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A NUEVA HISTORIOGRAFÍA DE LA REVOLUCIÓN EN MICHOACÁN Eduardo N. Mijangos Díaz* U niversidad M ichoacana de San N icolás de H idalgo Introducción A través del presente trabajo intento emprender un acercamiento a la forma cómo ha sido visto, desde una perspectiva estatal evidentemente, el proceso revolucionario en Michoacán por el gremio de historiadores y académicos mexicanos, señalando sobre todo aquellas investigaciones de actualidad. Por lo anterior es que no haremos énfasis en la vasta bi- bliografía de carácter tradicional que sobre la Revolución en Michoacán elaboraron en su tiempo militares, políticos, clérigos, maestros y revolu- cionarios aficionados a la crónica y la biografía en su labor mitificadora sobre el movimiento armado. El trabajo no es exhaustivo, tampoco novedoso puesto que al menos tres investigadores me han precedido en ensayos sobre la historiografía contemporánea de Michoacán.1Las con- sideraciones de este somero balance historiográfico han sido motivadas por el relativo acercamiento que como historiador he establecido con el fenómeno de la Revolución Mexicana y el diálogo cercano y a veces po- * Agradezco los comentarios acerca de este trabajo proporcionados por los maestros Gerardo Sánchez Díaz y Verónica Oikión Solano. 1 Menciono dos breves ensayos realizados en 1977, ellos son: "Political and Military History of the State of Michoacan, 1910-1940" de Lyle C. Brown y el trabajo de David L. Raby "Importancia y problemas de la historiografía de Michoacán en el siglo xx". Ambos artículos, junto con otros relacionados con la historiografía de la Colonia, se localizan en la obra coordinada por Elsa Cecilia Frost, Michael C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez. El trabajo y los trabajadores en la historia de México. México, El Colegio de México-Univer- sity of Arizona Press, 1979. El tercer trabajo digno de comentarse por su actualidad es el de Verónica Oikión Solano: "El nuevo pasado michoacano. Una centuria historiográfica", publicado en Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, núm. 60, otoño de 1994, pp. 41- 74. El texto fue presentado originalmente como ponencia en el Congreso "Pasado, Pre- sente y Futuro de la Historiografía Regional de México", celebrado en mayo de 1993 en Taxco, Guerrero.

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A NUEVA HISTORIOGRAFÍA DE LA REVOLUCIÓN

EN MICHOACÁN

Eduardo N. Mijangos Díaz*U n iv e r s id a d M i c h o a c a n a d e Sa n N ic o l á s d e H id a l g o

In tro d u cció n

A través del presente trabajo intento emprender un acercamiento a la forma cómo ha sido visto, desde una perspectiva estatal evidentemente, el proceso revolucionario en Michoacán por el gremio de historiadores y académicos mexicanos, señalando sobre todo aquellas investigaciones de actualidad. Por lo anterior es que no haremos énfasis en la vasta bi­bliografía de carácter tradicional que sobre la Revolución en Michoacán elaboraron en su tiempo militares, políticos, clérigos, maestros y revolu­cionarios aficionados a la crónica y la biografía en su labor mitificadora sobre el movimiento armado. El trabajo no es exhaustivo, tampoco novedoso puesto que al menos tres investigadores me han precedido en ensayos sobre la historiografía contemporánea de Michoacán.1 Las con­sideraciones de este somero balance historiográfico han sido motivadas por el relativo acercamiento que como historiador he establecido con el fenómeno de la Revolución Mexicana y el diálogo cercano y a veces po­

* Agradezco los comentarios acerca de este trabajo proporcionados por los maestros

Gerardo Sánchez Díaz y Verónica Oikión Solano.

1 Menciono dos breves ensayos realizados en 1977, ellos son: "Political and Military

History of the State of Michoacan, 1910-1940" de Lyle C. Brown y el trabajo de David L.

Raby "Importancia y problemas de la historiografía de Michoacán en el siglo xx". Ambos

artículos, junto con otros relacionados con la historiografía de la Colonia, se localizan en

la obra coordinada por Elsa Cecilia Frost, Michael C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez.

El trabajo y los trabajadores en la historia de M éxico. México, El Colegio de México-Univer-

sity of Arizona Press, 1979. El tercer trabajo digno de comentarse por su actualidad es el

de Verónica Oikión Solano: "El nuevo pasado michoacano. Una centuria historiográfica",

publicado en Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, núm. 60, otoño de 1994, pp. 41-

74. El texto fue presentado originalmente como ponencia en el Congreso "Pasado, Pre­

sente y Futuro de la Historiografía Regional de México", celebrado en mayo de 1993 en

Taxco, Guerrero.

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lémico sostenido con otros estudiosos involucrados en los mismos me­nesteres.2

C oyunturas

En un plano general y más bien coyuntural, se ha señalado un impor­tante parteaguas historiográfico hacia fines de los años sesenta, más concretamente hacia 1968 y 1969 cuando la imagen de la Revolución Mexicana y la historiografía de carácter regional adquirieron otro senti­do y un notable impulso a partir de la publicación de importantes obras tales como Pueblo en vilo de don Luis González y Zapata y la Revolución Mexicana, de John Womack Jr.3 A partir de entonces, analítica y metodo­lógicamente la Revolución Mexicana inició un proceso de reinterpreta­ción histórica, de sus dimensiones regionales y de su propia retórica política. La valoración de nuevos actores sociales, de grupos de poder, alianzas y coaliciones, etcétera, han proporcionado hasta ahora un sig­nificativo avance, una profundización en sus manifestaciones plurales y la alteración de su carácter. Rotas quedaron varias concepciones tradi­cionales y monolíticas que veían a la Revolución como un movimiento más bien homogéneo y de alcance nacional cuya ideología revolucio­naria motivó rebeliones en masa de campesinos que demandaban tie­rras y justicia social.

Sin embargo, en Michoacán los cambios fueron más tardíos y res­pondieron en gran medida a una situación institucional. El afianza­

2 Una aclaración pertinente: el presente ensayo pretende abordar el arribo de una

nueva historiografía sobre la revolución en Michoacán de manera cronológica y no te­

mática. No haremos énfasis exhaustivo en los artículos y ensayos publicados en diversas

revistas académicas, nacionales y extranjeras. Publicaciones tales como las monografías

municipales, los estudios sobre educación, las investigaciones sobre el fenómeno de la

migración, etcétera, no aparecerán en este trabajo. En todo caso véase: Eduardo N. Mi-

jangos Díaz "Revolución y posrevolución en Michoacán. Un balance historiográfico", ac­

tualmente en prensa en una obra coordinada por Gerardo Sánchez Díaz.

3 Luis González y González, Pueblo en vilo, M icrohistoria de San José de Gracia, México,

El Colegio de México, 1968, 365 pp.; John Womack Jr. Zapata y la Revolución Mexicana, México, Siglo xxi, 1969,443 pp.

