actividades desde el 27 de enero hasta 26 de febrero

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1 MODULO 1. 1 Taller #. PRUEBA DIAGNOSTICA Y REFUERZO AREA DE FILOSOFÌA GRADO ONCE 11º. Año lectivo 2021 Docente: Christian Montano L. Actividades desde el 27 de enero hasta 26 de febrero ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA? 1 Primer rodeo (que no es una definición): paciencia La filosofía… cuando no me preguntan qué es, lo sé. Cuando me lo preguntan, no lo sé. ¿Por qué ocurre esto? Tal vez porque los conceptos filosóficos no se pueden explicar en pocas palabras, y “filosofía” es, sin duda, un concepto filosófico. No se puede explicar ningún con- cepto filosófico en pocas palabras, lo cual, para nuestro apresurado transcurrir de hoy en día, tal vez constituya una de las mayores objeciones y uno de los mayores obstáculos para el pensamiento. No se puede explicar ningún concepto filosófico a alguien que está ocupado o con alguna urgencia, a quien necesita una solución rápida o debe tomar una decisión de ma- nera inexorable. En este sentido se suele decir que la filosofía “no es un saber útil.” Pero, ¿Por qué habría de serlo? O, más bien, ¿por qué se le ha exigido o se le sigue exigiendo uti- lidad al saber filosófico, habiendo en el mundo tantas cosas útiles y más fáciles de conseguir? Tal vez sea porque, desde antaño, los filósofos se han dedicado a ciertos problemas para los que todavía no se han inventado herramientas que sean confiables del todo y sin discusión: el conocimiento, la moral, la política, el sentido de la vida humana… Pero, dirán ustedes, para el conocimiento tenemos la ciencia, que nos dice lo que sabemos y lo que no sabemos, lo que está comprobado y lo que no; para la moral, tenemos las enseñanzas de nuestros mayores, la educación formal, los códigos jurídicos que nos dicen lo que debemos y lo que no debemos, lo que está bien y lo que está mal; para la política, tenemos las constituciones nacionales, y los reglamentos y disposiciones que de ellas se derivan en cada caso, y que permiten organizar bastante bien la vida de los Estados y de sus correspondientes jurisdicciones; para el sentido de la vida humana… bueno, tenemos muchos ámbitos en dónde buscarlo: los afectos, las ocupaciones, los placeres, la actividad política, el estudio, el arte, la religión, el ocio, y un largo etcétera. Si tenemos todas estas cosas tan provechosas, me dirán ustedes, y el saber que cultivan los filósofos no es útil de manera inmediata, ni de manera alguna quizá, entonces ¿por qué todavía quedan espíritus trasnochados que consideran necesaria la actividad filosófica? ¿Es para conservar un estatuto 1 Fuente principal: Textos y selección a cargo del Profesor Fernando Svetko. 1 La presente selección consta de dos textos. El primero de ellos es un texto introductorio que escribí originalmen- te para cursos de Filosofía del Nivel Medio (6to año), como un intento de sistematización mínimo del trabajo sobre las representaciones acerca de la filosofía trabajo que solemos realizar en las primeras clases del año lecti- vo. Es meramente un borrador que, sin dudas, estaría sujeto a una revisión total, y que, por sus características, está pensado nada más que como acompañamiento del segundo texto.

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MODULO 1. 1

Taller #. PRUEBA DIAGNOSTICA Y REFUERZO AREA DE FILOSOFÌA

GRADO ONCE 11º. Año lectivo 2021

Docente: Christian Montano L.

Actividades desde el 27 de enero hasta 26 de febrero

¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?1

Primer rodeo (que no es una definición): paciencia

La filosofía… cuando no me preguntan qué es, lo sé. Cuando me lo preguntan, no lo sé. ¿Por qué ocurre

esto? Tal vez porque los conceptos filosóficos no se pueden explicar en pocas palabras, y “filosofía” es,

sin duda, un concepto filosófico. No se puede explicar ningún con- cepto filosófico en pocas palabras, lo

cual, para nuestro apresurado transcurrir de hoy en día, tal vez constituya una de las mayores objeciones

y uno de los mayores obstáculos para el pensamiento. No se puede explicar ningún concepto filosófico a

alguien que está ocupado o con alguna urgencia, a quien necesita una solución rápida o debe tomar una

decisión de ma- nera inexorable. En este sentido se suele decir que la filosofía “no es un saber útil.”

