abdías el mayordomo

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:J>gparlamenlo Je WawrrÍomía. ABDÍAS 1 EL MAYORDOM O 1.- Introducción La sequía era tan intensa que estaba amenazando aún la vida de los animales hasta el punto que el rey se preocupó por su propia seguridad. La crisis sobrevino como resultado de la s ubstitución que los israelitas habían hecho del culto de Dios por el de Baal. Hacía tres años y medio que no llovía, por lo que la fertilidad de la tierra estaba desapareciendo. Baal era el señor de la naturaleza, y estaba a cargo de la fertilidad de la t ierra, de los animales y hasta de los seres humanos. El deseo del pueblo de controlar las fuerzas de la naturaleza los había conducido a la adoración de Baal. Su principal preocupación era su propia preservación y Baal era el dios que ellos podían manipular. La adoración de Baal habla fomentado en el pueblo el sentimiento de que estaban a cargo de sus propias vidas, y que ellos eran capaces de administrarlas de acuerdo a sus propios deseos, propósitos y ambiciones. Mediante la sequía, el Señor estaba venciendo a Baal, y revelando su falta de poder para controlar el mundo natural. Israel iba a aprender de esta experiencia que su seguridad personal se encontraba única y exclusivamente en la consagración total al Señor al cual pertenecía "la tierra y su plenitud, el mundo y los que en el habitan" (Salmos 24:1). El rey Acab discutió el p ro ble ma de la se quía con uno de sus ofici a les. La se guridad financiera de l rey, - sus ganados- estaba en pe lig ro. Había que encont rar agua y alimento para los animales. La escasez de alimento para los animales era tan se vera que el rey mismo decidió e nc arg arse del asunto. Parece que no c on fiaba en nadie, excepto en ese oficial en particular cuyo apoyo él s ol icitó. C onocemos muy poco de e st e oficial, p ero lo que se nos c uen ta es muy significativo . 11.- Un hombre de lealtad indivisa El hombre cuya vida vamos a analizar v ivió en tiempos de la apostasía n acional de Israel. El p ueblo había abandonado al Señor, y en el proceso, h abía perdido su identi d ad como una n ación santa. Como los demás h abitantes de Canaán, se volvieron demasiado preocupa dos por su preservación. P ero este oficial era di fe rente; él permaneció leal a Dios. Estaba c onsciente de su misión en la vida y dispuesto a cumplirla, a p esar de los problemas y riesg os que tuviera que afrontar . En el relato se nos dice q ue ese oficial (a) tenra un nombre; (b) un talento; y (c) recursos financiero s. un nombre 1 Los nombres son muy imp or tantes. Nosotros ponemos nombres c on el fin de poder identificar y categ o rizar los cosas. Lo que carece de no mbre no puede ser percibido propiamente por la mente o el intelecto humano. Lo que no tiene nombre permane ce en el misterio y por lo tanto, llega a ser fuente de temor e incertidumb re. En cada nombre hay un elem ento de misterio. De alguna ma nera el misterio de mi propia persona está presente en mi nombre. Mi n ombre es lo que soy; me define; me identifica; me hace accesible a otros. Sin un nombre soy casi impercept i ble. Por esos es que cuando nos en c ontramos con una persona, lo pri m ero que queremos saber es su nom bre. El nombre es un puente hacia una relación, hacia un interc a mbio de informaciones y experienci as de la vida. Por intermedio de nuestros nombres somos captados por los demás. ¿Ha estado alguna vez and ando por una calle concurrida y de pronto, alguien lo ha llamado, pronu nciado su nombre? En ese instante ya usted no forma más parte de la multi tud. Usted ha sido identificado, separado de la multitud; su singularidad ha sido revelada. Tener un nombre es ser ún ico en su género, tener una identidad y hacerse accesible a otros. El ofic ial del rey tenía un nombre. Se llamaba Abdías. El sabía quién era, y el re y y la reina sabían quién era él. El no podfa

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Una publicación del Dr. Angel Manuel Rodríguez, cuando era de Dir. Asociado de Ministerios de la Iglesia en la DIA

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Page 1: Abdías el mayordomo

:J>gparlamenlo Je WawrrÍomía.

