acto de habla

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Ficción: ¿acto de habla? Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. (La vida es sueño, Calderón de la Barca) El teniente de la armada inglesa, Jym, se reúne en su camarote con unos amigos, para contar historias y aventuras de sus vidas. Jym es el último en relatar su historia, tomó asiento en un sofá, una botella de ajenjo y un cigarrillo: el inglés estaba listo para referirnos su historia. En otras ocasiones había relatado leyendas del Norte, pero ahora, tenía para compartir con sus amigos una historia verídica de su propia vida, de cuando estaba de novio con su actual esposa. Los ojos de Lina, su mujer, eran endiablados, él la amaba, pero odiaba sus ojos. Sus ojos eran enigmáticos, perturbadores, lo esclavizaban. Ella termina sacándose los ojos, poniéndolos en un cofre para dárselos como regalo de bodas, así no se sentiría perturbado cuando ella lo mirase. Los amigos del teniente escuchaban perplejos tal historia y tal sacrificio de amor… de pronto Jym suelta una carcajada, todo era mentira. Tal vez sea pertinente empezar este ensayo con una pregunta simple (que

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ficciónacto de hablateoría literaria

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Page 1: Acto de Habla

Ficción: ¿acto de habla?

Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión,

una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

(La vida es sueño, Calderón de la

Barca)

El teniente de la armada inglesa, Jym, se reúne en su camarote con unos

amigos, para contar historias y aventuras de sus vidas. Jym es el último en relatar su

historia, tomó asiento en un sofá, una botella de ajenjo y un cigarrillo: el inglés estaba

listo para referirnos su historia. En otras ocasiones había relatado leyendas del Norte,

pero ahora, tenía para compartir con sus amigos una historia verídica de su propia vida,

de cuando estaba de novio con su actual esposa. Los ojos de Lina, su mujer, eran

endiablados, él la amaba, pero odiaba sus ojos. Sus ojos eran enigmáticos,

perturbadores, lo esclavizaban. Ella termina sacándose los ojos, poniéndolos en un

cofre para dárselos como regalo de bodas, así no se sentiría perturbado cuando ella lo

mirase. Los amigos del teniente escuchaban perplejos tal historia y tal sacrificio de

amor… de pronto Jym suelta una carcajada, todo era mentira.

Tal vez sea pertinente empezar este ensayo con una pregunta simple (que

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podría pecar de tonta), pero que considero pertinente para empezar a desarrollar mi

ensayo: ¿por qué los lectores no nos horrorizamos tanto con la historia de Lina como

los personajes del cuento que oyen el relato de boca de Jym?

Clemente Palma establece con sus lectores un contrato tácito, donde nosotros

sabemos que eso que dice el texto no es cierto (no digo mentira), que es un mundo

creado por medio de su imaginación (un “mundo posible”). Caso contrario sería si

encontramos esa narración en un periódico, donde los hechos narrados se supone

deben ser verdaderos. Los oyentes de Jym se horrorizan, porque al inicio del relato se

establece explícitamente que lo que va a decir es verdad, que es parte de su vida,

entonces hay que creerle; pero al final se desmiente. ¿Jym, crea una ficción

propiamente dicha? No, lo que el narrador del cuento crea es una mentira dentro del

mundo ficcional, y mentira no equivale a ficción.

El autor real (en este caso Clemente Palma), realiza un acto de habla, pero se

distancia de dicho acto y no se lo atribuye ni siquiera al narrador, sino los personajes,

cuyas ideas y acciones rigen la totalidad del discurso artístico. Pues, digo discurso

artístico, porque el discurso de ficción es un arte (el arte de la palabra); que desde los

griegos como bien sabemos el poeta debe ser más artífice de historias que de versos,

de ahí que Empédocles a pesar del metro es no poeta y Homero con la misma forma

(hexámetros) es un poeta. El poeta es poeta por la ficción y no por la dicción

* * *

El Oxford English Dictionary da la siguiente definición de ficción (fiction): “Tipo de

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literatura que se ocupa de narrar acontecimientos imaginarios y de describir personajes

imaginarios; composición imaginaria. Hoy, habitualmente, novelas y narraciones en

prosa en general; la composición de obras de este tipo”.

Es aceptable que la ficción es producto de la imaginación del autor real, pero

esto no quita los referentes reales, ya sean históricos, políticos o autobiográficos, etc.

¿Qué hace realmente un narrador al sentarse en su escritorio?, crea personajes,

situaciones, lugares, en fin crea todo un “mundo posible” por medio del lenguaje. La

novela – que es el género contemporáneo por antonomasia­ no debe leerse como

verdad, buscando su correlato con un hecho del mundo real, recordemos que el poeta

canta lo universal, lo particular es asunto del historiador.

