburg:

“(…) entramos en el arte moderno, en el periodo de la producción escultórica que

opera en relación con esta pérdida del lugar, produciendo el monumento como

abstracción, el monumento como una mera señal o base, funcionalmente

desubicado y fundamentalmente autorreferencial. Estas dos características de la

escultura moderna revelan su condición esencialmente nómada, y de ahí su

significado y su función. Mediante la fetichización de la base, la escultura se

extiende hacia abajo hasta absorber el pedestal y separarlo de su ubicación; y a

través de la representación de sus propios materiales o del proceso de su

construcción, la escultura representa su propia autonomía.” (Krauss, 1996, Pp.

293)

La autonomía a la cual hace referencia Krauss es la representación que hace Oldenburg del

lugar de los alimentos masificados tanto en su repertorio artístico, como en la construcción

histórica y cultural de los comportamientos alimenticios norteamericanos. Las reflexiones

en torno a la industrialización de bienes de consumo y alimentos presentadas a los largo de

la investigación, pueden ser entendidas ahora como esa construcción del sentido de la obra

de Oldenburg, en la medida que las estrategias económicas del periodo de posguerra, se

convierten a través de la escultura en el pretexto para producir objetos que, aunque fueran

de naturaleza artesanal, su posición en la escenografía de la cotidianidad estuvo

determinada por las dinámicas de la publicidad, la repetición y la masificación.

94

Por otro lado, si se piensa en el concepto de representación como esa construcción de

objetos autorreferenciales con la realidad, el significado y la función a los cuales hace

referencia Krauss en la reflexión antes presentada, las esculturas se pueden pensar como la

materialización de la mcdonalización de la sociedad, en la medida que las hamburguesas,

las papas, las salsas y los sánduches de Oldenburg no son sólo productos; se trata de la

magnificación doble de las practicas alimenticias: por un lado es la representación del

consumo como una acción repetida e imitada a grandes escalas y, por el otro, es la muestra

de la continuidad de una práctica alimenticia que se expande desde el tiempo histórico

norteamericano de la década de los sesenta, hasta nuestra contemporaneidad inundada por

las cadenas alimenticias, los productos congelados y la serie infinita de alimentos que

requieren de pocos minutos en un microondas para estar listos.

Oldenburg se encarga de retratar desde sus esculturas el escenario de la cotidianidad

norteamericana, en el cual la multiplicidad de alimentos que han sido analizados, es la

representación de aquellas opciones que tenían los individuos para satisfacer sus

necesidades alimenticias en el día a día. La comida rápida como un estilo de vida es

configurado por el artista desde la acumulación y la repetición de sabores, consistencias y

presentaciones moldeadas por las estrategias económicas industriales. De esta forma, la

lectura histórica de la dieta norteamericana de la década de los sesenta sobrepasa la

identificación de una nueva fuente de conocimiento como las esculturas, al convertirlas en

ese lenguaje que, además de comunicar a los individuos con los alimentos a través del

tiempo, vincula directamente la lectura de la historia a través del arte, con la necesidad de

encontrar la materialización de un tipo de arte que habla por sí mismo, y que cumple con

los requisitos que el artista pretendía cumplir: “Estoy a favor del arte que te pones y te

quitas como los pantalones, al que se le hacen agujeros como a los calcetines, que se come

como un trozo de tarta, o que se abandona con desdén como una mierda. Estoy a favor del

arte lleno de vendas. Estoy a favor del arte que cojea y se cae y corre y salta.” (Aznar,

2000, Pp. 82)

95

Desde el desayuno como la práctica cultural con la cual inician los días (Breakfast table),

Oldenburg se encarga de recordar con sus esculturas el contenido de los comportamientos

sociales alrededor de los alimentos; y ese arte que se come como un trozo de tarta, se

posiciona en el centro del escenario de la cotidianidad norteamericana de la década de los

sesenta, al compactarse en formas tan variadas como una salsa que se escurre en unas papas

(French fries and ketchup), un pie que se ve como recién salido del horno (Pie à la mode),

un trozo de carne que cuelga del techo (Roast beef), o una lata de gaseosa que fue

consumida y ahora es simplemente un pedazo de metal desfigurado (7up).

Finalmente, se trata de encontrar en Oldenburg la voz social que relata una historia

particular, y así como se leyeron los comportamientos alimenticios, la posibilidad de

ampliar el panorama del análisis de la cotidianidad material norteamericana, queda abierta

para futuras investigaciones que centren su mirada en otras fracciones de la producción

artística que comenzó en la década de los sesenta, y que se extiende hasta la

contemporaneidad. Oldenburg muestra cómo comienza el día, y asimismo se encarga de

incluir en el escenario todos aquellos alimentos que inundan las calles, las tiendas y los

hogares norteamericanos, hasta terminar con una exquisita muestra gastronómica de la

repostería, donde el valor comercial de los alimentos queda totalmente relativizado, al

haber condensado en sus esculturas la lectura histórica de la alimentación de la década de

los sesenta, como la representación de ese arte que se abandona con desdén.