ABDÍAS1 EL MAYORDOM O 1.- Introducción

La sequía era tan intensa que estaba amenazando aún la vida de los animales hasta el punto que el rey se preocupó por su propia seguridad. La crisis sobrevino como resultado de la substitución que los israelitas habían hecho del culto de Dios por el de Baal. Hacía tres años y medio que no llovía, por lo que la fertilidad de la tierra estaba desapareciendo. Baal era el señor de la naturaleza, y estaba a cargo de la fertilidad de la tierra, de los animales y hasta de los seres humanos. El deseo del pueblo de controlar las fuerzas de la naturaleza los había conducido a la adoración de Baal. Su principal preocupación era su propia preservación y Baal era el dios que ellos podían manipular. La adoración de Baal habla fomentado en el pueblo el sentimiento de que estaban a cargo de sus propias vidas, y que ellos eran capaces de administrarlas de acuerdo a sus propios deseos, propósitos y ambiciones. Mediante la sequía, el Señor estaba venciendo a Baal, y revelando su falta de poder para controlar el mundo natural. Israel iba a aprender de esta experiencia que su seguridad personal se encontraba única y exclusivamente en la consagración total al Señor al cual pertenecía "la tierra y su plenitud, el mundo y los que en el habitan" (Salmos 24:1).

El rey Acab discutió el problema de la sequía con uno de sus oficiales. La seguridad financiera del rey, - sus ganados- estaba en peligro. Había que encontrar agua y alimento para los animales. La escasez de alimento para los animales era tan severa que el rey mismo decidió encargarse del asunto. Parece que no confiaba en nadie, excepto en ese oficial en particular cuyo apoyo él solicitó. Conocemos muy poco de este oficial, pero lo que se nos cuenta es muy significativo.

11.- Un hombre de lealtad indivisa

El hombre cuya vida vamos a analizar vivió en tiempos de la apostasía nacional de Israel. El pueblo había abandonado al Señor, y en el proceso, había perdido su identidad como una nación santa. Como los demás habitantes de Canaán, se volvieron demasiado preocupados por su preservación. Pero este oficial era diferente; él permaneció leal a Dios. Estaba consciente de su misión en la vida y dispuesto a cumplirla, a pesar de los problemas y riesgos que tuviera que afrontar. En el relato se nos dice que ese oficial (a) tenra un nombre; (b) un talento; y (c) recursos financieros.

~Tenía un nombre

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Los nombres son muy importantes. Nosotros ponemos nombres con el fin de poder identificar y categorizar los cosas. Lo que carece de nombre no puede ser percibido propiamente por la mente o el intelecto humano. Lo que no tiene nombre permanece en el misterio y por lo tanto, llega a ser fuente de temor e incertidumbre. En cada nombre hay un elemento de misterio. De alguna manera el misterio de mi propia persona está presente en mi nombre. Mi nombre es lo que soy; me define; me identifica; me hace accesible a otros. Sin un nombre soy casi imperceptible. Por esos es que cuando nos encontramos con una persona, lo primero que queremos saber es su nombre. El nombre es un puente hacia una relación, hacia un intercambio de informaciones y experiencias de la vida. Por intermedio de nuestros nombres somos captados por los demás. ¿Ha estado alguna vez andando por una calle concurrida y de pronto, alguien lo ha llamado, pronunciado su nombre? En ese instante ya usted no forma más parte de la multitud. Usted ha sido identificado, separado de la multitud; su singularidad ha sido revelada. Tener un nombre es ser único en su género, tener una identidad y hacerse accesible a otros. El oficial del rey tenía un nombre. Se llamaba Abdías. El sabía quién era, y el rey y la reina sabían quién era él. El no podfa

