alexander fraser tytler y su ensayo sobre los principios de traducción

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Fidelidad y belleza son los dos requisitos fundamentales que debe cumplir toda traducción poética; que es lo mismo que exigir completa fidelidad al texto original y lograr que en lo esencial sea perfectamente comprensible. Johann Woleanc Goethe rtículos

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Page 1: Alexander Fraser Tytler y su Ensayo sobre los principios de traducción

Fidelidad y belleza son los dos requisitosfundamentales que debe cumplir toda traducción

poética; que es lo mismo que exigir completafidelidad al texto original y lograr que en lo

esencial sea perfectamente comprensible.Johann Woleanc Goethe

rtículos

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Luis Pegenaute Rodríguez

ALEXANDER FRASER TYTLER Y SUENSAYO SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LA TRADUCCIÓN:

la corriente normativo-prescriptiva en la traductologíaLuis PEGENAUTE RODRÍGUEZ*

Universität Pompeu Fabra

1. EL ENSAYO EN EL CONTEXTODE LA TRADICIÓN TRADUCTOLÓGICA

A finales del siglo XVIII y comienzos delXIX, aparecen en Europa, y particularmenteen Alemania, una serie de importantes re-flexiones teóricas en torno a la traducción.Así, por ejemplo, Friedrich Daniel ErnstSchleiermacher pronuncia en 1813 unaconferencia que no tardaría en convertirseen referencia clave dentro de la disciplina.En dicho trabajo, titulado Ueber dieverscheidenen Methoden des Uebersetzens(Sobre los diferentes modos de traducir), elautor alemán pone de manifiesto cómo eltraductor ha de elegir entre dos actitudesposibles: primar el polo original, subrayan-do así el idiolecto particular del autor y elcarácter foráneo de la obra, o primar elpolo receptor, con el fin de que el texto tra-ducido no resulte excesivamente «exó-tico».1 Schleiermacher aboga claramentepor una extranjerización de la traducción,que permita poner de relieve la discontinui-dad del producto importado respecto alnuevo contexto en que se va a alojar. Tresaños más tarde, Wilhelm von Humboldt secuestiona en su prólogo a la traducción del

* Luis Pegenaute es Profesor Titular de la Fa-cultat de Traducció i Interpretado de la Univ.Pompeu Fabra Se doctoró por la Universidad deLeón con una tesis sobre Traducción Literaria yes autor de diversos trabajos que tratan este te-ma, así como la literatura comparada, la historiay la teoría de la traducción.

1 En palabras de Schleiermacher, el traductor«o bien deja al escritor lo más tranquilo posible yhace que el lector vaya a su encuentro, o biendeja lo más tranquilo posible al lector y hace quevaya a su encuentro el escritor», en Miguel A.Vega (ed.): Textos clásicos de teoría de la traduc-ción, Madrid, Cátedra, 1994, p. 231.

Agamenón de Esquilo la propia posibilidaddel hecho traductor, al mantener que cadacomunidad comparte una serie de viven-cias y maneras propias de entender elmundo, que de forma ineludible condicio-nan sus respectivas lenguas.

Si significativas son las contribucionesalemanas de estos años, no lo es menos laque presenta en Edimburgo Alexander Fra-ser Tytler bajo el título Essay on the Princi-ples of Translation (1791, 1797, 1813),donde propone tres leyes fundamentalessobre la traducción. Aunque Tytler es con-temporáneo de los teóricos alemanes cita-dos, su postura ideológica no puede sermás dispar. Por su talante práctico y suánimo sereno y religioso, el escocés no eramuy dado a los geniales excesos del Ro-manticismo. Tytler era un hombre de gransentido común, cultivado, prolífico en susescritos y versátil en sus intereses, y res-pondía más al ideal renacentista que a nin-gún otro. Su pensamiento pone punto finalal primero de los cuatro grandes períodosen los que George Steiner divide la teoría,práctica e historia de la traducción. El pe-ríodo inicial, que abarca más de dos milaños, se abre con las anotaciones de Cice-rón a sus traducciones (hoy perdidas) deDemóstenes y Esquines (De óptimo genereoratorum, párrafo 5, 46 a. de C) , dondeexplica las causas que le han llevado a notraducir verbum pro verbo, y culmina en1804 con los comentarios de Johann Chris-tian Friedrich Hölderlin a sus traduccionesde Sófocles, que tanto influyeron en pensa-dores posteriores como Martin Heidegger o

George Steiner: After Babel: Aspects ofLanguage and Translation, Oxford, Oxford UP,1992, pp. 248-251.

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Walter Benjamin. Esta etapa se caracterizapor un enfoque eminentemente empírico,dado que las reflexiones teóricas derivanen su mayor parte de las propias experien-cias de los traductores. Por el contrario, elsegundo período, que se abre con el pen-samiento de autores como Tytier oSchleiermacher y se cierra en 1946 conSous l'invocation de Saint Jérôme, de Va-léry Larbaud, se distingue por el cuestio-namiento teórico y hermenéutico y constitu-ye una época de teoría poético-filosófica.3

Tal y como pone de relieve el propio Stei-ner, esta división en períodos ha de serentendida en un sentido relativo: no cabeduda de que las relaciones entre la teoría yla práctica de la traducción se han seguidoestudiando hasta nuestros días. En modoalguno cabe pensar que la trascendenciade Tytier se limita a clausurar una determi-nada etapa. Muy al contrarío, su obra inau-gura de forma expresa la tradición normati-va que durante dos siglos ha dominado elpensamiento traductor anglosajón, y quesólo en tiempos muy recientes parece ha-ber cedido terreno ante el avance de lasaproximaciones puramente descriptivas.Las palabras de Roger Bell constituyen unbuen testimonio de la importancia supremaque el Ensayo ha tenido desde su publica-ción:

It is no exaggeration to say that the pro-gramme followed by most translation theo-rists, in the English-speaking countries atleast [...] has been, and still is, dominated bythe thinking put forward in an essay writtentwo centuries ago in 1971 4

Cf. Steiner, o. cit., p. 249. En realidad, aun-que se otorga a Schleiermacher el honor de inau-gurar este segundo período, hay que destacar lagran influencia que en él ejerció Johann Gottfriedvon Herder con sus Fragmente (cf. L. G. Kelly:The True Interpreter: A History of TranslationTheory and Practice in the West, Londres, BasilBlackwell, 1977, p. 225.

