agustín - la predestinación de los santos

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  • 7/25/2019 Agustn - La Predestinacin de Los Santos

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    San Agustn:

    LA

    PREDESTINACIN

    DE

    LOS

    SANTOS

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    INDICE

    CAPTULO 1: RESPONDE AGUSTN A LAS CARTAS DE PRSPERO E HILARIO

    CAPTULO II: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN UN DON DE DIOSCAPTULO III: CONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LAGRACIACAPTULO IV: TODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOSCAPTULO V: LA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOSSOBRE LOS MALOSCAPTULO VI: LOS CAMINOS DE DIOS SON INESCRUTABLESCAPTULO VII: LA FE, FUNDAMENTO DEL EDIFICIO ESPIRITUALCAPTULO VIII: LA ENSEANZA DEL PADRE ES OCULTSIMACAPTULO IX: REIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDA EN OTROTIEMPO

    CAPTULO X: DIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACIN Y LA GRACIACAPTULO XI: ESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINASCAPTULO XII: QUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DE LOS MERITOSFUTUROSCAPTULO XIII: EL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIA DE LOSMERITOS FUTUROSCAPTULO XIV: LOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURA Y LATRADICINCAPTULO XV: JESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACINCAPTULO XVI: DOBLE VOCACIN DIVINACAPTULO XVII: LA VOCACIN PROPIA DE LOS ELEGIDOS

    CAPTULO XVIII: DIOS NOS ESCOGI PARA QUE FUERAMOS SANTOS EINMACULADOSCAPTULO XIX: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN OBRA DE DIOSCAPTULO XX: DIOS DISPONE Y CONVIERTE LAS VOLUNTADES HUMANASPARA EL REINO DE LOS CIELOS Y LA VIDA ETERNACAPTULO XXI: CONCLUSIN

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    CAPTULO 1RESPONDE AGUSTN A LAS CARTASDE PRSPERO E HILARIO

    1.Yo s que el Apstol dijo en su Epstola a los Filipenses: A m no me es molesto elescribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. [1] No obstante, escribiendo sobre elmismo asunto a los Glatas, juzgando haberlos instruido ya suficientemente y cuanto lepareca necesario, por el ministerio de su palabra, les dice: De aqu en adelante nadie mecause molestias; [2] o como se lee en otros cdices: Nadie me sea importuno.Pero yo, aunque confieso que me desagrada el que no se crea lo que se asegura en tantos ytan patentes lugares de las divinas letras acerca de la gracia de Diosla cual no es gracia sse nos da conforme a nuestros mritos, sin embargo, no acierto a encarecer cunto estimovuestra solicitud, carsimos hijos Prspero e Hilario, y esa vuestra caridad fraterna, por lacual con tanto celo deseis que no sigan en su error los que de aquella manera piensan que,

    despus de los numerosos libros y epstolas mas en que he tratado acerca de esta cuestin,an me peds que escriba ms acerca de ella; y siendo tanto lo que por todo esto os estimo,no osar afirmar que os estimo cuanto debo. Por eso he tomado la resolucin de escribirosnuevamente, para exponer, no porque lo necesitis vosotros, sino por mediacin vuestra, loque ya crea haber expuesto suficientemente.

    2.Habiendo, pues, considerado con la debida reflexin vuestras cartas, me parece entenderque estos hermanos con quienes ejercitis tan piadosa solicitud deben ser tratados del modoque trat el Apstol a aquellos a quienes dijo: Si otra cosa sents, esto tambin os lorevelar Dios, [3] a fin de que no acepten como mxima aquel apotegma potico que dice:Confe cada uno en s mismo, y no incurran por l en el anatema que se dijo no potica,

    sino profticamente: Maldito sea el hombre que confa en otro hombre. [4] Porque,ciertamente, an estn stos a ciegas acerca del misterio de la predestinacin de los santos.Pero si es verdad que piensan de otro modo acerca de ella, Dios se lo dar a conocermientras caminan por el conocimiento de la fe, a que ya han llegado. Por eso, despus dedecir el Apstol: Si otra cosa sents, esto tambin os lo revelar Dios. Pero en aquello a quehemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.Porque ya esos hermanos nuestros, hacia quienes se muestra tan solcita vuestra piadosacaridad, han llegado a creer, con la Iglesia de Cristo, que todo el gnero humano nacesujeto a la culpa del primer Adn, de la que nadie puede libertarse si no es por la justicia delsegundo Adn. Y tambin creen y confiesan que las voluntades humanas son prevenidaspor la gracia divina, concediendo que nadie por su propio esfuerzo se basta para comenzar

    o consumar ninguna obra buena. Permaneciendo, por tanto, firmes en la creencia de estasverdades que han llegado a confesar, estn ya muy distantes del error de los pelagianos. Yas, si caminaren en ellas e hicieren oracin a aquel que da el don del entendimiento,aunque acerca de la predestinacin piensen de otra suerte, Dios los iluminar tambinacerca de esta verdad. Pero no por eso dejemos nosotros de ejercitar tambin con ellos elafecto de nuestra caridad y el ministerio de nuestra enseanza, conforme nos lo concedaaquel a quien hemos pedido que nos inspire decirles en este escrito lo que para ellos fuerems til y conveniente. Pues quin podra saber que no quiere Dios realizar en ellos estebien por medio de nuestro ministerio, por el cual les servimos en la libre caridad de Cristo?***

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    CAPTULO IIEL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBINUN DON DE DIOS

    3.Demostraremos, pues, primeramente, que la fe, por la que somos cristianos, es un don deDios; y lo probaremos, a ser posible, con mayor brevedad de la que hemos empleado entantos otros y tan abultados volmenes. Pero, ante todo, juzgo que debo responder a todosaquellos que afirman que los testimonios que he aducido acerca de este misterio solamentetienen valor para probar que la fe procede de nosotros y que nicamente el aumento de ellaes debido a Dios; como si no fuese El quien nos da la fe, sino que sta es aumentada por Elen nosotros en virtud de algn mrito que empez por nosotros. Mas si la fe, con queempezamos a creer, no se debe a la gracia de Dios, sino que ms bien esta gracia se nosaade para que creamos ms plena y perfectamente, por lo cual primero ofrecemos nosotrosa Dios el principio de nuestra fe, para que nos retribuya El luego lo que de ella nos falta o

    cualquiera otra gracia de las que por medio de la fe pedimos, tal doctrina no difiere en nadade la proposicin que el mismo Pelagio se vio obligado a retractar en el concilio dePalestina, conforme lo testifican sus mismas actas, cuando dijo que la gracia de Dios noses dada segn nuestros mritos.

    4.Mas por qu no hemos de escuchar nosotros contra esta doctrina aquellas palabras delApstol: O quin le dio a l primero, para que le fuese recompensado? Porque de l, y porl, y para l son todas las cosas. [1] Porque de quin, sino de El, puede proceder el mismoprincipio de la fe? Pues no se debe decir que de El proceden todas las dems cosas,exceptuada solamente sta; sino que de l, y por l, y para l son todas las cosas. Quindir que el que ya ha empezado a creer no tiene ningn mrito de parte de aquel en quien

    cree? De ah resultara que al que de esta manera previamente merece, todas las demsgracias se le aadiran como una retribucin divina, y, por lo tanto, la gracia de Dios nossera concedida segn nuestros mritos; mas para que tal proposicin no fuese condenada,la conden ya el mismo Pelagio.Quien quiera, pues, evitar el error de esta doctrina reprobable, entienda con toda verdad eldicho del Apstol: Porque a vosotros os es concedido a causa de cristo, no slo que creisen l, sino tambin que padezcis por l. [2] Ambas cosas son un don de Dios, pues tanto launa como la otra se asegura que nos son dadas. Porque no dice el Apstol a fin de quecreis en El ms plena y perfectamente, sino para que creis en El. Ni dice de s mismoque alcanz la misericordia para ser ms creyente, sino para ser creyente; porque saba quel no haba dado a Dios primero el principio de su fe y despus le haba retribuido Dios con

    el aumento de ella, sino que el mismo Dios que le hizo apstol le haba hecho antescreyente.Consignados estn tambin por escrito los comienzos de su vida de creyente, cuya historiaes famossima por su lectura en toda la Iglesia. Porque estando an l apartado de la fe, quepretenda destruir, siendo acrrimo enemigo de ella, de repente fue convertido a esta mismafe por una gracia poderossima; fue convertido por aquel que deba realizar tan estupendoprodigio, conforme a lo que haba dicho el profeta: No volvers a darnos vida para que tupueblo en ti se regocije?; [3] para que no slo el que no quera creer se hiciera creyente,querindolo l mismo, sino tambin para que el mismo perseguidor padeciera persecucinpor la defensa de aquella fe que antes l mismo persegua. Porque, ciertamente, le fue dadopor Cristo no solamente el creer en l, sino tambin el padecer por l.

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    5.Y as, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algn mrito anterior,sino que es ella la causa de todos los buenos mritos, dice: No que seamos competentes por

    nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competenciaviene de Dios. [4] Fijen aqu su atencin y ponderen debidamente estas palabras los quepiensan que procede de nosotros el principio de la fe, y de Dios solamente el aumento deella.Pues quin no ve que primero es pensar que creer? Nadie, en efecto, cree si antes nopiensa que se debe creer. Y aunque a veces el pensamiento precede de una manera taninstantnea y vertiginosa a la voluntad de creer, y sta le sigue tan rpidamente que pareceque ambas cosas son simultneas, no obstante, es preciso que todo lo que se cree se creadespus de haberlo pensado. Y eso aunque el mismo acto de fe no sea otra cosa que elpensar con el asentimiento de la voluntad. Porque no todo el que piensa cree, como quieraque muchos piensan y, sin embargo, no creen. Pero todo el que cree, piensa; piensa

    creyendo y cree pensando.Luego si nosotros, por lo que respecta a la religin y a la piedad de la cual habla elApstol, no somos capaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sino quenuestra suficiencia proviene de Dios, cierto es absolutamente que no somos tampococapaces de creer cosa alguna como de nosotros mismos, no siendo esto posible si no es pormedio del pensamiento; sino que nuestra competencia, aun para el comienzo de la fe,proviene de Dios. Por tanto, as como nadie se basta a s mismo para comenzar o consumarcualquiera obra buenalo cual admiten ya estos hermanos, como lo manifiestan vuestrosescritos, as resulta que nuestra capacidad, tanto en el principio como en elperfeccionamiento de toda obra buena, proviene de Dios; del mismo modo, nadie se basta as mismo para el comienzo y perfeccionamiento en la fe, sino que nuestra competencia

    proviene de Dios. Porque la fe, si lo que se cree no se piensa, es nula y porque no somoscapaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sino que nuestra suficienciaproviene de Dios.

