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    ACOMPAAR, SERVICIO DE IGLESIA (II)

    AYUDAR A BUSCAR LA VOLUNTAD DE DIOS

    Josep Baquer, s.j.

    1. SENTIMIENTO DE CULPA Y PECADO .....................................................................................

    2. DIRECCIN ESPIRITUAL VERSUSACOMPAAMIENTO (1) .........................................

    3. DIRECCIN ESPIRITUAL VERSUSACOMPAAMIENTO (2) .........................................

    4. EL ACOMPAAMIENTO DEL QUE ACOMPAA .................................................................

    NOTAS .........................................................................................................................................................

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    Edita CRISTIANISME I JUSTCIA, Roger de Llria, 13 - 08010 BarcelonaTel. 93 317 23 38 - Fax: 93 317 10 94 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Edicions Rondas S.L. - Depsito Legal: B-4.234-2012 - ISBN: 978-84-9730-289-0ISSN: 2014-654X - ISSN(ed. virtual): 2014-6558 - Mayo 2012

    Josep Baquer, s.j. es licenciado en Teologa y Arquitectura Tcnica. Asistente ecle-siastico de CVX-Sagrada Famlia y profesor del postgrado de acompaamiento espiri-tual de la Fundaci Vidal i Barraquer.

    Este cuaderno es la segunda parte de mis notas y apuntes como profesor

    en el Postgrado de Acompaamiento Espiritual (PAE) que coorganizan

    EIDES-Cristianisme i Justcia y la Fundaci Vidal i Barraquer. La primera

    parte se public en diciembre de 2011. Con l concluyo una reflexin que ha

    intentado responder a la mxima Ayudar que da nombre a esta coleccin.

    Ayudar a aquellos y aquellas que se sientan llamados a un ministerio cada

    vez ms necesario: acompaar a las personas en su bsqueda de la volun-

    tad de Dios.

    La Fundacin Llus Espinal le comunica que sus datos estn registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidadde la Fundacin Llus Espinal. Solo se utilizarn para la gestin del servicio que le ofrecemos y para mantenele infor-

    mado de nuestras actividades. Puede ejercer los derechos de acceso, rectificacin, cancelacin y oposicin dirigindo-se por escrito a Barcelona, c/ Roger de Llria 13.

    Este cuaderno cuenta con la colaboracin de la Direcci General d'Afers Religiososdel Departament de Governaci i Relacions Institucionals

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    1.1. Enfermo o enfermedad?

    Si nos fijamos slo en las enfermedades,siempre llegaremos a la conclusin de quese trata de algo negativo, intrnsecamentedestructor.

    Si nos fijamos en el enfermo por tan-to, en una persona afectada por algunaenfermedad o patologa, no siempre lle-garemos a la conclusin de que aquel malque hay en l sea intrnsecamente nega-tivo. Ms an, todos conocemos el valorambivalente de una patologa: un mismomal puede ser para una persona motivode crecimiento humano, y para otra moti-

    vo de hundimiento y de prdida del senti-do de la vida.

    1.2. Pecado o pecador?

    Tal vez podramos hablar, por analoga, depecado y de pecador:

    a) Entendiendo por pecado todo lo quees intrnsecamente destructivo de la per-sona y de la comunidad de las personas, yque tiene su origen de alguna manera enla libertad humana.

    b) Entendiendo por pecador aquellapersona o aquel colectivo humano que, apartir de sus decisiones (u omisiones) hadado origen a aquella dinmica de mal ode destruccin.

    Sin embargo, como hemos de ver, esta

    terminologa que se ha hecho comn nopertenece propiamente al lxico profano,3

    1. SENTIMIENTO DE CULPA Y PECADO

    Nos hallamos ante la eterna cuestin que suelen plantearse los mdicos:

    son muchos los que dicen que en realidad ms que enfermedades hayenfermos. Otros hablan en principio de enfermedades (aquello que destruyela salud o la va minando), y, aun sin dejar como trasfondo a los enfermos quelas padecen, su inters se focaliza en las enfermedades y patologas que qui-sieran poder erradicar lo ms posible en el entorno humano. Dejmoslesen sus discusiones e investigaciones...

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    sino al lxico teolgico. En la calle, peca-do/pecador vienen a ser sinnimos, res-

    pectivamente, de transgresin/transgresorde la ley y de la norma en sus diversas va-riantes: crimen/criminal, asesinato/asesi-

    no, robo/ladrn, violacin/violador, etc.La historia y la experiencia nos mues-

    tran que siempre ha habido dinamismosde muerte y dinamismos de vida, y que lasdecisiones humanas proceden de estasfuerzas, aunque stas no sean la explica-cin nica. En esta lnea se podra escri-

    bir una extensa historia del pecado en elmundo, as como una historia, todava

    ms extensa, de los pecadores que le handado forma. Pero si alguien se pusiera aescribir este libro, se sorprendera al cons-tatar que muchas personas que ciertamen-te no fueron ni criminales, ni extorsiona-doras, ni ladronas, ni violentas, sino que,al contrario, fueron pacificadoras, pobresy acogedoras, luchadoras por la causa dela justicia, que no buscaron el propio in-ters, que se empearon en causas noblesy perdieron la salud en el cuidado de losenfermos, en suma que pasaron por elmundo haciendo el bien, se sorprendera,digo, al constatar que estas personas eranlas que se consideraban a s mismas mspecadoras; y esto, desde una mximasinceridad, sin hacer comedia1.Elautordeeste posible libro de la historia del pecadoy de los pecadores descubrira que su sen-timiento de culpa, el de toda esa buenagente, nunca logr paralizarles ni hun-dirles, sino que les dinamiz; y no sloeso, sino que les ayud a descubrir el sen-tido de su vida y a crecer como personas.

    Parece que se puede hablar del con-cepto o dimensin de pecado de una

    forma bastante objetiva, como observan-do lo que pasa con mirada de periodista,

    ya que el mal lo tenemos presente portodas partes, nos envuelve; pero al mismotiempo hemos de constatar que slo conesta mirada no se puede entender la di-mensin y el sentido ms profundo de este

    mal radical al que llamamos pecado.

    1.3. Un trmino teolgico

    Entonces, hemos de preguntarnos: Ques, pues, el pecado?

    El Obispo Oscar Romero afirmabaque el pecado era, lo que mat al Hijo deDios y sigue matando a los hijos de Dios.Ahora bien, qu es lo que mata sistem-ticamente? Qu forma de enfermedad oepidemia? Podramos responder que es lafuerza del mal que anida en el coraznde la persona humana, que crece y se re-

    produce en ella, que se contagia. El aps-tol Pablo casi personaliza esta fuerza. lmismo se siente sometido a ella cuandoafirma que el mal hace que l mismo ha-ga aquello que no quiere y deje de hacerel bien que quiere.2 Ignacio de Loyola ha-

    bla de redes y cadenas,3 que van condi-cionando y neutralizando la libertad, hastallegar a impedir que la persona opte por el

    bien; ms an la vaya precipitando poruna pendiente de autodestruccin y dedestruccin de los dems.

    Desde el punto de vista de la fe cris-tiana que recoge toda la tradicin vete-rotestamentaria, la complementa y la ilu-mina, todo tiene su origen en Dios quees Comunin y que cuando sale de s mis-mo (es una manera de decir) lo hace porun impulso de Amor con el fin de generarComunin. La culminacin del hechocreador es la persona humana4, creada a

    imagen de Dios5

    , y, en cuanto tal, se con-vierte en un misterio de libertad capaz de

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    acoger este Amor, de desarrollarlo (gene-rar comunin) y de devolverlo. Este amores lo que le permite crecer hacia la pleni-tud hasta culminar plenamente en la mis-ma comunin trinitaria, en Dios mismo,

    origen y plenitud de todo.El hecho de la creacin de la persona

    en libertad, comporta la posibilidad mis-ma de una respuesta negativa. La acogiday la respuesta al Amor no se puede forzar

    porque se mueve en el campo de la gra-tuidad. La persona puede ir disponindo-se a acoger el amor de Dios o puede pre-tender autoafirmarse al margen de Dios:

    la autosuficiencia humana es la raz delpecado, entendido como pretensin de au-toafirmacin al margen de Dios.6

    Soy consciente de que estoy resu-miendo demasiado rpidamente el ncleodel misterio de nuestra fe, pero es im-

    prescindible hacerlo para entender un po-co de qu estamos hablando: el pecado noes ms que una respuesta inadecuada alllamamiento al amor.

    Esta negatividad comporta en s mis-ma una carga de muerte. Por eso no es deextraar que Pablo relacione pecado ymuerte, dinmica de pecado y dinmica demuerte.7 De momento no entramos a ha-

    blar de libertad y sus condicionamientos,o de la medida en que una persona puede

    ser libre.Aqu los psiclogos tendran mu-cho que decir. Pero, a pesar de tantsimoscondicionamientos, la persona acaba deci-diendo hacer o dejar de hacer, y esto com-

    porta consecuencias de muerte o de vida.Evidentemente, la responsabilidad serms o menos grande en funcin del gradode libertad con que se tome una decisin(aspecto moral de las decisiones), pero to-

    da accin orientada a la muerte se con-vierte, en este sentido, en una bomba tem-

    porizada que un da u otro explotar y ge-nerar consecuencias difciles de controlar(dinamismo intrnseco de mal del pecado).

    Por lo que se refiere a nuestra fe, elmisterio central es el misterio de la Encar-

    nacin, en el que afirmamos que Diosmismo, desde su eternidad, viendo (trata-mos de explicarlo desde nuestras limita-das e inadecuadas formulaciones) la situa-cin de muerte generada por el pecado, y,

    por tanto, generada por la libertad humanamal desarrollada, decide entrar en nuestrahistoria, en nuestras coordenadas espacio-temporales, en la persona del Hijo.8 Ha-

    blar de pecado significa hablar de la causay del motivo ms profundo, que provocaen el Dios-Trinidad una decisin tan tras-cendental como la de entrar en nuestromundo concreto a fin de rehacer y repararcon nosotros.

    sta es la razn por la que pecado esun trmino teolgico: de alguna maneraes lo que impide que el plan y el proyec-to de Dios mismo pueda realizarse. En tr-minos evanglicos diramos que es lo que

    pone palos en la rueda de la realizacindel Reino de Dios, generando muerte ydestruccin en vez de vida y comunin.Pero, al mismo tiempo, es causa de gozo,la causa de la entrada de Dios mismo enla persona del Hijo en nuestro mundo.

    1.4. Experiencia mstica

    La palabra mstica nos impresiona mu-cho: la relacionamos con algo extraordi-nario o fuera de serie, algo que no est alalcancedelamayoradelosmortales,qui-zs porque los que hablan de ello, los quese han atrevido a escribir algo de sus vi-

    vencias, son personas tan extraordinarias,que slo con leer sus relatos nos sentimos

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    ya como aturdidos. A veces pienso que eslstima que no nos hayan explicado susexperiencias msticas las personas me-nos extraordinarias, porque es cierto quela vida del cristiano, entendida como una

    llamada de Dios a la plenitud del amor, esalgo que est al alcance de todo el mundoy no slo de unos pocos privilegiados.Entonces tal vez comenzaramos a pensarque lo que se llama mstica no es algo fue-ra de nuestras posibilidades. Lo que s escierto es que se requiere decidirse a ello.

