a que llaman golpe de tambor - olver quijano
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Olver Quijano ValenciaUniersidad del Cauca / [email protected]
PhD en Estudios Culturales Latinoamericanos en la Universidad Andina Simn Bolvar (Quito, Ecuador), magster
en Estudios sobre Problemas Polticos Latinoamericanos, especialista en docencia sobre problemas latinoameri-
canos, y contador pblico con estudios en antropologa. Es profesor titular de la Universidad del Cauca (Colom-bia), y ha sido profesor de pregrado y postgrado en varias universidades colombianas. Es miembro de la Red
de Intelectuales Latinoamericanos de Economa Social y Solidaria (Riless), del Centro Colombiano de Investi-
gaciones Contables C-cinco y de Biopoltica (Red de investigadores latinoamericanos); y coordinador del grupo
de investigacin Contabilidad, sociedad y desarrollo, reconocido y clasificado por Colciencias en la categora
B. Ha sido autor y coautor de varios libros y ensayos sobre antropologa, poltica, sociedad, desarrollo, teora,
educacin e investigacin.
SECCINCENTRAL
QU LLAMANLOS GOLPESDE TAMBOR?APUNTES SOBRE MSICA,AGENCIA Y RE(Ex)SISTENCIAArtculo de reflexin
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Qu llaman los golpes de tambor? // Oler Quijano valencia // 6
Msicos jvenes en la fiesta de Nuestra Seora del Trnsito, El Pata, Cauca, 2008. Fotografa: Olver Quijano.
Resumen
Los espacios de muerte, las tecnologas del terror y del disciplinamiento, as como de las
historias oscurecidas, racializadas y colonizadas, han eclipsado histricamente la militancia y alos militantes de la vida, la alegra, las msicas, las fiestas y, por consiguiente, los colores, aromas
y ritmos de la poca, con sus significaciones y repercusiones sociopolticas. A partir de esta
premisa, la presente reflexin reivindica las msicas como un mundo desbordante, por el cual
tambin se tramita la existencia, se agencia la historia y se da cuenta de un cmulo de luchas,
conexiones y canciones, muestra de cmo la vida tambin en medio de la herida colonial,del trauma colonial se viste de fiesta como paliativo e interpelacin. Las msicas mulatas, en
cuanto eslabones visibles en la cadena de afectos y vivencias, son un producto sociohistrico, ungrito de emancipacin y resistencia social, una reaccin vitalista en nuestra Amrica multicolor,
festiva y sentipensante.
PalabRas claves
emancipacin, fiesta, herida colonial, interpelacin, msicas, resistencia/agencia
FoR whom the dRum beats? notes on music, agency and Re(ex)istence
abstRact
The spaces of death, the technologies of terror and discipline, as well as obscured, raciallybiased and colonized accounts have historically eclipsed the militancy and the militants of
life, joy, music, festivities, and, consequently, of the colors, scents and rhythms of an era, with
all the concomitant sociopolitical significations and repercussions. From this premise, the
essay revindicates music as an overflowing universe that is also responsible for the carrying
on of existence, the agency of history, and for giving testimony on a wide range of struggles,
connections and songs living proof of how life, even among the colonial wound and traumacan dress for the festivities as palliative and interpellation. The mulatto forms of music, as
visible links in the chain of affections and experiences, are a sociohistorical product, a cry of
emancipation and social resistance, a vitalistic reaction in our multicolored, festive, feeling and
thinking America.
Key woRds
colonial wound, emancipation, festivity, interpellation, mulatto music, resistance/agency
quest-ce quaPPellent les couPs de tambouR? esquisses suR musique, agence, Rsistance
(et Rexistence)
Rsum
Les espaces de mort, les technologies de la terreur et de la disciplination, ainsi que des
histoires obscurcies, racialises et colonises, ont clips historiquement la militance et aux
militants de la vie, la joie, les musiques, les ftes et, par consquent, les couleurs, les armes et
rythmes de lpoque, avec ses significations et rpercussions sociopolitiques. partir de cette
prmisse, la prsente rflexion revendique les musiques comme un monde dbordant, traverslequel on fait suivre son cours lexistence, on agence lhistoire et on rend compte dun tas de
luttes, connexions et chansons, une dmonstration de la manire dont la vie aussi au milieu de
la blessure coloniale, du traumatisme colonial shabille de fte comme un palliatif et une
interpellation. Les musiques multres, en tant que chanons visibles dans la chane daffections
et expriences, sont un produit sociohistorique, un cri dmancipation et rsistance sociale, uneraction vitaliste en notre Amrique multicolore, joyeuse et sentipensante.
