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Teologío y Vido. Vol. XXXVIIl (1997). pp. 163-174 ESTUDIOS .Jorge Costadoat Carrasco, s.j. Profesor de la Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile Características y alcances de la humanidad de Jesucristo Jesús es tan divino -se piensa- que no ha podido ser muy humano. Sucede también lo contrario. No falta quien afirma que es tan humano que no ha podido ser divino. Ambos modos de concebir a Jesucristo son comprensibles toda vez que la Encarnación del Hijo de Dios es un auténtico misterio que pone en jaque nuestros esquemas mentales. Creer en Jesucristo es en sentido estricto una cuestión de fe. Es arduo para el pensamiento hacerse a la idea de reunir en una sola persona dos magnitudes que parecen competir entre sí: si Jesús ha sido Dios, no ha podido morir; si ha sido hombre, no puede estar vivo. Sin embargo, humanidad y divinidad no compiten en Jesucristo sino que su divinidad perfecciona su humanidad y ésta, más que cualquier otra realidad creada o mensaje celestial, revela cómo es verdaderamente Dios y cómo se llega ser hombre en plenitud. Jesús es la máxima autocomunicación de Dios y la mayor expresión de la humanidad. Nunca más que en El el hombre fue más hombre, porque nunca más que en El Dios se dio tan por entero. Desde el Nuevo Testamento en adelante, pasando por lo mejor de su Tradición, la Iglesia ha sostenido que Jesucristo ha sido igual a nosotros en todo, a excepción del pecado (Hb 4,15). No es necesario hacer de Jesús un "pecador" como nosotros para que sea más humano. porque el pecado no constituye un ingrediente que perfeccione nues- tra condición. sino que la degrada. Jesús sí compite contra el pecado. no contra la humanidad. Encarnándose, el Hijo de Dios compite con el pecado para salvar la huma- nidad dcl sufrimiento y de la muerte. En consecuencia, mientras nuestra idea de Dios más se parezca al hombre Jesús, más ccrca estaremos de conocerlo a El y la bondad de una creación permanentemente puesta en duda por aquellos que quieren hacernos creer quc cl mal es un contenido "natural". El reconocimiento de la humanidad de Jesucristo es más precisamente una cues- tión de fe en la liberación del ser humano de la maldad y de la injusticia. Si la per- fccción de su humanidad estriba en poseer una psicología como la nuestra, más perfecta cs cuando Jesús en obediencia a su Padre inaugura entre nosotros el reinado de la misericordia liberadora de Dios.

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Page 1: › bitstream › handle › 11534 › 16615 › ... Características y alcances de la humanidad de …LA PSICOLOGIA DE JESUS Sea para nosotros Jesús un hombre divino, sea un Dios

Teologío y Vido. Vol. XXXVIIl (1997). pp. 163-174

ESTUDIOS

.Jorge Costadoat Carrasco, s.j.Profesor de la Facultad de TeologíaPontificia Universidad Católica de Chile

Características y alcances de lahumanidad de Jesucristo

Jesús es tan divino -se piensa- que no ha podido ser muy humano. Sucedetambién lo contrario. No falta quien afirma que es tan humano que no ha podido serdivino. Ambos modos de concebir a Jesucristo son comprensibles toda vez que laEncarnación del Hijo de Dios es un auténtico misterio que pone en jaque nuestrosesquemas mentales. Creer en Jesucristo es en sentido estricto una cuestión de fe.

Es arduo para el pensamiento hacerse a la idea de reunir en una sola persona dosmagnitudes que parecen competir entre sí: si Jesús ha sido Dios, no ha podido morir; siha sido hombre, no puede estar vivo. Sin embargo, humanidad y divinidad no compitenen Jesucristo sino que su divinidad perfecciona su humanidad y ésta, más que cualquierotra realidad creada o mensaje celestial, revela cómo es verdaderamente Dios y cómose llega ser hombre en plenitud. Jesús es la máxima autocomunicación de Dios y lamayor expresión de la humanidad. Nunca más que en El el hombre fue más hombre,porque nunca más que en El Dios se dio tan por entero.

Desde el Nuevo Testamento en adelante, pasando por lo mejor de su Tradición, laIglesia ha sostenido que Jesucristo ha sido igual a nosotros en todo, a excepción delpecado (Hb 4,15). No es necesario hacer de Jesús un "pecador" como nosotros para quesea más humano. porque el pecado no constituye un ingrediente que perfeccione nues-tra condición. sino que la degrada. Jesús sí compite contra el pecado. no contra lahumanidad. Encarnándose, el Hijo de Dios compite con el pecado para salvar la huma-nidad dcl sufrimiento y de la muerte. En consecuencia, mientras nuestra idea de Diosmás se parezca al hombre Jesús, más ccrca estaremos de conocerlo a El y la bondad deuna creación permanentemente puesta en duda por aquellos que quieren hacernos creerquc cl mal es un contenido "natural".

El reconocimiento de la humanidad de Jesucristo es más precisamente una cues-tión de fe en la liberación del ser humano de la maldad y de la injusticia. Si la per-fccción de su humanidad estriba en poseer una psicología como la nuestra, más perfectacs cuando Jesús en obediencia a su Padre inaugura entre nosotros el reinado de lamisericordia liberadora de Dios.