Pero, ¿Por qué habría de serlo? O, más bien, ¿por qué se le ha exigido o se le sigue exigiendo uti- lidad

al saber filosófico, habiendo en el mundo tantas cosas útiles y más fáciles de conseguir? Tal vez sea

porque, desde antaño, los filósofos se han dedicado a ciertos problemas para los que todavía no se han

inventado herramientas que sean confiables del todo y sin discusión: el conocimiento, la moral, la

política, el sentido de la vida humana… Pero, dirán ustedes, para el conocimiento tenemos la ciencia,

que nos dice lo que sabemos y lo que no sabemos, lo que está comprobado y lo que no; para la moral,

tenemos las enseñanzas de nuestros mayores, la educación formal, los códigos jurídicos que nos dicen

lo que debemos y lo que no debemos, lo que está bien y lo que está mal; para la política, tenemos las

constituciones nacionales, y los reglamentos y disposiciones que de ellas se derivan en cada caso, y que

permiten organizar bastante bien la vida de los Estados y de sus correspondientes jurisdicciones; para el

sentido de la vida humana… bueno, tenemos muchos ámbitos en dónde buscarlo: los afectos, las

ocupaciones, los placeres, la actividad política, el estudio, el arte, la religión, el ocio, y un largo etcétera.

Si tenemos todas estas cosas tan provechosas, me dirán ustedes, y el saber que cultivan los filósofos no

es útil de manera inmediata, ni de manera alguna quizá, entonces ¿por qué todavía quedan espíritus

trasnochados que consideran necesaria la actividad filosófica? ¿Es para conservar un estatuto

1 Fuente principal: Textos y selección a cargo del Profesor Fernando Svetko. 1 La presente selección consta de

dos textos. El primero de ellos es un texto introductorio que escribí originalmen- te para cursos de Filosofía del Nivel Medio (6to

año), como un intento de sistematización mínimo del trabajo sobre las representaciones acerca de la filosofía –trabajo que

solemos realizar en las primeras clases del año lecti- vo. Es meramente un borrador que, sin dudas, estaría sujeto a una revisión

total, y que, por sus características, está pensado nada más que como acompañamiento del segundo texto.

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profesional en una sociedad que en realidad no los necesita pero todavía no se anima a confesárselo?

¿Es que están locos? ¿O es que guardan todavía algún reparo sobre lo provechoso de las herramientas

que usamos para resolver nuestros problemas más importantes? La respuesta que les daría un filósofo,

ya lo habrán adivinado, es la tercera. Pero, ¿por qué los filósofos guardan esos reparos?, o, más precisa-

mente, ¿cuáles son esos reparos? Vayamos por partes.

El conocimiento

Respecto de la ciencia, el filósofo tal vez nos preguntaría: ¿qué significa conocer científica- mente algo?

A lo que nosotros seguramente responderíamos: conocer científicamente significa comprobar teorías

mediante experimentos. Bien, y ¿en qué consiste un experimento?, nos volvería a preguntar. Un

experimento consiste en el contraste de ciertos enunciados teóricos, esto es, que corresponden a objetos

no observables directamente, con los enunciados empíricos pertinentes, que corresponden a objetos

susceptibles de una inspección directa por nuestra parte. Pero, nos dirá, ¿qué quiere decir “inspección

directa” de objetos? A lo que nosotros responderemos, seguramente, que “inspección directa” es la

observación de ciertos objetos, que realizamos sin que participe de ella ninguna interpretación, ninguna

teoría que “contamine” lo que vemos. Una observación, por lo tanto, “pura”. Ahora bien, ¿es posible ver

sin interpretar?, nos preguntará tal vez el filósofo. ¿Es posible ver de un modo puramente fisiológico, sin

que nuestro conocimiento y nuestra cultura, nuestras expectativas y nuestras experiencias previas

condicionen lo que vemos?

