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UN FIGURÓN POLÍTICO EN LA REGENTA: EL MISTERIOSO OBISPO DE NAUPLIA SlMONE SAILLARD Université Lumiére-Lyon 2 Todos sabemos que el personaje citado aparece, de modo más o menos fugi- tivo, en tres momentos distintos de la novela. Primero con ocasión de la actitud poco decorosa de Obdulia durante la visita a la Catedral: 1 «Aquella mujer le crispaba los nervios a don Fermín... —comenta Clarín—; era un escándalo an- dando [...]. Citaba mucho a su amigo el Patriarca y al campechano obispo de Nauplia...» (I, 1, 131), y más tarde, de manera más detallada: «La doña Obduli- ta le fatigaba, le mareaba. ¡Y ella que quería seducirle, hacerle suyo como al obispo de Nauplia, aquel prelado tan fino que no se separaba de ella, cuando vi- vieron en el hotel de la Paioz, en Madrid, tabique en medio... (id., 132). La alu- sión se concreta bastante, y más aún si nos fijamos en la denominación france- sa, y por lo tanto pecaminosa, del hotel citado, al cual parece aludir de nuevo Ripamilán durante las comidillas de la sacristía: «Yo sé la vida que llevaba esta señora viuda en la Corte, porque era muy amiga del célebre obispo de Nauplia a quien yo traté allí con gran intimidad. En una fonda de la calle del Arenal tuve ocasión de conocer bien a esa Obdulia...» (I, 1, 145). Insinuaciones que se com- pletan, unos renglones después, con la noticia atribuida al chico de Orgaz, se- gún la cual en «estos últimos años, Obdulita servía en Madrid a su prima Tarsila Fandiño, la célebre querida de ... del célebre... [...] que le servía de trotacon- ventos, digámoslo así...» (id., 146). Esa doble y un tanto extraña relación obispo de Nauplia-Obdulia-prima de Obdulia la encontramos repetida por el dicharachero Ripamilán, en otro mo- mento importante de la novela, que es el del dulce coloquio entre el Magistral y Ana Ozores en el carruaje de los marqueses, antes de la primera excursión al Vivero (1,13, 517): «De Pas sentía unas dulcísimas cosquillas por todo el cuer- 1. Citamos por la edición de G. Sobejano, Madrid, Clásicos Castalia, 1983, 2 tomos. 1459

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Page 1: Actas X. AIH. Un figurón político en La Regenta: el ... · por razones que se verán después, y por lo mismo posible blanco de los sarcasmos indirectos del no-velista al mencionar

UN FIGURÓN POLÍTICO EN LA REGENTA:EL MISTERIOSO OBISPO DE NAUPLIA

SlMONE SAILLARD

Université Lumiére-Lyon 2

Todos sabemos que el personaje citado aparece, de modo más o menos fugi-tivo, en tres momentos distintos de la novela. Primero con ocasión de la actitudpoco decorosa de Obdulia durante la visita a la Catedral:1 «Aquella mujer lecrispaba los nervios a don Fermín... —comenta Clarín—; era un escándalo an-dando [...]. Citaba mucho a su amigo el Patriarca y al campechano obispo deNauplia...» (I, 1, 131), y más tarde, de manera más detallada: «La doña Obduli-ta le fatigaba, le mareaba. ¡Y ella que quería seducirle, hacerle suyo como alobispo de Nauplia, aquel prelado tan fino que no se separaba de ella, cuando vi-vieron en el hotel de la Paioz, en Madrid, tabique en medio... (id., 132). La alu-sión se concreta bastante, y más aún si nos fijamos en la denominación france-sa, y por lo tanto pecaminosa, del hotel citado, al cual parece aludir de nuevoRipamilán durante las comidillas de la sacristía: «Yo sé la vida que llevaba estaseñora viuda en la Corte, porque era muy amiga del célebre obispo de Nauplia aquien yo traté allí con gran intimidad. En una fonda de la calle del Arenal tuveocasión de conocer bien a esa Obdulia...» (I, 1, 145). Insinuaciones que se com-pletan, unos renglones después, con la noticia atribuida al chico de Orgaz, se-gún la cual en «estos últimos años, Obdulita servía en Madrid a su prima TarsilaFandiño, la célebre querida de ... del célebre... [...] que le servía de trotacon-ventos, digámoslo así...» (id., 146).

Esa doble y un tanto extraña relación obispo de Nauplia-Obdulia-prima deObdulia la encontramos repetida por el dicharachero Ripamilán, en otro mo-mento importante de la novela, que es el del dulce coloquio entre el Magistral yAna Ozores en el carruaje de los marqueses, antes de la primera excursión alVivero (1,13, 517): «De Pas sentía unas dulcísimas cosquillas por todo el cuer-

1. Citamos por la edición de G. Sobejano, Madrid, Clásicos Castalia, 1983, 2 tomos.

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po al oír a la Regenta; y sin pensarlo se inclinaba hacia ella, como si fuera unimán. Afortunadamente las otras damas y el arcipreste iban muy enfrascados enuna agradable conversación que tenía por objeto despellejar a la pobre Obdulia.Ripamilán citaba, como solía en tal materia, al obispo de Nauplia, la fonda deMadrid, los vestidos de la prima cortesana, etc., e tc . .» O sea que nos encontra-mos frente a un extraño contubernio de religión y vida alegre en el cual aparecemetido, por razones inexplicadas, hasta el ingenuo aunque malicioso Ripamilán.

Quizás se puedan aclarar un tanto esas circunstancias de la intimidad del ca-nónigo aragonés con el «célebre obispo» si recordamos que Obdulia, en opinióndel Magistral, «entendía la devoción de un modo que pudiera pasar en otra par-te, en un gran centro, en Madrid, en París, en Roma» (I, 1, 131): «proponía rifascatólicas, organizaba bailes de caridad, novenas y jubileos a puerta cerrada, pa-ra las personas decentes» (id.), actividades todas que se encaminan a recogerfondos, de modo análogo, además, a lo que hacen la Marquesa, Visitación o lamisma Obdulia en Vetusta, aunque a otro nivel y en otras esferas por lo que to-ca a las actividades madrileñas de la dama en tiempos de Nauplia; lo cual expli-caría quizás la relativa paciencia o indefensión del gran vicario en algunas oca-siones: «El Magistral le iba a la mano siempre que podía, pero no podíasiempre» (id., 132).

