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Autora: María Rocío Pérez SáenzFotografía: Walter Alfaro Borges
Diseño y diagramación:S.W. Asesores en Comunicación S.A.
Ave. Central, Calle 11 San José,Costa Rica. Tel: 2257-7093
808. 3
P4381a Pérez Sáenz, María RocíoAcorralado / María Rocío Pérez Sáenz --1ª ed. -- San José,Costa Rica: Editorial, 2015. 140 p.
ISBN 978-9968-47-943-1
1.NOVELA - COSTARRICENSE
2.LITERATURA I.Título
© 2015 S.W. Asesores en Comunicación S.A.
Impreso en Costa Rica
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede
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Reflexión
Durante mis más de 30 años como periodistasiempre me ceñí a los hechos; no me permití
jamás siquiera una licencia literaria.
Pueden imaginar entonces el reto que significódejar la realidad para crear un mundo ficticio,con personajes ajenos a mi entorno y situaciones
ideales producidas por una imaginaciónempeñada en dejar de soñar.
Me siento enormemente satisfecha con esteprimer “hijo literario”. No es el último, ya voyen camino de una segunda obra. Será muydistinta a “Acorralado”, quizá porque ando
buscando mi propio estilo, aquel con el cual mesienta realmente cómoda. No sé si lo lograré.De momento, disfruten esta primera novela.
¡Un abrazo!Rocío Pérez Sáenz
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Agradecimiento
Doy gracias al Creador por haberme dadoeste don maravilloso de la palabra en blanco ynegro. A mi madre Angelita por empujarme aestudiar Periodismo y a mi padre Federico porinsistir siempre en que me dedicara a escribir.
Quiero agradecer también a mi amiga delalma Silvia Chavarría Esquivel. Sin su apoyoincondicional es probable que todavía estuvieraescribiendo.
También a mis hijos Marco Antonio,
Gabriela y Andrés, a mi hermana Iris y misamigos Luis Álvarez, Marvin Alvarado y AllanGarnier quienes leyeron algunos avances ehicieron muy buenas observaciones.
A mi esposo Eduardo Meza por estarsiempre a mi lado.
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I
Los medicamentos se desbordaban en su mesitade noche; una enfermera estaba pendiente de cuántorequería el enfermo.
Julián languidecía, se extinguía. Hablaba muy pocoy a duras penas había dado la orden de no permitir quelas visitas lo vieran en ese estado. Sólo los más cercanospodían acercarse a su lecho de moribundo.
¡Cómo había cambiado su vida! Atrás quedaban los
días de éxitos, aplausos, honores como el empresario delaño. Ya no quería las visitas de hombres poderosos niexpresidentes, ni magistrados…
No podía permitir que lo vieran deteriorado de esaforma. Quería que lo recordaran cómo el hombre fuerteque fue durante décadas. Fuerte y poderoso, influyentehasta el punto de manejar a distancia como títeres a los
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Con dificultad abrió los ojos y vio el cielo gris,
encapotado. Suspiró y levantó una mano indicando a laenferma que se acercara.
Ella atenta se levantó de su silla de lectura desdedonde solía leerle a Julián las noticias más llamativas deldía.
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¿Señor?- …
- Qué pena, no entiendo lo que necesita.
- Roberto… quiero Roberto.
- ¿Quiere ver a su amigo, Roberto?
Con una enorme debilidad asintió. La enfermera
tomó el celular que tenía a disposición para cualquier
emergencia. Buscó el número de Roberto y pulsó para
realizar la llamada mientras Julián había vuelto a cerrar
los ojos y dormitaba.
Cuando su interlocutor contestó la llamada, le contó
que Julián quería verlo y consideraba que debía darse
prisa pues parecía tener las horas contadas.
La espera fue realmente breve. Media hora después
se abría el enorme portón para dar paso al vehículo de
Roberto en el estacionamiento privado de la casa.
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Casi de puntillas se acercó a la cama, suspiró. No
podía creer que su hermano del alma, su amigo, su socio…su alma gemela, fuera aquel depósito de huesos yaciente.
¡Por Dios! Contuvo el gemido y se quedó prácticamente
paralizado.
Roberto sentía que se ahogaba, quería correr, huir.No era su deseo presenciar aquel momento de la partidade Julián. Optimista, se dijo, él se tiene que recuperar.
- Hola, dijo suave.
- Hola, contestó la enfermera.
Ambos fijaron la mirada en Julián quien parecía
dormir, en medio de una agitada respiración.- Duerme.
- No, él está atento a todo.
- ¿Puedo hablarle entonces?
- Sí, lo escucha. A veces abre un poco los ojos.Está muy débil. Yo creo que…
- Por favor, no diga nada que lo altere. No diganada. ¿Podemos quedarnos solos?
- Ah sí, claro.
Tan pronto se retiró la enfermera, Roberto acomodóla silla para estar más cerca de Julián. Los recuerdos
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Los ojos de Roberto se llenaron de lágrimas, pero
esta vez no importó. Lloró en silencio sin contenerse.Tenía la mano derecha de Julián agarrada con fuerza.
Sintió que movía los dedos y se limpió rápidamente laslágrimas pues no quería que lo viera llorar.
Un tímido haz de luz entró por la ventana y Julián
entreabrió los ojos.- Roberto, bueno… estás aquí.
- Sí, claro. Me dijeron que me llamabas. Aquíestoy amigo.
- Roberto, me voy. De ésta no paso.
-Calláte. No te esforcés por hablar.
El silencio inundó la habitación. Los dos hombresinmóviles, tomados de la mano. Parecía que el tiempose hubiera detenido. Nada más existía, ya nada teníaimportancia.
Sin pensarlo siquiera dos veces, Roberto comenzó aorar en voz alta. “Padre nuestro que estás en los cielos”.¿Qué era aquello? ¿Hacía cuánto tiempo ni siquiera seacordaba de Dios? Ahora imploraba por la recuperaciónde Julián.
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Calláte loco.J liá i l á t bi
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- Ya no. Roberto ahí…en la gaveta (respiro
hondo) de esa mesita.- Ajá, dime.
- Hay una carta donde hace tiempo escribí mitestamento y todo, todo… para cuando memuera.
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…
- Es tuya, para vos. Ayudáme con eso. (Tosiófuertemente).
Sin quererlo, Roberto soltó la mano de su amigo y sedirigió al sitio indicado. Abrió la gaveta y ahí estaba un
sobre largo, blanco, donde habían garabateado su nombre.Lo tomó y lo dobló para poder acomodarlo en la bolsa desu camisa, bajo el abrigo ejecutivo que se había puesto a lacarrera apenas atendió la llamada de la enfermera.
Cerró suavemente la gaveta y se quedó en silenciorecorriendo con la mirada los adornos y las fotos quehabía sobre ese mueble añejo. Julián aparecía en todaslas imágenes con poses de triunfador, sonrisas enormes,con amigos, con hombres de reconocido poder políticoy económico, estrechones de mano, abrazos fingidosseguramente.
Unas pocas fotografías con la familia. Su esposaCarolina, sus hijas, sus nietos… Allá descubrió una donde
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Aquella empresa, un sueño convertido en realidad.
Una quimera que marcaría la historia de los dos.Ante el sonido de la tos persistente de Julián, la
enfermera entró a la habitación y llamó a Carolinaque esperaba alguna noticia de la visita inesperada deRoberto.
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Llegó el momento, señores.Se acercaron al moribundo. Rodearon la cama. Lo
miraban morir.
Julián abrió levemente los ojos y buscó el rostro desu amigo. Roberto entendió inmediatamente y asintió
en silencio. Un último suspiró y su vida se extinguió.No dijo nada, nada.
Roberto cerró los ojos con fuerza y apretó la manode Julián. En su cabeza se repetía una y otra vez “no te vayas, no te vayas… güevón”; “no me dejés solo, no se vale, no es justo”.
Después todo fue un torbellino de llamadas, flores,amigos, vecinos…
Las honras fúnebres fueron televisadas porqueJulián era muy importante en el mundo empresarial,políticos compungidos, abrazos, más flores, tarjetas de
condolencia.T d d d t i i t
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El cortejo fúnebre era masivo. En el cementerio a
duras penas se podía caminar entre dolientes y figurines,cámaras, periodistas, fotógrafos y más periodistas.
Unas horas después, Carolina junto a sus hijas,yernos, nietos y Roberto, quedaban solos ante la tumba.“Crónica de una muerte anunciada”, dijo la viuda en vozalta rompiendo el silencio. “Sí”, dijeron casi a coro los
demás.
Decidieron recoger algunos de los ramos de florespara llevarlos a la casa. Había que rezar el novenarioaunque ninguno de ellos quería. Aquellos rituales de laIglesia no tenían sentido ahora, pero era mejor cumplircon lo establecido para que los vecinos no hablaran cosasfeas.
Ya en la casa después de acomodar las flores en unaespecie de altar donde también habían colocado unafoto de Julián, Roberto abrazaba a Carolina en silencio.Repasando mentalmente las últimas horas vividas,
recordó la carta y la tarea que le había dejado el difunto.- Ah por cierto, Carolina. Aquí tengo una carta
que dejó Julián. Un testamento creo. Me dijoque me hiciera cargo de lo que ahí indica.
- Pues, hacéte cargo. No quiero joderme con
eso. Ya asumí la empresa y es tarea dura. Voslo sabés.
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- Pero Carolina…
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No, Roberto no. No quiero más, estoy harta. Yaaguanté demasiadas cosas. Lo amaba sí pero yafue suficiente aguantar y aguantar, disimular,perdonar, y él volviendo a sus andadas, mujeres,amantes, ya no quiero saber nada más de nada.
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Perdón…- No me has hecho nada. Cuidáte nada más
porque andás en los mismos pasos. Ahora, me voy a descansar. Seguí tu vida Roberto peroechá para tu saco. Todo se paga, todo. Buenasnoches.
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II
Sentados en la soda El Fogón en aquellas mesitas demadera rústica con hermosos manteles de cuadros rojosy blancos e inspirados por el aroma que emanaba de lacocina, Roberto y Julián habían vuelto el mundo al revésanimados con el espíritu de emprendedores autodidactas.
La amistad de ambos hombres no era muy vieja, perosí firme. Se habían conocido en una sala de juegos de azar.Donde buscaban en los naipes, la fortuna indispensablepara sus negocios.
