algunas reflexiones sobre la historia de la técnica psicoanalítica

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Algunas reflexiones sobre la historia de la técnica psicoanalíticaR. Horacio Etchegoyen, APdeBA

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    Este Encuentro se propone trazar la historia deltrabajo psicoanaltico clnico desde Freud a nuestrosdas, con un enfoque a la vez retrospectivo yprospectivo. Trazar las lneas en que se vadesenvolviendo la teora a partir de la monumentalobra freudiana, donde las ideas divergen yconfluyen, es una labor difcil; pero ms lo esestudiar de esta manera la tcnica psicoanaltica.Los cambios en la teora son por lo general notoriosy ruidosos, se acompaan de enfrentamiento ypolmica; los de la tcnica son graduales y puedenpasar inadvertidos, aunque ms de una vez originanconflicto y controversia.

    Esta diferencia, sin embargo, es aleatoria, y caberecordar que Freud siempre consider que unacaracterstica distintiva de su mtodo es que lateora y la tcnica van siempre unidas como losbueyes al yugo (Jutkim). Yo coincido con estaafirmacin; pero muchos psicoanalistas distinguidosconsideran que la teora es verstil y la tcnicapermanece igual a s misma. Esto puede explicarse,a mi juicio, porque la influencia entre ambas no seda de inmediato y las prescripciones tcnicas tardanen incorporarse a la prctica; lo que proviene delejercicio profesional de cada analista y de lacomunidad a la que pertenece.

    Todos (o casi todos) estamos de acuerdo enafirmar que los trabajos tcnicos de Freud de lasegunda dcada del siglo sentaron las bases denuestra praxis que siempre respetamos, sindesconocer las infinitas variedades en que se fueronpresentando.

    Voy a tratar de seguir el itinerario de los grandescambios, sabiendo que no es sencillo contenerlos enesta exposicin, y sin dejar de reconocer que en laseleccin pueden influir mis predileccionespersonales y mi ignorancia. No me voy a ocupar dela evolucin de la tcnica en la psicosis, en los niosy la enfermedad psicosomtica, la pareja y losgrupos, porque de ello hablarn autorizados colegas,lo mismo que de la psicoterapia psicoanaltica. Apesar de haber dicho que la teora y la tcnica vansiempre juntas, voy a circunscribirme a la tcnica ydejar de lado la evolucin de la teora, para no

    alargarme indebidamente y no entrar en polmicas.No he venido a Versailles a opinar sino a dartestimonio.

    Un punto de inflexin en la historia de la tcnicase produce cuando Freud abandona la hipnosis yrecurre a la coercin asociativa (concentracin),imponiendo sus manos en la frente de los enfermospara que surjan los recuerdos. Este procedimiento seinsina en los primeros casos que Freud presenta enlos Estudios sobre la histeria y se utiliza yacumplidamente en 1892 con Isabel de R. En esemomento, Freud descubre claramente la resistencia,ya que advierte que el olvido es un proceso activo deno querer recordar.

    Descubrir que la resistencia existe y estsiempre presente lleva de la mano a Freud,determinista outrance, a abandonar la coercinasociativa por la asociacin libre. Este paso, que seda hacia 1896 1897, funda el psicoanlisis. A ellose refiere Freud seguramente cuando afirma, en lasPalabras preliminares del caso Dora, que latcnica psicoanaltica ha experimentado un vuelcoradical (A.E., 7:11) desde que se publicaron losEstudios en 1895. Vale la pena recordar queFragmento de anlisis de un caso de histeriaapareci en 1905, pero fue escrito en enero de 1901,un mes despus de interrumpido el tratamiento, quedur tres meses y termin el 31 de diciembre de1900.2 Es legtimo suponer, como Strachey (1953),Alain de Mijolla (1984) y otros estudiosos, que laafirmacin recin transcripta data de enero de 1901.Puede afirmarse, entonces que, ya antes de tratar aDora, Freud practicaba cabalmente el psicoanlisis.

    Segn se desprende de ese historial, Freudutiliza con Dora la asociacin libre y lainterpretacin de los sueos, no menos que sus actossintomticos, hasta que ella lo sorprende con sudecisin de interrumpir el tratamiento. En esemomento Freud se da cuenta, aunque tarde, de queDora le ha transferido su conflicto con el Sr. K; yeste contratiempo le permite completar suconcepcin de la transferencia, que ya habadescubierto en el cuarto captulo de los Estudiossobre la histeria (Breuer y Freud, 1895).

    Algunas reflexiones sobre la historia de la tcnica psicoanaltica1

    R. Horacio Etchegoyen, APdeBA

  • Un lustro despus, cuando habla en el ColegioMdico de Viena el 12 de diciembre de 1904, Freudsepara tajantemente el psicoanlisis (y el mtodocatrtico) de las otras formas de psicoterapia, con loque sienta el objetivo bsico de su procedimiento,que opera per via di levare y no per via diporre (Freud, 1905a). Esta lcida delimitacinmuestra el genio de Freud para captar lo esencial,como dice Zac (1971).

