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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Abril 2005 Número 412 ISSN 0185-3716 Desde el Fondo del sur Un texto de Elena Poniatowska sobre su actividad periodística Fragmentos ¿Cómo leer a Leo Strauss?, de Claudia Hilb La razón populista, de Ernesto Laclau Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Braslavsky Obras reunidas, de Alejandro Rossi Los poemas solares, de Homero Aridjis Arnaldo Orfila, director del FCE aquí y allá Leandro de Sagastizábal Martí Soler Guillermo Schavelzon Aldo Ferrer sobre La economía argentina Francisco Hinojosa: El libro más sencillo Jorge Esquinca sobre PoeMar, de Fernando del Paso

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Page 1: Abril 412 Desde el Fondo del sur · bro de historia económica de Aldo Ferrer, quien rememora có-mo se gestó y cómo se transformó su clásico La economía argen-tina,

DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Abril 2005 Número 412

ISSN

018

5-37

16

Desde el Fondo del sur

Un texto de Elena Poniatowska sobre su actividad periodística

Fragmentos■ ¿Cómo leer a Leo Strauss?, de Claudia Hilb■ La razón populista, de Ernesto Laclau■ Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Braslavsky■ Obras reunidas, de Alejandro Rossi■ Los poemas solares, de Homero Aridjis

Arnaldo Orfila, director del FCE aquí y allá■ Leandro de Sagastizábal■ Martí Soler■ Guillermo Schavelzon

Aldo Ferrer sobre La economía argentinaFrancisco Hinojosa: El libro más sencilloJorge Esquinca sobre PoeMar,

de Fernando del Paso

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Sumario

Arnaldo Orfila, creador de instituciones editoriales 2Leandro de Sagastizábal

Los 15 mil días 4Martí Soler

Arnaldo Orfila: conversación en La Habana 6Guillermo Schavelzon

El Fondo en América 11Arnaldo Orfila Reynal

Por una sociología del lector 13Francisco Romero

Carta de Argentina 15Ramón Alcalde

La economía argentina, según el autor 17Aldo Ferrer

¿Cómo leer a Leo Strauss? 19Claudia Hilb

La razón populista 22Ernesto Laclau

La comprensión del lenguaje escrito 23Berta Braslavsky

El libro más sencillo 25Francisco Hinojosa

A mí me tragó el periodismo 27Elena Poniatowska

La lectura bárbara 29Alejandro Rossi

Variaciones sobre un tema solar 31Homero Aridjis

El múltiple mar de Fernando del Paso 32Jorge Esquinca

Leandro de Sagastizábal es editor y dirige la filial argenti-na del fce ■ Martí Soler es editor y está al frente de laUnidad Editorial del fce ■ Guillermo Schavelzon esagente literario y ha sido editor ■ Arnaldo Orfila Reynaldirigió el fce y fundó Siglo XXI Editores ■ FranciscoRomero fue filósofo y ensayista ■ Ramón Alcalde es es-critor ■ Aldo Ferrer es economista y ha sido funcionariopúblico ■ Claudia Hilb es socióloga y docente en la Uni-versidad de Buenos Aires ■ Ernesto Laclau es sociólogoe investigador en la Universidad de Essex ■ Berta Bras-lavsky es pedagoga y docente en la Universidad de BuenosAires ■ Francisco Hinojosa es escritor y promotor de lalectura ■ Elena Poniatowska es escritora y periodista ■

Alejandro Rossi es filósofo y escritor ■ Homero Aridjises poeta y ecologista ■ Jorge Esquinca es poeta

Desde el Fondo del sur

Aunque nació en México, el fce tiene en Argentina un segundohogar. No sólo ahí se abrió nuestra primera filial sino que duran-te casi veinte años, los de su más notoria expansión, su directorfue un ciudadano platense, amén de que centenas de autores yotra clase de colaboradores han sido oriundos de ese país. Estenúmero de La Gaceta busca subrayar ese vínculo, tomando encuenta además que en la segunda quincena de este mes se inau-gurará la 31a Feria del Libro de Buenos Aires, donde cada añoel fce entra en contacto con lectores y colegas argentinos.

Hace 60 años que el Fondo tiene presencia formal en Argen-tina. El pie de cría lo sembró el que habría de ser el segundo di-rector de la editorial, creador de colecciones emblemáticas co-mo Breviarios y Letras Mexicanas, y a quien dedicamos la pri-mera porción de esta entrega. Arnaldo Orfila pertenece un pocoa la historia y otro a la mitología editorial. A revisar algunos desus aportes principales se dedica Leandro de Sagastizábal, direc-tor de la oficina del fce en Buenos Aires, en el artículo con quese abre el número. Martí Soler, experimentado editor que refinósu maestría editorial al lado de Orfila, nos presenta diversas fa-cetas humanas del gran hacedor de libros, quien en primera per-sona, en la conversación con Guillermo Schavelzon que repro-ducimos enseguida, explica cómo llegó a la edición y qué retosenfrenta aún hoy este oficio complejo y apasionante. Hemostambién asignado un espacio al propio Orfila, en un reveladorinforme de algunos problemas y del potencial del fce cuando éllo dirigía. Para cerrar ese primer bloque, ofrecemos dos artícu-los que aparecieron en las páginas de La Gaceta hace medio si-glo, en los que se retratan las preocupaciones y las solucionesque escritores y editores de revistas enfrentaban entonces.

Uno de los mayores bestsellers de la casa en Argentina es el li-bro de historia económica de Aldo Ferrer, quien rememora có-mo se gestó y cómo se transformó su clásico La economía argen-tina, con tres ediciones y más de cien mil ejemplares vendidos.Este recorrido por trabajos publicados por el Fondo del surcontinúa con tres fragmentos de obras de inminente aparición:¿Cómo leer a Leo Strauss?, de Claudia Hilb; La razón populista, deErnesto Laclau, y Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Bras-lavsky. Con este último se liga el artículo de Francisco Hinojo-sa, el delirante cuentista y promotor de la lectura, que en la fe-ria bonaerense participará en un encuentro de expertos en estamateria. (Este año el Fondo ha contribuido además a organizardos seminarios internacionales de capacitación, dirigidos a li-breros, poco antes de las jornadas de profesionales de la feriadel libro, es decir el 16 y el 17 de abril. Los seminarios seránconducidos por autores de la casa: Tiziano Vescovi, coautor deLa librería como negocio. Economía y administración —libro de tex-to de la escuela de libreros Umberto y Elisabetta Mauri, con se-de en Milán—, y Herbert Paulerberg, autor de El arte de venderlibros. Técnicas de venta y atención al cliente para libreros —obraempleada en la afamada escuela de libreros de Francfort—. Pa-ra mayor información, consulte www.el-libro.com.ar.)

Cierran el número textos de o sobre una cuarteta de actoresrelevantes en la escena literaria mexicana. Del volumen quereúne sus relatos, hemos tomado el prólogo de Elena Ponia-towska en el que confiesa cómo fue contaminada por el virusdel periodismo. Aprovechamos que las Obras reunidas de Ale-jandro Rossi están por salir a la luz para compartir con los lec-

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tores un artículo de su muy útil Manual del distraído. HomeroAridjis dará pronto a conocer un nuevo poemario, Los poemassolares, del que anticipamos aquí unos versos. Y con una reseñasobre PoeMar, de Fernando del Paso, escrita por el tambiénpoeta Jorge Esquinca, rematamos esta entrega.

En la confección de este número a la vez primaveral y oto-ñal fue decisiva la colaboración del propio De Sagastizábal y deAlejandro Archain, a quienes queremos dejar aquí constanciade agradecimiento desde el Fondo del norte.

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Arnaldo Orfila, creador de instituciones editorialesLeandro de Sagastizábal

2 laGaceta

Directora del FCE

Consuelo Sáizar

Director de La GacetaTomás Granados Salinas

Consejo editorialConsuelo Sáizar, Ricardo Nudelman,Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler, Ma-ría del Carmen Farías, Áxel Retiff, Jime-na Gallardo, Laura González Durán,Carolina Cordero, Nina Álvarez-Icaza,Paola Morán, Luis Arturo Pelayo, PabloMartínez Lozada, Álvaro Enrigue, Mi-riam Martínez Garza, Marisol RuizMonter, Fausto Hernández Trillo, Kar-la López G., Alejandro Valles Santo To-más, Héctor Chávez, Delia Peña, Anto-nio Hernández Estrella, Juan CamiloSierra (Colombia), Marcelo Díaz (Espa-ña), Leandro de Sagastizábal (Argenti-na), Julio Sau (Chile), Carlos Maza (Pe-rú), Isaac Vinic (Brasil), Pedro Juan Tu-cat (Venezuela), Ignacio de Echevarria(Estados Unidos), César Ángel AguilarAsiain (Guatemala)

ImpresiónImpresora y EncuadernadoraProgreso, sa de cv

Diseño y formaciónMarina Garone y Cristóbal Henestrosa

IlustracionesRaúl G. Plancarte

La Gaceta del Fondo de Cultura Económicaes una publicación mensual editada porel Fondo de Cultura Económica, condomicilio en Carretera Picacho-Ajusco227, Colonia Bosques del Pedregal, De-legación Tlalpan, Distrito Federal, Mé-xico. Editor responsable: Tomás GranadosSalinas. Certificado de Licitud de Título8635 y de Licitud de Contenido 6080,expedidos por la Comisión Calificadorade Publicaciones y Revistas Ilustradas el15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondode Cultura Económica es un nombre regis-trado en el Instituto Nacional del Dere-cho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de2001. Registro Postal, Publicación Pe-riódica: pp09-0206. Distribuida por elpropio Fondo de Cultura Económica.

Correo electró[email protected]

DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

El Fondo es una institución orgullosa de su pasado, de las personas que hicieron del proyecto original una empresa de mayores alcances. Echamos a andar la evocación de Arnaldo Orfila Reynal con este artículo de quien hoy dirige nuestra filial argentina, uno de los pocos historiadores del oficio editorial en América Latina y autor de Diseñar una nación. Estudio sobre edición en la Argentina, que además fue director de la carrera de edición de la Universidad de Buenos Aires

En algunas ocasiones, la biografía de una persona es el documento con el que pode-mos reconstruir las características y peculiaridades de una profesión. Es también la he-rramienta con la que podremos asomarnos a la forma de pensar de una época. Éste esel caso de la vida y obra de Arnaldo Orfila Reynal, sinónimo de la edición en Améri-ca Latina. Lo recordamos ahora cuando estamos a punto de celebrar el sexagésimoaniversario de la filial argentina del Fondo de Cultura Económica, que lo tuvo en sudirección en la época misma de su creación. Recordarlo y rendir este homenaje seisdécadas después es la mejor manera de reconocer el vigor de aquella iniciativa.

Con respecto a la trayectoria de este hombre del libro podemos señalar que fueinspirador directo de tres proyectos fundamentales para la cultura de este continen-te. Las editoriales Fondo de Cultura Económica, Siglo XXI y Eudeba contaron, yafuera para su creación o su desarrollo, con su aporte profesional.

Los inicios profesionales de la actividad editorial

La década de los cuarenta es el momento de profesionalización de la actividad edito-rial en la Argentina. De igual forma que sucedía en otros países de América Latina,se producían libros que comenzaban a conquistar el mundo. Fue el momento en quese fundaron algunas de las editoriales que serían emblemáticas con los años. Nos re-ferimos a Sudamericana, Emecé, Losada. Esas casas editoriales nacieron facilitadaspor el vacío de producción de libros en lengua española que había dejado la guerracivil española, ya que muchos de los que buscaron asilo en la Argentina eran ya pro-fesionales del sector. Entonces, el exilio de intelectuales y de personas con experien-cia en la edición de libros significó un aporte fundamental para generar el desarrollode la actividad en este continente.

Dos hechos del momento muestran la consolidación en la Argentina de la activi-dad editorial en los años cuarenta. En 1941 se crea la Cámara Argentina del Libro,fundada en 1938 como sociedad de editores. Además de la madurez del sector mos-trada con la creación de esa entidad asociativa, hubo otro hecho de singular impor-tancia para la actividad, pues dos años más tarde se inauguró la primera feria del li-bro organizada por esa institución, visitada por más de un millón de personas.

El escritor Ricardo Rojas pronunció el discurso de apertura en el que hizo hinca-pié en un rasgo fundamental que propició el surgimiento de la edición profesional enel país: por primera vez existían editores de verdad, ya no eran los libreros e impre-sores quienes editaban. De modo que él señalaba con contundencia la cualidad inde-pendiente de la profesión.

En ese contexto y a poco más de 10 años de su nacimiento en México, el Fondo deCultura Económica decide abrir una filial en la Argentina. Como define muy bienCarlos Monsiváis en su artículo incluido en el libro de homenaje a Orfila Reynal, pu-blicado por la Universidad de Guadalajara en 1993, había llegado el momento de la“fijación del canon” y de la ampliación de la propuesta. Era necesario dotar a México

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y a los países de habla hispana del equivalente de los manualesuniversitarios que se editaban en Inglaterra y Estados Unidos.

Además era urgente dirigirse a los lectores profesionales deAmérica Latina, revisar su historia cambiando el lirismo por elconocimiento riguroso y, muy especialmente, se hacía indis-pensable construir un público para las ciencias sociales, quecontribuyera a diversificar el mapa de las vocaciones que hastaese momento se limitaban a las tradicio-nales carreras de abogacía, ingeniería ymedicina.

La persona que designa Daniel CosíoVillegas —director del Fondo de Cultu-ra Económica en aquel momento— esArnaldo Orfila Reynal, un argentino,graduado en química en la Universidadde La Plata, con un pasado de activa mi-litancia en el movimiento estudiantil na-cido con motivo de la reforma universi-taria de 1918. Arnaldo Orfila Reynal ha-bía visitado México por primera vez en1921 con motivo del Congreso Internacional de Estudiantes.Había estrechado vínculos con los intelectuales del momento yposeía entonces una relación personal afectiva con muchos deellos.

Según relató el mismo Orfila Reynal años más tarde en unaentrevista, su nombramiento se debió a una iniciativa impulsa-da por Alfonso Reyes, un verdadero argentinófilo —como so-lían definir al escritor mexicano—, y Pedro Henríquez Ureña,el escritor dominicano. Ambos se encontraban en la Argentinapor aquellos días y estaban convencidos de que era un país concondiciones para ampliar las propuestas de una editorial quecomenzaba a consolidarse como sinónimo del libro latinoame-ricano. El primer local de la filial se ubicó en la calle Indepen-dencia 802, casi esquina Piedras, es decir en el límite entre losbarrios porteños de Montserrat y San Telmo, ámbito donde,desde su fundación, habían acontecidolos hechos más importantes de la vidainstitucional de Buenos Aires.

El editor Orfila Reynal

Éste no es el momento para hacer unaexhaustiva biografía del editor; por ellosimplemente señalaré algunas de las ca-racterísticas de su personalidad que, se-gún mi experiencia como profesional dela edición e historiador de la actividad enla Argentina, lo jerarquizan y ubicanen el lugar de los grandes.

En primer lugar, Orfila Reynal teníauna absoluta convicción en la importan-cia de su actividad. Siguiendo el modelode las principales vidas de editores(Aguilar, Losada, López Llausás, etcéte-ra), la suya es la historia de quienes, in-volucrados alguna vez en el mundo de laedición, ya no querrían abandonarlanunca más. Es en definitiva la historia deuna pasión, hasta en las formas que ad-quieren algunos momentos de su vida

Las propuestas edArnaldo Orfila, agcolecciones temátimuestran su capacpercibir con muchlas necesidades dede una sociedad endeterminado, al tieconoce la importande ordenarlas con definidos de diseñ

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profesional. Por ello también cada vez que se escribe sobre élpredomina el tono épico, relativizándose otros aspectos de supersonalidad sobre los que hay tantas anécdotas como personasque lo frecuentaron.

Por otro lado, cumple con una segunda condición: la claraconciencia de un requisito indispensable para hacer viable elproyecto: construir un mercado de autores y lectores. Orfila

Reynal, con sus intuiciones, precede ygenera la demanda. Agrupa alrededorde sus iniciativas a los mejores intelec-tuales, pero además, como todo gran edi-tor, los descubre, los edita por primeravez y los difunde ante un público que,también por primera vez, los lee.

Sus propuestas editoriales, agrupadasen colecciones temáticas, muestran sucapacidad para percibir con mucha suti-leza las necesidades de lectura de una so-ciedad en un momento determinado, altiempo que conoce la importancia de or-

denarlas con criterios definidos de diseño (en contenidos y for-matos) para facilitar su duración en el tiempo. Pertenece a laclase de hombres sobre los que podemos decir, sin temor aequivocarnos, que han hecho leer a varias generaciones de per-sonas

La continuidad de algunas colecciones creadas por él ad-quiere más valor aun cuando fueron generadas y realizadas enel marco de una empresa del estado, instituciones siempre tanpermeables en América Latina a los cambios de rumbo antesque a las trayectorias. ¿Qué persona de nuestro continente noha leído a lo largo de su vida un libro de la colección Brevia-rios o de la Popular?

Para entender la importancia del diseño editorial como unode los elementos que construyen la permanencia de los proyec-tos a lo largo del tiempo, deseo mencionar algo menos conoci-

oriales deupadas enas, dad para sutileza lectura un momentompo que cia riterios

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do en la trayectoria de Orfila Reynal. Me refiero a su partici-pación en Eudeba.

Normalmente en las biografías que dan cuenta de su obraaparecen dos proyectos que lo tienen como un protagonistacentral. La dirección de la filial argentina y luego de la edito-rial entre 1945 y 1965 del Fondo de Cultura Económica y lafundación de la editorial Siglo XXI a partir de esa fecha.

Suele incluirse también su participación en el proyecto Eu-deba, de la universidad de Buenos Aires, pero sin conocerse sureal importancia. Efectivamente, en 1958 el entonces rector dela Universidad de Buenos Aires, doctor Risieri Frondizi, locontrata para organizar una editorial. Luego de unos mesesOrfila Reynal presenta su propuesta definiendo claramente ca-da una de las colecciones que deben crearse para su desarrollo,así como la estructura con la que funcionará la nueva editorial.Además, en la primer reunión del directorio, en junio de 1958,propone para la dirección a quien luego sería el gerente edito-rial del período más brillante de la casa: Boris Spivacow.

Si en la actualidad esta editorial sigue vigente y producien-do libros se debe a la claridad y el buen diseño de su origen. Ladependencia de las coyunturas políticas que ha tenido este tipode proyectos culturales en nuestros países queda muy transpa-rentado en situaciones como las que motivaron el fin de la ges-tión de Orfila Reynal al frente del fce, cuando una decisión depoder político a raíz de la publicación de Los hijos de Sánchez,de Oscar Lewis, lo separa, o en las desventuras de Eudeba conlas distintas intervenciones militares argentinas posteriores a1966.

Sin embargo, en una coyuntura económica como la actual,donde casi no quedan editoriales independientes en AméricaLatina de todas aquellas creadas en la primer mitad del siglopasado, la vigencia y la resistencia cultural que reflejan el Fon-do de Cultura Económica, Siglo XXI y Eudeba hablan de la so-lidez de tales proyectos

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Los 15 mil díasMartí Soler

Finalmente hay otra característica que puede destacarse en-tre las preocupaciones de un editor moderno y Orfila Reynal latenía presente. Me refiero a la importancia otorgada al librocomo producto material. El cuidado en la selección de los tra-ductores, el rigor en los procesos de corrección, la homogenei-dad para diseñar las colecciones, eran todas condiciones nece-sarias que podían conseguirse profesionalizando la actividad entoda la línea. De allí que sus colaboradores conformaran unequipo de profesionales con funciones claramente asignadas yreconocidos por sus idoneidades.

Un legado para la filial

Recordar en estos días al fundador de la casa argentina delFondo de Cultura Económica es una manera de rendir un ho-menaje a quienes a lo largo de estos 60 años, desde sus diferen-tes puestos de trabajo, lograron que la misma sea una de lasmáximas expresiones de la cultura de nuestra sociedad.

Luego de un largo camino, y en un país que se caracterizapor sus cambios drásticos, la filial argentina se encuentra vitaly productiva. Cuenta con un hermoso edificio en el barrio dePalermo y analiza posibilidades de abrir una librería en un te-rreno propio en la misma zona. En la actualidad edita a losprincipales intelectuales locales y del mundo, publica 40 nove-dades al año y reimprime otro tanto, distribuye los libros de lacasa matriz y las demás filiales. Cuenta en su planta con unaveintena de profesionales calificados, ha generado coleccionespropias como Breves o Una Introducción a la Enseñanza, faci-litando que autores de gran valor sean difundidos en todaAmérica Latina y en España.

Quizá la herencia más importante que nos ha dejado OrfilaReynal es la convicción de que proyectos tan importantes co-mo el del Fondo de Cultura Económica deben persistir en eltiempo para las futuras generaciones.

Hay grandes semejanzas en el ánimo del editor y el del maestro. Quizá por ello Arnaldo Orfila contribuyó a que el Fondo fuera no sólo una empresaeditora sino una escuela, tanto de profesionales como de meros individuos pensantes. Presentamos aquí una instantánea de la faceta docente de don Arnaldo, escrita por uno de sus dilectos alumnos,editor en el FCE y en Siglo XXI, gerente de esta última yhoy encargado de la Unidad Editorial de nuestra casa

En la esquina de Universidad y Parroquia existió una escue-la. En 1959 fui admitido en ella, con la intervención decisivade Manuel Andújar y Joaquín Díez-Canedo. Ambos admira-dos y queridos. Ambos hombres que hicieron del exilio vir-tud. A su lado, dos mexicanos a los que debo recordar siem-

pre, porque también fueron maestros: Alí Chumacero y Ful-vio Zama.

Un argentino se sentaba en la silla de la dirección: ArnaldoOrfila Reynal. Un argentino universal, porque llevaba a Lati-noamérica en la sangre.

Corría pues el año de 1959 y comenzaba mi carrera de editor(antes había sido corrector de pruebas bajo la mirada severa demi padre, de Ramón Lamoneda, de los hermanos Gally; habíaincursionado en la imprenta con Guillermo Gally Grivé, conJoan B. Climent; gracias a mi facilidad para redactar, había he-cho de negro en la Editorial Pax-México; gracias a mi facilidadcon el dibujo, había intentado estudiar arquitectura…).

