a 20 años del inicio de la guerra en yugoslavia

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13 B A VEINTE AÑOS VISTA DEL 25 DE JUNIO DE 1991 1 Francisco Veiga, Eurasian Hub, UAB Resumen Han transc urrido ya veinte años desde que comenzaran las Guerras de Secesión yugos- lavas, en las primeras horas del 26 de junio de 1991. Se abrió entonces una década de conictos que se convirtieron en el Vietnam europeo, lo que tuvo un efecto ciertamen- te traumático entre muchos ciudadanos del Viejo Continente. Con su reloj parado, hay personas que todavía utilizan los argumentos de 1993 ó 1999, como si los acontecimien- tos hubieran cristalizado en algún momento, al comienzo de la Guerra de Bosnia o de Kosovo. Por otra parte, no falta quien asimila la totalidad de las cinco Guerras de Sece- sión yugoslavas al recuerdo de la de Bosnia, sobre todo; o de forma aún más reduccionis- ta: al cerco de Sarajevo. Sobre este desdibujado tapiz de recuerdos y leyendas, los medios de comunicación, internet o la propaganda de guerra que vuelven a poner en circulación las potencias intervencionistas -o sus enemigos de turno- en las nuevas campañas (Afga- nistán, Irak, Libia), han contribuido a perpetuar una versión cada vez más esquemática o incluso despellejada de la historia canónica que ya se elaboró en su día, a medida que transcurrían las crisis en los Balcanes occidentales. Palabras claves: guerras, secesión, Yugoslavia, análisis, interpretación Por un intento de sistematización expositiva Por todo ello, las Guerras de Secesión yugoslavas necesitan de un buen debate y del re- curso a nuevos planteamientos. Al parecer, son dos los principales problemas interpre- tativos que hemos arrastrado a lo largo de estos años. Uno de ellos consiste en que no se ha diferenciado entre las causas del origen de la desintegración de Yugoslavia y las que llevaron al estallido de un rosario de guerras que se sucedieron, una detrás de la otra, en ordenada sucesión, a lo largo de toda una década. Y en efecto, son dos cosas diferentes, porque Chequia y Eslovaquia se separaron 1 Este artículo se ha redactado a partir de textos recogidos en el libro de Francisco Veiga. 2001. La fábrica de las fronteras. Guerras de secesión yugoslavas, 1991-2001, Alianza Editorial.

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    Balkania

    A VEINTE AOS VISTA DEL 25 DE JUNIO DE 19911

    Francisco Veiga, Eurasian Hub, UAB

    Resumen

    Han transc urrido ya veinte aos desde que comenzaran las Guerras de Secesin yugos-lavas, en las primeras horas del 26 de junio de 1991. Se abri entonces una dcada de con&ictos que se convirtieron en el Vietnam europeo, lo que tuvo un efecto ciertamen-te traumtico entre muchos ciudadanos del Viejo Continente. Con su reloj parado, hay personas que todava utilizan los argumentos de 1993 1999, como si los acontecimien-tos hubieran cristalizado en algn momento, al comienzo de la Guerra de Bosnia o de Kosovo. Por otra parte, no falta quien asimila la totalidad de las cinco Guerras de Sece-sin yugoslavas al recuerdo de la de Bosnia, sobre todo; o de forma an ms reduccionis-ta: al cerco de Sarajevo. Sobre este desdibujado tapiz de recuerdos y leyendas, los medios de comunicacin, internet o la propaganda de guerra que vuelven a poner en circulacin las potencias intervencionistas -o sus enemigos de turno- en las nuevas campaas (Afga-nistn, Irak, Libia), han contribuido a perpetuar una versin cada vez ms esquemtica o incluso despellejada de la historia cannica que ya se elabor en su da, a medida que transcurran las crisis en los Balcanes occidentales.

    Palabras claves: guerras, secesin, Yugoslavia, anlisis, interpretacin

    Por un intento de sistematizacin expositiva

    Por todo ello, las Guerras de Secesin yugoslavas necesitan de un buen debate y del re-curso a nuevos planteamientos. Al parecer, son dos los principales problemas interpre-tativos que hemos arrastrado a lo largo de estos aos.

    Uno de ellos consiste en que no se ha diferenciado entre las causas del origen de la desintegracin de Yugoslavia y las que llevaron al estallido de un rosario de guerras que se sucedieron, una detrs de la otra, en ordenada sucesin, a lo largo de toda una dcada. Y en efecto, son dos cosas diferentes, porque Chequia y Eslovaquia se separaron

    1 Este artculo se ha redactado a partir de textos recogidos en el libro de Francisco Veiga. 2001. La fbrica de las fronteras. Guerras de secesin yugoslavas, 1991-2001, Alianza Editorial.

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    en 1993, debido a sus propias razones, pero sin que sonara un solo disparo. Y la enor-me Unin Sovitica se desintegr, pero eso no dio lugar a veinte aos de guerras gene-ralizadas, en y entre repblicas, excepto en el caso de con&ictos localizados en el Cu-caso o Tayikistn. Por lo tanto, una cosa son los procesos soberanistas, y otra diferente los con&ictos armados; y ms si concluyen con masivas intervenciones internacionales.

    En segundo lugar, se ha tendido a olvidar que las guerras de secesin yugosla-vas comenzaron en un periodo muy concreto de la historia de Europa, en plena Posgue-rra Fra, y concluyeron diez aos ms tarde, ya en la era de la globalizacin. Es por ello que la historia de la guerra de Eslovenia, en junio de 1991, se disolvi en el pasado con el acceso de ese pas a la Unin Europa, en 2004. En cambio, las consecuencias del con-&icto de Kosovo se han desmesurado porque ese con&icto entr de lleno en la era de la globalizacin y por ello, todava hoy, cuando se debate sobre Kosovo en realidad, se ha-bla de otras cosas.

    De aqu se pueden deducir, a su vez, dos consideraciones. La primera, que las Guerras de Secesin yugoslavas se dividen en dos grandes grupos, en funcin de su na-turaleza y del signi-cado que tuvieron en el contexto particular de las pocas en que se libraron: la de Eslovenia y Croacia, de un lado; y las de Bosnia, Kosovo y Macedonia, por otro. En el libro estn agrupadas por un epgrafe que pretende ser sinttico y des-criptivo: las guerras que fueron previsibles, tanto por aquellos que las prepararon como por las grandes potencias, que saban de su inminencia y suponan que se podran con-trolar y atajar, una vez iniciadas; y las guerras imprevisibles, cuyo estallido escap a todo control, que generaron un enorme estrs diplomtico, empearon intervenciones inter-nacionales directas, y a largo plazo terminaron cobrndose un alto tributo en despresti-gio, al dar lugar a dos estados fallidos: Bosnia-Hercegovina y Kosovo. Fueron las guerras de los pobres, mientras que Eslovenia y Croacia, terminaron siendo premiadas por ser las repblicas ms ricas de la Ex- Yugoslavia: accedieron antes que las dems a la Unin Europea, a pesar de sus responsabilidades en el inicio de todo el conjunto de con&ictos acaecidos entre 1991 y 2001.

