acción intercultural y trabajo social - core · 2017-04-29 · octavio vázquez acción...

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155N: 0214-0314 Cuadernos de Trabajo Social 2001, 14: 29-43 Acción intercultural y trabajo social Octavio VÁZQUEZ AGUADO* Resumen Abstract En el presente trabajo reflexionamos sobre las implicaciones de la acción intercultural para el Trabajo Social. Partiendo de una diferenciación entre los términos mulficulturalidad e interculf u- ralidad, planteamos el abordaje de la diferencia como un elemento cenfral para el desarrollo de la acción intercultural. Así mismo, consideramos que es imprescindible atender a la naturaleza de su proceso en la medida que supone una toma de conciencia sobre la diversidad existente en la so- bedad y una valoración positiva de la misma, lo que no excluye la consideración de su potencia- lidad conflictiva así como de los limites que plan- tea su desarrollo. E l concepto de educación inter- cultural, interculturalismo o in- terculturalidad es relativamente reciente. De acuerdo con HUSÉN Y OPPER (1984> surgió en los Esta- dos Unidos a finales de los 60 y se desarrolló en los 70. Su origen se vin- cula a los movimientos de derechos humanos y de minorías étnicas exis- tentes en este país que reivindicaban un tratamiento de la diferencia y la in- corporación de la misma al sistema educativo, como bien señala JORDÁN (1996>. Fue un movimiento de rechazo al asimilacionismo reinante en el sis- tema educativo norteamericano que imponía una educación monocultural (GARRETA, 1998>. Al Ibis pape,; wereflectabovtimplications thaI intercultural action has in Social Work. From fhe distinction between the concepts ‘multicultura- lity” and ‘interculturality”, we try to approach the difference liRe a central element for Ihe develop- n,enf of intercultural action. Also, eje considered that it is essential fo take care of the nature of its process, because it suppose a way of having conscience about the diversity of Iba societyand a positive valuaf ion of it. Oespif e the exposed thing, we did not exclude fhe consideration from its conflicting potentialify, as ejelí as froro the Ii- mifs that raises its development. Aunque se ha empleado como sinó- nimo de multiculturalídad y multicultu- ralísmo, en realidad se trata de mane- ras diferentes de abordar la diversidad cultural existente sobre un territorio. GARCíA GARRIDO (1995) para expre- sar su idea de la interculturalidad se va- le de las diferencias que establece con el multiculturalismo: esta tendencia re- conoce la existencia de una sociedad plural y diversa, la defiende y conside- ra que es necesaria la intervención pa- ra lograr su preservación. Sin embargo, no implica una “relación convivencial” entre varias culturas que defiende la interculturalidad. FLECHA (1994> preci- sa aún más las diferencias entre ambos conceptos: imita el de multículturalis- - Profesor Titular de Trabalo social de la EuT5 de la universidad de Huelva. 29

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155N: 0214-0314Cuadernos de Trabajo Social2001, 14: 29-43

Acción intercultural y trabajo socialOctavio VÁZQUEZ AGUADO*

Resumen AbstractEn elpresente trabajo reflexionamos sobre las

implicaciones de la acción intercultural para elTrabajo Social. Partiendo de una diferenciaciónentre los términos mulficulturalidad e interculfu-ralidad, planteamos el abordaje de la diferenciacomo un elemento cenfral para el desarrollo de laacción intercultural. Así mismo, consideramosque es imprescindible atender a la naturaleza desuproceso en la medida que supone una toma deconciencia sobre la diversidad existente en la so-bedad y una valoración positiva de la misma, loque no excluye la consideración de su potencia-lidad conflictiva así como de los limites que plan-tea su desarrollo.

E l concepto de educación inter-cultural, interculturalismo o in-terculturalidad es relativamente

reciente. De acuerdo con HUSÉN YOPPER (1984> surgió en los Esta-dos Unidos a finales de los 60 y sedesarrolló en los 70. Su origen se vin-cula a los movimientos de derechoshumanos y de minorías étnicas exis-tentes en este país que reivindicabanun tratamiento de la diferencia y la in-corporación de la misma al sistemaeducativo, como bien señala JORDÁN(1996>. Fue un movimiento de rechazoal asimilacionismo reinante en el sis-tema educativo norteamericano queimponía una educación monocultural(GARRETA, 1998>.

Al Ibis pape,; wereflectabovtimplications thaIintercultural action has in Social Work. From fhedistinction between the concepts ‘multicultura-lity” and ‘interculturality”, we try to approach thedifference liRe a central element for Ihe develop-n,enf of intercultural action. Also, eje consideredthat it is essential fo take care of the nature of itsprocess, because it suppose a way of havingconscience about the diversity of Iba societyanda positive valuaf ion of it. Oespif e the exposedthing, we did not exclude fhe consideration fromits conflicting potentialify, as ejelí as froro the Ii-mifs that raises its development.

Aunque se ha empleado como sinó-nimo de multiculturalídad y multicultu-ralísmo, en realidad se trata de mane-ras diferentes de abordar la diversidadcultural existente sobre un territorio.GARCíA GARRIDO (1995) para expre-sar su ideade la interculturalidad se va-le de lasdiferencias que establece conel multiculturalismo: esta tendencia re-conoce la existencia de una sociedadplural y diversa, la defiende y conside-ra que es necesaria la intervención pa-ra lograr su preservación. Sin embargo,no implica una “relación convivencial”entre varias culturas que sí defiende lainterculturalidad. FLECHA (1994> preci-sa aún más las diferencias entre ambosconceptos: imita el de multículturalis-

- Profesor Titular de Trabalo social de la EuT5 de la universidad de Huelva.