    6.Se ha de evitar, pues, oh hermanos amados del Seor! , que el hombre se engra contraDios, afirmando que es capaz de obrar por s mismo lo que ha sido una promesa divina.Por Ventura no le fue prometida a Abrahn la fe de los Gentiles, lo cual crey lplenamente, dando gloria a Dios, que es poderoso para obrar todo lo que ha prometido? El,por tanto, que es poderoso para cumplir todo lo que promete, obra tambin la fe de losGentiles. Por consiguiente, si Dios es el autor de nuestra fe obrando en nuestros corazonespor modo maravilloso para que creamos, acaso se ha de temer que no sea bastante

    poderoso para obrar la fe totalmente, de suerte que el hombre se arrogue de su parte elcomienzo de la fe para merecer solamente el aumento de ella de parte de Dios?Tened muy en cuenta que si alguna cosa se obra en nosotros de tal manera que la gracia deDios nos sea dada por nuestros mritos, tal gracia ya no sera gracia. Pues en tal concepto,lo que se da no se da gratuitamente, sino que se retribuye como una cosa debida, ya que alque cree le es debido el que Dios le aumente la fe, y de este modo la fe aumentada no esms que un salario de la fe comenzada. No se advierte, cuando tal cosa se afirma, que esadonacin no se imputa a los que creen como una gracia, sino como una deuda.Mas si el hombre puede adquirir lo que no tena, de tal suerte que puede aumentar tambinlo que adquiri, no alcanzo a comprender por qu no se ha de atribuir al hombre todo elmrito de la fe sino porque no es posible tergiversar los evidentsimos testimonios divinos,

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    segn los cuales est patente que la fe, en la cual tiene su principio la piedad, es un don deDios; como lo declara el testimonio en que se dice que Dios ha repartido a cada cual lamedida de la fe. [5] Y aquel otro: Paz sea a los hermanos y amor con fe de Dios Padre y del

    Seor Jesucristo. [6] Y as otros semejantes. No queriendo, pues, por otra parte, oponerse atan evidentes testimonios y queriendo, por otra, adjudicarse a s propio el mrito de creer,trata el hombre de conciliarse con Dios atribuyndose a s mismo una parte de la fe ydejando la otra para Dios; pero tan insolentemente, que se adjudica a s mismo la primera,concediendo a Dios la segunda, y as en lo que afirma ser de ambos, se coloca a s mismoen primer lugar, y a Dios en segundo trmino.

    ***

    CAPTULO III

    CONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LA GRACIA

    7.No senta as aquel humilde y piadoso Doctorme refiero al muy bienaventurado SanCipriano cuando deca: En ninguna cosa debemos gloriamos, porque ninguna cosa esnuestra. Para demostracin de lo cual aleg el testimonio del Apstol, que dice: Qu tienesque no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo recibido? [1] Porcuyo testimonio singularmente yo mismo me persuad del error en que me encontraba,semejante al de estos hermanos, juzgando que la fe, por la cual creemos en Dios, no era undon divino, sino que proceda de nosotros, como una conquista nuestra mediante la cualalcanzbamos los dems dones divinos por los que vivimos sobria, recta y piadosamente eneste mundo.

    No consideraba que la fe fuera prevenida por la gracia, de suerte que por sta nos fueseotorgado todo lo que convenientemente pedimos, sino en cuanto que no podramos creer sinla predicacin previa de la verdad; mas en cuanto al asentimiento o creencia en ella, unavez anunciado el Evangelio, juzgaba yo que era obra nuestra y mrito que proceda denosotros. Este error mo est bastante manifiesto en algunos opsculos que escrib antes demi episcopado. Entre los cuales se halla el que citis vosotros en vuestras cartas, en la cualhice una exposicin de algunas sentencias de la Epstola a los Romanos.Pero habiendo revisado ltimamente todos mis escritos para retractarme de mis errores, yhaciendo esta retractacin, de cuya obra ya tena concluidos los dos volmenes, cuando yorecib vuestros escritos ms extensos, al censurar aquel opsculo en el primero de dichosvolmenes, he aqu el modo en que me expres: Y disputando tambin sobre lo que Dios

    podra elegir en el que an no haba nacido, al cual dijo que servira el mayor, y del mismomodo, qu podra reprobar en el mayor, cuando tampoco haba nacidoa los cuales hacereferencia, aunque escrito mucho ms tarde, este testimonio de un profeta: A Jacob am,mas a Esa aborrec [2], llegu en mis razonamientos hasta afirmar lo siguiente: Noeligi Dios, por tanto, las obras que El mismo haba de realizar en cada uno segn supresciencia, sino la fe, de modo que conociendo por su presciencia al que haba de creer, aste escogi, al cual donara su Santo Espritu para que por medio de las buenas obrasconsiguiese la vida eterna.An no haba yo inquirido con toda diligencia ni averiguado en qu consiste la eleccin dela gracia, de la cual dice el Apstol: As tambin aun en este tiempo ha quedado unremanente escogido por gracia. [3] La cual ciertamente no sera gracia si le precediera

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    algn mrito; pues lo que se da no como gracia, sino como deuda, ms bien que donacines retribucin de algn merecimiento. Por consiguiente, lo que dije a continuacin: Puesdice el mismo Apstol Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo, [4] siendo as

    que nunca se ha dicho: Dios cree todas las cosas en todos, y lo que despus aad:Luego lo que creemos es mrito nuestro, mas el obrar bien es de aquel que da el EsprituSanto a los que creen, de ninguna manera lo hubiera yo dicho si ya entonces hubierasabido que tambin la fe es uno de los dones de Dios que nos son dados por el EsprituSanto. Ambas cosas las realizamos nosotros por el consentimiento del libre albedro; yambas cosas, no obstante, nos son dadas tambin por el Espritu de fe y de caridad. Pues nosolamente la caridad, sino, como est escrito, amor con fe de Dios Padre y del SeorJesucristo. [5] Tambin lo que afirm poco ms adelante: que nuestro es el creer y elquerer, mas de Dios el dar a los que creen y quieren el poder obrar bien por el EsprituSanto, por quien la caridad ha sido derramada en nuestros corazones; esto ciertamente esverdadero; pero, segn la misma norma, ambas cosas provienen de Dios, porque El dispone

    la voluntad, y ambas cosas son nuestras, porque no se realizan sin nuestro consentimiento.Y as lo que tambin dije despus: Que ni el querer podemos, si no somos llamados; ycuando, despus de ser llamados, hubiremos dado nuestro consentimiento, aun entonces,no basta nuestro querer ni nuestro caminar si Dios no concede sus auxilios a los quecaminan, conducindolos a donde los llama; y lo que aad finalmente: Est manifiesto,por tanto, que no del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia,proviene el que podamos obrar bien; todo esto es absolutamente verdadero.Mas acerca de la vocacin o llamamiento, que es conforme al designio divino, disert conmucha brevedad. Porque no es tal el llamamiento que se hace de todos, sino solamente el delos elegidos. De aqu lo que afirm poco despus: As como en los que Dios elige no sonlas obras, sino la fe, el principio del mrito, para que por el don de Dios se pueda obrar el

    bien, as en los que condena, la incredulidad y la impiedad son el principio delmerecimiento del castigo, para que este mismo castigo sea causa de que ejecuten el mal.Mucha verdad dije en todo esto; pero que el mismo merecimiento de la fe fuese tambin undon de Dios, esto ni lo dije ni juzgu por entonces que deba investigarse.Tambin asegur en otro lugar: El hace obrar el bien a aquel de quien tiene misericordia yabandona en el mal a aquel a quien resiste. Pero tanto aquella misericordia se atribuye almrito precedente de la fe como este endurecimiento a la precedente iniquidad. Lo cual esindudablemente verdadero. Pero an deba investigarse si tambin el merecimiento de la feproviene de la misericordia de Dios, esto es, si esta misericordia se verifica en el hombreporque cree o cree por que se efecta antes en l esta misericordia. Pues leemos lo que nosdice el Apstol: He alcanzado misericordia del Seor para ser fiel; [6] no dice porque era

    fiel. Al que es fiel se concede, por tanto, esta misericordia, pero tambin se le concede paraque sea fiel. Y as, con toda exactitud afirm en otro lugar del mismo libro: Porque si noes por las obras, sino por la misericordia de Dios, como somos llamados a la fe y por la quese nos concede a los creyentes el obrar bien, tal misericordia no debe rehusarse a losmismos Gentiles, si bien es cierto que no apliqu all toda mi diligencia para estudiar cmose verifica ese llamamiento en conformidad con los designios de Dios.

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    CAPTULO IV

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    TODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOS

    8.Ya veis lo que en aquel tiempo pensaba acerca de la fe y de las buenas obras, aunque mi

    esfuerzo se diriga a recomendar la gracia de Dios. La misma doctrina veo que profesanahora esos hermanos nuestros, quienes, habindose interesado por la lectura de mis libros,no se han interesado tanto en sacar de ellos conmigo el fruto conveniente. Porque, si lohubiesen procurado, hubieran hallado resuelta esta cuestin, conforme a la verdad de lasdivinas Escrituras, en el primero de los dos libros que, en el comienzo de mi episcopado,dediqu a la feliz memoria de Simpliciano, obispo de Miln y sucesor de San Ambrosio. Ano ser que, por caso, no los hayan visto; si as es, procurad que lleguen a sus manos paraque los conozcan.Del primero de estos libros he hablado primeramente en el segundo de las Retractaciones,donde me expreso de la siguiente forma: De los libros que compuse siendo ya obispo, losdos primeros, que tratan acerca de diversas cuestiones, estn dedicados a Simpliciano,

    prelado de la Iglesia milanense, en cuya sede sucedi al muy bienaventurado SanAmbrosio. Dos de cuyas cuestiones, tomadas de la Epstola del apstol San Pablo a losRomanos, las coment en el primer libro. La primera de ellas trata sobre lo que escribi elApstol: Qu diremos, pues? La ley es pecado? En ninguna manera, hasta donde dice:Quin me libertar de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Seornuestro. [1] Sobre cuya cuestin estas palabras del Apstol: La ley es espiritual, mas yosoy carnal, [2] y las restantes, en que se declara la lucha de la carne contra el espritu, lasexpuse como si aun se tratara del hombre constituido bajo el yugo de la ley y no libertadopor la gracia. Pues fue mucho ms tarde cuando comprend que tales palabras pudierantambin referirsey con mayor probabilidadal hombre espiritual.La segunda cuestin de este primer libro comprende desde aquel pasaje donde dice: Y no

    slo esto, sino tambin cuando Rebeca concibi de uno, de Isaac nuestro padre, [3] hastadonde dice: Si el Seor de los ejrcitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodomahabramos venido a ser, y a Gomorra seramos semejantes. Para resolver esta cuestin seha trabajado, en efecto, por el triunfo del libre albedro de la voluntad humana; pero esindudable que venci la gracia de Dios. Y no poda llegarse a otra conclusin, entendiendobien lo que con toda verdad y evidencia afirma el Apstol: Porque quin te distingue? oqu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lohubieras recibido? [4] declarando lo cual, el mrtir Cipriano lo expres cabalmente coneste mismo ttulo, diciendo: En ninguna cosa debemos gloriamos, porque ninguna cosa esnuestra. Ved aqu por qu dije ms arriba que principalmente por este testimonio delApstol me haba convencido yo mismo acerca de esta materia, sobre la cual pensaba de

    manera tan distinta, inspirndome el Seor la solucin cuando, como he dicho, escriba alobispo Simpliciano. Porque este testimonio del Apstol, en que, para refrenar la soberbiadel hombre, se dice: qu tienes que no hayas recibido? no permite a ningn creyente decir:Yo tengo fe y no la he recibido de nadie. Pues con estas palabras del Apstol seratotalmente abatida la hinchazn de semejante respuesta. Ni tampoco le es lcito a nadiedecir: Aunque no tenga la fe perfecta o total, tengo, no obstante, el principio de ella, por elcual primeramente cre en Jesucristo Porque tambin aqu le ser respondido: o qutienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubierasrecibido?

