actualidades (madrid. 1901). 25-9-1902, no. 39

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Año II. Madrid 25 de Septiembre de 1902. Núm. 39.

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Año II. Madrid 25 de Septiembre de 1902. Núm. 39.

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^ Año 11 i Núm. 39 igi ^ Madrid 25 de Septiembre de 1902. igi

Fiestas en Tortosa

NiioMni Señora r'p In ('intn, patinna de Tortosn.

Tortosa, la ciudad ca­talana llamada por pro­pios y extraños «La per­la del Ebro», tiene un carácter peculiar y úni­co, una nota de saliente personalidad. Los forto-íiinon se jactan de ser tortosinos á secas, y re­chazan toda promiscui­dad con catalanes y va­lencianos, sus más pró­ximos vecinos; hasta en el traje se apartan de la usanza gereral en aque­llas tierras, y han deste­rrado los deslumbrantes zaragüelles que un día vistieron, por el severo calzón de lienzo azul. Esta sombría nota de in-dumentar ia diferencia en matiz su prodigiosa huerta de la huerta va­lenciana; no róenos her­mosa que aquélla, acaso hasta más fértil, parece severa matrona, mien­tras su meridional her­mana tiene todo el as­pecto de noya gentil y bulliciosa.

Tortosa es una ciudad vieja, recostada á la margen del río; es un dije moro olvidado en tierras de España; los barrios altos, que sofi los b a r r i o s populares, se c o n s e r v a n aún tales como losdejaron los ára­bes: la sombra'poética del misterio oriental cu­bre a q u e l l o s vetustos edificios.

La parte que toca en el río es más moderna; y avanza tanto la po­blación sobre las aguas, de tal manera se acerca el Ebro á besar con ren-

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Fiestas en Tortosa

Nueí-tiii SeñCiVa i'e In Ciiitn, patunia de Tortosíi.

Tortosa, la ciudad ca­talana llamada por pro­pios y extraños «La per­la del Ebro», tiene un carácter peculiar y úni­co, una nota de saliente personalidad. Los forto-SÍ710K se jactan de ser tortosinos á secas, y re­chazan toda promiscui­dad con catalanes y va­lencianos, sus más pró­ximos vecinos; hasta en el traje se apartí(,n de la usanza gereral en aque­llas tierras, y han deste­rrado los deslumbrantes zaragüelles que un día vistieron, por el severo calzón de lienzo azul. Esta sombría nota de in-dumcntar ia diferencia en matiz su prodigiosa huerta de la huerta va­lenciana; no rnenos her­mosa que aquélla, acaso hasta más fértil, parece severa matrona, mien­tras su meridional her­mana tiene todo el as­pecto de noya gentil y bulliciosa.

Tortosa es una ciudad vieja, recostada á la margen del río; es un dije moro olvidado en tierras de España; los barrios altos, que son los b a r r i o s populares, se c o n s e r v a n aún tales como los dejaron los ára­bes: la sombra'poética del misterio oriental cu­bre a q u e l l o s vetustos edificios.

La parte que toca en el río es más moderna; y avanza tanto la po­blación sobre las aguas, de tal manera se acerca el Ebro á besar con ren-

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dimiento de ena­morado los pies de la c i u d a d , que cuando en barca 80 van sÍ2;uiendo sus líneas, se ex­perimenta la ilu­sión de ir pasando por alguno de los c a n a l e s venecia­nos . La o r i l l a opuesta del Ebro, la que da frente á la c i u d a d , e s t á amurallada por al­tísimas sierras, cu­biertas de viciosa y abundante vege­tación . Ciudad y montañas se miran rn el río, y confun­den sus sombras, y juegan á amores y desvíos, trayendo y llevando sobre la movediza superficie sus inquietas imágenes. En la bella ciudad vive un pueblo sano de inteligencia, honrado de corazón, un pueblo que trabaja la tierra, que ama su^ tradi­ciones, y lo que es más aún, que las comprende. La población tortosina es eminente­mente católica. Sugcatedral, hermosa mu'^stra de arte ojival en sus últimos tiempos.

(¿iierol 1 evanüi) el pi ndn (le Nuestra Señova ile lii Cinta á la, süliila de l:i Cut,:dnil. V o t o g . de C a n i v e l l .

{"usita del jardín de la Catoilral. Ventanal gótico de una de la» lacliaia8.|

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•Y!

guarda para sus hijos inapreciable tesoro; la (Jinta milagrosa. Es tradición que apare­ciéndose, allá por los siglos medioevales, la Augustísima Reina de los Cielos á un canó­nigo de la catedraljdestosense, y descinéndose el cíngulo tejido por sus mismas divinas

manos, lo entregó al canó­nigo en prenda del amor y singular pro tecc ión que había de otorgar perpetua­mente á la ciudad.

Conservan los tortosinos la t r ad i c ión piadosa y guardan como tesoro ines­timable el sagrado cíngu­lo, que permanece en per­fecto estado de conserva­ción, á pesar del transcur­so de los siglos. V j

La Virgen ue la Cinta es desde entonces patrona de Tortosa, y en la Cate-

^

>,

Ti

Tnrto»ina en traje de valenciana.

dral se venera una imagen, cuya fotografía'reproduci-mos, que la representa sos­teniendo la Santa Cinta, prenda de su amor.

La ciudad celebra anua­les y solemnes tiestas en su honor. La función princi­pal tiene lugar el día 7 de Septiembre. En tal fecha sale de la Catedral, Seu, como por allá se dice, nu­trida procesión, pintoresca como todas las españolas: van en ella representados, en figuras más ó menos pe­regrinas, símbolos de ideas grandes ó poéticas; no fal­tan los inevitables gigan­tes, caprichosamente ata­viados .

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Tiene la flesta un detalle original. Corresponde llevar el pendón principal de la Co­fradía á su Mayordomo; pero éste, por costumbre antiquísima, cede este honor, ofre­ciéndole á alguna ilustre personalidad, que se honra aceptándole. Se han sucedido en

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Corrida de toros eu -an Carlos d é l a Ripit;i.—Fotog. del Sr. Masdeu.

el cargo do Pendonisla iniuisti'os, capi­tanes generales, hasta reyes. Este año Tortosa tuvo una nobla iniciativa que ha dado á su tiesta un carácter cien ve­ces más simpático haciéndola á un tiem­po, religiosa y patriótica. El distingui­dísimo mayordonfio Sr. Tallados, ha ce­dido su derecho .ál ilustre escultor Agus­tín Qucrol.

