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CONTABA MI MADRE AH… LOS CUENTOS DE MI MADRE Diap 1

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CONTABA MI MADRE

AH… LOS CUENTOS DE MI MADRE

Diap 1

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Diap 2

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CONTABA MI MADRE(LA ESTIRPE DE ROCCO)

Rosalino CarigiVERSIÓN MARZO 2015

MITOS, CUENTOS,HISTORIAS, REALIDADES.

1789 – 2001

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Diap 3

A todos los que fueron,a todos los que serán.

DEDICATORIA

Diap 3

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Madre…tras de ti, la sombra de Rocco…Tras la de él,la de Ruocco y la humanidad...Tras la mía y la de mis hijos,y tras la de los que vendrán...tu sombra y la de tus ancestros...aunque no la veamos,estará.

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Diap 4

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ÍNDICE DE CAPÍTULOSPara ir a un capítulo, cliquear sobre su nombre

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

No. Parte – Sección - Capítulo Diap

INICIO1DEDICATORIA 3

MADRE… 4PRÓLOGO EL 20016 LA QUE CONTABA8

NOTA INICIAL9 01 1800 RUOCCO, UNA FÁBULA 1202 1870 ROCCO, UNA LEYENDA 1603 1871 ANA, LA SEÑORA 201871 – BRUNO Y URUAHÍ 251872 – ASUNTA, IPANÉ Y GUAZÚ27041873 SANTOS, UN GAUCHO311873 – AÍDA Y LA CHARRÚA371875 - AURELIO, PRIMER VARÓN43051875TULIO, UNA HISTORIA451876 ANITA, LA CUARTA511877 VALENTÍN, Y LOS NONNOS53061878AMÍLCAR, UN NEGRO57

1880 ROQUITO Y ARGENTINO59

1882 AUSONIA, Y LA FIEBRE61071883INGRID, UNA ALEMANA65

1885 LUIS, TERESITA Y AURELIO 269

1888 YBAYAÚ, Y MÁS GOLPES73081889ROSA, LA PROMESA81

1889 RAFAEL Y LA NARIZ87

1890 ROQUITO 2º Y JOSEFA91

Diap 5

No. Parte – Sección - Capítulo Diap

091891CUARÓ, UN PAYADOR961893 ROSINA Y EL ÑANDÚ991896

AURELIO 3º Y LA DECISIÓN10310 1899 ROSARIO Y VALENTINO 2º.109

1907 ÍTALO, LETIZIA, Y UN DOLOR1111917 LA PROFECÍA CUMPLIDA119

11 1918 LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO1231920 FORNACCI Y EL CERRO1271926 RETORNO A TOSCANA133

12 1931 PABLO, UN DON1371931 MONTEVIDEO, LA LLEGADA1381974 UN HOMBRE COMÚN140

13 1890 ROQUE, TÍO PECULIAR1471935 EL UNIFORME, UN DISFRAZ1511946 EL GRADO Y UNA VOZ157

14 1935 VALENTÍN, TÍO ESPECIAL1551938 EL TALLER Y EL BAÑO1591939 UN RARO CUBO163

15 1929 ROQUE DAVID, TAL VEZ...1671942 EL BAUZÁ Y EL 161711957 VENEZUELA Y EL FINAL174

ANEXO176GENEALOGÍAS ROCCO AQUILINI 177

FOTOGRAFIAS 179FINAL 180

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CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Diap 6

Diap Imagen Dimens (2)Parto en el camino,5,5 x 10,2 (4)Madre 65 años6,2 x 5,2 (7)Tropa de Carreteras3,5 x 10,5 (8)Leticia 65 años c. e.4,2 x 3,2 (9)Terremoto en Garfag…6,3 x 9,1 (11)Vista de Garfag… 20105,6 x 10,1 (15)Lagheto di Garf… 20105,8 x 9,1(19)Partiendo para América6,1 x 10,2(22)Interior de pulpería 5,9 x 9,1(26)Por esta cruz…5,6 x 10,1(30)Indio viejo en bote de t…6,6 x 8,7(36)La Payada5,2 x 7,7(38)La vuelta del Malón4,6 x 8.9(43)Baile en el campo5,3 x 8,9(46)Emigrantes bajando en…4.5 x 9,2(50)Amilcar (Basado en… )12,7 x 4,1(53)Tulio y Marilú (Sup…) 8,7 x 8.9(58)El lunero4,6 x 8,5(61)Cerca del río5,8 x 8,6(69)Ingrid y Amílcar5,6 x 9,1 (72)Gramófono5,6 x 4,5 (82)Familia Pieroni6,1 x 8,1(83)Rosa 18 años5,1 x 4,1

Índice de ImágenesPara ir a una imagen, cliquear sobre su nombre

Diap Imagen Dimens(92)Rosa, Rocco y Roquito6,8 x 4,9(96)No pa´tuitos es el…6,1 x 9,3(101)Ñandú cuidando pich…5,8 x 9,1(107)Esq. Güemes y Pichincha5,4 x 9,2(111)Estación Norte - 19034,3 x 5,6(113)El viejo Segundo5,1 x 3,6(119)Collemandina - Casa A…4,2 x 5,9(124)Papagallo4,6 x 3,1(127)Rosa y sus 3 hijos9,1 x 9,1(131)Taita de Arrabal5,4 x 2,5(140)Don Pablo – 71 años3,2 x 2,3(146)Biplano 1914 y Pan Am2,1 x 9,8(147)Rocco padre –Roque hijo5,1 x 7,9(151)Rsalino – año 19364,7 x 2,8(153)Atavíos masón3,3 x 3,3(155)Vira – vira di bucarare3,8 x 6,5(162)Bañándose en el tanque4,1 x 6,2(165)Cubo 6 caras diferentes3,8 x 4,1(171)Tranvía 16 2,4 x 3,2 (172)Tranvía 16 (Imag. Gde.)15,2 x 20,2(175)El que lo escribió - 87 a3,8 x 5,1(179)Foto familia – año 193916,2 x 15,2

Para ir a una imagen, cliquear sobre su nombre

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PRÓLOGO EN EL 2001

PRÓLOGO EN EL 2001

Diap 7CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Carta de Ma. Leticia, mi hija mayor:Desde hace algunos años trato de recordar la historia de mi bisabuelo, el padre de la nonna, pero no lo logro.Cuando contabas de él me parecían cosas de epopeya.Todo resultaba fascinante: las carretas por la pampa, la formación de ciudades y naciones, las anécdotas, los viajes entre Europa y Sudamérica de tus abuelos y de tus padres.Y pensé que, antes del olvido, podrías escribir sobre su vida.