96

Índice Imágenes Imagen #1: False Food Selection, 1966

Madera, Pintura, Plástico

Harvard University Gazette - Massachusetss

Disponible en: http://www.news.harvard.edu/gazette/2007/03.08/16-fluxus.html

Imagen #2: Floor Burger, 1962

5.2 x 8.4cm

Cartón, Caucho, Espuma, Tela, Látex y Liquitex

College of Marine - California

Disponible en: http://www.marin.cc.ca.us/art107/107ArtAfter1945StudyImages.htm

Imagen#3: Andy Warhol, Campbell's soup1, 1962

50.8 x 40.6cm

Lienzo y Polímero

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en: http://www.moma.org/collection/object.php?object_id=79809

Imagen#4: James Rosenquist, President Elect, 1960-1961

228 x 365.8 cm

Óleo en masonite

Portal Rosenquist

Disponible en: http://www.jimrosenquist-artist.com/?q=node/41

Imagen#5: Floor Cone, 1962

136.5 x 345.4 x 142cm

Cartón, Caucho, Espuma, Pintura, Polímero y Tela

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en:

http://www.moma.org/collection/browse_results.php?criteria=O%3AAD%3AE%3A4397&

page_number=19&template_id=1&sort_order=1

Imagen#6: Stove with meat, 1962

147.3 x 71.1 x 69.9cm

97

Cretona, Esmalte, Lienzo y Yeso

Portal Ciudad de la Pintura - Madrid

Disponible en: http://pintura.aut.org/BU04?Autnum=11.920

Imagen#7: Glass Case with Pies (Assorted pies in a case), 1962

47.6 x 31.1. x 27.6cm

Arpillera, Esmalte, Metal, Molde Aluminio, Vidrio y Yeso

National Gallery of Art - Washington

Disponible en: http://www.nga.gov/fcgi-bin/tinfo_f?object=72258

Imagen#8: French fries and Ketchup, 1963

10.5 x 42 x 44''

Kapok, Madera y Vinilo

Art Tattler Blog

Disponible en: http://arttattler.com/manhattanwhitney.html

Imagen#9: Pastry Case, 1961

37 x 26 x 26.9cm

Cerámica, Metal, Vidrio y Esmalte

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en:

http://www.moma.org/collection/browse_results.php?criteria=O%3AAD%3AE%3A4397&

page_number=10&template_id=1&sort_order=1

Imagen#10: Breakfast table, 1962

87.6 x 90.2 x 87.6cm

Alambre, Esmalte y Muselina remojada con Yeso

Museum of Contemporary Art - Los Angeles

Disponible en:

http://www.moca.org/museum/pc_artwork_detail.php?acsnum=86.14&keywords=claes%2

0oldenburg&

Imagen#11: Counter and Plates with Potato and Ham, 1961

11.7 x 107.3 x 57.8 cm

Esmalte y Muselina remojada con Yeso

98

Tate Gallery - London

Disponible en:

http://www.tate.org.uk/servlet/ViewWork?cgroupid=999999961&workid=10915&searchid

=10123

Imagen#12: Sculpture in form of a fried egg, 1966

109.9cm de diámetro

Algodón, Lienzo y Poliestireno

Museum of Contemporary Art - Chicago

Disponible en:

http://www.mcachicago.org/exhibitions/work_detail.php?id=103&artname=&page=colmai

n

Imagen#13: Shoestring Potatoes spilling from a bag, 1966

Acrílico, Kapok, Lienzo y Pegante

Walker Art Center - Minnesota

Disponible en:

http://collections.walkerart.org/item/enlarge_fs.html?type=object&id=708&image_num=1

Imagen#14: Giant Soft Ketchup bottle with ketchup, 1966 – 1967

254 x 132.1 x 101.6cm

Espuma de poliuretano, Pintura y Tela

Norton Simon Museum - Pasadena California

Disponible en:

http://www.nortonsimon.org/collections/browse_artist.php?name=Oldenburg%2C+Claes&r

esultnum=2

Imagen#15: Two Cheeseburgers with everything (Dual Hamburgers), 1962

18.7 x 37.5 x 21.8cm

Arpillera, Esmalte y Yeso

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en: http://www.moma.org/collection/object.php?object_id=81183

Imagen#16: Hamburger, Popsicle, Price, 1962

104.2 x 40.7 x 28cm

99

Caucho, Esmalte, Espuma y Lona

Christie's Online Auction - United States/London

Disponible en: http://www.christies.com/LotFinder/lot_details.aspx?intObjectID=4806394

Imagen#17: 7up, 1961

Muselina remojada en Vino, Esmalte y Yeso

Blog Updates Live - Estados Unidos

Disponible en: http://updateslive.blogspot.com/2008_12_01_archive.html

Imagen#18: Chocolates, 1966

15.2 x 30.5cm

Cartón, Esmalte y Plástico

Los Angeles County Museum of Art Database

Disponible en:

http://www.moca.org/museum/pc_artwork_detail.php?acsnum=2004.188&page=3&keywo

rds=claes%20oldenburg&

Imagen#19: Pepsi-Cola Sign, 1961

148 x 118.1 x 19.1cm

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

Museum of Contemporary Art - Los Angeles

Disponible en:

http://www.moca.org/museum/pc_artwork_detail.php?acsnum=85.21&keywords=claes%2

0oldenburg&

Imagen#20: Dixie cup and Candies, 1962

Vaso: 8.7 x 8.6 x 9.2 cm. Barra: 0.6 x 14.3 x 5.1cm. Tira: 8.3 x 3.5cm. Bola: 4.4 x 4.1 x

4cm

Aluminio, Lienzo, Pintura y Yeso

Hirshhorn Museum - Washington

Disponible en: http://hirshhorn.si.edu/visit/collection_object.asp?key=32&subkey=10890

Imagen#21: False Food selection#2, 1966

Madera, Vinilo, Plástico y Yeso

Ser Urbano Blog

100

Disponible en: http://serurbano.wordpress.com/2009/04/14/claes-oldenburg/

Imagen#22: Pastry Case #1, 1961-1962

52.7 x 76.5 x 37.3cm.

Cerámica, Metal, Vidrio, Yeso

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en:

http://www.moma.org/collection/browse_results.php?artistFilterInitial=N&criteria=O%3A

AD%3AE%3A4397&page_number=7&template_id=1&sort_order=1

Imagen#23: Hamburger with pickle and ochre, 1960

17.7 x 22.8cm.