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miento de una historiografía analítica y el ejercicio crítico basado en fuentes documentales, la mayoría inéditas, es perceptible hasta hace apenas quince años. No es difícil identificar los momentos de coyuntu­ra, de hecho podemos establecer varios. Quizá el primero de ellos acon­teció en el año de 1973, cuando se fundó la Escuela de Historia, depen­diente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Poco más tarde' en 1976 a instancias del gobierno del Estado se estableció el Centro de Estudios sobre la Revolución mexicana "Lázaro Cárdenas", en la población de Jiquilpan; tres años después se fundaron El Colegio de Michoacán, en la ciudad de Zamora, y el Departamento de Historia de la Universidad Michoacana, en la capital del Estado. El mismo De­partamento creció en magnitud y desde 1987 se transformó en el actual Instituto de Investigaciones Históricas.

No obstante, hasta antes de 1979 ya habían aparecido varios textos de algunos investigadores adscritos a instituciones académicas naciona­les y extranjeras. Es el caso de Suzana Glantz y su estudio sobre El ejido colectivo de N ueva Italia; el de Paul Friedrich sobre la Revuelta agraria en una aldea mexicana; del texto antropológico de Pedro Carrasco El catoli­cismo popular de los tarascos, y los trabajos sobre educación de David L. Raby.4 Estas obras proporcionaron elementos para caracterizar el proce­so de la reforma agraria en Michoacán, algunas de ellas no eran análisis históricos pero aún sin proponérselo antecedieron el arribo de futuras interpretaciones de la Revolución en Michoacán, sobre todo desde la perspectiva de los movimientos agrario-campesinos.

Con todo, aún no se modificaba la imagen idílica de la Revolución impuesta por autores como don Jesús Romero Flores, quien a través de su prolífica obra consideraba la Revolución en Michoacán una gesta popular históricamente necesaria para romper los vínculos con el viejo

4 Suzana Glantz, El ejido colectivo de N ueva Italia, México, s e p - n a h , 1974,210 pp.; Paul

Friedrich, Agrarian R evolt in a M exican Village, Chicago, University of Chicago Press, 1970.

Publicado en español en 1981 por el Fondo de Cultura Económica; Pedro Carrasco, El catolicismo popular de los tarascos (Sep Setentas 298), México, SEP, 1976; David L. Raby.

Educación y revolución social (Sep Setentas 141), México, SEP, 1973; "Los principios de la

educación rural en México: el caso de Michoacán. 1915-1929" en: Historia M exicana, vol.

x i i , núm. 4 (88), abril-junio de 1973, pp. 553-581.

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régimen porfirista, revolución encabezada por caudillos revoluciona­rios conscientes de su papel como promotores de las reformas sociales y culturales plasmadas en el nuevo orden constitucional de 1917. La si­tuación no era para menos. En un congreso de historiadores mexicanos y norteamericanos celebrado el año de 1977 en la población de Pátzcua- ro, David L. Raby señalaba con desánimo: "No se puede negar que la historiografía del estado en este siglo es muy deficiente; que existen va­rios libros de memorias y otros de carácter efímero y polémico, pero muy poco que se pueda considerar historia".5 Las razones de un pano­rama tan desolador eran varias. De hecho hasta ese momento no existía

un impulso real de las instituciones públicas o privadas para promover la investigación histórica, tampoco se fortalecía aún un grupo serio de historiadores locales empeñados en reconstruir el pasado inmediato de la entidad y rescatar, de alguna manera, los archivos y repositorios do­cumentales de manos de burócratas y oficinas de gobierno. Por otra parte, en su s inicios, la Escuela de Historia de la Universidad Michoa- cana se constituyó en un ambiente politizado y propio además de acon­tecimientos extraescolares se externó un fuerte radicalismo académico, los cuadros docentes llegados de afuera, ensimismados en dogmas teó­ricos, mostraron poca consciencia de las condiciones del entorno, y de la necesidad de encaminar un verdadero proyecto académico. Una si­tuación que don Luis González estimaría propicia para la formación de potenciales "revolucionarios" pero no apta para la objetiva preparación de historiadores de convicción.

Los IMPULSOS DE LOS OCHENTA

Desde principios de los años ochenta, de manera paulatina la historio­grafía michoacana sobre la Revolución empezó a mostrar un rápido em­puje en términos de cantidad y calidad. A ello favorecieron también los órganos de difusión de las tres instituciones de investigación asentadas en el estado: el CERM-"Lázaro Cárdenas" inició la publicación de su bo­letín; El Colegio de Michoacán editó Relaciones, Estudios de historia y

3 David L. Raby, "Importancia y problemas..." p. 806.

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sociedad; y el Departamento de Historia de la Universidad Michoacana divulgó la revista de estudios históricos T zin tzu n . Asimismo, tuvieron efecto importantes actividades académicas: las Jomadas de Historia de Occidente, patrocinadas por el CERM-"Lázaro Cárdenas" y los Coloquios de Antropología e Historia Regionales, organizados por El Colegio de Michoacán."

Las reuniones académicas, congresos y simposios realizados desde entonces, contribuyeron significativamente a impulsar los mecanismos de intercambio institucional, a valorar nuevos recursos y apoyos en la investigación, abrir espacios y delinear objetivos claros de desarrollo en materia de publicaciones, fomentando además el trabajo de consulta en bibliotecas y archivos locales. De esta manera, a partir de los ochenta, investigadores como Heriberto Moreno, Arnulfo Embríz Osorio, María Teresa Cortés Zavala, Angel Gutiérrez, Gerardo Sánchez Díaz, Napo­león Guzmán Ávila y Alvaro Ochoa Serrano7 han realizado importantes trabajos individuales y colectivos, novedosos y aportativos en su mo-

6 A fines de octubre de 1995 se desarrolló en Zamora el xvn Coloquio de Antropolo­

gía e Historia Regionales con la temática "La Iglesia Católica en México. Evangelizados

Política y Religiosidad", en tanto que en las mismas fechas se llevó a cabo en Jiquilpan

las xvn Jornadas de Historia de Occidente con el tema "Lázaro Cárdenas en las Regio­

nes". Las memorias de este evento fueron publicadas recientemente por el CERM-"Lázaro

Cárdenas". Anteriormente también se desarrollaron otros eventos académicos, éste fue el

caso del Congreso titulado "La formación del historiador en México", organizado por

el Comité Mexicano de Ciencias Históricas y la Universidad Michoacana. Se llevó a efec­

to en Morelia entre el 27 y el 29 de noviembre de 1991.

