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reino por un caballo ¿Falsa novela inglesa?-, de William Shakespeare a Gonzalo Torrente Ballester Santiago Tejerina-Canal, Hamilton College Para llevar a cabo la modificación de Ortega y superar el callejón del vanguardismo histórico del primer tercio del siglo XX, el novelista Gonzalo Torrente Ballester se vale en reino por un caballo (falsa novela inglesa) de los conocimientos literarios que le ofrece Torrente Ballester el crítico. Partiendo de una sólida base clásica, en este caso bajo devoción shakespeariana, y en total oposición al mimetismo realista de series napoleónicas al estilo de Conan Doyle o Agatha Christie, se coloca en una estética de juego metaficticio a través del diálogo, paródico o no, con la primera generación inglesa, y en especial con Conrad y Chesterton, que en los albores del siglo XX se enfrentaron al victorianismo como de alguna forma lo había hecho antes Lewis Carroll con la fantasía lingüística y de reflejos de Alice in Wonderland. Pasando por alto, en gran parte, el desarrollo de la base teórica orteguiana, el examen del motivo napoleónico fundado en el Narciso ovidiano, y el estudio de algunas intertextualidades inglesas -Conrad, Carroll, Chesterton, Swift, Doyle, A. Christie-, que forman todos un trabajo más extenso en proceso de redacción, me limitaré ahora, en consonancia con el breve espacio de que dispongo, a considerar el origen intertextual de todo ello bajo el magisterio de Shakespeare y tres de sus obras teatrales históricas: dos de ellas explícitamente citadas, Macbeth y King Richard III, y una tercera, King Henry VI, disimulada bajo el nombre y caracterización de un personaje esencial, Lord Edward. No pretendemos emprender un examen exhaustivo de las ricas y múltiples intertextualidades shakespearianas en Torrente, ni siquiera intentamos agotar las presentes en la breve obra objeto de nuestro estudio, sino que nos contentamos con hacer referencia a algunas intertextualidades formales que puedan aclarar el sentido del texto torrentino. Torrente comienza MÍ reino por un caballo con un ejercicio crítico, a la vez juguetón y serio, sobre el 'proceso genético' de la obra, lo que es además una cuidada adscripción personal al arte nuevo orteguiano. 1 Nos proporciona luego el autor los materiales novelescos que 'un día se reunieron en un pedazo alumbrado de la conciencia. Napoleón y lord Jim, Sherlock Holmes y el doctor Watson, el castillo de Macbeth y la impensada Carabina de Ambrosio'. 2 Con tan disparatados materiales, la trama no lo puede ser menos. Investigadores y políticos de una sociedad inglesa contemporánea, personajes de la ficción británica de siglos

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Page 1: Actas XII. AIH. «Mi reino por un caballo ¿falsa novela inglesa?»: de

M Í reino por un caballo ¿Falsa novelainglesa?-, de William Shakespeare aGonzalo Torrente Ballester

Santiago Tejerina-Canal, Hamilton College

Para llevar a cabo la modificación de Ortega y superar el callejón delvanguardismo histórico del primer tercio del siglo XX, el novelistaGonzalo Torrente Ballester se vale en MÍ reino por un caballo (falsa novelainglesa) de los conocimientos literarios que le ofrece Torrente Ballester elcrítico. Partiendo de una sólida base clásica, en este caso bajo devociónshakespeariana, y en total oposición al mimetismo realista de seriesnapoleónicas al estilo de Conan Doyle o Agatha Christie, se coloca enuna estética de juego metaficticio a través del diálogo, paródico o no,con la primera generación inglesa, y en especial con Conrad y Chesterton,que en los albores del siglo XX se enfrentaron al victorianismo como dealguna forma lo había hecho antes Lewis Carroll con la fantasía lingüísticay de reflejos de Alice in Wonderland. Pasando por alto, en gran parte, eldesarrollo de la base teórica orteguiana, el examen del motivo napoleónicofundado en el Narciso ovidiano, y el estudio de algunas intertextualidadesinglesas -Conrad, Carroll, Chesterton, Swift, Doyle, A. Christie-, queforman todos un trabajo más extenso en proceso de redacción, me limitaréahora, en consonancia con el breve espacio de que dispongo, a considerarel origen intertextual de todo ello bajo el magisterio de Shakespeare ytres de sus obras teatrales históricas: dos de ellas explícitamente citadas,Macbeth y King Richard III, y una tercera, King Henry VI, disimuladabajo el nombre y caracterización de un personaje esencial, Lord Edward.No pretendemos emprender un examen exhaustivo de las ricas y múltiplesintertextualidades shakespearianas en Torrente, ni siquiera intentamosagotar las presentes en la breve obra objeto de nuestro estudio, sino quenos contentamos con hacer referencia a algunas intertextualidadesformales que puedan aclarar el sentido del texto torrentino.