¿Por qué nos gustan las novelas si no dicen verdades, y muchas veces no nos

llevan siquiera a reflexiones religiosas o éticas?, porque somos seres eminentemente

imitativos, según Aristóteles esa característica es la que nos diferencia de los demás

mamíferos, además siempre disfrutamos de las imitaciones. Las ficciones hacen de la

expresión verbal una obra de arte, y como obra artística place, de ahí la necesidad de

escribir y leer (o escuchar) ficciones.

El novelista toma parte de su vida y a partir de ello ficciona y crea una historia

que se aleja de la realidad, pues ellos son conscientes de que las novelas no se deben

leer como verdad o falsedad, sino como buenas o malas; porque no hay que obviar que

la novela es un arte y como arte debe producir un goce estético. La verdad novelística

se revela en si cumple con deleitar y la falsedad se deja ver cuando el lector deja el

libro por aburrimiento.

Page 4: Acto de Habla

El lector al entrar a un texto está predispuesto a una cierta dosis de ficción, sabe

que va a encontrar ideas que pueden ser verdaderas, situaciones históricas,

situaciones muy íntimas de los personajes que nadie tendría como saberlas, pero que

están ahí plasmadas en el papel. Entra en el mundo representado y se queda en él

porque lo entiende, es decir porque encuentra una estructura lógica en la narración que

le permite acercarse a ella, ya no importa tanto lo lejos que el autor haya ido del mundo

real o de las leyes del mundo real, sino que esa narración se valida por su lógica

interna.

* * *

El autor y el lector crean el juego literario o de ficción, se institucionaliza esta

clase de discurso desde la intencionalidad del autor. Veíamos al inicio de este ensayo,

que Palma establecía un contrato implícito con nosotros sus lectores, y como ficción

entramos en su relato y por ficción de calidad nos quedamos pegados al libro y

terminamos la historia. Podemos decir que entre Clemente Palma y nosotros se dio un

acto de habla?, él como emisor y nosotros como destinatarios, Los ojos de Lina como

mensaje y la ficción como el contexto que nos lleva a entrar al texto; claro también

entran en este proceso comunicativo el contacto y el código. Teniendo los seis

componentes de los procesos de comunicación enunciados por Roman Jakobson y por

lo tanto las seis funciones del lenguaje; podemos hablar entonces de la ficción como un

acto de habla propiamente dicho? Sería lógico pensar que sí hay un acto de habla, es

más los personajes realizan actos de habla y con más razón el creador, pero todo este

acto de habla se realiza a nivel imaginario.

Page 5: Acto de Habla

Dentro del acto de habla, podemos ver dos actos completamente diferenciados:

el acto de habla real, y el acto de habla de ficción; más que estar en oposición,

podemos decir que están en planos diferentes, uno es contrastable con la realidad, y el

otro contrastable con el mundo imaginado por el autor. La diferencia exacta entre estos

dos actos de habla, está en la identificación de su emisor, el acto de habla real tiene un

emisor responsable en el mundo real que puede ser identificable; pero el acto de

ficción, no tiene un responsable, quienes se responsabilizan son los entes creados por

el autor (los narradores y personajes), que son los encargados de hacernos asequibles

este mundo imaginario. Una persona puede leer un cuento escrito por otro, puede

mencionar opiniones sin necesidad de hacerlas suyas, es decir la emisión de signos

lingüísticos, no hace responsable al emisor por su mensaje.

Una novela no por ser ficcional pierde seriedad, es decir el que carezca de un

referente real, no hace que al texto narrativo de ficción menos acto de habla, es un acto

de habla real imaginario, no como lo planteaba Searle: acto de habla fingido. El escritor

no finge, enuncia, nos presenta un mundo por medio del lenguaje, un mundo que para

que podamos acceder debemos darle un referente, como bien lo plantea Bonati: si el

texto dice que un tal Pedro sale muy temprano de su casa, entonces debemos atribuirle

un referente imaginario, recordemos que la literatura es un arte cuyo sustento es el

lenguaje y esta herramienta es el vehículo por el cual exteriorizamos el pensamiento;

de ahí podemos decir que la literatura es un arte mental, por lo tanto es válido que así

como el novelista crea, imagina a una personatal, nosotros imaginemos a esa persona

tal y así seguimos el juego ficcional.