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16-1 JORGE COSTADOAT CARRASCO

1. LA PSICOLOGIA DE JESUS

Sea para nosotros Jesús un hombre divino, sea un Dios humano, no será fácil ex-pi icar cómo se artieulan en la unidad psicológica de su persona trinitaria estos dosaspectos suyos, su humanidad y su divinidad. La psicología humana de Jesús es unaprolongación de la psicología divina que el Hijo comparte con su Padre por toda laeternidad. La psicología humana de Jesús no subsiste autónomamente, ni es previa a laEncarnación, aun cuando Jesús de Nazaret sólo humanamente sepa que su identidadprofunda es divina y no creada. La integración de la psicología humana de Jesús a supsicología divina, que históricamente se cumple en la relación de amor entre Jesús y suAhiJá, expresa la unidad de conciencia y voluntad eternas entre el Hijo y el Padre. Eltema ha sido debatido a lo largo de toda la historia de la Iglesia y continuará sién-dolo ( I ).

Desde antiguo, la tradición antioquena que ha sostenido que Jesús es un hombredivino tiene dificultades para otorgarle un conocimiento y libertad divinos que predo-minen sobre su humanidad por el puro desequilibrio de las fuerzas y, por supuesto, lodootro tipo de facultades "extrahumanas". Esta postura preserva un criterio teológicofundamental. a saber, que lo que en Cristo no ha sido asumido tampoco será salvado; siJesús carece en algún aspecto de humanidad, como ser algún instinto humano o almaracional, si alguno de estos aspectos es anulado en su autonomía creada por la predo-minancia de su divinidad, ese aspecto quedará sin redención. En los tiempos modernosla escuela antioquena no concibe a un Cristo ahistórico, un Jesús que hubiese podidosortear la fatiga de hacerse hombre, prescindiendo de las limitaciones del tiempo y delespacio, saltándose las características culturales de un judío de su época.

El enfoque de Jesús como el hombre divino se desvía de la fe, sin embargo, cuan-do postula que el Hijo de Dios y Jesús de Nazaret no son una sola persona, sino que elhombre Jesús, sin ser El propiamente Dios, se adecua a las exigencias de Dios por elpuro ejercicio de su libertad. Este es el "nestorianismo". El "nestorianismo" es grotescocuando a Jesucristo se le adjudican pecados para hacerlo más semejante a nosotros.

Para quienes Jesús es un Dios humano, la dificultad es la contraria: la tradiciónalejandrina no tolerará que se predique a un Jesucristo en el que no se haga patente sucarácter divino, en el que su condición histórica se afirme en pel:juicio de su conoci-miento y libertad trascendentes. La ventaja de esta manera de ver las cosas estriba enasegurar el segundo gran criterio teológico: que si Jesús no es verdaderamente Dios, denada sirve que asuma nuestra humanidad, porque en definitiva sólo Dios puede con lasalvación del hombre.

La desviación de esta postura ha sido recurrente en la historia de la Iglesia yabunda en nuestros días. Consiste en privilegiar en Jesús su "psicología divina" a costade su psicología humana, como si se tratara de dos "partes" homogéneas que se sumany, en consecuencia, son restables. El "monifisismo", herejía contraria al "nestoria-nismo", subraya a tal grado el predominio de la naturaleza divina de Cristo sobre sunaturaleza humana, que tiende a negar en El una voluntad y una actividad propiamente

(1) ]'COI'ES IkI'IIS. IlIlroduccÍlíll (/ 1(/ Cris/ologí<l. Vérho Divino. Pamplona. 1994. pp, 181-197,

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CARACTERISTICAS y ALCANCES DE LA HUMANIDAD DE JESUCRISTO 16';

humanas y, evidentemente, cualquier indicio de ignorancia y error. En este caso elhombre Jesús es una especie de superman o una pura marioneta en las manos de Dios.

l. Autoconciencia v conocimiento humanos de Jesús

Los Evangelios nos cuentan que Jesús fue admirable por su sabiduría y autoridad.Que tuvo un profundo conocimiento del ser humano. Que declaró proféticamente lossignos de los tiempos y avisoró incluso la caída del Templo. Que ocupando el lugar deMoisés, corrigió la antigua Ley. Nos dicen que utilizó la expresión "yo", "yo lesdigo ...", como sólo Dios lo había hecho. En fin, que nadie como El en toda la SagradaEscritura tuvo una intimidad mayor con Dios, nadie lo llamó Ahbá como Ello hizo (Mt11,27; Mc 14,36).

Pcro ¿cómo pudo saber un hombre que nace en una pesebrera, sin hablar, lloran-do de miedo y de frío, que El es Dios? ¿Mentía? ¿Lloraba para parecer hombre oporque efectivamente era falible e ignoraba su futuro? ¿Llegó a saber siquiera que laTierra era redonda y que gira alrededor del Solo compartió los errores de la cosmo-logía de su época? Bernard Sesboüé, destacado cristólogo contemporáneo, se interroga:"¿cómo Jesús, en el curso de su vida humana prepascual, ha tomado y ha tenidoconciencia de ser el Hijo de Dios?" (2).

