alfredo amestoy - el Último «corpus» de garcía lorca

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  El último «Corpus» de García Lorca ABC | Alfredo Amestoy No era un día de Corpus, como hoy; ni lucía el sol en Toledo. Era una mañana invernal de 1961 cuando, entre plano y plano del rodaje de «Viridiana», Luis Buñuel me concedió una entrevista. Me confesó que hacía veinticinco años que no había vuelto a Toledo, la ciudad que más visitó desde que llegó a Madrid en 1921. «Veníamos gente de la Residencia de Estudiantes. Casi siempre solos Federico, Salvador y yo. Y lo pasábamos en grande¼». Para García Lorca, Dalí y Buñuel, ¿qué había significado Toledo? Me dijo que estaba seguro de que los tres eran creyentes, aunque en «La Orden de Toledo», de la que fueron fundadores, no había preocupaciones religiosas, sino líricas y etílicas. Pero de estos hombres educados en la fe religiosa, Federico es el más «fervoroso». Entre el Corpus granadino de su infancia y el Corpus toledano de su juventud, se vislumbra un García Lorca que se refugia en la Eucaristía, y es en este misterio en el que mejor se acomodan su devoción y su admiración por el rito. Pepín Bello, otro miembro de la Residencia y de la Orden de Toledo, es el que consideró a Federico «el poeta místico del siglo XX». Bello conoció mejor que nadie a García Lorca. Y Bello fue el que recibió, y luego puso en manos del Primado toledano la carta desde Nueva York donde le cuenta que «hoy he salido dando vivas al portentoso, bellísimo catolicismo español¼ Esta mañana fui a una misa dicha por un inglés. Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto nato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la Virgen son en España de una enorme poesía». La «cordialidad», la «familiaridad» con la Eucaristía, vuelve a aparecer en una carta a sus padres: «La solemnidad en lo religioso es ªcordialidadº porque es una prueba viva de la presencia de Dios. Es como decir ªDios está con nosotros, démosle culto y adoraciónº. Es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios». Bello, en defensa del «misticismo» lorquiano, escribe que «se ha querido desconocer la angustia de la Fe que latía en la profundidad de Federico y que dejaba asomar sin ninguna prevención». A esta falta de «prevención» de Federico y que se manifestaba en declaraciones como «soy católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico» llamó Gabriel Celaya con disgusto «actitud insensata», y, más tarde, adjudicó a tal «insensatez» el origen del desatino de su muerte. Pero quizás no era un despropósito la definición de Federico capaz de hacer compatibles catolicismo y comunismo; monarquía y anarquía¼ Lo cierto es que García Lorca marcha a su tierra cuatro días antes del Alzamiento porque había sido tiroteado al salir de casa y sospechaba que ya todo sería posible en Madrid. Lo que le había ocurrido el 11 de junio, día del Corpus, cuando toma un taxi en la Gran Vía fue muy significativo. Observa desde el coche cómo caminan nerviosas por la acera dos mujeres jóvenes. Una lleva una especie de maletín en la mano¼ Por su atuendo y el pañuelo con que

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7/21/2019 Alfredo Amestoy - El Último «Corpus» de García Lorca

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  El último «Corpus» de García Lorca

ABC | Alfredo Amestoy

No era un día de Corpus, como hoy; ni lucía el sol en Toledo. Era unamañana invernal de 1961 cuando, entre plano y plano del rodaje de«Viridiana», Luis Buñuel me concedió una entrevista. Me confesó quehacía veinticinco años que no había vuelto a Toledo, la ciudad que másvisitó desde que llegó a Madrid en 1921. «Veníamos gente de laResidencia de Estudiantes. Casi siempre solos Federico, Salvador y yo. Ylo pasábamos en grande¼». Para García Lorca, Dalí y Buñuel, ¿qué habíasignificado Toledo? Me dijo que estaba seguro de que los tres erancreyentes, aunque en «La Orden de Toledo», de la que fueron fundadores,no había preocupaciones religiosas, sino líricas y etílicas. Pero deestos hombres educados en la fe religiosa, Federico es el más«fervoroso». Entre el Corpus granadino de su infancia y el Corpustoledano de su juventud, se vislumbra un García Lorca que se refugia enla Eucaristía, y es en este misterio en el que mejor se acomodan sudevoción y su admiración por el rito.