Y por fin, el obispo de Nauplia vuelve a aparecer en otro momento decisivodel último capítulo, que también lo relaciona con el Magistral, cuando Fermínde Pas, perdido en el tormentoso monólogo interior de los celos, se acerca a lafonda de Mesía para matarlo. «Pero no mató. Sé acercó a la portería y pregun-tó. .. por el señor obispo de Nauplia que estaba de paso en Vetusta.

—Ha salido —le dijeron.Y don Fermín, sin ver lo que hacía, dobló una tarjeta y la dejó al portero...» (II,30, 493-495). O sea que en el mismo momento en que se prepara la última visitadel Magistral a don Víctor, nos enteramos de que el gran vicario le debe visitade otro tipo al misterioso obispo alojado de nuevo en una fonda (que es la mis-ma donde Alvaro quería meter a la Petra), y por lo tanto ocupado en actividadesque suponen la imposibilidad de ser huésped oficial del obispado.

Pues bien, se da el caso de que la lectura de la prensa política madrileña delos años ochenta, y concretamente del año 1882, tan importante por otras razo-nes convergentes en el proceso de elaboración de la novela, permite enterarsede las actividades de un obispo carlista (y catalán, por más señas) famosísimoen aquella época por motivos que coinciden todos con las características de lacriatura clariniana. Obispo de Nauplia se llama el personaje de La Regenta;obispo de Daulia se llamaba aquél.

Las notas a las recientes ediciones del libro nos dicen que Nauplia es ciudad

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griega de la antigua Argólida, situada en el fondo del golfo del mismo nombre.Daulia es nombre de una antigua ciudad griega de la Fócída, por la parte deDelphos y del monte Parnaso.2 Es decir que en los dos casos se trata de obisposin partibus, recompensados por méritos especiales y «que toman el título depaís o territorio ocupado por los Infieles y en el cual no residen» (Espasa Cal-pe). Lo cual nos recuerda además que el otro eclesiástico conocido de Obduliaes el Patriarca (de las Indias o de otras partes) asimismo «titular de una digni-dad concedida por el Papa a algunos prelados, sin ejercicio ni jurisdicción».3

El obispo de Daulia, por otro nombre José María Benito Serra nacido enMatará en 1810, muerto en el Desierto de Las Palmas en 1888, había sido bene-dictino en Compostela. Exclaustrado en 1835, se refugia en un monasterio de laCava (Italia), en las cercanías de Ñapóles (Nauplia-Daulia). A partir de 1845adquiere por primera vez notoriedad a raíz de sus actividades evangelizadoresen Australia, donde funda misiones y monasterios llegando a capitanear un gru-po de cincuenta misioneros lo cual le acarrea el nombramiento de administradorapostólico de la diócesis de Perth (1849) hasta que dimita, por quebrantos de susalud, dicen las fuentes oficiales, y vuelva a Roma en 1859 donde se le nombraobispo de Daulia, retirándose el nuevo titular a Madrid. Allí se dedica, despuésde reponerse, a otro tipo de actividades y fundaciones apostólicas, creando enCiempozuelos (1864) con el apoyo de una antigua profesora de las hijas de lareina (dama de origen catalán) la Congregación de las Oblatas del SantísimoRedentor, especialmente dedicadas a «redimir a miles de jóvenes que gracias alapostolado de la Oblata han vuelto al camino del honor y de la virtud». Hastaaquí, datos sacados de la Enciclopedia Espasa Calpe; donde se concluye la pia-dosa biografía con la indicación de que Serra «tuvo que sufrir no pocas contra-riedades en las épocas del último tiempo del reinado de Isabel II, Revolución yAmadeo I, por sus ideas católicas y su tesón en defenderlas».4

Lo último se explica mejor si completamos lo que antecede con elementossacados de una larguísima biografía anónima publicada el 28 de noviembre de1882 en El Día,5 diario madrileño, propiedad y creación del famoso marqués de

2. Un grabado con vistas de la ciudad ocupa la primera plana de El Globo de 1 de marzo de1881.

Espasa Calpe id. El título de Patriarca de las Indias se suele asociar a la sede de Toledo cuyo titu-lar, a la sazón, era el temido cardenal Moreno, famoso por su defensa del dogma de la infalibilidad(y por sus relaciones privilegiadas con el Vaticano) superior jerárquico directo del obispo clarinianopor razones que se verán después, y por lo mismo posible blanco de los sarcasmos indirectos del no-velista al mencionar éste las relaciones amistosas con Obdulia. Parece ser, sin embargo, que el títulose aplicó al arzobispo de Toledo sólo a partir de 1884, año de la muerte de Moreno.

4. «... Yo tengo por razón de mi oficio en la Iglesia militante, la mitad de mi vida entregada ala calumnia, al odio, a la envidia...» se queja De Pas a la Regenta en uno de los diálogos del capítulo21 (H, 224-225).

