al final de la escalera
DESCRIPTION
Cuento infantil de suspenseTRANSCRIPT
Juan María Jiménez Rojas
AAAlll fffiiinnnaaalll dddeee lllaaa eeessscccaaallleeerrraaa
Juan María Jiménez Rojas
Al final de la escalera
Ilustraciones de Internet
Agradezco el apoyo recibido de mis familiares y amigos que durante el desarrollo de esta obra me apoyaron y criticaron objetivamente los
avances de la misma.
-Juan María-
Título: Al final de la escalera
Obra original de Juan María Jiménez Rojas
Copyright ©2011 del texto: Juan María Jiménez Rojas
Copyright ©2011 de ilustraciones: Internet
Ilustración de portada: Internet
IBSN: 12171727272727
Maquetación: Juan María Jiménez Rojas
e-Book creado y maquetado con: Word 2007 exportado a PDF y subido a ISSUU Texto revisado en 2011 por ….
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley, cualquier
reproducción total o parcial de la presente obra ppor cualwuier medio
o procedimiento, comprendidos la reprográfica y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o
préstamo público, sin la autorización por escrito del autor.
índice
Capítulo Página 1 La casa…………………………………………………………… 9 2 La primera noche……………………………………………….. 10 3 Unos estraños ruidos…………………………………………… 17 4 El primer contacto……………………………………………… 21 5 Ante todo discreción…………………………………………... 25 6 La tormenta…………………………………………………….. 29 7 The second contact (El segundo contacto)……………….….. 33 8 El desván………………………………………………………... 43 9 Sebastián………………………………………………………... 49 10 Una historia de fantasmas…………………..…………………. 55 11 Unos reveladores informes……………………………..……… 61 12 La bodega……………………………………………………….. 65 13 Expedicióm al sótano……………………………...…………… 73
~ 9 ~
Capítulo 1
La casa
El camino de tierra se hacía cada vez más y más
estrecho. Las ramas de los árboles de cada lado del
camino se entrelazaban en sus copas dando la
sensación de estar pasando por un túnel. No se veía
ni el cielo.
El avance del coche iba dejando una gran
polvareda a su paso. Las piedras sueltas rebotaban
contra los bajos. De pronto, una gran verja se
interpuso en su camino y el papá de Claudia frenó
bruscamente, ¡¡no se la esperaba!!
La verja de color negro, estaba oxidada, y la
serpenteaban zarzas y enredaderas, tan tupidas, que
prácticamente no dejaban ver lo que había al otro
lado. Estaba firmemente anclada, con unos enormes
~ 10 ~
clavos haciendo las veces de bisagras, al muro de
piedra, de, al menos, tres metros de altura, que
circundaba toda la finca.
-Quedaros dentro. Regreso en un momento -dijo
el papá de Claudia mientras bajaba del coche.
Tras varias maniobras logró quitar el candado y
abrir de par en par las puertas de la verja.
Fue entonces cuando pudieron ver un jardín algo
abandonado, con una fuente central de la que
emanaba un leve chorrito de agua. Accedieron al
recinto muy lentamente por una pista de grava que
crujía al paso del automóvil. Tras rebasar la reja, a
Claudia le recorrió un escalofrío por toda la espalda,
como si le hubieran derramado un jarro de agua fría.
A medida que avanzaban observaron, también, un
conjunto de estatuas dispersas por todo el jardín,
árboles frutales, un laurel, rosales, matorrales y
descuidados setos que delimitaban el camino. Frente
a ellos se erguía un gran edificio, con las fachadas -lo
que se podía ver de ellas- desconchadas y muy
degradadas, cubiertas por la hiedra, dibujando los
~ 11 ~
grandes ventanales, balcones, y puertas. Todo daba la
impresión de que el edificio llevaba años
abandonado.
«Cuando el padre de Claudia les propuso que ese
verano pasarían las vacaciones en una casa junto a un
lago, no se podía ni imaginar que se tratara de esa
tenebrosa, lúgubre y oscura mansión» -pensó Claudia-.
Salieron del coche y subieron una empinada
escalinata cubierta de hojas y ramas caídas de los
árboles, que conducían a la puerta de entrada. Al
abrirla las bisagras chirriaron como si no las hubieran
abierto en siglos. Sonaban como las de las películas
de miedo.
«Al papá de Claudia le habían realizado un
encargo, como arquitecto que era, para evaluar la
situación en que se encontraba la casa con el objeto
de realizar las obras de reconstrucción que fueran
necesarias para convertirla en un hotel rural. A
cambio, su jefe, el dueño de la casa, le permitió que
dispusiera de ella durante el tiempo que fuera
necesario para llevar a cabo el trabajo.»
~ 12 ~
Pablito, el hermano de Claudia, se agarró con
fuerza a su mano temblando de miedo. El sonido de
la puerta al abrirse realmente impresionaba.
Ante ellos apareció un espléndido vestíbulo. El
suelo estaba cubierto de loza de barro, con motivos
geométricos en color blanco, negro y marrón. Al
frente una gran escalera, de frío mármol blanco con
un pasamanos de madera, que ascendía a la planta
superior. A cada lado varias puertas de madera de un
color rojizo oscuro con cristaleras de colores. Arriba,
sobre ellos, más allá de la primera planta, en el techo,
colgaba una majestuosa lámpara de lágrimas, toda
llena de telarañas y polvo.
Olía ha cerrado, a casa vieja. Los rayos de sol que
entraban por las ventanas dejaban ver el polvo en
suspensión provocado al abrir la puerta.
Papá les indicó que debía realizar una inspección
de toda la estancia antes de instalarse. Por una mera
cuestión de seguridad. Obviamente, ésta, llevaba
muchos años cerrada y sin que nadie la hubiera
realizado un mínimo de mantenimiento. Mientras,
~ 13 ~
mamá, Claudia y Pablito, podrían hacer su propia
inspección, dando un paseo, por los exteriores.
La inspección ocular inicial, efectuada por el papá
de Claudia, fue positiva y de ésta forma se pudieron
instalar.
~ 14 ~
~ 15 ~
Capitulo 2
La primera noche
L as habitaciones se encontraban en la planta de
arriba, distribuidas en un largo pasillo. Las paredes
estaban tapizadas con una tela de color granate con
motivos florales en negro y oro. A media altura
habían instalado, a todo lo largo de ambas paredes,
un zócalo de madera labrada, del mismo color de las
puertas.
Repartido por todo el pasillo colgaban cuadros con
retratos de señores con atuendos y vestimentas
militares del año la polca. Claudia supuso que
representaban a los diferentes dueños que había
tenido la casa a lo largo del tiempo.
El dormitorio que le habían asignado estaba justo
en frente al de sus padres. Era como cinco veces más
~ 16 ~
grande que el que tenía en el modesto piso de la
ciudad donde vivía. En la cama podían dormir por lo
menos diez personas sin que se rozaran. Toda la
habitación estaba cubierta de madera, y de ésta,
también, colgaban cuadros con paisajes de la zona.
Aquella noche todos estaban muy cansados del
viaje y acordaron acostarse temprano para estar
descansados al día siguiente.
Pasaban unos minutos de las doce de la
madrugada. Claudia se despertó sobresaltada al
escuchar un ruido extraño que parecía provenir de la
planta superior.
