acto de habla
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Ficción: ¿acto de habla?
Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
(La vida es sueño, Calderón de la
Barca)
El teniente de la armada inglesa, Jym, se reúne en su camarote con unos
amigos, para contar historias y aventuras de sus vidas. Jym es el último en relatar su
historia, tomó asiento en un sofá, una botella de ajenjo y un cigarrillo: el inglés estaba
listo para referirnos su historia. En otras ocasiones había relatado leyendas del Norte,
pero ahora, tenía para compartir con sus amigos una historia verídica de su propia vida,
de cuando estaba de novio con su actual esposa. Los ojos de Lina, su mujer, eran
endiablados, él la amaba, pero odiaba sus ojos. Sus ojos eran enigmáticos,
perturbadores, lo esclavizaban. Ella termina sacándose los ojos, poniéndolos en un
cofre para dárselos como regalo de bodas, así no se sentiría perturbado cuando ella lo
mirase. Los amigos del teniente escuchaban perplejos tal historia y tal sacrificio de
amor… de pronto Jym suelta una carcajada, todo era mentira.
Tal vez sea pertinente empezar este ensayo con una pregunta simple (que
podría pecar de tonta), pero que considero pertinente para empezar a desarrollar mi
ensayo: ¿por qué los lectores no nos horrorizamos tanto con la historia de Lina como
los personajes del cuento que oyen el relato de boca de Jym?
Clemente Palma establece con sus lectores un contrato tácito, donde nosotros
sabemos que eso que dice el texto no es cierto (no digo mentira), que es un mundo
creado por medio de su imaginación (un “mundo posible”). Caso contrario sería si
encontramos esa narración en un periódico, donde los hechos narrados se supone
deben ser verdaderos. Los oyentes de Jym se horrorizan, porque al inicio del relato se
establece explícitamente que lo que va a decir es verdad, que es parte de su vida,
entonces hay que creerle; pero al final se desmiente. ¿Jym, crea una ficción
propiamente dicha? No, lo que el narrador del cuento crea es una mentira dentro del
mundo ficcional, y mentira no equivale a ficción.
El autor real (en este caso Clemente Palma), realiza un acto de habla, pero se
distancia de dicho acto y no se lo atribuye ni siquiera al narrador, sino los personajes,
cuyas ideas y acciones rigen la totalidad del discurso artístico. Pues, digo discurso
artístico, porque el discurso de ficción es un arte (el arte de la palabra); que desde los
griegos como bien sabemos el poeta debe ser más artífice de historias que de versos,
de ahí que Empédocles a pesar del metro es no poeta y Homero con la misma forma
(hexámetros) es un poeta. El poeta es poeta por la ficción y no por la dicción
* * *
El Oxford English Dictionary da la siguiente definición de ficción (fiction): “Tipo de
literatura que se ocupa de narrar acontecimientos imaginarios y de describir personajes
imaginarios; composición imaginaria. Hoy, habitualmente, novelas y narraciones en
prosa en general; la composición de obras de este tipo”.
Es aceptable que la ficción es producto de la imaginación del autor real, pero
esto no quita los referentes reales, ya sean históricos, políticos o autobiográficos, etc.
¿Qué hace realmente un narrador al sentarse en su escritorio?, crea personajes,
situaciones, lugares, en fin crea todo un “mundo posible” por medio del lenguaje. La
novela – que es el género contemporáneo por antonomasia no debe leerse como
verdad, buscando su correlato con un hecho del mundo real, recordemos que el poeta
canta lo universal, lo particular es asunto del historiador.
¿Por qué nos gustan las novelas si no dicen verdades, y muchas veces no nos
llevan siquiera a reflexiones religiosas o éticas?, porque somos seres eminentemente
imitativos, según Aristóteles esa característica es la que nos diferencia de los demás
mamíferos, además siempre disfrutamos de las imitaciones. Las ficciones hacen de la
expresión verbal una obra de arte, y como obra artística place, de ahí la necesidad de
escribir y leer (o escuchar) ficciones.
El novelista toma parte de su vida y a partir de ello ficciona y crea una historia
que se aleja de la realidad, pues ellos son conscientes de que las novelas no se deben
leer como verdad o falsedad, sino como buenas o malas; porque no hay que obviar que
la novela es un arte y como arte debe producir un goce estético. La verdad novelística
se revela en si cumple con deleitar y la falsedad se deja ver cuando el lector deja el
libro por aburrimiento.