5. Ya se sabe que Clarín fue colaborador del periódico desde noviembre del 81 hasta juliodel 84.

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Riscal. Allí nos enteramos, entre otras cosas, de que «el excelentísimo e Illmo.Sr. D. F. Benito José Serra, obispo auxiliar que fue de Perth en la Australia, Ca-ballero Gran Cruz de Isabel la Católica, por gracia de S. M. la Reina D.a IsabelII, obispo de Daulia» es, por añadidura, «colaborador infatigable de El SigloFuturo y único báculo disponible que ha quedado al lugarteniente de D. Carlos[a la sazón el carlista Cándido Nocedal], para dar con él palos de ciego al Epis-copado español, y única mitra tras la cual le es dado ocultar sus planes y desa-rrollar sus ambiciones...». Después de lo cual y tras un retrato en pie del prela-do sobre el cual tendremos que volver, el periódico del marqués, poco propensoen general a los desahogos anticlericales (como se había de ver, dos años mástarde, con ocasión del artículo de L. Alas sobre Tormento,6 se explaya sin em-bargo en evocaciones muy intencionadas de las actividades del entonces misio-nero, en los tiempos de una gira por España destinada a colectar fondos para laObra de la Propagación de la Fe: «El Illmo. Sr. Serra obtuvo en todas partes untriunfo inmenso [...] Venía con la barba larga y poblada, con la melena que lecaía en bucles y aquel obispo con el busto de rey godo, de cuya vida en los bos-ques se contaban verdaderos milagros, inflamó el corazón de las devotas. EnMadrid se llenaban de bote en bote las iglesias cuando él oficiaba de pontifical[...] Las devotas le llamaban entonces "el obispo de las barbas" y se disputabanlas indulgencias, besando su anillo de oro y amatista». «La verdad, [comentaRipamilán, en La Regenta] es que don Fermín es muy buen mozo y si las beatasse enamoran de él viéndole gallardo, pulcro, elegante y hablando como un Cri-sóstomo en el pulpito, él no tiene la culpa, ni la cosa es contraria a las sabias le-yes naturales» (1,2,147).

En cuanto a la relativa prudencia de El Día en sus insinuaciones (piénseseque el periodista está hablando de un prelado de 72 años en el momento en queescribe), se ve contrarrestada (o por mejor decir completada) por los comenta-rios de otros periódicos como El Globo que, en unos «ecos políticos» del día si-guiente, vuelve sobre varios apartados del artículo anterior, concluyendo sinmás reparos: «Por último, El Día dice que en otros tiempos las beatas llamabanal de Daulia "el obispo de las barbas". Ahora en cambio El Siglo Futuro y susamigos le llamarán "el más barbián de los obispos"...» (n. 2595 de 29 de no-viembre de 1882). Queda bien claro que al emplear el término el redactor aludea ciertas características del estilo polémico del obispo sobre las cuales volve-mos, pero la anfibología, y la insistencia sobre los éxitos femeninos del ex mi-sionero, demuestran que esos aspectos de la personalidad del prelado (que inter-ferían además con el, aura pecaminosa de los arrepentidos de Ciempozuelos):quedaban muy presentes. De ahí la posible relación con Obdulita y la prima, dela que no sabemos si se encontraría en otra existencia entre las ovejas descarria-

6. La publicación, demorada por el marqués de Riscal que pedía enmiendas a! texto del artículoelogioso de Clarín, es uno de los motivos por los que el crítico se ve despedido de El Día.

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das del de Daulia pero que bien pudiera, por sus características, pertenecen aaquel rebaño.

Añadiremos que por esas fechas, y como se ha visto en El Globo, los ata-ques de El Día repercuten en muchos órganos de la prensa madrileña y nacionalque no se limitan a los habituales sectores anticlericales. El Globo, El Liberal,El Progreso, el Gil Blas se ocupan del «celebérrimo Obispo», según términosde El Día, pero también El Itnparcial, La Correspondencia, La Unión, El Fénix,La Fe, el Diario de Zaragoza, La Publicidad, El Guadalete, etc., e tc . .

Lo cual se explica al leer los últimos (y más violentos) ataques del redac-tor de El Día quien, después de notar que como obispo auxiliar de Perth el fu-turo Daulia se había aprovechado de los achaques del anciano obispo titularpara «gobernar la diócesis con espíritu tan guerrero que, más de una vez, des-truyó el rigor la obra de la mansedumbre y de la paciencia», insiste por fin so-bre las relaciones íntimas que Daulia, reintegrado a la Curia Romana7 trabaen la corte papal con don Alfonso de Borbón, hermano de don Carlos y a lasazón zuavo pontificio. «Obispo sin diócesis, se avenía bien con esos reyessin trono e infantes sin rentas, que todo lo esperan de la aventura». Y por fin,después de aludir al papel de Daulia en tiempos de «la segunda guerra civil»,el colaborador del marqués de Riscal se explaya de nuevo sobre las más re-cientes actividades del obispo, redactor asiduo de los «fondos» más polémi-cos de El Siglo Futuro:

Su estilo epistolar es conocido; es más enérgico que castizo y con él ha de con-seguir la fama del que, para hacerse célebre, intentaba quemar el templo de Diana[...] La nota dominante de su carácter es la intransigencia.

Se cree muy fuerte en Roma, y sonríe con maliciosa expresión cuando le dicenque se puede exponer con su conducta a recibir amonestaciones del Vaticano.

El desierto y la aridez sobre que se eleva el convento donde vive están en ar-monía con su carácter...

Como se ve, el redactor de El Día no se para en barras, siendo totalmenteinhabituales en el diario del marqués esos ataques personales. Los cuales sólose explican, en definitiva, por el contexto político de aquel año 1882, dondese encarnizaba la lucha en los campos antagónicos del catolicismo español,entre los últimos defensores del tradicionalismo carlista capitaneado por losNocedales padre e hijo (Cándido y Ramón) por un lado, y por otro los parti-darios de la recién nacida Unión Católica del asturiano Pidal y Mon, apoya-dos en su mayoría por la jerarquía episcopal española, deseosa de abandonar

7. El texto de El Día insinúa que por razones disciplinarias, de la misma manera que más ade-lante la vuelta a Madrid se atribuye a motivos también ambiguos: «hubo de salir de Roma donde supresencia proporcionaba algunos disgustos...».

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el callejón sin salida de una separación indefinida con los gobiernos de laRestauración.8

Ahora bien, lo específico de esas luchas del año 1882 sería la organización,por uno y otro bando, de peregrinaciones romanas encaminadas a demostrar alpontífice la superioridad respectiva de las fuerzas en presencia; siendo la de loscarlistas convocados por Cándido Nocedal, con gran enojo de los obispos unio-nistas que no se cansan de recordarle por vía oficial o periodística que los prela-dos son los únicos habilitados para tales misiones. De ahí el origen de la expre-sión «obispo de levita», aplicada inicialmente al líder carlista («El señorNocedal continuará dirigiendo circulares, "breves" o "bulas" a los demás reve-rendos arzobispos y obispos que no han dado aún señales de vida» comenta ElLiberal del 16 de enero de 1882); expresión tantas veces mencionada en La Re-genta,9 y de la que nos llega a decir Clarín, en el capítulo 14 que «la frase hacíafortuna por aquella época» (I, 525) demostrando de paso que el año 1882 dejómarcados hitos en el proceso creativo de la novela.