4 Roger T. Bell: Translation and Translating,Londres, Longman, 1991, p. 10.

La contribución de Tytier vino a paliar demanera significativa la sequía que, al me-nos en términos cualitativos, sufrió Inglate-rra en el campo de la traductología a lolargo de todo el siglo XVIII. Pero el destinoquiso que el terreno quedara abonado nopor uno, sino por dos estudios fundamen-tales, publicados con un intervalo de dosaños y basados en premisas poco menosque idénticas. Esto hizo que GeorgeCampbell, cuya aportación era más tem-prana que la de Tytier, albergara inicial-mente la sospecha de plagio. Hay que ad-mitir, sin embargo, que ni Campbell niTytier resultaron particularmente originalesal enunciar leyes de traducción. Como se-ñala Thomas R. Steiner,5 lo que más llamala atención al estudioso de la traductologíainglesa de la Restauración y el siglo XVIIIes precisamente la abundancia de normas,enunciadas ya sea de forma explícita oimplícita. La finalidad de este corpus nor-mativo es doble: prescribir un comporta-miento traductor correcto y servir de he-rramienta para la evaluación del producto.En la mayor parte de los casos, las leyesde traducción están inspiradas en las suge-rencias de autores clásicos como Horacio oCicerón, que, aunque escasas (comoapunta el propio Tytier), se habían venidorepitiendo con formulaciones más o menossimilares. Nada realmente trascendental sehabía publicado sobre la traducción desdeel ya lejano año 1680, cuando John Drydendiferenciara en el prefacio a su versión delas cartas de Ovidio entre metáfrasis, pará-frasis e imitación6 Si hemos traído a

5 T. R Steiner (ed.): English Translation Theory1650-1700, Assen, Van Gorcum, 1975, p. 28

6 Dryden decía: «All translation, I suppose, maybe reduced to these three heads. First, that ofmetaphrase, or turning an author word by word,and line by line, from one language to another. [...]The second way is that of paraphrase, or transla-tion with latitude, where the author is kept in viewby the translator, so as never to be lost, but hiswords are not so strictly followed as his sense;and that too is admitted to be amplified, but noraltered. [...] The third way is that of imitation,where the translator (if now he has not lost that

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Solventado, pues, el problema termino-lógico, Tytler se dispuso a presentar sustres leyes principales, las dos primeras delas cuales responden íntegramente a lasdos posturas antes expuestas, la tercera aldeseo generalizado en la época por«domesticar» el texto original:

1. That the Translation should give a com-plete transcript of the ideas of the originalwork.2. That the style and manner of writingshould be of the same character with that ofthe original.3. That the translation should have all theease of the original composition.10

Tytler se vale de estas tres leyes, quecomprenden una serie de preceptos subor-dinados, para efectuar a lo largo de todo elEnsayo un análisis de un buen número detraducciones.

2. TYTLER: VIDA Y OBRA

Alexander Fraser Tytler,11 Lord Wood-houselee (1747-1813), nació en Edimbur-go, ciudad en la que residió durante lapráctica totalidad de su vida y donde, apartir de 1770, ejerció como jurista, si-guiendo así los pasos de su padre, con elque compartía también una marcada afi-ción por la música, la literatura y la historia.Como ya hemos señalado, Tytler fue unhombre prolífico y versátil en sus escritos.

10 lb.,p. 16.11La semblanza biográfica más completa de

Tytler nos la ha legado Archibald Alison: Memoirof the Life and Writing of the Honourable Alexan-der Fraser Tytler, Lord Woodhouselee, Edimbur-go, Neill & Co ,1818. Aunque resulta interesantepor el íntimo conocimiento que tenía de su perso-na, dista mucho de ser objetiva, ya que su propó-sito es inequívocamente laudatorio. Jeffrey F.Huntsman (en su «Introduction to the Essay onthe Principles of Translation, 1978, pp. xi-xxi) seinspira en Alison y aporta datos muy valiosossobre la producción bibliográfica del escocés. Apartir de aquí, la introducción de Huntsman apa-rece citada como Huntsman.

