alba carosio. los estudios de género (2)
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El aporte de los Estudios Feministas de Género y de las Mujeres a la formación universitaria integral
Alba Carosio
Directora del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela
Caracas, Septiembre de 2009
Comencemos con la historia
Recordemos un dato importante: sólo se permitió el acceso de las mujeres a las universidades
a finales del siglo XIX.1 Se argumentaba sobre los diferentes roles que hombres y mujeres
debían cumplir en la sociedad y se sostenía la existencia de una supuesta arquitectura mental
femenina que impedía a las mujeres la abstracción necesaria en los estudios universitarios. El
Iluminismo, la Revolución Francesa y las revoluciones emancipadoras latinoamericanas
enarbolaron las ideas de igualdad, y promovieron la educación como condición para una
sociedad mejor basada en la razón. Las mujeres comenzaron a reclamar sus derechos
conformando una primera ola feminista2 que reclamó iguales derechos y enfatizó el derecho a
la educación para las mujeres. La educación era piedra fundamental de las nuevas naciones, y
la educación de las mujeres respondía al ideal de madre educadora, con el objetivo de
construcción de identidades nacionales.
El acceso al sistema educativo no pretendía de ninguna manera alterar la función social de la
mujer, sino buscaba fundamentalmente alfabetizarla y adiestrarla para la misión que la vida le
había encomendado: cuidar de la familia. Sin embargo, durante el siglo XIX se fue dando
gradualmente, el acceso de las mujeres a la educación inicial, las escuelas normales fueron una
oportunidad de acceso a la educación secundaria y contribuyeron a preparar el camino para la
educación universitaria. A fines del siglo XIX algunas mujeres lograron acceder a las
universidades, principalmente en las carreras de medicina y farmacia. Aunque éstas carreras
1 El espíritu que predominó en la creación de la universidad y se mantuvo durante siglos en estos espacios, estaba claramente expresado en
el Decreto de la Universidad de Bologna que en 1377 establecía “Ya que la mujer es razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque sea la más honesta en esta universidad”. (cit. por Alicia Itatí Palermo, 2006) 2 Declaración de Séneca Falls, feminismo anarquista, feminismo socialista utópico, feminismo educacionista.
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fueron una puerta angosta por la que entraron pocas y con muchas dificultades, sin embargo,
fue una apertura a la participación social y la oportunidad de promover el debate y segunda
ola feminista a favor de las demandas de las mujeres. Las pioneras universitarias
reflexionaron sobre el lugar de excepción que constituían, sus preocupaciones teóricas y
prácticas sobre la educación de las mujeres son antecedente de los estudios feministas de
género y de las mujeres. Muchas de ellas percibieron claramente las discriminaciones hacia las
mujeres y lucharon activamente contra ellas. (Alicia Itatí Palermo, 2006)
Los centros de conocimiento fueron diseñados institucional y epistemológicamente desde el
pensamiento y el poder patriarcal. El conocimiento formal elaborado, legitimado y transmitido
por las universidades se pensó desde el lugar masculino y sus formas de entender el mundo.
Las ciencias y humanidades, reivindicadas universales y objetivas, se desarrollaron desde el
punto de vista del varón adulto, blanco, propietario. El androcentrismo (del griego andros =
hombre) pone la mirada masculina en el centro del Universo, como en el pensamiento griego
planteaba Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto
que son, y de las que no son en cuanto que no son”.
El androcentrismo ha venido impregnando el pensamiento científico, filosófico, religioso y
político desde hace milenios, y organizó la institucionalidad del conocimiento (las
universidades, la ciencia y sus organismos) como parte del poder patriarcal. La ciencia
establecida y legitimada por las instituciones académicas ha sido una empresa casi
exclusivamente masculina, las mujeres fueron excluidas, se las consideraba objeto de
investigaciones. El modelo científico-cultural se afianzó desvalorizando y desconfiando de los
saberes tradicionales de las mujeres sobre agricultura, biodiversidad, medicina tradicional,
tejidos e hilados, alimentación, etc., y excluyéndolos de la ciencia oficial, relegándolos a la
trivialidad esotérica.