Estas y muchas otras preguntas serían impertinentes si el Hijo de Dios no hubiesecompartido en serio, y no en apariencia, nuestra humanidad. Como hemos recién insi-nuado, se puede errar en las respuestas por un lado o por otro. Se equivocó SantoTomás, se equivoca cualquiera. Santo Tomás concedió a Jesús de Nazaret la llamada"visión beatífica", el conocimiento y la fruición de Dios propios de los bienaventuradosen la gloria, en virtud de la unidad en Jesucristo de su persona divina con la naturalezahumana. La atribución de "visión beatífica" a Jesús de Nazaret constituye, sin embargo,una falta de consideración del misterio de la Encarnación y de la kénosis del Hijo deDios (la existencia en la humildad de la carne, haciendo suyas las limitaciones propiasde la creación).

Karl Rahner, en orden a conciliar los datos fundamentales de la dogmática con laimagen de Jesús proveniente de la exégesis moderna, procurando compatibilizar lanoción metafísica tradicional con una noción psicológica verosímil de Cristo, ha susti-tuido el concepto de "visión beatífica" (predominante desde la Edad Media hasta estesiglo) por el de "visión inmediata" de Dios (3). Dada la unidad y actualidad en Jesueris-

(2) BLRNARDSESBOl'F.. Pédill'ol'ie du ehris/. Elélilellls de chri.I'/o/0l'ie fillldillilell liI le. Cerf. Paris. 1996.p. 16.1.

L') "Considérations dogmatique sur la psychologie du Christ". Fxé¡{ese el dO¡{IIWliquc Paris. DDB,1996. pp. 196-198. En el siglo presente el magisterio pontificio aún ha hecho uso de la expresión"visión heatífica" aplicándola al Jesús terreno. Así lo hizo Pío XII en Myslici COI]>oris (DS .1645-.1(47). Jacques Dupuis sostiene que en este caso. aunque se mantiene el término. hay que entendersu contenido de acuerdo al concepto de "visión inmediata" (a.c .. p. 2(1). B, Sesholié afirma que ental ocasión no huho ninguna intención de zanjar la cuestión disputada, Sesbolié recuerda. además,que los otros dos documentos importantes que se refieren específicamente al asunto de la concienciade Jesús -"Biblia y cristología". de la Comisión Bíblica Pontificia" del año 1984, y "La concienciaque Jesús tenía de él mismo y de su misión" de la CTI de 1985-, no vuelven a mencionar la "visiónbeatífica" del Jesús pre-pascual. en cambio sí hablan de un progreso de la conciencia que Jesús tuvode sí. a partir de su relación filial con su Padre (o,c. 1', 152),

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166 JORGE COSTADOAT CARRASCO

to de su conciencia y de su ser, éste no ha podido no conocer su identidad divina. Jesúsha intuido de un modo inmcdiato su condición de Hijo respecto de su Padre Dios, comoel contenido más propio de la unión hipostática. Sin embargo, esto que Jesús ha sabidosubjetivamente desde siempre, ha debido llegar a saberlo objetivamente por una expe-riencia histórica, mediatizada por un lenguaje que ha debido adquirir y una interacciónhumana insustituible. Rahner distingue en Jesús y en todo hombre dos aspectos en sumodo de conocer. uno trascendental (subjetivo) y otro categorial (objetivo), siendo elprimero condición absoluta del segundo. De un modo trascendente, intuitivo, atemático,Jesús ha sabido que El es el Hijo, de la misma manera que nosotros podemos sabernoslibres, espirituales, e imaginamos que Dios es el sentido último de nuestra vida; un niñoen la cuna aún no tiene palabras para expresar lo que le pasa, pero porque existe en éluna polaridad subjetiva original tratará de hacerse entender gritando, riendo, señalandolas cosas con las manos. El conocimiento trascendental, que en Jesús es una "disposi-ción ontológica fundamental" de intimidad con Dios, llega a ser un contenido ret1ejo enla conciencia en la medida que el ser humano adquiere las categorías para expresarlo.Jesús actualizó, explicitó, tematizó aquello que desde su concepción constituyó el polooriginal de su conciencia, gracias al lenguaje aprendido de María y José, a su actividadcotidiana y su oración. En otras palabras, Jesús llegó a saber mediante un aprendizajehistórico. por una evolución intelectual e incluso espiritual, lo que había intuido desdesiempre: que su identidad era divina y no meramente humana.

Además del anterior, los cristólogos contemporáneos admiten en Cristo un "cono-cimiento infuso", pero no el de la escolástica, aquella enorme cantidad de conocimien-tos de naturaleza universal infundidos en su alma. Conocimiento infuso parecido sí alde los profetas, no al de los ángeles, que en el caso de Jesús se articula de un modohabitual desde la "disposición ontológica fundamental" que presiona por objetivarsemediante la experiencia histórica. Ante todo, se trataría de la base a priori que hapermitido a Jesús en las circunstancias concretas de su vida comprender las Escrituras,el plan divino de salvación, el sentido salvífica de su muerte en cruz, en una palabra, supropia misión redentora y reveladora (4).

Por último, como acabo de indicar, ha de reconocerse en Cristo una "cienciaadquirida". Por ésta, cualquier ser humano se apropia experiencialmente del mundo. Sureverso es, por cierto, la ignorancia, la prueba y el error. Por muy sabio que haya sido elniño Jesús delante ele los doctores en el Templo, el mismo Lucas cuenta que "Jesúsprogresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (2, 52).La Epístola a los Hebreos señala: "El mismo Cristo, que en los días de su vida mortalpresentó oraciones y súplicas con grandes gritos y lágrimas a aquel que podía salvarloele la muerte, fue escuchado en atención a su actitud reverente; y aunque era Hijo,aprendió sufriendo lo que cuesta obedecer. Alcanzada así la perfección, se hizo causade salvación eterna para todos los que le obedecen" (5, 7-9).