    En definitiva, no se trata de otra cosaque del camino de la fe; y este camino es

    oscuro, pero atractivo y apasionante. Uncamino que lleva a la comunin con Diosmismo, aquella comunin de la que anteshablbamos y que est en el origen mis-mo de la existencia de cada uno. Como di-ce Juan de la Cruz: para llegar a la divinaluz de la unin perfecta del amor de Dios,cual se puede en esta vida... ni basta cien-cia humana para lo saber entender, ni ex-

    periencia para lo saber decir; porque sloel que por ello pasa lo sabr sentir, mas nodecir... y por tanto, para decir algo de es-ta noche oscura, no fiar ni de experien-cia ni de ciencia. (Subida. Prlogo 1).

    A medida que uno va avanzando poreste camino de la fe, con sinceridad, lle-vado de la mano de Dios, procurando ha-

    llar su voluntad y responderle adecuada-mente, acogiendo y compartiendo losgozos y esperanzas de todos los caminos,sea cual sea ese camino.... a medida queuno va haciendo camino, cada vez ms, vadescubriendo el amor misericordioso deDios mismo, y, en contraste, la despro-

    porcin de la respuesta en el amor; es en-tonces cuando el que camina, no el que se

    para, se descubre a s mismo como peca-dor, como falto de amor. La experiencia

    del pecado la hace el que est en camino.El que malvive parado nunca podr saberqu es pecador o qu es ser amado.

    La iluminacin interior desvela todaslas sombras. Dice Juan de la Cruz: Y as

    doblan el trabajo a la pobre alma; porqueacaecer que la mayor pena que ella sien-te sea del conocimiento de sus miserias

    propias, en que parece que ve ms claroque la luz del da que est llena de malesy de pecados, porque le da Dios aquellaluz de conocimiento en aquella noche decontemplacin... (Ibid. 5)

    Por eso podemos decir que el concep-

    to de pecado no es slo un trmino teo-lgico, sino que es la expresin mstica deuna relacin amorosa todava muy limita-da e imperfecta. La relacin entre Dios yel alma, entre Dios y la persona que quierehacer camino conquistando cada vez co-tas ms altas de libertad, para poder amary ahondar por caminos de gratuidad.9

    Tal vez ahora podremos entender me-jor lo que insinubamos antes cuando de-camos que son los menos pecadores, lossantos, los que ms se consideran peca-dores, como consta en toda la historia dela comunidad cristiana10. En este sentido,hablar de sentimiento de culpa es hablarde un don de Dios que permite al peregri-no creer y hacer camino superando la no-che oscura de la fe, con el deseo de llegara la comunin con Dios.11

    1.5. Pero...

    No estaremos levantndonos a muchaaltura en poco tiempo? Tal vez s. Peroconviene tener claros nuestros puntos dereferencia. Proceder al revs no nos per-

    mitira proyectar una mirada clara sobre elsentido del pecado y de la culpa.6

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    Planteo la cuestin desde un punto devista explcitamente creyente y confesio-nal cristiano; lo cual no implica que todoslos cristianos bautizados, ni los que teri-camente hemos optado por el seguimiento

    de Cristo, caminemos de hecho con sufi-ciente energa por la noche oscura de la fe.Adems, la vida presenta muchos altos y

    bajos, es muy compleja, cosa que hace quenos paremos o que permanezcamos, tal vez

    persistentemente, en los inicios del caminode la fe sin optar seriamente por el segui-miento de Jess que sube a Jerusaln.12

    En este estadio ser bueno que aterri-cemos para orientar y positivizar lo que

    podramos llamar el sentimiento de culpa,recuperando el sentido del pecado en me-dio de un mundo que habra querido apar-carlo.Al menos, para tomar conciencia dela radicalidad, la desmesura y la carga demuerte que se da en el pecado del mun-do, del que nosotros somos tambinagentes y actores, de manera que no viva-mos como si eso no fuera conmigo.

    1.6. Mecanismos de seguridad

    La persona humana est equipada con unsistema operativo muy complejo, dotadode mecanismos de seguridad. Como pasacon nuestros ordenadores, aparecen unas

    preguntas en la pantalla que nos dicen,cuando das una orden: Est seguro deque quiere eliminar este archivo?; o serecurre a detectores de virus que podranestropear el sistema. Estos mecanismosson vlidos y necesarios tanto para los

    principiantes como para los expertos, yaque todos los amados de Dios, los hom-

    bres y mujeres creados a su imagen, y, por

    tanto, dotados de libertad, tienen en susmanos el ordenador de su vida, dotado con

    determinados mecanismos de seguridad.Ahora bien, como pasa con los ordenado-res, el objetivo no es tener el mecanismo,sino tener la capacidad de generar todo unconjunto de posibilidades. En nuestro ca-

    so, los humanos disponemos de esos me-canismos para poder desarrollar nuestravida en un sentido positivo, debidamente

    protegidos.Quisiera ahora referirmebrevemente a

    tres temas bien conocidos de todos: laconciencia de culpa, el remordimiento yel arrepentimiento. Sobre esto hallarismucha bibliografa y mucha literatura de

    todas las pocas. Aqu propongo slo unresumen muy condensado.

    a) La conscincia de culpa afecta di-rectamente a la persona y a su responsa-

    bilidad. Es la percepcin que tiene el in-dividuo de que su actuacin ofende algnvalor, siendo l causa de ello. Se trata deuna evidencia, no de un fruto de la refle-

    xin, y, en este sentido, no admite discu-sin. Es lo que en el lenguaje popular sellama la voz de la conciencia.

    b) Esto produce un malestar: es elremordimiento. El remordimiento sitaconstantemente la culpa ante los ojos dela conciencia moral. El sentimiento deculpa en general, y ms particularmente elremordimiento, se considera como una se-

    al frente al peligro. Tienen en el planopsquico la misma funcin que la fatiga oel dolor tienen en el plano fsico.

    c) El arrepentimiento, igual que el re-mordimiento, presupone conciencia deculpa y, por tanto, cierto tipo de juicio di-rigido ms al sujeto de la accin que a laaccin en s misma. La postura ms pro-

    funda del arrepentimiento no es la que seexpresa en la frmula ay de m! Qu

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    he hecho?, sino en la formulacin msradical ay de m, qu persona soy! Ex-

    presa una profunda decepcin personal,un ataque a la autoestima.

    Estos mecanismos, si todo funcionaadecuadamente, (si no hay patologas),tendran que motivar el deseo de renova-cin, la voluntad de cambio. Arrepenti-miento, en el sentido ms positivo, signi-fica hacer una parada sobre una parte del

    pasado de la vida a fin de imponer y pro-vocar un nuevo sentido y un nuevo siste-ma de valores. Evidentemente esto se ha-

    ce muy difcil a los soberbios, ya queestos mecanismos funcionan en la medidaen que el individuo avanza por caminos yactitudes de humildad.

    Son mecanismos que pueden orientarla vida hacia el descubrimiento de los de-ms como valor absoluto (superando laidea del propio yo como absoluto), y pue-den orientar una vida hacia el descubri-

    miento eficaz de Dios. Pero tambin esverdad que en personalidades muy mal-trechas, pueden llevar hacia la propia des-truccin. Los psiclogos podran decirmucho sobre eso.

    El acompaamiento personal, ya seadel terapeuta o del padre/madre espiritual,tendr a menudo como punto de partidasituaciones en las que esos mecanismos se

    manifiestan de una forma u otra en la per-sona acompaada. El acierto del queacompaa ser el del pedagogo que es ca-

    paz de ayudar a orientar positivamente es-tas seales de aviso o de alarma.

    1.7. Pecado y salvacin

    Observemos que as como la mirada lci-da del Dios-Trinidad sobre la humanidad

    afectada por el pecado lleva a la En-carnacin y, por tanto, a Dios apropindo-se de la realidad humana desde abajo (y

    por eso Jess se manifiesta por primeravez en pblico ponindose en lacola delos

    pecadores para ser bautizado, Lc 3,21) lamirada lcida sobre una realidad del mun-do destrozada por el pecado nos debierallevar a una implicacin incondicionalcon todos aquellos amados de Dios queson las principales vctimas del pecado, y

    probablemente las vctimas ms inocentes.Quines son los santos? Son las

    personas, confesionales o no, de uno u

    otro credo, que, conscientes de su propialimitacin (podramos decir, del propio

    pecado) y conscientes de las consecuen-cias del pecado (llmeselas como se quie-ra) han optado por considerar como pro-

    pia la realidad destrozada de tantaspersonas, de tantos pueblos, de tantos co-lectivos humanos, decidiendo, desde su li-

    bertad, desde la gratuidad, entregar a fa-vor de ellos su propia vida. A esto lollamamos vivir del amor. A esto lo llama-mos salvacin, y tambin el Reino deDios que ya est entre nosotros13.

    Hablando ahora del cristiano que conbuena voluntad quiere avanzar en el os-curo camino de la fe, hemos de decir queel conocimiento de la propia responsabi-

    lidad (y/o corresponsabilidad) en el peca-do del mundo y en el sentimiento de cul-pa que ello comporta, nunca le han dellevar a ningn sentimiento de fracaso, si-no a levantar los ojos y mirar hacia ade-lante en un movimiento encarnatorioque tendr que ir situndole cada vez ms,con Jess, en la cola de los pecadores queaguardan el bautismo. Porque, qu sig-

    nifica salvacin del pecado? Significaasumir sus consecuencias para renovar la

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    situacin desde dentro y desde el fondo.Slo se sabe salvado el que se hace re-ceptivo al Amor de Dios y es capaz de de-

    jarse llevar por este amor, hasta entregarla vida por los pecadores, con la concien-

    cia de ser l mismo el primero de ellos.

    1.8. Ex-cursus

    En el ritual del sacramento de la reconci-liacin de la Iglesia catlica, en el mismocomienzo, despus de invocarEn el nom-bre del Padre..., el sacerdote dice como

    saludo: Que Dios te ilumine y te conce-da el don de reconocer tu pecado y su mi-sericordia. Es un buen resumen que ex-

    presa bien tres cosas:

    Se requiere el don de la iluminacininterior,

    para reconocer que uno es pecador,

    y para reconocerse objeto del amor

    misericordioso de Dios.

    Efectivamente, pecado y misericordiason dos aspectos de una misma realidad,que de ninguna manera se pueden separar,ni se entienden el uno sin el otro. Recono-cer que somos pecadores nos hace descu-

    brir el amor de Dios; o mejor, porque Diosnos hace sentir su amor podemos des-

    cubrir que somos pecadores. Si esto es s,como lo es, hemos llegado a descubrir elsecreto y la razn de ser de la vida en es-

    peranza.

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    Bibliografa

    ZUANAZZi, F. G., Patologa espiritual, Nuevo Diccionario de Espiritualidad. pg. 1085s

    BERNASCONI, O., Pecador/Pecado, Ibid. pg.1104s

    GOFFI, T., Pecado y penitencia. Ibid. pg. 1121s

    MONGILLO, D., Pecado, Diccionario Enciclopdico de Teologa Moral, pg. 774s

    DAZ NAVA, Adolfo F., Pecado (Nuevas matizaciones). Ibid. pg. 783s

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    2.1. El padre/madre espiritual

    en la tradicin cristiana

    Ciertamente, tambin en otras tradicionesreligiosas ha habido maestros espirituales,sin que los cristianos podamos pretendertener en esto la exclusiva; pero es induda-

    ble que en nuestra comunidad creyente ladireccin espiritual ha sido algo decisivo

    para el desarrollo de la vida cristiana en elEspritu.Presento ahora un resumen de lo que

    ha sido la gua espiritual en la tradicincristiana a partir de algunos ejemplos de

    personajes ms significativos.