    Segunda gran consideracin: las Guerras de Secesin yugoslavas deben ser estu-diadas como un todo, en relacin a sus propias dinmicas de desarrollo, y con respecto a los resultados -nales y al contexto de las pocas cambiantes por las que atravesaron. Diez aos de guerras son muchos, sobre todo para una Europa ultracivilizada que en 1991 --guraba, exultante, en el bando de los vencedores de la Guerra Fra, la cual haba contri-buido decisivamente a ganar. Por entonces, el Viejo Continente se preparaba para el ma-yor desafo de su historia: la refundacin de la Comunidad Europa en la Unin Europea, con la segura perspectiva de que pronto los pases del Este iban a integrarse en el proce-so, dando lugar a un enorme conglomerado demogr-co de cerca de quinientos millo-nes de habitantes, alumbrando la economa ms potente del orbe, un fabuloso PIB per

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    cpita y un sistema jurdico y poltico nico en el mundo, debido a su avanzadsimo sis-tema de gobierno transnacional. Pero mientras se -rmaba el Tratado de Maastricht, la si-tuacin en Bosnia se escapaba de las manos, y slo tres aos ms tarde se lograba poner -n a una guerra catica gracias a la decisiva intervencin de la diplomacia de Washing-ton. Sin embargo, los americanos ya no se fueron, y su xito en Bosnia contribuy deci-sivamente a desencadenar las nuevas guerras de Kosovo y Macedonia.

    En de-nitiva, la presencia internacional atraviesa todas las guerras de secesin yugoslavas, y resulta inevitable tenerla en cuenta a la hora de analizar sus comienzos, de-sarrollo y desenlaces. Esa presencia es consustancial a lo que sucedi, es un actor ms de las guerras en los Balcanes occidentales, ayuda a explicar por qu los con&ictos se suce-dieron uno detrs de otro, ordenados y puntuales. Todos los contendientes, desde los es-lovenos a los albaneses, pasando por los croatas, los bosnio-musulmanes (bosnacos) y los mismos serbios, buscaron activamente la implicacin exterior a su favor en las gue-rras de secesin.

    Sobre dinmicas y protagonistasLos medios de comunicacin tienden a parcelar el relato de los con&ictos, lo cual es una dinmica lgica, derivada de la forma ms o menos sinttica en que se ofrece y analiza el producto-noticia, y la capacidad de digestin o comprensin del lector medio. Lo malo es que, con el tiempo, el enfoque meditico de los con&ictos ha contaminado cada vez ms la percepcin que de ellos tienen los polticos, los diplomticos, e incluso los esta-distas (es decir el conjunto de los policymakers). Por supuesto, los acadmicos tam-bin tienden a sufrir digestiones cada vez ms pesadas por contaminacin del enfoque meditico.

    Este fenmeno tiene su origen en causas interconectadas entre s: el enorme po-der de los medios de comunicacin; la revolucin de Internet, que por el momento ha tendido a ampli-car el tratamiento en formato meditico de los acontecimientos acae-cidos en los ltimos quince aos o ms2; la externalizacin de atributos estatales, tales como la diplomacia, a favor de los think-tank, ms integrados en la corriente mediatica.

    Por supuesto, el relato que se ha ofrecido de los con&ictos que gener la des-composicin de Yugoslavia, tambin ha sido fragmentado, y eso desde sus mismos ini-

    2 Debe aadirse que muy posiblemente esa tendencia se superar en el futuro a partir de la nueva formula-cin de datos relacionados entre s, mediante la aplicacin de algorritmos cada vez ms complejos. La apre-ciacin anotada en el texto se re-ere al periodo 1996-2011. Por el momento, el tratamiento reduccionista de las Guerras de Secesin yugoslavas en Wikipedia, por ejemplo, se puede constatar a partir de la existencia de una entrada en ingls dedicada a un hroe de guerra croata de la batalla de Vukovar, el coronel Marko Babi, mientras que slo existe una, en portugus y no muy extensa, para el diplomtico Jos Cutileiro, en la que se menciona de pasada su contribucin al plan de paz para Bosnia que lleva su nombre.

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    cios y hasta la ltima de las guerras. La de Kosovo no se suele relacionar con la de Bos-nia, la de Eslovenia ni siquiera con la de Croacia, no digamos con la Macedonia que para muchos ni siquiera existi-, y as sucesivamente. Y tambin se huye sistemtica-mente de relacionar las Guerras de Secesin yugoslavas con los acontecimientos acaeci-dos con posterioridad.

    En consecuencia, esa cadena de con&ictos ha quedado en la memoria popular como una coleccin de crisis confusas, algo as como una compleja maraa de odios des-controlados, conectados con rencores enraizados en el pasado remoto. Una explosin se-guida de un incendio que, en todo caso provoc el malvado Slobodan Miloevi o los serbios (en abstracto), y que una bienintencionada comunidad internacional logr extinguir con ms pena que gloria. Sin embargo, Miloevi-los serbios no tuvieron que ver con la primera de esas guerras (Eslovenia) ni con la ltima (Macedonia). Es un dato interesante a tener en cuenta, porque el nico principio que se nos presenta como uni--cador, no es tal; y el hecho de que no hubiera intervenido en el desencadenamiento de dos de las cinco guerras, prueba que hubo otros factores que s actuaron en el estallido y desarrollo de todas ellas.

    Por otro lado, en las guerras de secesin yugoslavas, hay dos grandes tendencias interpretativas: aquella que se centra casi exclusivamente en las problemticas estructu-rales de los propios pueblos de la ex Yugoslavia, con -rmes races en el pasado (a veces remoto); y la que considera que las guerras obedecieron a causas coyunturales concretas, imbricadas en la situacin internacional entre 1991 y 2001. La primera forma de ver las cosas, tiende a exculpar las causas internacionales de las guerras, y por lo tanto los erro-res y culpas de la comunidad internacional, que en realidad se reducan a una serie de potencias ubicadas en el bloque occidental, vencedoras de la Guerra Fra. La segunda, enfatiza las responsabilidades que compartieron la Unin Europea, los Estados Unidos, la OTAN y la ONU en la cadena de desastres que se sucedieron durante diez aos.