7 Heriberto Moreno García, Guaracha. Tiempos viejos, tiempos nuevos, México, fonapas-

E1 Colegio de Michoacán, 1980, 216 pp.; Arnulfo Embríz Osorio. La lucha de Primo Tapia. A pu n tes para la historia del m ovim iento revolucionario en Michoacán, México, Lecturas

Populares, 1981,68 pp.; junto a Ricardo León García: D ocum entos para la historia del agra- rismo en M ichoacán, México, c e h a m , 1982, 220 pp.; La liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas del Estado de M ichoacán, México, c e h a m , 1984,195 pp.; María Teresa Cortés Za­

vala. El problema agrario en la novela michoacana. 1900-1940 (Historia Nuestra 4), Morelia,

Universidad Michoacana, 1983, 183 pp.; Ángel Gutiérrez, Napoleón Guzmán Ávila y

Gerardo Sánchez Díaz. La Cuestión Agraria. Revolución y Contrarrevolución en Michoacán (Tres ensayos), (Historia Nuestra 6), Morelia, Universidad Michoacana, 1984, 71 pp.;

Álvaro Ochoa Serrano. Los agraristas de Atacheo. Zamora, El Colegio de Michoacán, 1989,

206 pp. Existe además una cantidad de artículos de los mismos autores donde abordan

casos similares y la temática agraria y campesina.

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mentó, teniendo como característica la perspectiva agraria y campesina del movimiento revolucionario. Sus estudios no fueron propiamente una interpretación de la Revolución en Michoacán, sin embargo, a tra­vés de las investigaciones por ellos realizadas se pudo entrever la exis­tencia de un fenómeno social caracterizado por los contrastes de las estructuras agrarias y los impulsos populares para reestructurar la te­nencia de la tierra, en el contexto de una nueva legislación revolucio­naria. En varios de ellos también se enfatizó el caso de los liderazgos agrarios de Miguel de la Trinidad Regalado y Primo Tapia.

En otro sentido, en el año de 1984 aconteció una singular efemérides histórica que contribuyó sin duda a reafirmar la trascendencia de uno de los actores políticos más destacados de la Revolución. Me refiero al centenario del natalicio del general Francisco J. Múgica. De manera con­memorativa, el CERM-"Lázaro Cárdenas" (depositario del archivo par­ticular del general Múgica) celebró sus vil Jornadas de Historia de Oc­cidente, donde se valoró la importancia histórica del ilustre personaje michoacano. Las ponencias derivadas del evento se publicaron al año siguiente en un texto que reúne quince artículos alusivos a su vida y obra revolucionaria, además, Desdeldiez, el boletín del cerm contribuyó a los mismos objetivos divulgando en sus páginas tres ensayos biográfi­cos y tres textos documentales.8 Por otro lado, el gobierno del Estado dio a conocer el libro Gral. Francisco J. M úgica, agrarista-educador? mismo que incluyó tres trabajos académicos ganadores de un concurso estatal para sobresaltar el pensamiento educativo y agrarista del general Múgica.

8 Véase: vil Jornadas de H istoria de Occidente. Francisco /. M úgica . Jiquilpan, c e r m -

"Lázaro Cárdenas", 1985, 310 pp.; Desdeldiez. Boletín del CERM-"Lázaro Cárdenas", sep­

tiembre de 1984.

9 Gral. Francisco ]. M ú gica , agrarista-educador. Morelia, Gobierno del Estado de Mi­

choacán, 1985,203 pp. El texto reúne tres ensayos elaborados por Ana Ma. León y Miguel

Palacios, Ma. del Rosario Rodríguez, Gerardo Sánchez Díaz y Napoleón Guzmán A.

Otras obras que abordan al general Múgica desde diferentes perspectivas son: Santa

Victoria Ríos Manzano. Francisco ]. M úgica. Su pensam iento agrario y sus tesis ideológicas, México, c e h a m , 1982, 87 pp.; Enrique Arreguín (Presentación, Selec. y notas). Lázaro Cárdenas/Francisco}. M úgica . Dos mexicanos patriotas, Morelia, Ayuntamiento de Morelia,

1984,35 pp.; Fernando Zertuche. Francisco /. M úgica , México, CREA-Terra Nova, 1987,143

pp. Relativamente más críticos son los artículos de Heather Fowler Salamini "Caudillos

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Con estas obras colectivas y otras similares que han proseguido, se puede percibir que en la historiografía de la Revolución en Michoacán, el general Francisco J. Múgica es el actor principal de quien se han ocu­pado los historiadores de la entidad, algunos aportando nuevos ele­mentos de análisis pero también, con frecuencia, otros sólo continúan actualizando la idílica imagen del revolucionario que en su momento creó la obra apologética de Armando de María y Campos.

Hacia fines de los ochenta, más propiamente en 1987, apareció un libro colectivo editado por la Universidad Michoacana: La Revolución en Michoacán 1900-1926,10 en el cual se dio cuenta de nueve ponencias pre­sentadas tiempo atrás en un Simposium sobre la Revolución en Michoa­cán. El texto tuvo la intención original de otorgar una visión general acerca del proceso revolucionario en el estado y sus manifestaciones políticas, sociales y culturales; en él participaron los historiadores más abocados a la investigación de la Revolución en la entidad, destacando los trabajos de Napoleón Guzmán Ávila, Gerardo Sánchez Díaz, Alejan­dro Pinet, Sergio García Ávila, Alonso Pérez Escutia, y los artículos de temática agraria realizados por Álvaro Ochoa Serrano, Verónica Oikión Solano y Arnulfo Embríz Osorio. Complementando las expectativas anteriores y en similares líneas de investigación, se localiza el tomo iv de la extensa obra coordinada por Enrique Florescano: Historia General de M ichoacán" El desarrollo histórico de Michoacán en el presente siglo fue el objetivo del cuarto volumen, coordinado a su vez por Heriberto

revolucionarios en la década de 1920: Francisco J. Múgica y Adalberto Tejeda," en: David

Brading (Comp.), Caudillos y campesinos en la Revolución M éxicana, México, fce , 1985, pp.

211-238; y de Jorge Zepeda P. "Los caudillos en Michoacán: Francisco J. Múgica y Lázaro

Cárdenas", en: Carlos Martínez Assad (Coord.), Estadistas, caciques y caudillos, México,

u n a m , 1988, pp. 243-267. Martín Sánchez es otro historiador que ha profundizado en la

actuación política del general Múgica en Michoacán durante su periodo de gobierno. Sin

embargo, y a pesar de la riqueza de publicaciones, creo que sigue haciendo falta una ver­

dadera obra prosopográfica que interprete en los hechos la trascendencia histórica para

Michoacán de Francisco J. Múgica y el grupo político que encabezó. Tal como diría el

doctor Friedrich Katz, valorado más por lo que hizo que por lo que pensó hacer.