México, 13 de septiembre de 2000

::::Pasó un año más para iniciar la

cosecha de recuerdos y compararlos con los hechos históricos.

Ya no quedaba nadie de la generación de mi madre, pero pude recurrir a la memoria de primas mayores.

Necesité leer libros de historia. Tuve la suerte de hallar, en cierta biblioteca, una enciclopedia de principios del siglo XX.

Al ir avanzando en la lectura y toma de datos, iban creciendo grandes emociones en mí.

Comprobaba que las leyendas están llenas de cosas reales, y que la historia es un resumen de leyendas.

Que los valores de los hechos y de las personas en ellos, variaban con el tiempo, el lugar y el historiador o cuentero.

Que mi abuelo Rocco, sus ancestros, los míos, de mis hijos y de mis nietos... hombres y mujeres, cada uno a su manera, fueron, son y serán parte de la historia de la humanidad.

O... de sus leyendas.

Rosalino Carigi Aquilini Septiembre de 2001

TROPA DE CARRETAS AL NORTE ARGENTINO – 1860

CUADRO de Jean Léon PALLIERE (1823-1887)

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LA QUE CONTABA

Diap 8CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Josefa Leticia Aquilini Pieroni, fue conocida como Leticia, ya que nunca usó el nombre Josefa.Era la última hija de

Rocco Aquilini y Rosa Pieroni

Hermana de Roque y Valentin Aquilini Pieroni

Esposa de Pablo Carigi Casagrande

Madre de Rosalino y de David Carigi Aquilini

Nacida el 13 de marzo de 1905, (pero inscrita el 25 de marzo de 1905) en Rosario, Prov. de Santa Fé, Rep. Argentina.

Vivió en Rosario hasta los dos años y medio,

Esto debido a que su padre en 1907 se retira a Villa Collemandina, Garfagnana, Toscana; Italia, donde ella pasa su niñez y juventud

Lugar donde teniendo ella 13 años, en 1918, muere su padre, Rocco Aquilini.

Continúa viviendo allí con su madre hasta el terremoto del 7 de septiembre de 1920, el cual destruye totalmente la mansión que poseían.

Pasan a residenciar en la vecina localidad de Castelnuovo di Garfagna.

Luego, en 1922, acompaña a su madre al Uruguay donde viven aproximadamente 3 años.

En 1925, teniendo Leticia 20 años, retorna con su madre a Fornacci di Barga, Italia.

En esa localidad industrial se casa con Pablo Carigi en 1928.

Y allí, cerca de un año después, en marzo de 1929 muere su madre Rosa.

Y, a los pocos días, el 28 de marzo de 1929, nace su hijo Rosalino.

En el año 1931 con su esposo e hijo retorna al Uruguay.

Llegan a Montevideo el 13 de octubre de 1931, y van a vivir en la Villa del Cerro, calle Barcelona, casa número 1815.

Donde luego, el 2 de noviembre de 1938 nace su segundo hijo, David Roque.

Y donde en las noches de invierno contará los cuentos o historias de este libro

En este país fallece ella el 11/04/1998, así está escrito.

Pero, pareciendo cosas propias de Rocco, quien inscribía sus hijos en fechas atrasadas, en realidad murió el 11/03/1998.

LA QUE CONTABA

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Diap 9CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

NOTA INICIAL

Comencé escribiendo en letra Itálica todo lo que no era real o no podía ser comprobado. Era difícil separar lo histórico de lo anecdótico y de lo imaginado. Por tanto, quité esa diferencia.

Queda a criterio del lector lo que es la verdad y lo que es la fantasía... que en el tiempo se confunden.

 El libro está compuesto de “Historias” que corresponden a una persona o época específica.

Cuando las Historias eran extensas, se separaron en secciones: las cuales, a su vez, se dividieron. en capítulos.

Éstos últimos pueden considerarse cada uno como un cuento o una leyenda.

Si se repite un suceso, una situación, o una frase, es motivado a que los personajes y sus vidas están interligados.

En los capítulos finales se adaptaron cuentos de otros libros, en especial manera del libro “Los Dones del Ayer”.

Don Pablo, Don Valentín, Don Roque, no son leyendas, sino hechos reales y vividos junto a ellos.

En cuanto a “Roque David, tal vez...” es el resumen de mi propia vida.

Sólo el nombre es hipotético, o pudo ser...

NOTA INICIAL

Para facilitar la interpretación y ubicar a cada personaje, se agregaron las Genealogías,

También se adjuntan cuadros y fotos de lugares donde sucedieron los hechos, y copias de cuadros de la época.

Foto de Villa Collemandina, sismo del 7 setiembre 1920, a la hora 7:56, magnitud 6.48, epicentro Villa

Collemandina.

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INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

No se sabe cuando se originó el apellido Aquilini ni cuando el primero se llamó Rocco.

Sólo se supo que eran italianos, de la región de Toscana, y que pertenecían a la Garfañana.

Al citar Italia, lo primero es asociarla con Roma o su Imperio. Pero, antes que apareciera Rómulo y sus huestes, ya existían en la península los italiotas, los sabinos y los etruscos.

Los italiotas fueron pueblos más primitivos, y desaparecieron sin dejar nada de ellos.

Los sabinos, montañeses de raza similar a Rémulo y Rómulo, pronto se mezclaron siendo absorbidos.

Pero Etruria, lo que hoy se llama Toscana, era una nación que llegaba hasta el Adriático, rebasaba los Apeninos, tenía grandes ciudades con habitantes cultos, civilizados, valientes.

Luchas sangrientas mantuvieron etruscos y romanos en los primeros tiempos.

Romanos desconformes y conspiradores se refugiaban en Etruria.

Y etruscos rebeldes o aventureros emigraban a Roma aportando costumbres, ideas, sabiduría.

Aún no se sabe el origen de los etruscos. Sus inscripciones se leen pero no se comprenden.

Contaba mi madre...¡ah, los cuentos de mi madre!

Su tipo étnico se ve en las esculturas sobre los sarcófagos, pero no sabemos su raza.