    En realidad, la frmula ms acertada para entender lo que sucedi consiste en considerar todas las claves explicativas. Este libro incide ms en las responsabilidades inter-nacionales, porque su autor ya se re-ri en otros trabajos a algunas de las causas estructu-rales de las Guerras de Secesin yugoslavas.3 Si ahora se ha incidido ms en las responsa-bilidades internacionales en esos con&ictos se debe a que, con el paso del tiempo, han ido apareciendo documentos y testimonios que apuntan en esa direccin. Pero tambin por-que esa perspectiva temporal ha hecho que la misma dinmica de los acontecimientos haya ido aclarando por s misma aspectos diversos de las Guerras de Secesin yugoslavas, a los cuales no siempre se le ha concedido la necesaria relevancia. Lamentablemente, el discurso que incide en culpar a los ex yugoslavos y sus taras socio-polticas de sus propias guerras, viene muy asociado a la consigna de que la poltica de intervencin en las Guerras de Se-3 Veiga, Francisco. 2002. La trampa balcnica. Barcelona: Random House Mondadori.

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    cesin yugoslavas no slo fue necesaria, sino que adems ha resultado exitosa. Por desgra-cia, esa forma de ver las cosas resulta cada vez menos convincente.

    Uno de los aspectos ms originales de las Guerras de Secesin yugoslavas anali-zadas como un todo, es su efecto concatenado, nunca explicado, ni siquiera en los textos especializados. Las guerras se sucedieron ordenadamente, una detrs de la otra; y no to-das al mismo tiempo, como podra sugerir la hiptesis de unos pueblos que se odiaban intensamente los unos a los otros y slo haban convivido, forzados, bajo la bota de Tito.

    En realidad, entre la muerte del lder comunista y el comienzo de la Guerra de Eslovenia transcurrieron once largos aos. Y una vez los eslovenos dieron el paso decisivo hacia la soberana, los dems aguardaron con mayor o menor paciencia a que concluye-ra la crisis precedente, para desencadenar la propia. La razn es sencilla y evidente. Cada uno esperaba a que la oportuna intervencin internacional resolviera los problemas del vecino, para dar el paso al frente, tomar el turno y esperar a su vez a los mediadores de la UE, los de la ONU, a los americanos, o a la OTAN. En aplicacin del clsico mecanis-mo de la trampa balcnica, puesto a punto a lo largo del siglo XIX, cada actor tena su carta de deseos y reivindicaciones preparada, lista para ser entregada a las grandes y bon-dadosas potencias intervinientes. Lo cual, por supuesto, no era bice para que hicieran unas cuantas trampas a sus espaldas, como ponerse de acuerdo Tudjman con Miloevi para el reparto de Bosnia.

    Pero lo importante era no entrar en la pelea todos al mismo tiempo, porque de esa forma no se poda controlar la intervencin internacional. Participar en una gran pe-lea catica en un gran saln del Far West, era la mejor manera de no obtener nada, al margen de una somanta de palos. Eso qued claramente demostrado cuando se impu-so la vorgine del todos contra todos en la Guerra de Bosnia, a partir de enero de 1993, con la guerra croato-bosniaca ya generalizada.

    En la misma lnea, la insurreccin del UK albans slo se pudo plantear con perspectivas realistas para 1998, cuando la maquinaria militar serbia estaba ya lo bastan-te vapuleada, y con unos americanos muy ufanos por la victoria diplomtica obtenida en Dayton. Pero los montenegrinos, que plantearon su separacin para el ao 2000, cuan-do Miloevi estaba a punto de caer, consiguieron su objetivo sin disparar ni un solo tiro, y con todo el apoyo occidental.

    Intervencionismo defensivo del proyecto europeoLa solucin de los con&ictos que comport la desintegracin de Yugoslavia, a partir de 1991, tuvo un papel central en la construccin del Nuevo Orden Mundial tras el -nal de la Guerra Fra. Primero, porque esas guerras comportaron una profunda humillacin para la orgullosa Europa, que haba atravesado el con&icto bipolar sin sufrir guerras ni

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    revueltas (a excepcin de la intervencin sovitica en Hungra, 1956), como en otras re-giones del mundo. Las Guerras de Secesin yugoslavas fueron el Vietnam europeo, y es-tallaron justamente cuando la inminente Unin Europea intentaba poner en marcha el gran proyecto de ampliacin hacia el Este, el espacio Schengen y la moneda nica.

    La fbrica de las fronteras en que se convirtieron las guerras en los Balcanes oc-cidentales, contradeca en lo ms ntimo la -losofa del proyecto de integracin europeo. De hecho, esas fronteras permanecieron ah, como estructuras innecesarias que com-plicaban enormemente la integracin de todos los Balcanes occidentales en la UE; est bastante claro, a veinte aos de distancia, que si Yugoslavia hubiera permanecido unida, habra accedido al club europeo en 2004 2007. En vez de ello, Bruselas premi a Eslo-venia y Croacia con el ingreso, a pesar de sus responsabilidades en el desencadenamiento del resto de las contiendas, dejando fuera a las dems repblicas ex-yugoslavas, sine die. Como remate de esa tendencia, en 2008 se reconoci la autoproclamada independencia de Kosovo, tras haber empleado una importante energa en desvirtuar sistemticamen-te la Resolucin 1.244 de las Naciones Unidas, de 10 de junio de 1999, segn la cual, se a-rmaba explcita y claramente, no se iba a aprovechar la intervencin de la OTAN para favorecer o impulsar la independencia del territorio.

    De hecho, las fronteras que deba disolver el espacio Schengen pero se multipli-caban por los Balcanes occidentales, se convirtieron en una obsesin, que los ex-yugosla-vos contagiaron al resto de los europeos. Ante tal fenmeno, una buena parte del esfuer-zo intervencionista de las potencias occidentales en aquellas guerras se dirigi a preservar las fronteras de las repblicas, tal como haban sido establecidas dentro de la Yugoslavia comunista surgida de la Segunda Guerra Mundial. Resultaba esencial que al -nal se res-petaran las fronteras reconocidas en la Conferencia de Helsinki en 1975. Una Krajina in-dependiente, una Bosnia repartida entre Croacia y Serbia, un Kosovo o una Macedonia fraccionadas, una Gran Albania: todo eso dejaba en al aire la arquitectura de los estados europeos en el Este y Centro de Europa, como consecuencia de la Segunda Guerra Mun-dial. Signi-cara cuestionar la existencia de Kaliningrad y la absorcin de Prusia Oriental, Silesia y Pomerania como parte de Polonia, la desaparicin de los alemanes de los Sudetes, la integracin de toda Transilvania en Rumania o la independencia de Moldavia.