Las instituciones que trabajan en la generación y difusión del conocimiento, como
universidades, escuelas y academias fueron y son organizaciones patriarcales. Esta
construcción social y sexual del conocimiento tiene varios efectos: impide la integración de las
mujeres en las comunidades que desarrollan y legitiman la ciencia, la técnica y el
pensamiento, y veta las cualidades consideradas “femeninas” de este desarrollo, viéndolas
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como un obstáculo para la objetividad y la “racionalidad”. La historia de la filosofía y la
ciencia, y la supuesta interpretación que sobre las mujeres produjo, está plagada de ejemplos
sexistas, basados en la determinación biológica de roles y aptitudes que presentan a la mujer
como menos apta para el conocimiento objetivo.
Confrontando la objetividad androcéntrica
A partir de los años 60 del siglo XX se comenzó a desarrollar una crítica del conocimiento que
fue mostrando como la objetividad puede y debe ser revisada a la luz de las relaciones sociales
que forman los contextos de investigación. Se fue revelando cómo el conocimiento se hace en
un ambiente social que propone una u otra dirección de producción teórica y de modelos de
aplicación. Por esta misma época se fue gestando la tercera ola feminista en los años 70, que
fue mostrando que el ambiente cultural -a pesar de que las mujeres ejercieran al derecho al
voto y el derecho a la educación- seguía siendo el patriarcado. Este feminismo de tercera ola
avanzó más allá del hacer revindicativo, buscó las raíces de la opresión y empezó a revisar
todos los ámbitos de la vida buscando descubrir los mecanismos ocultos de la jerarquía de los
sexos. Se iba conformando así una teoría feminista o más bien, el feminismo como teoría
explicativa del orden social, y propuesta emancipatoria.
El feminismo se define como la visión del mundo que reflexiona sobre la subordinación de la
mujer desde la teoría y la práctica, de la que se desprende la lucha política contra la
discriminación, la opresión y la explotación de las mujeres. Las feministas radicales y
socialistas relacionan la opresión de las mujeres con la opresión social general, puesto que la
prefigura y la sustenta, la civilización patriarcal fundamenta el modelo civilizatorio basado en
la desigualdad, justificatoria de la explotación.
Las mujeres de los años 70, en forma paralela, en diálogo y confrontación con el pensamiento
de izquierda, nos fuimos congregando en grupos de discusión y reflexión dentro o fuera de los
movimientos políticos para pensar desde nuestra experiencia y desde nuestra identidad, bajo la
premisa de que “lo personal es político”. El objetivo era la transformación de la vida cotidiana
de las mujeres que incluía el cuestionamiento de roles y estereotipos, el derecho a la
sexualidad, a la participación política igualitaria, la denuncia sobre la doble jornada, la
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democratización de la familia. Ante la necesidad de fundamentar las críticas a las situaciones
vividas, las demandas y propuestas para superarlas y, en términos más amplios, comprender la
condición femenina y los procesos que desembocan en ella, las feministas se plantearon
procesos de investigación.
En esta época, se fue consolidando un corpus teórico a partir de textos fundantes, que fueron
leídos y discutidos sobre todo entre las jóvenes que habían tenido acceso a las universidades,
que proponían explicaciones sobre los orígenes de la subordinación femenina y sus
consecuencias. Estudiamos a Engels, Bebel, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Rosa
Luxemburgo, Levi Strauss; se convocó un modo de pensar feminista con las maestras Simone
de Beauvoir y Betty Friedan y se produjeron textos tales como Kate Millet: Política sexual
(1970), Germaine Greer: La mujer eunuco (1970), Shulamith Firestone: La dialéctica del sexo
(1970), Carla Lonzi: Escupamos sobre Hegel (1970), Luce Irigaray: Speculum (1974); Nancy
Chodorow: La reproducción de la maternidad (1978). En Latinoamérica, junto con los
combates por un mundo mejor, el aprendizaje reflexivo constante nos empezó a desvelar la
especifica opresión sexual y su relación con la dominación social, textos pioneros fueron los
de Rosario Castellanos: Mujer que sabe latín (1973), y Julieta Kirkwood: Feminismo y
participación política (1981). En 1976, apareció en México, fundada por Alaide Foppa, FEM,
la primera revista feminista latinoamericana.