Torrente comienza MÍ reino por un caballo con un ejercicio crítico, a lavez juguetón y serio, sobre el 'proceso genético' de la obra, lo que esademás una cuidada adscripción personal al arte nuevo orteguiano.1

Nos proporciona luego el autor los materiales novelescos que 'un día sereunieron en un pedazo alumbrado de la conciencia. Napoleón y lordJim, Sherlock Holmes y el doctor Watson, el castillo de Macbeth y laimpensada Carabina de Ambrosio'.2 Con tan disparatados materiales, latrama no lo puede ser menos. Investigadores y políticos de una sociedadinglesa contemporánea, personajes de la ficción británica de siglos

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pasados, y varios sujetos de los gobiernos americano, francés y ruso ochino, investigan en los recintos de Scotland Yard la noticia de que, en elcondado de Forres, Napoleón ha venido del más allá -el Allende- por lapuerta de un mágico espejo al otro mundo de reminiscencias carrollinas,controlado por una paródica Alicia de edad madura y dudosa inocencia,Mrs Sybila Toynbee, con la asistencia del protagonista de la novela, queresulta ser su caballo de carreras de vallas, Lord Jim, que habla inglés con'la perfección del lenguaje de Shakespeare'. Se realiza tal acto especularcon el fin de impresionar a una aparente descendiente directa de LadyMacbeth, Lady Adelina, controladora férrea de su segundón, Lord Edward.Lady Adelina, arrastrando a su hijo, abandona de estampida la reunión,ofendida por la arrogancia del recién llegado Napoleón y por el intolerableenamoramiento de la burguesa Sybila y su noble vastago. En su coléricahuida, Lady Adelina no usa la puerta de salida a la calle sino la del espejode entrada al Allende, suplantando de esa forma a Napoleón, quien cobraconsistencia material en el equívoco. Madre e hijo, por el contrario,privados de su realidad tangible en favor de Napoleón, vagan sin controlcomo espíritus entre la pesadilla de sus antepasados, incluido su odiadocónyuge (y padre) el difunto duque de Forres, Algernon. Sólo Lord Jimpuede comunicarse con ellos y tal vez ayudarlos en la recuperación de suser material a costa del usurpador Napoleón. Mientras tanto éste, ayudadotambién por Lord Jim, traza cuidadosamente los planes de la nueva granbatalla para la conquista del mundo, al mando de los cuerpos militaresde las grandes potencias que se repartirán de nuevo por intereses socio-económicos propios un mundo desordenado. Lord Jim se encuentraindeciso, a caballo (nunca mejor dicho) entre la gloria propia y deNapoleón en la 'salvación' del mundo, y la propia felicidad personal yde su dueña Sybila, que desea ardientemente al intangible Lord Edward,pasión sólo comparable a la de Lord Jim por su noble pareja caballarRosalinda. Para sorpresa de todos - excepto del lector atento - LordJim, con Napoleón en su grupa, no sale a la calle por la puerta de lagloria (o a la gloria por la puerta de la calle) sino que se incrusta en elAllende por la puerta del espejo. Lady Adelina y Lord Edward vuelvengozosos al mundo ante el contento de Mrs Toynbee, acompañados porla figura del caballo Lord Jim en quien se esconde, para desesperación deLady Adelina, su marido el duque, más atraído por la yegua Rosalindaque por la duquesa.