    Era cierto que la Unin Sovitica se haba descompuesto en una nueva conste-lacin de repblicas independientes, parte de ellas europeas; pero siempre se poda ale-gar que esas repblicas formaban parte de una federacin, de un agregado, por voluntad propia; y que sus fronteras estaban ah ya en 1975, y en realidad, no haban cambiado. Lo importante, lo trascendental, era no recomponer un mapa que asemejara el Nuevo Orden europeo de Hitler al Nuevo Orden de Bush. En efecto, la eleccin del trmino New World Order fue bastante desafortunada, porque traa a la memoria la denomina-cin utilizada 50 aos antes por Hitler. Por si fuera poco, el asunto coincida en fechas

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    con la reuni-cacin de Alemania, que como se sabe levant ms ampollas de las que se quisieron reconocer por entonces. Y haba mucha sensibilidad en todo el continente con respecto a la herencia alemana, que era mejor no tocar. De nuevo me remito al libro, donde est extensamente explicado el por qu del reconocimiento alemn de la sobera-na croata y eslovena. Y desde luego, slo hace falta echar un vistazo al mapa europeo de 1943 y al que estaba a punto de disearse en 1992-1999: con una Gran Croacia contro-lando una parte sustancial de Bosnia, una Gran Albania cuyo mapa hubiera coincidido casi punto por punto con la creada por Mussolini, Eslovaquia independiente, Ucrania independiente... Slo hubiera faltado una Transilvania norte recuperada por los hnga-ros y una Moldavia integrada en Rumania. Y no se puede decir que Budapest y Bucarest no intentaron recuperar esos mapas. Lo cual explica, por cierto, los incidentes en Tr-gu Mures de la primavera de 1990, y la guerra entre Moldavia y Trandsnistria de 1991.

    Que estas cuestiones no eran en absoluto balades lo demostr, por ejemplo, la condicin demandada por el presidente checo Vclav Klaus para acceder a la -rma del Tratado de de Lisboa: ni un euro en indemnizaciones para los alemanes expulsados de los Sudets despus de la Segunda Guerra Mundial. Este escandaloso suceso acaecido en una fecha tan tarda como noviembre de 2009, prcticamente en pleno vigsimo aniver-sario de la Revolucin de terciopelo, traduca, segn una periodista que cubri la noti-cia, uno de los fantasmas del pasado que an perviven en la memoria de la Repblica Che-ca: el temor al retorno de los alemanes.4 Slo en la Repblica Checa? Desde luego que, como mnimo, tambin en Polonia.

    Sin embargo, el argumento de que un Kosovo independiente no violentaba la --losofa subyacente a los acuerdos de Helsinki, no convenci a todo el mundo, ni mucho menos. Ninguna de las grandes potencias emergentes reconoci a la nueva pequea rep-blica. Ni Rusia, ni China ni, Brasil o la India. La mayor parte de los pases iberoamerica-nos, africanos y asiticos consideraron que las potencias occidentales, lideradas por los Es-tados Unidos, haban alterado las fronteras europeas. Si eso haba sucedido en la intocable Europa, fcil era suponer que a partir de ese momento se podran modi-car en cualquier otra parte del mundo. El rgimen boliviano, presidido por Evo Morales, por ejemplo, era muy sensible a lo acaecido con Kosovo, provincia serbia desgajada a golpe de bombas por la OTAN, precisamente porque la presin autonomista del enorme departamento de Santa Cruz pareca amenazar con encaminarse hacia el soberanismo, en especial a partir de 2008. En frica, el empeo estadounidense en respaldar el nuevo estado de Sudn del Sur es visto ahora, por muchos analistas como la bomba de tiempo que podra volver a

    4 Galindo, Cristina. Praga no supera su escepticismo. El pas traslada a la UE su tradicional con-anza hacia poderes extranjeros y teme las reivindicaciones alemanas en los Sujetes; en el El Pas, 4 de noviembre, 2009. h t tp : / /www.e lpa i s . com/ar t i cu lo/ in te rnac iona l /Praga/ supera /e scept i c i smo/e lpepuint / 20091104elpepiint_3/Tes Consultado el 12 de noviembre de 2011

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    impulsar viejas disputas internas, atizadas ahora por las grandes potencias, en el resto del continente.5

    El respaldo a la autoproclamada independencia de Kosovo vino a ser el desca-rrilamiento -nal de la lnea de actuacin de las potencias occidentales con respecto a la desintegracin de Yugoslavia, al menos la mantenida entre 1991 y 1995, recuperada in extremis en Macedonia, en 2001. De hecho, la actuacin del gobierno estadounidense y de la OTAN en Kosovo, contradeca abiertamente la lnea de trabajo seguida en Bosnia y Hercegovina. Pura y simplemente, deslegitimaba los acuerdos de Dayton y contribua a la desafeccin de la Republika Srpska, convirtiendo al conjunto en un estado fallido. La fragmentacin en el relato de las Guerras de Secesin yugoslavas, ha evitado sistem-ticamente analizar los efectos negativos que tuvo la intervencin en Kosovo para la sos-tenibilidad poltica de la Bosnia surgida de Dayton.

    Las consecuencias de lo acecido en Kosovo fueron todava mucho ms all. Una de las diferencias esenciales entre el respaldo occidental a los procesos soberanistas es-loveno, croata y bosnio, y el que se le dio a Kosovo en 1998, resida en el hecho de que esos se establecieron a partir de repblicas federadas, que contaban con una administra-cin estatal propia, y erigieron unas fuerzas armadas tendientes a defender al estado y sus fronteras desde el momento en que pasaba a ser completamente soberano. Pero ese no fue el caso de Kosovo, donde un movimiento insurgente, de tipo guerrillero previa-mente catalogado como terrorista por la naturaleza de su estructura y acciones se le-vant contra las autoridades que gobernaban una provincia.

