advertencia en la reedición del ii manifiesto (1946) y ii manifiesto del surrealismo (1930)

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ADVERT]INCIA E}í LA R,trEDICIOI{ T)INI, SEGI]I.TDO },IANIFIESTO (tn., r'\ \ry-fu,

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Page 1: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

ADVERT]INCIA E}í LA R,trEDICIOI{T)INI, SEGI]I.TDO },IANIFIESTO

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AI permitir que uuelaa a publicarse en los preserxtesdías el <<Segundo lv[anifiesto del Surrealisrflo>>, fttedoy cuenta de que el tienzpo se ha encargedo, en ntirepresentación, de limar sus nsperezas polénzicas. Qui-siera que este tnanifiesto bubiese corregido, por sírnisnzo, aunrlue fuese a tni costa, los iuicios, algunasueces precipit4dos, qu.e lorntulé sobre diaersos cotn-portarnientos indiuiduales, taI corno creí percibirlosefl su rnornento. Este aspecto del texto tan sólo que-dará iustilicado ante aquellos qae se toftlen la mo-lestia de situar el <<Segundo Manifiesto>> en eI clitnaintelectual inperante el año en que nació. Fue baciaeI año 1"930 cuando Ios espíritu.s independientes yalertas se apercibieron del próxirno e ineluctable re-greso de Ia catástrofe nzundial. En Ia d.ifusa des-orientación resultante de dicba catástrole, n.o puedoftegar qtte ésta ha coruportado para ntí una ansiedadadicional: ¿Cóno burtar a la corriente, de día endía más poderosa, el esquile que algunos de nosotrosconstrui?ftos con tou.esfras propias rztrazlos) a . liru delemoixtar dicba corriente? Las páginas siguientes ot're-cen a rni uista irritantes rastros de neruiosisnzo. Enellas se da constancia de preour.paciones de mury diuer-sa imltortetzcir;; es euidenie que ciertas defecciones nosafectaron mu.y dolorosainente, cruelmente, y, aI misrnotiempo, la actitud, totalir¿ente episódica adoptada conrespecto a Baudelnire y Rinzbaud inducirá tr Densar, eilsí rnisnza, qu.e los peor tratr.dos quizú sean atluellos enqu.ienes inicialnzente rila..ror fe se depositó, aquellos deqtúenes más se e speri:ba. Sin L;nhu,go, la rittr1,o7 ps¡¡s

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151150 Ivlaniliestos del Surrealisnzo

de éstos lo han contprendido, no sirz cierta contricióit,tan bien cono yo rnismo, y por ello hubo Ia posibili'dad de que se prodttieran ciertos acuerdos, después

de la ruptura de aquellos otros que parecían más du-

raderos. [.Jna asociación lturnana tal como la que per-

mitió construir el surreallsv726 -¿15sciación

Ia ruás am'bicioso" y apasionada iamás conocida, por lo menos

después del saint-simonismo- no deia de estar afec-

tada por ciertas leyes de fluctuación, con respecto ct

las cunles resulta sin dilda tntty hunano no saber, des-

de un punto de aista interior, qué partido tomar' Los

recientes acontecinientos, detnostratiuos de que to-

dos los escritores discutidos en el segundo nanifiestose alinearon efl. un rnismo bando, indican qtte su co-

m/r.n lorrrración fue saludable, y establecen obietioa-mente límites razonables a sus desuiaciones. En Ia

tnedida en qu.e algunos de ellos fueron quizá uíctimasde los acon.tecirnientos o, rná.s frecuenternente, pues-

tos a prueba por Ia uida -a mi mente acuden los

nombres de Desnos y Artaud'-, 171e apresuro a decla-

rúr clue los errores de los que rne ui en eI caso de

acusarles taiz sóIo en ellos hallan stt raít, al igual que

en el caso de Politzer, cuyas actiuidades se han des-

arrollado sietnpre fnera de \os lítnites del su.rrealis-

mo, y quiert, por ello, no tenía por qué rendir cuentas

de sus actos aI surrealisruo, !, Por otra paTte, reco'

nozco .sin. aetgiienza que ftxe equiaoqué de r¿edio a

nzedio aI juzga.r su caráctet.

Toclo lo anterior, que, 6 quince a.ños de distttncia,

iit¿lica la faliloiTidacl de algtnus de mis presunciones

contra éstos o aquéIlos, lto fixe irnpide alzarme cofltra/a afirmaciór!, re cienterruente dif undidn l , de qtt'e en

' Jrrles l,Ionncrot: L¡ Polsie ilt('ilci¡:€ et !e Sacré, pági'

Segundo hlat'tifiesto

el seno del surrealis¡no las <<diuergencias políticas>>

hayan quedo.do predeterninadas por <<utestioixes per-sonales>>. Las cuestiofies personales no aparecieron,entre nosotros sino a postedori, y únicarnente les di-mos publicidad en aquellos casos en que cabía estirnar

flagrantenente transgredidos, de rnanera que la his-toria de nrlestro n¿ouinziento quedara at'ectatía, Iosprincipios lundaruentales que fueroit la base rJe nues-Íra unión y ftztttua conzprensión. De esto dependía, ytodauía depende, eI mantenintiei'tto de una plataforfixalo sut'icientelnente móuil para hacer frente a los cant-binntes aspectos de los problemas de la uida, y, almismo tierupo, Io su.ficie¡tterlzente e.stable par(t proileera la no-ruptura de cierta cantidad de recíprocos com-promisos

-recíprocos y públicos- contraídos en

nuestra juuentud. Los panfletot colt que los su.nealis-tas se <<fuhninaron>>

-cot?xo bien se ha d.icbo- rnu-

tuanxente, en. tizucbas ocasiones, son ante todo testi-tr¿onio de su incapacidad de situar el debate a rnenoraltura. Si la aehernencic de la expresión parece ert

algunas ocasiones desproporcionada a la desaiacíón, aleiror, o a ltt <<t'aliits>, qile se pretendía corregir, creoque, además de al jttego de cierta anzbiualencia de sen-

timientos .a la que ya he hecho alusión, es precisoatribuirlo a las inquiet¿tdes propias de nuestro tien-po, y tanubién a Ia int'lu.encia lormal de gran parte

de la literat¿n'a reuolucionnrin, en. la que la expresión'de ideo.s de carácter plenaneitte general y absoluta-rz¿ente ineludible, permite Ia coexislettcia de ttbrnt-

dantes conterztarios agresiuos, con esczso alca.nce, con

respecto a tal o cual coittetnporáneo2.

' Ilisirc ,le lt Philosophie, Ant!-Diihrirtg, l'"tiiri¿iis¡te etF,m p!ríocriticisurr. ctc.

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ANATES MEDITO-PSICOTOGIGOSBOLETIN

DE

EI\AJEI\ACIOI\ MEi\TALYDE

MEDICINA tECAt DE

{ir,,ir,i,,.,LEGITIMA DEFENSA

En e! último número de /os Anales Médico'-psico/ógÍcos, el doctor A' Rodiet hablaba, en e!

curso de ttn inferesanfe comentario, de /os ries-gos profesionales de los médicos de los estab/e-cimientos de reclusión. C¡taba /os recienüesatentados de que han sido obieto muchos de

nuestros colegas, y buscaba med¡os con los queprotegernos eficazmente del peligro que com'porta la relación permanente del psiquíatra conel enajenado y sus f amiliares.

Sin embargo, tanto el enaienado como susfamiliares constituyen un pelígro que calificaríade .endógeno,, ligado a nuestra misión, de lague es necesario carolario. Nos limítamos, slrn-plernente, a aceptarlo. Distinto es el pe/igro que

podríamos denorninar "exóge¡to", y que ine'-scenuestra atención de un modo muy especial' Este

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156 hlarifiestos del Stirrealistno

pel¡gro debería mot¡var, por nuestra parte, reac-ciones más enérgicas.

He aquí un ejemplo especia/mente significati-vo: uno de nuestros enfermos, con manías dereivindicación y persecutorias, especia/menfe pe-ligroso, me recomendó, con suave ironía, la lec-tura de un libro que circulaba libremente entreotros enaienados. Este libro, publicado hace pocopor la "/Vouve//e Revue Frangaise', estaba ava-lado por su origen así como por su aparienciacorrecta e inofensiva. Se trataba de Nadia, deAndré Breton. En él florecía el surrealismo consu voluntaria incoherencia, y sus capítulos que-daban hábilmente inconexos, con ese arte sutilconsistente en tomar el pelo al lector. Entre unosdibujos de raro simbolismo, se veía la fotografíadel profesor Claude. Y, en efecto, había un ca-pítulo enteramente consagrado a nosotros. Lospobres psiquíatras eran en é/ copiosamente in-juriados, y allí figuraba un párrafo (subrayadocon lá.piz azul por el enfermo que tan amable-mente nos había ofrecido el líbro) que llamó es-pecialmente nuestra atención, ya que en él cons-taban /as siguientes frases: .Sé gue si esfuyieraloco, y llevara ya varios días internada, aprove-charía un ínstante de remisíón del delirio paraasesinar fríamente a cualquiera, preierentementeel médico, que se pusiera a mi alcance. Por lomencs, rne repartaría la ventaja de ser reciuiclo,cual los furiosos, en un compartimento ais/adoen e! que estaría so/o. Quizá así me dejaranvtt lid!-.,>

L)ifícil¡nente encontraremos un más claro ejem-pla .Je incitación a/ asesinata. Pero esta incita-ción tl:nica,?snie suscitará e/ descién nactdc de

Segundo Mnniliesto 1i7

nuestra soberbia, o, a lo sumo, turbará de unmodo muy ligero nuestra tranquila indiferencia.

En casos cual el anterior, recurrir a /as supe-rlores autoridades nos parecerá Ia manifestaciónde una turbulencia tan improcedente que ni si-quiera ncs atrevemos a pensar en ello. Y, sinembargo,los hechos de esta naturaleza se multi-plican a diario.

A mi parecer, lo anterior se debe, en granparte, a nuestra inhibición. Nuestro si/encio pue-de poner en entredicho nuestra buena fe, y dapábuto a todo género de atrevimienfos.

¿Por qué razón nuestras asoc¡ac¡ones, nues-tras hermandades, no reacc¡onan ante incidentesde este género, trátese de un hecho colectivo ade un acto individual? ¿Por qué no remitir unescrito de protesta al editor que publica unaobra como Nadia, y por qué no demandar judi-cialmente al autor que ha rebasado los límitesde/ respeto gue se nos debe?

Creo que sería conveniente estudiar la posibi-lidad de formar, en e! marco de nuestra herman-dad, por ejemplo, una comisión (que sería nuestroúnico medio de defensa) especialmente dedicadaa estos asunfos.

A! terminar su comentario, el doctor Rodietconcluía: "El rnédico de /os establecimientos deinternamienio tiene justos títulos para reivindicareil der'écho a ser proiegido sin restricción algunapor Ia sociedad de cuya defensa se €ñc€rgá..."

Pero parece que esia sociedad no siemprerecuerda sus deberes de reciprocidad. A nos-otros í¡'¡cun'¡be recordárselos.

Pat:l A.bély

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SOCIET}AD MEDIGO-PSICOLOGICA

La ccmunicación de M. Abély sobre /as ten-dencias de /os autores que se denominan surrea-listas y sobre /os ataques que dirigen a los médi-cos a/ienistas, dlo lugar a Ia siguiente discusión:

Discusión

Dr. de Clérambault: Quisiera que el profesorlanet nos dijera qué vínculo considera existeentre el estado mental de los suletos en cues-tión y las características de s¿-rs obras.

[tl. P. Jane!.: En el manifiesto de /os surrealistashay una íntroducción f¡losófica gue es intere-sanie. Los surrea/lstas sostienen que la reali-dad es fea por definictón; la belleza únicamen-te exisie en aquello que no es real. Si Ia belle-z-a existe en el r¡undc, ello se c/ebe a c¡ue elhombre Ia ha incorporado al mismo. Para pro-ducir lo be/io es precíso apariarse lo másposib/e de la realidad.

Las obras de /os surrea/ístas son, ante tado,cor¡fesiones de -seres ohsesos y dubltatitros.

D¡-. de Ciérambault: Los ariistas excesivisfasque lanzan madas in"tpertinenfes, a veces conla ayuda cie n'taniiiesfos que condenan iodas

Seguncl.o Maniliesto 159

las tradiciones, me parecen, desde un puntode vista técnico, sea cual fuere Ia denomina-ción que se atribuyan (y sea cual fuere el artey la época de que se trate), dignos de recibir,todos ellos, Ia calificación ¿s "procedistas'. E,procedismo consiste en evitarse el trabajo depensar y, muy en especia/, de observar, y enrelegar a un procedimiento o fórmula deter-minados la tarea de un producir un efectoque, en sí mismo, es único, esquemático y con-vencional; de esfe modo la producción es rá-pida, con apariencias de un esti/o determinadc,y se hurta a las críticas que |as comparaclonescon la vida facilitarían. Esta degradación deltrabajo se puede advertir con especial facili-dad en /as artes p/ásticas, pero tambíén cabedemostrar su presencia en el dominio de /asletras.

Ese tlpo de orgullosa pereza gue engendrao favorece la aparición del procedismo no esprivativa de nuestra época. Los concepfisfas,gongorianos y eufcristas en e/ siglo XVl, y lospreciosisfas del XVII, eran todos procedisias.Vadius y Trissotin también eran procedisfas,aunque procedistas mucho más moderados y/aborlosos que /os de nuestros días, debíén-dose e//o quizá a que escribían para un pú-blico más escogidc y eruciito que el actua!.

En el terreno de /as artes p/ásticas, pareceque el procedismo no adquirió cierta impor-tancia sino ha.sta el pasado ,eig/o.

i'"4. P. Janel: En apoyo de la opintón expresadapor M. de Clérarnbault recuerdo ahora cier¿osp r o c e d i n't i err to s ernp lea dos por /o s sr¡rrea /l-sl¿rs.

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160 Manit'iestos del Su.rrealisnzo

Por elemplo, cogen al azar cinco palabrasentre las que antes han metido en un som-brero, y componen series de asocíaciones conestas cinco palabras. En la lntroducción alSurrea/ismo se cornpone íntegramente un re-

lato con las dos palabras siguientes: pavo ysombrero de copa.

M. de Clérambault: A/ efectuar su exposrbión,M. Abély se ha referido a una campaña de

difamación. Pues bien, este es un punto que

merece comentarioLa difamación constituye una parte esencial

de los riesgos profesionales del alienista; devez en cuando sornos víctimas de la difa-mación, en el eiercicio de nuestras funcíonesde carácter administrativo o de nuestra misiónde peritos a guienes se llama en eonsulta; lojusto sería que la misma autoridad que requie-re nuestros servicios asumiera /a responsabi-lidad de protegernos.

Es necesarío que los especialistas queden pro-tegídos de fodos los riesgos profesionales, seande la naturaleza que sean, mediante disposi-ciones taxativas que provean una ayuda inmedia-ta y permanente. Los riesgos no son solamente

de orden material, sino también moral. La pratec-ción contra esios riesgos consisfiria en ayudas,subsídios, apoyo iurídico y iudicial, indemnizacío-nes y, por fin, pensiones que en ocaslones seríanpermanentes y totales. En Ia fase de urgencia,Ios gastos de asrsfencia podrían ser sufragados

Segu,ndo Manit'iesto 161

por una Caia de Asistencia Mutua; pero en última

instancia, estos gastos deben ser satisfechos por

aquella autoridaá a cuyo servicio se haya sufridolos perjuicios.

La sesión se /evantó a |as 18 horas.

tJno de los secretarios, Guiraud

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Pese a las particulares actitudes de cada uno deaquellos que se han proclamado, o se proclaman, su-rrealistas, será preciso convenir que el sumealismo pre-tendía ante todo provocar, en ló intelectual y lo to-tal, una crisis de conciencia del tipo más geneial ymás grave posible, y que el logro o el no logro d.tal resultado es 1o único que puede dererminar suéxito o su f¡acaso histó¡ico.

Desde_ el punto de vista inteiectual se trataba, y setrata todavía, de atacat por todos los medios, y

-pro-

curar se reconozca a todo precio, el engañoso catáctetde las viejas antinomias hipócritamenÉ destinadas aimpedir cualquier insólita inquietud humana, dándoleal hombre una pobre idea de los medios de que dis-pone, y haciéndole desesperar de la posibilidad deescapar, en una medida aceptable, a la co¿rcción uni-versal. El espantapájaros de la muerie, los cafés con-cierto del más aliá, el naufragio de la más sólida razónen el sueiro, el aplastante telón del porvenir, 1as torresde Babel; los espejos de inconsistencia, el infranquea-ble muro de clinero con sesos contra éi aplastaclos,esias imzígenes harto impresionantes de la carásuofeirumana quizá tan sóio sean imágenes, Tocio inchrcea ctee¡ que en el espíritu humano existe un ciertopunto desde el que la vida y Ia rnuerte, io real y ioirnaginario, el pesado y el fr-rturo, 10 co.inuiric¡.bie vlo inccmunicable, 1o aho y lo bajo, dejan cle ser vistoscoirlc contradicciones. De nada servirá inte.nt¡.r hcllrr

Seprndo l'[aruifiesto L63

en ia actividad surrealista Lln móvil que no sea el dela esperanza de hallar este punto. Visto 1o anteriot,se advierte cuán absurdo es dar al surrealismo unsentido únicamente destructor o constructor; el puntoal que nos hemos referido es, a fortiori aquel en quecleja de ser posible enf¡entar ente sí a la destrucción

,v la construcción. También resulta evidente que elsur¡ealismo no está interesado en aquello que ocurrea sus alrededores, so pretexto de arte o antiarte, filo-sofía o antifilosofía) en una palabra de aquello que notenga la finalidad de aniquilar al set, convirtiéndoloen un briliante, ciego e interior, que no sea e1 almadel hielo ni tampoco la del fuego. ¿Qué pueden es-

perar de la experiencia surrealista aquellos que aún se

preocupan del lugar que ocuparán en el rnr.tndo? Eneste lugar mental en el que tan sólo por los propiosmedios cabe emprender la tarea de intentm un peli-groso pero, no 1o olvidemos, suptemo autorreconoci-miento, sería ocioso conceder 1a menor importancia a1

sonido de los pasos de quienes enttan o de quienes

salen, ya que tales pasos se dan, por definición, enuná zona en la que el surrealismo es sordo. El surrea-lismo no puede quedar a merced del humor de loshombres de tal o cual clase; si el sumealismo declaraque por sus propios medios puede libetar al pensa-

miento de una servidumbre más dura, devolverlo aicamino de la comprensión total, darle su pureza ori-ginal, ello basta para que se le juzgue solamente porlc que ha hecho, y por lo que Ie queda por hacei, a

fur de cumplir sLls prornesas.

Antes de proceder a la verificación de estás clleiliÍts,es preciso saber qrié clase de virtudes morales ctiltivael srirrealismo, puesto que hunde sus ralces en la viday, nc por nlero azar, e¡'t la aida de lcs presetiies tici;,i-

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164 Maniliestos del Surrealismo

pos, vida a la que dotó de elementos como el cielo, elsonido de un reloj, el frío, un malestar, es decir, vidade la que hablo de un modo vulgar. Nadie, salvoaquellos que hayan franqueado la última etapa delascetismo, tiene derecho a no pensar en estas cosas, ono aceptar un nivel cualquiera de esta escala degrada-da. P¡ecisamente de la efetvescencia desespennzadorade aquellas representaciones vacías de significado nace

y se nuüe el deseo de superar la insuficiente, la ab-

surda, distinción entre lo bello y 1o feo, lo verdaderoy Io falso, el bien y el mal. Y como sea que del gradode resistencia que esta idea superior encuentre de-

pende el avance más o menos seguro del espíritu haciaun mundo que, al fin, resulte habitable, es compren-sible que e1 surteaüsmo no tema adoptar e1 dogmade la tebelión absoluta, de la insumisión total, delsabotaje en toda regla, y que tenga sus espetanzaspuestas únicamente en la violencia. El acto surtealista

[¡ás puro consiste en bajar a la calle, revólver en

mano, y disparar al azar, mientras a uno le dejen,contr:a la multitud-.1 Quien no haya teniclo, por lomenos rTna vez, e1 deseo de acabar de esta manera

con e1 despreciable sistema de enviiecimiento y creti-nización imperante, merece un sitio entre la multitud,merece tenet el vientre a tiro de revólver 1. La legi-

t N'fe consta que estas dos últimas frascs colmarán de

satisfacción a unos cuantos chuprtintas que hace ya tiempointentan pillarme en contraclicción. ¿Así cs que digo que <<el

acto surrealista más puro>>...? .'Entonces...? Y mientras unos,con excesivo interés, aprovechan la ocasión para p¡eguntarme<a qué espero)>, otros auliando me acusan de anarquía y pre-tenclen hacer creer que me han sorprendido en flagrante de-

lito de indisciplina revolucionarir- Nacln más ÍáciI que rebrtiilas débiles conchisiones de esa gcntc. Sí, es cierto, qnietosaber si un ser estrí dotado de violencia anies de preguntain-tesi, en esie sci. la violencit !.ir:ite sentido o n,¡ !o tiene. C'veo

Segundo Manifiesto

timidad de un acto ta1 no es incompatible, a mi juicio,

con la fe en este resplandor que e1 sutrealismo busca

en el fondo de nuestro ser. Y mi única finalidad al

decir lo anterior ha sido la de incotpotar la desespe-

ración humana, sin la cual nada puede abonat aquella

fe. Es imposible adoptar dicha fe, sin sentir tal deses-

peración, es imposibie afirmar 1a primera y negar la

segunda. Quien finja tal fe sin verdaderamente expe-

rimentar esta desespetacíón, no tarclará en adquitir, a

la vista de los avisados, el perfil del enemigo. Parece

que de día en día es menos necesario buscar antece-

áentes a esta disposición de espíritu que nosotros de-

nóminamos surtealista, y a \a que conternplarr uste<ies

en el acto de explicarse a sí misma; en cuanto a mí

concierne, no voy a oponerme a que los cronistas, ju-

diciales o de cualquier otra especie, consideren que

dicha actitud es específicamente moderna. En los pre-

sentes momentos, tengo más confianza en mi pensa-

miento que en todas aquellas significaciones que se

en el va.lor absoluto de todo aquello que se hace, espontá-

neamente o no, encaminado hacia el fin de la inaceptación, yno serán las razones de e6cacia genetal, ¡azones que inspiraron la larga paciencie prerevolucionaria, y ante las que me

inclino, las que me impedirán oír el grito que puede arran-

carnos en cualquier instarrte la hor¡ible desproporción entrelo que se ha ganado y 1o que se ha perdido, entre Io que se

ha gozaáo y 1o que se ha suf¡ido. Evidentemente, no tengo

la menor intención d: reconenclar picferentemente la ejecr"r-

ción de este acto, que he calíficado conio e1 más puro, por

el hccho de que sea ei más puro, y ataca¡me por estxs palabras

equivale a 1o mismo que preguntar, como hacen los br.rigue-

ses, a tcdo inconformista poi qué nc se suicida y a todorevolucionaLio por- cillé no sc va a vivir a la Unión Soviétice.