En cada uno de esos episodios interviene el obispo de Nauplia con la ener-gía que se le atribuía en sus tiempos de expedicionario evangélico, siendo su es-pecialidad la publicación de Cartas abiertas a todo obispo viviente, con la úni-ca excepción quizás del arzobispo de Toledo.10 Los textos no tienen

8. La situación evocada corresponde exclusivamente al período citado, ya que los titubeos de lapolítica vaticana y los tropiezos políticos de Pidal y Mon generan fluctuaciones en el equilibrio delos dos campos que sólo puede aclarar a veces una lectura asidua de la prensa del tiempo. Véase, porejemplo un suelto de El Progreso del 15 de agosto de 1884 donde se ve que la situación de Daulia,«único báculo disponible que le ha quedado a Nocedal» en 1882, se ha transformado por completodespués de los fracasos de Pidal y Mon como Ministro de Fomento en 1884: «Pidal y los obispos. —La sublevación general del episcopado español contra el Sr. Pidal y sus amigos es un hecho.

Con harto sentimiento de todos los liberales, no es ya el obispo de Daulia, anciano y achacosoapacentador de monjas, ni el venerable obispo de Osma los que se oponen a la evolución ¡ibera! delos católicos. Son ya todos. Son ya los que bendijeron la obra del Sr. Pidal». Para el análisis de esasmarejadas político-eclesiásticas véanse los estudios de F. Pérez Embid, J. M. Cuenca Toribio y J.Longares sobre los partidos y la prensa católica de aquellos tiempos.

9. Véase, aparte del texto citado a continuación, I, 2, 141: «los conciliábulos de canónigos yobispos de levita, como él decía siempre, le ponían triste [a Ripamilán]», con nota explicativa al piede G. Sobejano; I, 12, 466: «Saturnino Bermúdez, el obispo de levita»; U, 20, 145: «Don LeandroLobezno, el obispo de levita, el Preste Juan de Vetusta, el seráfico presidente de la Juventud Católi-ca, era millonario gracias a los bienes nacionales...». Puede que este último texto tenga que ver conel moralismo de unos fragmentos del artículo recogido por U. González Serrano en sus Preocupacio-nes sociales. Ensayos de psicología popular, Plasencia, 1882, donde el ensayista, maestro y amigode Clarín, fustiga la hipocresía de «algunos individuos elegante y confortablemente vestidos, senta-dos a una mesa opípara [...] para alabar la abstinencia, [...] moneda falsa, «obispos de levita» recha-zados, cual modernos fariseos, hasta por aquellos cuyos intereses aparentan defender...» (pp. 14-15).El libro ha sido comentado por Clarín en un artículo de El Porvenir del 8 de noviembre de 1882 (rec.in R. L. UTT, Textos y con-íextos de Clarín, Madrid, Isthmo, 1988, 279-286).

10. Lo cual se explica por la subordinación jurídica al cardenal arzobispo de la sede de dondedependía Ciempozuelos. Uno de los ataques de El Día que peor le había sentado al de Daulia era elreferente a unas posibles esperanzas de suceder a Moreno (que moriría en 1884). «La biografía de El

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desperdicio. Véanse como botón de muestra las salidas de tono de una de susmisivas públicas al obispo de Barcelona: «Hasta hace poco, aun los que canta-ban el Himno de Riego por las calles decían que un cura liberal debía de ser oun imbécil o un tunante. De un obispo liberal a nadie se le ocurrió decir nada,porque en esa patria de los Leandros, de los Fulgencios, de los Isidoros, se creíaimposible que hubieses un obispo liberal...» (El Siglo Futuro, 22 de noviembrede 1882). O las amenazas al «Ilustrísimo Señor obispo de Teruel» que se habíapermitido mandarle una carta acompañada del texto de un sermón publicado enLa Unión, y que había sido comentado en Madrid como una llamada a la recon-ciliación al mismo tiempo que un aviso a los carlistas: «Y ahora, dispense Vd.,Hermano querido, si fiado en mis canas y en mi larga carrera de obispo, me hepermitido alguna reflexión que tal vez no agradará. Yo soy por carácter amigode paz y mi felicidad es estar tranquilo en mi rincón de Ciempozuelos; pero sise me viene a buscar, si se me dirigen cartas, o se me mandan sermones paraque me entere de cosas que hubiera preferido ignorar, ya he de decir lo quesiento con la franqueza del hombre que ni desea ni teme nada» (El Siglo Futuro,30 de octubre de 1882).

Excusa decir que semejantes parrafadas indignaban a la «gente seria» («Lacarta del Sr. Obispo de Daulia al Reverendo Obispo de Barcelona es realmenteun acontecimiento triste en los anales eclesiásticos» escribe El Imparcial del 24de noviembre de 1882); pero divertían a los que «desde la barrera» observabanla contienda, apuntando los tantos; y no extraña, por ejemplo, que Clarín, en untexto del Gil Blas de aquel año (2 de abril, «El Siglo Futuro, naturalista») decla-re encontrar en el periódico carlista abundante pasto para su inspiración satírica.

