Función Adolescencia

Se refiere a la función de esta etapa de la vida en la elaboración de una personalidad humana total. La actitud del adulto frente a la adolescencia es, en general, francamente parcial. Antes de negarlo, es importante reflexionar sobre los términos usados corrientemente para calificar este período: Crisis, tal y como si fuera una crisis financiera, una crisis económica, un crisis de epilepsia. Donde nadie creerá que esta palabra lleva consigo una carga afectiva francamente peyorativa: “edad ingrata”; “edad tonta”; “edad del pavo”; “edad crítica”; “edad insoportable”, etc.

Es así donde el adulto es tan desconfiado por no decir más ante la adolescencia, es sin duda alguna porque ésta viene a plantearle de nuevo una serie de problemas educativos que él creyó definitivamente resueltos, y lo hace en términos para los que las antiguas soluciones se revelan radicalmente inoperantes. Durante esos años de infancia, han aprendido a conocerle, a obrar con él como era preciso, a modelar más o menos conscientemente el ambiente familiar de tal suerte que el niño pueda expansionarse y abrirse felizmente en él.

En la elaboración personal de un ser, la etapa “adolescencia”, tiene una función esencialmente distinta que la de la infancia. Esta recordémoslo, trataba ante todo permitir al pequeño a adquirir conocimientos y adaptarse: la adolescencia tienen por objeto la afirmación del yo, la toma de conciencia progresiva de una personalidad autónoma. El niño poseía ya, desde su origen, su personalidad propia, que, durante diez o doce años iba aprendiendo el oficio de hombre, pero esta educación progresiva se hace sin que el chico tenga conciencia de ello, en una especie de simbiosis con el medio ambiente, del que el pequeño es el reflejo más o menos fiel. Al final de la etapa posee, en muchas direcciones, lo esencial de las nociones y de los materiales que tendrá que usar después y hasta los medios psicólogos para hacerlo correctamente. Pero le falta todavía, para ser verdaderamente un hombre, un elemento capital: la conciencia de su “YO” como poseedor de esas nociones y esos materiales, como capaz de utilizar esos medios.

La adolescencia, según nos parece, responde precisamente a este fin: permitir al niño-adulto, llegado al término de su evolución, de descubrir así mismo, en tanto que personalidad propia, dotada de autonomía y de libertad en frente del universo, de los hombres y de las cosas.

El derecho a la Adolescencia

Esta epidemia de suicidios, por muy deplorable que sea, no es para que el psicólogo se extrañe: la adolescencia, ¿no es esencialmente la edad del desequilibrio? Sea en el terreno afectivo, intelectual o social, hay una constante desproporción entre las aspiraciones personales del adolescente y lo que llega a alcanzar en realidad. Le es preciso integrarse de buen o mal grado, en el mundo de los hombres. Tal vez por ese desequilibrio interior, es por lo que el ser a fuerza de luchar termina de construirse. Pero sobre todo se construye por la inadaptación de las estructuras sociales con las que lucha el adolescente hasta que se adapta a ellas o se rebela. Incluso instituciones educativas como la escuela no tienen en cuenta la psico-fisiología del adolescente.

Bibliografía

otros..., A. R.-H. (1961). La adolescencia ¿edad ingrata? . Madrid : Sociedad de Educación "Atenas", S.A. .