agustín lazo

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1 James Oles, Agustín Lazo: las cenizas quedan, en James Oles, Agustín Lazo, México, Colección Blaisten, Centro Cultural Tlatelolco, UNAM, 2009 -fragmento-. A casi cuatro décadas de su muerte en 1971, y sin que sea posible entrevistar a ningún testigo vivo que lo recuerde de los años 20 o 30, recuperar la vida de Agustín Lazo no es tarea fácil. Las personas que lo conocieron coinciden en que era un individuo reservado, más discreto que distante, tanto en el sentido profesional como en el personal. Xavier Villaurrutia llamó a Lazo un “hombre de pocos amigos y muchos libros”; mientras que Virginia Stewart lo describió como un “caballero de la soledad, el tacto, el buen gusto, la moderación y la dignidad *que+ ha pasado por la vida como un recluso”; y el crítico Luis Cardoza y Aragón, uno de sus amigos más cercanos, dijo lo mismo de él, pero de manera más lírica: “Sobre la monótona avalancha de oratoria tiene la pequeñez de un vuelo de pájaro. No es exuberante, declamatorio, torrencial. Es castizo, pulcro y sereno. Arde fríamente como una columna”. 1 Esta discreción profesional se ve de inmediato en su pintura. Después de un inicio relativamente lento, Lazo alcanzó la madurez como pintor a mediados de la década de 1920. No fue muy prolífico: sólo se conocen cerca de 150 pinturas, dibujos, acuarelas y collages (también produjo varios diseños de vestuario y escenografía para teatro), aunque muchas de estas obras se han perdido con el tiempo. Más que seguir a los muralistas, Lazo se alejó de la imaginería política y nacionalista y volvió su mirada hacia Europa. En dos largos viajes que hizo en los años veinte experimentó en carne propia las corrientes de vanguardia que había en Francia e Italia y, una vez que regresó a México, entabló una relación muy cercana con el grupo sin grupo, aquellos escritores Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta y otros- luego vinculados con la revista literaria Contemporáneos (1928-1931). 2 Lazo no tardó en desarrollar un lenguaje pictórico refinado al que podríamos llamar realismo poético, un estilo figurativo inspirado en el neoclasicismo de Picasso y Léger (y también en el de Diego Rivera), así como en las visiones metafísicas de De Chirico y Carrá. Finalmente, Lazo adoptó la tradición occidental desde una postura dentro de México: no era que su obra rechazara su contexto o su nacionalidad, si no que protestaba “contra la reducción de lo mexicano a un determinado estereotipo”. 3 Más que sus contemporáneos mexicanos más cercanos, entre los que estaban Julio Castellanos y Rufino Tamayo, Lazo representaba una postura del arte por el arte que sus aliados defendían como el arte puro o universal y sus detractores condenaban por ser burguesa, decadente o afeminada. Las obras más conocidas de Lazo son las pinturas de caballete y las acuarelas que realizó entre 1924 y 1940, en lo que fue el periodo más productivo de su vida como artista. A mediados de los años treinta trabajó con el collage, un medio con el que, a excepción de unos 1 Villaurrutia, “The Paintings of Agustín Lazo”, Mexican Art and Life 6 (April 1939); Stewart, 45 Contemporary Mexican Artists (Stanford: 1951), p. 73; Cardoza y Aragón, La nube y el reloj (México: 1940), p. 34. Una versión anterior del texto de Cardoza fue publicada en Letras de México en 1939. Ver la bibliografía para las citas completas. 2 El término “grupo sin grupo” apareció en “Mi Pensador Mexicano” de Villaurrutia, El Universal Ilustrado (18 septiembre 1924), pero todos aquellos que estaban asociados a la revista compartían el mismo concepto; se veían a sí mismos como personajes solitarios unidos, en parte, por una actitud hacia el arte y la sociedad, y en parte, en contra de sus críticos. Ver Villaurrutia, “Carta a un joven” (1934) en Los Contemporáneos por si mismos, Miguel Capistrán, ed. (México: 1994), pp. 78-82; también ver Rosa García Gutiérrez, [ensayo introductorio], en Xavier Villaurrutia, Obra poética (Madrid: 2006), p. 30. 3 Esta era una postura fundamental del círculo cercano a Contemporáneos. Ver García Gutiérrez, Contemporáneos: la otra novela de la Revolución mexicana (Huelva: 1999), p. 89.

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Agustín Lazo (1896-1971) pintor, diseñador escénico y dramaturgo mexicano.