Esmalte, Muselina y Yeso

Art Knowledge News Online Magazine

Disponible en:

http://www.artknowledgenews.com/Nasher_Museum_of_Art_Abstract_American_Art.html

?q=franz+kline

Imagen#24: Meat, 1964

Vinilo, Plástico y Yeso

Institute of Artificial Art - Amsterdam

Disponible en: http://radicalart.info/things/copied/index.html

Imagen#25: Liver sausage and slices, 1961

12.7 x 25.4 x 30.5cm

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

Artnet Online Auctions

Disponible en: http://www.artnet.com/artwork/425977320/111741/claes-oldenburg-liver-

sausage-and-slices.html

Imagen#26: False food selection, Series book title: Flux Year Box 2 Portfolio, 1960

8.5 x 7.5 x 7.5cm

Caucho y Pintura

Harvard Art Museum - Massachusetts

101

Disponible en:

http://www.artmuseums.harvard.edu/collection/detail.dot?objectid=10974&globalSearchTe

xt=claes%20oldenburg

Imagen#27: Baked Potato #1, 1963

38.1 x 63.5 x 38.1cm

Arpillera, Esmalte y Tela rellena con Kapok

Los Angeles County Museum of Art Database

Disponible en:

http://collectionsonline.lacma.org/mwebcgi/mweb.exe?request=record;id=142223;type=10

1

Imagen#28: Potato Chips in Bags, 1963

64.1 x 53.5 x 5.1cm

Esmalte, Plexiglás, Tela, Vinilo y Yeso

Royal Museum of Fine Arts of Belgium - Bélgica

Disponible en: http://www.fine-arts-museum.be/site/EN/frames/F_peinture99.html

Imagen#29: Floor Cake, 1962

148.2 x 290.2 x 148.2cm

Cartón, Caucho, Espuma, Látex, Pintura, Polímero y Tela

Museum of Modern Art (MOMA) - New York

Disponible en:

http://www.moma.org/collection/browse_results.php?criteria=O%3AAD%3AE%3A4397&

page_number=18&template_id=1&sort_order=1

Imagen#30: Glass Case with 24 Open-Face sandwiches, 1964

Arpillera, Esmalte, Metal, Vidrio y Yeso

Portal Turístico Boston

Disponible en: http://www.boston.com/travel/blog/2009/01/a_chilly_day_in.html

Imagen#31: Giant Loaf of Raisin Bread, Sliced, 1965

116.8 x 243.8 x 101.6cm

Espuma, Tela y Madera

Deseret News

102

Disponible en: http://archive.deseretnews.com/archive/414215/OLDENBURG-SHOW-

TRANSFORMS-EVERYDAY-OBJECTS.html

Imagen#32: Ice cream being tasted, 1964

Metal, Porcelana y Yeso

Allbright - Knox Art Gallery - New York

Disponible en: http://www.albrightknox.org/spaces/ArtPantry/ice_cream.html

Imagen#33 : Pie à la mode, 1962

50.8 x 33 x 48.3cm

Alambre, Esmalte y Yeso

Tate Gallery Magazine Online - London

Disponible en: http://www.tate.org.uk/tateetc/issue14/damnation.htm

103

ANEXO 1: Lo que no se mostró

Hay otra serie de esculturas de Claes Oldenburg de la década de los sesenta que

complementan las reflexiones expuestas en torno al problema de la representación de los

cambios en los sistemas de alimentación norteamericanos en dicho periodo.

Representación de bienes de consumo masivo

Representación comida rápida

Imagen 1. Fried egg in pan, 1961

Pintura, Sartén de Aluminio y Yeso

Imagen 2. Soft toaster, 1964

Kapok, Madera, Tela y Vinilo

Imagen 3. Giant BLT (Bacon, Lettuce

and Tomato Sandwich), 1963

Kapok, Madera y Vinilo

104

Representación procesamiento industrial y consumo de carnes

Representación industria del empaque de productos específicos

Imagen 4. Plate of meat, 1961

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

Imagen 5. Roast beef, 1961

Alambre, Cuerda, Esmalte y Muselina

Imagen 6. Tea bag,

1965

Plexiglás estampado

Imagen 7. Chocolates in box (Frangment), 1961

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

105

Representación alimentos cocidos y horneados como fuente de carbohidratos

Índice obras complementarias mencionadas

Imagen #1: Fried egg in pan, 1961

5.08 x 39.8 x 20.3cm

Pintura, Sartén de Aluminio y Yeso

Future Modern Art Blog - New York

Disponible en: http://futuremodern.blogspot.com/2008/11/november-art-anti-auctions.html

Imagen #2: Soft Toaster, 1964

51 x 38 x 25cm

Kapok, Madera, Tela y Vinilo

Allen Memorial Art Museum Oberlin College - Ohio

Disponible en: http://www.oberlin.edu/amam/Oldenburg_SoftToaster.htm

Imagen #3: Giant BLT (Bacon, Lettuce and Tomato Sandwich), 1963

32 x 39 x 29cm

Kapok, Madera y Vinilo

Imagen 8. Baked Potato #1, 1967

Arpillera, Esmalte y Tela rellena con Kapok

Imagen 9. Wedding Souvenir (for the

wedding of Jim and Judith Elliot in Topanga

Canyon, California April 23, 1966), 1966

Aerosol, Yeso

106

Art Tattler Blog

Disponible en: http://arttattler.com/manhattanwhitney.html

Imagen #4: Plate of Meat, 1961

99 x 134.7 x 10.2cm

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

Zwirner and Wright Gallery - New York

Disponible en: http://www.zwirnerandwirth.com/exhibitions/2005/POP0505/plate.html