    El anlisis de El Hombre de las Ratas, queempez en octubre de 1907, marca otro momentoimportante. En la segunda sesin dice el pacienteque hay cosas que no puede contar y, lleno deangustia, pide que lo dispense de entrar en ciertospormenores; pero Freud le responde en forma taninflexible que el Dr. Lanzer, al verse obligado acontarle el tormento de las ratas, lo confunde con elcruel capitn.3 Este episodio se detalla en elexcelente libro de Patrick Mahony (1986). TambinDavid Rosenfeld (1992) estudia este episodio ymuestra, asimismo, la enorme distorsin semnticacon que El Hombre de las Ratas recibe los arenquesque Freud le ofrece, as como sus interpretaciones.

    Poco despus, y mientras lidia con El Hombrede los Lobos en los primeros aos de la segundadcada del siglo, Freud escribe sus trabajostcnicos. Vale la pena recordar que el anlisis deSergei C. Pankejff dur cuatro aos y terminpoco antes de que se desencadenara la PrimeraGuerra Mundial. (Freud lo escribi en esemomento, pero slo lo public en 1918). Muchosautores, como Meltzer (1978), estiman que es elhistorial ms completo de Freud.

    A los fines de este trabajo conviene distinguirlos principios generales que Freud establece en sustrabajos tcnicos y constituyen el mtodopsicoanaltico, de los consejos al mdico, de menornivel de abstraccin.

    Freud establece la asociacin libre como lanica regla que impone a sus pacientes, la reglafundamental, indispensable para el desarrollo de lacura. La asociacin libre y su contrapartida, laatencin flotante, marcan la tarea del analizado, quees dar informacin diciendo todo lo que aflora en sumente, y del analista, que es recibir esa informacin(escucha) y responder slo con una informacinque se llama interpretacin (y/o construccin). Deellas se siguen las otras normas del mtodo, esto es,la reserva analtica, la asimetra y la regla deabstinencia.

    La reserva analtica se justifica por diversasrazones. Por de pronto, si no se quiere perturbar laasociacin libre, el analista debe permanecer ensilencio, a la escucha, sin interferir con preguntas,

    opiniones, consejos, comentarios y exhortaciones.La reserva analtica tambin se sustenta en latransferencia: El mdico no debe ser trasparentepara el analizado, sino, como la luna de un espejo,mostrar slo lo que le es mostrado (A. E., 12: 117).Estas palabras, que pertenecen a Consejos almdico sobre el tratamiento psicoanaltico(Freud, 1912), fueron muchas veces criticadas; pero,a mi juicio, son la clave de la tcnica. La reservamarca un dilogo singular en que dos personashablan solamente de una de ellas (Liberman, 1962),lo que sanciona la asimetra de la relacin y definela polaridad de ambos papeles, igualmente difciles,ya que es tan penoso tener que decir todo como nopoder decir nada.

    La regla de abstinencia puede entenderse dediversas maneras. Freud la introduce en 1915 conreferencia a los sentimientos erticos de susanalizadas y previene que el analista no puedesatisfacer las demandas de amor ni en forma directani mediante subrogados. Afirma inequvocamente:La cura tiene que ser realizada en la abstinencia.(A. E., 12: 168). Al volver al tema en el Congreso deBudapest en 1918 (Freud, 1919), afirmanuevamente: En la medida de lo posible, la curaanaltica debe ejecutarse en un estado de privacinde abstinencia (A. E., 17: 158, bastardillas enel original); y precisa despus que la abstinenciaapunta a evitar la satisfaccin sustitutiva que lossntomas procuran al paciente; lo mismo haba dichoen 1915. As entendida, la regla de abstinenciaparece que se aplica solamente al analizado y suenaun poco a tcnica activa, ignorando la enormeprivacin que tiene que soportar el analista si va acumplir con su dificilsima funcin de espejo. Si sela extiende a toda la interaccin analizado/analista,como hacen con razn Mara Isabel Siquier yAlberto Solimano (2000), la regla de abstinencia esun principio bsico del mtodo.

    En medio de sus polmicas con Jung y Adler, ensu Contribucin a la historia del movimientopsicoanaltico (1914), luego de decir que la teorapsicoanaltica se mueve en los parmetros de laresistencia y la transferencia, Freud afirma:Cualquier lnea de investigacin que admita estosdos hechos y los tome como punto de partida de sutrabajo tiene derecho a llamarse psicoanlisis,aunque llegue a resultados diversos de los mos (A. E., 14: 16). Si bien transferencia y resistenciason teoras y no hechos, lo cierto es que en estaforma queda definido con precisin elprocedimiento tcnico del psicoanlisis.