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    CAPTULO V

    LA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOSSOBRE LOS MALOS

    9.Mas lo que esos hermanos piensan, esto es, que acerca de la fe inicial no puede decirse:qu tienes que no hayas recibido?, porque esta fe se conserva an en la misma naturaleza,que se nos dio sana y perfecta en el paraso, aunque ahora est viciada, no tiene valoralguno para lo que pretenden demostrar, si se considera la razn por la que habla elApstol. Porque trataba l de que nadie se gloriase en el hombre, pues haban surgidoalgunas reyertas entre los cristianos de Corinto, de suerte que algunos decan: Yo soy dePablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo [1]; de aqu que l interviniera yviniese a decir: Sino que lo necio del mundo escogi Dios, para avergonzar a los sabios; y

    lo dbil del mundo escogi Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lomenospreciado escogi Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie sejacte en su presencia. [2] Donde claramente aparece la intencin del Apstol contra lahumana soberbia, a fin de que nadie se glore en el hombre ni, por ende, en s mismo.Finalmente, despus de decir: a fin de que nadie se jacte en su presencia, para demostrar enlo que debe gloriarse el hombre, aadi a continuacin: Mas por l estis vosotros en CristoJess, el cual nos ha sido hecho por Dios sabidura, justificacin, santificacin y redencin.De aqu es que luego lleve su intento hasta decir con severa reprensin: Porque an soiscarnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, no sois carnales, yandis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yosoy de Apolos, no sois carnales? Qu, pues, es Pablo, y qu es Apolos? Servidores por

    medio de los cuales habis credo; y eso segn lo que a cada uno concedi el Seor. Yoplant, Apolos reg; pero el crecimiento lo ha dado Dios. As que ni el que planta es algo,ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. [3] Veis aqu cmo el Apstol no pretendeotra cosa sino que se humille el hombre y sea glorificado Dios solamente. Y cuando hablade lo que se planta y de lo que se riega, no dice que el que planta y el que riega sean algo,sino quien da el crecimiento, que es Dios, y hasta lo mismo que el uno planta y el otro riegano se lo atribuye a ellos, sino al Seor, diciendo: Yo plant, Apolos reg; pero elcrecimiento lo ha dado Dios.Por eso, insistiendo en el mismo propsito, lleg a decir: As que, ninguno se glore en loshombres. [4] Ya antes haba dicho: El que se glora, glorese en el Seor. [5] Despus decuyas palabras y de otras que con ellas se relacionan, a este mismo fin se dirige su

    intencin, diciendo: Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en m y enApolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendis a no pensar ms de lo que estescrito, no sea que por causa de uno, os envanezcis unos contra otros. Porque quin tedistingue? o qu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras comosi no lo hubieras recibido? [6]

    10.Ahora bien: sera del todo absurdoa lo que yo entiendosuponer que en esteclarsimo propsito del Apstol, por el que se combate la humana soberbia, a fin de quenadie se glore en el hombre, sino en el Seor, se insinan los dones divinos meramentenaturales, bien se entienda aquella naturaleza cabal y perfecta que fue dada al hombre en suprimitivo estado o bien cualquier otro vestigio de esta naturaleza viciada. Pues por ventura

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    otros no, debe distinguirse muy bien qu es lo que proviene de su misericordia y qu de sujusticia. He aqu que dice el Apstol: Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero losescogidos s lo han alcanzado, y los dems fueron endurecidos; como est escrito: Dios les

    dio espritu de estupor, ojos con que no vean y odos con que no oigan, hasta el da de hoy.David dice tambin: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y enretribucin; sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agbiales la espalda para. [1]He aqu patentes la misericordia y el juicio de Dios; la misericordia en la eleccin, quelogr alcanzar la justicia; el juicio, en cambio, en los que fueron endurecidos en su ceguera.Y no obstante, aquellos, porque quisieron, creyeron; stos, porque no quisieron, nocreyeron. La misericordia y la justicia se han verificado en las mismas voluntades. Estaeleccin es, pues, obra de la gracia, no ciertamente de los propios mritos. Ya antes elApstol haba dicho: As tambin en este tiempo ha quedado un remanente escogido porgracia. Y si por gracia ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. [2]Gratuitamente, por tanto, han conseguido la eleccin los que la han conseguido, no

    precediendo ningn mrito de ellos, de suerte que dieran antes alguna cosa por la que lesfuese retribuida; gratuitamente los hizo salvos. Los otros, en cambio, que se endurecieronen su ceguera lo que all mismo no se oculta, fueron reprobados en castigo de sucontumacia. Todas las sendas de Jehov son misericordia y verdad. [3] Pero inescrutablessus caminos. [4] Por tanto, inescrutables son tambin la misericordia, por la cualgratuitamente salva, y la verdad, por la que justamente condena.

    ***

    CAPTULO VII

    LA FE, FUNDAMENTODEL EDIFICIO ESPIRITUAL

    12.Pero por ventura nos argirn: El Apstol hace distincin entre la fe y las obras, puesafirma que la gracia no procede de las obras, pero no dice que no proceda de la fe. As esen verdad; pero el mismo Jesucristo asegura que la fe es tambin obra de Dios, y nos laexige para obrar meritoriamente. Le dijeron, pues, los Judos: Entonces le dijeron: Qudebemos hacer para poner en prctica las obras de Dios? Respondi Jess y les dijo: Estaes la obra de Dios, que creis en el que l ha enviado. [1] De esta manera distingue elapstol la fe de las obras, as como se distinguen los dos reinos de los Hebreos, el de Jud yel de Israel, a pesar de que Jud es Israel. Del mismo modo, por la fe asegura que se

    justifica el hombre y no por las obras, porque aqulla es la que se nos da primeramente, ypor medio de ella alcanzamos los dems dones, que son principalmente las buenas obras,por las cuales vivimos justamente. Porque dice tambin el apstol: Porque por gracia soissalvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; [2] esto es, y lo quedije: por medio de la fe, no es por vosotros, porque la fe es tambin un don de Dios. Nopor obras, para que nadie se glore.Porque suele decirse: Tal hombre mereci creer, porque era un varn justo aun antes deque creyere. Como puede decirse de Cornelio, cuyas limosnas fueron aceptadas y susoraciones odas antes de que creyera en Cristo; sin embargo, no sin alguna fe daba limosnay haca su oracin. Porque cmo poda invocar a aquel en quien no haba credo? Mas sihubiera podido salvarse sin la fe de Cristo, no le hubiera sido enviado como pedagogo, para

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    instruirle, el apstol Pedro, puesto que si Jehov no edificare la casa, en vano trabajan losque la edifican. [3]Y he aqu lo que se nos arguye a nosotros: La fedicenes obra nuestra, y de Dios todo

    lo dems que atae a las obras de la justicia, como si al edificio de la justicia noperteneciera la fe; como si al edificiodir mejorno perteneciera el fundamento. Mas si,ante todo y principalmente, el fundamento pertenece al edificio, en vano trabaja predicandoel que edifica la fe si el Seor no la edifica interiormente en el alma por medio de sumisericordia. Luego se debe concluir que cuantas obras realiz Cornelio antes de creer,cuando crey y despus de creer, todo ello se ha de atribuir a Dios, a fin de que nadie seglore.

    ***

    CAPTULO VIIILA ENSEANZA DEL PADREES OCULTSIMA

    13.Por eso el mismo Jesucristo, nico Maestro y Seor de todos, despus de haber dicho loque antes record: Esta es la obra de Dios, que creis en el que l ha enviado, aadi en elmismo discurso: Mas os he dicho que aunque me habis visto (obrar milagros), no creis.Todo lo que el padre me da,. [1] Qu quiere decir vendr a m sino creern en m? Mas elque esto se efecte es el Padre quien lo concede. Y as dice poco ms adelante: Nomurmuris entre vosotros. Ninguno puede venir a m, si el Padre que me envi no letrajere; y yo le resucitar en el da postrero. Escrito est en los profetas: Y sern todos

    enseados por Dios. As que todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. [2]Qu significa todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m sino que ningunohay que escuche al Padre y aprenda su doctrina que no venga a m? Porque si cualquieraque ha escuchado al Padre y aprendido su doctrina viene, luego el que no viene no haescuchado al Padre ni aprendido su doctrina. Porque si le hubiese escuchado y la hubieraaprendido, vendra. Pues ninguno le escuch y aprendi de El que no viniese, sino quecomo dice la misma Verdadtodo significa todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l,viene.Ciertamente est muy lejos de los sentidos corporales esta disciplina o escuela en que elPadre ensea y es escuchado para que se venga al Hijo. All est, adems, el mismo Hijo,puesto que es su Verbo, por quien de esta manera ensea; lo cual no hace por medio de los

    odos del cuerpo, sino del alma. Y est tambin all juntamente el Espritu del Padre y delHijo, pues este mismo Espritu no deja tampoco de ensear ni ensea separadamente.Porque sabemos que son inseparables las obras de la Trinidad. El es, en verdad, el EsprituSanto, de quien dice el Apstol: teniendo el mismo Espritu de fe. [3] Pero se atribuyeprincipalmente al Padre esta enseanza, porque de l es engendrado el Unignito y de lprocede el Espritu Santo; mas sera prolijo dilucidar esto aqu ms ampliamente, y creo,por otra parte, que habr llegado ya a vuestras manos mi obra en quince libros acerca de laSantsima Trinidad.Muy lejos estrepitode los sentidos corporales esta escuela, en la que Dios ensea y esescuchado. Nosotros vemos que muchos vienen al Hijo, puesto que vemos que muchoscreen en Jesucristo, pero no vemos cmo ni dnde hayan escuchado al Padre y aprendido

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    de l. Esta es, ciertamente, una gracia secretsima; pero que tal gracia existe, quin lopodr poner en duda? Esta gracia, en efecto, que ocultamente es infundida por la divinaliberalidad en los corazones humanos no hay corazn, por duro que sea, que la rechace.