Hans Urs von Balthasar destaca no sólo la posibilidad de una ignorancia de Jesússobre su futuro, sino también su necesidad y dignidad. En una obra titulada La Foi duChrisf, dice:

í4) DlIPlIIS. O.C. p. 206.

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"Jesús es un hombre auténtico; la nobleza inalienable del hombre es poder, aundeber proyectar libremente el designio de su existencia en un futuro que ignora.Si este hombre es un creyente, el porvenir al que él se arroja y en el que seproyecta, es Dios en su libertad e inmensidad. Privar a Jesús de esta posibilidad yhacerle avanzar hacia un objetivo conocido por adelantado y distante solamenteen el tiempo, equivaldría a despojarlo de su dignidad de hombre. Es preciso quela palabra de Marcos sea auténtica: 'Nadie conoce esta hora (... ) tampoco el Hijo'(Mc 13, 32). Si Jesús es un hombre auténtico, es necesario que su obra se cumplaen la finitud de una vida de hombre, aun si el contenido de esta obra y sus efectosposteriores desborden ampliamente los límites impuestos a esta finitud. Un hom-bre no puede decir: me quitaré de encima esta parte de mi misión antes de morir,y, puesto que sé que debo resucitar, puedo dejar el resto en suspenso, para acabar-lo más tarde. El que así hablare sería quizás un espíritu celeste de turismo en latierra, ciertamente no un hombre, cargado del peso de la finitud humana y de sudignidad" (5).

Jesús ha podido ignorar muchas cosas y compartir los errores culturales propiosde sus contemporáneos. ¡,Cómo pudo Jesús ser mejor pescador que Pedro, siendo El uncarpintero? Tal vez por fortuna, pero sería raro que por habilidad. Tampoco es soste-nihle afirmar que Jesús simulaha no saher que la Tierra gira alrededor del Sol. Desde elmomento que El mismo dice: "mas de aquel día y hora (del juicio), nadie sabe nada, nilos ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mc 13, 32), hemos de imaginarque comparte con nosotros una ignorancia bastante significativa. El concilio de Letrándel año 649, sin embargo, prohíbe contra los agnoetas la afirmación de una ignorancia"privativa" en Cristo, es decir, una que le hubiera impedido cumplir su misión derevelador del Padre y de su designio de salvación (6).

2. La voluntad" libertad humanas de JeslÍs

¡,Pudo Jesús decir a su Padre "este cáliz yo no lo bebo" (cL Lc 22, 42)? ¿Pudodesohedecerle? Si se dice que tuvo auténtica voluntad humana, autonomía plena, ¿pudopecar') Y si no podía pecar, ¡.qué clase de libertad tuvo?

El concilio de Constantinopla III (680/681) definió que Jesucristo no sólo esperfectamente hombre y perfectamente Dios, como lo había hecho el gran conciliocristológico que fue Calcedonia (451 ), sino que su naturaleza humana que es íntegra, sucapacidad de decidir y su actividad, se adecuan armónicamente a las exigencias de ladivinidad. Constantinopla III estableció que en Jesucristo hay dos actividades y dosvoluntades, humanas y divinas respectivamente, contra el parecer del Patriarca Sergio ydel Papa Honorio. Estos, por cerrar toda posibilidad de pecado en Cristo, exigían sereconociese nada más una actividad (Sergio) y una voluntad (Honorio), impidiendo(posiblemente sin intencicín) que nuestra salvación fuese querida y actuada por el mis-

()) H. URS VON BflLTIIASAR. LiI Foi du C!lris'. Ci/le¡ iI¡J¡Jl'llc!les c!lrisr%gie¡ues. Paris. Aubier. 1968.pp. 181-182. (La traducción es nuestra).

(6) er.. SESBOÜÉ. p. 146.

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mo hombre. La Iglesia aseguró así que, siendo Dios el Salvador del hombre, no salva alhombre sin el hombre, sino con el hombre, con su colaboración libre y su lucha.

El concilio, sin embargo, ni habló de la libertad de Jesucristo en cuanto tal niaclaró cómo se adecuaba ésta "armónicamente" a la voluntad de su Padre. Se limitó aafirmar los datos fundamentales de la revelación: la integridad de la humanidad deJesús y su carencia de pecado. También otros concilios insistirán en que Jesús no pecóni tuvo pecado original (Toledo el año 675 (7) Y Florencia el 1442 (8». Se dirá, ade-más, que no participó de nuestra concupiscencia (Constantinopla JI el 553) (9), aquellaconsecuencia del pecado, que no siendo pecado, persiste incluso en los bautizadosinclinándolos a pecar (Trento el 1546) (10).