    A diferencia de los principios generales, quehacen al mtodo y tienen siempre un componente

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  • tico, estn los consejos al mdico, que Freudmismo considera contingentes. Si bien es cierto quehay entre ambos zonas de trnsito, creo necesariosepararlos, porque muchas veces discutimos sobreconsejos como si fueran normas y viceversa.

    Entre los consejos, cabe mencionar el uso deldivn, el nmero de sesiones, el cobro de las horasa las que el paciente no concurre, el acuerdo sobrehonorarios, horarios y vacaciones. A pesar de servariables, los consejos fueron de hecho aceptadospor los psicoanalistas, no slo creo yo por laenorme y comprensible autoridad que Freud ejerceen nosotros, sino tambin porque encierran unagran sabidura y hacen realmente a la historia de latcnica.

    El divn hunde sus races en la historia,contina la tcnica empleada en el mtodo inicialde ampliar la conciencia (Breuer) o recuperar losrecuerdos (Freud) bajo hipnosis, y se justificaobviamente en el mtodo de la coercin asociativa.Freud da tambin una razn personal para su uso:no soporta la mirada de los pacientes en sus largashoras de trabajo ni le gusta que ellos perciban losgestos que sus dichos le provocan. El uso del divnpuede explicarse, sin embargo, por razones msgenerales, que lo acercan a las normas del mtodo.As como se ha demostrado necesario que elanalista restrinja los contactos sociales con elpaciente para no enturbiar la asepsia analtica, no estampoco conveniente que el analizado tomecontacto con las reacciones afectivas que nosdespierta. Desde este punto de vista, el uso deldivn preserva la asimetra y la reserva analtica ypuede incluirse, entonces, entre los principiosgenerales. Hay otras circunstancias, msdomsticas, que tambin abogan por el divn, queofrece al paciente una situacin cmoda y relajaday lo protege (lo mismo que al mdico) de laposicin frente a frente, que puede resultarleembarazosa. De todos modos, cuando invitamos alanalizado a acostarse en el divn y le decimos queas se desarrolla el tratamiento, no se loimponemos. Una vez introducida la norma, elanalizado tiene la libertad de no cumplirla ynosotros de interpretarla, segn se vayanpresentando en el material los motivos inconcientesde permanecer sentado. La misma actitud, por otraparte, mantenemos al introducir la reglafundamental: no la proponemos para que elanalizado la cumpla sino para tener el derecho deinterpretar su incumplimiento como resistencia.

    Adler, despus de separarse de Freud en losaos diez, proscribi el divn porque refuerza elsentimiento de inferioridad, lo que casa

    perfectamente con su tcnica de analizar el yo msque el inconciente. Tambin Fairbairn (1958)abandon el divn al final de su prctica,considerando que, desde la perspectiva de su teora,la relacin real entre analizado y analista es unfactor teraputico, que el divn interfiere.

    En fin, que el divn tiene algo ms que laspredilecciones de Freud para usarlo. Cabe destacar,por fin, que el divn estimula un intercambiobsicamente verbal entre el analizado y el analista.

    El nmero de las sesiones es otro de losconsejos que da Freud y que se ha prestado agrandes controversias. Advirtase que en losnuevos consejos de 1913, Freud dice que trabajacon sus pacientes seis veces por semana (A.E., 12:129), pero no parece estar imponiendouna regla que todos debemos cumplir, mximocuando agrega acto seguido: En casos benignos, oen continuaciones de tratamientos muy extensos,bastan tres sesiones por semana (Ibdem: 129). No parece, pues, ser definida la posicin de Freudcon ese ritmo, si bien piensa, como la mayora denosotros, que una premisa del tratamiento es uncontacto permanente y continuado. No lo cree asWinnicott (1977), sin embargo, cuando trata a ThePiggle on demand.

    El nmero de las sesiones por semana y sudistribucin en das diferentes ha sido tema de unamplio debate todava no agotado en el seno de laAsociacin Psicoanaltica Internacional. Comodicen Ferrari y Seiguer (1997), Freud no parecedarle tanta importancia; y a esto debe agregarse quel siempre tuvo la idea de que la duracin deltratamiento debe medirse en meses y hasta ensemanas, no en aos como hacemos nosotros.Tambin debe reconocerse que aunque Freud noprescriba el nmero de sesiones con toda claridad yno lo funda tericamente, como lo hace con laasimetra y la regla de abstinencia, es evidente queda algunos elementos empricos (el hielo de loslunes, etctera) para sustentar la necesariacontinuidad del contacto.

    En sus reminiscencias sobre su anlisis conFreud, Kardiner (1977) refiere que, al aceptarlo entratamiento, Freud le escribe una carta donde ledice que su tratamiento va a durar seis meses (Six months are a good term to achieve somethingboth theoretically and personally), y as locumpli pese a sus quejas.