Se abrieron desafíos intelectuales en campos inexplorados hasta entonces, se trataba de poner
de manifiesto y explicar cómo la desigualdad de las mujeres es específica, es importante y
tiene su vía emancipatoria, no contraria sino entrecruzada con otras necesarias liberaciones de
las desigualdades de clase, etnia o raza. Fue necesario explicar por qué es imprescindible
luchar contra la discriminación contra las mujeres y porqué no podemos esperar para que
desaparezca el sexismo a que las otras supuestas más importantes desigualdades sean
eliminadas, como sostenía con insistencia gran parte de la izquierda y amplios sectores
masculinos –y también femeninos-. La liberación de las mujeres debe irse dando en el seno de
los movimientos emancipatorios, para que las revoluciones sean realmente transformadoras de
todas las opresiones.
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El año de 1975, fue establecido por Naciones Unidas como Año Internacional de la Mujer y se
convocó la primera conferencia internacional sobre discriminación de la mujer, que permitió
que los temas de las mujeres llegaran al debate público. La Conferencia de México D.F. dio
lugar a la creación del Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la
Promoción de la Mujer (INSTRAW) y del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la
Mujer (UNIFEM) con el objetivo de proporcionar el marco institucional para la investigación,
la capacitación y las actividades operacionales en la esfera de la mujer y el desarrollo. En
1979, la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW en inglés u CEDIM en
castellano). Las segunda, tercera, y cuarta conferencias internacionales sobre la mujer fueron
Copenhague en 1980, Nairobi en 1985 y Beijing en 1995, donde se establecieron
compromisos mundiales para mejorar la inequidad y desigualdad de género.
El vínculo entre el mundo feminista y el mundo académico es ineludible. El feminismo fue
produciendo nuevas visiones y rupturas epistemológicas, que, en la medida en que sea
profundizada, llevará al saber en general a renovarse. La investigación feminista propone una
forma y posición desde la que construir conocimiento, la posición de la subordinación de las
mujeres y lo femenino. El feminismo se define como pensamiento crítico, ya que se propone
analizar y juzgar lo que se acepta como verdadero en el contexto de la vida cotidiana, es decir
los esquemas que mantienen hegemonía y dominio de unos sobre otras. El feminismo se
propone comprender la configuración del mundo patriarcal para transformarlo. Desde el
principio las feministas se empeñaron en la tarea de producir conocimiento no neutral,
conocimiento basado en una perspectiva ética sobre la inequidad y desigualdad entre
hombres y mujeres. La dimensión pragmática del pensamiento crítico feminista está
orientada hacia la razón práctica que se rige tanto por principios lógicos como por criterios
éticos. El feminismo es un conocimiento y una ética, que dan base a una acción política de
transformación social.
Además de estos elementos socio-filosóficos, otro elemento que debemos considerar es que a
partir de los años ’70 se fue produciendo en el mundo y en América Latina un aumento
constante de la incorporación de las mujeres a la Educación Superior. Mientras que para la
primera mitad del siglo XX, la matrícula femenina era inferior al 30%, para fines del siglo
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XX, en muchos países las mujeres alcanzaron al 60% del estudiantado universitario.
Venezuela no ha escapado a esta tendencia: para 1970 las estudiantes representaban el 43% de
la matrícula total y en 2001 el 59% por ciento de la misma. Igual tendencia se manifiesta en
los egresados; en 1970 las mujeres constituyen el 45% de los egresados mientras que para
2001 representaban el 67% del total. Sin embargo, las estimaciones de UNESCO destacan
que, a nivel mundial, la proporción de mujeres en la investigación representan una cuarta parte
del total, y por otra parte, la desigualdad de género se mantiene en la esfera productiva y en la
participación en el bienestar económico.
Las mujeres en las universidades comenzaron a introducir en sus actividades académicas las
reflexiones teóricas que el feminismo estaba aportando. Se abrió paso, de manera explícita, el
interés en desenmascarar la condición de opresión que enfrentan las mujeres, y los grupos de
discusión y reflexión, se constituyeron en espacios académicos, en principio como cátedras,
seminarios y luego, como centros de investigación y programas docentes para desarrollar la
investigación, y difundir el pensamiento feminista. La acción y la investigación se
mantuvieron unidas, y se produjo un enriquecimiento mutuo entre la lucha feminista y la
elaboración teórica feminista: el análisis de la condición de las mujeres ha contribuido al
impulso de la lucha feminista contemporánea en la región, así como las acciones feministas
han enriquecido a la academia.