EP Querol hijo de Tortosa; ausente muchos aílos de su patria chica ha vuel­to á ella, llamado por la voluntad uná­nime del pueblo, que le ha hecho un re­cibimiento más que entusiasta, fervoro­so, y (¡uc durante todo el tiempo que ha permanecido allí no ha cesado en de­mostrarle por todos los medios posibles admiración y ternura.

Llegó el ilustre autor de La '¡'radición á Tortosa el dia (> de Septiembre; en los an­denes de la estación estaba el pueblo entero. Entró el insigne huésped entre acla­maciones y músicas, y fué conducido en triunfo hasta su casa. Seguramente, entre todos los laureles que ha alcanzado Querol, no le hay más lozano ni más grato á su corazón que éste, otorgado con el alma rebosante de ter­nura por su ciudad natal.

Parece que otros años discusiones políticas, rencorcillos de partido, deslucen y amargan un tanto las ñestas de la Santa Patrona de Tortosa; este aflo, presos todos los corazones en las redes de 010 del Arte y el amor á Querol, todos se han unido para dar mayor esplendor á los actos re­ligiosos; los periódicos locales de todos los mati­ces publicaron lujosos extraordinarios saludan­do al hijo predilecto, y el nombre de Quciol iba en todos los labios mezclado con el nombre de la .Santa l'atrona, casi con dejos de oración. ¡Hermosa victoria de paz ganada por la Belleza!

Además de la procesión se celebra Misa so­lemne; el P. Kafael Tomás pronunció un sermón elocuente; por la noche ¿eUParque, iluminado con arte, embellecido por la presencia de las hijas de Tortosa—en opinión de un testigo presencial y forastero no existenallí feas—animado por músicas, cobijado

por un ambiente de entusias­mo y de amor parcela tras­unto de algún lugar toflado para ser corte en un reino do 'hadas.

Hubo también toros; nota si desgraciadamente poco poética, muy empatióla al menos, funciones de gala en los teatros (el Principal de­dicó una de ella*» á Querol) y" banquete popular en ho­nor del ilust'-e huésped. Ve­rificóse en 3I t e a t r o Bal­neario y escenario y platea, u t i l i z ados como comedor, eran insuficientes para el crecido número de comensa­les. Querol sentó á su dere-

Baiies populare». ^ ' cha al alcalde de Tortosa, y

iUirríiras de la g'ola del Ebro.—Fotog. doi Sr. Masde

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á su izquierda al Sr, Serveto, su primer maestro, que también le acompañó en la pro­cesión.

También los particulares se han esmerado en festejar al exclarecido Pendonista^ entre todos bien merece mención especial el Sr. Talladas, mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Cinta, modelo de caballerosidad y corteíanía, que con su ex-

quisito tacto ha orillado todos los conflictos de eti--H l l á ~ i 'lí f^ ~ queta inevitibles en estos casos y que hubieron po-^ ^ I j l ' ^ ' l ' f i ; , dido producir algún molesto choque. J \j\^ iS i i La «Perla del Ebro» ha sido durante sus flestas

visitada por numerosos forastero?: los trenes de

(iLos gigantes» (procesión.; El paso (le la li.'.rcnza. 6 Piir i t3 volante, en Tortosa.

F'otog, Hel Sr. Masd

Barcelona y Valencia llegaban atestados de viajeros que han prestado durante estos dias á la ciudad trabajadora y silenciosa animación y bullicio extraordinario. Entre los muchos preclaros huéspedes que la han honrado con t-ni visita e^tá el célebre doctor Ferrán bien conocido de todos y al cual no es posible tributar elogios puesto que lleva en su nombre el más caluroso de todos. Ferrán ha sido durante las fiestas compañero inseparable de Querol; juntos han marchado, terminadas éstas, á Barcelona. La despe­dida del pueblo tortosino á su compatricio y hei-mano fué tan entusiasta como el reci­bimiento. Querol pasó el último día de su estancia en Tortosa en compañía de los obre­ros; al despedirs(> encargó al alcalde que dijese á los tortosinos que su corazón quedaba con ellos.

La capital catalana ha recibido también con sincero afecto al ilustre escultor; el jueves 19 se celebró un banquete en honor suyo. Bien puede el artista quedar satisfecho del amor de su patria chica.

Tortosa, pasados los días de bullicio, vuelta á su silencio de hembra recogida y la­boriosa, aún sonríe á su nombre, como madre que oye cantar en el rincón del hogar hazañas y triunfos del hijo ausente.

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GEüOS Sl^ FUflDñ Hace muchos años

se efectuó la unión de doña Gertrudis y don Hilarión. Ni hOii ya dos chicos ni son dos peleles, son un huen modelo de consortes fieles; y como en sus almas queda comhustible, ambos son celosos hasta lo iní;reible. Causa son de visa para mucha gente,

. y hace un mes entre ellos íiubo lo siguiente: El, como empleado del gobierno, pasa cerca de seis horas fuera de su casa; y se dijo un día-: «¿Si mi cara esposa, mientras yo estoy fuera por razón forzosa, como no la veo se me irá de pingo con su pi imo cuarto Cucufate Mingo? Yo sabré muy pronto si es infiel la indina. Cuando no me espere dejo la oficina, voy á casa, faltan ella y Cucufate, se confirma todo y hago un disparate.» Efectivamente, fué don Hilarión

