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ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQVEOLOGÍA CSIC CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Volumen 79 enero-diciembre 2006 Madrid (España) ISSN: 0066 6742 MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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ARCHIVO ESPAÑOLDE

ARQVEOLOGÍA

CSIC

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Volumen 79 enero-diciembre 2006 Madrid (España) ISSN: 0066 6742

MINISTERIODE EDUCACIÓNY CIENCIA

CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONESCIENTÍFICAS

RESUMEN

El gran número de excavaciones arqueológicas realizadasen el núcleo histórico de Mataró (provincia de Barcelona) enlas dos últimas décadas ha alterado radicalmente el conoci-miento de la ciudad romana de Iluro y permite reconstruir losrasgos generales de su evolución material e institucional,desde el municipium imperial hasta una nueva forma de hábi-tat que caracteriza los siglos VI y VII. Este proceso aportaalgunos elementos de debate para entender la evolución de lavida urbana en el contexto de las transformaciones generalesdel mundo tardoantiguo, así como la variedad de situacionesresultantes.

SUMMARY

As a result of the several archaeological works carried outin the Roman town Iluro (Barcelona) in the last two decadesthe knowledge on the town has undergone a radical change.Now, this information allows us to reconstruct the mainfeatures: its material and institutional evolution from theimperial municipium to the new type of habitat characteristicof the VI and VII centuries AD. This process contributes withsome arguments to the debate for the understanding on theevolution of the urban life in the context of the generalchanges in late antiquity, as well as the different situationscreated as its result.

PALABRAS CLAVE: Urbanismo romano, cerámica romana,Antigüedad tardía.

KEY WORDS: Roman urbanism, Roman pottery, lateantiquity.

1 PARVA OPPIDA Y TRANSFORMACIÓN DE LAVIDA URBANA AL FINAL DE LA ANTIGÜE-DAD: EL CASO DE ILURO

Iluro es una de las ciudades fundadas en el contextode la reorganización territorial y administrativa de lassociedades indígenas del litoral catalán impulsada porRoma entre finales del siglo II e inicios del I a.C. (fig. 1). Como en otros casos cercanos (Baetulo,Blandae), la elección del lugar muestra una voluntad de

segregación y control con respecto al poblamiento ibéri-co anterior; en este caso, el poblado de Burriac, quehabía articulado política y socialmente el territorio de lacomarca del Maresme entre mediados del siglo IV yfinales del II a.C. 1

Existe constancia de la plena naturaleza urbana deIluro en época imperial. Una cita de Plinio el Viejo ladefine como oppidum civium Romanorum (NH 3.4.22)y autores como Pomponio Mela (2.5.90) o Claudio Pto-lomeo (2.6.18) también la mencionan como ciudad,situándola con cierta precisión en relación con otraspoblaciones del litoral de Cataluña. Esta información escorroborada por un corpus epigráfico 2 que muestraalgunos aspectos de la vida local e, indirectamente, susinstituciones. Su existencia indica la existencia de unacomunidad cívica, pero es difícil precisar su condiciónjurídica exacta, su funcionamiento y su evolución. Losproblemas son aún más importantes en el caso de otrasciudades del litoral de Cataluña, entre Emporiae yTarraco, mencionadas por los escritores de los siglos I-II d.C. 3

La arqueología permite definir con cierta aproxima-ción algunos de los rasgos de la comunidad que apare-ce representada en las inscripciones. Al mismo tiempo,las evidencias relacionadas con la organización delespacio, la economía, la vida social y la religión, asícomo la evolución general del hábitat muestran, másallá de los ideales y las imágenes elaboradas por la ide-ología, el alcance real del fenómeno urbano. Las inter-venciones realizadas en el centro histórico de Mataró

LA TRANSFORMACIÓN MATERIAL E IDEOLÓGICA DEUNA CIUDAD DE HISPANIA: ILURO (MATARÓ) ENTRE LOS

SIGLOS I Y VII D.C.POR

VÍCTOR REVILLADepartament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia. Universitat de Barcelona

XABIER CELAÀrea d’Intervenció Arqueològica. Museu de Mataró

Archivo Español de Arqveología, Vol. 79, págs. 89-114, 2006 ISSN: 0066 6742

1 El abandono se sitúa en un momento avanzado del siglo I,cuando Iluro parece haberse consolidado como nuevo centrodel territorio: García Roselló, Martín, Cela, 2002; cf. Olesti,1995.

2 Inscriptions Romaines de Catalogne; en adelante, IRC,volúmenes I y V.

3 Estado de la cuestión sobre la urbanización de la zona enGuitart, 1993; Rodà, 1989.

en las dos últimas décadas, que han permitido revisarlos datos recogidos entre los siglos XIX y XX, han pro-porcionado un conocimiento profundo de la ciudadromana 4. En la actualidad, se dispone de datos sólidossobre las características del primer núcleo, el urbanis-mo de época imperial y su evolución hasta los siglosIV-V, las relaciones entre organización del espacio,vida cívica y economía, y, finalmente, sobre la arquitec-tura privada, algunas de las infraestructuras y los edifi-cios y espacios públicos ligados a la vida administrati-va, la religión o el ocio.

La evolución de Iluro durante el periodo imperialmuestra coincidencias significativas con otros oppida c.R. del litoral de Cataluña conocidos arqueológicamente(caso de Baetulo). Estas coincidencias también se apre-cian en la transformación de las formas de hábitat hacianuevas pautas entre los siglos V y VI; una transforma-ción que se produce en un contexto de cambio culturalglobal. El análisis del proceso seguido por la ciudad deIluro, por lo tanto, puede aportar elementos de compa-ración para un mejor conocimiento de la evolución deotras pequeñas ciudades romanas de la Península Ibéri-ca, que presentan una dinámica diferente a la de, porejemplo, las capitales de provincia o conventus; o demodo más general, respecto a aquellas ciudades hispa-

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Figura 1. Situación de la ciudad de Iluro.

4 Cerdà et al., 1997; Cela, Revilla, 2004.

nas que durante la antigüedad tardía y en el contexto dela reorganización política y cultural de la Penínsulamantienen alguna importancia como centro de poder 5.

Es innecesario recordar que la urbanización de laPenínsula Ibérica es un proceso complejo por su des-arrollo y formas, y que un gran número de comunidadesmencionadas por los autores clásicos se caracterizabapor unas dimensiones y unas capacidades materialesmuy modestas. La diversidad de condiciones originariasde un territorio o región incidió en la historia posteriorde los núcleos urbanos fundados o reorganizados duran-te la república y el principado. En este sentido, parecemás adecuado conceptualizar y analizar la evolución dela urbanización en Hispania y la situación al final de laAntigüedad, en una perspectiva plural, como resultadode vías y de ritmos diferentes de desarrollo y no comouna decadencia lineal e inexorable que habría conducidoa la extinción de la vida urbana en el contexto de un pro-ceso de general agotamiento cultural. El caso de Iluropermite plantear la cuestión del dinamismo que caracte-riza los procesos internos de estas pequeñas ciudades,que no pueden considerarse simplemente como creacio-nes artificiales abocadas finalmente a la decadencia.

2 OPPIDUM CIVIUM ROMANORUM: EVOLU-CIÓN URBANÍSTICA Y SOCIAL DE UNACOMUNIDAD CÍVICA

Iluro experimentó continuas transformaciones urba-nísticas y arquitectónicas entre su fundación y la anti-güedad tardía. Estas transformaciones, claramente per-ceptibles en el registro arqueológico hasta finales delsiglo IV o inicios del V d.C., se deben valorar comoexpresión directa del dinamismo y capacidad de renova-ción de una comunidad cívica. La situación es menosdefinida a partir de mediado el siglo V. La desaparicióndel urbanismo original, el cambio de uso de algunossectores de la ciudad y la presencia de un conjunto devertederos relacionados con la vida doméstica indican laexistencia de un nuevo tipo de hábitat en los siglos VI yVII, pero las evidencias documentales son limitadas y esdifícil reconstruir los factores que caracterizan las nue-vas condiciones de vida y, sobre todo, definir el signifi-cado de los cambios.

Iluro se funda ex novo en el primer tercio del siglo Ia.C. (fig. 2). El núcleo inicial, con una extensión de 7 a

8 ha se organizaba a partir de una retícula ortogonaldefinida por el cruce de dos vías principales, cardo ydecumanus maximi, y de un conjunto de cardines ydecumani minores. El primer urbanismo parece distin-guir claramente diversos sectores, una distinción que semantuvo con pocos cambios hasta los siglos IV-V d.C.:el sector sur del cardo maximus, ocupado por tabernaey un posible macellum, se destinó a actividades comer-ciales y artesanales; la zona central y oriental, a residen-cia privada (aquí se concentran algunas domus y eviden-cias de un hábitat más modesto); la zona norte, más ele-vada, parece constituir el centro de la vida pública,administrativa y religiosa. Hay que señalar, con todo,que las evidencias relacionadas con esta primera épocason muy escasas 6. El urbanismo y la distribución espa-cial de las diversas actividades se adaptan y utilizan lascondiciones impuestas por la topografía.

Excavaciones recientes han permitido localizar partedel trazado de la muralla, que podría datarse igualmen-te en época fundacional 7. El hallazgo confirmaría lareferencia a la construcción o reforma de un murum quecontiene una inscripción recogida en el siglo XVII yactualmente perdida 8. Por el contrario, la ciudad parececarecer de ciertas infraestructuras en su fase inicial. Lasalcantarillas de algunos cardines minores, por ejemplo,se incorporan en un momento inmediatamente posterior-mediados del siglo I a.C.- en relación con una modifi-cación de la anchura de algunas vías.

A pesar de los progresos en el conocimiento arqueo-lógico de la ciudad, subsisten algunos problemas en rela-ción con las características de la trama ortogonal y con laevolución de la ocupación. En lo que respecta a la prime-ra cuestión, la distribución de algunos cardines y decu-mani llevó, en un primer momento, a proponer la hipóte-sis de un único módulo de planta cuadrada y 35 m. deanchura, que parece bastante bien definido en la zonapróxima al cruce entre cardo y decumanus maximus 9.Sin embargo, excavaciones recientes en el sector orientalde Iluro han permitido localizar cardines que no respetanesta modulación 10. Estos problemas se advierten en otrosespacios periféricos, si bien en relación a la presencia deconstrucciones posteriores. Esta situación sugiere laexistencia de insulae de diverso tamaño, que podrían res-

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5 Para la ciudad en la Hispania tardía: García Moreno,1977-78; Barral, 1982; Gutierrez, 1993 y 1996; Giralt, Tuset,1993; Fuentes, 1999; Gurt, 1999 y 2000-2001; Díaz, 2000; laforma y función de la ciudad tardía son analizadas en variasobras colectivas: Brogiolo, Ward-Perkins, 1999; Brogiolo,Gauthier, Christie, 2000

6 Reconstrucción del urbanismo en Cerdà et al., 1997, vol.I: 256ss.; novedades en Cela, García Roselló, Pera, 2003;planteamientos diversos sobre la fundación en: Gusi, 1976;Clariana, 1994a-b; Arxé et al. 1986; Olesti, 1995: 331ss.

7 Cela, García Roselló, Pera, 2003: 24-25.8 IRC I, núm. 104; propuestas sobre el trazado y dimen-

siones del recinto en: Ribas, 1952: 91; id., 19882: 118-120;id., 1981; Cerdà et al., 1997, vol. I: 263.

9 Cerdà et al., vol. I, 1997: 261.10 Cela, García Roselló, Pera, 2003: 23.

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Figura 2. Parcelario del centro histórico de Mataró (arriba). Situación de los sectores conocidos de Iluro y restitución hipotética dela trama urbana (sobre la base de Cerdá et alii, 1997 actualizado en Cela; García; Pera, 2003).

ponder a otros módulos, o un uso diverso del espaciopara solucionar los problemas derivados de encajar laestructura urbana en el emplazamiento escogido 11. Dehecho, se ignora casi por completo cómo se organizó laperiferia. Algunas evidencias hacen pensar que los secto-res norte y oeste presentarían una menor ocupación res-pecto a la zona próxima al cruce entre cardo y decuma-nus maximi; es posible, incluso, que algunos lugares per-manecieran desocupados hasta un momento avanzado (s. I-II d.C.). Dado que la trama viaria responde a épocafundacional -y parece lógico pensar que se organizó todala superficie de la ciudad en un mismo momento-,esta situación sugiere que la creación del asentamientopreveía futuras necesidades de crecimiento.