¡Que 1c hag,ln otiosl La prisa que algunc,s tienen de verme

Cesapai'ecer l' ln natlrrsl af;ción que tengo a lel agittrción bas-

tan pqr'¡. <lisundilme de Cejar libre, tan graruitamente, e1 <<es-

c:iuiio;>.

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166 L'[ ani I iest os del Surrealismo

pretenda atribuir a una obra acabada, a una vida ex-tinguida. En definitiva, nada hay más estéril que aquelperpetuo interrogatorio cle los muertos. ¿Se convirtió

.:.- Rimbaud en el momento de su muerte, cabe hallar. . en el testamento de Lenin los elementos básicos para

condenar Ia actuaL política de 1a III fnternacional, fueaquella anormalidad física inaceptada y personalísimala gran causa dei pesimismo de Alphonse Rabbe, secomportó Sade como un contrarrevolucionario en ple-na Convención? Basta con plantear estas interrogantespara percibir la fragilidad del resrimonio de los queya no existen. Abundan en exceso los desaprensivosinte¡esados en que tenga éxito esta emptesa de so-faldamiento espiritual, para que yo les siga en elempeño. En materia de rebelión, ninguno de nosotrosnecesita antepasados. Quiero dejar bien sentado que,desde mi punto de vista, es necesario desconfiar delculto a los hombres, por grandes que sean. Con lasola excepción de Lautréamont, creo que todos handejado tras sí rastros equívocos. De nada sirve volvera discutir el caso de Rimbaucl; Rirnbar-ril se equivccó,y quíso que tarnbién nosotros nos engañárarros confespecio a é1. Ante nosotros, Rimbaud es culpable dehaber permitido, de no haber impedido tajantemente,ciertas interpretaciones que deshonran su pensamien-to, al estilo cle las de Claudel. Lo mismo cabe decírde Baudelaire (<Oh Satán...o) y de aquella <(normaeterna> de su vida: <<Rogar todas las mañanas a

Dios, luente cle toda luerzc _y de toda jrtsticia, a tnipadre, a Marietle y a Poe , intercesores níos.>> Sí, yasé, hay que respetar ei derecho a contradeciise...Peto ¿a Dios y ¿ Poc? ¿Foc a quien 1as xciuales pL',-

blicaciones de carácter policíaco consideran, con iodarazón, cono el padre de la inuestigtició;t policíacccie;itílicn (de 1a invcstigación rlesde la c1c1 esiilo cle

Segundo h[enit'iesto 167

Sherlock Holmes hasta la de Paul Valéry)? ¿No es

acaso velgonzoso presentar en un escorzo intelectual-mente atractivo el tipo del policía, sieinpre eI tipo delpolicía, y regalar a1 mundo un nétodo policíaco? Sindetenetnos, escupamos a Edgar A. Poe 2. Si en méri-tos dei snrlealismo rechazamos sin vacilar la idea deque sólo cabe apoynrse en las cosas que <<son>>, y sideclaramos que a lc largo de un camino que <(es)>,

camino que podemos indicar, y en cuyo segi¡imiento

2 AI publicarse par tez prinera N,farie Roget, se ueyóq¿re no había necesid¿td alguna de poner notas al pie de laspáginas. Sin embargo, ban pasado mucbos años desde queocarrió el drana en qae se basa eI relato y ahorc nos haporecido aconsejable incorporar aquellas notas, así como ilna.lbrews explicaciones de ca;'ácter general. En los alrededoresde I'lueua York lue asesinada una tnucbaclta llarnada lvIaryCecilia Rogers; aut cuatdo su lnuerte despertó intenso y per-sistente interés, el nisterio que la rodeó no había sido aúndisipado en la época en que este relato fue escrito y pabli,cado (nouiembre d.e 1,842). En éste, so pretexto de relatarel d.estino de ttna huntilde t¡zuchacba perisina, el autor ltaret'leiado rzinuciosanente los bechos esenciales, así como losno esenciales, aililqile si, siruplemente, paralelos del asesina.toreal de lv[ary Rogers. De este tizado resitlta que todo argu-rnento fundado en el relato literario es de aplicación a larealidad; y la finaiidad. de aquél cs la búsqtreda de ltt aerdad.

El miste¡io de r\4arie Roget fze estito lejos t|el teatrod.el crimeit, y sln otros medios de ittuestigeción que las noti-cias ¿ie los pcriótíicos q:re el au.tor pudo procurarse. Por ellose uio primdo de r¡tuchos da¡os títiles qtte liublere podídoobiener en el c,iso de h,iberse e¡tconirc¿io eit ei país )t /sr¡be¡inspeccionado los dfuersos lu.gares efl que ocunieron los he-chos. Sin ernbargo, no será ocioso recordar qrle las declaru-cioties de dos pcrsonrts (una de las cuales es Ia XIaclan:e Delucc'ic1 r'eiato), eje:ctuadas e¡t rjisfi¡ttas épr.'L:a5 y riutcho despuísl: lt ¡:1yU.j;L;ció¡i ie est,: obr,t, cotlir:;t.iron plen*nez:te rtosóio Irt coitc!:¿sió¡t general, sino tanbjé¡t todos Ias prircipal.eslctcli:s l:i.po:í:ir:cs u: (i:!e cquellrt colcittsjót se á,.i;ó. (I.Ictrrii inrrociircción zti t\iisierio ¿le ilatie lioget.)

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1"68 Manifiestos del Surrealismo

podemos prestar ayuda, se llega a aquello que se pre-tendía <(no eta)>, si nosotros no encontramos palabrasbastantes para denigrar Ia bajeza del pensamientooccidental, si nosotros no tememos entfar en conflictocon la lógica, si nosotros somos incapaces de jurar queun acto realizado en sueños tiene menos sentido que unacto efectuado en estado de vigiiia, si nosotros conside-ramos incluso posible dar lin al tiernpo, esa farsa si-niestra, ese tten que se sale constantemente de susraíles, esa loca pulsación, este inexüicable nudo debestias reventantes y reventadas, ¿cómo puede pre-tenderse que demos muestras de amor, e incluso queseamos tolerantes, con respecto a un sistema de con-servación social, sea el que sea? Esto es el únicoexÚavío delirante que no podemos aceptar. Todo estáaún por hacer, todos los medios son buenos paraaniquilar las ideas de familia, patria y religión. Eneste aspecto la postura surrealista es harto conocida,pero también es preciso se sepa que no admite com-promisos transaccionales. Cuantos se han impuesto lamisión de defender el surrealismo no han dejado niun instante de propugnar esta negación, de prescin-dir de todo otro criterio de valoración. Saben gozarplenamente de la desolación, tan bien orquestada, conque el público burgués, siempre innoblemente dis-puesto a perdonatles ciertos errores <<juveniles>>, acoge

el deseo permanente de burlarse saivajemente de labandera francesa, de vomitar cle asco anie todos lossacerdotes, y de apuntar h¿icia todas l¿s nonsergasde los <<deberes fr-rndamentales>> el arma del cinismosextial, de tan latgo alcance. Combatimos contra laindiÍerencia poética, la limitación clei arte, la inves-tigación erudita y la especulación pnra, bajo todas sus

formas, y no queremos tener nada en común con los

eue prerenden clebilitar el cspíriin, sean de poca o de

Segttndo Maniliesto 169

mucha importancia. Todas las cobatdías, las abdica-

ciones, las traiciones que quepa imaginar no bastaránpara impeürnos que terminemos con semejantes ba-

gatelas. Sin embargo, es notable advertir que los in-dividuos que un día nos impusieron la obligación de

tener que prescindir de ellos, una vez solos se queda-

ron indefensos y tuvieron que recurrit inmediatamentea los más miserables expedientes pata congraciarse

con los defensores del orden, todos ellos grandes par-

tidarios de conseguír que todos los hombres tengan

la misma altura, medíante el procedimiento de cortar70. cabeza de lcs más altcs. La fidelidad lnquebranta-ble a las obligaciones que el surrealismo impone exi-ge un desinterés, un desprecio del riesgo y una volun-ta..l de negarse a la corr,porrenda que, a la larga, nuypocos son los hombres capaces de ello. El surrealismo

vivirá incluso cuando no quede ni uno solo de aque-

llos que fueron los primeros en percatarse de las opor-tunidades de expresión y de halJ,azgo de verdad que

les ofrecía. Es demasiado ta¡de ya pat^ que la semillano germine infi-nitamente en el campo humano, pese

al miedo y a 1as restantes vatiedades de hierbas de

insensatez que aspiran a dominarlo todo' Por esta

misma tazón, resolví, tal como es de ver en el prefa-

cio a la reedición áeI lvlanif iesto del Surrealismo(1,929), abandonar silenciosamente a su tiste suerte

a ciertos individuos que, a mi juicio, se habían ya he-

cho justicia, pci sí tn.isrnos, de modo suficiente. Este

es e1 caso de los señoies Altaud, Carrive, Deiteil, Gé-

rard, Limbour, Nlasson, Soupault y Vitrac, nombra-

<1os en e1 lvlanifiestc (1924), y, posteriormente? de

aigun,rs n:ás. E1 primeio de 1os mencionados señoLes

couieiió le iraprudencia de quejarse y, ahota, me pa-

iiir,tr opt-rlluno i.clitel'ille a ccilpai de su caso.

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170 Maniliestos deI Surrealismo

En el <<Intansigeanr>> del 10 de septiembre de1.929, M. Artaud escribió: <<En la información publi-cada por el 'Inran' de 24 de agosto úItimo, acerca delManifiesto del Surrealisnao, hay una frase harto re-veladora: 'M. Breton no se ha ceído obligado aefectuar correcciones

-especialmente en 1o referente

¿ ¡s¡¡f¡ss- en Ia reedición de su obra, y esto 1e hon-ra, ya que las rectificaciones se hacen solas'. QueI!{. Breton se ampare en el concepto del honor parajuz-gat a cierto nírnrerc de personas a quienes las rec-tiúcaciones mencionadas afectan, es resultaCo de unamoral sectaria que hasta el presente tan sóio habíacontagiado a una minotia, en el mundo de las letras.Sin embargo, más valdrá dejar que los su¡¡ealisras seentfetengan con sus jueguecitos. Por otra parte, nodebemos olvidar que todos los que se inmiscuyeronen e1 asunto de El Sueño, hace ahora un ailo, debie-ran abstenerse de hablar de honor>>.

No tengo el menor inconveniente en discutir conel fi¡mante de esta carta el sentido exacto que doy a7a palabra <<honof>>. Que un actor, ansioso de lucroy Populachería, emprenda 1a tarea de poner en escena,con mucho lujo, una obra del nebuloso Strindberg, ala que el propio actor no concede la menor importan-cia, no metece, a mi juicio, reproche alguno, en e1

caso de que este actor no se proclamara de vez encuando hombre de pensamiento, de cólera y de san-gre, si no fuese el mismo que, en esa v aquella páginade <<Révolution Suréaliste>>, no se hul¡icra lnostracloun ser apasionado, tolalmentc apasionai'io, si no fuese

'

el nismo que únicamente tení¿r slis esDefanzas pllestasen <(ese gríto del espíritu recobrado, del espíriru ple-nairente decidido a luchar ciesesperadaireric pala li-l--erarse de sus caclenas>>. ¡Vayal Y ahora rcsuita q,;eesto no era más que rln papel como crralquier oiro.

Segundo illaniliesto 171

Nlontó El Sueño de Strindberg porque oyó decirque la Embajada de Suecia Ie conpensaría (M. Ar-taud sabe que puedo demosÚarlo), y poco le itrpor-taba que esto determinara el valor moral de su em-peño. Siempre recorclaré a M. Artaud flanqueado pordos polizontes, ante la puerta de1 teatro Alfred Jary,mientras Tanzaba veinte sabuesos más en persecuciónde aquellos a quienes, el día anterior, todavía conside-raba como sus únicos amigos, no sin antes haber ne-gociado en la correspondiente comisaría Ia orden dearrestatlos; Y, natur.almeilte, es M. Artaud quien diceque más'me valiera nb hablar de honor.

.A través de la acogid¿ que mereci.ó nuestro artículcc¡ítico titulado EI Surrealisrno en L929, publicadoen el número especial de <Variétés>>, Aragon y yo tu-virnos la oportunidad de constatár que la escasá penaque nos produce la apreciación, día tras día, del gra-

do de calificación moral de las personas, que la facilidad con que el s¡rrealismo se enorgullece en agrade-

cer, desde el primer comptomiso a éste o aquéi, es

menor que nunca del gusto de ciertos golfos de Ia

Prensa para quienes la dignidad humana es, a losumo, motivo de bu¡la. ¿Tanto se espera de esas gen-

tes qlle forman ei pequeño mundo al que, hasta eimomento, menos importancia hemos dado, salvo al-

gllnas excepciones de carácter casi romántico, suicidao de otra especie? ¿Hasta cuándo seguiremos adop-

tanclo la ¿lctitud de asco y disgusto? Un policía, unoscuantos vividores, dos o mes aicahuetes de la lirera-tura, rluchos <lesequilibracios, un cretino, a quienes

bien pueden unitse, sin que quepa formular objeciónalguna, un recl'.lcido número cle seres sensr.tos, dutcsy probos, que calificaremos de energúnienos..., ¿noson éstos los tipcs aclecuados para {ormar ur equipo

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172 Maniliestos del Surrealisno

divertido, inofensivo, fiel refiejo de la realidad de iavida, un equipo de destajistas, a tanto la línea?MIERDA.

La conñanza c{el surrealismo no puede estar bienfundada o mal fundada, por la sencilla razón de queno está fundada. No está fundada en el mundo sensi-ble ni sensiblemente fuera de este mundo, ni en laperennidad de las asociaciones mentales que hacenderivar nuestra existencia de una exigencia natu¡al ode un capricho superior, ni en el interés qúe puedetener el <<espíritu>> en hacerse'con nuestra volanderaclientela ni mucho menos, y no es preciso insistir, enlos variables recursos de aquellos que, al principio,pusieron su fe en el surrealismo. No será el hombrecuya rebeldía se canaliza y se agota el que podrá im-pedír qr-re esta rebeldía siga tronando, ni tampocoserá un grupo de hombres, tan crecido como se quie-n -y la Historia no ha sido hecha por los que avan-zan de rodillas-, lo que sea capaz de evitar que estarebelión se imponga, en los grandes momentos tene-btosos, a la siempre renaciente bestia del <<m¿ís val-dría>>. En estos tiempos, todavía hay en el mundo, enlas escuelas, en los propios talleres 3, en 1a calle, en

3 ¿Incluso?, habrá quien pregunte. Efectivamente, a ¡ros-otros corresponde, sin que po¡ elio quede despuntada 7a lanzade ct¡¡iosidad específcamente intelectual con 1a que e1 sur¡ea-Iismc ataca en su propio terre¡o a los especialist¿s de lepoesía, del arte y de la psicología, que peimanecen en eiinterior dc sus mansiones cer¡adas a cal y canto, a nosotroscorresponde, decía, acercarnos, cu¿1n lentarnente sea necesatio,y sin violencias, a la mentalichd cbrera q,-r3, por definición, es

pcco propicia a seguirnos en una serie de avertur.is que noslempre iracen tefelencia a la conside¡ación revolucionaiia de lalucha cle clases. Somos los piimeros en deplorar que el úniccsecto¡ intcr-esr¡nte de la socie dlrd sea sistem,iiicrlmcntc rnjl-

S e gr.tn do lv[anif ie s t o 173

los seminarios y en los cuarteles, seres jóvenes, putos,que se niegan a doblegarse. Unicamente a éstos medirijo, y teniéndoles en cuenta tan sólo a ellos inten-taré defender al surealismo de la acusación de noset más que un wlgar pasatiempo intelectual. Quese esfuetcen, evitando interferencias exteriores, en en-terarse de lo que nosoffos, los sulrealistas, hemos in-tentado; que nos áyuden,'que nos interpreten, uno a

uno, si así fuere necesario. Resulta casi inútil que ne-guemos h4ber querido formar un círculo cerrado, yaque la propagación de este tumor únicamente puede

tenido alejado de aquel otro sector que se encuentra a Iacabeza del resto de ia sociedad y que aquei primer sectorsolamente pueda dedicar su tiempo a las ideas que debenservir directamente al logro de su emancipación, io cual leinduce a mi¡a¡ con un ptimer impulso de desconfianza cuantastareas se emptenden, de buena o de mala gana, en el ámbitoextefno a dicho sectof, por el solo hecho de que el problemasocial no sea, en absoluto, el único que se plántea. No debe-mos, pues, sorprendernos de que el suuealismo procufe nocaer en la tentación de apartat, por poco que sea, de suspropias reflexiones, culza "6.t.t. tanta admiración nos causa,a Ja juventud que trabaia, en tanto que la otra juventud, máso menos cínica, se dedica a contemplar cómo Ia primera tra-baja. Por offa parte, ¿acaso cabe sorprenderse de que el su-riealismo intente detenet, como medida inicial, en el umbralde la defi¡itiva aceptación, a un reducido número de indivi-duos únicamente impulsados por los escrúpulos de conciencia,pero que nada puede induci¡nos a no crcei -y sus magní-licos antecedentes tampoco constituyen prueba concluyente-que, al fin y a la postle, tambíén e1los preferirán el lujo a

l¿ nise¡ir? Nuesffa intención es seguir ofrecienclo a éstos unconjunto de ideas que nosotros consideramos ¡evolucionariasy evitar, al mismo tienpo, que la comunicación de estas ideasdeje de sei un rnedio pan convettirse en Lrn fin, ya que elfin debe ser ia total dest¡ucción de las pletensiones de unacesta a la que nosotros pertenecemos, a nueslro pesat, y quer.io-sotios poclremos llegar a abolir, cn e1 ánibito externo a nos-otros, Lrnr vez las ha¡,'x*o, :boliCc en nuesiro intc¡ir¡r.

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174 Maitiliestos d ei Su'realis noo

beneficiar a aquellos cuya altanza más o menos brevecon nosotros {ue denunciada, por nosotros, en virtudde vicio redhibitorio. Son los individuos como M. Ar-taud, tal como hemos visto, y tal como se le pudover, abofeteado en el pasilio de un hotel por PierreUnik, en cuya ocasión pidió auxilio... ía sa rnadre!Son gente coi¡o M. Carive, incapaz de enfocar losproblemas políticos o sexuales, corno no sea desde eipunto de vista del te¡rorismo gascón, quien a fin de

cuentas no es más que un débii apologista del Garinede M. lvlalraux. Son como lvI. Delteil, de quien bastaleer su innoble artículo sobre el amot, en el número2 de <<Révolution Sutréaliste>> (dirigida por Naville),y, después de ser expulsado del surrealismo, sus LesPoilus, Jeanne d'Arc..., en fin, es inútil insistir. In-dividuos como M. Gérard, único en su género, quefue rcchazado por auténtica imbecilidad congénita, ycuya evolución ha sido distinta de la de los prece-

dentes, ya que ahora hace ftabajitos en <<La Lutte de

Classes>> y <rLa Vérité>, aunque en realidad no se

trata de nada gtave. Gente como M. Limbour, quientambién ha desaparecido casi totalmente, entregadoal escepticismo y a 1a coqueterla iiteraria del peorgusto. Gente como M. Masson, cuyas conviccionessurrealistas, pese a pregonadas tanto, no pudieron re-

sistir la lectura de un libro titulado EI surrealisno yIa pinfura, cuyo autor, pof otra pafte un tanto olvida-dizo c1e las jerarquías, no supo o no quiso hacetlecomprendet a Picasso, a quien M. Masson consiclera

un crápula, ni a Mr,x Ernst, a quien Nl. Masson acu-

,u de no pintar tan bien corno él; esta explicación me

la dio é1 mismo. Son gente como I''{. Soupault, y con

éi llegrmos a la infamia total; más va1c1rá que no nos

ocupemos c1e 1o q';e lvl. Soupault firma, y que hable-

r¡os de 1o que no firma, de esos ru1]rotes que hace

Segmdo Mttnifiesto 175

cilcular, mientras niega su paternidad con nerviosis-mo de tata dedicada a dar r,'ueltas al ratódromo, me-diante las periódicos dedicados a1 chantaje, tales como<<Aux Ecoutes. <Nf. André Breton, jefe del grupo su-rrealista, ha desaparecido de la guaricla de ia banda,en la calle Jacques-Callot (se refiere a 7a antigaa Ga-Ierie Surréaliste). Un amigo suirealista nos informaque juntamenie con X{. André Breton han desapareci-do unos cuantos libros de contabilidad de la extrañasocíedad del Barrio Latino, dedicada a propugnar 1a

supresión de todo 1o existente. Sin ernbargo, nos he-mos enterado de que el exilio de M. Breton quedadulcificado por la deiiciosa compañía de una rubiasurrealista.>> René Crevel y Tristan Tzan también sa-

ben a quién se deben ciertas pasmosas revelacionesacetc de su vida, v ciettas imputaciones calumniosas.Por mi parte, confieso que me produce cierto placerel que lvi. Artaud pretenda hacerme pasar por un serdeshonesto, y que lvL Soupault tenga la caradura dellamarme ladrón. Finalmente, son gente como ivl Vi-trac, auténtico porcallón ideológico

-dejemos que é1 y

esa offa cucaiacha liamada el abbé Bremond se quedencon su <<pcesía prlra>>-, pobre diablo cuya ingenuidada toda prueb¿r le ha inducido a confesar que su ideal,en cuanto hombre de teatro, ideai que es también, cualcabía esperar, el de ivl Aitaud, consiste en organizarespectáculos que puedan rivalizar, en belleza, con lasbatídas de la policía (declaración clel teatro AlfreciJarry, pri'biicada por la <<i{or-ive11e Revue Frangaise>>)'.Coino pueden ver. toclo resulta muy di'rertido, Polotra parte hay otros, más todar'ía, que no hrrn sidonombrados, j,,a pcr cll¿rnto sus actividacles públicas

' Su frase histó¡ica, pronunciada en el seno del su¡¡ealis"mc, cs: <, ¡r"1 cuerlo con la ¡e.¡olnciónl > Sí, claro...