Imagen #5: Roast Beef, 1961

35.5 x 43 x 40.5cm

Alambre, Esmalte y Muselina

Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto

Disponible en:

http://english.mart.trento.it/gallery.jsp?ID_LINK=96&area=42&id_context=1822

Imagen#6: Tea Bag, 1965

100.3 x 71.7cm

Plexiglás estampado

Indianapolis Museum of Art

Disponible en: http://www.imamuseum.org/explore/artwork/3057

Imagen #7: Chocolates in box (Frangment), 1961

111.8 x 81.3 x 15.2 cm

Alambre, Esmalte, Muselina y Yeso

Museum of Contemporary Art - Los Angeles

Disponible en:

http://www.moca.org/museum/pc_artwork_detail.php?acsnum=87.9&page=2&keywords=c

laes%20oldenburg&

Imagen#8: Baked Potato, 1967

12.07 x 20.51 x 18.26cm

Arpillera, Esmalte y Tela rellena con Kapok

Los Angeles County Museum of Art Database

107

Disponible en:

http://collectionsonline.lacma.org/mwebcgi/mweb.exe?request=record;id=43386;type=101

Imagen #9: Wedding Souvenir (for the wedding of Jim and Judith Elliot in Topanga

Canyon, California April 23, 1966), 1966

14.6 x 16.5 x 6.3cm

Aerosol y Yeso

Barbara Krakow Gallery - Massachusetts

Disponible en:

http://www.barbarakrakowgallery.com/exhibition/event_details.php?id=5638

108

ANEXO 2: El arte que cojea y se cepilla los dientes

La crítica del arte Sagrario Aznar Almazán en su libro Arte de acción presenta una

reflexión en torno a la historia del arte del siglo XX, con un énfasis particular en las

manifestaciones artísticas a través del movimiento pop y los montajes como los happenings

y los performances que fueron utilizados regularmente por algunos artistas pop como Claes

Oldenburg a partir de la década de los sesenta. Este anexo se compone de la recopilación

hecha por Aznar de frases utilizadas por el artista en la década de los sesenta que exponen

la visión del artista sobre su concepto de arte (Aznar, 2000, Pp. 82 - 83).

“Estoy a favor de un arte que es político, erótico y místico, que hace algo más que estar

cruzado de brazos en un museo.”

“Estoy a favor de un arte que se desarrolla sin tener ni idea de lo que es el arte, un arte al

que se le da la oportunidad de partir de cero.”

“Estoy a favor de un arte que adopta sus formas de la propia vida, que retuerce y extiende y

acumula y escupe y gotea, y que es pesado y vulgar y brusco y estúpido como la vida

misma.”

“Estoy a favor de un artista que desaparece y vuelve a aparecer envuelto en una capa blanca

para hacer pintados en los pasillos.”

“Yo estoy a favor del arte que sienta la misma sacudida que los viajeros cuando el autobús

pasa por un bache. Estoy a favor del arte que se fuma, como un cigarrillo, que huele, como

un par de zapatos.”

“Estoy a favor del arte que te pones y te quitas como los pantalones, al que se le hacen

agujeros como a los calcetines, que se come como un trozo de tarta, o que se abandona con

desdén como una mierda. Estoy a favor del arte lleno de vendas. Estoy a favor del arte que

cojea y se cae y corre y salta.”

109

“Estoy a favor del arte que sale del bolsillo, de lo más profundo del oído, del filo de una

navaja, de las comisuras de los labios, que se te mete en un ojo o lo llevas puesto en la

muñeca.”

“Estoy a favor del arte que se despliega como un mapa, que puedes estrujar como el brazo

de tu novia, o besar como a tu perro. Que se extiende y chirría como un acordeón, al que

puedes tirar la comida encima como a un mantel viejo. Estoy a favor del arte al que puedes

dar martillazos, pintar, coser, pegar, archivar.”

“Estoy a favor del arte de los arañazos sobre el asfalto, de las pintadas en las paredes. Estoy

a favor del arte de doblar y pisotear metales y de romper cristales, y de tirar cosas para

hacer que se caigan al suelo.”

“Estoy a favor de las artes centelleantes, que iluminan la noche. Estoy a favor del arte de

caerse, caerse al agua, menearse, saltar, encenderse y apagarse.”

“Estoy a favor del arte de las cosas perdidas o que se han tirado al volver del colegio. Estoy

a favor del arte de los árboles con inscripciones y de vacas voladoras y del sonido de los

rectángulos y los cuadrados. Estoy a favor del arte de los lápices de colores y de las frágiles

láminas de los lápices, y del lavado granulado y de la pintura aceitosa y pegajosa, y del arte

de los limpiabrisas y del arte de un dedo apoyado en una ventana fría, en un metal

polvoriento o en las burbujas que se forman en los lados de la bañera. Estoy a favor del arte

de los ositos de peluche y de las pistolas y de los conejos decapitados, paraguas

desfondados, camas destrozadas, sillas con sus huesos marrones rotos, árboles ardiendo,

tiras de petardos, huesos de pollo, huesos de pichón y cajas con hombres que duermen en su

interior.”

“Estoy a favor de un arte que se pueda peinar, que se puede colgar de cada oreja, que se

pone sobre los labios y bajo los ojos, que se depila las piernas, que se cepilla los dientes,

que se ajusta a los muslos, que se calza en los pies.”

110

ANEXO 3: El lenguaje artístico del pop

La siguiente entrevista es un fragmento de la discusión orientada por Bruce Glaser en junio

de 1964 en la estación de radio WBAI de Nueva York entre los artistas pop Claes

Oldenburg, Andy Warhol y Roy Lichtenstein. A partir de las opiniones de cada artista, se

puede comprender el sentido de su producción, y es posible ahondar en el concepto que

tenía cada uno de ellos sobre lo que consideraban pop.

La transcripción está ubicada en el portal norteamericano Pop Art Masters.

http://popartmachine.com/masters/OLDENBURG_LICHTENSTEIN_WARHOL_A_DISC

USSION.htm

BRUCE GLASER: Claes, how did you arrive at the kind of image you are involved with

now? Did it evolve naturally from the things you were doing just before?