(es decir, infundados.) cuatro ó cinco tardes á su habitación, y ni un día en ella su mujer estaba; ¡])rueba concluyente de que le faltaba! Y (Jertrudis, mientras para sí decía: «¡Si mi esposo amado, por desgracia mía, cuando j'O le creo preso en su tarea se irá con su prima Soledad (íuineaV Yo iré á la oficina. ;,Que no está mi esposoV Pues hay que tacharlo de lividinoso, y le doy un día cuatro pescozones para que no busque primas ni bordones.» Y en tanto iba ella con aire modesto á ver si él estaba clavado en sujmesto, el hombre á su casa marchaba escamado por ver si Gertrudis se había escapado. Aunque haya quien diga que no puede ser, jamás se encontraron marido y mujer. ¡Claro! así aumentaban más y más sus diulas. y como éstas iban siendo pistonudas.

ni doña Gertrudis ni don Hilarión daban por conclusa la investigación; hasta que la esposa, por faltar do casa y dejar las llaves á la Nicolasa, se encontró una noche con que dos bandidos la habían robado joyas y vestidos; mientras, al esposo, vista la frecuencia con (|ue se marchaba sin ])edir licencia, el ministro, que era poco tolerante, sin andarse en bromas le dejó cesante. lOs decir, (jue siendo buenos los esposos, por su escama necia ya no son dichosos, mientras que sus primos (rp.os aparentes) siguen tan campantes y tan inocentes.

Sí, lectores míos, nunca ardáis en celos, pues á veces causan chascos y desvelos, como ha sucedido [)or su obcecación á doña Gertrudis y á don Hilarión.

Jaan Pérex Xáñiga,.

Necrología L A R E J I N A D E B K L O I C A

En la quinta real de Spa, donde pretendía buscar un alivio para la cruel dolencia que la aquejaba desde hace algún tiempo, dejó de exis­tir , el viernes pasado, la interesante y simpática esposa del rey Leopoldo TI de Bélgica.

En su fatigosa vida de sinsabores y deaventu­ras , que el destino, mostrándose empeñado en amargar "su^ días, amontonaba, pudo siquiera, cuando la odisea tocaba á su fin, encontrar el bálsamo que la consideración de sus leales ami­gos derramaba en su corazón, ansioso de pruebas de un siquieja fuese compasivo carine.

Acopio de desventuras su vida, serie de tortu­ras su agonía, esta márt ir dignifica su destino y pide, al borrarse del colosal libro de cuerpos vivos, una lágrima y una oración que instintiva­mente han de elevar á Dios todas las a lmas.

¡Descanse en paz!

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EL DIQUE DE LOS ABRUZZOS EN VALENCIA

Crucei'o /,»,'//'/•/«, ManUirto por KU A. R. du(| ue de lüs Abruzzos.

/ ' ITno de los puntos visitados por el simpa ibrá salii' siiGiisánc

ático hiio de D. Amadeo de Saboya ha sido la liern.. ja ciu­dad del Tur ia ,de donde habrá salido gratamente impresionado por la cariñosa acogida que el pueblo valenc ano le ha hecho, dispensándole'sns autoridades yjaltas corporaciones las atenciones que en rea­lidad merece un hiio de'España que, alej.do del suelo en que v,ó la l.u por imsenas que no hemos recordar y por fatalidades incontrastables, vuelve, ansioso de contemplar esta t .eira geneíosa, dond aún hay quien le abra'sus brii/.os en un arranque de fraternal amor.

Con'esta nota publ-'camos dos fotografías tomadas en Saboya.

de e

id momento del desembarco de D. Luis de

•""»;.'.',ti'''-

DiKiui ' lie los Alinizzos (liritriénrtoso :i t i e r r a . - Fotografías del Sr, Varvaró,

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ACTUAI IDA'JKS

FRflNem Lias g randes maniobras del Mediodía.

Dejando á gentes peritas la misión de co-mentai-, con ia naturtil competencia, los her­mosos hechos de armas y Jas provechosas en­señanzas que las prácticas ó maniobras que Ec han realizado en Toulouse leporten, nos­otros no hemos ambicionado más que poder apuntar algunos detalles de la fase pintores­ca que han ofrecido las operaciones que aca­ban do terminarse.

Hcalmente, los ejercicios que nos ocupan han sido una gallarda demostración de la in-Irucción admirable do que disfruta el ejéi'-ciio francés, y han dado lugar, á los que afortunadamente los presenciaron, á saciar la vista, anhelosa de hermosas grandezas, en un inmenso cuadro de colores, trazado con los tonos más sugestivos y simpáticos.

(Jon estos brevísimos apuntes damos unas muy interesantes fotografías de algunas si­tuaciones y escenas de las muchas que hu-biéranse podido obtener en aquel variadísimo y esplendente campo iluminado, donde latía una brillante representación del ejército de la república vecina. En una de ellas se en­cuentra S. A. R. el Príncipe de Asturias aten­

diendo á las explicaciones que del plan de las maniobras le expone el simpático gene­ral Brugére Su Alteza asiste, segiin se vé por otro fotograbado, á la colocación de una batería cuando ha sido sorprendido por la instantánea. Las otras dos instantáneas se refieren á los ejercicios en sí, viéndose en una al 100" escuadrón de línea deteniéndose ante la señal dada por los pequeños globos ó balones negros, y en la otra al Estado Ma-yor.en el molino de Mourville antes del ataque y comie-nzo del singularísimo é inter-e-saHte simulacro de combate.

Ha sido tal la variación de maniobras que se han efectuado que, con su sola descrip­ción, trazada con los expresivos tonos que el entusiasmo aporta á los espíritus más tor-

•t

El general l i rugere comunicando el t emade lnsman io l i r a s > al Principe lio Astur ias .

¡Cesad el fue^ío! Kl lOU" de l iuej deteniéudose i'i Ui señal dadu |jor los ¡flulios.

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AOTTTAI.IDADKS

pes, podríamos llenar inflnidaí^ de páginas cual merece la im­portancia de tentativa tan gi-gantesca, que el éxito ha coro­nado en todas s\is manifesta­ciones.