    2.1.1. Oriente

    Servicio de laicos para laicos; un arte delmaestro experto en los caminos del Es-

    pritu. Contexto de desierto entre eremitasy anacoretas de las primitivas comunida-des ascticas. Pablo el ermitao, AntonioAbad.14

    Cualidades del maestro: caridad, dis-cernimiento, discrecin, paciencia, man-sedumbre, austeridad y don de palabra(dilogo).

    La relacin entre maestro y discpuloafecta a temas relacionados con la vida depenitencia, discernimiento de espritus,combate espiritual y aspiracin a la paz in-terior hasta la unin con Dios.

    2.1.2. Occidente

    La tradicin de Oriente inspira a muchos

    cristianos de Occidente que buscan cami-nos adecuados para la vida religiosa en el10

    2. DIRECCIN ESPIRITUALVERSUSACOMPAAMIENTO (1)

    Ha sido una constante de la historia de la comunidad cristiana el hecho deldilogo y la direccin espiritual como factores decisivos en el crecimientohumano y espiritual. Esta direccin espiritualse ha realizado en formas di-versas segn los distintos maestros y escuelas. Algunos maestros puedensernos ms conocidos que otros que no han dejado su nombre impreso nien los libros ni en las crnicas de la poca, aunque han marcado la historiade la Iglesia.

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    contexto occidental (Ambrosio de Miln15,Agustn de Hipona, Paulino de Nola16).Sobre todo, San Benito y San Bernardo deClaraval (familia benedictina, y luego cis-terciense). El abbas (Abbas=Padre) es pa-

    dre espiritual (PE) de los monjes a los quegua en la bsqueda de Dios.

    La escuela franciscana (Francisco deAss, Buenaventura): el PE toma la formade hermano, aunque sea tratado por los hi-

    jos como padre.A partir de la Reforma aparecen mu-

    chos nuevos tipos de vida religiosa y deaccin apostlica que recogen la expe-riencia del PE y la transforman para el ser-vicio de muchos cristianos (no necesaria-mente monjes o religiosos).

    Ignacio de Loyola17, Pedro Fabro18 y laescuela de los jesuitas (no slo al serviciode los propios jesuitas, sino de muchoscristianos de diversas espiritualidades, sa-cerdotes, religiosos y laicos); la familia

    carmelitana con Teresa de Jess19

    y Juande la Cruz20 (se mezclan las figuras delPadre Espiritual y del confesor).

    En el siglo XVII surgen muchos maes-tros de la vida espiritual: Francisco deSales,21 Vicente de Pal,22 Alonso Rodr-guez,23 etc.

    En el siglo XVIII, J. B. de la Salle yotros, al fundar institutos religiosos para

    la educacin de los jvenes, contemplanno slo el acompaamiento de los propiosreligiosos, sino tambin de las personasa las que han de educar: Alfonso M. deLigorio, etc.

    En el siglo XIX, J. M Vianney o JuanBosco (pedagogo de los jvenes).

    En el siglo XX muchos maestros espi-

    rituales: Columba Marmion,24

    L. Grand-maison y un largo etctera.

    2.1.3. En nuestra poca(mundo occidental)

    Aos atrs hubo una institucionalizacindelPEenseminariosycasasdeformacinreligiosa: los confesores de conventos ymonasterios, o de los colegios religiosos.Un ministerio normalmente confiado a sa-cerdotes (a menudo religiosos), concebidocomo mediacin entre el Espritu Santo (elnico director espiritual) y el interesadoque consulta al experto. Tal vez la institu-cionalizacin de este servicio en la Iglesiaes lo que deriv hacia la direccin espi-ritual, proyectando este servicio ms alldel dilogo y del consejo hacia una ciertarelacin de obediencia y de subordina-cin. A veces esta direccin se ejercaen la asociaciones de fieles (AccinCatlica, Congregaciones Marianas...) enlas que el Padre director en la prctica

    jugaba el papel de director espiritual delos asociados. Por tanto, con un poder deinfluencia muy claro, de tipo paternalista,que poda neutralizar, en parte, la capaci-dad de decisin adulta de las personas, o,al contrario, generar rechazo. Este peligrode potestad direccional del sacerdote hadevaluado el sentido ms original del ser-vicio del PE, provocando reacciones deautosuficiencia ante cualquier tipo de con-dicionamientos, tanto entre sacerdotes,como entre religiosos y laicos, cosa queneutralizaba el posible servicio del PE.

    2.2. Recuperar el padre/madre

    espiritual

    No apagar el Espritu que es quien real-mente dirige al creyente (1Te 5,19)

    25

    .Necesidad de verificar la autenticidad de

    la gua interior, comprobndolo todo apartir de los frutos del Espritu, hasta con-

    11

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    vertirse en hombre interior, imagen deCristo (Cf. Ga 5,22, Los nueve dones delEspritu)26.

    ParecequehayquerecuperarelPEquese caracterice por el respeto y la honda

    discrecin, como ayuda y estmulo, cola-borador que apoye al creyente para que noimpida la accin del Espritu, para queacoja la Palabra y se abra a los signos delos tiempos; para que crezca y madure enla fe; para que adquiera la sabidura delcorazn (Cf. Is 11,1ss, Siete dones mesi-nicos del Espritu)27.

    El acompaamiento espiritual tienemucho que ver con lo que Pablo deca so-bre engendrar en la fe: personalizar la Pa-labra de Dios, superar lo que impide unarespuesta generosa (1Te 2,7.11.12)28. Setrata de una tarea, carisma y servicio peda-ggico de la fe desde una gran capacidadde acogida de hermano a hermano creyen-te, como servidor y ministro de la Igle-

    sia destinado a ayudar al cristiano a des-cubrir (abrir) los odos del corazn paraque sienta el amor del Padre y mantenervivo el contacto con el Espritu para de-

    jarnos mover por l, confirmar el segui-miento de Cristo, animar y dar apoyo enlos momentos difciles y de perplejidad,

    promover una fe ms personal y ms ma-dura (responsabilidad cristiana).

    2.3. La crisis de paternidad

    2.3.1. En el mbitode la relacin personal

    Las generaciones ms recientes han vivi-do un sentimiento de cierto rechazo de to-da autoridad, percibida como interferen-

    cia con los propios derechos o la libertadpersonal. Los padres tambin han tira-

    do la toalla ante los hijos. Tal vez se ha da-do una cierta claudicacin en la funcin

    paterna y se ha generado una cierta idola-tra de la propia autonoma personal. Soyyo quien decide en lo que se refiere a mi

    propia vida, a mi futuro, a mis opciones.Nadie ms tiene que decidir en esto. A loms, podrn entablarse relaciones deconsejo no vinculante, cosa que no se-ra poco.

    2.3.2. En el mbito institucional

    En el contexto eclesial se da un descrdi-

    to notable de toda posible funcin pater-na atribuida a la jerarqua, percibida co-mo paternidad impuesta y poco dialogada.Vamos hacia un borreguismo mediticocolectivo (papolatra), hacia un rechazo dela funcin paternal en el seno de la co-munidad creyente, al menos en lo que ata-e a lo oficial.

    Slo se reconoce una posible paterni-

    dad de miembros de la jerarqua comoexcepcin. De entrada, la doctrina ofi-cial no merece acogida. Hay un ciertosentimiento y prejuicio de que no tienennada que decirme. S se acepta la pater-nidad creyente cuando no se pretende im-

    poner, sino que se convierte en ofreci-miento libre (caso de Taiz), desde laverificacin de la autenticidad creyentedel PE. Es preciso recuperar el sentido deautoridad en la Iglesia, como servicio noimpositivo, desde una profunda actitud deescucha y de acogida entre hermanos. Serequiere un cambio de lenguaje y de sim-

    bologa en la expresin de la autoridadapostlica, que permita el autntico di-logo entre creyentes y seguidores de

    Cristo, sea cual sea su funcin de servicio(aun ministerial) de cara a la comunidad.

    12

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    2.4. Padre/madre espiritual,

    sacramento de la paternidad

    de Dios

    Probablemente, en todo rechazo se expre-sa precisamente la necesidad de aquelloque se rechaza, pero convertido. Estaconversin ha de ser mutua: de quien sesienta llamado a ser PE y de quien buscael acompaamiento de la Iglesia. Estocomporta volver a los orgenes del servi-cio de PE en oriente y occidente, recupe-rando las actitudes que hemos sealadoms arriba. Segn A. Mercatali el PE: Hade ser la persona que ofrece y despiertaconfianza, que ha comprendido el valorde la participacin, que ve la necesidad deconcretar y puntualizar lo que es esencialen los problemas, que estimula la realiza-cin de los planes de Dios sin ignorar el

    proyecto individual y social de la perso-na, que indica el camino que, a travs deCristo, lleva hacia el Padre. Es, y quiereser, la imagen de este Padre, de quien vie-ne toda paternidad en este mundo.

    Poder llegar a ser este sacramento (ex-presin eficaz y visible) de la paternidadde Dios comporta, entre otras, estos as-

    pectos y actitudes:

    Ser una persona esencialmente di-nmica, llevada por la fuerza delEspritu, siempre con deseo eficaz de

    renovacin y de actualizacin. Ser capaz de asumir la responsabi-lidad educativa y, por tanto, mante-nerse permanentemente en formacinespiritual y teolgica, y tambin hu-mana en general. No puede estar ale-

    jado del mundo real (social y poltico)en el que todos intentamos encontrar

    a Dios y hacer su voluntad, ya que esah donde se cuece el Reino.

    Tener madurez interior humano-es-piritual. Por tanto, ser profundamentehumano y capaz de ser afectado portodo lo que es humano. Capaz de aco-ger el don de Dios y de decidir con li-

    bertad. Disposicin muy respetuosa paracon la accin de Dios, andando siem-

    pre como de puntillas en lo que ataea la accin de Espritu. No dar nada

    por sabido o por supuesto, ni condi-cionar nada: no prevenir precipitada-mente las acciones del Espritu.

    Ha de tener claro que el protagonis-ta del camino cristiano es Dios mismoque se quiere comunicar y quieredejarse encontrar por el que lo busca.Lo nico que tendr que hacer es des-cubrir lo que pudiera ser impedimen-to e iluminar el camino interior.

    El PE ha ser consciente de que suministerio es una misin de la Iglesia,

    que ha de ir orientada hacia la comu-nin eclesial, y esto ha de ser bien en-tendido por la persona acompaada.

    Para poder ser este sacramento de lapaternidad de Dios se requiere evitar todaposible desfiguracin de su rostro, y paraello hay que andar muy atentos exami-nando en todo momento la actuacin de la

    propia relacin como PE con la personaacompaada, de manera que:

    No se caiga en cualquier forma deautoritarismo, especialmente en el ca-so de fragilidad psicolgica que pue-de darse en ciertas personas, impo-niendo el propio pensamiento o las

    propias normas y maneras de hacer.