Entre sus contribuciones a la crítica litera-ria, destaca su introducción a la obra dePhineas Fletcher Piscatory Eclogues, withOther Poetical Miscellanies (Edimburgo,Kincaid & Creech; Londres, Cadell, 1771),donde hace gala de una gran erudición,percepción artística y sentido común. Tam-bién cabe mencionar sus «Remarks on theGenius and Writings of Allan Ramsay»(The Poems of Allan Ramsay, Londres,Cadell & Davies, 1800, pp. Iviii-clviii).Ramsay había contribuido a revitalizar elinterés por la tradición autóctona mediantela edición de obras escocesas medievalesy la producción de material inspirado enellas. Tal y como pone de relieve Hunts-man,12 este estudio resulta interesante por-que anticipa la filosofía del Ensayo, al ape-lar al instinto y buen juicio del receptor parael reconocimiento del mérito literario. A lostrabajos ya citados hemos de añadir suEssay on the Life and Character of Petrarch(Londres, Cadell, 1784, 1810, 1812), que sepublicó acompañado de siete poemas tra-ducidos por el propio Tytler del italiano.Esta obra contiene ante todo reflexiones deíndole histórica, buen reflejo de las inquie-tudes académicas del autor durante unalarga temporada de su vida. Tras la ediciónde la obra de Phineas Fletcher, Tytler sehabía volcado en el estudio de la historia yen su carrera judicial, obteniendo en éstaun reconocimiento que le valió el acceso aaltos cargos y el título de Lord en 1802. Suactividad en el campo de las leyes seplasmó en la publicación de algunos trata-dos de derecho. A partir de 1780 alternó elejercicio de su profesión (que no su verda-dera pasión) con la docencia universitaria,en un principio como profesor de HistoriaUniversal y después de Historia Antigua.Nuestro hombre escribió profusamentesobre historia y arqueología (aunque algu-nos ensayos y notas continúan inéditos) yde su producción en este campo destacasu Plan and Outline of a Course of Lectureson Universal History, Ancient and Modern,

Jeffrey F. Huntsman, o. cit., pp. xx-xxi.

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Dryden a colación no ha sido solamentepara poner de relieve el gran lapso detiempo transcurrido desde la última aporta-ción inglesa realmente importante, sinoporque se convertiría en una autoridad queno podría ser ignorada por críticos y tra-ductores posteriores.7 Es evidente queTytler estaba familiarizado con Dryden,como demuestra la inclusión en el Ensayode numerosas citas y pasajes de sus tra-ducciones y, en términos generales, la in-fluencia generalizada de su pensamiento.En los años posteriores a Dryden, la natu-ralización de la obra extranjera se convirtióen la norma en Gran Bretaña. Desde unpunto de vista tanto teórico como práctico,se defendía la adaptación del original a losideales estilísticos de la época, subrayandoasí la conveniencia de producir versionescuyo discurso resultara transparente, esdecir, no delatara su carácter tributario osegundo. Como pone de manifiesto Law-rence Venuti,8 la «domesticación» no pue-de ser criticada en términos de equivalen-

name) assumes the liberty, not only to vary fromthe words and sense, but to forsake them both ashe sees occasion; and taking only some generalhints from the original, to run division on thegroundwork, as he pleases», en Rainer Schulte yJohn Biguenet (eds): Theories of Translation: AnAnthology of Essays from Dryden to Derrida,Chicago, Univ. of Chicago, 1992, p. 17.

7Aunque no llegaron a ejercer una influenciatan sustancial, sería realmente injusto no dejarconstancia de otras contribuciones muy merito-rias Asi, por ejemplo, destaca An Essay onTranslated Verse (1684), escrito en verso porWentworth Dillon, conde de Roscommon, quegozó de gran popularidad a lo largo de todo elsiglo XVIII. No menos importantes son las anota-ciones de Alexander Pope a sus traducciones deHornero (1715-26). Hay que decir, sin embargo,que así como sus versiones de la Ilíada y la Odi-sea son portentosas, sus comentarios sobre latraducción abundan en lugares comunes y atesti-guan una gran deuda con Dryden. T. R. Steineranaliza la reflexión teórica sobre la traducciónentre los años 1550 y 1800 y presenta las fuentesprimarias más relevantes.

8 Lawrence Venuti: The Translator's Invisibility:a History of Translation, Londres, Routledge,1995, p. 67.

cia o fidelidad. Dado que estos cánonesson absolutamente relativos y vienen de-terminados por parámetros históricos yculturales, no deben convertirse en patro-nes de evaluación. Puede decirse que lacontribución de Tytler supuso el corolarioteórico a las reflexiones anteriores, tantoinglesas como francesas, y que su formu-lación explícita de leyes y preceptos conlle-vó la canonización definitiva de la naturali-zación como único procedimiento legítimode traducción.

En opinión de Tytler, para establecer lasreglas de la traducción (como proceso), hayque llegar a un consenso sobre qué sepuede entender por una buena traducción(como resultado). Las opiniones en estesentido, afirmaba, habían fluctuado entredos extremos: algunos defendían una mera(re)expresión de las ¡deas del original, queserían vertidas en la traducción con losmedios considerados más oportunos encada caso; otros, en cambio, incidían en lanecesidad de transmitir no sólo las ideas,sino también el idiolecto particular del au-tor, ateniéndose rigurosamente al perfilestilístico original. La primera de estas no-ciones permite una mayor libertad creativaal traductor, en cuanto que le faculta paramejorar o embellecer el texto (o, si se quie-re entender de otra manera, para adaptarloa su propio criterio estético); la segundarestringe tal libertad en cuanto que se hande respetar los (supuestos) errores y de-fectos del original. Tytler abogó por unpunto de encuentro entre ambos extremosy definió, por tanto, una buena traducción,como:

That, in which the merit of the original workis so completely transposed into anotherlanguage, as to be as distinctly appre-hended, and as strongly felt by a native ofthe country to which that language belongsas it is by those who speak the language ofthe original work9

9 Alexander Fraser Tytler: Essay on thePrinciples of Translation, ed. e intr. JeffreyHuntsman, Amsterdam, John Benjamins, 1978(1791), pp. 15-16.

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Delivered at the University of Edinburgh(Edimburgo, Creech, 1783), fruto de suexperiencia docente y que supuso un ver-dadero éxito. También su producción litera-ria fue abundante, aunque no excesiva-mente original o meritoria. En cuanto a sustraducciones, no sería la de Petrarca laúnica que Tytler llevaría a cabo. En 1792 sepublicó una versión suya de Die Räuber, deJohann Christoph Friedrich von Schiller(The Robbers, Londres, Robbins, con pos-teriores ediciones en 1795, 1797 y 1800),que resultó sumamente popular y que de-mostraría la particular perspicacia de Tytleral anticiparse a la magnífica recepción queel teatro del alemán tendría en la isla en losaños venideros.