Pepín Bello, otro miembro de la Residencia y de la Orden de Toledo, es

el que consideró a Federico «el poeta místico del siglo XX». Belloconoció mejor que nadie a García Lorca. Y Bello fue el que recibió, yluego puso en manos del Primado toledano la carta desde Nueva York dondele cuenta que «hoy he salido dando vivas al portentoso, bellísimocatolicismo español¼ Esta mañana fui a una misa dicha por un inglés. Yahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay uninstinto nato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de lapresencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculofervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, lagrandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración delSacramento, el culto a la Virgen son en España de una enorme poesía».

La «cordialidad», la «familiaridad» con la Eucaristía, vuelve a aparecer

en una carta a sus padres: «La solemnidad en lo religioso esªcordialidadº porque es una prueba viva de la presencia de Dios. Es comodecir ªDios está con nosotros, démosle culto y adoraciónº. Es una granequivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son lasformas exquisitas, la hidalguía con Dios». Bello, en defensa del«misticismo» lorquiano, escribe que «se ha querido desconocer laangustia de la Fe que latía en la profundidad de Federico y que dejabaasomar sin ninguna prevención».

A esta falta de «prevención» de Federico y que se manifestaba endeclaraciones como «soy católico, comunista, anarquista, libertario,tradicionalista y monárquico» llamó Gabriel Celaya con disgusto «actitudinsensata», y, más tarde, adjudicó a tal «insensatez» el origen del

desatino de su muerte. Pero quizás no era un despropósito la definiciónde Federico capaz de hacer compatibles catolicismo y comunismo;monarquía y anarquía¼ Lo cierto es que García Lorca marcha a su tierracuatro días antes del Alzamiento porque había sido tiroteado al salir decasa y sospechaba que ya todo sería posible en Madrid.

Lo que le había ocurrido el 11 de junio, día del Corpus, cuando toma untaxi en la Gran Vía fue muy significativo. Observa desde el coche cómocaminan nerviosas por la acera dos mujeres jóvenes. Una lleva unaespecie de maletín en la mano¼ Por su atuendo y el pañuelo con que

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cubren la cabeza, Federico sospecha algo. Manda parar el taxi, se dirigea ellas y les ofrece acercarlas a donde vayan. Le dicen que van aChamberí. Y a Chamberí manda al taxista que se dirija. Las jóvenesrecelan cuando les pregunta qué es lo que llevan en ese maletín queparece el estuche de una máquina de escribir. Le contestan que, enefecto, es una máquina de escribir. García Lorca bromea diciéndoles queno tienen aspecto de «taquimecas». Ya el poeta, perspicaz, ha confirmadosu primera impresión: se trata de dos monjas que se han quitado elhábito y se han puesto la primera ropa que han encontrado para podersalir a la calle camufladas. Le dicen que así es. «Y¼ ¿para qué llevanustedes una máquina de escribir?». Las monjitas, desconcertadas, no seatreven a decirle la verdad. Se miran entre ellas. Por fin, la mayor seacerca a Federico y le dice al oído: «Le hemos sacado de nuestra casapara ponerle a buen recaudo en otro convento. Aquí llevamos¼ al Señor».«¿Al Señor?». Sin dudarlo un instante, conturbado, Federico se pone derodillas en el taxi y se santigua, como lo hacía desde niño siempre quese cruzaba en la calle con el Viático.

Este fue el extraño y misterioso último Corpus de García Lorca, vividoen Madrid, días después de su cumpleaños del 5 de junio y días antes desu muerte en Granada.

Este Federico genuflexo es el que ya había escrito «Oda al SantísimoSacramento del altar», que celebró Unamuno.

*Alfredo Amestoy*, periodista.