Muestras de s o r p r e n d e n t e previsión, combinadas con sig­nos de ñereza (lUc, si hoy no se manifiesta en toda su energía, se denuncia con poderosos lati­dos que acusan hasta dónde puede llegar, sin las trabas de los afectos internacionales, son las múltiplcí operaciones que una parte de ese ejército, (lue tiene á la disciplina como obje­to de un culto, de un casi fana­tismo, ha realizado ante repre­sentaciones de las naciones, hoy amigas, que le admiran.

lian asistido á estos impor­tantes ejercicios el general Bru-gére y el Kstado Mayor, el al­mirante Fournier y los genera­les MM. Lacroix, Voyron, Pou-Ueau, Pédoya y Tisseyre. En nuestra representación "ha presenciado las pruebas, como hemos dicho, el Príncipe de Asturias que indudablemente habrá hecho curiosas observaciones durante las prácti­cas, celebrando como se merece la láctica militar francesa y la marcialidad de los soldados que tan bien puesto han dejado el pabellón tricolor.

B. P .

El r rmci i i j de Asturias asistiei.do á la colocación de una batería.

Kl Kstüdn Miiyiir la. i'l molino de Mi.urvillc.

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Oe la cartera de ']fuan Ingenuo

Estumos avo( a( o.s á una alianza, y como no ma­nifieste claramente el país su natural repugnancia hacia semejantes convenios, jiosible es que tras una pequeña preparación en (|ue se cultive nues­tra propensión al entusiasmo y á la icratituil, nos encontremos un día con la noticia de que el pacto está ya en vigor, y de que, sopeña de merecer nota de desleales, deoemos acreditar nuestra solidari­dad con las naciones erigidas en directoras ó tu-toras nuestras.

Por delante de todo otro asunto debe lioy ir esta advertencia, franca y r\ida como al caso conviene. Urge deshacer la sospecha de que España puede ver con indiferencia que se hipoteque su i)orvenir ni que se comprometa su palabra. Ño seamos cóm­plices con el silencio, ni permitamos que se fan-tasmagorice con proyecciones de gran tamaño de nuestras preocupaciones .sentimentales ó comercia­les. Y tengamos siempre el alma alerta, que bien preciso es hacerlo así i)ara que el

rumor de alianztis y rnndar de isla-y no nos despierte una mañana convertido en más serias novedades.

Quizá consideren algunos señores como un deci­sivo paso en la senda de la europeización el inscri­birnos en alguna de las cuadrillas internacionales que desde la barrerita pirenaica (<[ue Dios nos con­serve) solemos admirar. Pero no dejará de haber quien comprenda que ni siquiera esa artificiosa sa­tisfacción podría consolarno«, i)ues que las grandes potencias conciertan algunas veces alianzas y pro­tectorados con los más selváticos reyezuelos...

y mientras que .sobre nuestras cabezas pende la espada de Dámocles de la europeización pacfi.std digamos algo sobre las observaciones de Lapu-ya, corresjionsal de Kl Pa/.s, en la capital de Fran­cia, y autor de dos interesantes artículos (jue traen un dato más para el proceso ile los consabi­dos plañideros de la inferioridad española.

Ha averiguado, en efecto, el corresponsal do Kl Pais que las corporaciones científicas y artísticas de Francia desconocen ó fingen desconocerla exis­tencia de nuestras más indiscutibles eminencias. También es característico en nuestros euro|ioizan-tes el desdén hacia los compatriotas que trabajan. De modo que ))or este lado ya tenemos \in indicio más sobre cuál será la nación que toman por mo­delo y por libro de texto los que sostienen que aquí nadie hace nada.

Pero lo grave de la ocurrencia del Sr. Lapuya es el preten(ler que comi)rometamos á nuestro em­bajador para (jue ponga remedio á esa ignoran­cia de los franceses, como si significase algo para España ni ¡lara los directamente interesados, el que hombres como F^chegaray y Menéndez-Pela yo tuviesen algún nuevo diploma ó condecoración.

Francia haría muy bien en reírse de que nvtes-tto embajador acudiese en solicitud humilde, reco mendando á los más ilustres españoles y decla­rando que por unos centímetros de cinta í.zul y morada podíamos q\:edarle tan reconocí los como si desistiese de sus ¡iretensiones en Marruecos ó como si dejase libres de impuestos aduaneros los productos de nuestra agricultura y de nuestra in­dustria.

Y, por su parte, los franceses (jue son correspon-dientas de las Academias de Madrid y Barcelona tendrían razón para darse por ofendidos y devol­ver sus condecoraciones y títulos si se les diese á

entender que esas distinciones representaban el compromiso de conceder oti'as análogas para con­suelo de la vanidad española.

No, no debe en modo alguno ser España quien vele porque haya gente de mérito en las Acade­mias francesas. Bastante hará en su obsequio quien esté desde luego propicio á suministrar á las referidas sociedades los datos que necesiten saber sobre la vida y las obras de los graiules españoles. Pero (jue no se les haga creer que Es|iaña puede sentirse halagada de honores recibidos por virtud de recomendaciones y amistosas solicitudes que estarán muy bien aplicadas en otros asuntos.

Y sobre todo, tengamos mucho cuidado do que no deslumhren á nuestro amable embajador con la pródiga distribución de veneras.

Sensible será vender unos derechos de primoge-nitura por un plato de lentejas. Pero todavía es más bochornoso que con el brillar de las lentejue­las se conqiiiste la voluntad do una nación... ó de una tribu, como ustede-s quieran.

Todo e-o no es más ()vie enunciación de temores y de sosjiechas ])robablemonte imaginarios, pero algunas veces acierta Doña Imaginación lo (|ue 1). Cálculo no podría nunca averiguar. Y aunque la ace[)tación de honore-t franceses i>ara los espa­ñoles eminentes no tenga la trascendencia que va indicada ¿es que no sería siempre ¡-idículo y des­agradable el que nuestro flamante marqués del Muni figurase recomemlando á un Ramón y Cajal, ])ara que so le tolere como coriespondiente de una academia científica do Francia? (1)

Ahora abandonemos las alturas diplomáticas y académicas para reparar en lo preocupadísimo que se ha puesto días atrás ]). Ensebio Blasco, por haber leído que un sello de correos fué adquirido recientemente por un coleccionista á cambio de algunos miles de francos. Como so vé, aquí no hay en juego intereses generales de ningi'm orden pero al com|iasivo Blasco le parece vm crimen de lesa humani<lad el que un puñado de monedas ó de bi­lletes de Banco ))asen de las manos de un Mon-sieur á las de un Mister (ó viceversa), como si con eso so fuese á perder la cosecha de trigo ó como si la tierra hubiese de tragarse productos de otra es­pecie cualquiera en cantidad equivalente ó corres-])ondiente al importe del sello famoso.

