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Agaete mi pasión: Agaete 1932, el Alcalde que opinaba que el exceso de mujeres (3), "servía para amarrar tomateros
Agaete 1932.
La historia está toda escrita o en el recuerdo de los que la
vivieron. De vez en cuando hay que rescatarla del olvido y eso es lo
que hago en esta entrada, reviviendo el Agaete de finales del año
1932, casi dos años después de instaurada la II República, a través
de las crónicas de los viajeros de la época y otros documentos.
En 1932, el aspecto de la villa es antiguo y un tanto ajado,
calles estrechas, la mayoría empedradas a la usanza de otros
tiempos; con piedras de las playas. Ya existen algunas asfaltadas o
"enchinadas" como se decía antiguamente.
El alcalde constitucional,
Don José Armas Galván,
se encuentra cesado
desde el mes de junio;
por un incidente relativo
a un mitin político
(Historia del movimiento
obrero SOVA). Hace de
alcalde accidental Don
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Antonio Bermúdez Martín, un hombre sencillo y campechano. Para
él, la alcaldía es un "estorbo", un compromiso y así se lo hace saber
a los viajeros. Le comunican que don "Pepito Armas", el alcalde
suspendido, a falta de su publicación, ya ha sido repuesto por el
gobierno de la nación, cosa que le agrada a don Antonio Bermúdez;
"siempre que sea dentro de la legalidad". Don Antonio no suelta
prenda sobre su filiación política, cosa que importa poco en los
pueblos, él solo se dedica a trabajar por la villa y hacer producir la
tierra que es lo que les interesa a los vecinos.
Nos presenta al secretario, Don Santiago S. León, el cual nos
informa de todos los pormenores y datos de la villa.
El pueblo cuenta con 4.349 habitantes, de ellos 2.173 son
varones y 2.176 mujeres, las fuerzas están equilibradas. Por lo que
se ve van ganando las mujeres por un pequeño margen de tres.
Según los viajeros: "no son muchas, pero en ocasiones tres mujeres
solteronas hablando arman más ruido que un regimiento en marcha".
No obstante, el alcalde y el secretario están conformes con que sobren
mujeres. Preguntados el por qué, el alcalde nos dijo que servían para
amarrar tomateros, y el secretario eludió la respuesta."
Los visitantes recorren la calle principal, paran frente al
Casino "La Luz" (actual centro cultural), en el que la
juventud dominguera distrae sus ocios y en corrillos comentan los
pequeños incidentes del campo; el precio de los plátanos, el
estado de los tomateros, la medida del agua... Otros miran para las
jovencitas, que muy serias y sin aparentar darse cuenta de la
asiduidad del enamorado desean impaciente que el joven se decida
y le envíe la consabida carta, que responderán dando esperanzas
pero diciendo: "aún es muy joven y que lo debe reflexionar", como
si en las cosas del corazón hubiera cabida para la reflexión.
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Los concejales de aquel final de año de 1932, son los
siguientes:
Don Sebastián Álamo Quintana, don Valentín Armas Nuez, don
Agustín Álamo Nuez, don Sebastián Martín Perera, don José Dámaso
Álamo, don Antonio Suárez García, don Juan García Mendoza, don
Cristóbal Cruz García, don Francisco Ramos Medina y don Francisco
García Perdomo.
A pesar de la riqueza del valle de Agaete, desde el mismo mar,
hasta el municipio de Artenara, prácticamente todo está en manos
de cuatro forasteros que ni siquiera aparecen por el pueblo.
Valle de Agaete, las casas del camino, años treinta del pasado siglo.
El presupuesto municipal asciende a 38.192,85 pesetas, menos
de 230 euros de los actuales. En propiedades u otros bienes
municipales, es el más pobre de toda la isla o uno de los más. Sólo
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cuenta con un edificio para plaza de mercado y otro para
pescadería, hasta el ayuntamiento es alquilado.
Además; cuenta con un censo reservativo cuyo capital es de 837,50
pesetas; una renta anual producto de ese capital de 18,75 pesetas;
una emisión de deuda pública cuya capital es de 1.318,69 pesetas,
que produce 52,74 pesetas anuales. Por lo que el total de las rentas
del Ayuntamiento suman la "fabulosa" cantidad de 71,49 pesetas,
no dan ni para pagar el alquiler de un mes de la Casa Consistorial,
propiedad de la familia de Armas, 100 pesetas mensuales.
A pesar de que prácticamente no tiene ingresos, desde la
llegada de la República se han creado seis escuelas; dos unitarias
de niñas, dos unitarias de niños, así como dos mixtas regentadas
por maestras. Todas con sus bancos y mesas.
Niños en la escuela situada en la planta baja del actual ayuntamiento, 1932.
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En aquel año se proyecta un matadero en la esquina del
barranco del huerto de las flores, se da un riego de betún asfáltico a
varias calles y se planifica comenzar con el alcantarillado del casco
urbano.
La gente era tan pobre que no tenía ni para pagar
impuestos. ¿Y cómo se financia un ayuntamiento tan pobre? Para
los creyentes, de milagro. La gente tenía que comer, y se formalizó
un sistema contributivo basado en el impuesto al consumo que solo
existía en Agaete y San Nicolás, un impuesto que gravaba todas las
mercancías y alimentos que se vendían en el pueblo, sistema que
daba lugar a mucha picaresca y mucha corruptela, que llevó a más
de un recaudador a los tribunales.
La villa tiene agua en abundancia para abasto público, que se
trae mediante tuberías desde el manantial del "Caidero" hasta la
fuente de "Los Chorros".
Tiene luz eléctrica de un motor en horas de oscuridad y para
quien la pueda pagar. Dispone de oficina de correos y telégrafos. La
vida es patriarcal y tranquila. La guardia municipal casi no tiene
trabajo, la convivencia es extraordinaria, casi no la hace necesaria.
Por aquellos tiempos existía por todo el país la manía de
pegarle fuego a las iglesias y a las cosas divinas, por eso en aquel
año la Virgen de Las Nieves y el resto del tríptico del mejor pintor
de Flandes, dormían envueltos en sabanas debajo de la cama del
cura párroco, don Juan Hernandez Quintana, en la casa parroquial
de la iglesia matriz de la Concepción.
El motor de la villa, además de la agricultura, es el Puerto de
Las Nieves, por donde sale toda la producción de la zona con
destino a Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Por aquellos años
ya se pedía una ampliación del puerto y parece que existía un
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avanzado proyecto. Ampliación y mejora que no llegó hasta
transcurridos sesenta años, no sin la oposición de una parte de la
villa, como siempre sucede con las cosas en Agaete.
Otras de las peticiones de los agaetenses de aquella época es
que se repare y asfalte la carretera
con Gáldar, peligrosa y con
múltiples accidentes a pesar del
escaso número de vehículos que la
transitan.
Y así era aquel Agaete de 1932,
segundo año de la República; caciquil,
patriarcal, gente humilde y laboriosa, a
pesar de todo; alegre y divertido,
acogedor y agradecido con los que nos
visitan.
Alcalde Don José Armas Galván.
Bibliografía:
Archivo municipal de Agaete y prensa de la época a través del portal Jable.
José Ramón Santana Suárez
https://agaetemipasion.blogspot.com/
www.infonortedigital.com
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