    Cuenta Kardiner un incidente risueo alcomienzo del tratamiento, por todos conocido, quemuestra que las seis horas de trabajo no eran unimperativo categrico del mtodo. Freud disponaslo de treinta horas vacantes para seis pacientes

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  • que haba aceptado, y entonces los reuni paradecirles que podra atenderlos pero a razn de cincoveces por semana.4 As se instaur el rgimen decinco sesiones, que despus se extendi aInglaterra, donde el sbado ingls era sagrado, aEstados Unidos y a otros pases del mundo. Cuandose fund la Asociacin Psicoanaltica Argentina en1942, los anlisis se hacan por lo general a raznde cuatro veces por semana, aunque algunospacientes hacan cinco. Hay muchos pases, yFrancia es un ejemplo, donde el ritmo habitual es detres veces por semana.

    En resumen, desde el punto de vista deldesarrollo histrico, la idea de que el anlisis debehacerse cuatro o cinco veces por semana y debedurar aos es una idea ms postfreudiana quefreudiana. Slo en tiempos recientes la IPAformaliz sus estndares (Janice de Saussure, 1983-1985).

    Para la mayora de los analistas la duracin delas sesiones debe ser fija e inamovible, y va desesenta a cuarenta y cinco minutos; la hora decincuenta minutos es la ms aceptada. Lacan (1953, 1966), sin embargo, sostuvo siempre lallamada sesin de tiempo libre. Justifica esta actitudporque la sesin debe terminar cuando se cierra unaestructura, ya que la suspensin no es indiferente ala trama del discurso y desempea un papel deescansin que tiene todo el valor de unaintervencin para precipitar los momentosconcluyentes. (Lectura estructuralista de Freud, p. 73).5 La parole vide, cuando el sujeto habla envano (p. 75; p. 254), es otro motivo de escansin.Esta tcnica ha sido discutida por muchos autoresporque expone a conflictos de contratransferencia,se acerca demasiado a la tcnica activa (Ahumada,1992) y aboca inevitablemente a problemas ticos(Gilbert Diatkine, 1999).

    Basado en sus teoras, Fairbairn (1958) tambincuestiona que el tiempo de la sesin se rija por elreloj y no por la dinmica interna de la relacin.

    Otro de los consejos al mdico, que se aceptapor lo general sin conflicto, se refiere al pago de lassesiones en que el analizado falta, si bien estanorma no es rgida y puede variar segn el estilo delanalista, las expectativas del analizado y lascircunstancias.

    Ahora que hemos recordado el mtodo y losconsejos de Freud, y los hemos refrendado, deseosealar que Freud no siempre segua sus propiospreceptos, como dicen Mahony (1986), Paul Roazen (1995) y otros autores. En estacontradiccin influyen diversos factores. Es verdadque el acto de creacin parece liberar a Freud de

    compromisos y formalidades; pero no alcanza paraexplicar sus infracciones, que lo exponan paraperturbar su campo de observacin. Speziale-Bagliacca (1982) lo atribuye al autoritarismo deFreud y yo le doy la razn, porque me parecenotorio que Freud pensaba (y su genio lo apoyabafuertemente) que nunca se equivocaba y sumemoria, realmente formidable como la delpintoresco Funes de Borges (1944), le haca pensarque siempre estaba en lo cierto. Sin embargo, laverdad es que Freud a veces se equivocaba y sumemoria lo traicionaba.

    Ms all del genio y el autoritarismo de Freud,sus renuncios deben explicarse tambin porque, apesar de su autoanlisis, l no fue nunca dueo desu contratransferencia. Cuando introdujo elconcepto en el Congreso de Nremberg, Freud(1910) dice taxativamente que los puntos ciegos enla comprensin del psicoanalista provienen de sucontratransferencia, que es, por tanto, un obstculopara su labor. Esta concepcin de lacontratransferencia como obstculo fue compartidapor todos los grandes pioneros, Jones, Abraham,Melanie Klein, Reich, Anna Freud, Lacan,Hartmann, con la sola excepcin, tal vez, deFerenczi. Para llegar a tomar todo lo que dice elpaciente como material, es decir sin darle otrosesgo informativo, y para decodificar comoocurrencia contratransferencial (Racker, 1953) loque en su momento le quisiramos decir, todoshemos tenido que recorrer un largo camino. Es cosadel oficio, del aprendizaje de nuestro mtier, ponerlas cosas en el lugar que tienen. Por esto me resultms difcil no decirle a mis pacientes que habanacido mi hijo Alberto, que hoy no decirles quenaci mi nieto Pedro. Vaya esto como principio deexplicacin entre la distancia que va de lo queFreud prescribe y proscribe a lo que hace enBerggasse 19.

    Melanie Klein le pidi a Rosenfeld que nopublicara sus trabajos sobre la esquizofrenia hastaque ella presentara su escrito sobre los mecanismosesquizoides (Grosskurth, 1986). Parece tambinque Abraham era reticente a interpretarle algunascosas a Klein antes de publicarlas. Es evidente, enfin, que los grandes pioneros no siempre cumplancon las normas del mtodo y lo mismo se aplica, esobvio, a todos nosotros.