El área periurbana, separada de la ciudad por torren-tes, fue ocupada parcialmente por enterramientos; enespecial, el sector que correspondería al final del decu-manus maximus y la salida suroeste de la ciudad, dondela calle se prolongaría como via exterior 12. No se puedeprecisar el momento en que se inicia esta ocupaciónfuneraria, ni la organización y evolución del espacio oespacios cementeriales. De esta zona procede la conoci-da inscripción IRC I, núm. 101 datada en el siglo I d.C.Las últimas excavaciones han aportado nuevas eviden-cias de uso desde el siglo II d.C. hasta un momentoindeterminado que se situaría entre los siglos IV y V.

Hacia finales del siglo I a.C.-inicios del I d.C. se pro-ducen algunas actuaciones arquitectónicas importantes,públicas y privadas, que afectan a toda la ciudad. En esteconjunto de actuaciones, destacan, en primer lugar, algu-nas construcciones monumentales de las que existe cons-tancia arqueológica o epigráfica y que responden clara-mente a las necesidades materiales e ideológicas de unacomunidad cívica. Especialmente importantes son las ins-cripciones relacionadas con la sistematización de un espa-cio público y sus edificios: IRC I, núm. 214, que mencio-na un [—-FO]RVM o [—-HYPAET]RVM, quizá dedica-do por [SEVIRI] AVGVST(ales), e IRC I, núm. 216, queconserva parte de una fórmula relacionada con la cons-trucción o reconstrucción de un monumento. La cronolo-gía de ambas se situa en el primer tercio o la primera mitaddel siglo I d.C. Otro texto menciona un posible [BALI-NEUM PVB]LICVM (IRC I, núm. 215). La inscripciónincluye además la mención ILVRONENS(ium), que con-firma la existencia y actuación consciente de un ordo localen época augustea o durante la primera mitad del siglo Id.C. Tanto estas inscripciones como algunas dedicatoriasa divinidades realizadas por seviri augustales, proceden de

la zona de la actual Basílica de Santa María, que ocupa elpunto más elevado de la ciudad romana y que fue ocupa-do posteriormente por un campo de silos y un cementeriocristiano. La concentración de epigrafía pública y la pos-terior reutilización funeraria sugieren que aquí se localiza-ba la vida administrativa y religiosa de la ciudad 13.

En lo que respecta a la arquitectura privada, se fechaen época de Augusto la construcción de las domus dePlaça Gran y Carrer de La Palma 14. Los dos edificiospresentan la misma organización cuidadosa del espacioy de las funciones, basada en la construcción de unaplanta articulada por un peristilo y en un programa orna-mental que combina pavimentaciones en opus signinumy spicatum. Las dimensiones debían ser notables, ya queambos parecen ocupar gran parte de una insula. Estos yotros posibles edificios señoriales se situan en la zonaoriental del decumanus maximus, junto al centro políti-co 15. La parte alta de Iluro se configuraría, así, comoespacio múltiple de actividad y representación de la élitelocal, en tanto que aquí parecen confluir vida política,poder social y residencia.

Las transformaciones del paisaje urbano podríanrelacionarse con la promoción jurídica de la comunidad.Iluro se incluiría en la categoria de Municipium c. R.; enese sentido han de interpretarse la inclusión entre losoppida c. R. del litoral de la Hispania Citerior (Plin. NH3.4.22) y las evidencias epigráficas que mencionan ins-tituciones municipales. En concreto, la inscripción CILII 4616=IRC I, núm. 101, que alude a un duo vir quin-quennalis. El momento de concesión de este estatuto esuna cuestión debatida pues las fechas propuestas oscilanentre Augusto y los flavios. La datación flavia, general-mente admitida, ha sido cuestionada por Alföldy (1985:416-417), quien propone una fecha augustea frente a laopinión de, entre otros, Le Roux 16.

La importancia de los cambios obliga a preguntarse,en primer lugar, si pueden ser considerados como partede una sistematización general determinada por un pro-grama urbanístico. Cuestiones derivadas de la anteriorson si el posible programa se ejecutó realmente en todasu extensión y quienes fueron sus promotores. La proxi-midad cronológica de las inscripciones y el significadosimbólico y material de estas construcciones para la vidade la comunidad sugieren que se trata de una actuaciónurbanística global. Pero el valor de tales argumentos esrelativo, ya que no conocemos las jerarquías y el funcio-

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11 Situación similar en Baetulo: Guitart, 1976: 231ss.;Padrós 1985a: 88.

12 Pellicer, 1887: 253-254; Bonamusa, 1972; SAMM 1977:25-27; Ribas, 1952: 88; id. 1975: 70-71; id. 19882: 132ss.;Cerdà et al., 1997, vol. I: 263; Jiménez, 1996.

13 Cerdà et al., 1997, vol. I: 265ss.; desarrollado en Cela,Revilla, 2004.

14 Martí, Arxé, Cerdà, 1982-1983; Clariana et al., 1993 yCela, García Roselló, Pera, 2003: 34 respectivamente..

15 Pellicer, 1887: 239; Ribas, 1952: 90.16 1985; discusión del documento en IRC V, suppléments,

23-24.

namiento de la sociedad local y, por tanto, cuáles eran lacapacidad económica y las necesidades de los promoto-res. De hecho, la construcción de estos edificios tambiénpudo responder a un proceso más lento y ser el resultadode iniciativas individuales y menos coordinadas por elordo local. La ejecución de estas obras podría dar igual-mente la apariencia de una actuación programada.

Es difícil precisar cómo se integraron estos cambiosen la estructura urbana republicana y hasta qué punto lamodificaron. Las dimensiones y la función de las nuevasconstrucciones tuvieron que imponer forzosamente unareorganización del espacio y una articulación más rigu-rosa de las actividades; pero las evidencias de cambiosen la arquitectura son escasas y ambiguas. También seconstata el abandono de algunos edificios, pero noqueda clara su relación con este proceso, como es elcaso del posible macellum, aunque su abandono seaalgo anterior. En este contexto, el sector sur del cardomaximus parece reforzar la función económica atribuidadesde la fundación con la reforma de algunos espaciosdedicados al comercio y los servicios (Cela, Revilla,1999). En todo caso, el principado de Augusto y, demodo más general, la primera mitad del siglo I d.C.parece ser el momento en que se define una estructuraurbanística relacionada con el funcionamiento de unacomunidad cívica.

Durante el siglo I d.C. se producen reformas en edi-ficios privados y comerciales que han de interpretarsecomo efecto de las reparaciones o de la adaptación deestructuras ya existentes a cambios de función puntua-les. Tales reformas no alteran el paisaje urbano. No eshasta finales del siglo I d.C. y durante el II cuando sedetecta un conjunto de cambios importantes en el regis-tro arqueológico. Con todo, su significado es difícil deinterpretar, ya que son de carácter muy diverso, no res-ponden a intervenciones globales y afectan de formamuy diferente a la arquitectura, especialmente la deámbito doméstico. En apariencia, la modestia materialde los cambios haría pensar en procesos normales dereforma y conservación vinculados al mantenimento delos espacios residenciales y las infraestructuras relacio-nadas con los servicios colectivos; y, en efecto, algunosde ellos pueden revestir este caracter. Sin embargo, laconsideración global de los restantes indica un caráctery un ritmo de desarrollo diferente respecto a las actua-ciones puntuales ya indicadas.

Las transformaciones más numerosas afectan a laarquitectura privada. Un primer grupo está constituidopor las reformas de pequeños espacios domésticos y porla desaparición de gran número de alcantarillas domés-ticas. 17 En segundo lugar, las domus conocidas experi-mentan transformaciones muy importantes que se con-

cretan en expolios de elementos arquitectónicos o deco-rativos y en la construcción de nuevas estructuras, en lashabitaciones o los peristilos, que deforman la clara arti-culación inicial entre residencia, representación y otrasactividades 18. La simplificación de los programas técni-cos y ornamentales y la modificación del espacio pare-cen indicar la desaparición de tales domus como formade residencia para la élite local; pero estos lugaressiguen ocupados con posterioridad. Esta situaciónsugiere un cambio de función. El sentido y las caracte-rísticas de este cambio se pueden apreciar en las vicisi-tudes que experimentan algunas domus de la cercanaBaetulo, en las cuales se construyen instalaciones pro-ductivas a finales del siglo I-inicios del II 19. Por elmomento, no se puede establecer si estos cambios indi-can la desaparición general de la arquitectura privadaseñorial en Iluro.

También fueron reformados algunos edificios delsector sur del cardo maximus, aunque el sector mantuvosu función económica. Durante el primer cuarto delsiglo II la zona oriental de una insula, ocupada anterior-mente por una taberna, se divide en dos pequeñas uni-dades artesanales dedicadas, respectivamente, a la pro-ducción de objetos de hierro y de materiales constructi-vos (Cela, Revilla, 1999); hacia finales del siglo I o ini-cios del II se reforma un edificio muy cercano y se cons-truyen dos grandes depósitos en opus signinum queparecen funcionar hasta los siglos IV-V 20. Un hecho másimportante es la construcción, en época flavia, de unedificio de grandes dimensiones y con una probable fun-ción termal al este del cardo maximus. Sus dimensionesy organización, mal conocidas por falta de una excava-ción adecuada, parecen alterar la estructura viaria y elalcantarillado de uno de los cardines orientales; comomínimo en su tramo final 21.

Este conjunto de cambios podría relacionarse conuna progresiva restructuración de la parte alta de la ciu-dad, donde se levanta una construcción de grandesdimensiones, quizá un pórtico, en un momento indeter-minado de los siglos II-III (IRC V, suppléments, 47ss.).

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17 Cerdà et al., 1997, vol. I.

18 Martí, Arxé, Cerdà, 1982-1983: 290; Clariana et al., 1993;Cela, García Roselló, Pera, 2003: 34.

19 Padros, 1985b: 155; Aquilué, 1987; abandonos y reocupa-ciones modestas de domus de Cartagena, a partir de la segundamitad del siglo II y asociados a destrucciones, en Ramallo, Ruiz,2000: 314; para Tarragona: Macias, 2000: 260ss.; Remolà,2000a: 22-23 y 291; para Empúries: Castanyer et al., 1993: 191.

20 Su uso concreto se desconoce (Cela, García Roselló, Pera,2003: 23 y 29).

21 Resumen de las excavaciones de 1964-1968, 1970 y 1987en Pera, 1992: 5ss.; además Cerdà et al., 1997, vol. I: 259; ellugar presenta problemas de cronología e interpretación impor-tantes y es difícil situar su funcionamiento en el contexto de laevolución de la vida urbana.

Un dato revelador es que la base de una columna de estaestructura reutiliza fragmentos de las inscripciones per-tenecientes a los primeros edificios del forum (IRC I,núms. 214, 216-217). Este hecho indica la desaparicióntotal y temprana de una parte significativa del programamonumental de Iluro. Es posible, incluso, que algunosde los edificios dedicados en estas inscripciones no sehubiesen finalizado nunca y que esto facilitase la recu-peración de materiales arquitectonicos. En todo caso, nose puede precisar el tipo de actuación y las necesidadescon las que se relaciona esta nueva construcción: ¿unareforma o reorganitzación del espacio público ya exis-tente? ¿Una obra nueva? Y, de ser así, ¿cómo se relacio-naría con los edificios anteriores? Tampoco la cronolo-gía es muy precisa.