Todo estaba en silencio. Pablito dormía a su lado
como un angelito. La luz de la luna entraba por el
gran ventanal que daba al jardín lateral de la casa.
Había refrescado, por lo que decidió entornar un
poco la ventana que sus padres le habían dejado
abierta. Al regresar a la cama, de nuevo, escucho un
fuerte golpe. Definitivamente provenía de la planta
de arriba. De un brinco saltó a la cama y se arropó. Le
temblaban las piernas. Se quedó inmóvil durante
~ 17 ~
unos segundos. El latido de su corazón retumbaba en
toda la habitación.
-Pablito, Pablito, despierta -dijo en voz baja
mientras lo zarandeaba intentando despertarlo. Pero
éste estaba tan profundamente dormido que ni se
inmutó.
Claudia no sabía qué hacer. Ya no tenía sueño. Los
ojos los tenía abiertos como platos. De nuevo otro
ruido, como si alguien estuviera tirando cosas al
suelo, pero en esta ocasión le pareció que provenían
del pasillo. Las manos las tenía sudorosas y sus
piernas parecían tener vida propia, no paraban de
temblar. Se tapó hasta la barbilla con la colcha y rezó
todo lo que sabía, pidiéndole a Dios que fuera lo que
fuera aquello no permitiera que le hiciera daño.
Los nervios y el miedo que tenía no le dejaron otra
opción...
-Mamá, papá, venid por favor -gritó con voz
temblorosa y desconsolada.
Al instante apareció su madre por la puerta y se
~ 18 ~
acercó a la cama.
-¿Qué pasa, por qué gritas?
-Tengo miedo, me han despertado unos ruidos
muy extraños -dijo Claudia entre sollozos. Los ojos
los tenía brillantes, temblorosos, de los cuales, se le
habían escapado algunas lágrimas que corrían
mejillas abajo.
-¿De qué ruidos me hablas, cariño?, nosotros no
hemos escuchado nada -preguntó mientras enjugaba
las lágrimas con sus manos.
-Sí, de la parte de arriba y en el pasillo. Te prometo
que los he oído. Tengo miedo.
-Tranquila pequeña. Estás temblando. Mira, las
casas antiguas están hechas con madera y la madera
cruje por la diferencia de temperatura. Hoy ha hecho
mucho calor y ahora ha refrescado, es por eso que
cruje. No debes preocuparte, anda cierra los ojitos y
vuelve te a dormir -le dijo su mamá mientras la
arropaba y le daba un beso en la frente.
~ 19 ~
Mamá se quedó junto a ella hasta que su
compañía, el cansancio y las palabras tranquilizadoras
de ésta hicieron que Claudia finalmente se rindiera al
sueño.
~ 20 ~
~ 21 ~
Capítulo 3
Unos extraños juguetes
-¡¡A desayunar!! -dijo la mamá de Claudia.
Los rayos de sol entraban por el ventanal como
queriendo darle los buenos días a Claudia y Pablito.
Éste se desperezó y volvió la cabeza hacia el lado
donde se encontraba su hermana. Aún dormía. Sin
decir nada, se levantó y bajó al salón.
-Buenos días dormilón. ¿Tostadas o galletas?
-Galletas.
- ¿Y tú hermana?
-No sé, sigue durmiendo creo -respondió Pablito mientras se sentaba a la mesa.
~ 22 ~
-¡¡Claudia, el desayuno está listo!! Vamos pequeña
que ya es hora de levantarse -insistió mamá.
Un minutos más tarde apareció Claudia. Descalza,
con los pelos enmarañados y con los ojos casi
pegados por las legañas. Había pasado una mala
noche.
-¿Qué tal está esta mañana la princesa de mi
casa? -Preguntó su papá.
-Muy cansada. No he dormido bien, he tenido
pesadillas -dijo bostezando y estirando los brazos en
cruz hacia atrás.
-Es normal, pequeña, extrañas el lugar, la casa y
sobre todo la cama. Es por ello que no concilias bien
el sueño. Verás cómo esta noche ya no te cuesta
tanto y duermes como un angelito -intentó
animarla papá.
-Hoy mamá os va a llevar al lago para que podáis
daros unos bañitos, mientras yo continúo con mi
trabajo. Quizás, luego, más tarde, iré yo también -
explicó su papá.
~ 23 ~
-¿Me puedo llevar la caña de pescar? -preguntó
Claudia mientras untaba la tostada con mantequilla,
poniéndose las manos perdidas. Había más
mantequilla en sus manos que en el pan.
-Pues yo me voy a llevar la pistola de agua para
espantarte los peces -dijo Pablito mirando de reojo a
su hermana, mientras se disponía a beber del tazón
de Cola Cao. Después de tragar un buen sorbo
Claudia comenzó a reírse...
-Tienes bigote, tienes bigote -le increpó Claudia al
tiempo que le señalaba la marca que le había dejado
el Cola Cao sobre el labio superior.
-Vale. Que cada uno se lleve lo que quiera, pero
que sepáis que a la primera discusión nos volvemos,
¿eh? -amenazó mamá.
-Por cierto -continuó diciendo mamá-. Todos los
juguetes que vea tirados por el suelo van a la basura.
Avisados quedáis. Esta casa es muy grande y no estoy
dispuesta a estar todo el día recogiendo trastos
vuestros -la cosa iba en serio.
~ 24 ~
-¿Pero qué hemos hecho nosotros ahora? -
preguntó Claudia.
Pablito miró a su madre con extrañeza, luego a su
hermana con expresión de no entender ni «j».
-Antes de irnos al lago, quiero que recojáis todos
los juguetes y demás trastos que habéis desparramado
por el pasillo.
-Pe..., pe..., pero si yo no he tirado nada. -
tartamudeó Claudia, tirando la tostada sobre la mesa
en un arrebato de ira por las injustas acusaciones de
su madre.
-Ni yo -dijo Pablito cruzando los brazos con clara
actitud de enojo.
-Bueno, vosotros veréis lo que hacéis. Ya os he
dicho lo que hay -sentenció mamá.
Claudia y Pablito no entendían nada.
¡¡Si ellos aún no habían sacado sus juguetes de sus
mochilas!! ¡¡No les había dado tiempo...!!
~ 25 ~
~ 26 ~
~ 27 ~
Capítulo 4
El primer contacto
-Subid a lavaros los dientes, os ponéis el bañador
y recoged los juguetes, que dentro de unos minutos
papá nos llevará al lago -les recordó mamá una vez
terminaron de desayunar.
Claudia y Pablito, sin decir nada, obedecieron a
mamá y se pusieron en marcha.
-¡¡Tonto el último!! -dijo Claudia al tiempo que
salía corriendo como una exhalación.
A Pablito lo cogió desprevenido la propuesta de
Claudia, y por unos instantes se quedó rezagado.
Pero de inmediato comenzó a correr, y cuando
Claudia iba por la mitad de la escalera fue alcanzada
por éste. Al llegar arriba, Pablito, alzó sus brazos y
~ 28 ~
dijo,
-¡¡Campeoooooón, campeoooooón, oee, oee,
ooooeeeeeee!! -Claudia, viendo que no podía hacer
nada al respecto continuó su ascensión andando,
resignada por la agilidad de su contrincante.