mots-cls
blessure coloniale, mancipation, fte, interpellation, musiques, rsistance/agence
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que chamam os golPes de tamboR? aPontes sobRe msica, agncia e Re(ex)istncia
Resumo
Os espaos de morte, as tecnologias do terror e do disciplinamento, assim como das histrias
escurecidas, racionalizadas e colonizadas, tm eclipsado historicamente a militncia e aos
militantes da vida, a alegria, as msicas, as festas e, por conseguinte, as cores, aromas e ritmos
da poca, com seus significados e repercusses scio-polticas. A partir desta premissa, a
presente reflexo reivindica as msicas como um mundo desbordante, pelo qual tambm se
tramita a existncia, se agenda a histria e se toma conhecimento de um cmulo de lutas,
conexes e canes, mostra de como a vida tambm em meio da ferida colonial, do traumacolonial se veste de festa como paliativo e interpelao. As msicas mulatas, em quanto
elos visveis na cadeia de afetos e vivncias, so um produto scio-histrico, um grito de
emancipao e resistncia social, uma reao vital em nossa Amrica multicolor, festiva e com
sentido pensante.
PalavRas-chave
emancipao, ferida colonial, festa, interpelao, msicas, resistncia/agncia
imata KaianaKu bombo uajtachiyKuna? KilKai uyachiyKunamanda, maachiyPa iKuti (sujPa)
Kaugsaiuanta
PisiachisKa
Chi uauy suyukuna, chi manchaipa rurachiskakuna chipa uyakungapauan, imata chasallata
tutayachiska kati rimaskakunata, runa kikintaruraska yuyachiypa kichuska kutijpi, kankunami
uchullayachiska kati rimaskapi chi katichiypa chi kaugsaypa katichijkunamanda, chi
asiriypa, chi uyachiykuna, chi mingaikuna uan, chasaltata, chi tindukuna, asnaipakuna chi
katisuyupi muyuriypakunauan, kikinpa kauachiypa kunaua y sugmayusuchispa yuyaikaugsay
yuyairimaipakunauanta. Kai yuyaimandata, kaipi yuyariska churachimi chi uyachiykunata imasa sujachka atun alpamanda, chi chasaltata rurachiypa chi kaugsaita, maachimi kati rimaita kauarimi suj
achka makaikunauan, uatachiskakuna takiykunauan, kauachimi imasata chi kaugsay chasallata
chajpillapi chipa kuchuchiska yuyaipa kichuska kutijpi, chipa unguchiska yuyaipa kichuska
kutijpi churarimi mingaipa imasa ambiypasina tapuchiypauanta. Chi mulata uyachiykuna,
maituku uatachiykuna kauaska uatachiypa munaikuna kaugsaikunauanta, kankuna suj rurariskayuyay kaugsay kati rimaskapi, suj kapariy kacharichiska sinchi samai yuyay kaugsaiuanta, suj sinchi
samai kaugsachiska nukanchipa Tawantisuyu tindukunapi, mingachiska samai yuyachiska.
RimaiKuna niy
kacharichiska, mingai, kuchuchiska yuyaipa kichuska kutijpi, sinchi samai/maachiypa, tapuchiy,
uyachiykuna
Recibido el 15 de abril de 2010Aceptado el 30 de mayo de 2010
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se moviliza entre teoras, procesos y canciones, reper-torios y msicas para la fiesta de la vida.
En este horizonte analtico, si bien es cierto que uno de
los pilares centrales de la empresa colonial eurocn-
trica fue el silenciamiento, no puede afirmarse de modosuficiente que ste no constituy tambin una formade agencia/resistencia, inicialmente de las poblaciones
indgenas y luego de los mestizos y negros; pues, sin
duda, la historia no slo se configura a partir de las
voces y los gritos, sino tambin desde los susurros, los
silencios y los fantasmas.
En esta misma direccin, no es exclusivamente laherida colonial desde donde se da cuenta de la
prctica colonial en todo su devenir histrico y se
piensa decolonialmente, en cuanto son tambin el
canto y la danza actos de liberacin del africano contrala barbarie (Zapata Olivella, 1997: 74), y la utilizacin
de las letras y las artes un medio de lucha contra elracismo (Dubois, citado en Zapata Olivella, 1997). As, el
orden de la (geo)poltica no puede ser exclusivo de los
humanos y de su racionalismo, de las tcticas y estra-
tegias, de las mquinas de guerra, etctera, es tambin
competencia de lo divino, lo mtico, lo sacro, lo festivo,
lo fantasmtico.