Los había de dos tipos: Uno era grueso, bajo y macizo. El otro, delgado, alto, fino. Ambos tenían en común su aguileña nariz, las grandes orejas y las profundas cuencas de los ojos.

Finalmente los pueblos se unieron. El quinto rey de Roma es un etrusco,

comerciante en Tarquinia. Su nombre era Lúcumo, que los

romanos convirtieron en Lucio (616 a.C.)Cuentan que yendo Lúcumo hacia Roma,

un águila le quitó la gorra con grandes chillidos.

Eso fue visto de buen augurio por su esposa, con quien formó la dinastía de los Tarquinos.

El símbolo de las legiones romanas era el águila.

El apellido Aquilini significa “los aguiluchos o aguileños”. Y Rocco deriva de roca, palabra de origen etrusco.

Los etruscos fueron peculiares. Daban a la mujer igualdad total en su

sociedad. Veían al acto sexual como algo natural y lo hacían frente a los demás.

Eso era considerado costumbre inmoral por los romanos. Y aún vivimos bajo esa hipocresía.

Diap 10

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Diap 11CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Triunfó Roma. Su historia ocupa más de cinco siglos para llegar al esplendor, y luego más de cinco para la decadencia.

Seguramente en esos siglos, y los siguientes, hayan existido “aquilinus” y “rocus” pronunciados en distintas formas.

Característica de Roma fue absorber a los que conquistaba, pudiendo ellos o sus hijos llegar a ser hasta emperadores.

Las leyes sobre el respeto a la persona son etruscas, y los conceptos de integridad son romanos.

Eso ha sobrevivido siendo la base de nuestras legislaciones. Y a pesar de fanáticos y tiranos.

En religión aceptaron el panteísmo de creencias griegas, etruscas, romanas, asiáticas, africanas...

Y esa libertad sólo murió al imponerse una religión intolerante monoteísta.

Corrupción y decadencia resquebrajó al Imperio Romano en cientos de pequeños y déspotas reyes, príncipes, duques, que hundieron sus súbditos en la noche del feudo medieval.

Italia fue el pastel que se repartían los más poderosos y el Papado.

Así se llegó al descubrimiento de América y a la Revolución Francesa.

¡Catorce siglos de sumisión!

INTRODUCCIÓNINTRODUCCIÓN

Pero el pueblo, aun bajo la férula de los autócratas y del oscurantismo religioso, mantenía el deseo de ser una nación.

El Gran Ducado de Toscana fue el menos cruel en la represión del liberalismo y del sentimiento nacionalista.

Tal vez haya sido por sus ciudades llenas de arte, sus valles fértiles, sus montañas donde los revolucionarios guardaban la libertad, por la belleza de sus paisajes... o por sus ancestros etruscos.

Italia fue y aún es llamada la cuna de la cultura, Toscana el jardín de Italia, y la Garfañana es el vergel de la Toscana.

Y cuentan que en Garfañana un Aquilini, que llamaban Ruocco, hizo parte de una leyenda perdida entre tantas.

VISTA DE GARFAGNANA - AÑO 2010

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Contaba mi madre que... en Garfañana, entre tantas, había una fábula sobre el hermano de su bisabuelo.

Decían que en Castiglione, pueblo situado junto a la ribera derecha del río Serchio, distrito Castelnuovo, en el año 1800 nació un niño de la familia Aquilini a quien llamaron Ruocco.

Así, con una u, ya que en ese entonces no se era estricto en la forma de escribir, o lo pronunciasen en el dialecto regional.

Respecto a la región, se encontró esta referencia:

“Garfañana es una región histórica e importante de Italia, en la provincia de Lucca, formada por el fértil valle superior del río Serchio entre los montes Apuanos y los Apeninos.

Su capital es Castelnuovo, con 5.200 habitantes en 1916. Ciudad en la confluencia del riachuelo Morita con el Serchio. Zona de hermosos paisajes. Los habitantes hablan un bello italiano muy puro. El dulce genio italiano ha producido en este valle sus mejores canciones.”. (Encicl. Sopena, 1924)

RUOCCO, UNA FÁBULA

¡Qué pocas palabras para describir los lugares que llenaron la infancia de mi madre, formando los recuerdos con que entretuvo mi niñez y se mantuvieron hasta el final de su vida!.

Volviendo al primogénito Ruocco. No se podría decir que cuando nació

fuese italiano, a lo máximo sería toscano. Y aún dependería del momento, tanto la

Toscana como la Garfañana era repartidas y dadas a uno u otro duque o rey.

La Revolución Francesa no sólo había difundido las ideas de Igualdad, Libertad, Fraternidad.

También despertó el sentimiento de volver a juntar Italia en una sola república.

La realidad era un mosaico de estados, reinos y ducados bajo el dominio de franceses, austríacos, el papado. Y se pagaban favores con tierras italianas.

La Garfañana pasó bajo el mando de Napoleones, del ducado de Lucca, del de Toscana, y con invasiones de los Austro-Húngaros.

Dos cosas de ese entonces se recordaban en Castiglione:

La histórica es que en esos vaivenes, el duque de Toscana les da una constitución basada en la carta francesa de 1830.Diap 12

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Italia, Italia, barco sin timonel, no lugar de consejo, sino burdel. (Dante)

01 - Año 1800 RUOCCO, UNA FÁBULA

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La fábula es que Ruocco Aquilini, joven admirador de las ideas de unidad de Silvio Péllico, es detenido por los austríacos y condenado a la cárcel del Castillo de Spielberg en Moravia.

Ser apresado y torturado significaba lo mismo. Y las cárceles de Austria fueron famosas por su dureza; aunque en los otros estados tampoco podían tildarse de humanas o benévolas, inclusive en los territorios de la Iglesia.

Así, Ruocco estuvo cerca de Péllico y otros espíritus prisioneros.

Ya finalizaba la cuarta parte del siglo 19. Un siglo que despertó con las revoluciones del intelecto y la industria. Sin embargo, los representantes de la política y la religión se aferraban a las tradiciones anacrónicas y brutales.

Nada asusta más al ignorante que gobierna, que enfrentarse al hombre que piensa. Y siempre considerará delincuentes a los que reclaman lo que él obtuvo injustamente.