Al acceder al pasillo, intrigados por lo que le había
dicho su madre, avanzaron lentamente hasta que
llegaron a la altura de la puerta de su dormitorio.
Detuvieron su avance. El pasillo estaba oscuro. Al
fondo podían ver con mediana claridad algunos
objetos en el suelo, que desde su posición no podían
concretar de qué se trataban.
Transcurridos unos segundos, Claudia, agarró de la
mano, con fuerza, a su hermano, y con decisión se
dispuso a seguir su adelante. Pablito la siguió un paso
por detrás, mientras miraba con recelo los cuadros de
la pared. Parecía que lo estuvieran mirando,
vigilando.
A medida que se adentraban en el largo y oscuro
pasillo sus ojos se fueron acomodando a la oscuridad.
Ahora veían con mucha más nitidez.
~ 29 ~
El primer objeto que se encontraron fue un
peluche. Un osito de color amarillo pálido. Estaba
sucio y le faltaba un ojo. Claudia miró a Pablito y
preguntó,
-¿Esto es tuyo, Pablito?
-No -respondió totalmente convencido.
Sin tocarlo, lo bordearon, y continuaron su
expedición.
A pocos pasos de donde se encontraba el osito de
peluche encontraron una pelota, un diábolo -de esos
que se hacen volar con dos palos unidos con una
cuerda- y un camión de bomberos. De nuevo,
detuvieron su avance. Algo les llamó la atención.
Ante ellos, a unos cinco metros, en lo más profundo
y oscuro del pasillo, descubrieron una escalera que
ascendía. Claudia pensó que era la escalera que subía
al desván.
Se acercaron lentamente. Cuando estuvieron junto
al primer escalón, miraron hacia arriba, pero no
pudieron ver con claridad dónde terminaba. La
~ 30 ~
escalera estaba aún más oscura que el pasillo.
Pablito ya no podía más. Tenía realmente miedo y
quería marcharse de allí cuanto antes.
-¡¡Claudia vámonos ya!! Tengo miedo -dijo
Pablito temblando. Claudia lo miró y dijo,
-Mira ahí arriba hay otro juguete, ¡¡parece un
patinete!!
¡¡De pronto!! el patinete se balanceó y comenzó a
caer. Rápidamente, Claudia, tiró hacia un lado de su
hermano, apartándolo de la trayectoria de caída del
patinete, pues de otra forma hubiera impactado
contra él. El patinete caía dando volteretas, pegando
golpes contra los escalones, dando vueltas y más
vueltas de campana, hasta que tropezó contra el
penúltimo escalón, yendo a caer sobre sus ruedas en
el piso del pasillo, y continuando su avance, rodando
por la inercia, hasta que se detuvo finalmente a la
mitad del pasillo.
El susto fue tremendo. Sus corazones latían a cien
por hora. Ahora sí que sí. Sin más dilación,
~ 31 ~
decidieron finalizar la expedición y marcharse.
A toda prisa, recogieron todos aquellos juguetes,
excepto el patinete, los llevaron a su habitación y se
prepararon para marcharse al lago.
~ 32 ~
~ 33 ~
Capítulo 5
Ante todo descreción
Claudia no dejaba de pensar en aquella escalera,
en los extraños ruidos y en los juguetes.
¿De dónde habrían salido?
La curiosidad la embargaba, podía más que el
miedo, y estaba decidida a averiguarlo. Ahora tenía
que convencer a su hermano para que la acompañara
en su investigación.
Sentada sobre una piedra al borde del lago, lanzó
con fuerza su caña con el anzuelo bien repleto de
miga de pan. Mientras esperaba a que los peces
picaran miraba hacia el frente con la mirada perdida,
intentando comprender aquella situación.
¿Qué es lo que habría al final de la escalera?, ¿el
~ 34 ~
desván?, ¿y dentro de él?... se preguntaba.
Dejó por un momento su meditación y llamó la
atención de su hermano, para poder hablar con él de
forma discreta. Su madre no debía saber nada al
respecto.
-Pablito. ¿Has pasado miedo? -pregunto Claudia
en voz baja.
-Bueno, un poco, no mucho -respondió con
gesto de indecisión, mientras encogía los hombros.
-¿Te gustaría saber que hay al final de la escalera?
-¿Por qué? -respondió, mientras cargaba su pistola
de agua en la orilla del lago.
-¡¡Déjalo ya!! ¿no? eres un plasta -le recriminó
Claudia mientras intentaba quitarle la pistola, para
que Pablito la atendiera. Y continuó diciendo en voz
baja:
-No sé, tengo curiosidad. ¿Sabes? Anoche escuché
unos ruidos extraños. Creo que provenían del desván.
Y estoy segura que esa escalera sube al desván.
~ 35 ~
-Vale, y ¿qué? -respondió Pablito con escaso
interés, mientras disparaba, con su pistola cargada de
munición, a la zona donde flotaba el corcho de la
caña de pescar, con la clara intención de fastidiarle la
pesca a su hermana.
-Pues, eso que me gustaría subir. -al escuchar las
últimas palabras de su hermana Pablito dejó de
disparar con su pistola, se giró y la miró fijamente
con cara de espanto.
-Tú estás loca, ¿no? -le dijo éste mientras acercaba
el dedo índice, de su mano derecha, a su sien y lo
giraba.
-No, no estoy loca, es que tengo curiosidad, ya te
lo he dicho.
La conversación, secreta, fue interrumpida por la
llegada de su papá. Venía a darse un baño y a llevarlos
de vuelta a casa.
Ya casi eran las ocho de la tarde y el sol comenzaba
a ponerse. Se estaba levantando un poco viento y el
cielo se había llenado de nubes que anunciaban
~ 36 ~
lluvia.
De camino a casa, comenzaron a caer algunas
gotas. Se había puesto todo muy oscuro. Las nueves
habían tapizado el cielo de color gris, y el viento
soplaba cada vez con más fuerza.
Se trataba de una tormenta. No hacía frío. Más
bien bochorno. El aire olía a tierra mojada, presagio
de que pronto empezaría a llover.
-¿Tendremos una noche pasada por agua? -
Preguntó papá.
-No lo creo. Es una tormenta de verano pasajera. -
Respondió mamá totalmente convencida de lo que
estaba diciendo, y añadió,
-Espero que el tejado de la casa aguante y no
tengamos muchas goteras -con tono irónico.
~ 37 ~
~ 38 ~
~ 39 ~
Capítulo 6
La tormenta
Nada más traspasar la verja, del jardín de entrada,
se iluminó todo el cielo y a continuación se escuchó
un fortísimo estruendo, al tiempo que empezó a caer
agua como si estuvieran echando cubos y cubos
desde arriba.
¡¡Un relámpago, y un trueno seguidos!! La
tormenta estaba justo encima de ellos.
A Claudia se le escapó un grito, y Pablito se
escondió bajo la toalla que tenía puesta como un
delantal para no mojar el asiento, pues aún tenía
húmedo el bañador.
-Tranquilos niños, que sólo es un trueno -dijo
mamá con voz risueña.
~ 40 ~
Bajaron del coche, y corriendo, alcanzaron el
pórtico de la entrada de la casa. Fueron sólo unos
metros, unos segundos, pero lo suficiente para
quedar totalmente empapados.