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mo al simple reconocimiento de la di-versidad cultural sobre un territorio, yla interculturalídad seria una forma deintervención sobre esa diversidad quepone el énfasis en la relación entre lasculturas, lo que la distingue del plurí-culturalismo que, como forma de in-tervención, 0pta por la defensa de laidentidad de cada cultura y no por larelación.

La diferencia entre estos concep-tos no es caprichosa como hemos po-dido observar. Obedece a manerasdistintas de enfocar la realidad pluralque existe en las sociedades y, portanto, obedece a objetivos y plantea-mientos diferentes. Pero esta distin-ción tiene también una base material.El término multícultural, acuñado enlos Estados Unidos y empleado en elmundo anglosajón, obedece a la lec-tura realizada sobre la diversidad exis-tente en este Dais IMLINfl¿, 1997). Lasminorías —negros, hispanos, indios—tienen un peso significativo en el con-junto total de la población existiendoademás un solo idioma y una culturadominante que se impone al resto.Mientras que en la Europa continen-tal, donde se acuña el término inter-cultural, las minorías tienen un pesomenor y existe una diversidad mayorde partida, es decir, no hay un idiomay una cultura dominante como ocurreen el mundo anglosajón (GIDE, 1998:112>. Según JULIANO (1993> el mo-delo de educación multicultural es es-tático. Alude a la conformación de unasociedad con la aportación de diver-sas culturas pero como un mosaicosin interrelación. Reconoce la exis-tencia de la diversidad pero estable-ce límites, a veces infranqueables, en-

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tre los componentes de la misma. Sinembargo, lo intercultural implica unarelación dinámica entre las culturaspresentes, lo que genera reacomo-dos y ajustes constantes”. Exige diá-logo. En consecuencia, el abordaje derealidades diferentes requiere de es-trategias también diferentes. Nosotrosoptamos por el término intercultural,interculturalídad o interculturalísmoentendido como una forma de inter-venir que pone el énfasis en la rela-ción entre las culturas, que muestraun respeto por la diversidad cultural,acentuando la interrelación y no limi-tando su actuación a programas com-pensatorios destinados a paliar el fra-caso escolar de las minorías (García ySáez, 1998>. Dotemos de contenido aeste concepto a partir del análisis dela diversidad como núcleo central dela interculturalidad.

1. La diferencia comoelemento central de laeducación intercultural

El elemento central sobre el quedescansa la existencia de la educaciónintercultural es la diferencia, la cons-tatación en la sociedad y en el siste-ma educativo de la presencia de suje-tos diferentes a la mayoría. Estapresencia cuestiona la lógica de la es-cuela como institución, centrada en lareproducción social y en la legitima-ción del discurso dominante sobreotros minoritarios. Plantea cómo ha-cer posible el respeto a la diversidady su consideración incluso como unvalor Aquí se ubíca la contradicciónmás importante a la que se enfrenta la

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educación intercultural porque su des-arrollo, más allá de una simple modao de una exigencia legislativa, cues-tiona la lógica interna del sistema edu-cativo (y con ello, a la sociedad> paraplantear la necesidad de una nuevaforma de relación entre mayorías y mi-norías, cómo hacer posible la coexis-tencia pacífica sobre un mismo terri-torio de diversas culturas con derechoa mantener su presencia y, al mismotiempo, ordenar la convivencia entrelas mismas. Por tanto, definir la edu-cación intercultural exige una previareflexión sobre el concepto de dife-rencia y cómo la misma se convierteen desigualdad.

La simple evocación del término di-ferencia implica el establecimiento deuna comparación. Si afirmamos quealgo o alguien es diferente estamosseñalando que es diferente respecto aalguien. La constatación de esta dife-rencia coníleva, además, una toma deconciencia tanto de uno mismo y delgrupo al que pertenece como del otro.La lectura que hacemos de este otroes siempre en clave personal, es de-cir, percibimos su diferencia porque noes como nosotros.

¿Cómo podemos abordar la dife-rencia? En el abordaje de la diferen-cia podemos constatar, de manerasimplificada, la existencia de dosposturas aparentemente ajenas entresi pero, como trataremos de poner demanifiesto, que coinciden en la legi-timación social de la mayoría en de-trimento de la minoría. La primera deestas concepciones alude a que to-dos somos iguales y, la segunda, aque somos diferentes. La primera deellas niega la existencia de la dife-

rencia, bien por considerar que todoslos sujetos son efectivamente igua-les, o que lo serán en la medida quese asemejarán a los modelos másavanzados de cultura. Puede recono-cer, asi mismo, la igualdad entre to-das las culturas ya que sirven paraordenar el comportamiento de laspersonas y sus relaciones con el en-torno, esto es, proporcionan a los su-jetos criterios de orden que impidenla proliferación del caos. En estesen-tido, la igualdad de las culturas vieneestablecida por su finalidad: todaspersiguen idéntico fin, lo que no im-pide la posibilidad de su ordena-miento. Ambas concepciones de laigualdad descansan en presupuestosteóricos ya desfasados: por un lado,el evolucionismo unilineal del sigloXIX que defendía que todas las so-ciedades atraviesan las mismas eta-pas de desarrollohasta alcanzar la ci-vilización, encarnada por el mundooccidental. Por otro, el relativismocultural de origen funcionalista quedefiende la diversidad de culturas se-paradas con la finalidad de su con-servacíon.