    Guardarse de la actitud paternalistaque se inclina ms a proteger que a

    13

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    orientar y aconsejar, pretendiendo evi-tar a la persona acompaada, tal vezinconscientemente, el riesgo de afron-tar la vida cristiana en la oscuridad dela fe.

    No pretender imponer la propia espi-ritualidad como quien transfiere valo-res espirituales, con el peligro de caeren nominalismos o mimetismos.

    Evitar la relacin de maestro conalumno dcil que se abandona pasiva-mente en manos del maestro, neutrali-zando la iniciativa de la persona acom-

    paada y neutralizando la accin delEspritu.

    No entregarse nunca a una direccinpreceptiva en la que se determine cla-

    ramente lo que hay que hacer, cosaqueinduciraalapasividadyanopen-sar por uno mismo.

    Estar alerta sobre la manera comose va urdiendo la relacin, para evitarlazos afectivos neutralizadores de larelacin paternal en el Espritu. La re-lacin del PE con el acompaado nohadecolmar,enunouotrosentido,las

    posibles necesidades afectivas que ca-da uno puede arrastrar consigo desdesu historia personal. Lo cual no impli-ca que la relacin haya de moverse por

    caminos de rigidez o distancia afecti-va. El afecto ha de hacerse presentepara que la relacin sea humana yevangelizadora.

    14

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    3.1. El horizonte

    del acompaamiento espiritual

    Es evidente que las relaciones entre per-

    sonas siempre andan mediatizadas porlas actitudes que adoptan unas frente a lasotras (costumbres, culturas, tradicionesfamiliares, acontecimientos histricos):actitudes paternalistas, de dominio, de su-misin, etc.29 El directivismo que recha-zamos tiene mucha relacin con estasactitudes. Quisiramos hallar formas omaneras de acompaamiento positivo y

    constructivo en orden al crecimiento inte-gral de la persona que tenga como punto

    de partida su situacin real, y como hori-zonte ltimo el Reino de Dios.

    Por esto me ha parecido convenientehacer una lectura rpida de las pginasdel NT intentando descubrir pautas uorientaciones que ayuden a ver cules sonlas actitudes bsicas del discernimientocristiano, a fin de que la relacin de acom-

    paamiento sea aquella expresin sacra-mental de la relacin entre el padre espi-ritual (el que engendra en la fe)30 y elhijo, como decamos ms arriba. Inme-

    diatamente me vienen a la mente las pala-bras que la comunidad de Mateo pone en15

    3. DIRECCIN ESPIRITUALVERSUSACOMPAAMIENTO (2)

    Ya lo hemos propuesto como una clave para comprender el sentido delacompaamiento cristiano en el camino del seguimiento del Seor y del cre-cimiento en la fe. Decamos que el que acompaa tendra que ser como unsacramento de la presencia lcida, amorosa y misericordiosa del Padre; eneste sentido postulbamos la conveniencia de recuperar la figura del padreespiritual, presentando un breve resumen histrico de esta figura a lo largode la historia de la Iglesia. Observbamos entonces que haba habido uncambio en la concepcin de este ministerio eclesial desde el acompaa-miento hacia la direccin, cosa que implicaba la evidente necesidad de

    rechazar cualquier forma de directivismo en la relacin espiritual.

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    boca de Jess hablando con los fariseos ymaestros de la Ley:

    No os hagis llamar maestro, por-que slo tenis un maestro, y todos

    sois hermanos; ni dis a nadie el ttu-lo de padre aqu en la tierra, porqueno tenis ms que un solo Padre, queest en los cielos; ni os hagis llamarguas, porque slo tenis un guaque es Cristo. El ms importante entrevosotros que sea vuestro servidor. Elque se enaltece ser humillado, pero elque se humille ser enaltecido. (Mt

    23,8-10).Estas palabras no han de darse nunca

    por supuestas, y tendran que ayudarnosen todo momento cuando se trata de eva-luar y examinar cualquier servicio ecle-sial, especialmente cuando se trata delministerio del acompaamiento o ense-anza entre cristianos. Vayamos, pues, auna ojeada rpida por las pginas del NT.

    3.2. Actitudes bsicas

    del acompaamiento cristiano

    En el NT no hallaremos ningn tipo detratado sobre el acompaamiento espiri-tual, aunque s hallaremos algunas pin-celadas significativas impresas como de

    paso, que nos permitirn ver cules po-dran ser las actitudes bsicas del discer-nimiento cristiano. Nosotros, con la largahistoria de la Iglesia, postulamos la con-veniencia de algunos procesos de bsque-da en el camino del que quiera seguir aJess. Nuestra lectura habr de servir deorientacin tanto para el que acompaacomo para el que es acompaado.

    Pablo escribe a los cristianos de Ro-ma (a los que piensa visitar pronto) que si

    quieren conocer eficazmente la voluntadde Dios (conocer y responder), les es ne-cesario renovar la mentalidad y su mane-ra de estar en el mundo.

    No os amoldis al tiempo presente;dejaos transformar y cambiad vuestrointerior, para que podis reconocer lavoluntad de Dios, lo que es bueno y lees grato y perfecto. (Rm 12,2)

    Estando en prisin, Pablo escribe alos de Filipos la carta ms transida de go-zo. Sin rastro alguno de amargura o derencor, les habla de la necesidad del amor

    para poder ver y conocer con clarividen-cia lo que les es ms conveniente para lle-gar a vivir en plenitud con Cristo. Hayque dejarse llenar por el amor que vienede Dios.

    Pido en mi oracin que vuestro amorse llene ms y ms hasta desbordarseen el conocimiento y la clarividencia

    para que podis discernir lo que msos conviene. As llegaris puros y sintropiezos al da en el que Cristo ha devenir. (Fl 1,9-10)

    El autor de los Hebreos se queja deque sus lectores/oyentes parecen andarhacia atrs en el camino de la fe: denun-cia un proceso de infantilizacin. Pabloquisiera sacudirles para que se hicieran

    adultos en la fe, cosa que comporta y seexpresa en la lucidez a la hora de decidir.

    Los que slo se alimentan de lecheson incapaces de conocer lo que es

    justo, ya que son slo nios. El ali-mento slido, en cambio, es propio delhombre adulto que, a causa de la ex-

    periencia, tiene los sentidos acostum-

    brados a discernir entre el bien y elmal. (Hb 5,13-14)16

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    Ya en el primer escrito cristiano queconservamos, la primera carta de Pablo,se subraya la necesidad de no extinguir(como si se hablara de fuego) el Espritu,(que se manifiesta en el carisma proftico

    presente en la comunidad de los creyen-tes) a fin de poder discernir, a lo largo delcamino del seguimiento de Cristo, aquelloque es bueno.

    No apaguis el Espritu, no despre-ciis los dones de profeca. Probadlotodo, y quedaos con lo bueno. (1Te5,19-21)

    Ojo con el peligro de ingenuidad: elcristiano no se puede fiar de cualquierviento que sople; ha de tener criterios

    para descubrir los falsos profetas. Esto escosa que viene de lejos en la tradicin

    bblica. Ignacio, en la segunda semana delos Ejercicios pone especial atencin enlos movimientos del mal espritu subangelo lucis y al peligro de los autoen-gaos tambin en la vida apostlica. JuanXXIII, en el discurso inaugural del Con-cilio Vaticano II (1962) nos adverta so-

    bre los profetas de calamidades,31 quepretenden neutralizar la fuerza del Espri-tu, etc. Sabemos cmo se manifiesta elEspritu por sus efectos: sus dones (Cf.Ga 5,22; Is 11,1ss).

    Queridos mos, no os fiis de cual-quier espritu, antes comprobad si losespritus proceden de Dios; pues mu-chos falsos profetas han venido almundo. (1Jn 4,1)

    El captulo 12 de Lucas tiene comohilo conductor lo que podramos describircomo la lucidez que se requiere en la

    vida del cristiano. Jess se dirige en gene-ral a la gente que le escucha:

    Guardaos de la levadura de los fari-seos; lo que habis dicho en secreto losacarn a plena luz. A vosotros, ami-gos, os dir a quin tenis que temer:cuando os lleven a las sinagogas,... el

    Espritu Santo os ensear en aquelmomento lo que tendris que decir.Estad alerta, guardaos de toda ambi-cin de riqueza...; la vida del hombreno proviene de sus bienes; vosotros

    buscad su Reino, y lo dems os lo da-r por aadidura. Procuraos bolsa delas que no se corrompen... porque don-de este vuestro tesoro all estar tam-

    bin vuestro corazn. Estad a punto, ycon el cuerpo ceido y las luces en-cendidas..., porque el Hijo del Hombrevendr a la hora en que menos pensis.Dios pedir mucho a aquellos a quie-nes ha dado mucho; reclamar ms deaquellos en los que ha confiado ms...He de ser bautizado, y cmo deseoque esto se cumpla! (Lc 12,1-50)

    Finalmente, la comunidad de Lucas,despus de presentar a Jess mismo comocriterio de discernimiento, (necesidad deoptar por l o contra l) hace referencia alo que desde hace algunos aos expresa-mos como la necesidad de estar muy aten-tos a los signos de los tiempos.

    Y deca tambin a la gente: Cuandovis que sube una nube hacia poniente,enseguida decs: Viene lluvia. Y lle-ga la lluvia. Y cuando sopla viento demedioda decs; har calor, y lo ha-ce. Hipcritas, sabis interpretar el as-

    pecto de la tierra y del cielo, y no sa-bis comprender los tiempos en quevivimos? Por qu no discerns vos-

    otros mismos lo que conviene hacer?(Lc 12,54-57)

    17

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    Mateo, en el captulo 16, tiene prra-fos semejantes que se refieren tambin ala lucidez que se requiere. En este caso,sin embargo, se dirige a los fariseos ysaduceos que llegan a l para ponerle a

    prueba: les dice que han de ser lcidospara interpretar los signos de los tiempos.

    Jess les respondi: Cuando llega elocaso decs: Cielo rojizo, buen tiem-

    po. Y al amanecer: Cielo rojo y oscu-ro, mal tiempo hoy. Vosotros sabis,

    pues, interpretar el aspecto del cielo, yno sois capaces de interpretar los sig-

    nos de los tiempos? (Mt 16,2-3).Estas actitudes que hallamos de mane-

    ra dispersa en el NT son las que nos indi-can cmo hemos de acertar en la manerade acompaar y de dejarse acompaar enel camino de la bsqueda y del encuentrodel Seor. Es el camino de la sabidura, eldon que peda el joven Salomn (tradicindeuteronmica) cuando iba a comenzar su

    liderazgo en el pueblo de Israel (Sb 9,1ss):Envame la Sabidura desde las altu-rassagradasdeloscielos...afindequeme sea ayuda y yo pueda conocer loque te place.