A pesar del valor de gran parte del mate-rial hasta aquí comentado, sería otra laobra que garantizaría a Tytler su paso a laposteridad. Se trata del Essay on the Prin-ciples of Translation, dado a conocer du-rante el año 1790 en una serie de confe-rencias que el autor impartió en la RoyalSociety of Edinburgh y que se publicó deforma anónima al año siguiente (Edimbur-go, Creech; Londres, Cadell). El trabajo fuemuy bien recibido por los críticos13 y, según

En este sentido, Alison afirmaba, «there isno work of literary criticism which this country hasproduced that so soon attained celebrity in Eng-land, as the Essay on Translation The differentreviewers of the day, contended with each other inthe earliness of their notice, and in the liberality oftheir praise» (p. 28). Así, por ejemplo, el LondonReview (también conocido como European Ma-gazine, 24, p. 282) publicó en 1793 una reseña detono claramente positivo: «We certainly concludeour review of the work with wonder at the varietyof our Author's reading, with praise of the justnessof his judgement and the elegance of his taste,and applause of the modest yet manly, sober yetlively execution of the whole» (en Huntsman, o.cit., p. xxxii) El Monthly Review (8, p. 363) por suparte, había afirmado el año anterior: «theauthor's observations are, for the most part, soevidently dictated by good sense, and so conso-nant to correct taste, as to admit of little dispute;and the examples, by which they are illustrated,are very judiciously selected and properly applied»(en Venuti, o. cit., p. 74).

Huntsman (p. xxxiii), no tardó en ser tradu-cido al alemán por Renatus Gotthelf Loebel(1767-99) con el título de Grundsatze derKunst, zu Übersetzen (1793) y en adquiriruna cierta notoriedad en el ámbito europeo.De todos modos, algo vino a ensombrecerun éxito que parecía rotundo, ya que, comosabemos, pronto se puso de manifiesto queel ensayo de Tytler coincidía en sus premi-sas principales con otro publicado dos añosantes. Efectivamente, George Campbell,en su introducción a su popularísima ver-sión de los Cuatro Evangelios había tratadola problemática de la traducción, presen-tando en la Disertación X («The ChiefThings to be Attended to in Translating»)tres recomendaciones tan similares a lasque Tytler haría más tarde, que parecíalógico pensar que este último había incurri-do en un plagio.14 La reacción inmediata de

Campbell comenzaba la primera parte de laDisertación X subrayando la dificultad del ejerciciotraductor y enunciando los tres requisitos que, ensu opinión, debía presentar una buena traducción:«To translate has been thought, by some, a veryeasy matter to one who understands tolerably thelanguage from which, and has made some profi-ciency in the language into which, the translation isto be made. To translate well is, however, in myopinion, a task of more difficult than is commonlyimagined. That we may be better able to judge inthis question, let us consider what a translator,who would do justice to his author and his subject,has to perform The first thing, without doubt,which claims attention, is to give a just representa-tion of the sense of the original. This, it must beacknowledged, is the most essential of all. Thesecond thing is, to convey into his version, asmuch as possible in a consistency with the geniusof the language which he writes, the author's spiritand manner, and, if I may so express myself, thevery character of his style. The third and last thingis, to take care, that the version have at least, sofar the quality of an original performance, as toappear natural and easy, such as shall give nohandle to the critic to charge the translator withapplying words improperly, or in a meaning notwarranted by use, or combining them in a waywhich renders the sense obscure, and the con-struction ungrammatical, or even harsh» (GeorgeCampbell (éd. y t r) : The Four Gospels,Translated from the Greek: with Preliminary

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Campbell fue escribir a Creech, propietariode la casa editorial que había publicado elEnsayo, y pedirle que le revelara la identi-dad del anónimo autor. Cuando Tytler reci-bió la carta que Creech le había remitido,se dispuso a darle a Campbell las explica-ciones pertinentes. Tytler restó importanciaal asunto, pues consideraba natural quedos personas llegaran a conclusiones coin-cidentes al estudiar la misma cuestión.Además le aseguró que no había tenidoconocimiento previo de su aportación y leprometió dejar constancia de ella en supróxima edición.15 Sus palabras sirvieronpara convencer plenamente a Campbell, elcual no dudó de la integridad de alguien aquien apreciaba como amigo y respetabacomo investigador. Todo quedó definitiva-

Dissertations, and Notes Critical and Explanatory,Edimburgo, J. Ritchie, 1807 [1789], p. 340).

15La carta llegó a manos de Alison, que seocuparía de incluirla en la semblanza biográficade Tytler que leyó ante la Royal Society of Edin-burgh. Decía así: «.The coincidence of our generalprinciples is indeed a thing flattering to myself; butI cannot consider it as a thing at all extraordinaryThere seems to me no wonder, that two persons,moderately conversant in critical occupations,sitting down professedly to investigate the princi-ples of this art, should hit upon the same princi-ples, when in fact there are none others to hitupon, and the truth of these is acknowledged attheir first enunciation. In my opinion, there would,on the contrary, be just matter of wonder if theydid not hit upon them. But in truth, the merit of thislittle essay, (if it has any) does not, in my opinion,lie in these particulars. It lies in the establishmentof these various subordinate rules and precepts,which apply to the nicer parts and difficulties of theart of translation; in deducing those rules and pre-cepts which carry not their own authority in gre-mio, from the general principles which are of ac-knowledged truth, and in proving and illustratingthem with examples. How far you may have an-ticipated me even in this respect, I cannot say,until I have perused your Dissertations. They ap-pear to contain a wealth of philological and criticallearning; and I am confident, that if my bookcomes to a second edition, I may be able to profitmuch by your remarks. In that case, I shall mostcordially, and with the highest pleasure, acknowl-edge my obligations» (Alison, o. cit., pp. 25-26).