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James Oles, Agustín Lazo: las cenizas quedan, en James Oles, Agustín Lazo, México, Colección Blaisten, Centro Cultural Tlatelolco, UNAM, 2009 -fragmento-. A casi cuatro décadas de su muerte en 1971, y sin que sea posible entrevistar a ningún testigo vivo que lo recuerde de los años 20 o 30, recuperar la vida de Agustín Lazo no es tarea fácil. Las personas que lo conocieron coinciden en que era un individuo reservado, más discreto que distante, tanto en el sentido profesional como en el personal. Xavier Villaurrutia llamó a Lazo un “hombre de pocos amigos y muchos libros”; mientras que Virginia Stewart lo describió como un “caballero de la soledad, el tacto, el buen gusto, la moderación y la dignidad *que+ ha pasado por la vida como un recluso”; y el crítico Luis Cardoza y Aragón, uno de sus amigos más cercanos, dijo lo mismo de él, pero de manera más lírica: “Sobre la monótona avalancha de oratoria tiene la pequeñez de un vuelo de pájaro. No es exuberante, declamatorio, torrencial. Es castizo, pulcro y sereno. Arde fríamente como una columna”.1 Esta discreción profesional se ve de inmediato en su pintura. Después de un inicio relativamente lento, Lazo alcanzó la madurez como pintor a mediados de la década de 1920. No fue muy prolífico: sólo se conocen cerca de 150 pinturas, dibujos, acuarelas y collages (también produjo varios diseños de vestuario y escenografía para teatro), aunque muchas de estas obras se han perdido con el tiempo. Más que seguir a los muralistas, Lazo se alejó de la imaginería política y nacionalista y volvió su mirada hacia Europa. En dos largos viajes que hizo en los años veinte experimentó en carne propia las corrientes de vanguardia que había en Francia e Italia y, una vez que regresó a México, entabló una relación muy cercana con el grupo sin grupo, aquellos escritores – Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Jorge Cuesta y otros- luego vinculados con la revista literaria Contemporáneos (1928-1931).2 Lazo no tardó en desarrollar un lenguaje pictórico refinado al que podríamos llamar realismo poético, un estilo figurativo inspirado en el neoclasicismo de Picasso y Léger (y también en el de Diego Rivera), así como en las visiones metafísicas de De Chirico y Carrá. Finalmente, Lazo adoptó la tradición occidental desde una postura dentro de México: no era que su obra rechazara su contexto o su nacionalidad, si no que protestaba “contra la reducción de lo mexicano a un determinado estereotipo”.3 Más que sus contemporáneos mexicanos más cercanos, entre los que estaban Julio Castellanos y Rufino Tamayo, Lazo representaba una postura del arte por el arte que sus aliados defendían como el arte puro o universal y sus detractores condenaban por ser burguesa, decadente o afeminada. Las obras más conocidas de Lazo son las pinturas de caballete y las acuarelas que realizó entre 1924 y 1940, en lo que fue el periodo más productivo de su vida como artista. A mediados de los años treinta trabajó con el collage, un medio con el que, a excepción de unos

1 Villaurrutia, “The Paintings of Agustín Lazo”, Mexican Art and Life 6 (April 1939); Stewart, 45 Contemporary

Mexican Artists (Stanford: 1951), p. 73; Cardoza y Aragón, La nube y el reloj (México: 1940), p. 34. Una versión anterior del texto de Cardoza fue publicada en Letras de México en 1939. Ver la bibliografía para las citas completas. 2 El término “grupo sin grupo” apareció en “Mi Pensador Mexicano” de Villaurrutia, El Universal Ilustrado (18

septiembre 1924), pero todos aquellos que estaban asociados a la revista compartían el mismo concepto; se veían a sí mismos como personajes solitarios unidos, en parte, por una actitud hacia el arte y la sociedad, y en parte, en contra de sus críticos. Ver Villaurrutia, “Carta a un joven” (1934) en Los Contemporáneos por si mismos, Miguel Capistrán, ed. (México: 1994), pp. 78-82; también ver Rosa García Gutiérrez, [ensayo introductorio], en Xavier Villaurrutia, Obra poética (Madrid: 2006), p. 30. 3 Esta era una postura fundamental del círculo cercano a Contemporáneos. Ver García Gutiérrez,

Contemporáneos: la otra novela de la Revolución mexicana (Huelva: 1999), p. 89.