A pesar de los insistentes estereotipos promovidos por
cierta opinin sobre los pobladores del trpico y delCaribe, la que habla de hombres y mujeres faroleros,
dicharacheros, salseros, bailadores, magos del swing,
bacanes genticos (Montao, 1999: 6-8), desenfrena-
dos, bebedores, enamorados, escandalosos, diablicos,
erticos, sexuados y un largo etctera, es preciso supe-rar esta calificacin, que no slo constituye una errada
caracterizacin, sino que, a su vez, se inscribe en el yatradicional racismo que soslaya el vitalismo existencial
y la singularidad cultural, en los que la msica, la danza,
las formas de amar, los ritmos y sabores, configuran la
historia mediante la simbiosis de la triada cuerpo, alma
e historia.
En el caso de la msica, como ya lo advirtiera ngel
Quintero (1999: 35), sta representa una forma en
que las personas interactan con su mundo; un intentode ejercer cierto control sobre su materialidad, sobre
su biologa, resignificando colectivamente uno de los
elementos consustanciales a la existencia. Tiene por lo
tanto una funcin decisiva en la configuracin simblicade lo social. Agrega este socilogo: esta importancia
le imprime a la msica repercusiones fundamentales de
tipo poltico; en el sentido amplio de la poltica, como
imposiciones y resistencias, solidaridades y conflictos
por el ejercicio y la distribucin del poder (1999: 34).
Fotografa de la serie El color de la dispora, Edizn Len y Juan Garca.
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La msica, al lado de la danza, el arte, los tabes, los
cantos, constituye un elemento transgresor por donde
tambin se mueve la gramtica de decolonizacin.
2
Lleno estaba todo del grito pampero del tambor ydel trinar dolido de la marimba negra y del roncar de
patada de los bongs.
Enrique Gil, Yunga
Marimbas, cununos, bongoes, tambores, guass, bailes
de negros en fiestas santas y en parrandas permitidas,
brujas que abrazando roban el alma, cabildos de
negros y mulatos, danzas secretas, juegos de diversa
ndole, tambores prohibidos, demonios de la resisten-cia, palenques y cimarrones, fandangos de mulatos,
mulatos disfrazados de mujer y cantantes chirimas,
representan algunas de las ms significativas mues-tras culturales de las poblaciones negra y mulata en
el Nuevo Reino de Granada, que son compartidas con
otros sectores sociales (Daz, 2002: 1), propios de unamultiplicidad de expresiones que se presentan como
constantes histricas, y constituyen armas de singular
importancia en los procesos de agencia histrica y
lucha por la liberacin y el re-conocimiento. Es desde
estas prcticas que la vida, en medio de la racializa-
cin, la colonizacin y el sufrimiento, se pinta tambin
de msica, colores y proyectos de libertad, en los quela msica narra las historias a modo de peticin de
humanidad:
Soy de la tierra de la esperanza,
llevo la sangre del que no reconoce dueos.
Soy fuego y luna, agua y memoriade amaneceres siempre alumbrando
nuestra historia.
Raz de sueos es el Caribe,
donde el sol no tiene dueo
y la esperanza sobrevive. (Blades, 1991)
Sin duda, como ya lo planteara ngel Quintero
(2004: 20), la msica constituye una de las principa-
les maneras en que los hombres y mujeres expresan
su relacin con el mundo y sus relaciones entre ellos,
relaciones de tensin, regocijo, impugnacin, solida-
ridad, esperanza, angustia y rebelda, msica cons-tituida en territorio de la cotidianidad y documento
histrico. En esta perspectiva,
(...) la msica como arma de defensa, solidaridad y
rebelda frente a la dispersin forzada de la gente
afro ha sido documentada y analizada muchas
veces. Desde los primeros momentos de su llegadaa Amrica, los negros han utilizado el tam tam de
los tambores como medio de comunicacin, ora
con sus dioses y ancestros, ora con sus hermanos y
hermanas de la esclavitud. (Handelsman, 2005: 107)
Ciertamente, como lo expresa Michael Handelsman,en la literatura muchos autores han considerado esta
expresin y tradicin como parte de las distintas
formas de resistencia y agencia de las comunidades
afro ante el sufrimiento, destacando el poder liberador
de la msica como parte de su actividad creativa, siem-
pre al margen de los dictados del amo.
La msica no aparece nicamente en la literatura que
habla de la vivencia afro, pues aunque tal texto no
slo constituye un acto esttico sino una experienciasocial, y por tanto cumple una funcin en la compren-
sin del mundo evidentemente la historia muestra la
msica como parte de la rebelda, de los actos crea-dores y de la geografa de resistencia. Su tratamiento
se presenta entre despectivo e interpelador, pues el
impulso del arte folklrico, entre otros a travs de la
danza, las piezas y cantos de marimba ejecutados por
negros, era calificado como manifestaciones de salva-
jismo, bailes pblicos inmorales y sexualidad ardiente.