    En realidad, la situacin era tanto ms perversa cuanto que si bien se puede ar-gumentar que las autoridades serbias no eran moralmente legtimas, en Kosovo exis-tan tambin otras autoridades, albanesas en este caso, que se decan legitimadas por la voluntad popular. De hecho, el gobierno clandestino albans en Kosovo lleg a poseer unas exiguas fuerzas armadas propias, las FARK, que en parte fueron creadas para sal-var el problema de legalidad internacional que planteaba el UK. Un Kosovo defendido por unas FARK dependientes del gobierno del LDK, cuya cabeza en el exilio era Bujar Bukoshi y su presidente Ibrahim Rugova en Pritina, hubiera hecho del con&icto koso-var una guerra de independencia, como las que le haban precedido en la Ex-Yugosla-via; y no una guerra de insurgencia.

    Pero dado que el UK neutraliz a las FARK y al LDK, los estadounidenses acabaron por apoyar a los guerrilleros, militar y polticamente. Concluida la guerra y controlando los radicales del UK la mayor parte de los puestos de poder en Kosovo, se produjo la extraa situacin de que Washington y sus aliados terminaron por reconocer

    5 Rodrguez Gonzlez, Jorge Luis. Un nuevo estado africano?; en: Rebelin, consultado el 12 de enero de 2011: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=120168

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    a un grupo insurgente que haba conquistado la independencia de una provincia me-diante el recurso de la va armada. La situacin se hizo ms sospechosa a raz de las cam-paas de limpieza tnica contra los serbios y otras minoras, acaecidas en 1999 y 2004, en un Kosovo en el cual los americanos haban instalado una importante base militar que utilizaban, en parte, como centro de detencin clandestino en su guerra contra el terrorismo internacional.

    Lgicamente, la situacin se prestaba a los equvocos, y por ello result de lo ms sospechoso que las conversaciones, discusiones y planes para determinar cmo de-bera aplicarse la independencia de Kosovo de hecho los vencedores no consideraron ninguna otra alternativa, ni siquiera despus de la extradicin de Miloevi a La Haya se prolongaron hasta que Londres consider que haba llegado a una solucin satis-factoria en relacin a !e Troubles (el con&icto de Irlanda del Norte) en las elecciones de marzo de 2007. El proceso de paz en Irlanda del Norte comenz con el Acuerdo de Viernes Santo, en 1998; pero las tensiones y con&ictos llevaron a la suspensin de la au-tonoma norirlandesa en 2002, cuando los unionistas rehusaron seguir participando en el Gobierno. Adems, en noviembre de 1997 se haba fundado el Real Irish Republican Army (RIRA) como bando disidente que se negaba a participar en el proceso de paz. En agosto del ao siguiente, cuando arreciaban los enfrentamientos entre el UK y las fuer-zas de seguridad serbias en Kosovo, el RIRA cometi un atentado con coche bomba en Omagh, Irlanda del Norte, matando a 29 personas e hiriendo a 220, en lo que se con-sider el atentado individual ms mortfero de todos los Troubles. En mayo de 1999, el RIRA adquiri armas en Croacia, lo que al parecer inclua cohetes anticarro RPG-18 de fabricacin rusa (Boyne, 2006: 381-382).

    El gobierno britnico tena problemas reales en Irlanda del Norte, y aunque los principales lderes del RIRA empezaron a ser detenidos en la primavera de 2001, las po-sibilidades de que los acuerdos de paz descarrilaran se prolongaron durante seis largos aos ms, que incluyeron numerosos ataques del RIRA. Por eso llama la atencin el he-cho de que la autoproclamacin de la independencia de Kosovo se acordara para febre-ro de 2008, una vez que el largo con&icto de Irlanda del Norte hubiera concluido sin lu-gar a dudas.

    Al otro extremo del continente, a la altura de 1999, los militares turcos an no haban concluido la guerra contra el PKK, y en vsperas de la gran ofensiva de la OTAN en los Balcanes, ello supona una incmoda contradiccin que Bruselas y Washington no podan asumir. Posiblemente, eso contribuy a que, entre unos y otros, le pusieran a calan en bandeja a las fuerzas de seguridad turcas, lo cual llev a una rpida conclusin de las hostilidades. No es de extraar que Ankara s reconociera a Kosovo, a pesar de que para 2008 se haba vuelto a reactivar la guerra contra el PKK, a raz de la invasin esta-dounidense en Irak, en 2003, y la consiguiente aparicin de un protoestado kurdo en el

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    norte de ese pas, cosa que haba provocado roces entre el primer ministro turco, Erdo-gan, y el presidente Bush.

    En conjunto, y como se puede comprobar, se hicieron enormes esfuerzos para que la puesta de largo de la OTAN en su primera accin de guerra resultara todo un xi-to, aunque fuera a cambio de forzar incluso la historia. As, mientras algunas de las po-tencias occidentales, encabezadas por los Estados Unidos, haba demostrado gran inte-rs y celo en defender los derechos nacionales de un pueblo, esas mismas cancilleras se aplicaron en evitar que ese mismo pueblo se reintegrara en su medio cultural natural, que era Albania. Ni en 1999 ni en 2008 exista el hecho diferencial kosovar, al margen de que los albaneses de Kosovo fueran de la etnia gueg pero de religin mayoritariamen-te musulmana, algo irrelevante para el ideario nacionalista albans. Por ello, lo natural hubiera sido que albaneses vivieran con albaneses, segn la lgica de lo que es un estado nacional. Por si faltara algo, fue en la ciudad de Prizren, en el actual Kosovo, donde se cre la liga que, en 1878, produjo la primera chispa del moderno nacionalismo albans.

    Ahora bien: qu pasara el da en que Albania, Macedonia y Kosovo ingresa-ran en la Unin Europea y se integraran en el espacio Schengen?Se creara de facto una Gran Albania en el seno de la UE? En principio, y dado que los albaneses estaran inte-grados con los serbios y otros pueblos ex yugoslavos en ese mismo espacio Schengen, el resultado -nal debera ser positivo. Pero a la altura de 2011, con un gobierno de extre-ma derecha en Budapest, la situacin se tens en Transilvania, y no pareca que por ah el resultado de la integracin de Rumania y Hungra en la UE hubiera contribuido a di-solver los viejos con&ictos. Desde luego, nada de esto se tena en cuenta en 1999, y po-siblemente tampoco en 2008, cuando naci la autoproclamada Repblica de Kosovo.

    Intervencionismo expansionista u ofensivoVistas las cosas desde Washington, la participacin de la OTAN en la guerra de Koso-vo, inaugur una forma de intervencionismo occidental que prescinda de la ONU para evitar el previsible voto de rechazo ruso en el Consejo de Seguridad. Esa forma de actua-cin contribuy a provocar el resquemor de Mosc, que dio paso a la era Putin y relanz una tensin Washington-Mosc, la cual en 2003 empez a denominarse Neo Cold War o Nueva Guerra Fra, y que concluy con la intervencin rusa en la Guerra de Abjazia (o Georgia) en septiembre de 2008.