El desarrollo teórico feminista produjo el concepto de género, introducido por Ann Oakley en
1972 en su libro “Sexo, Género y Sociedad” y elaborado en el año 1975 por la antropóloga
feminista Gayle Rubin en su libro “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del
sexo”. El sistema de género/sexo se define como el conjunto de prácticas, símbolos,
representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la
diferencia sexual anátomo-fisiológica. El concepto de género se refiere a la existencia de una
normatividad femenina edificada sobre el sexo como hecho anatómico, y a la subordinación
social y política que se ha construido sobre la determinación sexual femenina. Pone de
manifiesto que no hay una relación "natural" entre conductas y palabras como masculinas o
femeninas: en ambos casos se trataba de convenciones sociales.
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El género es una categoría de análisis que pone el énfasis en la ubicación de los sujetos a partir
de las relaciones de poder. La perspectiva de género revela la existencia y los efectos de una
relación de poder, de una diferencia –la sexual- que es socialmente vivida como encuentro
desigual y dominación. Una vez que los dos sexos se observan como objetos culturalmente
construidos, lo femenino y lo masculino son susceptibles de ser estudiados como productos de
una construcción cultural. En un principio, género se introdujo para suplementar sexo y no
para reemplazarlo, pero a partir de los ´80, se pensó que el sexo mismo era también una
construcción y, por lo tanto, no separable del género.
Y en base a estas elaboraciones, los Estudios Feministas de la Mujer se fueron identificando
con los Estudios de Género, como una manera de hacer más digerible y menos subversivas las
propuestas feministas, aunque una conceptualización emancipatoria del género no puede
quedarse solamente en lo relacional, debe incluir el análisis del poder. Se trata de dilucidar los
tres niveles de constitución del género: el primero implica la formación de la identidad de de
los sexos; el segundo es el campo social donde las identidades determinan roles de trabajo,
culturales, la educación, etc., y, por último, el nivel que conforma un sistema normativo, un
deber ser de la valoración humana en la sociedad. Por ejemplo, a través del lenguaje del
género se otorgan valores: una cosa femenina o afeminada es en efecto una cosa peyorativa.
La discusión sobre la jerarquía y la opresión de género fue ampliándose y entrecruzándose con
el análisis y reflexión sobre otras explotaciones y dominaciones como las de clase, etnia,
sexualidad, geografía, edad, y el reforzamiento mutuo entre ellas. Por eso, más recientemente
los Estudios de la Mujer, han preferido definirse como Estudios de las Mujeres en
reconocimiento de las diferentes opresiones contra las que es necesario construir
conocimientos para transformar.
La investigación feminista ha recorrido varias etapas y caminos que no se excluyen entre sí: la
recuperación de la visión de las mujeres acerca de la historia, la sociedad y la vida, la denuncia
de las desigualdades entre hombres y mujeres existentes en diferentes esferas sociales, la
teorización sobre el patriarcado y sus opresiones, visibilidad a la presencia femenina en los
mercados de trabajo, en la vida pública, en los movimientos sociales, y en los trabajos
reproductivos, las conexiones entre diferentes ejes de inequidad (de clase, género, étnica, entre
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otras), el desvelamiento de la violencia contra las mujeres en su frecuencia cotidiana, la
conceptuación de los derechos de las mujeres como los derechos humanos, la reflexión sobre
las masculinidades. Paralelamente, aunque todavía falta mucho por hacer en este sentido, se ha
logrado generar información estadística que permite ahondar en el estudio sistemático de las
persistentes inequidades de género.
Creación de Estudios Feministas de la Mujer/es y de Género
Abriendo un campo de conocimientos y en lucha contra la invisibilización y la
desvalorización, los estudios feministas buscaron una organización institucional para abrirse
paso al reconocimiento académico, para su valoración en los espacios de educación superior, y
para lograr cierta estructura y apoyo. La madurez teórica y orgánica dio lugar al nacimiento en
las universidades de los Estudios de Mujer/es y los Estudios de Género, que son, según
Graciela Hierro, la “última contribución del feminismo a la cultura”, son los Estudios
Feministas, la Filosofía y el enfoque feminista entrando a la academia.
Argumentar que las mujeres podían proponer un campo de reflexión nuevo -desde una óptica
de sujetas humanas que toman una palabra silenciada por siglos y con una visión relegada a
subalternidad- comenzando la década de los ´70 era una noción insurgente y radical; pero al
finalizar la década, los Estudios de la Mujer/es y Estudios de Género, comenzaron a tener un
crecimiento fenomenal al interior de la academia.