En una revisin tangencial a algunos apartados de lanovela Juyungo de Adalberto Ortiz (2004), encontramos
pasajes en tal sentido, como los siguientes:
() para todos los habitantes del lugar, los das
de fiesta y los domingos constituan siempre un
motivo de intranquilidad y sobresaltos, porquedesde el proyectado carretero de Quinind, salan
los negros, hartos de sus faenas cotidianas, con
los rostros sudorosos y alegres, anhelantes de
diversiones. Beban hasta vaciarse las cantinas y
enamoraban a viva fuerza, armando fenomenales
escndalos, que ponan en peligro la virginidad de
las plidas doncellas y el honor de sus maridos.(Ortiz, 2004: 132)
() la multitud olvidaba sus preocupaciones,
emborrachndose con gritos. Bailes de marimba,
donde el humo del tabaco y el olor de puro Palma
se mezclaban con el sudor de los sobacos de lasnegras, que se retorcan al comps de una cade-
rona. (Ortiz, 2004: 189)
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Tambor y ms tambor, resonando con tanto afn.
Bamboleo tras bamboleo Quimbando haciendoesguinces la negra y la zamba, alzaron los brazos,llegaron al banco agitadas, calientes al tacto
fecundo. Quebrando cintura y caderas, hurtando,
llamando a los hombres. Sudaron del rimbombar del
gran bombo, el cununeo de los conunos. Y apareci
el diablo, mi verej demonio. Y el tuntuneo de la
marimba de chonta se prolonga y se enchumbaenfundar en la yunga. Marimba sobre marimba.
Tambor y ms tambor y ms tambor y ms tambor;
tambor, tambor, tambor, tambor, tambor, tambor.
(Ortiz, 2004: 287)
Estos acercamientos reflejan una visin sobre el mundo
afro con cierta intencin estereotipada, propia delfantasma racista del pasado, hoy reconfigurado en
numerosos juicios raciales que asocian las huellas de
africana con desbordes en el mundo de la rumba, la
borrachera y el sexo abierto; manosean las esencias,
virtudes y, en general, las visiones sobre el mundo;
a la vez que desconocen las luchas polticas que
histricamente instala la msica, la relacin del texto
musical y el contexto sociohistrico, y las formas enque se interpela la historia de exclusiones padecida porlas comunidades afrodescendientes.
Las preguntas que quedan por resolver en este campo
particular aluden entonces a: cul es el universo
sonoro de dichas expresiones musicales?, qu razn
tiene cada toque? O, como se denomina esta germinalreflexin, qu llama el golpe del tambor?, pues frica
no slo est en la msica, y an estando en ella, no
representa exclusivamente diversin, gozo y entreteni-
miento, al integrar esa urdimbre sociopoltica y cultural
que mezcla filosofa, resistencias, ritmos y sonidosen los cuales se escucha algo ms que el percutir de
tambores ancestrales.
As sin desconocer la coexistencia de conflictos,
tensiones, plasticidad, agencia y fiesta, no pueden
separarse la poltica y la vida cotidiana, ni pasar por
alto la experiencia colonial que no olvida, pero que
tampoco se queda pasiva. Por ejemplo, cantar no est
Tambor 3. Fotografa: Olver Quijano Valencia.
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disociado de la reflexin ni del trabajo intelectivo, y
mucho menos de las formas de asediar al poder. De tal
forma que como lo planteara Cornejo (1973: 75) para
el caso de Esmeraldas (Ecuador) estas comunida-des no son concentraciones voluntarias de negros ni
la cueva donde danzan desenfrenadamente los siete
pecados capitales.
Otra faceta del tratamiento de la msica hace refe-
rencia a ella como manifestacin poltica y prcticade interpelacin. Segn Juan Garca (2003: 6), en el
caso de Ecuador, son muchos los activistas del pueblo
afroecuatoriano que se resisten a ser identificados slo
con la msica y el baile de la marimba y con mucha
razn insisten en que los negros de Esmeraldas, no
somos slo msica de marimba, somos mucho ms
que eso. Somos un pueblo culturalmente diferente,con todo lo que eso significa. Esta postura no intenta
desconocer la soberana gozosa y el espritu vitalista
del pueblo afro, sino que ante todo pretende mostrarla capacidad de movilizacin del pensamiento y de la
fuerza imaginativa e irreverente en favor de la liberacin
y de la prdida de sujecin histrica.
De esta manera, en innumerables textos encontramos
alusiones y gritos que expresan escenas de vida coti-
diana. As, por ejemplo, David Snchez Juliao (2005: 66)
nos dice: en medio de las faenas, los peones cantaron
y cantaron a las proezas del quehacer, a los maltratos
del patrn, a los sinsabores y las alegras de la viday al amor por la hembra, unas veces cariosa y otras
desdeosa, relato que destaca el valor del canto como
documento de contenido sociopoltico, existencial y
constitutivo de la memoria de estos pueblos.
