Historias de Exito

Abrazar el éxito…sin brazos ! Adriana Macías

"Tu actitud determina tus éxitos y fra-casos. La vida es como un horizonte, donde se puede admirar dos polos, el negativo y el positivo; cada uno deci-de, dónde quieres estar, es decir si te quedas en casa a llorar y a lamentarte por las cosas que no tienes, o si sales a la vida a luchar". Con la presente, estaré incorporando historias de éxito que nos permitan con

su ejemplo romper paradigmas, eliminar barreras y convencernos, que cuando así lo deseamos y trabajamos por lograrlo, aquello que aspiramos llega a nuestras vi-das. La historia de Adriana Macías a quien por cuestión de coincidencias, la ocasión que la conocí, sin tener antecedentes ni saber quién era, fue en un lujoso restau-rante en la Cd. de Guadalajara, Jal., iba yo de salida y me sorprendió sobremanera ver a una persona "sin brazos", con unos bien cuidados, bellamente arreglados y estilizados pies sobre la mesa y utilizándolos para comer de una forma magistral y con movimientos de sorprendente precisión. Adriana Macías Hernández. Una mujer plena, llena de energía, entusiasmo, con ganas de vivir, buen sentido del humor entre otros tantos atributos que la identifi-can. Es una mexicana que nació sin brazos, cuya condición por el apoyo recibido de parte de su familia, su elección y actitud de vida, la llevaron a ser un ejemplo de superación, lección de vida, además de mantener una lucha constante por trascen-der. Su discapacidad física no ha sido un obstáculo para ser Licenciada en derecho, tener un Postgrado en administración de recursos humanos, casarse y ser una exi-tosa conferencista de temas motivacionales. Adriana ha llevado su testimonio de vida a empresas, instituciones, foros, escuelas, fundaciones y diversas organizacio-nes Entre sus logros esta la publicación de dos libros, uno de ellos titulado "Abrazar el éxito", que tuve la oportunidad de leer, en el cual nos narra a detalle la historia de su vida. En él nos comparte: "De niña preguntaba a mis papas cuando me saldrían los brazos". Sus padres, cuando niña, en la búsqueda de soluciones para su vida, le pusieron un par de brazos sustitutos. “¿Cómo voy a usar esos garfios que trae el malo de la película?", recuerda que susurró en aquél momento. "Yo quería ser la princesa del cuento; prefería usar una tiara, un vestido largo, unas zapatillas de cristal", confesó. El otro "La fuerza de un guerrero". Una novela infantil, donde jóvenes con distintas discapacidades son los héroes y protagonistas para enseñar a los niños la lección de que nunca deben rendirse ni dejarse vencer por el miedo.

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"Lo que te pone la vida es porque tienes la capacidad de hacerle frente", dice frente a su discapacidad que, ha sido su filosofía de vida. En sus entrevistas Adriana conversa descalza, con los pies encima de la mesa decorados con ani-llos, pulseras y una pedicura muy cuidada. "Yo si no me quito los zapatos para platicar siento que me falta la mitad de la plática, necesito por lo menos tener el pie derecho encima de la mesa para poder platicártelo completo”. Adriana explica que siempre ha usado sus pies como si fueran sus manos. "Desde bebé agarré mi biberón y mis juguetes con los pies", dijo, y cuando sus padres se dieron cuenta de su habilidad decidieron que si podía jugar con las extremidades inferiores también podía recoger su cuarto, arreglar su cama, y demás obligaciones de cualquier niño. Adriana cruza entre sí los dedos de los pies mientras habla, se aparta el pelo de la cara y se lo coloca detrás de la oreja, estira su saco y realiza con sus extremidades inferiores y con total natu-ralidad los mismos gestos comunes que la mayoría hace con las manos. "Muchas cosas las aprendí viendo, si te fijas el movimiento que hacemos con las manos lo aprendemos por reflejo de nuestros papás, (...) y a mí me gusta mucho ex-presarme, siento que se entiende mejor", indicó. Sin embargo, no fue siempre tan fácil para ella. Durante muchos años de su infancia pensó que los brazos le nacerían tarde o temprano, así como crece el pelo o nacen los dientes. Hasta los 20 años llevó prótesis como brazos, pero estas pesaban mucho y le causaron una lesión muscular en los hombros, por lo que dejó de utilizarlos. "Después aprendí que tenía otras herramientas con las cuales podía salir adelante", recordó, y aprendió a manejar con naturalidad sus pies como manos. Para poder hacerlo calza sandalias sencillas de poner y qui-tar, a tal punto que sus gestos parecen normales y sus interlocutores se acos-tumbran con facilidad. Aun así, la gente se sorprende al verla en un primer momento (como me pasó a mi), especialmente en los restaurantes, donde agarra los cubiertos y la copa con los pies, pero ella rompe el hielo con bromas al respecto de su discapaci-dad. Adriana expresó no ser víctima de discriminación, pero sí de la falta de "cultura de la discapacidad", y recordó diversas entrevistas de trabajo donde la encargada de recursos humanos escribía por ella y pasaba las hojas por ella, y otra donde la entrevistadora se echó a llorar. Increíble! "Ahora el tener esta discapacidad me ha abierto muchas puertas, me ha dado muchas oportunidades", dice, además de que le permite conocer a personas tan especiales como su esposo, quien trabaja en temas relacionados con la cul-tura de la discapacidad. "Yo creo que todo en esta vida es así. Hay momentos malos, pero van a pasar y hay momentos padrísimos que van a llegar", y agrega de manera jocosa que cuando sea madre le encantará escribir sobre "cómo educar a tu hijos con las patas pero bien”.

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Hay personas que por su forma de vivir la vida, nos dan la oportunidad de aprender una gran lección: Cada uno decide cómo vivir su vida, todo depende del significado que le des a lo que te pasa. Está claro que no es fácil llegar al nivel y filosofía al que ha llegado esta persona, pero difícil no significa imposible. Es una lástima que tenga-mos que vivir experiencias difíciles para aprender y enriquecernos. Pero en psicoló-gica se dice con frecuencia que sólo con las crisis nos movemos. Es un motor de ac-ción para el cambio. Aunque también existe la esperanza que se puede aprender con observar la vivencia de otra persona.

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