En el Fondo de Cultura Económica encontré mi verdaderaescuela. Largos días de revisar traducciones (y no sólo traduc-ciones, también originales en castellano) deficientes, de corre-

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gir maravillosas pruebas de galeras cui-dadosamente paradas (hermosa palabra)por linotipistas tan expertos como Gar-cés o Mytton, culpables de que, estupe-factos ante la perfección, leyéramos dosveces la misma galera en busca de laerrata inexistente.

Y Arnaldo Orfila, sentado ante la me-sa similicolonial (así diría don AlfonsoReyes, quien en una carta confiesa escri-bir similifrancés).

Fueron seis años maravillosos, en losque encontré y me encontraron los li-bros. Y no sólo eso: hice amigos, Elsallegaría a ser mi esposa (mi primer hijonació precisamente en 1965)…

En esos años, Orfila siguió siendo elhombre tonante, sentado en su silla de ladirección. Y, con la seriedad de Orfila, lapaciencia sapiente de Joaquín, la manse-dumbre y constancia de Andújar, la es-ponja de saberes de Zama, el bien hacerde Alí Chumacero, la prosopopeya deJosé C. Vázquez, el empaque irónico deJuan Almela, la alegría inquieta de Jasmin Reuter, la seriedadde Carlos Villegas y la presencia única y conocedora de ElsaCecilia Frost (sola mujer entre un zoológico masculino)…

Cierta vez cité a ese otro gran argentino que fue EzequielMartínez Estrada al referirme a esos años, y quiero repetirmey repetirlo aquí: “El Fondo de Cultura Económica inviste losatributos de una institución docente consagrada a la ilustra-ción del pueblo. Al seleccionar los libros nos ha dado los me-jores maestros, mis deudas al respecto son las de millones delectores. El camino para el filósofo, el escritor y el artista es-tán más expeditos en América por esta labor.” Sí, para el autory para el lector. Pero también para el editor, para el hacedorde libros, sin duda, fue una institución docente

Fue después, a partir de 1966 (y ya en Siglo XXI), cuandoaprendí que Orfila era tonante, sí, pero que igualmente sabíadulcificar el rostro y el habla en momentos de crisis; aprendíigualmente que era un hombre de palabras y de palabra; que, asemejanza de mi padre, él también per-seguía una utopía, el uno para su tierracatalana, el otro para su tierra latinoa-mericana.

Ambos eran amantes de los libros.Ambos eran estrictos en cuanto a sus con-tenidos: “No podía yo lanzar al mercado—dijo cierta vez Orfila— publicacionesque no satisficieran mis ideales y mispreocupaciones. Hay desde luego grandes libros que se publica-ron en la Argentina y en México, así como en otras partes, conposiciones contrarias a los ideales que mis amigos y yo sostenía-mos, pero yo no podía transar con mis principios.”

Allá en la esquina de La Morena y Gabriel Mancera se levantauna vieja casa algo reformada por las necesidades del cambiode uso… Una vieja casa de familia convertida en empresa edi-

Orfila era tonante,igualmente sabía del rostro y el hablade crisis; era un hode palabras y de paperseguía una utopsu tierra latinoame

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tora que mira al futuro y en su nombre lleva la fama. En ellaOrfila está sentado frente a un escritorio y tres ayudantes suyoscomparten con él todo el quehacer: selección, producción, ad-ministración y ventas. Rodrigo Asturias tiene su despacho enuna especie de tapanco que mira al almacén repleto de libros.Los demás, Concepción Zea, Orfila y yo ocupamos diversashabitaciones de la casa.

El área de producción cuenta con una mesa ovalada, dondenos sentamos como en una cena solemne a revisar y corregirnuestros libros.

Pasarán unos cuantos años hasta que Siglo XXI construyacasa propia en Cerro del Agua, pero desde un principio su se-llo distintivo, creado por un gran amigo desaparecido ya: An-tonio España, dará el toque real en los aparadores y mesas delas librerías.

Orfila ha ido envejeciendo. En 1990 se le hace un homenaje alos 25 años de creada la editorial. Se me pide que diga unas pa-

labras. Termino diciendo: “Ahí estánnuestros libros. Han cambiado. Se hanmultiplicado. Pero siguen hablando elmismo lenguaje. Siguen trabajando porlas mismas ideas. Siguen entablando esalucha por la razón y contra la ignoranciaque es, y usted nos enseñó cómo em-prenderla, la lucha de todos. Para ustedy para todos nosotros, don Arnaldo, los

libros son la fuerza. Aquí y ahora y siempre, los libros son unlibro abierto… Aquí y ahora, ellos y yo, en esta fecha, le damosun fuerte abrazo.”

¿Quizá la lírica nos dominaba? Ver a un hombre acercarse alos cien años dirigiendo una editorial con plena lucidez ameri-taba tales lirismos. Y, efectivamente, las listas de obras que sedeben a Orfila, tanto en el Fondo como en Siglo XXI, tienenla palabra.

í, perolcificar en momentos

bre abra, quea para icana

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Arnaldo Orfila: conversación en La HabanaGuillermo Schavelzon

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“Por el catálogo hablará mi espíritu”, parecen parafrasearlos editores de trapío a José Vasconcelos, el convulso ysoñador político y educador mexicano. Por eso personajescomo Arnaldo Orfila eran reacios a conceder entrevistas: loque tuvieran que decir, lo habían dicho publicando a otros.La que presentamos aquí es un recorrido por los años deformación, política y editorial, del químico platense quedescollaría como hacedor de instituciones editoriales.Agradecemos a Schavelzon las facilidades para dar aconocer una conversación realizada en una atmósfera degran camaradería y acaso un tanto misteriosa

Arnaldo Orfila Reynal, el decano de los editores latinoameri-canos, murió en 1997, a la edad de cien años; argentino resi-dente en México, fue uno de los hombres que más contribuyóa la cultura de nuestro continente, un hombre cuya trayectoriamerece recordarse.

En enero de 1982, la Dirección del Libro cubana organizóun seminario internacional de editores, que reunió por una se-mana a Inge Feltrinelli, Ugné Karvelis (Gallimard), Jaime Sa-linas e Ignacio Cardenal (Alfaguara), Michi Strausfeld (Surk-hamp), Neus Espresate (Era), Arnaldo Orfila Reynal (SigloXXI) y yo, que era editor en México.

Trabajamos y bebimos daiquirís con igual intensidad. Falta-ba un día para terminar y el clima de camaradería era estupen-do. Después de una larga reunión con el ministro de Cultura,bajábamos las escaleras de la Casa de las Américas cuando Or-fila, sin que yo hubiera hecho ni una sola alusión al tema, metoma del brazo y me dice: “Esa entrevista que hace rato ustedme pide, hagámosla hoy.”

Tuve poco tiempo para conseguir un grabador y casetes, al-go bastante difícil en la Cuba de entonces. El pintor MarianoRodríguez, presidente de la Casa de lasAméricas, me los prestó y también mecedió una mesa a su nombre en 1830, untradicional y exclusivo restaurante a ori-llas del mar.

Desde el Hotel Habana Riviera, don-de nos alojábamos, hasta el restaurante,hay unas cuantas cuadras bordeando elmar. Por allí fuimos caminando Orfila yyo. Este hombre amable pero parco,acostumbrado a hablar con Fidel Castro,con el Che, con Buñuel y con Lacan, comenzó a contarme co-sas. Orfila nunca hablaba de él, solamente de su editorial. Co-menzó diciéndome que no concedía entrevistas porque lo úni-co importante en su vida era la editorial, y para saber de ella elcatálogo era más que suficiente. Pero ese día algo había pasa-do, porque ni bien echamos a andar por el malecón empezó ahablar de él. La charla siguió en el restaurante, donde el gra-bador la registró junto al ruido de las olas marinas.

Esa noche soñé con el ruido de las olas, hasta que se hizo tan

Hay una historia vArgentina en los tarecuerdos, los perscambalache. En cuéramos jóvenes y ndinero, pero podíay a cabarets de meDe todos modos, lera la vida cultural

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real que me desperté: alguien golpeaba la puerta de mi habita-ción. Me levanté y fui a abrir. Era Orfila, que sin entrar me di-jo: “Mire, lo estuve pensando toda la noche, ayer me entusias-mé y le conté muchas cosas personales. Yo creo que con las co-sas profesionales de mi historia alcanza. No quiero quepublique esa entrevista; por favor, devuélvame los casetes.”Una hora más tarde, terminando el desayuno, logré al menosconservar la grabación con la palabra empeñada de no publicarnada sin antes conseguir su autorización. Desde entonces, que-dó guardada en un cajón.

Han pasado más de dos décadas. La obra de Orfila es patri-monio de la historia cultural de nuestro continente. Creo quepuedo dar por cumplido mi compromiso y que publicar estaentrevista será mi mejor homenaje al decano de los editores deAmérica.

¿Cuándo surgió en usted la vocación por la actividad editorial?Creo que desde la infancia. Cuando estaba en primer año delsecundario, en el Colegio Nacional de La Plata, fundé un pe-riódico y fui delegado del Centro de Estudiantes.

¿Y qué fue lo que lo decidió después a estudiar química y no una ca-rrera que tuviera más que ver con la creación de proyectos y la difu-sión de la cultura?Por aquel entonces yo no tenía una definición clara; por otraparte, las carreras no eran muy numerosas en las universidadesargentinas: medicina, derecho, química, ingeniería. No megustaba ninguna en particular, y me decidí por la química.

En aquel momento, recuerdo que ofrecieron dos becas pa-ra los alumnos del Colegio Nacional de La Plata para ir a cur-sar los estudios universitarios en los Estados Unidos.

El Colegio Nacional de La Plata era un poco el colegio mo-delo en aquel momento; acababa de inaugurarse en el año en

que yo entré, el año 1910, y era muyconcurrido por la clase dominante. Unode mis compañeros era el hijo del gene-ral Uriburu (quien luego fuera el dicta-dor en los años treinta); también estabaJulio González, por ejemplo, hijo de donJoaquín González. Teníamos maestrosde altísimo nivel; Ezequiel Martínez Es-trada, uno de los intelectuales de mayorcalibre de América Latina, era nuestroprofesor de literatura. Una vez le pre-

guntaron los muchachos a Henríquez Ureña: “Maestro, ¿ustedpiensa que el genio existe?” “No sé —contestó—, pero si exis-tiera en Argentina se llamaría Ezequiel Martínez Estrada.”

Como te decía, se ofrecían esas dos becas; entonces se haceuna elección en el Colegio Nacional, una elección con candi-daturas, urnas, fiscales, en la que los mil estudiantes emitían suvoto. Yo fui uno de los cuatro candidatos y salí elegido en se-gundo término por una diferencia de pocos votos. Mi compa-ñero se fue a estudiar a Estados Unidos y yo sufrí una gran de-

va de langos, losnajes, elnto al cabaret…

o teníamosos ir al Tabarís

or categoría. que contaba

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cepción. En cierto modo aquella votación decidió mi vida. Ledije a mi padre que quería irme a estudiar a Buenos Aires. Y enBuenos Aires cursé el primer año de química en la Facultad deIngeniería, que creo todavía está en la calle Perú 22, desde ha-ce sesenta años, a una cuadra del Colegio Nacional de BuenosAires.

¿Por qué no me cuenta algo sobre la vida en Buenos Aires duranteesa época?Era el Buenos Aires de Gardel, el de los tangos… Creo que hayuna historia viva de la Argentina en los tangos, los recuerdos,los personajes, el cambalache. En cuanto al cabaret… éramosjóvenes y no teníamos dinero, pero podíamos ir al Tabarís y acabarets de menor categoría. De todos modos, lo que contabaera la vida cultural.

En Buenos Aires se respiraba el espíritu de la reforma uni-versitaria de Córdoba; es cuando nacen Proa en Buenos Aires yValoraciones en La Plata, que fueron dos grandes revistas simul-táneas; antes había estado Martín Fierro con el grupo de Flori-da, frente al grupo de Boedo, que tenía el semanario Propósitos,de Barletta. Entonces todo eso daba una gran espectacularidada la vida intelectual. En el grupo de Martín Fierro estaban Ri-cardo Güiraldes, González Lanuza, Borges. Ellos se centrabanen la literatura, mientras que Valoraciones tendía a la filosofía ya la sociología; ensayos muy densos dirigidos por don Alejan-dro Korn, que escribía unas notas finales anónimamente, conpseudónimo. Valoraciones vivió bastante, la dirigió don Alejan-dro pero la inició Héctor Ripalverdi, que fue uno de los mu-chachos que viajaría conmigo a México, y que murió a los 28años, poeta, poeta de prestigio.

Entre los años veinte y los cuarenta había una actividad in-telectual muy intensa, más intensa que en cualquier otro mo-mento. Y la vida universitaria seguirá siendo muy activa hastala revolución del 43 y la subida de Perón en el 45.

Es interesante pensar en qué modo el trabajo de la farmacia, de losmedicamentos lácteos, los paseos por los cabarets de Buenos Aires,también tienen que ver con su formación intelectual, con una orien-tación que luego va a determinar su futuro de gran editor.Hay muchos marcos en mi formación, pero lo más importantees la presencia de Alejandro Korn, un auténtico maestro. Sugrupo no pasaba de doce, quince perso-nas que convivíamos con él. Nos íbamosal Café Victoria a las cinco de la tarde,porque a esa hora iba él, y nos sentába-mos a su mesa hasta las ocho de la no-che. A veces se ponía furioso porque lle-gaba y no había nadie…

En el año 24 llega Pedro HenríquezUreña. En México era el momento de larevolución y la situación estaba muyconfusa. Henríquez Ureña me escribiócontándome que se quería ir, y yo, con laayuda de Rafael Roberto Arrieta, le con-seguí dos cátedras en el Colegio Nacio-nal de La Plata, el mismo colegio dondeyo había estudiado. Pedro HenríquezUreña se instala con su mujer y su niñaNatasha en una residencia en La Plata, yatrae a la gente de Buenos Aires: Alfon-

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so Reyes, por ejemplo, viene todos los sábados y convive connosotros; era una de las grandes figuras que estaban cercanas.

Pero el congreso universitario de México, ¿en qué año es?Es en el 21. Ya lo estaba olvidando. Estando en Buenos Airesuna noche fui al teatro y en el intervalo me encuentro con unex compañero del colegio que me cuenta que en ese momentohabía una asamblea universitaria en México. Y me propone co-mo delegado por la Federación Universitaria. Pido 24 horaspara responder y finalmente acepto. Le mando un telegrama ami amigo y socio de la farmacia: “Me voy a México.”

El congreso de estudiantes fue muy trascendente para la vi-da universitaria latinoamericana, pues se funda ahí la PrimeraInternacional de Estudiantes.

En México nombran a los tres argentinos, a dos compañe-ros y a mí, para que fuéramos a instalar la secretaría en NuevaYork, París, Madrid, Lisboa, Roma, Rio de Janeiro y BuenosAires.

¿Recuerda quiénes eran los otros compañeros?Sí, Pablo Brilló, santafesino, y Enrique Breysing, de BuenosAires, representantes de la Universidad de Santa Fe, el prime-ro, y el segundo, de Tucumán. Miguel Bonfil de Buenos Ai-res… Éramos cinco en total: Breysing, Ripalverdi, Brilló, Bon-fil y yo, de La Plata.

En aquel momento la Argentina tenía cierto prestigio y des-pertaba simpatía en México; todavía era la presidencia de Yri-goyen, un gobierno liberal que había acabado con la estructu-ra oligárquica del país, con la famosa ley Sáenz Peña del 12.Esa ley había derrocado un sistema, fue un hecho de lo mástrascendente, que pocas veces se recuerda. Todo, hasta el 12,estaba dominado por la oligarquía conservadora en las provin-cias; el fraude era escandaloso. Entonces Sáenz Peña, que vie-ne de la oligarquía, dicta una ley electoral que permite el votosecreto y obligatorio desde los 18 años. En el 16 se hace la elec-ción general para presidente, y con esa elección cae todo el sis-tema, caen las catorce provincias, cae la presidencia de la repú-blica, se renueva todo el Congreso y entran ideas nuevas. El ra-dicalismo triunfa con la candidatura de Yrigoyen, un políticomuy respetable para mí, que había estado proscrito 15 años:había hecho una revolución en 1905 que fracasó. Lo llamaban

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nd

El Peludo, porque no salía de su casa, en la calle Pavón, enConstitución. De modo que con ese cambio el acercamiento aMéxico fue más fácil.

Obregón le tenía mucha simpatía a Yrigoyen, sobre todoporque no había roto relaciones con el eje, había resistido laspresiones internas y no se había aliado a Estados Unidos. Co-mo México estaba amenazado por Estados Unidos ya desdeentonces, a Obregón le interesaba mucho la presencia argenti-na en el congreso. Es así como se hace una fiesta, una cena enla embajada argentina, y Obregón le pide al embajador quecuando se sirva el café invite a su mesa alos estudiantes. Entonces los tres estu-diantes (que éramos unos desarrapados)nos acercamos a la mesa de Obregón.Nos habían comprado un smoking paraesa fiesta —creo que fue el embajador, ola federación de estudiantes—. Nos que-daban grandes y prendidos con alfileres,pero de cualquier modo fuimos, y con-versamos un par de horas con Obregón,que era un hombre de gran simpatía yatracción personal, que hacía muchaspreguntas sobre la Argentina. Quería enterarse de todo, hastadel cultivo de garbanzos (Obregón cosechaba garbanzo en So-nora), tema sobre el que nosotros no podíamos informarle de-masiado. También preguntaba sobre política y economía. Enfin, uno de nosotros era ingeniero agrónomo y algo conocíadel campo; el otro era escritor…

También surgió la vinculación con Daniel Cosío Villegas,que era el presidente del congreso, y con José Vasconcelos, queera el secretario de Educación, recién nombrado (en ese año sehabía formado la Secretaría de Educación). Estábamos muycercanos a todos ellos, igual que al grupo intelectual de JulioTorri, Montenegro, Diego Rivera. A Orozco no lo conocí,porque había salido de México…

Pero volviendo a Obregón, a raíz de aquella conversaciónen la embajada resuelve invitarnos a los cinco argentinos a que-darnos tres meses en México. Salimos de ese hotel elegantedonde parábamos, imperial, y nos llevaron a una pensión en lacalle de Moneda, detrás del Palacio Nacional. Allí vivimos co-mo estudiantes tres meses, viajando por todo el país, con elatractivo adicional de que nos acompañaba don Ramón del Va-lle Inclán, también invitado. Viajábamos en un tren que reco-rría todo México, iba por todas las provincias. Nos pusieron unvagón especial, con comedor, cocina y camarotes. Parábamosdonde quería don Ramón, que era el jefe del grupo. Era el másconversador y el más maravilloso ser humano, honrado, con-tradictorio…

Así fue como me vinculé con el grupo que en 1934 funda elFondo de Cultura Económica, con Daniel Cosío a la cabeza.

¿Cuándo viaja a España?En el 37, como corresponsal de guerra —o algo parecido— deldiario La Vanguardia, del Partido Socialista, y estuve allí tresmeses. Ya empezaba la caída.

Recuerdo cómo fui: no tenía nada de plata, pero los padresde mi amigo, el socio de la farmacia, me habían regalado un te-rrenito de 300 metros, en Villa Ribera, en la provincia de Bue-nos Aires, cerca de la ciudad de La Plata. Los padres estabanagradecidos por cómo había acompañado al muchacho que al

Don Alfonso Reyeen Buenos Aires, dgran personalidad literaria, hizo que,embajador políticoembajador intelectintensa vinculaciónintelectual argentiamigo de Borges, Ocampo, de Bioy C

8 laGaceta

fin se casó allá. Entonces recuerdo que un día voy a un bancoy uno de los cajeros me pregunta si no había más terrenos enVilla Ribera.

—Sí cómo no, hay uno —le dije yo.—¿Cuánto vale?—Dos mil pesos.—Lo compro.—Bueno, es mío.Y se lo vendí. Con esos dos mil pesos me fui a España, a Pa-

rís, Londres, Berlín, Viena, Praga y Trieste, donde me embar-co de nuevo para Buenos Aires. Mirá to-do lo que podía hacerse entonces condos mil pesos…

Cuando llegamos a Madrid me hos-pedé en la casa que dirigían Rafael Al-berti y María Teresa, su mujer. Bueno,así pasé varios días, yendo al campo deguerra de Ciudad Universitaria. Pusie-ron una muchacha compañera paraguiarme y fuimos al frente. Los obusesvenían por un lado pero uno podía cami-nar a cincuenta metros de él, porque el

obús seguía su misma línea, no se movía. Luego vinieron losbombardeos fuertes de Barcelona; era el comienzo de la pérdi-da de la guerra. Estuve hasta marzo, volví a París y luego fui aLondres y Berlín. En Berlín estalla la guerra, se produce laocupación de Austria por Hitler. Yo a pesar de eso sigo rumboa Praga. Allí estaba Jiménez Asúa como embajador de España,y me dijo: “Váyase inmediatamente porque mañana estalla laguerra”, pero yo me fui a Viena. Viena ya estaba ocupada, lle-na de militares alemanes. Me embarqué de regreso a BuenosAires.

¿Cuándo empezó, más concretamente, su tarea editorial?En el 43; durante un año trabajé para Editorial Atlántida.

¿De qué se ocupaba?Escribía manuales. Manuales sobre lo que sabía: química in-dustrial o química teórica, cosas de ese tipo. La colección sellamaba Oro y era un poco como la colección Austral, como losBreviarios, libros básicos para jóvenes.