-¡¡Hay que ver la que está cayendo!! -exclamó
papá mientras se sacudía el agua de la ropa.
-Vamos todos para arriba. Nos duchamos y
bajamos rápido para preparar la cena, ¿Vale? -propuso
la mamá de Claudia.
Al enfilar el pasillo y dirigirse a los dormitorios, de
nuevo un relámpago ilumino toda la estancia,
seguido de un trueno ensordecedor. Mamá y papá ya
habían entrado en su dormitorio y Pablito como un
rayo también se metió tras ellos. Claudia, por el
contrario se quedó por un momento parada y
pensativa. Al iluminarse el pasillo vio algo extraño.
Bueno, más bien, no vio. Estaba segura de no haberlo
visto. Estaba totalmente segura de no haberlo ni
tocado. No se atrevieron. Por lo tanto debía estar
allí.
Como si hubieran encendido durante un segundo
~ 41 ~
todas las luces del pasillo, un nuevo relámpago lo
iluminó. Ahora sí, esta vez lo vio con total claridad.
¡¡El patinete ya no estaba!!
Enseguida despertó de su meditación y se dio
cuenta de que estaba sola, allí, en medio de la
oscuridad. Otro escalofrío recorrió su espalda, pero
esta vez como si alguien la estuviera acariciando,
desde la nuca hasta donde comienza el “pompis”.
Guiándose por la poca luz que salía del dormitorio de
sus padres, iluminando vagamente parte del pasillo,
Claudia corrió a refugiarse en él, igual que hizo
Pablito.
-¿Pero se puede saber qué hacéis aquí?, ¡¡vamos
todos a la ducha!! -ordenó la mamá de Claudia
mientras se desenredaba el pelo, empapado de agua,
tras haberse dado una reparadora ducha.
Improvisaron una cena rápida en el salón. Papá y
mamá no tenían ganas de cocinar; un poco de queso,
jamón de York, patatas fritas, aceitunas, salchichas de
lata, vamos, todo un lujo. Para Pablito y Claudia esa
eran las mejores cenas. Además, la dejaron beber un
~ 42 ~
culín de Coca Cola.
El ventanal de salón estaba abierto de par en par.
La temperatura era ideal. Se agradecía después del día
de calor que habían pasado.
La noche cayó, y la lluvia no paraba. La tormenta
parecía haberse alejado, aunque de vez en cuando se
escuchaban algunos truenos a lo lejos.
El cielo seguía cubierto de nubes. A ratos dejaba de
llover y se abrían algunos claros. Hacía viento y las
ramas de los frondosos árboles del fondo del jardín se
mecían de un lado a otro.
~ 43 ~
~ 44 ~
~ 45 ~
Capítulo 7
The second contact
(El segundo contacto)
L a luz encendida del porche del salón iluminaba
el jardín resaltando el blanco sucio de las mojadas
estatuas. A Claudia y Pablito no les gustaban.
Parecían fantasmas. Daba la impresión de que fueran
a salir andando de un momento a otro. Una de ellas
debía ser una especie de ángel, pues tenía a la espalda
unas alas. Miraban ligeramente hacia arriba. Los
brazos los tenía flexionados, y en cruz, con las palmas
hacia arriba, como si estuviera esperando que cayera
algo del cielo.
Papá y mamá se sentaron en el porche con sendos
libros. Eran muy aficionados a la lectura.
Mamá era profesora de primaria en el colegio
~ 46 ~
donde iba Pablito y Claudia, y siempre es estaba
dándoles la vara para que leyeran libros en vez de
estar todo el día enganchados a la videoconsola. «Eso
de tener una mamá maestra no molaba. Todo el día
exigiéndonos y controlando los estudios y tareas. Y
cómo no, tenían que sacar las mejores notas» -se
quejaba para sus adentros Claudia.
Mientras, Claudia y Pablito se entretenían jugando
a ver quién aguantaba más tiempo la respiración.
Pablito conseguía mantenerla hasta que se le ponía la
cara entre rojo y morado. Claudia siempre ganaba.
Pues engañaba a su hermano respirando lentamente
sin que él se diera cuenta. ¡¡Era una tramposa!!
Claudia propuso poner una película en el DVD
portátil y Pablito sugirió ver Charley y la fábrica de
chocolate.
-Mamá, mamá, ¿podemos ver una peli? -preguntó
Pablito.
-Creo que ya es muy tarde, ¿no? -respondió
mamá.
~ 47 ~
-Anda, sólo un ratito, ¿vale? -suplicó Claudia.
-Bueno, pero sólo un rato, ¿eh? Pronto nos iremos
a la cama -accedió mamá.
-¿Dónde está el DVD papá? -preguntó Claudia.
-Creo que en la entrada, junto a la escalera, en la
bolsa del portátil -respondió papá sin quitar la vista
de su libro, mientras cambiaba de posición las
piernas, cruzando una sobre otra.
-¿Y las pelis? -continuó preguntando Claudia.
-También -dijo papá con voz seca, mientras se
rehacía en su asiento como queriendo decir
«¡¡Dejadme ya que pierdo el hilo!!»
Claudia se levantó del suelo y miró a su hermano
mientras le extendía la mano invitándole a levantarse,
al tiempo que le decía,
-¿Vienes conmigo?
-¡¡Vale!! -dijo Pablito agarrando la mano de su
hermana y levantándose de un brinco.
~ 48 ~
El corredor que daba al salón desde el vestíbulo
estaba iluminado por unos apliques (lámparas)
colgados en la pared. Desprendían una luz tenue y
amarillenta, iluminando vagamente el corredor.
Con paso firme llegaron al vestíbulo. Junto a la
escalera estaba la bolsa donde el papá de Claudia
guardaba el portátil y los papeles del trabajo. Él
prefirió guardar el DVD en su bolsa para que no lo
estropearan llevándolo en sus mochilas.
Abrieron la bolsa y sacaron el DVD, el cable y las
pelis, de entre las cuales seleccionaron la que propuso
Pablito.
Claudia se disponía a cerrar la cremallera del
compartimento donde estaba el DVD, cuando sin
esperarlo se escuchó un fuerte portazo. Miraron a su
espalda y comprobaron que la puerta del corredor se
había cerrado. Claudia y Pablito se quedaron
petrificados. ¡¡Vaya susto!!
Claudia se levantó rápidamente y se dirigió hacia la
puerta e intentó abrirla, pero por más fuerza que
ejercía, no pudo. ¡¡Estaba atascada!! En ese momento
~ 49 ~
un relámpago, seguido de su correspondiente
trueno, hizo que se iluminara y retumbara toda la
casa, al tiempo que las luces de la lámpara de lágrimas
del vestíbulo y las del corredor, que se podían ver a
través de las cristaleras, se apagaron, dejando todo a
oscuras.
Pablito corrió hacia su hermana y la abrazó con
fuerza. Ésta hizo lo propio mientras le decía,
-Tranquilo Pablito, mamá y papá seguro que
vienen enseguida y abren la puerta -intentando
tranquilizarlo.
-Mamá, papá -gritó con fuerza Claudia. Pero no
hubo ninguna respuesta.
Transcurridos unos segundos, Pablito y Claudia
volvieron a llamar a sus padres con insistencia, pero al
parecer no les oían.