Conversando descubrieron esa fisga para olfatear lasoportunidades y hacer algo de dinero. Cierto que la vida
l h bí f id d i d ill i
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- Mirá Julián, tenemos que conseguir una
secretaria. El negocio va bien pero necesitamostener una imagen de empresa grande, de quesomos serios. Si seguimos así, no vamos allegar a ningún lado.
- Uy pero ¿con qué dinero vamos a pagarla?Apenas salimos vos y yo con los gastos. La
doña ya me reclama que en la casa cada día se ve menos y dónde está toda la plata que íbamosa ganar.
- Hagamos un pequeño sacrificio, ¿qué se yo?Ponemos un poquito cada uno o le ofrecemos
redondearle el salario con comisiones de ventas. Pero es urgente que los clientes sientanque llaman y les contesta una voz femenina yles dice: un segundo señor, ya le comunico condon Julián, está con una llamada internacional.Algo así, je je.
- No sé. Diay bueno, a ver si sale. Si no funciona,desarreglamos el asunto.
Julián se apuró a tomar otro sorbo de café negro,amargo como le gustaba y así se lo servían en ese diminutonegocio donde solía reunirse con Roberto para hacer ydeshacer negocios.
Ambos rondaban entonces los 28 años, jóvenes
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- Vamos a buscarnos una secretaria. Julián,
vos tenés muchas amigas. Repasá a ver quéencontrás. Tiene que ser bonita y con una voz sensual. Que no sea bruta pero tampocodemasiado viva porque nos puede joder.
- Ah ok. No, Roberto. Mejor no la busco yoporque la doña me mata. Hacélo vos que notenés mujer que te pida cuentas. Laura es tunovia, pero eso es diferente. A mi Carolina medescabeza si se entera de que ando en esas.
Se miraron a los ojos y guardaron silencio. Robertocomenzó a garabatear en una servilleta limpia y Julián
miraba el fondo de su jarra vacía.- Los señores ¿van a comer algo más? Hoy están
muy seriecitos, ni siquiera me han dicho esascosas bonitas de siempre.
- Gracias Malú. ¿Malú? Qué nombre más raro,
mujer.- Ah yo no me llamo así don Roberto. Me llamo
María Lourdes pero no me gusta. Ustedessigan diciéndome Malú.
- Por cierto ¿cuánto ganás vos aquí?
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Eh, a usted qué le imp… Perdón don Roberto.Poquito lo necesario para sobrevivir ni
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- ¿Te gustaría ganar lo mismo con horario de8 a 5? Y además podrías redondearte concomisiones por ventas de nuestros productos.
- ¿Me está vacilando? ¿Trabajar con ustedes?Uy suena bonito.
Julián había levantado la vista y escrutaba a Malú.Ciertamente no era una belleza pero estaba sexy, bonita,
arregladita, coqueta.
De pronto puso atención a la voz de la chica y le gustó.La imaginó diciendo: Buenos días, está usted llamando aDistribuidora JR. ¿En qué le podemos servir?
La mirada ansiosa de los dos hombres terminó por
convencer a Malú, quién en pocos días ya estaba sentadafrente a un diminuto escritorio de madera de segunda, enun espacio que más parecía una bodega abandonada queuna oficina.
Julián y Roberto entraban y salían todo el día.
Trabajando mucho, decían, buscando clientes.Ella aún no tenía demasiado qué hacer, así que
se dedicó a decorar el espacio llamado oficina dondecompartía junto a sus dos jefes.
El sitio que habían ocupado había sido usado comobodega por el papá de Julián en una época no muy lejana.Don Carlos había decidido dárselo a su hijo para que
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Ahora con el apoyo de Roberto, juntos emprendían
aquella hazaña. Sin embargo, Julián no había abandonadodel todo la adicción a los juegos de azar y Roberto lo veíacomo un peligro para la sostenibilidad del negocio.
Este era un pensamiento que rondaba por su mentey él conversaba de vez en cuando con Julián para queefectivamente, sentara cabeza.
Malú se sentía cómoda con su nuevo horario, los finesde semana libres para estar con sus padres y hermanos ydueña de aquel espacio donde ella atendía el teléfono consu voz sensual y tomaba nota de los pedidos.
- Distribuidora JR buenos días. Sí señor, estamos
para servirle. ¿En qué le puedo ayudar? DonRoberto está fuera de la oficina pero estoyaquí para atenderlo como usted se lo merece.Indíqueme por favor…
Y con su letra torpe tomaba nota en pequeños pedazosde papel que los jefes le traían de alguna parte. Luego,buscaba la forma de reunir los productos solicitadosen un ir y venir a la pequeña bodega improvisada y encajas de cartón regaladas en supermercados cercanos,completaba la solicitud del cliente.
Cuando alguno de los dos llegaba, Malú insistía en la
urgencia de ir a dejar el pedido. A veces lo lograba, otrastopaba con el cansancio de Julián y Roberto, quienes
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telefónicamente atendía y se sentía responsable del éxitodel negocio. No tanto por cumplir los sueños de sus jefessino para salir de la pobreza que la oprimía.
Sin consultar a los patrones, decidió buscar unasolución a los inconvenientes de hacer llegar coninmediatez los productos solicitados por los clientes delnegocio.
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Hola chico. ¿Quién es él, Malú?
- Mi sobrino Jaime.
- Hola Jaime, soy Roberto y él es Julián.Bienvenido a la empresa.
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Hola, me trajo Malú porque voy a trabajar aquí.- ¿Ah sí? Y ¿haciendo qué?
- Mandados, entregando pedidos y recogiendola basura. Lo que sea. Puedo trabajar. Megusta ganar algo de dinero porque quiero serindependiente en mi vida.
Roberto lo miró sorprendido porque Jaime no pintabamás allá de unos 12 años. Le hizo un gesto a Malú paraque se reunieran en una especie de oficina aledaña.
- ¿Cómo es la cosa?
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Ah sí, es que como ustedes andan tan ocupadosy taaaan cansados, me traje a mi sobrino menor
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- Pero es muy niño.
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De edad quizá. Es un muchachito responsableporque desde los 12 años anda rodando decasa en casa y hasta ha vivido en la calle.
- ¿Desde los 12 años? ¿Qué edad tiene?
- Quince.
Roberto y Malú guardaron silencio.
Julián abrió repentinamente la puerta y se dio porconcluida la reunión. No se habló más del asunto; Jaimeestaba contratado.
La inquietud del chico por abrirse camino fue prontoreconocida por los jefes. Cada día le encomendabantareas de mayor responsabilidad y las cumplía con éxito.
Jaime era un muchacho alto para su edad. Decontextura delgada debido a una corta pero intensa vidaen las calles. Había abandonado su hogar desde los 12
años debido a una insoportable existencia con una madrealcohólica y un padre la mayor parte del tiempo ausente.
Nunca pusieron una queja policial por sudesaparición. Estaba seguro de que su madre se habríaalegrado de tener una boca menos que alimentar y a supapá tampoco le importaba el destino de su hijo.
Aunque aún vivía arrimado en un cuartucho
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escondidas con los sobros de la soda donde ella había
trabajado hasta que la contrataron los jefes.Ahora seguía a la sombra de ella pero orgullosamente
quería ganarse su lugar por los méritos de su esfuerzo ytrabajo. Nunca había dependido de nadie para sobreviviry tenía ante sí esa maravillosa oportunidad de hacersecamino en la vida.
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III
El negocio marchaba de maravilla. Una cartera declientes fabulosa y ventas que dejaban jugosas ganancias.Hasta habían alquilado un amplio espacio en otro edificio.
Los dos amigos se veían mucho menos. Se habían
repartido las tareas pero, sin excepciones, los viernes alcaer el sol cerraban las puertas de la empresa y se reuníanpara conversar como antaño. No eran reuniones denegocios sino tertulias amistosas.
Disponían de una especie de terraza donde
disfrutaban de las noches despejadas del verano o serefugiaban de las lluvias torrenciales del invierno.
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En la pared de ladrillo había una pantalla gigante de
televisión pero usualmente no tenía sonido. Servía máscomo elemento decorativo y sólo cuando alguien advertíaun hecho que parecía relevante, subían el volumen paraenterarse. El interés generalmente se extendía por escasosminutos pues la charla con los amigos siempre era másdivertida.
En raras ocasiones invitaban a Malú; ella siempre
se resistía alegando responsabilidades de cierre de la
semana.
Otras, llamaban a Jaime quien ahora ocupaba el
cargo de administrador con tan solo 25 años de edad. Se
lo había ganado con lealtad y discreción.
Realmente Jaime era cómplice de ambos jefes. Sus
labores eran muchas más que el chico de los mandados
y había ocupado el sitio de confidente y apaga-fuegos de
los enredos de sus superiores.
Además de las labores administrativas solía comprarflores, peluches, joyas para amantes furtivas o reservar
discretamente y a su nombre desde habitaciones en
hoteles de lujo hasta yates o condominios para fines de
semana de juerga de Julián o Roberto.
Era discreto ciertamente. Guardaba esos secretosincluso del conocimiento de su tía Malú. Había crecido
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Jaime se mantenía al margen de las relaciones personales
en la empresa. Rara vez salía de la oficina asignada paracompartir con los empleados. Prefería no alternar y asímantenerse como una persona callada e inaccesible.
La selección de algunas empleadas pasaba por sutamiz. Sabía perfectamente qué cualidades y debilidadesdebía encontrar en las chicas para enlistarlas en la planilla.
Las entrevistaba y elaboraba un expediente para Malúquien manejaba los Recursos Humanos y un perfil secretopara los jefes que, por supuesto, contenía informaciónconfidencial para alivianar las tareas de conquista.
Nadie conocía de las labores secretas y de espionaje de
Jaime. Ni siquiera Julián y Roberto sabían en qué andabacada quién. Era mejor así.
Conocedores de los secretos que el chico guardabade ellos, Julián y Roberto preferían no exponerlo en los viernes de tertulia. El licor podía soltar las lenguas y causaralgunas infidencias poco convenientes.
Ascendió rápidamente como era de esperar porqueJaime guardaba demasiada información de ambos, dela empresa, de los negocios y de los amoríos. Se habíaganado esa confianza cumpliendo con éxito las tareasencomendadas y demostraba siempre que su boca era una
tumba.
I l dí i id
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Margarita era una joven preciosa y simpática. Desde
que llegó a solicitar trabajo, Jaime quedó prendado de ella.De figura algo gruesa, con buenas curvas y “mucha carne”como le gustaban a él.