Cuando no existe contacto cultu-ral, cuando se supone que los espa-cios y los territorios son homogéne-os, la concepción relativista valdríapara explicar la diversidad. Sin em-bargo, como tal homogeneidad noexiste, la concepción de que todossomos iguales descansa en la adap-tación de la(s) minoría(s) al modelodominante en el territorio donde sehallen. Corresponde, por tanto, ajosdenominados como diferentes hacerel esfuerzo de adaptación y cambioal modelo hegemónico en el espacío

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donde están. No es posible la críticaporque el modelo dominante se con-sidera que funciona de manera ade-cuada. La consecuencia general deesta concepción de la diferencia esbien clara: el predominio absoluto deuna cultura sobre las demás. Cual-quiera que desee su participaciónsocial debe seguir los cánones do-minantes, con la consiguiente repro-ducción social de las diferencias quetienen a convertírse en desigualda-des en la medidaque no sólo existenelementos étnicos en la definición demayorías/minorías, sino también ele-mentos de clase y género. Es decir,es falso sostener que es posible laigualdad entre personas étnicamen-te diferentes porque ésta es sólo unadimensión que explica la desigual-dad. Necesitamos releer la realidadincorporando otros referentes comoson el género y la clase social paraexplicarnos por qué es imposible lo-grar la pretendida equiparación quesostiene la afirmación de que todossomos iguales.

Frente a esta concepción imposiblede la igualdad, que no es incompatiblecon el reconocimiento de derechos ydeberes idénticos para todos los suje-tos presentes en un territorio determi-nado, se localiza otra alternativa quesostiene justamente lo contrario: quetodos somos diferentes. Esta concep-ción de la diferencia, aunque descan-sa en otros postulados, tiene el mismoefecto de preservar y asegurar la re-producción social de la desigualdad, eldominio del grupo mayoritario sobrelos minoritarios. Sosteniendo un prin-cifro tan saludable como el de que to-das las identidades tienen derecho a

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ser y existir se oculta una idealizaciónde los modelos dominantes porque ladefensa de la diferencia se realiza enbase a la oposición a estos modelos,que se consideran como válidos y uni-versales; una defensa de la pluralidadque se mira desde el paternalismo ydesde la protección, puesto que la di-versidad, estimada como un valor nopuede sino preservarse, negando asíel carácter dinámico que preside todoproceso de identidad; un reconoci-miento de la diversidad que se hacedesde las claves de la mayoría, ínter-pretándose las diferencias de las mi-norías siempre en función del discursohegemónico. Sin embargo, esta con-cepción de la diferencia obvía tambiénque la desigualdad existente en lasso-ciedades no sólo descansa en la exis-tencia de rasgos diacríticos, sino quese conjuga con elementos de clase ygénero como ya hemos dicho. Portan-to, las diferencias no se establecen en-tre grupos étnicos sino entre personascon una identidad determinada, conuna lectura de género y con una posi-ción de clase en laestructura social.

Todos aquellos discursos de la di-ferencia que no contemplen estos treselementos están esencializando laidentidad, cosificándola. Poner única-mente el acento en la diversidad étni-ca y cultural es perjudicar a los miem-bros de las minorías puesto que “lasdiferencias culturales sólo podrán serelaboradas libremente y democrática-mente medidas sobre la base de laigualdad social” (ERASER, 1995:46>, yello es imprescindible para que la di-versidad cultural se plantee como ununiverso alternativo (LERENA, 1989>.Defendamos pues la diversidad, pero

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no reduzcamos su análisis a la meraconstatación de las diferencias étni-cas. Introduzcamos otras dimensionesen el análisis para descubrir cómo ladiversidad se trasviste en desigualdad.Ello nos facilitará, por un lado, el es-tudio de la reproducción social en tor-no a la desigualdad y, por otro, el aná-lisis de las diferencias culturalestomando como partida el carácter di-námico de las mismas.

2- Elementos presentesen la acciónintercultural

Decíamos anteriormente que par-ticipábamos de la educación inter-cultural como una forma de interven-ción frente a la diversidad existenteen un territorio y espacío. ¿En quéconsisteesta forma de intervención?Veámoslo a partir de los elementoscentrales que están presentes en lamisma: la naturaleza del proceso, losdestinatarios y agentes de la acciónintercultural, las finalidades u objeti-vos que se persiguen y los limites quela acotan.

2.1. La naturaleza del proceso

La constatación de la diversidadsobre un territorio es condición im-prescindible para el desarrollo de laacción intercultural. Tomar concienciade esta pluralidad, de los problemas ybeneficios que aporta, es el punto departida para plantearnos la naturalezadel proceso a seguir ya que condicio-nará a los agentes y a los objetivos fi-nales a alcanzar. Esta naturaleza es-

tana definida por tres característicasordenadas según nivel de concreción:

ie) Toma de conciencia de lapluralidad existente y del derechoque asiste a cada cultura a suexistencia ya su desarrollo enplena igualdad (MUÑOZ, 1992).

Es el punto de partida inicial paraentender qué es la acción intercultu-ral, como ya hemos señalado. Se tra-ta de constatar la diversidad que seconvierte en objeto de estudio y ac-tuación. Sin embargo, el reconoci-miento de esta existencia es conflicti-vo puesto que es necesario especificarmás qué se entiende por “derecho aexistir” y en “plena igualdad”.

Cuando explicábamos las dos con-cepciones de la diferencia insistíamosen dos riesgos principales: por un la-do, la tendencia a la cosífícación decada cultura, esto es, deben preser-varse a lo largo del tiempo como unvalor positivo, que enriquece la plura-lidad, como un elemento a conservarpara que no se pierda, como si fueraalgo en extinción. Esta concepciónniega el derecho de cada identidad acambiar Le resta su carácter dinámi-co y conflictivo en la medida que, al in-terior de cada una de ellas, los sujetosinteraccionan con la finalidad de im-poner una determinada lectura de larealidad. Si consideramos que las cul-turas e identidades deben mantener-se tal cual, estamos negando el dere-cho a su existencia porque la mismaimplica dinamismo, cambio y ruptura.Por otro lado, insistíamos en que elanálisis de la diversidad no puede abs-traerse de la relación que mantiene

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con otros componentes de la realidadcomo son la clase social y el género.No podemos desmembrar la existen-cia de las culturas de las posicionesque ocupan los sujetos que la viven enla estructura social. Son estas perso-nas las que vehículizan la cultura y laidentidad. Sí afirmamos el derecho ala existencia de cada cultura no po-demos condenar a sus participantes aocupar siempre las posiciones inferio-res en el seno de la sociedad. Las cul-turas tienen derecho a existir, pero nopodemos negarle su dinámica decambio y transformación.