Esto no obstante, Jesús conoció la tentación. El dato está claramente acreditadoen la Escritura. La Epístola a los Hebreos señala que fue "probado en todo igual quenosotros" (Hb 4, 15; cL Hb 12, 1-2; Lc 4, 1-13). Adoptamos la definición de tentaciónque da Georg Langemeyer: "Es el impulso o atracción hacia el mal bajo pretexto de unbien. En la tentación se le aparece al hombre un valor criatural concreto como másimportante que la orientación hacia la voluntad divina de toda su realidad criatural ypersonal" (11). Ciertamente Jesús no fue tentado como son tentados los demás sereshumanos, ya que Jesús careció de concupiscencia. Pero experimentó la confusión y elsufrimiento de quien tiene que elegir entre un bien natural y la voluntad de Dios que loinvita a renunciar a él, en razón de un bien trascendente. Jesús fue tentado, pero luchócontra la tentación con fe y oración, y la venció. Las tentaciones del desierto tienen lamisma naturaleza que la tentación con que Pedro obstaculizó el camino de Jesús a lacruz (Mc 8. 31-33): son tentaciones mesiánicas (Mt 4, 1-11 par). Cabe notar que aunqueconsistan en una construcción literaria, ellas aluden a la experiencia espiritual de Jesúsy enseñan a la Iglesia una verdad teológica profunda (12). De acuerdo a la versión deMateo, la primera tentación altera el significado de la filiación divina de Jesús, toda vezque el Tentador invoca esta filiación para que Jesús utilice a Dios en su favor, consi-guiéndole cl pan por medios extrahumanos. En la segunda tentación Jesús resiste laposibilidad de cumplir su misión con una espectacularidad que le habría ahorrado elpeligro y la incerteza, en una palabra, el riesgo de la fe. La tercera tentación, la de laadoración de Satanás, provoca a Jesús con el atractivo recurso de hacer prevalecer suproyecto por la eficacia de la fuerza, como si fuera posible salvar al mundo contra suvoluntad, imponiéndole los mejores propósitos. Si seguimos la Escritura, cabe mencio-nar todavía una última tentación de Cristo, la de Getsemaní. Ella consistió en la rebe-lión natural de la carne ante la inminencia de la muerte violenta: ésta no constituyeningún pecado, porque es inherente a toda creatura sentir miedo y querer huir delsufrimiento y de la muerte. Ella, sin embargo, apartaba a Jesús del deseo de su Padre de

(7) DS 539.(~) DS 1347(9) DS 434.(10) DS 1515.(11) WOLEGANG flEl"ERT. Dicciollario dc Ic%gía dogllllíliCII. Herder Barcelona. 1990. pp. 67()·67I112) el'. GOVALlJ·FAI'S. lOSE Ic;to:ACI(). r" /¡l/lIli1l1id"d I/l/CI'I/. EIISlIYO dc Crist,,/ogía. Santander. 19~4.

pp.169·¡n

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mostrar su amor a los hombres hasta las últimas consecuencias. Jesús resistió la tenta-ción. Su respuesta es conocida: "Padre ... no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Le 22,42).

¡.Cómo explicar la libertad de Jesús frente a su Padre? Conviene distinguir dosaspeclos de la libertad: la libertad como libre arbitrio y como autodeterminación en ra-::.ándel hien. Gracias al libre arbitrio escogemos entre diversas posibilidades mejores ypeores. Hoy no puede haber mejor imagen de esta libertad que las posibilidades deelección que ofrece un supermercado. Pero existe una libertad más profunda y que es laque determina en última instancia la felicidad de las personas: la libertad de todas aque-llas cosas que nos esclavizan (dinero, status, trabas psicológicas, culpa, etc.), para es-coger y amar bienes verdaderos (los hijos, la esposa, el bien común, etc.). En tanto ellibre arbitrio no se verifique como elección de bienes auténticos, nuestra sociedad vagaerrática de la mano de la propaganda y del mercado. El sentido de la vida, en su versiónliberal, es consumir, sacar partido del prójimo y si es el caso aprovecharse de él. Elsentido de la vida en su nivel más auténtico es "consumirse" y "ser consumido" poramor a los demás.

Jesús ha gozado de libertad plena, de ambas libertades. Pero en su caso es tanto loque Jesús ama la voluntad de su Padre, consistente en el predominio de su inmensabondad, que no ha podido elegir otra cosa que dar su vida por amor. El amor es elsentido más profundo de su vida y también de la nuestra. ¿Acaso podremos convencer aun enamorado emperdernido que su querida no le conviene, que mejor piense en otra?Imposible. A mayor amor menor posibilidad de escoger otras posibilidades. Es esta unagran paradoja, porque nadie es más libre que el que se hace esclavo por amor. Jesús, entanto acata la voluntad de su Padre, es el "siervo"; y en la medida que lo ha hecholibremente, ha llegado a ser el "Señor". En teoría, por compartir nuestra libertad Jesúsha podido ceder a la tentación de abandonar su misión; en la práctica, por su amorextraordinario a Dios y a nosotros, no lo ha podido jamás.

Jesús fue libre, pero sobre todo llegó a serlo. Esta es la verdad oculta de susufrimiento, pasión incomprensible a la mirada superficial, a la del liberalismo ya la delos que a menudo administramos su gloria olvidando nuestra propia falibilidad. Jesúsno se acopló mecánica sino trabajosamente a la voluntad de su Padre. La perfección desu humanidad estriba en su obediencia dolorosa (Hb 5, 7-9). Su compasión de la genteagobiada por la enfermedad, la miseria y la exclusión, su independeneia familiar ysociaL su celibato meritorio, participar de nuestro pecado sufriéndolo y no causándolo,su grito en la cruz al cabo de su fidelidad extrema, revela la condición divina de Jesús ylas características distintivas de Dios.