10 La Revolución en Michoacán 1900-1926, Morelia, Universidad Michoacana, 1987,

156 pp.

n Enrique Florescano, (Coord.), H istoria General de Michoacán. Morelia, Gobierno del

Estado-Instituto Michoacano de Cultura, 1989, tomo iv coordinado por Heriberto More-

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Moreno García, y en él se inscriben los apartados dedicados al proceso revolucionario por parte de Alvaro Ochoa Serrano y Verónica Oikión Solano. Análogamente se da cuenta de las vicisitudes de la Revolución, traducida en la nueva cultura de asociación laboral y, sobre todo, los ca­pítulos encaminados a reseñar las estructuras del campo y la evolución agraria michoacana, cristalizada en el reparto de tierras durante el pe­riodo cardenista.

También durante los ochenta una serie de investigaciones de disci­plinas afines a la historia, patrocinadas principalmente por El Colegio de Michoacán y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, fueron divulgadas a partir de estos años. Así, Lucía García L., Jaime L. Espín, Jesús Tapia Santamaría, Thierry Linck, Pierre-Francois Baisnée y Fernando Salmerón -entre otros- vieron coronados sus esfuerzos en sendos estudios caracterizados por los enfoques antropológicos y etno­gráficos.12 Las obras en cuestión no pretenden involucrarse en el desa­rrollo del proceso revolucionario, sin embargo, proporcionaron ciertos elementos capaces de ser valorados por nuevas investigaciones en el te­rreno historiográfico. Cabe señalar al menos dos importantes textos.

Jesús Tapia Santamaría, en su conocido libro Campo religioso y evolu­ción política en el Bajío zamorano, realizó un significativo análisis histo­

rio García. Los siete primeros capítulos presentan la evolución histórica de Michoacán

entre 1900 y 1940. Además de Ochoa Serrano y Oikión Solano, en él participan, entre

otros, investigadores como Napoleón Guzmán Ávila, Amulfo Embríz Osorio, Cayetano

Reyes G. y el propio Heriberto Moreno García.

12 Aun cuando no constituyen el objetivo de este breve análisis historiográfico, es

prudente mencionar las siguientes obras: Lucía García López. N ahuatzen . A gricu ltura y comercio en una com unidad serrana, Zamora, El Colegio de Michoacán-CONACYT, 1984; Jai­

me L. Espín Díaz. Tierra fría. Tierra de conflictos en M ichoacán , Zamora, El Colegio de Mi-

choacán-Gobiemo del Estado de Michoacán, 1986; Jesús Tapia Santamaría. Campo religioso y evolución política en el Bajío zamorano, Zamora, El Colegio de Michoacán-Gobierno del

Estado de Michoacán, 1986; Thierry Linck. El cam pesino desposeído. México, c e m c a -E1 Co­

legio de Michoacán, 1988; Hubert Cochet, Erik Leonard y Jean D. de Surgy. Paisajes agra­rios de M ichoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1988; Pierre Francois Baisnée. De vacas y rancheros, México, c e m c a , 1989; Fernando Salmerón Castro. Los lím ites del agra- rismo. Proceso político y estructura de poder en Taretan, M ichoacán, Zamora, El Colegio de

Michoacán, 1989. También ese mismo año se publicó Los agraristas de Atacheo, de Alvaro

Ochoa Serrano, señalado con anterioridad.

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rico-regional a través del cual percibió la dialéctica clericalismo/laicicis- mo como una expresión orgánica de la dicomotía entre sociedad tradi­cional /Estado liberal. En su perspectiva histórica y con las herramientas de la antropología política, Tapia Santamaría configuró su "campo reli­gioso" en relación a la formación del Bajío zamorano vistos como procesos interdependientes, utilizando para ello conceptos clave: región, sistema de dominio, secularización, etcétera. De su análisis se desprenden dos ejes modeladores -como él mismo los considera- uno referente "a las es­trategias instrumentadas por la Iglesia como componente de un campo político marcado por el liberalismo"; y el otro que sugiere "las condi­ciones estructurales de la producción y de las transformaciones de las prácticas religiosas en un contexto de clientelismo político". La cohesión de los elementos económico (la agricultura), institucional (el Estado) y cultural (la Iglesia católica), aglutina tres verdaderos "actores" que con­forman el desarrollo mismo de la sociedad regional zamorana.

La obra de Fernando Salmerón Los límites del agrarismo, es otro buen ejemplo de los avances de la antropología política aplicada a un caso es­pecífico: las estructuras de poder en Taretan. El autor parte de un sobre­saliente andamiaje teórico-conceptual desde el cual pretende abordar el desarrollo micro-regional de la economía comunitaria: de la hacienda porfiriana "ombligo de la vida regional", la implantación del ejido du­rante la época cardenista, hasta la constitución del ingenio azucarero local. Tres verdaderos procesos de desarrollo que en un tiempo amplio (1880-1980), son considerados como expresiones de una cultura política sumamente arraigada, "dominios organizados" que traslucen los cam­bios operados -históricamente- en la estructura del poder.

La vulnerabilidad que suele identificarse en esta clase de obras, a la vista de un historiador, representa ordinariamente la falta de un sus­tento histórico más firme. Sin embargo, existe un atenuante simple, el desarrollo historiográfico de la Revolución en Michoacán no había con­solidado (aún está en proceso) verdaderos aportes al conocimiento e in­terpretación del suceso revolucionario. De hecho, las investigaciones que centran la atención en elementos tales como el agrarismo campesi­no, las relaciones comunitarias y las políticas oficiales y las propias es­tructuras de poder locales, han privilegiado sus análisis en un espacio temporal que más bien correspondería a la "posrevolución", de tal ma-

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riera que los acontecimientos de 1910-1920, por ejemplo, se perciben -hasta hace poco tiempo- como meros "incidentes" que no afectaron sustancialmente, al menos no como anteriormente se creía, las estructu­ras económicas y políticas de ciertos espacios regionales al interior de nuestro estado.13

E l estigma de los noventa

A partir de la presente década, han visto luz varios textos cuyo mérito principal ha sido el de contribuir a transformar la imagen ortodoxa que aún prevalecía en muchos sentidos respecto al movimiento revolu­cionario en Michoacán. La maduración intelectual de varios historiado­res, las nuevas herramientas metodológicas y la aparición de nuevas líneas de investigación han motivado un creciente interés en temáticas involucradas directa o indirectamente con la Revolución Mexicana. En la mayoría de los casos se trata de investigaciones-tesis encaminadas a obtener grados académicos y se intenta ofrecer con más compromiso, verdaderos esfuerzos de revisión a través del análisis de nuevos actores políticos y sociales, conformación de élites y grupos de poder, y las políticas impuestas "desde arriba" en periodos de gobierno significa­tivos para el desarrollo histórico del estado.