El lector al entrar a un texto está predispuesto a una cierta dosis de ficción, sabe
que va a encontrar ideas que pueden ser verdaderas, situaciones históricas,
situaciones muy íntimas de los personajes que nadie tendría como saberlas, pero que
están ahí plasmadas en el papel. Entra en el mundo representado y se queda en él
porque lo entiende, es decir porque encuentra una estructura lógica en la narración que
le permite acercarse a ella, ya no importa tanto lo lejos que el autor haya ido del mundo
real o de las leyes del mundo real, sino que esa narración se valida por su lógica
interna.
* * *
El autor y el lector crean el juego literario o de ficción, se institucionaliza esta
clase de discurso desde la intencionalidad del autor. Veíamos al inicio de este ensayo,
que Palma establecía un contrato implícito con nosotros sus lectores, y como ficción
entramos en su relato y por ficción de calidad nos quedamos pegados al libro y
terminamos la historia. Podemos decir que entre Clemente Palma y nosotros se dio un
acto de habla?, él como emisor y nosotros como destinatarios, Los ojos de Lina como
mensaje y la ficción como el contexto que nos lleva a entrar al texto; claro también
entran en este proceso comunicativo el contacto y el código. Teniendo los seis
componentes de los procesos de comunicación enunciados por Roman Jakobson y por
lo tanto las seis funciones del lenguaje; podemos hablar entonces de la ficción como un
acto de habla propiamente dicho? Sería lógico pensar que sí hay un acto de habla, es
más los personajes realizan actos de habla y con más razón el creador, pero todo este
acto de habla se realiza a nivel imaginario.
Dentro del acto de habla, podemos ver dos actos completamente diferenciados:
el acto de habla real, y el acto de habla de ficción; más que estar en oposición,
podemos decir que están en planos diferentes, uno es contrastable con la realidad, y el
otro contrastable con el mundo imaginado por el autor. La diferencia exacta entre estos
dos actos de habla, está en la identificación de su emisor, el acto de habla real tiene un
emisor responsable en el mundo real que puede ser identificable; pero el acto de
ficción, no tiene un responsable, quienes se responsabilizan son los entes creados por
el autor (los narradores y personajes), que son los encargados de hacernos asequibles
este mundo imaginario. Una persona puede leer un cuento escrito por otro, puede
mencionar opiniones sin necesidad de hacerlas suyas, es decir la emisión de signos
lingüísticos, no hace responsable al emisor por su mensaje.
Una novela no por ser ficcional pierde seriedad, es decir el que carezca de un
referente real, no hace que al texto narrativo de ficción menos acto de habla, es un acto
de habla real imaginario, no como lo planteaba Searle: acto de habla fingido. El escritor
no finge, enuncia, nos presenta un mundo por medio del lenguaje, un mundo que para
que podamos acceder debemos darle un referente, como bien lo plantea Bonati: si el
texto dice que un tal Pedro sale muy temprano de su casa, entonces debemos atribuirle
un referente imaginario, recordemos que la literatura es un arte cuyo sustento es el
lenguaje y esta herramienta es el vehículo por el cual exteriorizamos el pensamiento;
de ahí podemos decir que la literatura es un arte mental, por lo tanto es válido que así
como el novelista crea, imagina a una personatal, nosotros imaginemos a esa persona
tal y así seguimos el juego ficcional.
Hablar en términos de fingimiento como lo plantea Searle, es hablar de mentira,
y como se vio al inicio, el teniente Jym no realiza una ficción, sino una mentira (dentro
de una ficción). Suena ilógico que alguien que sabemos a escrito una novela,
realmente halla fingido que la escribía. Escribía de algo que solo existe en su
imaginación y por lo tanto toma distancia del discurso en la medida que no se
responsabiliza porque no es su YO mismo el que enuncia el discurso, sino que cede la
autoría a sus personajes, al narrador y al mundo representado.