    Los escritos tcnicos establecen las bases deuna praxis que coincide con la teora de esos aos,la metapsicologa, en cuanto pone el acento en lasresistencias, lo inconciente y la superficie psquica.Esta teora se fue mostrando ms y msinsuficiente, lo que llev a una honda crisis.

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  • Para facilitar la libre asociacin Ferenczi (1919,1920) recurre a la tcnica activa, que Freud elogien Budapest (y practic), mientras Abraham (1919)llama la atencin sobre ciertos analizados que noslo incumplen la regla fundamental sino quecuestionan el mtodo de la asociacin libre. El procedimiento analtico resultaba, pues, mscomplicado de lo que pareca y sus efectosteraputicos no siempre se lograban.

    La consecuencia de esta crisis llev a algunosanalistas distinguidos a cambiar la teora, y asaparecieron el Daseinsanalyse y el psicoanlisiscultural, mientras que Freud (1923, etctera), sinabdicar de sus principios, renov sus teoras: la metapsicologa dio paso a la teora estructural. Es difcil decidir si el gran cambio que promovi lateora estructural repercuti sobre la tcnica o si alrevs, como yo me inclino a pensar, las dificultadesde la praxis llevaron a la nueva teora.

    En 1923 Ferenczi y Rank plantearon lanecesidad de una prctica vital y activa, queprestara ms atencin a la transferencia que alrecuerdo, ms a lo emocional que al conocimiento.Critican el sesgo intelectual de la tcnica de Freud,cuando imparte conocimientos tericos alanalizado; y le objetan, tambin, no discriminar laresistencia de la transferencia negativa, quereivindican como parte esencial de la cura.

    En concordancia con estos principios y con elgran trabajo de Abraham de 1919, Wilhelm Reichdicta su seminario tcnico de Viena, donde latransferencia negativa viene a ocupar el centro de laescena y lo lleva a una concepcin ms amplia de la superficie psquica, que incluye la resistenciacaracterolgica como factor econmico. Estainvestigacin culmina en su clebre Anlisis delcarcter (1933).

    Simultneamente, y por otro camino, MelanieKlein (1926, etctera) introduce la tcnica del juegoen el anlisis de nios, donde tambin latransferencia negativa ocupa un lugar principal.

    En esto coinciden Reich y Klein, pero discrepanen el uso de la interpretacin, ya que Reich la aplicasistemticamente para levantar la resistenciatransferencial, mientras Klein se inclina por lainterpretacin profunda del material inconciente,haciendo un libre uso de los smbolos y atendiendopor igual a la transferencia negativa y positiva,materna y paterna. Si bien esta diferencia se explicaen principio por la ndole de los pacientes quetratan, tambin es cierto que hay divergencias defondo, que no tardarn en aparecer.

    En 1927 Anna Freud publica sus conferenciassobre psicoanlisis infantil, donde aboga por un

    acercamiento cauto al nio, cuyo anlisis slo esposible luego de un perodo preparatorio queconsolida la relacin de trabajo, dondepsicoanlisis y educacin van de la mano. Ella critica las interpretaciones profundas de Klein,que le parecen demasiado audaces, por no decirsilvestres, y descree que el nio pueda estableceruna transferencia, en cuanto la primera edicin,esto es, su relacin con los padres, no se haagotado.

    En el Simposio sobre anlisis infantil que tuvolugar en la Sociedad Britnica, Klein (1927)sostiene que el nio, an pequeo, ya haestablecido a sus padres como objetos internos, quelos transfiere al analista; y que, si se interpreta eljuego como un sueo y los comentarios del nio aljugar como asociaciones, el psicoanalista tiene unacceso directo al inconciente sin necesidad de un perodo previo. Con esta tcnica, el anlisis delos nios puede llevarse a cabo, como el del adulto,sin recurrir a medidas pedaggicas.

    Sabemos que Freud se disgust con Jones por laforma en que los ingleses trataron a Anna en elSimposio, segn lo estudia Riccardo Steiner(1985); pero conviene agregar que la posicin deAnna le resulta ms afn al padre (de ella y delpsicoanlisis) que la de Melanie.

    Sin entrar en la discusin sobre el origen delsupery y el complejo de Edipo, que pertenecenms al mbito de la teora, es evidente que elnfasis de Klein en la transferencia negativa y lainterpretacin profunda no podan despertar laadhesin de Freud. Por ms que Klein creyera quesu tcnica era ms freudiana, haba entre Sigmundy Anna vnculos no slo de sangre sino tambintericos. A diferencia de Reich y de Klein, querompieron totalmente con la sugestin, Freud nuncadej de pensar que era necesaria para vencer laresistencia. Es que para prescindir de la sugestinhay que interpretar a fondo la transferencianegativa, lo que Freud nunca hizo.