    Pues en tanto es concedida en cuanto que destruye, ante todo, la pertinacia del corazn. Poreso, cuando el Padre ensea y es escuchado interiormente para que se venga al Hijo,destruye el corazn lapdeo y le convierte en compasivo y tierno, conforme lo prometi porla predicacin del profeta. [4] As es ciertamente cmo forma a los hijos de la promesa ylabra los vasos de misericordia, que prepar para gloria suya.

    14.Por qu, pues, no ensea a todos para que vengan a Jesucristo sino porque a los queensea, por su misericordia les ensea, y a los que no ensea, por su justicia no les ensea?As, pues, de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. [5] Perose compadece, prodigando beneficios, y endurece, como retribucin de los vicios, O si, porventura, estas palabras, como algunos han querido ms bien interpretar, se refiriesen

    solamente a aquel con quien habla el Apstol, dicindole: Pero me dirs, para que seentendiese que era l quien haba dicho: De manera que de quien quiere, tiene misericordia,y al que quiere endurecer, endurece, del mismo modo que lo que sigue, a saber: Por qu,pues, inculpa? Porque quin ha resistido a su voluntad?, acaso a esto respondi elApstol: OH hombre! , falso es lo que has dicho? No, sino que respondi: Mas antes, ohhombre, quin eres t, para que alterques con Dios? Dir el vaso de barro al que loform: Por qu me has hecho as? O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, parahacer de la misma masa un vaso de honra y otro para deshonra? [6] , con lo dems quesigue y que vosotros conocis perfectamente.No obstante, el Padre ensea en cierto modo a todos para que vengan a su Hijo. Pues noest escrito vanamente en los profetas: Y todos sern enseados por Dios. [7] Y despus de

    haber aducido este testimonio, se aade seguidamente: As que, todo aquel que oy alPadre, y aprendi de l, viene a m. [8] Porque as como de un maestro que ensea solo enuna ciudad decimos con entera verdad: Este es el que ensea aqu a todos, no porquetodos vengan a aprender con l, sino porque ninguno de los que all aprenden aprende si noes de l, del mismo modo, con toda razn decimos que Dios ensea a todos que vengan aJesucristo no porque todos vengan, sino porque nadie puede venir de otra manera.Mas en cuanto al porqu no ensea Dios a todos, nos declar ya el Apstol lo que lepareci suficiente: porque queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soport conmucha paciencia los vasos de ira preparados para destruccin, y para hacer notorias lasriquezas de su gloria, las mostr para con los vasos de misericordia que l prepar deantemano para gloria. [9] Por eso, la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero

    a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. [10] Y estos solos son todos a losque Dios ensea para que vengan a Cristo, estos solos los que quiere que se hagan salvos yque vengan al conocimiento de la verdad. Pues si hubiera querido ensear tambin, paraque viniesen a Cristo, a todos aquellos otros que tienen por insensatez la predicacin de lacruz, sin duda alguna que ellos tambin vendran. Porque no puede engaarse ni engaar elque dice: todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. Ni pensar, porconsiguiente, que deje de venir alguno que haya escuchado al Padre y aprendido sudoctrina.

    15.Y por qupreguntanno ensea a todos? Si decimos que aquellos a quienes noensea no quieren aprender, se nos replicar: Cmo se cumple entonces lo que se dice en

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    el Salmo: No volvers a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije? O si es que Diosno da el querer a los que no quieren, con qu fin, segn el precepto del mismo Seor, orala Iglesia por sus perseguidores? Pues as tambin le plugo a San Cipriano interpretar lo que

    decimos en el padrenuestro: Hgase tu voluntad, como en el cielo, as tambin en la tierra;[11] es decir, as como se cumple tu voluntad en aquellos que ya han credo, y que soncomo el cielo, as tambin se haga en aquellos que no creen, por lo cual son todava tierra.Pues por qu pedimos por los que no quieren creer sino para que Dios obre en ellos elquerer?Acerca de los Judos, dice claramente el Apstol: Hermanos, ciertamente el anhelo de micorazn, y mi oracin a Dios por Israel, es para salvacin. [12] Qu es lo que pide por losque no creen sino que crean? Pues no de otro modo pueden conseguir la salvacin. Portanto, si la fe de los que oran es la que dispone para la gracia de Dios, cmo la fe deaquellos por quienes se pide que crean podra prevenir a dicha gracia? Cuando lo que sepide por ellos es precisamente esto: que les sea concedida la fe que no tienen.

    Por eso, cuando se predica el Evangelio, unos creen y otros no creen; porque los que creen,cuando suenan exteriormente las palabras del predicador, escuchan interiormente la voz delPadre y aprenden de l; mas los que no creen, aunque oyen exteriormente, no escuchan niaprenden interiormente; es decir , a unos se les concede el creer y a los otros no se lesconcede. Ningunodicepuede venir a m si el Padre, que me envi, no le trajere. [13] Locual ms claramente se dice despus. Porque hablando un poco ms adelante de dar acomer su carne y a beber su sangre, y como algunos de sus discpulos dijesen: Dura es estapalabra; quin la puede oir? Sabiendo Jess en s mismo que sus discpulos murmurabande esto, les dijo: Esto os ofende? [14] Y poco despus aade: Las palabras que yo os hehablado son espritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesssabaagrega a continuacin el evangelistadesde el principio quienes eran los que no

    crean, y quien le haba de entregar. Y dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir am, si no le fuere dado del Padre. Luego ser atrado por el Padre, escucharle y aprender del para venir a Cristo no es otra cosa que recibir del Padre el don de la fe para creer enCristo. Y as, el que dijo: Ninguno puede venir a m, si el Padre que me envi no le trajere,no distingui a los que escuchaban de los que no escuchaban, sino a los que crean de losque no crean.

    16.Por consiguiente, tanto la fe inicial como la consumada o perfecta son un don de Dios. Yas, quien no quiera contradecir a los evidentsimos testimonios de las divinas letras, deninguna manera puede dudar que este don es concedido a unos y negado a otros. Mas porqu no se concede a todos, es cuestin que no debe inquietar a quien cree que por un solo

    hombre incurrieron todos en una condenacin indiscutiblemente justsima; de suerte queninguna acusacin contra Dios sera justa aun cuando ninguno fuera libertado. As constacun inmensa es la gracia de que sean libertados muchsimos; y qu es lo que a stos se lesdebera, ellos mismos lo pueden reconocer en los que no son libertados; a fin de que quiense glora, no se glore en sus propios mritos, viendo que stos de por s son iguales a los delos mismos condenados, sino que se glore en el Seor.Mas por qu salva a uno con preferencia a otro? Insondables son los juicios de Dios einescrutables sus caminos! Mejor nos ser escuchar y decir aqu la palabra del Apstol:Mas antes, oh hombre, quin eres t, para que alterques con Dios?, [15] que no lo quenosotros solemos asegurar como si supiramos lo que quiso que permaneciese oculto el queno pudo querer ninguna cosa injusta.

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    CAPTULO IXREIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDAEN OTRO TIEMPO

    17.Respecto a lo que me recordis que yo escrib en mi opsculo contra Porfirio, intituladoSobre el tiempo de la religin cristiana, lo dije precisamente con el propsito de omitir alluna ms diligente y trabajosa discusin acerca de la gracia, aunque sin dejar de indicar suverdadera significacin, porque no quera exponer en aquella obra lo que podra exponer enotras circunstancias o ser expuesto por otros escritores. Y as, respondiendo a esta cuestin,que se me haba propuesto: Por qu Jesucristo vino al mundo despus de pasados tantossiglos?, afirm entonces entre otras cosas: Por tanto, ya que no se objeta contra Cristo el

    que no todos los hombres sigan su doctrinapues ellos mismos comprenden que tampocose argira legtimamente de esta manera contra la sabidura de los filsofos ni contra larevelacin de sus dioses; mas qu podrn responderme, si, dejando a salvo laprofundidad de la sabidura y ciencia de Dios, en la que tal vez se oculta algn otrodesignio ms secreto, y sin perjuicio, no obstante, de otras causas, que pueden investigar lossabios, yo les dijere aqu solamente, en gracia a la brevedad en la presente cuestin, queJesucristo entonces quiso y se dign manifestarse a los hombres y predicarles su doctrinacuando saba y donde saba quines eran los que haban de creer en El? Pues en todosaquellos tiempos y lugares en que no fue predicado el Evangelio conoca por su prescienciaque, respecto a la predicacin de su doctrina, haban de ser los hombres como en los das desu presencia corporal en la tierra lo fueron, no ciertamente todos, pero s muchos, que no

    quisieron creer en El, a pesar de haberle visto resucitar los muertos, y como vemos tambinque son ahora muchos, quienes, a pesar de cumplirse con tanta evidencia las prediccionesde los profetas, no quieren creer an, prefiriendo con refinada malicia resistir a Dios antesque ceder a la divina autoridad, tan cerca y tan evidente, tan sublime y tan sublimementemanifestada cuanto el corto y dbil entendimiento humano debera con ms razn rendirsea la verdad divina. Qu tiene, pues, de extrao que Cristo. no quisiera manifestarse ni serpredicado en los primitivos tiempos del mundo, conociendo como conoca por supresciencia que todo el orbe de la tierra estaba habitado por tantos infieles, que ni por laspredicaciones ni por los milagros haban de creer en El? Ni tiene nada de increble quetodos los hombres fueran entonces tan incrdulos, cuando nosotros mismos nosasombramos de ver que lo han sido y lo siguen siendo igualmente desde la venida de Cristo

    hasta nuestros das.No obstante, desde el principio del gnero humano, unas veces de una manera ms oculta yotras ms clara, segn que fue divinamente previsto conforme a la conveniencia de lostiempos, nunca dej Dios de enviar sus profetas ni faltaron en el mundo quienes creyeranen El; as desde Abrahn hasta Moiss, y tanto en el pueblo israelita, que por singular ymisterioso designio de Dios fue un pueblo proftico, como entre los dems pueblosGentiles aun antes de que Jesucristo se manifestase al mundo en carne mortal. Y puesto queen los libros sagrados de los Hebreos se hace mencin de algunos, ya desde los tiempos deAbrahn, que no eran de su familia ni del pueblo de Israel o de alguna sociedad agregada alpueblo israeltico, los cuales, sin embargo, llegaron a participar de este misterio de la fe enCristo; siendo esto as, por qu no hemos de creer tambin que aqu y all, entre los dems

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    pueblos infieles, hubo asimismo otros creyentes, aunque no se hallen recordados enaquellos libros?As, pues, el poder salvfico de esta religin, por la cual solamente, siendo ella la nica

    verdadera, se promete verazmente la verdadera salud, no falt jams a nadie que fuesedigno de ser salvo; y si a alguno le falt, fue por no ser digno. Y desde la primera de lasgeneraciones humanas hasta la ltima ser perpetuamente predicada, a unos para surecompensa, a otros para su justa condenacin. Y por eso, aquellos a quienes de ningunamanera les ha sido predicada los previ Dios en su presciencia que no haban de creer; y aquienes, no habiendo de creer, les ha sido, sin embargo, predicada, para su ejemplo lo hasido; mas aquellos a quienes les es predicada porque habrn de creer son los que Diosdispone para el reino de los cielos y para la compaa de sus santos ngeles.