Tenía apenas 20 años cumplidos, lucía ropa pegaditaal cuerpo, blusas escotadas y pantalones realmente ceñidosque apretaban su cuerpo a punto de desbordarse.
Era guapa sí, esa era la palabra exacta para describirla.Su piel curtida de nacimiento no era como aquellasmodelitos que se bronceaban en las máquinas. Habíanacido y crecido en el campo donde las hembras son de verdad, hechas para procrear, amamantar y atender a la
familia.Margarita había pulido su forma de hablar pero
guardaba ese acento del campo y la inocencia de quieneshan vivido en lugares donde nadie las acecha. Esaingenuidad agregaba un elemento más al imán que atraía aJaime sin piedad.
- Esta no me la quitan. Esta es mía. Ya les hepuesto en bandeja a muchas y esta la quiero sólopara mí. Así se los voy a decir. Y sé que me vana dar este regalo por mi discreción. Puta, me lomerezco.
Y en silencio también, la observó de arriba abajocuando la entrevistó para el trabajo. Por un momento se
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- Perfecto señorita. Queda contratada. Vamos
para que conozca su sitio de trabajo y comiencecuanto antes. Usted será mi secretaria personal,mi asistente además. Bienvenida.
- Pero don Jaime, ¿así de fácil?
- No se preocupe, ya tendrá tiempo de aprender
lo que aún no sabe. Yo soy una persona conmucha paciencia y le ayudaré para que sesienta bien.
Ella era otra de las razones por las que Jaime no seacercaba a las tertulias de los viernes. Margarita habíadesatado algunos roces mínimos al principio cuandotuvo que advertir a sus jefes que se quedaría con ella.
- Julián, ha llegado una chica nueva. Yo te habíacontado que ocupaba una secretaria… Ya lacontraté.
- Diay güevón no contaste nada. ¿Cómo es? Ni
la conozco. ¿Te la dejaste así?
- Sí…
- Ok. Pero pudiste haberme dejado echarle unojito. ¿Está buena?
-
Me sirve.Estás misterioso ¿Qué pasa?
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- ¡Jueputa! Diay ni modo, qué carajito éste. Salió
matón. Tranquilo, quedáte con esa. La verdadsí te la merecés, ya nos has consentido mucho aRoberto y a mí. Una menos, qué más da.
Jaime se acercaba con cuidado a Margarita,reprimiendo fuertemente el deseo enorme de besarla,de acariciarla y decirle tantas cosas que guardaba su
corazón.
Ella no era precisamente hábil en su trabajo pero,sin duda, hacía un esfuerzo enorme por respondercon eficiencia a pesar de las miradas furtivas de su jefey los roces provocados en sus manos al entregarle un
documento o recoger el bolígrafo.Pronto Jaime comenzó a dejar el trabajo para las
jornadas extraordinarias y pedía a la hermosa jovencitaque se quedara a atender las tareas y urgentes.
Desde su oficina, Jaime podía ver a la chica por una ventana con un adhesivo especial para observarla sinser visto por ella. Así pasaba horas enteras soñándola,embebido, absorto en sus pensamientos hacia Margarita.
Él sabía que esa situación no podría prolongarla pormucho tiempo. Se le agolpaban los deseos, la pasión.Trataba de abstenerse pero los impulsos eran cada día
más fuertes.C ó l d l ió d i i
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Hacía garabatos en las hojas blancas sobre el
escritorio. Corazones atravesados con flechas,flores, rayas, laberintos, círculos concéntricos. Y depronto, puso una fecha: 14 de marzo. En una semanaprecisamente, estaría frente ella con sus sentimientosdesnudos para siempre.
Esbozó una sonrisa mientras sus manos temblabanpero no de miedo. De ansiedad, de pasión incontenible.
Y lo planeó todo en esos largos ocho días de plazo.Una jornada extraordinaria en un viernes de mediomes. Perfecta coartada.
- Margarita, hoy tenemos que trabajar hasta
tarde. Qué pena con usted… es que vea, es viernes. De verdad lo siento mucho. ¿Teníaalgún compromiso?
- No jefecito. ¿Qué compromiso voy a tenersi ni novio tengo? Mi familia, usted sabe,
vive lejos y no puedo ir a visitarlos en fin desemana porque no me da tiempo. Tranquilo,no se preocupe. De fijo, usted pierde más queyo.
- No jamás. Trabajo es trabajo mi… GraciasMargarita usted siempre tan atenta.
- ¿Le pasa algo, se siente bien? Es que lo veo
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Jaime le dio la espalda y regresó a su oficina. Caminó
lento como si se le hubiera descargado toda la energía. Sedetuvo frente a su sillón ejecutivo y cerró los ojos, ahí depie. Buscó a tientas la esquina del escritorio y posó laspuntas de los dedos.
Se sentía desfallecer. Impotente, tan humano. Apretólos párpados y respiró profundo. ¿Cómo dominar esa
ansiedad? ¿Por qué jamás había advertido esto en sus jefes Roberto y Julián? Ellos de seguro no sentían estocon cada chica que disfrutaban de los placeres carnales.
Abrió de pronto los ojos. ¡Claro, ellos no sienten estoporque nunca han estado enamorados! ¿Enamorados?
-
Dios mío, estoy enamorado. No puede ser,musitó en voz baja.
Alcanzó el sillón ejecutivo con la mano izquierda y seacercó a él. Quitó sus dedos de la esquina del escritorio yse sentó como desplomado.
Descubrir que era amor lo que sentía, lo había dejadoen shock. Amor, sí amor. ¡Qué terrible! Siempre sehabía creído un hombre fuerte, frío, calculador. ¿En quémomento se le cayeron las murallas y se le coló el amor?
Bueno, pero este no era precisamente el mejormomento para ser débil. Esta noche desbordaría eseamor en Margarita y no quería que lo sintiera pendejo.Má bi i i b lá di id l
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Reservación de la mejor mesa en ese restaurante discreto
pero elegante. Reservación en el hotel y alquiler de uncarro mucho mejor que el suyo. Las flores en la habitación,los chocolates, todo calculado y listo.
Las horas transcurrieron lentamente hasta que lasmanecillas del reloj se posaron inevitablemente en lasocho de la noche.
Jaime apagó el monitor de su computadora, se pusode pie con firmeza y se dirigió a colocarse el abrigo. Cerrólos ojos y pasó sus manos por la gabardina azul oscuro.Su color favorito. Abrió de nuevo los ojos y caminó haciael baño privado de su oficina.
Se miró al espejo. Un retoque por aquí, otro por allá.Fijó su mirada en el diminuto bigote que ocasionabamuchos comentarios sobre todo dirigidos a cuánto habíacrecido, a que ya era un hombrecito, a que había dejadode ser el adolescente que llegó a la empresa.
Alisó la corbata roja que resaltaba con el azul oscurode la gabardina y el blanco impecable de la camisa. Unpoco de perfume encima de la ropa y listo. Vamos amigo,aquí empieza la partida.
Salió del baño y apagó las luces de la oficina. Guardóunos segundos para observar a Margarita a través de la
ventana con adhesivo. Mi vida, esta noche serás mía. Teharé feliz como nunca nadie antes lo ha hecho, te lo juro.
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- Señor ¿ya se va? Yo estoy terminando, no se
preocupe. No me voy a quedar mucho más.- Margarita es que…
- Dígame jefecito.
- Si quiere la espero y la encamino a su casa,digo adónde usted vive. No vaya a ser que
por la hora y viernes de fiesta se encuentrecon alguien que la haga pasar un momentodesagradable.
- No, tranquilo. Yo me sé cuidar sola. Váyaseusted.
-
No es que… Yo quiero…
- Perdón no le entiendo.
- Yo tengo mucha hambre y me gustaría queme acompañara a comer algo. Usted tambiéndebe tener hambre y como me dijo que nadie
la espera, pues sería ideal que comamos juntos.Digo, si le parece.
- Mmmm creo que sí, podría ser. Deme unsegundo y apago todo esto, guardo documentosy nos vamos a comer. ¿Tá bien?
-
Sí, si claro. La espero afuera en el pasillo. Voy adarle una revisadita a las oficinas para verificar
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caminaba en un sentido y luego dio vuelta para regresar
al sitio de partida esperando haber dado el tiempo justopara que ella estuviera lista.
Se detuvo en la puerta y la vio venir. Respiróprofundo, le sudaban las manos. La esperó un segundoy comenzó a caminar de nuevo por el pasillo rumbo alparqueo donde los aguardaba el carro alquilado.
La ayudó a subir al vehículo deportivo y ante lamirada de sorpresa de ella, le dijo que había tenido quealquilar pues el auto de su propiedad estaba en el taller.
Salieron casi en silencio del edificio y se enrumbaronhacia el noroeste de la capital. Jaime rompió el silencio
con algunas frases banales acerca del clima, lo despejadaque estaba la noche y lo agradable de ir a comer en aquelmomento. Ella solo atinaba a responder con monosílabos:sí, ajá, ah, ok.
Llegaron al restaurante de un hotel diminuto en las
montañas que rodeaban la ciudad, a unos 30 minutosde viaje. Jaime descendió del vehículo y corrió a abrir lapuerta para que Margarita saliera.
- No se preocupe, deje las cosas en el carro. Aquíno hay problemas de delincuencia.
- Ok. Gracias, sólo me voy a llevar el bolso.
- Vamos, vamos. Me muero de hambre y…
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del lugar, había indicado que no pusieran señal alguna
para que Margarita no tuviera evidencia de que todoestaba planeado.
Pronto tomaron sus asientos. Ella recorrió consu mirada el restaurante pequeñito pero romántico yacogedor. Las mesitas de madera rústica, cuadradas ypequeñas, ninguna sobrepasaba la capacidad de cuatro
comensales. Adornadas con manteles de lino blanco,bordados en los extremos.
Todo el lugar estaba a media luz. En cada mesatitilaban las velas que daban un tono dorado al entorno,incluyendo los ramitos de rosas blancas colocados en
pequeños floreros.Margarita fue sorprendida por el mesero, quien colocó
ante sus ojos un menú abierto. Asintió como dando lasgracias y posó su mirada en la oferta de alimentos. Notenía ni idea de qué iba a comer, así que levantó la vista ybuscó una respuesta en Jaime.
- ¿Qué pasa Margarita?
- No sé qué pedir. Usted ¿qué va a comer?
- Puede ser pasta. ¿Le parece?
- Sí, sí. Cualquier cosa.