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cuantos fotógrafos, casi nadie experimentó en México. Con algo de ironía, podría decirse que su posición más radical fue nunca subir a los andamios de los muralistas, ni siquiera como asistente. Aunque no era el único que rechazaba el discurso político explícito como estrategia artística, Lazo fue un artista particularmente importante de su generación que jamás llegó siquiera a intentar crear una obra de arte público, por menor que fuera. Incluso Frida Kahlo, cuyas oportunidades para hacerlo estaban limitadas por su estado de salud más que por su género, llegó a dirigir a sus estudiantes para que pintaran los muros exteriores de una pulquería.4 Tal y como dijo Cardoza y Aragón: “La cantidad, el sudor, no le interesan”.5 Las interpretaciones sencillas tampoco le interesaban. Alguna vez, Xavier Villaurrutia escribió que Agustín Lazo pintaba en esperanto, pero incluso ese idioma ideal, hechizo e internacional, se puede traducir.6 Por lo contrario, ya sea que se trate de una composición simple o una compleja, los mejores cuadros de Lazo evitan los significados fijos intencionalmente, al igual que la poesía moderna que él había inspirado y que lo había inspirado a él. Alguna vez Jorge Cuesta alabó su obra por ser “superficial”, por rechazar los códigos que se podían descifrar con facilidad, por que no tenía nada que ver con la “realidad”.7 Luis Cardoza y Aragón también prefirió aquello que la pintura de Lazo tenía de impenetrable: “Me gusta la resistencia que me ofrece, lo que otros llaman ‘pintura literaria’. Horror de lo natural, o, más bien, de lo espontáneo, de lo fácil”.8 No obstante, esta misma “resistencia” ha limitado las cuidadosas lecturas acerca de su obra del historiador de arte a favor de las interpretaciones y las meditaciones poéticas, en especial las de Villaurrutia y Cardoza, que por sí mismas exigen una interpretación interminable: el mejor texto acerca del pintor, “Fichas sin sobre para Lazo” de Villaurrutia (1928), también es el más difícil de resumir. La discreción de Agustín Lazo como individuo es tan importante como su discreción como artista y, de hecho, es inseparable de ella: si sus cuadros no gritaban, mucho menos él. En parte, esto se debía a su origen aristocrático, que le recordaba de la importancia de la tradición y el decoro; y que, sin duda, hacía que estuviera poco interesado en la retórica populista del indigenismo. Lazo pasó la mayor parte de su vida en una casona vieja rodeado de reliquias familiares: muebles estilo Imperio cubiertos de una pátina oscura y de monturas de bronce dorado, porcelanas chinas e inglesas, retratos decimonónicos y grabados históricos enmarcados en oro, entre otros objetos objets d’art.9 Tal y como lo contó el coleccionista estadounidense MacKinley Helm a principios de los cuarenta: “el taller en el que Agustín Lazo pinta sus óleos y acuarelas, introvertidos y divertidos, recuerda al salón privado de un caballero acomodado de Oxford. Como el mobiliario que ocupa la mente de su inquilino, sus decoraciones son ordenadas e impecables. Todo es fino, de buen gusto, y ocupa el lugar que le corresponde”.10

4 Francisco Díaz de León es otra excepción, aunque estaba muy involucrado en asociaciones radicales como

¡30-30! Juan Soriano, otro artista asociado con los Contemporáneos (aunque nacido en 1920 fue algo precoz), tampoco llegó a pintar un mural. 5 Cardoza y Aragón (1940), p. 34.

6 Villaurrutia, “Fichas sin sobre para Lazo”, Contemporáneos 2 (julio 1928).

7 Cuesta, “La pintura superficial”, Examen 1 (agosto 1932).

8 Cardoza y Aragón (1940), p. 43.

9 El mobiliario que aparece en sus cuadros tiende a ser mucho más simple que el que sobrevive en manos de

sus herederos, de donde fue tomada la lista anterior. La casa ha sido demolida. 10

Helm, Modern Mexican Painters (Nueva York: 1941), p. 171.