Y es que además la polémica político-religiosa de 1882 tiene otra relaciónsubterránea con La Regenta, al organizarse la peregrinación unionista de los ca-tólicos liberales o «mestizos» del Pidal y Mon el 15 de octubre con ocasión ypretexto del Tricentenario de Santa Teresa. Lo cual provoca, entre otras cosas,una serie de artículos conocidos sobre Santa Teresa y el Centenario, donde Leo-poldo Alas se muestra a un tiempo enteradísimo de las últimas teorías médicassobre misticismo e histeria, y gran admirador de la Santa, pero indignado tam-bién por la utilización política del aniversario.11 De ahí la probable atención que

Día concluye con la rotunda afirmación de que el señor obispo de Daulia está muerto de ambiciónpor el arzobispado de Toledo. Si lo ruin de la acusación no nos suscitara un movimiento de ira, nopodríamos contener la carcajada [...] Piensa el ladrón que todos son de su condición...» comentaagriamente El Siglo futuro del 29 de noviembre de 1882.

11. Véase por ejemplo «El Centenario de Santa Teresa», El Progreso, 15 de octubre de 1882(donde Clarín se refiere además a un «Palique» de 1880 sobre el libro de L R. Maínez, Teresa de je-sús ante ¡a crítica); pero también el artículo importantísimo de febrero de 1883 sobre «La Evangelis-ta, novela de Alfonso Daudet», El Progreso, 21 y 25 de febrero.

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se le puede atribuir, tratándose de problemas religiosos que nunca habían deja-do de preocuparle.

Y efectivamente, si hemos notado hasta ahora simples coincidencias, o mo-tivos verosímiles de un eventual interés del novelista por el caso Daulia, impor-ta completar esa hipótesis con un texto, al menos, que demuestra la atención es-pecífica prestada al polémico prelado por el periodista Clarín.

Diremos primero que de ninguna manera se puede atribuir al colaborador deEl Día que era L. Alas en aquellos años la biografía antes citada. El recién casa-do y recién reintegrado a la universidad por el nombramiento en la cátedra deZaragoza, tenía otras áreas bien delimitadas en el diario del marqués, entre otrascosas porque sus posiciones políticas no podían coincidir con las del partidariodel catolicismo liberal que El Siglo Futuro denuncia en la persona de Riscal.12

En cambio el periodista satírico del Gil Blas ha dejado testimonio del interésque le merecía el obispo carlista. Lector asiduo tanto de La Unión como de ElSiglo Futuro, según el «De profundis» publicado en el Gil Blas del 6 de abril de1882, Clarín llega sin embargo a manifestar en varias ocasiones simpatías (esté-ticas y morales se podrían llamar) más bien orientadas hacia el órgano carlista.El artículo antes citado del día 2 de abril era evidentemente festivo; en cambioson completamente serios (aunque pertenecientes a una época más tardía) losargumentos a favor del Siglo Futuro que el crítico expone en un artículo delMadrid político del año 1885

¡Oremus! Traducción libre: ¡Guarda Pablo!:¡Y qué contentona se descolgó La Unión con letras como casas el día que

anunció la condenación de El Siglol El cual tiene mucho más talento que ella ymás suscritores con fe verdadera y aun sin fe.13

¿Y a V. nadie la condena, mal hablada, ignorantona, gazmoña, chata pelona,etc., etc.? [...]

12. Véase in «Mesticerias», El Siglo futuro, 24 de octubre de 1882, la mención de «los corres-ponsales que escriben desde Roma a los periódicos mestizos [...], sobre todo él de El Día...».

13. Esas líneas y las que siguen pudieran responder al tratamiento «a parte» que El Siglo futuro(o alguno de sus colaboradores, posible amigo del crítico por encima de las rencillas ideológicas)aplica a L. Alas. Véase en un artículo del periódico carlista dedicado a Pereda (el cual le debía mu-chos favores a Clarín) la mención elogiosa del «crítico que se firma Clarín (que así tuviera fe comotiene ingenio y procura estudiar y buscar la verdad como suele tener buen gusto)...» (25 de abril de1884). Pero más que agradecimiento a El Siglo futuro lo que domina en esas líneas, es la oposiciónvisceral de L. Alas a los jefes y a la doctrina del catolicismo liberal. «Podredumbre espiritual» lo lla-ma aquí, y en otros textos del Gil Blas «mal gálico» o «mal francés», aludiendo con malísima inten-ción al origen galo de los inspiradores del partido capitaneado por Pidal y Mon.

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Diga Jacobini lo que quiera, El Siglo Futuro representa una causa muy españo-la, aunque sea funesta para la patria. La Unión representa una podredumbre espiri-tual, más funesta que todo... (7 de mayo).

Se ve hacia donde tiran los ataques del asturiano Clarín contra el cacique as-turiano Pidal y Mon, adalid de los «mestizos», y al cual en una «Crónica litera-ria» publicada en Artes y letras (n. 10 de 1 de julio de 1883), el crítico retrataaplicándole los términos citados antes a propósito de Nocedal: «Es uno de esosobispos laicos que piensan alguna vez en la Iglesia, pero acaso nunca en Dios.Tiene diez u once hijos, buena renta, coche, palco para los estrenos, y un curaen verano que le lleva la ropa al baflo...» (rec. in Sermón perdido). Además, enLa Regenta, uno de los partidarios más destacados de la Unión católica es Ron-zal, con lo cual está dicho todo (y se explica que el Magistral no le apoye en suspretensiones a la mano de la heredera de los Carraspique).14

De modo que no extraña ver cómo, en aquel año 1882, Clarín entra fingida-mente en la querella Daulia-jerarquía episcopal, manteniendo equilibrio festivoentre las partes. Y de hecho un texto «filológico», dedicado a la crítica despia-dada de una carta del obispo de Barcelona, José María Urquinaona, a sus parti-darios «mestizos», («Sagradas Letras», 19 de marzo de 1882) se contrapone enel Gil Blas al texto que comprueba la relación L. Alas-Nauplia-Daulia, y que esla «Pastoral, breve, encíclica, o como quieran ustedes llamarlo» del 16 de marzode 1882.