    18.Acaso juzgis que todo esto que he afirmado sobre la presciencia de Jesucristo, sinperjuicio de los ocultos designios de Dios ni de otras causas, lo he querido afirmar porque

    me pareciese suficiente para convencer a los incrdulos, que me haban propuesto estacuestin? Puede haber algo ms verdadero que la presciencia de Jesucristo sobre quineshabran de creer, cundo y en qu lugares?Pero si, despus de haberles sido predicado Jesucristo, habran de conseguir la fe por smismos o habran de recibirla como un don de Dios; es decir, si los que han de creersolamente son objeto de la presciencia divina o tambin de la divina predestinacin, esto nojuzgu necesario inquirirlo ni declararlo entonces. Por tanto, aquello que afirm: queentonces quiso Dios manifestarse a los hombres y que les fuese predicada su doctrinacuando saba y donde saba que haban de creer en El, podra tambin entenderse as:Entonces quiso Jesucristo manifestarse a los hombres y que les fuese predicada sudoctrina, cuando saba y donde saba quines haban sido los elegidos en El antes de la

    creacin del mundo.Pero como estas afirmaciones hubieran despertado la curiosidad del lector para investigardoctrinas que hoy por la censura del error pelagiano es preciso discutir con ms erudicin yms trabajo, me pareci que entonces era suficiente afirmar lo dicho con la mayorbrevedad, dejando a salvo, como ya indiqu, la alteza de la sabidura y de la ciencia deDios, y sin perjuicio de otras causas, acerca de las cuales juzgu que sera ms oportunodiscutir en otras circunstancias.

    ***

    CAPTULO XDIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACINY LA GRACIA

    19.Del mismo modo, cuando afirm que la virtud salvfica de esta religin no ha faltado anadie que fuese digno de ella y que no ha sido digno aquel a quien ha faltado, si se discuteo investiga el porqu cada uno es digno, no faltan quienes afirmen que por la voluntadhumana; mas nosotros sostenemos que por la gracia o predestinacin divina. Ahora bien:entre la gracia y la predestinacin existe nicamente esta diferencia: que la predestinacines una preparacin para la gracia, y la gracia es ya la donacin efectiva de lapredestinacin.

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    Y as lo que dice el Apstol: No por obras, para que nadie se glore. Porque somos hechurasuya, creados en Cristo Jess para buenas obras, [1] significa la gracia; mas lo que sigue:las cuales Dios prepar de antemano para que anduvisemos en ellas, significa la

    predestinacin, la cual no puede darse sin la presciencia por ms que la presciencia s quepuede existir sin la predestinacin.Por la predestinacin tuvo Dios presciencia de las cosas que l haba de hacer, por lo cualfue dicho: El hizo lo que deba ser hecho. [2] Mas la presciencia puede ser tambin acercade aquellas cosas que Dios no hace, como es el pecado, de cualquier especie que sea; yaunque hay algunos pecados que son castigo de otros pecados, por lo cual fue dicho: Dioslos entreg a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, [3] en esto no haypecado de parte de Dios, sino justo juicio. Por tanto, la predestinacin divina, que consisteen obrar el bien, es, como he dicho, una preparacin para la gracia; mas la gracia es efectode la misma predestinacin. Por eso, cuando prometi Dios a Abrahn la fe de muchospueblos en su descendencia, diciendo: Te he puesto por padre de muchas gentes, [4] por lo

    cual dice el Apstol: Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesasea firme para toda su descendencia, [5] no le prometi esto en, virtud de nuestra voluntad,sino en virtud de su predestinacin.Prometi, pues, no lo que los hombres, sino lo que l mismo haba de realizar. Porque silos hombres practican obras buenas en lo que se refiere al culto divino, de Dios proviene elque ellos cumplan lo que les ha mandado, y no de ellos el que l cumpla lo que haprometido; de otra suerte, provendra de la capacidad humana, y no del poder divino, el quese cumpliesen las divinas promesas, y as lo que fue prometido por Dios sera retribuidopor los hombres a Abrahn. Pero no fue as como crey Abrahn, sino que se fortaleci enfe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era tambin poderoso para hacertodo lo que haba prometido. No dice el apstol predecir ni dice prever, porque

    tambin es poderoso para predecir y prever las acciones de las dems cosas, sino que diceque era tambin poderoso para hacer, y, por consiguiente, no las obras extraas, sino laspropias.

    20.Ahora bien: por ventura prometi Dios a Abrahn en su descendencia solamente lasobras buenas de los pueblos Gentiles, de modo que prometiese as lo que l hace, y no leprometi, en cambio, la fe, cual si sta fuera obra de los hombres, de suerte que paraprometer lo que l hace tuvo presciencia de la fe que deba ser obra del hombre? No esciertamente tal lo que dice el Apstol, sino que Dios prometi a Abrahn hijos queseguiran las huellas de su fe; esto lo afirma clarsimamente.Pero si slo prometi Dios las obras y no la fe de los Gentiles, como quiera que no pueden

    existir las buenas obras si no es por la feporque el justo por la fe vivir, [6] y todo lo queno proviene de fe, es pecado, [7] y sin fe es imposible agradar a Dios [8], resultar queel cumplimiento de lo que Dios ha prometido depende del poder del hombre. Pues si elhombre, sin la gracia de Dios, no hace lo que le pertenece segn su naturaleza, tampocopodr Dios hacer lo que corresponde a la gracia divina; es decir, que si el hombre no tienela fe de por s, no cumplir Dios lo que ha prometido, a fin de que las obras de la justiciasean dadas por Dios. Y, por consiguiente, el que Dios pueda cumplir sus promesas nodepender ya de Dios, sino del poder del hombre.Mas si la verdad y la piedad no son obstculo para la fe, debemos creer, como Abrahn, queDios es poderoso para cumplir lo que ha prometido. Porque prometi Dios a Abrahn hijos,que no podran serlo sin tener la fe; luego es Dios quien concede tambin la fe.

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    CAPTULO XIESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINAS

    21.Pero cuando el mismo Apstol dice: Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin deque la promesa sea firme, confieso que me causa indescriptible admiracin el que hayahombres que prefieran apoyar toda su confianza en su debilidad a fijarla en la inconmoviblefirmeza de la promesa divina. Mas yodir alguienno estoy seguro de la voluntad deDios acerca de m. Y eso, quin? Ni siquiera t mismo ests seguro de tu propiavoluntad, y no temes lo que est escrito: El que piensa estar firme, mire que no caiga? [1]Si, pues, ambas voluntades son inciertas, por qu no apoya el hombre en la ms fuerte, y

    no en la ms dbil, su fe, su esperanza y su caridad?

    22.Nos replicarn: Porque cuando se dice: Si creyeres, sers salvo [2], la una de estasdos cosas se nos exige y la otra se nos ofrece. La que se exige est en la potestad delhombre; la que se ofrece, en la de Dios. Mas por qu no ambas cosas en la de Dios, lo quese manda y lo que se ofrece? Pues cierto es que a Dios se le pide nos conceda lo quemanda. Los que ya creen piden que se aumente en ellos la fe, y por los que an no creen,pide que les sea concedida y as, tanto en su aumento como en su principio, la fe es un donde Dios. Por eso se dice: Si creyeres, sers salvo; como se dice tambin: Si por el Esprituhacis morir las obras de la carne, viviris. [3] Y tambin aqu una de estas dos cosas se nosexige y la otra se nos ofrece. Si por el Esprituafirma hacis morir las obras de la

    carne. Por tanto, el que con el Espritu hagamos morir las obras de la carne, se nos exige;mas el que tengamos vida, se nos ofrece.Por ventura podr satisfacer a nadie el decir que la muerte de las obras de la carne ennosotros no es un don de Dios, porque vemos que esto se nos exige en cambio del premioofrecido de la vida eterna, si lo cumpliremos? Lejos de nosotros el pensar que tal respuestapueda satisfacer a los que ya son partcipes y defensores de la gracia. Tal es el errorcondenable de los pelagianos, a quienes hace enmudecer por completo el Apstol cuandodice: Porque todos los que son guiados por el Espritu de Dios, stos son hijos de Dios, afin de que no creyramos que el hacer morir las obras de la carne era por el poder denuestro espritu y no por el de Dios. De cuyo divino Espritu habl tambin donde dice:Pero todas estas cosas las hace uno y le mismo Espritu, repartiendo a cada uno en

    particular como l quiere. [4] Por tanto, as como el hacer morir las obras de la carne,aunque sea un don de Dios, no obstante, se nos exige para alcanzar el premio prometido dela vida eterna, as tambin la fe es un don de Dios, aunque se nos exija igualmente paraconseguir la eterna salvacin cuando se dice: Si creyeres, sers salvo.Ambas cosas, por consiguiente, nos son preceptuadas y se prueba que son tambin dones deDios, para que se entienda que nosotros las obramos y Dios hace que las obremos, comonos lo dice clarsimamente por el profeta Ezequiel. Pues nada ms claro que aquel lugar enque se dice: Yo har que andis en mis estatutos, y guardis mis preceptos, y los pongispor obra. [5] Considerad con la debida atencin este pasaje de la Escritura, y advertiriscmo Dios promete hacer que se cumplan las cosas que l manda cumplir. Y, ciertamente,no pasa all en silencio la Escritura los mritos buenos, sino los malos; para demostrar por

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    medio de aquellos cmo Dios retribuye bienes por males, pues l mismo hace que elhombre practique despus buenas obras, haciendo que se cumplan sus divinosmandamientos.