¿Fue entonces cuando tenía que escribir un libro al mes?Sí, pero me pagaban bien. Por ese libro mensual me pagabanmil pesos. Con eso vivíamos todo el mes. Yo ya estaba casadocon María Elena Satostegui, que ganaba 400 pesos dando cla-ses en la Universidad. Era muy divertido, porque a la noche,cuando María Elena llegaba a casa, me decía: “Arnaldo, ¿cuán-tas páginas hiciste hoy?” “Hoy no pude hacer más de diez.”“¿Cómo, no sabés que tenés que hacer quince al día para po-der terminar el libro en un mes?” Lo que sucedía era que, encuanto María Elena se iba a trabajar, yo me escapaba al café, acharlar con mis amigos…

Ahora cuénteme cómo vivió el grupo de intelectuales latinoamerica-nos el 17 de octubre del 45.Con mucha desconfianza, porque Perón destituye a ochocien-tos profesores de la universidad, gente de peso en la cultura na-cional. Eso fue creando una actitud de protesta, de desconfian-za, de recelo. Por ese entonces se escribía en las paredes: “Ha-

fue embajador modo que su

ntelectual,más que fuera al. Tuvo una

con la vidaa, y fue muye Victoriaasares

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ga patria, mate a un estudiante.” A los estudiantes los hicieronaparecer como opositores, y lo fueron…

Desde el punto de vista político el gobierno de Perón pare-cía de derecha: llega con el triunfo de Farrel como primer ge-neral, después él toma el poder pero transforma aquella actituden un populismo que ya conocemos todos. Los intelectualesmás importantes se hacen antiperonistas, y de allí viene el ata-que que el peronismo hace a los grupos intelectuales, y los in-telectuales al peronismo, porque ven derrumbarse esa gran vi-da cultural que había entre los veinte y los cuarenta, cuando sehacen revistas, editoriales, la Asociación de Buenos Aires, laAsociación de las Artes, que traían grandes escritores europeos—como Anatole France— a dar conferencias. En general laoligarquía se había preocupado por la cultura, y la clase mediay el estudiante se habían beneficiado mucho con esa actitud.Las clases medias pobres y los estudiantes universitarios se in-teresaron en muchos movimientos intelectuales europeos através de las revistas que circulaban en esa época.

Sin embargo, el gobierno de Perón no impuso ninguna cen-sura a los libros, como había habido en ciertas épocas pasadas,por ejemplo en la dictadura de Uriburu que derrocó a Yrigoyen.

¿Cómo surgió su participación en el proyecto del Fondo de CulturaEconómica?Después de varios libros en Atlántida empecé a colaborar enotra editorial, Claridad, donde me pidieron que dirigiera unacolección que se llamó Autodidacta. Justo en ese momento Al-

fonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña le escriben a Cosío Vi-llegas, que dirigía el Fondo de Cultura Económica en México:“Arnaldo está libre, dejó su farmacia en el sur, hay que haceralgo por él.”

Después del Congreso de México yo había seguido en con-tacto con Cosío Villegas y los demás, desde Buenos Aires; losmuchachos me decían “El Cónsul de México” porque me llega-ban libros, revistas de allí. La vinculación intelectual y epistolarcon México era muy intensa, fundamentalmente a través de ElTrimestre Económico, que se había fundado en la Argentina. Lue-go Cosío empieza a viajar como editor del Fondo, para conse-guir autores en Buenos Aires. Finalmente Cosío me manda untelegrama diciéndome que quiere abrir una casa del Fondo deCultura en Buenos Aires y me pregunta si estoy dispuesto a ha-cerme cargo de ella. Así, el primero de enero del 45 se inaugu-

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ra la Casa de la Cultura Mexicana en Argentina, que queda ba-jo mi dirección durante dos años. Era la representación delFondo en la Argentina y también el centro cultural de México,porque todos los mexicanos que llegaban hacían escala allí.

¿Quiénes eran los mexicanos que iban en esa época?Que yo me acuerde, Agustín Yáñez, Leopoldo Zea, Jesús ReyesHeroles, con el que desde entonces mantengo una gran amis-tad. Don Alfonso Reyes fue embajador en Buenos Aires, de mo-do que su gran personalidad intelectual, literaria, hizo que, másque embajador político, fuera embajador intelectual. Tuvo unaintensa vinculación con la vida intelectual argentina, y fue muyamigo de Borges, de Victoria Ocampo, de Bioy Casares.

¿El próximo paso sería el Fondo de México?En 1948, a raíz de la beca de la Fundación Rockefeller, Cosíose retira a escribir su Historia de México y me ofrece viajar a Mé-xico para hacerme cargo de la dirección del Fondo. Acepto.Pasan cuatro años y un día Cosío me manda una carta dicien-do que regresa a hacerse cargo del Fondo. Entonces decidoreunir a la Junta de Gobierno para comunicarles la novedad.La junta resuelve que, antes de decidir, van a pedir a Cosío unaconfirmación clara y exacta acerca de qué día se hará cargo, ysi lo haría en forma efectiva o parcial. Cosío varias veces habíaenviado su renuncia y había tenido muchos conflictos con lajunta de Gobierno.

Un miembro destacado de la junta habla con Cosío mien-tras caminaban por la calle Madero. Lepide una respuesta concreta con respec-to a su regreso a la dirección. Cosío to-ma esto como una ofensa, lo deja cami-nando solo por la calle y envía su renun-cia, que esta vez es aceptada. Recién en1952 la junta de Gobierno me confirmacomo director efectivo del Fondo.

Cuando yo vine, en el 48, los españo-les tenían mucha gravitación en el proce-so cultural. Yo tenía de colaboradoresunos cuantos españoles. Eugenio Ímaz,un hombre realmente genial en el campode la filosofía, que había trabajado en elFondo y en ese momento estaba en Ca-racas, me hizo decir por su mujer quequería volver. “Inmediatamente”, le di-go, y se vuelve. Sabía que era una de las

grandes cabezas que podía colaborar. Lamentablemente se sui-cida tres años después. Pero quedaron cuatro o cinco colabora-dores de planta españoles y estaban los de afuera también, esdecir, José Gaos dirigía la colección de filosofía, Echavarría co-laboraba con sociología, León Felipe era el amigo que estabacerca, el que venía cada tanto a México. Y todo el grupo espa-ñol fue gran colaborador de la cultura mexicana por los añoscuarenta. El Fondo le debe mucho a gente como Eugenio Ímaz,como Manuel Andújar, como Calvo. Fueron un gran aporte pa-ra la editorial.

Después de una carrera editorial tan importante, ¿cómo ve usted elmundo editorial de aquí hacia atrás y de aquí hacia el futuro?Bien, me acuerdo de una anécdota (los viejos tenemos la cos-tumbre de las anécdotas). En Buenos Aires en el 74 me hicie-

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rnence

ron un reportaje para Clarín; “Orfila dice que McLuhan no tie-ne razón”, decía uno de los títulos de la entrevista. McLuhanhabía predicho en ese momento que el libro desaparecería acausa de la televisión y de los medios de comunicación. Yo ledije al periodista, en aquel momento, que el libro siempre ibaa persistir, y tal vez con mayor intensidad, porque la televisiónpodía ser un medio de comunicación, de estímulo a la lectura,etcétera. Hoy le diría que a lo mejor McLuhan tenía razón,porque creo que la televisión ha actuado contra el proceso dellibro. Sé que todos lo dicen, no estoy diciendo ninguna nove-dad.

Estamos viviendo un momento1 complejo de la industriaeditorial en todo el mundo, como hemos tenido oportunidadde ver en esta reunión, conversando con amigos editores ex-tranjeros. Es posible que el proceso no sólo obedezca a la cri-sis económica mundial, sino a un desplazamiento de la preocu-pación de la juventud. Parecería que la televisión, por un lado,y otras actividades —deportes, discotecas—, por el otro, vanalejando a los jóvenes de la preocupación intelectual. Se tratade un fenómeno mundial, no de un fenómeno americano. EnAlemania, Francia, Italia, España, se habla de la quiebra degrandes firmas editoriales porque no encuentran eco en la ma-sa lectora, ni siquiera el suficiente como para convencer de lanecesidad de la lectura. Esto es muy alarmante. Para nosotros,los latinoamericanos, una solución sería la apertura del merca-do al continente europeo, o sea, a España fundamentalmente.Pero también España atraviesa una crisis intelectual: el ensayoha pasado de moda, ya no tiene interés. El libro serio no sevende. Se venden las novelizaciones de películas o las novelasque son llevadas al cine… De todos modos no puede pensarseen una catástrofe, en que el libro vaya a desaparecer como me-dio de acción cultural, porque por otro lado vemos que, parti-cularmente en México, la actividad cultural se ha estimuladoextraordinariamente en los últimos cinco o seis años.

¿Usted cree que esa actividad cultural se refleja en el nivel de lectu-ra o venta de libros?Yo creo que sí, porque es indudable que existe una masa de ha-bitantes universitarios o extrauniversitarios que participan enpreocupaciones culturales que se reflejan a su vez en los cons-tantes simposios, congresos, conferencias sobre temas concre-tos de carácter intelectual. Creo que es-ta proyección de la universidad haciaafuera, que se ve en México fundamen-talmente y en Venezuela, es un factor es-timulante de la cultura.

Usted dirige la editorial más importante deAmérica Latina, que es Siglo XXI. ¿Cómopiensa o cómo prepara el futuro de esa editorial, para el momento enque usted quiera o deba retirarse de las tareas concretas? ¿Cómo pien-sa garantizar la continuidad de su política editorial?¿Qué va a pasar? No somos profetas, no vamos a predecir elfuturo, pero todo esto puede promover o producir una deca-dencia más fuerte en toda la cultura. Si no, ¿qué pasa en Ar-gentina?, ¿qué pasa en Chile?, ¿qué pasa en Uruguay?, ¿quépasa en Bolivia?, ¿qué pasa en Centroamérica? Todo este esta-do de guerra, de dictadura, de tiranía, que existe combinada-

En el trabajo editonada. El editor tieprimero con la intinteligencia, pero olvidar el aspecto lo que mucha gent

1 Debemos recordar que la entrevista se realizó en 1982.

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mente en estos países, tiene que provocar una caída notable delos niveles culturales. En Buenos Aires hoy las universidadesestán devastadas, hundidas en una superficialidad de estudios,se ha suprimido la carrera de psicología y de sociología… To-do esto hace pensar que si el proceso de América es negativo,políticamente negativo, vale decir, si los gobiernos dictatoria-les siguen proyectándose y dominándolo todo, naturalmenteel proceso natural a través del libro va a resentirse extraordi-nariamente.

Hasta hoy podemos decir que tenemos medio continente anuestra disposición. O menos de medio, porque si recorremosel mapa, sacando Ecuador, Venezuela, Colombia, todavía unpoquito Brasil y Perú, lo demás está cerrado. A eso se debe quela acción editorial tenga que proyectarse fundamentalmente enMéxico, porque España también atraviesa la crisis del libro, so-bre todo en lo que se refiere al tipo de libro que nosotros ha-cemos, que es el ensayo sociopolítico, lingüístico, estético, teó-rico, filosófico, pedagógico. De modo que creo que cualquierade las perspectivas del libro en este momento es mala. Méxicolo puede resolver de mejor manera tal vez que otros países, pri-mero por la tradición que tiene, porque no se inicia la laboreditorial con el Fondo de Cultura; México ya había hechograndes obras culturales. Existía, por ejemplo, como preceden-te, aquella experiencia insólita que hizo Vasconcelos de lanzaruna colección de clásicos en plena revolución mexicana; publi-car a Aristóteles, Platón y Dante en los días en que se baleabanen las calles y los campos, esto fue una expresión de la Améri-ca culta, pensante. ¿Cómo se hace ese esfuerzo?, ¿cómo se ha-cen en Argentina, como le contaba, las revistas culturales en unmomento también de crisis económica?, ¿cómo se entiendeque, a pesar de esa crisis, persistiera la acción cultural y las bue-nas y grandes editoriales en la Argentina?

¿Podría dar pautas más concretas?En realidad, en el trabajo editorial no se inventa nada. El edi-tor tiene que actuar primero con la inteligencia, y por la in-teligencia, pero no tiene que olvidar el aspecto comercial. Es-to es lo que mucha gente no entiende. A veces se desvalorizael trabajo de una editorial porque no publica a todos los poe-tas que llegan con sus manuscritos, o porque los libros soncaros. Los escritores, particularmente, siempre se creen en-

gañados o estafados. Siempre sufro conlas declaraciones de García Márquezcuando dice que todos los editores en-gañan a sus autores. Si esto fuera cier-to, García Márquez no tendría la fortu-na que tiene. Hay de todo como en to-dos los ámbitos. También hay editoreshonrados que pagan a sus autores. La-

mentablemente la imagen que tiene el mundo editorial en esesentido es muy negativa. El estudiante o el que compra el li-bro cree que lo están explotando con el precio, y el autor secree engañado por la editorial que no le liquida. Si a esta ideageneralizada le sumamos, por ejemplo, las noticias de la cri-sis europea de la industria editorial, que tiene una tradiciónmás grande que la nuestra… Y no sólo los españoles, sinotambién los italianos, los franceses y los alemanes. En Esta-dos Unidos dicen que algunas editoriales fuertes están atrave-sando también un mal momento… Bueno, para nosotros tie-ne que pasar lo mismo.

ial no se inventae que actuarligencia, y por lao tiene queomercial. Esto es no entiende

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Pero los mismos europeos que hablan de su crisis dicen que el únicolugar donde pueden pasar cosas nuevas es América Latina.Puede ser. En lo inmediato no hay elementos para ser opti-mistas, el desarrollo de la política norteamericana contraAmérica Latina —de agresión, de violencia, de muerte— nopermite ser optimista, a pesar de que la lucha se da en distin-tos campos. Creo que si esta acción “imperial” se cumple, elaspecto económico y político de América también va a influiren lo cultural, es decir, la cultura va a sufrir esas consecuen-cias. ¿Qué va a pasar si la crisis política de Nicaragua conti-núa? Se nos cerrarán las posibilidades de expansión cultural enlos pocos países en donde todavía pode-mos actuar.

¿Usted cree que todavía es factible iniciar unnuevo proyecto editorial en México o en Ar-gentina, que si alguien tuviera un proyectopodría concretarlo?Lo admiraría como a un valiente. Pero si alguien tiene elemen-tos económicos y financieros suficientes, yo creo que sí haymucho por hacer. La iniciativa debería amoldarse a la situacióneconómica. Es decir, hacer libros de gran difusión y de pocoprecio, buscar las masas. Todo eso es muy factible, de hechocreo que nosotros lo haremos en algún momento. No es fáciliniciar nuevos proyectos, a pesar de que hay que apurarse a ini-ciarlos porque la crisis es demasiado galopante, demasiado ten-sa como para esperar.

Me llama la atención la valentía de los nuevos editores, jó-venes que se lanzan a una aventura compleja, difícil, después delo que México ha sufrido: la clausura, el cierre de casas edito-riales en Argentina, que representaban más de la mitad delmercado latinoamericano.2

La industria editoractividades más recmás estimulantes qemprender el homtambién una de las

2 En 1976 el gobierno militar argentino clausuró Siglo XXI Ar-gentina.

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El Fondo en AméricaArnaldo Orfila Reynal

Yo no sé por qué existe un ambiente, una atmósfera, quecrean muchos enemigos en la sociedad contra el editor. En rea-lidad son enemigos del campo de la cultura misma. Como ledecía, hoy el editor parece un pulpo de siete cabezas o más, quelo único que hace es enriquecerse a manos llenas con el dolo-roso esfuerzo del autor, del escritor y del lector, al cual se le ro-ba. Constantemente se preguntan por qué el libro ha aumen-tado de precio, pero no se preguntan por qué aumentó la ce-bolla, como si el libro fuera un producto que escapa a las leyesde la oferta y la demanda, a las leyes económicas, a la situaciónmundial y nacional. Con respecto a las declaraciones de Gar-

cía Márquez de las que le hablaba, megustaría hablar personalmente con él. Esposible que lo hayan engañado, es posi-ble que le hayan robado, pero hay ladro-nes en todos los terrenos, entre los no-velistas, entre los médicos, también en-tre los editores. Sin embargo no puede

decirse que todos los novelistas, todos los médicos, todos loseditores sean malvados. A mí me duele que una personalidadtan grande en el campo de las letras exprese constantementeese desconcierto, ese inconformismo con los editores. Si nohubiera editores, a él le resultaría difícil que millones de lecto-res conocieran su gran obra literaria. Por otra parte, él tambiénes editor, con su editorial Oveja Negra en Colombia. Pero sihubiera publicado sus libros en Oveja Negra, seguramente lehubiera resultado más difícil penetrar en el mundo de los gran-des escritores, como lo ha hecho justamente gracias a los edi-tores a quienes tanto critica… Además, si un autor cree que leroban, es fácil comprobarlo, y puede reclamar lo que dice elcontrato, puede revisar cuentas, los libros de la editorial, cons-tatar sus derechos. Hablar así es lamentable, porque la indus-tria editorial es una de las actividades más reconfortantes, másestimulantes que puede emprender el hombre, pero tambiénuna de las más difíciles.

l es una de lasnfortantes, e puedere, pero

ás difíciles

En su labor al frente del FCE, Orfila fue un viajeroincansable que procuraba lo mismo promover las obras de la casa que resolver los líos pecuniarios en nuestras relaciones internacionales. Presentamos aquí un informe que presentó a la editorial en mayo de 1955, en el que se muestran la diversidad de focos que llamaban su atención así como su conciencia de los alcances latinoamericanos del entoncesjoven proyecto. Es además un fugaz retrato del mundoeditorial en América Latina al promediar el siglo xx

1] Considero de interés general, nacional, destacar la trascen-dencia que alcanza en América la obra cultural que en todos losaspectos, y de singular manera a través de nuestra industria

editorial, se cumple en México. En mi reciente viaje por diver-sos países americanos (la ruta: Panamá, Colombia, Ecuador,Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Venezuela yCuba) he podido apreciar de cerca, y en expresiones verdade-ramente emocionantes, la jerarquía cultural que los sectores ypersonalidades más representativos asignan unánimemente alFondo de Cultura Económica en el desarrollo de las ideas lati-noamericanas en el último cuarto de siglo.

2] Se reconoce, por tanto, a México un liderazgo cultural. Y aeste respecto me atrevo a indicar que aquí no se aprecian, en suexacta dimensión ni en su brillante perspectiva, el valor de es-ta influencia y el entusiasmo de estas admiraciones, con lo quesuponen de estímulo y compromiso para una tarea más inten-sa, más trascendente todavía. Llevar al ánimo de la opinión pú-

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te

derms

blica el papel cultural de México en los demás países de Amé-rica, por todos los conductos, y especialmente por medio de losperiódicos —que acreditarían una vez más su fina sensibilidady su clara percepción—, significará una ayuda inestimable eneste orden de cosas.

3] El reconocimiento de los países hispanoamericanos a Méxi-co por su obra editorial, y específicamente por la contribucióndel Fondo de Cultura Económica, lo expresan universidades,intelectuales, periodistas, autoridades.Baste citar, entre otras, las siguientes ex-periencias: el cuerpo de profesores deuna universidad de Colombia; la Casa dela Cultura Ecuatoriana; la Universidadde la Paz; el Gobierno de Chile, que anuestros libros, por juzgarlos de alta uti-lidad social, da un trato de excepción; lasautoridades de Uruguay que dispensanal Fondo un recibimiento inolvidablemente cordial y que aco-gen con viva simpatía sus proposiciones en beneficio de la in-dustria y del comercio libreros; las manifestaciones entusiastasen Brasil (Sao Paulo, Río, Belo Horizonte), de sus principalesnúcleos intelectuales y de las asociaciones profesionales libre-ras. Además, no es algo casual ni caprichoso la extraordinariaatención dedicada a comentar y exaltar la obra del Fondo y susplanes editoriales en los periódicos y revistas de mayor presti-gio de estos países, como El Tiempo, La República y Cromos, deBogotá; El Universo, de Guayaquil; de Lima La Prensa, La Na-ción, El Comercio, Ultima Hora; en Santiago, La Nación; El País,El Día, Acción, El Plata y Marcha, de Montevideo; los diariospaulistas Folha de Manha, Diario y Estado de Sao Paulo; El Nacio-nal en Caracas; de La Habana, El Mundo, Prensa Libre y Diariode la Marina. El hecho de que las entrevistas y artículos publi-cados ocuparan el primer plano periodístico es un testimonioalentador de la solidaridad continental con la obra de culturaque en México se cumple.

4] De otra parte, los libros mexicanos —y muy concretamentelos del Fondo, para referirme a los que más conozco— compi-ten favorablemente en precio con todos los que circulan, enAmérica, en lengua española. Se afirma, en todas partes, queson los mejores traducidos e impresos. Ello constituye un buenelogio, pero nos exige que correspondamos a esa apreciaciónsuperándonos en cada momento.

5] Contrarresta esa circunstancia propicia y estorba nuestrapersistente labor de difusión, que nos ha permitido introducirsólidamente el libro mexicano en países tan importantes desdeeste punto de vista como Colombia, Chile, Argentina y Brasil,un factor adverso: las restricciones en el pago de las divisas quenos corresponden, las limitaciones que implican los cupos y lasdemoras, molestias y reducciones que acarrea el régimen depermisos de importación. Sin embargo, estamos convencidosde que estos obstáculos circunstanciales pueden superarse gra-cias a una labor unida y tenaz.

6] Hasta hora hemos logrado grandes adelantos, pero el progre-so puede ser aún mayor, en beneficio de México, de su industriaeditorial. Podemos abaratar considerablemente el libro mexica-no si se reduce a términos razonables el precio del papel y otros

El elogioso concepnuestra editorial mAmérica se basa endesde el momentouna auténtica escucirculante, transfoun instituto de alta

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materiales para el libro cuya importación en México está muyagravada y restringida; si aumentaran los estímulos oficiales yprivados para la industria editorial, con la difusión de bibliote-cas populares, sindicales e institucionales; si, sobre todo, se in-crementara la capacidad de consumo del mercado interior, ta-rea perfectamente posible si se formula como una campaña na-cional de difusión cultural; y si en el exterior consiguiéramoseliminar las barreras que se oponen a la difusión de nuestros li-bros, ya que del 65 al 70 por ciento de nuestra producción li-

brera debe venderse fuera de México. Lasuma de estos factores determinará ma-yores tirajes y la consiguiente disminu-ción de los costos unitarios.

7] El elogioso concepto que la obra denuestra editorial merece en toda Améri-ca se basa, en buena parte, en el hechode que el Fondo de Cultura proporcio-

nó desde el momento de su fundación —y cuando el desarro-llo económico y social de Hispanoamérica así lo exigía— unaauténtica escuela de economía circulante, transformada des-pués en un instituto de altas humanidades. Se nos elogia pornuestra aportación al traducir a nuestro idioma las grandesobras del pensamiento universal y, en los últimos años, por ha-ber facilitado a capas amplísimas de lectores, una colección detan alto valor cultural como los Breviarios.