La situación de los siglos II-III d.C. no responde auna actuación global, si no que parece el resultado de undesarrollo lento en el que confluyen iniciativas muydiversas, en gran parte privadas, que se ejecutarían aritmo distinto; dicho de otra forma, estas iniciativasmuestran el proceso de adaptación de una comunidadurbana de pequeñas dimensiones, limitada a los recursosdel territorio cercano, sin las aportaciones de evergetasimportantes -por lo que podemos saber- y a condicionessocioeconómicas en mutación continua. Son, por lo tantoy en primer lugar, la expresión de una situación local. Esinteresante señalar que ciudades próximas y de caracte-rísticas semejantes, como Baetulo, experimentan trans-formaciones importantes desde época flavia 22. Esta situa-ción parece apreciarse también en otras ciudades roma-nas de Cataluña y esto lleva a interrogarse sobre la evolu-ción general de las pequeñas sociedades urbanas provin-ciales en esta época 23. No se puede interpretar este fenó-meno en términos de decadencia. Por el contrario, existela impresión de que Iluro, como otras ciudades, fue capazde adaptar su funcionamiento interno a nuevas condicio-nes socioeconómicas y culturales y, paralelamente, dereajustar su posición respecto al territorio, reorganizandoel conjunto de funciones administrativas, económicas eideológicas que había asumido como municipium.

Uno de los rasgos que define la situación de lossiglos II y III es lo que parece una mayor importancia deunas actividades económicas que se pueden definircomo de servicios (artesanado) y pequeño comercio,organizadas de modo prioritario para satisfacer las nece-sidades de la población local y del territorio inmediato.Se trata de necesidades ligadas a la vida cotidiana y laproducción, modestas y poco diversificadas. El inventa-rio de estas actividades incluye el trabajo de los metales,

el material constructivo y el procesado y venta de pro-ductos alimentarios. La mayoría de instalaciones son dedimensiones y tecnología sencillas. Estas característicasy las condiciones de la demanda sugieren que estas uni-dades de trabajo concentrarían los procesos de fabrica-ción y venta. La evolución de las actividades parecehaber conducido a una intensificación del uso de losespacios disponibles que desdibujaría progresivamentela estructura del antiguo sector comercial, como resulta-do de la invasión del cardo maximus por algunas insta-laciones y la compartimentación del interior de algunasinsulae, para acabar sobrepasando quizá sus límites.Este proceso pudo haberse desarrollado de modo para-lelo a la transformación de las funciones administrativay de representación que la ciudad ejercía respecto alterritorio. La mayoría de los cambios indicados sedetectan en la cercana Baetulo: ocupaciones de domuspor instalaciones productivas, en época flavia (Padros,1985b: 155); transformaciones de tabernae vinculadasal forum, abandonadas a finales del siglo I y cubiertaspor nuevos estratos en la primera mitad del II (Padros,1985a; Aquilué, 1987: 19, 205); colmatación de alcanta-rillas públicas en la primera mitad del II (ibid., 80 y 85);abandono de domus hacia el tercer cuarto del II (ibid.,111).

En términos generales, la situación de Iluro parecereflejar el abandono de unas formas de vida que preci-saban programas arquitectónicos y decorativos de granentidad: por un lado, las construcciones monumentalesque servían a la vida pública; por otro, la domus deperistilo. El abandono o transformación de estas cons-trucciones parece coincidir con cambios en la sociedadlocal. Pero las evidencias al respecto son muy escasas eindirectas. Se ha señalado, en este contexto, la impor-tancia que asumen los libertos en la vida local a partirde finales del siglo I y durante, como mínimo, la prime-ra mitad del II d.C.; un hecho que evidencia claramentela epigrafía, ya que prácticamente todas las inscripcio-nes del momento son de carácter religioso y están dedi-cadas a divinidades augusteas por libertos que desempe-ñan la función de sevir augustalis (inscripciones IRC I,núms. 97 a 100). Se trata seguramente de individuosenriquecidos que financiaron un ámbito importante dela vida cívica, la religión, pero de forma más modestaque en época augustea, ya que las actuaciones se refie-ren únicamente a aras y estatuas. No hay, por el contra-rio, evidencias de grandes construcciones (exceptuadoel edificio con columnas ya mencionado, pero de crono-logía y función imprecisa) y, aun menos, de un progra-ma global. Un problema especial lo supone la datacióndel programa musivario de las termas de Can Xammar,datado entre los siglos II y III, pero que podría corres-ponder a una actuación aislada (Pera, 1992: 30). Hayque decir que también algunas iniciativas urbanísticasimportantes de la primera mitad del siglo I d.C. parecen

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22 Guitart, 1976; Padros 1985a-b y 1999; Aquilué 1987.23 Cf. Castanyer et al., 1993; para Tarraco, que presenta una

situación diferente: Macias, 2000; a falta de estudios generalesdel fenómeno puede consultarse Guitart, 1993.

promovidas por libertos, como muestran las inscripcio-nes IRC I, núms. 214 y 216, mientras que los miembrosde la clase superior no aparecen claramente (cf. la refe-rencia al ordo iluronensium de IRC I, núm. 215). Lasituación del siglo II se caracteriza por la modestia delas actuaciones y por lo que parece una mayor presenciade libertos en un ámbito muy concreto: la religión. Tam-bién es significativo que las inscripciones religiosas delsiglo II mencionen siempre divinidades augusteas, loque parece indicar un deseo de trascender el marco localy vincularse a la administración imperial. También se hasugerido la actuación, o intereses, en el territorio delibertos importantes, como Lucius Licinius Secundus,accensus del senador Lucius Licinius Sura 24. En estecontexto, la presencia de miembros de los niveles socia-les superiores es escasa y difícil de valorar: IRC I, núm.103, hallada en la villa de Torre Llauder y que mencio-na un eques de Barcino conocido a inicios del s. II (C. Marius Aemilianus); la ya mencionada IRC I, núm.101 y la núm. 102, de un personaje desconocido, conuna cronología dudosa que algunos investigadores llevan al siglo II.

A pesar de la falta de datos sobre la evoluciónsocioeconómica del territorio, es factible pensar que loslibertos dedicantes de las inscripciones ocuparon unaposición dominante en la sociedad de Iluro como resul-tado de una combinación de actividad económica autó-noma y la representación de los intereses locales de laaristocracia de Barcino, Tarraco y otras ciudades. Estacombinación llevaría a asumir una función de interme-diación entre una ciudad y la aristocracia provincial o losrepresentantes del poder imperial en la zona. Su posicióndebió favorecer una aparición relativamente frecuente enla vida pública mediante ciertas iniciativas. Sería excesi-vamente simplificador, por tanto, hablar de empobreci-miento de la comunidad de Iluro por el simple hecho dehallar a otros individuos en la posición de evergetas;tampoco puede pensarse en un cambio del orden social.Se trata, por el contrario, de una reorganización de lasjerarquías locales motivada por factores diversos. Nodeja de ser significativo que sean siempre libertos quie-nes aparecen en la vida pública desde finales del siglo Id.C.-inicios del II y que sea en este momento cuando sedatan las únicas menciones a patroni conocidas en elmunicipio (IRC I, núms. 98 y 105; además de IRC I,núm. 125). Como hombres de confianza de familiasimportantes, y por su éxito, estarían en mejores condi-ciones para asumir un mayor protagonismo público; unprotagonismo indispensable para consolidar su promo-ción y la carrera de sus descendientes.

En este contexto social, los escenarios y edificios enlos que se desarrollaba la actividad pública debieronexperimentar modificaciones profundas. La promociónde nuevos individuos entre el grupo dirigente local, conunas posibilidades económicas, expectativas de carreray cultura diferentes respecto a la élite de la primeramitad del siglo I d.C., debió de generar unas necesida-des de autorrepresentación específicas y las iniciativaspromovidas por tales personajes en relación al funciona-miento de la vida de la comunidad debíeron de cambiarde modo significativo; pero no estamos ante una crisisgeneral. En este sentido, son reveladoras las transforma-ciones de las domus: mientras que estas son expoliadaso reconvertidas a actividades productivas en el siglo II,algunas villae suburbanas mantienen plenamente losrasgos de la arquitectura residencial encargada por laélite. En el caso de la mejor conocida, Torre Llauder, afinales del siglo II o inicios del III se produce unareconstrucción general, que incluye un programa musi-vario muy complejo (Prevosti, Clariana, 1993 2: 15). Laevolución divergente de la arquitectura residencial urba-na y rural, aun más significativa si puede relacionarsecon la presencia de equites de Barcino a partir de iniciosdel siglo II, podría indicar una cierta relajación, resulta-do del alejamiento, de las relaciones entre ciertas fami-lias aristocráticas y la ciudad de Iluro.

3. LA DEFINICIÓN DE UN NUEVO HÁBITAT:ILURO ENTRE LOS SIGLOS IV Y VII D.C.

Durante la antigüedad tardía el antiguo municipium,o una parte del mismo, permaneció ocupado de formaestable. El registro estratigráfico y los datos materialessugieren que esta ocupación se prolongó hasta unmomento impreciso del siglo VII d.C. (Cela, Revilla,2004). La arqueología permite rechazar las reconstruc-ciones catastrofistas que mantenía la historiografía localhasta época reciente y muestra, por el contrario, unaimagen más compleja del hábitat en la antigüedad tar-día 25. Este hábitat se integra en el contexto de una pro-funda tranformación de la topografía, el espacio y laarquitectura de la ciudad altoimperial. En este sentido,parece haber una diferencia de naturaleza entre la situa-ción de Iluro hasta el siglo IV y quizá las primeras déca-das del V, que podría definirse como de continuidad delmodelo urbano, con unos límites materiales e ideológi-cos evidentes, y la ocupación de los siglos VI-VII (Cela,Revilla, 2004: 407ss.). El ritmo y entidad de los cam-bios no fue determinado por acontecimientos político-

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24 La inscripción IRC I, núm. 125, localizada en S. Andreude Llavaneres, al norte de Barcino, podría indicar la existenciade una propiedad en la zona.

25 La decadencia como tema en: Pellicer, 1887: 373ss.;Ribas, 1988 2: 194, 202ss.; id. 1975: 17, 29, 35ss; para el tras-fondo cultural de esta historiografía Cela, Revilla, 2004: 21ss.

militares, si no que resultan de la convergencia entrefactores generales (la evolución socioeconómica y cul-tural del mundo mediterraneo) y la situación local 26. Lacuestión principal no es, en consecuencia, comprobar lacontinuidad del hábitat en el espacio que correspondíaal antiguo municipio, sino definir la naturaleza exactade unos procesos de ocupación que presentan rasgosparticulares y los factores que los determinan.

La primera dificultad que plantea este objetivo pro-viene de la propia documentación arqueológica. Lasexcavaciones han aportado un volumen de evidenciamuy importante, pero difícil de interpretar. En primerlugar, como resultado de las condiciones en que se des-arrolla la práctica arqueológica en Mataró (como enotras ciudades), los sectores excavados, con pocasexcepciones, son de dimensiones reducidas y aportansecuencias estratigráficas limitadas, con problemas deconservación a partir de los siglos IV y V. Además, lasestratigrafías identificadas están aisladas y no se puedeestablecer si son el reflejo de situaciones específicas osi, por el contrario, indican procesos de carácter másgeneral.

En segundo lugar, la evidencia recogida en las últi-mas décadas corresponde de forma casi exclusiva a dosfenómenos distintos. Por un lado, un conjunto de estra-tos de nivelación que se concentran en la zona del cardomaximus, cubriendo esta vía y los edificios adyacentes.Su importancia es evidente, pero no es fácil determinarel ritmo y sentido de estas actuaciones, ya que ocupanun periodo de tiempo bastante amplio (la segunda mitaddel siglo V y el primer cuarto del VI) y apenas se acom-pañan de evidencias constructivas que permitan imagi-nar cómo se organizó el espacio y a qué necesidades serespondía. Algunas actuaciones podrían responder a ini-ciativas particulares; otras podrían resultar de unaacción más sistemática, quizá planificada, sobre espa-cios definidos (Cerdà et al., 1997, vol. II: 123ss.; nuevasevidencias y revisión en Cela, Revilla, 2004: 45ss.). Lasimplicaciones de la segunda posibilidad para definir lanaturaleza del asentamiento, en términos de ritmo yorganización de esfuerzos, son importantes. Tampoco sepuede excluir la existencia de iniciativas distintas dentrode un proceso general de cambio. Finalmente, no esfácil precisar la relación entre los depósitos del cardo yotras acciones en lugares cercanos; por ejemplo, la posi-ble vinculación con la evolución del espacio del forum;y más concretamente, con la constitución y abandonoposterior de un conjunto de silos (Plaza de Santa María),así como con un pequeño conjunto de inhumaciones(Plaza del Fossar Xic), que parecen corresponder a la

fase inicial de un cementerio cristiano constituido den-tro de la antigua ciudad. El segundo fenómeno estárepresentado por un conjunto de fosas excavadas duran-te el siglo VI que fueron colmatadas en diversosmomentos de la misma centuria o a inicios de la siguien-te. Estos depósitos aportan una imagen muy rica de lacultura material del periodo, pero también limitada, yaque se trata de vertederos domésticos no especializados.Su formación y composición indican, ante todo, los pro-cesos de vida cotidiana y producción de unidades fami-liares. Tampoco es posible, por el momento, relacionarlos vertederos con estructuras arquitectónicas.