Otras alusiones nos plantean los roles cruciales de lamsica, la danza y la creacin, manifestaciones por las
cuales tambin se tramita el mundo de las reivindica-
ciones, y desde las cuales se exhorta a la transgresin
y al ejercicio de resistencia no ortodoxa, a pesar de su
pirotecnia roja y detonante. Las siguientes son algu-
nas muestras en tal sentido:
(...) los espacios ldicos como el juego y el baile,
o las mismas actividades sacras, constituyeron
ocasiones para traspasar en el ritmo fugaz pero
circular del tiempo, las fronteras sociales y cultu-
rales e, incluso, para burlar en los espacios ms
recnditos e incluso pblicos, las disposicionesjurdicas que prohiban o regulaban determinadas
manifestaciones culturales. (Daz, 2002: 10)
(...) la raza negra aclimatada en su destierro, es
eminentemente poeta y, sobre todo, msica y
cantora; sus voces son maravillosas en elastici-
dad, expansin y armona. Un negro que toca unamarimba entre las selvas de las costas del mar,
tiene la seguridad de que las fieras y las culebras le
entonan escuchando estticas; el canto del trapi-
che modulado a media noche al son de las masasque chirran, ha parado ms de una vez el azote del
spero seor. (Davidson, citado en Daz, 2002: 36)
Gritos de esta naturaleza se mantienen en expresio-
nes musicales caribeas, donde el ritmo representa
otro trmite de la vida, en medio de la angustia y la
esperanza: una peticin de humanidad que al modo de
Bobby Cap reza:
Me encerraron con siete llaves
y all les solt la Bomba,
me trataron con siete candadosy all solt un rumbn.
Porque la rumba estaba conmigo
para aliviarme de las penascon su hermanita la plena
y su primo el guaguanc...1
Como dira Zapata Olivella (1983: 8, 13): voces tambo-
res, voz creadora palabra que ser canto encendido,
fuego que crepita, meloda que despierte vuestro odo.
3
Ata mi negra vibracin al mismo ombligo del mundo.
Aim Csaire
Dame tu trueno!
Oricha fecundo,
Madre del pensamiento
la danza
el canto
la msica
prstame tu ritmo,palabra batiente,
acomoda aqu tu voz tambor
tu ritmo, tu lengua!
Manuel Zapata Olivella, Chang, el gran putas
1 En 1962, el sonero Ismael Rivera fue castigado con una
pena de cuatro aos en un programa carcelario de rehabilitacin.
Esta situacin motiv a Bobby Cap, quien le compuso el tema Las
tumbas, que llegara a convertirse en el himno de los reclusos de
Amrica Latina, as como de otros procesos.
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Estas apreciaciones hablan de msica colmada de
historia, en la que no slo se reflejan el dolor de la
esclavitud y el sufrimiento ulterior, sino tambin el valor
de procesos por la liberacin, el re-conocimiento, lareafirmacin y la alegra de vivir, y son muestra de cmo
la genealoga del pensamiento y la vida afro no es una
condena, ni un exceso carnavalesco.
En esta mirada es imposible escapar al lugar que ha
jugado el ritmo en la historia de las comunidades negrasque parafraseando a Jaime Arocha (2001: 13) para el
Choc colombiano no slo constituye un inventario
de marginalidades y carencias. Es de erotismo, pero
sobre todo, de las alegras rebeldes y palenqueras,
alegras en las que msica, ritmos, sensualidad y caden-
cia no slo mueven el cuerpo, sino tambin la cabeza,
el pensar. Sobre este tpico son muchos los trabajosorientados a mostrar el rol del ritmo en la configuracin
histrica.
Uno de estos esfuerzos2 enfatiza en la relacin de
la vida cotidiana, la poltica y el ritmo, a partir de la
experiencia de las nanas, su ritmo, la fuerza subver-siva de sus sueos callados, la memoria y el cimarro-
naje ancestral. El libro, constituido por varios relatos,
deja ver la localizacin del ritmo en cada nana. As,
por ejemplo, Secundina tena el ritmo en el sembrar,
Wbaldina en las nalgas, Bella Paz en la boca, Olegaria
en el corazn, Divina en los ojos, Ismenia en la anga-
rilla, Maximina en el cltoris, Acento en el cruzao dela pierna, Estebada en la espalda, Amira en las pier-
nas, Delfa en la voz, y Valentina, entre otras, tena el
ritmo en el pensar y por tanto estara contrapuesta a
gobiernos dictatoriales y medidas gubernamentales
contrarias a la dignidad del Choc colombiano. Ritmo,
msica y resistencia se enlazan en la manifestacincontra la desmembracin del Choc, en la que en
lugar de pancartas cada manifestante enarbolaba una
botella de champaa y esa hermosa cualidad de mi
raza negra, de cantar siempre, dio paso espontneo al
himno, o a la marcha:
Y en cada coraznhaced un batalln
marchad, marchad, marchad.