Tampoco podemos abstraemos delas condiciones desiguales presentesen el contexto multicultural. Nuestrassociedades son y han sido siempre di-versas, pero no hay relaciones equita-tivas e igualitarias entre los diferentesgrupos que las constituyen. Existe ungrupo mayoritario que impone su visiónde la realidad y sus reglas de juego.Posee el poder de objetivar la realidady de definir quién es diferente y porqué. Por el contrario, las minorías es-tán sometidas a este discurso domi-nante que les exige una adaptacióncontinua al mismo. El equilibrio entreambas posiciones desiguales no resi-de en lograr un intercambio posible entérminos de plena igualdad y equiva-lencia, reside en el derecho que asistea cada identidad a su reproducción ytransformación. Las sociedades plura-les y desiguales han de arbitrar espa-cios comunes para el encuentro y es-pacios privados para la producción yreproducción de las identidades. Portanto, entendemos la igualdad como elderecho que asiste a las personas di-ferentes a ser como son y a mantener

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esa identidad, y no, por irreal e impo-sible, como la constatación de un he-cho empírico que sostiene la igualdad.

2~) Valoración positiva de la diversidad

JARES (1995) estima que la edu-cación intercultural es una respuestagenerada al reflexionar en clave posi-tiva sobre la diversidad multicultural ymultíétnica del género humano. Con-siderar que la presencia de grupos mi-noritarios o subgrupos en el seno delas sociedades contribuyen a la trans-formación de toda la sociedad en sen-tido positivo, supone aceptar que ladinámica de cambio está presente ensu seno, Ahora bien, no se trata de unatendencia que afecte únicamente a losgrupos minoritarios, sino también alconjunto de la sociedad. Sí la presen-cia de estos grupos es positiva y be-neficiosa es porque las aportacionesque pueden hacer a la mayoría son sa-ludables. Aceptar este principio impli-ca ir más allá de una simple declara-ción de buenas intenciones. Supone,por un lado, facilitar esos espacios deencuentros para que la fecundacióntenga lugar; por otro lado, supone eldesarrollo de una actitud abierta porparte de la mayoría. No cabe ningunaduda que los cambios se producen entoda los grupos, aunque la velocidady la intensidad de los mismos no al-cancen el mismo grado en todos ellos.La dificultad estriba en establecer lavelocidad de los mismos, laparticipa-ción de los sujetos en su desarrollo yel límite a partir de cual el cambio nose acepta porque implica una rupturade las claves identitarias fundamenta-les. Encontrar el equilibrio, entonces,

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entre la dinámica de cambio y la diná-mica de reproducción.

Una valoración positiva de la diver-sidad y sus aportaciones es uno de losrasgos distintivos de la acción inter-cultural. Nose conforme con constatarla diferencia, sino que la misma es en-riquecedora. Esta intención dota desentido a la interculutarlidad porque de-clara un objetivo que afecta al conjun-to de la sociedad. Para que las aporta-ciones sean positivas han de darse losespacios de encuentro, de relación yprofundizar en el conocimientodel otroen la medida que mejoramos nuestroautoconocimiento. Queremos decir queno basta una afirmación genérica posi-tiva, sino una disposición y un entre-namiento adecuados para que el en-cuentro sea fecundo.

38) Conflictividad

El colectivo AMANI (1998: 17> en-tiende que esta diversidad cultural ylos encuentros en los que se eviden-cian son conflictivos, por lo que es ne-cesario abordar el desarrollo de estosconflictos, su génesis y sus conse-cuencias.

Se trata de una realidad consus-tancíal a los contactos producidos entorno a la diversidad. Cualquier pro-ceso de cambio al interior de los gru-pos es conflictivo en la medidaque su-pone desafiar las reglas establecidas.Por esta razón, los cambios no debenni acelerarse ni imponerse; debenajustarse al ritmo que impongan susprotagonistas para ser aceptados.Ahora bien, el conflicto no sólo estéimplícito en la posibilidad de cambiar,lo está también en la resistencia al

cambio. Queremos decir que no todaslas aportaciones que realicen las mi-norias a la mayoría y viceversa seránigual de gozosas y celebradas. Exis-ten limites, fronteras que no se debentraspasar, y zonas sensibles que no sedeben abordar Para que el conflictosea positivo, genere la posibilidad decambio y no provoque una reaccióndefensiva, se necesita un adiestra-miento y unas habilidades que la ac-ción intercultural debe proporcionar

En definitiva, que el proceso de laacción intercultural está atravesadopor tres elementos —reconocimiento,valoración positiva y conflicto— queimprimen un determinado carácterRespetar la naturaleza de estos ele-mentos como hemos intentado expo-ner aquí, es fundamental para que lainterculturalidad traspase la esfera delos principios y se ajuste a la realidadsocial.

¿En que consistiría el proceso dela acción intercultural? Señalemos tresvisiones del mismo para poner de ma-nifiesto sus elementos principales:“Un proceso dinámico que pretendeconcienciar positivamente al ciudada-no para aceptar la diversidad culturaly la interdependencia que ello suponecomo algo propio, asumiendo la ne-cesidad de orientar el pensamiento yla política hacia lasistematización dedicho proceso, a fin de hacer posiblela evolución hacia un nuevo y másen-riquecedor concepto de sociedad yciudadanía” (CONSEJO DE EUROPA,1993).