Ya Fouché había dicho que los gobiernos cambian pero la policía no. Y los torturadores y carceleros mantienen sus cargos, más cuando los detenidos son personas de intelecto.

“Las prisiones de Austria dejaron gran fama de crueldad. A un prisionero incomunicado, Maroncelli, le quitaron los lentes para que no pudiera distraerse leyendo. A Silvio Pellico, el carcelero le pasó una carta de su padre sólo con dirección y firma, todo los demás había sido tachado. A Bachiega, por orden real, se le quitó un gorrión que había entrado en la celda y acostumbrado a vivir con él” (Pijoan, 1961)

Ruocco fue parte de los compañeros de Pellico. Sufrió con ellos las torturas mentales, y también las medievales, pero ahora más refinadas con los descubrimientos modernos.

Con todo, hubiese sido peor si los hubieran apresados en Nápoles o los Estados Pontificios.

Allí los sicarios liquidaban a los sospechosos antes de llegar a las cárceles.

El vapor, los ferrocarriles, el gas, el alumbrado y otros inventos llegan iniciando el progreso actual...

Pero sigue la prisión y la opresión de los poderosos sobre los humildes.

En 1826 le comunican a Ruocco que su hermano Aurelio ha muerto con su esposa Aída y el primogénito Valentino. Diap 13

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

RUOCCO, UNA FÁBULARUOCCO, UNA FÁBULA

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Diap 14CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Esto para inducirlo al suicidio, algo común en los prisioneros.

En 1828 hacen correr la voz que Pellico ha fallecido, con el fin de hundir el sentimiento nacionalista.

Pero la reacción del pueblo es tal que se agita toda Italia, y lo desmienten.

Mientras, un joven revolucionario, de nombre José Garibaldi, se une a los movimientos de Mazzini que formarán la Nueva Italia.

Finalmente, en 1830, liberan algunos prisioneros. Pellico va a Turín.

Se refugia como secretario de la marquesa de Barolo, escribe, y en 1832 publica “Mis Prisiones”

Con este libro hace más por la independencia y libertad de Italia que una batalla contra Austria.

Muere en 1854. Fue amigo de Byron, Madame Stael y

otros poetas e intelectuales. Hombre de alma pura, idealista, se

apartó amargado y ni siquiera aceptó las compensaciones.

Ruocco, igualmente destruido en lo físico y espiritual, vuelve a Garfañana

Se aísla en Villa Collemandina.

Un caserío junto a un afluente del río Serchio, situado a 5 km. de Castelnuovo, de apenas cien habitantes y todos agricultores.

Le visitan sus sobrinos, y él les transmite el intelecto y las ideas sociales y democráticas recibidas a través de sus amigos en la cárcel de Moravia.

Y, como la mayoría de los que estuvieron presos allí, no tiene hijos.

Incita a rebelarse a los campesinos por la situación que viven.

Estos deben dar la mitad de la cosecha al terrateniente.

Pero eso no es bastante, de lo magro que les queda, están obligados a pagar impuestos y “dar donativos” a la iglesia.

Pocos le escuchan. El triunfo de los opresores se basa más

en el temor de los oprimidos que en la fuerza del opresor.

En cuanto aquellos que se sienten atraídos por las ideas republicanas y de justicia, deben huir a la región vecina de Romaña para engrosar las filas de los rebeldes de allí

La enseñanza de Ruocco es revolucionaria, antimilitar, contra reyes, nobles, terratenientes, potentados. Y… anticlerical,

Sin embargo, mantiene gran fe en Dios.

RUOCCO, UNA FÁBULARUOCCO, UNA FÁBULA

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Diap 15CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Pero, como buen toscano, es a un Dios abstracto, un principio de creación.

Quizás fue carbonario, lo más seguro que sus principios eran masónicos.

Se halla reivindicado con Garibaldi y habla con los sobrinos sobre las andanzas de éste en Sud América, con lo cual aumenta más el mito de esas tierras en ellos.

Y en 1848, cuando Garibaldi vuelve a Italia, siente que ya está más cerca la unión de su patria, que no fue inútil lo sufrido en Moravia y que él no vivió en vano.

Tiene la satisfacción de conocerlo cuando pasa por Toscana.

El general, ahora con sombrero y poncho de gaucho, sigue al servicio de la libertad y la república.

Ruocco fallece en 1850, mirando las montañas, sintiendo el murmullo del río.

Lo encuentra su sobrino Valentino.Dos años después, en marzo de 1852,

Valentino pone Rocco como nombre a su segundo hijo.

Y en su infancia le contará de su tío abuelo, siendo un preceptor de esas ideas

RUOCCO, UNA FÁBULARUOCCO, UNA FÁBULA

De Silvio Pellico narra la historia con detalles. Su imagen aparece en los libros.

Fue escritor, poeta, héroe nacional.Nada quedó de Ruocco. No se sabe donde está sepultado.No hay notas ni escritos de él. Tal vez Pellico, romántico idealista,

hubiese deseado lo mismo para sí. Aurelio y Valentino fueron seres

sencillos. Silvio Pellico pertenece a la historia. Ruocco es una fábula perdida entre

tantas. Pero Rocco, su sobrino…

será una leyenda singular.

Lagheto di Villa Collemandina - Al fondo los Apeninos - 2010

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Contaba mi madre que... las anécdotas de Rocco Aquilini comenzaban en Pieve Fosciana;l villa al pie del monte Santo Pelegrino, cerca a un lago, y que tenía 700 habitantes.

Aunque vivía con su familia en Castiglione, pueblo al inicio del valle, era conocido en toda la región. Su padre Valentino cultivaba una sencilla heredad en Villa Collemandina.

Fines del año 1870. Rocco tenía 19 años.

Su juventud y niñez habían transcurrido bajo la agitación de cambios y el paso de los soldados rebeldes o de los ejércitos represores.

Los cuentos del abuelo Aurelio y la abuela Aída sobre el tío abuelo Ruocco se mezclan con la realidad de haber visto a su padre huir a la Romaña para engrosar la División Toscana, con la que Garibaldi derribó los muros del Papado.

Finalmente Italia se independiza y vuelve a ser una nación gracias a la política de Cavour, la fuerza revolucionaria de Garibaldi, el liderazgo del Piamonte y el rey Víctor Manuel.