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L76 fuÍanif iestos del Surrealisnto

tienen aún menor imporiancia que las de los anterio-res, ya debido a que hayan ejercido su desvetgüenza

en ámbitos más reducidos, ya porque hayan intentadoampararse en el sentido del humot, que han asumidoIa tme de demosffarnos que son muy pocos los hom-btes, entre todos los que voluntatiamente se presen-

tan, que estén a la altura de los propósitos surrealis-tas, y también de convencernos de que aquello que,

ante su primera debilidad, les condena y les precipitaa su perdición, sin posibilidad de retornar al buen

camino, aquello que condena a muchos y a muy pocos

perdona, labora en pro de dichos propósitos.Demasiado sería pedirme que me abstuvieta, du-

rante más tiempo, de efectuar este comentario. En lamedida de los medios con que cuento, considero que

no estoy autorizado a áeiat en paz a los gtanujas, los

impostores, los arrivistas, los falsos testigos y los dela-

tores. El tiempo perdido, en espera de poderles

confundir, puede toáavia tecuperarse, y puede recuperarse de modo que redunde en su perjuicio. Yo creoque realizar una taiante discriminación es la únicaactitud perfectamente digna del fin que perseguirnos,y creo que supondúa ciena ceguera mística el ínfraes-

timar el disolvente alcance de la permanencia de estos

traidores entre nosotros, del mismo modo que sería

indicio de la más lamentable confusión de carácterpositivista el suponer que estos traidores, que tansólo 1o son a sus primeras intentonas, puedan perma-

necer indiferentes ante dicha sanción s.

' Estas palabtas fr-reion proféticas. De sde que las ante-

¡iores líneas vieron por vez primera la luz pública en <<Revo-

lution S¡-r¡réaliste>, he podido gozar de tal concierto de impre-c;,rciones contra mí de sencadenadas que si cle algo tengo clrle

excusarme ello es de haber tardado demasiado en clai lugri"a este pandemónium. Si alguna acusación hay que debo reco-

Scgundo lvlattifiesto L77

Que el diablo ampare, una vez más, la ideologíasurtealista, así como toda otla ideología que tiendaa asumir una forma concieta, a sometet todo lo bue-no que quepa imaginar a un orden de hecbo, áe 7a

mísma manera que la ídea del amor tiende a crear unser, que la idea de la revolución tiende a hacer llegar

nocer merezco ciesde hace ya mucho tiempo, ést¿ es la de miexcesiva indulgencia. Además de mis verdaderos amigos, hahabido mentalidades cla¡ividentes que no han dud¿rdo enformul¡¡ dicha acusación. Cierto es que, a menudo, he sidopropicio a actuar con g¡an tolerancia ante los pretextos perso-nales alegados en excusa de dete¡minadas actividades particr-r-larcs y, más todavía, ante los pretextos personales en justi-ficación de una inactivid¡d general. Siempre y crrando rrn.as

cunntas ideas consideradas comunes a todos nosotros no hayansido puestas en tela de juicio, he pasado por alto

-y éste

es el vetbo más ajustado: pasar- a uno sus exffavagancias, aiotro sus manías, al de más ailí su casi totai carenci¿r derccursos. Sí, plocurad coiregirme este defecto.

No me ha molestado en absoluto haber dado, yo solito, a

los doce firmantes del Codáuer (éste es el título que, conexcesivas pretensiones, han dado al panfleto a mí dedicado)la ocasión de ejetcet una verbo¡iea que algunos de elloshabían dejado de tener, en tanto que otros nunca la tuvíe-ron, verdaderanente ensordecedora. He podido constatar queel tema qlre en esta ocasión han elegido ha tenido la virtud,por lo menos, de provocarles una exaltación que, hasta elpresente momento, estaba lejos de haber logrado hacer nacery, al parecer, los .más mo¡ibundos de ellos han necesitado, a

fin de reanimarse un poco, ima.ginar que estxba yo en trancecle exp.iral. Sin e inbargo, debo manifestar que, pese a susbuenas intenciones, gozo de excelente salud; con placer hepodicio advertir que el piofundo conocimiento que de n:íticnen algr-rnos Ce ellos, por haberme üatado asiduamente clu-

l:'.lnte Ílños, de nad¿r lcs ha servído parr aclamr sus dudas conrespecto a qué tipo de insuito <<mortal>> podían dirigirme, yran sólo les ha sugeiido injurias estériles, del tono de lasquc reproduzco, a título de curiosichd, a1 términc clc cstcmrnifiesto. A juzgar por lc que dicen estos señores, hrbercollpmCo unos cuantos cuacl¡os y no hlber qr-redaclo esci¡.,'i-

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178 Maitifiestos del Surraalisn¿o

el día de esta revolución, sin lo cual estas ideas per-derían todo su sentido

-¡sss¡clsrnos que la ideología

Cel surrealismo tiende simplernente a Ia iotal recupe-ración de nuestra fuetza psíquica por ulr medio queconsiste en el vertiginoso descenso al interior de nos-otros mismos, en la sistemática iluminación de zonas

zado por ellos -lo cual consideran un crimen- es io único

de lo que, con toda cetteza, soy culpable... Y también dehaber escrito este manifiesto, claro.

El hecho de que, por propia iniciativa, los periódibos, máso menos desfavo¡ables a mí, havan reconocido que en estecaso poco hay que reprocharme desde e1 punto de vista mo-ral, me dispensa de entrar en detalles todavía más ociosos, yme da ia medida del mal que se me puede hacer, con talprecisión que me impide pretender, una vez más, convencera mis enetnigos del bien que me pueden hacer al empeñarseen hacerme mal.

I'{. A. R. me escibió, diciéndome: <,Acabo de leer EI ca-dáuer, diÍícilmente hubieran podido sus amigos rendirle unhomenaje más hermoso.

>>Su genetosidad y su soüda¡idad son co¡rmovedoras: docecontfa uno.

, >Aunque usted no nre conoce, debo decirle que no contem-plo con indife¡encia su obra. Po¡ ello le ruego me permitada¡1e testimonio de mi estimación y enviarle un saludo.

>Cuando quiera, si es que quieie, provocar un multitudina-rio testimonio de adhesión, advertirá que éste toma propo¡-ciones inmensas y podrá conocer la existenci¿r de muchos seresque Ie siguen, ent¡e los cuales abundan los que son distintosa usted] pero quer cual ustecl, son generosos y sinceros, y seencuenttan en la misma soledad. En cuanto a mí hace refe-rencia, debo decirle que su actuación y su Fensamientc rnehan interesado grandemcnte en el curso de estcs últimos ¿rños.>

En realidad. espeio no mi día, stnc ntteslra díe, el r1ír detodos nosotros, de todos aquelios que tarde o tenprano nosreconoceremos los unos a los otios en virtud ciel signo de noir por ahí con los brazos colgar-rclo, tri conlo hrcen los dcm¿ís.

¿Fiabéis observado que incluso los más imp:rcientes vac rsí?tr,Ii pensamiento no está en venia. Cueitio t¡cintl )' cr.lilrroaños, y creo que mi pensamientc ptrcde, niís que cn cui:lqLriei:

Segando Manifiesto 179

ocultas, y en el oscurecimiento progresivo de otraszonas) en el perpetuo paseaf en plena zona prohibida,y que su actividad no corre grave riesgo de detenersemientras el hombre sepa distinguir a un animal deuna llama o de una piedia-, el diablo ampare, decía,a la ideología surrealista a fin de que nunca faltenescollos en su calnino. Es absolutamente n€cesario quenos comportemos como si verdaderamente estuviéra-lnos en <<el mundo>>, para arriesgarnos inmediatamen-te a fotmular ciertas reservás. Que no se enojen, pues,aquellos que se desesperan al vernos abandonar derepente las alturas en las que nos sitúan, si aquí em-prendo Ia tarca de.hablar de la actitud política, <<ar-

tística>>, polémica, que, a fines de 1929, qtizá sea lanuestra, y de poner de relieve, en el ámbito exteriora eifa, ciertos comportamientos individuales, elegidosentre los más típicos y más particulares de nuesttosdías.

Ignoro si es oportuno contestar aquí a las puerilesobjeciones de aquellos que, fija su atención en lasposibles conquistas del surrealismo en aquel ámbitopoético en el que se proyectó en sus comienzos, se

inquietan al ver qlre toma partido en la lucha social,

otfo momento, azotat, como una carcajada, a aquellos quecarecen de pensamiento, así como a los que habiéndolo te-nido se lo han vendido.

Estoy orgulloso de que se me consideie un fanático. Quie-nes deplcren la adopción, en el te¡reno intelectual, de cos-tumbres tan bárba¡as como las que existe tendencia a irnpo-ner, y preteildrrn invocar la infecta cortesía, esta¡án obiigzidosa teconoceÍ que soy e1 último ho,:nb¡e capaz de conrenrarmecon abandonar la lucha üas haber recibido unas cuantas deco-rativas heridas en el rostro. La gran nosialgia de los prcfe-sores de histotia de la iite¡rrtura de nada serviiá a los efr-ctosde hace¡me deponer mi actitud. Se h¡¡ pc,-lido escuchai r:ruygraves exhortaciones en los últimcs cien años. Estamos iejosde la di-rlce y encanta.loix <bat¿lh;> áe Hernari.

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18ti Maniltestos tlel Stnrealismo

y afuman que eso le iievará a la ruina. Esto no es más

que una indiscutible muestra de su pereza, o indirectaexpresión de su deseo de limitarnos. Cteemos nos-

otros que Hegel dejó sentado de una vez p^t^ siempte

qLte efl Ia eslera de la noralidad, en tanto en cuaflto

se distingue de Ia est'era social, no hay nás que una

cott.uicción f arnzal, y si mencionaftxos la uerdadera

conuicción lo hacemos para que conste Ia distincióny Pti¿r et'ilar la cont'usión en que se podría incu'rriral considet'ar Ia conuiccíón a que nos referimos, es

decir', la conuicción fornal, cotno si fu.ese la conuicción

uertladera, ya que ésta sólo se produce en Ia aida

social (Filosofía del Derecho). El ptoceso sobre' lasuficiencia de esta convicción formal ya se ha celebra-

do, por 1o que pretender a todo precio que nos someta-

mos a ella muy poco honor hace a la inteligencia ya la buena fe de nuestros contemporáneos. A partitde Hegel, no hay sistema ideológico que pueda evitarsu total derrumbamiento, después de haber fracasado

en el intento de llenar el vacío que dejaría tras sí,

vacío en la misma inteligencia, e1 principio de una

voluntad que únicamente actuara por propia cuenta,y que €stuviera entregada por enteto a ptoyectatse

sobre sí misma. Tras recordat que la lealtad, en el

sentido hegeliano de la palabra, únicamente puede

ser función de la penettabilidacl de la vida subjetivapcr la vida <<sustancia>>, y que, sean cuales füeren

sus diveigencias, esta idea no ha sido objeto de con-

tradicciones {undamentales por parte de mentalidades

tan distintas cuales la de Feuerbach, quien acabó ne-

gando 1a conciencia en cuanto facultad particular, de

h{,rr.r, tot¡lmente e¡tregado a la necesidad de mccli-

fic¿rr toialtlente las condiciones externas de la vidasccill, clie llartmann, quien de untr teoría ultrapesi-

niste de1 s'.rbconsciente clerivrlba rina afirmación nue va

Segtmdo lvlaniliesto 1.8L

y optimista de nuestra voluntad de vivir, de Freud,que insistía más y más sobre 1a solicitación propiadel super-yo, cteo que nadie se sorprenderá a1 vet que

el surrealismo, sin dejar áe avanzat, se dedica a algomás que a la resolución de un problema psicológico,por interesante que éste sea. En nombre del impe-rioso reconocimiento de esta necesidad, ccnsidero que

no podemos evítar plantearnos con toda crudeza lacuestión del régimen social bajo el que vivir,ros, quie-ro decir con esto la cuestión de la aceptación o la ncr

aceptación de este régirnen. En nombre de este mismoreconocimiento, creo que estoy más que titulado para

ecusar, aunque sea incidentalmente, a los desertotesclel surrealismo para quienes 1o antes dicho es dema-siado arduo o demasiado elevado. Hagan lo que ha-gan, por agudo que sea el grito de falsa alegtía conque celebraron srl huida, fuete cual fuere la iamenta-

ble decepción que nos produjeron -y con ellostodos los que dicen que tanto da un régimen como

otro, ya que a fin de cllentas ei hombre siempre será

derrotado-, no consesriirán que oh'ide que no ser'án

eilos, sino yo, al met-ros eso confío, quien algún día

goza.rá de esta suprema <<ironía>> que se proyecta so-

bre todo, y tanzbién sobre los regiTflenes, y que Í]opodrán alcanzar, no sólo porqtte no está a su alcance,

sino también porque exíge, como condición previa,1a tato.lidad del acto voluntaric consistente en recofrerel ciclo áe la hipouesía, del probabilistno, de la uo'Iurtad que quiere el, biei'r, y tt)e ld coituicción (I-Iegel,

Fenotnenologia del espir;iu).

En el caso de qr-re el sulrealismo se cleclic¡ta esils-

cialmente a instruil procesc a las nocicnes cle lealjdade irrealidad, c1e tazón J' cle sinrazón. iie reflexión e

irnnr-,1so. de sairirlirc;ri v .]c igi-toi'¿,ircirt ..Íai11tr, c1e

Page 19: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

782

utilidad e inutilidad, etc., presentaría con el mate-

rialismo histórico por 1o menos una analogía en ctlantoa la tendencia que nace del <<colosal abortamiento"del sistema hegeliano. Me parece imposible la asig-

nación de límites, por ejemplo, los impuestos pot el

sistema económico, al ejercicio de un modo de pensar

definitivamente sometido a 7a negación. ¿Cómo cabe

negar que el rnétodo dialéctico se pueda apücar efrcaz-

**t" a l, retolrr.ión de problemas sociales? Toda laambición del surrealismo estriba en ploporcionar al

método dialéctico posibilidades cle apiicación que en

modo alguno se dan en el campo de 1o consciente más.

inmediato. Verdaderamente no comprendo pot qué

raz6n, aunque ello desagrade a ciertos revolucionariosde limitados horizontes, debemos abstenernos de pro-pugnat la revolución, de aplicatnos a los problemas

á"1 ,*ot, del sueño, de la locura, del arte y de iareligión ó, siempte y cuando los enfoquemos desde el

mismo punto de vista que aquellos -y también nos-

otros- los enfocan. Tampoco tengo ningún inconve-

niente en afirmar qtle, antes del surrealismo, nada se

o Desde no hace mucho, la cita tergiversada es uno de

los medios que más frecuentemente se emplea pala atacatme.

Como ejemplo, véase el modo en que <Monde> ha creído pocler

sacar partido de la ante¡ior frase: <<Sa pretexto de contern'

pler desde eI tnisno puflto de aista que los reuolucionarios

ios problenas del axzor, el sueño, la locwa, eI arte y la re-

tigiótr, eI señar Bretoz tíene Ia audacia de escribir...>> Ci*to.r q,,,", cual se puede lcer en el número siguiente cle dicho

folleto, <La Révoluticn Surréalisie fias atl-ca en stt últítno ui'nzero. Cotto se sabc, la insettsatez de esa gente carece de

línite.>> (Sobre todo, después de no habe¡ aceptado, sin si-

quiera tomarnos la molestia de contestar, vuestra oferta cle

colaborar en <<l,Ioncle>, ¿no cs eso? Claro, es natuial.) De r¡ocio

parecido, un colaborador de El cadáuer me ¡econviene agrie-

rncnte so ptetexto cle haber 1'o escrito: <<Jtrro qtte i¡¡2fi5 te s'

tiré eI ttrifonre lrarcés.> .Lo siento, pero no ltti 1'o

Segundo Manifiesto 183

hizo, con carácter sistemático, en el sentido antesdicho, y gue, tal como nos ha sido dado, eI métododialéctico, en su forna hegeliana, tanbién para nos-

otros resulta inaplicable. También para nosoros erapreciso acabar con e1 idealismo propiamente dicho, iacleación de la palabta <<surrea.lismo>> lo demuesttacon su.ficiente claridad, y, sirviéndonos del ejemplode Engels, también teníamos que liberarnos de lanecesidad de ceñirnos al infantii razonamiento <<La

rosa es una rosa; la rosa no es una rosa; y, sin em-

bargo, la rosa es u.na rosa>>, sino que, y perdóneseme

este paféntesis, teníamos que situar a <.la tosa¡> en

rna dinámica fec'-:nc{a de cont.tadicciones de más al-

cance, en la que la rosa fuese sucesivamente aquellarosa que proviene del jardín, la que cumple una fun-ción singular en un sueño, la qt-1s no se puede separar

de <<un ramo óptico>>, la que puede cambiar total-mente sus propiedades al pasar a la escritura automá-tica, aquella que tan sólo conserva de 1a rosa cuantoel pintor ha querido que conservata en un cuadrosurrealista, y, por fin, aquella rosa, totalmente dis-tinta a sí misma, qrle regresa al jardín. Está eso muylejos del punto de vista ídealista, cualquiera que sea,

y nosotros ni siquiera lo pondrlamos de relieve sialgún día dejáramos de set el objetivo de los ataques

c1e un materialismo primario, ataques que parten, a

un mísmo tiempo, de aquellos que, por bajo conser-

vadurismo, no sienten e1 menor deseo de poner en

claro las relaciones entre el pensamiento y la materia,v de aquellos qlie, por un sectarismo revolucionariolnal entendidó, con{unden, con desprecio de la realichd. este materialísmo con aquel oro del que Engels1o distingue esencialmente) y que definió, de maneraprincipalísima, collo ttna in.tuición del trzundo, des-

tinada a ser expetillentacla v convertírse en realidaci;

Ma¡tiliestos del Surrealisrto

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Page 20: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

181 Manifiestos del Surrealisnto

en el curso del desarrollo de la filosofía, el idealismoIlegó a ser insostenible y fue negodo por cl ntaterialis-nto rnoderno, y este último, que es Ia negación de lanegación, no consiste en la -rimple restauración delantigtto materialisnzo, yd que a los fumdanxentos peren-nes de éste aiade la tot¿lidc¿l del pensanziento de lafilosolía y de las ciencias nattralcs, segriit stt euohrción a lo largo de dos mil años, y aña.de tanzbién losproductos de esto, rr¿istna larga bistori¿. También nos-otros pLetendemos situarnos en un punto de partidatal que permita superar la filosofía. A mi juicio, éstees el destino de todos aquellos para quienes Ia reali-dad no solamente tiene una importancía teórica, sinoque ei hecho de ptol'es1¿rse apasionadamente sobreesta realidad es también una cuestión de vida o muer-te, tal como dijo Feuerbach; nliesra actitud consisteen dar totalmenle, sin teservas, tal como la damos,nuestra adhesión al principio del materiaiismo histó-rico, la de los otros consiste en arrojar al rosüo delembobado mundo intelectual la idea de que <<e1 hom-bre no es más que 1o que come>, y que una futuriire..'olución tendrá más posibilidades cie triunfar si e1

pueblo está mejor alimentado, y corrre guisantes envez de comer patátas.

Nriestra adhesión a1 principio del materi,rlismo his-tórico... Verd¿rderailente no se pr-rede jugar: con estaspalrrbras. Si depencliela únicamente de nosotros

-coneso quieio Cecir si ei ccinuLrismo no lros tratara tansó1o como bichos ra¡os clestinados a cum¡-'lir en slisfilas la función .Je baclulaques \¡ picvocadores-, nosmosttaiíamcs plenrulenie crl)¡.cús cle cumplil, clesde

el punto de vista rerrohicionaric, ccrr-r llllestro deber.I)esgraciacirmentc, eir cste rsllecto impetan rinas opi-.,-:^..-. .-;..1.,. -.-,.;'.i,.':l-.i lrlU, .i:i,)-i-;lilJi Ct.;li i'..j)(üLO a nr)Si)tl"CrS; p-):'

Se gti.ndo )iíanil te sto 18t

ejemplo, en cuanto a mí concierne puedo decir que,

hace dos años, no pude, tal como hubiera querido,cn)zat libre y anónimamente el umbral de la sede del

partido comunista francés, en la que tantos individuospoco recomendables, policías y demás, parecen tenerpermiso para moverse colno don Pedro por su casa.

En el curso de tles enirevistas qlle durarou valiashotas me vi obiigado a clefender al surrealismo de lapueril acusación de ser esencialmente un movimientopolítico de orientación ciaramente anticomunista y

contrarrevolucionaria, Huelga decir que no tenía de-

techo a esperar qué euienes me iuzgaban hicieran unanálisís fundamental de mis ideas, Aproximadamenteen esta época, Nlichel Marty vociferaba, refiriéndose a,r-rno cle los nr¡estros: <<Si es marxista, no tiene ninguna

necesidad de ser sulrealista.>> Ciertamente, en estos

casos, no fuímos nosottos quienes alegamos nuestrosurrealismo; este calificativo nos había precedido, a

nuestro pesar, tal como a 1os seguiciores de Einstein les

hubiera precedido ei cle relativistas, o a los de Freudel de psicoanalistas. ¿Cómo no inquietarse ante el ni-

vel ideológico de un partido que había naci<1o, tan

bien armado, cle Cos de las rtrás sóliclas mentes del

siglo xIx? Desgraciadamente, los motivos de inquie-tud son n:ás que abunclantes; 1o poco que he podido

<ieclucir de mi expeliencia personal coincide plene.-

rnente con las e;<peliencias ajenas. NIe piclieron qr.re

presentara a la cé1uh <<dei gas>> tttl inlorme sobre ia

situación clominante en Ilalitr, y especificaron qlie

úrnicamente podía basarme ei-I lealidades estadísticas

(¡rroducción de acero, etc.), y qtie d.ebic ettitar ante

io¿lo Ias cuestiones icieológicas. Nc pu.ie l:rcerlo'

Sin ernbarg.o, reconozco que si en el particlo

rnr,rnist¡, nre tcnlar-cil pof Lrli int':ier:lr.i:i1 de1 tii:t,

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186 Matiliestos del Surrenlismo

indeseable que quepa imaginar, ello se debía única-mente a un error de interpletación. Mis simpatíasestán con la masa formada por aquellos que realiza-tán la revolución social, y lo están de un modo tanexclusivo que no puedo sentir rencor a causa de lospasajeros efectos de aquella desdíchada interpretación.Lo que no acepto es que, en virtud de determinadasposibilidades de maniobrar, ciettos intelectuales a iosque conozco, cuyas motivaciones morales son más quedudosas, tras haber intentado sin éxito el cultivo dela poesía y de la fi"losofía, se pongan la casaca de laagitación revolucionaria, que gracias a 1a confusiónimperante en los ámbitos revolucionarios consigan sus-

citar ciertas esperanzas, y, para mayor comodidad, se

apresuren a renegar ttuculentamente de aquello que,cual el surrealismo, les ha permitido alumbrar sus

pensamientos más lúcidos, pero que, al mismo tiempo,les obliga a rendir cuentas y a justificat humanamentesu postura. El espíritu no es como una veleta, o, por1o menos, no es tan sólo como una veleta. No bastacon decidir de repente entregarse a una determinadaactividad, ya que esta entrega nada significa si unono es capaz de expresar objetivamente cómo llegó a

tal decisión, y en qué punto exacto era necesario queestuviera para llegar a ella. No quiero ni siquieraoír hablar de esas convetsiones revolucionarias de tiporeligioso, cle esas conversiones de algunos individuosque se limitan a comunicárnosl1s, y ziñaden, con sa-

tisfacción, que no se e:<plican las causas. En estoscasos no puede haber ruptu,ra, ni solución cie conti.nuidad en el pensamiento. Claro que siempre cabet'ecordar los viejos caminos sinuosos de la giacia...Buenc, es brorna. Pero result¿r natural que sienta unagran dcsconfranza, en estos casos, La veldad es quecoijo:co a uir hombie rlcterminaclo, 1,' con eso quicro

ciecir que sé de dónde procede e incluso, un poco, a

dónde va, y de pronto se pretende que este sistema

de referencias quede invalidado, y que este hombre

haya liegado a un lugar totalmente distinto de aquel

hacia el que avanzaba. Y si esto pudiera llegar a ocu-

rrir, ¿acaso no hubiera sido necesario que este hom-

bre al que considerábamos en el amable estado de

crisálida, a fin de volar con sus propias alas hubiera

tenido que salir deL capullo de su pensamiento? Repitoque no creo en estas convefsiones' Considero absolu-

tamente uecesario, no sóio desde el punto de vistamoral sino también desde el punio de vista práctico,

que cada uno de esos que se apartan del surrealismopong" en tela de juicio, ideológicamente hablando, al

iunealismo, y nos señale, desde su punto de vista, los

aspectos más dudosos. Pero no, jamás ha ocurrido

tal. La verdád es que) al parecer, la causa de estos

bruscos cambios de actitud se halla casi siempre en

sentimientos de muy poca altura, y creo que debemos

buscar e1 secreto de estas causas) como el de la gran

inconstancia cle la mayotía de los hombres, antes bien

en una progresiva péidida de conciencia que en el

súbito flÁrecer del razonamiento, que es tan diferente

de lo antetior como el escepticismo 1o es de la fe'

Con gran satisfacción de aquellos a quienes desagrada

r.g.rlár 1as propias ideas, tal como se regrrlan en el

suirealismc, resulta que dicha regulación no se efectúa

en los medios políticos, por 1o qtie quedan en liber-

tad, ciesde que ingiesan en ellos, dc convertir en rea-

iidad su ambición, esta ambición que exisiía ya antes

-y esto es 1o grave- cle que descubrieran su preten-

diáa vocación revoiucion¡.ria. Hay que oirles en el

acto de predicar a los viejos militantes; hay que

verles quem'¡r, cor. r¡ás facilicl:ld que si de sus prcpios

';apelcs se if¿rii.ii¡i, 1as cirlpris de1 pensamiento crítico,

.9 e grr. nd o fuI a n i f i e s t o 187

¡,.&írF"'*:,

i'.