Hagamos de cuenta de que lo hemos con- vencido de esto; aún así, tal vez este impenitente preguntador

nos diría: perfecto, pero ¿pue- den ustedes creer que la imagen que se forma en sus retinas puede ser

trasladada, sin ningún elemento teórico, sin saltos, al lenguaje? ¿No es el lenguaje una gran máquina de

interpretar, de leer el libro del mundo? ¿No es el lenguaje el lugar en donde se materializan primero y se

anquilosan luego los elementos más discordantes de las maneras de interpretar la realidad que tiene

cada época histórica? ¿No es un producto histórico el lenguaje, no es un producto humano? ¿Cómo es

posible un lenguaje libre de teorías? Podríamos decirle al filósofo que, aún cuando aceptamos estas

objeciones, él también debería aceptar que los objetos de la vida cotidiana no están impregnados de la

misma clase de teorías con que lo están los objetos teóricos más sofisticados, y que si aceptamos un

grupo más o menos común de objetos directos para todos los mundos culturales, podríamos decir que

esos objetos son una especie de base empírica de la ciencia.

El filósofo podría muy bien aceptar esto, pero mantendría todavía el siguiente reparo: que nunca

consideremos estable o indiscutible a la llama- da “base empírica”, que nunca perdamos de vista que se

trata de un producto histórico, y que estemos siempre dispuestos a aceptarla como algo meramente

provisorio. Porque precisa- mente lo que valoramos como progreso científico, lo que según nosotros

distingue a la ciencia del dogma, es que esta actividad se critica y se corrige a sí misma. Y porque

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los más grandes científicos de todos los tiempos, como Galileo o Einstein, fueron precisamente aque-

llos que tuvieron la capacidad de proponer modelos de realidad completamente contra-intuitivos, esto es,

completamente alejados de lo que en sus respectivas épocas se consideraba como “base empírica”.

La moral

Respecto de la moral, el filósofo nos preguntaría: ¿cómo sabemos lo que está bien y lo que está mal? A

lo que tal vez nosotros responderíamos: lo que está bien y lo que está mal lo sabemos por la educación,

formal y no formal, que a su vez se apoya en códigos escritos y no escritos que rigen la vida de una

sociedad. Pero, nos dirá el filósofo, ¿no podría darse el caso de que dos sociedades distintas tengan dos

códigos morales, y hasta jurídicos, no sólo diferentes sino incluso antagónicos? A lo que nos veríamos

obligados a responder afirmativamente. Pero, en ese caso, nos preguntaría de nuevo, ¿cómo sabemos

cuál de los dos códigos es el más adecuado?, ¿cómo sabemos lo que está bien y lo que está mal? Tal

vez podríamos responder que cada sociedad puede hacer consigo misma lo que le plazca, y entonces

esas diferencias dejarían de ser un problema para nosotros.

Pero el hecho de que dejen de ser un problema para nosotros no significa que dejen de ser un problema

en absoluto. Y si constituyen un problema para nosotros, entonces tal vez debamos indagar si es que no

podría haber principios universales, esto es, que puedan valer para todo el mundo, aun- que sean muy

mínimos y muy abstractos, y que estemos dispuestos a proponérselos a todo el mundo como

obligatorios.

Esta búsqueda, nos diría el filósofo, la han emprendido en casi todas las épocas mis colegas. Y algo

como la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, de 1789, es la prueba de que esa

búsqueda no ha sido en vano. Ahora bien, con esta Declaración no se solucionan todos los problemas

morales, y no hay ningún código jurídico que nos ayude cuando los códigos jurídicos se suprimen o se

tergiversan de modo per- verso: en las situaciones de excepción –en las dictaduras, por ejemplo-, en las

que los hombres se encuentran con verdaderos dilemas morales, cuando se ven llevados a tomar

decisiones que nunca hubieran tomado si les hubiera sido dado elegir tomarlas o no tomarlas, y sobre

todo cuando de esas decisiones depende la vida de unos y la muerte de otros. Para esas situaciones,

que son irreparables, la búsqueda filosófica todavía no ha encontrado maneras plenamente satisfactorias

de comprensión de lo humano, y es precisamente por eso que continúa.

La política

Respecto de la política, tal vez el filósofo podría preguntarnos: ¿cuál es la mejor forma de gobierno? A lo

que nosotros tal vez responderíamos: la forma democrática, donde todos pue- den mandar y obedecer

alternativamente, o, mejor dicho, donde todos deciden en común, directamente o por medio de

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representantes. Pero, nos preguntará el filósofo: ¿ese “todos” no significa más bien “la mayoría”?, ¿y si la

mayoría decide algo injusto o cruel contra la minoría? ¿Quién decide sobre esa injusticia? ¿Las leyes?