mente zanjado con una última carta deCampbell en la que aseguraba a Tytlerque, de haber sabido que él era el autor,jamás habría hecho objeción alguna, a lavez que se congratulaba de la comunión deplanteamientos en sus respectivos traba-jos.16 Lo cierto es que Tytler no llegó aotorgar el debido reconocimiento a laaportación de Campbell, pues si en la se-gunda edición del Ensayo dijo que se trata-ba de «a most elaborate and learned job»,en la tercera edición pasaría a hablar sim-plemente del «then recently published» (cf.Hunstman, o. cit., p. xxxiii).

Un somero contraste de ambos estudiosdeja clara su similitud, aunque es justo de-cir que el de Tytler llega a conclusionesmás generales, puesto que Campbell selimita a la problemática de la traducción detextos sagrados. En 1797 Tytler presentóuna nueva edición de su obra (Edimburgo,Creech; Londres, Cadell & Davies), que,aunque en lo primordial mantenía las ideasde la primera, se veía sustancialmente au-mentada con la inclusión de dos nuevoscapítulos y un mayor número de ejemplos.

Esta carta también obraba en poder de Ali-son, que no dudó en darla a conocer para honrarla memoria de Tytler. Campbell se expresaba enlos siguientes términos: «The letter you favouredme with, made me both ashamed and vexed, thatI should have been so rash as to express myselfto Mr. Creech in a manner which could give amoment's uneasiness to a man of merit, especiallyone whom I consider myself as having the honourto call a friend. When I wrote that letter, I neitherknew nor suspected who the author of the Essaywas. Had I known what I know now, the name ofthe author alone would have convinced me thatthe coincidence was merely accidental. [...] But tohave done with the disagreeable part of the mis-take, I cannot avoid mentioning one circumstancein this incident, which to me is always extremelyagreeable, the evidence which it gives of a concur-rence in sentiment upon critical subjects with per-sons of distinguished ingenuity and erudition. Sucha discovery makes a man more confident in thejustness of his own sentiments. I have only to add,that your illustrations of the general doctrines, andyour examples from the ancients, please me ex-ceedingly» (Alison, o. cit., pp. 26-27).

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En 1813, poco tiempo antes de la muertede Tytler, se publicó una tercera edición(Edimburgo, Constable), con un prefacio,un índice, una introducción, quince capítu-los de extensión muy variada (desde lascuatro páginas del capítulo I a las sesentadel Vil) y un apéndice. Tal como había ocu-rrido con la segunda, ésta ampliaba nue-vamente la anterior: según Huntsman (p.xxxiii), es aproximadamente un 42% máslarga que la segunda edición y casi dosveces y media más que la primera.17 Tam-bién son destacables los cambios en algu-nas apreciaciones, cambios que no res-

La edición de 1813 se reimprimió a comien-zos de este siglo en Everyman Library (Londres,Dent; Nueva York, Dutton, s. a.), sin ningún tipode anotación, aunque acompañada de una intro-ducción. La de 1797 se reimprimió en su formaoriginal (es decir, desprovista de aparato crítico)en 1970 (Nueva York, Garland). La edición «aca-démica» es la preparada por Jeffrey F. Huntsmanen 1978 (Amsterdam, John Benjamins), queconstituye el vol. XIII de la colección AmsterdamClassics in Linguistics, 1800-1925, y que vieneacompañada de una extensa introducción, unabibliografía de fuentes primarias y secundarias,un índice con todas las obras y autores citados enel Ensayo y un apéndice de los cambios a los queéste fue sometido a lo largo de las tres ediciones.El Ensayo es a menudo consultado en alguna delas muchas versiones reducidas que se han veni-do publicando: así, por ejemplo, la aparecida en1981 en Modern Poetry in Translation, 43, pp. 27-46, basada en la edición de 1797 y con una breví-sima introducción de James S. Holmes titulada«Tytler's Bare Bones, or the Skeleton of an Es-say»; también contamos con la presentada por A.Lefevere (ed. y tr. ) en Translation/History/Culture:a Sourcebook, Londres, Routledge, 1992. Encastellano tenemos una traducción (abreviada) deLidia Taillefer, incluida en Vega (o. cit., pp. 211-216) Han sido escasos (y excesivemente sucin-tos) los trabajos dedicados al estudio particulardel pensamiento de Tytler; en este sentido cabemencionar los siguientes: J. R. Heywood: «Tytler:Voltaire and Shakespeare», The Linguist (1989),28: 6, p. 184; Geoffrey Kingscott: «Bicentennaryof Tytler's Principles of Translation», LanguageInternational (1991) 3: 1, pp 13-16; y también«The Quest for Alexander Fraser Tytler»,Language International (1991), 3: 2, pp. 16-19.

ponden tanto a la búsqueda de un mejorefecto estilístico como a unos juicios devalor más críticos.

3. VALORACIÓN DEL ENSAYO

A lo largo del trabajo se pone de mani-fiesto la erudición y capacidad intelectualdel autor. Tytler era un gran estudioso de lahistoria y estaba bien versado en cuestio-nes de filosofía y crítica literaria; conocíaperfectamente las lenguas clásicas y susliteraturas; su dominio del francés le permi-tía emitir juicios de valor sobre los maticesexpresados en esa lengua; traducía delalemán y del italiano y leía en castellano. Sia todo ello sumamos que conocía la tradi-ción traductológica y que estaba familiari-zado con un buen número de las traduccio-nes que se habían publicado en su paísdurante los últimos 150 años, coincidiremosen que reunía las cualidades esencialesque debe poseer un buen comparatista yque resultaba, por tanto, la persona idóneapara redactar un ensayo de esta naturale-za.