Hasta aquí hemos estirado al máximo la prueba de la perfección de la humanidadde Jesús en la perspectiva de la Encarnación, desemboeando en el Misterio Pacual cuyafe constituye, sin embargo, el punto de partida genético de la fe en la humanización delHijo de Dios.

11. LA MISERICORDIA DE JESUS

Hemos argumentado como si fuese necesario probar que Jesús fue hombre. Siesta óptica es comprensible entre los fieles creyentes absortos en la sublimidad del

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Señor, ella suele ser incomprendida por la mentalidad contemporánea que se preguntamás bien cómo ha podido Jesús ser Dios. En adelante destacamos cómo la perfecciónde la humanidad de Jesús no consiste principalmente en haber compartido en todonuestra naturaleza humana, sino en haberla puesto en juego hasta la muerte, revelandode este modo cuál es su sentido e, indirectamente, cómo es el Dios que promueve surealización definitiva. La maduración de la fe cristológica en el Nuevo Testamento haocurrido de acuerdo a este movimiento: de la fe en la divinización del hombre Jesús sellegó a concluir la humanización del Hijo de Dios. Al reentroncar con esta experienciafundamental de la comunidad cristiana primitiva nos acercamos mejor a nuestros con-temporáneos para dar razón no sólo de la divinidad del hombre Jesús, sino sobre tododel significado último del hecho de ser hombre.

En el lenguaje corriente se dice de alguno ser muy "humano" no porque cuentecon los dones fundamentales de la naturaleza humana, conciencia y libertad, sino por sucercanía a las personas, su trato cordial, su tolerancia, su acogida, su capacidad decomprender y perdonar sin condiciones. "Humano" porque, sin ser cómplice, seinvolucra con las penalidades del prójimo y, para ayudarlo a superarlas, comparte sudestino. Este concepto de humanidad se aplica a Jesús por antonomasia, ya que sumisma identidad se ha revelado tras su identificación con el hombre hasta el colmo desu miseria. Es más, no extrañaría que el modo de ser humano de Jesús haya dado origenal concepto mismo. En otras palabras, si asumiendo una psicología humana con todassus posibilidades y limitaciones Jesús es uno más de nosotros, en tanto hizo entrarpersonalmente en la historia el amor compasivo de Dios no fue uno más, sino el mejorde todos. La actitud benévola y liberadora de Jesús hacia los postergados de su tiempoalaba a Dios y revela que El no es inconmovible, sino justo y bondadoso, ¡que El no esel causante del sufrimiento del mundo!, y que el hombre alcanza su fin último aseme-jándose a Aquel que lo ha hecho a su propia imagen. La misericordia de Jesús revela elsentido último de la misma humanidad. Es Jesús misericordioso y no el promedio de loshombres lo que determina qué significa "ser humano".

Jesús no se predicó a sí mismo. Jesús centró su predicación en el anuncio delreinado de Dios. Lo que en pocas palabras quiere decir que Jesús puso a Dios como elcentro de todo. Joaquim Gnilka, un destacado experto en el Nuevo Testamento, afirmaque este Reino trata de la cercanía de la bondad inaudita e incomprensible de Dios (13).Jesús vivió para su Padre y para el reinado de la bondad de su Padre entre nosotros (Mc1, 14-15).

Jesús hizo presente el Reino con su predicación, su actuación y su misma perso-na, en tanto su humanidad entró en contacto profundo con la "inhumanidad" de lapobreza y del pecado. Podrá discutirse entre los exégetas quiénes son los primerosdestinatarios del Reino, si los pobres o los pecadores, pero no cabe discusión sobre elcarácter antievangélico de la miseria y del pecado. Ni éste como causa ni aquélla comoconsecuencia completan la humanidad: la degradan.

(13) jOAQllfM GNILKA. JeslÍs de NOZMe/. Mellsilje e historio. Herder. Barcelona. 1993. pp. 121, 134.

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CARACTERISTICAS y ALCANCES DE LA HUMANIDAD DE JESUCRISTO 171

Jesús predicó el Reino a los pobres (Lc 4, 14-19; 6, 20; 7, 18-22). El nacimientopobre de Jesús en Belén no es un dato circunstancial de su vida, sino que constituyetodo un símbolo de una humanidad compartida con los preferidos de Dios (Lc 1, 46-56). Jesús se identificó con los pobres en una miseria que en todo tiempo es un pecado,jamás una etapa de la humanización. Los "pobres de espíritu" como Jesús alcanzan laperfección evangélica más que en no cometer errores, más que en no experimentar laduda y el sufrimiento, conmoviéndose, confundiéndose con los que nada más participande los despojos de la creación y actuando en favor de ellos. La perfección evangélica nomargina a los que pesan, a los inútiles, amar incluso al enemigo, consiste en ser "mise-ricordiosos como Dios es misericordioso" (Lc 6, 36; cf. Mt 5, 43-48).