El escenario del condado de Forres y el del castillo de Lady Macbeth ylos personajes al lugar adscritos son, en Mi reino por un caballo, unhomenaje a la tragedia shakespeariana por contraposición o falseamiento,y de ahí el subtítulo de la obra. Torrente mismo no sólo nos da la pista deMacbeth ubicuamente a lo largo y ancho de la novela, sino que ademásnos apunta con lúdicas e iconoclastas resonancias bíblicas a King RichardIII como generador del título: 'si en el principio fue la palabra, en micaso en el principio fue el sintagma, ése que puso Shakespeare en boca

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del rey Ricardo cuando, en medio de la bátala se encuentra descabalgado:"¡Mi reino por un caballo!", y no en inglés, sino así, en castellano ...Cualquier mente razonable puede aceptar la entrada inmediata de lordJim en el recinto, aunque no tan fácilmente la de Napoleón'(165). Eneste momento el lector cae en la cuenta de la inversión orteguiana dejerarquías,3 del esencial tono lúdico y profunda voluntad de juego delnarrador y de la pieza toda, puesto que la ambición del poder, la cruelbrutalidad y el maquievalismo político del usurpador Ricardo III tienemás afinidad con la personalidad de Napoleón, incluso a pesar de lapecata minuta del Imperio versus Reino, que a la indecisión y continuapreocupación ética de este Lord Jim conradiano, cuya equina apariencialo empareja a la postrada montura del rey Ricardo. Primero se nos ofrecióla montura, de resonancias esencialmente conradianas, queparódicamente adquiere en Torrente un papel protagonístico ausente enShakespeare, para darnos luego el jinete. Este no se nos presenta, pues,en Mi reino por un caballo, bajo el nombre original de Ricardo III sinobajo un disfraz, bajo una traducción, bajo la figura de un nuevo yambicioso usurpador, que es Napoleón. Y éste, símbolo del poderíopolítico y literario del realismo decimonónico, toma posesión de lamontura que no le pertenece, emblema de la avanzadilla conradianaantirrealista, y se implanta en la primera realidad ficticia a costa de nuestroLord Edward, el personaje más claramente shakespeariano, transformadobajo técnicas vanguardistas orteguianas. Con ello, Torrente vaestableciendo un diálogo bajtiniano abierto, polifónico y lúdico, conShakespeare, Conrad y el lector mediante una nueva técnica dedeshumanización que modifica el pensamiento orteguiano al infundirlecontenido significativo y dialógico, y, por consiguiente y paradójicamente,humanizante. En efecto, en King Richard III, Acto V, escena iv, asistimosa la trepadora carrera de Richard al trono, carrera desenfrenada y viciosaque Shakespeare describe magistralmente mediante la imaginería de unacarrera de obstáculos que culmina precisamente en la escena en queRicardo, descabalgado, busca desesperadamente montura, como Torrentenos recuerda con título y texto. No es extraño, pues, en tal contexto,que nuestro Lord Jim, como producto de tal intertextualidad, sea uncaballo de carreras de obstáculos que, falaz e irónicamente, hará queNapoleón pierda su reino al conducirlo no a la batalla sino al Allende;con ello falsea, cambia lúdicamente el agresivo sentido de la frase queShakespeare pone en boca del rey: ya no es 'daré mi reino por un caballopara seguir luchando en busca de la victoria' sino 'perdí mi reino por uncaballo que me arrastró a la caída'. Por consiguiente, el título torrentinoes muy apropiado. En cuanto a la afirmación de que la cita originalviene en castellano, existen dos posibilidades: o estamos ante unatraducción o se nos está mintiendo, pues el original de Shakespeare estáciertamente en inglés y además por duplicado. En uno u otro caso setrata de nuevo de un falseamiento del original, como reza el subtítulo de

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la novela, y como un ente narratológico innominado - cual el 'oyenteprivilegiado' del Lord Jim conradiano - apunta en una nota a pie depágina en lo que constituye una falsificación definitiva de evidentesresonancias quijotescas: el texto que acabamos de leer no es original sinouna traducción del inglés y, como traducción del inglés, 'falsa novelainglesa'(224).

El castillo de Lady Macbeth, en que siguen habitando los supuestosdescendientes de tal familia, no es en Mi reino por un caballo sino unasombra del escenario de la tragedia de Shakespeare. Los personajestorrentinos que en él habitan reflejan la grandeza de las pasiones trágicasshakespearianas por contraposición y falseamiento; como los héroes deShakespeare, los sujetos de este moderno castillo de Macbeth - en estadode restauración, bajo el grotesco Mr Bloom, y de repoblación de fantasmas,'para que no se lo lleven los americanos'(172) - no son los superhombresde la tragedia clásica sino seres de debilidades irrisorias y fracasos grotescos.Torrente les priva de cualquier característica trágica al exagerar y ridiculizarsus cualidades y faltas hasta la ordinariez.