El artículo, firmado «Perico, obispo de Periscópolis. — Es copia, Clarín»,con clara alusión a la sede ficticiamente griega de Daulia, es una parodia de lascartas abiertas que el prelado solía dirigir tanto a sus amigos carlistas como asus enemigos eclesiásticos, y se inspira directamente en los latines y en el estiloapologético-militar del antiguo misionero. Se notará además que el tema es elde una burlesca intronización papal del «obispo laico» y de su descendencia,con alusiones repetidas a suscripciones y recolección de fondos para «pagar vo-luntarios en defensa de la religión». Por fin la alusión a unos ataques recientesde Daulia contra el obispo de Córdoba, Fray Ceferino González, asturiano, filó-sofo y prelado muy admirado por L. Alas (que lo visita con su mujer durante elviaje de Andalucía del invierno 1882-83) explica la especial ironía del texto cla-riniano.

Con lo cual nos parece demostrada la atención presentada por Clarín a la fi-gura real del obispo de Daulia, cuya carrera política no termina además con lasreyertas del año 1882. Un suelto de El Liberal de 1 de enero de 1883 indica porejemplo que el prelado sería candidato a la senaduría por Guipúzcoa; El Guada-

14. Regenta, I, 12, 436: «Pues Ronzal, aunque se llama conservador y quiere la unidad católicay otros principios que contiene nuestra política no es buen cristiano, no lo es como se necesita que losea el marido de una Carraspique. [...] Ronzal fue desahuciado...».

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lete del día 10 de enero de ese mismo año deja constancia de su paso por Anda-lucía, con ocasión de un banquete carlista en casa del marqués de Cerralbo; y elperiódico del marqués de Riscal señala asimismo su llegada a San Sebastián,centro de la vida política veraniega, el 9 de agosto de 1883. Así que no extrañala estancia de Nauplia en la fonda vetustense donde Fermín de Pas le deja fe desu visita.

Y es que los encuentros simbólicos agenciados por el novelista entre los dospersonajes nos invitan ahora a volver sobre las evidentes relaciones (de las queya hemos apuntado algunas) que existen no sólo entre Daulia y Nauplia, sinotambién entre Daulia y De Pas.

El que Fermín de Pas sea agente carlista, o al menos relacionado estrecha-mente con los partidarios del Pretendiente, lo demuestran una serie de alusio-nes, repetidas a lo largo de la novela. En el capítulo 12 (1,466), por ejemplo, elprimo-secretario del Magistral se refiere a una correspondencia periodística deVetusta, publicada en un periódico madrileño, donde se escribe que «los carlis-tas estaban enseñoreados de algunas diócesis en que, contra el derecho, eran vi-carios generales los que no podían serlo, sino interinamente y por gracia espe-cial; pero que por ciertos servicios a la causa del Pretendiente, los superioresjerárquicos hacían la vista gorda...». Acto seguido, la mala intención del suelto(atribuido al envidioso Glocester) provoca una reacción reveladora del Magis-tral: «¿De modo que yo no puedo ser Vicario General? ...». En otro momentode la novela, se dice explícitamente que la gran aliada del Magistral, PetronilaRianzares, «empleaba gran parte de sus rentas en proteger la causa de Don Car-los, mientras estuvo en armas el Partido...» (I, 13, 506). ídem con el desgracia-do cura de Contracayes que espera equivocadamente el perdón de sus fechoríasa cambio de sus actividades electorales en pro de los candidatos carlistas (I, 12,460-51).

La misma ambigüedad de las relaciones entre Fermín de Pas y el grupo con-servador del marqués (muy parecidas a las del abate Faujas con algunos círculosmonárquicos o gubernamentales de Plassans) evidencia las posiciones respecti-vas de Vegallana y d_e don Fermín, en esa guerrilla de las facciones católicas.Recuérdense por ejemplo las indirectas apenas veladas, en la comida del día deSan Francisco presenciada por el Magistral, cuando el procer vetustense hacealarde de que «él no era un fanático ni el partido conservador debía confundirsecon ciertas doctrinas untramontanas».

Además, el papel de mando del Magistral en la diócesis, y el origen un tantomisterioso de su dominio sobre el obispo Camoirán no se explican sólo por lostejemanejes ancilares o usurarios de doña Paula. En repetidas ocasiones se notaque Fermín de Pas tiene relaciones privilegiadas con la Curia romana. En el ca-

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pítulo 12, antes citado, se le ve gestionar la obtención especial de «una bula odespacho de Roma» a favor de Carraspique. En el capítulo 13 (I, 481), algunosde los comensales de Vegallana le saludan con el título de «Antonelli de Vetus-ta» aplicándole (con probable retintín) el apellido de aquel famoso «colaboradorde Pío Nono [...] opuesto al Risorgimento y defensor de la más reaccionaria po-lítica pontificia» (I, 13, 481, n. 2 de G. S.); apelación que se justifica ademáspor otros episodios donde el Magistral aparece como polemista y defensor de lainfalibilidad («terrible, pero valentísimo dogma, desafío formidable de la fe, ro-deado por la incredulidad de un siglo que se ríe...» (I, 11, 402), equiparado enel mismo texto de la novela con los adalides y oradores del carlismo que fueronManterola, Vinader, el ovetense Guillermo Estrada o el también nombrado Cán-dido Nocedal.

Por fin, gran parte de la carrera eclesiástica del Magistral se puede confun-dir con la del obispo de las barbas. Basta recordar las repetidas menciones delos triunfos romanos y madrileños del ambicioso Fermín. «El que había predica-do en Roma, que había olfateado y gustado el incienso de la alabanza en muyaltas regiones por breve tiempo» (I, 2, 147; id. in I, 11, 403) medita en otrasocasiones sobre la afrentosa medianía del porvenir que le espera: «... un malobispado en su vejez, todo un sarcasmo (I, 1, 103) [...] Yo me lucí en Roma,admiré a los fieles en Madrid, deslumhro a los vetustenses y seré obispo cuandollegue a los sesenta...» (I, 11, 403). La biografía del de Daulia nos indica que lofue, in partibus, a los 53; y el redactor de El Día insiste despiadadamente sobrelas ambiciones frustradas del anciano de Ciempozuelos: «Desde las ventanas desu cuarto, allá lejos, se divisa en los días despejados como un oasis de verdura;tras de aquellos grupos de vegetación florida, está Toledo.

Toledo, su pesadilla, su sueño, su deseo.Toledo es para él lo que Madrid para D. Carlos...»