Jaime se encargó de pedir la comida y noi t bi i i El í
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Durante la cena el diálogo fue banal, simple.
En el momento del postre consideró propicia laoportunidad y sacó del bolsillo un papelito doblado enmuchas partes. Intentó desarrugarlo pero fue en vano.Lo extendió sobre la mesa mientras presionaba con laspuntas de los dedos para alisarlo lo más posible.
- ¿Qué es eso jefecito?
- Ah es un papelito. Bueno, quiero decir, algoque escribí para leerlo esta noche.
- No entiendo nada, usted anda medio raro.
- Escribí esto, oiga.
Un silencio profundo. Jaime sorbió un trago de lacopa con agua que estaba frente a él. Respiró profundo.Nada salía de su garganta, nada. De pronto reparó encómo temblaban sus manos y soltó el papelito que fue acaer muy cerca de Margarita. Ella lo retuvo en sus manosy comenzó a leerlo casi como en un susurro.
Qué difícil es explicar
por qué los sentimientos se agolpan.
Qué difícil es hablar
cuando la pasión se desborda.
Esta noche especial mi alma canta
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Margarita levantó la vista y buscó la mirada de
Jaime. Él se había echado atrás en la silla y la mirabainquieto tratando de captar cualquier señal revelando lossentimientos de ella al leer el papelito.
- Jaime, digo jefecito. ¿Usted escribió esto? Ydice que es para mi.
-Así es Margarita. Es que yo estoy enamorado.Ya no puedo ocultarte más este sentimiento.
- Ah, oh. No sé qué decir. Qué pena. Dios mío,cómo le explico que... Bueno es que yo no creoque sea buena candidata para ese amor (sonriólevemente).
- …
- Yo soy de pueblo, usted es de ciudad. Somostan diferentes. Usted es fino, yo no. Pero ustedme gusta, no se lo voy a negar. Diay, igual yase dio cuenta.
- Margarita quiero que me permita ser su novio.En la oficina no pueden darse cuenta, pero seránuestro gran secreto. ¿Le parece?
Ella asintió suavemente, él le tomó ambas manos ylas besó una y otra vez. Sería la primera noche de muchas
más, de pasiones sin freno, de acalorados abrazos y besossin límite Ambos conocerían palmo a palmo sus cuerpos
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desbordadas en los pequeños moteles de la capital.
Muchas noches de sábanas húmedas entre copas de vinoo vasos de cerveza.
Nadie sabía de sus amores. Ni siquiera los jefes porqueJaime esas cosas no las contaba a ninguna persona. Su silenciocuando era cómplice de las aventuras amorosas de Roberto yJulián, también imperaba en su relación con Margarita.
Se amaban tanto que habían comenzado a hablar dematrimonio, de unir sus vidas para siempre y si era delcaso, hacer públicos sus sentimientos. El tema salía a floteen ocasiones, no era cotidiano. Algunas veces lo abordabanentre risas como una enorme travesura; en otras, se limitaban
a balbucear ese deseo de estar juntos para siempre.Una de esas noches apasionadas, tendidos los dos
desnudos sobre las sábanas húmedas del motel, Margaritase levantó sorpresivamente y de pie frente a la cama,comenzó a llorar.
- ¿Qué pasa? Se siente mal, mi amor.
- No, tengo que confesarte algo…
- Ay no. Por Dios, hable porque estoy imaginandocosas.
- Diay sí, cosas. Estoy embarazada. No se enoje
por favor. Diay pasó…N t j d t d Ah
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Ambos se abrazaron suavemente. No había alegría,
ni tristeza. Sólo un abrazo silencioso como presagio deque las cosas no serían fáciles para ninguno de los dos.
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IV
Jaime buscó la forma de que lo invitaran aquel
viernes por la noche a las tertulias semanales de sus jefes.Les había dicho que se sentía estresado del trabajo de losúltimos días y que le permitieran compartir los tragos ylas conversaciones suaves de esa noche.
Roberto y Julián no encontraron inconvenienteaunque se mostraron sorprendidos por la auto-invitación
de su confidente, cómplice y amigo.
A las 6 de la tarde en punto se cerraron las puertas delas oficinas de la empresa y los empleados comenzaron adespedirse con un hasta luego o hasta el lunes. Feliz finde semana, gritaban unos pocos.
Los empleados del servicio doméstico ya estabanterminando de colocar los manteles vasos hieleras y
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Cerca de las 7 de la noche, Roberto y Julián se
acercaron al sitio caminando por los pasillos vacíos.Comentaban cosas en voz baja mientras deshacían losnudos de la corbata y reían a carcajadas.
Al llegar a la terraza se veían distendidos. Parecíandos niños cuyas travesuras los acercaban más y cuyasconquistas eran motivo de alarde mutuo.
Apenas Jaime escuchó el sonido de las voces de los jefes en el lugar destinado a la tertulia de aquella noche,salió de su oficina frotándose las manos para aliviar elnerviosismo que lo carcomía. Tranquilo, tranquilo,repetía en su cabeza.
-
Hola Jaime, bienvenido. De verdad que es unmilagro que estés con nosotros hoy. Esperoque no nos tengás alguna sorpresita. O a lomejor es una sorpresa de esas buenas que nosgustan tanto.
-
No Roberto, no hay sorpresitas de esas.Tranquilos, disfruten tranquilos.
- ¡Qué va! A mi vos no me engañás. Julián vení,interroguemos a este cabrón que algo se traeentre manos. A ver hable guevón.
Jaime se sirvió una cerveza mientras los jefesesperaban que rompiera su silencio. Lentamente vació el
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- Es que no sé cómo empezar, casi rezó Jaime.
-Jaime déle, déle.
- Mejor les doy la noticia de un solo guevazo:Estoy enamorado y me voy a casar.
Los jefes se miraron entre sí con cara de atónitos. Ambostenían expresión de no entender aquello que acaban de
escuchar. Julián casi gritó.
- Puta. No quiero detalles de cómo pasó. Te lo juro, de verdad. Pero sí quiero saber quién esla cabrona chica afortunada.
- Margarita, mi secretaria, susurró Jaime.
- ¿Qué? Ah no, guevón esa no. Estás loco, estás volado. Roberto puta hablále a este guevón.Con ella no. No ves que es una sencilla depueblo, la familia ni plata tiene. Jamás. Estásloco. ¡Eso es un mal negocio!
- No se trata de un negocio Julián, estoyenamorado. Punto.
- No, no, no… Roberto por favor hablále.
Silencio de nuevo. Jaime no sabía si imponerse, callar
y escuchar o retirarse del lugar. ¿Hablaban de un malnegocio? ¿Cuál negocio? Él hablaba de amor Ah pues
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- Mirá guevón. Julián y yo te queremos en puta
pero jamás vamos a permitir que desgraciés tu vida. ¿Me oíste? Con esa mujercita de pueblono te casás y punto. ¿No te das cuenta que vasa seguir en la miseria, comiendo arroz en vezde camarones? No, no y no. Olvidáte de esa vara.
- Roberto ustedes no entienden porque nuncase han enamorado.
- Jalá con ese cuento pendejo. A la mierda elamor, esa vara solo problemas trae. ¡Vea, ya nipiensa! Se puso todo baboso. Dijimos que no
y se acabó esta discusión.
- Pero es que…
- ¿¿¿Qué???
- Ella está embarazada.
Roberto le dio la espalda de golpe y Julián se pusode pie como impulsado por un resorte. Respiracionesfuertes, golpes en la mesa, puños cerrados, miradasperdidas en algún lugar de la terraza.
Julián se acercó a Jaime, lo agarró de los hombrosfuertemente y lo zarandeó.
- ¿Te volviste loco guevón? Puta sal…
-
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- Roberto, arreglemos esta mierda. Este maricón
no puede desgraciarse así la vida. Jaime,déjenos esto a nosotros. Lo arreglamos y ya.Vaya olvidándose de la chiquita y el bebé. Esa vara no es para vos. Nosotros lo arreglamos.Hablamos con ella y le ofrecemos una jugosacantidad de dinero, una casa propia y otras
cosas para que se vaya lejos y lo deje en paz.
- No, jamás. ¿Qué les pasa? Entiendan, esto esamor.
- Calláte mocoso de mierda. Nosotros teayudamos a crecer en esta empresa y a dejar
la pocilga de donde venís y no la vas a cagarahora. ¿Ok? Maldita sea con este cabroncitoque cree que se manda solo. Vos sos nuestraficha, te hicimos, te mantenemos. Ahora jálesede aquí. No quiero verlo más por esta noche.El lunes hablamos.
Y ese lunes hablaron. Jaime entró furioso a la oficinade Julián y gritó a todo pulmón.
- ¿Dónde está Margarita hijueputa? ¿Dóndemaricón?
- Donde tiene que estar.
Julián ni siquiera se levantó de su sillón ejecutivo.
-
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exacerbaba el ánimo de quien se sentía profundamente
ofendido y desconcertado.
- Te dijimos que esto lo arreglaríamos con ella. Telo dijimos ¿o no? Pues ya está listo el asuntito.Margarita está en un buen lugar, feliz con todolo que le ofrecimos. A ella ni al bebé le va a
faltar nada. Tranquilo. Les va a ir mejor quecon vos, já.
- Maldito de mierda. No tenés ningún derecho adecidir sobre mi vida o lo que yo quiero hacercon ella. Sos, sos, sos un hijueputa.
- Sí, sí, desahógate. Pero las cosas se quedan asíy vos, pendejito de mierda, andáte a tu oficinaa trabajar que para eso te pagamos un dineral.Vos sos de nuestra planilla, nuestra ficha. Tecompramos hace mucho tiempo. Que no se teolvide.
-
Esto no se va a quedar así, te lo juro.
- Vea guevón. Esto se queda así y de ahora enadelante te vamos a decir cómo se arregla tumiserable vida para que en un futuro no muylejano, vivás como un rey. Te vamos a decircon quién te vas a casar, ahí sí. Ahora vaya
relájese. Después hablamos de ese negocio.
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donde en cualquier momento sería ejecutado. ¿O había
sido ejecutado ya?
Le dolía el pecho, el alma, el orgullo. Cerró los ojosy echó la cabeza hacia atrás. Apretó los puños y lloró.Sentía ira e impotencia. Los sentimientos se agolpaban.¿Qué hago?, repetía en su interior. ¿Qué puedo hacer?