Pero, ¿y si las leyes fueron establecidas por la misma mayoría? O, lo que es más realista, ¿si es que

acaso fue una minoría poderosa la que estableció las leyes para mejor sojuzgar a la mayoría? Pero, en

ese caso, ¿cómo es que la mayoría, siendo mayoría, obedece las leyes que unos pocos impusieron para

perjudicarla, sabiendo que está siendo perjudicada? ¿En qué se apoya el poder de la minoría? ¿En el

dinero, en la coerción violenta, en el engaño?

Si diéramos cualquiera de estas respuestas, o todas a la vez, quizá no podríamos comprender el caso de

alguien que, sin ambicionar dinero ni honores, sin hallarse bajo amenaza de muerte ni bajo ninguna

presión significativa, y en pleno uso de sus facultades mentales, estuviera dispuesto a infligirle

conscientemente un daño a otro, a torturarlo, solamente porque una autoridad reconocida se lo manda. Y

aún si pudiéramos encontrar los elementos que nos permitieran comprender al que así obedece, todavía

el filósofo podría plantearnos el siguiente interrogante, más general: ¿es inevitable que en un orden

político cualquiera haya alguien que “mande” y alguien que “obedezca”?, ¿es necesaria la dominación o

es también un producto histórico y, por lo tanto, contingente? Y si es algo histórico, ¿cuáles han sido sus

causas y fundamentos, cuáles sus motivos principales? Y si conocemos esas causas y fundamentos,

esos motivos, y consideramos que ya no pueden regirnos: ¿cómo salimos del entramado perverso de la

dominación?

¿Es siquiera posible pensarlo? Sabemos que, desde el siglo XVII, las revoluciones políticas han sido

maneras muy concretas de buscar salidas parciales para dominaciones cada vez más complejas y

expandidas en los cuerpos sociales; pero ningún estado revolucionario histórico ha podido resolver las

dramáticas tensiones entre las libertades individuales y las conquistas grupales, entre las mayorías y las

minorías, y siempre volvían a recrearse los roles del que manda y el que obedece, del dominador y el

dominado. Tal vez la tarea de pensar en cómo combinar la justicia revolucionaria con el orden

democrático –tarea que no pocos emprendieron en el pasado- siga siendo una tarea posible para la

filosofía. Tal vez haya que pensar en otra tarea. En todo caso, habrá que pensar. Y mucho.

El sentido de la vida humana

Respecto del sentido de la vida humana, casi todos los filósofos de todas las épocas lo han identificado

(salvo los que creían o creen que la vida humana no tiene ningún sentido) con la propia búsqueda

filosófica. Algunos han visto al hombre como un animal especial, como un animal que se diferencia de los

otros por su capacidad de razonamiento y de abstracción, y que, por lo tanto, halla en esa diferencia

específica su misión más alta y su responsabilidad superior. Según estos, el hombre, al recibir su razón,

recibe la posibilidad de participar de un mundo ideal, en donde todo es Uno, eterno e inmutable –a

diferencia de este mundo en que vivimos, en donde todo es múltiple, perecedero e inestable.

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A partir de esta división en dos mundos, algunos consideraron que sólo el mundo ideal era el verdadero y

que el mundo aparente era un engaño; otros, pensaron que ambos mundos eran verdaderos, si bien de

distinta manera; y otros, finalmente, pensaron que, si bien la verdad completa tal vez se hallaba en el

mundo ideal, éste mundo no era accesible a nuestro conocimiento, y nosotros debíamos con- tentarnos

con un prolijo y detallado conocimiento de las apariencias (lo que se llama, desde entonces,

conocimiento científico), para cuya crítica se utilizaría, en todo caso, la reservada incógnita de lo

desconocido.

Pero hubo quienes vieron al hombre, no como un animal privilegiado, favorito de los dioses, que con su

razón entra en contacto con lo más sublime, sino como un animal enfermo, degenerado, que ha recibido

su raciocinio como un premio consuelo por no haber recibido alas, grandes colmillos, garras más afiladas

o pieles más resistentes a los climas extremos. Estos no consideran que el hombre tenga ninguna misión

especial ni puesto alguno de privilegio en la economía de la naturaleza. Más bien consideran que el

hombre es el histriónico artífice de un gran engaño, del engaño más grande de todos los engaños: el que

consiste en inventarse un mundo ideal eterno, imperecedero e inmutable, con el solo fin de soportar una

existencia temblorosa, amenazada por la zozobra de una realidad desprolija, en la que nada está quieto,

en la que nada es seguro, y en donde todo cambia y se destruye con la misma facilidad e inocencia con

la que gratuitamente surgió.