8] Nos acosan invitaciones a editar colecciones literarias. Re-petimos lo afirmado en oportunidades anteriores. Tenemos en-tendido que en Argentina y en España el 75 por ciento de lasediciones son de carácter literario, de creación. Nosotros cum-plimos otra misión, distinta, sustancial: publicar las obras uni-versales que América necesita en todos los campos del pensa-miento y de las realizaciones, los libros de fundamentación hu-manista; las colecciones inspiradas en el propósito depromover una conciencia cultural y social americana, y todo lobueno que se escriba en México y sobre México.

9] Queremos subrayar particularmente el gran papel que —co-mo instrumento de integración cultural y de inteligencia entrelos diversos países hispanoamericanos —desempeñan nuestracolección Biblioteca Americana, con sus estudios clásicos, yTierra Firme, examen de la realidad contemporánea en nues-tras naciones. Son auténticos vínculos entre México y Américay debido a su significación —las únicas de este tipo— y a pro-venir de México, le reportan un prestigio permanente. Ambosesfuerzos editoriales deberían tener entre nosotros una reso-nancia y un apoyo cada vez mayores.

10] En nuestro viaje hemos podido recoger también, y seríaimperdonable soslayarlo, una parte negativa; se pone de relie-ve el hecho de que aquí radiquen las principales editoriales queen América se dedican a la piratería. Independientemente delos aspectos legales del caso, tal realidad es innegable. (Sin irmás lejos, hace poco tiempo lo denunciaba en los periódicos deLa Habana el gran novelista Ciro Alegría). Perjudica muy se-riamente el buen nombre de México, al crédito moral de nues-tra industria editorial en su conjunto. Estimamos que, en estesentido, se impone una acción que, al evitar un notorio descré-dito, servirá a México.

o que la obra derece en todaque proporcionóe su fundación

la de economíaada después en

humanidades

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Por una sociología del lectorFrancisco Romero

Este discurso fue pronunciado, en nombre de los escritoresargentinos, al inaugurarse en 1955 un nuevo edificio de nuestra filial. Amén de su valor histórico, la disquisiciónsobre la necesidad de conocer los hábitos de consumo de los lectores mantiene su vigencia

En la tarde del 14 de abril de 1955 tuvo lugar en Buenos Aires elacto de inauguración de la nueva sede de la sucursal argentina denuestra editorial, instalada en el hermoso local adquirido en la callede Córdoba 2064 y que, por el acierto arquitectónico con que se hacuidado su instalación, mereció los elogios de los que se congregaronpara celebrar el acontecimiento. Más de 300 personas asistieron a lareunión: escritores, profesores universitarios, editores, libreros, fun-cionarios, integraron la seleccionada concurrencia que permaneció enla casa desde las siete de la tarde hasta la media noche. La reunióncordial fue la iniciación de convocatorias similares que pueden llegara constituir una manera de acercamiento efectivo entre los intelectua-les argentinos y la casa mexicana que allí hemos establecido.

El director de la editorial —que se trasladó a Buenos Aires en esaoportunidad— pronunció unas palabras en nombre de la junta de go-bierno del Fondo, para ofrecer a los estudiosos argentinos esa nuevaexpresión del deseo que nos anima de extender y fortalecer los víncu-los espirituales que nos acercan a todos los hombres del continente quelaboran en menester de cultura. Expresó el anhelo de que esa mani-festación de la labor que desde aquí se cumple con proyección univer-sal sirviera para estimular un cambio en la actitud que se observa enel mundo intelectual americano con respecto a la creación de sus pro-pios escritores y estudiosos: actitud de indiferencia para lo propio conreverente preocupación por lo extraño, sin mantener una valoraciónexacta de cada una de las manifestaciones culturales de nuestros paí-ses. Se refirió a la naturaleza y el espíritu de la obra del Fondo seña-lándola como una expresión exacta de la cultura mexicana de nues-tros días y subrayó la trascendencia del mo-mento político que vive la Argentina y otrospaíses americanos reconquistados para la vi-da en libertad, que puede ser circunstanciade significación muy particular para quepueda cumplirse una gran empresa de acer-camiento espiritual entre todos los países delcontinente. Después de agradecer la presen-cia del señor embajador de México, del rectorde la Universidad de Buenos Aires y de losescritores, universitarios y colegas presentes,cedió la palabra al filósofo Francisco Romero,que en nombre de los escritores argentinospronunció las siguientes palabras.

Esta fecha de inauguración de las nuevasinstalaciones del Fondo de Cultura Eco-nómica en Buenos Aires, es justo y razo-nable que se celebre como jubilosa fiesta,porque fiesta es, para todos los que de al-

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gún modo tienen que ver con el pensamiento y la cultura, cual-quier signo de que la acción del libro se agranda y fortifica. Ellibro es universal, como lo es el espíritu que él por excelenciaencarna; cuanto concierne a los libros, en bien o en mal, alcan-za a todos, aunque su repercusión más inmediata se restrinja aquienes declaradamente son sus amigos, a los que de continuobuscan en ellos el saber o la belleza. Pero acudimos además a es-te festejo como al de un hogar amigo o fraterno, porque el Fon-do se convirtió desde sus comienzos en una común empresaiberoamericana, atenta a todas las necesidades de la Américanuestra, de todas las maneras posibles por la mediación de la le-tra impresa; esforzándose en traernos los conocimientos conve-nientes para nuestro adelanto social y espiritual; reeditandonuestros clásicos; promoviendo y publicando estudios sobre eldesarrollo de nuestra civilización; llevando adelante, en los Bre-viarios, una colección enciclopédica que iguala o supera a lasmejores de otros países y que no tiene rival en nuestro idioma.Una indudable voluntad de servicio está patente en la tarea delFondo, de servicio a los más altos intereses de la vida y de la in-teligencia, de servicio a los iberoamericanos.

Iberoamérica le será deudora de muchas cosas: de haberleproporcionado instrumentos para la acción eficaz, de haber-le ampliado el panorama intelectual, de haber contribuido aque se conozca mejor y a cobrar conciencia de sí. México pue-de enorgullecerse de haber concebido y puesto en marcha estainstitución ejemplar, que cada día parece otear el horizonte pa-ra satisfacer una necesidad o adelantarse a ella, para crearlacuando la demanda está en retraso. Y como cifra de su ameri-canismo universal, como síntesis de su mexicanismo que seidentifica con la palpitación de la conciencia hispánica y de lamundial, está dando ahora las Obras completas de don AlfonsoReyes, el clásico moderno, maestro en humanismo por la alti-tud de la creación literaria, la sorprendente abundancia en sa-

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beres y la curiosidad total e inexhausta, una curiosidad que escon frecuencia reivindicadora de lo injustamente olvidado y es-pecie de suprema caridad de la inteligencia. Yo resumiría losméritos del Fondo diciendo que es uno de los mejores recursosde que disponemos para acelerar la madurez de ese sentido deintegración y de complementación armónica en que se concre-ta acaso el destino de la civilización americana.

Todo bien ha de decirse de los promotores y colaboradoresde la empresa, porque el acierto ha estado tanto en el planea-miento y la dirección como en la realización. Tocóle dirigir elFondo en la primera etapa a don Daniel Cosío Villegas, mexi-cano silencioso y concentrado como lo son muchos de suscompatriotas, gran amigo con el cual refrendamos definitiva-mente nuestra amistad aquella tarde en que un gran dolor quecompartíamos, el de la pérdida del inolvidable Henríquez Ure-ña, no le dejó proseguir las palabras que pronunciaba en su re-cuerdo; ahora Cosío se ocupa en dotar a México de una inter-pretación histórica digna del tema y del autor.

Hablar de quien lo dirige en la actualidad apenas me estápermitido, porque no suenan bien los elogios dentro de la fa-milia, y hay una familia espiritual, la que reconoce como padreo patriarca a don Alejandro Korn, a la cual Arnaldo Orfila y yoy también otros que están aquí presentes pertenecemos; fami-lia ligada desde hace muchos años por la coincidencia en aspi-raciones y en normas, por la veneración al maestro de saber yde virtud que fue don Alejandro, y, a la sombra de todo eso, porentrañables vínculos de afectos que el tiempo, lejos de aflojar,ha ido robusteciendo. Lo que significan la acción de Cosío ydespués de Orfila, en inteligencia, tenacidad y rectitud de in-tenciones, no necesita ser ponderado, porque salta a la vista.Respecto al segundo, básteme recordar qué honor representapara nuestro país su papel preponderante en la faena actual delFondo, al cual quedará asociado su nombre como el del motorde un engrandecimiento que no es sólo crecimiento en volu-men, sino también en intenciones y perspectivas.

Esta obra ingente no hubiera podido ser cumplida sin unasolidaria conjunción de voluntades y de esfuerzos, en planosdistintos pero con idéntico entusiasmo y generosidad. De loque ocurre en la casa de México no es sino lo que se vislumbraa la distancia por indicios y ecos, y lo que se comprueba por lamagnitud de los resultados. A la actividad editorial, hemos vis-to acompañar de continuo una acción desinteresada y vigilan-te proyectada sobre toda la vida intelec-tual hispanoamericana, con una simpatíaevidente hacia los hombres, el destaquecuidadoso de los acontecimientos y lapreocupación alerta por los problemas.En lo tocante a esta sucursal argentina,nos consta a muchos cómo las personascongregadas en ella, en parte más porvocación que por oficio, se han compe-netrado con las elevadas miras del Fon-do, han sobrellevado con fortaleza los tiempos difíciles y hancontribuido a connaturalizar la institución en el país. Rasgograto y digno de ser destacado es que hayan sido dos entusias-tas mujeres las que sucesivamente hayan asumido, con tan se-ñalado éxito, la responsabilidad de su gobierno, después de serpromovido Orfila al de la central mexicana.

Y ahora séame permitido exponer, con la brevedad que laocasión aconseja, algunas ideas sobre un tema que a todos los

De una meditada sse podría deducir ulibro en sentido amen provecho de su todo por la compreente ubicuo y escuparte escondido y apotencial, que es e

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aquí reunidos nos interesa, el tema general del libro. Todoslos asistentes a este festejo de una editorial somos hombres ymujeres de libros; éste es nuestro común denominador. Lo so-mos en cuanto autores, editores, impresores, libreros y, muyespecialmente, consumidores de libros, personas que los utili-zan, los aman y creen en su incomparable función civilizadora.La devoción de todos por el libro es indiscutible y muchas ve-ces la han acreditado con su fervor, con su esfuerzo y aun consu sacrificio. El libro es cosa tan importante, que acaso hayallegado el momento de considerarlo como problema total, es-to es, en el conjunto de las cuestiones que suscita, y no sólo,aisladamente, desde el punto de vista respectivo del que los es-cribe, los edita, los distribuye y los adquiere. El escritor, el edi-tor, el impresor, el librero y el lector componen una figura mó-vil, una constelación dinámica con vida interna propia, con es-peciales correlaciones, con intercambios e influjos que unasveces son fácilmente perceptibles y otras se esconden a la mi-rada y cuesta trabajo ponerlos al descubierto. Todo esto debeser indagado y esclarecido, para la comprensión del complejofenómeno en todos sus aspectos y para integrar con esa com-prensión la de la sociedad contemporánea, dentro de la cualcorresponde al libro un puesto y una función excepcionales, ydesde luego muy superiores a los de los otros resortes u órga-nos sociales considerados de primer rango. No creo que nin-guno de los lados de este pentágono haya sido examinado so-ciológicamente a fondo, y mucho menos la figura entera. Yaunque no es la oportunidad para una dilucidación teórica,quiero apuntar algo sobre uno de los miembros, el más impor-tante y el que justifica la existencia de los otros: el lector.

En países de más vieja y organizada cultura, el lector se dejasituar e identificar con relativa facilidad; ciertos sectores socia-les o profesionales son consumidores habituales de esta o aque-lla clase de libros. Esto no sucede en nuestros países, por moti-vos que no me detendré a analizar. No sabemos, en medida con-siderable por lo menos, quiénes son ni dónde están los lectores,ni, por lo tanto, es previsible de antemano la aceptación de unlibro determinado; ni tampoco, conocida su aceptación inicial,saber con qué ritmo crecerá o disminuirá posteriormente el in-terés por esa obra. Para mí ha sido desde hace años un inquie-tante misterio el del destino de los muchos miles de ejemplaresde la Crítica de la razón pura que se han impreso en Buenos Ai-res, no solamente aparecidos en colecciones filosóficas, sino

también en ediciones económicas degran tiraje que se venden hasta en losquioscos de las estaciones ferroviarias.

Pero éste es sólo un ángulo curiosode la cuestión, interesante porque mues-tra hasta qué punto el lector es un enig-ma. El asunto de fondo es otro. La invi-tación al libro en gran escala se realizamediante la propaganda, y la propagan-da del libro es diferente en su alcance a

la de cualquier otro producto humano. La propaganda se diri-ge al lector actual, al habitual consumidor de libros; suscita enél el deseo de adquirir cierto libro, pero no crea la costumbrede adquirir y leer libros en quienes no la tienen ya. De una me-ditada sociología del libro se podría deducir una política del li-bro en sentido amplio, una acción en provecho de su difusión,sobre todo por la comprensión de este ente ubicuo y escurridi-zo, en gran parte escondido y anónimo, actual y potencial, que

ciología del librona política delplio, una acciónifusión, sobre

nsión de esteridizo, en grannónimo, actual y lector

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es el lector. El lector, en sentido propio, es una categoría hu-mana moderna; nace con el nacimiento de la imprenta, y de suactitud peculiar, de su diálogo solitario y autónomo con loscontenidos librescos, recibe de la edad moderna, época indivi-dualista y crítica, algunos de sus caracteres más influyentes ysingulares. Y lo prueba, de rechazo, que los más típicos movi-mientos modernos reconozcan como comienzo uno o varios li-bros inspiradores. Pero aquí debemos distinguir entre “el li-bro” y “los libros”, porque el libro verdadero no es el que se le-vanta solitario y como queriendo suprimir todos los demás,sino el libro entre los libros, la plural democracia de los librosdiferentes. El libro único carece de las específicas virtudes li-brescas; se erige en dogma, y en adelante no se lo lee sino que

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Carta de ArgentinaRamón Alcalde

se lo acata, o si se lo lee no es con la dis-posición de ánimo del libre lector sinocon la del convencido secuaz. Sólo antelos libros múltiples, acordes entre sí odiversos o contradictorios, ejerce el lec-tor su actividad específica, la postura in-dependiente del hombre que lee, apre-cia, compara y juzga, y así enriquece suespíritu y crece en libertad; porque el li-bro ha sido, es y será uno de los mayoresestímulos para la libertad humana. Ellector que procuraría definir la sociolo-gía del libro no debe ser únicamente ellector actual, el que ahora busca, adquie-re y lee libros. En todo hombre, por ser-lo, hay una posibilidad de lector que de-be ser actualizada para que se comporte

como miembro de una sociedad fundada en la autonomía indi-vidual. La política del libro a la que yo me refería hace un ins-tante, derivada de una sociología del libro, ha de iniciarse conuna pedagogía que eduque al hombre como lector; que, poruna apropiada mayéutica, saque a la luz el lector soterrado encada hombre. El asunto es demasiado vasto y trascendental pa-ra que lo aborde en la ocasión presente.

Como escritor, aprovecho la oportunidad para agradecer alFondo su solicitud hacia los escritores, y como lector, los mu-chos excelentes libros que ha puesto a nuestro alcance. Que suobra prospere para bien de todos, y que pronto nos reunamosalrededor de Orfila y de quienes aquí lo secundan, para cele-brar un nuevo engrandecimiento de esta sucursal argentina.

Para redondear el panorama argentino sobre la época en que Orfila dirigió la casa, rescatamos también de nuestro pasado esta epístola en que se da cuenta de la situación de las revistas bonaerenses a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Publicada enoctubre de 1955, revela la siempre dificultosa vida de la creación y la crítica literarias, con sus recelos y manidas posturas “revolucionarias”

Esta carta ha llegado por correo marítimo y, por ello, retrasada. Elpanorama cultural de Argentina ha sufrido un cambio profundo des-pués de la caída de la dictadura. De todos modos la publicamos comoantecedente de alguna próxima que podrá darnos un cuadro másexacto de la realidad cultural de este momento.

Señor director de La Gaceta:

Quiere usted que le cuente qué pasa en la literatura y en la cul-tura argentina, vistas las cosas desde Buenos Aires, qué hacen

los veteranos y qué gente nueva despunta, si entre los jóvenesy los otros hay continuidad en los problemas o brechas, si la es-perable discontinuidad se da polémicamente o por caminosindependientes. No sé si soy un buen testigo. Estoy un pocometido en el baile, y una objetividad forzada no le interesará austed. Por lo demás, la cultura argentina, por obra de las cir-cunstancias políticas, tiende cada vez más a organizarse subte-rránea y celularmente, y la incomunicación hace que muchasveces uno no vea lo que tiene a su lado. En peñas a la madrile-ña, en collèges a la francesa o en simposios a la norteamericanano se puede pensar aquí por el momento. Cada uno en su agu-jero y con sus tres amigos íntimos. Entretanto se han ido per-diendo hasta los supuestos mínimos comunes que permiten eldiálogo y la contradicción.

¿Lo veo todo muy negro? Creo que no. Pero esta morato-ria intelectual y cultural forzada puede desaparecer en cual-quier momento, junto con las causas que la originaron. Creoque entonces saldrán a la luz corrientes de transformación muyprofundas que se están gestando actualmente y que la culturaargentina puede tomar un cariz totalmente distinto al que te-

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nía antes de 1945. Dejando las profecías: para responder a loque usted quiere, necesitaría no una sino varias cartas, sobretodo si han de ser breves. Empezaré por contarle algo sobre loque podría llamarse la organización social de la cultura y ustedverá si le sirve.

Antes de 1945 esta organización estaba a cargo principal-mente de tres organismos distintos: las universidades oficiales,las agrupaciones culturales privadas y las revistas. Actualmen-te, en lo que a humanidades se refiere, las universidades oficia-les no cuentan en absoluto, si no es para frustrar las vocacionesposibles. El éxodo y/o la separación de nuestros equipos de fi-lósofos, lingüistas, historiadores de la literatura y sociólogos,con sus grupos de discípulos formados o en trance de formar-se, y la desintegración de los institutos, ha dejado un hueco queno pudo ser llenado. Estúpidos nacionalismos o arribismos hanimpedido que se contrataran profesores extranjeros, lo que po-dría haber remediado las faltas. En ciencias fisicomatemáticasy naturales entiendo que se sigue trabajando con resultadosbuenos en sí mismos, pero muy deficientes si se piensa en loque podría hacerse si nuestras facultades contaran con el mate-rial y los medios adecuados. Una importante excepción —medicen— es la Comisión de la Energía Atómica, donde se hanconcentrado buenos equipos de jóvenes matemáticos, físicos yquímicos, que reciben estímulo para la investigación y tienenmateriales adecuados y abundantes recursos. Lo mismo pareceque sucede en los laboratorios de algunas grandes compañíasindustriales privadas o semiprivadas.

Desde la clausura forzosa del Colegio Libre, las universida-des populares y algunas otras asociaciones semejantes, la acti-vidad cultural no oficial ha quedado a cargo de los institutossostenidos o patrocinados por las embajadas extranjeras, don-de algunos profesores de la universidad dictan periódicamentecursos. Las clases regulares están a cargo de los profesores ex-tranjeros contratados por los respectivos servicios culturales.Pero esta actividad es casi marginal y deja indiferente a la granmayoría de la gente joven.

Las revistas son, pues, el único factorde organización de la actividad cultural.Sur sigue apareciendo en su línea tradi-cional bien conocida y prolonga su ac-ción editando autores extranjeros pococomerciales o que no “han llegado” anuestro medio. En esta labor, aunque po-drían hacérseles algunas críticas, VictoriaOcampo y Guillermo de Torre son bene-méritos. Pero Sur ha renovado muy pocosus redactores estables. Tenga usted en cuenta que está porcumplir los treinta años, edad más que honesta para que una re-vista literaria vaya pensando en la eutanasia, si no renueva con-siderablemente su plana. Muchas de las polémicas que actual-mente hierven entre nosotros se polarizan precisamente en tor-no a la “generación” de Sur, como le contaré en otra ocasión.

Cursos y Conferencias, la revista del Colegio Libre, no inte-rrumpió su aparición al producirse el cierre del colegio. La di-rige ahora el infatigable don Roberto Giusti (uno de los casosmás emocionantes de juventud espiritual y de fidelidad a símismo que conozco), quien se esfuerza en mantener el rescol-do a espera de tiempos mejores. Claro está que no le es fácil.

Imago Mundi ha cumplido dos años. Creo que se va afir-mando y ciñéndose cada vez más a su campo específico, la his-

La cultura argentide las circunstancitiende cada vez msubterránea y celuincomunicación haveces uno no vea la su lado. Las reviel único factor de de la actividad cul

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toria de la cultura. Pero son muchos los que lamentan su ex-cesiva especialización y el corte erudito de sus artículos. Hayen esto, a mi juicio (y recuerde que soy parte), un equívoco,interesante por lo mucho que revela acerca del estado de áni-mo dominante entre nosotros. A nadie se le ocurre reprochar-le a la Revista de Historia de América el ser erudita y especiali-zada: si la especialidad no interesa, no se la compra y asuntoterminado. Pero en el caso de Imago Mundi son muchos losque deploran que sea especializada, como si por serlo les priva-se de algo. Y es que nuestros lectores esperan ansiosamenterevistas del tipo de Cuadernos Americanos (de inmenso presti-gio entre nuestros jóvenes, que la comprarían mucho más sino fuera tan cara), Temps Modernes o Esprit, donde se denorientaciones sobre los problemas que viven y sienten sin sa-ber expresarlos. Por la misma razón Humanismo ha sido reci-bida aquí con entusiasmo.

No es que falten por completo las revistas que tratan deorientar sobre los problemas sociales, económicos y políticosen función de los problemas culturales, Liberalis y Capricornioson las más importantes. Pero Liberalis (me duele tener que de-cirlo) no puede responder a lo que nuestras generaciones pos-liberales esperan, y Capricornio carece de un equipo permanen-te y muestra una orientación vacilante.