Bajó la cabeza y abrió los ojos. Reparó en cómose movía su abdomen al compás de su respiracióncadenciosa. No pensaba en nada, no quería pensar. Laslágrimas comenzaron a mojar su camisa y entonces, lloródesconsoladamente y en silencio.
Esta mierda se acabó, estoy en las manos de ellos.Qué Dios me acompañe porque me siento derrotado.Volvió a cerrar los ojos y a apretar los puños.
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V
Ese viernes como de costumbre, Julián y Roberto se vieron en la terraza al caer la noche. Los dos llegaron consegundos de diferencia, como si se hubieran puesto deacuerdo.
La noche estaba especialmente calurosa y húmeda.En días recientes el verano iba quedando atrás y seavecinaba la época de lluvias. Aquella mezcla de calor yhumedad era tema de conversación cotidiana y la excusaperfecta para que las faldas fueran más cortas, las blusasmás livianas y los varones dejaran sus corbatas a un lado.
Así que Julián y Roberto habían llegado sin sus
trajes ejecutivos, sin corbata, las mangas de las camisasarrolladas y bufando por el clima imperante.
-
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- Qué Julián, ¿todo bien?
-Mmmm sí. Después del mal sabor de lo deJaime, parece que todo sigue en orden.
- Puta sí, qué madre con ese guevón. Parece queestá calmado. Yo no he querido acercarmepara que no haga berrinche conmigo.
-
Bah. Cambiemos de tema porque eso mepone de mal humor y hoy no tengo ganas de joderme.
- Cierto, al fin y al cabo, esos son problemas deése.
Como amigos más que socios, los dos hombrescomenzaron una conversación liviana con temas que noprovocaran ánimos caldeados.
Una media hora después de hablar a brincos y saltosde todo, Julián notó que su amigo del alma se quedó
pensativo.Guardó silencio también pero lo seguía con la mirada
mientras Roberto se levantó de la mesa, caminó y moviósus brazos como queriendo volar.
- Hey loco ¿qué te pasa Roberto?
-
Nada, nada. Me siento estresado y quieromoverme un poco para soltar nudos
-
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se sentó de nuevo frente a Julián y siguió sosteniendo lamirada. Apoyó los codos sobre la mesita y acercó su cara
al amigo.
- Julián, me voy.
- ¿Cómo? Te vas, ¿de dónde? ¿Para dónde?Puta, no entiendo.
-
Te abandono hermano.- Suave. No entiendo nada. ¡Te vas!
- Sí, dejáme explicarte. Vos siempre has sabidoque las varas políticas me gustan. El poder, nodel dinero sino el poder de la posición política,la influencia, los honores cuando saben quetenés un cargo importante…
- Pero sos poderoso. Tenés (tenemos) muchaplata y hacemos lo que nos da la gana. Somosempresarios poderosos.
- Ah pero no es igual. Me gusta sentirmepoderoso, ejercer influencia en el país, movercosas, gente, situaciones. Salir en la prensa yque me digan: señor Ministro, señor Presidente.¿Entendés?
- No, realmente no te entiendo. Eso es meterse
en enredos, encontrarse con gente cabronaque te apuñala por la espalda para sentarse
-
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- Pero a mí me gusta Julián. A mí me gusta ese
mundillo y creo tener la inteligencia suficientepara moverme en él sin morir en el intento,como dice por ahí alguna frase que escuché.
- ¿Lo pensaste?
- Sí, he pasado muchas noches pensando en
eso. Tengo la oportunidad de ocupar unpuesto de ministro y quiero ir allá. No me voya desentender de vos ni de los negocios, te lo juro. Seguiremos siendo amigos, hermanos,toda la vida. Pero quiero ir a probar ese manjardel poder político.
-
¡Menudo manjar! Eso es una mierda…
- Tranquilo. Te voy a vender mis acciones a un preciorisible porque no quiero joderte. Y seguiremoshablándonos. Y la verdad, a vos te va a convenirtener un amigo en la política, con poder.
-
Dejá de hablar estupideces. Yo sé bien loque me conviene y no quiero que usés esosargumentos para justificar tu salida.
Julián se levantó abruptamente. Se quedó de pierespirando con dificultad y la mirada de ira sobre Roberto.Intentó hablar en varias oportunidades. Abría y cerrabasu boca pero no esgrimía argumento alguno.
-
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El clima caliente y húmedo parecía insoportable.
El calor que emanaba de los cuerpos de los dos sociosdificultaba la respiración. Julián inmóvil de pie ante unRoberto que estaba a punto de explotar.
Finalmente, Julián habló tratando de no gritar.
- Puta. Estoy seguro de que te vas a arrepentir
de esta decisión. Te va a llevar puta, ¿meentendés? Y eso me va a doler porque, porque,porque te quiero cabrón. Pero bueno. Basta dependejadas. ¡Hacé lo que te dé la gana!
- Lo voy a hacer, susurró Roberto.
-Levantáte.
Roberto soltó sus manos y se levantó lentamente.Miró a Julián pidiendo comprensión, no había rabia niira. Pedía que lo entendiera, nada más.
Ambos amigos se miraron y decidieron brindar por
aquel momento aunque no tenía precisamente un sabora victoria.
- Contáme detalles Roberto. De todas formas,prefiero saber que seguir enojado con vos.
- Hay un puesto de ministro en Economía y meofrecen que me vaya para allá. El presidentebuscaba una figura leal y que tuviera experiencia
-
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- Sí claro guevón. Lo pensé un par de noches
pero la verdad es que no tengo nada que perder.Lo comenté con mi novia y hasta decidimosque si me iba bien ahí, nos casábamos.
- Jué… Entonces venías meditando esto desdehace rato.
-
No, no tanto. Te dije que un par de noches.
- Bueno ni modo, qué tirada con vos. Me vas adejar botado. Pero la verdad es que la empresacamina solita y si de verdad cumplís tu promesade no abandonarme del todo, pues que Dios teacompañe.
- No tengo ya mucho tiempo para irme.Llamáte al abogado mañana mismo parapasar mis acciones a tu nombre porque yotengo que asumir el cargo la semana próxima.Antes quiero irme a descansar y prepararme
mentalmente. La verdad es que esto lo veníasoñando pero no creí que llegara tan pronto yasí de repente.
- ¿Estás preparado?
- Desde hace tiempo había hecho algunos
contactos. Me había ido acomodando en esemundillo, frecuentando gente, acercándome
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Ambos bajaron la guardia, se acercaron y se fundieron
en un abrazo. El silencio prevaleció y las lágrimas notardaron en aflorar.
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VI
Malú tenía tres cheques por firmar. Los miró sobreel escritorio ejecutivo y repasó con mucho cuidado losdestinatarios y las cantidades. Ya era común autorizarpagos millonarios pero Malú siempre se preocupaba de
que todo estuviera bajo su control.No tenía prisa ni soportaba presiones. Su carácter ya
no era tan suave como antes; ciertamente había cambiadomucho. Su vida también era diferente. Ahora podía darseel lujo de comprar lo que quisiera, viajar y derrochar.
Tenía el poder y el dinero. Lo había logrado poco apoco. Había utilizado su astucia y su cuerpo para escalar
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maderas finas, la alfombra… Todo lo había consegu
con esfuerzo.Sonrió. ¡Esfuerzo! Claro que le había cost
mucho acaparar todo lo que tenía. Ahora era gereadministrativa, menudo título cuando ni siquiera haterminado el colegio.
Qué fácil resultaba ahora todo, aunque no siemfue así.
Al principio tuvo que aplicar la manipulación qu vida le había enseñado para sobrevivir. Poco a pocoganándose la confianza de los jefes para que le cedieun poco de poder, responsabilidades que parecían p
cosa pero que fueron su as bajo la manga.
Recordó aquellas tardes de café con los jefes doaprovechó la conversación acerca de las enormes tarque tenían para sacar la empresa adelante y plantearleayuda que podía darles, quitándoles de encima las cosiadministrativas y engorrosas.
Sonrió de nuevo. Echó la cabeza atrás en su silejecutivo. Se quedó mirando hacia arriba y respiralenta y profundamente. ¡Qué enorme satisfacción sede ella misma! Cuánto había logrado con solo su astfemenina y, por supuesto, aquellos enormes deseos
vivir bien, cómoda, millonaria…
A á d l i d b ó i
-
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atrás quedaron los trapos comprados en tiendas de
segunda y las estrecheces pasadas en aquella pobreza.
Había transcurrido diez años desde que habíaaceptado la invitación de los jefes para ayudarles a empujarla empresa. Pero ¡cuánto había cambiado su vida!
Acarició su cabello y deslizó suavemente las manos a
su cuello. Sintió la cadena de oro que colgaba y sonrió.Una valiosísima pequeñez que podía lucir gracias laestrategia lanzada contra aquellos dos hombres y quefortaleció aprovechándose de la salida de Roberto y lasoledad de Julián.
Suspiró y dejó escapar un pensamiento en voz alta.
- Habrá quienes piensen que lo hecho no estábien. Pero, salados. Yo conseguí y seguiréteniendo todo lo que se me antoje. Al finy al cabo, me lo merezco. Y más… memerezco más. Ya nunca volveré a vivir en la
miseria, jamás. De algo me tenía que servir lainteligencia y bueno, actuar sin escrúpulos quéimporta. ¿Quién me va a juzgar? Nadie tienederecho a decirme cómo debo vivir mi vida,nadie se tiene que meter en mis cosas, nadie.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un
suave sonido en la puerta. Un golpeteo leve. Una voz alotro lado
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Suavemente se entreabrió la puerta y pasó Tatiana,
su secretaria. Era una muchacha mucho más joven queMalú, de cuerpo bonito pero no elegante. Alta, de piernasestilizadas. Vestía muy cubierta, no exhibía nada que sureligión no permitiera.
Tatiana había sido seleccionada por Malú entre una
veintena de muchachas que habían desfilado ante laapertura de un concurso para llenar la plaza. Logró serelegida por su prudencia al hablar, el respeto al dirigirse asu futura jefa y las calificaciones obtenidas en sus estudioscomo secretaria ejecutiva en un instituto provincial.
Desde las primeras horas de contratada, Tatiana
había recibido las exigentes instrucciones deMalú: confidencialidad absoluta, cero preguntas nicuestionamientos, puntualidad extrema, lealtad y silenciomás allá de la tumba.
Todo se había cumplido a cabalidad hasta la fecha.
-
¿Qué pasa Tatiana?
- Señora, es que don Julián quiere hablarle.