La mayor parte de datos disponibles en la actualidadse concentra en el centro de la ciudad, en el cruce entrecardo y decumanus maximi, así como en la zona norte yoriental, donde se situan las domus conocidas y elforum. En todo este espacio se aprecian cambios mate-riales y de función que provocarán una transformaciónradical del paisaje y que definen una nueva relación delhábitat con la estructura urbanística anterior. El hechode que las transformaciones afecten especialmente aestas zonas no parece casual (cf. Gurt, 1999 y 2000-2001). Pero esta concentración de la evidencia tambiénpodría crear una imagen distorsionada de la evolucióndel hábitat en Iluro y dar, por ejemplo, la impresión deque la ciudad experimentó simplemente un proceso decontracción de la superficie ocupada. Esta posibilidadno se puede excluir, pero de confirmarse tan sólo seríauno de los factores que caracterizan un proceso másamplio. Como muestra la situación de otras ciudadeshispanas, las transformaciones afectan globalmente elinterior de los recintos urbanos y el área del suburbio,pero con ritmos y efectos diversos que crean un paisajenuevo definido por el policentrismo y la fragmentaciónde las tramas urbanas ortogonales que habían organiza-do el espacio urbano de modo regular (Gurt, 2000-2001:444.; Cantino-Wataghin, 1999: 153-154).

El primer fenómeno a destacar son los cambios queafectan el urbanismo y, más concretamente, la retículaortogonal y la estructura viaria. Estos cambios son indi-sociables de la evolución de la vida local e indican sudinamismo. Ya se ha indicado que la ciudad fue modifi-cando su urbanismo inicial desde el mismo siglo I a.C.y que este proceso continuó durante los siglos I y II d.C.,pero sin alterar la organización global. Esta estructuradebió de mantener su utilidad hasta un momento impre-ciso del siglo V (¿mediados?); por lo menos en lo quehace al cardo maximus, donde se han identificado repa-raciones de la alcantarilla principal durante el siglo IV yun estrato que amortiza un sector de la calle a finales delsiglo IV-inicios del V. Muy cerca, en el cruce del cardocon un decumanus secundario, la acera fue reformadaen ese mismo momento. La calle y el edificio situado aoccidente fueron cubiertos por un estrato de destrucciónque se data algo después (Cela, Revilla, 2004: 50 y 74).

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26 La diversidad de líneas de evolucion del fenómeno urba-no se destaca en: Brogiolo, Ward-Perkins 1999; Brogiolo, Gau-thier, Chriestie, 2000.

No se dispone de otras evidencias entre este momentoy los estratos que amortizan definitivamente el cardomaximus y que se datan en la segunda mitad/finalesdel siglo V-primer tercio del VI (ibid., 163ss.). Laconstitución de estos estratos confirma la eliminaciónsimultania de la vía y de las construcciones que ladelimitaban, lo que supuso la desaparición absoluta deuna parte importante de la organización urbanísticaoriginal.

Por ahora, no se puede establecer qué sucedía con-temporáneamente en las vías restantes. Es posible queuna parte se mantuviera en uso, mientras que otros tra-mos serían invadidos y la circulación interrumpida. Dehecho, ya en el siglo II existe constancia de construccio-nes porticadas en la zona sur del cardo maximus quemuestran que la invasión de los ejes viarios no es unfenómeno exclusivo de época tardía (cf. Gurt, 2000-2001: 445ss.; id. 1999: 65-66). Es probable que víasprincipales y secundarias siguiesen una evolución dife-rente y que algunos cardines y decumani minores, demenor importancia, o situados en zonas periféricas, fue-sen ocupados muy pronto. En todo caso, el proceso dedesaparición de la mayoría de vías ha finalizado haciafinales del siglo V-inicios del VI, como demuestra la dis-tribución de las escasas construcciones que se levantansobre estratos de esta cronología, de hasta un metro deespesor y que cubren totalmente los edificios antiguos.Igualmente, algunas construcciones identificadas en laPlaza de l’Ajuntament parecen invadir un cardo minorinterrumpiendo totalmente la circulación 27. A lo largodel siglo VI, se excavaron las fosas ya mencionadas,ocupando indiferentemente vías y espacios domésticos(Cela, Revilla, 2004: 251ss.).

Simultaneamente, otras vias de la trama originalparecen haber sido conservadas y desviadas. Este hechose aprecia en el decumanus maximus, que se desplazóhacia el norte aproximadamente a medio camino de surecorrido, en el punto más cercano al forum de la ciu-dad. La alineación de las actuales calles de Baixada deSant Simó (que mantiene hoy día la orientación origi-nal), Beata María y Carrer Nou parece fosilizar elnuevo itinerario. No se puede establecer la cronologíade este cambio que, en cualquier caso, debía ser elresultado final de un proceso prolongado, y tampoco losmotivos 28. El fenómeno se podría relacionar con latransformación que experimentó el espacio actualmen-

te ocupado por la basílica y Plaza de Santa María y conun nuevo uso comunitario (vid. infra). Un hecho rela-cionado con los cambios en la organización del espacioes la elevación general de la topografía del hábitat. Estefenómeno se detecta en numerosas ciudades tardías yno se puede atribuir simplemente a destrucciones 29. Enel caso de Iluro, las aportaciones se concentran en elsector sur del cardo maximus y afectan a un espacioimportante, ya que se detectan en puntos separadoshasta 100 m. entre sí, cubriendo todas las estructurasanteriores y cancelando la antigua distinción entrecalles o espacios abiertos y edificios.

La transformación del antiguo espacio urbano afectóespecialmente a las infraestructuras públicas que utiliza-ban la red viaria; en particular, el alcantarillado. Unaparte de este, en la confluencia entre cardo y decumanusmaximus, se había abandonado ya a finales del siglo III-inicios del IV (Cerdà et al., 1997, vol. I: 256ss.). Por elcontrario, el tramo sur de la misma alcantarilla seguíafuncionando después de una reforma que se data en elsegundo cuarto-mediados del siglo IV. Esta infraestruc-tura ha seguido conduciendo agua hasta época contem-poránea; pero se trata seguramente de un funcionamien-to casual, ya que no se han identificado aquí las actuacio-nes de reforma o las reconstrucciones tardías de infraes-tructuras que se conocen en otras ciudades (Gelichi,2000: 16-17). Es importante señalar que la desapariciónde las infraestructuras de desagüe es un proceso que seinicia muy pronto, durante el siglo II, y que se desarrollaen el contexto de la continuidad, transformada, del anti-guo urbanismo hasta el siglo V (para otras ciudades deHispania: Gurt, 2000-2001: 445). La transformación delalcantarillado, en realidad, se relaciona con la dinámicaque sigue el municipio imperial. La constitución delhábitat de los siglos VI-VII parece ser independiente delas posibilidades que tales infraestructuras podían ofre-cer todavía; como es el caso de algunas ciudades de Ita-lia (La Rocca Hudson, 1986: 64-65 y 70; Brogiolo,1989: 313ss.; Gelichi, 2000: 16ss.). La ruptura entre lasituación del siglo IV y el nuevo hábitat parece, en estesentido, más radical en Iluro que en otros lugares. Estehecho puede responder a la desaparición de algunas delas funciones materiales e ideológicas de la ciudad y aotros factores (problemas económicos o una reducciónde la población, por ejemplo) durante los siglos III y IV,lo que haría inútil y costoso el mantenimiento de algunosde los servicios propios de una ciudad clásica.

Otro fenómeno importante en la Iluro tardía es lareorganización de las actividades productivas y las fun-ciones ideológicas que concentraba el lugar y, en relación

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27 Estas construcciones se han datado, sin demasiadas garan-tías, en el siglo V (Arxé et al., 1986: 80-81); una propuestasobre el sector, que podría ser modificada por nuevos hallazgos,en Cerdà et al., 1997, vol. I: 256ss., esp. 262.

28 Cerdà et al., 1997, vol. I: 264-265, mencionan la posibili-dad de una actuación medieval o, más probablemente, anterior;para las pervivencias medievales y modernas de la ciudadromana: ibid., 270ss.

29 La Rocca Hudson 1986: 70ss.; para Hispania Fuentes,1999; Gurt, 2000-2001: 449-450; para Baetulo: Padros, 1999:90.

con ello, la redefinición de sus relaciones mutuas. Estecambio supone una restructuración del espacio y la crea-ción de nuevos emplazamientos. El desarrollo del proce-so y los rasgos que lo caracterizan muestran algunos delos principios materiales e ideológicos que inspiran lasnuevas formas de organización de la vida de la comuni-dad. En un momento mal definido, pero que se situaría enel siglo IV, una parte de la superficie del antiguo forumfue ocupada por silos. La pésima conservación de estasestructuras impide precisar sus dimensiones y la organi-zación del sector y no se puede establecer ni la capacidadde almacenamiento ni la posible presencia de instalacio-nes de transformación 30. Tampoco se ha podido conocerla duración total de la ocupación y los escasos rellenos desilos datados aportan cronologías de segunda mitad desiglo IV y finales del V-inicios del VI. También ha apare-cido silos que aportan dataciones de los siglos III/IV,pero son poco fiables (Cela, Revilla, 2004: 326-327).Con todo, es evidente que la invasión de un antiguo espa-cio de representación por ciertas actividades económicasconstituye un fenómeno de gran importancia.

Las actividades económicas (artesanales y comercia-les) que ofrecía el municipio del alto imperio se locali-zaban en espacios periféricos, segregadas respecto a lavida política y social. Pero a la vez, la economía se inte-graba perfectamente en la trama urbana y su arquitectu-ra. La situación se modifica en parte durante la primeramitad del siglo II, como muestran las reformas del sec-tor sur del cardo maximus ya mencionadas. La constitu-ción de una zona de almacenamiento en la zona delforum supone una situación nueva, de hecho, una autén-tica sustitución de las funciones, que conduce a la modi-ficación de la organización espacial anterior. Esta trans-formación del centro cívico corresponde a una faseavanzada del proceso de desaparición de la forma devida municipal; si es que no indica el final de este pro-ceso. Un problema importante es el ritmo del fenómeno,ya que, paralelamente, existen evidencias de manteni-miento de infraestructuras y de la red viaria. La coinci-dencia de estos factores permite calificar el periodo quecubre el siglo IV (quizá desde finales del III) y las pri-meras décadas del V como un momento clave de trans-formación de la ciudad y demuestra que el proceso nosiguió un desarrollo lineal, ya que coexisten iniciativasdiversas (reparaciones, expolios y reocupaciones) yestas actuaciones parecen afectar de forma diversa losespacios y edificios de la ciudad en función de su utili-dad para la vida colectiva (fig. 3).

Tampoco es casual que no se trate de una actividadcualquiera: el centro de la antigua ciudad sirvió, ante

todo, para almacenar excedentes; no se han localizadootras fases del proceso productivo agrícola, aunque nose pueden excluir la existencia de actividades de proce-sado; y todavía menos actividades no-agrícolas. No sepuede evaluar la capacidad de almacenaje del lugar, yaque quizá no todos los silos funcionaron de formasimultánea y otros pueden haber desaparecido; pero noparece tratarse de un fenómeno de poca entidad, ni deuna concentración casual de depósitos privados. Laconstitución de esta zona de almacenamiento pareceresponder a unas necesidades comunitarias de control yredistribución de una parte del excedente agrícola confines diversos: consumo local; fiscalidad; inserción encircuitos de intercambio por venta directa o salida comorentas. En esta situación habrían intervenido los podereslocales mediante mecanismos diversos que no se puedendeterminar (rentas, contribuciones). La concentraciónde excedentes agrícolas en Iluro indicaría que ésta toda-vía mantenía una posición central respecto al territorio,sustituyendo la anterior función administrativa por elcontrol de una fase fundamental de los procesos de pro-ducción. La potenciación de la función agrícola, parale-la a la desaparición de la rígida organización ortogonal,muestra tambien que la antigua distinción entre campoy ciudad (ésta, entendida como lugar de cultura y resi-dencia de élites) está perdiendo su sentido.