Lady Adelina, por ejemplo, se pavonea de su linaje macbethiano, aunquela relación con su marido y el comportamiento de sus antepasados hacensospechar de tal pureza de sangre. Su mismo nombre, Adelina, le recusatal aristocracia al recordarnos la popular Adelita de la canción, ya quetambién en este caso Adelina es seguida por tierra y por mar por la remorade su hijo Lord Edward. El emparejamiento de Lady Adelina con LadyMacbeth es continuo, pero siempre lleva escondida una trampa, undeshinchamiento, una falsificación que le roban lo trágico del modelo:'Lady Avelina levantó horrorizada los brazos, más o menos como suantepasada lady Macbeth ante unos cuerpos asesinos y unas sábanassangrientas'(200). El juego lúdico está no sólo en el 'más o menos' sinoen la ocasión de tal gesto, que nada tiene que ver con los sórdidos crímenesmacbethianos pero sí con la simple mención por parte de Napoleón de lasensatez del cuadrúpedo Lord Jim, 'digno de ser persona'. Como LadyMacbeth, Lady Adelina es ser eminentemente realista y práctico, aunqueen este caso la naturaleza trágica de la heroína shakespeariana aparecefalseada no sólo por la inadecuación entre el habla y los gestos sino porel cambio de interés de ambas protagonistas: de la verdadera y profundaambición política de Lady Macbeth a la simple preocupación superficialpor las fórmulas nobiliarias, reuniones de sociedad y de modas de LadyAdelina; lo primero que hace ésta al ser rescatada del Allende es telefoneara su modista. La famosa escena del paseo sonámbulo de Lady Macbethentre el Doctor y la Dama bajo la obsesión del asesinato del rey Duncany el sugerido suicidio de la reina asesina, en el Acto V, escena i del textoshakespeariano, encuentra su contrapartida en el deambular levitante deLady Adelina, seguida de marido e hijo, por el mundo de ultratumbaentre las sombras absurdas de sus antepasados, obsesionada ella por laañoranza de sus reuniones sociales. La situación ha sido causada por su

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propia equivocación entre la puerta de la calle y la puerta del Allende; esdecir, por un suicidio equívoco que, para añadir aún más engundia lúdica,no es siquiera definitivo por su reversabilidad. Los fantasmas amenazantesde Duncan y Banquo del drama shakespeariano aparecen aquí falsificadosen las figuras sin relieve de los antepasados del Allende o del castillo, loque en último caso, dice Lady Adelina, 'le importaba un comino'(211).El motivo del asesinato del rey Duncan como figura de padre con lacomplicidad de Lady Macbeth aparece también sugerido en la anodinamuerte del padre torrentino, Algernon, asesinato tal vez directamenteperpetrado aquí por su propia esposa Lady Adelina, aunque, en contrastecon Macbeth, tal detalle trágico no le importa lo más mínimo al narradortorrentino. El duque Algernon es pintado en analogía al mismo reyMacbeth (184), pero, una vez difunto el duque, Lady Adelina lo falsifica,lo sustituye por su segundo hijo Lord Edward, al que mangonea conmañas mucho menos sutiles que las que empleaba Lady Macbeth con suesposo. El burdo imperio físico de Lady Adelina sobre su hijo es, pues,una falsificación, un reflejo grotesco del sutil dominio psíquico de LadyMacbeth sobre su marido. Frente a la trágica falta de herederos de LadyMacbeth, Lady Adelina los tiene por pares, aunque tales herederos esténvacíos de cualquier valor humano a juzgar por los dotes con que sondescritos.