He aquí una oportuna sazón de advertir como hay noticias que hacen perder el juicio. Cierta­mente se explica el irreflexivo comentario, que con Blasco habrán hecho otros lectores do buena fe y de rápido discurso; pero ya no parece igual­mente excusable que esa misma infantil aprecia­ción, recubierta de un ligero barniz literario, se ofrezca al público Inocente como inspiración de un criterio de justicia.

Porque yo quisiera saber qué clase de desatinos son los que so su|ionc (juo ha do realizar el mortal (jue |)or su dicha ó por apremiante necesidad vende un objeto más ó menos curioso, para que se consi­dere |)el¡groso y nuildito el dinero ((ue recibe por aquella sencilla operación comercial. ;,Es(|ue aca­so no puede ser nn filántropo el ((uc se despi'ende de una estinuida chuchería cuando otro aficionado le ofrece im buen precio por el oapricVuiV ¿^abemos acaso si la com|)ra-venta de (luo se trata habrá salvado de la ruina ó del descrédito á la familia del vendedora

Yo no sé absolutamente nada acerca de las cir-

(!) Parece ianccesiirld otiservar i|ue no se tniUidR discutir la nltura ciontítica <le luiefitri) nctujil enibnjíiiioi- ni de sus su-ceaDVes. En el civr ío de emliajiidor y es su posible tendencia al exceso de cela lo ipie iipn se considera únlnamenle.

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c u n s t a n c i a s de los p ro t agon i s t a s de este menudo suceso que ha exci tado la sensibi l idad de D. Euse-bio; pero como semejan tes r id i cu las censuras se p rod igan con igua l irreflexión en m u c h a s ocasiones aná logas , no es tá de más ape la r á la fibra sent i ­men ta l de los mald ic ien tes , ya que sin duda eso puede ser a lgo eficaz p a r a demos t ra r l e s la necesi­dad de (lar Jo .sui/o al e n t e n d i m i e n t o .

Ks p r e c i s a m e n t e el caso de hoy uno de los más á propósi to p a r a ello, porque no se l iga con pasio­nes pol í t icas ni re l ig iosas , y t amb ién por no habe r ocur r ido en España . Cabo pensa r que los d ineros de n u e s t r a h i s to r ia a p r o v e c h a r á n á los amigos y vecinos del vendedor , dejando f rus t rados planes y anhe los de o t r a s personas en lazadas r.uls direc­t a m e n t e con el comprador . Esas ¡lersonas que pue­dan creerse pcrjuíliradas es n a t u r a l que miren al sel l i to con a n t i p a t í a , como los p resun tos herede-i-os de u n c iudadano acnuda lado pudieran ver con despecho y con r ab i a el ca samien to del dicho ciu­dadano , a u n q u e se t r a t a s e de un casamien to digno del p a d r i n a z g o de D. J u a n Mont i l l a . Pero los de­más m o r t a l e s ílior ([ué razón hemos de niole-<tarnos porque la gen t e se case ó porque compre objetos do puro cai)richo, pagando ])or ellos el ¡¡recio que crea que puede pagar?

¡Quién sabe! Tal vez el progreso y el b ienes ta r es t r ibe en consegui r que los objetos de p u r a curio­sidad y de mér i to m á s ó menos r a r o se vendan en

precios módicos, y que en cambio el pan h a y a que paga r lo á peso de oro!

H e a ludido a n t e s á mi i l u s t r e tocayo el min i s t ro de Grac i a y .Tu.ticia, que es en efecto quien más segura sa lvación puede ofrecer á todo el que desee u n a n o t a de amen idad fresca y sen tenc iosa . S i rva , pues , p a r a final de mis a p u n t e s de hoy el recuerdo de su r ec ien te d iscurso , sobre el que h a n descar­gado sus r igores , periódicos de m u c h a y de poca c i rculac ión. Yo no ha l lo , en ve rdad m u y leg i t imo que t r a t e n al mitiistro con t a n t a du reza los que al til i ni xt rabí I' ensa lza ron del modo que puede recor­dar todo el (jue h a y a vivido estos ú l t imos meses en E s p a ñ a .

El ullrac.snohifuiii) q u e c o n s t i t u y e la c a r a c t e r í s ­t ica del d iscurso de a p e r t u r a de los T r i b u n a l e s , es senc i l l amen te la consecuencia y desar ro l lo na­t u r a l de aque l la profesión de fe del sniib sociológi­co que toda la p rensa g r a n d e ja'ci'i y celebró cuan do á los señores do (lente Vieja, fué p re sen tada por el popu la r í s imo joven , en tonces dec la rado soció­logo mayor del r e ino .

Ko h a y , pues , mot iyo para que nad ie se sor-| )renda de las dec larac iones de 1). J u a n . P e r o me parece una omisión l a m e n t a b l e el que después de t a n t o maldec i r de los inialfabefos, no se h a y a acordado de echar les un requ iebro á las pobreci-11 as alfabe!as.

.Tnan I i i t s e n n o .

...¿Quién imsiguo alcanzar su ideal? (VicToE HUGO.) .

R e n d i d o á t u s p l a n t a s a m o r i m p l o r a b a ; con t r i s t e s p a l a b r a s en v a n o q u e r í a p i n t a r mi dolor .