Igualmente importante, por lo que respecta a la orga-nización de la vida colectiva, es la creación de áreasfunerarias en el interior de Iluro 31. La más importante sesituó en el espacio que había correspondido al antiguocentro político (fig. 4). El cementerio ocupa una super-ficie mínima de 8000 m2, entre las actuales plazas deSanta María y del Fossar Xic, que en época medieval ymoderna mantuvieron esta función funeraria, y seextiende al norte. Hasta el momento se han localizadounas 40 inhumaciones que presentan un ritual bastanteuniforme, a pesar de las marcadas diferencias de tipolo-gía y técnica constructiva que caracterizan los enterra-mientos. Con excepción de cuatro casos, todos los ente-rramientos se orientan en sentido O-E, con la cabecerahacia el Oeste. En ninguno de ellos se han recogidoofrendas y tampoco hay evidencias de elementos orna-mentales. La mayoría de estructuras, con la excepciónde algunos panteones verticales y uno horizontal,corresponde a inhumaciones individuales. Las pocascronologías disponibles, relacionadas con estructuras ydepósitos afectados por las tumbas, se sitúan en lossiglos V e inicios del VI; pero es muy probable que algu-nos sectores de esta zona fueran utilizados ya en unmomento anterior. Es el caso de un conjunto de tumbasde tegula en el Fossar Xic, que se situarían en los siglosIV-V. Otros sectores, por el contrario, podrían haber

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30 La asociación de silos, depósitos y prensas ha sido biendocumentada en algunas aglomeraciones rurales situadas en ellitoral de Barcelona (Morer, Rigo, Barrasetas, 1997: 90ss.). 31 Un análisis global en Cela, Revilla, 2004: 315ss.

continuado en uso hasta finales del VI y durante el VII.Las diferencias de datación y tipología sugieren unaevolución en la ocupación del espacio disponible, aun-que el proceso no se puede reconstruir totalmente (Cela,Revilla, 2004: 315-316). Esta ocupación ignora total-mente la estructura urbanística original.

Los casos de conversión de espacios públicos y priva-dos en zonas de uso funerario son numerosos y muestrandiferencias relacionadas con la evolución de la vida colec-

tiva de cada lugar 32. Así, en Iesso (Guissona), este nuevouso afecta a una zona originalmente ocupada por vivien-das (Pera, 1996-97). En un sentido diferente, parte de la

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Figura 3. Distribución de los silos y de las fosas tardías sobre la antigua ciudad romana. Se indica en línea gruesa la orientación delos posibles ejes viarios tardíos.

32 Factores y significado de este tipo de fenómenos en Can-tino-Wataghin, 1999; para Roma: Meneghini, SantangeliValenziani, 1993; Meneghini, 2003: 1055; para Hispania: Gurt,1999: 73; id. 2000-2001: 462; Castellanos, 2000, destaca laimportancia del culto a los mártires.

neápolis ampuritana, ya deshabitada, fue ocupada por uncementerio que fue utilizado por la población de la cerca-na Sant Martí d’Empúries entre los siglos IV y VIII (Nolla,Sagrera, 1995). En el caso de Pollentia, la zona que corres-ponde a la necrópolis es el forum y la transformación sedata a inicios del siglo IV d.C. (Arribas, Tarradell 1987:135-136). En Tarragona, por el contrario, los cementeriosse sitúan y organizan en la periferia de la ciudad, en tornoa los centros de culto, mientras que en el interior los ente-rramientos están dispersos, ocupando edificios públicosanteriores (Gurt, 2000-2001: 462-463). Es imposible pre-cisar los factores que determinaron la elección del lugar,

pero el caso de Iluro parece responder, como en tantas ciu-dades, a las facilidades asociadas a la existencia de unespacio libre de construcciones y con poca densidad resi-dencial y que, por su caracter público original, sería sus-ceptible de un nuevo uso comunitario. El temprano aban-dono o restructuración de la zona, incluidas las domus cer-canas, habría facilitado el nuevo uso. Un problema pen-diente es el de la relación entre silos y necrópolis. El únicocaso en que ha sido posible establecer una relación estra-tigráfica directa entre silos y enterramientos ha mostradoque estos eran posteriores (Cela, Revilla, 2004: 327-328);pero esto sólo se aprecia en un sector del cementerio.

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Figura 4. Distribución de las tumbas conocidas de la necrópolis de Iluro (arriba) y de la necrópolis tardía (abajo), con los principa-les tipos de inhumaciones.

Por el contrario, es posible que las primeras inhumacionesen el Fossar Xic, relativamente distantes, fuesen contem-poraneas con el uso de los silos.

También se han localizado algunos enterramientostardíos que reutilizan espacios y construcciones de lanecrópolis altoimperial situada en el exterior de la ciu-dad, al Oeste (Cela, Revilla, 2004: 315-316). Su crono-logía exacta no se puede precisar, pero parecen situarseen los siglos IV y V. Tampoco se puede establecer si setrata de un espacio cementerial definido o de enterra-mientos esporádicos; pero en todo caso su uso parecehaber sido contemporáneo, por lo menos durante unperiodo, respecto al funcionamiento de la necrópolis deSanta María. Esta multiplicación de áreas de enterra-miento, incluidas lo que parecen inhumaciones disper-sas, y la reutilización funeraria de ciertos espacios yconstrucciones contribuyó a la desaparición definitivade la distinción entre ciudad y periferia 33.

A pesar de la modestia general, el cementerio deIluro muestra la existencia de diferencias sociales en lacomunidad; ejemplos de ello son una tumba cubierta porun revestimiento de opus signinum decorado con uncrismón y algunas inhumaciones colectivas protegidaspor una construcción muy sólida 34. Además, la disposi-ción de las tumbas muestra un orden y una orientacióncuidadosas y una tendencia a la concentración en unsector muy concreto. Estos hechos indican una diferen-te valoración del espacio disponible y una situación decompetencia por su apropiación.

El evidente carácter cristiano de algunas tumbas y laorganización del espacio ocupado, así como la impor-tancia de algunos enterramientos, sugieren un procesode control organizado por una jerarquía y la asociaciónde esta práctica con la presencia de un edificio de cultoen las cercanías. Los posibles mecanismos para ejercereste control son evidenciados por las referencias a ladeposición ad sanctos que aparecen en las inscripcionescercanas de Sant Martí de Mata, que corresponderían aun centro de culto y un cementerio que podría relacio-narse con la organización del poblamiento del territorioal norte de Iluro, junto a las primeras estribaciones de lacordillera litoral 35. Muy cerca de este lugar se situaba lanecrópolis de Ca la Madrona, formada aparentemente

por docenas de tumbas, para la cual se propone una cro-nología de siglos VII-VIII (García Roselló, Cerdà,1990). Es muy posible que en Iluro el espacio funerariotambién fuera articulado por un centro de culto y que lospoderes religiosos utilizaran mecanismos similares. Pordesgracia, no existen evidencias materiales relacionadascon un edificio religioso, con excepción de un fragmen-to de cancel recuperado en las excavaciones realizadasen la cercana Plaza de l’Ajuntament. Un argumentocomplementario, de relativo valor, es la continuidad delculto en el lugar, testimoniada por los sucesivos tem-plos románico, gótico y barroco de Santa María 36. Másimportante parece la propia organización de los enterra-mientos y, en primer lugar, la posición central de latumba cubierta por un crismón, que debía pertenecer aun personaje destacado. Su posición social y funcionesen vida, imposibles de precisar, fueron suficientes paraasegurarle el respeto póstumo y la memoria a través deuna sepultura privilegiada que parece determinar otrosenterramientos. Este respeto muestra la existencia deunas jerarquías sancionadas por la religión, a la vez queindican la importancia de ésta, y de las manifestacionesasociadas (inhumación en cementerios organizados), enla vida comunitaria. La combinación de culto y espaciofunerario pudo servir, igualmente, para potenciar elpapel de Iluro respecto al territorio cercano.

Con la disgregación del urbanismo original tambiéndesaparecieron las formas arquitectónicas propias de laciudad republicana y altoimperial; formas que se habíancaracterizado por sus soluciones técnicas y ornamenta-les (mosaico, opus signinum y spicatum), los materiales(mortero, ladrillo, tejas) y los modelos constructivos queorganizaban el espacio y las funciones de forma riguro-sa y regular. Desaparecen por completo, en primer lugar,las agrupaciones de pequeños espacios comerciales ylas domus. El proceso, que se había iniciado en el sigloII, se ha completado a finales del siglo V-inicios del VI,cuando gran parte del cardo maximus es cubierto porestratos de nivelación. Sin embargo, se desconoce cómoevoluciona la arquitectura de la ciudad entre estas dosfechas y no se puede pensar simplemente en una deca-dencia y empobrecimiento gradual. Algunos lugaresmantuvieron algún tipo de ocupación estable que mues-tra una diversidad de situaciones relacionada con facto-res por ahora desconocidos. Así, en la antigua zonacomercial del cardo maximus, un depósito es abandona-do entre mediados-segunda mitad del siglo IV, mientrasque otro muy cercano es amortizado en la segundamitad del V, cuando el cardo es definitivamente cubier-to (Cela, Revilla, 2004: 74).

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33 Cf. Meneghini, Santangeli Valenziani, 1993; Meneghini2003; ejemplos de coexistencia de cementerios dentro de recin-tos urbanos y en el suburbium, en ocasiones prolongando unuso anterior, en Gurt, 1999: 73.

34 Para la primera de estas tumbas: Ribas, 1975: 79-80, lám.II y fig. 39; cubiertas en opus signinum, decoradas con crismón,datadas en la segunda mitad del siglo VI en: Nolla, Sagrera,1995: 248; Ulbert, Orfila, 2002.

35 Estas inscripciones (IRC I, núms. 123 y 124) se datan enel primer tercio del siglo VII, una cronología que coincide conlas evidencias de ocupación en el casco histórico de Mataró.

36 Para las posteriores construcciones medievales y moder-nas: Cerdà et al., 1997, vol. I: 270ss.; las relaciones entre edi-ficios de culto y necrópolis se describen en Gurt, 1999: 71; másen general Cantino-Wataghin, 1999: 153ss., esp. 158-160.

Las construcciones conocidas son muy escasas y noes posible precisar su función y su cronología; más alláde su atribución genérica al siglo VI. Hasta el momento,tan sólo en dos lugares del antiguo espacio urbano sehan localizado muros que parecen delimitar ámbitos deplanta rectangular, alargada y estrecha. En uno de estoslugares, los muros se disponen paralelamente, sugirien-do una alineación de pequeñas unidades habitacionales;su cronología es posterior a la formación del estrato deamortización del cardo maximus: inicios del VI 37. Nin-guna de estas construcciones se conservaba en buenascondiciones, por lo que su restitución es totalmentehipotética. A este reducido conjunto se pueden añadiralgunos muros y pavimentos, datados sin demasiadaprecisión en los siglos IV-V, a occidente de la ciudad.Un hecho interesante es la presencia de vertederos cercade estas estructuras, también con una cronología desiglo V (Arxé et al., 1986: 80-81). La obra es siempremuy pobre: los muros, en tapial, se levantaron sobre unabase de material en su mayor parte reutilizado: peque-ños bloques de piedra que incluyen fragmentos de már-mol, tegula, fragmentos de cerámica. Probablemente,las cubiertas eran de materiales vegetales.