    Despus de la crisis de los aos veinte, ymientras Reich y Fenichel sostienen que la tcnicaes pasible de sistematizacin polemizando conTheodor Reik (1933) que aboga por la intuicin y lasorpresa, aparecen otros aportes significativos.

    El trabajo de Strachey (1934) sobre la accinteraputica del psicoanlisis es una sntesisformidable de todas las ideas en pugna de la poca.Strachey piensa que la neurosis se constituye apartir de un crculo vicioso en que el sujetoproyecta en el objeto su supery, que le vuelveinmodificado, cuando no peor. Hay, por fortuna,una forma de romper este crculo vicioso, y es

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  • cuando el analista, sobre quien se proyecta el objetointerno, se convierte por un momento en superyauxiliar y, desde esa posicin, interpreta en dostiempos la catexia que se le ha proyectado y sudiferencia con el objeto arcaico. Si elpsicoanalizado logra diferenciar a su analista delobjeto primitivo, lo introyecta como ms racional,con lo que se rompe por un momento el crculovicioso y muta la estructura.

    La interpretacin mutativa resuelve losproblemas que en aquellos aos se estabandebatiendo y que son, al fin y al cabo, los centralesdel mtodo psicoanaltico de todos los tiempos. La interpretacin mutativa es inevitablemente (o casi) una interpretacin transferencial, porqueslo en ella coinciden el objeto arcaico con el quelo interpreta. Es realmente muy improbable que elanalista pueda mostrarle convincentemente alanalizado que est superponiendo su objeto arcaicocon alguien de su entorno; y muy raro, tambin, queese alguien no responda a la proyeccin como elobjeto arcaico.

    Adems de ser transferencial, la interpretacinmutativa respeta la idea freudiana de superficiepsquica porque atiende sucesivamente a la defensay el contenido, al par que responde a la exigenciakleiniana de llegar a estratos profundos. (Si bien semira, la interpretacin mutativa da en el puntojusto, y no es por tanto ni superficial ni profunda).La interpretacin mutativa, en fin, obtiene lavivencia que reclaman Ferenczi y Rank (1923),ofrece el conocimiento de lo inconciente que buscaFreud y constituye el momento de insight ostensivodel que muchos aos despus hablar Richfield(1954) y tambin Hanna Segal (1962) en elCongreso de Edinburgo.

    Al lado del escrito de Strachey aparece otrotrabajo fundamental, El destino del yo en la terapiaanaltica, donde Sterba introduce el concepto dealianza teraputica: en el proceso psicoanaltico elyo se divide en una parte que expresa los conflictosneurticos y otra que, identificada con el analista,los observa y los comprende. Esta lnea deinvestigacin fue seguida despus por Elizabeth R.Zetzel (1956, etctera) y Ralph Greenson (1965,etctera), que ponen el nfasis en la regresin en elsetting como condicin necesaria del procesopsicoanaltico, mientras Winnicott (1955), en unode sus trabajos ms perdurables, entiende laregresin en el setting como un factor de alto valorcurativo para ciertos pacientes.

    En 1936 aparece el lcido libro de Anna Freud,que aplica consistentemente a la tcnicapsicoanaltica los principios de la teora estructural.

    Si bien Anna Freud respeta el principio freudianode partir de la superficie psquica y de atenderprimero la defensa que el contenido, como tambinlo har Fenichel (1941), recoge los principios delanlisis del carcter de Reich y, al interpretar, secoloca equidistante del ello, el supery y el yo. La tcnica de Anna Freud es, pues, ms verstil quela de Reich, al par que critica el acceso directo alinconciente y el recurso a los smbolos que proponeKlein, aunque recoge de ella, tal vez, la idea deinterpretar oscilando entre el yo y el ello.

    La monografa de Heinz Hartmann (1939) siguede cerca los preceptos de Anna Freud y separa elrea de conflicto del rea libre de conflicto del yo.Como todos sabemos, el pensamiento de Hartmanny de sus colaboradores Loewenstein y Kris dominpor muchos aos el psicoanlisis de los EstadosUnidos, hasta que aparecieron otras tendencias,representadas por Leo Rangell, Jacob Arlow,Robert S. Wallerstein, Harold P. Blum y CharlesBrenner entre otros autores. Sin separarse deHartmann, Rangell entiende que el psicoanlisis esuna empresa de todos en la que los conocimientosse van acumulando a partir de investigacionesdispares, a las que l mismo aporta su contribucina la funcin yoica de toma de decisiones y la teorade la accin (Rangell, 1971, 1989, etctera). Arlow(1969, etctera) se interes por la dialctica entrefantasa y realidad, mientras que Wallerstein (1988)busca la unidad en la diversidad de nuestras teorasy Blum (1994) renov el inters de Freud (1937)por las construcciones. Brenner (1994, 1999), porsu parte, fue ms all del yo y el ello de la teoraestructural y, colocando el conflicto y lasformaciones de compromiso en el centro de sureflexin, abandon resueltamente el concepto derea libre de conflicto.