Contorno es una revista de gente muy joven. Han aparecidosolamente cinco números, muy espaciados y con grandes difi-cultades económicas y de todo tipo. Se subtituló “Revista De-nuncialista” y esto hizo que muchos la mirasen con prevención.Un lenguaje violento; llamó a cosas y personas por sus nom-bres. Pero lo de “denuncialismo” es sólo la parte negativa de suactitud. Lo que realmente buscan es limpiar un poco la mara-ña de nuestra literatura y de nuestra cultura para encontrar enella una tradición y un presente que realmente les satisfaga. Meparece prematuro hablar de ellos.

En una línea literaria puramente y bastante estetizante es-tá Letra y Línea, publicada por un grupo que se denomina a sí

mismo superrealista. Causaron bastanteescándalo con sus primeros números,pues zamarrearon a algunos de nuestrosprohombres literarios. Borges en perso-na, asistido por Bioy Casares y bajo elseudónimo H. Bustos Domecq, les tomóel pelo desde Buenos Aires Literaria enfebrero del año pasado. Osiris Troiani,en cambio, los tomó en serio y con mu-cha altura les hizo ver lo que a su juicio(que comparto) hay de trasnochado y

gesticulante en su actitud. Pero la polémica no ha terminado,porque uno de ellos, Pellegrini, le respondió y Troiani havuelto a la carga en el último número de Contorno, aunque ad-virtiendo que para él la conversación se ha vuelto un “diálogode sordos”.

No sé si lo que he escrito puede servirle de algo. Si le pare-ce que puede interesarle, le escribiría otra carta sobre el con-flicto de generaciones, polarizado casi fundamentalmente entorno a dos arquetipos, Borges y Mallea, y en el plano de lasideas en torno a don Ezequiel Martínez Estrada, sobre el queaparece un artículo por mes en las revistas de la Capital y el In-terior. En estas “revisiones” es donde se pueden descubrir laslíneas de lo que considero un cambio profundo de actitud ennuestra cultura. Quedo a sus órdenes.

a, por obra as políticas, s a organizarsearmente, y lace que muchas que tiene tas son rganización

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La economía argentina, según el autorAldo Ferrer

No es frecuente que un libro en español rebase la barrerade los cien mil ejemplares vendidos. Y menos si la obra esde economía. Porque el de Aldo Ferrer superó esa barrera,le pedimos una rememoración de cómo se produjo un textocon el que generaciones enteras han aprendido lastribulaciones económicas del país. Festejamos con esoslectores, y con el propio Ferrer, la madurez de un clásico

Permítanme algunos recuerdos personales, antecedentes del li-bro sobre cuya preparación el editor me solicita un comentario.Comencé la elaboración de La economía argentina poco despuésde concluir mi gestión, en 1960, como ministro de Economía yHacienda de la provincia de Buenos Aires. Para ese entonces te-nía alguna experiencia política y, en el plano intelectual, mi for-mación en la Universidad de Buenos Aires, el desempeño de lacátedra en la misma universidad y obra escrita consistente en mitesis doctoral El estado y el desarrollo económico (Raigal, BuenosAires, 1956) y varios artículos publicados en El Trimestre Econó-mico, de los cuales el primero apareció en 1950, bajo el título“Los centros cíclicos y la periferia latinoamericana”.

Al promediar mi formación universitaria, en 1947, fui alum-no de la cátedra y seminario que dictaba Raúl Prebisch en laFacultad de Ciencias Económicas de la uba. Tuve entonces laprimera aproximación a las ideas que luego Prebisch desplega-ría desde la cepal. A principios de 1950, poco después de ter-minar mis estudios, me incorporé a la Secretaría General de lasNaciones en Nueva York. En la onu se estaban gestando en-tonces las nuevas visiones del desarrollo a través de las contri-buciones del mismo Prebisch y Hans Singer y, respecto del or-den económico mundial emergente, de Michael Kalecki. Esosnombres alcanzan para calificar el nivel de reflexión económi-ca que en ese entonces tenía lugar en el seno de la SecretariaGeneral de la onu.

En los tres años que permanecí en Nueva York estuve así encontacto con las nuevas teorías del desarrollo y establecí lasprimeras amistades con economistas la-tinoamericanos, como Horacio Floresde la Peña. Entre tanto, pasé unos díasen México invitado por el jefe de la ofi-cina de enlace de cepal en Nueva York,el ingeniero Manuel Mesa Andraca. Enla ocasión, conocí a Víctor Urquidi, di-rector de El Trimestre Económico, que se-ría desde entonces un querido amigo, conel cual, años más tarde, compartimos lacreación del Consejo Latinoamericanode Ciencias Sociales (Clacso). Los eco-nomistas de la cepal viajaban con algunafrecuencia a la sede de la onu. En una deesas oportunidades conocí a Juan Noyo-la Vázquez y Celso Furtado. Con esteúltimo establecí una amistad y afinidad

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de ideas que mantuvimos hasta el final de sus días. Años des-pués, su libro La formación económica del Brasil fue el disparadorde la idea de escribir un texto sobre la economía argentina, conun abordaje inspirado en el de Furtado respecto de su país.

Cuando comencé la redacción del libro, estaba de regresoen Buenos Aires Sergio Bagú, el historiador argentino investi-gador del período colonial, a quien conocía desde mi estanciaen Nueva York. Las conversaciones con Bagú fueron valiosas ypor allí empezó el relato, en una trayectoria dividida en etapas.En cada una de ellas convergen acontecimientos del ordenmundial y transformaciones al interior de la sociedad argenti-na, que configuran períodos históricos claramente diferencia-dos. En la primera edición de 1963, esas etapas fueron la de“las economías regionales de subsistencia” (desde la conquistahasta finales del siglo xviii), un “período de transición” queconcluye hacia mediados del xix y que es previo a la inserciónmasiva de la Argentina en el orden mundial de la revoluciónindustrial, bajo el liderazgo de Gran Bretaña. Este período,que denomino “la economía primario-exportadora”, se colap-sa con la crisis mundial de la década de los treinta. El períodoposterior, fundado en la industrialización sustitutiva de impor-taciones, lo definí entonces como “la economía industrial nointegrada”, que destacaba la que me parecía la mayor vulnera-bilidad de la estructura productiva formada después del cierrede la etapa anterior.

Concluí la redacción de la obra a fines de 1962 en Washing-ton, dc, en donde me desempeñaba en el Banco Interamerica-no de Desarrollo. El original lo envíe a Arnaldo Orfila Reynal,el célebre editor argentino, director general entonces del Fon-do de Cultura Económica de México. Tiempo antes lo habíavisitado en sus oficinas, hablamos de las cosas de nuestro país yle anticipé la preparación de la obra. El libro le gustó y su pri-mera edición apareció en México, a principios de 1963. Esaedición fue objeto de siete reimpresiones y fue traducida al in-glés por la California University Press y al japonés por la Uni-versidad de Nansan. El libro siguió vigente, sostenido por su

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carácter de texto sobre economía argen-tina en diversas instituciones de ense-ñanza.

Desde su primera versión, el libro fueuna reflexión sobre la formación históri-ca de la economía argentina, en el con-texto de la economía mundial, inspiradaen la visión estructuralista y desarrollis-ta forjada por los mejores economistaslatinoamericanos al promediar el sigloxx. Culminaba así con propuestas nor-mativas acerca del curso deseable paraque la economía argentina alcanzara elestatus de economía industrial avanzada.

Desde entonces hasta la segunda edi-ción de 1973, pasaron muchas cosas enla Argentina y el mundo y en mi propia trayectoria académicay política. Entre otras actividades, me desempeñé entre 1970 y1971 como ministro de Obras y Servicios Públicos del gobier-no federal y, enseguida, como ministro de Economía y Traba-jo. El país seguía todavía transitando la fase que, en la ediciónde 1973, denominé “la economía semi industrial dependiente”,para caracterizar la vulnerabilidad externa de la estructura pro-ductiva. Pero se avecinaban tiempos de tormenta y violentos,que desgarrarían a la sociedad argentina. El libro conservó suvigencia y de esta edición se realizaron treinta reimpresiones,con una tirada total de la obra de más de cien mil ejemplares,poco frecuente, según me dicen, para una obra de economía.

La tercera edición del 2004, tres décadas posterior a la se-gunda, abarca un período trágico de la historia argentina y elpeor en cuanto al comportamiento de la economía nacional. Elaño 1976 marca un punto de clivaje y cierra la etapa inaugura-da en 1930 y que ahora denomino “la industrialización incon-clusa”. El golpe de estado de aquel año, en un escenario de vio-lencia inicialmente desatado por grupos armados pretendida-mente revolucionarios, enfrentó el desafío violando todas lasnormas de una sociedad organizada.

El derrumbe de las instituciones y la violencia ilegítima des-de el estado fueron acompañados por lainstalación del paradigma neoliberal. Elmismo recorre las tres décadas y culmi-na con la crisis del 2001-2002. Sospechoque la dimensión de la crisis y los cam-bios económicos y políticos subsecuen-tes pueden estar cerrando el período quedenomino “la hegemonía neoliberal”.Es posible, si no me engaño y estoy ca-yendo en una expresión de deseos, queestemos en las vísperas de una nueva etapa, de destino aún in-cierto.

Esta tercera edición, que será traducida al portugués, recogelas conclusiones de mi trabajo sobre la historia de la globaliza-ción que fue objeto de dos volúmenes sobre la materia, publica-dos por el Fondo de Cultura Económica. Se trata de Historia dela globalización: los orígenes del orden económico mundial (1996) eHistoria de la globalización: la revolución industrial y el segundo or-den mundial (2000). En la serie Breves del Fondo publique va-rios trabajos sobre el mismo tema. Estos estudios me ilustraronsobre el desarrollo comparado de diversos países y la existencia,también en la formación del orden económico mundial, de pe-

Desde su primera fue una reflexión shistórica de la econen el contexto de lmundial, inspiradaestructuralista y depor los mejores eclatinoamericanos d

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ríodos claramente diferenciados. Con más precisión que en lasediciones anteriores, en la tercera refiero la evolución de la eco-nomía argentina a las etapas de la globalización.

Respecto del desarrollo comparado, incorporé el conceptodensidad nacional, que abarca el conjunto de circunstancias quedeterminan la capacidad de una sociedad de movilizar el poten-cial económico disponible y de establecer relaciones con el res-to del mundo compatibles con su desarrollo nacional. Incluyevariables críticas como cohesión social, calidad de los lideraz-gos, estabilidad institucional, pensamiento crítico y, finalmente,políticas que aseguren los equilibrios macroeconómicos y lapuesta en marcha de los procesos de acumulación de capital,tecnología y gestión, inherentes al desarrollo económico.

De este modo, encuentro que las frustraciones argentinasestán íntimamente asociadas a las insuficiencias de la densidadnacional, que no es lo mismo que la identidad nacional. Es preci-so diferenciar ambos conceptos. La identidad nacional se refie-re, esencialmente, a la cultura. Una sociedad de baja densidadnacional, por la insuficiencia de las condiciones endógenas ne-cesarias al desarrollo, puede, sin embargo, crear valores cultu-rales de reconocimiento universal. La Argentina y América La-tina proporcionan ejemplos notorios en tal sentido.

La cultura expresa la creatividad de lasociedad en buena medida al margen delsistema de poder y la estratificación so-cial. Abarca así a todo el arco social y seenriquece con el aporte de todos. En laArgentina, incluye a Eduardo Arolas y aJorge Luis Borges, a Victoria Ocampo yArturo Jauretche, a José Hernández yLuis Federico Leloir y, así, a todos loscreadores de la música, la literatura, la

ciencia y las múltiples expresiones del ingenio humano, procesa-do en las condiciones propias del espacio vernáculo.

En conclusión, la formación de la economía argentina, en eltranscurso de sus diversas etapas es parte de la historia de laglobalización inaugurada, a fines del siglo xv, con el descubri-miento del Nuevo Mundo y la apertura de la vía marítima decomunicación entre Europa occidental y oriente. Desde laconquista hasta la actualidad, principios del siglo xxi, la evolu-ción de la sociedad y la economía en el actual territorio argen-tino bajo el dominio colonial y, luego, como nación indepen-diente, es el resultado del contrapunto entre su densidad nacio-nal y el contexto mundial.

ersión, mi librobre la formaciónomía argentina, economíaen la visiónsarrollista forjadanomistasl siglo xx

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¿Cómo leer a Leo Strauss?Claudia Hilb

Está por aparecer en la filial argentinaLa filosofía política de Hobbes, de Leo Strauss, así como el muyilustrativo texto de Claudia Hilb sobre el pensador alemán. De ¿Cómoleer a Leo Strauss? hemos tomado este fragmento en el que se presentan tres ejes fundamentales delpensamiento político del autor de Qué es filosofía política

I concluded in other words that we mustlearn to consider seriously, i.e. detachedly,

the possibility that Swift was right when hecompared the modern world to Lilliput and

the ancient world to Brobdingnag.

Leo Strauss,prefacio a la edición estadounidense de

The Political Philosophy of Hobbes

Quienquiera que haya alguna vez, aun-que sea lateralmente, incursionado en lalectura straussiana de los pensadoresmodernos tal vez haya sido ganado enprimera instancia por la misma perpleji-dad que experimenté yo en mi primercontacto con Leo Strauss.

Me encontré por primera vez con elnombre de Strauss hacia 1982 o 1983, através de los textos y los seminarios deClaude Lefort. Mi admiración por Le-fort, quien se refería a Strauss a la vezcon enorme respeto pero también conlejanía, me llevó a procurarme no sin di-ficultad una fotocopia de la edición enfrancés de Natural Right and History, fe-chada en 1954, agotada y sin reeditar pa-ra aquella época. Lo leí casi todo y en-tendí muy poco; ni siquiera, creo, com-prendí por qué no lo entendía. Sinamilanarme me procuré Persecution andthe Art of Writing, que por momentoscreí entender algo más, y de maneraasistemática y parcial, siempre en tra-ducción francesa, leí también On Ty-ranny y The City and Man que nueva-mente me resultaron completamenteherméticos. Cuando años después, enuna librería de la ciudad de Córdoba ha-llé un ejemplar en castellano de Qué es fi-losofía política tuve la sensación de reen-

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contrarme tras largo tiempo con un vie-jo conocido. Ese ejemplar que conservocon particular cariño, ya bastante mal-trecho, debe ser uno de los pocos de lavieja edición de Guadarrama en circula-ción en nuestro país.

En 1996, con un grupo de jóvenescolegas y becarios de la Facultad deCiencias Sociales de la Universidad deBuenos Aires, nos propusimos organizarun seminario destinado a leer de manerasistemática Natural Right and History.Creo que nunca superamos el capítulodos, pero sé también que fue entoncescuando empecé a vislumbrar qué era loque hasta entonces había obturado micomprensión de la obra de Strauss: en elcurso de aquellas discusiones descubríque, para comprender a Strauss, habíaque proceder de la manera en que elpropio Strauss indica que debemos pro-ceder respecto de Spinoza —si rechaza-mos a limine la creencia de Spinoza deque su sistema es el sistema verdadero,subraya Strauss en How to Study Spino-za’s Theological Political Treatise, nuncapodremos comprenderlo porque carece-remos del incentivo necesario para pro-curar entenderlo adecuadamente. Enuna palabra, entendí que para compren-der a Strauss debía partir de la base deque Strauss podía tener razón.

¿Respecto de qué era preciso estardispuesto a pensar que Strauss podía te-ner razón? Esencialmente, para entendera Strauss era preciso estar dispuesto aatribuir validez a una mirada que se incli-nara críticamente sobre el pensamientomoderno desde una óptica que no dierapor adquiridas las premisas mismas delpensamiento moderno. Esto es, era pre-ciso estar dispuesto a hacer el esfuerzo deno tomar por evidentes los presupuestossobre los que se asienta la modernidad;sólo así estaría uno en condiciones de to-mar en serio la afirmación straussiana dela posibilidad —y la necesidad— de rea-brir la querella entre antiguos y moder-nos. En una palabra, entonces, para en-tender a Strauss era preciso darle la posi-bilidad de que, como lo indica laafirmación que cierra el prefacio de 1962a la traducción en inglés de su libro sobre

Spinoza, el retorno al pensamiento pre-moderno fuera posible.

Leo Strauss y el pensamiento político moderno

Sin lugar a dudas, la obra de Strausspuede ser abordada de manera fructíferaa través del eje de su confrontación conel pensamiento político moderno. Sumirada descentrada respecto de la mo-dernidad —su anclaje en el pensamientoantimoderno, o premoderno, su desna-turalización de las premisas sobre lasque se asienta el pensamiento moder-no— es a mi entender la clave de la ri-queza extraordinaria que, pese a su ca-rácter muchas veces controvertible, po-see su lectura de los autores modernos:porque Strauss los mira desde donde nolos ha mirado nadie, la obra de los clási-cos de la modernidad nos ofrece senti-dos que nadie antes había descubierto.Si bien por motivos que serán explicita-dos más adelante esta obra no se ha pro-puesto abordar de manera frontal el ejede la Auseinandersetzung de Strauss conel pensamiento moderno, he creído detodos modos oportuno exhibir en estaintroducción, aunque sea de manera sin-tética, ciertos elementos centrales que searticulan en torno de dicho eje a fin defacilitar al lector poco familiarizado conStrauss el ingreso en el arduo universodel pensamiento straussiano.

La oposición de Strauss al pensamientopolítico moderno puede ser leída a tra-vés de la conjunción de tres tipos de di-ferencias estrechamente entrelazadasentre sí: diferencia respecto de la com-prensión del hombre, diferencia respec-to de la comprensión del conocimiento,diferencia respecto de la comprensiónde la política. Ninguna de estas diferen-cias puede ser cabalmente comprendidasi no es en relación con las otras dos. Lapresentación que de ellas se realiza acontinuación es necesariamente esque-mática y no toma en cuenta la manera enque, en la lectura de Strauss, los distin-tos pensadores políticos modernos, aunen sus semejanzas, representan respues-

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tas diferentes respecto a cada una de estasconfrontaciones. Esto último será trata-do en el cuerpo de la obra.

La diferencia respecto de la comprensión del hombre

La comprensión moderna del hombreestá anclada, sostiene Strauss a través detoda su obra, en el divorcio de la com-prensión de los fines del hombre respec-to de la comprensión de los fines de lanaturaleza, y en la concomitante coloca-ción del hombre como centro del uni-verso; para el pensamiento moderno lanaturaleza y los fines del hombre ya noson comprendidos en relación con la na-turaleza y los fines de un Todo que lotrasciende. El humanismo moderno —elpensamiento con centro en el hombre—es indisociable de la ruptura con unaconcepción teleológica del universo.

El igualitarismo moderno debe sercomprendido a la luz de esta ruptura: aldisociarse la naturaleza y los fines delhombre de su inscripción en un Todoque lo trasciende se destituye la posibili-dad de reconocer en las diferencias entrelos hombres una jerarquía ordenada se-gún su perfección, es decir, según su ma-yor o menor correspondencia con su fi-nalidad natural determinada por un es-tándar que trasciende al hombre. De ellose derivan dos consecuencias distintaspero a la vez, nuevamente, estrechamen-te relacionadas: por un lado, la desesti-mación de toda diferencia entre los hom-bres en términos de una mayor o menorperfección y su comprensión en térmi-nos de una manifestación de simples pre-ferencias no susceptibles de valoracióndesigual. Por otro, la interpretación delas diferencias entre los hombres a partirde una jerarquización ya no de los fines,que no pueden ser ordenados según sumayor o menor valor, sino del modo enque la acción de elegir, de decidir ella mis-ma, es llevada a cabo de manera más omenos determinada, seria, genuina.

El pensamiento moderno niega quepodamos poseer un saber último respec-to de los principios últimos de nuestraselecciones: éstas no tienen otro soporteque nuestras preferencias arbitrarias —individuales, culturales, epocales—.La consecuencia que el liberalismo mo-derno, hijo legítimo del igualitarismo dela ilustración, extrae de esta afirmación,entiende Strauss, es la promoción de latolerancia de todas las preferencias: para

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ser consistente con su rechazo de todoestándar, la tolerancia debe abarcar in-cluso la tolerancia de la intolerancia. Elrespeto del cultivo indiscriminado de laindividualidad lleva a constituir a la tole-rancia en un valor más, sin mayor legiti-midad que la intolerancia: la igualaciónde todos los valores, incluidos la toleran-cia y la intolerancia, en nombre de laafirmación del individuo, es la conse-cuencia necesaria de un humanismo mo-derno consecuente.

La diferencia respecto de la comprensión del conocimiento

La concepción moderna del hombre, lanegación de su inscripción en una natu-raleza que lo trasciende, está afirmadadogmáticamente por el pensamientomoderno: éste es un segundo eje que, enestrecha consonancia con lo expuestomás arriba, recorre la obra de LeoStrauss.

La reapertura, por parte de Strauss,de la querella entre antiguos y modernosestá sostenida de manera permanentesobre la afirmación de que la concepciónmoderna del hombre, lejos de estar sos-tenida sobre la refutación de las preten-siones de la teología o la teleología clási-cas, está asentada sobre su rechazo dog-mático. Como lo veremos de manerasostenida a lo largo de nuestro trabajo,éste es un eje permanente de la discusiónque Strauss entabla con los autores clá-sicos de la teoría política moderna. Elpensamiento moderno, no siendo capazde refutarla, ha querido expulsar a la

teología ridiculizándola, y cuando hacreído refutar a la filosofía clásica sólo laha emprendido contra una comprensiónerrónea de la misma. Para Strauss, la vi-talidad del pensamiento occidental pre-moderno reside precisamente en la im-posibilidad de la filosofía por refutar a lateología, y en la no menor imposibilidadde la teología por refutar a la filosofía. Elpensamiento moderno cree haber logra-do superar a ambas, pero un examendesprejuiciado de sus pretensiones habrá

de revelar que esa supuesta superaciónse reduce a la afirmación dogmática desu imposibilidad.