T u ros t ro impas ib l e p l a c e r e s b r i n d a b a ; t u s ojos se renos , que ans ioso m i r a b a , . . .

c u a l c l a ro s refiejos de t u a l m a inocen te , b r i n d a b a n a m o r . T e m b l a b a tu seno de v i r g e n m e d r o s a ,

al ver por m i s fr'is os a m a n t e s y t r i s t e s a l t i e r n o g a l á n que , pues to de h inojos a l p ie de u n a h e r m o s a , m i r a n d o a n h e l a n t e su faz c a n d o r o s a ,

a g u a r d a i m p a c i e n t e , con fé, de a n s i a s l leno, que c a l m e su a f á n . T e r r o r t e i n s p i r a b a n m i s r u e g o s , m i l l a n t o ,

mi s t i e r n a s c a r i c i a s , mi s du lces p a l a b r a s , mi a m a n t e e x p a n s i ó n ; m i voz s u p l i c a n t e c a u s á b a t e e s p a n t o ; y en m í no e n c o n t r a b a s efecto n i e n c a n t o ;

ni en mí h a l l a r p u d i s t e d iv inos t r a n s p o r t e s , g r a n d e z a y p a s i ó n . Mi pecho , a n h e l o s o , b u s c a b a en t u pecho

inmensos tesoros , de a m o r , de t e r n u r a , su bello idea l que t i l , con desdenes^ h a b í a s d e s h e c h o , l o g r a n d o q u e en m i a l m a n a c i e r a el d e s p e c h o ,

que es p a d r e del odio, que e n g e n d r a en el h o m b r e pas ión i n m o r t a l . Al fin m i s p a l a b r a s de a m o r e s c u c h a s t e ;

a! fin en m i s b razos , a m a n t e be l l eza , v i n i s t e á cae r ; y á qii ien d e s p r e c i a b a s con fe le co lmas t e de d i c h a y de goces , y ans iosa g o z a s t e ,

al m u n d o o l v i d a n d o ¡momentos i n s a n o s que e n g e n d r a el p l a c e r ! después de mi t r i u n f o , s en t í que la p a l m e ,

q u e en p remio á m i h a z a ñ a m e d ie ron los h o m b r e s , c a u s á b a m e m a l ; la pena , el h a s t i o , m a t a r o n mi c a l m a ; n o t a b a un inmenso vac io en el a l m a

¡No p u d e , i n s e n s a t o , goza r en el m u n d o m i bel lo i d e a l ! . . . . . <

Ernesto Polo.

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DAR LA HORA Dos meses después de haber acudido á aquella

extraña ci ta , Ricardo Mendieta se unió para siempre á Emilia Sandoval.

Pero ¿qué estoy contando á ustedes, sin haber­les dicho una palabra de Emilia y de Ricardo?

¡Qué cabeza tengo! Empecemos por el principio, y perdonen uste­

des el pleonasmo y la distracción. Allá por el año lH7n, había en Cádiz una jo­

ven, tan famosa por su belleza, que era de primer orden, como por sus rasgos de ingenio, que eran de orden superior. Se llamaba Emilia Sandoval. Ya saben ustedes quién era Emilia.

Y había por la misma época y en la misma ciudad andaluza, un apuesto oficial de artillería, perdidamente enamorado de dicha joven. Se lla­maba Ricardo Mendieta. Ya saben ustedes tam­bién quién era Ricardo.

Bueno; sigo mi narración. Ricardo amaba á Emilia, y otro tanto le suce­

día á un compañero suyo, nombrado Eniique Ce­peda, desde el día que ambos fueron presen­tados en casa de la marquesa viuda de Torre Blanca, madre de la citada joven.

Uno y otro pretendiente hacían esfuerzos inau­ditos por conseguir el amor de Emilia, pero en vano: Emil ia , sin traspasar los límites de la amistad, se mostraba igualmente amable con los dos enamorados artilleros.

Prueba al canto. Emilia tocaba divinamente el piano, y entre

sus piezas favoritas figuraban el vals i í í judio errante y el nocturno Tristeza, obras ambas muy en boga por aquellos tiempos.

Enrique, que tenía el carácter triste y reser­vado, se transportaba al quinto cielo oyendo el

la , tocaba el nocturno, y, en cambio, tocaba el vals siempre que Ricardo rondaba sus balcones.

Enrique y Ricardo se querían como hermanos, y por nada del mundo hubieran roto su acendra­da amistad. Ambos sentían adoración por Emi­lia, y ambos la rogaban que aceptara el amor con que cada uno la brindaba, prometiéndose mutuamente que el 'que fuera desairado, respe­tando la decisión de la joven, no turbaría la fe­licidad del preferido.

—Denme ustedes pruebas de carino—solía de­cirles Emilia—y, sobre todo, de adivinar mis pensamientos, y el que me dé más pruebas será el objeto de mis amores. Yo quiero que el hom­bre á quien ame lea en mi mente como en un li­bro abierto. Si en las pruebas á quT les someta

consabido nocturno; y Ricardo, que era alegre y expansivo, so entusiasmaba estudiando el citado vals.

Pues bien; cada vez que Enrique le paseaba la calle, ya se sabía: Emilia, para que él lo oye-

descuellan ustedes en ese género de Jectura, al que lo haga más de corrido le abriré en par en par las puertas de mi corazón.

Y empezaron las pruebas. Hablaba Emilia de su afición á las flores, y llo­

vían ramos de idem en su gabinete, remitidos, cojno es de suponer, por sus dos adoradores.

Indicaba que las levitas largas, entonces en todo su apogeo, no eran de su agrado, y desde aquel día Ricardo y Enr i jue se presentaban en todas ])artes con unas airuirioanas quo ])arecían chaquetas.

Mostraba predilecfn'(')n })or el color aniarillo, y los dos jóvenes interpretaban su pensamiento usanilo corbala y guantes de amarillo canario y tarareando á toda hora el (imariUn, sti; nmari Un, nn.

¡Qiió más! Dijo una vez que en todas la.-? cuestiones lo mejor es transigir y ¡pelillos á la mar! Y Enrique y Ricardo, creyendo llegar al colmo de la adivinación, se hicieron cortar el ca­bello á punta de tijera y se resignaron á quitarse el bigote, operaciones ambas que originaron las mayores burlas de sus compañeros.

Y así pasaron meses y meses, y Emilia siguió

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ACTUALIDADES

haciendo pasar las de Caín á sus dos pretendien­tes, sin pasar á decidirse por ninguno de ellos.