Ahora bien, no es necesario que consideremos desde ya a la filosofía como el sentido de la vida

humana –ya sea que la consideremos como búsqueda de contacto con el mundo ideal o como búsqueda

de aniquilación de un gran engaño-, pero sí cabría que nos preguntemos nuevamente acerca de su

definición o sus definiciones. ¿Qué pensaban que era la filosofía aquellos que la consideraron como el

sentido de sus vidas? ¿Un arte?, ¿una ciencia?, ¿un estado de ánimo?, ¿una experiencia o serie de

experiencias?

La filosofía como arte y la filosofía como ciencia

Si entendemos al arte como una técnica o serie de técnicas, que se perfeccionan hasta lograr un estilo

que define una manera bella u original o adecuada históricamente para producir ciertos objetos que nos

revelan algo sobre nosotros mismos o sobre el mundo, se podría pensar que la filosofía es el arte de

elaborar conceptos o, más aún, el arte de preguntar y de formular cada vez mejores preguntas. Si

entendemos al arte como una manera de mostrar lo que ordinariamente no se ve, se podría pensar que

la filosofía es el arte de mostrar ciertos problemas allí donde ordinariamente no parece que los haya.

Aunque aquí puede aparecer una diferencia, que tiene que ver con que la filosofía, muchas veces, no se

contenta con sólo mostrar o sugerir, sino que pretende también demostrar.

Y aquí la filosofía se parece más a la ciencia. De hecho, durante mucho tiempo fue llamada “madre de

las ciencias”, porque al parecer to- das las ciencias surgieron de ella y se fueron independizando de su

tutela a medida que fueron acotando sus ámbitos de investigación y perfeccionando sus métodos. Pero a

pesar de haberse independizado, las distintas ciencias han conservado, supuestamente, un proceder

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creativo y lógico que tiene que ver con la filosofía, y a este proceder es a lo que nosotros llamamos

pensamiento crítico. Proceder creativo, porque realiza especulaciones que no parecen posibles sobre

asuntos que ya parecen resueltos y no problemáticos. Proceder lógico, porque trata de dar un cierto rigor

argumental a esas especulaciones. Proceder artístico y científico, al fin de cuentas, éste del pensamiento

crítico.

Pero, ¿qué quiere decir pensamiento crítico?

El pensamiento crítico

“Crítica” significa “separación”. El pensamiento crítico es, entonces, el pensamiento que sepa- ra o que

se separa. ¿Y qué separa el pensamiento crítico? Separa lo histórico de lo necesario, lo producido más o

menos conscientemente, más o menos intencionalmente, de lo mera- mente natural; separa lo que

deberíamos saber que hemos hecho de lo que más o menos inocentemente creemos que es y ha sido

siempre así.

¿Y de qué se separa el pensamiento crítico? Se separa de las propias convicciones, de las propias

creencias, de los propios pre- juicios, de las propias conveniencias, del bienestar, del consuelo y de la

calma. ¿Y para qué se separa de todas estas cosas tan buenas? Para alcanzar conocimiento. ¿Y por

qué se se- para? Porque todas estas cosas son obstáculos para el conocimiento, y es más probable que

nos conduzcan al fanatismo y la intolerancia, que no a la comprensión y al saber vivir los unos con los

otros.

¿Y cómo hace el pensamiento para producir todas estas separaciones?

El asombro y la duda

Durante mucho tiempo se ha considerado al asombro y la duda como fuentes psicológicas privilegiadas

para ejercer el pensamiento. Nos asombramos cuando vemos algo nuevo y problemático, algo que no

encaja en el paisaje de la cotidianeidad, o bien cuando vemos ese mismo paisaje o alguna parte del

mismo como algo nuevo y problemático, como si lo viéramos por primera vez, como si lo viéramos en

serio, con ojos más atentos, con interés, sin la distracción o la indiferencia con que solemos mirar lo que

nos rodea desde hace mucho tiempo. En este sentido, la mirada del que se asombra es como la mirada

del convaleciente: aquel que ha permanecido postrado a causa de una larga enfermedad y que, al

recuperarse lenta- mente de la amenaza de una muerte inminente, sale a la calle y respira como si fuera

la pri- mera vez que lo hace, y mira las cosas, que ha estado a punto de perder, con un detenimiento y

una atención de niño, de extranjero.