La información actualmente disponible no permiteestablecer la función de estas estructuras. Tampoco hasido posible establecer una relación directa con el con-junto de fosas excavadas en el siglo VI. Con todo, pare-ce posible considerar estas construcciones como ele-mentos del hábitat tardío y, más concretamente, comounidades de habitación. Tanto los materiales como latipología corresponden a una práctica identificada enasentamientos rurales de Cataluña, como Vilaclara deCastellfollit, Can Paleta y La Solana 38. Todos ellos sedefinen por integrar edificaciones de dimensiones redu-cidas, aisladas o agrupadas en conjuntos de 2 o 3 unida-des, con una planta que tiende al rectángulo. Los mate-riales son modestos y raramente se utilizan el mortero,los sillares y el ladrillo. En el caso más complejo, LaSolana, las construcciones estaban rodeadas por silos,prensas (con depósitos en opus signinum), hornos yotras estructuras de combustión, así como fosas y espa-cios excavados en el terreno, que se distribuían de formairregular por una amplia superficie, y algunas inhuma-ciones. Esta distribución aparentemente anárquica res-ponde a una organización del hábitat en la que las anti-guas formas residenciales, asociadas a la forma de vidade un grupo social, han perdido su importancia y queconcentra un amplio espectro de actividades productivas

cuya finalidad es asegurar el funcionamiento autónomode un asentamiento (ejemplos en el interior de la penín-sula en Vigil, 2000). El hábitat urbano presenta rasgossimilares (Ramallo, 1996; Ramallo, Ruiz, 2000: 314;Gurt, 1999: 69; id., 2000-2001: 459 y 461): dimensionesreducidas y tendencia a la compartimentación, simplici-dad tipológica, con unidades residenciales formadas porpocas habitaciones y un patio, modestia constructiva; y,finalmente, presencia de actividades diversas.

Tampoco se dispone de información sobre la situa-ción que presentarían, en este momento, algunas de lasconstrucciones públicas más representativas, como lastermas y las murallas. En el caso de las primeras, elhallazgo de una fosa que contenía fragmentos de unaestatua que pudo formar parte del programa decorativooriginal, indica una frecuentación esporádica del lugarrelacionada, por lo menos en parte, con procesos deexpolio; pero tampoco puede excluirse la existencia deun hábitat estable o una fase limitada de ocupación 39.Por desgracia, no se puede precisar el estado general deledificio en ese momento. Por lo que hace a la muralla,una excavación reciente ha aportado evidencias de alguntipo de continuidad hasta el siglo V, sin que se puedaprecisar la situación del recinto en un momento tanavanzado (Cela, García Roselló, Pera, 2003: 24).

Hasta el momento, las únicas construcciones sólidaslocalizadas son las destinadas al enterramiento, en lasque se utiliza piedra mezclada con mortero y revesti-mientos en opus signinum (Cela, Revilla, 2004:314ss.); a ello habría que añadir el fragmento de cancel,que se asociaría a un edificio. En este contexto, a pesarde la falta de evidencias más sólidas, se podría hipote-tizar que en Iluro también se produciría la diferencia-ción material entre construcciones privadas y públicasque caracteriza el desarrollo arquitectónico de las ciu-dades tardías y que determina, en gran parte, el ritmo yel carácter selectivo de las acciones de expolio (LaRocca Hudson, 1986: 64ss). La modestia de las cons-trucciones y de las instalaciones relacionadas con lavida cotidiana es un rasgo señalado por todos los inves-tigadores 40. También en los asentamientos rurales seaprecia un claro contraste entre la modestia de las cons-trucciones residenciales y la solidez de otras estructu-ras, generalmente instalaciones productivas (Morer,Rigo, Barrasetas, 1997: 90ss.). Este hecho indica clara-mente cuales son los intereses de la comunidad y lasestrategias que desarrolla para utilizar mejor sus recur-

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37 Cela, Revilla, 2004: 74 y lám. 17; para una cronología ycaracterísticas más imprecisas en la misma Iluro: Cela, Revilla,2004: 149 y lám. 59.

38 Enrich, Enrich, 1995; Morer, Rigo, Barrasetas, 1997; paralas transformaciones del hábitat rural en el NE de la Tarraco-nense Navarro, 1999: 118ss.

39 Para las relaciones entre expolio y reocupaciones privadasde edificios públicos: Gurt, 2000-2001: 451-452

40 En Hispania, un buen ejemplo es la ocupación del teatrode Cartagena: Ramallo, Ruiz, 2000: 314; además Gurt, 2000-2001: 458ss.; para otras regiones del imperio: Brogiolo, 1989:160-161; Demians D’archimbaud, 1994: 44 y 47; Murialdo,Bonora 2001: 175ss.

sos: la recuperación y el reciclaje, la diversificación deestrategias y prácticas y, finalmente, la concentraciónde los esfuerzos en ciertos ámbitos.

La evolución de la arquitectura y de la cultura mate-rial de Iluro también muestra un rasgo característico dela dinámica del hábitat en las ciudades tardías: los pro-cesos de expolio y reutilización (La Rocca-Hudson,1986: 64-65; Brogiolo, 1989: 158ss.; Gurt, 1999: 66-67;id. 2000-2001: 450ss.). En el caso de Iluro, los ejemplosson relativamente numerosos y parecen indicar unapráctica generalizada y consciente que va encaminada almantenimiento de algunos servicios. Se pueden mencio-nar la reutilización de sillares con inscripciones comobase de una gran columna que se levantó en la zona delforum, la utilización de otras inscripciones en la cons-trucción de muros (vid. supra) o la reparación ya indica-da de un tramo de la alcantarilla central del cardo maxi-mus, para la que se usaron cornisas de mármol, unaacrótera de arenisca e inscripciones funerarias (cerdà etal., 1997, vol. I: 111 y figuras de las págs. 176, 244 y247-248; Cerdà et al., 1997, vol. II: 221ss.). Las actua-ciones afectaron a los edificios públicos, a juzgar por lasdimensiones de algunas piezas recuperadas y por la pre-sencia de inscripciones de carácter cívico evidente, asícomo a la arquitectura funeraria. Se trata de dos ámbitosespecialmente ligados a la expresión formal de la vidacívica y social durante el alto imperio y que, en conse-cuencia, fueron afectados directamente por los cambiossocioeconómicos y culturales. Aunque son de pequeñaentidad, los expolios detectados indican el dinamismodel hábitat, ya que responden a una estrategia continuay selectiva para aprovechar los recursos que aportaba laantigua ciudad bajo la forma de reutilización o reciclaje(cf. Remolà, 2000b).

Por otro lado, estos procesos de expolio presentanrasgos particulares y responden a una dinámica que nose limita a la antigüedad tardía. Su interpretación, portanto, es compleja. La transformación de los espacios yedificios de la ciudad se inicia ya a finales del siglo Id.C. y será muy intensa durante el siglo II, al igual queen ciudades cercanas (Baetulo). También es en el sigloII cuando se detectan evidencias de abandono de insta-laciones domésticas y productivas, al tiempo que seconstruyen otras, y se inicia el expolio selectivo de gran-des residencias y monumentos funerarios. El registroestratigráfico no permite establecer claramente si loslugares expoliados fueron abandonados totalmente oreconstruidos y ocupados por un hábitat más modesto,combinado o no con actividades productivas. Estas reo-cupaciones se documentan en muchas ciudades hispa-nas a partir de los siglos IV-V, cuando se restructurandomus e insulae (Gurt, 2000-2001: 458). Pero en Ilurolos restos de las domus conocidas ya no eran visibles enlos siglos V-VI y la nueva ocupación no puede conside-rarse, en sentido estricto, una continuidad o reconstruc-

ción del hábitat; entendiendo como tal un proceso rela-cionado con el uso y adaptación conscientes de unosedificios y una organización espacial prexistentes. Por elcontrario, los rasgos que definen esta ocupación mues-tran una ruptura evidente.

La relación entre procesos de abandono, expolio yrestructuración del espacio urbano presenta rasgos maldefinidos en el caso de Iluro. La ciudad inició su trans-formación muy pronto; si puede hablarse de inicio en elcaso de un fenómeno que responde a una dinámica nor-mal en cualquier hábitat. El expolio, en este contexto,adoptó formas y significados muy diversos, ya que eratanto una solución privada (lo que explicaría buena partede las actuaciones del siglo II) como una respuesta a lanecesidad de mantener las infraestructuras públicas;caso del alcantarillado o del gran edificio del forum,entre los siglos III y IV. En Iluro, en realidad, los aban-donos y expolios documentados se relacionan básica-mente con el hábitat de los siglos II a IV y con la conti-nuidad de unos servicios y una vida colectiva de tipourbano, a pesar de su modestia, hasta finales del sigloIV-inicios del V. Por su parte, el hábitat de los siglos VIy VII ocupa con total libertad buena parte del antiguoespacio urbano y no se aprecian actuaciones para man-tener infraestructuras o utilizar construcciones todavíavisibles; de la misma forma que no se mantuvo laestructura viaria. Tampoco es casual que las evidenciasrelacionadas con la recuperación intencional y regularde ciertos tipos de material antiguo, tales como sillares,tegulae o ladrillos, sean escasas. El desarrollo de activi-dades específicas de obtención y uso de materiales, enesta fase, se relaciona directamente con unas necesida-des constructivas modestas, que indican, a su vez, laexistencia de nuevas condiciones de vida y nuevas exi-gencias respecto a la comunidad del alto imperio.

Otro rasgo característico de la organización delespacio y el hábitat en la Iluro de época tardía es la pro-liferación de fosas y su uso posterior como vertederos(Cela, Revilla, 2004: 169ss.). Las fosas son de dimen-siones considerables y perforan los estratos republica-nos y del alto imperio hasta alcanzar el terreno natural(fig. 5). Estas excavaciones afectaron indiferentementelo que habían sido edificios y espacios públicos y priva-dos. Con frecuencia, su perímetro sigue la alineación delas cimentaciones de los antiguos edificios, que ya noeran visibles, y las desmontan parcialmente, mantenien-do una parte de la estructura como límite de la fosa (cf.Demians D’archimbaud, 1994: 33). Por en contrario,algunas fosas profundizan en el terreno natural sin afec-tar estructuras arquitectónicas. En ocasiones, se apreciauna conexión física entre dos fosas aparentemente dife-rentes, pero que presentan una sedimentación similar.Esta situación parece depender de la función primaria delas fosas y de las condiciones de frecuentación posteriorde cada lugar; se trata probablemente de ampliaciones

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Figura 5. Imagenes de las fosas tardías excavadas en el peristilo de la antigua Domus de la Palma.

de una primera fosa que se realizaron antes de que éstaempezara a acumular vertidos 41.

Las fosas no pueden considerarse estructuras dealmacenamiento, ya que se distinguen claramente de lossilos, y tampoco de hábitat, pues sus dimensiones, lími-tes y profundidad son muy irregulares. En contra de estaposibilidad, también hay que mencionar la ausencia deelementos arquitectónicos relacionados con la delimita-ción, cubrición o creación de accesos, así como de ins-talaciones propias de la vida doméstica 42. Tampoco pue-den considerarse excavaciones realizadas con el objeti-vo de recuperar material constructivo (con una posibleexcepción), ya que su trazado es errático y cuando que-dan a la vista las cimentaciones antiguas no se procedea su expolio, como parecería lógico. Finalmente, debeexcluirse la intención de crear vertederos en la mayoríade los casos. Todas las fosas seccionan la estratigrafía dela ciudad imperial por completo y la excavación siemprees de gran profundidad, lo que parece un esfuerzo exce-sivo para acumular basuras. Las ampliaciones posterio-res de algunas fosas aportan otro argumento en contra:en todos los casos, la ampliación se realizo cuando toda-vía no se habían realizado vertidos en las depresionescreadas; la nueva excavación respondería, por tanto, auna intención diferente a la de crear un depósito. Elhecho de que tanto las fosas como los silos acabarancubiertos por residuos domésticos resulta de un usosecundario que se relaciona con las necesidades de unhábitat cercano.

Seguramente, la excavación de estas fosas respondea la búsqueda del terreno natural para la extracción demateria prima para la construcción. El suelo geológicosobre el que se asienta la ciudad está formado por unsedimento arenoso y arcilloso, muy compacto, que eramás apropiado para la elaboración de estructuras entapial o adobes que las arenas procedentes de los torren-tes o la playa cercanas. Una hipótesis similar ha sidopropuesta para explicar la formación de fosas de formairregular y grandes dimensiones en el oppidum de Saint-Blaise (Demians D’archimbaud, 1994: 47) 43.