ROCCO, UNA LEYENDA

Rocco es un joven inquieto, curioso. Lo rodea un mundo de cambios, y todo lo quiere aprender. Su padre y su abuelo Aquilini pertenecen más a la tierra, son más serenos.

El joven heredó el espíritu de su madre, Asunta Pighini, oriunda de Castelnuovo, en cuya familia hay médicos, boticarios, parteras... Y, ayudando a todos, Rocco aprende.

Logicamente, es garibaldino. Y como su héroe: atractivo, fogoso, aventurero, conquistador, amiguero, impaciente. En su mente ebullen los cuentos del general en Sudamérica.

Le resuenan nombres como Argentina, la Pampa, Río de la Plata, el Paraná, Uruguay, indios, gauchos, tierras sin límites, nuevas ciudades, con futuro de libertad y riqueza.

Comenta sus ideas con Tulio, su hermano mayor, quien lo oye y sonríe cauteloso. Éste ya trabaja en la prefectura.

Los hermanos son distintos. Tulio es estilizado, elegante, de cabellos ondulados. El etrusco alto. Serio, engreído por ser el primogénito y saber que le dicen “el príncipe”

Diap 16CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

América, América... tierra de emigrantes,segundones, aventureros, soñadores.

02 Año 1870 ROCCO, UNA LEYENDA

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Rocco es más bien bajo, fornido, de espaldas anchas, pelo lacio. El etrusco bajo. De carácter alegre, divertido, simpático, las muchachas lo llaman, y con razón, “el birbo” (el pícaro).

En lo demás son iguales: nariz aguileña, ojeras profundas, grandes orejas, voz grave. Y atractivo sobre el sexo opuesto.

Sin embargo, mientras Rocco es natural y no oculta sus romances; Tulio actúa de tal forma que nadie sabe nada de él, manteniendo fama de joven formal.

Ha pasado casi un año. En Villa Collemandina el abuelo Aurelio escucha a Rocco. Le recuerda a su hermano Ruocco. Es su nieto preferido, y acaba de decirle que ha embarazado a una muchacha del poblado de Castiglione.

–¡Ah... La vendimia... –añora el viejo– Subir al tonel para pisar la uva, los calzones remangados, viendo la blanca piel de las mujeres, su ropa húmeda pegada a la carne, sudando, excitados. Ir al río, bañarse, hacer el amor... ¿Quién piensa en verano y se es joven?...

–Tengo que casarme, es mi culpa.–Rocco, los dos son responsables. Lo

hicieron porque a los dos les gustó. Eso de la mujer inocente es una bella fábula. Contaba Ruocco que cuando Garibaldi estuvo en Londres, las mujeres de la corte hacían cola en el hotel para subir a acostarse con él. Fue tanto el escándalo, que la reina Victoria les pidió a sus damas que tuviesen más recato.

–Pero eran damas de la nobleza, –dijo, Rocco– allí todo se oculta, se disimula. Y nosotros vivimos en un pueblo.

–En los pueblos son más hipócritas. –sentenció Aurelio.

Rocco quedó callado, era un joven con responsabilidad. El abuelo, luego de reflexionar un rato, indicó irónico:

–Casarse estando la novia encinta es una característica de los latinos. ¿Quién es? ¿Lo sabe la familia de ella?

–Ana Güelfi. No, no lo sabe. Pero, yo me casaré.

Diap 17CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROCCO, UNA LEYENDAROCCO, UNA LEYENDA

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–¡Cuidado! Los Güelfi son vengativos. Nos desprecian. Siempre estuvieron a favor del Papa. Tienen sicarios. Pueden mandarte matar, y a ella encerrarla en un convento.

–Entonces tendré que huir. Ella está dispuesta a fugarse.

–Caro Rocco, sé que sueñas con ir a Sudamérica. Váyanse. Se pueden casar allá o en el barco. Hay muchos paisanos en Argentina. Eres inteligente, sabes tantas cosas. Triunfarás.

–Pero... no tengo ni para empezar el viaje.

–Ruocco me dio unas monedas para ti y Tulio, eran de la compensación por que estuvo preso. Váyanse. No necesitan nada. Lo importante es que se lleven el uno al otro.

–Nonno... mi primer hijo se llamará Aurelio. Eres de oro.

–¡Anda!... Quisiera tener tu edad. Habla con tu amigo Giovanni Pieroni, él es de los nuestros. No le dirá a nadie. Tiene un calesín y los llevará con mucho gusto a Génova.

–Gracias, nonno. –Rocco volvía a ser bromista– ¡Lo que dirán en Castiglione cuando se enteren. ¡Qué escándalo!

–Mira, Rocco. –Aurelio sonría– Había un pueblo roeado por un muro con una puerta en el este y otra al oeste. Tenían limpias las casas, las calles.. Todas las mañanas las señoras y señoritas oían misa. El domingo, los señores se juntaban en la plaza. Pero había una guarnición militar. Los soldados pidieron al duque permiso para poner un burdel.

–“¿Para qué quieren un burdel? –dijo el duque– Con cerrar la puerta del este y la del oeste, ya lo tienen.”

Y un par de carcajadas sonaron en el aire otoñal.

Rocco visitó a Giovanni, éste era cinco años mayor que él, pero siempre había existido una gran amistad entre ellos.

Se había casado con Filomena Rafaelli, bella joven de Pieve Fosciana, quien a más de hermosa era simpática y tenía el ansia de saber las cosas nuevas, muy similar a Rocco. Ya tenían dos hijos y estaban esperando el tercero.

El mundo comenzaba a moverse, y el calesín de Pieroni era solicitado. Hasta ese entonces la gente iba a pie entre los pueblos. A lo mucho se utilizaba un mulo.

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROCCO, UNA LEYENDAROCCO, UNA LEYENDA

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La abuela Aída y Filomena ayudaron a Ana en su fuga. Poca ropa para que entrase en el pequeño bolso de viaje, y suficiente para un viaje nupcial de casi un mes en el océano.

Giovanni los llevaría la madrugada del sábado a Génova. Excusas sobran a una muchacha para desaparecer un día. Y ya Rocco tenía los pasajes para el velero que salía el domingo.

Y allí estaban los confabulados, despidiéndose en el frío amanecer otoñal.

Rocco, luego de abrazar a Filomena, acarició el vientre de la embarazada diciéndole bromista:

–La que llevas allí, será para mí.Todos rieron. Pero, el destino se reiría

en el futuro.Cuando llegaron a Génova, la novedad

del mar no les dejó ver la sucia orilla y los bajos muelles de madera.