Tal vez el acto de ficción pueda encontrar su analogía en dos categorías: la de
emisión realizativa, enunciada por Austin; y la de acto ilocucionaro, enunciada por
Searle. Entonces una novela puede ser denominada, como una emisión
realizativa–ilocucionaria. El acto ilocucionario es la unidad mínima de comunicación
lingüística, se relaciona con: enunciar, aseverar, describir, comentar, etc. Las
emisiones realizativas son las que crean la acción al emitir un acto lingüístico, es decir,
el lenguaje concretiza la acción; por ejemplo, cuando alguien promete algo, en la
enunciación del “te prometo…” se concretiza la promesa, o cuando alguien dice “yo
bautizo…” se está llevando a cabo el bautismo; asimismo el novelista al crear su obra,
al imaginarla o al decirla la va creando, la concretiza, pero a diferencia de las emisiones
realizativas, aquí no hay dependencia de factores externos, como cuando alguien
bautiza un barco, para poner el ejemplo de Austin, es necesario para que el acto tenga
validez que el que emite el “yo bautizo…” sea la persona designada oficialmente, o
cuando se hace una apuesta es necesario que alguien la acepte para que tenga
validez. La ficción no necesita de factores externos para existir, solo la conciencia del
autor de que lo que emite es un discurso imaginado por él, que no pretende que se
contraste con la realidad, en pocas palabras la ficcionalidad depende de la
intencionalidad del autor, intencionalidad que debe transmitir al lector para que él sepa
a lo que se enfrenta. Un relato sacado de la página de policiales es real, pero si el
mismo relato es encontrado en un libro de cuentos, es ficción (literatura). Recordemos
que los cronistas modernistas sacaban sus historias (crónicas) de pequeñas notas en
los periódicos; la ficción tiene un punto de partida en lo real pero no tiene un
responsable propiamente dicho, salvo el escritor que imaginó esa historia basada en
unas pocas líneas que leyó.
El arte verbal narrativo es un acto de habla real en cuanto el novelista es el
primero que piensa esa historia, el que la enuncia y la da a conocer; pero no por ello es
un acto de habla real de sí mismo.
* * *
Hablar de un acto de habla (emisión realizativa – ilocucionaria) del autor, es
dirigirnos a cuanta responsabilidad tiene éste por lo que su imaginación creó. El autor
realiza dicha emisión realizativailocuacionaria porque mientras él describe, narra,
opina y hace opinar a sus personajes, los cuales son dotados de la facultad del
lenguaje; mientras se realizan todos esos actos lingüísticos el mismo hecho de emitirlos
es crearlos. El novelista, crea un mundo, le da coherencia, da vida a los personajes; y
crea un universo que adquiere categorías de verdad e sí mismo, es decir, todo lo que
se diga del texto se debe corroborar en el texto. Quien emite una ficción sabe de más
que su misión está en la fabulación, en la construcción de tramas, en la representación
de un mundo. No tiene la obligación de recrear sus propias ideas, ni sus vivencias –que
puede usarlas como material para su quehacer literario.
Si bien es cierto que el acto de ficción se distancia del emisor real, no podemos
negar que sus verdades se pueden manifestar inconscientemente (habitus), no
debemos descartar la presencia de un “otro” que dirige el discurso. Hay que partir del
principio de que es imposible controlar la totalidad del discurso, entonces tendríamos
que hay algo de ficción en todo discurso; de lo cual es lógico suponer que hay verdad
(del autor) en todo discurso.
No faltará quien opine que la mejor forma de dar opiniones y no hacerse cargo
de su repercusión es por medio de una novela. La literatura en general nos libra de la
responsabilidad de lo que causen nuestras opiniones, pues son ideas vertidas en un
discurso ficcional y por lo tanto no son ni verdaderas ni falsas: ideas muy dogmáticas.
La literatura es un arte, y por lo tanto place, representa, refleja la realidad, critica las
sociedades; en fin, podemos hablar de que la literatura cumple un rol social muy
importante, un rol que va más allá del deleite por el deleite.
Las desventuras del joven Werther y El lobo estepario, son claros ejemplos de
cómo la literatura puede llegar a insertarse con fuerza en el mundo real. Sobre todo con
la primera obra, que se caracterizó por una ola de suicidios, de la segunda tengo solo
conocimiento de un caso; un niño que se suicida después de leerla. En casos tan
particulares, dónde está el responsable. Con estos casos tan peculiares, es lógico
preguntarse hasta qué punto la literatura es un discurso del placer estético, cuya
finalidad es el mero placer. Estamos frente a un producto imaginario, que toma fuerza
en la conciencia de toda una sociedad, y por lo tanto es necesario un responsable, no
es posible concebir un discurso que adquiere tanta relevancia en una sociedad y
simplemente excusarnos en que el discurso imaginario es autoría de personajes
ficticios y sus situaciones.