Entre tanto, de nuevo, comenzó a llover.
Quizás, ahora, caía con más fuerza. Los truenos y
relámpagos se sucedían uno tras otro poniéndoles la
piel de gallina.
~ 50 ~
El reloj del vestíbulo comenzó a sonar, dando las
campanadas. Claudia las escuchó con atención…
-…siete, ocho, nueve, diez, once y… DOCE. -
contó Claudia mentalmente. ¡¡Era media noche!!
Tan pronto como las campanadas finalizaron todo
quedó en silencio. Claudia volvió a escuchar los
extraños ruidos de la noche anterior. Estaba igual de
segura de que provenían del pasillo de arriba. Se
agarró fuertemente a su hermano, pues los ruidos se
escuchaban cada vez más cerca de la escalera.
Avanzaban inexorables, con decisión, como si
tuvieran prisa en llegar donde estaban ellos.
-Mamaaaá, papaaaá -volvió a gritar Claudia, pero
nadie les escuchaba.
Toda la estancia continuaba a oscuras, sólo de vez
en cuando, era iluminada por los relámpagos. Allí,
junto a la puerta del corredor, agachados, Claudia y
Pablito no sabían qué hacer. Estaban muy, pero que
muy asustados.
En ese preciso instante un nuevo relámpago
~ 51 ~
alumbro la escalera. Claudia, que no apartaba los ojos
de donde provenían los extraños ruidos, pudo verlo
con Claridad. Ahí estaba, en el centro del primer
escalón de arriba de la escalera. Por el momento,
parado, quieto, inmóvil. ¿Cómo habría llegado hasta
allí?, ¿Cómo es posible? Se preguntaba Claudia.
¡¡Sí!! Se trataba del patinete. El mismo que había
desaparecido del pasillo.
Con el siguiente relámpago observó que el
patinete se había movido unos centímetros, y que de
un momento a otro caería como lo hizo esa mañana
de las escaleras del desván. Antes de terminar de
pensarlo el patinete se precipitó escaleras abajo
provocando un enorme estruendo al tiempo que
Pablito comenzó a gritar:
-¿Qué es eso Claudia?
-Es el patinete Pablito, el patinete, ha vuelto a
aparecer -dijo Claudia enormemente nerviosa.
Igual que hiciera la vez anterior, el patinete fue a
caer en el suelo del vestíbulo y rodó y rodó, hasta
~ 52 ~
estamparse contra la puerta principal de la casa.
-Claudia, Pablito, ¿dónde estáis? -se oyó la voz de
mamá, mientras la luz de una vela se translucía a
través de la cristalera de la puerta del corredor
iluminando el vestíbulo y permitiendo ver con
claridad el patinete.
Instantes después, la puerta se abrió. Se trataba de
Papá y mamá. Encontraron a Claudia y Pablito
arrodillados y abrazados en el suelo junto a la puerta.
-Tranquilos chicos, sólo ha sido un apagón.
Pronto volverá la luz -dijo mamá con voz cariñosa, y
clara intención de tranquilizarlos un poco.
Papá se inclinó para levantarlos y ponerlos en pie
percatándose de que ambos estaban temblando.
-¿Qué pasa chavalines?, estáis temblando. Ni que
hubierais visto a un fantasma -dijo papá.
-¿Por qué no contestabais? -preguntó Claudia.
~ 53 ~
-Os hemos llamado un millón de veces. -increpó
Pablito.
-Mientras cogíamos el DVD la puerta se cerró, y…
y no podíamos abrirla, y… y luego se fue la luz y
todo quedó a oscuras. -continuó explicando
precipitadamente Claudia mientras le castañeaban los
dientes.
-¡¡Bueno, bueno, respira chiquilla!! -exclamó el
papá de Claudia con expresión risueña.
-Venga, ya pasó todo -dijo mamá-. Sí que os
escuchábamos, pero teníamos que buscar una vela
para venir a por vosotros -explico mamá.
-Creo que ya es hora de acostarse -sugirió papá.
En ese momento la corriente eléctrica volvió y las
luces del vestíbulo y del corredor se encendieron de
nuevo.
El pase cinematográfico tendría que esperar a un
mejor momento.
~ 54 ~
~ 55 ~
Capítulo 8
El desván
A ún así, con todo lo ocurrido y el miedo que
pasó, Claudia seguía decidida a averiguar por qué
aparecían y desaparecían todos aquellos juguetes, y
sobre todo, quién era el responsable.
La respuesta debía estar al final de la escalera. En el
desván.
Cuando papá y mamá se marcharon de la
habitación, después de arroparlos, darles un beso y
apagar la luz, Claudia, sin perder un segundo, antes
de que se durmiera Pablito, le dijo,
-No me has contestado aún.
-¿A qué?
-Ya te lo dije esta tarde en el lago, ¿no te intriga lo
que pueda haber al final de la escalera?
~ 56 ~
-No sé. Me da un poco de miedo.
-Bien. Ya me lo temía. Eres un cobardica. ¿No? -
dijo Claudia para provocarlo.
-¡¡Yo no soy un cobardica!!
-Entonces, ¿por qué no vienes conmigo?
-¿Cuándo?
-Pues… ahora mismo. En el momento que
apaguen la luz papá y mamá y se duerman.
-Venga. Para que veas que no soy un cobardica -
contestó muy decidido.
A los pocos minutos, la luz del dormitorio de
sus padres se apagó y todo quedó a oscuras y en
silencio. Un silencio sepulcral.
Claudia bajó de la cama seguida de Pablito.
Agarraron sus mochilas y sacaron las linternas. Con
sigilo se acercaron a la puerta del dormitorio.
-No hay moros en la costa -dijo Claudia
indicándole a Pablito que podían seguir.
~ 57 ~
Salieron del dormitorio de puntillitas para no
hacer ruido mientras alumbraban con sus linternas el
camino a seguir.
Poco a poco fueron dejando atrás el largo
pasillo hasta que llegaron al pie de la escalera sin más
contratiempos.
-Tu primera, yo te sigo -propuso Pablito.
-Anda que no eres gallina.
-¡¡Que no soy un gallina!!
-¡¡Calla!! No grites. Baja la voz, que te van a oír
papá y mamá -dijo Claudia, en voz baja, mientras le
tapaba la boca con su mano.
Claudia no se lo pensó dos veces. Comenzó a
subir las escaleras agarrando fuertemente a su
hermano de la mano.
Apuntando hacia arriba con sus linternas, por
fin pudieron divisar una puerta al final de la escalera.
Estaba claro; aquella puerta debía ser la del desván.
Pensó Claudia mientras continuaba su ascensión.
~ 58 ~
Justo al llegar arriba, delante mismo de la
puerta, se detuvieron. Claudia estiró su mano en
dirección al pomo con intención de girarlo y abrir la
puerta, cuando de pronto ésta se abrió sola,
entornándose unos centímetros. Ambos
retrocedieron un par de escalones.
-¡¡Se ha abierto sola!! -exclamó Claudia.
-¿Cómo? -preguntó Pablito.
-Que se ha abierto sola. No he llegado a tocar el
pomo -aclaró Claudia.
-¡¡Vámonos!! -dijo Pablito mientras se giraba
disponiéndose a bajar a toda mecha.