Este extrañamiento del mundo tiene su forma más radical en el asombro por la propia existencia de

todas las cosas, en el asombro de que haya algo y no más bien nada.

Pero no todo extrañamiento de esta clase conduce a una reflexión filosófica. El asombro lo es todo en

ciertas meditaciones, pero es sólo un primer momento para la mayor parte de las especulaciones.

Otro momento y fuente de esta desnaturalización de lo natural que constituye al pensamiento es

la duda. La duda acerca de las enseñanzas y explicaciones recibidas, la duda acerca de la convicción

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generalizada de que se vive del mejor modo posible y de que se cree, se piensa y se hace lo que se

debe creer, pensar y hacer, porque así se creyó, se pensó y se hizo durante un tiempo suficiente como

para que estas creencias, pensamientos y acciones se estabilizaran como leyes naturales del creer, del

pensar y del hacer.

La duda nos coloca en un lugar difícil. Cuanto más radical es la duda, más nos deja sin certezas, en la

inseguridad, en la intemperie. ¿Es posible que alguien quiera producir voluntaria- mente esta intemperie?

1. ¿Según las lecturas anteriores que es la filosofía? ¿De qué se ocupa la filosofía?

2. ¿Qué es el conocimiento?

3. ¿Qué es la moral y para qué sirve?

4. ¿Cuál es la relación entre filosofía y ciencia?

5. ¿Según la lectura, cuàl es el sentido de la vida humana?

6. ¿Qué es el pensamiento crítico? ¿Qué aporta la filosofía para potenciarlo?

7. Explique por medio de un mapa mental, la corriente filosófica EMPIRISTA, señalando sus principales

filósofos, posturas de pensamiento y el contexto social y político de esta corriente.

8. Explique por medio de un mapa mental, la corriente filosófica RACIONALISTA, señalando sus

principales filósofos, posturas de pensamiento y el contexto social y político de esta corriente.

9. PREGUNTAS DE SELECCIÒN MULTIPLE

* El filósofo David Hume, pertenece a la corriente filosófica denominada

A. Racionalismo

B. Realismo

C. Empirismo

D. Estructuralismo

* David Hume era natural de

A Londres

B Bristol

C Edimburgo

D. Colombia.

*. La publicación de Hume, el "Tratado sobre la naturaleza humana"…

A. fue un éxito, alcanzando un gran renombre con ella

B. fue un fracaso rotundo, y pasó desapercibida

C. fue considera una obra maestra por la mayoría de los creyentes

D. Fue un gran aporte a la literatura.

*. La relación de Hume con la Ilustración fue…

A. de hostilidad

B. de afinidad

C. indiferente a los ideales de la Ilustración

D. De alegría y celebración.

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*. Según David Hume, todos nuestros contenidos mentales son

A. percepciones

B. intuiciones

C. razonamientos

D. Corazonadas

*. ¿Mantuvo Emmanuel Kant siempre la misma posición filosófica?

A Sí. Kant no es de los que modifican su pensamiento.

B Sí, ya que estaba convencido de su verdad crítica.

C No. La filosofía del periodo crítico supone al abandono de sus anteriores posiciones.

D. No. Porque no logró pensar nada más que su obra critica de la razón pura.

*. ¿Qué son los juicios sintéticos a priori, para Kant?

A Son juicios basados en la experiencia.

B Son juicios que aumentan nuestro conocimiento de la experiencia.

C. Son juicios basados en lo superficial.

D. Son juicios que aumentan nuestro conocimiento pero que no dependen de la experiencia.

*. Según Kant ¿cuántas fuentes de conocimiento hay?

A La sensación es la única fuente de conocimiento.

B La única fuente de conocimiento es la razón pura.

C Hay dos: sensibilidad y entendimiento.

D. El amor y el conocimiento.

*. ¿Qué son el espacio y el tiempo, para Kant?

A El espacio es el lugar que ocupan las cosas. El tiempo es lo que mide su duración.

B Son formas puras a priori de la sensibilidad.

C Son dos conceptos fundamentales para comprender la realidad.

D. Son dos modos muy importantes de la conciencia humana.

*. ¿Qué entiende Kant por sensibilidad?

A La capacidad de sentir las sensaciones de las cosas en sí.

B La capacidad de emocionarse (ante el cielo estrellado, fuera de mí, y ante la ley moral, en mí).

C La capacidad de recibir representaciones.