Una de las primeras obras publicadas en la presente década lo con­stituye La violencia en M ichoacán (A h í viene Chávez García),14 del historia­dor "colmichiano" Alvaro Ochoa Serrano. El trabajo resulta sumamente aportativo por la gran cantidad de información que proporciona, la

13 Resulta sugerente la apreciación de Fernando Salmerón: "En la región de Taretan

los incidentes revolucionarios más importantes fueron las correrías de Jesús Zepeda, 'El

Tejón', quien había nacido en el pueblo; y el asalto de J. Inés Chávez, quien prendió fuego

a la villa. La etapa armada de la Revolución, de hecho, influyó muy poco sobre las condi­

ciones generales de vida en la zona" (p. 95). Estos matices microregionales, contrastán­

dolos analíticamente, bien pudieran integrarse en un estudio más plural sobre el signifi­

cado del proceso revolucionario en Michoacán.

14 Alvaro Ochoa Serrano, La violencia en Michoacán (A h í viene Chavez García), Morelia,

Gobierno del Estado-Instituto Michoacano de Cultura, 1990, 315 pp. Sobre el mismo

tema véase: Bonifacio Contreras Tirado. M u er te y fu lg o r del general José Inés Chávez García,

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mayoría inédita, y que se contrapone de inmediato a las versiones tradi­cionales que veían en Inés Chávez García la expresión grotesca de la insatisfacción campesina en sus impulsos orgánicos por destruir el or­den que lo segrega. A partir de entonces, poco se ha insistido en su valo­ración a partir del modelo clásico del bandolero social propuesto por Eric Hobsbawm y más se ha tratado de caracterizar el movimiento cha- vista -al igual que los encabezados por Jesús Cíntora y José Altamirano- en base a su postura como "rebelde" no sólo en las armas sino en su expresión política. El amplio anexo documental que Ochoa Serrano integra en su libro es una invitación abierta a los investigadores que me­dien su interés en los movimientos sociales, los móviles de reclu­tamiento campesino y el polémico aspecto del llamado "bandolerismo", fenómeno endémico de la Revolución.

El mismo autor contribuyó en el voluminoso Diccionario histórico y biográfico de la Revolución M exicana,'5 patrocinado por el Instituto Nacio­nal de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana; cuyo tomo iv fue publicado en 1991 y en él se integra un capítulo especial dedicado al estado de Michoacán. La información de Ochoa Serrano la complemen­tó de manera significativa, ampliando su fichero de datos al periodo del porfiriato. El resultado fue el trabajo recientemente editado por El Cole­gio de Michoacán intitulado Repertorio Michoacano 1889-1926,16 un im­presionante volumen de información sistematizada en el que los actores sociales, instituciones, agrupaciones políticas y religiosas, hechos histó­ricos, publicaciones periódicas, etcétera, integran un conjunto de más de dos mil fichas de información y más de trescientas fotografías origi­

México, u a m , 1983; Alicia Olivera de Bonfil "José Inés Chávez García 'El Indio'. ¿Bandi­

do, revolucionario o guerrillero?" en: Los m ovim ien tos populares en el occidente de México. Siglos x ix y x x . Jiquilpan, CERM-"Lázaro Cárdenas", 1980, pp. 103-111; Alejandro Pinet P.

"José Inés Chávez frente al constitucionalismo en Michoacán: la contrarrevolución en la

historiografía revolucionaria", en: Cuicuilco núm. 31-32, México, julio-diciembre de 1992,

pp. 15-22; Eduardo N. Mijangos. La revolución y el poder político en Michoacán 1910-1920. Morelia, Universidad Michoacana, 1997, pp. 193-220.

Diccionario histórico y biográfico de la Revolución M exicana. México, in e h r m , 1991, vo­

lumen iv, pp. 189-275.

,f‘ Alvaro Ochoa Serrano, Repertorio M ichoacano 1889-1926, Zamora, El Colegio de

Michoacán, 1995,384 pp.

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nales que realzan los testimonios del Repertorio. No es una interpreta­ción propiamente sino la historia personalizada de los acontecimientos del porfiriato tardío hasta la víspera del movimiento cristero en Michoa­cán. A pesar de estar hecho para la "gente curiosa" y público en gene­ral, el Repertorio Michoacana es una inestimable fuente de consulta para los historiadores.

Poco tiempo después, en 1992, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes publicó la tesis de Verónica Oikión Solano titulada El Consti­tucionalismo en Michoacán. El periodo de los gobiernos militares.'7 La autora, no obstante su limitado periodo de estudio que comprende la etapa pre- constitucional, aborda sucintamente la época porfirista del mercadato y los primeros sucesos de la revolución maderista en Michoacán. Tal como Oikión Solano señala, la verdadera incorporación de la entidad al torbellino revolucionario acontece hasta 1913 a raíz de los hechos nacio­nales que modifican los bloques de poder y lealtades revolucionarias, se entreteje además una complicada red de intereses políticos y militares que desembocan finalmente en el triunfo de los constitucionalistas y su instauración en el gobierno local. Verónica Oikión trató de proporcionar una imagen integral de las políticas de gobierno impuestas por los mi­litares constitucionalistas -básicamente Gertrudis G. Sánchez y Alfredo Elizondo- en donde hace énfasis en la continuidad de las estructuras y las circunstancias que limitan un rompimiento directo con el pasado. Aunque en esencia se trata de un análisis de historia política, el texto recrea con amplitud los contextos socio-económicos, siendo una de las características que le dan mérito a su trabajo.

Más recientemente, el historiador nicolaita Martín Sánchez Rodrí­guez dio a conocer su obra: Grupos de poder y centralización política en M éxico. El caso Michoacán, 1920-1924,18 publicada por el in e h rm luego de

17 Verónica, Oikión Solano, El C onstitucionalism o en M ichoacán. El periodo de los Gobier­nos M ilitares. 1914-1917. México, c o n a c u l t a , 1992,602 pp. Véase además de la misma au­

tora "Huetamo: trinchera de la Revolución", en: E studios Michoacanos l. Zamora, El Cole­

gio de Michoacán-Gobierno del Estado, 1986, pp. 29-53; "Morelia en la Revolución", en:

Fragmentario, núm. 4-5, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, enero-junio de 1994,

pp. 7-22. Recientemente dio a conocer una importante obra de la posrevolución en Mi­

choacán: Michoacán en la vía de la unidad nacional. 1940-1944, México, in e h r m , 1995,487 pp.

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obtener el premio Salvador Azuela en el año de 1993. La tesis de maes­tría tuvo un antecedente inmediato con su trabajo de licenciatura deno­minado La dispersión de las fuerzas políticas en Michoacán, 1917-1920. Como era de esperarse, las herramientas teórico-metodológicas y la in­formación recabada mostraron una seria investigación, exhaustiva y bien asesorada. En su momento, Sánchez Rodríguez tuvo el acierto de incorporar nuevos modelos teóricos capaces de explicar la operatividad de las clientelas políticas y el sistema de reciprocidad encabezado por el liderazgo caudillista carismàtico, típico de la Revolución mexicana. Sin duda que los grupos de poder analizados desde la óptica weberiana, fueron la expresión de una nueva actitud política propiciada en gran medida por la abierta postura maderista en materia electoral. De esta forma, los grupos liberales, católicos y socialistas -considerados por el autor como grupos de poder- protagonizaron las lides políticas estata­les entre 1917 y 1921, fueron producto además de las contradicciones internas del constitucionalismo y el ascenso de ideologías políticas reformistas como la encabezada por el general Francisco J. Múgica, de paso el actor central de la obra y el personaje aglutinador de la radical concepción del Estado revolucionario que sostuvieron los socialistas michoacanos a partir de 1917. A la postre, esto incidió en el rompimien­to con las ideas políticas de Alvaro Obregón al frente del gobierno fede­ral, problema derivado finalmente en el denominado "caso Michoa­cán".