Los depósitos que rellenan las fosas y los silos estánformados por tierras, materia orgánica y gran cantidad

de materiales. Sus características sugieren un ritmo deformación rapido. Los materiales corresponden a resi-duos de actividades domésticas. En este conjunto sepueden distinguir elementos y productos asociados a lamanipulación directa y consumo de alimentos (materiaorgánica, cerámicas de mesa y de cocina), recipientes dealmacenamiento y transporte, objetos de ajuar domésti-co (vidrios, lucernas) y elementos constructivos (made-ra, piedra, fragmentos de opus signinum, estatuaria,tegulae e imbrex). El material residual es abundante;pero también se han recogido recipientes de vajilla yánforas bien conservados y sin señal de reparación,depositados inmediatamente después de su uso. Con lasprecauciones que impone la elevada residualidad, losdepósitos aportan una imagen fiable del consumo localde productos alimentarios y de vajillas, así como de lasregiones proveedoras, en el momento de su formación 44.

En los depósitos se han recogido numerosos restosde fauna terrestre y marina, y también son frecuentes lasconcentraciones de carbones y ceniza. Aunque no se hanidentificados niveles de combustión en los vertidos, ymucho menos hogares, la presencia de tales concentra-ciones sugiere la existencia de procesos de incineraciónde residuos; por lo menos parcial (cf. Gurt, 2000-2001:455). Con todo, es posible que en ocasiones estas con-centraciones de material no correspondan a una com-bustión in situ, sino a la deposición secundaria de restosquemados en otro lugar. Los depósitos también hanaportado escorias de hierro que podrían considerarseresiduos de producción y que indicarían una actividadartesanal. No se puede precisar, sin embargo, la entidadde esta producción, el grado de especialización del tra-bajo y la orientación. Este tipo de evidencias de activi-dad metalúrgica se detecta en los vertederos domésticosde otros lugares, como Saint-Blaise (Demians D’ar-chimbaud, 1994: 28-29). Por el contrario, la limitadapresencia de elementos metálicos trabajados indicaseguramente un reciclaje selectivo e intenso del utillajedoméstico. En este mismo sentido debe interpretarse elhallazgo de fragmentos de una estatua de Venus, posi-blemente de un taller oriental, en una fosa excavada enun sector de las termas de Iluro: estos fragmentos debie-ron destinarse a la elaboración de cal. Se trata, en defi-nitiva, de vertederos mixtos y no especializados, queaprovechan la presencia de excavaciones (fosas) yestructuras abandonadas (silos) para un nuevo uso.

La datación del momento de excavación y de reutili-zación de los silos y de las fosas es difícil (Cela, Revilla,2004: 171ss.). En primer lugar, porque se trata de accio-

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41 Así, tanto en La Solana como en Saint-Blaise se identifi-can ampliaciones y fosas posteriores con estratificaciones dife-rentes: Morer, Rigo, Barrasetas, 1997: 92; Demians D’archim-baud, 1994: 32 y 49.

42 Como los hogares y pavimentos, que aparecen, por ejem-plo, en La Solana: Morer, Rigo, Barrasetas, 1997; criterios deidentificación en Vigil, 2000: 223-224.

43 Morer, Rigo, Barrasetas, 1997: 93, aluden a la extracciónde arcillas, en La Solana, que no podrían ser utilizadas en laelaboración de cerámica por su elevado contenido calcáreo; lapropuesta de los excavadores es que quizá fueron utilizadas enla construcción de las modestas estructuras del lugar.

44 Interpretación de la evidencia disponible en Cela, Revilla,2004; para vertederos tardíos: Gurt, 2000-2001: 455ss.; Remo-là, 2000a: 31; id., 2000b; Murialdo, Bonora, 2001: 177, seña-lan la presencia de vertederos dentro de viviendas.

nes con un fin diferente y porque el propio hecho de laexcavación raramente deja evidencias, aunque debía tra-tarse de procesos rápidos. En el segundo caso (la reutili-zación), porque la naturaleza doméstica de los depósitoshace muy complicado determinar el ritmo de formación.Las relaciones estratigráficas que ha sido posible esta-blecer indican que la mayoría de silos serían anteriores alas fosas. Por otro lado, algunos estratos afectados porlos silos permiten datar la excavación de los mismos conposterioridad al segundo-tercer cuarto del siglo IV; en uncaso, a mediados-segunda mitad del V. El periodo de usode los silos parece situarse, por consiguiente, entre lossiglos IV y V. Su abandono y relleno ocupa el siglo VI;en algunos casos, de forma simultánea a la colmataciónde fosas cercanas e indicando una situación común en laque unos y otras sirvieron de vertedero. En lo que res-pecta a las fosas, las características de los depósitos indi-can un proceso de vertido relativamente rápido y conti-nuado hasta ocupar el espacio disponible. No se hanidentificado niveles de sedimentación natural o diferen-cias en la estratigrafía que indiquen momentos de aban-dono seguidos de una nueva frecuentación. La forma-ción de los vertederos excavados en su totalidad se sitúahacia finales del siglo VI y quizá podría llegar hasta ini-cios del VII. Otros vertidos identificados, ya sea por pro-blemas derivados de una excavación parcial, o por elescaso material que aportan, se sitúan grosso modo en elsiglo VI. Algunos de ellos quizá podrían datarse amediados-segunda mitad del VI, ya que parecen mostraruna facies cerámica diferente respecto tanto a los gran-des estratos de nivelación de finales del siglo V-iniciosdel VI como a los depósitos claramente más tardíos.

El contenido, el proceso de formación y la distribu-ción de estas fosas en el espacio que había correspondi-do a la antigua Iluro constituyen una fuente de informa-ción de primer orden para conocer la cultura material ylas características del poblamiento entre los siglos VI yVII y, a partir de ello, intentar definir la naturaleza delnuevo hábitat.

Se desconocen los procedimientos relacionados conla gestión de los residuos urbanos en Iluro en época tar-dorrepublicana y durante el alto imperio; con excepcióndel sistema típico de alcantarillado público y doméstico.Este desconocimiento es el resultado de la falta de exca-vaciones en la periferia urbana, donde debían estarsituados los vertederos de la ciudad. Se han identificadoalgunos depósitos de época tardorrepublicana dentro delos límites urbanos, pero siempre corresponden a verti-dos específicos, dominados por los materiales construc-tivos o a restos de producción cerámica, cuyo fin es pre-parar el terreno para alzar nuevas construcciones y queinutilizan estructuras de época fundacional. Este tipo deactuaciones parecen más intensas en época de Augusto,en relación con lo que parece un aumento de la activi-dad constructiva (vid. supra). Recientemente, se han

identificado en el interior de la ciudad estratos de nive-lación del siglo II d.C. que parecen relacionados con laocupación de los sectores norte y este (descripción enCela, Revilla, 2004: 415). A pesar de la falta de datos,parece que la ciudad republicana y del alto imperio supoorganizar la gestión de sus residuos y situarlos al mar-gen de los espacios ocupados; otra cuestión es si los ver-tidos se situaban en la periferia o en el exterior del recin-to urbano. Otras situaciones, como los depósitos dematerial constructivo dentro de la ciudad, indican lamisma capacidad de gestión, ya que se relacionan conactuaciones urbanísticas 45.

La situación cambia radicalmente durante el sigloVI, momento en que se generaliza dentro del antiguoespacio urbano la práctica de utilizar fosas como verte-deros. Las evidencias se concentran en los sectoresoriental y central de la ciudad, superponíendose a lasanteriores domus y edificios y espacios públicos (porejemplo, las termas); si bien, como se ha indicado, nin-guna de estas estructuras parece ya visible en estemomento. Todos los depósitos se realizan en fosas exca-vadas con otra intención, pero su dispersión no escasual. La composición, dimensiones y ritmo de los ver-tidos sugiere un funcionamiento en la esfera domésticay un carácter privado. Y aunque casi no se dispone deevidencias constructivas y las que se conocen no se pue-den poner en relación con los vertidos, parece claro queexiste en Iluro la misma asociación entre actividadesdomésticas, producción y vertederos que caracteriza aotros nucleos urbanos y rurales de época tardía

La distribución de los depósitos y la más que proba-ble relación con el hábitat parecen responder a unmodelo de ocupación dispersa, de poca densidad y queno se integra en una trama ortogonal. Cada uno de loslugares indicados por su presencia correspondería a unaunidad o un pequeño grupo de unidades domésticas quefuncionarían de forma autónoma en lo que respecta asus procesos de trabajo y la gestión de sus residuos; adiferencia de la situación que presentaba la ciudad ori-ginal, que controlaba tanto las actividades económicascomo los vertidos, trasladados al exterior. Esto noexcluye alguna forma de control comunitario, quepodría incentivar, por ejemplo, el uso de lugares abier-tos y desocupados; dicho de otro modo, lugares perifé-ricos al hábitat, aunque no muy alejados, donde seríaposible depositar los residuos y realizar algunas opera-ciones relacionadas con su tratamiento; por ejemplo, laincineración de materia orgánica. La colmatación defosas permitiría, además, eliminar desniveles del terre-no para facilitar la circulación o la reocupación (evi-dencias en Gurt, 2000-2001: 456). En términos econó-

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45 Para el uso de la periferia de las ciudades romanas en lagestión de los residuos y las actuaciones a gran escala en estaszonas: Gelichi 2000; Remolà 2000b.

micos, los vertederos indican la existencia de estrate-gias de diversificación que combinan agricultura, gana-dería y actividades artesanales. Estas actividades secentran en la fabricación y reparación de utillaje rela-cionado con la producción y las necesidades cotidianasde transformación de alimento, la construcción etc.,pero también incluyen el reciclaje y parecen desarro-llarse en un marco de pequeñas unidades productivasautónomas y circuitos de intercambio restringidos (porel tipo de productos) y de limitada entidad (por la can-tidad y valor de los mismos).

Los vertederos también indican un cambio impor-tante en las formas de vida en otro sentido: la ruraliza-ción del antiguo espacio urbano. La escasa densidad yla distribución irregular de un hábitat formado por lacombinación de viviendas, huertos y zonas vacíascaracterizan un paisaje en que el aglomerado de pobla-ción debía extenderse sin solución de continuidad másallá del antiguo recinto urbano, hasta confundirse conel campo inmediato. Esta confusión sería facilitada porla presencia de pequeñas áreas cementeriales. La poste-rior villa de Mataró mantuvo esta combinación dezonas edificadas, patios y huertos hasta el siglo XVI,como muestra un censo de 1596-1601 (Cerdà et al.,1997, vol. I: 272, fig. 2). Hay que considerar, en estemismo contexto, la ausencia de ciertas estructuras einstalaciones identificadas en otros asentamientos tar-díos: recintos para ganado, espacios de trabajo excava-dos en el terreno y delimitados por muretes, prensas,etc. Todos ellos se documentan, por ejemplo, en LaSolana. La falta de excavaciones en extensión en elnúcleo histórico de Mataró ha impedido recuperar estetipo de evidencia que, además, es difícil de identificaren el registro estratigráfico.

La vinculación hábitat-vertederos responde, enresumen, a una situación nueva en términos de gestiónde residuos: una gestión dinámica y una relación dife-rente con este tipo de materiales. Su composición apor-ta, a la vez, una imagen fiable, aunque limitada, de lascondiciones de producción, circulación y consumo dealgunos productos básicos en el periodo considerado yde sus relaciones con el hábitat. La interpretación deesta evidencia es difícil, ya que la formación de losdepósitos puede responder a factores muy diversos. Eneste mismo contexto, es igualmente peligroso utilizardirectamente esta evidencia para evaluar la riqueza opobreza global de la comunidad o para calificar elperiodo. La composición de los vertidos indica, antetodo, situaciones cotidianas; en segundo lugar, unasestrategias adaptadas a un contexto definido por laautonomía y la diversificación productiva, la regionali-zación de los intercambios y la transformación de losmodelos de comportamiento y los valores. Sólo en estaperspectiva es correcto intentar precisar su valor comoindicador cultural.

¿Cómo se puede valorar el conjunto de transforma-ciones que afectan al antiguo espacio urbano y a las acti-vidades y funciones que se concentran en el lugar? Aun-que no es posible definir su ritmo y las relaciones preci-sas entre los diversos fenómenos identificados, es evi-dente que todos ellos se integran en un proceso global yque este proceso tiene un significado claro: el cambio enlas formas de vida.