Es evidente que Tytler trabaja directa-mente con el material que cita y no conreferencias tomadas de otros autores. Susopiniones son personales, quizás demasia-do dogmáticas, pero siempre justificadassiguiendo su propio criterio estético. Tytlerno tiene reparos en criticar a autores con-sagrados como Dryden o Pope, cuando ensu opinión lo merecen, aunque los ensalceunas páginas más adelante. Los ejemplosse acumulan, se contrastan, se evalúan ysirven para confirmar e ilustrar sus propiosprincipios teóricos; no constituyen una me-ra exhibición redundante de pedantería,sino el instrumento capaz de demostrar susrazonamientos. Si algo llama la atención enel Ensayo es su estructura, un tanto digre-siva, debido a la proliferación de ejemplos,pero clara, racional y sistemática en térmi-nos generales.18 La propia prosa de Tytler

18 Según Holmes, «Tytler's thinking abouttranslating takes on the shape of a system, a

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Alexander Fraser Tytlery suEnsayo sobre los principios de la traducción...

es un buen síntoma de sus intenciones: laestructura sintáctica no resulta intrincada;abundan las repeticiones para lograr unamayor precisión terminológica; son escasaslas licencias estilísticas, si acaso algunacomparación o metáfora;19 hay innumera-bles citas de autoridades, etc. La divisióndel texto en capítulos, cada uno de ellosdedicado a un aspecto fundamental, delatael ánimo didáctico y normativo del autor.Estos capítulos constituyen partes integra-les de un todo cuyo rasgo más relevante esla cohesión proporcionada por las tres le-yes de la traducción, cohesión que sólo es

normative model that the translator can actuallymake use of, to a greater extent than any earliertext I know of the subject [...] Today we wouldformulate the rules differently, and question theuniversal applicability f the hierarchy. Even so, thestructure of his skeleton remains an impressivemonument epitomising eighteenth-century com-mon-sense thinking on translation» (p. 27) Se dala circunstancia de que, aunque no duda en ad-mitir que tiene en gran estima el Ensayo, Holmespuede ser considerado en buena medida el ante-cesor o inspirador de la llamada «escuela mani-pulista», cuyas premisas chocan frontalmente conla tradición normativa y evaluativa heredera deTytler.

19Así, por ejemplo, Tytler utiliza el símil tradi-cional del traductor y el pintor para subrayar lodifícil es aunar la naturalidad y la fidelidad en latraducción. En el Ensayo este símil adquiere unadimensión antes desconocida. Según Rener,«while translators and theoreticians customarilyemploy the image to show that the translator is likea painter, Tytler uses it to demonstrate all theopposite» (Frederick M. Rener: «Interpretado»:Language and Translation from Cicero to Tytler,Amsterdam-Atlanta, Rodopi, 1989, p. 254). Estoimplicaría que T. R. Steiner (o. cit., p. 38) no estáen lo cierto al afirmar que Tytler considera la tra-ducción un ejercicio de mimesis. Las palabras deTytler en este respecto reflejan claramentre supostura: «The translator's task is very different: Heuses not the same colours as the original, but isrequired to give his picture the same force andeffect. He is not allowed to copy the touches ofthe original, yet is required, by touches of his own.to produce a perfect resemblance. The more hestudies a scrupulous imitation, the less his copywill reflect the ease and spirit of the original» (p.202).

factible cuando la armazón interna ha sidodiseñada con perspectiva de conjunto ycuando las diferentes piezas dependenunas de otras para su correcto funciona-miento.

En el período comprendido entre Drydeny Tytler, tanto la teoría como la práctica dela traducción estuvieron dominadas por loque Venuti denomina «domesticación» deltexto original. Los traductores pretendíanlograr su «invisibilidad» o, lo que es lomismo, su autoinmolación. Tytler se ocupade dar una formulación prescriptiva explí-cita a este comportamiento, que había en-contrado amplio reflejo en las traduccionesfirmadas por John Denham, Dryden, Pope,etc. El propósito de esta poética es ofrecertraducciones que no lo parezcan, es decir,versiones que se perciban como originalesy que provoquen en los lectores un espe-jismo: un autor extranjero escribe en unalengua que no es la suya. En este sentido,resulta sintomático el siguiente precepto:«a translator ought always to figure to him-self, in what a manner the original authorwould have expressed himself, if he hadwritten in the language of the translation»(p. 201). Tytler afirma que es sumamentedifícil lograr que una traducción resulte na-tural, sobre todo si se quiere conseguirtambién ser fiel al original. ¿Cómo hacercompatibles ambas pretensiones? «To usea bold expression, [the translator] mustadopt the very soul of his author, whichmust speak through his own organs» (p.212). El símil parece afortunado; sin em-bargo, el problema radica en que en nume-rosas ocasiones es la propia alma del tra-ductor la que hace hablar a sus órganos.Debe existir una identificación espiritual yestética entre el traductor y el autor, lo quelleva a Tytler a afirmar: «He only is per-fectly accomplished for the duty of a trans-lator who possesses a genius akin to that ofthe original author» (p. 372) y, aún más,«the best translators have been those writ-ers who have composed original works ofthe same species with those which theyhave translated» (p. 372). Aunque se nos

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advierte que esta propuesta no ha de serentendida en sentido estricto, lo cierto esque al leer el Ensayo no podemos dejar depreguntarnos si no resultará necesario untalento aun mayor que el del autor, dadoque supuestamente sería obligación deltraductor reconocer los defectos de la obraoriginal y corregirlos debidamente.