La marquesa de Torre Blanca y Emilia, su hija única, se quedaban en ratia los miércoles, y formaban su reunión muchas familias de la bue­na sociedad gadltaua. Se bailaba, se, hacía mú­sica y so leían versos, y no hay 'qno decir que

con tales alicientes eran muy agradables aque­llas soirées, contribuyendo á ello, en primer tér­mino, la discreción,de la marquesa y el talento y la gracia de su encantadora hija.

Una de esas noches se [aproximó Emilia á un grupo, del que formaban parte Enrique y Ricar­do, y dirigiéndose á éstos Íes dijo bajando la voz: Desearía saber qué hora os. ¿Quieren decírmela, pues mi reloj anda trastornado?

Miraron casi á la vez el suyo los dos preten­dientes, y á dúo la contestaron que eran las once.

Entonces Emilia, mostrándoles la esfera del que llevaba pendiente de un ^precioso broche, añadió:- Bien sabia yo que esta «Ihnja andaba hoy di/iculfosa. ¿Ven ustedes? Marca las dos.

Ricardo y Enrique no se atrevieron á hacerla ninguna observación, á fuer de galantes, aun­que observaron que el reloj de Emilia señalaba las doce y algunos minutos.

-¡Gracias!—dijo ella; y se separó del grupo, Una hora después desfilaron los contertulios,

y los dos enamorados jóvenes se marcharon á los pabellones de la Bomba, donde estaban instala­dos en dos habitaciones contiguas.

Enrique entró en la suya y poco después dor­mía como un bienaventurado.

Ricardo iba también á entregarse en brazos de Morfeo; pero de repente, inspirado por una idea luminosa, saltó de la cama, se vistió pre­suroso y saliendo como alma que lleva el diablo, se dirigió á la calle del Vestuario, donde Emilia vivía, murmurando con febril exaltación:—¿Será una cita á las dos de esta noche lo que ha queri­do significar equivocándonos la hora? ¡Si fuera cierto!...

En esto el reloj del Ayuntamiento dio dos cam­panadas, y casi á la vez se abrió el balcón del gabinete de Emilia y apareció la joven radiante de belleza.

—¡Emilia!—exclamó Ricardo loco de alegría. — ¡Ricardo!—balbuceó Emilia llena de júbilo. Y no hay que decir, pues lo habrán compren­

dido ustedes desde luego, que de aquella entre­vista, que duró hasta el amanecef, resultó la mutua promesa de amarse para siempre.

Ricardo, que adivinó la cita, fué el vencedor en aquel pugilato de pruebas de amor en forma de acertijos. Enri([ue, confesándose vencido, pi­dió su traslado á Sevilla, y al emprender el via­je se despidió de su afortunado compañero, di-ciéndole casi llorando:—¡Dichoso tú! Te casas con una mujer que da la hora.

Y aquí viene bien el párrafo con que distraí­damente e\npecé este artículo:

Dos meses después de haber acudido á aquella

extraña cita,, Ricardo Mendieta siempre á Emilia Sandoval.

se unio para

Carlos Cano.

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T á liov tei íá de lá tív^tMlk

Reinaba Carlos segundo, monarca enfermizo y débil, y ni señales había de que sucesión tuviese. Revuelta estaba la Corte viendo el peligro inminente, y en las iglesias se hacían rogativas muy solemnes. Por entonces en Madrid apareció Blas Cifuentes, y estableció ima hostería que muy pronto se hizo célebre

Y en verdad que á maese Blas le favoreció la suerte, porque según él decía, no daba gato jior liebre. La hostería de la Estrella ocupada estaba siempre, por los que probar querían sus guisos y sus pasteles. Pero aseguraban muchos, que si había tanta gente era por ver á Juani ta , que era un ramo de claveles.

Y en verdad que no era extraño que cosa tal sucediese, pues la moza era muy linda, muy vivaracha y alegre. Muchos nobles caballeros, ya ancianos, ya mozalbetes, á la graciosa .Tiianita llevaban ricos presentes. Pero ella, cual una roca, aunque con frases corteses, los ataques resistía de la seducción aleve. Porque ya la niña hermosa fijó sus ojos ardientes en un gallardo estudiante que en Alcalá cursa leyes. El leguleyo tenía de poeta sus ribetes, . . ' y tiernas y amantes coplas le escribía muciías veces. Cosas de que ella gustaba; pero que al viejo Maese se le clavaban lo mismo que puntitas de alfileres, porque casarla quería con el vecino de en frente,

viejo de rara figura y de muchos intereses. Pero al joven protegía un astuto dependiente, más callado que una turaba, y más listo que un cohete, á despecho del vecino, (|ue creía flrinemento que no era cosa difícil unir Mayo con Diciembre.

II

Corrió j)Or Madrid entonces una letrilla algo verde, y con afán se buscaba á su autor para prenderle. Una noche en la hostería estaba el doctor en ciernes, novio de la hermosa Juana, y mozo de gracia y temple. Solos se hallaban los dos, porque Blas estaba ausento, y cuan<lo el tiem])o es tan corto es justo que so aproveche. El estudiante decía. Me persiguen los corchetes y como caiga en sus uñas es fácil que me desuellen. Esa letrilla que dices nada de atrevido tiene; pero hará que el Santo Oficio cual lechoncillo me tueste. —^;Pero ose.papel cjué diccV —V.También aprenderlo quieresV Pues oye, y verás que ha sido más el ruido que las nueces, «ün señor está muy malo, no se sabe qué le duele, y con aceite bendito curarle su mal |)retendeii. Pero el señor no se alivia, y por si es i)oco el aceite, quieren conseguir su cura con salmos y misereres. Mas dice el Padre Froilán, que cuando un árbol se tuerce, por esfuerzos que se hagan no es fácil que se enderece.» Pero en cambio el pueblo dice que las rogativas cesen, y que coma buenos pollos