    Tambin la tcnica kleiniana fue sufriendocambios significativos, con ms atencin en elproceso mental preconciente y cierta cautela alinterpretar la envidia primaria. Cabe destacar lostrabajos de Betty Joseph, que enfatiza laimportancia del acting in en la transferencia y loseala como un serio y persistente intento depervertir el vnculo transferencial, tal como puedeestudiarse en su valioso libro Equilibrio psquico ycambio psquico (1989).

    Cuando en los aos cincuenta Jacques Lacaninaugura su Seminario y pronuncia su Discurso deRoma (1953), nos encontramos con un desarrolloterico que habra de dejar hondas huellas enFrancia y en el mundo entero. Lacan toma comopunto de partida la lingstica estructural deFerdinand de Saussure para proponer un retorno a

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  • Freud con una lectura estructuralista. Despus va atomar otros caminos que no es ahora el momento derecorrer y pueden encontrarse en el bien fundadolibro de Elizabeth Roudinesco (1993). Muchosescritos de Lacan se ocupan de la tcnicapsicoanaltica, como por ejemplo La direction de lacure et les principes de son pouvoir (1958), dondepueden apreciarse su concepto del yo,diametralmente opuesto al de Hartmann, su modode entender dialcticamente la transferencia y sucreciente nfasis en el discurso psicoanaltico, querecientemente critic Ahumada (1992).

    Coincidiendo con una modificacin culturalpropia de nuestro tiempo, que destaca la ntimarelacin entre el observador y su objeto, en la mitaddel siglo sobreviene un cambio drstico en la formade concebir la contratransferencia. Es mrito dePaula Heimann (1950, 1960) y Henrich Racker(1960) entenderla no slo como un obstculo, sinotambin como un instrumento de la cura. Este saltocualitativo instaura verdaderamente un nuevoparadigma (Kuhn, 1962), donde el compromiso delanalista en su labor se reconoce por finexplcitamente. A partir de ese momento, elconcepto de asimetra cambia, tiene que cambiar; y as se definen dos formas de entender elpsicoanlisis y tambin de practicarlo: algunosautores piensan que la participacincontratransferencial del analista en el tratamientono borra la asimetra, pero hace ms difcilmantenerla, obligando al psicoanalista a rescatarsemomento a momento del proceso para poder desdeall interpretarlo; otros piensan, en cambio, que laasimetra se torna por completo ilusoria.

    Si bien el descubrimiento de lacontratransferencia como instrumento tcnico sedio simultnea e independientemente en Londres yBuenos Aires, es evidente que Racker la estudims consistentemente. En 1948 Racker postul unaneurosis de contratransferencia como rplica de laneurosis de transferencia con sus caractersticasespecficas (Estudio 5) y en el Estudio 6 de 1953precis los significados y usos de lacontratransferencia, distinguiendo varios tipos. Enlas ocurrencias contratransferenciales el analista seencuentra pensando espontneamente algoegodistnico, que de momento no se justifica ydespus aparece de alguna forma en el material delanalizado. Las posiciones contratransferenciales, encambio, son ms permanentes e implican un mayorconflicto en el analista.

    Racker tambin clasifica la contratransferenciaen concordante y complementaria. En lacontratransferencia concordante el analista se

    identifica parte a parte con las instancias psquicasdel analizado y es por tanto ms emptica; en lacontratransferencia complementaria el analistaocupa el lugar del objeto interno del paciente, loque implica un mayor nivel de conflicto. A estoagrega Len Grinberg (1976, etctera) el conceptode contraidentificacin proyectiva, donde losconflictos del analista no entran en juego y es laidentificacin proyectiva del analizado lo que, porsu intensidad y calidad, lleva al analista a hacersecargo de una reaccin o mecanismo que perteneceal paciente (Grinberg, 1976: 89). En otraspalabras, en la contraidentificacin proyectiva elanalista se ve literalmente forzado a asumir el papelde un objeto que, poco o nada, tiene que ver con l.Este aporte de Grinberg completa y enriquece lasideas de Racker, y subraya el valor comunicativo dela identificacin proyectiva.

    La teora de la contratransferencia comoinstrumento vino a mostrar que el procesopsicoanaltico es ms complejo de lo que antes sepensaba; pero tambin abri nuevos caminos.

    Los Baranger (1961-2), definieron la situacinanaltica como campo dinmico, donde aparece unafantasa de pareja.