Sin embargo, en mi opinión el autor pudo profundizar aun sobre los mecanismos internos que explican la funcionalidad de lo que él llama "grupo de poder" (término poco ortodoxo que se muestra en boga en esta clase de estudios), es decir, desde los elementos que intervienen en la coalición partidista, incluyendo ciertos valores cívicos y morales, has­ta la convicción de un programa que cohesiona al grupo de poder, cuya expresión de dominio jerárquico -caudillista en este caso- y uniperso­nal, contradecía los principios y aspiraciones colectivas. En otra parte,

w Martín Sánchez Rodríguez, Grupos de poder y centralización política en M éxico, El caso Michoacán, 1920-1924, México, in e h r m , 1994, 263 pp.; véase también: "Los católicos. Un

grupo de poder en la política michoacana (1910-1924)" en: Relaciones. Estudios de historia

y sociedad, vol. xm, núm. 51, verano de 1992, pp. 195-222.

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estimo que la factibilidad de los católicos como agrupación política ha­bía decaído substancialmente después del triunfo constitucionalista y que sus expectativas electorales en 1917 y 1920 eran menores que las mostradas entre 1911 y 1912 cuando, a través del Partido Católico Na­cional, los católicos michoacanos vislumbraron una real posibilidad de triunfo. Las coyunturas estatales y nacionales, creo, limitaban con mu­cho las alternativas políticas del "grupo de poder" católico en 1917 y 1920 cuando más que protagonistas fueron comparsa del juego político avalado por el régimen federal.

No obstante estas apreciaciones, considero que el trabajo de Martín Sánchez, junto con las investigaciones de Verónica Oikión Solano y Al­varo Ochoa Serrano, representan una vanguardia en la historiografía de la Revolución y ofrecen una saludable posibilidad a futuro de que esta clase de estudios continuarán apareciendo.

A esta positiva situación contribuye la aparición de distintas obras llevadas a cabo por otros historiadores, etnólogos y antropólogos, que de cierta manera participan en los esfuerzos académicos en torno al es­tudio y análisis sobre los resultados del movimiento revolucionario en Michoacán. Me refiero a los textos realizados por Esteban Barragán, Ca­yetano Reyes y Olívier Gougeon, Paul Friedrich, Hubert Cochet, Gusta­vo Verduzco, John Gledhill y Pablo Vargas.19 A través de ellos se trasluce

19 Esteban Barragán López. M ás allá de los caminos. Los rancheros del Potrero de Herrera. Zamora, El Colegio de Michoacán, 1990; Cayetano Reyes, Olivier Gougeon. Paisajes rurales en el norte de Michoacán (Cuadernos de estudios michoacanos 3). México, c em c a -

E1 Colegio de Michoacán, 1991; Hubert Cochet. Alam bradas en la sierra. México, c e m c a -E1

Colegio de Michoacán-ORSTOM, 1991; Paul Friedrich. Los príncipes de Naranja. México, En­

lace Grijalbo, 1991; Gustavo Verduzco Igartúa. Una ciudad agrícola: Zam ora. Del Porfiriato a la agricultura de exportación. México, El Colegio de México-El Colegio de Michoacán,

1992; John Gledhill. Casi nada, capitalismo, estado y los campesinos de Guaracha. Zamora, El

Colegio de Michoacán, 1993; Pablo Vargas González. Lealtades de la sum isión. Caciquismo. Zamora, El Colegio de Michoacán, 1993. Cabe mencionar además el trabajo de Eric Leo-

nard. Una historia de vacas y golondrinas. Ganaderos y campesinos temporeros del trópico seco mexicano. México, fce-o r s to m -E1 Colegio de Michoacán, 1995; así como la importante

labor de Agustín Jacinto Zavala para la publicación en español de Ralph L. Beals, Cherán: un pueblo de la sierra tarasca, Zamora, El Colegio de Michoacán-Instituto Michoacano de

Cultura, 1992.

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el permanente interés por el campo, las estructuras agrarias, la pro­ducción y los campesinos como sujetos de estudio y como factores re­presentativos del desarrollo y transformación social a nivel local y regional. De alguna forma, tales investigaciones aportan nuevos signifi­

cados a los distintos actores sociales, sean estos rancheros, campesinos, migrantes, caciques o en su caso comunidades, haciendas y ejidos. Con los resultados obtenidos, determinadas prácticas sociales y políticas, la evolución de estructuras agrarias tradicionales, cobran sentido como elementos de un amplio proceso de desarrollo perneado de contrastes regionales, como acontece con los estudios respectivos de Gustavo Verduzco y Hubert Cochet, o los de Paul Friedrich y Pablo Vargas.

La mayoría de estos textos no pretenden remontarse ex profeso al mo­vimiento revolucionario, aun cuando la etapa del Porfiriato representa el particular interés de varios. El periodo posrevolucionario o cardenista se percibe en cambio como la materialización de un proyecto nacional -"democrático" incluso- de reforma agraria que modificó las relaciones y las condiciones de vida, actitudes políticas y rasgos de cultura locales.

Por ejemplo, el caciquismo de la Ciénega de Chapala analizado por Pablo Vargas es producto de un contexto "postrevolucionario, surgido a raíz de la lucha agraria y cooptado como eje del sistema político na­cional y regional, articulado a centros económicos, tecnológicos y domi­nantes, cercanos y distantes"; se trata de un "moderno" cacique que cumple funciones de intermediación: interviene y controla mercados lo­cales, condiciones de crédito y comercialización de los productos regio­nales, en suma, expresión de la nueva "burguesía agraria" que modeló la Revolución mexicana. Por su parte, los caciques naranjeños identi­ficados por Friedrich no parecen ser tan versátiles y las vicisitudes lo­cales, a partir del asesinato del líder agrarista Primo Tapia en 1926, determinan las pugnas por el control político comunitario entre auto­ridades civiles y líderes indígenas. Se reproduce al extremo el escenario donde diversas facciones encabezadas por siete "príncipes" están inmer­sas en una intriga de intereses caciquiles en los que las ligas personales y familiares -como es el caso del típico sistema de compadrazgo- asu­men un papel preponderante. Friedrich acudió a distintos niveles de in­vestigación y recursos metodológicos que en su momento no contempló en la Revuelta agraria en una aldea mexicana; edificó un notable "ensayo

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de método antropohistórico", aun cuando los elementos historiográfi- cos proporcionados por su primer obra continúan prevaleciendo.