Del mayor de ellos sabemos poco, excepto que es un duque joven aquien no se le hace mucho caso como miembro de la Cámara Alta, puestoque, como 'consecuencia secundaria de la lucha de clases'(205) segúnsugiere el Inventor con cierta sorna, los días aristocráticos de la tragediashakespeariana han desaparecido de esta absurda sociedad inglesamoderna. Lord Edward, 'segundón de la trágica estirpe'(184), acompañasiempre a Lady Adelina como si se tratara de un perrito faldero, o, quizámejor, de su propio caballo, pues sus características equinas lo asemejana Lord Jim como si fueran hermanos (196, 202). En ese atractivo ecuestre- metáfora humorística, por manida, del poder sexual - parecelúdicamente hallarse el secreto de la pasión, que Sybila, dueña ademásdel caballo, siente también por Lord Edward, aunque no le atraiganmenos sus húmedos besos o su esencial estupidez: 'el tonto se enamorade una sola mujer, la quiere, la obedece, vive para ella y hasta es capaz demorir por ella ... Las mujeres lo sabemos y por eso los preferimos a losinteligentes'(238), comenta Sybila, cuyo apellido hace que se le imaginesometida a un marido de la inteligencia del historiador Arnold Toynbee.De cualquier forma, el sino de Lord Edward parece hallarse en elsometimiento a una mujer, lo que nace de su 'trágica estirpe' a ellassometida, como es el caso del rey Macbeth; o de los varios Edward de lastragedias shakespearianas, quienes no se distinguen tampoco ni por suinteligencia ni por su valentía, sometidos siempre al cuidado, vigilanciay capricho de esposas y madres, como la reina Margaret con su hijo elPríncipe Edward, o la reina Elizabeth con su marido Edward IV o su

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hijo Edward V La imagen de nuestro Lord Edward, como paródicaintertextualidad de los usurpadores en King Henry VI y King Richard III,se sugiere en la discusión teatral entre Inventor y Autor Omnisciente:cuando éste apunta a Lord Edward como posible opositor al usurpadorNapoleón, el Inventor aduce que le parece personaje insuficiente para talenfrentamiento. Ante ello el Autor Omnisciente muestra al Inventor y allector las posibilidades escondidas en 'las habitaciones particulares deEduardito ... ahí mismo, en tu imaginación. No tienes más queinventarlas'(248). En una intercalación paródica de Alice in Wonderland,el Inventor se halla, como Alice, en el agujero del conejo, extraviado yconfuso, mientras que el Autor Omnisciente, haciendo las veces de ratóno conejo, ofrece a Inventor y lector las imprescindibles ayudas alicianas:'has olvidado el detalle de la puertecita escondida tras un tapiz, ... estosde ahora te llevarán a otra puertecilla ... habrá que abrir una segundapuerta, ésta secreta'(248-49). Las posibilidades como opositor, por findescubiertas, son ilimitadas: un Lord Edward perito en sexología,trabajador indefatigable, experto en la Utopía de Tomás Moro, inventorde un nuevo comunismo, matemático, narrador criminólogo, financieromundial, organizador terrorista, etcétera (250-51). Y de hecho es LordEdward el que en última instancia toma el lugar de Napoleón, lo que esen sí todo un comentario político y literario. Si Carroll acababa su historiamaravillosa desmintiendo su ficción por un simple sueño, Torrenteparódicamente no desmiente sino que afirma tal ficción, dejándonos enel aire al arbitrio de nuestra imaginación: 'basta con que el lector sepa osospeche que esta admirable suite de habitaciones secretas existe, y queen ellas se despliega la personalidad misteriosa del personaje. Que cadacual suponga lo que quiera'(251). Con ello, Torrente ha destacado a lavez la intertextualidad con la Alice de Carroll y con los Edward y RichardIII shakespearianos, si bien afirmándola al apuntarla y negándola aldesecharla; es decir, falseándola.

Asistíamos ya a esa falsificación cuando el Lord Edward torrentino sequedaba condenado al Allende, en paródico paralelo al asesinato de PrinceEdward a manos del rey Edward IV y sus hermanos George y el futuroRichard III en King Henry VI, Part III, Acto V, escena v: la de Shakespearees una escena hondamente dramática, provocada por el hablar impulsivodel príncipe y llevada a cabo con rapidez, violencia y crueldad extremasante la presencia desgarrada de su inseparable, emprendedora y valientemadre, la reina Margaret, quien pide desesperadamente la muerte propia.Por contraste, en Mi reino por un caballo el paso al otro mundo de LordEdward con su hablar abobado es figurado, lento, no definitivo,totalmente antidramático - causado indirectamente por Napoleón, quees quien debía ir al Allende - y ocurre en compañía de su pegajosa,dominante y falaz madre Lady Adelina, quien propone su propia vueltaal mundo tangible a cambio de Sybila y Lord Edward, sin importarlepara nada la vida de su hijo. Estamos ante el tema shakespeariano de