- Ahora no.
- Señora… dice que es urgente y que quiere queusted vaya a su oficina para hablar tranquilamente.
Que usted no le contesta el teléfono interno nii t ll d E di
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- Sí señora, con su permiso.
Y tan sigilosa como había entrado salió de la oficinade su jefa. Caminó hacia su escritorio despacio. Su andarparecía el de una gata, suave y sin ruido. Se quedó de pie,pensando. Acomodó su falda y se sentó igual de suavecomo había llegado. Se mojó los labios, alisó su cabellocolor miel y tomó el auricular.
- Don Julián…
- Dígame Tatiana
- Dice la señora Malú que en cuanto termine defirmar unos cheques llega a su oficina, señor.
-
¡Me lleva puta! ¿No le dijiste que era urgente?
- Sí señor pero esa fue su respuesta, señor.
- Qué desgracia con esa mujer. Ni modo,esperaré. Pero si tarda mucho, le voy a botar lacabrona puerta de esa oficina.
- …
- Listo, adiós Tatiana. Ah ¡gracias!
- Bueno señor, con gusto. Sabe que estoy paraservirle.
Le pareció una eternidad el momento desde el quecolgó el auricular y la puerta de la oficina de su jefa se
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mirar abiertamente. Podía seguir los pasos de Malú con
el rabillo del ojo, pero nada más.
Las oficinas de los jefes estaban de frente. Unaespecie de salita de espera separaba los dos aposentos. Suacceso era privado, infranqueable. Sólo quienes teníancita llegaban a esa salita.
El lugar estaba decorado con sobriedad. En una delas esquinas había una máquina de café, algunas piezas dearte y pinturas al óleo en las paredes. Tenía un toque deelegancia sin rayar en lo ostentoso.
Un juego de sillones recibía a los privilegiados visitantes. No eran mullidos, ni cómodos. Malú decía
que el confort era para los jefes y que quienes esperabanahí no tenían por qué sentirse demasiado a gusto.
Malú caminó con paso firme sobre la alfombra depelo corto de la salita. Tres pasos grandes y tocó la puertade Julián con firmeza. No esperó la voz del jefe e ingresó
como un torbellino a la oficina.- ¿Qué pasa? ¿Qué es la cosa urgente? Tan
urgente…
- Malú, estamos en problemas.
- ¿Estamos? ¿Quiénes? Estarás vos en problemas,
digo yo.
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salario y yo me doté de un excelente ingreso…
no hay problemas. Dejaste de meter mano alos dineros, tenés lo que te merecés para cubrirtus gastos y tenemos para salir adelante con laempresa. Entonces ¿cuáles problemas?
- Mi esposa…
-
Já la vieja esa. Ella es problema tuyo no mío.- ¡Dejáme hablar por la gran puta! Mi esposa
tiene fuertes sospechas de que vos y yo somosamantes y amenazó con venir a meterse a laempresa para salir de dudas. Alguien la llamódesde aquí y soltó la lengua.
- Nadie, nadie pudo haber llamado porque nadiepuede asegurar lo nuestro. Hemos sabidomanejarlo hasta ahora, digo yo. Seguro tecomportaste como un idiota y se te fue la lenguaa vos. O te pasaste de copas, desgraciado.
-
No, no, no.
- Yo no quiero a la vieja esa metida aquí, meentendiste. No sé cómo vas a hacer pero siaparece la saco del pelo.
- Malú, no es tan fácil. Sabés bien que todavía
le debemos una plata del último préstamo quenos hizo para comprar la maquinaria. Ella se
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- Puta.
-
Hay que tenerla tranquila y contenta. Asíque andá inventándote algo para que deje desospechar y podamos seguir en paz.
Malú sintió que estaba peligrando su vida de lujospor las sospechas de la esposa furibunda. Era cierto queles había prestado mucho dinero y que aún adeudabanbastante.
Los tiempos en que tenía sexo desenfrenado conJulián eran cosa del pasado. Además ya había logradosacar bastante de esas noches de pasión cuando se metíaa hurtadillas en la oficina de él y lo hacía rabiar de placer.
El hombre enloquecido por ella, había cedido a suspeticiones de dejarle la administración de cosas pequeñasen la empresa y poco a poco todo fue cayendo en susmanos hasta dominar totalmente las finanzas.
Seguían siendo amantes pero la pasión había idocediendo espacio a encuentros esporádicos donde Malúera tan solo una dama complaciente. Ya no daban riendasuelta a las fantasías de Julián sino que tenían sexo delbueno y nada más.
Incluso en algunas ocasiones sintió asco de aquellarelación y de sí misma por fingir placer cuando lo
que quería era gritarle a la cara que estaba harta desus peticiones sexuales, de sus fantasías estúpidas, de
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era necesario sacrificarse más. Julián no era el tipo de
hombre del que se habría enamorado jamás.
Aún no podía cantar victoria. Julián tenía unaesposa y una sobrina que se acercaban demasiado a laempresa y podían poner en jaque todo cuánto Malú habíaconseguido.
Las cosas no estaban amarradas del todo. Faltabaaún mucho para eso, había que trabajar con prudencia yasegurar su capital.
Mientras pensaba en todo esto, Julián deambulabapor la oficina mirando sin precisar las fotos que colgabande las paredes y donde se reflejaba la vida del poder
empresarial que ostentaba. Posando con aquella enormesonrisa, apretones de mano, abrazos y premios junto adestacadas figuras comerciales y hasta políticos de turno.
- Bueno, ni modo mi querido Julián. Tengo unpequeño plan y espero que funcione. Vení,
sentáte para explicártelo.Julián regresó y se dejó caer agotado en el sillón. No
tenía la menor intención de discutir, quería escuchar unasalida airosa y razonable a la situación. Le molestabaestar en estos dilemas.
Estaba seguro de que no amaba a Malú pero ella
le había dado muy gratas noches de pasión. Lo habíacomplacido en sus locuras y guardaba el secreto. ¿A qué
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- Espero que sea algo sensato que aleje a mi
esposa de aquí y quite las dudas para que notenga que oír tanta mierda cuando llego a lacasa todas las noches.
- Ok. Vamos así: Yo me voy a casar.
- ¿Qué?
-
Mierda, dejáme terminar. La mejor forma deque ella deje de pensar que somos amanteses que yo me case. La invito a mi boda, vancomo padrinos y comprueba que estoy súperenamorada de mi supuesto marido y záz, estose acabó.
- Y ¿cómo vas a hacer eso? ¿Con quién te vas acasar?
- Ah me consigo un idiota…no hay problema.Pero eso sí, necesito algunas condiciones paraque tampoco yo salga rascando. A ver: Quiero
que le des trabajo a quién vaya a ser mi esposo,un buen puesto aquí en la empresa para tenerlocontrolado. Y por supuesto, yo negocio que sequede calladito para que viva bien a costilla denuestro secreto. ¿Ok?
- Uy me da miedo. ¿Tenés que contarle?
-
Dejáme eso a mí. Estoy pensando en un pobrediablo que anda detrás mío desde hace muchos
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- Bueno… probemos a ver. Creo que mi esposa
sí se va a tragar el cuento si sale como vos lodecís.
Se miraron y compartieron una leve sonrisa. Malúse despidió y salió dispuesta a comenzar a urdir su planantes de que la entrometida esposa llegara demasiadolejos en su afán por descubrir el secreto de ambos.
En cuanto entró a su oficina, buscó en su bolso unapequeña libreta de resortes. Ahí tenía plasmados algunosde sus secretos: números de cuenta, fechas de cumpleaños,presupuestos, fechas relevantes en su vida.
Buscó el número de teléfono de Ignacio, ese chulo de
mierda que tanto la había jodido en su juventud. Eran vecinos en aquel barrio de miseria al sur de la capital. Laesperaba siempre en la esquina de la cantina cuando ellaregresaba de la escuela o del abastecedor.
Se le pegaba como un parásito y la acompañabahasta su casa. ¿Casa? No, el tugurio donde vivía en su
adolescencia. Le decía cosas bonitas y obscenas. No latocaba pero ella se sentía desnuda ante aquel cabrón queolía a licor y cigarro siendo también un mocoso.
Con el tiempo, ella había emigrado a buscar trabajoy a un cuartucho en la capital. Ignacio seguía sus pasosaunque ya no tan de cerca.
De vez en cuando la visitaba o se encontraban en el
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Sabía que tenía un número de teléfono donde
localizarlo. Ignacio se acercaba todas las tardes alabastecedor y con el timo de que ayudaba, se robabacigarros e incluso algunas botellas de licor para mantenersus vicios.
Como autómata marcó el número de teléfono delabastecedor y preguntó por Ignacio. Inventó que se
trataba una llamada de emergencia del hospital porquehabía alguien accidentado que reclamaba la presencia deél. Buena trama, siempre había sido excelente actriz.
- ¿Ignacio? Hola… Soy yo, Malú.
- Hola. ¿Malú, mi Malú?
- Dejáte de mierdas. Me urge hablarte.
- ¿Me lo vas a prestar? ¿Ya te convenciste de
que te puedo hacer feliz? Desgraciada, cómo
me has hecho sufrir. Bastantes noches que he
soñado con comerte a besos y cogerte rico.
- ¡Calláte infeliz! Necesito hablarte de un
negocio.
- ¡Qué mierda! ¿Drogas?
-
Nos podemos ver… No sé, qué te parece en elparquecito frente a la Iglesia de La Merced No
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- Naaaaa. Estás muy misteriosa. Bueno, espero
que sea algo realmente bueno como tu culo.Nos vemos.
- Adiós.
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VII
El plan de Malú estaba funcionando a la perfección.Supo cómo convencer a Ignacio de entrar en el juego y élencantado de tenerla cerca aunque había reglas claras de
lo que estaba vedado. Nada de acercamientos sexuales,nada de insinuaciones ni propuestas.
Ambos fueron de compras pues Ignacio carecía deropa digna de quien sería el esposo de Malú y también dela persona que ocuparía el flamante cargo de Gerente deProducción de la empresa.
También fueron adonde el estilista, quien convirtió a
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Él se divertía de lo lindo con esta nueva e inventada
vida. Sacada de la nada. Le parecía estar participandoen una película de Hollywood. Encarnó su papel muchomejor de lo que Malú esperaba y hasta resultaba simpáticoentre los empleados de la empresa, especialmente algunaschicas que le echaban ojitos maliciosos.