Page 6: Acto de Habla

Hablar en términos de fingimiento como lo plantea Searle, es hablar de mentira,

y como se vio al inicio, el teniente Jym no realiza una ficción, sino una mentira (dentro

de una ficción). Suena ilógico que alguien que sabemos a escrito una novela,

realmente halla fingido que la escribía. Escribía de algo que solo existe en su

imaginación y por lo tanto toma distancia del discurso en la medida que no se

responsabiliza porque no es su YO mismo el que enuncia el discurso, sino que cede la

autoría a sus personajes, al narrador y al mundo representado.

Tal vez el acto de ficción pueda encontrar su analogía en dos categorías: la de

emisión realizativa, enunciada por Austin; y la de acto ilocucionaro, enunciada por

Searle. Entonces una novela puede ser denominada, como una emisión

realizativa–ilocucionaria. El acto ilocucionario es la unidad mínima de comunicación

lingüística, se relaciona con: enunciar, aseverar, describir, comentar, etc. Las

emisiones realizativas son las que crean la acción al emitir un acto lingüístico, es decir,

el lenguaje concretiza la acción; por ejemplo, cuando alguien promete algo, en la

enunciación del “te prometo…” se concretiza la promesa, o cuando alguien dice “yo

bautizo…” se está llevando a cabo el bautismo; asimismo el novelista al crear su obra,

al imaginarla o al decirla la va creando, la concretiza, pero a diferencia de las emisiones

realizativas, aquí no hay dependencia de factores externos, como cuando alguien

bautiza un barco, para poner el ejemplo de Austin, es necesario para que el acto tenga

validez que el que emite el “yo bautizo…” sea la persona designada oficialmente, o

cuando se hace una apuesta es necesario que alguien la acepte para que tenga

validez. La ficción no necesita de factores externos para existir, solo la conciencia del

Page 7: Acto de Habla

autor de que lo que emite es un discurso imaginado por él, que no pretende que se

contraste con la realidad, en pocas palabras la ficcionalidad depende de la

intencionalidad del autor, intencionalidad que debe transmitir al lector para que él sepa

a lo que se enfrenta. Un relato sacado de la página de policiales es real, pero si el

mismo relato es encontrado en un libro de cuentos, es ficción (literatura). Recordemos

que los cronistas modernistas sacaban sus historias (crónicas) de pequeñas notas en

los periódicos; la ficción tiene un punto de partida en lo real pero no tiene un

responsable propiamente dicho, salvo el escritor que imaginó esa historia basada en

unas pocas líneas que leyó.

El arte verbal narrativo es un acto de habla real en cuanto el novelista es el

primero que piensa esa historia, el que la enuncia y la da a conocer; pero no por ello es

un acto de habla real de sí mismo.

* * *

Hablar de un acto de habla (emisión realizativa – ilocucionaria) del autor, es

dirigirnos a cuanta responsabilidad tiene éste por lo que su imaginación creó. El autor

realiza dicha emisión realizativa­ilocuacionaria porque mientras él describe, narra,

opina y hace opinar a sus personajes, los cuales son dotados de la facultad del

lenguaje; mientras se realizan todos esos actos lingüísticos el mismo hecho de emitirlos

es crearlos. El novelista, crea un mundo, le da coherencia, da vida a los personajes; y

crea un universo que adquiere categorías de verdad e sí mismo, es decir, todo lo que

se diga del texto se debe corroborar en el texto. Quien emite una ficción sabe de más

que su misión está en la fabulación, en la construcción de tramas, en la representación

Page 8: Acto de Habla

de un mundo. No tiene la obligación de recrear sus propias ideas, ni sus vivencias –que

puede usarlas como material para su quehacer literario.

Si bien es cierto que el acto de ficción se distancia del emisor real, no podemos

negar que sus verdades se pueden manifestar inconscientemente (habitus), no

debemos descartar la presencia de un “otro” que dirige el discurso. Hay que partir del

principio de que es imposible controlar la totalidad del discurso, entonces tendríamos

que hay algo de ficción en todo discurso; de lo cual es lógico suponer que hay verdad

(del autor) en todo discurso.

No faltará quien opine que la mejor forma de dar opiniones y no hacerse cargo

de su repercusión es por medio de una novela. La literatura en general nos libra de la

responsabilidad de lo que causen nuestras opiniones, pues son ideas vertidas en un

discurso ficcional y por lo tanto no son ni verdaderas ni falsas: ideas muy dogmáticas.

La literatura es un arte, y por lo tanto place, representa, refleja la realidad, critica las

sociedades; en fin, podemos hablar de que la literatura cumple un rol social muy

importante, un rol que va más allá del deleite por el deleite.