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En la medida de lo posible, Lazo hizo que su vida privada fuera privada. A diferencia de Salvador Novo o de Diego Rivera (dos casos extremos, por decir lo menos), no le interesaba contar historias personales, ni en texto, ni en imagen. No le sobrevivió ningún texto autobiográfico, y parece que nunca concedió una entrevista íntima a la prensa, y en una época cuando muchos artistas mexicanos –y no solamente Frida Kahlo- cultivaban el autorretrato con algo cercano a una obsesión, Lazo rara vez incursionó en el género. La excepción más importante es un cuadro de 1926 (ahora perdido) en el que aparece envuelto en una bata elegante, posando al pie de una escalera en espiral en su casa de la ciudad de México como una figura melancólica que, vista a la distancia, no hace contacto con el espectador.11 Agustín Lazo: Cronología12 1896 Agustín José Lazo Adalid nace en la ciudad de México el 14 de marzo. Su madre, Refugio Adalid y Pradel, viene de la adinerada familia Adalid, dueña de haciendas pulqueras en el estado de Hidalgo. Su padre, Agustín María Lazo del Pino, es abogado; su tío Carlos María Lazo es un reconocido arquitecto. Vive la mayor parte de su vida en Sadi Carnot núm. 20, en la Colonia San Rafael. 1915 Agustín Lazo estudia brevemente en la Escuela Nacional Preparatoria donde, según Carlos Mérida, su “gusto por las matemáticas lo llevó a entrar a la Escuela de Arquitectura en la que sólo se quedó por un año. Después se dedicó de lleno al estudio de la pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes”. 1917 Alfredo Ramos Martínez, director de la Academia de San Carlos, lo invita a convertirse en su alumno. Lazo también se inscribe al curso de dibujo al natural de Saturnino Herrán en la Academia: sus compañeros incluyen a Julio Castellanos, Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma, Antonio Ruiz, Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros. 1919 Conoce a Xavier Villaurrutia y a Salvador Novo, cuando ellos cursan el tercer año de la Escuela Nacional Preparatoria. 1921 Lazo publica un ensayo sobre el baile moderno en El Universal Ilustrado, donde declara que los artistas deben tener la libertad de seguir su propio camino, incluso cuando ese camino sea más tradicional: “la expresión del arte es tan variada que imponerle reglas o leyes sería imponérselas a los sentimientos que varían según la cultura y el medio ambiente que a cada uno corresponda.” 1922 Empieza a trabajar como maestro en las escuelas primarias bajo la Dirección de Dibujo de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Primero sigue el “Método de Dibujo” del pintor Adolfo Best Maugard y después pasa a un estilo más libre, inspirado en la pintura popular y los exvotos, promovidos por su amigo Manuel Rodríguez Lozano, quien remplazó a Best Maugard a principios de 1924.

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No es de sorprender que Lazo fuera uno de los pocos pintores importantes que no envió un autorretrato a la exposición “45 Autorretratos de pintores mexicanos” de Fernando Gamboa en 1947. 12

James Oles, Agustín Lazo, México, Colección Blaisten, Centro Cultural Tlatelolco, UNAM, 2009.