La aparición de Ignacio resultó sorpresiva para
muchos. Fue presentado por la Gerencia General comouna nueva adquisición de la compañía y se recalcó que noprovocaría el despido de nadie, dado que se requería parauna mejor organización de los procesos de producción.
Se le dejó ejercer el cargo con la advertencia secreta
de que debía comportarse bien, no generar enredos defaldas y simular el proceso de conquista de Malú. Desdela administración se coló el chisme de que Ignacio eranovio de ella desde hacía muchos años para preparar elterreno de su sorpresivo matrimonio.
Dos meses fueron suficientes para que se produjera el
enlace matrimonial, con invitaciones por decenas y unafiesta sobria en un hotel discreto fuera de la capital.
Allá llegaron algunos empleados de confianza, jefes dela empresa, familiares de la novia, empresarios cercanosa la compañía y Julián con su esposa Carolina. Ella debíaser testigo del amor que se juraron Malú e Ignacio ante elabogado de turno.
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En la mesa donde se ubicaron Julián y Carolina,también estaba Roberto y algunos jefes de la empresa.
Observaban cómo Carolina ingería licor casisin control y comenzaba a perder el buen tino.Sorpresivamente se levantó de su sitio y comenzó acaminar en forma lenta y zigzagueante hasta donde seencontraba el grupo musical.
Torpemente Carolina arrebató el micrófono alcantante.
- Buenas… Buenas. Quiero dar un mensajea los novios, sí a los novios. Eh, bueno. Yosé que todos ustedes se están tragando estafarsa. Diay yo también estoy jugando a que
me están engañando. Una cosa sí les quierodecir y quiero que todos ustedes sean testigosde lo que digo. Voy a hacer que les creo peronunca, oigan nunca, dejaré de perseguirlos nide dudar de que mi esposo Julián y Malú sonamantes.
Julián corrió a callarla. La tomó por el brazo y seacercó al micrófono profiriendo un torpe perdón,perdón. Agarró a su esposa por la cintura y la llevó casia rastras hasta el sitio donde estaban ubicados pero al verque su mujer seguía gritando improperios, decidió salirdel salón definitivamente.
Los invitados a la boda comentaron durante varios
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Un lapso de ocho días fue suficiente para justificar la
Luna de Miel que nunca existió y de regreso a sus laboresMalú e Ignacio continuaron con la farsa sin mayorescomplicaciones.
Julián conversó poco con su amante para no despertarmás rumores pero corrió a reunirse con su gran amigo yhermano Roberto en un bar capitalino, un viernes por la
noche.
Ambos se encontraron cerca del lugar. Con un fuerteabrazo sellaron el saludo.
Caminaron prácticamente en silencio hastaacomodarse plácidamente en un sitio discreto del bar.
Pidieron sus bebidas y sonrieron como lo hacían antañoen la terraza del negocio.
- Julián de verdad me alegro que hayasprosperado tanto. De corazón, hermano.Porque te confieso que no me sentía cómodopensando que te dejé con todo y me dediqué adisfrutar de lo mío.
- Dichosamente las cosas han salido bien. Muybien, diría yo. A pesar de que me abandonaste.
- No me digas eso. Bueno sí, te dejé solo por iren busca de mi sueño. Y me siento pura vidaasí como estoy.
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- Sabés que estoy bien. He movido influencias,
hecho favores, comprado conciencias. Asítengo el poder en mis manos y, bueno, losfavores se cobran. Tengo mucha gente que medebe esos favores y me los paga con lealtad.He movido mis fichas, tengo espías, gente quetrabaja para mis intereses. No he tenido aún
que torcer brazos. Me basta una llamada yme atienden con pleitesía. Já como si fuera elPresidente de la República.
- Eso está bien si es lo que te gusta. Yo prefieromi reino, la empresa privada es mejor. Igualtengo poder pero para desarrollar los negocios
y hacerme de mucha plata.
Ambos interrumpieron la conversación paraensimismarse en sus pensamientos. Repasaron ensilencio las vivencias y degustaron los bocadillos conpequeños sorbos de su licor preferido.
-
Julián ¿querías que nos reuniéramos poralgo en especial? O sólo querías que nosencontráramos para hablar… Supongo paracomentar acerca de la boda de Malú.
- Quería contarte que estuve a punto de metermeen un problema del carajo pero parece que lacosa se calmó un poco. Igual enfrento una
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- Se trata precisamente de Malú.
-
…
- Desde que estabas le habíamos idocediendo poder en ciertas transacciones derutina y después de que te fuiste le di másresponsabilidades. Hoy ella maneja todo en la
empresa, todo. ¿Me entiendes?- Bueno pero es una persona de tu absoluta
confianza. Tu amante. Me contaste la última vez que estabas como fascinado con aquellasnoches de pasión, con los placeres que te da.¿Qué pasa? ¿Te salió respondona? ¿Te molesta
que se haya casado?
- Es que ya no confío tanto en ella. Las nochesde placer se han ido desapareciendo y se ponemalcriada. Incluso decidió que por la salud delas finanzas de la empresa yo debía tener unsalario, un buen salario.
- Eso está bien ¿no?
- Desde el punto de vista financiero parececomprensible pero no tuve libertad ni siquierade elegir cuánto quería ganar. Ella hizo elcálculo y dijo que eso era suficiente y que siocupaba más teníamos que discutirlo. ¡Vieja
b ! Y ó d l
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- Tranquilo. Bien que la disfrutaste. Me acuerdo
cuando me llamabas todo eufórico porquehabías pasado una noche deliciosa. ¿Se teolvidó? Diay cabrón eso tiene un precio.
- Hace poco mi esposa comenzó a reclamarme.Me dijo que siempre ha sospechado de que
Malú y yo somos amantes y me recordó la plataque me prestó para comprar una maquinaria.Son muchos millones. Y me amenazó con quesi pesca algo, tengo que pagarle esa plata deun solo batacazo y además una pensión de lagran puta. Me arruina Roberto, esa vieja mearruina te lo juro.
- Pero igual no confesaste cabrón. No tienecómo probar nada. Puede sospechar pero nadamás. Y con la boda, toda duda se acabó ¿no?
- Y es que dice que se va a venir a meter a laempresa, a husmear por todo lado hasta queencuentre eso que ella busca. Diay entoncesdesesperado le hablé a Malú y se ingenió esenovio y se casó para calmar a Carolina. Perobueno, el problema ahora es que Malú estáempoderada, como dicen los ejecutivos pipis.Ella manda, me entendés, ella manda.
- Y ¿qué? Calmáte.
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que Malú hace cosas inapropiadas, compras de
insumos no muy transparentes que digamos…Pero sólo lo presiento, no lo sé. Sino ¿por quétanto secreto?
- Estás preocupándote por vara. Hablá con ella.Decíle las cosas como las sentís y que se aclarenlas dudas. Eso va a joder tu salud. Vamos,brindemos por nosotros. Dos amigos exitosos,millonarios y con hembras por doquier parapasarla rico. ¿O no?
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VIII
Julián seguía incómodo con Malú. No le gustabapara nada el control excesivo que ella mantenía en laadministración de la empresa. La conversación conRoberto no había llevado consuelo y tampoco le ayudabaa encontrar el norte en ese laberinto maldito en que habíacaído.
Si bien no le faltaba nada y podía advertir la gestión
exitosa de la compañía, se sentía realmente a disgusto conel poder que él mismo había cedido a su amante.
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Desesperado llamó a Jaime, el sobrino de Malú que
trabajaba desde los inicios de la empresa con ellos comosu confidente y cómplice en sus torerías de galán. Queríadesahogarse, buscar consejo en alguien cercano a Malú.
Jaime llegó a eso de las 6 de la tarde cuando ya lamayor parte del personal se había retirado y Malú habíadado por cerrado el día. Tal como se lo pidió Julián, se
cercioró de que ella también había salido del edificio ycaminó por el pasillo.
Dos golpes suaves en la puerta fueron suficientespara escuchar la señal de entrar. Apenas abrió, saludó ensilencio con un movimiento de su mano derecha. Cerró
suavemente y se adelantó al escritorio ejecutivo del jefe.Lo vio cansado y hasta pareció advertir que su cabello
lucía más canoso. ¿Era una ilusión óptica? Se fijó conmayor cuidado y confirmó lo que había apreciado apenasunos segundos antes. La cabellera de Julián estaba másgris, demasiado para la edad que tenía.
En silencio se sentó frente a aquel hombreaparentemente devastado, estresado. No se atrevíasiquiera a hablar. Sentía el ambiente pesado, cargado de vibraciones negativas.
Julián lo miró a los ojos y comenzaron a aflorar unas
lágrimas mientras fruncía el ceño en un arranque de ira yfrustración. Jaime intentó frenar aquello.
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- ¿Nos servimos un trago? Vení pasémonos allá
donde están los sillones para que nos sintamosmás cómodos. Vení, vení.
Jaime se levantó lentamente y se acomodó junto aJulián. Lo tomó por el codo derecho y lo invitó a ponersede pie, mientras aquel hombre se apoyaba en el sobre demadera fina.
Forzado por la presión de Jaime, se levantó pero nose movió del sitio. Aún tenía los puños cerrados sobre elescritorio y su mirada perdida en el horizonte.
- Julián, por favor. Calmáte cabrón. ¡Te va a daralgo!
- Sí… hasta me cuesta respirar.
- Vení, caminá despacio. Vamos a tomarnosalgo, nos relajamos y me contás qué es la vara,qué te pasa.
-
Sí, sí.Acomodó a Julián en el mullido sillón de cuero que
estaba en la misma oficina y se dirigió a servir un par dewiskies en las rocas. Con ambos vasos en la mano llegóhasta su jefe y se lo entregó antes de sentarse a su lado.
Jaime lo pensó mejor y se pasó al otro sillón, justopara mirarlo de frente. Esperó a que aquel hombre de
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- Hoy quiero hablarte como hombre de miconfianza Jaime. Perdonáme pero quierohablarte de tu tía Malú.
Casi sin respirar, Julián comentó la situación quedesde hacía años venía presentándose con Malú, suamante, sí su amante.
Le confesó cómo se había ido deshaciendo de su
poder y del control de la empresa y cediéndole todo a ella,primero en aras de trabajar más libremente, por confianzay para garantizarse aquellas sesiones de placer sexual.