Los estudios de antropología política principalmente basados en el análisis de estructuras de poder locales/regionales, constituyen una atrayente línea de investigación. El texto de Xóchitl Leyva se inscribe también en este mismo sentido.20 La tendencia sin embargo me parece que bien pudiera invertirse, esto es, profundizar históricamente en los orígenes mismos de las redes locales de clientelas políticas, clanes fami­liares y cacicazgos, gestados -por ejemplo- durante el periodo porfirista en Michoacán, así como las alteraciones de estos sistemas de poder en el desarrollo temprano del movimiento revolucionario, donde diversos mecanismos oficiales y acontecimientos internos/externos modificaron los compromisos y lealtades en lo político y en lo social.

A pesar de la intención por no inmiscuirnos en la literatura académi­ca correspondiente al estudio del cardenismo y de la reforma agraria, no podemos dejar de mencionar una reciente investigación realizada por la historiadora María Teresa Cortés Zavala.21 En este caso se trata de la cristalización de la obra académica de la autora, cuyo conocimiento de la novela de la Revolución le permitió realizar una novedosa investiga­ción. El hecho de recurrir a la literatura como fuente histórica es una vir­tud que le caracteriza y a través de ella ha sabido captar las distintas ex­presiones culturales que en la sociedad estatal acontecieron durante el periodo cardenista.

El trabajo parte de la formación revolucionaria del general Lázaro Cárdenas y su ascenso al poder local a fines de los años veinte. A partir de entonces, la esfera nacional abre las expectativas al cardenismo y en el ámbito regional la autora demuestra convencida la existencia de un verdadero proyecto cultural cardenista, rechazando las hipótesis de otros investigadores que veían en el factor cultural una de las principa­

2,1 Xóchitl Leyva, Poder y desarrollo regional, Zamora, El Colegio de Michoacán-ciESAS,

1993.

21 María Teresa Cortés Zavala, Lázaro Cárdenas y su proyecto cultura l en Michoacán (Col.

Centenario 2), Morelia, u m s n h , 1995, 256 pp. Además de la novedad que representa, la

obra contiene implícita una imagen de la Revolución en Michoacán que en mucho se nu­

tre de la concepción de un suceso con directrices agrario-campesinas.

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les limitantes de la política social. La investigación plantea desde la perspectiva michoacana las diversas manifestaciones artísticas, educati­vas y literarias que entre 1934 y 1940 se desarrollaron en la entidad; de esa manera destaca el impulso a la educación superior a través de la consolidación de la Universidad Michoacana; la educación popular, expresada en los programas de la educación socialista y las misiones encabezadas por distintas agrupaciones locales; ahí cabe señalar uno de los principales apartados del libro, el referente a la importancia de la obra novelística michoacana representados por José Rubén Romero, Miguel Contreras Torres, Lamberto Moreno, Lucas Ortiz y Jesús Uribe Ruiz, entre otros.

El texto de Cortés Zavala complementa la historiografía del carde- nismo en Michoacán desde una perspectiva de conjunto y no de mane­ra fragmentaria como es el caso de la mayoría de los ensayos y estudios sobre Michoacán durante el periodo de Cárdenas en la presidencia.22 La contextualización del proceso revolucionario no es lo suficientemente firme, sobre todo en lo referente a las expresiones locales del movimien­to político y revolucionario, no obstante la obra consigue desligarse del "populismo" de otras interpretaciones alusivas a Cárdenas y el car- denismo, otro elemento que le distingue como investigación.

Las expectativas parecen anticipar futuras investigaciones sobre po­lítica, sociedad y cultura en Michoacán en la década de los treinta, in­cluso fenómenos como la "Cristiada" o el sinarquismo han llamado la atención de algún historiador. Comoquiera, los resultados habrán de

22 Sobre la obra política y social de Lázaro Cárdenas en Michoacán existen varios tex­

tos oficiales y artículos aislados. Después de la publicación de sus Obras por parte de la

u n a m en 1972-1974, varios investigadores se han acercado a su actuación en su estado na­

tal. Cabe mencionar a don Luis González y González, Jorge Zepeda Patterson, Ángel

Gutiérrez Martínez y más recientemente el doctor Raúl Arreóla Cortés. De su libro Lázaro Cárdenas. U n revolucionario mexicano, Morelia, Universidad Michoacana, 1995, 242 pp.

véase en la introducción: "Un repaso a la historiografía de Lázaro Cárdenas", pp. 5-32.

Las xvn Jornadas de Historia de Occidente, organizadas y publicadas por el c er m -

"Lázaro Cárdenas", tuvieron como tema central "Lázaro Cárdenas en las regiones". De

manera cercana están las investigaciones que abordan el caso de la Confederación Mi­

choacana Revolucionaria del Trabajo, creada por Cárdenas. En ello han incursionado

principalmente Manuel Diego Hernández, Alejo Maldonado Gallardo y Jorge Zepeda P

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confrontarse con nuevas perspectivas y significados menos convencio­nales, destacados recientemente por una historiografía revisionista que somete a discusión los verdaderos alcances del cardenismo. En este sen­tido podrían ubicarse las investigaciones de Marjorie Becker sobre Mi­choacán, cuya obra principal aun no ha sido traducida al español.2,1

La R evolución q ue se construye

La situación a partir del presente inmediato, denota un significativo avance historiográfico en la comprensión de las distintas manifesta­ciones de la Revolución Mexicana en el contexto estatal. Cada vez con mayor veracidad se abordan nuevas problemáticas de estudio a través de diferentes ópticas e interpretaciones en donde ya se aprecia la con­vergencia de otras disciplinas sociales tales como la antropología, cien­cia política y los criterios sociológicos. La producción historiográfica actual ha experimentado un notable impulso a nivel nacional y varias de las publicaciones recién divulgadas o en proceso de impresión, han merecido importantes distinciones académicas y premios nacionales de investigación. Paulatinamente se fortalece una nueva historiografía de la Revolución, más fundamentada, cada vez más crítica y menos com­prometida con la retórica del pasado.

Sin embargo, todavía hay quienes sostienen débiles argumenta­ciones que no obstante haber sido rebasadas como tales, subsisten como una forma de concepción. Al buscar un análisis histórico convincente

23 Severos juicios de apreciación externó en su momento Alan Knight, cuestionando

la fuerza de la mecánica cardenista, cuyos alcances a su política radical más bien le ase­

mejan un auto defectuoso. Véase: Alan Knight, "Cardenismo: Juggernaut or Jalopy?"