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188 Manifiestos del Surrealist¿o Segundo Maniliesto 189

ñores engañan, y engañan de modo tan total, a quie-nes les acogen, ayer en el seno del partido comunis-ta, mañana en la oposición a dicho patido, hayatentado y siga tentando a algunos intelectuales pocoescrupulosos, que también fueron aceptados por eIsurrealistaa, quíenes, luego, se convierten en sus másferoces enemigos 7. Algunos de ellos son del tipo deNL Baron, autor de poemas mu¡' hábilmente plagia-dos de Apoliinaire, aunque en ellos se muesre máspropenso que éste a los placeres desordenados, yquien, debido a su absoluta carencia de ideas genera-les, no era más, en el inmenso bosque del surrealismo,que una insignificante puesta de sol reflejada en unacharca de aguas pútridas, y 1as gentes de este tipoaportan al mundo <<revolucionario>> el tributo de unaexaltación de colegio de segunda enseñanza y una ig-norancia crasa, toáo ello salpicado con imágenes pro-

' t Por moiesta que sea esta constatación, al menos desdecietto punto de vista, considero que el surealismo, esa esüe-cha pasarela sobre el abismo, no debe estar bordeado de ba-randillas. Conside¡amos que debemos confiar en la siirceridadde aquellos a quienes, un día, su ángel o su demonio jnduce

a unirse a nosotros. En este momento sería demasiado exigirlesque se comprometieran a alia¡se definitivamente con nosotros,ya que esto equívaldría a prejuzgar inhumanamente la impo-sibilidad dcl ulterio¡ desarrollo, en ellos, de cualquier vulgara6ción. ¿Cómo es posible contrastar la solidez del pensamientode un hornbte de veinte años, que ni siquiera imagina laposibilidad Ce ar,.alarse con ot¡a cosa que no sea la calidadpulamente a¡tística cie las pocas páginas que ofrece a nuestl'ac<¡nsidcración 1' q'.re manifiesta hacia Ia ccacción un hor¡ordemostraiivo de que h¿r sido r,íctima de ella, pe¡o no de quesea incapaz de hacerla padecer a otros? Sin embargo, de esehombre tan joven, dei impulso que le mueve, depende la infi-nita .,'ivific¿ción clc una idea sin ecled. Pero cllantos riesgos...Apenas tiene u¡o tiempo de pensel un poco v .va llega otrohombrc cle veinte años. Intelectualnente, Ia verdadcra bellezano se clistingue, a prirtri, de i¿r bellcza del diablo.

'a:.

que es más riguroso en estos terrenos que en cualquierotro; hay que ver cómo éste toma por testigo auno de esos pequeños bustos de Lenin que se vendena ttes francos ochenta, y el de más allá golpea con eldorso de la mano el vienrre de Trotsky... io qrr" .otolero es que esas gentes con quienes estuvimos enrelación, y cuya mala fe, arrivismo y finalidades con-ffamevolucionatias, por habedas ltosotros experirnen-tado en propio perjuicio, hemos denunciado en rodaocasión desde hace tres años, que los individuos comoMorhange, Politzer y Lefévre, encuentren el medio deganarse 7a confranza de los dirigentes del partido co-munista, hasta el punto de poder publicar, por lomenos con su aparente aprobación, dos números deuna cierta <<Revue de Psychologie Concréte>>, y sietenúmeros de la <<Revue Marxiste)>, tfas lo cual tuvie-

' ron a bien ilustrarnos de una vez para siempre acercade su bajeza, cuardo el segundo de los nombradosdecidió, cI cabo de un año de colaboración y complicidad con el primero, y teniendo .n ..r.nio q.," l^psicología concreta no gozaba de popuiaridad, denun-ciar er aquél ante el Partido, acusándole de iraber disi-pado en Montecarlo, en el curso de un día, la sumade doscientos mil francos que le había sido confiadaa fin de que la empleara en propaganda revoluciona-ria, y el denunciado, úrnicamente ofendido por el pro-ceder de su amigo, vino inesperadamente a hacermepartícipe de su indignación, reconociendo sin em-lra.cho que los hechos de que se le acusaba eranciertos. En Francia, aciualmente, cstzí peLtliticlo, ccnla connivencia de M. Rappoport, abusar clel nombre deN,{arx, sin que nadie {ormule objeciones. Ante esto.rne presunto a dónde ha ido a parar ir morai'rei,o-lucionaria.

Cabc conccbil que la faciliclacl colr qlle estos sc-

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19L190 Maniliestos del Surrealismo

pias del catotce de julio. (Hace algunos meses, y en

un estilo delicioso, M. Baron me comunicó su convet-sión al leninismo integral. Conservo su carta, cuyas

ridículas afirmaciones alternan con los más horrendoslugares comunes copiados de la <<Humanité>>, y con

conmovedoras declaraciones de su amistad hacia mí'Esta carta está a disposición de todos los aficionadosai género. Y no volveÉ ahablar de ella, a menos que

me obliguen.) Fiay otros que pertenecen a la especie

de IvI. Naville, con respecto a quien estarnos dispuestosa esperar que su insaciable sed de notoriedad acabe

pol devorarle --en menos de cuatro r1ías, N{. Navilleha sido director de <<L'Oeuf dur>>, director de <<La

Révolution Sutréaliste>>, ha ejercido sus dotes de

mando en <<L'Estudiant d'avant-garde>, ha sido direc-

tor de <<Clarté>> y de la <<Lutte de Classes>>, le ha

{altado poco para ser el director del <<Camarade>>, y

en la actualidad es la primerísima estrella de <<La

Verité>>-, hay offos que tan sólo buscan, sea en lacausa que sea, unas mínimas direcüices protectoras,tal como aquellas que dan a los infortunados las

señotas dedicadas a las buenas obras, quienes en dos

palabras les dicen qué es lo que c{eben hacer. Antela sola presencia de M. Naville, el partido comunistafrancés, e1 partido comunista tuso, la mayoría de 1os

hombres de la oposición en todos los países, y losprimeros enire éstos aquellos para con quien M. Na-ville estaba, qttizá, en deuda, como Boris Souvari-ne, tr'{arcel Fourtier, todos los del surtealismo v .vo,tomamos aspecto de mendigos. M. Baron, auior de

Anclarlura poética es a esta andadura 1o que tr4. Na-vil1e es a 7a andadura revoiucionaria. Sin ducia.

M. Naville se ha dicho que pertenecei duianie trcs nre-

ses al partido comunista es exactamente 1o q,-re 1e hace

Íalt:i, .,'a q',re ic qrie más le inieresr es hacel '¡elei el

Segundo hlaniliesto

hecho de haber abandonado el partido. M. Naville, opor lo menos el padre de M. Naville, es muy rico.(Para aquellos de mis lectores que no son enemigos

de los detalles pintorescos diré que la oficina de di-rección de <<La Lutte de Classes>> se encuentra en elnúrmeto 15 de ia ca1le de Grenelle, en una propiedad

de la familia de ivl. Naville, propiedad que no es otraque el antiguo palacete de los duques La Rochefou-ceuld.) Estas considetaciones me pareceñ ahora de im-poltancia mayor que la que anteriormente les atribuía.Y, en efecto, es conveniente señalar que M. Ivlorhange,en el mo'mento en que decide fi:ndar la <<Ren¡.e Mar-xiste>>, recibe, a estos efectos, de manos de M. Fried'mann un préstamo por valor de cinco millones. Poco

después, su mala suerte en la ruleta le obliga a de-

volver una importante parte de dicha suma, pero nopor eilo deja de set cietto que gracias a esta exorbi-

tante ayuda financiera ha podido usurpar el puesto

que ya sabemos, y hacerse perdonar su flagtante in-competencia. Del mismo modo, gracias a suscribir

cierta cantidad de acciones fundacionales de la em-

presa <<Les Revues>>, de la que era subsidiaúa la

<<Revue h4arxiste>>, M. Baron, quien acababa de here-

dar, pudo creer que ante él se abrían horizontes más

vastos que aquellos a los que estaba acostumbrado.Asimismo, cuando, hace pocos meses, IvI. Naville nos

comunicó su intención de publicar <<Le Camarade,>>,

periódico que, a su decir, debía subvenir a la necesi-

dad de dar reno'¡ado vigor a 7a cútica de la opcsi-ción, pero que, en realidad, debía ante todo proveerle

de una excllsa para aparraise, a Ia chita callanCo, cual

nos tienen acosir¡mbrados, de1 excesivamente perspi-

caz Four¡ier, tllve curiosidad Ce €nterar-nre, por sus

propios labios, cle quién srifragaría los gastos de esta

p,-iblic¿ición, p,rblicacicin de la que l'f. Na.;ii]e ibe r

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192 fuIaniliestos del Surrealisma

ser, tal como ya he dicho, el director, el único direc-tor, sépase bien. ¿Acaso eran esos misteriosos <<ami-

gos)>, a quienes se dedican muy amenos comentariosen la última página de los diarios, y a los que se pre-tende interesar en el precio del papel? Pues no, nadade eso. Se trataba pura y simplemente de jvI. PierreNaville y su herrrano, quienes aportarían quince mílfrancos de los veinte mil que se necesitaban. El restosetía entregado pol unos llamados <<camaradasr> deSouvarine, de quienes M. Naville confesó no sabersiquiera el nombre. Como puede verse, para hacerprevalecer el propio punto de vista e'n los ámbitos enque, a este respecto, más estricto criterio debieraimperar, mayor importancia tiene el hecho de ser hijode un banquero que la validez de dichos puntos devista. M. Naville, quien practica con habílidad, en vis-tas a conseguir los resultados ya clásicos, el arte dedividir a la gente, no reilocederá ante medio alguno,

.y ello es evidente, con tal de llegar a regir la opiniónrevolucionaria. Pero, collo sea qlle en aquel bosquealegórico, en el que no hace mucho veía a tr4. Baronen e1 acto cle desplegar gracias de renacuajo, han ama-necido ya varios días aciagos para dícha serpiente boade tan desagradable cara, cabe predecir, con la sa-

tisfacción propia del caso, que domadores dotados dela fuetza de un Trotsl<y, e incluso de un Souvarine,acabarán por haccr enttat' eu razón a ten eminentereptil. Por el rnomento, únicamente sabemos que haregresado de Constantinopiri, en compañía del insig-nificante volátil Francis GérarC. Los viajes, que ranroforman a la juventud, no defcrman la bolsa de M. Na-ville, padre. Tanbién es dcl nrlvor inteiés ir a inclis-poner a'Irotsky colr sus únicos amigos. Y ahora quierofornular una úitima piei+1ntt, de carácter purementepiatónico. a lv{. i\¿r';illc: ¿Q'IJIF\I prg,r los grstos de

Segund"o Manifiesto 193

<La Vetité>>, órgano de la oposición comunista, en elque el nombre de usted adquiere de día en día más ymás importancia, y consta siempre en plimera página?

Muchas gracias.

Si he juzgado oportuno tt'ata.i i¿1n extensamenle los

ante¡iores temas, e1lo se debe a que quería poner de

relieve que, contrariamente a lo que pretenden hacer

creer, todos nuestros antiguos colaboradores qlle pro-claman haberse apartado del surreelismo pot propiavoluntad han sido, sin una sola excepción, expr-rlsados

por nosotros, y, en modo alg';no resulta ocioso dift;n-dir las razones de su expulsión. En primer lugar, se

debió al deseo de demostrar que, si bien e1 surrealismose consideta indjsolublemente unido, en méritos de

las afinidades a que me he referido, a1 desatrollo delpensamiento matxista, v únicamente a éste, también

es cierto que se inhibe, y sin duda seguirá inhibién-dose durante mucho tiempo, .de elegir entre las dos

grandes coríientes que, en los ptesentes momentos,

enflentan entre sí a aquellos hombres que tienen dis-tintas concepciones tácticas, pese a que, no por ello, se

se han mostrado menos entregados a la revolución. Ene1 momento en que Trotsk¡r, en carta áel 25 de sep-

tiembre de 1.929, reconoce que , en el seno cle la In-ternacional, es pltente eI becbo de la inclinación de Iaclirección oficia! hacia la izqu'ierda, y en la que prric-

tica.mente apoya con tocla su autoridad la solicitud de

re;ntegfecjón de Racovsky, Cassior y Okoudjava, srls-

ceptible de comportar la suya ptopia, no varnos nos-

otros a acloptar una postur¿t más irreciuctible que 1a

dcl firmante de clicha carra. I'tro será precisemenie en

el morlento en que el solo hecho de considerar el

n-uis penoso conÍlicto interno qLte qltepa inaginar in-iluce r lrombrcs curl los arl:ibr iilenci':n:tdls r r1¿'ir:

13

Page 25: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

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194 Maniliestos del Surrealisruo

un nuevo paso en la senda de la reconciliación, nosin hacer pública reserva de, por 1o menos, sus másdefinitivas convicciones, cuando nosotros intentemos,ni mucho menos, revolver la espada en 1a herida de larepresión, tal como ha hecho IvI. Panait fstrati, por1o que N{. Nar,'ille le ha felicitado, dándole al mismotiempo nn bondadoso tirón de orejas: Istrati, nzá.s

te lsubiera xa.lido no publicar un lragrnento de tu li-brc en un órganc tal como la <<Nouuelle Reaue Frangai-Je)> 8, etc. En este asunto, . nuestra intervención sola-mente tiene la finalidad de poner en guardia a lasmentalidades serias ante un reducido número de in-díviduos que sabemos, por propia experiencia, sonlnemos, farsantes o intrigantes y, en todo caso, setesmalintencionados, desde el punto de vista revolucio-nario. Por el momento, esto es cuanto hemos podidohacet, en tal materia. Somos los primeros en lamentarque 1o hecho sea tan poco.

Para que, en el ámbito al que me acabo de referir,quepa ia posibilidad de que oclrrran esos abusos deconfranza, esas defecciones y traiciones de todo orden,parece necesatio que este ámbito sea un recinto ha-bitado por seres despreciables, en el que no quepaconiar con Ia actividacl desinteresada y simultánea deun puñado de hombres. Si la tarea revolucionaria, ensí nrísma, con la disciplina que su rcalización presu-pone, no es de tal naturaleza que separe, desde unprincipio, a los buenos de los malos, a los falsos delos sincelos, si, poL su mal, no tiene más remedíoque esperar a que una serie de acontecimientos exie-riores cumplan la función de desenmascai:ar a unos y

t Con referencía a Fa¡ait Istrati -v e1 asunto Roussakov,r'é,rse la N. It. F., 1 de octubre de L929. y <<La Vérité>, 11 Ce

ocr'-rbrg ¡ic 1929.

Segzrndo Maniliesto 195

de proyectar un reflejo de inmortalidad en los rostrosdesnudos de los otros, ¿cómo puede pretendetse quelas cosas no se desanollen más miserablement. toáu-vía con respecto a aquellas tareas que no son la ante-riorrnente dicha, en sentido estricto) y, concretamenteen la tarea sulrealista, en Ia medida en que ésta nose confunda únicamente con la primeramente men-cionada? Es plenamente normal que el surealismo semanifieste en medio, y quizá a.l precio, de una ininte-rrumpida serie de fracasos, de zigzags y de defeccionesquc exigen, en todo mornento, poner en duda susbases primarias, es decir '¡olver a los principios inicia-les de su actividad, e interrogat al rnañana aleatorioque es causa de que los corazones <<se enamoren)>ahora de é1, y se aparren después de é1. Debo recono-cer que no todo se ha intentado a los efectos de llevara buen término nllestro empeño, aunque sólo fuesepor el medio de sacar provecho de los recursos quel-remos definido como propios de nuestra postura, ypor el medio de utiiizar intensamente los modos deinvestigación que fueron pt-econizados en los origenes del movimiento de que tratamos. Qulero vol-ver a reco;:d.\i y a insistir en que el problema cle laacción social es únicamente una de las formas de unproblema más general que ei surrealismo se ha im-piresto el deber de poner de relieve, y que no es otroque el áe Ia expresiót hui¡zaita en lodas sus fonnas.Quien djce e>:oresióir dice, en primer lugar, idioma.NO htiy pues qiic sorpi.enderse cle que el sur¡ealismose sitúe ante todo, y casi únicamente, en el terrenodel iüioma, ,v tan-ipoco hay que soiprenderse de quee1 surrealismo, ciespiiés cje efectuar tal o cual incursiónen oiros campos, re.qrese al del idioma cual si buscaragozrir del placer cle ccmi:oirarse en é1 igual que si sel:,llh:,, en uit ii::ís ;ll ccr;iitistiiCo. Y, efec¡iv¿tmente,

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1-96 fuIanifiestos clel Su'rreo.listtzo

r-rada puede ya obstaf a que una gran parte de estepaís sea tierra conquistada por el surrealismo. Las

hord,rs de palabras literalmente desencadenadas a las

que el dadaísmo y el surtealismo han dado libertad,abriéndcles todas las puertas, no son de aquellas Quese retiran fácilmente. Sin prisas, con seguridad, estas

hotda.s penetrarán en los pueblecitos de la idiocia li-teralia que todavía se enseñrt en la actualidad, y,

conÍundiendo sin dificult¿ides las altas con lag bajas

esfetas, de¡ribarán sin perder 'la

compostura gran can-

tidad de tomecnes defensivos. Con la falsa idea deque nuestros esfuerzos tan sólo han servido pata ha-cer tambaleat, seriamente, a la poesía, la población noestri 10 suficientemente alarmada, y se limita a ccns-

truir, aquí y allá, diques de contención carentes de

importancia. Fingen no darse crlenta de que el me-

canismo lógico de la frase se muestra, en sí mismo, de

día en día más impotente para producir en el hombreaquella sacudida emotiva que es la que verdadera'rnente da valor a su vida. Contrariamente, los pro-ductos de esta actividad espontánea, o tnás espon-

tánea, directa, o nzás directa, cual los que 1e ofrececon creciente abundancia el surtealismo bajo la formade libros, cuadros y películas cinematográficas que elhombre contempió inicialmente con estupor, son ahotabuscados por este mistlo hombre, quien se rodea de

ellos, y se enirega, más o menos tímidamente a ellos,con el deseo de alterat totalmente su r¡odo de sentir.Ya 1o sé: este hombre toclavía no es hombre clel

todc, v es necesario dejzrr'le tiempo para que llegue a.

serlo. Pero fijrros en cuánta admirable y perversa ca-

paciciacl c1e insinuación han demostraCo tener ciertasobras, pocas, mui/ rnoclernas, obras cle las qt:e 1o me-

nos qlre cabe decir es qrle están dominaclas por unespíriiu especínlmente insrr,Lrbre: Bauclelaire y Rim-

Segutdo Maniliesto 197

baud (pese a las resetvas que he hecho a su tespecto),Huysmans y Lautréamont. Y al mencionar a éstos, mehe linitado a1 campo de la poesía. No tememos so-

meternos a la ley de esta insaiubridad. Nadie podrádecir que no hemos hecho cuanto hemos poclido a finde aniquilar esta estúpicla ilusión de felicidad y deconzún acuerdo, cuya denuncia será la glotia del si-g1o xrx. Bien cierto es que ni por un instante hemosdejado de amar estos rayos de sol poblados de mias-mas. Pero, en el mollento en que los poderes públicosde Francia se disponen a celebrar grotescamente condiversas conmeÍroraciones el centenario del romanti-cismo, nosotros declaramos que, históricamente, deeste romanticismo en fiuestros días tan sólo qrreda lacola, pero se trata de una cola extremadamente prensil,y la esencia de 1o que queda de este romanticísmo,en L930, consiste en ia negación de aquellos poderesy de aquellas conmernoraciones; asimismo declaramosque, para el romanticismo. tener cien años de exis-tencia equivale a la juventud, que los días clel roman-ticismo etróneamente calificados de heroicos, tan sólomerecen, honestamente, la calificación de dlas de va-gidos de ulr ser que ahora comienza a. dat a conocersus deseos a través cle nosotfos, y que si se teconoceque tocio pensamiento anterior a él representaba, enel sentido <<clásico>>, ei bien, ahora este romanticismodesea, sin lugar a la menor duda, el mo.I en. su to-talidad.