CLAES OLDENBURG: I was doing something that wasn't quite as specific as what I'm

doing now. Everything was there, but it was generalized and in the realm of imagination,

let's say. And, of course, an artist goes through a period where he develops his "feelers" and

then he finds something to attach them to, and then the thing happens that becomes the

thing that he wants to be or say.

So I had a lot of ideas about imaginary things and fantasies which I experimented with in

drawings, sculptures and paintings, in every conceivable way I could. Through all this I

was always attracted to city culture, because that's the only culture I bad. Then around

1959, under the influence of the novelist, Celine, and Dubuffet, I started to work with city

materials and put my fantasy into specific forms. Then, under the influence of friends like

Jim Dine and Roy Lichtenstein and Andy and all these people, the images became even

more specific. But I can go back to my earlier work and find a toothpaste tube or a

typewriter, or any of the things that appear in my present work, in more generalized forms.

GLASER: You mention that some of the other artists who work with Pop imagery had

some effect on you. Yet it is often said by advocates of Pop art that it arose spontaneously

and inevitably out of the contemporary milieu without each Pop artist having

communication about, or even awareness of, what other Pop artists were doing. Are you

suggesting something contrary to this?

111

OLDENBURG: There is always a lot of communication between artists because the art

world is a very small one and you can sense what other people are doing. Besides, America

has a traditional interest in pop culture. In Chicago, where I spent a lot of time, people like

June Leaf and George Cohen were working very close to a Pop medium in 1952. George

Cohen used to go to the dime store and buy all the dolls he could find and other stuff like

that. Even though he used them for his own personal image there has always been this

tendency.

Also, in California, where I've spent some time, the tradition of getting involved with pop

culture goes way back. But I don't think the particular subject matter is as important as the

attitude. It's a deeper question than just subject matter.

GLASER: Roy, how did you come upon this imagery?

ROY LICHTENSTEIN: I came upon it through what seems like a series of accidents. But

I guess that maybe they weren't completely accidental. Before I was doing this I was doing

a kind of Abstract Expressionism, and before that I was doing things that had to do with the

American scene. They were more Cubist and I used early American paintings by

Remington and Charles Wilson Peale as subject matter.

But I had about a three year period, just preceding this, in which I was doing only abstract

work. At that time I began putting hidden comic images into those paintings, such as

Mickey Mouse, Donald Duck and Bugs Bunny. At the same time I was drawing little

Mickey Mouses and things for my children, and working from bubble gum wrappers, I

remember specifically. Then it occurred to me to do one of these bubble gum wrappers, as

is, large, just to see what it would look like. Now I think I started out more as an observer

than as a painter, but, when I did one, about half way through the painting I got interested

in it as a painting. So I started to go back to what I considered serious work because this

thing was too strong for me. I began to realize that this was a more powerful thing than I

had thought and it had interest.

Now, I can see that this wasn't entirely accidental. I was aware of other things going on. I

had seen Claes' work and Jim Dine's at the "New Forms, New Media" show (sic] (Martha

Jackson Gallery, 1960), and I knew Johns, and so forth. But when I started the cartoons I

112

don't think that I related them to this, although I can see that the reason I felt them

significant was partly because this kind of thing was in the air. There were people involved

in it. And I knew Happenings. In fact, I knew Allan Kaprow who was teaching with me at

Rutgers. Happenings used more whole and more American subject matter than the Abstract

Expressionists used. Although I feel that what I am doing has almost nothing to do with

environment, there is a kernel of thought in Happenings that is interesting to me.

GLASER: How did you get involved with Pop imagery, Andy?

ANDY WARHOL: I'm too high right now. Ask somebody else something else.

GLASER: When did you first see Andy's work?

LICHTENSTEIN: I saw Andy's work at Leo Castelli's about the same time I brought mine

in, about the spring of 1961. And I bear that Leo had also seen Rosenquist within a few

weeks. Of course, I was amazed to see Andy's work because he was doing cartoons of

Nancy and Dick Tracy and they were very similar to mine.

GLASER: Many critics of Pop art are antagonistic to your choice of subject, whether it be

a comic strip or an advertisement, since they question the possibility of it having any

philosophical content. Do you have any particular program or philosophy behind what you

do?

OLDENBURG: I don't know, and I shouldn't really talk about Pop art in general, but it

seems to me that the subject matter is the least important thing. Pop imagery, as I

understand it, if I can sever it from what I do, is a way of getting around a dilemma of

painting and yet not painting. It is a way of bringing in an image that you didn't create. It is

a way of being impersonal. At least that is the solution that I see, and I am all for clear

definitions.

I always felt, for example, that Andy was a purist kind of Pop artist in that sense. I thought

that his box show was a very clear statement and I admire clear statements. And yet again,

maybe Andy is not a purist in that sense. In art you could turn the question right around and

the people that are most impersonal turn out to be the most personal. I mean, Andy keeps

113

saying he is a machine and yet looking at him I can say that I never saw anybody look less

like a machine in my life.

I think that the reaction to the painting of the last generation, which is generally believed to

have been a highly subjective generation, is impersonality. So one tries to get oneself out of

the painting.

GLASER: In connection with this I remember a show of yours at the Judson Street Gallery

in 1959 which reflected your interest in Dubuffet, and that work clearly had a very personal

touch. Your drawings and objects then were not made in the impersonal way that Roy uses

a stencil or Andy a silk-screen.

LICHTENSTEIN: But don't you think we are oversimplifying things? We think the last

generation, the Abstract Expressionists, were trying to reach into their subconscious, and

more deeply than ever before, by doing away with subject matter. Probably very few of

those people really got into their subconscious in a significant way although I certainly

think the movement as a whole is a significant one. Vlhen we consider what is called Pop

art - although I don't think it is a very good idea to group everybody together and think we

are all doing the same thing - we assume these artists are trying to get outside the work.

Personally, I feel that in my own work I wanted to look programmed or impersonal but I

don't really believe I am being impersonal when I do it. And I don't think you could do this.