-¿Qué dices? Espera un momento. ¿Ya que has
llegado hasta aquí te vas a volver?
Pablito dudó unos segundos, y armándose de
valor, finalmente, desistió de su huida. No quería que
su hermana pensara que era un gallina.
Claudia celebró que su hermano hubiera
recapacitado y lo abrazó en señal de agradecimiento.
~ 59 ~
Después se giró hacia la puerta y se centró
definitivamente en entrar en la habitación que tenían
justo delante. También ella tuvo que armarse de
valor, y con un fuerte empujón terminó de abrir la
puerta completamente.
La tormenta había cesado y al parecer el cielo
está despejado, pues ante ellos descubrieron un
pequeño cuarto con una ventana por la que entraba
la luz de la luna iluminándolo.
Lo primero que vieron fue un baúl en el centro
del cuarto. Estaba abierto, y de él sobre salía la pata
de un peluche sucio de color amarillo pálido.
Sin más dilación, entraron en la estancia
acercándose lentamente hacia el baúl. Fue entonces
cuando pudieron comprobar que estaba repleto de
juguetes.
De pronto, un fuerte ruido se escuchó a sus
espaldas. Ambos se volvieron y comprobaron que la
puerta del cuarto se había cerrado ¡¡sola!!
Pablito se aferró fuertemente a su hermana. Sus
~ 60 ~
corazones volvían a latir con extremada rapidez. Pero
lo más curioso es que no tenían miedo. Más bien una
sensación de tranquilidad y sosiego. Pasados unos
segundos los latidos volvieron a estabilizarse. Ya
estaban dentro, ahora tenían que continuar con su
misión. Más tarde se ocuparían de cómo salir de allí.
Bueno, no había sido para tanto. Ya sabían lo
que había al final de la escalera; una puerta -que se
abría sola-, un cuarto y un baúl. Pero Claudia aún
no estaba muy convencida. Tenía metido en la
cabeza que los ruidos provenían de aquí, y alguien
debía producirlos. Y no la historia que le había
contado su madre.
En un rincón donde la luz de la luna no llegaba
a iluminar, Claudia creyó haber visto algo que se
movía. Encendió su linterna y dirigió el haz de luz
hacia el rincón. Ante ellos, sentada en el suelo,
descubrieron una figura humana; ¡¡un NIÑO!!
~ 61 ~
~ 62 ~
~ 63 ~
Capítulo 9
Sebastian
S í, allí mismo, delante de ellos, un niño. Sería de
la edad de Claudia, unos doce años. Estaba sentado
en el suelo, apoyado sobre la pared, con las rodillas
flexionadas agarrándoselas con las manos.
-¡¡Hola!! -dijo el niño.
Claudia y Pablito no respondieron al saludo. Se
habían quedado sin habla. Al escucharlo
retrocedieron unos pasos.
-Me llamo Sebastián. ¿Y vosotros? -volvió a
decir el niño.
-Claudia. –dijo. Se le escapó casi sin querer. Era
una chica muy educada.
~ 64 ~
-¿Y tú? -dijo el niño dirigiendo su mirada a
Pablito.
-Pa…, Pa…, Pablo -tartamudeó Pablito.
-Por fin os habéis decidido a visitarme, ¿no? Mi
estrategia ha surtido efecto -dijo Sebastián al tiempo
que se ponía de pie.
De nuevo, Claudia y Pablito, retrocedieron un
par de pasos más, como medida de seguridad.
-Llevo mucho tiempo aquí sólo. Tenía ganas de
jugar con alguien -continuó hablando Sebastián
mientras avanzaba hacia el baúl-. Desde que llegasteis
e intentado por todos los medios llamar vuestra
atención…
-¿Entonces eras tú el que hacías esos ruidos y
dejabas juguetes tirados por todas partes no? -dijo
Claudia interrumpiendo a Sebastián.
-Sí. Ya os lo he dicho. No sabía cómo llamar
vuestra atención para que vinierais a jugar conmigo.
Y se me ocurrió dejar algunos juguetes por la casa…
~ 65 ~
-¿Y por qué no bajaste y te presentaste sin más?
No veas los sustos que nos hemos llevado con el
dichoso patinete -interrumpió de nuevo Claudia con
tono airado, casi de enfado.
-Lo siento de veras. Pero es que no puedo salir de
este cuarto.
-Si…, claro. ¿Y cómo has desparramado los
juguetes por el pasillo? ¿Y nos has tirado dos veces el
patinete? ¿Por arte de magia? Por cierto ¿y tus padres?
-Bueno, magia, magia, no es exactamente. Es que
soy un fantasma, y puedo hacer algunas cosas…
Pablito, por su cuenta, habiendo sopesado los pros
y contras de la protección que obtenía de su
hermana, retrocedió un par de pasitos más
separándose de ésta, por lo que pudiera ocurrir, pues
lo que estaba escuchando le estaba dando un pelín de
susto.
Claudia se percató del movimiento de Pablito.
-No te preocupes. Creo que Sebastián no nos
~ 66 ~
quiere hacer daño, sólo está dándonos una broma.
Pesada, pero broma. -A ver, dinos, ¿y cómo es que
eres un fantasma? ¿Y por qué no puedes salir de este
cuarto? -preguntó Claudia con firmeza.
Sebastián se acercó a ellos saliendo de la penumbra
y se sentó en el suelo junto al baúl. La luz de la luna
iluminó su rostro. No parecía, ni mucho menos, un
fantasma. Claudia y Pablito tenían entendido que los
fantasmas eran sábanas con 3 agujeros bien oscuros;
dos para los ojos y un tercero para la boca. Y volaban,
traspasaban paredes y todo eso. ¡¡Ah!! Y tenían la
mala costumbre de dar sustos a la gente diciendo;
buuu, buuu, y no tirando patinetes por las escaleras.
Por tanto casi que no se creían que fuera un
fantasma. A aquel niño lo veían normal, como ellos.
-Venid, sentaros a mi lado. No tengáis miedo,
no os voy a hacer daño. Intentaré responderos a
todas vuestras preguntas.
A estas alturas Claudia y Pablito ya estaban algo
más serenos y lentamente avanzaron hasta el baúl. Se
acomodaron junto a éste, a una distancia prudencial.
~ 67 ~
-La verdad es que no sé por dónde empezar -dijo
Sebastián.
-Creo que todas las historias se han de empezar
por el principio, ¿no? -señaló Claudia.
~ 68 ~
~ 69 ~
Capítulo 10
Una historia de fantasmas
T al como sugirió Claudia Sebastián comenzó a
exponer su historia desde el principio.
Hace de esto unos 30 años. Sebastián enfermó y
sus padres llamaron al doctor del pueblo. Éste le
diagnosticó tuberculosis, una enfermedad que por
aquellos tiempos era muy difícil de curar.
El doctor comenzó a medicarlo, pero en vez de
mejorar, cada día se encontraba más y más débil,
tosía constantemente y la fiebre no había forma de
bajarla.
Transcurrieron dos largos meses hasta que el
cuerpo de Sebastián no pudo más y plácidamente,
mientras dormía, murió.
~ 70 ~
Fue en ese mismo instante, justo después de
exhalar su último aliento, cuando se convirtió en
fantasma, pues tenía una misión que cumplir.
Desenmascarar al doctor.