También le dijo que no hacía poco en un arrebato deira, le había reclamado a Malú su indiferencia total. Sin
embargo por toda respuesta había logrado conseguir quesu secretaria Tatiana se prestara a servirle al patrón comoamante. Le había prometido a la chica que de sus buenasrelaciones con él podía sacar mucho provecho y hastahabía conseguido una casita decente para sus padres y un vehículo para que ella se movilizara con más comodidad.
Aunque Tatiana era novata en estas lides se habíasentido tentada por lo ofrecido y le permitía salir de laspenurias económicas que sufría junto a sus padres. Asistíaa una iglesia cristiana pero de antemano había pedidoperdón al Creador por ceder a sus deseos de superaciónen aras del bienestar de sus progenitores.
En lo más íntimo de su conciencia, Tatiana albergabal d l d d
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La relación entre Julián y Tatiana calmaron un poco
la tempestad entre el jefe y Malú. La cercanía de aquella joven callada, tímida, sumisa y cariñosa despertaron enJulián el instinto irresistible de poseerla.
Las cosas caminaron rápido, una vez que Malú contóa Julián que ya todo estaba conversado y arreglado y que,de parte de la empresa, se le había pagado por adelantadocasa y carro a la chica para que se sintiera comprometiday agradeciera el interés por el bienestar de ella y su familia.
Jaime escuchaba en absoluto silencio. Sin siquieragesticular, ni comentar nada. Sostenía el vaso vacío delicor entre sus manos y con el dedo índice jugaba con la
superficie mojada por el deshielo.Finalmente, cuando creyó que había llegado el final
del relato de Julián, comenzó a hablar en voz baja.
- No entiendo cómo has llegado a esto. Digo queno entiendo viniendo de una persona como
vos.- ¿Qué me querés decir?
- Ustedes (Roberto y vos), eran muy fuertes.Siguen siéndolo, sobre todo en los negocios yles encanta hablar de cómo manejan sus vidas
y… las de los demás.Ay Jaime ya sé por dónde viene tu comentario
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casamos y ya. ¿Me vas a decir que no sos feliz?
Buen partido, buena plata, suegros millonarios.Con Margarita estarías comiendo mierda.Buscando la manera de vivir bien. Ahora vivísa tus anchas: una casa enorme, fincas, ganado,un súper chuzo de carro, viajes. Jueputa mae,sos un malagradecido.
-Sabés bien que no se trata de eso. ¡Ustedesdecidieron por mí, por mi vida, por mi futuro!
- Diay sí. Ibas por el camino equivocado.
- ¿Y el tuyo? No es eso de lo que me estáshablando, de tu camino. Estás metido en un
laberinto y no sabés cómo salir. Y te atrevistea decidir sobre mi vida, qué bonito ¿verdad?
- Insisto en que era lo mejor para vos. Bueno,reconozco que me enredé, me dejé llevar por loprohibido. Me permitía sentirme vivo aunque
parezca extraño. Saber que tenía una amante,un lado oculto de mi vida que disfrutabamuchísimo. No podía hablar de ello a viva voz pero eso le daba todavía un toque más deplacer. Confíe en ella, le entregué el controlde toda la empresa porque me sentía bien, me
aliviaba la carga y me retribuía… Un buennegocio, pensé.
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dejaron vivir esa etapa de mi vida. Ese es elproblema, ustedes no tienen sentimientos,
ustedes no aman.
- No es cierto. Yo amo a mi esposa y la respeto.Tener una amante no significa que no la amey que haga cualquier cosa por ella. El placersexual nunca sustituirá el amor por mi esposa,
jamás. Yo no voy a dejar a mi mujer por Malúni por Tatiana. Mi relación con ella es como,como, como un postre. Pero el plato principalsiempre será mi esposa, Carolina.
- Me sorprende cómo acomodás las cosas parano sentirte pecador. Me repugna oírte decir
que amás a Carolina, que incluso la respetás yte ufanás de una amante. Por favor, qué clasede desvergüenza. Nunca entenderé esa formade pensar. Nunca llegaré a comer de ese plato.Amor es amor, respeto es respeto. Eso de vivircon la doble moral no va conmigo.
Jaime levantó la mirada ante un silencio profundo deJulián. Lo miró a la cara pero advirtió un gesto de dolorprofundo. Tenía los ojos cerrados, apretados. Su manoderecha cerrada en puño y sobre el costado izquierdo delpecho. Titubeó un segundo. Se lanzó sobre Julián y lepreguntó si se sentía mal.
El hombre adolorido y descompuesto no hablaba.
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Desesperado Jaime corrió por un vaso con agua y
tomó el mismo que hasta hace poco contenía whisky.Lo acercó a los labios de Julián y logró que bebiera enpequeños sorbos. La respiración se hizo más tranquila,pausada, profunda.
Finalmente abrió los ojos y buscó el rostro de suamigo. El color volvió a su cara, ya no estaba pálido nidescompuesto pero le costaba recuperarse del todo.
En un susurro pidió a Jaime que alcanzara unfrasquito con pastillas que estaban en la gaveta del centrode su escritorio. Tomó dos y de nuevo cerró los ojos paradescansar de aquel susto.
Era evidente que no estaba bien, que tantapreocupación estaba causando estragos en su salud.Había sido una persona sana y aunque el estrés de losnegocios ocasionalmente le producía alergias en lasmanos, tenía los medicamentos para aliviar en pocashoras aquella hinchazón insoportable.
Pero este dolor en el pecho era otra cosa. Un preinfarto diría después un médico amigo junto con unaretahíla de recomendaciones, advertencias y amenazaspor su bienestar.
Jaime esperó unos segundos y le preguntó desde
cuándo venía sufriendo aquellos dolores en el pecho.Julián no contestó y con un gesto de desdén minimizó el
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- Julián esto es serio. Me preocupás.
-A veces me pasa pero es sólo un susto. Visteque tengo las pastillitas a mano. Tranquilo,tranquilo. Andáte a tus cosas, yo seguirécon las mías. Tengo que resolver, tengo queresolver.
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IX
Roberto disfrutaba de las peripecias de su ingresoal mundo del poder, como solía llamar al ambiente querodeaba su cargo de Ministro.
Ahí había encontrado muchas jóvenes guapasofreciéndose como amantes de un hombre con poder.Las podía contar con los dedos de ambas manos. Jóvenes,bonitas, seductoras, ofrecidas.
Cada una trabajaba su camino de forma diferente.
Unas eran discretas, otras atrevidas y algunas descaradas.No todas eran académicas o profesionales, la mayoría
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Roberto tuvo que contenerse para no caer de bruces
en aquel harem. Se mantuvo seriecito y discreto porquesus intenciones eran otras, aspiraba a tener poder políticopara manejar las cosas a su gusto. Quería sentirseadmirado, respetado, envidiado… Manejar las cosasdesde un teléfono, una llamada, un deseo, un sueño.
Poder, poder a raudales. Mover el país a su antojo.Tomar decisiones y ordenar que se ejecutaran a laperfección. ¡Ah qué sentimiento tan gratificante! Lodemás, venía por añadidura.
Ciertamente la oferta de chicas era amplia. Se habíadejado tentar por algunas de ellas, no muchas para su
pesar. Había elegido a discreción y no le había ido mal.La estrategia era siempre la misma. Acercamientos
casuales, romanticismo, un caballero dispuesto a laconquista, regalitos, flores… una cita y záz. Era fácil, locomplicado venía después. ¿Cómo quitárselas de encima?
No prometía nada que no pudiera cumplir. Nocomprometía el cargo ni su puesto. Eso era otra cosa.Confidencialidad absoluta para que su esposa nosospechara absolutamente nada y un plazo de no más deseis meses.
Solía mantener varias relaciones de estas al mismo
tiempo. En algún momento había disfrutado de filtrarinformaciones entre ellas para deleitarse con los ataques
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regalara un perfume para calmarse a cambio de olvidar
la infidelidad.
Otras aceptaban con “madurez” que él tuviera otrasamantes, mientras las siguiera atendiendo y complaciendosus pequeños caprichos.
Ah ¡qué mundo aquél! Sorprendente, increíble.
En el tiempo transcurrido desde que dejó la empresacon Julián hasta la fecha hubo también amantes máscomplicadas. Mujeres distintas que cayeron en sus redespero marcaron su vida de alguna manera.
Pilar, Carmen y Sofía. Con ellas el asunto se había
salido un poco de control y quedaron hijos de por medio.Las cosas se habían filtrado y su esposa lo encaró. Lallamaron para contarle de sus amoríos y de los hijosnacidos de esas relaciones.
A los hijos de Pilar tuvo que darles el apellido y pagarla pensión alimenticia ordenada por un Juez de Familia.
A esos niveles había llegado. Ella se enamoró de Roberto,realmente se enamoró. Entonces, las cosas se salieron decontrol.
Había tratado de calmarla dándole puestos de jerarquía en el Ministerio pero ella no se sentía satisfecha.
Quería ser su esposa y se lo había gritado mil veces enprivado e irrumpiendo en reuniones de trabajo.
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Una y otra vez su esposa parecía perdonarlo y cuando
las aguas volvían a su cauce, Roberto se armaba de valory comenzaba una nueva aventura “con fines estratégico-políticos”.
Porque todas sus amantes servían también para susfines maquiavélicos de acceso a más poder. Ellas debíantener conexiones en otras esferas y así comenzaban a
filtrar informaciones que a él le convenían o a realizargestiones donde su nombre no debía aparecer.
Bueno, tenían que ser agradecidas con el cariño queprodigaba y qué más que haciendo tareas sencillas y hastadelicadas donde su mano fuera invisible.
Susana llegó a la vida de Roberto como una bocanadade aire fresco. Se la presentó Carmen, su amante de turno,la “fruta del mes” como solían llamar en el Ministerio alas chicas que eran objeto de sus atenciones.
La habían contratado como asistente de Carmen.Venía de otra dependencia de Gobierno y contaba conmucha experiencia, en todo sentido.
Susana era joven y vestía ofreciendo todos sus atributosfemeninos. Dos hermosos senos que se desbordaban yuna sonrisa pícara. Su cabello color miel era el juguetefavorito donde ella movía sus dedos ensortijándolo
mientras ponía cara de niña buena. Sostenía su mirada ymovía continuamente las manos para llamar su atención.
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- Gracias. Muchas gracias, eh bienvenida al
Ministerio.- Muy gentil, muy amable. Estoy segura que
será un enorme placer trabajar aquí. Yo tengomucha experiencia en Gobierno ¿le contaron?
- Claro, sí claro.