Fragatas de tres y cuatro mástiles, con pértigas llenas de velas, esperaban la carga humana.

Dos buques de ruedas a vapor, ensuciaban el aire con el humo de las chimeneas.

La pareja subió al bote que los llevaría hasta el velero.

Iban tras un sueño, iban junto a otros emigrantes.

Partieron. Los jóvenes veían la costa italiana desaparecer.

Ignoraban que tras los montes Apuanos, una vieja Güelfi sonría.

Y el velero tomó rumbo al este, a América.

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROCCO, UNA LEYENDAROCCO, UNA LEYENDA

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PARTIENDO PARA AMERICA - Dibujo al carboncilloAño y Autor desconocido - Nótese el barco a vapor,

pero de paletas, y aun con velas.

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Contaba mi madre que... la razón por la cual Rocco decidió ir a Santa Fe de la Argentina, fue algo que se llevó el viento.

Pero, a los pocos días de haber tocado tierra, él y Ana, estaban en esa ciudad. Y a los pocos meses tenían una pensión en un barrio cerca de la desembocadura de un afluente con el Paraná.

Tal vez fueron las charlas con Bruno, utópico compañero de viaje, que retornaba viejo y triste.

Éste, luego de años en América había vuelto a Italia en busca de su amor... y la halló con hijos de otro.

Y Bruno le vendió la pensión a Rocco.O porqué esa ciudad fue más

preponderante que Buenos Aires. O, como el mapa de esa provincia se parece al de Italia, allí iban muchos compatriotas, y él puso ese negocio.

El viaje duró en mes. Los veleros costeaban Francia y España, luego las islas Madeiras y Canarias, se arrimaban a África y, al llegar a Cabo Verde, se internaban en Atlántico.

ANA, LA SEÑORA

Era el tramo más temido, más de una semana en el océano, sin ver costa.

Finalmente se llegaba a San Roque, en Brasil. Esa punta de Sudamérica que casi siempre es tormentosa.

De allí en adelante una sucesión de puertos: Pernambuco, Bahía, Río de Janeiro, Santos, Porto Alegre, Montevideo. Dejando en cada uno, parte de la carga de emigrantes.

Y, Buenos Aires. A Rocco no le gustó.En las calles los mercachifles ofrecían

de todo. Indios ceñudos y mestizos pobres acarreaban mercaderías, en tanto los señores con aire engreído trotaban sus caballos, mirando las damas que paseaban vestidas al estilo francés.

Lo que más les molestó fue como los trataron en el puerto. Bajando del barco les hicieron entrar como ganado en unos galpones. Allí fueron separados por sus conocimientos.

Los que tenían alguna profesión podían ir a las ciudades. A los campesinos los hacían subir en grandes carretas que los llevarían a la Pampa u otras provincias con tierra virgen.

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Cada vez que un indio me mira,siento que debería pedirle perdón...

03 - Año 1871 ANA, LA SEÑORA

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Les daban documentos acordes a la clasificación. Quienes habían estado antes, podían volver a su residencia. Gracias al amigo de viaje, Rocco y Ana pasaron como sus familiares.

Con Bruno vieron la ciudad porteña. La mañana siguiente tomaron la diligencia para Santa Fe.

Se asombraron al saber que recorrerían una distancia mayor a media Italia.

El viejo rio, diciendo que Argentina era nueve veces más grande.

El paisaje fue impresionante. No se veía una montaña. Los kilómetros eran devorados por los caballos y el terreno seguía plano hasta el horizonte, un mar de pasto y trigo.

Cada vez que la carretera se arrimaba al río Paraná, les asombraba su ancho superior a una milla, y ver navegar en él a veleros y buques.

El Serchio ahora parecía un arroyuelo.Otras veces, el camino cruzaba

extensiones con ganado imposible de contar.

En Garfañana, el que tenía una vaca debía registrarla en el ayuntamiento... ¡y con nombre propio!

La carretera de tierra, llena de baches y lodo, entumecía los pasajeros.

ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

A veces la diligencia quedaba en el barro; y los hombres debían bajar para quitarla del atascadero.

Se detuvieron en el cambio de postas. Los pasajeros fueron al monte. Luego a

la pulpería, mezcla de almacén y cantina. Al lado, tenía un galpón con mesas y sillas para los clientes.

Una reja aislaba al pulpero de los parroquianos apoyados en el mostrador.

Unos pocos indios estaban fuera del local.

Dentro, las chinas, criollas de pelo renegrido, trenzas y largas polleras, se aprestaron en servir a los pasajeros.

Los gauchos, parados junto al mostrador, impactaban.

Unos con sombreros, otros con vincha, cabello largo, pañuelo al cuello, camisa holgada, chalecos adornados, calzones enormes o bombachos, botas rústicas, chiripá, cinto de cuero tachonado de monedas, que mantenía a la espalda el facón: herramienta, arma, orgullo y honor de su dueño.

Pero, lo más impresionante eran sus rostros, sus ojos, su forma de mirar. Una cara curtida de viento y sol. Unos ojos serenos, fríos. Una mirada segura, altanera, fuerte.

Eran hombres, sin más adjetivos.

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Algunos llevaban boleadoras colgadas al cinto, otros un rebenque.

Y cada uno, junto a él, el poncho: capa, abrigo, tálamo... y escudo en un duelo.

Parcos, ceñudos, apenas pronunciaban palabras

Al ver a las pasajeras dejaron de absorber por la bombilla de su enorme mate, esbozando un mesurado y cortés saludo.

Luego, algunos se despidieron de forma similar.

Montaron en sus caballos... ¡Y hubo un cambio mítico! Se convirtieron en centauros, jinetes y

corceles imponían respeto y poderío.

Rocco comprendió. América era una tierra donde las fábulas se hacían realidad.

Reanudaron el viaje. De pronto, en medio de aquella planicie de hierbas, se vislumbró un penacho de humo. El viejo Bruno les explicó:

–Debe ser una locomotora. Están poniendo ferrocarriles. Dentro de poco, las carretas y diligencias serán cosas del pasado.

Unos kilómetros adelante encontraron una caravana de carretas tiradas por vacas y bueyes. Estaba detenida. Eran emigrantes. Sobre un cuero, una mujer se hallaba acostada.