Sea cual fueie ia evo'l,¡ción del sirrrealismo en elterreno poiítico, por uigcnt.: qlle sea el iniperativode confiar únícamente, en crden a la liberación delhorrbre, condiciór¿ priritorclial clel es,oíritzt, en la re-vohrción de1 proietaiirrdo. puec.io afir'mar que no irernostenido razón alguna, cligne de coilsidelación. para po-

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198 LIa;til iestos del Surrcclisnto

ner en tela de juicio los medios de expresión que nosson propios y cuyo uso, según hemos podido compro-bar, sirve satisfactoriamente a nuesttos propósitos.Y si alguien ha tenido a bien condenar tal o cualimagen específicamente suffealísta que yo haya po-dido emplear al azat en un prefacio, no pot ello quedazanjado ei pioblerna de las irnágenes. <<Esta familiaes rlna camada de perros>> (Rimbaud). Si, basándoseen una frase cual ésta, aislada de su contexto, haygente que se dedica a escribir largas parafadas apa-sionadas, lo único que lograrán será {ormar rin nutridognrpo de ignorantes. Jamás se conseguirá implantarprocedimientos neo-naturalistas a expensas de losnuestros, es decir, jarnás se conseguirá aniquilar todoaquello que, a partir dcl naturalismo, constituye lasmás importantes conquistas del espíritu. Recordaréahora las respuestas que di, en septiembre de 1928,a las dos siguientes preguntas qlie me formularon:1.o ¿Cree que ia producción artística y literaria es unfenómeno puramente individual? ¿No cree que dichaploducción pudiera, c debiera, ser reflejo cle las gran-des corrientes que determinan la evolución económicay social de la humanid¡d? 2.' ¿Cree usted en la exis-tencia cle una literatura y de un arte que expresen lasaspiracioncs de la clase obre¡a? ¿Quiénes son, a srljuicic, sus ptincipales representantes?

1. Sin duda aiguna, ia producción artística y iite-raii:r, ccx.,ro todo fenórne uo intelectual, no nlerecef 1r

trl non'rbre como Íro sea quc se pfoponge únicamenteci pi'cbicma tle Lt sobett¡rít del peitsoiitietto. Es de-

cir, resulta irnposible contestar negativa o afirmativa-lrlente a sr-r pi'irlera pregunta. )' la única actitud filo-sófica que cabe obser-r'eí en este caso consiste cnimponer la contr¿tdiccióa (existente) entre eI carácterdei pcitsttttiarf o /tttittiito qilc cot¡sidel'arnos obsolu.to,

Segttndo Alanifiesto 199

por ttÍxú parte, y Ia realidad de este pensamientobumano e?x u.na multitud de seres bu.rnanos indioidua-les, coit pensamiento linzitado, por otra; esta cofitrrt-dicción no pu.ede resoluerse sino en el progreso in'fini-to, en la serie, por Io menos prácticamente infinita, de

las sucesiuas generaciones bt¿nanas. En este sentido,el pensaxziento burrzano posee ltt soberanía y no laposee; y su capacidad de conocer es taft ilitnitada comolirnita.da. Soberano e ilirnitado por naturalez,a. y ao-

cación, efl potencia, y, €o cuanio a su última finalidaden la Historia, pero carente de soberanía y lirititadoen cada una de sus realizaciones y en cualquiera de

sus estalos (Engcls, La morel y eI derecbo. Verda-des eternas). Este pensamiento, en el teneno en que

usted me pide 1o considere, en cuanto expresión par-ticula¡ determinada, ncr puede sino oscilar entre laconciencia de su perfecta autonomía y la concienciade su estrecha dependencia. En nuestro tiempo, laproducción artística y literaria me parece totalmentesacrificada a las exigencias dei desenlace de este dra-ma, consecuencia de un siglo de filosofía y de poesía

verdadetamente desgamadoras (Hegel, Feuerbach.Marx, Lautréamont, Rimbaud, Jarry, Freud, Chaplin,Trotsky). En estas circunstancias, decir que aquellaproducción puede, o debe, ser e1 reflejo de las grandescortientes que determina.n la evolución económica ysocial de la humanidad sería emitir un juicio muyvulgirt, itnplicanclo el reconocimiento puiainenie cir'-

cunstancial del pensamiento i' prescinclienCo de si-r

natuta.leza esencial, laturaleza que e s, a nn misr-lotiempo, inconclicíonada y condicionada, utópica ,v

realista, con sri fin ccntenido en e11,r misma y con 1a

soia anbición de estar al servicio de algo, etc.2. No creo en la posibilidad de la existencia ac-

tual cle una liicratura o de Lrn aiie qLle exFrese ias

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hfnn i I ie s t o s d el S t.tr r e alism o Segu.ntlo Manifiesto 20L200

'i

aspiraciones de Ia clase obrera. Si no creo en ello lacai:sa radica en que en el período prerrevolucionario

el escritor o el artista, de formación necesariamente

burguesa, es por definición incapaz de expresarlas' No

negáré que pueda formarse cierta idea de estas aspi-

,o.1orr"r, y gue, en circunstancias norales que mu-v

raÍ^ vez,e dalán, pueda concebir la relatividad de

toda causa, en función de la causa proletaria' Creo

que se trat¿ de una cuestión de seusibílidad y de

ilorrrud"r. Sin embargo, y pese a lo antetior, no podrá

zafarce de muy graves duclas, inhe,'-entes a los medios

cie expresión que le son ptopios, que le obligan a

considerar, por sí y ante sí, desde un ángulo muy es-

pecial 1a obia que se propone tealizar, Para que esta

óbtu t"^ viable es preciso que esté situada en cierto

lugar con respecto a ciettas otras obras ya existentes,

y, al rrismo tiempo, debe abrir Llo nllevo camino'

Cuardando las debidas distancias, diremos que sería

igualmente vano alzar Ia voz contta, por eiemplo, la

akrmación de un determinismo poético cuyas leyes no

son impromulgables ni mucho lllenos, que alzarla con-

tra la afirmación del materialismo üaléctico. En cuan-

to a mí hece referencia, sigo convenciclo cle que los dos

órdenes de evolución son rigu,--osamente parecidos, y

que también tíenen la nota comúu de rto perdonar

jámás. Las uagas teorías sobre l¿ utltura proletaria,

concebidss pcr nnriloSí(t y pot' ¿tfttítesis cott /a cultttra'

bztrgttesir, sott el resttltaclo de contprr,'iciones entre el

proletariotio )'Ia bitrgtesín, e¡¿ las t¡ue e/' espti;trt

irítico ningti.ita ittí:eruención tiene.'. Cierto es qu'e lle-

gará cl 1??oiileitto, eit eI des,irrallo rle Ia rttteun socie-

,!,r,,1 , eit qirc It" ecorictiií,t, la c¡i!it¡r,¡ y eI arie goza'ráiz

¿le siu¡t,i liberlat/ de t¡tcui¡tt;e4tos, es iecii', cle progre-

sc,t. Pcra á este resPccta, túi¡ só!o pctlciitos e ;;tre gar;tcs

tt ltt ir;ri:';:t!,tcirl,it i! i: i11:tii-liij.ts ccricitt;ti:. Eit ttita

socíedad que esté liberad'a de la esclaaizante preoctt--pación

por consegttir el pan d'e cada día, en qu'e las

iorlond.rrío, comuiales lauarán' et'icazmen'te las pren-'int

l, tuura tela de todos los ciudadanos, en que los

ntiftos --toclos los niños- estarán bien alirnentados'

gozarán cle bttenos cttidados méd'icos, estarái't alegres' y

Zbsorberán los eleruentos de ltis ciencias j' de ltts nrtes

,o*o t¡ d'el aire y Ia lttz del sol se tratara' en Ia que

ieiar:á ¿le haber ,rbornt inlítile s'>, en' Io' que el egoísrno

tiberado del honbre -fornidable

potencia- se efl-

caminaráúnicamentealconocimiento,transformación^,1 *riora d'el uniuerso, en esta sociedad el dittamisino'de

Ia' ctiltura será incomparo'blemente superior a cu6/t'

to se baya cottocido en el pasad,o' Pero solantente

llegaremós a esto a traués de una larga y penosa' tra'n'

sición que a'penas he¡nos iniciado (Trotsky' Reaolt't-"riir'y''ritr*n, <<Clarté>>, primero de noviembre de

!gní. Estas admirables frases cr-eo dan 1a justa res-

p""ttr, da r.rno..'." para siempre, a las pretensiones de

Llnos cuantos lmpostores y señoritos adinerados que

t" iut á^", Itoy, Jt Francia, bajo la dictadura de Poin-

calé, de oitisu, y escritores proietarios, amparándose

.r-r "t pt",""to d" qr.r" en su producción no hay más

q,-r" f.r.tdra y ,niseiia, a 1a' pretensiones <ie aquellos

o.r" ,ro aonaiban nada que se encuentre en una esfera

J" p"." *¡s elevada que el inmundo reportaje' que e1

rnori,l-.rrto funerario y los someros relatos de presi-

diarios, qlte no saben mirs que agitar antc nllesttos

ojos ei .ip..tro de ZoIa, ée Tola,cuya obra inientan

,áqrl.^, y no logran llevaise absoiutamenle nada' que

ob.,ua.ndó sin la menor vergüenza cle cuanto vi\re' su-

fre, gitne .v espeie, se opcnen a .toda investir;ación

,"rí^ l- i"r.nia' evit ar todo g1ér-ier-o de- descubl ii'iento s'

y qlie, so prelexto c1e cltiil ic q'¿e bien s¿ben nadie

í.r..1"'r".idir', es ci.ecii, lc comi:rensión genelr'1 ': in'

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202 Manif ies tos del Surrealistizo

mediata de cuanto es creación, denigran del peor rnodoal espíritu, y se comportan como los más certefos con-trarrevolucíonarios.

Un poco más arriba cornencé a decir que es muyIamentable que no se hayan efectuado esfuerzos másconstantes y sistemáticos, como no ha dejado de hacerconstantemente el sunealismo, mediante la escrituraautomática, por ejemplo, y ios relatos de sueños. Pesea ia ínsistencia con que hemos insertado textos deesta naturaleza en las publicaciones surrealistas y peseal preponderante Jugar que ocupan en ciertas obras,debemos confesar que no siempre son recibidos conel inte¡és que merecen, o que causan 1a impresión deser <<manifestaciones de osadía>>. La aparición de unaindiscutible artesanía rutinaria en dichos textos tam-bién ha sido evidentemente perjudicial para la trans-formación que teníamos esperanzas de provocar me-diante ellos. La cr-rlpa radica en la grandísima negli.gencia cle la mayoría de los aurores de dichos textos,quíenes quedaron satisfechos con sólo dejar coner laplurna sol:re el papel. sin prestar la menor atención a1o que ocurría en aquellos instantes en su inieiior

-pese a que este desdoblamiento era mucho más

fácil e interesante que el que se da en la escritura de¡sfls¡¡i(¡-, o que se contentafon con reunir, de modo¡lás o lne1-ros arbitririio, nnos clenentos oníricos des-tinados, antes bien a proclucii efectcs pintoiescos, quea prol;orciona,i Lrn¿i írti1 pcrceirción cle su fr-rnciona-¡niento. Esta confusión tiende a privarnos de todos losbeneficios que poc'l1íarnos clerivar de las oper.acionesdel tipo antes diciro. Para el sriiie ¿rlisrno tienen elgiair valol de sel slisccirtibles de clainos entrada a unalrcho canrpo de 1¿r lólce, de un¿r iógica pnr:ticuiar:,C¿ln-ipt) qua cS i,r]'Cil:::li'tlCltte :iquel Cn qlte, li,:sia el

presente momento, la facultad lógica, ejercitada siem-

pt. pot y en e1 consciente, no ha actuado. lvlás aún'

Ert" .u*po lógico no sólo sigue inexplorado, sino

que seguimos sin resignarnos a descubrir el origen

J. "rtr-

I)oz que tan sólo cada uno de nosoiros puede

oír, y que t ot hoblu muv especialn-rente de algo siem-

pre distinto a aquello en que creemos €star pensan-

io, y qrr., a veces, adquiere gran gtavedad en el mo-

mento en que más frívolos nos sentimos' y, otlas ve-

ces, nos .,r"nt^ chistes en instantes de desdicha' Por

otfa parte, esia voz no obedece simplemente al deseo

de contradicción... Ahota., mientras estoy sentado ante

mi mesa de trabajo, esta voz me habla de un hombre

que sale de un pozo, sin decirme, naturalmente, quién

es ese hombre; si yo insisto, la I'oz me cuenta con

mucha precisión cómo es este hombre' y no, definitivamenti, debo decir que no le conozco' El tiempo de

darme cuenta c1e 1o ánteriot ha bastado para que el

hoübre en cuestión desapareciera' Escztcbo' estoy muy

lejos del Segtmdo lvlaniliesto del Surrealismo." No

es nec.ruric que dé más ejemplos, es la voz, Ia voz,

qtrien me habla... Porque los ejemplos bebeit... Pet-

áón, tampoco yo 1o comprendo. Lo importante sería

llegar a saber hasta qué punto esta voz está autoliza'

da a repetirme, por ejemplo: no es llecesario que dé

más ejemplos. (Í, después de los Ca"ntos de hlalrio'roi' sabeinos ci-rán mal¿ivillcsamente independientes

pue clen ser las intel:\'/enciones críticas de est¿r voz' )

il.l,rn,lo l'r voz me cotttesta que los ejcnlpios be -

ben (?), ¿significa esto que la potenci:r qr-re la l-race

hablar se oculta? ¿Y, caso de que se ccuitc, por qrié

razón se oculta? ¿lba 1a voz a explicalse erl e1 pleciso

i¡stante en que tne he apresuraclo a sorpienclerla, sin

1leg:ili r cogerla? Estos problen-ias no só1o inicrcsa'ir

11 sriiieaiis¡no. A1 el(prc-s¡'irlos, tlo hacenos llliis quc

Segtndo lvlo.nifiesto /UJ

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¡1'-. --1

204 Maiziliestos del Srtrreo.lisrno

setvirnos de una posibilidad de conciliación muy os-cufa entre lo que sabíamos que teníamos que deciry lo que no sabíamos que teníamos que decir, sobreel mismo tema, pero que, sin embargo, decimos. Elpensamiento más riguroso no puede prescindir de estaayuda que, sin embargo, es indeseable desde el puntoc1e vista del rigor'. En el seno de tocia frase que ex-presa una ídea, esta idea queda siempre torpedeadapor la misma frase que la expresa, incluso cnando nohaya sido objeto de jr,rguetonas farniliaridades defor-madoras de su sentido. El dadaísmo quiso ante todollamar la atención sobre dicho torpedeo. Corlo se

sabe, el sumealismo se ha ocupado, por medio de laescritura automática, de proteger de tal torpedeo to-dos los buques, sean los que sean, incluso si se tratade rm buque fantasme. (Esta irnagen, de la que algu-nos han creído oportuno servirse para atacarme, meparece adecuada, pese a haberia utilizado muchas ve-ces, y por eso r,r:elvo a emplearla.)

Decía que a nosotros corresponde intentar percibirmás y más claramente cuanto se tfama, en relaciónal hombre, en las profundidades de su espíritu, auncuanclo esto mismo que buscamos se oponga a nues-tros esfuerzos, en méritos de su propia natutaleza.En esia materia, estamos muy lejos de pretender ais-lar los distintos elemenros dei conjunto y nada puedeatraernos menos que el dedicarnos al estudio cientí-fico de los <<complejos>>. T'rimbién es cierto que el su-rrealismo, qlle en el aspccro social ha acloptadodeliber¿lclamente, tal cclilo hem.cs visto, l¡s fón-iliiasmárxistas, no iiene la menol irrclinación a prescindírde la crítica freudiana cle Jas ic{els, sino que, al con-fferrio, la consíclera co;lo ia pliilert i.' única {un<jadaen la vercl¿ci. Y si ei sr-rrrealismo nc pr_rede asistirindircelerite ai dcba"te que enfrenta a lc's más ca.iific¿clos

Segmdo Maniliesto 205

representalrtes de las divetsas tendencias psicoanalí-

ticas -del mismo modo que se ha visto en e1 caso

de seguir apasionadamente, día a día, la lucha que se

desarroila en ios altos círculos de la fnternacional-.también es cierto que no puecle intervenir en unacontroversia que, en su opinión, hace ya tiempo quetan sólo puede desarrollarse útilmente entre profesio-

nales, No es éste el terreno cn que el surrealismo con-

sidera oportuno utilizar los resultados de sus expe-

riencias personaies. Pero, como sea que aquélios en-

globados en el surrealismo, en virtud de su propiamanera de ser, han de ptestar muy especial atencióna los presupuestos freuJianos, en los que tiene su

base la mayor parte de las inquietudes que les agitanen cuanto hombres

-deseo de crear, de destruir ar-

tísticanrente-, y a1 decir esto me refiero a la defini-ción del fenómeno de la <sublimación>> e, el surrealis-

o Freúd üce Cua¡¡to nzás se profundiza ett Ia patogenitt

de las ent'ermedades neruiosas, nzás claratnertte se perciben las

relaciones 4ue las uflefl a otros fenónenos de Ia uida pslr¡uica

de los l¡ombres, incluso a aquellos a los qte mayor ual'or

alribuimos. Y enton.ces aduertintos que la realida"d, pese afluestras pretensiones, tnt/'y poco nos satislace; eitionces, baiole fuerza de nuestras represiottes interiores, itticiaruos, er¿ nuet'tro interior, u¡ta uida farttástica que, aI conzplacer nueslrosdeseos, cornpensa las deficiencias de la. existencia uerCadera.

El hotnbre enórgico qtrc triunla (<<qrc tri*tfa>, dejc a Freudla entera lesponsabilidad de esta expresión) es aque! Eue cotl-

sigrrc trrmsÍor|/lrr eÍt t'ealida.des lns fanta.sías del ¿!eseo. Cu:¡ndo

esla tÍansliiuitció¡'t no se logrrt por culpa dc las circuitstastcias

exiciit¿s o dc la ¿lebilidad d.el indit'i¿ltto, és/¿ se (.1'Pd'itLt ¿rla realidal, r¿tiróndose aI más dichaso u¡'titerso de Ias s te-ios; ei't los c¡.sos de enlertnedad, tro.nsforizta eI conlenidolle sus sueños e:t síntonzas. Cttaildo coltürrelt ciertas íeuota-bles corclicianes, ei sttieto puede dcscubir oftc tnedio de pt'stlr ¿c sus fcttloshs a la realida.d, efl rez rie cparttrse deli-;::!iua¡;t¿;tle tíe és!¿, e;t uirtttd dc u¡ta rcgresi(i;t ¿! t't:',t:r!a

,it la i:tiattci,¡; 1; el!o es así por cir(inta creo 4te si el. su;;:!c

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lVlanilie s tos del Surrealismo

mo exige a quienes 1o integlan que aporten alcumplimiento de su misión :una conciencia fiüeva,que se comporten de tal modo que suplan, medianteuna auto-observación que en su caso tiene un valorexcepcional, cuantas deficiencias presente la operaciónde penetrar los estados de ánimo denominados <<artís-

ticos>>, efectuacla por individllos que no son artistas.sino, casi siempre, médicos. Ademrís, el surrealismoexige que, a 1o iatgo de un camino de dirección in-versa a la de éste al que acabamos de referirnos. aque-llos que poseen, en el sentido freudiano, la <<pteciosa

facultad>> de que hemos hablado, se dediquen a estu-diar el mecanismo, complejo como el que maís, de lainspiración, y gue, a partfu clel día en que dejemosde considerar a ésta como si de algo sagrado se tra-tara, procuren únicamente, basándose en Ia confianzaque han puesto en su extraordinaria virtud, somete!la inspiración a su voluntad, Io cual no ha habido to-davía quien haya osado siquiera concebirlo. De nadaserviría estudiar este tema añadiéndole sutiles consi-deraciones, ya que todos sabemos lo que es la íns-piración. No hay modo de incurrir en error; la inspiración ha sido lo que ha estado siempre al serviciode las supremas necesidades cle expresión, en todotiempo y en todo lugar. Comúnffrente se dice qtte hayo que no hay inspiración; cuando no hay inspiración,las sugerencias carentes de interés cle 1a habilidadhumana, la inteligencia discursiva y el talento des-ar¡ollado nrediante el ffabajo no bastan parr. slrplir a

aquéila. P.econocemos fácihnente la prcsencia clc 1,-r

posee el don del atte, t(ui misterioso desde eI punto tlc xisttpsicológico, puede translorH(tr stts sueños et creociares atiísti-cas, en ucz de transforiztatlos en sítto¡.,ttis. De esta iiralel¿iescupa aI destino ¿e l¿t fierffosis y, netliantc tlic/:o t'oleo, errtrd e¿ relación con Ia realirlatl.

Segundo lv[aúfiesto 207

inspiración en esta posesión total del espíritu que, de

tarde en tarde, impide que ante toclos los problemasque se nos plantean nos 'convirtamos en juguete de

una solución racional antes que de otra solución racio-nal, la reconocemos en esta especie de cortocircuitoque la inspiración provoca entre uná idea dada y su

correspondiente (escrita, por ejemplo). A1 igual que

en la realiCad física, eL cortocircuito se produce cuan-

do dos <<polos>> de la máquina están unidos por un

conductor de nula resistencia o de resistencia dema-

siado escasa. En poesía y en pintuta, el sritrealismolra hecho lo imposible en orden a multiplicar estos

cortocircuitos. El surrealismo se ocupa y se ocupará

constantemente, ante todo, de reproducir artificial-mente este momento ideal en que ei hombre, presa

de una emoción particular, queda súbitamente a Ia

merced de algo <<más fuerte que él>> que le lanza, pese

a las ptotestas de su realidad física, hacia los ámbitos

de 1o inmortal. Lúcido .v alerta, sale, después, aterro-úzaáo, de este mal paso. Lo más importante radica

en que no pueda zafarce de aqueila emoción, en que

no deje de expresarse en tanto dure el misteriosocampaniileo, ya qlle, efectivamente, a1 dejar de pel-

tenecerse a sí mismo el hombre comienza a pertene-

cernos. Estos productos de la actividad psíquica, 1o

más apartados qlle sea posible de la voluntacl de ex-

presar un significacio, 1o más ajenos posible a las

ideas de responsabiiid,rd siempre plopicias a ecttlalcomo un freno, tan independientes como quepa de

cuanto no sea Ia uiria pasiun de ia inteligutcia, estas

productos que son la escritura automática y los relatos

de sueñcs 10 oftecen, a un m!.stlo tiempo, la ventaja

'o Si me cÍco en el debet de insistir tanio cn declarar el

valor clc cst¿s clos cperncicnes, ello no se debc a qr,re cousi-

Page 32: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

ó

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"'.É'. i,:

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I

208 Manifiestos del Surrealisrno

de ser los únicos que proporcionan elementos de apre-

ciación de alto valor a una crítica que' en el campo

de 1o attístico, se encuentra exttañamente desarbola-

da, permitiéndole efectuat una nlleva clasificación ge-

netal de lcs valores líricos, y ofreciéndole una llavequc pueCe abrir para siempre esta caia de mil {onclos

llamacia hombre, y le disuade de emprendei la huida,por razones de simple conservación, cuando, sumida

en las tiniebias, se topa con las puertas extetllamente

cerradas del <más allá>, de la realidad, de 7a nzón,del genio, y del amor. Día llegará en qt'.e la genertr-

lidad de los bumanos rlejatá de permitilse e) lujo de

adoptar una actitud altaneta, cual ha hecho, ante estas

pruebas palpables de una existencia distinta de aque-

dere que constituyen en sí mismas, únicamente, Ia panacea

intelectual tan esperada, sino que, pala un obsetvador aveza-

do, se prestan menos que cualesquiera otras a ia confusión yal errot, y a que todavía son lo más idóneo que se ha podido

descubrit en o¡den a dar al honble una justa idee de sus

recursos. No hay que clecir que las circunstancins en que se

desarrolla la vida, actualmente, obst¿rculiz¡.n la príctica ininte-rrumpida de un ejercicio del pensamiento, aparentetnente txnglatuito como éste. Quienes se hal'¡¡ entregado a é1 sin reser-

uur, por bajo que algunos hayan caído después, no habrán

en vano sido proyectados en plenl- narauilltz interíor. Después

de haber gozado de tal maravilla, la re-adopción de cualquieractividad premeditada del espíritu, por muciro que complazca

a la nrayoría tle sus contcmporáneos, únicirmente ofrecerrí nnte

su vista un triste espectácr.llo.