La evidencia arqueológica indica la existencia deun hábitat estable y bien organizado, vinculado a latradición cultural romana en términos materiales,como muestran la tecnología y las herramientas rela-cionadas con la vida cotidiana aportados por los cir-cuitos de intercambio; y también vinculado en lo querespecta a los aspectos ideológicos, ya que algunosespacios de la antigua ciudad siguieron reservándosepara funciones comunitarias. En este sentido, se puedehablar de continuidad cultural. A la vez, esta continui-dad se acompaña de transformaciones profundas de laarquitectura, el espacio urbano y las actividades; todasa pequeña escala, sin una planificación global, perodesarrolladas de forma continuada hasta crear unnuevo paisaje. Este proceso global es un buen indica-dor de la vitalidad de la comunidad, con independen-cia de sus dimensiones, así como de la existencia deunas jerarquías sociales bien definidas. Por ahora, noes posible precisar hasta qué punto los ritmos de evo-lución de los espacios públicos y privados coincidie-ron o se diferenciaron. Tampoco puede determinarse elgrado de continuidad en el uso de algunos sectores yel significado de ciertos fenómenos. En apariencia, ladistinción entre la zona alta de la antigua ciudad,donde se concentran funciones relacionadas con lavida colectiva, y la periferia, ocupada por el hábitatprivado, reproduce un principio originado en la funda-ción republicana y que se reafirma en el municipium.Pero la continuidad de funciones sólo parece evidenteen la zona alta. La concentración aquí de las activida-des relacionadas, primero con la economía, y despuéscon la religión, obligaría a situar el hábitat en la peri-feria; con más razón cuando se trata de edificacionesdispersas, acompañadas de vertederos y actividadesproductivas, que precisaban superficies amplias. Ladispersión del hábitat y la creación de nuevos ejes decirculación indican, más allá de las coincidencias, laruptura con la anterior estructura urbanística y lanueva organización espacial.

La secuencia estratigráfica de Mataró se interrum-pe a partir de finales del siglo VI-inicios del VII. Lasevidencias arqueológicas de un hábitat posterior sedatan en el siglo XII, pero no se hacen más consisten-tes hasta el XIV (Cerdà et al., 1997, vol. I: 270ss.;Cerdà, Gurri, 2000). Los datos de este siglo indicanclaramente una ocupación organizada según patronesdiferentes al urbanismo de la ciudad romana y que

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corresponde a otra situación socioeconómica y jurídi-ca (Cuadrada, 1988a; Cerdà, Gurri 2000; Llovet 2000:35ss.). Sin embargo, la documentación escrita indicaalgún tipo de ocupación articulada en una parrochia ainicios del siglo XI; concretamente, en el año 1008,aunque también hay una referencia del año 946 (Cua-drada, 1988b; Llovet, 2000: 35). Esta desconexiónentre arqueología y textos, que crea un aparente vaciohistórico, se constata en otras ciudades (Macias,2000; Remolà, 2000a: 26ss. y 304). Por lo que respec-

ta al espacio del actual casco histórico de la ciudad,este vacío documental se puede explicar por la des-trucción de la estratigrafía resultado de la ocupaciónbajomedieval y moderna. Pero esta explicación esinsuficiente, ya que no se puede pensar en un procesode eliminación sistemática del hábitat altomedievalque habría dejado, por el contrario, las evidencias dela antigüedad tardía. Por no hablar de la documenta-ción escrita de los siglos X-XI que atestigua una ocu-pación.

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Figura 6. Restos arquitectónicos del siglo VI d.C. documentados en las proximidades del antiguo cardo maximus. En este momen-to, las estructuras de los siglos I a.C.-V d.C. (en trama de gris claro) estan totalmente amortizadas.

La explicación de una supuesta ausencia de ocupa-ción en los siglos de la alta edad media debe buscarse,en parte, en la generalización de nuevas condiciones devida y de trabajo, caracterizadas por la modestia mate-rial, poco definidas en términos de registro arqueológi-co y que se proyectan sobre el territorio de forma dife-rente a como había hecho la cultura romana. Este pro-ceso se debía producir durante el siglo VI y se afirma-ría desde finales del VI-inicios del VII. La importanciade la fase de ocupación representada por los depósitosde las fosas reside en que indica una situación definida,en primer lugar, por la existencia de pequeñas aglome-raciones rurales que agrupan un reducido conjunto deunidades domésticas, cada una de las cuales concentralas actividades y espacios necesarios para asegurar elfuncionamiento autónomo de un grupo familiar (resi-dencia, huerto, vertederos). Esta situación prescinde delas tramas espaciales regulares. En segundo lugar, poruna economía de base agrícola, pero capaz de ciertadiversificación; autosuficiente, pero que mantiene sucapacidad de acceso a los productos de importación(básicamente, alimentarios). Esta forma de hábitat,entendida en términos estrictamente materiales, ya quees imposible abordar en el estado actual de conocimien-to los aspectos ideológicos y de estructura social, carac-terizaría la ocupación del espacio de la antigua Ilurohasta un momento indeterminado de la alta EdadMedia.

Las actividades domésticas y productivas de estetipo de hábitat también son difíciles de registrar porqueutilizan materiales frágiles y una tecnología de pocacomplejidad (fig. 6); baste pensar en la inexistencia deconstrucciones domésticas que utilicen la piedra, quees sustituida por el uso del tapial y la madera, en la rea-parición de la práctica del almacenamiento en silos oen la multiplicación de estructuras excavadas en elterreno (Morer, Rigo, Barrasetas, 1997). Estas expre-siones materiales no pueden ser valoradas sencilla-mente como expresión de una decadencia. Siguiendoesta perspectiva, sería imposible apreciar la especifici-dad de este periodo. El hábitat de los siglos VI y VIIindica, por el contrario, la adaptación de una poblacióna las nuevas condiciones sociales, económicas y cultu-rales surgidas en el occidente europeo, utilizandoestrategias complementarias: la diversificación y laautosuficiencia.

4. CONCLUSIONES

El registro estratigráfico muestra cambios muyimportantes en la arquitectura y la organización delhábitat en el espacio ocupado por la antigua Iluro desdefinales del siglo V hasta un momento impreciso de lossiglos VI o VII. Estos cambios deben ser considerados

en un marco más amplio para no interpretarlos como elreflejo de un proceso de decadencia y, en relación conello, reducir la historia de la ciudad imperial a la des-cripción de una crisis anunciada e ireversible. Como seha indicado, Iluro experimentó continuas transforma-ciones en su urbanismo y sus edificios desde elmomento de su fundación. Los cambios fueron espe-cialmente intensos a partir de finales del siglo I ydurante el II. A pesar de su entidad, tales cambios noparecen alterar la fisonomía general de la ciudad. Y dehecho, todavía se detectan obras de mantenimientohasta finales del siglo IV.

Este conjunto de modificaciones de la arquitecturay el urbanismo muestran claramente el proceso deadaptación de una comunidad a condiciones históricasen continua transformación y se deben valorar comoexpresión directa de su dinamismo. Otro problemaimportante es hasta qué punto los esfuerzos para man-tener en funcionamiento una parte de la estructuraurbana original permiten definir a la Iluro del siglo IVcomo una ciudad. ¿Suponen estos esfuerzos la perdura-ción de los antiguos modelos de comportamiento cívi-co, y de la ideología correspondiente, aunque sea deforma modesta?. Los paralelos que aportan las peque-ñas ciudades del nordeste de Hispania Tarraconensis(Emporiae, Baetulo, Iesso, Aeso, Dertosa) son pocoesclarecedores, ya que las situaciones son muy diver-sas. Un hecho significativo es el final de las evidenciasrelacionadas de forma indiscutible con programasarquitectónicos y epigráficos, en estas pequeñas ciuda-des, entre los siglos II y III. Esta ausencia, más allá dela existencia de reformas puntuales y la continuidad deciertas construcciones, indica claramente los límites dela actuación y de la conciencia cívica de una comuni-dad. En el caso de Iluro, con todo, la preocupación pormantener la red viaria principal y algunas infraestruc-turas parece mostrar todavía el funcionamiento demecanismos de control de la vida colectiva entre lossiglos II y IV.

En un momento que hay que situar en la segundamitad del siglo V e inicios del VI se produce un cam-bio importante en el paisaje de la antigua ciudad. Laprimera conclusión que se desprende del estudio de ladocumentación es la desaparición prácticamente totalde la estructura urbanística anterior. Los rasgos quedefinen la nueva organización del espacio no se pue-den precisar con claridad. El fenómeno más evidentees la proximidad de las actividades y las funciones adiversos niveles: hábitat y uso funerario, dentro delespacio urbano considerado globalmente; hábitat yproducción, así como coexistencia de diversas activi-dades económicas, a escala domestica, a juzgar por elcontenido de las fosas. Esta proximidad, que respondea nuevos comportamientos y modos de organizar lavida cotidiana, no implica, en absoluto, una confusión

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de las actividades. Hábitat y cementerio (o cemente-rios) ocupan espacios separados, de la misma formaque el cementerio y los silos de la Plaça de SantaMaria corresponden a momentos diferentes. En rela-ción con estos cambios se reorganizan los ejes viarios,que ya no se distribuyen según una retícula regularpreconstituida, si no en función de la multiplicación dezonas ocupadas y de lugares clave que resulta de lanueva distribución del hábitat, las actividades y loscentros de poder. La arqueología indica que la nuevaocupación se concentra en unas áreas concretas. Estehecho se relaciona con la existencia de un espacio devida colectiva que concentra, sucesivamente, activida-des materiales (almacenamiento en silos) y funciónideológica. También desaparece ahora la distinciónentre espacio urbano, entendido como superficie edifi-cada y cerrada por murallas. y territorio. En este nuevoescenario no hay rastro de la antigua ideología cívicao de sus expresiones religiosas. Por el contrario, lasescasas evidencias disponibles muestran un proceso decristianización avanzado y que parece actuar comoreferente ideológico principal, expresándose a travésdel culto, un aspecto, este, pendiente de confirmaciónarqueológica, y una práctica funeraria institucionaliza-da. Con todo, no se puede obviar la función económi-ca del asentamiento, materializada en un campo desilos que almacena parte del excedente agrícola delterritorio.

El impacto sobre el territorio de la aglomeraciónde los siglos VI-VII reside en la combinación de algu-nas funciones: residencia, actividades productivasdiversificadas y presencia de lo que podría denomi-narse servicios ideológicos (un lugar de culto y una omás zonas funerarias). Estas funciones afectan a unámbito rural limitado, en el cual parecen constituirseotros centros de población que utilizan mecanismosideológicos y sociales similares, como muestran lapresencia de necrópolis importantes (Ca la Madrona)y la distribución de la epigrafía funeraria cristiana. Elnuevo paisaje rural se define, por tanto, por unaestructura policéntrica, con asentamientos de peque-ño tamaño, y por una mayor permeabilidad entrecampo y núcleos de población; una situación total-mente diferente del control exclusivo, administrativo,social y económico, que había ejercido el municipioimperial sobre el territorio. Solo en este sentido y eneste contexto es aceptable utilizar el término ruraliza-ción para definir el alcance y el significado de loscambios que afectan a tantas pequeñas ciudades en laantigüedad tardía. En este momento, sin embargo, esimposible definir con precisión los mecanismos y lasrelaciones sociales que permitieron la concentraciónde las funciones indicadas en este y otros lugares, ymediante las cuales se organizó la explotación delterritorio.

Es innecesario decir que las evidencias disponi-bles, de naturaleza básicamente arqueológica, soninsuficientes para abordar con garantías un fenómenode cambio cultural que supera los límites de unapequeña comunidad. Así, quedan al margen de esteestudio, por fuerza, aspectos muy importantes como laestructura social o las mentalidades, que se insinúandetrás de las prácticas funerarias o de la variedad delos repertorios cerámicos consumidos in situ, pero queno pueden apreciarse en toda su complejidad. Contodo, las evidencias materiales aportan una pruebaindiscutible de la magnitud de los cambios que afec-tan a la vida cotidiana y la economía. Es por ello queeste estudio ilustra perfectamente los problemas a quese enfrenta la traducción, en términos socioeconómi-cos y culturales, de los datos que incluye el registroarqueológico.

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