La diligencia se detuvo. Los carreteros dijeron que iban a La Rioja, en el norte. Y que una emigrante había empezado el parto, pero llevaba ya mucho tiempo y la criatura no salía.

Rocco se hizo entender a través del viejo, ofreciéndose auxiliar en la situación.

Él había ayudado algunas veces a una tía partera... y a parir vacas, burras, ovejas. Bruno no tradujo lo último.

Rocco parecía un doctor. Revisó la parturienta. La criatura estaba en mala posición.

Rocco pidió aguardiente para lavarse. Se lo dieron. Vio que era español. Introdujo la mano en la mujer y colocó bien el feto.

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

Collage de un cuadro “Interior de pulpería” de Jean León Palliere (1823 – 1887)

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Luego la ayudó a pujar. Salió un niño de pelusa oscura. El “partero” lo agarró de los pies dándole una nalgada.

Y la inmensidad de aquella tierra se llenó con un llanto humano.

Rocco tomó el cordón umbilical y lo estiró, rompiéndolo. El flujo de sangre se detuvo. Hizo un nudo cerca del vientre del niño. Varias viejas se adelantaron a limpiar madre e hijo.

Se acercó un conductor de las carretas. En su rostro indiado había aprobación. Y le entregó una fina correa y unas hojas parecidas al laurel.

–Átelo con esto, es tripa e’gato. Secará antes el ombligo. Y póngale encima estas hojitas de palán, curan y evitan la pus.

Bruno necesitó hacerle de traductor, indicando:

–Los indios ya sabían curar mucho antes que llegara Colón.

–Ustedes son débiles. –continuó el carretero– Nuestras mujeres nos seguían a todas partes, aun preñadas. Cuando iban a parir, se apartaban, abrían las piernas y el indiecito salía. Si era voluntad de Pachacámac, vivían... sinó, morían.

–Y ahora entierren la placenta, –finalizó– no la vaya a comer un yaguareté y se acostumbre a la carne humana.

Nuevamente tradujo el viejo italiano, agregando:

–La madre quiere ponerle tu nombre a su hijo.

Rocco se lo dijo, pero pidió que llevase también el del padre. Por tanto, aún hoy, si en La Rioja alguien se llama José Rocco, no debe extrañar.

Los carruajes retomaron el camino. La caravana de carretas quedó atrás, hasta volverse un punto en la planicie. La diligencia avanzaba al galope.

Ya de lejos, a Rocco le gustó Rosario. Se veía el aire limpio, el cielo azul, sus casas blancas, sobre las barrancas, junto al río Paraná, el cual parecía un enorme remanso de ocho kilómetros de ancho.

Ana dijo que le recordaba Italia. Lo comprendieron al llegar a la estafeta.

Se oía el italiano y en todos sus dialectos.No se había detenido la diligencia

cuando unos jinetes a caballo, enjaezados con elegancia, se pusieron a la par saludando a los pasajeros.

Efusivo fue un caballero de ojos azules y pelo rubio. Bruno tenía la vista húmeda, y sacaba la mano por la ventana para devolver el saludo.

–Es mi hermano Aldo... –explicó el viejo, emocionado– Cuando vinimos, él se quedó aquí y yo fui a Santa Fe. Él se casó con una gallega, yo viví en una ilusión imposible.

–Usted cumplió, ella no. –dijo Rocco,.–No... El estúpido fui yo. Ella hizo lo

normal. No se puede vivir de esperanzas por años y una carta mal escrita cada mes. Ustedes dos hicieron bien las cosas, vinieron juntos.

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

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Los jóvenes se miraron con picardía. Rocco pensó en los consejos de su abuelo Aurelio. Bruno se lo hacía recordar.

Aldo los atendió esplendidamente. Hombre de éxito, era dinámico. No les permitió seguir en la diligencia. Los llevaría a Santa Fe en su charret

Les mostró la ciudad. También vieron unos depósitos suyos para la exportación de trigo y granos a Europa, cosa que crecía cada año. Y así mismo traía vino y aceite de Italia y España.

Pernoctaron en su casa. Y, en medio de las risas de Carmen, señora de Aldo, y sus rosarinos hijos, Rocco practicó el poco español aprendido.

Si Rosario impresionó como ciudad del futuro, Santa Fe lo hizo por lo contrario.

Mantenía un aspecto severo, augusto. Ese aire señorial de las grandes ciudades castizas.

Su historia es de orgullo. Fue de las primeras fundadas en la conquista, primera en importancia, primera en tener Universidad, primera en las luchas de independencia.

Y en ese momento, con 92.000 habitantes, era el centro de emigración de los agricultores.

Alberdi había dicho antes: Gobernar es poblar. Y Mitre, como Sarmiento, lo aplicaban.

Esos emigrantes, 60 por ciento eran italianos, salían para Corrientes, Misiones, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy, Santiago del Estero.

Nombres que sonaban a leyenda.Con razón, De Amicis llamaría a Santa

Fe: “La puerta vieja para un mundo nuevo”.

El negocio de Bruno quedaba próximo a una barranca, en una esquina. Hacia el sur podía verse el río Salado; y al oeste, el Paraná, tan ancho que costaba distinguir la ribera opuesta.

Las calles eran empedradas. Cerca del local se levantaban modestas casas bohemias.

Entrando al comercio había un local con mostrador. Seguían dos habitaciones, y luego el fondo con un gran patio y dos hileras de cuartos.

Durante el viaje, Aldo había insistido para que Bruno dejase esa pensión y se fuera a vivir con él. El viejo ponía muy poca resistencia. Ya no le quedaban ilusiones.

Rocco miró el local, miró a Ana. Ella hizo un gesto afirmativo... Sí, allí empezarían su futuro.

Y el joven se ofreció como socio del comercio, siendo aceptado con gusto. Todos sonrieron. Bruno no tardaría en irse a Rosario.

De un rincón del local surgió una china. Tan silenciosa fue que nadie la había notado. Todos la observaron.

La mirada de Aldo era severa. La de Ana, envidiosa. La de Rocco, atónita y burlona.

Después de todo, el viejo no la había pasado solo.

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

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La mujer era de belleza extraordinaria, piel aceitunada y suave, ojos mansos, cabellera negra, cuerpo moldeado.