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ocultar la naturaleza de su persona porque ¡él tenía un nombre! Abdías es un nombre muy poderoso. Está compuesto por la unión de dos nombres. El primer elemento, Abd, viene del nombre ebed que significa "siervo". El segundo ras, es una forma abreviada del nombre Jehová. Así que el nombre del oficial era "siervo de Dios". Su nombre y lo que él era, eran inseparables. Su nombre revelaba su naturaleza y su misión. El y todo lo que él tenía permanecf an en el Señor. el no era el señor de su propia vida; era sencillamente un siervo. Obviamente, el siervo no es el dueño de la casa: Es el que cumple las órdenes y disposiciones del propietario. Abdías vivía para servir al Señor. En esto radicaba el centro y propósito de su existencia. Todo lo demás ocupaba un segundo lugar en su vida. Todo lo que tenía estaba incuestionablemente al servicio de Dios. Esta percepción de sí mismo le daba significado a su vida. Si usted sabe quién es usted, usted sabe también cuál es su misión, porque misión e identidad son inseparables. El cristiano es un siervo del Señor y por lo tanto, todo lo que tiene pertenece a su Dios. Elías y Abdías se encontraron. En la conversación, Abdf as dijo: "... tu siervo teme a Jehová desde su juventud" (1 Rey. 18:12). Toda la vida de Abadías había sido una vida de servicio. En ella no había habido un tiempo secular, ni un solo momento en que él hubiera reclamado algún derecho de propiedad sobre su vida. Cada función de su existencia estaba dedicada al servicio de Dios porque él

era Abdías, un "siervo de Dios". El tiempo es la misma fibra de la vida. La extensión hasta donde nuestra vida está dedicada a Dios se refleja en la cantidad de tiempo que dedicamos al Señor y a su servicio. El Plan de Dios para cada persona es hacerla un "siervo de Dios". Reconocer que somos siervos de Dios es descubrir la verdadera esencia de nuestra existencia, encontrar propósito a nuestra vida, tener una identidad. Esa identidad nos llega como un don de Dios. El nombre de Abdías señala al verdadero Siervo de Dios, Jesucristo. En la profecía mesiánica registra en lsaías 52:13· 53:12, se llama al Mesías, Siervo de Dios. Es por intermedio de él que nosotros adquirimos nuestra identidad y singularidad. Somos siervos de Dios porque él fue Siervo de Dios. El, que lo poseía todo, llegó a ser Siervo para que nosotros que no tenemos nada pudiéramos ser también siervos de . Dios.

W" Tenia un talento

Abdías tenía un talento. Todos nosotros hemos sido dotados, no solamente con vida y tiempo, sino también con habilidades que nos ayudarán a cumplir el propósito de nuestras vida. Esas aptitudes no son un fin en si mismas, sino medios mediante los cuales cumplimos nuestra verdadera misión. Abdías era un profesional con habilidades excelentes. Era el administrador del palacio (1 8:3). Era el mayordomo del rey. Tiene que haber sido muy capaz, de otro modo el

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rey lo hubiera librado de esa gran responsabilidad. Con el fin de visualizar adecuadamente la posición precaria de Abdías dentro deJ palacio debemos recordar que el rey ya no adoraba al Señor. Pero su mayordomo decidió y determinó permanecer fiel al Señor. Notemos que Abdías no renunció a su posición después que el rey abandonó al Señor, y que el rey no le pidió que renunciara. Abdlas estaba determinado a demostrar que su profesión, sus habilidades y talentos podían ponerse al servicio de Dios en medio de una apostasía nacional. Asf nos dejó un ejemplo para los que vivimos en esta época en que no se respetan en nuestra sociedad los principios ni los valores bíblicos. Mediante sus talentos, Abdías iba a permitir que Dios revelara su poder al rey. El demostró que los que sirven a Dios pueden sobresalir en todo lo que hacen porque lo hacen para el Señor y para la edificación de su pueblo. ¿Conflictos?, sí; muchos probablemente. Es imposible consagrar nuestros talentos al Señor sin encontrar oposición. Puedo imaginarme a Acab y a Jezabel discutiendo el problema de Abdías. Para ellos, la presencia de est& hombre en el palacio tenía que haber sido un problema. Ellos estaban inmersos en una campaña religiosa nacional cuyo propósito era llevar a la nación a adorar a Baal. Ellos necesitaban el apoyo de todos los empleados del palacio. Era contra los planes del rey que su máximo administrador se llamara "siervo de Dios". Su propio nombre era un rechazo al nuevo reglamento real.