Cézanne said a lot about having to remove himself from his work. Now this is almost a lack

of self-consciousness and one would hardly call Cézanne's work impersonal.

I think we tend to confuse the style of the finished work with the method through which it

was done. We say that because a work looks involved, as though interaction is taking place,

that significant interaction is really taking place. And when a work does not look involved,

we think of it merely as the product of a stencil or as though it were the same comic strip

from which it was copied. We are assuming similar things are identical and that the artist

was not involved.

But the impersonal look is what I wanted to have. There are also many other qualities I

wanted to have as an appearance. For example, I prefer that my work appear so literary that

you can't get to it as a work of art. It's not that I'm interested in confounding people but I do

this more as a problem for myself My work looks as if it is thought out beforehand to such

114

a degree that I don't do anything but put the color on. But these are appearances and they

are not what I really feel about it. I don't think you can do a work of art and not really be

involved in it.

GLASER: You are lessening the significance of appearances but appearances can hardly

be dismissed as a reflection of your intentions.

LICHTENSTEIN: But part of the intention of Pop art is to mask its intentions with humor.

GLASER: Another thing; one may say he wants to make a work of art that is not

selfconscious and that he doesn't want to give the appearance of a self-conscious work of

art, but it doesn't matter whether you use an industrial method or whether you use a method

that emphasizes the artist's hand. Whatever the case may be, we assume that if the artist has

been working for any length of time he will acquire a certain lack of consciousness in the

way he uses that particular method. As a result, consciousness, or the lack of it, becomes

less of an issue.

OLDENBURG: I think we are talking of impersonality as style. It's true that every artist

has a discipline of impersonality to enable him to become an artist in the first place, and

these disciplines are traditional and well known - you know how to place yourself outside

the work. But we are talking about making impersonality a style, which is what I think

characterizes Pop art, as I understand it, in a pure sense.

I know that Roy does certain things to change his comic strips when he enlarges them, and

yet it's a matter of the degree. It's something that the artist of the last generation, or for that

matter of the past, would not have contemplated.

LICHTENSTEIN: I think that's true. I didn't invent the image and they wanted to invent

the image.

OLDENBURG: That's right. And Andy is the same way with his Brillo boxes. There is a

degree of removal from actual boxes and they become an object that is not really a box. In a

sense they are an illusion of a box and that places them in the realm of art.

GLASER: Would you say that this particular ambiguity is the unique contribution of Pop

art or is it the subject matter?

115

OLDENBURG: Subject matter is certainly a part of it. You never had commercial art

apples, tomato cans or soup cans before. You may have had still life in general, but you

never had still life that had been passed through the mass media. Here for the first time is

an urban art which does not sentimentalize the urban image but uses it as it is found. That is

something unusual. It may be one of the first times that art focuses on the objects that the

human being has created or played with, rather than the human being. You have had city

scenes in the past but never a focus on the objects the city displays.

GLASER: Is it fair to say that it is only to the subject matter that Pop art owes its

distinction from other movements, and that there are relatively few new elements of plastic

invention in your work?

LICHTENSTEIN: I don't know, because I don't think one can see things like plastic

invention when one is involved.

OLDENBURG: If I didn't think that what I was doing had something to do with enlarging

the boundaries of art I wouldn't go on doing it. I think, for example, the reason 1 have done

a soft object is primarily to introduce a new way of pushing space around in a sculpture or

painting. And the only reason I have taken up Happenings is because I wanted to

experiment with total space or surrounding space. I don't believe that anyone has ever used

space before in the way Kaprow and others have been using it in Happenings. There are

many ways to interpret a Happening, but one way is to use it as an extension of painting

space. I used to paint but I found it too limiting so I gave up the limitations that painting

has. Now I go in the other direction and violate the whole idea of painting space.

But the intention behind this is more important. For example, you might ask what is the

thing that has made me make cakes and pastries and all those other things. Then I would

say that one reason has been to give a concrete statement to my fantasy. In other words,

instead of painting it, to make it touchable, to translate the eye into the fingers. That has

been the main motive in all my work. That's why I make things soft that are hard and why I

treat perspective the way I do, such as with the bedroom set, making an object that is a

concrete statement of visual perspective. But I am not terribly interested in whether a thing

is an ice cream cone or a pie or anything else. What I am interested in is that the equivalent

116

of my fantasy exists outside of me, and that 1 can, by imitating the subject, make a different

kind of work from what has existed before.

GLASER: What you say is very illuminating. How does this fit in with your intentions,

Roy?

LICHTENSTEIN: Well, I don't think I am doing the same thing Claes is doing. I don't feel

that my space is anything but traditional, but then I view all space as traditional. I don't

dwell on the differences in viewing space in art history. For example, I can see the obvious

difference between Renaissance and Cubist painting but I don't think it matters. The

illusion of three-dimensional space is not the basic issue in art. Although perspective as a

scientific view of nature was the subject matter of Renaissance art, that perspective is still

two-dimensional. And I think that what Cubism was about was that it does not make any

difference, and they were restating it, making a formal statement about the nature of space,

just as Cézanne had made another formal statement about the nature of space. So I would

not want to be caught saying that I thought I was involved in some kind of spatial

revolution. I am interested in putting a painting together in a traditional but not academic

way. In other words, I am restating the idea of space because the form is different from the

forms that preceded me.

I think, like Claes, I am interested in objectifying my fantasies and I am interested in the

formal problem more than the subject matter. Once I have established what the subject

matter is going to be I am not interested in it anymore, although I want it to come through

with the immediate impact of the comics. Probably the formal content of Pop art differs

from Cubism and Abstract Expressionism in that it doesn't symbolize what the subject

matter is about. It doesn't symbolize its concern with form but rather leaves its subject

matter raw.