Tytler propugna en todo momento unatransparencia, una fluidez y una naturalidaden la traducción que no delaten su natura-leza tributaria. Como consecuencia, no esextraño que, por ejemplo, Thomas May yGeorge Sandys sean ensalzados por susrespectivas traducciones de la Farsalia deLucano y las Metamorfosis de Ovidio. Enopinión de Tytler, la naturalidad que amboshan logrado es tal que sus versiones pare-cen composiciones originales y ello ha sidogracias a que «they have disdained to con-fine themselves to a literal interpretation,but have every where adapted their expres-sion to the idiom of the language in whichthey wrote» (p. 68). Para lograr esta«invisibilidad» de la que venimos hablandose ha de desestimar todo rasgo estilísticoque haga reflexionar al lector sobre laspropiedades formales del lenguaje, sobresu inherente artificiosidad. Así, por ejemplo,se censura la ambigüedad, la sintaxis in-trincada, los giros inesperados, etc. Me-diante una práctica de este tipo se recons-truye el texto extranjero en función de losvalores imperantes en el sistema receptor,lo que, según Venuti, equivale a decir quese sirve a los intereses de las clases domi-nantes.20 En consonancia con el propósito

20 «Fluency emerges in English-languagetranslation during the early modern period, a fea-ture of aristocratic literary culture in seventeenth-century England, and over the next two hundredyears it is valued for diverse reasons, cultural andsocial, in accordance with the vicissitudes of thehegemonic classes. At the same time, the illusionof transparency produced in fluent translationenacts a thoroughgoing domestication that masksthe manifold conditions of the translated text, itsexclusionary impact on foreign cultural values, butalso on those at home, eliminating translationstrategies that resist transparent discourse, clos-

de lograr la mayor naturalidad posible sehalla el rechazo de todo aquello que puedaresultar desagradable, malsonante, grose-ro, o pueril. En este sentido, por ejemplo,Tytler (pp. 89-90) alaba a Pope por habercorregido a Hornero y ahorrado a los lecto-res ingleses una descripción demasiadorealista de cómo Aquiles, de niño, vomitabalos alimentos en el regazo de Fénix. Venuti(o. cit, p. 71) considera que la continuaapelación que Tytler hace al buen gusto noes sino una manera de lograr un «discursocultural» que permita a la burguesía y laaristocracia reivindicar su superioridad so-bre las clases sociales más bajas, a menu-do identificadas con lo escatológico, lablasfemia, la enfermedad, la sexualidad,etc. En este sentido, resulta ilustrativo elsiguiente pasaje, en el que se censura latraducción literal de los términos malso-nantes que aparecen en las obras clásicas,arguyendo que en la época moderna talestérminos se asocian con un determinadoestrato de la sociedad:

The ancients, in the expression of resent-ment or contempt, made use of many epi-thets and appellations which sound ex-tremely shocking to our more polished ears,because we never hear them employed butby the meanest and most degraded of thepopulace (p. 271).

Como sabemos, Tytler proclama explí-citamente que corresponde al traductor«mejorar» el original, cuando éste no al-canza la calidad deseable. Tal actitud habíasido cuestionada por el autor de la reseñaque sobre el Ensayo se había publicado enel European Magazine (1793), 24, p. 188:«Such ornaments appear to us like moderngilding laid upon one of the finest statues ofantiquity» (en Venuti, o. cit., p. 74). En latercera edición, Tytler (p. 79, en nota) hacereferenda a esta objeción, pero, lejos demoderar su propuesta, afirma que otrosautores comparten su opinión, como M.

ing off any thinking about cultural and social alter-natives that do not favor English social elites»(Venuti, o. cit., p. 43).

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Delille, traductor de las Geórgicas de Virgi-lio o Thomas Francklin, autor de un poemasobre el arte de la traducción. Tytler consi-dera deber del traductor «never to suffer hisoriginal to fall» (p. 78) y alaba a Pope porhaberlo entendido así en su traducción dela Iliad a:

We find frequently on Homer, amidst themost striking beauties, some circumstancesintroduced which diminish the merit of thethought or of the description In such in-stances, the good taste of the translator in-variably covers the defect of the original, and

. often converts it into an additional beauty (p.88).

El Ensayo demuestra que su autor confíade forma absoluta en el sentido común,que, según él, es inherente a la especiehumana. Sin embargo, este liberalismochoca frontalmente con la apología queTytler hace del individualismo estético. To-do su aparato teórico (escaso, por otraparte) se supedita al buen gusto del tra-ductor o crítico, buen gusto que garantizarála infalibilidad de su concepto de correc-ción. El término taste, omnipresente a lolargo de toda la obra, se convierte en unpatrón absoluto, a pesar de lo mucho quetiene de etéreo, subjetivo e impreciso. Dehecho, esta contradicción se deja sentir contodo su peso: aunque Tytler presupone laexistencia de una razón universal (que lelleva, por ejemplo, a justificar la coinciden-cia entre sus planteamientos y los deCampbell), a la vez admite la imposibilidadde llegar a un verdadero consenso, dadaslas distintas inclinaciones personales decada lector. Así, en el propio prefacio, nosadvierte.

in so far as reason and good sense afford acriterion, the opinion of all intelligent readerswill probably be uniform. But, as it is not tobe denied, that in many of the Examples ad-duced in this Essay, the appeal lies not somuch to any settled canons of criticism, as toindividual taste; it will not be surprising, if insuch instances, a diversity of opinion shouldtake place» (p. viii).