(Posso, 2001: 158)
Y el relato contina, afirmando:
2 Me refiero al vibrante libro de Amalia L Posso Figueroa (2001)
publicado por Ediciones Brevedad, en Bogot, que se ocupa del ritmo
en varias de sus nanas del pacfico colombiano.
De todos los ritmos, el ms lento es el ritmo negro;
se permite pausas, pero luego empieza con ms
mpetu a pelear por lo que considera justo; as
lo pelearon, decididamente, beligerantemente,dignamente. Ganaron. Y no desmembraron al
Choc! (Posso, 2001: 159)
Valentina pens, recordando lo que contaba sumam de ella y lo que ella a sus ocho aos haba
empezado a trajinar. Pens, pens mucho, hastaque la pensadera se le meti muy adentro hacin-
dola envalentonar, por su raza, por su oro, por sus
gentes, por su tierra chica, por su tierra grande,
por algo la nana Valentina tena el ritmo en el
pensar. (Posso, 2001: 166)3
Estas apreciaciones y testimonios acerca de la rela-cin entre el ritmo, la msica y la rebelin indican
un lugar distinto al tradicional, que asocia ritmo a
cuerpo, cuerpo a erotismo, erotismo a exceso degenitalidad y msica a divertimento, y no a vitalismo
existencial y evidencia sociopoltica. Esta relacin ha
estado presente en las distintas etapas histricas delas comunidades campesinas, indgenas, urbanas y
especialmente afrocaribeas, en las que antes del
verbo fue el tambor, el ritmo y el movimiento, y donde
en medio de situaciones problemticas de encuen-
tros entre migrantes de diversas lenguas, la msica
y el baile antecedieron a los primeros discursos
(Quintero, 1999: 14).
3 Desde esta alusin al ritmo Valentina describe y ridiculiza la
frialdad de los monos gringos que llegaron en 1918 al Choc para
iniciar la expoliacin del oro, la explotacin del negro y la devasta-
cin de los paisajes biofsicos. Valentina dira que desde lo racional,
pragmtico y funcional de Occidente, ellos bailan despacito y sin
gracia, muy tiesos; hacen unas muecas que quieren ser risas; eso no
es baile sino formacin; parecen palos de chonta pero sin corteza.
Las mujeres monas no mueven la nalga, y a los hombres no les brilla
el ojo igualito al picaflor; es tal la sonsera, que vistos de lejos son
como los bloques de agua, fros, lelos y transparentes, que guarda-
ban en el cuarto de paredes altas y sin ventanas de su grandotote
comedor. Las gringas monas tienen las carnes sueltas, las tetas en
desorden y las nalgas rambadas, anchas y pandiadas como de batea
para lavar oro de aluvin; los gringos tienen las manos blandas, el
pecho enjuto, el culo chupingo y se adivina una picha sin ningn
grosor ni color, ni mucho menos sabor; es un corrinche de blancos
monos pasmados, sin alegra y sin risa. Se les nota que cualquier
intento de pichada slo dara polvos tristes, dentro de sus lindas
casas, rodeadas del alambre que asla la arrechera que produce el
ardor y de cuartos de paredes fras que congelan la pasin ().
Y empezaron a trasladar la tristeza de sus polvos tristes a lo largo
y ancho del ro, buscando y apandando su tesoro para volverlo oro
triste y contagiar de esa tristeza a toditico lo que estaba a su alre-
dedor (Posso, 2001: 162-163).
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En el conjunto de las msicas mulatas o afrocaribeas
puede apreciarse desarrollos libertarios, por una parte,
como reacciones ante concepciones y prcticas de lo
sensual, lo bello, lo racional y lo esttico establecidaspor la modernidad; y por otra, como posicionamiento
de las sonoridades desafiantes y polirrtmicas, muchas
veces asistemticas, que establecen estas msicas,
en cuanto ritmos desafiantes, que ponen en tensinlo conventual y seorial, para postular e imponer la
discontinuidad, la fluidez, las descargas y, en sntesis,la libertad y espontaneidad, en un intento por cantar
alegremente las penas, las (des)esperanzas y los sueos.