Hay novelas (o narraciones en general) que no alteran mayormente la conducta
de una comunidad, y en esos casos no es necesario identificar al responsable del
discurso, bueno, la responsabilidad en ese caso sería simplemente para aplaudir a ese
hacedor de historias que nos cautiva con su imaginación.
Hay un señalamiento de parte de la sociedad hacia el autor, que se da por
ejemplo cuando se alude a alguien en una novela –ya sea mencionando su nombre y
apellido, o simplemente mencionando características o situaciones que aluden a esa
persona real, el público lector sabe que la novela fue construida para denigrar a la
persona tal, pero no conozco de casos donde la sanción haya sido penal, bajo cárcel o
juicio de por medio. Tampoco las novelas se constituyen como partes policiales ni
como testimonios en un proceso judicial; pero se puede llamar al escritor a declarar si
es que su novela demuestra que conoce un tema determinado que se investigue en
ese momento?, si hay un asesinato, y alguien se vale de ese hecho para ficcionalizar y
ese relato sale en pleno proceso, y pronuncia desde su carácter imaginativo un
culpable o cómo es que se realizó el crimen, podemos decir que el escritor debe ser
llamado a testificar?.
El límite entre lo real y lo ficcional, así como el límite entre el acto de habla real y
el acto de habla ficcional (emisión realizativailocucionaria) es de difícil percepción. No
hay forma de saber qué es verdad suscrita por el autor real, así como no hay forma de
saber qué es producto de su imaginación. De esta falta de claridad bien nos puede
hablar la Tía Julia, que nos termina diciendo Lo que no dijo Varguitas, después de que
el autor de La ciudad y los perros publicara su novela autobiográfica La tía Julia y el
escribidor. En palabras del escritor, podemos decir que las ficciones “se escriben para
que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión
de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo”.
* * *
En conclusión, podemos decir que el discurso narrativo de ficción depende de la
intencionalidad del autor para leerse como tal. La ficción se erige como un relato que
no guarda correspondencia con el mundo en el que actuamos, pero que encierra
verdades pues intenta narrar lo universal, lo que podría pasar. El escritor imagina la
historia, la organiza, da las reglas del mundo que va creando, establece la
institucionalización literaria, presentándonos su discurso como novela o cuento.
Sabemos que lo que nos va a contar no es verdad, ni mentira, sino posible. La
responsabilidad queda relegada, solo adquiere una importancia la identificación del
relato cuando el discurso empieza a tomar participación en la conducta de las
personas, si hablamos de un discurso de gran importancia es necesario buscarle
alguien que se haga cargo de él; pues no es posible concebir un acto de habla con
tanta relevancia social sin un emisor.
Cuando me refiero a la No responsabilidad del autor, lo hago en el plano de la
correspondencia de los hechos novelados con el mundo real. Quién puede tildar a un
escritor de ignorante e inculto solo porque su obra no cuenta los hechos tal cual como
consta en los registros históricos. Con respecto a la carga ideológica del discurso de
ficción sí hay una responsabilidad del autor –no me atrevería a decir que en un 100%
por más acto de ficción que sea. Recordemos las obras con carácter moralizante,
heréticas; también que los exilios por asuntos políticos no han sido pocos en la historia
de la literatura, el discurso ficcional critica al estado, y este responde, porque sabe que
la ficción creada trae mucha verdad. Y no hay que olvidar la inquisición que entre sus
luchas contra la herejía servía como filtro a los libros, donde los libros juzgados son los
escritos por cristianos, y solo podrán ser divulgados los que tengan un carácter
moralizante. El novelista con esas historias que brotan de su imaginación que no son ni
verdaderas ni falsas, nos dicen muchas verdades, nos gritan a viva voz lo decadente
de la sociedad en que ellos se mueven, por eso estudiamos literatura nacionales, es
por eso que la literatura ha servido tanto a la Iglesia, es por esas verdades que Platón
quería desterrar a ésos de su República.