Jesús también ofreció el Reino a los despreciados, por pecadores, aquellos que noestaban en condiciones de cumplir con el moralismo farisaico y a los que violaban laLey sin más (Lc 5, 29-32; 15, 1-2). Prueba de la gratuidad del Reino es que se ofreceprecisamente a quienes no tienen ni bienes ni obras que intercambiar por él. Pero Jesúsva todavía más lejos. Sin abolir la Ley, trasgrede la Ley cuando su rigidez atenta contrasu sentido originario. Así enseñó Jesús a la mujer adúltera y a sus acusadores que lacompasión es más divina que las estipulaciones penales (In 8, 1-11). Aún más, siendoque la Ley mosaica autorizaba el divorcio unilateral del hombre respecto de la mujer,Jesús corrige la Ley para acabar con esta injusticia (Mt 19, 1-9). Si la Encarnación hasido necesaria para que alguien cumpliera la Ley en su integridad, y de este modoglori ricara a Dios como lo merece, la Ley y cualquiera norma son del todo insuficien-tes. Peor aún, toda vez que se invoca la objetividad de la Ley con menoscabo deldiscernimiento y creatividad personales, se hace vana la Encarnación y la muerte delhombre lihre Jesús, vana la efusión del Espíritu y el Espíritu en su razón de ser. Pues sila Ley por sí misma hubiese podido crear relaciones libres y amorosas, si la Ley deIsrael no se hubiera desvirtuado dando lugar a un sistema religioso y social inhumano,la experiencia personal de perdón y filiación de Dios inaugurada en Jesucristo seríasuperflua.

Nada ilustra mejor la humanidad de Jesús que los amigos que tuvo y los lugaresque frecuentó. Se rodeó del /umpen de su época y se dejó seguir por él y las multitudesmiserables que le pedían o agradecían un milagro. A sus discípulos los escogió de entretodo tipo de personas, principalmente gente humilde. Tuvo incluso discípulas (Lc 8,1-3). hecho insólito en cualquier sabio de la antigüedad. Se le acusó de "comilón yhorracho" porque tomaba y hehía con la gente mal afamada, y se lo despreció por co-dearse con puhlicanos y dejarse acariciar por prostitutas (Lc 7, 33-35 Y 36-50). En esteambiente cultural, comer con otro significaba compartir con él la bendición de Dios.Jesús la compartió con los pecadores y los pobres: con los "malditos". Estos encuentrosy estas comilonas habrían de ser fundamento de la Eucaristía, sacramento por excelen-cia de la reconciliación de Dios con la humanidad caída.

Pero no es que Jesús se haya sumergido en los bajos fondos de la sociedad pararefocilarse en ellos y proclamar su legitimidad. Sucede que el misterio de la Encarna-ción se verifica muy por dentro y no por encima de la historia humana, desde fuera,desde arriha y autoritariamente, como si fuese posible rescatarla sin contaminarse conella, pretendiendo liberarla del dolor sin compartir su dolor y sin sufrir. Jesús "manso yhumilde de corazón" (Mt 11, 29), como un pobre, inaugura el Reino liberando de unosy otros males, pero sin suprimir en sus beneficiarios la inexcusable respuesta personal.

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Si la bendición del Reino no se impone a los pobres, mas requiere de ellos la aceptaciónvoluntaria, la maldición de Jesús a los ricos ha de entenderse no como una condena (Lc6,24-26), sino como el último llamado al arrepentimiento que Dios les dirige a lo largode toda la Sagrada Escritura. Esta parece ser la principal diferencia entre el mesianismode Cristo y el mesianismo político que haría predominar la causa justa de la liberaciónnacional por el antiguo recurso a la violencia. Esta es también la diferencia con Caifásque recomendaba eliminar a Jesús por el bien del orden establecido (Jn 11, 50).

El mesianismo de Jesús fue diverso de los mesianismos mundanos, distinto deldespotismq de los monarcas antiguos tanto como de las modernizaciones raciona-lizadoras actuales. La propuesta de Jesús de la prevalencia de Dios no aparecería en lahistoria sin sus destinatarios, a la fuerza, pero tampoco sin hacer suyas las consecuen-cias de su rechazo y el misterio del mal puro y simple. Jesús, el Cristo, representa larealización de la libertad histórica. En la medida que Jesús pretendió derechamente laerradicación del egoísmo, la injusticia, la mentira y todo tipo de crueldades, no tuvomás alternativa que perfeccionar el cumplimiento de su misión como el Siervo humildey sufriente de Isaías que eliminaría el mal cargando con él. En tanto quiso Cristosubvertir la religiosidad de su época, rebelándose contra la distorsión de la Ley y delTemplo, debió atenerse a las consecuencias. Su muerte violenta no fue una casualidad.Su muerte "era necesaria" (Lc 24, 26), es decir, inevitable porque querida. Que la hayanquerido los que lo mataron constituye un hecho contingente, aun cuando sea expresiónde un mysferium iniquitafis irreductible. Esta muerte era necesaria porque Dios Padre laquiso como expresión de un amor sin condiciones, extremo por el hombre; porqueJesús quiso y optó por cumplir la voluntad de su Padre hasta compartir la muertehumana en todo su abandono, hasta penetrar en la impersonalidad atroz del infierno,desnudo, despojado, con la sola esperanza en que el Dios de la vida colmaría ese reinode soledad con la calidez de su Espíritu. Desde entonces la perfección humana auténticase expresa en la cruz y por la cruz se encamina a la realización última de la resu-rrección.

La experiencia que los discípulos del Señor hicieron de este mesianismo del amorcrucificado reveló a ellos que la bondad de Dios está muy por encima de los cálculos ylas instituciones, y que se participa de ella con la misma humildad con que Jesús esPobre desde la eternidad y Hombre para siempre.