El Consejo de Europa a finales delosaños 70 fue uno de los primeros or-ganismos oficiales de este ámbito te-rritorial que se preocupó por definir qué

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es la educación intercultural. La defi-nición que nos da sitúa como horizon-te la elaboración de un nuevo concep-to de sociedad y ciudadanía. Por tanto,como proceso, la acción interculturalse nutre de una aceptación y valora-ción positiva de la diversidad, peroorienta este reconocimiento hacia ladefinición de una nueva sociedad. Nosparece importante esta aportación por-que subraya, de manera indirecta, unelemento central: el carácter plural delas sociedades europeas que se acen-tuará en el futuro. Por tanto, la inter-culturalidad pretende ser una nuevaforma de vivir las relaciones interétní-cas en los contextos diversos. Se tra-taría de un adiestramiento presente pa-ra encarar mejor un futuro inevitable.Desde este punto de vista, el procesode la acción intercultural estaría defi-nido por la elaboración de ese nuevoconcepto de sociedad y ciudadanía.

MEDINAY DOMINGUEZ (1999:69-72) nos definen la interculturalidad enlos siguientes términos: “La educaciónintercultural es un proceso de inter-cambio, reciprocidad e interiorizaciónde los aspectos más representativosy fecundos de las culturas, de su evo-lución y de su síntesis permanente,mediante la que se logra una formanueva de avanzar y de sentírse ante larealidad social y las demás personas”.

Esta definición de la acción inter-cultural nos aporta el elemento centrala partir del cual poder desarrollar laac-ción intercultural: la posibilidad dedesarrollar intercambios entre las di-ferentes culturas y, por tanto, entre laspersonas que las viven. Este inter-cambio facilitará una nueva forma departicipar en la realidad social.

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Para SORIANO Y PÉREZ (1999:109-110), la educación interculturalvendría definida porque “... pretendeconseguir en todos los alumnos a tra-vés de cualquier área y ámbito currí-cular una sólida competencia cultural,mediante la adopción de actitudes yaptitudes que capaciten para la rela-ción social. Cabria mencionar entreéstas, la capacidad en la propia co-munidad y conocer otras comunida-des, la capacidad para criticar cons-tructivamente los aspectos negativosde cualquier cultura y a su vez la dis-posición para enríquecerse de todoelemento cultural positivo... Se puedeindicar, pues, que se trata de un pro-ceso estructurado diseñado para acre-centar la comprensión, la aceptacióny las relaciones constructivas entrepersonas de diferentes culturas”.

Las personas protagonistas de laacción intercultural estarían definidaspor el desarrollo de una competenciaintercultural que les capacitará para eldesarrollo de la interacción social enuna sociedad plural. Esta capacitaciónconíleva, no sólo una habilidad paranegociar e intercambiar significadosculturales, sino un entrenamiento enponer de manifiesto aquellos aspec-tos positivos y negativos presentes encada una de las identidades. Comosostiene JARES (1995>, la educaciónintercultural tiene una lectura positivaen la medida que pretende divulgar ydar a conocer los elementos presen-tes en cada una de las culturas paraque sean respetados y valorados. Pe-ro tiene también una lectura negativaen la medida que ha de permitir elcuestionamiento de aquellos aspectosmenos acertados.

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Podríamos decir que el proceso in-tercultural nos debe permitir alcanzaruna nueva forma de vivir las relacionesentre los sujetos diferentes. Para ello,es fundamental que los ciudadanosadquieran una competencia que lespermita no sólo reconocer y valorar lopositivo, sino desarrollar una actitudcritica tanto hacia los elementos ne-gativos de cada cultura como hacia eldescubrimiento de los prejuicios y losestereotipos. La acción intercultural,por tanto, debe capacitar para el in-tercambio y para la denuncía.

2.2. Los destinatarios y agentes

¿A quién correspondeel desarrollode la acción intercultural? ¿Quiénesconstituyen su objeto de actuación?

Entendemos que el desarrollo de laacción intercultural es competencia delas diversas administraciones del Es-tado. No debería tratarse como un ele-mento más de los “ejes transversales”sino que debería ser objeto de unaatención exhaustiva por parte de lasautoridades. Quisiéramos llamar laatención sobre la poca atención querecibe. Sólo se demanda su presencia,más allá de lo anecdótico o lo conme-morativo, cuando la diversidad gene-ra problemas en el ámbito educativo oen el espacio social. Es una respues-ta paliativa y no preventiva.

Si comparamos la atención que sepresta al desarrollo de las nuevas tec-nologías en el sistema educativo en re-lación a la prestada a la acción inter-cultural el saldo es totalmente favorablea la primera. A pesar de que ambos sondos elementos fundamentales en latransformación social, la interculturali-

dad merece mucha menos atención.Quizás porque la presencia de gruposminoritarios, fundamentalmente inmi-grantes, es todavia muy reducida y vin-culada al mundo del trabajo, mientrasque las nuevas tecnologías han trans-formado ya nuestra forma de relacio-narnos, divertirnos y aprender Sin em-bargo, estas razones son insuficientespara explicar el desigual desarrollo deambas políticas. La causa principal re-side en la contribución que las nuevastecnologías hacen a la reproducciónsocial: su desarrollo es perfectamenteadaptable a la estructura social contri-buyendo no sólo a su mantenimientosino al afianzamiento de las diversasposiciones estructurales. Por el con-trario, la acción intercultural, como yahemos planteado, requiere de una mo-dificación de los discursos hegemóni-cos para realizar una lectura más de-mocrática de la realidad. Como nosseñala GELPI (1 992:25) “la pedagogíaintercultural se sitúa no sólo a nivel delos currículos sino también en las es-tructuras de las finalidades de los sis-temas educativos”. Cuestiona el ordensocial en la medida que advierte de lapoca naturalidad y objetividad de lospostulados que defienden los gruposmayoritarios: se trata de construccio-nes sociales que obedecen a interesesdeterminados. Alterarlos es cuestionarla lógica y objetivo de dichos intereses.