El dogmatismo de la filosofía moder-na que se expresa en la negación —dog-mática— de una naturaleza teleológica yen la afirmación de un hombre enfrenta-do a una naturaleza hostil tiene por pri-mer corolario la disociación del conoci-miento de los fines del hombre del co-nocimiento de la naturaleza y latransformación de la búsqueda clásicadel conocimiento —el conocimiento delTodo, el conocimiento de los fines— enepistemología y metodología. La cienciamoderna de la naturaleza es segúnStrauss en sus inicios la heredera —la hi-ja dilecta, y no la madre— de esta trans-formación en la comprensión de la rela-ción entre hombre y naturaleza; con eldesarrollo de la ciencia natural no teleo-lógica en la brecha abierta por la diso-ciación de los fines del hombre y los fi-nes de la naturaleza el conocimiento delos fines cederá el lugar al conocimientode los mecanismos, el conocimiento del

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qué dará paso al conocimiento del cómo.La transformación en la comprensióndel conocimiento imprimirá a su vez unamarca indeleble sobre las modernasciencias del hombre: divorciadas de lacomprensión del Todo de la naturaleza,éstas serán o bien humanistas —orien-tando sus fines exclusivamente por sucomprensión del hombre y no por laciencia moderna, no teleológica de lanaturaleza— o mecánicas —orientadassobre el modelo de las ciencias natura-les—. Este desarrollo en la comprensióndel conocimiento, recordamos, ha sidoentonces a ojos de Strauss tributario deun presupuesto dogmático: el de una se-paración infranqueable entre los finesdel hombre y la naturaleza.

La crítica straussiana tendrá por ob-jeto, entonces, sacar a la luz el carácterdogmático de las premisas sobre las quese apoya el pensamiento moderno. Perotendrá también la finalidad de restituirlo que es, según Strauss, el carácter másprofundo de la filosofía clásica frente a laerrónea interpretación que de ella ofre-ce el pensamiento moderno: para nues-tro autor la filosofía clásica, lejos de serdogmática, es propiamente zetética: noconsiste ni en la afirmación dogmáticadel conocimiento del Todo, ni en su ne-gación igualmente dogmática, sino en labúsqueda de conocimiento del Todo. Esprecisamente su carácter no dogmáticoque la expone a la imposibilidad de refu-tar las pretensiones de la revelación yque la expone también, como veremosmás adelante, a la necesidad de hacersecargo de la divulgación responsable desu saber.

La diferencia respecto de la comprensión de los fines de la política

Para el pensamiento moderno, sostieneentonces Strauss, no existe una jerarquíanatural entre los hombres. La indaga-ción de los fines de los hombres debeanclarse ya no en una finalidad que lostrasciende y los conduce hacia su perfec-ción sino en su naturaleza primera, noen aquello que los distingue unos deotros sino en aquello que los asemeja: ensus pasiones. La preocupación modernapor el orden político estará en conse-cuencia orientada en función de la reali-zación del orden más capaz ya no deconducir a los hombres a la felicidad en-tendida como perfección sino a la felici-dad entendida en los términos de la rea-

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lización de sus pasiones comunes máspoderosas —de lo que los hombres son yno de lo que deben ser.

Como habremos de observar reitera-damente a lo largo de los distintos capí-tulos de esta obra, la reorientación de losfines de la política liga para Strauss demanera indisociable la postulación de laausencia de jerarquías naturales —eligualitarismo moderno— con la com-prensión moderna de la filosofía políti-ca. Para la filosofía clásica, entiendeStrauss, el fin de la ciudad está ordenadocon miras a promover la vida más con-forme a la naturaleza de los hombres, es-to es, con miras a promover la más altaperfección de los hombres —perfecciónque trasciende a la polis— pero en cono-cimiento, a la vez, de que la vida huma-na sólo es posible en la polis. Sólo algu-nos pocos hombres pueden alcanzar lamás alta felicidad, la que provee la vidacontemplativa. Pero aun estos pocos ne-cesitan, para ello, la existencia de la ciu-dad. La existencia estable de la ciudadexige a la vez que permanezca oculto alos ojos de la gran mayoría su incapaci-dad de alcanzar la felicidad más elevada.Y exige sobre todo que permanezcaoculto a sus ojos aquello que se torna vi-sible para los mejores: que la filosofía noconsiste en la contemplación de la Ver-dad sino en la búsqueda permanente delconocimiento de la Verdad, del conoci-miento del Todo. En otras palabras, quela filosofía no está en posesión del están-dar último que permite determinar demanera definitiva qué es lo justo, qué esel bien. O más precisamente, que los es-tándares que la ciudad necesita para vi-vir, y para vivir bien —los estándares dela moral y la justicia— son aquellos es-tándares que el filósofo sabe son necesa-rios para la ciudad, que deben ser afirma-dos como naturales, pero que no sonpropiamente conocidos como tales.

La filosofía moderna, al eliminar lajerarquía de las formas de vida, eliminatambién la responsabilidad del filósoforespecto del sostenimiento de la ciudadsobre la base de mentiras nobles. La tareadel filósofo político es identificar en laspasiones de los hombres la pasión fun-damental y determinar a partir de allí lasvías por las cuales es posible alcanzar lasatisfacción de la mayoría. No cabe al fi-lósofo moderno mayor dignidad, ni ma-yor responsabilidad, que a cualquierotro individuo en el sostenimiento de laciudad: su contribución, podemos decir,

es técnica antes que política. Para la mi-rada de la filosofía política moderna elfin de la ciudad es la felicidad del mayornúmero y no la promoción de la más al-ta perfección de quienes la componen:el filósofo ya no debe justificarse ante eltribunal de la ciudad. Si en algunos pen-sadores modernos sobrevive la necesi-dad de la mentira edificante —si nocreen a ciegas en la educación popular—esta necesidad está ordenada ahora enfunción de la mera estabilidad de la ciu-dad y no ya en función del ordenamien-to de la ciudad en aras de la promocióny la protección de la forma de vida másperfecta.

La diferencia entre ciudades se tornauna diferencia de preferencias, de afec-tos —los ideales de las sociedades caní-bales, afirma nuestro autor, son así tandefendibles como los ideales de socieda-des civilizadas—. Pero las consecuenciasdel relativismo moral para la políticason, entiende Strauss, radicales: una vezque hemos tomado conciencia de quelos principios de nuestra acción no tie-nen otro sustento que nuestra preferen-cia ciega, ya no podremos creer verdade-ramente en ellos. Cuanto más cultive-mos la razón tanto más nihilistasseremos, y tanto menos podremos man-tener nuestra condición de miembrosleales de nuestra sociedad. La contraca-ra del nihilismo es el oscurantismo faná-tico que se aferra a ideales que es inca-paz de justificar racionalmente.

En una palabra, confrontadas con elrelativismo y con la irresponsabilidadmoral de la filosofía política moderna, lasmentiras nobles de la filosofía clásicaproveen, bajo la forma de leyes naturales,las reglas morales a las que la gran mayo-ría ha de adherir para sostener la paz y laestabilidad de la ciudad. Los filósofos es-tán en posesión de un saber que, en arasde la ciudad pero también en defensa dela vida filosófica, debe permanecer ocul-to a la gran mayoría: saben, simultánea-mente, que la más alta felicidad que ellosexperimentan —la que provee la vida de-dicada a la contemplación— está fueradel alcance de los más; saben que la ciu-dad es necesaria para la vida, y para la vi-da buena; y saben también que, en arasde la estabilidad de la ciudad, deben pro-veer a las reglas de justicia el carácter in-demostrable de estándares naturales.Porque saben también qué es lo que ig-noran: saben que el conocimiento delTodo no está a su disposición.

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La razón populistaErnesto Laclau

Hoy es frecuente que la palabrapopulista se emplee como insulto entrerivales políticos. El populismo es elnuevo anatema, la gran peste de la quedeben huir las sociedades, pero noestá claro a qué se refieren los líderessociales cuando enarbolan el conceptoque analiza Laclau en la obra de la quehemos tomado este breve fragmento

Este libro se interroga centralmente so-bre la lógica de formación de las identi-dades colectivas. Nuestro enfoque partede una insatisfacción básica con las pers-pectivas sociológicas que, o bien consi-deraban al grupo como la unidad básicadel análisis social, o bien intentabantrascender esa unidad a través de para-digmas holísticos funcionalistas o es-tructuralistas. Las lógicas que presupo-nen estos tipos de funcionamiento socialson, de acuerdo con nuestro punto devista, demasiado simples y uniformes pa-ra capturar la variedad de movimientosimplicados en la construcción de identi-dades. Resulta innecesario decir que elindividualismo metodológico en cual-quiera de sus variantes —incluida laelección racional— no provee tampoconinguna alternativa al tipo de paradigmaque estamos tratando de cuestionar.

El camino que hemos intentado se-guir para tratar estas cuestiones es do-ble. Lo primero ha sido dividir la unidaddel grupo en unidades menores que he-mos denominado demandas: la unidaddel grupo es, en nuestra perspectiva, elresultado de una articulación de deman-das. Sin embargo, esta articulación nocorresponde a una configuración establey positiva que podríamos considerar co-mo una totalidad unificada: por el con-trario, puesto que toda demanda presen-ta reclamos a un determinado orden es-tablecido, ella está en una relaciónpeculiar con ese orden, que la ubica a lavez dentro y fuera de él. Como ese or-den no puede absorber totalmente a lademanda, no consigue constituirse a símismo como una totalidad coherente.La demanda requiere, sin embargo, al-gún tipo de totalización si es que se va a

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cristalizar en algo que sea inscribible co-mo reclamo dentro del “sistema”. Todosestos movimientos contradictorios yambiguos implican las diversas formasde articulación entre lógica de la dife-rencia y lógica de la equivalencia, quediscutimos en el capítulo 4. Como expli-camos allí, la imposibilidad de fijar launidad de una formación social en unobjeto que sea conceptualmente aprensibleconduce a la centralidad de la nominaciónen la constitución de la unidad de esaformación, en tanto que la necesidad deun cemento social que una los elementosheterogéneos —unidad que no es pro-vista por ninguna lógica articulatoriafuncionalista o estructuralista— otorgacentralidad al afecto en la constituciónsocial. Freud ya lo había entendido cla-ramente: el lazo social es un lazo libidi-nal. Nuestro análisis se completa conuna expansión de las categorías elabora-das en el capítulo 4 —las lógicas de la di-ferencia y la equivalencia, los significan-tes vacíos, la hegemonía— a una gamamás amplia de fenómenos políticos; enel capítulo 5 discutimos las nociones designificantes flotantes y de heterogenei-dad social, y en el capítulo 6, las de re-presentación y democracia.

¿Por qué tratar estos temas en unadiscusión sobre populismo? La razón esla sospecha, que he tenido durante mu-cho tiempo, de que en la desestimacióndel populismo hay mucho más que la re-legación de un conjunto periférico de fe-nómenos a los márgenes de la explica-ción social. Pienso que lo que está implí-cito en un rechazo tan desdeñoso es ladesestimación de la política tout court yla afirmación de que la gestión de losasuntos comunitarios corresponde a unpoder administrativo cuya fuente de le-gitimidad es un conocimiento apropiadode lo que es la “buena” comunidad. Éste

El referente del “populismo” se vuelve borroso, pues muchosfenómenos, que tradicionalmente no fueron considerados comopopulistas, en nuestro análisis caendentro de esta calificación

ha sido, durante siglos, el discurso de la“filosofía política”, instituido en primerlugar por Platón. El “populismo” estuvosiempre vinculado a un exceso peligroso,que cuestiona los moldes claros de unacomunidad racional. Por lo tanto, nues-tra tarea, del modo como la hemos con-cebido, ha sido aclarar las lógicas especí-ficas inherentes a ese exceso y afirmarque, lejos de corresponder a un fenóme-no marginal, están inscriptas en el fun-cionamiento real de todo espacio comu-nitario. De este modo mostramos cómo,a lo largo de las discusiones sobre psico-logía de masas del siglo xix, hubo unaprogresiva internalización de rasgos ca-racterísticos de “la multitud” que al co-mienzo —por ejemplo, en la obra deHyppolite Taine— eran vistos como unexceso inasimilable, pero que, como de-mostró Freud en Psicología de las masas yanálisis del yo, son inherentes a la forma-ción de toda identidad social. Esto lo de-sarrollamos en la primera parte del li-bro. Luego consideramos casos históri-cos que muestran las condiciones deemergencia de las identidades popularesy analizamos las limitaciones en la cons-titución de las identidades populares.

Una consecuencia de nuestra inter-vención es que el referente del “populis-mo” se vuelve borroso, pues muchos fe-nómenos, que tradicionalmente no fue-ron considerados como populistas, ennuestro análisis caen dentro de esta cali-ficación. Aquí reside una crítica poten-cial a nuestro enfoque, a la cual sólo po-demos responder que el referente del“populismo” siempre ha sido ambiguo yvago en el análisis social. Basta con revi-sar brevemente la literatura sobre popu-lismo para ver que está plagada de refe-rencias a la vacuidad del concepto y a laimprecisión de sus límites. Nuestro in-tento no ha sido encontrar el verdaderoreferente del populismo, sino hacer loopuesto: mostrar que el populismo notiene ninguna unidad referencial porqueno está atribuido a un fenómeno delimi-table, sino a una lógica social cuyos efec-tos atraviesan una variedad de fenóme-nos. El populismo es, simplemente, unmodo de construir lo político.

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La comprensión del lenguaje escritoBerta Braslavsky

Comienza a circular Enseñar aentender lo que se lee. La alfabetizaciónen la familia y en la escuela, libro queaborda el período de alfabetizacióntemprana, entre el nacimiento y los 8años de edad, acaso el más importantepara que se formen auténticoslectores. En un marco muldisciplinario,Braslavsky sintetiza en la obra de laque tomamos este fragmento losmétodos y las estrategias másrecientes para facilitar la comprensiónde la lectura entre los niños

Es necesario que nos ocupemos en par-ticular de la comprensión del lenguajeescrito por dos motivos: primero, paraatender a una importante demanda de laeducación formal; segundo, porque lainvestigación científica sobre la com-prensión del lenguaje escrito y sus im-plicaciones educativas es relativamentereciente y poco difundida.

Los problemas en la comprensión dela lectura se vinculan al “fracaso esco-lar”, que aparece objetivado en las cifrasde la repetición y de la deserción y tienesu mayor magnitud en el primero y tam-bién en el segundo año de la escolaridadprimaria. Los alumnos repiten el primeraño del nivel primario porque no apren-den a leer y escribir.

En las últimas décadas del siglo xxaparecía un dato nuevo y no menos gra-ve: investigaciones realizadas en variospaíses de América Latina demostrabanque un alto porcentaje de alumnos queleían con fluidez al final de cuarto gradono comprendían lo que leían. Otros es-tudios realizados en los niveles secunda-rio y universitario ponían de manifiestolas dificultades de los estudiantes paracomprender los textos que debían estu-diar. Así, pues, se hacía evidente que lasdeficiencias en la comprensión de la lec-tura, que se inician en el umbral del sis-tema formal, lo afectan en su totalidad.Investigaciones comparadas que se hi-cieron en todos los países de occidenteen los comienzos del segundo mileniodemuestran la extensión de este graveproblema en la educación formal.

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No se alcanzará la universalidad delos objetivos de la alfabetización avanza-da si no se les enseña a los alumnos acomprender lo que leen desde que seinician en la escuela. Y se dificultará eldesarrollo cultural de gran parte de lapoblación: la que queda rezagada o ex-cluida de los beneficios de ese gran in-vento humano de la escritura que se in-corpora al desarrollo integral de la per-sona.

El segundo motivo que nos mueve aocuparnos de la comprensión de la len-gua escrita surge de la necesidad de ac-tualizar el conocimiento de este temaque desde hace sólo algunas décadas me-rece la atención especial de la investiga-ción científica.

Evolución del concepto de comprensión

De acuerdo con algunas investigaciones,la expresión “comprensión de la lectura”no se usó sino hasta finales del siglo xix.En Argentina hemos encontrado que enlas últimas décadas de ese siglo se utili-zaban ambiguamente las expresiones“pensar”, “encontrar la idea”, “enten-der” o “educación mental”, con eviden-te confusión entre proceso y producto,entre enseñar a leer para desarrollar las“facultades”, en especial “la inteligen-cia”, o enseñar la “lectura inteligente”para encontrar el significado. Sólo al fi-nal del siglo, probablemente por prime-ra vez en El libro del escolar, de Pizzurno,se habla deliberadamente de “compren-sión de la lectura”.

Ese período de la historia de la peda-gogía de la lectura en nuestro joven paísfue llamativamente paralelo al de otrospaíses con una historia tan distinta comoFrancia y Estados Unidos, donde hastafines del siglo xviii se perpetuaba unaconcepción sobre el proceso de la lectu-ra —tanto como sobre el proceso de suenseñanza— que básicamente no habíacambiado desde el tiempo de su apari-ción en la antigua Grecia.

Se trataba simplemente de “capturarla voz del escritor en la propia memoriaen el mismo orden usado por el creador

del texto”.1 Es decir, en el orden mecá-nico de la producción de letras, sílabas,palabras, para llegar al texto. La buenalectura consistía, finalmente, en llegar areproducir la voz del escritor a través dela recitación oral del texto, a la que sellegaba memorizando los componentesjerarquizados.

El objetivo era la comunicación de lapalabra de dios en el texto religioso o lacomunicación de la voz del autor en eltexto secular. Dominaba la memoriza-ción a través del deletreo y, después, delas palabras y textos breves, sobre todoen los países anglosajones, en cuya len-gua la relación entre fonema y grafematiene aún menos correspondencia queen el español.

La comprensión pasiva. Es cierto que yaComenio (1592-1670) en el siglo xviihabló de la necesidad de asociar el con-cepto a su representación gráfica pararealizar la lectura. Pero, a pesar de lasinnovaciones aisladas que tienen lugaren algunos países de Europa, recién enla tercera década del siglo xix comien-zan a cuestionarse severamente el dele-treo y las prácticas no significativas.

Se comienza a hablar expresamentede la significación de la palabra y, aúnmás, de la necesidad de partir de unida-des mayores como las oraciones para en-señar a leer, porque la oración es la uni-dad de expresión del pensamiento, yaque el pensamiento es relación de ideas.Ya no se trata de leer letras y palabraspara leer las oraciones, sino de leer ora-ciones para aprender las palabras. Laspalabras o sus fragmentos son excluidosde las definiciones. Se habla del recono-cimiento del todo y el todo son las ora-ciones.

En estos primeros reconocimientosde la importancia de la significación “sesupone que el significado reside en elmensaje esperando ser interpretado, y

1 V. Faraone, “Reading, comprehension,instruction in America: 1783-1910”, en J.Fitzgerald, comp., Reading ComprehensionInstruction (1783-1987), Newark, Internatio-nal Reading Association, 1990.

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que el mensaje recibido es congruentecon el mensaje enviado”.2 Es decir, queel significado se extrae del texto. Se tra-ta ya de la apropiación literal del pensa-miento del autor, de un modo receptivo.Por eso se considera que responde alconcepto de comprensión pasiva.

Nótese, pues, que antes de la com-prensión se hablaba de reproducir la vozdel autor, y en la primera etapa de lacomprensión se habla de reproducir supensamiento.

La comprensión activa. Las definicionescognitivas del acto de leer acentúan pro-gresivamente la intervención del lectoren la construcción del significado: “Lacomprensión es un proceso en que ellector construye significados interac-tuando con el texto a través de la combi-nación de conocimientos y experienciasprevias; información disponible en eltexto; interacciones o comunicacionesinmediatas, recordadas o anticipadas.”3

Se trata ya de una comprensión acti-va en el intercambio de ideas que se pro-duce entre el lector y el autor a través deun texto y en la situación determinadapor el propósito del lector, es decir, porla intención, por la necesidad de resolverun problema que tiene cuando abordaun texto. El lector puede ir más lejos yconstruir significados nuevos que supe-ren los significados expresados por el au-tor. Las teorías transaccionales lo expli-can de la siguiente manera: “Se presumeaquí que el significado reside en la in-tencionalidad del problema a resolver,los procesos del pensamiento del intér-prete durante el intercambio, en que elsignificado está influido por sus conoci-mientos y experiencias previas, y elmensaje así construido por el receptorpuede o no ser congruente con el men-saje enviado.”4

Presentamos a continuación dos pá-rrafos, respectivamente escritos en losaños 1844 y 1982, que pertenecen a dosargentinos ilustres: “La perfección finalde la lectura depende del completo de-senvolvimiento de la inteligencia del quelee para que pueda comprender el senti-

2 International Reading Association yNational Association for the Education ofYoung Children, The Literacy Dictionary, Ne-wark, International Reading Association,1995.

3 Rudell en The Literacy Dictionary, op. cit.4 The Literacy Dictionary, op. cit.

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do de las palabras, y por ellas el pensa-miento del autor, lo que no se adquieresino después de un largo ejercicio y deun hábito constante de leer” (D. F. Sar-miento, Informe de fin de año como directorde la Escuela Normal de Santiago de Chile).“Escoto Erígena creía que la Biblia escapaz de un número infinito de lecturas,comparables al tornasolado plumaje delpavo real; Dante, en la famosa epístolalatina que dirigió a Can Grande dellaScala, afirma que La Divina Comediapuede ser leída, como la Escritura, de

cuatro modos, y que el segundo es el ale-górico. El texto de Ezequiel MartínezEstrada es tan rico que es posible, aun-que no deseable, que alguien lo lea deese modo. La iglesia sería la humanidad;la inundación el fin de los tiempos; elpadre Demetrio la fe; el médico la cien-cia, y así lo demás” (J. L. Borges, prólo-go a “La inundación” de Ezequiel Mar-tínez Estrada).

Se puede reconocer en cada uno, res-pectivamente, los momentos —pasivo yactivo— de la evolución del concepto decomprensión.

Componentes del proceso de comprensión

Los componentes del proceso de com-prensión son el lector y su relación conel autor, el contexto y el texto.

El lector y su relación con el autor. Los lec-tores construyen el significado y puedenllegar a múltiples sentidos a partir del

Tal vez no se puede enseñar “lacomprensión”, pero se puede y sedebe enseñar estrategias para lacomprensión, aunque no comodogmas que se imponen o comorecetas que se aplican sinfundamentos, ni tampoco comotécnicas aisladas

mismo texto según cuáles sean las carac-terísticas personales de cada uno, auncuando compartan la misma cultura, lasmismas experiencias y los mismos cono-cimientos.