Veamos algunas fechas de creación de centros de investigación, cátedras, y programas en
nuestra América:
1981 – Universidad de Rìo de Janeiro – Núcleo de Investigación sobre la Mujer
1983 – Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco - Área Mujer, Identidad y Poder
1983 – El Colegio de México - Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
1984 – UNAM - Centro de Estudios de la Mujer en la Facultad de Psicología.
1986 – CLACSO – Programa de Investigación y Formación sobre la Mujer
1987 – Universidad de Buenos Aires – Primer programa de Estudios de la Mujer
1987 – Universidad de la República de Uruguay – Primer Seminario sobre la Mujer
1987 – Universidad Nacional de Colombia – Grupo de Estudio Mujer y Sociedad
1989 – Instituto Pedagógico de Villa Clara – Cátedra de Mujer y Familia
1990 – Universidad Católica de Perú – Programa de Estudios de Género
1992 – Universidad de La Habana – Cátedra de la Mujer
1992 – UNAM – Programa Universitario de Estudios de Género
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Los Estudios de la Mujer/es y los Estudios de Género se fundamentan en una perspectiva
feminista que no aborda a las mujeres como objeto de estudio. Se trata de un enfoque
horizontal y experiencial, desde la propia identidad y circunstancia. Se afirma la coincidencia
entre sujeto y objeto de conocimiento, y se parte de este hecho fundamental –explica Gloria
Comesaña-. Se crean nuevos conceptos para analizar la “condición femenina”. Frente al
principio de objetividad o más bien pretendida neutralidad del conocimiento académico, las
mujeres afirmamos la existencia de valores subjetivos, la importancia del contexto, la
posibilidad de reconocimiento a partir de la experiencia directa, y luchamos por el
reconocimiento de su valor académico.
Al interior de las universidades, grupos cada vez más numerosos de mujeres, organizados
como comunidades de investigación y acción, dieron lugar a una producción sistemática de
conocimiento inexistente hasta entonces, las mujeres fueron objetos de estudio pero desde una
visión propia, con comprensiones más amplias sobre la condición femenina. Ninguna
disciplina en las ciencias sociales y las humanidades quedó al margen de estos nuevos
enfoques, aunque algunas estuvieron presentes con más fuerza desde el inicio: la antropología,
la historia, la psicología, la literatura y la filosofía.
En Venezuela, la historia del movimiento feminista y de mujeres se entrecruza con la creación
de las instancias académicas de los Estudios de la Mujer/es y Estudios de Género. Más de la
mitad de la matrícula universitaria está integrada por mujeres y más de la mitad de quienes
egresan de las casas de estudios superiores, incluidos sus postgrados, son también mujeres. Al
interés por el conocimiento y el estudio siguió el afán de investigar para, a partir de un análisis
científico, proponer respuestas a los problemas del país. Algunas de las primeras iniciativas
fueron:
1983 – Universidad Central de Venezuela – Cátedra Libre Manuelita Sáenz
1984 – Universidad del Zulia - Cátedra libre de la Mujer
1989 – Universidad de Los Andes – Núcleo Trujillo – Cátedra Abierta de la Mujer
1989 – Universidad de Los Andes – Área de Estudios de la Mujer del Instituto de
Investigaciones Literarias
Todas con una conexión manifiesta con el movimiento de mujeres en Venezuela, y
relacionadas con actividades de acción política y social directa. Las integrantes de estas
cátedras fueron también integrantes de grupos feministas, tales como: Conjura, Persona, Liga
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Feminista de Maracaibo, Movimiento de Mujeres de Mérida, Grupo de Teatro 8 de Marzo,
Grupo Miércoles; militantes de partidos y frentes políticos; miembros de gremios
profesionales y fundadoras de Casas de la Mujer y ONG de desarrollo social. En 1985, las
integrantes de estos distintos movimientos buscaron confluir en una organización nacional de
mujeres y así se creó la Coordinadora de ONG's de Mujeres; también en ese mismo año se
creó la Red Todas Juntas, que procuraba relacionar grupos de mujeres de los sectores
populares y las iglesias de base. Por su parte, en 1992 las mujeres universitarias que realizan
investigación de género, se articularon en la Red Universitaria Venezolana de Estudios de la
Mujer (REUVEM).