    En este sentido podramos decir quela primera actitud que se requiere es la deldeseo de recibir como don la Sabidura

    del corazn:Ensanos a contar nuestros das, pa-ra que alcancemos la sabidura del co-razn. (Sl 90,12)

    3.3. El acompaamiento, camino

    pascual

    Es evidente que el texto paradigmticode todo acompaamiento personal se ha-

    lla en el evangelio de Lucas, concreta-mente en el captulo 24, que nos presentaaquel par de discpulos o seguidores deJess que salen de Jerusaln haciaEmas. Pero ahora quisiera detenerme en

    el evangelio de Juan para observar culesson los motivos que bloquean la expe-riencia de encuentro con el resucitado.Por qu? Pues, porque el que quieraadentrarse en el camino del crecimientoen la fe y busca en la Iglesia un acom-

    paamiento personal a menudo se hallaafectado por situaciones de bloqueo (talvez inconsciente) que le impiden el en-

    cuentro consigo mismo y con el Seor re-sucitado. La pedagoga del padre/madreespiritual tendr que ayudar al acompaa-do para que l mismo se d cuenta de elloy quiera atravesar las mallas y cercas desu situacin concreta.

    3.3.1. La desesperanza

    En el caso de Emas es evidente que loque cierra sus ojos y sus corazones esla desesperanza: han perdido la esperan-za, y esto les mueve a huir hacia delante.Y entonces, en este camino falso, es don-de precisamente el mismo Seor viene asu encuentro, sin que ellos lo reconoz-can.

    Sus ojos eran incapaces de recono-cerle... Esperbamos que l sera elLiberador de Israel, pero he aqu queestamos ya en el tercer da desdeque pas todo esto... (Lc 24,16-21).

    Pasemos a los relatos de la presenciadel Seor resucitado en el cuarto evange-lio. Qu aspectos hallamos que bloquean

    el posible encuentro con el Crucificado-Resucitado?18

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    3.3.2. El miedo

    El miedo de los discpulos que les lleva acerrarse y meterse como en un aparenterefugio. El hecho de compartir el miedo y

    de apenarse por lo que les ha pasado pare-ce que les da una sensacin de mayorseguridad (falsa). Pero el Seor, porqueha resucitado, puede entrar dentro de sumiedo y abrirles puertas y ventanas. Eslo que Juan XXIII profetiz para la Igle-sia que haba que abrir puertas y ventanas

    para sacudir el miedo al mundo en mediodel mundo.

    Al anochecer de aquel da, que eradomingo, los discpulos, por miedo alos judos, tenan cerradas las puertas.Jess se present, se puso en medio deellos y les dijo: Paz a vosotros. (Jn20,19).

    3.3.3. La incredulidad

    Es el caso de Toms: el pragmatismo, labsqueda de resultados certificables, elpretender que todo se adapte a los propiosesquemas mentales; es cerrar la entrada almisterio en la propia vida; querer situarse

    por encima de todo y de todos dejando delado la comunidad. Pero slo el Seor,

    porque es el Resucitado, se puede presen-

    tar con las mismas llagas del Crucificadoy convertir el corazn incrdulo en adhe-sin personal.

    Ellos le dijeron: hemos visto al Se-or. Pero l les contest: Si no veo ensus manos la marca de los clavos y nometo el dedo en la herida de los cla-vos y meto la mano en su costado, no

    lo creer... Seor mo y Dios mo.(Jn 20,25.28)

    3.3.4. El dolor excesivo

    Es el caso de Mara Magdalena. Los ma-les nunca llegan solos: ayer asesinaron asu maestro y amigo, y hoy roban su cad-ver. Lo que faltaba! El hortelano debesaber alguna cosa: si te lo has llevado,dime dnde lo has puesto. Slo el Seorresucitado podr romper esta espiral defatalismo y transformar el dolor en lugarde encuentro personal.

    Mara se queda fuera llorando, cer-ca del sepulcro. Y estando ella lloran-do, se inclin para mirar hacia dentro

    del sepulcro y vio dos ngeles vesti-dos de blanco, sentados en el lugardonde haba sido puesto el cuerpo deJess, uno en la cabecera y el otro alos pies. Ellos le dicen: Mujer, porqu lloras? Ella responde: Se han lle-vado a mi Seor, y no s donde lo han

    puesto. (Jn 20,11-13)

    3.3.5. La culpabilidad

    En el caso de Pedro no era un complejo:era la dura realidad. Haba negado a Jessen el peor momento en que poda hacerlo(Jn 18,25-27). l no poda salir de esto pors mismo. Era como una losa que tendraque llevar encima. Pero el Seor, porquehaba resucitado, le acogi y le permiti

    explicarse: le perdon, y l se sinti per-donado y ms amado que nunca.

    Despus de comer, Jess pregunto aSimn Pedro: Simn, hijo de Juan, meamas ms que stos? El respondi: S,Seor,tsabesqueteamo.(Jn21,15)

    3.3.6. El fracaso apostlico

    Siempre llega. Un da u otro. TambinJess fracas... Hay muchas causas, no

    19

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    siempre las de la edad. El cristiano, por-que sigue a Jess, sabe que l tambinest subiendo a Jerusaln y va anuncian-do la cruz en su camino...32 Pero no siem-

    pre lo acaba de tragar, y cuando llega,

    siempre le sorprende. A veces la crisis sehace demasiado larga y se experimentauna terrible soledad y sensacin de haber

    perdido el tiempo durante demasiadosaos. Toda la noche sin haber pescadonada! Pero el Seor, porque ha resucita-do, se hace presente y le devuelve en elsentido de todo.

    Salieron, pues y subieron a la barca,pero aquella noche no pescaron nada.Cuando despunt del da, Jess se pre-sent junto al lago, pero los discpulosno reconocan que fuera l. EntoncesJess les dijo: Muchachos, tenis al-go para comer? Le respondieron: No.l les dijo: echad la red a la derechade la barca y hallaris pescado. (Jn

    21,4-6).La misin del padre/madre espiritual

    que acompaa al creyente siempre tendrque tener como horizonte ayudarle a des-cubrir cules son sus bloqueos, a fin deque l pueda traspasar estas barreras paraencontrarse consigo mismo y con el Se-or en la propia realidad existencial.

    3.4. Acompaar hacia la comunin

    eclesial

    Leyendo algunos fragmentos del NT noshemos dado cuenta de que acompaar esayudar a dar el paso desde la bsquedahasta el encuentro con el Seor. Desde elcontexto pascual, hemos visto cmo

    acompaar quiere decir traspasar lasbarreras hacia el encuentro con el Resu-

    citado. Ahora, tambin sobre el trasfondopascual en el que vivimos y en el que vivela Iglesia, podemos entender que acom-

    paar es ayudar a reencontrar (y volver a)la comunin eclesial.

    Tengo la impresin de que leemos ymeditamos poco las narraciones evang-licas de las apariciones de Jess; ymenos an elApocalipsis, que tiene comoargumento la glorificacin de Jess con lacomunidad martirial; o la carta a los He-

    breos, y aun los Hechos de los Apstoles.Permitidme que, en clave ignaciana, digaque tal vez no hemos entrado suficiente-

    mente y a fondo en la cuarta semana, yque tal vez, cuando hacemos los ejerci-cios, perdemos demasiadas horas enPrincipio y Fundamento, y dejamos delado la cuarta semana.

    Como sabis, hablar de la resurrec-cin de Jess no tiene nada que ver concualquier gnero de final feliz, y, encambio, tiene mucho que ver con el cono-cimiento (interno), la profundizacin ytransformacin de la realidad en la quel, y nosotros con l, estamos viviendo.El mensaje central del evangelio (kerig-ma) fue el hecho de que el Padre glorifi-c al que fue crucificado, y que ste siguepresente y vivo entre nosotros en la histo-ria con en el Espritu.

    Esta presencia del resucitado tiene suorigen en la comunin de Dios-Trinidady culmina en la comunin con Dios-Trini-dad: la comunin de nosotros con el Hijoen el seno de la comunin dentro de Diosmismo. Por esto la presencia del Resucita-do genera comunin, rene para la comu-nin. La Iglesia es sacramento de ello.

    Cuando la Iglesia acompaa a travs

    del ministerio del padre/madre espiritual,ayuda y anima a caminar hacia la comu-

    20

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    nin. Efectivamente, todos los impedi-mentos de los que hemos hablado, el mie-do, la incredulidad, el dolor, la culpabili-dad, el fracaso... tienden a bloquear la vi-da de crecimiento en la fe, en la medida

    en que paralizan al creyente o le hacenperder la libertad. Y en este sentido, tien-den a romper la comunin, a frenar lavida de la comunidad, a neutralizar la vi-da del seguidor de Jess. Por esto la aco-gida lcida del padre/madre espiritual hade ayudar a transformar esas situacionesaparentemente negativas, a fin de que elque es acompaado resucite a una vida

    nueva con Cristo glorificado, sin dejar deasumir la realidad y tomndola siemprecomo punto de partida. La resurreccinlleva siempre a la comunin o, ms bien,la resurreccin es la misma comunin.

    As se explican los relatos evangli-cos de la presencia del Resucitado: el en-cuentro del primer da de la semana en laEucarista de la comunidad; el anuncio ala comunidad que hace Mara; el descu-

    brimiento del Seor por los de Emas enla fraccin del pan, la comunidad de losdiscpulos que con la madre de Jessesperan la venida del Espritu... Y tam-

    bin, en el Apocalipsis donde se canta la

    comunin total con Dios en la comunidadmartirial, etc.

    3.5. Resumiendo

    El servicio del padre/madre espiritual seconvierte en sacramento del amor delPadre que acoge al que es acompaado yle lleva a la comunin pascual-eclesial. Elque acompaa se convierte en expresinde la presencia pascual del Crucificado-Resucitado, quien se hace presente paratransformar los impedimentos en lugaresde encuentro con el Seor. La pedagogadel padre/madre espiritual est orientadaa promover unas actitudes que permitandejar que el Amor entre y lo transformetodo, iluminndolo, en la vida del acom-

    paado.

    21

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    4.1. Ministerio de acompaamiento:

    un carisma en la Iglesia

    4.1.1. Acoger el don recibido

    Difcilmente podra desarrollarse este ser-vicio si antes la persona llamada a este

    ministerio no ha experimentado a lo largode los aos y en diversas circunstancias elbeneficio de haber sido acompaada.Para poder ofrecer el servicio de acompa-amiento se requieren experiencia ymadurez humana y espiritual, que difcil-mente se adquieren sin haber estado bajola gua de un buen maestro. Todos somosconscientes de que, de una u otra manera

    ms o menos formal, ha habido personasque nos han dado una mano a lo largo de

    la vida: personas que han sido para no-sotros maestros y que se han convertidoen puntos de referencia en nuestro creci-miento humano y espiritual. Y esto noslo en nuestra infancia, adolescencia yjuventud, o en tiempos de formacinexplcita, sino tambin en la vida adulta.El hecho de haber experimentado el

    beneficio de un maestro espiritual prepa-ra y dispone para el carisma que generanuevos padres/madres espirituales, nue-vos maestros en el espritu.

    Nada se improvisa en la vida, y, me-nos an, la acogida de este carisma delque hablamos. Hay una historia de cre-

    cimiento como discpulo (en realidadsiempre somos discpulos y estamos en

    22

    4. EL ACOMPAAMIENTO DEL QUE ACOMPAA

    Podemos preguntarnos: por qu tal persona ofrece el servicio de acom-

    paar a otros cristianos en el camino del seguimiento de Cristo? Puedendarse muchas razones accesorias, pero la ms importante es que esa per-sona ha recibido un carisma y que la comunidad lo ha reconocido de algu-na manera, y le ha encargado que lo acoja y lo ponga al servicio de laIglesia. Efectivamente, el acompaamiento espiritual es un don recibido, ycomo todo don autentico se convierte en tarea para el que lo recibe.33

    Puesto que es un don, hay que agradecerlo con humildad; y, siendo unaoferta gratuita por parte del Espritu, conviene cultivarlo.