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1924 En junio, Lazo participa en una exposición de cerca de 200 obras realizadas por profesores de primaria bajo la Dirección de Dibujo en el edificio central de la SEP en la calle de Guatemala. 1925 Primer viaje a Europa; visita Italia, donde conoce al escritor francés Max Jacob durante su estancia en Florencia. En una exposición de arte moderno en Roma, admira las obras de Giorgio de Chirico; escribe que “las gentes de aquí creen que estoy loco cuando digo que esos horrores me gustan”. Después se cambia a París, donde comparte un estudio con el pintor Alfonso Michel por un breve periodo. Al finalizar el viaje, escribe a su amigo el compositor Carlos Chávez: “Yo he entrevisto lo que puede ser el éxito en París y me ha entrado un deseo loco de correr a encerrarme en mi cuarto de Sadi Carnot”. 1926 La primera presentación pública de la obra de Lazo tiene lugar en la tienda de arte popular de Ernesto Cervantes en el centro de la capital, con la anuencia de José M. Puig Casauranc, el Secretario de Educación Pública. Escribe Xavier Villaurrutia: “Sin lección, sin historia, sin moral, estos cuadros de Agustín Lazo son el mejor ejemplo de una pintura desinteresada que conoce sus límites *...+ sin excesos románticos, pero, al mismo tiempo, sin miserias ascéticas”. 1927 Sale el primer número de la revista Ulises (mayo de 1927), donde se reúnen varios de los escritores del “grupo sin grupo”, conocidos luego como los Contemporáneos. Jorge Cuesta publica una reseña de la primera exposición individual de Lazo. Lazo regresa a Europa; vuelve a viajar por Italia, así como por Bélgica y Alemania, y establece un estudio en París. 1928 La obra de Lazo se publica en el número dos (julio de 1928) de la revista Contemporáneos, al lado de “Fichas sin sobre para Lazo” de Xavier Villaurrutia. Lazo concede una entrevista en París a El Universal Ilustrado, donde declara que “El suprarrealismo *es+ el movimiento del que más puede esperarse, por la elevación de sus intenciones, la inteligencia de sus promotores y, principalmente, por su deseo de mantener y precipitar el estado de revolución”. Expone por primera vez en Estados Unidos en el Art Center de Nueva York, en una muestra organizada por Anita Brenner y Frances Flynn Paine. 1929 En París Lazo forma parte de un grupo diverso de “exiliados” latinoamericanos, que incluye a los artistas Germán Cueto y Carlos Mérida, al abogado y diplomático Guillermo Dávila, al poeta Carlos Pellicer, al editor Agustín Loera y Chávez, y al escritor y crítico Luis Cardoza y Aragón. 1930 Participa en una exposición de artistas latinoamericanos organizada por Joaquín Torres-García como parte del grupo Cercle et Carré; también exponen Pedro Figari, Vicente do Rego Monteiro, Germán y Lola Cueto, Julio Castellanos y Diego Rivera, entre otros. Toma clases de pintura en la Académie de la Grande-Chaumière en Montparnasse, y clases de teatro bajo Charles Dullin en el Théâtre de l'Atelier en Montmartre. Ilustra el poema en prosa Torre de Babel de Luis Cardoza y Aragón. En septiembre, participa en “Ocho pintores” en la Galería Iturbide. En octubre, René d’Harnoncourt incluye a Lazo en la muestra itinerante “Mexican Arts”, inaugurada en el Metropolitan Museum of Art en Nueva York. 1932 El 16 de marzo, Lazo inaugura una muestra de veinte acuarelas en el Edifico Santacilia en Avenida Madero núm. 32. Xavier Villaurrutia señala que “leer” la obra de Lazo es imposible: “Abrid los ojos, aguzad los sentidos y, dispuestos a correr cualquier riesgo, aun el riesgo de no comprender nada, entrad en este mundo particular que Agustín Lazo ha captado en las redes de

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sus cuadros.” En octubre, se inaugura la “Exposición. Bocetos para escenografía de Agustín Lazo” en la Galería Posada, su última exposición individual. 1934 Encargo de la Embajada de España en México; pinta dos grandes tableros con el tema de “la música”. 1935 Trabaja en el medio del collage; es uno de los artistas principales en la Galería de Arte Mexicano (GAM), fundada por Carolina Amor y luego dirigida por su hermana Inés. 1939 Su pintura El maestro rural es incluida en el Pabellón Mexicano en la Feria Mundial de Nueva York, que permaneció abierta hasta 1940. 1940 En La nube y el reloj (1940), Luis Cardoza y Aragón analiza detalladamente la obra de Lazo. Dos obras de Lazo son incluidas en “Exposición Internacional del Surrealismo”, inaugurada en la GAM en enero. Su pintura Marina se presenta en “Veinte siglos de arte mexicano” en el Museum of Modern Art en Nueva York. 1941 Vista de Morelia de Lazo forma parte de la muestra de MacKinley Helm “Modern Mexican Painters”, que se inaugura en el Institute of Modern Art de Boston. 1945 Escribe Segundo Imperio (1946), sobre Maximiliano y Carlota; sus otras obras de teatro incluyen La huella (1947), sobre la Revolución y El caso de don Juan Manuel (1948), sobre un famoso asesino de la época colonial. Con Villaurrutia, traduce obras europeas de autores como Bontempelli, D’Annunzio y Pirandello; dirige éstas y otras puestas en escena; diseña vestuario tras vestuario. 1947 Lazo da clases por un breve periodo en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, “La Esmeralda” 1950 Muere Xavier Villaurrutia. 1961 Expone una obra en “El retrato mexicano contemporáneo” en el Museo de Arte Moderno en la ciudad de México. Esta es su última participación conocida en una exposición hasta antes de su muerte. 1971 Lazo muere el 28 de enero de 1971 en la ciudad de México. Escribe Salvador Novo en su breve obituario del pintor, después de la muerte de Villaurrutia, Lazo había perdido “su estímulo para seguir vigente, interesado en la pintura, el teatro o la vida. Sucumbió lamentablemente veinte años más tarde —abrumado por las riquezas que sus parientes iban legando sobre este último descendiente de una ilustre y rancia familia mexicana”.

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Afiche de la exposición retrospectiva Agustín Lazo: Las cenizas quedan, curada por James Oles, Centro Cultural Universitario Tlatelolco, 2009.