En tal sentido, eljazz afronorteamericano, el bolero
y la rumba afrocaribeos, el tango afroconosureo,
el bossa nova afrobrasileo, y ms recientemente elreggae, el latin jazz, el reggaetn, y en especial la salsa,se constituyen en esos nuevos-viejos paliativos contra
la existencia precaria, la soledad, el desamor y hasta
la decepcin poltico/ideolgica; evidencian cmo lasociedad pas de ser monocromtica a constituirse
como multicolor, donde lo polifnico, lo diverso, los
collages, los palimpsestos y, en general, la hibridacin,manifiestan una conversin que muestra al mundo en
su recomposicin sociocultural desde la msica. De
esta manera la salsa, por ejemplo, se presenta como
manifestacin de resistencia cultural, mantenimiento
de la memoria histrica y de redefiniciones locales del
espacio-tiempo lineal de la modernidad.
En general, en un principio las msicas mulatas son
tomadas como carentes, insuficientes, paganas,
perversas, arrtmicas, posicin desde la cual es absolu-
tamente imposible pensar su reivindicacin, mxime si
su gnesis y su posicionamiento se instalan en espacios
marginales4 donde sus pobladores parecen proclivesal paganismo, la indecencia y la turbulencia sexual,
como si Dios y su institucionalidad terrenal hubiesen
concedido licencia y concesiones a la sensualidad. En
este sentido, la salsa incide en el prohijamiento de otras
conductas y otras percepciones de la esttica corporal,
4 Sobre el particular, debe recordarse que la salsa apareci,
como movimiento expresivo, a finales de los sesenta en el contexto
de una intensa emigracin caribea a Estados Unidos, en una especie
de migracin colonial de la periferia a los centros hegemnicos de la
economa global, despus de que tal expresin se concibiera como
una msica bsicamente comunal un rumbn de esquina, cuyo
desplazamiento se inscriba en un evidente nomadismo caminante
(Quintero, 2003: 1, 5) que se instal en otras latitudes, siempre con la
cabeza y el corazn puestos en la tierra de la esperanza, en la tierra
de la sabrosura.
en espacios catalogados no slo como territorios del
goce, sino como ambientes donde
(...) la rebelin y el lenguaje son parte del continuode la cultura afroamericana, y a ellos se aade
la identidad, esplndidamente persistente de las
conductas rtmicas, los movimientos corpreos,
la esttica del cuerpo, la gramtica de la msica yde la danza (). La polifona musical fue enrique-
cida an ms por la imaginacin bailable... el bailecomo representacin y el baile como celebracin
se volvieron indistinguibles el uno del otro. Y a lo
largo de toda esta continuidad, el propio cuerpo
alcanz una sensacin de realidad, belleza y movi-
miento, ausentes de los mandamientos restrictivos
de la cultura catlica, criolla, mestiza, del cuerpo.
(Fuentes, 2000: 287-288)
Es en este contexto que se entiende la advertencia
de Fanon (1973: 112) cuando expresaba: y esta razatitube bajo el peso de un elemento fundamental: cul
es? el ritmo!. Ciertamente, las msicas mulatas se
conforman alrededor de los principios y los dictadosde la libertad y la espontaneidad (Quintero, 1999: 312),
paradjicamente en medio de la dependencia y el auto-
ritarismo. En el caso concreto de la salsa, esta premisa
se aprecia no slo en los contenidos o letras compro-
metidas o militantes, las que denuncian y anuncian, sino
igualmente en los ritmos donde lo emotivo y espont-
neo se imponen sobre lo racionalizador-sistematizadory elaborado. Algunos soneros lo expresaran, entre otras
maneras, como en los siguientes ejemplos.
En Muvete, cancin de alto corte poltico, Rubn
Blades hace una impugnacin al racismo y apela por un
futuro distinto:
() va nuestra cancin como saludo,
pa los que defienden su derecho a la libertad
y usan la verdad como su escudo. (...)
Muvete, muvete!
pa acabar el racismo que hay aqu y all.
Muvete, muvete!,
lo cantan los nios y mam y pap. (...)
Muvete, muvete!,
por nuestro futuro y el de Amrica.(Blades, 1985)
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8/2/2019 A Que Llaman Golpe de Tambor - Olver Quijano
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78 // CALLE14 // olumen 4, nmero 5 //julio - diciembre de 2010
En Caras Lindas, de autora del gran Tite Curet Alonso,
Ismael Rivera canta toda una impugnacin al racismo y
a la esttica dominantes:
Las caras lindas de mi raza prieta
tienen de llanto, de pena y dolor
son las verdades, que la vida reta
pero que llevan dentro mucho amor.
Somos la melaza que rela melaza que llora,
somos la melaza que ama
y en cada beso
es conmovedora.