Recuérdense los sueños ambiciosos de Fermín: «guardaba en la memoria bri-llantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía; en ellos se con-templaba oficiando de pontifical en Toledo, y asistiendo en Roma a un cónclavede cardenales. Ni la tiara le parecía demasiado ancha...» (II, 1, 106). Hasta lossueños adolescentes del seminarista De Pas coinciden con los éxitos misionerosdel Padre Serra: «Él hablaba de misiones en el Oriente, de tribus, de los márti-res del Japón...» (I, 15, 557). O sea que un mismo rasgo, valorado como afánpositivo por Clarín en el caso del adolescente inventado, y realizado como etapadecisiva de su carrera religiosa en el caso de Daulia, integra la personalidad deaquellos aventureros eclesiásticos que son, en definitiva, el personaje real y suproyección subrepticia en la novela.

Por fin es curioso observar (sin que sea necesario pensar en una inspiracióndirecta) que los tópicos literarios (de probable origen balzaciano) que informanla figura del «sacerdote malo» decimonónico aparecen de forma convergente enel artículo de El Día y en el capítulo 1 de La Regenta. «En los ojos del Magis-

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tral —escribe Clarín— verdes con pintas que parecían polvo de rapé, lo más no-table era la suavidad de liquen; pero en ocasiones [...] salía un resplandor pun-zante [...] Aquella mirada la resistían pocos [...] pero cuando algún audaz la su-fría, el Magistral la humillaba, cubriéndola con el telón carnoso de unospárpados anchos, gruesos, insignificantes...» (I, 1, 102-103). Y el articulista deEl Día, retratando al obispo de Daulia: «Debajo de su ancha y despejada frente[...] brillan unos ojos pequeños, vivos y verdosos [...] Dos surcos que los añoshan abierto entre sus cejas como para señalar la pertinaz obstinación de un per-sonaje fijo [...] dan un marcado aspecto de severidad a su fisonomía, sobre todocuando observa o cree que no es observado; porque cuando le miran, suele in-clinar los ojos para mitigar la viveza de la mirada [...] y procura dar aspecto debondad y mansedumbre a su rostro...», etc.

La suma de esas observaciones nos parece dejar bien claro que un personajereal, significativamente implicado en las querellas político-religiosas de losaños ochenta ha sido uno (entre otros) de los elementos constitutivos del perso-naje complejísimo creado por Clarín. Pero en el caso de Daulia, interesa obser-var otra vez, más allá de lo anecdótico, la complejidad técnica de los recursoscreativos.

Muchos han sido, ya desde el momento de publicarse el libro, los que leshan buscado clave a los personajes de Clarín. Recuérdese como él mismo ha se-ñalado algunas de sus fuentes (por ejemplo el prelado Cos, como modelo par-cial del Magistral;15 pero en el caso citado lo interesante es ver como la relaciónentre la figura creada y su modelo real pasa por otra figura intermedia que fun-ciona al mismo tiempo, si se me permite el símil, como conductora y como ais-

15. Véase en el artículo «Silvela en la Academia. — La Pasión de Cristo por un académico (elPadre Mir)», recogida en palique (Madrid, 1894) y fechado «11 de junio 1893» la alusión explícita a«mi buen amigo el señor obispo de Madrid-Alcalá, D. José María Cos, antiguo magistral [subrayadoen el texto] en la catedral de Oviedo [id.]».

ídem en la Carta abierta de 11 de mayo de 1885 al obispo (por más señas unionista) Martínez Vi-gil, publicada en el Madrid Cómico del 28 de mayo: «... Encuentro que mi don Fermín de Pas, canó-nigo y profesor, no se parece a ningún señor canónigo de Oviedo, pues yo atribuyo a mi héroe imagi-nario unos vicios que aquí nadie tiene, un talento que tendrán muchos prebendados de aquí, pero noen el grado superior, casi de genio, que yo me complazco en atribuir al hijo de mi fantasía. En cam-bio, de Barcelona, de Canarias, de Zaragoza, de Murcia, me han escrito que había muchos clérigosparecidos a los míos. Vea UiS.I. lo que son las cosas y las aprensiones...».

Puede parecer extraño que ninguno de esos corresponsales más o menos ficticios le haya escrito aClarín desde Daulia, o Ciempozuelos. Pero la ausencia total de alusiones a un penonaje que algunoscoetáneos al menos no podían dejar de identificar, se explica posiblemente por el papel relevante queDaulia ocupaba de nuevo en la época en que se termina y se publica La Regenta. El Siglo futuro del12 de octubre de 1884 señala, por ejemplo que el anciano obispo se ha visto distinguido con una es-pecial bendición apostólica de León XIH.

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Iante de lo que sería una literalidad excesiva. Si Daulia, o cualquier otra figuracontemporánea presente en el libro, fuera inmediatamente identificable comoclave del Magistral, el novelista perdería el 90 % de su libertad creativa; mien-tras que, al establecer una relación directa e indirecta a un tiempo entre ficcióny realidad, el personaje inventado reúne la autenticidad prestada por el modeloy las infinitas variaciones posibles en la criatura novelesca. Así es como algu-nos rasgos negativos de Daulia pueden integrarse positivamente en la figura delMagistral, o como, a la inversa, la relación Fermín de Pas-Nauplia refuerza al-gunas potencialidades perversas del gran vicario, y confesor de la alta sociedadvetustense.

A lo cual añadiremos una reflexión más global sobre esa utilización sistemá-tica (y disimulada) de la actualidad más inmediata en La Regenta.