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destrucción familiar con los sórdidos asesinatos de hijos por padres y depadres por hijos, pero en Torrente la pasión, violencia, y tragediashakespearianos han sido suplantados por berrinches de alcoba no sóloincruentos sino fortuitos, y que no llevan a la muerte de enemigosmortales sino a la evaporación en una muerte figurada, ficticia, reversible,falsa. El Lord Edward torrentino parece ser paródico compendio de losEdward antedichos. A Edward IV, por su parte, se le pinta muy en seriocomo irresoluto, bruto y lascivo, características también presentes en elLord Edward torrentino, aunque en tono completamente cómico. Ental sentido es de interés el enamoramiento y boda de este Edward IVshakespeariano con una mujer viuda, inferior en clase social pero superioren inteligencia, Lady Gray, la futura reina Elizabeth, quien a la muertedel rey lo llora con profunda y trágica amargura; en contraste, podemosobservar la babosa pasión de nuestro Lord Edward por otra viuda burguesa,tampoco aristócrata y ciertamente de superior listura, Mrs Sybila Toynbee,quien también lo llora, en este caso superficial y melodramáticamente,con ocasión del cómico extravío en el Allende. Mencionemos por últimola escena más teatral de King Richard III, el Acto I, escena ii, en que elpretendiente muestra su fría y diabólica inteligencia y magníficas dotesde actor para, con cuitadas trampas galantes, hacer cambiar el ánimo deLady Anne de un asco y odio acérrimos a su contrapuesta figura y cruelespíritu - sabía ella que Richard había matado a su marido el príncipeEdward, a su padre Warwick y a su suegro Henry VI - a la aceptación deser su futura esposa; existe una escena en Mi reino por un caballo (236-38) en que Napoleón galantea a Mrs Toynbee con total fracaso, porfalta de dotes galanteadoras en aquél, por su aforada ansia napoleónicade poder, y por el fervor de la dama a su amado Lord Edward, provocadapor la tontura e inocencia de éste. Tal inocencia de Lord Edward quizásea rastreable en el tercer Edward asesinado por Richard; es decir, sujoven sobrino e ingenuo heredero de su hermano Edward IV La presenciade estos tres Edward shakespearianos en compañía de todas las demásvíctimas como fantasmas acusadores en el sueño anterior a la últimabatalla de Richard III es también parodiada en las citadas escenas en queel Lord Edward torrentino, Lady Adelina, el difunto duque de Forres ytodos sus antepasados deambulan por un Allende irrisorio, barato yvistoso.

Macbeth es también el drama de la caída de Adán y Eva en el Paraíso:para ser tanto como Dios - pecado de orgullo - la serpiente los tienta, yEva insta a Adán a la desobediencia, del mismo modo que Macbeth estentado por las brujas para que bajo la instigación de Lady Macbethasesine (desobedezca) al rey para, por ambicioso orgullo, ser tanto comoél. Ello conduce a Adán y Eva a verse desnudos, a la expulsión del Paraísoy a la caída en el pecado original, y a los Macbeth al remordimiento, a laexpulsión del reino y a la muerte. Tal caída en Mi reino por un caballoaparece falsificada por ser más bien salto, por ser doble, y por ser de ida