En cualquier caso, la acción inter-cultural irá desarrollándose al ritmoque imponga la presencia en la socie-dad de aquellos grupos minoritarios.

Nos preguntábamos también acer-ca de quiénes se constituyen en desti-natarios de la acción intercultural. Sicentramos el análisis en el ámbito es-

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colar, parece evidente que la educaciónintercultural no puede limitarse a losalumnos de las minorías, sino que de-be elaborarse un currículo que afecte atodos los alumnos por igual. No esta-mos hablando del desarrollo de pro-gramas compensatorios de deficienciasen relación a losobjetivos que los alum-nos han de alcanzar según el nivel en elque están. Nos estamos refiriendo a lacapacitación intercultural que debeafectar al conjunto de los alumnos pe-ro también a los profesores y padres. Setrataría de elaborar un currículo dondela presencia de las culturas minoritariasno fuera sólo anecdótica o, en todo ca-so, negativa. Un currículo que permitie-ra descubrir a los alumnos las posibili-dades y las dificultades que conlíeva laconvivencia en sociedades plurales. Re-querirá de profesores especialmenteentrenados para destacar, como seña-lábamos anteriormente, no sólo estasoportunidades y dificultades, sino tam-bién los estereotipos y prejuicios queexisten en los discursos dominantes.

Si la acción intercultural se desa-rrolla en los servicios de ayuda, estáclaro que el objeto de actuación no só-lo son los miembros de las minorías si-no también los profesionales. El obje-to de la ayuda profesional está muyclaro: el cliente, paciente, usuario, etc.,pero nosotros nos estamos refiriendoa que la acción intercultural exigea losprofesionales no sólo un conocimien-to de la cultura del otro, sino tambiénun autoconocimiento.

22. Los ab¡etivos

Según la concepción que tenga-mos de la diferencia y la naturaleza

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que otorguemos a la acción intercul-tural, los objetivos que prescribamospara ella serán diferentes. No pode-mos otorgar la misma condición a unaacción intercultural que se dirija a to-da la población que a aquélla que só-lo postula, como destinatarios de suacción, a los miembros de los gruposminoritarios. Tampoco podemos con-siderar de igual modo a la acción in-tercultural que insiste en poner de ma-nifiesto únicamente las diferencias ylo importante de la aportación de lasmismas, que aquélla que plantea pos-tulados críticos con losdiscursos do-minantes y alerta acerca de tos este-reotipos y prejuicios.

Para nosotros la acción interculturaltiene una dimensión eminentemente crí-tica. Entendemos por tal aquella inter-vención que, contempla, por un lado, atoda la población o, en todo caso, nosólo a los grupos diferentes, como ob-jeto de su actuación, y, por otro, la ac-ción intercultural apostará no sólo porresaltar las diferencias sino por revisarlos planteamientos de partida domi-nantes en las sociedades mayoritarias.De este modo, se combina tanto laedu-cación que promueve el desarrollo delos valores ligados a la tolerancia y res-peto a la diversidad, como la denunciade aquellos elementos estructuralesque favorecen la desigualdad entre lossujetos de grupos diferentes.

Tres serán los objetivos de la ac-ción intercultural:

1. La acción intercultural, toman-do como objeto de actuación el análi-sis de losdiscursos dominantes en lassociedades plurales, debe poner demanifiesto cómo se genera y se es-tructura la producción de las diferen-

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cias. Implica, a su vez, varios nivelesde análisis: conocer las posiciones es-tructurales que ocupan los actores dela acción intercultural. Si tomamos co-mo criterio que la misma no se desa-rrolla sino a partir de hechos concre-tos, hay que ver de qué naturaleza sonlas relaciones que mantienen los suje-tos que están inmersos en la relación.Descubrir, así mismo, la estructuraprofunda que sostiene las imágenesque los sujetos tienen sobre el otro di-ferente, es decir, analizar qué pensa-mos del otro y por qué, Por último, unavisión histórica que nos permita des-cubrir cuáles han sido las relacionesque los grupos de pertenencia de losactores implicados en la acción inter-cultural han tenido con anterioridad.

2. Adiestrar en la convivencia en-tre sujetos diferentes. La acción inter-cultural tiene que permitir la existen-cia, sobre un mismo territorio, degrupos y culturas distintos. Ello re-quiere que la formación necesaria pa-ra su desarrollo, no sólo se dirija a losgrupos minoritarios sino a todos losactores implicados: miembros de lassociedades de acogida y miembros delos grupos de inmigrantes. En la ac-ción intercultural siempre serán doslos actores implicados y, por tanto, laacción educativa debe dirigírse a am-bos. Ello nos permitirá no sólo una fa-míliarízación con las culturas de losactores implicados, sino la posibilidadde profundizar en el conocimientoacerca de nosotros mismos.

3. Que la diversidad no impida lainteracción social seria el tercer gran ob-jetivo que debe perseguir la acción in-tercultural. Como nos señala ALFONSOy MADRIGAL DE TORRES (1994: 65),

no podemos tomar las culturas comoproductos acabados sino como proce-so. Esto respeta el derecho que cadacultura tiene a cambiar, dada su natu-raleza conflictiva, tanto al interior de lasmismas como al exterior, en la medidaque entra en contacto con otras que es-tán presentes en el mismo territorio.Desde esta consideración, la acción in-tercultural no debe únicamente ponerde manifiesto las diferencias culturalespuesta que ello contribuiría a la identi-ficaciónproblemática de los grupos, si-no que debe centrarse en lograr que losconflictos que se derivan de estas dife-rencias no se conviertan en obstáculosque impidan la convivencia. Constatarla diferencia como un valor positivo, pe-romitigar su impacto negativo en la re-lación social, seria el gran reto a afron-tar por (a acción intercultural.