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    CAPTULO XIIQUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DELOS MERITOS FUTUROS

    23.Toda esta argumentacin, por la que venimos demostrando que la gracia de Dios,obtenida por medio de nuestro Seor Jesucristo, es verdadera gracia, es decir, que no se nosconcede conforme a nuestros mritos, aunque est evidentsimamente confirmada con

    mltiples testimonios de las divinas Escrituras; no obstante, tratndose de los adultos, queya gozan del uso del libre albedro, tropieza con algunas dificultades para ser admitida portodos aquellos que, si no es atribuyndose a s mismos alguna cosa como propia, la cualpuedan ofrecer a Dios primeramente para que les sea retribuida, se consideran coartados enel diligente y celoso ejercicio de los actos de piedad. Mas cuando se trata de los prvulos ydel nico Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess, carece totalmente de sentido laafirmacin de que los mritos preceden a la gracia divina; porque ni aquellos puedenaventajarse unos a otros por ninguna clase de mritos precedentes a la gracia delLibertador, ni este, siendo l tambin hombre, fue constituido Salvador de los hombres porningn mrito humano precedente.

    24.Porque quin tendr odos para tolerar el que se diga que los prvulos que muerenbautizados en la niez reciben el bautismo en virtud de la presciencia de sus mritosfuturos, y, por tanto, que los que mueren sin ser bautizados en aquella misma edad es por lapresciencia de los meritos futuros de sus malas obras, siendo as que no puede Diosrecompensar su vida buena ni castigar su vida mala, porque tanto una como otra son nulas?El Apstol ha fijado en este punto un lmite, el cuallo dir en los trminos msdiscretosno debe ser traspasado por la temeraria consideracin del hombre. Porque diceas: Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, paraque cada uno reciba segn lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o seamalo. [1]Lo que haya hechodice, y no aadi: de lo que habra de hacer.Mas de dnde hayan podido deducir estos hombres la interpretacin de que los mritos

    futuros, que jams han de realizarse, en los prvulos sean premiados o castigados, es cosaque ignoro. Y por qu se ha dicho que el hombre ser juzgado segn lo que hubiere hechoviviendo en el cuerpo, siendo as que muchas obras no se realizan por el cuerpo ni pormiembro alguno corporal, sino solamente por el alma, y son a veces de tantaresponsabilidad, que al solo pensamiento de ellas se debe justsimo castigo, como es, por nocitar otros ejemplos, lo que dice el necio en su corazn: No hay Dios? [2] Qu significa,pues, reciba segn lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sino segn lo quehubiere hecho durante el tiempo que hubiere vivido en el cuerpo, de suerte que por elcuerpo se entienda durante el tiempo del cuerpo? Porque despus de la muerte del cuerpo,nadie estar en el cuerpo si no es por la ltima resurreccin; no para adquirir ya mritoalguno, sino para recibir por los mritos buenos galardn, o por los malos, penas.

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    Mas durante este tiempo que media entre la sepultura del cuerpo y la resurreccin delmismo, las almas o son atormentadas o descansan en la otra vida, segn lo que hubierenmerecido durante su morada en el cuerpo. A este tiempo de la inhabitacin del alma en el

    cuerpo pertenece tambin lo que los pelagianos niegan, pero la Iglesia de Cristo afirma, es asaber: el pecado original; el cual remitido por la gracia o no remitido por justo juicio deDios, cuando mueren los nios, o bien por los mritos del bautismo, pasan del mal a gozarde los bienes eternos, o por los mritos del pecado original pasan de los males de esta vidaa los de la otra. Tal es la doctrina que la fe catlica ha llegado a conocer y lo que algunosherejes confiesan ya sin ninguna oposicin.Pero el que alguno haya de ser juzgado no segn los mritos que haya adquirido viviendoen el cuerpo, sino segn los mritos que habra de adquirir si en el cuerpo hubiera vividodurante una mayor longevidad, es cosa que me llena de admiracin y asombro, y no hallodnde hayan podido fundar tal opinin hombres que, como se indica en vuestras cartas, sonde un notable ingenio; de ninguna manera me atrevera a creerlo si no tuviera por mayor

    audacia el dudar de vuestra veracidad. Mas confo en el Seor que les habr de asistir consu ayuda, para que, corregidos, vean cuanto antes que los que llaman pecados futuros, sifuera verdad que Dios pudiese por su juicio castigarlos justamente en aquellos que no hanrecibido el bautismo, tambin lo sera que en los que han sido bautizados podran serremitidos por la gracia divina. Pues si alguno afirmare que Dios, como juez, slo puedecastigar los pecados futuros, no pudiendo, en cambio, perdonarlos como redentor, debepensar cun grave injuria infiere a Dios y a su gracia: como si Dios pudiera tenerpresciencia del pecado futuro y no tuviera poder para perdonarlo. Si esto es absurdo, muchoms lo ser el que Dios debiera socorrer con el bautismo, por el cual se borran los pecados,a los pecadores futuros que mueren en la niez, si stos hubieran vivido durante ms largotiempo.

    ***

    CAPTULO XIIIEL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIADE LOS MERITOS FUTUROS

    25.Por ventura replicarn que a los que hacen penitencia se les perdonan los pecados y, porconsiguiente, que los que mueren en la infancia sin el bautismo es porque Dios prev que,si hubieran vivido ms tiempo, no habran hecho penitencia; mas de los que mueren en

    aquella edad bautizados, Dios tiene previsin de que habran hecho penitencia si hubieranvivido ms tiempo. Si as discurren, deben advertir y considerar que en los nios quemueren sin el bautismo no se castigara de esa manera solamente el pecado original, sinotambin los pecados futuros que cada uno hubiera cometido si Dios le hubiera conservadola vida; y, del mismo modo, a los bautizados no se les borrara solamente el pecadooriginal, sino tambin los pecados futuros que hubieran cometido si Dios les hubieraconservado la vida. Pues ciertamente no podran pecar hasta una edad ms avanzada; peroen cuanto a unos, hay previsin de que habran hecho penitencia, y en cuanto a otros, deque no la habran hecho, y, por tanto, de que unos habran de salir de esta vida con elbautismo y otros sin el bautismo.

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    Si tal doctrina se atreviesen a sostener los pelagianos, no se esforzaran tanto, despus denegar el pecado original, en buscar para los nios no s qu lugar bienaventurado en la otravida fuera del reino de Dios, especialsimamente cuando son persuadidos de que no pueden

    poseer la vida eterna porque no han comido la carne ni bebido la sangre de Cristo y porque,en aquellos en quienes no existe pecado absolutamente ninguno, fuera falso o nulo elbautismo que se diera en remisin de los pecados. Pero dirn tal vez que el pecado originalno existe; que los que mueren en la infancia son bautizados o no son bautizados segn laprevisin que Dios tiene de sus mritos futuros si vivieran; que, segn estos mritosfuturos, reciben o no reciben los prvulos el cuerpo y sangre de Cristo, sin lo cual nopudieran tener la vida eterna; y, finalmente, que son bautizados con verdadera remisin delos pecados, aunque no hereden ninguno de Adn, porque se les perdonan aquellos de loscuales Dios prev que habran hecho penitencia.As es como resolvern y defendern muy fcilmente su causa, negando la existencia delpecado original, mientras propugnan que no se da la gracia de Dios sino conforme a

    nuestros mritos. Pero, como simplemente se comprende tambin, los mritos humanosfuturos que jams habrn de realizarse, sin ningn gnero de duda, son nulos; por eso, nilos pelagianos han podido ni mucho menos estos hermanos han debido afirmar talsentencia. Y as, me es imposible describir con cunto desagrado sufro que lo que vieronlos mismos pelagianos como falssimo y absurdsimo no lo hayan visto estos que, connosotros y con la autoridad de la Iglesia catlica, condenan el error de aquellos herejes.

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    CAPTULO XIV

    LOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURAY LA TRADICIN

    26. San Cipriano escribi un libro sobre La mortalidad, singularmente elogiado por todoso casi todos los amantes de las ciencias eclesisticas; en el cual asegura, en relacin connuestra causa, que la muerte no slo no es intil, sino que debe considerarse, por elcontrario, como beneficiosa para los fieles en la fe, porque los libra de los peligros de estavida y los coloca definitivamente en la seguridad de no pecar. Mas de qu les servira estaseguridad, si son tambin castigados los pecados futuros que no se han cometido? Pero elsanto prueba all con muy copiosa y excelente doctrina que en esta vida nunca faltan lospeligros de pecar y que slo stos no persistirn ms all de la muerte. Y es en este libro

    donde alega aquel testimonio de la Sabidura: Fue arrebatado para que la maldad nopervirtiera su inteligencia. [1] Texto que, aducido tambin por m, lo han rechazado estoshermanos nuestros, segn vosotros me habis dicho, por no estar tomado de un librocannico; como si, aun dejando aparte la autoridad de este libro, no fuera la cuestin queall trataba yo de demostrar suficientemente clara.Pues quin de entre los cristianos se atrevera a negar que el justo, cuando es arrebatadopor la muerte, encuentra en la otra vida su definitivo descanso? Qu hombre de sana fejuzgara lo contrario de quien as lo confesara? De igual modo, si se afirmase que el justo,abandonando la vida santa en que persever por largo tiempo y muriendo impamente,aunque no hubiera vivido en la impiedad, no digo ya por todo un ao, pero ni siquiera porun solo da; si se afirmase

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    Digoque este tal habra de incurrir por esto en las penas debidas a los rprobos y quede nada le servira su santidad pretrita, qu cristiano osara contradecir una verdad tanpatente? Y si, por lo mismo, se nos preguntase si este tal, de haber muerto cuando se

    hallaba en estado de gracia, habra encontrado su feliz descanso en la otra vida o incurridoen las penas de los rprobos, dudaramos acaso responder que habra encontrado su felizdescanso? Pues sta es toda la razn por la cual se ha dicho, sea quien fuere quien lo hayadicho: Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia. Pues esto seafirm atendiendo a los peligros de la vida presente y no a la presciencia de Dios, quientena previsto lo que haba de suceder y no lo que no haba de suceder; es decir, que Dioshaba de galardonar al justo con una muerte prematura, para sustraerle a la inseguridad delas tentaciones, no para que pecase el que no haba de permanecer en la tentacin.Acerca de esta vida, tambin se lee en el libro de Job: No est el hombre obligado atrabajar sobre la tierra? [2] Mas por qu se concede a algunos el ser libertados de lospeligros de esta vida cuando estn en estado de gracia, y, en cambio, otros justos son

    conservados en los mismos peligros durante una vida ms provecta hasta que llegan adecaer de su estado de santidad? Quin conoci el pensamiento del Seor? Y, no obstante,por esto mismo se deja entender tambin a los justos que, perseverando en la santidad desus buenas y piadosas costumbres hasta una madura senectud y hasta el ltimo da de suvida, no se deben gloriar en sus propios mritos, sino en el Seor; porque quien arrebat aljusto en su edad adolescente, para que la malicia no pervirtiese su inteligencia, es el mismoque en cualquier otra edad, por larga que sea, le defiende para que la malicia no trastorne suentendimiento. Mas por qu razn haya conservado Dios en esta vida al justo que al finhaba de sucumbir, y a quien habra podido sacar de ella antes de que sucumbiese, es cosaque pertenece a los justsimos e inescrutables juicios de Dios.