Durante la década de los ´90, se fue ganando espacio e interés al interior de las universidades
venezolanas:
— En 1992, se creó el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de
Venezuela (CEM-UCV), cuya primera Directora fue la Profesora María del Mar
Álvarez de Lovera. Fue organizado a partir de iniciativas pioneras de la Cátedra Libre
de la Mujer Manuelita Sáenz y dos talleres realizados en 1988, con participación de
todas/os las/os interesadas/os que ya tenían asignaturas sobre el tema en diferentes
Facultades de la UCV, y otras luchadoras del área, que redactaron el Anteproyecto del
Reglamento del CEM-UCV. El CEM-UCV se propone, desde sus inicios, realizar,
promover y fomentar la investigación sobre la problemática de la mujer; así como
presentar alternativas de soluciones viables a las demandas que la Universidad y la
sociedad requieran en su área de acción. Realiza de manera articulada investigación,
docencia y extensión, apoyando a instituciones públicas y comunidades para la
incorporación de la perspectiva de género en sus planes y programas y presta apoyo y
atención a mujeres victimas de violencia. Actualmente se dictan en el CEM varios
Seminarios Libres de Postgrado, y de Pregrado que han logrado la participación de un
público numeroso, lo que demuestra el interés por los Estudios Feministas.
— En 1992 se constituyó el Área de Estudios: Mujer, trabajo y salud del Centro de
Estudios en Salud de los Trabajadores. Postgrado en Salud Ocupacional e Higiene del
ambiente laboral de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de
Carabobo, cuyos objetivos son fortalecer los estudios de la relación entre el trabajo y
la salud de las mujeres e incorporar el análisis de género en salud laboral.
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— En 1994, se estableció el Área de Estudios de Género, del Instituto de Filosofía del
Derecho de la Universidad del Zulia, con el objetivo de desarrollar investigación y
reflexión desde los derechos de las mujeres.
— En 1994, se creó la Maestría en Desarrollo Integral de la Mujer, adscrita al
Decanato de Medicina, Departamento Educación Médica de la Universidad Centro
Occidental Lisandro Alvarado, que desarrolla investigación y docencia sobre las
salud integral de las mujeres con enfoque de género.
— En 1997, se creó el Grupo de Investigación en Género y Sexualidad (GIGESEX)
adscrito al Departamento de Antropología y Sociología de la Escuela de Historia de la
Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes (ULA), cuyo
interés en los estudios de género y sexualidad convoca un campo interdisciplinario de
investigación – acción.
— En 1998, se creó la Unidad de Investigación y Estudios de Género “Bella Carla
Jirón Camacaro” en la Universidad de Carabobo, que tiene como misión
incorporar el género dentro de la estructura-docente investigativa de la Facultad de
Ciencias de la Salud, con el propósito de generar una matriz teórico-conceptual que
permita construir conocimiento y objetivar las inequidades de género en el espacio
salud.
— En 2002, inició la primera cohorte de la Maestría en Estudios de la Mujer en la
Universidad Central de Venezuela, adscrita al Área de Estudios de la Mujer de la
CEAP/FaCES, que concentra su interés en las diversas expresiones de la relación
desigual entre hombres y mujeres que es el género.
— En 2009, se creó la Cátedra Libre Argelia Laya en el Colegio Universitario de
Caracas (CUC) que se ocupa de todos los temas relacionados con la igualdad de género
y el fortalecimiento de la autonomía de las mujeres, contará también con espacios de
diálogos y actividades de apoyo a las mujeres en situación de violencia
La aspiración actual es transversalizar con la perspectiva de género todo el currículo de la
educación en todos los niveles, desarrollando experiencias de enseñanza-aprendizaje y
unidades curriculares que den lugar a la formación humana para la igualdad y a la formación
especializada para la integración de enfoque de género en las políticas públicas, y en la
solución de problemas para sociedades efectivamente democráticas con equidad. Se trata de
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responder a la necesidad de formación cualitativa y metodológica, y a una demanda de
profesionales para un espacio público y privado de gestión de políticas de equidad e igualdad
en sus diferentes vertientes. Se trata en fin de diseminar el conocimiento comprometido con la
justicia.