Algunos han querido atribuir ese procedimiento tan arraigado en Clarín adeformaciones o manías periodísticas mal controladas por el novelista.16 La hi-pótesis se podría aceptar si se tratara únicamente de añadidos festivos u orna-mentales. Por ejemplo, puede parecer inútil para una interpretación correcta dela novela el saber que cuando Clarín habla de los solterones amigos de CarlosOzores como de «unos pinos del Norte que no suspiraban por ninguna primeradel Mediodía», el periodista, por detrás del novelista, se divierta aludiendo a unintercambio epistolar entre el crítico Calceño, apodado el Pino del Norte y unade las cabezas de turco predilectas del asturiano por esos años, a saber el cata-lán y catalanista Balaguer, por otro nombre Palmera del Mediodía.17

Pero lo que acabamos de observar, a propósito de Daulia-De Pas, y que demodo análogo se pudiera observar a propósito de otras figuras complejas comola de Alvaro Mesía (para limitarnos al terreno de lo socio-político) nos permiteentender mejor algo fundamental en La Regenta: aquella sensación de verosimi-litud, de autenticidad en lo inventado que procede, a nuestro ver, de ese substra-to oculto intuido, aun cuando no identificado, y que operaría, incluso para el ig-norante lector moderno (y si se me permite otro símil) al modo de esasimágenes subliminales que emplea nuestra televisión y que impresionan sin ne-cesidad de ser identificadas. Así se comprobaría una vez más la modernidad dedon Leopoldo.

16. El mismo Clarín se declara a veces culpable de tales deslices; véase la confesión (irónica)de la carta antes citada a Martínez Vigil «...Resabios me quedan en la pluma y en vano los combato,del tiempo que yo escribía en Gil Blas, El Solfeo y otros periódicos...».

17. «Calcaño, el pino del norte le escribió una carta a Balaguer, la palmera del mediodía», «Ba-laguer y los ideales», Madrid Cómico, 13 de julio de 1884.

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PASTORAL

Breve, o encíclica, o como quieran ustedes llamarlo

A Cándido Nocedal:Amado hijo nuestro —salvo sea la parte—, partem sit salvam—: Sabrás co-

mo Nos hemos sabido con gran contentamiento que no das tu brazo a torcer, yque si te dan una bofetada le pagas tú dos al lucero del alba, según la doctrinade Nuestro Señor.

Así te quiero, pasee ores meas, pasee agnos meos; y el que venga detrás,que arree.

El cisma está en puerta, y bien venido sea; así como así, yo juego a la des-cargada, quiero decir, que juego a la carta que te escribió a ti el Papa, que es co-mo si te hiciese la oreja; si sale la contraria, será que quebró el juego; pero, co-mo dice el apóstol, qui est maturas, lamen est acrias.

La Iglesia está con nosotros; nosotros representamos genuinamente sus tra-diciones, su intolerancia, su fanatismo, y todo lo demás es latitudinarismo y tor-tas y pan pintado.

El que no está con nosotros, está contra Dios; nadie puede servir a dos obis-pos, ni se debe comer a dos carrillos, porque ya lo dijo el Profeta: res ubicum-que sit, suo domino clamar, ¿dónde irá el buey (la res) que no are?

No temas que se te vayan las cabras por esto, porque si te faltan suscritoresyo suscribiré a El Siglo Futuro, a las once mil vírgenes y a todas las almas delpurgatorio, con las cuales tiene gran metimiento mi amigo el fraile Coll, de losmenores observantes de San Francisco.1'

Y esto de la suscricion es lo principal, como dice San Mateo, quod sumustortee, —á lo que estamos, tuerta.

Si viene el cisma, ya veremos quién pierde; ajustada la cuenta, te hacemos ati Papa, y te preconizamos en el teatro de Lara con todo el aparato que su argu-mento requiere. Saldrás con mitra, como sale el tenor en El Profeta y con elcuerpo de coros y de baile del teatro Real.2

Lo de tener hijos no es inconveniente, que no serás el primer Papa que lostuvo; y si es necesario, declaramos a Ramón3' Papa heredero, y a cualquierhembra que te haga tilín, papisa consorte. Porque lo que dijo el otro, no sólo depan vive el hombre; y si la sal de la tierra se disipa, ¿con qué se salará? Hace

1'. La alusión parece aplicarse a Fray José COLL y MOLA, religioso franciscano (1828-1911) ypredicador, famoso por la vida pecaminosa que llevó antes de ordenarse. Fue misionero y conocidopor obras como El Purgatorio y la devoción de las almas o Incendio del Divino Amor o sea el Pur-gatorio en ejemplo.

2'. Famosa ópera de Meyerbeer, conocida por su escenografía aparatosa.3' . Ramón Nocedal y Romea, hijo de D. Cándido.

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falta, pues, según San Mateo, mucha sal, mucho flamenco, y venga de ahí, —hic reniat, según Salomón.

Todos los cepillos de todas las ánimas de mi diócesis los tienes a tu disposi-ción, por si hacen falta hombres de armas tomar y hay que pagar voluntarios pa-ra la causa de la religión.

Ya sé que el obispo de Córdoba ha venido con sus latines y sus manos lava-das, o como las tenga, a echar su filosofía en la balanza. ¡Valiente hereje es elP. Ceferino,4' con todos sus ergos y distingos! ¿A quién se le ocurre venir á in-terrumpir la gloriosa tradición de nuestra patriarcal ignorancia?

Me embisten estos obispos, y Dios me perdone, que se las echan de sabermás que Merlín, y no son capaces de tomar el chopo llegado el caso.

¿Y qué te diré de Moreno5' —episcopi toletani, onoratis sunt mulieribus—que juega con dos barajas, y tan pronto está con Dios como está con el diablo?

Malos Gagos6' le coman a él y a su parentela, y Dios me perdone otra vez.Yo creo que hay que echarse a la calle, y estoy con el de Osma,7' que es muy

campechano.Nada, nada, papam habemus; tu es Candidas, et super hunc milicianum, ae-

dificabo cecclesiam meam, et portae Pidalis non prceralebunt adrersus eum.Besos a Ramón, expresiones en Lara, y tu dispon de tu obispo y capellán

que te manda su bendición y esas pesetas del trimestre de suscncion a El Siglo.Perico, obispo de Pericópolis. —Es copia.

CLARÍN.

4'. Vid. supra, pp. 8-9.5'. Vid. infra, nota 3.6'. Gago se llamaba un conocido periodista, colaborador de El Molini y otros periódicos anti-

clericales.7'. Vid. infra, nota 11.

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