adolfo bioy casares, la invención de morel

Upload: giorgio-lavezzaro

Post on 14-Oct-2015

16 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

(Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Slo habra que buscar la conservacin de lo que interesa a la conciencia.)

[] la admiracin placentera y larga: las paredes, el techo, el piso, eran de porcelana celeste y hasta el mismo aire (en ese cuarto sin ms comunicacin con el da que un tragaluz alto y escondido entre las ramas de un rbol) tena la diafanidad celeste y profunda que hay en la espuma de las cataratas.

No ignoro que para contrarrestar una falla, solamente cuento con mi resignacin.

Molesto, segu recorriendo el segundo stano, intermitentemente escoltado por la bandada solcita de los ecos, multiplicadamente solo.

Donde no hay ecos el silencio es tan horrible como ese peso que no deja huir, en los sueos.

Con puntualidad aumento las pginas de este diario y olvido las que me excusarn de los aos que mi sombra se demor en la tierra.

La calumnio; pero no olvido el amparo de la ley. Los que deciden la condena imponen tiempos, defensas que nos aferran a la libertad, dementemente.

El dolor, una lividez hmeda y espantosa, catalepsias que no me dejaron un recuerdo, inolvidables miedos soados, me han permitido conocer las plantas ms venenosas.

A remo, el mar es inagotable. La insolacin, el cansancio eran mayores que mi cuerpo. Me aquejaron una ardiente enfermedad y sueos que no se cansaban.

De pronto esto me ha parecido un letargo espantoso, inquietsimo; quiero que se acabe. Despus de la fuga, despus de haber vivido no atendiendo a un cansancio que me destrua, logr la calma; mis decisiones tal vez me devuelvan a ese pasado o a los jueces; los prefiero a este largo purgatorio.

Todava el sol estaba arriba del horizonte (no el sol; la apariencia del sol; era ese momento en que ya se ha puesto, o va a ponerse, y uno lo ve donde no est).

Verla: como posando para un fotgrafo invisible, tena la calma de la tarde, pero ms inmensa. Yo iba a interrumpirla.

Me levant a la madrugada. Senta que el mrito de mi sacrificio bastaba para cumplir el trabajo.Vi las flores (abundan en la parte baja de las barrancas). Arranqu las que me parecieron menos desagradables. Aun las de colores vagos tienen una vitalidad casi animal. Despus de un rato las mir, para ordenarlas, porque ya no me caban debajo del brazo: estaban muertas.Iba a renunciar a mi proyecto, pero record que algo ms arriba, a la vista del museo, hay otro lugar con muchas flores... Como era temprano, me pareci que no haba riesgo en ir a verlas. Los intrusos dorman, seguramente. Son diminutas y speras. Cort unas cuantas. No tienen esa monstruosa urgencia en morirse.

El esfuerzo indispensable para suicidarme era superfluo ya que, desaparecida Faustine, ni siquiera poda quedar la anacrnica satisfaccin de la muerte.

No creo indispensable tomar un sueo por realidad, ni la realidad por locura.

En momentos de extrema ansiedad he imaginado estas explicaciones injustificables, vanas. El hombre y la cpula no soportan largas intensidades.

Fue como si me hubiera dormido (hasta las moscas vuelan dormidas, bajo este sol doble) y despertara, segundos u horas despus, sin advertir que haba dormido o que estaba despertando.

Haba recordado que los cuartos de espejos eran infiernos de famosas torturas.

Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueo, de las preocupaciones y de la manas de la vida.

No debe llamarse vida lo que puede estar latente en un disco, lo que se revela si funciona la mquina del fongrafo, si yo muevo una llave?

Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la ms insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imgenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma).

[] el futuro, muchas veces dejado atrs, mantendr siempre sus atributos.

La vida ser, pues, un depsito de la muerte. Pero aun entonces la imagen no estar viva; objetos esencialmente nuevos no existirn para ella. Conocer todo lo que ha sentido o pensado, o las combinaciones ulteriores de lo que ha sentido o pensado.

Sern, por desgracia, parasos vulnerables, porque las imgenes no podrn ver a los hombres, y los hombres, si no escuchan a Malthus, necesitarn algn da la tierra del ms exiguo paraso y destruirn a sus indefensos ocupantes o los recluirn en la posibilidad intil de sus mquinas desconectadas.

Considero que este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle lmites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo.

La eternidad rotativa puede parecer atroz al espectador; es satisfactoria para sus individuos. Libres de malas noticias y de enfermedades, viven siempre como si fuera la primera vez, sin recordar las anteriores.

Puede pensarse que nuestra vida es como una semana de estas imgenes y que vuelve a repetirse en mundos contiguos.

Volv a juntar mi odo a ese muro que pareca final. Asegurado por el silencio, busqu el sitio de la abertura que yo haba hecho y empec a golpear (creyendo que me costara ms romper donde la mezcla era vieja). Di muchos golpes; creca la desesperacin. La porcelana, por dentro, era invulnerable. Los golpes ms fuertes, ms cansadores, resonaban contra su dureza y no abran una grieta superficial ni desprendan un leve fragmento de su esmalte celeste.

Me puse a gritar "Socorro!", embest algunas veces la pared y me dej caer. Tuve una imbecilidad con llantos, con ardor hmedo en la cara. Me conmova el pavor de estar en un sitio encantado y la revelacin confusa de que lo mgico apareca a los incrdulos como yo, intransmisible y mortal, para vengarse.

El momento final debe de ser atropellado, confuso; siempre estamos tan lejos que no podemos imaginar las sombras que lo enturbian.

Mi vocacin es el llanto y el suicidio; sin embargo, no olvido ese rigor pactado.

Pero la misma indignacin que siento me pone en guardia: quiz atribuya a Morel un infierno que es mo. Yo soy el enamorado de Faustine; el capaz de matar y de matarse; yo soy el monstruo.

Pero mi frrea disciplina derrota incesantemente a estas ideas, comprometedoras de la calma final.