    Y es que la participacin de la OTAN en Kosovo rompi el consenso consegui-do por George Bush padre en torno a la gran coalicin militar reunida poco despus de que las tropas de Saddam Hussein hubieran invadido Kuwait, y que al contar con el apo-yo sovitico, demostraba la superacin -nal de la Guerra Fra. Ese momento fue trascen-dental, porque precisamente, el 11 de septiembre de 1990, Bush proclam formalmen-te el comienzo de un Nuevo Orden Mundial.

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    Pero eso haba que implementarlo, y en tal sentido, la solucin de los intermi-nables con&ictos yugoslavos termin por convertirse en la prueba principal de que ese Nuevo Orden era posible, y se estaba ganando. En frica podra estar desarrollndose el genocidio ruands con sus 800.000 muertos en cien das; pero no se intervino ni se in-tent prevenir la masacre. De hecho, se retir la mayor parte del contingente de cascos azules de la ONU, y se aplic un hermtico apagn informativo sobre lo que ocurra all. Despus, lo acaecido en Ruanda fue secundario, frente a los 8.000 muertos del ge-nocidio de Srebrenica. A efectos de demostrar que el Nuevo Orden iba por buen cami-no, toda frica era menos importante que la pequea Bosnia o el minsculo Kosovo, con sus 11.000 kilmetros cuadrados. De la misma manera que la Guerra Fra no haba terminado en Guerra Mundial gracias a que Europa se haba mantenido en paz, ahora el Nuevo Orden triunfara con el retorno de la paz a Europa. Esa forma obsoleta de ver las cosas, que halagaba el clsico eurocentrismo, pero ignoraba el nuevo orden mundial real, con sus potencias emergentes incluidas, explica tambin la obsesin estadouniden-se por convertir a Kosovo en un estado-base, como Panam o Singapur.

    De otra parte, sobre todo durante las presidencias de Bush hijo, el atizamien-to de las tensiones en torno a Kosovo y el resto de la Europa oriental, era una forma de mantener a la Vieja Europa en jaque, con su tozudo empeo en aproximarse dema-siado a Rusia para obtener gas y petrleo a precios convenientes. La Nueva Guerra Fra, impulsada descaradamente por Bush, y su intento de manipular la fobia anti rusa de al-gunos pases del Este europeo, encabezados por Polonia, tambin agrup voluntades bal-cnicas, y muy especialmente a los albaneses, convertidos en verdaderos forofos incon-dicionales de la poltica exterior estadounidense.

    En la misma lnea, la Revolucin del Bulldzer y los jvenes agitadores de Otpor, punta de lanza en el derrocamiento de Miloevi el 5 de octubre de 2000, pro-veyeron del modelo para las denominadas revoluciones de colores que se extendieron a varias repblicas ex soviticas entre 2003 y 2005,6 triunfando en Georgia (Revolucin de las Rosas), Ucrania (Revolucin Naranja) y Kirguistn (Revolucin del Tulipn) y fracasando en Bielorrusia y Moldavia.7 Los chicos de Otpor, con abierto apoyo ame-ricano, acudieron a Kiev y Tblisi para instruir a sus congneres ucranianos y georgianos

    6 Para una aproximacin al fenmeno, vid.: Carlos Gonzlez Villa: Empiezan las revoluciones de colo-res, en: Veiga, Francisco y Mourenza, Andrs (coords.), El retorno de Eurasia, 1991-2011. Veinte aos del nuevo gran espacio geoestratgico que abri paso al siglo XXI, Eds. Pennsula (en publicacin).7 De hecho, la estrategia expansiva de las revoluciones de colores abarcaba, a la altura de 2005, a la mayora de las repblicas ex soviticas, a excepcin de Turkmenistan y Tayikistn, y a la misma Rusia. Una muy buena fuete de informacin sobre las revoluciones de colores y sus tcticas, adems de fuentes de -nanciacin y apoyos es el documental: Les Etats Unis; a la conqute de lEst (2005), de Manon Loizeau, produccin CAPA, Canal + Plante y Tle Qubec. Se puede encontrar sin di-cultad en You Tube: http://www.youtube.com/watch?v=2CQLtMRhxZk&feature=player_embedded.

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    en las tcticas para enviar a las mazmorras de la historia, sin violencia, a regmenes au-toritarios, reliquias de la potencia sovitica o satlites de Mosc.

    La estrategia y tcticas de las revoluciones de colores haban salido de los ma-nuales publicados por la Albert Einstein Institution, que an hoy se pueden bajar libe-mente desde la website de la organizacin, traducidos a varios idiomas. La Biblia era el libro de Gene Sharp: De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la libe-racin (1993)8, que haba sido ampliamente utilizado por Otpor en Serbia, junto con las enseanzas de otro miembro de la misma institucin: el coronel Bob Helvey.9

    En realidad, este tipo de estrategias, eran una reelaboracin de las desplega-das en los aos sesenta por los movimientos contraculturales en Occidente, que duran-te aos haban sido aplicadas clandestinamente por la CIA. La transformacin empieza a operarse ya desde los primeros aos de la era Reagan, muy en la lgica de la importan-cia que ese presidente le concedi al impacto de la estrategia meditica y comunicativa. As, en septiembre de 1982, Ronald Reagan -rm la Directiva 54 del Consejo de Segu-ridad a -n de impulsar el acercamiento a los pases europeos del Bloque del Este apoyan-do las polticas liberales. Esa estrategia fragu en otra directiva, espec-camente destina-da a apoyar la economa yugoslava como forma de atizar las diferencias entre los pases comunistas. Y continu al ao siguiente, cuando se empieza a trabajar en la promocin de US-friendly democracy, es decir, la promocin de puntos de vista americanos en pa-ses del bloque del Este. En tal sentido se crea el National Endowment for Democracy, o NED, organizacin que siendo administrada como una fundacin privada, de hecho era -nanciada desde el Congreso.