De hecho, hasta llega a reconocer lo en-deble que resulta todo argumento basadoexclusivamente en un concepto personalde corrección o calidad: «in matters wherethe ultimate appeal is to Taste, it is almostimpossible to be secure of the solidity of ouropinions, when the criteria of their truth isso very uncertain» (p. 11), aunque ello no leimpide apelar una y otra vez al mismo crite-rio: «The distinction between good and badwriting is often of so very slender a nature,and the shadowing of difference so ex-tremely delicate, that a very nice perceptionalone can at all times define the limits» (pp.132-133).Tal y como señala Huntsman (p.xliii), estas convicciones se hallan en con-sonancia con el pensamiento filosófico dela Escocia de la época, que propugnaba labondad innata del hombre y su inclinaciónnatural hacia lo bello, lo justo y lo correcto.No menos importante es el hecho de quetérminos como genius, wit, taste, etc. for-maban parte de un acervo tan arraigadoque se usaban como si su significado fueraúnico y evidente, cuando en realidad seprestaban a interpretaciones bien dispares.

Hay que decir que si algunos teóricosmodernos de la traducción, como Larbaud,parecen verdaderos entusiastas del Ensa-yo,21 otros, como T. R. Steiner, no lo sontanto. Este último resulta particularmenteescéptico respecto a la originalidad deTytler: «Although Tytler claimed a largemeasure of originality in his work, the Prin-ciples were, in fact, merely a noticeableculmination of the discourse that had beenproceeding for a century and a half»22 Ensu opinion, las leyes propuestas por Tytlerse limitan a repetir lo que habían dicho suspredecesores y abundan, por tanto, en lu-

21 «Le grand mérite de l'Essai réside dans safraîcheur, son agrément, sa séduction, sa flammeérudite tempérée de courtoisie; et certes je quitte-rais la vie avec moins de regret si je pouvais êtreassuré d'avoir, en écrivant ce livre consacré àsaint Jérôme, donné à la littérature française unouvrage qu'on pût un jour comparer à celui de A.Fraser Tytler, lord Woodhouselee», en ValéryLarbaud, o cit., p. 103).

22 T. R. Steiner, o. cit., p. 1.

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gares comunes23 (de hecho, no olvidemossu similitud con las de Campbell); sin em-bargo, cabe ver en esto no un defecto, sinola razón de su verdadera trascendencia: elEnsayo actúa como catalizador de las ideasque sobre la traducción se habían venidopropugnando y precisamente por ello cons-tituye una referencia obligada para las si-guientes generaciones de teóricos y tra-ductores. El principal mérito de Tytler radi-ca en que el suyo es el primer trabajo ver-daderamente extenso que presenta el es-tudio de la traducción como independientede la práctica personal. La mayor parte delas reflexiones anteriores parecían haberestado «motivadas», en cuanto que apare-cían de forma dispersa y fragmentada enprefacios o comentarios sobre traduccio-nes.

En cuanto a las tres leyes de traducciónque Tytler menciona, y por las que hoy endía es recordado, hay que decir, en honor ala verdad, que en buena medida se exclu-yen mutuamente. Además, aunque consti-tuyen los problemas principales que ha deafrontar todo traductor, se presentan comosi de soluciones se trataran. Por otra parte,a nadie se le escapa que Tytler avanza enun sentido opuesto al que habría sido deesperar: en lugar de comenzar por un aná-lisis empírico que le permita formular mástarde las leyes que de él se derivan, expo-ne tales leyes desde un principio (en el ca-pítulo I), procediendo más tarde a un desa-rrollo y ejemplificación y dándolas en todomomento por correctas. Un comportamien-to apriorístico de este tipo puede, sin duda,someterse a numerosas objeciones. Tam-poco deja de ser cierto que, desde la pers-pectiva de nuestros días, en que contamoscon tantas y tan dispares aportaciones alestudio de la traducción, la filosofía quesubyace en el Ensayo se delata en buenamedida como insostenible. Me refiero antetodo a la concepción prescriptiva, evaluati-va y apriorística de Tytler. No le falta razóna Bell al afirmar que las suyas son

Ib., p. 32.

«normative prescriptions deriving directlyfrom the subjective and evaluative descrip-tion of the good translation»24 y que estetipo de preceptos son precisamente los queen tiempos recientes han sufrido los ata-ques de buena parte de los teóricos mo-dernos de la traducción. Así, por ejemplo,Itamar Even-Zohar, uno de los máximosexponentes de lo que se ha dado en llamar«teoría polisistémica», se hacía eco de esterechazo con las siguientes palabras:

How many times have we been tortured bythe clichés of the uninitiated, veteran ornovice, that translation is never equal to theoriginal, that languages differ from one an-other, that culture is «also» involved withtranslation procedures, that when a transla-tion is «exact» it tends to be «literal» andhence loses the «spirit» of the original, thatthe «meaning» of a text means both«content» and «style», and so on. Not tospeak of such approaches where norms areeither overtly or covertly stated, i.e., wherewe are told how translations should look orhow they should be conceived of in terms ofone or another evaluative form.

De todos modos, esto no debería restarmérito al Ensayo, que ha de ser valoradoen el contexto de su época. El hecho deque su aproximación a la traducción hayaejercido una influencia tan determinante enel pensamiento y la práctica posteriores nohace sino resaltar su importancia. No caberesponsabilizarle a él de los vicios en losque han incurrido los seguidores más orto-doxos de esta concepción normativa de latraducción. La de Tytler es, sin duda algu-na, una de las aportaciones principales enla historia del pensamiento traductor.

Roger T Bell, o. cit., p. 11.Itamar Even-Zohar: «Translation Theory

Today», en I. Even-Zohar y G. Toury (eds):Translation Theory and Intercultural Relations(Special issue of Poetics Today, 2: 4), 1981, pp.1-7.

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