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los talentos de Abdías le dieron la oportunidad de testificar para el Señor allf mismo dentro del palacio. Mientras casi todos se habían convertido en siervos de Baal, él seguí a siendo siervo de Dios. Siempre que se pronunciara su nombre, se predicaba un sermón. Me puedo imaginar al rey y a la reina llamándolo aparte en un intento de persuadirlo de que los apoyara en su proyecto: "Necesitamos tus habilidades" le dirían. Eres muy valioso para nosotros. Pero tu nombre nos está creando un problema. Queremos que cada israelita sirva a Baal. ¿Podrías cambiarte tu nombre?. "Vuestras majestades" respondería Abdl as, toda mi vida he sido un siervo del Señor y ya no puedo ni voy a cambiar. Si me cambio el nombre perderé mi identidad y estoy orgulloso de ser quien soy. "Pero Abdías, tú no necesitas cambiarte todo el nombre. Mira, puedes quedarte con la primera parte de tu nombre, Abd, pero por favor, cámbiate la última parte. Elimina el final fas y pon en su lugar Baal. Es un cambio pequeño y tu nombre se quedaría como Abdbaal. Abdías no se cambió el nombre para adaptarse a lo requerido en su trabajo. Sus talentos pertenecf an al Señor y él iba a usarlos para glorificarlo. Cuando nuestros talentos no están consagrados a Dios, tienen la tendencia a · destruir nuestra identidad. Poquito a poco vamos cambiando lealtades hasta que hacemos de nuestros talentos un fin en sí mismos y ellos se convierten en nuestra fuente de seguridad y

comodidad, substituyendo al Señor en nuestras vidas. Es entonces cuando olvidamos que todo lo que tenemos lo hemos recibido del Señor. Hay quienes no están dispuestos a servir al Señor porque temen perder su influencia, su trabajo, su prestigio. La experiencia de Abdías nos aclara que podemos ser siervos de Dios y, al mismo tiempo, tener éxito en todo lo que hacemos, si lo hacemos para su gloria. El secreto del éxito son talentos consagrados a Dios. Lo que aceptan este desafío harán siempre lo mejor con sus talentos.

<':1V' Tenía recursos financieros

Sin duda, Abdías era bien pagado por sus servicios al rey. No se nos dice cuánto ganaba al año, o cuántas casas tenía, pero por lo poco que se registra entendemos que él tenía consagrados sus tesoros al Señor. Hubiera sido muy tentador para Abdías y su familia comprar un lote muy bonito en las afueras de • Jerusalén, en un lugar aislado, donde pudiera adorar al Señor en quietud. Por las mañanas iría al palacio; por las tardes regresaría a su casa para disfrutar de una noche tranquila. Después de todo, si el Señor quería hacer algo para detener el plan del rey, podía hacerlo sin la presencia de Abdías. Por dicha, Abdías no analizó la situación de esta manera. El era un siervo y estaba listo a servir al Señor de cualquier forma. A veces puede implicar un riesgo servir al Señor. La campaña religiosa del rey incluyó un elemento sangriento: la exterminación