2.4. Los límites

La consecución de los objetivos quehemos definido para la acción intercul-tural no son fáciles de alcanzar puestoque sus pretensiones últimas van mu-cho más allá de la adquisición de unsimple conocimiento de la cultura delotro o del aprendizaje de instrumentosque nos ayuden a visualizar las dificul-tades planteadas a la convivencia ensociedades multiculturales. Valorar ladiferencia como algo positivo,que pue-de enriquecer nuestras sociedades,que nos obliga a redefinir los discursosdominantes en una sociedad y que,además, implica un cambio de actitudpersonal, está sujeto a una serie de li-mitaciones que queremos poner de ma-nifiesto como reflexión final a este in-tento de definir la interculturalidad.

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En primer lugar, hemos de remitir-nos al contexto en el que se producela acción intercultural. Se trata de uncontexto dominado por la desigualdady asimetría entre los grupos presen-tes en un mismo territorio. A pesar deque la inmigración se ha convertido enuna realidad estructural en nuestrassociedades (GARCÍA y SAEZ, 1998>,existen desigualdades entre gruposmayoritarios y minoritarios que difi-cultan un intercambio reciproco entresus miembros. Desde esta considera-ción, FLECHA (1 994:70-72) nos seña-la dos concepciones de la íntercultu-ralidad que nos muestran estoslímites: por un lado, es posible lacon-vivencia entre grupos diversos perosiempre que esté orientada hacia laasimilación de los minoritarios por par-te de los mayoritarios (enfoque etno-centrista), o bien es imposible la inter-culturalidad puesto que no puededesarrollarse “en condiciones idealesde diálogo libre entre iguales”. Aun-que, evidentemente, las relacionesnunca se darán en plenas condicionesde igualdad, síes verdad que las inter-acciones y los cambios no se produ-cen ni a igual velocidad ni intensidadentre los grupos presentes en el en-torno. Esto es una dificultad porqueplantea de nuevo a qué ritmo debenhacerse los intercambios y a qué as-pectos deben afectar.

El encuentro no se desarrolla nun-ca en condiciones de igualdad: existeuna mayoría social con capacidad deobjetivación, ocupa una posición desuperioridad, y su esquema de refe-rencia es el válido de acuerdo al con-texto donde se ubíca. Por el contrarío,el inmigrante es minoritario, diferente,

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con un esquema de referencia no vá-ido para la sociedad en la que se en-cuentra y definido por parte de lamayoría social como portador de pro-blemas (cuando no un problema en sQ,que necesitan solución de cara a su in-tegración y normalización social.

En segundo lugar, hemos de anali-zar la relación que se establece entrediversidad/pluralidad y regulación nor-mativa. Es decir, si el derecho regula laordenación de las relaciones entre su-jetos y objetos como expresión de unadeterminada lectura de la realidad, nocabe duda que responderá fundamen-talmente a lo que la mayoría de la so-ciedad considera como adecuado ycorrecto. Si aceptamos que las socie-dades son cada vez más plurales, seimponeuna interrogación acerca de sílos grupos minoritarios deben aceptartal cual el derecho vigente o, si bienexiste la posibilidad de una adaptacióndel mismo a la creciente diversidad so-cial. Fundamentalmente, nuestro or-denamiento jurídico tiene una lecturaindividual: son las personas, físicas ojurídicas, las depositarias de los dere-chos. Esto responde a una lectura dela organización social en clave indivi-dual: es eL sujeto, el individuo, el actorprincipal de las relaciones sociales. Enconsecuencia, todo se organiza en tor-no a él. El derecho sanciona esta lec-tura de la interacción social puesto queen ella se basa nuestra sociedad occi-dental. El problema surge cuando des-cubrimos que no todas las organiza-ciones sociales están realizadas enclave individual sino también en clavefamiliar, grupal o comunitaria El sujetono es el depositario de los derechos yobligaciones sino que los adquieren en

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la medida que forma parte de un gru-po. Una parte importante de los inmi-grantes presentes en nuestro entornoproceden de sociedades que se orga-nizan en esta dimensión grupal. Estoplantea el problema de síes posible in-corporar al ordenamiento jurídico vi-gente otro elemento portador de dere-chos, este caso, los grupos. DE LUCAS(1998) nos pondrá de manifiesto queello es posible siempre y cuando estereconocimiento no suponga anular elrespeto a la autonomía individual.

Sin embargo, de acuerdo tambiéncon De Lucas, la respuesta jurídica quese ha dado a la diversidad en el senode los Estados-nación europeos se hadesarrollado en claves de asimilacióny segregación. Por un lado, frente a lasdiversidades nacionales existentes enlos estados, esto es, diversidad oca-sionada por la presencia de colectivoscon otra lengua, cultura... pero que notienen reconocido el derecho de la na-cionalidad, la respuesta ha sido siem-pre reconocer los derechos de laspersonas que pertenecen a dichas mi-norías y no ver a lasminorías como su-jetos de derecho. Esta ordenación esconsecuente con el principio de indivi-dualidad e igualdad entre las personasque rigen los sistemas legales nacio-nales. Al igual que ocurre con la edu-cación, el reconocimiento de los mis-mos derechos y deberes a todos losindividuos de un Estado es un meca-nismo de fuerza empleado para la co-hesión e identificación nacional. Enconsecuencia, derechos para los indi-viduos, que fortalecen el vinculo con elEstado al asegurarse éste el papel degarante de los mismos, y no derechospara los grupos, lo que supondría re-

guiar la diferencia con el riesgo demenoscabar la identidad de los Esta-dos-nación. Por otro lado, frente a laheterogeneidad causada por la inmi-gración, la respuesta legal a la mismadescansa en la consideración de fe-nómeno social de naturaleza coyuntu-ral vinculada al trabajo y la dinámicasocíoeconómica. En consecuencia, laacción legal se centra en definir cuálesson los derechos que el ordenamientojurídico nacional reconoce para los ex-tranjeros, y no en incorporar elemen-tos representativos de la cultura con laque llegan los inmigrantes.