    As que esas redes ya estaban desplegadas y su estrategia bien establecida y cons-tituida, sobre todo en torno al espectacular hundimiento de los regmenes comunistas en Europa oriental, y en especial la Revolucin de Terciopelo en Praga. Pero ahora, aunque determinados personajes de los servicios de inteligencia seguan supervisando de cerca las operaciones, los encargados de gestionarlas fueron toda una constelacin de ins-tituciones -lantrpicas o dependientes de los grandes partidos polticos: el International Republican Institute (IRI), dirigido por el entonces senador John McCain; el National Democratic Institute, liderado por Maddy Albright; Freedom House; la ya mencio-nada Albert Einstein Institution, de Gene Sharp; Project on Transitional Democracies, de Bruce Jackson, muy activo en todas las revoluciones de colores. Soros Foundation y Open Society, ambos de George Soros, quien junto con Je1rey Sachs, haba tenido un

    8 Se puede consultar en: http://aeinstein.org/organizations98ce.html 9 Para un extenso per-l sobre el coronel Helvey, vid.: una entrevista en Peace Magazine enero-marzo 2008: http://peacemagazine.org/archive/v24n1p12.htm; tambin un per-l sobre sus actividades en: http://www.raek.nl/index.php?option=com_content&view=article&id=1658:who-is-col-bob-helvey&catid= 111:subversive-us-organisations&Itemid=119

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    papel estelar en el apoyo a la oposicin polaca y, sobre todo, al gobierno postcomunista, abriendo una enorme brecha en el Bloque del Este.

    stas y otras muchas instituciones similares engrasaron las revoluciones de colo-res con dinero en abundancia: 50 millones de dlares en la Revolucin Naranja ucra-niana; 60 millones para la Revolucin de los Tulipanes en Kirguistn. Un ejemplo concreto: el estudiante kirgus Edil Baisalov, que haba recibido una beca para estudiar en los Estados Unidos, fue enviado por el NDI a Kiev para que conociera de primera mano la Revolucin Naranja, en diciembre de 2004, aplicando las enseanzas recibidas a su propio pas, en marzo de 2005. Adems, recibi 110.000 dlares para organizar la intervencin de las mesas electorales (Veiga, 2011:373).

    Pero el verdadero laboratorio de las revoluciones de colores fue Serbia. Posible-mente, el antecedente fue la campaa de imaginativas manifestaciones de protesta que se extendi desde noviembre de 1996 hasta febrero de 1997, momento en que Miloevi acept la victoria de los partidos de oposicin en una serie de ayuntamientos. Las protes-tas fueron conocidas como Revolucin amarilla, por los huevos que lanzaban los ma-nifestantes contra las instituciones pblicas, y llegaron a agrupar en Belgrado a ms de 200.000 manifestantes casi diariamente.

    Nada se dijo sobre la posibilidad de que la Revolucin del Bulldzer estuvie-ra modelada sobre la Revolucin amarilla o tuviera detrs los mismos estrategas. Pero lo cierto es que la campaa que desaloj a Miloevi del poder en 2000 fue un xito tan completo que los americanos se jactaron pblicamente de todo el operativo organizado desde Hungra en las pginas de su prensa.10 Algo sobre lo cual la mayor parte de los ser-vicios de inteligencia occidentales que operaban en Serbia en aquella poca, ni siquie-ra se haban enterado, o haban desdeado. Pero, sobre todo, los veteranos de Otpor se convirtieron a partir de entonces en promotores ambulantes de los mtodos de Sharp y Helvey, acudiendo a Kiev o Tblisi a instruir a sus mulos locales en los mtodos de la protesta no violenta, -nanciados por Freedom House o cualquiera de las organizaciones estadounidenses al uso, y provistos de un dvd convertido en manual de culto: Bringing Down a Dictator, con la historia de cmo Otpor haba derribado a Miloevi. Los jve-nes serbios marcaban doctrina, sus discpulos copiaban al dedillo denominaciones y, so-bre todo, el logo de Otpor: el puo cerrado con rabia.

    La fama de Otpor cobr tal envergadura que durante las revoluciones de la Pri-mavera rabe en Tnez y Egipto, los activistas e instructores de Otpor volvieron a des-empear un papel relevante en la preparacin de las protestas en esa primera fase de las revueltas rabes. Se volvi a rumorear sobre la presencia de activistas instructores de

    10 Dobbs, Michael, 2000. US Advice Guided Milosevic Opposition. Political Consultants Helped Yugos-lav Opposition Topple Authoritarian; en: Washington Post, el 11 de diciembre de 2000

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    Otpor, o de viajes de jvenes egipcios a Belgrado.11 Fue signi-cativa la insistencia en de-nominar Revolucin del Jazmn a las protestas de Tnez. Pero de lo que no cabe duda es que en la Plaza Tahrir se enarbolaron carteles con puos de Otpor.

    Una dcada de erroresAs fue cmo el signi-cado de las Guerras de Secesin yugoslavas, que comenzaron en el verano de 1991, planeadas como una especie de reajuste -nal en la Europa del Este, tras la reciente cada del Muro, se integraron en la globalizacin del cambio de siglo, con-virtindose la nimiedad kosovar, a pesar de sus dirigentes de oscura reputacin, en un fenmeno capital para el encaje del Nuevo Orden Mundial. En esencia, las guerras de 1991-2001 fueron, en origen, una nueva versin de las crisis balcnicas, que el poder de la globalizacin convirti rpidamente en Crisis de Oriente, regresando, paradjica-mente, a un modelo ms propio del siglo XIX. Un fenmeno que cobr formas cada vez ms concretas conforme se desarrollaban las guerras de Afganistn e Irak, y la primave-ra y verano rabes de 2011, y se haca evidente cun difcil resultaba recluir de nuevo al genio en la botella.

    Est ms que comprobado que unos cuantos servicios de inteligencia y los co-rrespondientes gobiernos occidentales saban la que se avecinaba en Yugoslavia; y eso, como mnimo, desde mediados de 1990. Si no se hizo nada determinante para detener la tragedia, slo puede explicarse en base a un puado de ideas confusas y difusas sobre los bene-cios que podran derivarse de la secesin de Eslovenia y Croacia no se con-sideraba para nada al resto de las repblicas yugoslavas para los planteamientos geoes-tratgicos de los Estados Unidos, o en relacin al nuevo viraje que haba dado el proce-so de integracin europea, sobre todo con una Alemania reuni-cada a la que nadie saba cmo tratar. En cualquier caso, tendi a considerarse que si Alemania iba a tener un pa-pel central en la construccin de la nueva casa comn europea, ya no tena ningn sen-tido preservar los viejos topes eslavos diseados por Masaryk: Yugoslavia poda ser des-montada, y tambin Checoslovaquia, como en efecto sucedi, en 1993.