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y vuelta. En la primera circunstancia pseudobíblica, la brujeril Mrs Toynbeeoficia de serpiente, provocando que Lady Adelina arrastre a Lord Edwarda la caída por su orgullo de clase - que no por ambición - aunqueparódicamente todo ha sido una mera equivocación. Todo ello conducea Lady Adelina y a Lord Edward a perder la sensación de su cuerpo(paródico desnudo espiritual), a la expulsión del universo ficticio deprimer orden (Paraíso o reino) al de segundo (Valle de Lágrimas, Allende),y a la desaparición corporal (pecado) con la consiguiente pérdida (muerte)sensual. Sin embargo, en Mi reino por un caballo el proceso es reversible,al existir un salto de vuelta en que la criada Crosby, en nombre de MrsToynbee, oficia de serpiente minetras que Lord Jim oficia lúdicamente deEva, arrastrando a Napoleón por el pecado de orgullo y de ambición deeste último. A primera vista, los efectos de este segundo paso se nosocultan; a no ser que en vez de verlo como caída, lo veamos comoredención, en que Cristo (Lord Jim) ofrece su vida para salvar al génerohumano (Lady Adelina, Lord Edward, Mrs Toynbee) del demonio(Napoleón) y del pecado original (su ambición), para, triunfante(resurrección o reencarnación de Algernon en Lord Jim), devolverle elderecho al reino de la primera realidad ficticia. O tal vez se pueda ver lacircunstancia como caída y redención a la vez, si nos centramos no en elsentido literal sino en el figurado: el salto al Allende de Lord Jim, agentede la imaginación en libertad, propicia la desaparición del ambiciosoNapoleón, agente de la rígida historicidad realista; en la caída, ambosquedan desnudos de significado como la primera generación vanguardistadel primer tercio del siglo XX, y son expulsados del paraíso de lasconvenciones, lo que lleva a la muerte o extenuación literaria; el redentorLord Jim ofrece su vida para salvar al lector múltiple del demoniorichardiano, macbethiano o napoleónico y de su pecado de orgullosaautosuficiencia política, histórica o realista, para resucitar triunfante ydevolvernos el reino de la humilde imaginación, de la literaridadautoconsciente y dialógica shakespeariana, cervantesca, carrollina,conradiana o, en fin, torrentina. Por supuesto, el enfrentamiento violento,trágico y sangriento del bien y del mal como fuerza dramática en laRedención y en Macbeth, no encuentra cabida en Mi reino por un caballo;es aquí paródico juego ficticio, intranscendente, deshumanizado ydesrealizado, pero, según hemos visto, no por ello falto de contenidosemántico. Y es que las brujas o fuerzas trágicas que mueven el destinodel 'reino' y que en Macbeth, King Henry VI o King Richard III representanlas fuerzas incontenibles del mal, se hallan en Mi reino por un caballofalseadas lúdicamente en Mrs Toynbee, cuyo arte brujeril es en principioinofensivo y cuya pasión amorosa no sólo es benigna, al conducir a lasalvación del mundo frente al nuevo ambicioso Macbeth, Napoleón -siempre metáfora del realismo - sino que lleva a una paródica falsificaciónde la tragedia: al melodrama lúdico de Mrs Toynbee y Lord Edward y sucontrapartida grotesca, y por tanto más falsificante aún, de la pareja

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caballar formada por el talentoso Lord Jim y Rosalinda y su extensiónfársica última en el panfilo Algernon y la misma Rosalinda.

Lord Jim - metáfora de la oposición conradiana aintirealista - nos halibrado de Napoleón - símbolo del realismo literario - con la ayuda deAdelina, Lord Edward y Sybila, paródicos héroes triunfantes, comoemblema de la pura literatura shakespeariana, transformada, falseadapor Torrente mediante la lúdica e iconoclasta modernidad orteguiana.En último término, a través de la intertextualización de la obra histórico-literaria de Shakespeare, descubre Torrente que la supuesta historia deNapoleón no es sino otra literaturización de la historia, y que en amboscasos nos hallamos con distintos nombres, distintas caras, pero las mismasrelaciones del poder político y humano, cuya constatación tras tantarepetición secular no puede realizarse ya mediante la tragedia grandiosay poética aunque verdadera de Shakespeare o la narrativa solemne yrealista pero falsa del siglo XIX napoleónico, sino mediante el dialogismoabierto, poético y humilde, que, mediante la desrealización vanguardistay su carácter grotesco e intranscendente - 'edwardino' - muestra ydenuncia esta elusiva realidad de siempre. Y es que Wiliam Shakespeare,gran literaturizador de mitos de origen histórico, es en tal aspecto el granmaestro de Gonzalo Torrente Ballester. Ahí tenemos la muestra: Mi reinopor un caballo (falsa novela inglesa); es decir, mi obra - la de Torrente -por un genio - el de Shakespeare - ¿o viceversa?

NOTAS

1 Me refiero al modelo orteguiano formulado en La deshumanización delarte y otros ensayos de estética (Madrid: Revista de Occidente, 1976).

1 Gonzalo Torrente Ballester, Mi reino por un caballo (falsa novela inglesa),en Las sombras recobradas (Barcelona: Planeta, 1979), pp. 161-276. Secitará siempre por esta edición dentro del texto, con el número de páginaentre paréntesis; esta primera cita de la pág. 164.

•' Véase La deshumanización del arte, pp. 45-46.

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