Al principio Sebastián no se había dado cuenta
de lo que le había pasado. Transcurrieron varios días
hasta que fue encajando, entendiendo, su nueva
situación.
Había aparecido en el desván, sólo, junto al
baúl. Intentó salir de la habitación pero la puerta se
resistía, no había forma de abrirla. Tras varios
intentos desistió. Pero de pronto, sin saber cómo,
ésta se abrió sola.
Durante un buen rato analizó lo sucedido y
después de devanarse los sesos se dio cuenta de que
con sólo pensar, desear que la puerta se abriera, ésta
obedecía a su deseo.
Una vez abierta mentalmente, se acercó a ésta, y
cuando decidió traspasar el umbral de la puerta, por
arte de magia, de nuevo, se encontró junto al baúl. -
¿Cómo es posible? -se preguntó Sebastián algo
~ 71 ~
desconcertado.
Al parecer estaba confinado dentro de aquella
habitación pues cada vez que intentaba salir,
cataplum, de nuevo junto al baúl.
Lo mismo ocurría cuando puso en práctica lo de
traspasar muros o la propia puerta. Al principio
parecía que sí. Se acercaba a la pared, alargaba una
mano y ésta desaparecía. Pero cuando seguía
avanzando, nada, de nuevo junto al baúl.
Resignado, continuó su investigación respecto
de sus poderes, pues a estas alturas ya tenía claro que
se había convertido en un ente, en un fantasma.
Durante su investigación descubrió que el
doctor no lo medicó adecuadamente. Todo lo
contrario, lo había envenenado lentamente.
El motivo por el cual el doctor le suministró
veneno hasta terminar con su vida fue la de obligar a
sus padres a vender la casa. Él deseaba adquirirla para
convertirla en un hotel. Puesto que los padres de
Sebastián, en varias ocasiones se negaron a vender, se
~ 72 ~
le ocurrió que si él moría lo más probable es que sus
padres accedieran a su oferta. Cuando Sebastián
enfermó, por un simple resfriado, vio la oportunidad.
Él era el único médico del pueblo y persona de
confianza de todos los lugareños.
Tras la muerte de Sebastián, con gran pesar,
decidieron venderle la casa al doctor. Fueron los
papás de Sebastián quienes se lo propusieron en esta
ocasión, respondiendo a las ofertas que habían
recibido en años anteriores.
Una vez efectuada la transacción, se trasladaron
a la ciudad para estar más cerca de los abuelos, ya que
estos cayeron en una profunda depresión,
agravándose sus achaques, a consecuencia de la
muerte de su nieto.
Pocos meses después, el doctor, consiguió las
licencias necesarias para comenzar las obras de
restauración.
Las obras iban viento en popa y todo indicaba
que muy pronto la casa estaría terminada.
~ 73 ~
Pero el destino quiso que el doctor pagara sus
fechorías y un día bajando las escaleras del desván
tropezó cayendo escaleras abajo rompiéndose la
crisma, muriendo desafortunadamente en el acto de
forma accidental.
Como era tan malo y despiadado tampoco pasó
al otro lado convirtiéndose igualmente en un ente.
~ 74 ~
~ 75 ~
Capítulo 11
Unos reveladores informes
C laudia no daba crédito a lo que estaba
escuchando y le instó a que le contara cómo podrían
ayudarle.
Sebastián les indicó que en un lugar de la casa el
doctor conservaba unos documentos que revelarían
que él no estuvo nunca enfermo de tuberculosis, y
que la medicación que recibió durante esos meses fue
un veneno que actuaba muy lentamente para no
dejar rastro en su cuerpo en caso de que le efectuaran
la autopsia. Esos documentos, aseguró Sebastián, sin
lugar a dudas, desenmascararían al doctor y
permitirían, por fin, revelar lo cruel que fue con él
para conseguir su objetivo.
Claudia y Pablito cada vez estaban más
~ 76 ~
interesados e intrigados por la historia que le estaba
relatando Sebastián. El reloj del vestíbulo anunció la
una de la madrugada.
-¿Cuál es ese lugar? -preguntó impaciente
Claudia.
Sebastián se levantó para estirar un poco las
piernas, y acercándose a la ventana prosiguió con su
narración mientras contemplaba las gotas de agua
que resbalaban por el cristal.
-El doctor trasladó su oficina a la biblioteca de
la casa para estar más cerca y pendiente del curso de
las obras. Habilitó unos cuantos archivadores donde
conservaba los informes médicos, entre los cuales
estaba el mío -continuó explicando Sebastián.
-No pude trasportarlo con mis poderes hasta
aquí, pero si lo leí. En él, con sumo detalle, el doctor,
apuntó la fórmula del compuesto venenoso que me
suministró, la dosificación y otros detalles
reveladores. Además, fisgoneando un poco, leí otros
informes en los que el paciente finalmente también
falleció. En éstos, observé que el doctor medicaba a
~ 77 ~
esos pacientes con el mismo compuesto -Claudia no
daba crédito a lo que estaba escuchando.
-Entonces… el doctor… ¿Quieres decir con eso
que podría haber envenenado a más personas? -
preguntó Claudia.
-A la vista de los informes y las coincidencias
que pude constatar con mi lectura, es probable que
así fuera -respondió Sebastián.
-Bueno, entonces, lo que tenemos que hacer es
ir a la sala de la biblioteca, recuperar esos informes y
llevarlos a la policía, ¿no? -sugirió Claudia.
-Si, lo que ocurre es que esos documentos ya no
se encuentran en la biblioteca -explicó Sebastián.
-¡¡Ah!! ¿Y dónde están si no?
-Veréis. Dejadme continuar -dijo Sebastián.
Éste continuó la historia aclarando que, pasadas
algunas semanas del inicio de las obras y de su
traslado a la biblioteca, el doctor ordenó que
construyeran una bodega bajo la casa con la
~ 78 ~
condición de que sólo él y el jefe de obra supieran
como acceder a ella.
Después de su construcción, el jefe de la obra
tuvo un accidente de tráfico en extrañas
circunstancias. Por lo que sólo había una persona en
el mundo que supiera como acceder a la bodega
desde aquel momento: el doctor.
-¿Y cómo es que con tus poderes no sabes cómo
se accede a la bodega? -preguntó intrigada.
De nuevo Sebastián se sentó junto a ellos.
-La verdad es que sí sé dónde está, pero mis
poderes no tienen efecto en ese lugar –dijo
pensativo.
-¿A qué lugar te refieres? –preguntó impaciente
Claudia.
-Al sótano –contestó Sebastián.
~ 79 ~
~ 80 ~
Capítulo 12
~ 81 ~
La bodega
S u relato se ponía cada vez más interesante
aunque a Pablito ya le estaba picando el sueño. Se
había deslizado sobre su hermana, como el que no
quiere la cosa, hasta apoyar su cabeza sobre el regazo
de ésta, adoptando una posición fetal. Escuchaba
con atención las palabras de Sebastián mientras que
Claudia acariciaba con suavidad el cabello de Pablito.
Sebastián continuó explicando que el doctor era
más listo de lo que podían imaginar. Éste sabía que él
se había convertido en fantasma, pues durante las
obras intentó por todos los medios sabotear los
trabajos; escondía las herramientas, abría los grifos
para que se inundaran las habitaciones, incluso en
una ocasión les desmontó un andamio, dejando a los
obreros durante horas en el tejado sin poder bajar.