GLASER: Claes, I want to find out a bit more about the nature of Dubuffet's influence on

you which we mentioned before. Your early work seemed to explore the same areas of

primitive art and expression of the subconscious that he is interested in.

OLDENBURG: Yes, that's true, but mainly Dubuffet is interesting because of his use of

material. In fact, that is one way to view the history of art, in terms of material. For

example, because my material is different from paint and canvas, or marble or bronze, it

117

demands different images and it produces different results. To make my paint more

concrete, to make it come out, I used plaster under it. When that didn't satisfy me I

translated the plaster into vinyl which enabled me to push it around. The fact that I wanted

to see something flying in the wind made me make a piece of clothing, or the fact that I

wanted to make something flow made me make an ice cream cone.

GLASER: I think it may even be fair to say that Dubuffet's work is one of the main

precedents for Pop art insofar as he was interested in banal and discredited images. And as

you say, he worked with common or strange materials such as dirt and tar, or butterfly

wings, to create his new imagery.

Now, I would like to pick up something else we were talking about before, namely the

possible implications of style in regard to Roy's work. I have had the feeling in looking at

some of your paintings that they have more affinities with certain current styles of abstract

art than with other kinds of Pop art. Your clearer, direct image, with its hard lines and its

strong impact relate you to artists such as Al Held, Kenneth Noland or Jack Youngerman.

Because of these connections, discounting subject matter, I wondered whether you might be

involved in some of the same stylistic explorations they are.

LICHTENSTEIN: Yes, I think my work is different from theirs and no doubt you think so

too, but I also think there is a similarity. I am interested in many of these things, such as

showing a similarity between cartooning and certain artists. For example, when I do things

like explosions they are really kinds of abstractions. I did a composition book in which the

background was a bit like Pollock, or Youngerman. Then I also have done the Picasso and

Mondrians, which were obviously direct things, but they are quite different in their

meaning than the other less obviously related analogies to abstract painting. I like to show

analogies in this way in painting and I think of them as abstract painting when I do it.

Perhaps that is where the deeper similarity lies, in that once I am involved with the painting

I think of it as an abstraction. Half the time they are upside down, anyway, when I work.

WARHOL: Do you do like what Claes does with vinyl ketchup and french-fried potatoes?

LICHTENSTEIN: Yes, it's apart of what you do, to make something that reminds you of

something else.

118

OLDENBURG: This is something I wonder about. I know I make parodies on artists, as

with the vinyl ketchup forms which have a lot of resemblance to Arp, but why? I wonder

why we want to level these things. Is it part of the humbling process? Maybe it is because I

have always been bothered by distinctions - that this is good and this is bad and this is

better, and so on. I am especially bothered by the distinction between commercial and fine

art, or between fine painting and accidental effects. I think we have made a deliberate

attempt to explore this area, along with its comical overtones. But still the motives are not

too clear to me as to why I do this.

LICHTENSTEIN: Nor with me either, nor even why l say l do it.

OLDENBURG: I don't want to use this idea as an instrument of ambition or facetiousness

or anything like that. I want it to become work. But I am never quite sure why I am doing

it.

GLASER: There is a question in my mind as to whether much of the subject matter of Pop

art is actually satirical. I have felt so many times that the subject matter and the technique

are, indeed, an endorsement of the sources of Pop imagery. It is certainly true that there are

some satirical elements in this work, but apparently that doesn't concern you too much. I

wonder then, whether you are not saying that you really like this banal imagery.

LICHTENSTEIN: I do like aspects of it.

OLDENBURG: If it was just a satirical thing there wouldn't be any problem. Then we

would know why we were doing these things. But making a parody is not the same thing as

a satire. Parody in the classical sense is simply a kind of imitation, something like a

paraphrase. It is not necessarily making fun of anything, rather it puts the imitated work

into a new context. So if I see an Arp and I put that Arp into the form of some ketchup,

does that reduce the Arp or does it enlarge the ketchup, or does it make everything equal? I

am talking about the form and not about your opinion of the form. The eye reveals the truth

that the ketchup looks like an Arp. That's the form the eye sees. You do not have to reach

any conclusions about which is better. It is just a matter of form and material.

LICHTENSTEIN: In the parody there is the implication of the perverse and I feel this in

my own work even though I don't mean it to be that, because I don't dislike the work that I

119

am parodying. The things that I have apparently parodied I actually admire and 1 really

don't know what the implication of that is.

GLASER: There is an ambiguity here too, part endorsement, part satire.

OLDENBURG: Anyhow there is something very beautiful in putting art back into the

present world and breaking down the barriers that have been erected for the appreciation of

art. Nevertheless, I would like to say that I have a very high idea of art. I am still romantic

about that. This process of humbling it is a testing of the definition of art. You reduce

everything to the same level and then see what you get.

LICHTENSTEIN: I am very interested in a thing that seems to happen in the visual arts

more than anywhere else. There is the assumption by some people that similar things are

identical. If you were to do the same thing in music and play something that sounded like a

commercial, it would be very hard to vary it from the commercial or not have it

immediately obvious that you are "arting" it somehow, or making it esthetic. Your only

alternative would be to play this thing - whatever it is - the simple tune, as is. If you did

anything to it, it would immediately be apparent, and this is not true in the visual arts.

Maybe this is one reason why this sort of thing has not been done in music. Although it has

had parallels in which commercial material is used it is always obviously transformed.

GLASER: You are saying that one of the purposes of the subject matter of Pop art is to

confuse the spectator as to whether the advertisement, comic strip or movie magazine

photograph is really what it seems to be.

LICHTENSTEIN: This is true. In my own work there is a question about how much has

been transformed. You will discover the subjects really are if you study them, but there is

always the assumption that they are the same, only bigger.