Eslos mcdics directísimos, que cst:íil r',i rilcance c1e todos, -v

rjue insistimos en proptlrqnar siemple clL1c sc prctencir no -vti

pioducir obrns de arte, sino iluminrr la pr,rte no re'¡clada, y,'

iin en,bargo, revelrrble de nucstio ser en la que brilh c1e

r1rílnera iirtcnsn tocia la belleza, todo el atilir¡, tocj: ia virttrllcle que solros capílces, estos meclios iL-rmeciirtos, C¡:cíit, no son

Lls ril-licos. En especiai, parece cltlc,lclit,rlmente c¿lbc espel¿f

r-ucho Ce ciertos proceCimientos de frl:;a imulcsi'-in pula quc,

aplicailos ¿''|1 atte y a lLr vide, pr-recicrr l-'¡¡Jc¡tit- tl i'Íecto rle

Segundo hlttniliesto 209

lla que habíamos proyectado vivir. Entonces, se verá

con estupor que, pese a haber tenido nosotros /4

aerdad tan a1 alcance de 1a mano, hayamos adoptado

en general, la precaución de procurernos una coartada

de carácter literario, en vez de adoptar la actitucl de,

sin saber neclar, tirarnos de cabeza al agua, sin creer-

nos dotados de la virtud del Fénix peneuar en ei

fuego, a fin de a\canzat aquella verdad.

Repito que la culpa no es de todos nosotros, indis-tintamente. Al ¡eferirnos a la falta de rigor y de pu-

rezl. qLte, en cierto modo. han afectaclo a estas mani-

festaciones elementales, quisiera poner de relieve

cuanto de contaminado hay, en 1os actuales días, en

aquello que se considera, en der¡asiadas obras )74, como

fijar la atención, 1ro ya en 1o teal o en lo imaginario, sino

en el reaerso de lo real, y valga la expresión. Bello nos

parece imaginar novelas sin posible frnal, al igual que estos

problemas que no tienen solución posible; imaginar ouas

novelas en las que los personaies, bien definidos merced a

unas particularidades mínimas, se compottarán cle manera per-

fectamente previsible en vistas a un resultado imprevísible;a la inversa, ottas en que Ia psicología renunciaiá a atosi'garnos, a expensas cle 1os seres y los acontecimientos, con el

cnmplimiento de sus inútiles deberes, a fin de penetrar ''rerda-deLamente, dutante una fracción de segundo, en una ímpei-

ceptible grieta, y en su interiot, sorptenCer a los gérmenes

de ios inciclcntes; otres en las qne la verosimilituci del cscc-

naiio dejarrí, pot vcz prin-re ra, de ocultainos 1¿r exftaña vidnsirrbólica c¡-re los ob¡'etcs, incluso los tn¿is definidr¡s y usuales,

únicamente iienen en los sueños; e incluso trquelhs orras en

que la ccrnstrucción setá simplicísima. pero en las que una

Ácena de r:tpto setá descrita con palabras frtigadas, o rina

tcnriente tel¿ti¿cla con precisión, perc en alegre, ctc., etc. To-

dos aquellcs clue estimen liógtrdo el mome ntc¡ de ternlinr¡cle una veii con las insensateces del <realismo> no tendrrín

clific'.dtac1 algur,a eu multiplicar 1os eiemplos crial los anle-

¡ i.¡ Les .

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Page 33: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

210 IVIanif ic stos d eI Surrealisnzo Seyrndo ht-anifiasto 211

que estamos obiigados a informar a Desnos de que, al

no esperar absolutamente nada de é1, le exoneramos

de cuantas obligaciones pudo conffaer, no hace mu-

cho, para con nosotros. Debo confesar que cumplo

este debet con cierta tristeza. Contrariamente a 1o

ocurrido en el caso <ie algunos primeros compañeros

de viaje a quienes jamás tuvimos 1a intención de con-

selvar a nuestro lado, Desnos ha ejetcido en el su-

rrealismo una función necesaria e inolvidable, y el

presente momento no puede ser más inoportuno para

ponerlo en duda. (Pero también Chirico se encuentra

en parecido . caso, y sin embargo. '. ) Libros como

Deuil pour Deuil, La liberté ou I'arnour, C'est les bot'tes de sept lieues cette plsrase: Je me aois, y todocr-ranto la leyenda, menos bella qrre la tealidacl, con-

cederá a Desnos en reconocimiento de unos méritosque no derivan únicamente de la tarea de escribir li-bros, militará durante mucho tiempo en favor de

aquello que ahora el ptopio Desnos combate. Este

comportamiento de Desnos se producía hace solamente

cuatro o cinco años. Desde €ntonces, Desnos, víctima

de aquellas mismas potencias que durante cierto pe-

ríodo le habían llevado a las alturas, potencias de

tinieblas, cual Desnos parece ignorar todavía, decidió,

para su desgtacia, actuat sobre e1 plano de io real, en

áonde no es más que un hombre mucho más solitario

y más pobre que cualquier otro, corno les ocurte a

aq.rellos que han visto -digs avis¡cr¡- 1o q-.ie los

dám,ís temen ver, y qtte, en vez de vivii 1o que es

quedan condenados a vivir io que <<fue>> y 1o que

.iserárr. Irónicamente, Desnos afirma en la actualidad

quc <(cai'ece de ctiituta filosóf;ca>, pero 1-1o cs así, no

carece de eila, sino que cluizá catece de espíritu filo-sólico ¡t, en consecuenci:l) carece t¿imbién cie 1a capa-

ciclad para preferir si-r pr:rsonaje inierlor ¿i tt'i o c¡:al

.?:'}}' 'Éi'

expresión representativa del surrealismo. Niego que,

en gren parte, se dé una correspondencia entte estas

fórmulas de expresión y el surrealismo. A la ingenui-dad y a la cóleta de algunos hombres del futuro co-

rresponderá la tarea de seleccionar en el sürrealismo

cuanto en é1 quede todavía con vida, {orzosrmentecon vida, a fin de consergrarlo de nuevo, merced a una

fotmidable iabor de depuración, a1 fin que es propio

de su naturaleza. Hasta que llegue este momento, mis

amigos y yo bastante haremos con enderezar, tal como

aquí hago, mediante algún que otro empujón, la si-

lueta del surrealismo cargada inútilmente de flores

pero siempre imponente. La muy corta medida en que'

desde el presente momento, e1 surrealismo comienza

a escapar a ntrestro dominio no nos hace temer que

terceras personas puedan utilizarlo para atacarnos'

Evidentemente, es una verdadera lástima que Vignyhaya sido un ser tan presuntuoso y tan estúpido, yque Gautiet tuviera una vejez chocha, pero esto en

nada perjudica al rontanticisnzo. Entistece tecotdatque lv{allarmé fue un perfecto pequeño burgués, o que

hubiera gente capaz de creer en la va1ía de N{oréas,

pero, si algún valor concedemos al simbolísmo, 1o

anterior no será causa de que nadie se lamente polruor del simbolisrno, etc. Del mismo modo, considero

que en nada perjuciica al surrealismo reconocer la pér-

áida .1. ta1 o cual individualiclacl, incluso en el caso

clc que sea brillante, Y, eil cspecial, en e1 caso en que

ciicl'ia indiviclualichd, iror la mismísima razón de ser

briilante, piercle su integridacl, indicando mediante su

con-ioortamiento qLle desea volvel a entrar en la otto-dosi:i vigen¡c. Pol el1o, y despr-rés cie hrbelle coi-lce-

diclo un peiícdo incrcíblen-icnte prolongado para que

corrigiera 1o quc ltosotros ccnfií.brmos era tan sólo un

prrsrlcro c.<i¡avío clc stt,s facr¡ltrrries críticas, consicicro

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Page 34: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

fuIaniliestos del Surre¿lismo Segundo Maniiiesto 213212

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personaje extedor de la Historia' ¡Cuán infantil es la

i."r"nríór, de ser Robespierre o Hugol Cuantos le

ioto."n saben que esto es 1o que inpide a Desnos

ser Desnos; creyó poder entfegarse impr-rnemente a

una cle las activiclades más pelígrosas que hay, es

á"iit, tu actividad periodísticaf y amparándose en ella'

podet abstenerse de tomar particlo con respecto a un

iorto número de brutales disyuntivas ante las que se

ha hallado el surrealismo, en el curso de su avance'

cual marxismo o antimatxismo, por ejempio' Ahora

clue el método individualista adoptado por Desnos ha

indo ,u, tesultaclos, ahora que la actividacl antes di-

cha l-,a devorado la otra actividacl que Desnos desarro-

llaba, nos es cruelmente imposible no llegar a con- .

cl,rsiánes al respecto. En ios presentes días, esta '

actividad ,le Desnos, que ha rebasaCo los lírnites en

que ya era intolerable que se desamollara (<<Paris-

doi.o, <<Le Soir>>, <<Le Mede>>), debe ser denunciada'

"r, prirn., lugar, en cuanto factor de confusionismo' El

aiticulo titulado Los tnercenctrios de Ia opinión,.

lr" prr.." escrito a rnodo de gozosa celebración de

s.r ingr.so en este destacado estercolero que es la

r.uirtl <<Bifur>>, resulta más qr-re elocuente en sí mis-

mo: ¡Desnos no duda en condenatse a sí mismo, y

con q,-ré estilo! Las costuir¿bres de un redactor sott

nzuy'diuersas. Por Ia com¿írt es un elrlpleado, relüi-uanzertte puntual, tolerableinente perozoso"', etc' En

este artíc;lo ha¡, horneirajes a M. Ivlerle, a Clemence¿ru'

y también hay érro confesión, rrás desoiadora que cual-

q.ri-, crtio, e|' periótlico as trn' agt'a que aitiquilo a

nqrrellos dc qtrienes uiuc.

Despr-iés f1" 1o ^nt.tiol. pcca sorpres¿l pudo cau-

sarnos leel en un periódico cualquiere est¿l esiírpida

notita: R'obert De sitas, poe ta surrealista a cluien

AIo.rt R,t\, ei;c,,trgri el gtüón de su pelícrin <<Eslrella de

ntar>>, hizo conntigo, el año pasado, u't't uiaje a Cuba'

¿Y saben ustedes que me recitó Robert Desnos, bttio

ias es.trellas tropicales? Versos aleiandrinos' a'Ie-ian-

dri-nos. Y estos aleiandrinos (por feuor no aayan 4

repetirlo por ahí, con Io que hr'mdíríún pctra siempre

a este encatxtador poeta) no eran de Jeat't Ro'cine, sitto

del propio Robert Desttos' Verdaderamente, tengo

lu ."rt.ru de que ios alejandrinos en cuestión están

en total armonía con la prosa publicacla en <Bifur>'

Estos devaneos, que al fin han dejado ya incluso de

ser de dudoso gusto, comenzaron en el clía en qLle

Desnos, rivalizando en tales ejercicios de imitaciór-r

con M' Ernest Raynaud, se cre¡zó autorizado a fabri-

car con diversos Ll.-"nto, Lrn poema de Rimbaud

que, por 1o visto, nos hacía falta' Este poema, en el

q".'"o hay ni la sombia de una duda, se ha pubiica-

áo, po, i.sgr"cio, bajo el título de Les Veilleurs'

d.'Árihm Rii,zbaud, a modo de pórtico de La libetté

ott l'amoatr. No creo que tal poema,-al igual qtie otros

del mismo género que le han seguiclo, contribuya a la

mayot gloria cle Desnos' Debemos, no sólo recol-Iocer

anr'e los especialistas en la materia que estos versos

son malos (ialsos, ripiosos y uacíos), sino también de-

.i"i* q".,' d"tdé .i punto de vista surrealista, cle-

*rr.rrruLt una ambicián ridícula y una inexcusablc

incomprensión de la actual finalídacl cle la poesía'

Por otra parte, Desnos y algunos olros se encllell-

tian en trance de dar tan aclivo empleo a esta incotn-

prensión que el1o me clispensa de e>llendr:rn¡'e sobrc el

t"tno. Como únic:l prueba decisiv¿t m'¿ iimitaió a ic-

corclar que estos poetas han teniclo la incalificable iclea

cle clar a unrl tabernilla cle l'{oirtpziillesse' habitual

escenario de sus tristes liazañ'¡s noctLltllas' ¿r llodo cle

clivisn, el úr'lico riourbre que a tlar'és cle lcs siglos uos

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Page 35: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

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214 fuIaniiiestos del Surrealismo

ha llegado como Lln desafío a cuanto de estúpido, ras-

trero y descorazonador hay en la Tierraz Maldoror.Parece que los st¿rrealistas tropiezan con dificulta-

des. Esos señores Aragon y Breton se han conuertidoen unos seres insoportables, con aires de altos manda-

tarios. Incluso se ha dicho que parecen un par de

militares de Ia escala del garbanzo. Bueno, ya pueden

ustedes imaginar lo que esto stlpone. Y hay nzttcbos

que lxo lo soportan. Parece que unos cuai't'tos' de

corntin acrr.erdo, han tonaado Ia decisión de dar eI tzorn'

bre de Maldoror a t¿n cabaret de Montparnasse. Y di-cen que, pdra un surrealista, Maldoror es lo misrnoque Jesucristo ptlra un cristiano, y que oer dicho non¿-

bre a la entrada de un lugar de baile, a modo de

nornbre cotnercial, segu?'arnente escandalizará a los se-

ñores Breton y Aragon (<Candide>>, 9 de enero de

1,930.) El autor de las ptecedentes líueas, quien acudióal lugar en cuestión, nos ha informado, sin malicia ycon el descuidado estilo propio del caso, de las ob-

servaciones que allí pudo hacer: En aqu.el nxonxento

llegó un su'realista, Io cual significó ttit cliente nzús.

¡Y qué cliente! Se trataba de IvI. Robert Desnos, quien

decepcionó ttn poco al pedir tan sólo u.n zu?no de liruórt.Ante el general estupor, M. Desnos explicó con rcncauoz: <<No puedo tornnr más que eso. Lleuo dos días

sin quitarme Ia borracbera de encinza>>.

¡Qué vergüenzalMe sería demasiado fácil aprovecharme del hecho

de qr:e, en 1a actualidad, se suele cteel que no es po-

siblc atacaime sin atacar al misino tiempo a Lauiréa-mont, es decir, al inatacable.

Con el permiso de Desnos y sus amigos citaré, con

tocla serenídad, las frases csenciales de mi contesla-ción a Lrna encuesta ya antigua ilevacia a clbo por elDisque Vcrt, {ta.ses en las que nada tengo que cam-

Segundo hlaniliesto 215

biar, y que 1os arclba mencionados no podrán negar

merecían en aquel entonces toda su aptobación:

Por mucbo que busqttenos ballareÍnos a lnuy poca

geíxte que, en nuestros días, se guíe por eI inolaidableresplan¿or de Maldoroi y las Poesías herméticas,aquel resplandor que xerdaderameflte se produio yexiste, sin necesidad de que sea conocido. La opiniónde los demás m.e izuporta liluy poco' Lautréamont fueun ltombre, iln poeta, incluso urt profeta. ¡Nada nzás

y nada tnenos! El pretendido imperatiuo poético que

se inuoca no podrá apartar al espíritu de aquella 'tn-

timación, la inás dramá.tica que iaruás baya octtrrido,ú tanzpcco consegu.irá conuertir cu{tttto qtteda y que'

dará. de negación de sociobiliciad, cu.anto hay de lini'tación humana, en aalioso factor de entendimiento, en

elen¿ento de progreso. La literatura y Ia filosofía cott'-

temporánea luchan inrítilmente para prescindir de una

reuelación qu,e las condena. EI mundo efttero, sin sa'

berlo, sufrirá las conseutencias de Io anterior y, pre'

cisamente por esto, los más clariuidente, los nás pu-

ros, de entre nosotros hai¿ asumido la obligaciótt' de

r¿orir en la brecha. La libertad, señor mío...Una negación tan grosera cual es la de unir la pa-

labra Maldoror a la existencia de un inmundo bar

basia para que, a partir de ahora, me abstenga de ha-

cer e1 menof comentario sobre 1o que Desnos escriba.

l,{antengámonos alejados, poéticamente, cle estas or-gías de redondillasrr. He aquí a clonde conduce el

inmoderado uso dei don de 7a palabra, cuando su <ies-

tino es enmascaLar una rr.clical ausencia cle pensamien-

to; reanuda la estúpida tradición dcl poera <<en las

nubes>r, precisamentc en el monlento e1-t qLle esta tra-clición ha queciacio interrumpida 1', piensen lo que

l)

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216 h[enifiestos del Surrealismo

piensen unos cuantos retrógrados iimadores ripiosos,totalmente interrumpida, la reanuda en el momentoen que ha cediclo a los esfuerzos conjuntos de esos

hombres a quienes nosotos damos preferencia debidoa q'le verdaderamente han querido decir algo, de Bo-rel, del Nervai de Aurélia, de Baudelaire, de Lautréa-1ront, del Rimbaucl de 1874-75, deI primer Huys-mont, del Apollinaire de los poeinas-corzuersaciones yde <cualquierías>>, y en este momento es penoso verque uno de aquellos a quien cteíamos de los nuestrospretende hacernos, cor-r cafácter puramente externo, iajugada áeI Buque ebrio, o pretende dotmitnos con elruiCo de las Estrot'as. Cierto es que la prcrbleniáticapoética ha dejado de plantearse, en el curso de losúltimos años, desde un punto de vista esencialmenteforrnal, y ciertamente arrtes nos interesa juzgat ei va-lor subversivo de obras tales como las de Aragon,Crevel, Eluard y Péret, teniendo en cuenta sus valorespropios, -v cuanto, según estos valores, lo imposiblecede ante lo posible, 1o permitido roba a Io prohi-bido, que no saber por qué nzón tal o cual escritorjr-rzga conveniente, en esta ocasión o en la de más allá,someterse a la nolma. Lo cual es una razón menospara que nos \¡engan a hablar todar'ía cle ia cesura.

¿Por qué no hay erltre nosotIos un grupo de parti-darios de un¿r patticular técnica de <<r'erso libre>>, ypor qué no vamos a desenterrar el cadá.¡er de Robettde Souza? Desnos quieL'e reír, pero nosottos no estil-r.:-ro-. dispuesios a tr,inquilizaf al n-ir-rndo, t¿rn fácilnen-'rC COi)-lU CSO.

Cacla n'revo c]ía. nos tr'¿le Lln¿1 nrleva decepción, en

lo refer-erite a la ccnfi'¡nza. y- 7a esperanza ciepositad,rs,sah'c raias escepciones, con excesir.a generosidad enlos se Le-* hnt.nrii-ios, nricva cle ccpción qlre es preciso

Segr.ndo fuIaniliesto 277

tener el valor de confesar aunque sólo sea como me-

dida de higiene mental, a fin de anotarla en la cuenta

horriblemente deudora de la '"ida. Duchamp no tenía

libertad para abandonar la partida en que estaba em-

peñado en los tiempos. inmediatos a la guerra , para

sustituirla por una partida áe aiedrez o de fracasosinterminable que nos da, qtttzá, una cttriosa idea de

una inteligencia Lenuenle a setuir, pero que tarnbiénparece

-omnipresencia de este execrable Harrar-

gravemente afligicla de escepticismo, en la medida en

que se niega a dat razones. N{enos aconsejable es to-

davia que tolererios que I'I. Ribemont-Dessaignes

siga adelante coil su Ernperetu' de Chine, serie de

odiosas novelitas policíacas que inciuso firma con su

nombre, Dessaignes, en las más bajas publicaciones

cinenraiográficas. Poi fin, también me inquieta pen-

sar que quizá Picabia esté propicio a tenunciat a una

actitud de provocación y rabia casi putas, qtle a veces

nos ha resultado difícil conciliar con la nuestra pero

que, al menos en poesía y pintura, siempre nos ha pa-

recido admirablemente bien funclada. Ahora Picabia

áice: Dediqu.éntonos al trabaia y (t coftseguir eI of icio

srtbline y aristocrático que ianás ha obstautlizo"do Ia

inspiración pcéticrt, y que es Io úitico que pernite a

unc obra permaltecer iouen aI ¡taso de los siglos...Es necesario prest(tr atención, urtirros, no dedicati'tos

a bacernos nxutul.tnente la zancadiila, 1'<<fa.uorccer,enlre los cat.cienzudos, Ia eclo-¡iótz del ideal>>, etc, In-cluso por piedad iracia <Bifur)>. en clonde estas iíneas

fiieron publicacias, hubiera debi'-lo iricabi'; rl¡sienetsede escribirlas. ¿Es el Picabia a quieir ncsotos conoci-

inos el homble que habla así?

IJna vez diclio 1o anteriot, seiltillros ahora deseos

clc hacer justiciri a un hombre c1e quiel hei:'los esiaCt-l

;

:ti

?.iitr'Ig$¡{ñE-

¡i**i.f-t.:*l

i,ji:.