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    edad de aprender!) que es la infraestruc-tura y el humus en el que se va generan-do la llamada a la direccin espiritual.

    4.1.2. Cultivar el don recibido

    Creacin de infraestructura

    Es verdad que sabemos de casos muyexcepcionales de grandes maestros deespritu que no haban tenido ninguna o

    poca formacin acadmica; por ejemplo,el del buen hermano Alfonso Rodrguez,del que ya he hablado. O tambin, el delCura de Ars. Y tambin es verdad que

    muchos otros sabios y doctores fueronintiles en el campo de acompaamientoespiritual. Podemos recordar las quejas deSanta Teresa de Jess y las invectivasde San Juan de la Cruz en este punto. Sinembargo, hemos de afirmar que se re-quiere una formacin suficiente a partede la escuela de la vida en humanidades,en teologa, espiritualidad y psicologa.Una formacin que nunca podr darse

    por terminada, sino que habr que iractualizando. Una formacin que nosayude y nos ilumine para que seamos mshumanos y ms divinos, que nos haga

    profundizar en el conocimiento de laspersonas, que nos haga crecer en el amordiscernido, que nos haga desarrollaraquel sexto sentido del que hablbamosms arriba, para ser sensibles a la voz deDios y a la accin del Espritu. Una for-macin que nos haga estar atentos a lossignos de los tiempos, a las corrientes de

    pensamiento, a la sensibilidad cultural,etc.

    Todo ello demanda invertir en forma-cin permanente, tiempo y dedicacin,

    atencin a todo lo que pasa a nuestro alre-dedor, experiencia y contacto directo con

    la pobreza, el dolor, etc. El padre/madreespiritual se va haciendo y formando daa da. El que se para en tal formacin, seconvertir gradualmente en impedimentoa la accin del Espritu en l mismo y en

    los otros a travs l.

    La escuela de los Ejercicios

    Hablo de ella porque ha sido mi escuela.Soy consciente de que no es, ni muchomenos, la nica. Gracias a Dios, la histo-ria de la accin del Espritu en la Iglesiaha sido muy rica y se ha manifestado

    en la diversidad de carismas recogidos endiversas escuelas de espiritualidad. En es-te sentido, hemos de decir que el mismoIgnacio de Loyola recibi mucho de sucontacto con la escuela benedictina a tra-vs de los monjes de Montserrat.34

    Diversidad de espritus

    A lo largo del mes de ejercicios se vaexperimentando la diversidad de espritusy se va aprendiendo a distinguir el origende las mociones y movimientos internos;qu tcticas son del buen espritu, y cu-les pueden ser del malo; el gozo de laconsolacin espiritual; el desconsuelo dela desolacin; la paciencia en el caminode todo proceso; la iluminacin interior...,en definitiva, cmo Dios habla realmentey cmo es posible orle y dejar que hagaen y con nosotros su voluntad, y, almismo tiempo, cmo surgen de dentro denosotros las resistencias y estorbos a suaccin.

    Los Ejercicios son un tiempo de de-sierto intenso: una escuela de vida sincobijo, que nos recuerda la vivencia que

    habra hecho Jess al comienzo de suvida pblica: Jess, lleno del Espritu23

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    Santo, se volvi al Jordn; y el Espritu lecondujo al desierto durante cuarenta dasy era tentado por el diablo (Lc 4,1).

    La escuela de los Ejercicios hacenacer y desarrollar aquel sexto sentido de

    discernimiento espiritual, que es elementoesencial e imprescindible para cualquiermaestro de espritu.

    Ser discpulo

    El que practica los ejercicios tiene al ladodesde el primer momento una personaque los dirige y que le visitar, normal-

    mente, una vez al da.35 Con confianza leexpondr brevemente cules han sido susconsolaciones y desolaciones y, en gene-ral, los movimientos interiores [EE 6]; elacompaante le ayudar proponindole lamanera cmo ha de meditar y contemplar[EE 6]; si ve que el ejercitante est deso-lado o tentado... le dar nimos y fuerzas

    para seguir adelante, descubrindole las

    astucias del enemigo de natura humanay haciendo que se disponga para la con-solacin venidera [EE 7]: segn las nece-sidades del que los recibe, podr pro-

    ponerle las reglas de la primera y de lasegunda semana para conocer los di-versos espritus [EE 8; cf. 313-327;328-336].

    La mxima pretensin del acompa-ante es que, buscando la divina volun-tad, el mismo Creador y Seor se comu-nique con su nima fiel, abrazndola ensu amor y alabanza y disponindola por elcamino en que mejor le podr servir enadelante [EE15].

    La direccin del acompaante paracon el discpulo tiene la funcin de

    catalizador que permite y posibilita,como una reaccin qumica, el encuentro

    directo del Seor con el que hace losEjercicios. sta ser la principal escueladel que se va preparando para desarrollarel posible carisma de acompaamiento.Lo cual no quiere decir que todos los que

    hacen Ejercicios tengan automticamenteel carisma de acompaantes; pero s quelos Ejercicios, y el hecho de haber sidoacompaado en ellos en la iniciacin aldiscernimiento espiritual, es como una

    base para el carisma del que hablamos.

    Dar Ejercicios

    Siempre hay una primera vez: la primeravez que uno se hall siendo el que losdaba, con todos los miedos del mundo, ycon toda la ilusin de un estreno. Todossabemos cmo nos ayud el trabajo enequipo al dar Ejercicios: el poder com-

    partir y comentar con compaeros msexperimentados en las incidencia de laexperiencia36: un largo aprendizaje hasta

    levantar el vuelo, viendo cada da conms clarividencia que el nico maestro esel Espritu y que la tarea del que da losEjercicios es la de no poner palos en lasruedas y dejar obrar al Seor.

    El maestrazgo del que da los Ejer-cicios viene a ser como una mayutica deldiscernimiento espiritual que ayuda al quelos practica a descubrir cmo acta en lla accin de Dios y cmo se generan enl mismo resistencias. A la vez se propo-nen recursos y modos de proceder segnlos casos.

    Por esto, el mismo hecho de dar Ejer-cicios se convierte en escuela para apren-der a acompaar, ya que los Ejerciciosvienen a ser como una especie de pista de

    pruebas de lo que es la vida real, supues-to que el acompaamiento del padre/ma-

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    dre espiritual se desarrolle en el mbitode la vida normal de la gente. Ms an, elhecho de dar Ejercicios y, en general,el de acompaar a otros, se convierte encausa mutua de crecimiento personal. Al

    menos, as tendra que ser. La preguntasera: Cmo ha de crecer todo acompa-ante? Ignacio lo supone A fin de quetanto el que da los Ejercicios espiritualescomo el que los recibe se ayuden y seaprovechen mejor [EE 22]. En este con-texto, nos habremos de plantear la eva-luacin en un doble sentido: como mediode mejorar profesionalmente como

    acompaantes y como medio para crecerpersonalmente por el mismo hecho deacompaar a otras personas.

    4.1.3. Evaluar

    Evaluacin personal

    El primer acompaamiento necesario parael que acompaa es del mismo Espritu.

    Qu quiero decir? Quiero decir que hayque ir examinando cmo se hace el ser-vicio de acompaamiento en un contextode oracin. El que ha hecho los Ejercicios,si ha aprendido alguna cosa es a exami-narlo todo para que no se le escape nadade lo que haya podido suceder; y sabeque, precisamente gracias a que lo exami-na todo, muchas veces se le escapanmuchas cosas. Gran aprendizaje! Estamisma escuela del examen es la que haenseado al acompaante a evaluar tam-

    bin su actuacin en el servicio de acom-paar a otros en el camino del dis-cernimiento y del seguimiento de Cristo.37

    Podramos formular algunos crite-rios/cuestionamientos sencillos y elemen-

    tales que podran orientar este examenpersonal:

    He orado por la persona a la queacompao?

    He sabido escucharla?

    He hablado demasiado en la entre-

    vista?He actuado de manera que le hayaimpuesto mi yo, hablndole de m,de mi experiencia, de lo que m ya meha pasado, etc.?

    He actuado como consejero que yatiene la solucin?

    Me he dejado afectar demasiado, yesto me tiene angustiado?

    He actuado como salvador?

    Me he dado realmente cuenta de susituacin, acogindola como un mis-terio de profundo respeto?

    He entrado en el juego de ser cole-ga?

    Pienso que tal vez se requerira al-gn tipo de acompaamiento ms

    teraputico? He sido honesto y le hepropuesto la ayuda de un profesional?

    Me doy cuenta de su proceso? Vaadelante? Hemos llegado a una si-tuacin de estancamiento? Habraque pensar en ir acabando el acompa-amiento de esta persona?, etc.

    Sera bueno tomar notas y formular

    brevemente el fruto de este examen sobreel acompaamiento.

    Evaluacin en equipo

    Pienso que sera un desidertum; aunqueno lo he experimentado ni tengo conoci-miento de ningn equipo de este tipo. Talvez haya alguno. S que tengo experien-

    cia de evaluar en equipo la gua de gruposo comunidades,38 no de acompaamientos

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    personales. Aun as creo que sera conve-niente que los que se dedican a este mi-nisterio de acompaamiento personal

    pudiesen disponer de un equipo de eva-luacin suficientemente experimentado y

    estable. Expongo algunas razones.

    Objetivar la realidad

    La tarea de acompaar es tan personal ycasi intransferible que tiene el peligro decerrarse entre dos individualidades. Elriesgo de subjetivismo es evidente. A ve-ces, con todos los respetos y comillas

    que se quiera, y conociendo a determina-das personas que se dedican al acompa-amiento, uno no puede dejar de pensarque deben de ser muy directivas, o muy

    paternalistas. O demasiado espiritualis-tas. O que se deben producir muchas de-

    pendencias afectivas... Y, con todo, nopodemos hablar ms que en suposiciones;y uno puede pensar, y si esto mismo me

    est pasando a m? Y si otros lo obser-van y no se atreven a decrmelo?Por esto pienso que, siendo as esta

    labor, habra que poner los recursos parapoder objetivar la tarea que uno hace, sal-vando siempre, evidentemente, el secretoy la confidencialidad. Pensemos que nosestamos moviendo en el terreno de laconciencia y del secreto profesional.

    Reposar el espritu

    Por mucho que uno intente no dejarseabatir por las transferencias de los otros,el acompaante pasa a ser a menudocomo un amortiguador de los impactos dedolor, angustia, fracaso, oscuridades... delos acompaados. Y si stos no son uno o

    dos, sino muchos, o aunque se trate deuna sola persona, los propios mecanis-

    mos se resienten. Es verdad que podemosacudir a la oracin, que es el lugar dondeel acompaante ha de buscar reposo. Peroconvendra poder compartir, no tanto losimpactos, cuanto los efectos de stos a fin

    de poder reposar el espritu. El hechomismo de comunicarlos se convierte endifusor de la energa que en los impactosse va acumulando. Pero no slo eso: lacomunicacin del gozo de acompaar, dela manera como se va constatando el cre-cimiento y la accin del Espritu en tantas

    personas, se convierte tambin una nece-sidad bsica. De hecho se trata de poder

    clamar juntos los compaeros aquel gritopascual Es el Seor!. Tendramos quever la manera de sabernos decir esto, bus-cando ocasiones para poderlo comunicar.Reposar el espritu quiere decir recibir elconsuelo del Seor..., que todos necesita-mos, y particularmente los que acompa-amos a otros.