La respuesta está en encontrar unequilibrio entre el grado de homoge-neidad necesaria para el desarrollo dela convivencia y no entender por tal lanecesidad de que todo el mundo ha-tía la misma lengua, tenga la mismaraza y los mismos rasgos culturales.En el plano legal, puede encontrarseen definir los derechos humanos co-mo límite al respeto de la pluralidad,como sostienen THIEEAUT (1994) yDE LUCAS (1998> aunque, como afir-ma este último, unos verdaderos de-rechos humanos han de implicar unaruptura con todas las tradiciones cul-turales, incluso la occidental.

Un último límite de la acción ínter-cultural afecta a los actores protagonis-tas de la misma: cuál es la frontera detolerancia que cada sujeto está dis-puesto a establecer en su relación conla diferencia. Las culturas no sólo pose-en un carácter dinámico al interior de lasmismas. Lo tienen también porque laidentidad se negocía con otros gruposcon identidades diferentes; la negocia-ción posee un carácter externo. Los ras-gos díacrítrícos de una cultura no son lo

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importante en sí, sino la valoración quese concede a los mismos por parte delos sujetos que interaccionan (BARTH,1976>, de ahí que podamos establecertres esferas donde, de mayor a menor,es posible el encuentro y la negociación.

En primer lugar, existe una esfera dela identidad donde las visiones no soncontradictorias, pudiendo coexistir pa-cíficamente puesto que no son exclu-yentes, sino que son sumatívas. Po-dríamos localizar aspectos relacionadoscon el folclore, la música, la comida, laropa, etc., atributos externos coheren-tes con un todo que le da sentido, peroque es posible compartir. No obstante,tampoco podemos generalizar estascuestiones: recordemos las limitacionesgastronómicas que tienen los musul-manes y las mucho más rígidas de losjudíos. Pero queremos ejemplificar unaesfera de la identidad donde es posibleel encuentro. Sin embargo, el riesgo prin-cipal reside en reificar la acción inter-cultural limitándola a una mera exposi-ción de diversidad musical o alimenticia.

En segundo lugar, existe otro nivelhacia el interior de las identidades queplantea mayores dificultades para laacción intercultural pero donde, conuna estrategia adecuada, es posibleelencuentro. Es un espacio conflictivo,puesto que existen visiones diferentessobre un mismo hecho pero en el quela mediación encuentra un campo abo-nado a su actuación porque las dife-rencias no son insalvables. En estesentido, el problema reside en consi-derar a la acción intercultural como unarespuestameramente técnica ante lasdiferencias, sin concebir sus implica-ciones para los sujetos y para la rede-finíción de los discursos dominantes.

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Por último, existe un tercer espacioidentitario donde reside aquello que lossujetos consideran como más impor-tante y donde se plantean con más f re-cuencia los conflictos insolubles. Co-nocer los elementos que cada sujeto ycada grupo ubica en esta esfera es devital importancia para no despertar losconflictos que provocan el encona-miento entre los individuos. El riesgo deeste tercer núcleo de la identidad con-siste, precisamente, en la enfatizaciónde las diferencias como único elemen-to presente en las sociedades plurales.La consecuencia principal de esta con-sideración es la explicación de todas lasdiferencias atendiendo sólo a la baseétnica, con lo que se obvían los análisisde género y de clase, y su correlato: esimposible la convivencia con los dife-rentes, por lo que la respuesta pasa porla expulsión del territorio, la exclusióndel mismo o la simple asimilación.

Para que esta consideración trifá-sica de la identidad tenga sentido y uti-lidad, no podemos considerarla comoun todo definido y estable para todaslas situaciones multiculturales de talmodo que nos proporcionen unas ca-tegorias de clasificación definitivas. Suutilidad, si la tiene, descansa en la con-sideración dinámica de la negociaciónde la identidad. Es decir, puede ser útilpara comprender la identidad agruparsus rasgos pero no de manera defini-tíva y estable: será necesario una lec-tura personalizada de la misma paracomprender mejor cada situación don-de se requiere la acción intercultural.

El reto es hacer posible la convi-vencía entre los diferentes. Superar ladimensión fácticade la multiculuralídadpara descender la acción intercultural

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de los deseos y proyectos a la realidadposible. En este sentido, queremos re-saltar una reflexión de Thiebaut comopunto final a la nuestra sobre el con-cepto de interculturalidad: “una socie-dad multicultural tendria, pues, que ba-sarse en gran medida en formas dereconocimiento que partan de la posi-bilidad de amplios márgenes de des-acuerdo y habría de diseñar institucio-nes o formas de funcionamiento de lasexistentes, que lo hicieran posible. Unasociedad multicultural necesita, por asidecirlo, de una meta constitución en laque los aspectos éticos de la auto-in-terpretación queden radicalmente esti-izados para dejar espacio a lecturas di-versas. O, en otras palabras, para quela conciencia misma de multiculturalí-dad pueda encontrar expresión jurídi-co-política” (THIERAUT, 1994: 5v>.

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Octavio VÁZQUEZ AGUADO

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