Page 37: Advertencia en la reedición del II manifiesto (1946) y II Manifiesto del Surrealismo (1930)

218 hlanifiestos del Surrealismo

largos años separados, a hacer justicia a Ia exptesiónde su pensamiento, que siempre nos ha intetesado, yque, a juzgar por 1o que todavía podemos leer de é1,

vive dominado por unas preocupaciones que no nos

son exttañas y que, en las actuales circunstancias, biencabe pensar que nuestras desavenencias con é1 no es-

taban basadas en las graves causas que creímos. Sin

duda alguna, es muy posible que Tzara, quien, a

principíos de 1-922, época de la liquidación del dadaís-

mo eo cuanto nouirniento, había dejado de estat de

acuerdo con nosotros en lo referente a los mediosprácticos de ptoseguir la actividad común, haya sido

víctima de las excesivas prevenciones que, por este

mismo hecho, tuvimos contÍa é1 -también

él tenía

demasiadas prevenciones contra nosotros-, y que, en

ocasión de la excesivamente famosa representación de

Coeu.r d barbe, bastara para que nuestra ruptura to-mara el cariz ya. sabído que Tzara tuviera un gesto

infortunado cuyo sentido nosotros intetpretamos erró-neamente, según declaraciones de1 propio Tzara, de

las t1u.e ¡sze he enterado bace poco. (Es necesario re-

conocer que ei primer objetivo de los espectáculos

del dadaísmo fue e1 de producir la mayor confusiónposible, que la intención de los organizadores consis-

tía en elevar al colmo el equívoco entre el escenarioy el patio de butacas. El caso es que, aquella noche,no todos nos encontrábnmos en el mismo bando.) Pormi parie, estoy plenamente dispuesto a aceptar la ver-

sión antes clicha y, en consecueucía, no veo ningunalazón pirra no insistir, ante toclos los que intervinie-ron) en que mejor es olvidar aquelios incldenies. Con-sideio qLre, desde el tnomento en que ocurrieron, la

actitrrd intelectual de Tzrtta ha sido siernpte honracla,

iror: 1o q'le sería mlr.estri'! de estrechez de alna no re-

Segundo Maniliesto 2i9

conocerlo públicamente. Mis amigos y yo quisiéramos

demostrar, rnediante este acercamiento a Tzata, que

aquello que en toda circunstancia guía nuestra con-

ducta no es en modo alguno el sectario deseo de hacer

prevalecer a todo precio un punto de vista que ni si-

quiera a Tzan pedimos compatta íntegramente, sino

antes bien la voluntaci de reconocer los méritos -ioque nosotros consideramos rnéritos- a quien los tif-ne. Cree-os en la eficacia c1e la poesla de Tzan, locual equivale a decir que la consideramos como la úni-

ca ,r.ráaderamente situada, en el ámbito externo al

su¡realismo. Cuando digo que es eficaz quiero decir

que tiene vaiidez en los más vastos ámbitos y que' en

la actualidad, se encamina hacia la liberación de laHumanidad. Cuando digo que está situada, pongo de

manifiesto que la coloco en oposición a todas aquellas

poeslas que podrían ser de ayer o de anteayer; en la

vanguardia de todo lo que Launéamont no convirtió

"tt á1go totalmente imposible está la poesla áe Tzara.

A1 aparecer hace poco De rtos oiseattx me complace

hacei notor que, afortunadamente, el silencio de laprensa no podrá detener tan pronto como eso su ma-

léfica difusión.Sin ánimo de pedir a Tzara que modifique su acti-

tud, nosotros quisiéramos sencillamente inducitle a

dar a su actividad u¡ caiácter más manifiesto que el

que ha tenido, forzosamente, en el ctlrso de estos ú1-

tlmos años. Sabiéndole deseoso de unit, cual en e1

pasado, sus esfueizos a los nliesiros, recorclémosie

que, según propia confesión, escribía <para hallar

hombres, y nacla más>>. Eu esie aspecto, y no debe

Tzara olviclarlo, nosolros éiamos iguril qiie éi. No

queremos creer que, después de habernos encontrado

"n "tt" camino, nos ha'u'alnos separacio.

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22C Mttniliestos del Surrealismo

Busco a rni alredcdol alguien con quien intercam-bir¡r un signo de inteligencia, si es que ello no resultaabsolutamente imposible, y a nadie encrientro. ¿Sefáen este momento oportuno hacer notar a Daumal,quien en Le Grand leu inicia una interesante investi-gación sobre el diablo, que nada podría impedirnosaprobar gran psrte de las declaraciones que firma sóloo en compañía de Lecomte, si no estuviéramos toda-vía bajo la impresión bastante desastrosa de su debi-lidad en ciertas circunstancias dadas? 12 Por otra par-te, es lamentable que Daumal haya soslayado hasta elnomento concretar su posición personal y, en.n-réritosde la parcial responsabilidad que le atañe, la de LeGran.d J eu, con respecto al surrealismo. Es difícilcomprender que lo mismo que de repente reporta a

Rimbaud la concesión de excesivos honores no sirvapera la pura y simple deificación de Lautréamont. Sí,estamos de acuerdo, La incesante contemplación deuna Eaidencia negra, rostro absoluto es aquello a 1o

que estamos condenados. Si así es, ¿qué mezquinasfinalidades pueden justificar que rrno y otro grupo se

enfrenten entre sí? ¿A santo de qué, como no sea enbusca de vana distinción, fingir que nllnca se ha oídohablar de Lautréamont? Pero los gt'andes aitti-solesfte gtos, pozos de uerdad etz la trama eserccial, en el'"-clo gris del cielo curuo, uan y uienen y se aspiranenfre sí, y los hornbres les dan el nonzbre de Ausen-cias (Daumal, Feux i uolonté, Le Grand Jeu, púma-vcla de 1929). Quien así habla, ,v ha tenido el vaiorcle confesar c¡-re hzr dejado de ser dueño de sí misno,ú,iicamen¡e puecle, tal cc¡mo no ha cle tardar en com-pr-ender. renunciar a mantenerse alejado de nosotros.

'' Vcr ,l stt:tre (<Variétés:>, junio 1929).

Segundc \ilanifiesto 221

Alquimia del verbo. Estas paiabras que en la actLla-

lidad se repiten un poco al azar han de ser interpreta-das al pie de la letra. Si bien es cierto que el capítuloque encabezamos en Une Saison en eÍtfer, no justificaquizá la ambición en ellas contenida, no es menos cier-to que dichc capítulo puede considerarse con todaautenticidad como la conclensación de la difícil activi-dad que en nuestros c{írrs tan sólo ei surrealismo in-tenta desatrollar. Serí¿i un tanto ingenuo, desde elpunto de vista literalio, qr:e pretendiéramos que nodeberlos tanto cotlro eso a dicho iiustre texto. ¿Aca-so el siglo xrv tietre menoi grandeza, en crlanto se re-fiere a la esperanza (y, dejérnoslo ciaramente sentado,desesperación) hutnana, clebido a gue un hombte conel genio de Flamel recibió de una potencia misteriosaei manuscrito, ya existente, de1 libro de Abraham Jr-i-

dío o.debido a que los secretos de Hermes no se ha-

blan perCido totaimente? No creo que sea así, y esti-mo que 1as investigaciones de Flamel, con todo 1o quenos ofrecen de aparentes logros concretos, en nadadesmerecen por e1 hecho de haber recibido la ayuday el empuje antes dichos. De igual modo, en nuestraépoca, parece que haya hombres que, por vías sobre-naturales, consigan entiar en posesión de una obrasingular, realizada gracias a la colaboración de Rim-baud, de Lautréamont y de algunos otros, y que unavoz les haya dicho, cual el ángel dijo a Lautréamont:Contenpla bien este libro, no conzprenderás ni unapalabra, ni tú ni r¡tuchos otros, pero llegará el dia enqlre , efl. é1, aerás algo que nndie padrá ¿,err3. No está

" Ilrrcía ya ires semnnes qLrc había esctiio este párraioáel Segundo Maniliesto del Surrealisnzo, cuando tuve concci-rniento del artículo de l)csnos titulado El misterio tle tlbra-'l:cru

Jrttlia, clue hrrbía visr,o i,r luz, dos clías anies, en el nú-mero 5 de <<Docutncntsr¡. El clía 1i de noviembre había yo es-

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222 Manifiestos deI Su.rrealismo

en la mano de aquéllos extasiarse con la contempla-ción a que acabo de referirme. Aquí tan sólo pretendoque se observen las notables analogías que, en cuantoa finalidad, presentan las investigaciones surrealistascon las investigaciones de los alquimistas; la piedrafrlosofal no es más que aquello que ha de perrnitirque la imaginación del hombre se vengue aplastánte-mente de todo, y henos aquí de nuevo, tras siglos de

domesticación del espíritu y de loca resignación, em-peñados en el intento de liberar defi¡itivamente a esa

crito: No cabe Ia menor duda de que Desnos 1t yo, aproxi.madanenie en la misna época, nos sutnimos en una nisnapreocupación, sht que por ello dejárcnzcs de actuar con totalindependencia extetiot, el uno con respecto al otro. Vale lapena dejar sentado que ningunc de los dcts pudo ser aduer-tido, con mayor o ñenot oportilnidad, de las intenciones delotlo, y creo ballarne en situación de poder at'irrnar qae elnonbre de Abraham Judío iatnás fue pronunciado entre nos-otros. Dos de cada tres dibujos que ilustran el texto de Desnos(a quien ne ueo en el caso de censurar por sa aulgar inter-pretación de los misrnos; y, pot otra paüe, debo hacer cot starque estos dibujos datan del sielo XVII ) coincide¡t precistt-

menÍe coí1. aquellos cuya descripción por Flamel hago constarmás adelantc. No es ésta la primera uez qile a Desnos y a mí71os oscurre algo parecido. (Ver <<Entrée des médiums>> y <<Les

?nots safls ridesr>, en Les Pas perdus, N. R. F., editorial.)A nada he concedido iamás tanto xalor cotto a la producciónde lenórnenos meCíanínzicos de esta naÍuraleza que inclusosobreuioen a los uínculos de at'ecto. A este respecto flo esioydispuesto a cambiar de opinión, tal cotl¡o creo haberlo dadoa e¡ttentler co¡'t su.licieute cl,aritlarl en,tNatlia>>.

Gracias a ic esc¡ito por l¡1. G.-IL Riviére en <<Docun:clrtsrtme he ente¡ado después de que Desnos oyó hablar por primeravez en su vida de Abr'aham Juclío cuando Ie pidieron queescribiera acercr de este perscr:aje. Estx cl';claración qlrc m3obliga prácticamente a abandonrr, vjsi,rs 1as circrirrst'¡ncias, 11

hipótesis de una directa transmisión del pensamiento, no brsta,a mi parecer, par:r desvirt'.riir el sentido genelLrl de mi obser-

',':ic ió ir.

Segundo hlanifiesto 223

imaginación, mediante eI largo, innzenso y razonadoextrauío de todos los sentidos, y todo 1o demás. Qui-zá nosotros nos hallemos todavía en el estadio de de-

corar modestamente los muros de nuestto habitáculocon figuras que, inicialmente, nos parecen bellas, imi-tando una vez más a Flamel, antes de que encontrarasu primer agente, su <<ritateria)>) su <<hotno>>. Y así

vemos que Flamel gustaba de mostrarnos a ufi Reycon uÍla gran naaaia, que or¿enoba a los soldados ma-

tar en sx¿ presencia a ufta nultitztcl de niños, cuyas

tnadres lloraban a los pies de los despiadados geitdar-ftxes, y la sangre de los susodicbos r¿iños era recogidadespttés por otros soldados, quienes la rnetían efl un

gran recipieflte, al qírc el Sol y Ia Luna acudíatl a ba-

ñarse, y después habia un ioaen con alas en los talones,con und aara ca¿ucea en la /72hno, con Ia que golpeaba

una'lecbuga (lue le cubria Ia cabeza. Y entonces aenía

corriendo y aolatl¿o con las alas abiertas un hombremuy uiejo, el cual tenía un reloi pegado a la cabeza.

¿No es esto un cuadrr-¡ surrealista por antonomasia?

¿Y quién sabe si más adelante, en rnétitos de convic-cíones nuevas o no, nos hallaremos ante la necesidadde servirnos de objetos totalmente nuevos o conside-

rados ya fuera de uso para siempre jamás? No creo

que no nos quede más remedio que volver a tragar co-

razones de topo o a escuchar, como si se tratase del la-

tir del propio corazón, el latido del agua que bebe en

una calclera. Mejor dicho, no 1o sé, me limito a es'irerar.

Solamente sé que el hombre nc ha liegado aún al tér-

mino de sus sufrinlientos, y espero el retorno a aquel

furor de1 que, con razón o sín ella, Agripa distinguíacuatro especies. En el surrealismo, tan sóio de esie fr,r-

rol debemos ocllpeinos. Y que se sepr.t bien que el su-

riealismo nc consiste tan sólo en tlna siinple feaglllira-ción de 1as palabras o en una captichos.r redistribuciór

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t\Ia nit' ie s i os del Sur.re alis m oSegunclo foIanit'iesto 22t

1a.t: L-t

de las imágenes visuales, sino en la re-creación de un

estado que no tiene nrrda que envidiar al de la enaiena-

ción mental, y los autores modernos que he citado se

han expresado con suficiente claridad a este respecto'

Poco nos importa que Rimbaud creyera oportuno pe-

dir disculpas por 1o que é1 denorrinó sus <tsofismas>>;

que tal <hubiesc pasado>>, dícho sea con slrs propias

falabras, carece ,ii todo interés parx nosotros' Desde

nuestro pilnto de vista' esto tal-I sólo tepresenta una

cobardía de escaso alcauce, y mu.Y común, que en nada

predetermina 1a suerte que puedan correr ciertas ideas'

Actualnzente, se recottoce la bcllezd,' no se puede per-

donar a Rinrbaud el haber pretendido hacetnos cteer

que de nuevo había escapado cuando, en realidad, rein-

gresaba en prisión. Alquiruia tlel uerbo; también en

ér." .rro cabe lamentar que la palabra aerbo sea ent-

pleada en sentido un tanto restringido, atlnque, por-otru

port", Rirnbaud parece reconocer que' en esta al-

quimia, <<las veleidades de la poesía> ocupan- un lu-

gar demasiado importante. El verbo es mucho más

qrr" "ro;

para los cabalistas, por ejemplo' es.nada me-

no, q.,. 1á imagen conforme a la cual el alma ha sido

creada; como se sabe, el verbo ha sido elevado hasta

el punto de convertirlo en el primer ejemplar de la cau-

sa de las causas; por ello, e1 r'erbo se encuentla

tanto en 1o que tenemos como en 1o que escribimos

como en 1o que amamos'

Estoy convencido de que ei su¡realismo se encllen-

tra todavía en el perír:clo de los pleparatit'os, y tne

apresuro a añadit que posiblemente este período du-

rar,i tanto como ]¡o dure (tanto como yo en la débii

meclida en qrie todar'ía no csto',' en clisposición de ad-

mitir que un ta1 Paul Lucas haya coinciclido con Fla-

me1 cri Blcitsse a piincipios dcl siglo xvtI, que el

mismo Flamel, acompañado de su mujer y su hijo'

iuyu ,ido visto en la ópera, en 17.61, y que hiciera

,-,rru br.u. aparición en barís, en el mes de mayo de

isU -epo.^

.r, la que, según se dice, alquiló una

tienda en el núme to i2 á" la calie de Cléry, en Pa-

rís). Lc cierto es que, hablando en- términos muy

g.Á"rul"r, 1o, pr.p"rltivos e que me he referido son

á" curáct.r o"itísiicoo' Preveo que ilegará el momen-

to en que terminarán y, entonces, las ideas trastorna-

dorus {rre e1 surrealismo llel'a en sí aparecerán, acom-

f^nundo su aparición un esttuendo de inmenso des-

garramiento, y .o-.nrnrán a desarollarse libremente'

to,lo dep"nderá cle la moderna disposición de ciertas

uot.-tu¿"t por venir, de 1as que cabe esperarlo todo;

;i it"ñ;"t^ su fuetza en e1 mismo sentido que las

"".t":rt, serán más implacables que éstas' De todos

modos, nosotros qrr"di'"*ot satisfechos de haber

.ánitiU"i¿o a habei dejado claramente establecida la

inaniclad escandalosa del pensamiento todavía existen-

;; ;; J momento de nutttro aparición, y de haber

sost.nido -561n¡¡s¡¡e

sostenido- que era necesalio

;; i" pensado sucumbiera aI fin al enpuje de 1o

pensable.Cabe preguntalse a quién pretendía Rimbaud des-

animar nl Á.ttor". con .l embrutecimiento y la lo-

cuta a cltantos pretendieran seguir sus pasos' Lautréa-

-ont .oo'ti.rrro dottdo e1 siguiente aviso al lector:

a ftzenos qtle flo lea coit una lógica rigurosa y ítnd

tensióia mental que igttnie o sttpere a su descoitt'ianza'

las mortales ,,rrnrrorio,ru de este libro -..Cantos

de

Maldoror>>- penetrarán su (l\rua utal eL agua penetr¿I-rl

nzúrnr. Peio tiene buen cuidado de añadir que

aínicai¡¡ertte lii?as Pocos pa'lrti'.; snbo¡'¿'it sin peiigro-rrit nrrorgo lruti. Este problema de 1a maldición'

que hosta'hace poco tan sólo se prestriba a cofilente-

f-i

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226 hf"anifie stos del Surreo"lisno Segundo Alaniliesto 227

{

lios irónicos o supetficiales, tiene ahora más actuali-

dad que en cualquier otro instante. El surrealismo

únicamente saldrá perjudicado si pretende alejar de sí

esta maldición. Es de suma importancia reitetar ymantener, en nuestro casc, el <<Maranatha>> que los al-

quimistas ponían a modo de prevención en la portada

de sus obras, a fin de alejar de ellas a los profanos,

Y me perece de la mayor urgencia hacer compren-

der esio a algunos de nuestros amigos que parecen

estar ericesivamente interesaclos en la venta y difu-sión de sus cuadros, por ejemplo. No hace mucho,

Notrgé escribió: ntttcho me gustaría que aquellos de

entre flosotros cuyo rton¿bre con¿ienza a destacar tttt

poco, lo ocultarart. Sin saber exactamente en quién

pensaba Nougé, considero que no es ningún exceso

pedir a todos, a unos y a otros, que dejen de actuar y

exhibirse con tanta satisfacción en escenatios de ttes

al cuatto. Debemos ante todo huir de la aprobación

de1 público. Si queremos evitar la confusión, es indis-

pensable impedir que el público entre. Y añado que

és necesario mantenerle, mediante un sistema de pro-

vocación y reto, exasperado ante la puerta.

EXIJO LA OCULTACiON PROFUNDA Y VER-DADERA DEL SURREALISMO '4.

'' Pero ya imagino qlle se me preguntarí de qué modo

se puede efectual estLl ocultación. Inclependientemente de los

esfueizos encaminaclos a aniquilar esta patasitaria y tan <<fran-

cesa)) tendencia a que el sulrealismo tanlbién sc convierta

en canciones, consiclero que setía del mayor interés qr-re propug-

n¿ílamos el conocimiento profundo de esas ciencias, tan dcs-

preciaclls en nuestrcs días por tluchrt gente, que son la astro'

1ogír, entre liis antiguas, y la metafísica (especialmente en

cuanto concierne a la criptestesia), entre las mocle¡nas. Tan

En esta materia, proclamo el derecho a la sevetidad

absoluta. No hagarnos concesiones ni perdonemos a la

gente. Conseruemos en' Ia mano nuestra terrible ner-cancía.

¡Abajo quienes den el pan maldito a los pájaros!

sólo se trxta de peneüar en estas ciencias con la mínima

clesconfianza posible, y pata ello basta, tanto en la una como

en la otra, con tener una. idea exacta y positiua del cálculo

de probabilidades. Unicamellte es pteciso que en ningún caso

enca¡guemos a oiia personx la taree de efectuar este cálculo,

ya q; debemos hacerlo nosotros mistncs. IJna vez sentado lo

anteiior, creo qr,ie no puede sernos indife¡ente saber si, por

ejemplo, ciertas personas pueden reproducir un dibujo ence-

ri^do ." un scbre opaco, sin que en' el acto esté presente

.1 ouro, del dibujo, ni p"tronu alguna que haya sido. infor-

mada del contenido del sobre. Mediante diversas experiencias,

concebidas bajo 1a fórmula de <juegos de sociedad>, crf,yo ca-

ii.t., ,.dunte, cuan,io no tecreativo, en nada disminuye el

alcance del experimento, tales como la creación de textos

surrealistas, obtenidos simultáneamente por varias petsonas de-

dicadas a ásmibir, en la misma estancia, de tal a tal hota, y

.oluboru.ion.t que deben conducir a la formación de una

frase o de un dibujo, en las que cada colaborador ha cont¡i-

buido con un solo elemento (suieto, verbo o predícado-cabe-

zr, uientre o piernas) (a este respecto véase El -c-adáaer

exquisi-

lo, <Révolution Surréaliste>>, núms' 9-10, - <<Variétés>, junio

fízS), *t.t como ptevisión de los acontecimientos que la teali

zacidÁ de tal o cual circunstancia insospechada puede determinar

(!uegos surrenlistas, <Variétés>, junio 1929), etc', creemos

lrr¡.i ¿^¿o lugar a que aparezca una curlosa, posibilidad del

f.nrurni..,to, posibiiidad que bien podemos 77amr de contri''brrr¡|, ,n íorrr,írt. De esta manera, siempre se estabiecen sor-

prenrlentes telaciones, se ponen de manifiesto. notables analo-

;r;;-; menuci'; hece stt aparición un inexpiicable factot cle

ireiutabilidacl, )" efl toclc caso, estas e:iperiencias constiiuyel

uno de los más elitixordina¡io s lugares de encuentro' Pero

no*tror, por e1 momento, debemos limltarnos a indicar estas

foslbilicháes. Eviclenteinente, pecaríamos de vanidad si' en este

,"rr"to, pretcndiéiemos sci'rirnos únicamente de nuestios ¡e-

."rt"t.'¿¿.tris dc tencr en cilent:1 las exigencias dei cáicuio

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228 Man i i ie s t o s' del S u're alisrn o

En el <<Tercer Libro de ia Magia> leemos: Todoaquel que, deseoso de alcanzar el supremo donziniodel alma, ernprende el camin.o hocia los Oráculos con

ánirno de interrogarles, deberá, si es qtte quiere llegar

a su destino, desnuCar su. espíritu de todo Io ttulgar,purificarlo de todo. enlennedad, de toda debilidad, nza-

de pr-obabilidades. que, .n *.tofíri.", casi siempre son des-

proporcionadas con los beneficios que se pueden deriva¡ de

la más elemental afirmrción, y que nos obligarían, de enuada,a multiplicar por diez o por cien el número de individuosdei grupo que formamos, necesitaríarnos también gozar deldon de desdoblamiento y de videncia que tanto escase¿ entregentes que, desgraciadarnente, cstiín todas ellas rnás o menos

dominadas por sus conocimientos de psicología ciásica. Nada

sería menos inútil que, a este respecto, <(seguir> a ciertossujetos, sacados tanto del mundo normal como del otro, ha-

ciéndolo con un espíritu que sea a la vez ajeno al espíritude barraca de feria y ajeno al espíritu del consulto¡io médico,es decir, haciéndolo con espíritu surrealista. El ¡esultado de

estas observaciones debieta hacetse constar de una forma na-

turalista, prescindiendo, quede ello bien claro, de toda poeti-zación. C¡eo necesario hacet constat, una vez más, la necesidad

de que nos sometamos a los médiums, quienes, pese . a ser.

pocos, verdaderamente existen, y que subordinemos el interés

-que es preciso no exage¡ar- de 1o que nosottos hacemos alinterés ofrecido por e1 primer mensaje que a uavés de losmédiums nos llegue. Gloria, dijimos Aragon y yo, a la histe¡iay a su cortejo de mujeres jóvenes y desnudas que se deslizaban por el techo. El problema de la mujer es 1o únicomaravilloso e ínquietante que en el mundo existe. Y ello es

así en 1a mismísima meclida en que a ello nos conduce la feque un hombre no cortompido debe ser capaz de ponei, nosolamente en la tevolución, sino tdnbién en eI a¡nor. Tantornás insisto en ello ctlanto esta insistencia es lo que patece

haberme valido, hasta el rnomento, más odios. Sí, creo, y he

creído siempre, que Ia tenttncio al amor, se base o no se

birse en un pretexto ideológico,'es uno de los poquísimos

críme¡cs sin posible espiación que, en ei curso de su vida,pnecla cometer un hombre dotedo cle un poco cle inteligencia.