Hay también entre los estudiosos dela historia de la cultura escrita quienesprevienen contra la “versatilidad de lainterpretación”, particularmente en laobra literaria. Como el autor y el lectorno comparten la situación y el productoescrito permanece estable, su contenidoes recibido por el lector en tiempos y es-pacios diferentes, a menudo fuera de lacultura y las voces donde se generó.

Los textos cobran vida, de manera in-negable, cuando se leen, y si el lector loscontextualizara tan sólo en su propiotiempo “la consecuencia extrema sería la‘muerte’ del autor”.5 Además, el signifi-cado puede variar para cada lector segúnel momento y los propósitos con que leeel mismo texto. El lector puede desearencontrar información, estudiar (averi-guar, aclarar conceptos, orientarse, co-nocer), alegar, argumentar, encontrarplacer. Los propósitos responden a inte-reses propios que generan las necesida-des de leer y escribir.

El contexto. A diferencia de lo que ocurreen el lenguaje hablado, los interlocuto-res no comparten la situación (o el esce-nario) en la escritura; por eso no existe lacomunidad de comprensión, lo que difi-culta aún más cuanto mayor es la distan-cia entre culturas, tiempo y espacios. Lasituación sólo puede ser recreada con lareconstrucción del contexto.

Cuando el contexto del escritor noexiste o se ha desvanecido con el tiempo,la interpretación del texto exige la recu-

5 A. Viñao Frago, “Para una historia de lacultura escrita: observaciones y reflexiones”,en Signo. Revista de la Historia de la CulturaEscrita, Alcalá, Universidad de Alcalá de He-nares, 1995.

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peración de los contextos iniciales de suproducción y esto obliga al “estudiocientífico, formalizado, que requiereaprendizaje y el recurso de una serie deestrategias”. “La atención o énfasis ex-clusivos en lo textual constituye, pues,un error. No hay pensamiento libre decontexto flotando en estado puro, abs-tracto. En este sentido, todo texto es a lavez texto y contexto.”6

El texto. A pesar de esas reservas sobre laimportancia del contexto, se destaca quela intervención del lector en la construc-ción del significado difiere con el tipo detexto. No es lo mismo si se trata de untexto que presenta objetivamente unainformación que si se trata de un textocientífico donde puede haber interpreta-ciones diferentes de los datos, o de unoliterario donde interviene la imagina-ción del lector.

Al tratar las estrategias para promo-ver la comprensión se tendrá especial-mente en cuenta el componente texto yse considerarán algunas tipologías privi-legiadas para la iniciación. Desde ya sepuede adelantar que, en general, una di-mensión importante en la comprensióndel lector es la forma del texto, según setrate —por ejemplo— de una narración,una poesía, un instructivo, una receta,una carta, un afiche, un reportaje, unaentrevista o una solicitud.

El tipo de texto, a través de su formao silueta, genera expectativas que dispo-nen al lector para la comprensión de dis-tintas variedades discursivas. Será distin-ta su disposición ante la vista de una his-

6 Viñao Frago, op. cit.

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El libro más senciFrancisco Hinojosa

torieta, de un telegrama, del diario, deun informe científico, una factura o unabiografía.

Enseñanza de estrategias

Existe un consenso generalizado acercade que la enseñanza de la lectura com-prensiva y de la escritura con significa-ción estuvo muy abandonada o que seayuda poco a los lectores en cuanto a lacomprensión lectora o que hay desilu-sión con respecto a la enseñanza de lacomprensión.

El abandono y el escepticismo res-pondieron, de algún modo, a lo que seentendía por el acto de leer. Antes de lacomprensión, sólo se atendía a los actosmecánicos de la lectura y de la escrituray se dejaba de lado o se postergaba lacomprensión. Se suponía que era sufi-ciente decodificar y oralizar la escriturapara reencontrarse con el lenguaje ha-blado y comprender a través del mismo.

Durante mucho tiempo, cuando pre-valecía la comprensión pasiva o literal,se trataba de hacer evidente la compren-sión del pensamiento del autor a travésde la lectura expresiva. Se ejercitaba lalectura en voz alta, se premiaba la pro-nunciación correcta y la expresión. Seenseñaba declamación para estimular laexpresividad.

Cuando se generalizó la lectura silen-ciosa, y para facilitar la comprensión, sepusieron en práctica algunos procedi-mientos que se limitaban a comprobar lacomprensión a través de preguntas. És-tas, en el mejor de los casos, alentaban laformación de lectores pasivos que trata-ban de extraer el pensamiento del autor

llo

pero no construían significados, es decir,no elaboraban hipótesis alternativas, noencontraban anomalías, no confronta-ban ideas, no desarrollaban evaluacionesni críticas.

En la etapa de la comprensión activao inferencial, algunos han llegado acreer que la comprensión no se puedeenseñar, o dudan sobre la posibilidad deenseñarla, porque depende del lector, dela variabilidad de su comprensión indivi-dual y porque el mismo lector puedecomprender de modo diferente en di-versas lecturas.

Tal vez no se puede enseñar “la com-prensión”, pero se puede y se debe ense-ñar estrategias para la comprensión,aunque no como dogmas que se impo-nen o como recetas que se aplican sinfundamentos, ni tampoco como técnicasaisladas.

Por el contrario, como corresponde asu profesión, el docente debe enseñarcon responsabilidad, consciente de quesu intervención es necesaria para hacerposible la construcción que el alumnohace de su conocimiento, hasta que élmismo adquiere la capacidad de autorre-gular su conducta a través de un apren-dizaje consciente para llegar, en este ca-so, a ser un lector autónomo, activo,creativo y crítico.

En rigor, no se debiera considerar se-paradamente el tema de la enseñanza dela comprensión, ya que la comprensiónes la esencia de la lectura: “El maestroque enseña a leer sin hacer comprendery sentir, ara pero no siembra.”7

7 P. Pizzurno, El libro del escolar, BuenosAires, Aquilo Fernández, 1931.

La versatilidad de Francisco Hinojosa está fuera de duda:no sólo es un aclamado autor de literatura infantil —La peorseñora del mundo es un éxito de ventas pero sobre todo esun texto cautivante— y un narrador con devotos lectoresadultos, sino que además promueve la reflexión y lasestrategias para producir esa extraña epifanía por la que unapersona se convierte en lector autónomo, exigente, gozoso.Presentamos aquí un ensayo sobre la evolución de aquelloque podemos considerar un libro fácil de leer

“La primera afición que sentí por los libros —cuenta Michel deMontaigne— me vino del placer de las fábulas de las Metamor-fosis de Ovidio. Porque a eso de los siete u ocho años eludíacualquier otro placer con tal de leerlas… Era el libro más sen-cillo que hubiera conocido, y el más adecuado a mi tiernaedad.”

El undécimo libro de las Metamorfosis, en la erudita y pun-tual traducción de Rubén Bonifaz Nuño, sólo por poner unejemplo, inicia así:

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Mientras con carmen tal el tracio vate las selvasy ánimos de fieras y rocas que lo siguen conduce,ved: las nueras de los cicones, los locos pechos cubiertasde ferinos vellones, desde el vértice miran de un túmuloa Orfeo, asociando a percutidos nervios los cármenes.

De sobra está decir que un niño de hoy, ya no digamos de sie-te u ocho años, sino de catorce o quince, y más aún: de la ya notan tierna edad de los veinte o los veintiuno, interrumpiría lalectura a cada verso para consultar el diccionario (¿“tracio”,“vate”, “cicones”, “ferinos”, “vellones”,“túmulo”, “cármenes”?). E incluso, unavez resueltas sus dudas léxicas, es proba-ble que el sentido último de lo escritopor Ovidio se le escape. Y todavía más:si comprendiera cabalmente el texto escasi seguro que se dejaría tentar por mu-chos otros placeres, incluidos los libres-cos, antes que por su lectura.

Ciertamente, me dirán, el niño Montaigne no era cualquierniño. No menos cierto es que hoy en día es difícil encontrarsecon tipos como él en las bibliotecas, las librerías o las escuelas.O más bien habría que pensar que los actuales y escasos jóvenesMontaigne que conocemos, interesados en sus mitologías parti-culares, han adoptado a sus propios ovidios.

A principios de los años veinte, José Vasconcelos se lamen-taba en México “de lo escaso que son entre nosotros los li-bros”. Afirmaba que un “hombre que sólo sepa inglés, que só-lo sepa francés, pude enterarse de toda la cultura humana; pe-ro el que sólo sabe español, no puede juzgarse, ya no digoculto, ni siquiera informado de la literatura y el pensamientodel mundo”.

En ese entonces, los niños mexicanos tenían apenas unoscuantos libros al alcance: El Periquillo Sarniento de Fernándezde Lizardi, los Viajes de Gulliver de Swift, el Robinson de Defoe,un poco de Lope de Vega y otro poco de Calderón de la Bar-ca, Perrault, Andersen y los hermanos Grimm, y un libro hoyolvidado, Tardes de la granja. Aunque difíciles de conseguir, losclásicos podían leerse, ya fuera en traducciones complicadas obien en adaptaciones demasiado pueriles. La lectura, en eseMéxico de principios de siglo, apenas empezaba a ser una preo-cupación para sus gobernantes. La cultura venía de Francia yera coto del mundo burgués.

Hoy en día la tarelibros para niños yhistorias que cautque inviten a “elusin el requisito dela historia del mun

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En 1924, Vasconcelos impulsó la publicación de unas Lectu-ras clásicas para niños, que abarcaban desde los Vedas y el Rama-yana, Las mil y una noches, el Antiguo Testamento y los clásicosgriegos, hasta El Cid, el Quijote, Shakespeare, RabindranathTagore, La bella durmiente y Pulgarcito. Esta empresa, por su-puesto loable en su momento, sigue reeditándose en México,más como un homenaje a la memoria del filósofo, educador ypolítico Vasconcelos, que como un libro editorialmente com-petitivo en el ámbito de la literatura para niños. Una lecturaactual de esa antología, tanto de los textos originales que ofre-

ce como de sus adaptaciones, nos permi-te ver a la vez la pobreza de oportunida-des que los niños mexicanos tenían en-tonces y la nueva riqueza de la que ahoradisfrutan.

De cualquier manera, ¿en qué partede la atención de uno de nuestros niñosde hoy habita el espíritu clásico? ¿Com-

piten Homero, Virgilio, incluso el fabulista Esopo, con losgrandes autores modernos? Al lado de escritores como Gian-ni Rodari, Michael Ende, Christine Nöstlinger, Erich Käst-ner, Graciela Montes o Ana María Machado, ¿en qué lugar sesitúa la lectura de los clásicos? Según encuestas no tan recien-tes, Roald Dahl ha mandado a la segunda división, al menosen el Reino Unido, a los llamados clásicos infantiles: Ander-sen, los hermanos Grimm, Selma Lagerlöf, Lewis Carroll,Oscar Wilde.

Ciertamente ahora el castellano tiene una presencia muchomayor que la que tenía en la época de Vasconcelos —en la quehabía apenas noventa millones de hispanohablantes—, al menosen lo que se refiere a la información básica acerca de “la litera-tura y el pensamiento del mundo”. Aunque en nuestros paísesel porcentaje mayor sigue siendo el traducido de otras lenguas,los libros para niños escritos en español aumentan día con día.

¿Cuál es, entre nuestros jóvenes lectores, al decir de Mon-taigne, “el libro más sencillo que hubiera conocido, y el másadecuado a mi tierna edad”? ¿Cuáles son los ovidios que en es-te fin de siglo obligan a nuestros niños a eludir otros placeres?Creo que esos autores existen, y que son muchísimos. Con ladiferencia de que Ovidio escribió sus Metamorfosis para contar-le al mundo la genealogía divina, sin haber imaginado que, si-glos adelante, un niño francés podría interesarse en su relato.Hoy en día la tarea de un escritor de libros para niños y jóve-

nes es contar historias que cautiven y di-viertan, que inviten a “eludir otros pla-ceres”, sin el requisito de tener que na-rrar la historia del mundo.

En otro de sus ensayos, cuando Mon-taigne habla acerca de su vida adulta co-mo lector, afirma que algunos de nues-tros clásicos (Boccaccio y Rabelais, porejemplo) son autores de “mero entrete-nimiento”. Y más adelante se pregunta:“¿Añadiré además, por osado o temera-rio que parezca, que esta alma adorme-cida no se deja cosquillear por Ariosto,ni siquiera por el buen Ovidio? La es-pontaneidad y facundia de éste me en-cantaron en otro tiempo, hoy apenas sime interesan.”

de un escritor dejóvenes es contaren y diviertan,ir otros placeres”,tener que narrardo

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A mí me tragó el periodismoElena Poniatowska

Está cocinándose un volumen contodos los cuentos de ElenaPoniatowska, sin duda una de lasautoras que mejor entra en sintoníacon la sensibilidad del lector. Delprólogo hemos tomado aquí losfragmentos en que describe surelación con el periodismo, dos decuyos géneros, la entrevista y lacrónica, ha practicado con originalidady pericia, al tiempo que le han dadoforma a su modo de entender eltiempo y el lugar que le tocaron vivir

A lo largo de mi vida siempre he asumi-do que todo lo que me dicen es verdad.Tampoco adivino la intención del otro.Otra constante es no tomar decisiones.La vida las toma por mí. Llega y se po-sesiona. Otra constante es el trabajo des-de que tengo diecinueve años. El primeraño en Excélsior hice trescientas sesentay cinco entrevistas. La última es elasombro. Me sorprende que hombres ymujeres nunca se parezcan a lo que aca-ban de hacer.

La primera entrevista que me hicie-ron (la entrevistadora entrevistada) mela hizo Lya Kostakowsky de Cardoza yAragón en 1957 para el suplemento Mé-xico en la Cultura. Nunca adiviné queaños más tarde cenaría en su casa todoslos domingos con Guillermo Haro, granamigo de ambos. Allí, en Coyoacán, enel callejón del Santísimo, veía a Natashay a Pablo González Casanova que toma-ba a Felipe nuestro segundo hijo en bra-zos y felicitaba a Guillermo. Guillermoera ferozmente inteligente y ponía a ca-da quien en su lugar. Yo sabía que mehabía casado con un genio y lo oía conreverencia a tal grado que me decía: “Nome veas con esos ojos de borrego.” […]

En la entrevista, Lya Cardoza mepregunta qué me hubiera gustado hacersi no me dedico a las letras y al periodis-mo y le hablé de mi tendencia a soñardespierta, es decir a no estar en la reali-dad. “A mí me llama mucho más la aten-ción leer en el periódico, que una niñaafricana embrujó a sus compañeros de laescuela, y que todos desaparecieron mis-

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teriosamente del salón y los encontraronsubidos en los árboles, sentados en ra-mas que difícilmente podrían sostener elpeso de un pájaro. Prefiero eso a cual-quier otra cosa, a la Constitución del 57y al tratado Clayton-Bulwer.”

En 1955, en Roma, la tía Carito (Ca-rito Amor de Fournier, la mejor amigade mi madre y su prima hermana) medio una saludable regañada: “Mucha-chita, te vamos a dejar escribir novelas,pero no vivirlas.” Toda la vida he espera-do que las soluciones vengan del exte-rior, que todos los dones caigan del cie-lo, creo en lo sobrenatural y tengo ten-dencia a enamorarme de personajesapocalípticos y a vivir sueños que nadatienen que ver con la realidad. Por ejem-plo, quise irme a la guerra aunque fuerade soldada rasa bajo las órdenes del capi-tán Juan Poniatowski que tiene ochomedallas, la Croix de Guerre, la Legión

de Honor Militar, Médaille des Évadés,Medalla de África del Norte, Medalla dela Campaña de Italia, la Legion of Me-rit, el Purple Heart, y me gustaría volvera hacer mi Primera Comunión, dormir-me y ya no despertar nunca. Pero en elfondo, no es cierto, menos lo de la Pri-mera Comunión. Me gustaría mirar lavida a través de otros ojos, para ver lascosas, las calles, los rostros, no como yolos veo sino como son en realidad. Que los ojos me enseñaran una puerta yme dijeran: “Mira esta puerta. Es así, demadera, con clavos, pesada, pero ademástiene esto y esto que tú no ves.” Yo, cla-ro, puedo imaginar miles de cosas acer-ca de la puerta. Que hay un chamán de-trás convocando espíritus o que allí estáMaría Victoria la que canta Todavía nome muero y “Es que estoy tan enamora-da” tratando de meterse en un vestidoentalladísimo, que un niño rubio conojos graves va a abrirla y a salir lenta-

Siempre me acordaré del rostro deeducada sorpresa del físico Louis de Broglie cuando le pregunté porsus autores favoritos: “¿La literatura?Pero, señorita, no tengo tiempo para esas cosas”

mente, que una mujer teje un suéter conuna manga, larga, larga, larga… mien-tras que esos ojos podrían crear un mun-do nuevo, no necesariamente literariosino real, con la poesía de la vida de a deveras.

Tengo envidia de los niños que toda-vía no nacen y van a vivir lo que yo nopodré ver, ir a la Luna y casarse conmarcianas y tener hijos que respiren enel fondo del mar. Siento que tengo unainmensa ventaja sobre los que ya han vi-vido y no comprendo a los que quisieranhaber pasado su juventud en la corteempalagosa de los Luises a la luz deenormes arañas de cristal y en compañíade falsas pastoras empelucadas. Tambiénquisiera que mis hijos no fueran literatossino hombres de ciencia, astrónomos obiólogos y que se pasaran horas mirandoalgo en un microscopio. Siempre meacordaré del rostro de educada sorpresadel físico Louis de Broglie (pobre y granentrevistado que a cada rato saco a relu-cir) cuando le pregunté por sus autoresfavoritos: “¿La literatura? Pero, señori-ta, no tengo tiempo para esas cosas.”

(Hoy, a los cuarenta y ocho años de laentrevista de Lya me doy cuenta de quehe tenido una suerte enorme. Hace cin-cuenta años soñaba con los marcianos ypude ver a Neil Armstrong pisar la Lu-na el 21 de julio de 1969 y decirnos quedesde allá la Tierra se veía azul. Guiller-mo Haro y yo, sentados frente a la tele,nos abrazamos.)

Una vez le dije a mamá que quería ira ayudarla con esas viejas todas torcidas(no de maldad sino de enfermedad), conesos hombres borrachos, esos niños queni comen, ni viven ni nada, pero ella medijo: “No, a ti no te toca todavía. Haz tuscosas, tu periodismo, haz lo que tienesenfrente, ahora.” Y creo que es cierto.Podemos hacer lo que nos gusta; peroen algún tiempo de la vida nos tocarádarnos cuenta de que la miseria de losdemás pesa sobre nuestros hombros, ha-brá que remediarlo, aunque sea en gradomínimo, para no sentir demasiados re-mordimientos. No creo que la miseriasea un problema de partidos políticos,de comunismo o de organizaciones

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mundiales. Creo que es un problema deconciencia personal que cada ser huma-no debe resolver. Los hombres depen-den estrictamente el uno del otro, direc-tamente el uno del otro. Yo no creo quehaya que quitarle el dinero a los ricos, si-no hacerle insoportable a cada uno su ri-queza, hacer que le dé vergüenza atrope-llar con la pura insolencia de su cadillac alos niños que pasan por la calle.

Eso del periodismo me viene quizá deun complejo. En mi casa todos son altos,menos mi bisabuela rusa, Elena Idaroff,quien vivió en la Casa de los Azulejos,trató pésimo a sus dos maridos y era unachaparrita bonita, voluntariosa pero ca-broncita. A mis papás les preocupó quemi hermana menor empezara a crecermás que yo, y me pusieron inyeccioneshasta que una radiografía de las muñecasreveló que los huesos ya estaban soldadosy no crecería más, 1.57. Todos en la casaeran de 1.78 para arriba. El doctor dijoalgo así como de lo bueno poco para con-solarlos pero aquel día decidí servir paraalgo. Sé que todavía no he hecho nada va-lioso, pero por lo menos amo mi trabajo,me gusta escribir, quiero aprender, leersí, sí, a Dostoievsky, a Tolstoi, a Proust, aFlaubert, a Stendhal, a Albert Camus ydar un buen palo de ciego, pero de verasbueno. Lo dio Marguerite Yourcenar, pe-ro no fue de ciego. A la que más admiroes a Simone Weil aunque, claro, mepreocupa que no haya sonreído nunca.

En esa época leía yo a Rilke, Saint-Exupéry y sobre todo a Katheryn Mans-field, la favorita de mi mamá, de más fá-cil lectura que Virginia Woolf aunquemás tarde habría de deslumbrarme Or-lando. (María Luisa Puga, mi amiga del

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alma, fanática de Virginia Woolf, habríade encandilarme.) Uno de mis librospredilectos sigue siendo el Diario de Ma-rie Baskirtcheff (con quién también seidentificaba mi madre) que murió tuber-culosa. ¡Ha de ser romántico morir tu-berculosa, cubierta de camelias! Tam-bién Rosario Castellanos enfermó de tu-berculosis, murió de un accidente pero alo mejor de lo que murió fue de amor.

Una noche oí hablar a Alfonso Reyesen el Fondo de Cultura Económica,aquella vez que testó a favor de los ca-chorros para entregarles el legado de suvocación literaria. La sala se llenó demurmullos que querían ser ladridos orugidos. Don Alfonso apadrinó a CarlosFuentes. Yo quería correr a abrazar aReyes pero la tía Pita Amor retuvo misímpetus. “No te compares con tu tía delava, no te compares con tu tía de fuego,

yo soy la reina de la noche, soy la dueñade la tinta americana y tú, una pincheperiodista.”

Con los autores mexicanos me sucedeque no puedo desligar a la persona de laobra, y me encantan frases sueltas de suslibros. Como ésta de Andrés Henestro-sa: “…y estoy seguro de que ella llorótodas las lágrimas que ante mí contuvo.