    27.Siendo todo esto verdad, no ha debido ser rechazado este pasaje del libro de laSabidura, que ha merecido leerse en la Iglesia catlica durante tantos aos con aprobacinde cuantos lo han ledo y ser escuchado con la veneracin que se debe a la autoridad divina,desde los obispos hasta los penitentes y los catecmenos, que eran considerados como losltimos entre los fieles laicos. Ciertamente, si, teniendo en cuenta los expositores de lasdivinas Escrituras que me han precedido, emprendiese yo ahora una defensa de estadoctrina, que con ms estudio y erudicin de lo que se acostumbra me veo obligado apropugnar en contra del nuevo error de los pelagianos, es decir, que la gracia de Dios nonos es dada conforme a nuestros mritos, sino que gratuitamente es dada a quien le esdadaporque no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia,y por justo juicio de Dios no es dada a quien no le es dadaporque no hay injusticia en

    Dios; si, valindomerepitode los expositores catlicos de las divinas Escrituras quehasta el presente me han precedido, tomase yo la defensa de esta doctrina, sin duda, estoshermanos a favor de quienes ahora escribo quedaran plenamente satisfechos, pues as melo habis indicado en vuestras cartas.Pero qu necesidad tenemos de analizar los escritos de aquellos autores que, antes de quenaciese esta hereja, no se vieron precisados a tratar de resolver esta difcil cuestin? Sinduda que lo hubieran hecho si se hubiesen visto precisados a responder a tales dificultades.De aqu que slo en algunos pasajes de sus escritos tocaron esta materia, indicando breve eincidentalmente lo que sentan acerca de la gracia divina, detenindose, en cambio, depropsito en defender aquellas cuestiones que entonces se debatan contra los enemigos dela Iglesia y en la exhortacin de aquellas virtudes por las que se tributa digno culto a Dios

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    vivo y verdadero para conseguir la verdadera y eterna felicidad. Por las frecuentesoraciones se manifestaba sencillamente el valor de la gracia divina, pues no pidieran a Diosel que se cumpliesen las cosas que El ha mandado si por El no fuese concedido el que se

    pudieran cumplir.

    28.Pero aun los que desean instruirse con la doctrina de los expositores sagrados debenanteponer a stos el mismo libro de la Sabidura, en el cual se lee: Fue arrebatado para quela maldad no pervirtiera su inteligencia; porque tambin los egregios expositoresinmediatos a los tiempos apostlicos le prefirieron y, alegando su testimonio, creyeronalegar un testimonio divino.Consta ciertamente cmo el muy bienaventurado San Cipriano, para ensalzar el beneficiode la muerte prematura, defendi en su disertacin que los que mueren, al salir de esta vida,en que se puede pecar, quedan libres de todo peligro de pecado. Y en el mismo libro diceentre otras cosas: Por qu no has de abrazar t el vivir con Cristo; el estar seguro de las

    promesas de Cristo; el ser llamado a la compaa de Cristo, y no te has de gozar en vertelibre de los lazos del demonio? Y en otro lugar dice: Los nios por la muerte quedanlibres de los peligros de la edad lasciva. Y en otro: Por qu no nos apresuramos ycorremos para poder contemplar nuestra patria y saludar a nuestros familiares? Unamultitud ingente de padres, hermanos e hijos queridos nos aguarda all; una innumerable yapretada muchedumbre nos espera, segura ya de su inmortalidad y aun solcita de nuestrasalvacin.Con estas y otras expresiones semejantes, que brillan con la esplendorossima luz de la fecatlica, nos demuestra aquel santo doctor que los peligros y tentaciones de pecar no debendejar de temerse hasta la hora de abandonar este cuerpo; nadie despus sufrir ya talespeligros y tentaciones. Y aunque l no lo atestiguase, podra acaso algn cristiano abrigar

    alguna duda acerca de esta verdad? Pues cmo a un hombre cado y que acabamseramente su vida en tal estado, incurriendo en las penas debidas a los que as mueren;comorepito-a este tal no le fuera sumamente beneficioso el que antes de sucumbirhubiese sido arrebatado por la muerte de este lugar de tentaciones?

    29.Y, por tanto, si no nos mueve la pasin de una disputa demasiado indiscreta, bien puededarse aqu por terminada esta cuestin acerca del que fue arrebatado para que la maldad nopervirtiera su inteligencia. Ni tampoco, por consiguiente, este libro de la Sabidura, que hamerecido leerse durante tantos aos en la Iglesia de Cristo y en el que se lee esta sentencia,debe sufrir un injurioso menosprecio, porque se opone a los que a s mismos se engaan,atribuyndose propios mritos, en contra de la gracia tan evidentemente manifiesta; la cual

    se descubre de una manera especial en los prvulos, quienes, muriendo bautizados unos yno bautizados otros, revelan con toda claridad la misericordia y el justo juicio de Dios: lamisericordia ciertamente gratuita y el justo juicio de Dios merecido.Porque si fueran los hombres juzgados por los mritos de su vida futura, que no han podidoadquirir desde el momento en que fueron sorprendidos por la muerte, sino que los hubieranadquirido si viviesen, de nada le aprovechara esto al que fue arrebatado para que la maldadno pervirtiera su inteligencia; ni de nada les aprovechara tampoco a aquellos que muerendespus de haber cado en la culpa aunque hubiesen muerto antes. Mas esto ningncristiano se atrevera a sostenerlo.Por todo lo cual, estos hermanos nuestros, que Juntamente con nosotros impugnan en prode la Iglesia catlica el pernicioso error de los pelagianos, no debieran favorecer tanto

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    como lo hacen esta opinin pelagiana, segn la cual piensan que la gracia nos es concedidaconforme a nuestros mritos; hasta tal punto, que intentanlo que de ningn modo les eslcitoanular el valor de la sentencia plenamente verdadera y ya desde antiguo admitida

    como cristiana: fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, y tratan, encambio, de establecer lo que juzgaramos no ya digno de ser credo, pero ni siquieraimaginado por nadie, es decir, que todo el que muere debe ser juzgado segn las obras quehubiera hecho si hubiera vivido ms largo tiempo.Queda, pues, as invenciblemente demostrada nuestra sentencia: que la gracia de Dios nonos es dada conforme a nuestros mritos, para que los doctos ingenios que contradicen estaverdad se vean en la precisin de confesar que aquellos errores deben ser rechazados portodos los odos y por todos los entendimientos.

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    CAPTULO XVJESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACIN

    30.El ms esclarecido ejemplar de la predestinacin y de la gracia es el mismo Salvador delmundo, mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess; porque para llegar a serlo, conqu mritos anteriores suyos, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana, queen l reside?Yo ruego que se me responda: Aquella naturaleza humana que en una unidad de personafue asumida por el Verbo, coeterno al Padre, cmo mereci llegar a ser Hijo unignito de

    Dios? Precedi algn mrito a esta unin? Qu obr, qu crey o qu exigi previamentepara llegar a tan inefable y soberana dignidad? No fue acaso por la virtud y asuncin delmismo Verbo como aquella humanidad, en cuanto empez a existir, empez a ser Hijonico de Dios? Por ventura no fue concebido el Hijo nico de Dios por aquella mujer quefue llena de gracia? No naci el Hijo nico de Dios por obra del Espritu Santo y de Maravirgen; no por concupiscencia de la carne, sino por gracia singular de Dios? Acaso se pudotemer que aquel hombre, por el uso de su libre albedro, llegara a pecar con el transcursodel tiempo? Acaso careca de libre voluntad o no era sta en l tanto mas libre cuanto msimposible era que estuviese sujeta al pecado? Todos estos dones y gracias singularmenteadmirables y otras muchas, si con verdad puede decirse que son suyas propias, las recibisingularmente en aquel hombre esta nuestra naturaleza humana sin que precediese mrito

    alguno de su parte.Responda aqu el hombre, si se atreve, a Dios y dgale: Por qu no soy yo tambin as?Y si llegare a or esta reprensin: Oh hombre, quin eres t, para que alterques con Dios?,[1] ni an as se cohba, sino exclame con mayor impudencia: Qu es esto que oigo?Que quin eres t?,oh hombre! Pues si soy lo que oigo, es decir, hombre, corno lo estambin aquel de quien ahora hablo, por que no he de ser yo lo mismo que l es? Por lagracia de Dios es l lo que es y tan perfecto. Mas por qu es tan diferente la gracia dondees igual la naturaleza? Pues ciertamente para Dios no hay aceptacin de personas. Quin,no digo ya si es cristiano, pero ni aun siendo demente, podra proferir tales insolencias?

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    31.Manifistese ya, pues, a nosotros en el que es nuestro cabeza la misma fuente de lagracia, la cual se derrame por todos sus miembros segn la medida de cada uno. Tal es lagracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer;

    la misma por la cual el hombre unido al Verbo, desde el primer momento de su existencia,fue hecho Jesucristo; del mismo Espritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora elhombre renacido; por el mismo Espritu Santo, por quien se verific que la naturalezahumana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora laremisin de los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizara todas estascosas. Porque en esto consiste la predestinacin de los santos, que tan soberanamenteresplandece en el Santo de los santos. Quin podra negarla de cuantos entiendenrectamente los orculos de la verdad? Pues el mismo Seor de la gloria, en cuanto que elHijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue tambin predestinado. As lo proclama elDoctor de los Gentiles en el comienzo de sus Epstolas: Pablo, siervo de Jesucristo, llamadoa ser apstol, aparatado para el evangelio de Dios, que l haba prometido antes por sus

    profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Seor Jesucristo, que era dellinaje de Israel segn la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, segn el Espritude santidad, por la resurreccin de entre los muertos. [2] Fue, por tanto, predestinado Jesspara que el que deba ser hijo de David segn la carne fuese, no obstante, al mismo tiempoHijo de Dios poderoso segn el Espritu de santidad, porque naci del Espritu Santo y deMara virgen.Tal fue aquella singular elevacin del hombre, realizada de manera inefable por el Verbodivino para que Jesucristo fuese llamado a la vez verdadera y propiamente Hijo de Dios eHijo del hombre; Hijo del hombre, porque fue asumido el hombre, e Hijo de Dios, porqueel Verbo unignito le asumi en s, pues de otro modo no se creera en la Trinidad, sino enuna cuaternidad de personas. As fue predestinada aquella humana naturaleza a tan

    grandiosa, excelsa y sublime dignidad, que no fuera posible una mayor elevacin de ella, deigual manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse ms por nosotros quetomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, ascomo ha sido predestinado aquel hombre singular para que l fuese nuestro cabeza, astambin hemos sido predestinados otros muchos para que fusemos sus miembros.Enmudezcan, pues, aqu los mritos que ya perecieron en Adn y reine por siempre estagracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo Seor nuestro, nico Hijo de Dios ynico Seor. Y quien encontrare en Jesucristo, nuestro cabeza, los mritos que precedierona su singular generacin, que investigue en nosotros, sus miembros, los mritos precedentesa tan multiplicada regeneracin. Pues no le fue retribuida a Jesucristo la generacin, sinodonada, para que, libre de todo vnculo de pecado, naciese del Espritu Santo y de la

    Virgen. As tambin el que pudiramos nosotros renacer del agua y del Espritu Santo, nonos fue retribuido por mrito alguno, sino gratuitamente concedido; y si fue la fe la que nosacerc al lavamiento de la regeneracin, [3] no por eso hemos de juzgar que antes diramosnosotros a Dios alguna cosa para que se nos retribuyese por ella aquella regeneracinsaludable, pues el mismo que le constituy Jesucristo para que creyramos en l es quiennos da la gracia de creer en l; y el mismo que hizo iniciador y conservador de la fe aJesucristo es quien obra en nosotros el principio de la fe y el perfeccionamiento de ella enJesucristo, pues de aquel modo es llamado, como sabis, en la Epstola a los Hebreos.