GLASER: Well, even if there is a transformation, it is slight, and this has given rise to the

objection that Pop art has encroached on and plundered the private pleasure of discovering

interest in what are ordinarily mistaken as banal subjects. For example, if one privately

enjoyed aspects of the comics, today one finds this pleasure made public in the galleries

and museums.

120

LICHTENSTEIN: I am crying.

WARHOL: Comic strips now give credit to the artist. They say "art by." Comic books

didn't give credit in the past.

OLDENBURG: It would be interesting to study the effect of this on the average

commercial artist who still remains a problem child. He is generally trying to figure out

who he is and what he is doing. Maybe this will make them do more crazy things. I don't

know.

WARHOL: Commercial artists are richer.

GLASER: That is a difference too. But I am more interested in the problems that come up

in regard to your interest in popular imagery. For example, with you Claes, if at one time

you saw in this material the possibility of exploring some kind of fantastic world, what you

actually have done is to take the world of popular imagery and use it to a point where it is

now becoming commonplace in museums and seen and talked about by cultured people, by

critics and collectors. Your imagery no longer has any clear relationship to the public that

the original popular image had, and the implication of this is that you may, in fact, have

abandoned a very vital connection with a very large, but visually naive public.

OLDENBURG: We did not establish that my art had any clear relation to the public in the

first place. I think the public has taken it for its own uses just as it takes everything you do

for its own uses. You can't legislate how the public is going to take your art.

GLASER: You did say that you were still interested in the idea of high art?

OLDENBURG: I am interested in distinguishing the artist as a creator from certain other

people. If I make an image that looks very much like a commercial image I only do it to

emphasize my art and the arbitrary act of the artist who can bring it into relief somehow.

The original image is no longer functional. None of my things have ever been functional.

You can't eat my food. You can't put on my clothes. You can't sit in my chairs.

GLASER: Traditional art is like that too. You can't eat a still life.

121

OLDENBURG: But they haven't been so physical, nor so close to you so that they looked

as if you could eat them, or put them on or sit in them.

WARHOL: But with your bedroom set you can sleep in it.

OLDENBURG: You can sleep in it on my terms. But to get back to the idea of high art, I

believe there is such a profession as being an artist and there are rules for this, but it is very

hard to arrive at these rules.

GLASER: What is your feeling about the audience that reacts to Pop art? Did you ever

think that with such imagery you might be able to reach a larger audience or do you want

the same traditional art audience?

LICHTENSTEIN: When you are painting you don't think of the audience but I might have

an idea of how an audience would see these paintings. However, I don't think that Pop art is

a way of reaching larger groups of people.

GLASER: Some commentators, having noticed the greater popularity and reception of Pop

art, have said that this is so because it is representational rather than abstract.

LICHTENSTEIN: I don't think Pop has found any greater acceptance than the work of the

generation preceding.

OLDENBURG: There is a sad, ironic element here which almost makes me unhappy. I

have done a lot of touring in this country and abroad for Pop shows and Happenings,

deliberately, to learn bow people feel about this outside of New York. There is a

disillusionment that follows. When you come to a town they think you are going to be

something like the Ringling Brothers. They expect you to bring coke bottles and eggs and

that they are going to eat it and like it, and so on. But then, when they find that you are

using different things you begin to grate on them.

WARHOL: Yes, but the wrong people come, I think.

OLDENBURG: But I hate to disillusion anybody, and you find people becoming

disillusioned because it turns out to be just the same old thing - Art.

122

GLASER: Andy, what do you mean by the wrong people coming?

WARHOL: The young people who know about it will be the people who are more

intelligent and know about art. But the people who don't know about art would like it better

because it is what they know. They just don't think about it. It looks like something they

know and see every day.

OLDENBURG: I think it would be great if you had an art that could appeal to everybody.

WARHOL: But the people who really like art don't like the art now, while the people who

don't know about art like what we are doing.

GLASER: Then you do believe that the public is more receptive to Pop art than to Abstract

Expressionism?

WARHOL: Yes. I think everybody who likes abstract art doesn't like this art and they are

all the intelligent and marvelous people. If the Pop artists like abstract art it is because they

know about art.

GLASER: The criticism of Pop art has been that it reflects a growing tendency toward neo-

conservatism that is apparent in certain areas of American life. On the most superficial

level, reference is made to its turning away from abstraction and back to the figure. But on

a more serious level, objections are raised about what seems to be the negation of humane

qualities which the more liberal segments of our society, rightly or wrongly claim as their

special preserve. Superficially, one can point to the fact that you use industrial processes in

making your work and deny the presence of the artist's hand. There is also Andy's

statement, "I wish I were a machine."

LICHTENSTEIN: This is apolitical. For that matter, how could you hookup abstraction

with liberal thinking? Probably most artists may be more liberal politically. But Pop art

doesn't deal with politics, although you may interpret some of Andy's paintings, such as

those with the police dogs or the electric chairs, as liberal statements.

OLDENBURG: Andy, I would like to know, when you do a painting with a subject matter

such as this, how do you feel about it? In the act of setting it up the way you do, doesn't that

123

negate the subject matter? Aren't you after the idea of the object speaking for itself? Do you

feel that when you are repeating it the way you do, that you are eliminating yourself as the

person extracting a statement from it? When I see you repeat a race riot I am not so sure

you have done a race riot. I don't see it as a political statement but rather as an expression

of indifference to your subject.

WARHOL: lt is indifference.

GLASER: Isn't it significant that you chose that particular photograph rather than a

thousand others?

WARHOL: It just caught my eye.

OLDENBURG: You didn't deliberately choose it because it was a "hot" photograph?

WARHOL: No.

OLDENBURG: The choice of these "hot" subjects and the way they are used actually

brings the cold attitude more into relief

GLASER: Perhaps in dealing with feelings in such away one maybe exploring new areas

of experience. In that case it would hardly be fair to characterize Pop art as neo-

conservative. It might be more worthwhile to consider its liberating quality in that what is

being done is completely new.

124

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