    Liberar afectos

    Aunque no queramos, se dan transferen-cias, y, puesto que somos humanos, no se

    puede hacer nada contra ello, ya que laspersonas nos afectan y se siguen relacio-nes afectivas. La rara habilidad de hacerque todo se mantenga en su sitio no esfcil, ni se aprende en uno o dos das. Si

    no podemos compartir con otros estosaspectos tan importantes en toda relacinhumana, caeremos en el peligro de vernosatrapados por ellos.

    Todo es cuestin de equilibrio y deproporcin. Las relaciones de acompaa-miento espiritual no son simtricas, pero

    pueden convertirse en simtricas, yentonces hay que tomar conciencia de

    ello y hay que procurar que otros puedanayudar. Se requiere, pues, un entorno

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    amable y lcido que permita la liberacinde los afectos.

    Iluminar procesos

    A veces nos sucede que estamos obse-sionados por algn tema, por lo que nosacontece con alguna persona, porque sen-timos como un estancamiento, por lo quesea, sin que sepamos qu hemos de hacer.En estos casos la pregunta capciosa es:T qu haras? Pero en realidad estosera entrar en un juego que no tiene sa-lida.

    En estas situaciones lo que se necesi-ta es poder formular la cuestin y saberque uno ser escuchado. Formular el pro-

    blema es la primera base de toda posiblesolucin. Pedir de entrada frmulas he-chas es no resolver el problema. Tal vezno haya soluciones objetivas; o tal vez s,

    pero de lo que se trata es de disponer dereferentes respetuosos que nos ayuden a

    formular e iluminar los procesos.

    Evaluacin con personasexperimentadas

    Es otro desidertum del que tengo algunaexperiencia. Por las razones que acabo desealar, pienso que es algo necesario. Meimagino a alguien mayor que yo, con

    quien poder compartir con cierta periodi-cidad el fruto de los exmenes de los quehe hablado. Evidentemente, respetando laconfidencialidad y el secreto necesarios.Lo entendera como una relacin anlogaa la que se da entre el que propone losEjercicios y el que los hace. Normalmen-te, en el encuentro diario a lo largo delmes, el tema de dilogo tiene como base

    el fruto de los diversos exmenes queIgnacio propone: el examen de la oracin,

    el particular, el del da, etc. Y qu es loque se comunica? Los movimientos delespritu que uno ha observado (o padeci-do!) a lo largo del da.

    Pienso que el servicio de acompaa-

    miento es a la vez gratificante y penoso,cosa que hace que en el acompaante se

    produzcan muchos movimientos inter-nos: podramos llamarlos consolacionesy desolaciones, en el sentido ignaciano. Y,si es as, no convendra poderlo comuni-car con alguien entendido en la materia?Si esto sucede mutatis mutandis en el des-empeo de otros trabajos u oficios en los

    que el profesional comparte, pide conse-jo, estudia los temas en equipo..., unopuede preguntarse, por qu no lo hace-mos nosotros? Por qu esta especie deautosuficiencia en los temas de acompa-amiento espiritual?

    4.2. Buscar y hallar

    un padre/madre espiritual

    4.2.1. Acompaamiento para todos

    Dejando ya lo que andbamos tratandoacerca de la necesidad de acompaamien-to del que acompaa para que puedacumplir bien su misin sin efectos secun-darios, nos hemos de plantear tambincmo ha de ser el acompaamiento espi-

    ritual de la propia persona para que puedaayudar y potenciar su propio crecimientoen el seguimiento de Jess. Yo dira quetodo seguidor de Jess necesita el acom-

    paamiento de la Iglesia. Necesita un pa-dre/madre espiritual. En otras palabras, elhecho de que su ocupacin principal osecundaria sea el de acompaar a otros,no le exime de tener que buscar l mismo

    un padre/madre espiritual. Un mdico ne-cesita tener un mdico.

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    Es verdad que la persona experimen-tada no necesita el mismo tipo de acom-

    paamiento que el que se est iniciando oest en formacin. Pero s necesita encon-trar un determinado ritmo.Algunos lo re-

    suelven en pequeos grupos de revisinde vida, cosa que es, ciertamente, una bue-na ayuda. Pero tal vez se requiera unamayor personalizacin. Pienso que una co-sa no excluye la otra. La experiencia nosdice que en determinados procesos hayque tomar determinaciones importantes,o que en determinados perodos de la vi-da (crisis) hay que buscar la persona que

    nos acompae y nos conduzca. Estosacompaamientos ocasionales son muyimportantes, y a todos nos han ayudado.Pero yendo ms all, me atrevo a postu-lar un ritmo ms habitual. Corremos el

    peligro de engaarnos a nosotros mis-mos, de estancarnos, de apropiarnos de lamisin que se nos ha confiado, de ir cadauno a la suya, de huir hacia adelante, de

    caer en el activismo y confundirlo conla cruz que hemos de cargar... El antdotode todo eso parece que va por la senda delexamen y de la evaluacin con un acom-

    paante. Esto vale para todo el mundo.O, al menos, eso es lo que a m me pare-ce.

    4.2.2. Dificultades prcticas

    En la prctica no es fcil buscar y hallarun buen padre/madre espiritual; y llega unmomento en que las inercias de la vidasimplemente nos arrastran. El camino delseguimiento de Jess se va convirtiendoen una especie de self-service ms omenos autosuficiente, que nos mete enuna campana de vidrio impenetrable a

    toda aportacin externa, con el peligro decreer que vamos adelante, mientras que,

    engaados con esta falsa percepcin, larealidad que se ve desde fuera tal vez seaotra. Porque, lo queramos o no, lo que nos

    pasa por dentro se manifiesta hacia afue-ra de una u otra forma. Podemos ador-

    narlo de actividad, generosidad, interspor los dems, espiritualismo..., pero larealidad no es precisamente aquello queaparece o que queremos que aparezca.

    Hallar la persona demanda voluntadde quererla encontrar y disposicin por

    parte de los/las que han recibido el caris-ma para ponerlo con sencillez al serviciode la Iglesia.

    4.3. A modo de anexo

    4.3.1. Acompaamiento y sacramentode la reconciliacin

    No hemos hablado hasta ahora de estetema, pero conviene tocarlo brevemente.Se dice que el sacramento de la recon-

    ciliacin est en crisis, pero la verdad esque la mayora de los cristianos que quie-ren avanzar, desean celebrar al menosalgunas veces en el ao (adems de lascelebraciones comunitarias del perdn) elsacramento de la reconciliacin de forma

    personal, a veces aprovechando unosEjercicios anuales o retiros acomodados alos tiempos litrgicos.

    Estos encuentros, realizados sin prisascon algn sacerdote conocido, puedenservir a menudo de acompaamiento. Unaespecie de combinacin entre sacramentoy dilogo. O, si se quiere, un dilogo peni-tencial que se convierte en dilogo espiri-tual y de evaluacin. Pienso que puedeser una buena prctica. Para muchas per-

    sonas experimentadas, un cierto ritmo deeste gnero puede ser suficiente (y nece-28

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    sario) para seguir adelante en el segui-miento del Seor. Lo cual no implica queyo pretenda mezclar sacramento y acom-

    paamiento, sino que slo sugiero que enla prctica, para algunas personas, los dos

    aspectos pueden coincidir precisamenteen la celebracin del sacramento.

    4.3.2. Aprender de los profesionalesde la psicologa

    Quisiera terminar con un breve excursus.Los profesionales de la psicologa tienenclaro que se necesita evaluacin (super-

    visin lo llaman ellos), para cumplirbien con su tarea. Suelen tener concienciade lo que pasa en el psiquismo humano, yespecialmente en las relaciones persona-les, de manera que, para evitar errores y

    para seguir aprendiendo en su profesin,siempre se plantean en una forma u otralas relaciones personales de supervisin.

    No soy yo quien he de explicarlo, pues no

    pertenezco a su gremio. La supervisincontempla, en primer lugar, la personasupervisada y su desarrollo como perso-na, siendo el objeto prioritario de la su-

    pervisin del terapeuta la de ayudar a sermejores terapeutas39. De manera seme-

    jante, podramos afirmar que la supervi-sin del que acompaa espiritualmentetendra que ser un medio requerido por la

    necesidad de convertirse en mejor padre/madre espiritual.

    Como ya dije, habra que aadir queal padre/madre espiritual le convienealguna supervisin, no slo como medio

    para desarrollar su cualidad profesio-nal, sino como medio para avanzar cadavez ms en su propio crecimiento por elmismo hecho de ser acompaado. Estome lleva a pensar que tal vez nosotros, losacompaantes, caemos en ingenuidad al

    pensar que nos las podremos arreglarsuficientemente por nosotros mismos,cuando en realidad lo que hacemos esdialogar, escuchar y hablar con personas,estando ellas y nosotros condicionados enun montn de aspectos psicolgicos que

    tal vez no conozcamos bien. Por eso creo,sinceramente, que en este aspecto, hemosde aprender de los profesionales de la psi-cologa.

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    1. San Ignacio en su Autobiografa 10: Estando

    una noche despierto recibi consolacin muyexcesiva, y qued con tanto asco de toda la vi-da pasada, y especialmente de cosas de carne,que pareca habrsele quitado del nima todaslas especies que antes tena en ella pintadas.Asdesde aquella hora hasta el agosto del 53, queesto se escribe, nunca ms tuvo ni un mnimoconsenso en cosas de carne; y por este efecto se

    puede juzgar haber sido la cosa de Dios.Santa Teresa de Jess, en su Libro de la Vidaexplica todo su largo proceso de conversin. En

    el captulo 32, narra una visin en la que sesiente transportada al infierno, que ella conside-ra que es el lugar al que le habra correspondidoir si Dios no hubiese sido misericordioso conella y no la hubiera iluminado sobre el sentidode su vida. Yo no s cmo ello fue, mas bienentend ser gran merced y que quiso el Seor yoviese por vista de ojos de dnde me haba libra-do su misericordia. (4) Fue una de las mayoresmercedes que el Seor me hizo. (5) De ah tam-

    bin gan la grandsima pena que me dan las

    muchas almas que se condenan...y los mpetusgrandes de aprovechar almas. (6)2. El mismo describe esta lucha interior en la carta

    a los Romanos 7,14-25.3. En la segunda semana de los Ejercicios, Ignacio

    propone la Meditacin de dos banderas: El3; considerar el sermn que les hace, y cmoles amonesta para echar redes y cadenas; que

    primero hayan de tener cobdicia de riquezas,como suele ut in pluribus, para que ms fcil-mente vengan a vano honor del mundo, y des-

    pus a crescida soberbia; de manera que el pri-mer escaln sea de riquezas; el 2, de honor; el3 de soberbia, y destos tres escalones inducea todos los otros vicios. [EE 142]

    4. Sl 8,5-7: Qu es el hombre para que te acuer-des de l? Qu es un mortal para lo tengas entu presencia? Le has hecho casi como un Dios.Le has coronado de gloria y de dignidad. Lohas hecho rey de las cosas creadas, todo lo has

    puesto bajo sus pies.5. Gn 1,27. Se halla en la redaccin sacerdotal y,

    por tanto, es del tiempo del exilio, a mediadosdel siglo VI aC.