D. Es nuestra capacidad de pensamiento

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EL MITO DE LA CAVERNA. Platòn.

514a) – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de

educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de

caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el

cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les

impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y

entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a

lado,

como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

– Me lo imagino.

– Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de

hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y

otros callan.

– Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

– Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra

cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

– Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

– ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?

– Indudablemente.

– Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan

y que ellos ven?

– Necesariamente.

– Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado

del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?

– ¡Por Zeus que sí!

– ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?

– Es de toda necesidad.

– Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si

naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello

y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir

aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había

visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que

mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le

obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que

las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?

– Mucho más verdaderas.

– Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia

aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le

muestran?

– Así es. – Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del

sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que

le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

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– Por cierto, al menos inmediatamente.

– Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor

facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los

hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo,

mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

– Sin duda.

– Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños,

sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

– Necesariamente.

– Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que

gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

– Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

– Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de

cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

– Por cierto.

– Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con

mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se

acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese

capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados

y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador

que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de

opinar y a aquella vida?

– Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

– Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por

las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

– Sin duda.

– Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han

conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese

estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por

haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia

arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y

matarlo?

– Seguramente.

– Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho,

comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada–prisión, y la luz del fuego que hay en

ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino

del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que

deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo

cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa

de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el

ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para

poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

– Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

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RESEÑA DEL MITO DE LA CAVERNA.

La alegoría de la caverna pretende poner de manifiesto el estado en que, con respecto a la educación o falta de ella, se halla nuestra naturaleza, es decir, el estado en que se halla la mayoría de los hombres con relación al conocimiento de la verdad o a la ignorancia. Así, los prisioneros representan a la mayoría de la humanidad, esclava y prisionera de su ignorancia e inconsciente de ella, aferrada a las costumbres, opiniones, prejuicios y falsas creencias de siempre. Estos prisioneros, al igual que la mayoría de los hombres, creen que saben y se sienten felices en su ignorancia, pero viven en el error, y toman por real y verdadero lo que no son sino simples sombras de objetos fabricados y ecos de voces. Este aspecto del mito sirve a Platón para ejemplificar, mediante un lenguaje plagado de metáforas, la distinción entre mundo sensible y mundo inteligible (dualismo ontológico), y la distinción entre opinión y saber (dualismo epistemológico). La función principal del mito es, no obstante, exponer el proceso que debe seguir la educación del filósofo gobernante, tema central del libro VII. Este proceso está representado por el recorrido del prisionero liberado desde el interior de la caverna hasta el mundo exterior, y culmina con la visión del sol. El mito da a entender que la educación es un proceso largo y costoso, plagado de obstáculos y, por tanto, no accesible a cualquiera. El prisionero liberado debe abandonar poco a poco sus viejas y falsas creencias, los prejuicios ligados a la costumbre; debe romper con su anterior vida, cómoda y confortable, pero basada en el engaño; ha de superar miedos y dificultades para ser capaz de comprender la nueva realidad que tiene ante sus ojos, más verdadera y auténtica que la anterior. De ahí que el prisionero deba ser “obligado”, “forzado”, “arrastrado”, por una “áspera y escarpada subida”, y acostumbrarse poco a poco a la luz de fuera, hasta alcanzar el conocimiento de lo auténticamente real, lo eterno, inmaterial e inmutable: las Ideas. Pero no acaba aquí la tarea del filósofo: una vez formado en el conocimiento de la verdad, deberá “descender nuevamente a la caverna” y, aunque al principio se muestre torpe y necesite también un período de adaptación, deberá ocuparse de los asuntos humanos, los propios del mundo sensible (la política, la organización del Estado, los tribunales de justicia, etc.). Es muy importante relacionar este mito con los conocimientos generales sobre la filosofía de Platón,

en especial con la teoría de las Ideas, la distinción entre conocimiento y opinión, etc., y poner

especial atención en interpretar correctamente las abundantes metáforas del mito (“la visión”, “las

cadenas”, “las cosas del interior”, “las cosas de arriba”, “el sol”, etc.) traduciéndolas a los

respectivos conceptos de la filosofía platónica.

10. Con relación a la lectura sobre Platòn,”El mito de la caverna”, elaboro un

esquema o dibujo, en donde señalo el pensamiento del autor.

11. Elaboro un ensayo, teniendo en cuenta la estructura del ensayo, (Titulo,

introducción{tesis, antítesis, argumentos }contenido y conclusión)