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    CAPTULO XVI

    DOBLE VOCACIN DIVINA

    32.Para constituirles miembros de su predestinado Hijo unignito llama Dios a otrosmuchos predestinados hijos suyos, no con aquella vocacin con que fueron llamados losque no quisieron asistir a las bodasvocacin con que fueron tambin llamados los Judos,para quienes Jesucristo crucificado fue un escndalo, y los Gentiles, para quienes fue unainsensatez, sino con aquella otra vocacin que distingui muy bien el Apstol cuandodijo que l predicaba, tanto a Judos como a Griegos, a Jesucristo, poder y sabidura deDios. Pues a fin de distinguirlos de los no llamados, dice que predicaba para los llamados,[1] teniendo en cuenta que hay una vocacin segura para aquellos que han sido llamadossegn el designio de Dios, a los cuales Dios conoci en su presciencia para que se hiciesen

    conforme a la imagen de su Hijo. Significando esta vocacin, dice tambin: No por lasobras sino por el que llama, se le dijo: El mayor servir al menor. [2] Dijo acaso: No porlas obras, sino por el que cree? Totalmente neg tambin este mrito al hombre paraatriburselo todo a Dios. Pues lo que dijo fue: sino por el que llama, no con una vocacincualquiera, sino con aquella que da la fe al que cree.

    33.Y a esta misma vocacin se refera tambin cuando dijo que irrevocables son los dones yel llamamiento de Dios. [3] Considerad por un momento lo que all se trataba. Porquehabiendo dicho antes: No quiero, hermanos, que ignoris este misterio, para que no seisarrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento enparte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel ser salvo,

    como est escrito: Vendr de Sion el Libertado, que apartar de Jacob la impiedad. Y esteser mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. A lo cual aadi seguidamente estaspalabras, dignas de meditarse con toda atencin: As que en cuanto al evangelio, sonenemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la eleccin, son amados por causa de lospadres.Qu significa: En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, sino que suodio, por el que fue crucificado Jesucristo, ha sido provechoso al Evangelio, como a todosnosotros est patente? Lo cual demuestra que esto sucede as por una disposicin de Dios,que hasta del mismo mal supo sacar el bien: no que a l le sirvan de algn provecho los queson vasos de ira, sino que, sirvindose l bien de ellos, vienen a ser provechosos para losque son vasos de misericordia. Qu cosa, pues, pudo decirse ms claramente que el

    haberse dicho: En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros?Est, por tanto, en la potestad de los malos el pecar; mas el que, cuando pecan, su maliciaobtenga tal o cual fin, no est en su potestad, sino en la de Dios, que divide las tinieblas ylas ordena segn sus fines para que en lo mismo que ellas obran contra la voluntad de Diosno se cumpla sino la voluntad de Dios.En los Hechos de los Apstoles leemos que, puestos stos en libertad por los Judos, sereunieron con los suyos, y, habindoles contado cuanto les haban dicho los sacerdotes y losancianos, todos a una voz clamaron al Seor diciendo: Por qu se amotinan las gentes, ylos pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los prncipes sejuntaron en uno contra el Seor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron enesta ciudad contra tu santo Hijo Jess, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los

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    gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo haba antesdeterminado que sucediera. [4] He aqu cabalmente lo que haba sido dicho: En cuanto alevangelio, son enemigos por causa de vosotros. Tanto fue, por consiguiente, lo que la mano

    de Dios y su consejo haban predestinado que realizasen los judos, cuanto fue necesario alEvangelio en atencin a nosotros.Pero qu significa lo que sigue: Pero en cuanto a la eleccin, son amados por causa de lospadres? Por ventura aquellos enemigos que perecieron en sus odios y los adversarios deCristo, que an siguen pereciendo de entre los de aquella nacin, son los mismos elegidos yamados de Dios? No tal; quin, por muy demente que fuera, afirmara cosa semejante?Pero ambas cosas, aunque contrarias entre s, es decir, el ser enemigos y el ser amados deDios, aunque no puedan conciliarse a un mismo tiempo en los mismos hombres, convienen,sin embargo, al mismo pueblo Judo y a la misma raza carnal de Israel; en unos para superdicin y en otros para la bendicin del mismo Israel.Por tanto, cuando oigamos decir que Israel no logr lo que buscaba o que los dems

    fueron endurecidos en su ceguera, se han de entender los enemigos acerca de nuestrobien; mas cuando omos: Pero los elegidos lo lograron, deben entenderse los amadosen atencin a sus padres, a quienes ciertamente se hicieron estas promesas: A Abrahamfueron hechas las promesas, y a su simiente. [5] As es como en este olivo se injerta el olivosilvestre de los pueblos Gentiles. Mas la eleccin a que aqu se refiere debe verificarse, enefecto, segn la gracia y no segn deuda; porque as tambin an en este tiempo haquedado un remanente escogido por gracia. [6] Tal fue la eleccin eficazmente conseguida,quedando los dems endurecidos en su ceguera. Segn esta eleccin, fueron elegidos losIsraelitas en atencin a sus padres. Porque no fueron los llamados con aquella vocacinacerca de la cual se dijo: Muchos son llamados, [7] sino con aquella otra con que sonllamados los escogidos.

    Por eso tambin aqu, despus de decir: Pero en cuanto a la eleccin, son amados por causade los padres, aadi seguidamente: porque irrevocables son los dones y el llamamiento deDios; [8] es decir, fijados establemente sin mutacin alguna. Todos los que pertenecen aesta vocacin son enseados por Dios, y ninguno de ellos puede decir: Yo cre para serllamado, pues ciertamente le previno la misericordia de Dios, siendo llamado de maneraque llegase a creer. Porque todos los que son enseados por Dios, vienen al Hijo, quienclarsimamente dice: Todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. [9]Ninguno de stos perece, porque de cuantos le ha dado el Padre no dejar perder a ninguno.Ninguno, por tanto, si viniere del Padre, perecer de ninguna manera; mas si llegare aperecer, no vendra ciertamente del Padre. Por esta razn fue dicho: salieron de nosotros,pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habran permanecido con

    nosotros. [10]

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    CAPTULO XVIILA VOCACIN PROPIA DE LOS ELEGIDOS

    34.Procuremos entender bien esta vocacin, con que son llamados los elegidos; no que seanelegidos porque antes creyeron, sino que son elegidos para que lleguen a creer. El mismo

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    Jesucristo nos declara esta vocacin cuando dice: No me elegisteis vosotros a m, sino queyo os eleg a vosotros. [1] Porque si hubieran sido elegidos por haber credo ellos antes,entonces le hubieran elegido ellos a l primeramente al creer en l, para merecer que l les

    eligiese despus a ellos. Lo cual reprueba absolutamente el que dice: No me elegisteisvosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros.Sin duda que ellos le eligieron tambin a l cuando en l creyeron. Pues si dice: No meelegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros, no lo dice por otra razn sinoporque no lo eligieron ellos a l para que El les eligiese a ellos, sino que l les eligi aellos para que ellos le eligiesen a l; porque les previno con su misericordia segn su graciay no segn deuda. Les sac, s, del mundo cuando an viva El en el mundo, pero ya leshaba elegido en s mismo antes de la creacin del mundo. Tal es la inconmutable verdad dela predestinacin y de la gracia. Acaso no es esto lo que dice elApstol: Segn nos escogi en l antes de la fundacin del mundo? [2] Porque siverdaderamente se ha dicho que Dios conoci en su presciencia a los que haban de creer,

    no porque l habra de hacer que creyesen, en tal caso contra esta prescienca hablara elmismo Jesucristo cuando dice: No me elegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg avosotros, pues resultara ms bien cierto que Dios conoci en su presciencia que elloshaban de elegirle a l para merecer que l les eligiese a ellos.As, pues, han sido elegidos desde antes de la creacin del mundo con aquellapredestinacin por la cual Dios conoce en su presciencia todas sus obras futuras y sonsacados del mundo con aquella vocacin por la cual cumple Dios todo lo que l mismo hapredestinado. Pues a los que predestin, a sos los llam; los llam, s, con aquellavocacin que es conforme a su designio. No llam, por tanto, a los dems; sino a los quepredestin, a sos los llam; y no a los dems, sino a los que llam, a sos los justific; yno a los dems, sino a los que predestin, llam y justific, a sos los glorific con la

    posesin de aquel fin que no tendr fin.Es Dios, por tanto, quien eligi a los creyentes, esto es, para que lo fuesen, no porque ya loeran. Y as dice el apstol Santiago:No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, paraque sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? [3] Envirtud de su eleccin, por tanto, hace ricos en la fe lo mismo que herederos del reino. Contoda verdad se dice, pues, que Dios elige en los que creen aquello para lo cual los eligi deantemano, realizndolo en ellos mismos. Por eso, yo exhorto a todos a escuchar la palabradel Seor cuando dice: No me elegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros.Quin oyndola se atrever a decir que los hombres creen para ser elegidos, siendo as quems bien son elegidos pata que lleguen a creer?; no sea que, contra la sentencia de la mismaVerdad, se diga que han elegido primeramente a Cristo aquellos a quienes dice el mismo

    Cristo: No me elegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros.

    ***

    CAPTULO XVIIIDIOS NOS ESCOGIO PARA QUE FUERAMOSSANTOS E INMACULADOS

    35.Escuchemos la palabra del Apstol cuando dice: Bendito sea el Dios