Por eso vivo orgulloso de su colorido
somos betn amable, de clara poesatienen su ritmo, tienen meloda
las caras lindas de mi gente negra. (Rivera, 1978)
La defensa del Caribe contra la consuetudinaria inter-
vencin norteamericana se presenta con Blades en su
cancin Tiburn:
Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Qu buscas en la arena?
Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Lo tuyo es mar afuera
Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Qu buscas en la orilla?Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Ay, t nunca te llenas!
Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Cuidao con la ballena
Tiburn, qu buscas en la orilla, tiburn?
Respeta mi bandera.
Palo pa que aprenda que aqu s hay honor
Pa que vea que en el Caribe no se duerme el
camarn
Si lo ven que viene, palo al tiburn!
Vamo a darle duro sin vacilacin
Si lo ven que viene, palo al tiburn!En la unin est la fuerza y nuestra salvacin
Si lo ven que viene, palo al tiburn!
Si lo tuyo es mar afuera, qu buscas aqu?, sos
ladrn
Si lo ven que viene, palo al tiburn!
Hay que dar la cara y darla con valor.(Blades y Coln, 1981)
Otras expresiones relacionadas con el desarrollo liber-
tario salsero se encuentran en una produccin de Eddie
Palmieri vinculada a los procesos libertarios incubados
en el cimarronaje. Se trata del tema Vmonos palmonte, una expresin de irreverencia e insurgencia
asociada a la raza, y descarga que combina sabor,
dolor y libertad.
Estos son algunos ejemplos de msica mulata que en
especial desde la salsa, la salsa consciente (consisalsa),la salsa social evidencian el trnsito del baile y el
ritmo a las letras con compromiso, mostrando cmo
este gnero no es slo rumba, diversin y entreteni-
miento, sino una postura poltica y vital, un espacio
para denunciar, anunciar, preguntar, un abrazo, un grito,
una peticin de humanidad, una crnica hecha ritmo y
pregn. La salsa como sensualidad, cadencia, descargay sentido, no slo mueve el cuerpo, sino tambin la
cabeza, el pensamiento.
Digamos, a manera de in-conclusin, que la historia
da cuenta del mundo colonial de muerte, y paradji-
camente de procesos donde el extrao encanto de lamsica el golpe del tambor moviliza los cuerpos,
los sueos y las rebeldas al ritmo de marimbas, cunu-
nos, tambores bat, guass, tamboras, pianos, trom-
bones, trompetas, timbales, bongoes, tumbadoras,
flautas, saxofones, violines, y un conjunto de voces
que hablan de sueos, esperanzas, tragedias de barrio,
amores y desamores, poltica y fiesta, en medio delexotismo y erotismo del mapal, bullerengue, makerule,
alabaos, fandangos, merecumb, son montuno, danzn,
bomba, guajira, guaracha, plena, guaguanc, chacha-
ch, mambo, pachanga, bugal, jala jala y, entre otros
ritmos, de la salsa como fenmeno abarcador de estas
expresiones.5
En efecto, eso son los golpes de tambor, las msicas
mulatas, una expresin contrapuesta al orden y rgi-
men disciplinario occidental, que condena y reprime la
sensualidad corporal e impide el despertar de los senti-
dos. Estas msicas constituyen tambin un escape, una
fuga al peso de la realidad, una exhortacin a (re)pensarel presente-futuro, una fuga armada de ritmos, baile y
fiesta, y una convocatoria abierta y permanente al amor.
5 Esta es la referencia que hace Juan Montao Escobar (1999)
en su libroAs se compone un son , en el cual, mediante un lengua-
je rtmico, musical y percusivo, da cuenta de dolores, amores y
desamores, sueos, racismos, pobreza, luchas, militancias, conflictos
y un sinnmero de cimarronas historias atravesadas por la msica,
como ltimo suspiro de los dioses antes de convertirse en polvo
elemental.
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8/2/2019 A Que Llaman Golpe de Tambor - Olver Quijano
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Qu llaman los golpes de tambor? // Oler Quijano valencia // 7
Esta amalgama y convergencia de ritmos, desenfreno,
rituales, ritos de paso, tensiones, cantos de vida coti-
diana, fiesta, elasticidad, ebriedad, rebelda, sensualismo,
identidad, celebracin del sabor, descargas calien-tes, erudicin, academia, soneos, gritos, simbolismos,
denuncios y anuncios, abrazos salsabrazos, amores
y desamores, baile, pregones, hechizos, seducciones, y
un largo etctera, dan cuenta del poder de la msica encuanto eslabn visible en la cadena de afectos y viven-
cias como testimonio y reaccin vitalista en nuestraAmrica multicolor, festiva y sentipensante. Evidente
resulta entonces la consideracin de la relacin entre
msica, poltica y literatura, pero en especial el nfasis al
presentar la msica como producto sociohistrico y grito
de emancipacin y resistencia social.
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