    Pero sobre todo, las toneladas de inconsciencia con las que se analiz la situa-cin y se afrontaron las primeras crisis derivadas de las guerras, slo se entienden consi-

    11 A Tunisian-Egyptian Link 2at Shook Arab History, por David Kirkpatrick & David E. Sanger; en 2e New York Times, February 13, 2011. Vid., asimismo: How Nonviolence Can Inform Democra-tic Strategy; en 2e Democratic Strategist, Febrero 15, 2011: http://www.thedemocraticstrategist.org/strategist/2011/02/how_nonviolence_can_inform_dem.php# Desde entonces se han colgado numerosos testimonies en la red, especialmente en You Tube, con declaraciones de Srdjan Popovi, en un programa de Voice of America, y de sus pupilos egipcios y tunecinos. Se puede buscar este clip por su ttulo: Revolution School Teaches How to Overthrow a Dictator.

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    derando al ambiente de euforia triunfalista que sigui a la cada del Muro y el -nal de la Guerra Fra. En 1990, los estadistas occidentales que haban derrotado al Imperio del Mal sin disparar un solo tiro, crean disponer de la varita mgica que solucionara cual-quier problema, por complejo que pudiera parecer. En esencia, todo se reduca a repe-tir una y otra vez la misma jugada: sacar de en medio al malvado dictador de turno, de-jando muy claro, gracias al poder de los medios de comunicacin, quin era el malo y quin el bueno. Del resto, de la transformacin socio-econmica de fondo, ya se encar-gara la mano invisible del neoliberalismo triunfante.

    Paradjicamente, haba similitudes en ese posicionamiento que recordaban el imperante en la Europa de la Restauracin, con unas potencias vencedoras conservado-ras, atentas a la reaparicin de cualquier pequeo mulo de Napolon o brote de peli-groso liberalismo. Pero de la misma forma que en 1815 ya no se poda aspirar a la res-tauracin de la Europa de 1788, en los veranos de 1999 2001 el mundo estaba ya muy lejos de 1990. De esa forma, las Guerras de Secesin yugoslavas de 1991-2001 tuvie-ron un curioso parecido, al menos en sus efectos, con la guerra de independencia griega de 1821-1832. A da de hoy falta comprobar si el smil desembocar en parecidas con-secuencias, si las revueltas de la Primavera y Verano rabes se asemejan en algo a la pri-mavera de los pueblos, en 1848, con todo su squito de explosivas contradicciones. Pero smiles ldicos aparte, lo cierto es que ya no podemos seguir contemplando las crisis bal-cnicas como hace cien aos. Los historiadores siempre pueden elaborar comparaciones transcronolgicas y ucrnicas bien chocantes, y dotarlas de oscuros signi-cados; pero lle-var eso demasiado lejos es una falacia.

    Lo cierto es que en 2011, a veinte aos del comienzo de las Guerras de Secesin yugoslavas parece evidente que por entonces Europa se meti un gol en propia puerta, permitiendo y hasta alentando la destruccin de Yugoslavia. Mxime teniendo en cuen-ta que la kerms ultranacionalista de los balcnicos se lanz a fabricar fronteras, y eso en puertas de la refundacin de la Comunidad Europea en Unin Europea. Una situacin que posteriormente el proceso de integracin debera encargarse de debilitar y digerir a costa de aos y ms aos de retrasos y esperas, sin tener ningn tipo de seguridades en que la operacin de rescate saliera bien.

    Fronteras fciles de trazar y difciles de borrar, dado que la sangre tiene difcil limpieza. Creacin de pequeos estados, propicios a la generacin de polticas de ultra-derecha nacionalista, ante la perpetua amenaza de los vecinos rencorosos o de la desna-turalizacin ante la supuesta amenaza de la inmigracin en la era global. O bien produc-to de experimentos o conveniencias de las grandes potencias bsicamente los Estados Unidos -, mximos valedores de los nuevos estados. A tal efecto, para instituciones tan venerables como el think-tank americano Brookings Institution (fundado en 1916), Bosnia sirvi como banco de pruebas para otras Balkanlike territorial logics como fue

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    el caso de Irak12, y hasta es posible que termine sirviendo para una solucin de similar soft partition en Libia.

    Por supuesto, sera abusivo a-rmar que todo lo acaecido en Yugoslavia fue cul-pa de los occidentales. Ah est el caso de una Turqua que se las apa por su cuenta y hoy, convertida en una potencia regional, crece a un ritmo del 7% anual, mientras que la vecina Grecia yace arruinada, vctima de una concepcin ms balcnica que europea de la gestin -nanciera. Pero en 1991, todos y cada uno de los actores locales contribuye-ron a la desintegracin de Yugoslavia, cada uno buscando su propio inters y recurrien-do a sus propios medios. El acceso fcil a las armas cosa que no sucedi en Checoslo-vaquia convirti el desbarajuste en guerra. Desde ese punto de vista, ni eslovenos, ni croatas, ni serbios, ni bosnacos, ni albaneses o macedonios, se traicionaron a s mismos.

    Mientras tanto, los occidentales erraron en la aplicacin de sus propias institu-ciones y principios, los mismos que les haban dado la victoria en la Guerra Fra. Los cl-culos sobre lo que supondra dejar que Yugoslavia empezara a desintegrarse, resultaron errneos; los recursos morales para justi-car lo que pas despus, quedaron pronto ob-soletos, o se convirtieron en simple materia de fe; el proceso de integracin europeo fue violentado, e incluso desvirtuado; la ONU fue traicionada; la OTAN fue mal utilizada por primera vez y, al parecer, se desnaturaliz para siempre; el proyecto de occidentali-zar a Rusia qued aplazado sine die; la justicia universal aplicada por el TPIY mereci ser juzgada a su vez, en vista de su dudosa aplicacin. Y el Nuevo Orden mundial o neo imperialismo proclamado en 1990 avanz a trancas y barrancas, dando una imagen poco convincente del poder de sus impulsores. Como escribi Tony Judt, antes de mo-rir: Occidente Europa y Estados Unidos sobre todo- perdieron una oportunidad nica de recon"gurar el mundo en torno a instituciones y prcticas internacionales consensuadas y per-feccionadas. Por el contrario, nos relajamos y nos congratulamos por haber ganado la Guerra Fra: una forma segura de perder la paz. Los aos que van de 1989 a 2009 fueron devora-dos por las langostas (Judt, 2010:136).

    Barcelona, 10.11.2011

    12 Resort to Soft-Partition Repair in Iraq?, por Michael OHanlon & Edward P. Joseph, in: !e Was-hington Times, January 08, 2007; se puede consultar en la pgina de Brookings: http://www.brookings.edu/opinions/2007/0108iraq_ohanlon.aspx

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