Jesucristo es el hombre. El Espíritu Santo extiende en la historia lo sucedido conJesús, porque Dios salva la humanidad con el hombre Jesús, pero no sin nosotros,nuestra opción libre y nuestra lucha.

CONCLUSION

No para salvarnos de la humanidad sino de la "inhumanidad", Dios ha entrado enla historia como un hombre verdadero y el mejor de los hombres. Las reticencias aaceptar que Jesús es hombre más que salvaguarda de la fe, son expresiones de feheterodoxa. Nuestra salvación depende de que reconozcamos al Hijo en el hombreJesús y, además, en toda humanidad en la que el Espíritu del resucitado prolonga supresencia.

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CARACTERISTICAS y ALCANCES DE LA HUMANIDAD DE JESUCRISTO ID

Contra quienes privilegiaron la divinidad de Cristo sobre su humanidad, la Iglesiadefini<í la integridad de su ser hombre en todos los sentidos de la palabra: Jesús es iguala nosotros en todo, a di ferencia de lo que nos hace menos hombres y no más hombres,el pecado. Ni en Jesús ni en nosotros la divinidad prevalece con perjuicio de nuestrahumanidad, todo lo contrario: Dios es la condición absoluta de la realización definitivadc todas las crcaturas. Si por la unión hipostática Jesús adhiere amorosamente a suPadre en el Espíritu y por ella su realidad humana creada alcanza una perfección jamásigualada, de modo semejante de nuestra mayor unión con Dios depende precisamentenuestra felicidad. Dios no es un enemigo del hombre, como ha creído a menudo laModernidad. Pero tal ve/. la Modernidad no logra entender por qué tantas veces lareligión defiende el honor y los derechos de Dios en desmedro de la dignidad y elcrecimiento humanos.

Sin embargo, la perspectiva abstracta que establece la humanidad de Jesús a partirde la autenticidad de la Encarnación queda corta para explicar el misterio humano deJesús y, de paso, para asestar la crítica teológica más seria a los "humanismos inhuma-nos" quc racionalizan la injusticia y la manipulación de las personas en nombre deproyectos de progreso futuro. La perspectiva descendente no basta. Si no pensamos aDios y al hombre a partir de Jesús de Nazaret, si lo hacemos sólo desde el intentoteórico por salvaguardar la unidad de las naturalezas, será imposible evitar el riesgo deafirmar que Jesús es Dios con menoscabo de su humanidad y de la nuestra. La compa-ración de las naturalezas, una eterna y otra creada, se traduce en hacerlas competir, ¡ycómo podría el ser humano competir con Dios! Es preciso retomar la senda de laevolución del dogma cristológico de acuerdo a la cual Jesús llegó a ser hombre cabal yCristo por su obediencia histórica, por su cruz y su resurrección: en breve, por sersacramento de la misericordia de Dios. Porque Jesús no pecó y nada más porque nopecó, siendo inocente y compasivo, sahemos que Dios es bueno y jamás ambiguo comoen las religiones dualistas, que ningún daño a la humanidad puede tolerarse en sunomhre. Por Jesucristo conocemos la divinidad infinitamente mejor de lo que conoce-mos a Jesucristo por la divinidad, porque es El quien corrige nuestra idea de Dios ynuestras idolatrías.

En definitiva, no basta creer en abstracto la identidad de naturaleza del resucitadocon nosotros. Es preciso tomar parte en su identificación histórica con la humanidadcaída, identificándose con su misión y el misterio de su cruz. Sólo caminando con Jesúspodremos reconocer al Señor resucitado y al Hijo de Dios. "Fe en Cristo significa, antetodo. seguimiento de Jesús" (1on Sobrino) (14).

Jesucristo bondadoso y misericordioso, crucificado y resucitado es el Hombre."Cristo Jesús hombre" es el mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2, 5). Mientrasmás parecidos seamos a este hombre, más razones habrá en este mundo deshumanizadopara creer que Dios es inocente y que nos ama.

( 1-+1 Jo" SOBRI';O . .!eslI,.,.¡sfo I¡/¡cwdol'. Ed. Trolla, Madrid, 1991. p. 27.

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RESUMEN

La humanidad del Hijo de Dios es un misterio, un misterio de la misericordia de Dios. Laperfección de la humanidad de Jesucristo consiste en haber compartido nuestra psicologíahumana, pero sobre todo en haber puesto en juego todo su ser hasta las últimas consecuenciasen obediencia a su Padre y por amor de la humanidad caída. Jesús es un hombre como todohombre, a excepción de lo que corrompe la humanidad: el pecado. En Jesús se ha revelado queDios no compite contra la humanidad, sino contra la "inhumanidad". En la identificación de Jesúscon nosotros hasta la cruz se ha revelado la identidad de Dios y la identidad del hombre.

ABSTRACT

The humanity of the Son of God is a mystery, a mystery of the mercy of God. Theperfection of humanity in Jesus Christ consists in having shared our human psychology, butabove all in having risked all his being up to the ultimate consequences in obedience to HisFather and out of his lave for fallen humanity. Jesus is aman such as all men, except for thatwhich corrupts humanity: sin. In Jesus, it has been revealed that God does not compete againsthumanity, but rather against "inhumanity". In the identification of Jesus with us even unto thecross, the identity of God and the identity of humankind have been revealed.