y beba buen pajarete. Cuando acabó el estudiante, entró el mozo prontamente exclamando: —¡El Santo Oficio! Venid antes de que lleguen; y alejándose los dos, quedó Juana tristemente; pero sin que miedo alguno en su rostro se advirtiese. Indagaron los esbirros, y como allí nada viesen, salieron de la hostería cual de.spistados lebreles. Llegó á poco maese Blas, y exclamó:—Ya sé que viene un estudiante sopista, y que contigo se entiende, Mas ahora voy á encerrarte donde por más que lo intente no te hallará, porque á mí no hay nadie que me la ¡legue. Llevóse el padre á su hija, y encerróla bruscamente en un lugar apartado donde guarda sus toneles, y el mozo de la hostería murmuró:— ¡Que allá se arreglen! Pues no sé qué harán los dos cuando encerrados se encuentren. Vuelve el padre á las dos horas temiendo que su hija enferme, y oye de un heso el chasquido ([ue la bilis le revuelve. Y al entrar ve que la niña con el estudiante api ende del Arfe de amar, de Ovidio, los párrafos más salientes. — ¡Me la disteis!—exclamó, pero ya qué hemos de hacerle, y pues tuve yo la culjia, traiga el mozo los papeles. Y ya sus sueños cumplidos la solución fué muy breve, y se celebró la boda con la broma consiguiente. Que el estudiante y la niña cum|)lieron bien sus deberes, lo prueba c|ue maese Blas era abuelo á los diez meses.

Juan Redondo y Menduiña.

>^^sí-^S^-l^ . , j

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/^ios me libre! Dios me libre, caballeros,

(le busconas zalameras, (^ue, con amantes quimeras, svtelen dejarnos e.n meros; y de los amores hueros de la jamona beata ó la niña mogigata; porque siempre esas gazmoñas sus mimos y carantoñas saben convertir en plata.

Dios me libre de oradores que, con pasmoso cinismo.

nos hablan de patriotismo, f icndo á la ]iatria traidores; y do regenoradoros, que, con mucho desparpajo, ofrecen pan y trabajo para aliviar nuestro afán... imientras se comen el pan do los que tienen debajo!

lili.H.\ü.—Tribuna de la Piiimacinii.—v isia latt'i-al.

Dios me libre de ignorantes que .tí' Uaman eminentes, y son tan impertinentes

' como necios y pedantes; que con incultos desplantes y peregrinos resabios, moviendo remos y labios lanzan rebuznos y coces, para proclamar á voces

Trilmna de la l)i|iuta('i'ióii —Hiiii;ui;i

que son rerdoilcros sabios. Dios me libre de escritores

que decir gracias profesan, y de fastidiar no cesan con sus chistes pecadores; punzantes murmuradores á los que imitar no esporo, ¡pues contagiarme no quiero de esa ciencia, que consiste en saber hacer uji chiüite, a costa de un compañero!...

Luis Faloato. Irihiina ili' la Sncicdad La Hilbaina. y vista jfeneral de la Gran Vía. Totogs. de I, Batatler,

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E;1 n ú m e r o del día 2 se rá e x t r a o r d i n a r i o , dedicado á Barce lona , pa r t i c ipando á nues t ros lec tores que ha de ser uno de los más no tab les de la colección. Su precio será de ítO c é n t i m o s , é i n d u d a b l e m e n t e h a de s u p e r a r en m é r i t o á toda a l a b a n z a quo ])udiéramos hace r de él en n u e s t r a s co lumnas , l i o g a m o s á n u e s t r o s cor responsa les nos fijen sus pedidos.

Sección recreativa (A cargo de

Suplico me dispensen si hoy soy breve ; he es tado enfermo, y a u n q u e el ma l fué leve, me he l e v a n t a d o asaz m a l h u m o r a d o del lecho en que pos t rado es t aba desde el d ía diez y nueve . Así es que hoy va á ser co r t a la sesión, y creo que t e n d r á n res ignac ión .

(por Francisco Cahnllcro.)

1.2.3.4.5.6. Nombre do

\ 1.2.10.5.9 Ofloif

7.8.9.10. 5 .10.3.7. muj(!r. Apellido.

4.6.10. 3. 4. 9. 7. 8. 10. Vecindad.

Soluciones á lo insertado en el núm. 38-Al cuadrado:

<r.

,'

C A .\I A

A M A U

M A !• A

A R A K j .

Don Evaristo».)

A la rharoda: T>0}AiT\i.k.

Al jcroí/Ufico: AcuACüRO.

A la fuí/a (le consonantes: '•

A R R O J A R LA CARA IMPORTA,

Q U E E L BSL'R.IO NO HAY P O R Q U É .

H a n r emi t i do soluciones á los pasa t i empos del n ú m e r o ;i7:

A la p r i m e r a c h a r a d a : Diego Olmos, Vicen te P e ñ a s , . luán L a m o l l a , .Joaquín Sa lvador , Fe l ipe L l ó r e n t e , R a m ó n Bone te , F ranc i sco Domínguez y F e r n a n d o V a r g a s .

A la c h a r a d a s e g u n d a : .Javier, F ranc i sco Caba­l lero , Leoncio Bacón, Tomás Z ú ñ i g a , J o a q u í n Sal­vador , Felipe L l ó r e n t e y R a m ó n Bone te .

A la c h a r a d a t e r ce r a : Franc isco Caba l l e ro . Al s egundo jeroglífico: .Javier .

C o r r e s p o n d e n c i a p a r t i c u l a r .

Oí NO A I SOL

L a s e m a n a p r ó x i m a h a b l a r e m o s .

K I Y S T A ' ^ rediictor literario de esta publicación, D. Ernesto Polo, le ha sido rtiiifíido éoB las señas de esta casa, un anó-I N w I M nimo injurioso ((ue nos oliliffa, liien a pesar nuestro, íl rogar á su autor nuc no tome la i-ediicciiin de un semana­rio impiirciai como lu}?ar para tan inconvenientes desutio¡,'os, ii la vez (jue advertimos iiue I). Krnesto Polo estil dispuesto á responder en todos los terrenos íi ios insoltus (( e se le dirijan en la forma (|ue lo lia.en las personas de entereza y de honor, despreciando los((ue, l«nzados de un modo verfíonzante, desculnen un móvil Imjo y una intención torcida, patrimonio de los espíritus medrosos. Valga para otras ocasiones el presente aviso, con el cual relevamos el compromiso de iutervenir en lo su­cesivo en cuestiones tan odiosas.

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Page 19: Actualidades (Madrid. 1901). 25-9-1902, no. 39

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