    6. Este sera el sentido del relato Yahvista del pe-

    cado de Adn, Gn 3,5: el engao de hacer queAdn crea que sern como dioses. El Con-cilio Vaticano II [GS 13] dice: Creado porDios en la justicia, el hombre, sin embargo,

    por instigacin del demonio, en el propio ini-cio de la historia abus de su libertad, levan-tndose contra Dios y pretendiendo alcanzarsu propio fin al margen de Dios. Conocieron aDios pero no le glorificaron como a Dios... Elhombre, cuando examina su corazn, com-

    prueba su inclinacin al mal y se siente ane-

    gado por muchos males que no pueden tenersu origen en su santo Creador. Al negarse confrecuencia a reconocer a Dios como principio,rompe el hombre la debida subordinacin a sufin ltimo, y tambin toda su ordenacin tantoen relacin a lo que toca a su persona, comoen las relaciones con los dems y con el restode la creacin.

    7. Cf. Rm 6,22;5,12-21; Ga 6,7-9.8. San Ignacio en los Ejercicios [EE 102] presenta

    as la contemplacin de la encarnacin delSeor: Contemplar cmo las tres personasdivinas miraban toda la planicie o redondez detodo el mundo llena de hombres, y cmo,viendo que todos descendan al infierno sedetermina en la su eternidad que la segunda

    persona se haga hombre para salvar al gnerohumano; y as venida la plenitud de los tiem-

    pos embiando al ngel San Gabriel a NuestraSeora.

    9. El pregn pascual del Misal Romano, el cono-

    cido canto del dicono que comienza porExultet, explica al punto la razn principal deesta alegra: Oh felix culpa, quae talem actantum nos meruit habere Redemptorem... Ohculpa bienaventurada que mereciste que tuvi-ramos un tan grande y eximio Redentor.

    10. Desconozco otras tradiciones religiosas, en lasque tambin los grandes msticos han marca-do el tono ms autntico de su fe. Me imaginoque esta experiencia de desproporcin en la re-lacin de amor debe de hallarse muy presente.

    11. Canta San Juan de la Cruz: En una nocheoscura / con ansias en amores inflamada / oh

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    NOTAS

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    dichosa ventura! / sal sin ser notada / estandoya mi casa sosegada... / amada en el Amadotransformada! / Oh noche que guiaste! / Ohnoche amable ms que la alborada! / Oh no-che que juntaste Amado con amada! / Amadaen el Amado transformada.

    12. Una de les claves de lectura del Evangelio deLucas es el conocido iter lucanum: el caminohacia Jerusaln que comienza en la segunda

    parte del relato y explica el sentido de lamisin de Jess: subir a Jerusaln para entre-gar all la vida. Lc, 9,51.53;13,22;17,11;18,31;19,11.28.41.

    13. Mt 12,28; cf. Lc 7, 22; Mt 11, 4-5.14. Atanasio escribi la Vita Antonii. Nos dice que

    estuvo veinte aos solo en el desierto, y que alfinal acogi a una multitud de personas quequeran seguirle tenindole como maestroespiritual. Atanasio nos ha transmitido buena

    parte de la aportacin de Antonio al discerni-miento espiritual y al combate interior.

    15. (+397) Tuvo como maestros y guas personalesen su etapa de estudio como obispo (ya que

    pas de ser prefecto romano a ser obispo poraclamacin) a Basilio, Cirilo de Alejandra,Gregorio Nacianceno, y, muy cerca a su pres-

    btero Simpliciano, quien le sustituira en la

    dicesis de Miln.16. (+431) Gobernador romano, sintindose perse-

    guido (su hermano haba muerto asesinado) seacerc a Barcelona donde fue ordenado pres-

    btero por aclamacin popular y de forma to-talmente inesperada para a l. Se relacion conAmbrosio de Miln. Le acogieron los ascetasque haba dirigido Jernimo en Roma. Vivicomo ermitao en Nola 15 aos, hasta que fueaclamado obispo de Nola.

    17. Ayudar que haya una persona fiel y suficienteque instruya y ensee cmo se han de haber enlo interior y exterior, y mueva a ello, y lo acuer-de, y amorosamente amoneste, a quien todoslos que estn en probacin amen, y a quien re-curran en sus tentaciones y se descubran con-fiadamente, esperando de l en el Seor nues-tro consuelo y ayuda en todo... no queriendoguiarse por su cabeza... (C 263)

    18. Aquel ao vino Ignacio a alojarse en mimismo colegio de Sta. Brbara (Pars)...

    Habiendo pues dispuesto Dios que yo tuvieraque ensear a este santo hombre, consegu

    entrar en su confianza al principio sobre cosasexteriores y despus en las internas...Y luegol era para m maestro de vida espiritual, dn-dome la posibilidad de ascender en el conoci-miento de la voluntad divina y de la ma pro-

    pia. (M 8). Ignacio deca de este compaero

    que era el que mejor daba los Ejercicios. Fueun hombre de dilogo espiritual y de consejo.

    19. Porque yo no hall maestro digo confesorque me entendiese- aunque le busqu, en vein-te aos despus de esto que digo, que me hizoharto dao para tornar muchas veces atrs, yaun para del todo perderme. (V 4,6) Crecide esta suerte este miedo que me hizo buscarcon diligencia personas espirituales con quientratar, que ya tena noticia de algunos, porquehavian venido aqu los de la Compaa deJess, a quien yo sin conocer a ninguno- eramuy aficionada de solo saber el modo que lle-vavan de vida y oracin. (V 23,3)

    20. En Dichos de Luz y Amordice: El alma solasin maestro, que tiene virtud, es como el carbnencendido que est solo; antes se ir enfriandoque encendiendo. (7) El que se quiere estar,sin arrimo de maestro y gua, ser como elrbol que est solo y sin dueo en el campo,que, por ms fruta que tenga, los viadores se la

    cogern y no llegar a sazn. (5)21. Una vida apasionante y muy movida: Ante

    todo se entreg a lo que consideraba su vo-cacin nata: la direccin espiritual. El confe-sionario y la correspondencia devoraban sutiempo. (J. Gros y Ragu)

    22. Muy pronto organiz un seminario para laformacin de misioneros. Dedicse intensa-mente a dar tandas de ejercicios espirituales,estimul y orient con su asombrosa sabiduray experiencia a una gran multitud de sacerdo-tes. (J. Gros y Ragu)

    23. Hermano jesuita, que pas muchos aos en laportera del Colegio de Montesin en Palmade Mallorca. Maestro del dilogo espiritual.Fue maestro espiritual del joven jesuita PedroClaver, a quien ayud y acompa en su pro-ceso de discernimiento, que le llev a Carta-gena de Indias (Colombia), donde se convirtien esclavo de los esclavos negros que allllegaban desde frica.

    24. En la homila de Juan Pablo II el da de subeatificacin (03/09/2000, juntamente con

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  • 7/28/2019 acompaar servicio de la iglesia CyJ

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    Juan XXIII) dijo: Antes de entrar en la ordenbenedictina, Columba Marmion se dedicdurante aos al cuidado pastoral de las almascomo sacerdote de su archidicesis natal,Dubln. A lo largo de toda su vida el beatoColumba fue un excepcional director espiritual,

    que prest atencin especial a la vida interiorde los sacerdotes y los religiosos.

    25. No apaguis el Espritu ni despreciis losdones de profeca. Probadlo todo y quedaoscon lo que sea bueno.

    26. Los frutos del espritu son: amor, gozo, paz,paciencia, benevolencia, bondad, fidelidaddulzura y dominio de uno mismo.

    27. El Espritu del Seor reposar sobre l: esp-ritu de sabidura y de inteligencia, espritu de

    consejo y de fortaleza, espritu de ciencia yde temor del Seor, ... juzgar a los humildescon justicia.

    28. Como apstol de Cristo habra podido impo-neros el peso de mi autoridad. Pero, al con-trario, nos comportamos en medio de vosotroscon toda dulzura, como una madre que cra yalienta a sus hijos...Sabis bien que, como un

    padre hace con sus hijos, os exhortbamos acada uno de vosotros, os animbamos y osincitbamos a vivir de una manera digna de

    Dios, que os llama a su Reino y a su gloria.29. Recomiendo la lectura de Thomas A. HARRIS,

    Yo estoy bien, t ests bien. Gua prctica de

    anlisis reconciliatorio. Barcelona, Grijalbo,36 edicin, 1973. Propuestas prcticas deanlisis transaccional.

    30. Realmente, aunque tuvieseis diez mil guas enCristo, no tenis muchos padres, ya que soyyo el que, al anunciaros el evangelio, osengendr en Cristo. (1Co 4,15)

    31. En el ejercicio diario de nuestro ministerioapostlico nos puede ocurrir que percibamosvoces de personas que arden en celo religioso,

    pero no dan suficiente margen al recto sentidode las cosas ni al juicio prudente. Creen verslo males y ruinas en la situacin de la so-ciedad actual. Repiten constantemente quenuestra poca va de mal en peor en com-

    paracin con el pasado. Se dira que no han

    aprendido nada de la historia que es maestra dela vida y que en tiempos de anteriores Conciliostodo era perfecto en lo concerniente a la doctri-na cristiana, a las costumbres y a la libertad dela Iglesia. Nos opinamos de modo muy diferen-te que estos profetas de calamidades, que presa-

    gian siempre la desgracia como si fuera inmi-nente la ruina del mundo. Debemos ver, por elcontrario, en los acontecimientos actuales que

    parecen traer un nuevo orden a la humanidad,un plan oculto de la divina providencia.

    32. Mc 8,31; 9,31; 10,33: conviene notar que enninguna de las tres ocasiones los discpulos noentendieron nada.

    33. En los ltimos captulos aadidos al libro deIsaas, en una oracin escatolgica, hablando

    del Dios de la paz se dice: Seor danos lapaz; el mismo fruto de nuestro trabajo es obratuya. (Is 26,12)

    34. Recomiendo la lectura de la obra del P. ALBA-REDA del ao 1935, reeditada el 1990, Sant

    Ignasi a Montserrat. Publicacions de lAbadiade Montserrat.

    35. Ignacio, en el libro de los Ejercicios nunca ha-bla del director, sino que se expresa dicien-do el que da los Ejercicios: La persona queda a otra manera y orden de meditar y contem-

    plar... [EE 2].36. En las Constituciones de la Compaa de Jess

    se prev este aprendizaje: en dar los EE aotros, despus de haberlos en s probados, setome uso, y cada uno sepa dar razn de ellosPodran comenzar a dar los EE a algunos conquien se aventurase menos, y conferir con algu-no ms experto su modo de proceder, notando

    bien lo que halla ms y menos conveniente.(C 408-409)

    37. En el primer cuaderno (EIDES n. 64) comen-t algunas cosas que ahora podramos recor-dar sobre el que acompaa a personas situa-das.

    38. La experiencia se recoge ya en buena parte enel tema ya propuesto en el cuaderno anterior.

    39. W. A. BARRY, W.W.J.CONNOLLY, La pratiquede la direction spirituelle, Paris, Descle,1958, pg. 222.