Journal o f Latin A m erican S tud ies , num. 26,1994, pp. 73-107; Cfr., además, en un contexto

general: Marcos Tonatiuh Aguila M. y Alberto Enriquez Perea (Coords.) Perspectivas sobre el cardenismo. Ensayos sobre economía, trabajo, política y cultura en los años treinta, México,

UAM-Azcapotzalco, 1996; Raquel Sosa, Los códigos ocultos del cardenismo, México, Plaza &

Janés, 1996. Los trabajos de Marjorie Becker sobre el cardenismo en Michoacán se con­

densan en su libro S ett ing the Virgin on fire. Lázaro Cárdenas, M ichoacán peasants and the redemption o f the M exican Revo lution , Berkeley, University of California Press, 1995, 188

pp. Continuamos en espera de la tesis doctoral de Christopher Boyer.

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quedan expuestos a los anacronismos que ellos mismos han creado,

producto además de ciertos esquemas teóricos cuyas categorías lan­guidecen in situ.

En fechas recientes se dio a conocer el voluminoso texto del diputa­do José Carmen Soto Correa titulado M ovim ientos campesinos de derecha en el oriente michoacano. Comuneros, campesinos, caudillos y partidos (1867- 1914),24 libro de solemne presentación que resulta sumamente provo­cador desde el título mismo. Representa un intento de aproximación al terreno histórico desde la sociología rural, no obstante, la obra se nutre de imprecisiones de forma y de fondo que desmerecen la calidad analítica del mismo. Lejos de una línea crítica, el autor revive agoni­zantes concepciones que consideran al porfiriato un régimen eminente­mente dictatorial, represor y pseudo capitalista en transición. Desde un enfoque marxista mal aplicado, Soto Correa se empeña en vislumbrar una sociedad campesina en proceso de proletarización cuyo dramático e injusto deterioro del nivel de vida tácitamente determina su masiva incorporación a la Revolución campesina, de ahí la mecánica agraria y popular que le atribuye.

Es evidente que cualquier interpretación ordinaria del fenómeno histórico de la Revolución y de las causas que a ella conllevan, requiere por fuerza un previo conocimiento historiográfico del mismo, a nivel regional y nacional, de no hacerlo convenientemente se arrastran enton­ces ciertos prejuicios que debilitan la veracidad analítica y rompen -en el ejercicio mismo de interpretación- los esquemas impuestos a priori sin verdadera convicción.

Luego de la difusión de las investigaciones más recientes sobre la Revolución y la exposición de nuevos fondos documentales, se ha mo­dificado la concepción histórica del proceso en diversos sentidos. Ahora sabemos que el malestar campesino no giraba tan sólo en torno al pro­

24 José Carmen, Soto Correa, M ovim ien tos campesinos de derecha en el oriente michoacano. Com uneros, campesinos, caudillos y partidos (1867-1914), México, Hoja Casa Editorial, 1996,

549 pp. Sorprende a cualquiera, en estos tiempos, una edición de 5 000 ejemplares.

Comoquiera, de aparecer en un futuro otros dos volúmenes que prosigan el periodo de

estudio, deberán tomarse precauciones para evitar errores de análisis y de forma -que

abundan- para considerarse en una perspectiva historiográfica.

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blema agrario sino que, además, su protesta tenía por fundamento cier­tos agravios de carácter político e incluso étnico, y que sus lealtades colectivas y formas de movilización no eran clasistas sino más bien je­rárquicas, inspiradas antes que nada por un liderazgo caudillista y a menudo patronal con quien existían tradicionales vínculos de dominio y subsistencia.25 La reciprocidad era efectiva independientemente de la afinidad de principios entre el liderazgo y sus seguidores. En el contex­to local veremos actuar por igual a revolucionarios con fuertes ambicio­nes políticas, sacerdotes que apoyan a insurrectos zapatistas o chavistas, empresarios que financian la rebelión o lucran con el tráfico de armas, hacendados y bandoleros que sobreviven en extraña simbiosis, revolu­cionarios de origen campesino que son además represores de las pro­pias comunidades, etcétera.

En estas circunstancias los actores sociales no operan aisladamente, precisamente por su condición social mantienen nexos de grupo y afini­dades políticas diversas, además de conformar amplias redes familiares de parentesco. Por ende, no debemos subestimar la existencia de com­promisos, intereses sectarios, ambiciones de poder, coaliciones, en fin, formas "modernas" o "tradicionales" de cultura política. De ahí que lle­guen a manifestarse comunidades campesinas reacias al cambio y a las reformas que promueve el Estado, o bien se observe la frecuencia con que las facciones y ejércitos cambian su filiación revolucionaria indis­tintamente.

Para caracterizar analíticamente las expresiones locales de la socie­dad en su transición al fenómeno revolucionario creo que deberíamos tomar en cuenta elementos de clientelas políticas (Martín Sánchez lo ha hecho ya), valores cívicos de convivencia y normas morales caracterís­ticos de toda comunidad, hasta los términos de legitimidad y consenso civiles, de similar manera, en formas de dominio formal e informal. La historia política puede representar uno de esos medios de explicación, pero teniendo en cuenta que -como lo advierte François Xavier Guerra- la política no es solamente el juego de las élites y los grupos en el poder,

25 Véanse algunas consideraciones de este tipo en Eduardo N. Mijangos Díaz. "En

torno a una tradición de estudios agrarios en Michoacán" T z in tzu n 22. Morelia, Univer­

sidad Michoacana, julio-diciembre de 1995, pp. 68-94.

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o una mera sustitución de regímenes, sino el conjunto de relaciones que establecen los actores sociales, exponiendo de tal suerte la conexión de alianzas y oposiciones, de autoridad y subordinación.2'1 Estos engrana­jes no se eslabonan mecánicamente sino que expresan formas determi­nadas de mentalidad política, responden a ciertos patrones y compor­tamientos que experimentan los distintos grupos sociales.

Estas connotaciones que señalo responden a expectativas diáfanas del momento, que no necesariamente rompen de manera inexorable con el pasado. En efecto, fue a partir de las obras de autores como Alberto Oviedo Mota, José Bravo Ugarte, Félix C. Ramírez y Jesús Romero Flo­res que la historia de la Revolución empezó a edificarse; desde esas bases fue que la pasada década una historiografía académica local se fortaleció, modificando ciertas concepciones y reafirmando otras. En este sentido es que, ahora, nuevos historiadores disfrutan de favorables expectativas de apoyo académico e institucional para el desarrollo de sus investigaciones. Tales condiciones abren la posibilidad de reevaluar los conocimientos que del proceso revolucionario tenemos a través de la pluralidad de interpretaciones que son resultado, a fin de cuentas, del surgimiento de una nueva historiografía.

2fi Véase: François Xavier Guerra, "Por una lectura política de la Revolución Mexica­

na", en: M em oria del Congreso Internacional sobre la Revolución M exicana, México, in e h r m -

Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 1991, tomo 2, pp. 449-463.