Las desventuras del joven Werther y El lobo estepario, son claros ejemplos de

cómo la literatura puede llegar a insertarse con fuerza en el mundo real. Sobre todo con

la primera obra, que se caracterizó por una ola de suicidios, de la segunda tengo solo

conocimiento de un caso; un niño que se suicida después de leerla. En casos tan

particulares, dónde está el responsable. Con estos casos tan peculiares, es lógico

preguntarse hasta qué punto la literatura es un discurso del placer estético, cuya

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finalidad es el mero placer. Estamos frente a un producto imaginario, que toma fuerza

en la conciencia de toda una sociedad, y por lo tanto es necesario un responsable, no

es posible concebir un discurso que adquiere tanta relevancia en una sociedad y

simplemente excusarnos en que el discurso imaginario es autoría de personajes

ficticios y sus situaciones.

Hay novelas (o narraciones en general) que no alteran mayormente la conducta

de una comunidad, y en esos casos no es necesario identificar al responsable del

discurso, bueno, la responsabilidad en ese caso sería simplemente para aplaudir a ese

hacedor de historias que nos cautiva con su imaginación.

Hay un señalamiento de parte de la sociedad hacia el autor, que se da por

ejemplo cuando se alude a alguien en una novela –ya sea mencionando su nombre y

apellido, o simplemente mencionando características o situaciones que aluden a esa

persona real­, el público lector sabe que la novela fue construida para denigrar a la

persona tal, pero no conozco de casos donde la sanción haya sido penal, bajo cárcel o

juicio de por medio. Tampoco las novelas se constituyen como partes policiales ni

como testimonios en un proceso judicial; pero se puede llamar al escritor a declarar si

es que su novela demuestra que conoce un tema determinado que se investigue en

ese momento?, si hay un asesinato, y alguien se vale de ese hecho para ficcionalizar y

ese relato sale en pleno proceso, y pronuncia desde su carácter imaginativo un

culpable o cómo es que se realizó el crimen, podemos decir que el escritor debe ser

llamado a testificar?.

El límite entre lo real y lo ficcional, así como el límite entre el acto de habla real y

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el acto de habla ficcional (emisión realizativa­ilocucionaria) es de difícil percepción. No

hay forma de saber qué es verdad suscrita por el autor real, así como no hay forma de

saber qué es producto de su imaginación. De esta falta de claridad bien nos puede

hablar la Tía Julia, que nos termina diciendo Lo que no dijo Varguitas, después de que

el autor de La ciudad y los perros publicara su novela autobiográfica La tía Julia y el

escribidor. En palabras del escritor, podemos decir que las ficciones “se escriben para

que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión

de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo”.

* * *

En conclusión, podemos decir que el discurso narrativo de ficción depende de la

intencionalidad del autor para leerse como tal. La ficción se erige como un relato que

no guarda correspondencia con el mundo en el que actuamos, pero que encierra

verdades pues intenta narrar lo universal, lo que podría pasar. El escritor imagina la

historia, la organiza, da las reglas del mundo que va creando, establece la

institucionalización literaria, presentándonos su discurso como novela o cuento.

Sabemos que lo que nos va a contar no es verdad, ni mentira, sino posible. La

responsabilidad queda relegada, solo adquiere una importancia la identificación del

relato cuando el discurso empieza a tomar participación en la conducta de las

personas, si hablamos de un discurso de gran importancia es necesario buscarle

alguien que se haga cargo de él; pues no es posible concebir un acto de habla con

tanta relevancia social sin un emisor.

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Cuando me refiero a la No responsabilidad del autor, lo hago en el plano de la

correspondencia de los hechos novelados con el mundo real. Quién puede tildar a un

escritor de ignorante e inculto solo porque su obra no cuenta los hechos tal cual como

consta en los registros históricos. Con respecto a la carga ideológica del discurso de

ficción sí hay una responsabilidad del autor –no me atrevería a decir que en un 100%­

por más acto de ficción que sea. Recordemos las obras con carácter moralizante,

heréticas; también que los exilios por asuntos políticos no han sido pocos en la historia

de la literatura, el discurso ficcional critica al estado, y este responde, porque sabe que

la ficción creada trae mucha verdad. Y no hay que olvidar la inquisición que entre sus

luchas contra la herejía servía como filtro a los libros, donde los libros juzgados son los

escritos por cristianos, y solo podrán ser divulgados los que tengan un carácter

moralizante. El novelista con esas historias que brotan de su imaginación que no son ni

verdaderas ni falsas, nos dicen muchas verdades, nos gritan a viva voz lo decadente

de la sociedad en que ellos se mueven, por eso estudiamos literatura nacionales, es

por eso que la literatura ha servido tanto a la Iglesia, es por esas verdades que Platón

quería desterrar a ésos de su República.