Decir bembadas o hacer que lospobres entrevistados las digan fueun poco la característica de misentrevistas en los cincuenta. Tal vezse me puede decir que abuso delprocedimiento de las preguntastontas, pero yo puedo contestar quehacerlas es el mejor medio deadquirir sabiduría

Estoy seguro porque yo me siento ancla-do, igual que una pequeña embarcacióna un río de llanto.” Recito como el Ave-maría, la primera frase de Pedro Pára-mo. […]

¿Qué podía salir de una muchachitatan fuera de la realidad como yo? Hicetodo por vivir en la vida cotidiana de mipaís, México. Hice todo por conocerlo,entrevistarlo, cuestionarlo. Hice todopor forzar mi naturaleza. Compré zapa-tos de plan quinquenal y empecé a reco-rrer mi ciudad a pie y en camiones de bo-letitos de papel de china. Recuerdo queme costó admirar la pintura de Siqueiros,incluso la de Diego Rivera, porque mehabía quedado en la Anunciación de Si-mone Martini en la que el Ángel se lepresenta a una virgen malhumorientapara advertirle que va a ser la madre deDios. ¡Ah, cómo me fascina ese cuadro ycómo ansío volver a verlo en la Galeríade los Uffizi en Florencia algún día! Mecostó también oír la música de CarlosChávez porque mi gran amor fue la deFrancis Poulenc, vecino nuestro en Tou-raine, quien nos recibió frente a su pianocuando éramos niñas de ocho años y nosdedicó la partitura de un pequeño vals.

Además de cursar tres años de prima-ria en el Windsor School y menos de unaño en el Lycée, estudié en un Conventodel Sagrado Corazón en Torresdale, unpueblito del estado de Pennsylvania, Es-tados Unidos, con unas monjas aliviana-das que esquiaban y se veían como cuer-vos con sus hábitos negros sobre la blan-cura de la nieve. En ese pueblo selevantaba nuestro convento, un manico-mio, una cárcel y la estación del tren conun drugstore. Era todo, pero una Hija deMaría se las arregló para huir con unpreso. ¿Cómo le hizo? Nunca he logradodilucidarlo. Cuando se casó mi hermanaa los dieciocho años, mi familia dispusoque fuera a Francia de debutante y les di-je que sí pero que quería trabajar en algo.No sabía bien en qué. Mi amiga, Maríade Lourdes (Maú) Correa tenía un tío di-rector de la sección de Sociales de Excél-sior y allí leía yo las entrevistas de Bambiy pensé que podría entrevistar como ellaporque mi abuelo André Poniatowskihabía sido amigo de Debussy, de PaulValéry, del general Weygand (que dicenera hijo de la emperatriz Carlota) y fre-cuentaba a Sacha Guitry, a Yvonne Prin-temps y a muchos más a quienes invitabaa la rue Berton y más tarde a Speranza,su casa en el Midi.

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En Excélsior permanecí un año ha-ciendo un artículo diario y recuerdo es-pecialmente a Carlos Pellicer, a OctavioPaz y a un señor que hacía de SantaClaus afuera de Sears Roebuck rodeadode niños que lo miraban extasiados. “Se-ñor, seguramente usted adora a los ni-ños.” Y Santa Claus me respondió hechoun energúmeno: “Los detesto. ¡Sonunos monstruos! Pero hay que ganarsela vida.” También recuerdo a Juan Soria-no sobre quien habría de escribir un li-bro años más tarde. Se me hace muychispa la cara de caballo de Juan, sus tre-ce tías, su abuelita que al morir se hizodel tamaño de una almendrita e iba dearriba abajo sonando en su cajón demuertos.

Decir bembadas o hacer que los po-bres entrevistados las digan fue un pocola característica de mis entrevistas en loscincuenta. Tal vez se me puede decir queabuso del procedimiento de las pregun-tas tontas, pero yo puedo contestar quehacerlas es el mejor medio de adquirirsabiduría. Cuando le pregunté al sabiode Broglie por su flor predilecta, des-pués de mirarme sorprendido, me des-

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La lectura bárbarAlejandro Rossi

cribió la nebulosa de Andrómeda que vacomo una rosa desmelenada por el espa-cio sideral y me habló de los doce péta-los infinitesimales que rodean el centrode la rosa magnética que se abre en elcentro de la materia. […]

A mí me tragó el periodismo. Nuncalo dejé. Nunca he podido dejarlo. Ojaláy no me haya cortado las alas. CarlosFuentes exclamaba: “Miren nada más ala Poni, ya se va en su vochito al rastropara ver cómo matan a las reses, míren-la cómo corre a San Juan a preguntarcuál es el precio de los jitomates.” Teníarazón. En un machete, Guillermo Harovio la siguiente leyenda: “Cuando estavíbora pica no hay remedio en la boti-ca.” Lo mismo sucede con el periodis-mo. Pica. Muerde. Embruja. Además,como desde niña quería yo ser útil comome lo enseñaron en los scouts, pensé quedocumentar mi país, contarlo, reflejarlo,pertenecer, era mejor que contar mis es-tados de ánimo. Sepulté poemas deamor y confesiones. ¡Qué suerte tangrande la mía! Me tocó vivir en un Mé-xico muy rico. […]

Más que conversa, soy fanática de mi

a

ciudad, de mi país, de mi gente, de lasJesusas, la Palancares y la Rodríguez, delSanto, de los llaneros que juegan fut enlos campos pelones de la Cuchilla delTesoro, de los concheros, de las quesadi-lleras, los cilindreros, sobre todo de unode ellos que en la noche se mete a dor-mir en su cilindro.

Ningún aprendizaje más valioso queel del Negro Palacio de Lecumberri, lacárcel preventiva del Distrito Federal ala que pude entrar gracias a la bondaddel general Carlos Martín del Campo ya la que acudí con frecuencia en el añode 1959. Allí entrevisté (y más tardetambién en Santa Marta Acatitla) al fe-rrocarrilero Demetrio Vallejo, a Valen-tín Campa, a David Alfaro Siqueiros, allíder del Partido Obrero y Campesino(poc) Alberto Lumbreras y casi por ca-sualidad a Álvaro Mutis, el poeta co-lombiano que me llamó a través de losbarrotes. ¡Ah, y las mujeres! Su heroís-mo, el de Cuca Barrón de Lumbreras,maestra, el de la esposa de ValentínCampa, Consuelo Uranga y años mástarde, el de doña Rosario Ibarra de Pie-dra.

Un grueso volumen con Obrasreunidas de Alejandro Rossi está por llegar a las librerías. Esta nuevaedición de su prosa, afilada y siempre desconcertante, hará queotras generaciones de lectores seacerquen a uno de los más depuradosnarradores mexicanos, filósofo que sabe fundir la metáfora con el sarcasmo en mitad de un sesudo argumento

Leer mal un texto es la cosa más fácil delmundo; la condición indispensable es noser analfabeto. Una vez superada esaetapa, más cívica que intelectual, las po-sibilidades que se ofrecen para desman-telar, tergiversar e interpretar errónea-mente una frase, una página, un ensayoo un libro son, no diré infinitas, pero sínumerosísimas. No pretendo ni agotar-

las ni clasificarlas, tareas destinadas aeruditos pacíficos o a hombres segura-mente geniales. Me conformo con enu-merar algunas variedades exponiéndolasno por su rareza sino por su recurrencia.Nada de cisnes negros o tréboles extra-ños; más bien perros callejeros que tro-tan en grupo.

Abundan, por ejemplo, quienes redu-cen la lectura a la búsqueda nerviosa dela “conclusión”, único sitio en el que sedetienen, señalándola, por lo general,con algunas rayas victoriosas. La ideasubyacente deber ser sin duda la de quetodo el resto es un simulacro de argu-mentaciones y pruebas, una hojarascainútil sin ninguna conexión con el final.Como si fuésemos las víctimas de un ri-tual tedioso que obliga a escribir páginasy más páginas antes de llegar a las cincoo seis frases esenciales. Por consiguien-te, sólo los ingenuos o los primerizos

pierden el tiempo leyendo cuidadosa-mente todas y cada una de las palabras,sólo ellos postulan la quimera de que laconclusión se apoya en alguna otra par-te. Almas blancas que deletrean con cui-dado, temerosas de saltarse un renglón.El texto —déjense de cuentos— no esuna estructura verbal compleja e inter-dependiente; es una mera excusa paraintroducir el parágrafo clave. Imaginoque esta visión degradada de la lectura esla propia de quien está forzado a consu-mir la prosa burocrática, los innumera-bles informes, los proyectos, las discul-pas, las peticiones. En ese remolino deletras quizá no haya otra manera de so-brevivir. Unos más, otros menos, todoshemos remado en esa galera y todosaprendimos a utilizar el famoso lápiz ro-jo. El desastre sobreviene cuando esoshábitos no son conscientes y actúan so-bre un escrito que no se propone pedir

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un aumento o solicitar un préstamo oesbozar la solución de aquel problematan espeluznante y tan urgente. Cuandoeso sucede, se practica una lectura pri-mitiva e injusta, disfrazada de eficacia ymalicia y cuyo resultado es una triste co-media de equivocaciones, sorpresas y al-tanerías. Lectores mediocres para quie-nes el universo es una oficina y una pá-gina siempre es un oficio.

También existe el vicio contrario: leerlas primeras seis o siete líneas y creerseautorizado a adivinar lo que sigue. Aquíopera de nuevo una imagen complacien-te de sí mismo: la de una persona tanavezada en el mundo de las ideas que lasprimeras disposiciones tácticas son sufi-cientes para prever todas las etapas suce-sivas. Como un matemático que frente aunos axiomas supiera instantáneamentecuáles son los teoremas que pueden de-rivarse. Esa vanidad, en el fondo, semezcla con una actitud pasiva y escépti-ca ante la labor cultural, una actitud quegoza la posibilidad de que no haya nadanuevo bajo el sol. Segrega su egoísta yminúscula profecía amparado en la ilu-sión de que ya ha visto ese y cualquierotro espectáculo.

Muchas veces, sin embargo, la malalectura es la consecuencia de la popula-ridad que alcanzan ciertos géneros. Ca-da cultura tiene sus preferidos. Entrenosotros se reparten los favores —ape-nas exagero— el libro de texto y el testi-monio. Los dos contribuyen a configu-rar lo que podríamos llamar la “retóricadel texto valioso”, la cual codifica laspropiedades que debe reunir un trabajopara que sea considerado importante,significativo, comprensible.

El libro de texto, desde el manualitosombrío hasta el vademécum oleoso, sebeneficia de la convicción generalizadade que hay que aprender y, sobre todo,aprender rápido. La pedagogía lo redi-me y lo presenta como un instrumentonecesario e indispensable en la lucha porla educación; si agregamos la creencia deque la educación conduce a un estadiosuperior —sea éste el que fuere—, esta-remos a un paso de elevar el libro de tex-to a los altares ideológicos. Una vez allí,no hay quien lo empañe. Como por de-finición se dirigen a un público ignoran-te, es natural que sean simples, poco ma-tizados y frecuentemente dogmáticos.Que en ocasiones sea difícil distinguirlosde un catecismo o de un recetario es al-go que sólo asustará a los beatos de la

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cultura. Quien escribe un libro de textose convierte en un misionero, un hom-bre que ha entendido que no es el caso—ahora— de cavilar sobre los misteriosde la Trinidad. En cuanto al testimonioconviene, naturalmente, que sea políticoo, por lo menos, sociologizante, con una

cierta profusión de palabras sagradas—dependencia, explotación, gorilas,tercer mundo, subdesarrollo, productonacional bruto, etc.— y que además estéredactado en una forma tal que no quedela menor duda acerca de la indignacióndel autor. Es imprescindible que sea unadenuncia, un alegato. Su aparente ur-gencia lo disculpa de cualquier compro-miso teórico: una astucia puede pasarpor una explicación, una tautología porun pensamiento sintético, una generali-zación vacua por una predicción, unacorrelación elemental se verá como unejemplo de dialéctica viva y palpitante, lahistoria transformándose ante nuestrosojos. La relevancia, por otra parte, serámayor si describe no una calamidad an-tigua o constante, sino un acontecimien-to efímero, pasajero, volátil. Lo que sevio, lo que se escuchó, lo que se vivió en-tre el 14 y el 25 de noviembre o durantela noche fatal del 13 de abril. Libros que,en la mayoría de los casos, magnificansucesos mínimos, aportan datos triviales,nos quieren imponer conversaciones desobremesa y ejercen el terrorismo de la es-pontaneidad. Género híbrido que partici-pa del noticiero cinematográfico, la gra-badora y el sermón.

El lector, aturdido por esos testigos yeducado en esos compendios, se acos-tumbra a asociar ciertos temas con unosprocedimientos estilísticos definidos.Así, los problemas políticos deben tra-tarse con una prosa didáctica, aséptica einformativa; la virtud suprema es la lite-ralidad y el único adorno tolerado sonlas citas de los clásicos, esos beneméritos

La principal víctima es el lector que ha sido adiestrado en elreconocimiento de unas cuantasfórmulas pobretonas y monótonas.Le han enseñado una retóricaescuálida que lo separa a la vez de laestética y de la crítica. Un lector que cae en un mar de perplejidadessi el ensayo o el libro se apartan unmilímetro del sonsonete habitual; un lector, por consiguiente, que seescandaliza con demasiada facilidad

nunca suficientemente leídos. La repeti-ción no es un defecto, sino una vieja sa-biduría del aula. Para evitar confusioneses aconsejable no escribir a secas nortea-mericano; es mucho más claro decir “losimperialistas norteamericanos”. Tam-bién ayuda, cuando se menciona a laUnión Soviética, añadir “la patria del so-cialismo” o “revisionista” al hablar deTrotsky o “lacayo” si el tema es un pre-sidente bananero. El otro tono admitidopara las cuestiones políticas es la páginaviolenta, pero siempre que se sujete —esto es lo esencial— a los adjetivos y a lasfiguras retóricas establecidas. La sátira yla ironía, esas armas tradicionales, sue-len estar excluidas del arsenal local por-que las confunden con la ambigüedad ycon la indefinición. Para esos despista-dos habría que escribir como en un pen-tagrama, indicando con un garabato losmomentos paródicos o los pasajes dondese intenta la burla; y quizá habría queemplear dos garabatos para hacerles en-trar en la cabeza que la “posición” delautor puede expresarse al través de laelección de un verbo, mediante recursoslingüísticos cuyo fin es ridiculizar o des-nudar la tesis contraria. Habría que in-ventar más garabatos aún para recordar-les que la estructura de un parágrafo y eltono de la voz son a veces equivalentes auna opinión. Incluso el humorismo essospechoso y sólo se le reconoce en losdibujos de las tiras cómicas o en sus pre-sentaciones más primarias: la descrip-ción de un banquete donde los ricos lle-van monóculo, lucen calvas crueles, cue-llos carnosos, mientras las mujeres, noobstante la abundancia de sillas, se em-peñan en sentarse sobre las rodillas deesos tiburones.

El lenguaje no es la única víctima. Laprincipal es el lector que ha sido adies-trado en el reconocimiento de unascuantas fórmulas pobretonas y monóto-nas. Le han enseñado una retórica es-cuálida que lo separa a la vez de la esté-tica y de la crítica. Un lector que cae enun mar de perplejidades si el ensayo o ellibro se apartan un milímetro del sonso-nete habitual; un lector, por consiguien-te, que se escandaliza con demasiada fa-cilidad. Un lector a quien le han cerradomuchas puertas. La lectura bárbara a laque está encadenado es, en definitiva, lareducción del lenguaje a registros míni-mos y clasificados. Pero un lenguaje am-putado corresponde siempre a un pensa-miento trunco.

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Variaciones sobre un tema solarHomero Aridjis

Del nuevo poemario de Homero Aridjis hemos tomado estos versos que forman parte de la primera parte de la obra, “Los poemas solares”,homónima del libro todo, que consta de cinco estaciones. En ellas, naturaleza y memoria se le imponen al poeta, a quien felicitamos desde aquí por la vitalidad con que alcanzará en este mes los 65 años de edad

1

El sol, un ojo.Si no un ojo pensante, un ojo de fuego.Nadie se ha atrevido a llamarloun ojo vivo, una conciencia.

2

El ojo total de lo finito estuvo aquí desde el principio.El ojo de los pensamientos amarillosdespertó a los grises y a los verdes.El ojo radiante de los amaneceresacabó por ponerse en el instante.El ojo alado de las mitologíasestá cantando en medio de la plaza.

3

La escalera de luz por la que suboes la misma por la que ahora bajoLa luz blanca que nos está lloviendoviene del Sol que se ha metidoAun a oscuras yo te estoy mirando,aun a ciegas te recibo con las palmas abiertasOh semilla amarillaOh aire vestido de luz blanca

4

¿Qué dios ebrio de luzideó este esplendor amarilloen los confines del universo?¿Qué ojo loco se quedó abiertocontemplando esta gloriaen los límites de sí mismo?

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5

En el silencio alucinadoun ojo cobró forma y nadaEn alguna parte de tu cabezael sueño de la luz ha comenzado

6

Oigo el cascabaleo de unas llavesabriendo las puertas de la luzy yo bañado de soltodo lo que veo es sombras

7

Después de tantos díasde lluvia apareció el Solflotando en el firmamentoy debajo de una nube oscurasus dedos doradosalumbraron la Tierra

8

¿Sueña el ojo solar con la Tierraque abrasa todo con sus sentidoso nosotros soñamos que el ojoque nos abrasa nos está soñando?¿Estamos adentro del ojo vivoque nos piensa y nos mirao somos —como él— imágenes fugitivasen la cabeza de un dios desconocido?

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El múltiple mar de Fernando del PasoJorge Esquinca

Fernando del Paso cumple 70 años este mes. A manera debrindis con el autor de Palinuro de México presentamos estareseña de su más reciente colección de poemas, PoeMar.Las palabras de Esquinca muestran cómo la poesíaengendra poesía y ofrecen al lector claves para aprovecharmejor el recorrido por los versos delpasianos

Unos meses después de que comenzara a circular su Viaje alre-dedor del Quijote, Fernando del Paso entrega un nuevo libro depoemas que, desde su título, manifiesta un anhelo de fusióncon la sustancia misma que alienta en las palabras: PoeMar (fce,2004). Escrito así, con una M que se alza como una cordillera,cima y abismo a mitad de la palabra, el libro recoge a lo largode noventa cantos esta alta tentativa. Ya el epígrafe del volu-men permite vislumbrar que la búsqueda debe remontarse a lainfancia, al temprano encuentro con ese mar de Acapulco don-de, escribe del Paso, “jugaba yo a las maromas/con los aromasdel mar”. Se trata del mar aprendido y gozado en la playas deHornos o Caleta, sí, pero que es también el otro mar: el de lavasta tradición literaria. Un océano cambiante donde resultaposible navegar toda la noche y recorrerlo, a semejanza de unlibro, “desde Homero hasta Joseph Conrad”, como queríanuestro Gilberto Owen.

El mar de Fernando del Paso es entonces un piélago favora-ble al surgimiento de extrañas y a la vez familiares criaturas pro-piciadas por la sobreabundancia del tema. Una riqueza queirrumpe como una suerte de delirante voluntad o de enfebreci-da conciencia a lo largo del volumen, pues —se nos advierte—el designio del autor fue recibido en un estado ajeno a la estric-ta vigilancia: “Soñé que el mar era una sola palabra, /y que yodebía pronunciar su millón de sílabas.” Mar de las apariciones,el libro de Fernando del Paso nos conduce mediante voces nu-merosas, a través de las figuras de este largo sueño que, para en-carnar, encuentra los más diversos cauces y en ellos a los más in-sólitos personajes: mar de Colón y de Sandokan, mar de Dar-win y de Alejandro Magno, mar de Robert Louis Stevenson yde don Luis de Góngora, mar de Ulises y del capitán Nemo…

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La historia y la literatura impulsadas por una corriente deinvención y energía verbal mezclan sus aguas, todo puede su-ceder en este mar cósmico que, como quiere del Paso, se en-gendró a sí mismo y al hacerlo dispuso también la complejidadde los ritmos y las cadencias que componen este libro: mar deversos pares y de sonetos, mar de décimas y silvas, mar de la li-ra y el haikú, mar del versículo, océano donde flotan como is-lotes los poemas en prosa, los relatos de navegantes cantores ylos cuentos escuchados de tantos otros osados tripulantes, aho-ra ya fantasmas en navíos insomnes.

Crisol de mitologías, este libro de Fernando del Paso enca-ra con gozoso rigor su tentativa inicial. El juego de palabras, lajitanjáfora, el retruécano, el incesante golpeteo de las rimas⎯las olas del verbo⎯, son sus auxiliares espontáneos:

Para cantarle al mar me caligrafo,Me imprento, imprimo expreso, exprimoEl jugo de las oes, íes, úes,Me como de las efes los furores,De las áes el cuello de los ánsares,Y lamo de las eles las lisurasY de las uves bebo las volutas.

Nada se le escapa a este canto incluyente, desde el pozo inson-dable hasta la radiante cresta de la ola. Este libro espejea losvientos, nombra los tifones, establece el catálogo de los barcos,hace el recuento de los naufragios y comprueba la existencia deuna fauna y una flora que se antojan imposibles. Nada se le es-capa: los tonos y matices del habla cotidiana, el arrullo de lasnanas; la plegaria, el conjuro, la imprecación; el exaltado arre-bato, la picardía y el humor, las consideraciones de una dulceintimidad.

El mar de Fernando del Paso se acrisola, finalmente, en laimagen de la Madre. Es la placenta nutricia —origen y destinode su portavoz—, es la femenina mar de los nacimientos, lamadre-mar generatriz, dadora de la vida, depositaria del santoy seña del comienzo.

PoeMar, como su tema mismo, es un libro vigoroso y múlti-ple, que no niega su estirpe barroca y asume con entereza eldespliegue de una sediciosa materia verbal que por instantesamenaza con rebasar los diques impuestos por el autor, ¿perono es acaso ésta la esencia misma, la incontenible naturalezadel mar?

Adendda. En una página de su Iconografía romántica del mar, W.H. Auden cita unas líneas de Horacio en las que el poeta lati-no afirma lo siguiente: “Vana fue la intención del dios en sepa-rar las tierras mediante el distanciante mar, si pese a él nuestrasimpías naves surcan las profundidades que insinuó jamás de-biesen tocarse.” Gracias a Fernando del Paso, de quien cele-bramos este mes su 70 aniversario, por permitir que la impíanave de la palabra poética avance victoriosa en aquellas azulesllanuras.

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