El doctor empezó a sospechar de todos aquellos
sucesos, por lo que una noche subió al desván, al
escuchar unos extraños ruidos.
-Los mismos que escuché en mi primera noche.
~ 82 ~
Eras tú jugando, ¿no? -dijo Claudia.
-Efectivamente era yo, jugando, como todas las
noches, con mis juguetes. Y no pude evitar que me
sorprendiera. Sigilosamente subió las escaleras y abrió
la puerta de improviso. Entró con decisión, me volví
hacia la puerta, y como un rayo usé mis poderes, y
me desvanecí ante él haciéndome invisible. Pero
como digo, ya era tarde, me había visto -explicó
Sebastián.
Sebastián prosiguió con su historia.
- De este modo decidió que la bodega debía
construirla no sólo para intrusos de carne y hueso -
humanos- si no que también para fantasmas
fisgones.
Sebastián aclaró que el doctor no sólo era médico,
sino que también se había doctorado en química y
física, e inventó un material con el que recubrió todo
el sótano inhibiendo los poderes de los fantasmas.
-A partir de aquel día continuó haciéndome visitas
de forma regular. Me invocaba dando gritos
~ 83 ~
exigiendo que le dijera por qué me había convertido
en fantasma, que qué misión tenía.
-¿Entonces cómo encontraremos la bodega? -
preguntó Claudia.
Sebastián le reveló un último secreto. El doctor
solía abandonar la bodega las noches de luna llena, y
vagar por toda la casa quejándose y maldiciendo su
mala suerte por no haber podido finalizar y disfrutar
de su proyecto por culpa de un estúpido patinete…
-¿De un patinete? -se interesó Claudia.
Pablito se incorporó de inmediato y miró a
Claudia desconcertado.
-Bu…bu…bueno, es que, veréis… Sí, un patinete.
Yo no tuve la culpa, sabéis, es que estaba tan asustado
que para evitar que me sorprendiera, de nuevo, llené
las escaleras que suben al desván de juguetes
estratégicamente. De esta forma si alguien quería
subir, con total seguridad tendría que tropezar con
alguno y de este modo me daría tiempo para
desaparecer.
~ 84 ~
-Entonces… tú provocaste la caída y consiguiente
muerte del doctor, ¿no? -exclamó Claudia con
estupefacción.
-Pu… pu… pues creo que sí. ¿Tú qué piensas?
¿Hice mal? La verdad es que no pretendía hacer daño
a nadie -argumentó Sebastián algo apenado.
-Vale, Sebastián, no te preocupes. Nadie se merece
morir, pero él se lo ha buscado por lo cruel que fue
contigo. Pero en el futuro debes tener más cuidado
con tus grandes ideas, pues a Pablito casi lo
escacharras también cuando nos tiraste el patinete
por las escaleras del desván.
-Lo siento de veras -dijo Sebastián- no volveré
a desparramar mis juguetes por la casa. Pero debéis
entender que era la única forma de llamar vuestra
atención…
Claudia se levantó, buscó su mochila y de ella sacó
su iPhone, que se había comprado con los ahorros de
todo un año. Aún así, con la pasta que le costó, tuvo
que contratar una tarifa con acceso a internet, con
una permanencia de doce meses. Pues de lo contrario
~ 85 ~
le hubiera salido más caro.
Desbloqueó el terminal y pulsó sobre el icono de
acceso a internet. Buscó con impaciencia en varias
páginas hasta que encontró lo que deseaba.
-La próxima noche de luna llena será pasado
mañana -informó a sus contertulios.
-Estupendo -exclamó Sebastián-. Sólo tenéis que
bajar al sótano y esconderos. Cuando el doctor salga
podréis ver la puerta de acceso a la bodega. Pero creo
que con eso no servirá. La puerta se abre
pronunciando unas palabras mágicas. Tendríais que
esperar a que volviera de vagar por la casa para poder
escucharlas. Pero claro, ya no podríais entrar hasta la
próxima luna llena -siguió explicando sin aportar una
solución al problema con sus palabras.
-Habría que obligar al doctor a regresar por un
momento a la bodega… -dijo Claudia en voz alta
mientras pensaba una solución.
Pablito que estaba muy atento a la conversación,
se le dibujó una sonrisa en la cara y comenzó a tirar
~ 86 ~
del vestido de Claudia.
-Claudia, Claudia.
-Déjame Pablito que estoy intentando pensar.
Pablito siguió insistiendo hasta que ésta le prestó
atención.
-¿Qué quieres? so plasta.
-Yo sé cómo podemos obligar al doctor a entrar
por un momento a la bodega y escuchar las palabras
mágicas.
-Ah sí, pues ya estás tardando, so listo. Dinos cuál
es tu brillante idea.
Pablito se levantó y como si fuera a dar una
conferencia a un aforo de ilustres científicos, se
remangó las mangas del pijama, carraspeó la
garganta, para tener mejor voz, y a continuación se
dirigió hacia una pizarra de juguete que había al
fondo del desván. La arrastró hasta colocarla frente a
Claudia y Sebastián. Cogió un trozo de tiza de color
amarillo y comenzó a exponer su plan.
~ 87 ~
Al finalizar su exposición Claudia y Sebastián se
quedaron con la boca abierta sin saber qué decir…
era fantástica, la genial idea de aquel renacuajo.
El sueño estaba haciendo mella en Claudia y
Pablito. De nuevo, el reloj del vestíbulo proclamó
con sus agudas campanadas las dos de la madrugada.
Las horas habían pasado volando y repararon en que
debían irse a la cama cuanto antes pues al día
siguiente tenían mucho que hacer.
Se despidieron de Sebastián prometiéndole que le
ayudarían en todo lo posible para desenmascarar al
doctor.
Con sigilo regresaron al dormitorio.
Claudia no podía conciliar el sueño. Estaba
nerviosa y ansiosa de que llegara el momento en que
pudiera desenmascarar al monstruo del doctor y de
esa forma liberar de su prisión al pobre Sebastián.
Pablito ya dormía como un tronco. El renacuajo
había tenido una gran idea, un plan perfecto.
Probablemente su ingenuidad y juventud no percibía
~ 88 ~
el peligro que podían correr la noche que lo pusieran
en práctica. Para él sólo era un juego.
Ensimismada en sus pensamientos se frotaba la
barriga intentando calmar al ejército de hormigas
que desfilaban por su tripa. Pero no se trataban de
hormigas; eran los nervios.
Al fin, rendida, fue cerrando los ojos poco a poco
hasta que el sueño la venció.
~ 89 ~
~ 90 ~
~ 91 ~
Capítulo 13
Expedición al sótano
A media mañana, una vez realizadas las tareas
escolares de verano y haber ayudado a mamá y papá
en las labores de la casa -vamos, recoger los vasos del
desayuno de la mesa del salón y llevarlos a la
encimera de la cocina-, tal como acordaron la noche
anterior, se dispusieron a preparar una expedición al
sótano y prepararlo siguiendo el plan de Pablito.
Para ello, se dieron una vuelta por toda la casa
reuniendo todo aquello que pensaban podría servirles
~ 92 ~