Aportes y Perspectivas de los Estudios Feministas de la Mujer/es y de Género
Los Estudios Feministas de la Mujer y de Género crearon nuevos conceptos, a partir de las
posturas epistemológicas y metodológicas feministas, para abordar la construcción social y
simbólica de la “condición femenina”. Algunas categorías de trabajo feminista son: espacio
privado – espacio público, trabajo del hogar / trabajo doméstico / trabajo de cuidado, doble y
triple jornada, acción positiva / discriminación positiva, empoderamiento de las mujeres, acoso
sexual, violencia de género y por supuesto, las categorías centrales: patriarcado y género.
Los Estudios Feministas de la Mujer/es y de Género ponen el énfasis en la ubicación de los
sujetos a partir de las relaciones de poder cruzando así los sistemas de clase, edad, etnia y raza,
lo que lleva a la ruptura disciplinaria, y al planteamiento necesario de la interdisciplina. En la
dimensión política las teorías de género desnudan las dimensiones de poder instaladas en los
cotidianos de la vida social y de la actividad universitaria. Interpelando a estos espacios desde
diversas perspectivas que van desde las maneras de concebir, producir, valorar y diseminar los
saberes; la ubicación diferenciada por género en las diferentes disciplinas y áreas del
conocimiento, la cultura y las estructuras universitarias, las relaciones de género en el mundo
académico y los modos en que se ejerce el poder. La institucionalización de los estudios
feministas en las instancias de la educación superior ha tenido diferentes impactos: en el
desarrollo del conocimiento y en el impacto de la estructura misma de las instituciones.
Los Estudios de la Mujer/es y Estudios de Género no solamente han producido un conjunto de
teorías y conocimientos empíricos sobre la realidad de las mujeres de nuestro país, sino que
también tienen una cada vez más reconocida incidencia en un pensamiento emancipatorio
práctico a partir de la vida cotidiana lo que significa una ampliación del ejercicio de la
democracia en todos los campos del saber y de la vida social. Constituyen un camino
insoslayable para el pensamiento y el camino hacia un socialismo humanista basado en una
subjetividad igualitaria y con equidad en el ejercicio de derechos.
El aporte de los Estudios Feministas de Género y de las Mujeres a la formación universitaria integral 13
Teniendo en cuenta estos indispensables aportes del feminismo a la educación equitativa y no
discriminatoria, la UNESCO en su Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el
siglo XXI: Visión y Acción en 1998, proclamó que
Artículo 4
a) Aunque se hayan realizado progresos considerables en cuanto a mejorar el acceso de las mujeres a la enseñanza
superior, en muchas partes del mundo todavía subsisten distintos obstáculos de índole socioeconómica, cultural y
política, que impiden su pleno acceso e integración efectiva. Superarlos sigue revistiendo una prioridad urgente en el
proceso de renovación encaminado a establecer un sistema de educación superior equitativo y no discriminatorio,
fundado en el principio del mérito.
b) Se requieren más esfuerzos para eliminar todos los estereotipos fundados en el género en la educación superior,
tener en cuenta el punto de vista del género en las distintas disciplinas, consolidar la participación cualitativa de las
mujeres en todos los niveles y las disciplinas en que están insuficientemente representadas, e incrementar sobre todo
su participación activa en la adopción de decisiones.
c) Han de fomentarse los estudios sobre el género (o estudios relativos a la mujer) como campo específico que tiene
un papel estratégico en la transformación de la educación superior y de la sociedad.
d) Hay que esforzarse por eliminar los obstáculos políticos y sociales que hacen que la mujer esté insuficientemente
representada, y favorecer en particular la participación activa de la mujer en los niveles de la elaboración de
políticas y la adopción de decisiones, tanto en la educación superior como en la sociedad.
Por nuestra parte, las feministas de la academia venezolana reunidas estamos convencidas de
que:
Los Estudios Feministas de las Mujeres y de Género son importantes y pertinentes para el logro de la
igualdad que consagra nuestra Constitución Nacional en su Artículo 21.
Que el sector universitario tiene un papel relevante y debe contribuir de manera activa en el logro de la
justicia social en Venezuela.
Para lo cual tiene supremo valor educar para la igualdad y para el ejercicio activo de la participación en
condiciones de igualdad y reciprocidad entre todas y todos los venezolanos
Eliminando toda forma de discriminación, opresión y violencia hacia las mujeres.
La erradicación de las conductas sexistas y el patriarcado como mecanismo de poder violento
y desigualdad son condición indispensable para la construcción de la sociedad de derechos y
de justicia, donde hombres y mujeres se comprometan por igual en la sostenibilidad de la vida
y la felicidad.
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