Se gztndo lvlanif iesto 229

licia o pareci¿os det'ectos, así co'ftxo de toda cortdición

contruria a razón clue Io consurrte colno la herrutnbrecoÍ?sume al hiero. Y el <<Cuarto Libro>> precisa enér-

gicamente que la esperada revelación también exige

que el sujeto se mantenga en un lagor pu.ro y cXaro,

con blaixcds colgaduras por doquier, Y gue tan sólo

Per:q..tal individuo que se dice revolucionario pretende con-

vencernos de la imposibilidad del amot en un régimen bur-gués, y tal otro pretende deberse a una causa más absorbente

todavía que la del amot, sin embaLgo, la verdad es que nin-guno de los dos se atreve a enfrenta¡se, abiertos de par en

par los ojos, con la gran luz del amor en la que se funden,para suprema edificación del hombre, Ias obsesionantes ideas

de la salvación y la perdición del espíritu. Siendo incapaces

de mantenernos, en esta matetia, en un estado de espera oreceptividad perfecta, me pregunto quién puede bunzananentedecir la última palabra.

Hace poco escribí en la inffoducción a una enfllesta pu-

blicada en <<Ré,.'olution Sutréalíste>.<Si hay una idea que parece haber escapado hasta el pre'

sente momento a todo intento de reducción, habe¡ resistidoa los mís conspicuos pesimistas, esta idea es, a nuestro pare-

cer, la idea del amor, única que puede reconciliar a cuaiquierhornbre, momentáneamente o no, con la idea de Ia ai¿la.>>

r\ Ia palabra amor) a la que los amargados se han com-placido en infligirle todo tipo de generalizaciones, todas las

i;osibies corrupciones (amor filial, amor divino, amor a lapatria, etc.), ¡estituimos nosotros, aquí, y huelga decirlo, su

estricto y amenazador sentido de vinculación total a un ser

humano, fundada en el ineludibje reco:rocimiento de la verdad,ó.e nuestra uer¿iad en <<un alma y un cuefpo)> que son el alma

y e1 cuerpo de acluel ser. En el cutso de esta búsqueda de

la verdad, que es Ia base de toda activiclad importante, re-

sr,rlta preciso abanclonnr sin contemplaciones el sistema de in-

vestigaciones rnás o menos pacienzudas, pata entlega¡nos, y

ponarnos al servicio, de una evidencia que nuesttos esfuetzos

no han alumbr¡rdo ]¡ qlle un bucn clía. bajo esta o aqueLia

aprriencia, se nos hace miste¡iosamcnte paiente. Lo dicho ante-

riormente espetzlmos sitva para dísuadir de la necesidad <1e

contestat a los espccialist¡s de1 <<placet>>, a los coleccionistas

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230 Iúanif iestcs del Surrealismo

en la medida de la dignilicación rt que haya llegado

se atteva a arrostrar los malos Espíritus, cual arrostra

los buenos... Insiste en e1 hecho de que e1 libro de

los malos Espíritus está hecho con an papel muy

puro al c¡ue iatnás se ba dado otro uso, que común-

mente se denomina pergamino virgen'

de aventutas, a los entusiirstas de la voluptuosidad, por muchoque pretendan disfrazar líricamente sus maniáticas aficiones,

urí aó*o a los enamorados imaginarios, a los <cutandetos>> del

mal llamado amor-locura, y a quienes 1o desprecian.

En realidad, siempre he teniclo la.esperanza de que fueran

otros, y soiamente estos ottos, quienes me comprendie¡an. Másque en cualquier otto c¿rso, ya que aquí se ffata de las posibi-

lidades de ocultación del surrealismo, me dirijo a aquellos que

no temen concebi¡ el amor como un ideal lugar en el que

oc¡ltar todo género cle pensamientos, r' le" digo: las apari-

ciones reales existen, pero se deben a un cspejo contenido

en e1 espíritu, en el que la inmensa mayoría de los homb¡espueden miratse sin ver neda. EI odioso corltrol no funciona

ian bien como se c¡ee. El scr á1 que tú amas vive. El len-guaje del amor se habla simultáneamente desde varios pun-

tos, en voz muy aita culndo se pronuncian ciertas palabras,

y en voz muy ba;a cuando se pronuncian ciertas otras palabras.

Es necesario tesignarse a aprenderlo poco a poco.

Por otra parte, cuando se piensa en aqr:ello que se expresa

astrológicamente, en el surrealismo, bajc la preponderante in-fiuencia <<utaniana>>, ¿cómo no deseal, desde el punto c1e vistasutrealista. que aparezca una obta crítica y de buena fe, con-

sagtada a lJrano, que conffibuya a colmat, elt este aspecto, la

^niig.r* y gtave laguna? También clebemos consignar que nada

se ha intentado todavía cn este sentidc. El firmamento bajoel quc nrció Brudelaire, qttc pie s.nta ia not¿ible cot-rjunciói'r

cle Urano y Neptuno, todavla no se ha pcdido interpretar,debido pLecisamente . a aquel mismc. hecho' De la conjunción

de U¡ano y Srtutno, quc ocurtió entre 1,89ó 1' 1898. y clue

so!anzelte se produce c¡tia ctnreitid y cittco aios, qttc catlc-terizr el fitmanrento brjo el clue nacimos Aragon, Eluard yyo, írnicamertte sabe,mos, giacias a Chcisnalci, que, habiendo

siclo p,rco e¡sti,rclirclo p:;r.lrr rsitolc'gírt L,lsin ei ¡tescttte mo-

Segundo Manifiesto 231

Que nosotros sepamos, los magos nunca olvidaronconservar en estado de cegadora limpieza sus ropas y

su alma, y me es difícil imaginat que, esperando 10

que esperamos de ciertas prácticas de alquimia men-

tal, esfemos nosotros dispuestos a mostrafnos, en el

punto antes dicho, nlenos exigentes que los magos'

Esto es 1o que más ásperamente se nos reprocha y 1o

que, menos que cualquier otfa cosa, está dispuesto a

perdonarnos M. Bataiile, quien actualmenie dirige, en

la revista <<Documents)> una encantadora campaña con-

ira lo que él denomina la sórdida sed de todas las

hztegraciones. IlL Bataille sol¿nlerrte me irrteresa en

cuanto se muestra orgulloso de oponer a la dura dis-

ciplina espiritual a la que nosotros consideramos con-

venierite sometelio todo -y 11o llos molesta que se

aribuya a Hegel la responsabilidad de tal actitud-otra disciplina qúe ni siquiera llega a parecer más

laxa., ya que tiende a ser la disciplina no-espiritual'(y ahi es donde Hegel reapa¡ece). Nf . Bataille asegura

que de todo cuanto hay en el munclo tan sólo quiete

prestar atención a lo más vil, a lo más desespet^nza'

dor, a 1o más corrompido, e irrvita aI hombre, po.tn

mento, ltxtry probablemente significa, a iuzgar pot los indi-cios, prolundo alfloi d las ciencias, búsqueda de Io mislerioso

^; grandes deseos de aprettder. (Aclaremos que el léxico de

Choisnard nos parece un tarito duCoso.) Y Choisnard añade:

¿.Quién s¡.be si Ia conjttnción tie Satutno con Urano IIegar,i

n ctgeizdrrtr x!i1a ilueua esct¡eln cicnlifica? Esta disposición pla-

ircltiria, situada en. tm buen lugar del /toróscopc, prrcde nuybien corresponder con eI rttorlo de ser de un l¡ornbre dotaCo

it ref !c:tiór, de st.gtcido"d l; tle iitdepe ttde¡tcia de crilctio, c,t¡;ni

ti.e IIegar a sct /t?t iitucstigaclor cí.c prinzer orden. Eslas Tinets,pertenecientes a la obra Int'ltrcncic Astrel, son dc 1893, yChojsnarcl advirtió, en 192), que, a1 prrtecer, su plediccióniD¡, a resilitar rceit¡.d'1.

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232 hlaniliestos del Surrealismo

euitar que llegue a ser útil a cualqnier finalidad de-terninada <<a correr absrtrdanente con éI

-súbita-rnente oscu.recida la mirada, y colt los ojos prefiadosde inconlesables lágrimús- en dirección a proaincia-nas nzo.nsiones encantadas, ruás repu.gfi(tntes que last|xosc¿ts, ruás aiciosas y ruás rancias que los -sdlorzes depeluquería>>. He hecho constar aquí dichos propósitosdebido a qlle, a mi parecer, no solamente animan a

M. Bataille, sino también a aquellos ex surrealistas que

han querido libelarse de toda atadura, a fin de aventu-rarse un poco en todos los ámbitos, Quizá lvl. Bataillesea capaz de reagrupados, lo cual, si lo lograse, sería,

para mí, muy interesante. Dispuestos a tomar la salidaen la carrera que) como hemos visto, otganiza M. Ba-

taille, están los señores Desnos, Leiris, Limbour, Mas-son y Víttac. Uno no llega a explicarse cómo es que

M. Ribemont-Dessaignes, por ejemplo, no se encuenüetodavía entre los antetiores. Creo que es extremada-mente significativo ver que de nuevo se reúnen todosaquellos a quienes una tara u otra apartó de su pri-mera actividad definida, ya que parece muy probableque tan sólo tengan en común su tesentimiento. Porot(a parte, me clivierte pensar que no se pueda salirdel surrealismo sin ir a caer en M. Bataille, por cuan-

to esto demuestr¿ que la rebelión ante el rigor tansólo se traduce en una ntleva sunisión al rigor.

Como es evidente, M. Bataille nos pefmite, con sri

actitud, asistir a un ofensivo retorno clel antigr:o ma-

terialismo antidialéctico que intenta, en esta ocasión,

abrirse camino gratuitamente merced a Freud. M. Ba-

taille dice: lvÍaterialis¡ito, iitteipÍetcción directa, e:i-

cltryendo todo ideulismo, clc los fenómenos prinzarios,

inaterialisnta qtte, a lin. de que iio qttept cansiderailoco¡rua ideai!siito c¿cluco, i{eberó. futttdarse de modo i¡t-

ruediato etl !os fenóneiios econót¿icos i; sociales.

Como sea que no habla de naterialismo bistórico(pot otra paite, ¿cómo podría hablar de él?), no nos

q,-,eda más temedio que observar que, desde el punto

á. ,rirt^ filosófico, la expresión es vaga, y que, desde

el punto de vista poético, la novedad es nula'

io q.r" ¡ra no resulta tan vago es e1 uso que M' Ba-

taille estima oportuno dar a un reducido número de

icleas que s. 1" han ocurrido y que' habida cuenta de

su naturaleza, plantean el problema de determinar si

tienen su origeir en la medicina o en el exorcismo, de-

bido a qrr", .n lo que se refiere a 7a apariciófl de la

rnosca. in Ia nariz del orador (Georges Batailie, Fi-

gare Hunaine, <<Documents>>, n.o 4), .argumento su-

ir"-o contra el <<yo>>, conocíamos ya la esrúpida an-

iifottu de Pascal; hace mucho tiempo que Lautréa-

mont clarificó este punto: El espíritu del más grande

de 1os hombres (subrayemos tres veces las paiabras

el más grande de los hombres) no es tafl inlluenciableque esté suieto a cluedar perturbado por eI rnenor rui'.do dt la uida a sti alrededor. No es necesario el silen'

cio del cañón a lin de impedir eI pensatiziento' No es

necesario el rttido de una ueleta, de una polea' Ahora

Ia nzosca no puede razonttr debidamente' Un hornbre

zunba ,n ,ri, oídos. El hombre que piensa puede

situarse tanto en la cumbre de una montaña conro en

\a naúz de una mosca' Y si hablamos tan extensamen-

te de las moscas ello se debe a que a iVI' Bataille le

gusttin. A nosotros, no. A nosotros nos gusta la ca-

i"rnro, la caperuza de los antiguos evocadores, la ca-

pr^"o de iino puro en cuya parte frontal había una

iá-inu cle oro, y sobre la que las moscas no se pcsa-

ban debido a que todos hebían hecho abluciones para

evitar su presencia. Lo malo de lu{. Batailie es que

fi.zona; sí, Nf. Bataille razona ccmo alguien qtie ttr-

vieta ttt't.a 1?¿osc0. en la narii' lc cual antes ie :ljerrl'--

Segundo Manifiesto 233

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Manifiestos del Surrealismo Segrmdo Maniliesto 235

sión en la Biblioteca Nacional) viejos, y a veces be-llos, manuscritos, al llegar la noche se harta con lasinmundicias que Ie gustaría contuvieran aquéllos, ypara demosmar la veracidad de 1o dicho bastará conque nos refiramos a aquel Apocalipsis de San Seaero,al que dedicó un artículo en el número 2 de <<Docu-ments>>, artículo que es un perfecto ejemplo de falsotestimonio. Quien desee comprobarlo sólo tiene quecontemplar, por ejeraplo, el grabado del Diluuio rc-producido en dicho número, y pensar si objetivamentecabe decir que un aura de fuoentud y sorpresa rodeae la cabra que aparece en la parte inlericr de lc pó-gina y al cueruo que hunde eI pico en Ia uianda (aqulM. Bataille se exalta) de una cabeza hurzana. Darapariencia humana a elementos arquttectónicos, cualM. Bataille hace constantemente a lo largo de este es-

tudio, así como en otras obras sr-tvas es únicamente, yuna vez más, un clásico síntoma de psicoastenia. Enverdad, lo único que le ocurre a 14. Bataille es queestá muy cansado, y cuando se entrega a la tarea áeconstatar, 1o cual para éI resulta conmovedor, que el,

interior de una rosa lxo es, ni ntucho ftxelios, annónicocon s¿t belleza externa, ya que si arrancanzos todoslos pétalos de la corola no queda tnás que un sórdidopelluzgón, tan sólo consigue hacerme sonreír, altraerme a 1a memoria aquel cuento de AlphonseAliais en el que un sultán ha agotado tan toralmentetoclos los notivos de di.,'ersión que su gtan visir, des-esperaclo al ve¡ a slr amo a punto Ce morir de aburri-míento, ordenó a una muchacha muy belia que bailaraante ei sultán, cubierta, al principio, con varios ve1os.Era la bailarina tan bella que el sulrán erpresó el c1e-

seo de que cada vez que se detuviera en su danza ladespojaian de uno de sus ve1os. Cr:ando quedó desnu-cie, el su1:án lizo rdcn:án c1e que la desnudarar iná:

ja a_los muertos que a los vivos, peto razona. Con laayuda del pequeño mecanismo qoe il.uu dentro de lacabeza y que todavía no está totalmente desbarajus_tado, _M. Baraiile pretende que los demás .o.prítrnsus obsesiones, y, precisamente por esto, no par"dahacernos creer, diga 1o que diga, que se opone col7zoun bruto a todo sistema. En M. Bataille ,. d" ju pu_radoja, 1o cual, desde su punto de vista, no deja deser molesto, de que su fobia hacia las ideas'tomauna forma ideológica desde el mismo instante "" d;pretende comunicarla al prójimo. A eso los médicos1o üamarían estado de déficit consciente, con formageneralizadora. M. Bataille no duda

"r, udrrn.. que el

horror no comporta-satist'acción. patológica algina, ycu,?zple únicanzente ia futción del estié)col ei et crá_ci.nzie,nto de los tegetales, estiércol de olor sofocante,sin duda, pero soludable para la planta. Bajo'su apa_riencia infinitamente trivial, esta iáea, en sí misma, esdeshonesra o patológica. (fIaría faltá clemosrrar queLuble, Berkeley, Hegel, Rabbe, Baudelaire, Rimbaud,Marx y Lenin vivieron como auténricos cerdos.) Es dáadvertir que N,f. Bataille hace un uso delirante de losadjetivos manchado, senil, rancio, sórdido, s^laz, de:_crépito, y que éstos, lejos de servirle para descibiralgo insoportable, le sirven puru

"*pr"rir su delecta_ción con el mavor lirismo. Cuando la escoba innot¡t-bra,ble de la que habla Jarry cae en el plato de N{. Ba-tail1e, éste se clecl¿rra encantadc rr. tri, Bataille, queduranre 1as horas de tr.abajo maneja con prudentes ma-nos c1e bibliotecario (como se sebe, .jerie estu p.ol.-

. 't_ )"larx, en DjÍercnc.itt ei!trc Ir lilosot'ia de la uat¿traleza¿le Dc:lóuito ¡- Ia de Epictyo, nos dice'que,'en cacla épocarlisti't:r. nrcen Íilósofos-cnbell:r¿r, filó,ofor-une, litósot'os-rliiis-tle-ios-¡,j¡¡, Ii!ó:o¡c:-e:tc.reii¡enIo, eÍc.

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aúu. Y, a toda prisa, la desollaron viva. No es me-nos cierto que la rosa, privada de sus pétalos, siguesiendo la misma rosa) y, por otra patte, en la historiaprecedente la bayadera siguió bailando.

Si, pese a lo dicho, se arguye <<el gesto anonadantedel marqués de Sade, quien, mientras estaba recluidoen la casa de locos, se hacía traer las más belias rosaspara arrancarles los pétalos y arrojarlos a la inmundi-cia de la letrina>>, contestaré que, a fin de que esteacto de protesta pierda su extraordinario alcance, bas-

tarrí que lo lleve a cabo, no un hombre que ha pa-

sado veinrisiete años de su vida en la cárcel a causa

de sus ideas, sino un hombre con <<asiento)> en unabiblioteca. En realidad, todo induce a cteer que Sade,

cuva voluntad de liberación moral y social, contatia-mente a 1o que ocurre en el caso de M. Bataille, estáfuera de toda duda, a fin de obligar al espíritu huma-no a romper sus cadenas quiso atacaÍ a un ídolo poé-tico, a ese valor convenido que, nos guste o no, con-

vierte a una flot, en la medida erl que cada cual puede

atribuíiselo, en brillante portaJora de los sentimientosmás nobles o más viles. Además, es convenientereservarnos la calificación de dicha historia ya que,

no sólo quizá sea pura leyenda, sino que tambiénen nada puede menoscabar la perfecta integridad delpensamiento y la vida de Sade, y su heroico deseo decrear Lln oiden que no dependiera, por así decirlo, cle

todo 1o ocurrido con antetioridad a sus tiempos.

Ahora, el surrealismo está díspuesto, más que encualquier otro instante. a no renunciar a dicha inte-gliclacl, está clispuesto a no declararse satisfccho conrrquello que le enttegan unos \¡ otros, entre dos pe-qr-reñas treiciones qr"re consideran justificacjas con elcsclrro I' odioso lx..eterito de que es necesario vivir. No

Segundo Manifiesto 237

tenemcs ningún destino que dar a estas limosnas de

<<talento>. Cteemos que 1o que exigimos es de tal na-

tutaleza que comporta un consentimiento y una negá-

ción total, algo que no consiste en palabras- ni en ali'mentarse de espetanzas vanas. ¿Queréis, sí o no,

arriesgarlo todo para alcanzt la única alegría de per-

cibir a 1o lejos, en el {ondu del ctisol a cuyo interiorestamos dispuestos a anoiat nuestfas escasas como-

didades, cuanta buena reputación nos quede, así como

nuestras duclas, iunto con la hermosa pedrería <<sensi-

ble>>, la idea radical de impotencia, y le insignificancia

de nuesttos pretendicios deberes, percibir allí la luz

que dejará de ser aacilante?- Afirmamos que la operación surtealista solamente

podrá llevarse a bueu término si se efecrúa en urlas

condiciones de asepsia moral de las que todavla hay

muy pocos hombres que quieran oír hablar. Sin lacorrcrrirencia de estas condiciones es imposible dete-

ner el desamollo de este cáncet del espíritu que radica

en el hecho de pensar, con harto doior, que ciertas

cosas <<son)>, en tanto qlle otras, que muy bien po-

drían ser, <(no son)>. Hemos concluido que unas yotras deben confundirse o, concretamente) intercep-

tarse, en el último límite. No se üata de contentatnos

con esta afirmación, ya que, contratiamente' se trata

áe no poder sino tender desesperadaffie?xte a cste úl-

timo límite.El ironrbre, que sin razón queda intimidadc ante el

espectírculo de ciertos lllc,lrsirliosos f'-rclsos históricos,

goza aúin de libertad pera creer en sL1 iibertad. Elhombre es dueño de sí misrno, no obstante el paso

cle viejos nubarrones y eL embate de fuerzas ciegas,

¿Acaso no tiene el hornbre el sentido de la breve be-

lleza oculta i' de la accesible v duiaCela belleza ccul-

tabie? El poeta dijo iiabcr enco¡rlLadc 1a 1la'¡e dei

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238 Ivlaniliestos del Surrealisno

amor, pero el hombre también la tiene. Que ia bus-

qrr. poiq.r. ahí está. Tan sólo de él depende elevarse

Á¿r ^il¿-

del pasajeto sentimiento de vivir peligrosa-

mente y de morir. Qoe se sirva, despreciando todas

las proiribiciones, de la vengadota arma de Ia idea,

contia la bestialidad de todos los seres y todas las co'

sas, y que, un dfa, vencido -pero

solamente vencido

s¡ it'nindo es mundo- reciba la descarga de los tris-

tes fusiles como si de un fuego de salvación se tratara'

ANTES Y DESPUESDEL

SEGUNDO lIIANIFIESTO DEL SUR,REALISiVIO