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de los profetas del Señor. El Señor invitó a su siervo a ayudarle en la preservación de las vidas de sus profetas. Abdías era el mayordomo del rey; pero por sobre toda esa responsabilidad, era un mayordomo del Señor. Durante su conversación con Ellas, Abdías le informó al profeta que él había escondido "a cien de los profetas de Jehová de cincuenta en cincuenta en cuevas" y los había alimentado con pan y agua { 18: 13). Alimentar a cien personas por un período indefinido debió haber sido muy difícil para Abdías. Pero él lo hizo porque él sabía que su dinero pertenecía al Señor y que él tenla que usarlo para promover la causa del Señor. El no era el dueño, sino el administrador, el mayordomo.

· Cuando el Dueño le pidió que invirtiera · su dinero en sus profetas, Abdías no discutió. Era el dinero del Señor y si él quería que lo usara de esta manera, magnifico; ¿quién iba a discutir con el Señor? Por lo tanto, Abdf as, el siervo, obedeció. Si la inversión iba a ser un fracaso, era problema de Dios, no de Abdías. El sólo era un siervo del Señor. A fin de comprender la magnitud de esta inversión, no olvidemos que había una sequía, y como

. consecuencia, escaseaban los alimentos y el agua. El costo de estos elementos indispensables para la preservación de la vida debió haber sido muy alto. Además, probablemente Abdfas tuvo que suplir muchas de las otras necesidades de esos profetas. El relato no nos dice que esto empobreció a Abdlas en algún modo.

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Más bien la implicación es que el Señor lo bendijo tanto en su trabajo en el palacio que fue imposible para el rey deshacerse de él. Llegó a ser un administrador indispensable para el rey. Al usar sus tesoros en el servicio de Dios, Abdías arriesgó su propia seguridad personal, su trabajo y hasta su propia vida. ¿Se pueden imaginar lo que le hubiera podido pasar si la reina hubiera sabido lo que él estaba haciendo? Pero para Abdías, la preservación de las vidas de los profetas era de tal importancia, que, en el proceso, arriesgó su propia vida. El Señor no le falló. El era un buen mayordomo. Nuestros recursos pertenecen al Señor. El espera que usemos esos recursos financieros para cubrir nuestras necesidades personales, pero él nos ha dado suficiente para que compartamos con él, no sólo por medio de los diezmos, que son suyos de todos modos, sino por medio de nuestras ofrendas voluntarias y proyectos especiales. Mediante Abdf as suplió las necesidades de sus profetas. ¡Qué tremendo privilegio es ser instrumentos de Dios en la preservación de la vida!.

111.- Conclusión

Pronto comenzará un nuevo año proporcionándonos una oportunidad maravillosa de reconsagrar la totalidad de nuestras vida al Señor. Hoy la experiencia de Abdlas nos ha inspirado; pero el verdadero Abdlas es nuestro Salvador. Es en él y por medio de él que podemos consagrar todo lo que tenemos al Señor.

T enemas un nombre, un nombre dado por Dios mismo, que nos hace originales, proporcionándonos nuestra identidad y nuestra misión. Cristo ha compartido su nombre y su identidad con nosotros. Nosotros, como él, somos siervos de Dios. Toda nuestra vida, cada fracción de nuestra tiempo, pertenece a Dios. Que este próximo año lo glorifiquemos ·en el uso de nuestro tiempo. Mediante nuestros talentos cumplimos nuestra misión. Ellos son un don de Dios, y en última instancia pertenecen a él. Que otros lleguen a conocerlo y glorificarlo por la manera en que usamos nuestros talentos en el mundo. Nuestros recursos también provienen de Dios y él espera que los administremos apropiadamente. Mediante ellos podemos llevar almas al reino y contribuir con Dios en la preservación de la vida. Pongamos hoy nuestros tesoros a su servicio.

Ángel Manuel Rodríguez, Director Asoc. Depto. de Ministerios de la Iglesia, División lnteramericana

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