    A partir de la prctica del psicoanlisis conparejas, familias y grupos se fue constituyendo otromarco terico para abarcar los desafos queproponen estas nuevas prcticas. Culminando unainvestigacin de muchos aos, Isidoro Berenstein yJanine Puget (1997) diferencian relacin de objetoy vnculo. La tesis fundamental de estos autores esque el otro no es slo semejante sino tambin ajeno.Puget y Berenstein consideran que vivimos endistintos mundos psquicos, que no sonsuperponibles. En el mundo intrasubjetivo est elsujeto con sus representaciones y sus fantasas,donde operan los mecanismos de proyeccin eintroyeccin; aqu funciona la relacin de objeto yel otro slo es necesario para ubicar aspectos de lapropia mente. En el mundo intersubjetivo, el yoest con otros y la relacin es ms homognea, msreal. En el vnculo dice Moguillansky, 1999 la alteridad es irreductible (p. 97); y en tantopartcipes del vnculo, somos significados por l.En el espacio vincular aparece lo que es ajeno, loincompartible del otro. El tercer espacio es elsociocultural, con sus valores, sus creencias y susideologas: es el mundo transubjetivo, que atraviesalos otros dos, donde se alojan las relaciones del yocon la sociedad.

    Cuando en 1970 George S. Klein se pregunta sien el psicoanlisis hay dos teoras o una y sedeclara partidario de la teora clnica en contra de la

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  • metapsicologa, abre un camino que nos va aconducir a la hermenutica. El lenguaje y la teoraclnica dan cuenta de la motivacin y de lasrelaciones objetales, mientras la metapsicologa,que concibe la mente con un modelo mecnico,paga un alto precio para sostener una explicacinde la actividad mental en los trminos fisicalistascaros a Freud y a los cientficos del siglo XIX. La teora clnica, en cambio, va en busca de lossignificados que surgen del conflicto humano. Estalnea fue despus seguida por Gill (1994, etctera),Schafer (1976, etctera) y en otro sentido por OwenRenik (1993) y Donald P. Spence (1982, etctera).

    La hermenutica psicoanaltica tiene tambingrandes cultores en Europa, como Alfred Lorenzer(1970, etctera) con su teora de la comprensinescnica, que se sostiene en el crculo hermenuticocon la comprensin, sin recurso alguno a laexplicacin. En Francia se destaca la obra de SergeViderman (1979), con su nfasis en el lenguaje. El campo de la hermenutica psicoanaltica es vastoy difcil de delimitar, como dice Saks (1999),aunque podemos sealar que se interesafundamentalmente por el lenguaje y el sentido, porrazones y no por causas, abogando por lacomprensin y no por la explicacin.

    La viva controversia sobre si el psicoanlisis esuna ciencia de la naturaleza (Naturwissenschaften)o del espritu (Geisteswissenschaften) ocupa unlugar importante en nuestros das, que despert elinters de Charles Hanly (1992), GregorioKlimovsky (1994), Jorge Luis Ahumada (1999) yotros investigadores. En el valioso libro de Thomy Kchele (1985) puede encontrarse una claraexposicin de esta problemtica. Al margen de estadiscusin cabe mencionar a Andr Green (1991),para quien el psicoanlisis es un conocimiento delsujeto vlido por s mismo y por completo separadode la ciencia.

    Toda teora y toda prctica nos exponen aciertos riesgos y sostenerlas no es sin costo. As como los que entienden el psicoanlisis comociencia de la naturaleza pueden caer en elpositivismo y perder de vista la singularidad dellenguaje humano, los que se amparan en el crculohermenutico siempre vern oscilar sobre su cabezala espada de Damocles de la folie deux. Los narrativistas, por su parte, estn siempre a untris de operar per via di porre y losinteraccionistas de echar por la borda la asimetra.Tambin los que prefieren operar con tres mundosen su intento de incorporar sustantivamente anuestro quehacer al otro y a la sociedad, se exponena descuidar la transferencia.

    He llegado as al fin de mi exposicin. Lamentolo que dej en el camino y lo que tuve que abreviar.Quiero pensar, sin embargo, con optimismo, que lodicho puede ser un estmulo para el pensamiento yla crtica de todos ustedes, que me honran con supresencia.

    Quiero agradecer a Harold P. Blum, Roberto DoriaMedina Jr, Jacqueline Amati-Mehler, Jorge LuisAhumada y Mara Isabel Siquier por la ayuda que meprestaron para redactar este trabajo.

    R. Horacio EtxegoyenPosadas, 1580, 13 A5112 Buenos AiresArgentina

    Notas

    1. Presentado al VIIIme Recontre Internationale delAssociation Internationale dHistoire de la Psychanalyse, 20 al22 de julio de 2000, Versalles, Francia.

    2. Este manuscrito se llam Sueos e histeria y se terminel 24 de enero de 1901.

    3. Le dije que la superacin de resistencias era unmandamiento de la cura que nos era imposible hacer a un lado.(Freud, 1909, A.E., 10: 133).

    4. Tradition yield to expediency, yet this expediency in itsturn became a tradition dice Kardiner, pg. 18.

    5. Cest pourquoi la suspension de la sance dont latechnique actualle fait une halte purement chronomtrique etcomme telle indiffrente la trame du discours, y joue le rledune seansion qui a toute la valeur dune intervention pourprcipiter les moments concluants. (crits, p. 252).

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