De toda ella emanaba una misteriosa sensualidad, como si surgiese de la selva.

Saludó. Tenía una voz dulce, con cadencias de agua entre las ramas. Pero, a la vez, de inmensa melancolía.

Bruno, sonrojado, la presentó:–Es Uruahí, significa: “la de pájaros

pintados”. Vive conmigo. Cuida la pensión. Es india paraguaya, guaraní.

Y el viejo se sintió obligado a contar:–Años atrás estuvo acollarada con un

gaucho. Tenían el rancho debajo un ombú, lejos. El hombre se iba cada tanto, pero volvía. Al gaucho no lo manean las polleras.

Bruno señaló una mesa a Uruahí. Ella sonrió triste, y fue al mostrador. Volvió trayendo un porrón de vino y vasos. Todos se sentaron... menos ella, pero quedó cerca.

–Eran felices, tenían el infinito del cielo, de la Pampa, y un gurí. Otra vez el hombre salía, era época de domar en las estancias. Antes llevó a su china, a Uruahí, hasta la pulpería que estaba a varias leguas, para comprar tasajo, yerba...

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

BRUNO Y URUAHÍ

El viejo bebió como quisiera tragar algo amargo, y siguió:

–Allí, estaban el comisario y los milicos. Miraron al gaucho y Uruahí, quienes compraron y volvieron al rancho. El gaucho se fue. En la tarde vinieron los milicos. Borrachos. El peor fue el comisario. Al gurí lo mataron a golpes, sólo era un indio menos. A ella la dejaron desangrándose. Se salvó porque sabía de yuyos, pero no podría tener más hijos.

Aldo traducía en italiano. La india murmuró:

–Un día mi gaucho volvió. Me escuchó en silencio. Me miró. Sus ojos decían mucho. Fue donde estaba enterrado el gurí. Sacó el facón, le besó la cruz, y dijo adiós... Se despedía para siempre... Y, yo me fui también.

–El hombre se volvió matrero. –siguió Bruno– Una noche encontró al comisario. Lo retó a duelo. Le enterró el facón… hasta la cruz. Los milicos lo buscaron como a un animal. Lo mataron a tiros, de lejos, eran maulas para enfrentársele.

El silencio dominaba el local, el vino se secaba en los bordes de los vasos.

Bruno dio un suspiro, terminando:–Una día Uruahí entró. Pidió trabajo. Se

lo di. Se quedó.

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Lamentablemente el general también “libró” la Patagonia de indios salvajes. Una parte de la historia que, por vergüenza, es mejor callar.

Rocco compró la pensión a los pocos meses.

Bruno se marchó a Rosario con el mismo baúl de veinte años atrás.

Cuando fue a buscar a Uruahí, la india se había ido.

“Por lo que esté” había dicho... y él ya no estaría.

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

–Por lo que esté... –se oyó decir a la india. –Eso fue lo que dijo entonces. Por el

tiempo que yo esté. Vigila el negocio, limpia la pensión. Nunca protesta, me cuida. Ni abrió la boca cuando dije porqué iba a Italia. Se fue a ese rincón... creo que debe haber estado ahí hasta hoy.

–No. Había que limpiar la posada y dar comida a los otros señores... Pero, cada noche volvía al rincón, a recordar.

No quedaba más por contar. Aldo se fue. La vida seguía.Ana y Rocco tomaron una de las

habitaciones del frente. Uruahí y Bruno dormían en uno de los

cuartos del fondo.Rápido aprendió Rocco el español. Ana

se puso al frente de la pulpería. Su esposo se encargó de la cocina.

Fueron mejorando la presentación del local. En uno de los viajes de Rocco a Rosario,

para traer vino y especias, Aldo le presentó al coronel Julio Argentino Roca quien extendería los ferrocarriles. Se hicieron amigos.

POR ESTA CRUZ…Collage sobre un cuadro “Idilio criollo” de Jean León Palliere (1823 – 1887)

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Cuando preguntaba a mi madre por los hijos de Rocco con Ana, era difícil precisar.

A veces decía diez, otras seis; y en algunos casos, ocho.

Las más citadas eran Asunta y Aída, primera y segunda respectivamente, las cuales, cada una, a su manera, llenaron luego un capítulo de novela en esa época de romanticismo.

Le pusieron Asunta por su abuela, nació en mayo de 1872, cuando Rocco, de 21 años; y Ana, de 20, vivían los primeros meses de América tratando de aprender a llevar el negocio.

Quien la trajo al mundo fue su padre. Lo sucedido en la carretera se corrió, siendo llamado como partero en la vecindad.

Una vez cumplido con la asepsia primitiva, Rocco besó a Ana disimulando la molestia que ella no le hubiese dado un varón.

Se ignoraba que el sexo lo determina el padre.

Eran tiempos donde se cumplía la ley de la naturaleza. Sobrevivían los fuertes.

Al día siguiente la madre ya estaba al frente del local y Rocco en la cocina con un viejo gallego.

Sobraban emigrantes o indígenas que por techo y comida trabajaban.

Para ayudar a Ana tomaron una india, que se encariñó con Asunta y la mimaba en su dulce idioma.

Junto a Ypané, nombre de la india, Asunta se desarrolló comenzando a mostrar las profundas ojeras características de su padre y los hermosos ojos de su madre.

Además de niñera, Ypané fue ayudante de la pensión y de la fonda.

Ya no era pulpería. Con los arreglos había dejado de parecerse a eso y recordaba los locales de Europa.

También se enriquecieron los conocimientos de Rocco. El padre de la india era curandero.

Y el joven toscano, con su simpatía y ansias de saber, fue asimilando del viejo indígena. Aprendía guaraní... y mucho de la naturaleza.

Entrados en diciembre, una tarde que desde el fondo de la pensión estaban mirando el encuentro de los ríos.

Guazú, como le decían al padre de Ypané, le comentó a Rocco:

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

1872 > ASUNTA, YPANÉ Y GUAZÚ

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–En unas semanas tendremos el agua aquí arriba, cerquita. Conviene que suba el gallinero y el chancho más arriba. No vaya a perder esos animales.

Algo que tipificó a Rocco, y sus descendientes, es que oían a los simples, a la verdad que encierra la experiencia.

Y así, sin más, subieron lo que el viejo había dicho.

Pero, el tasajo de caballo, de vacuno y de carpincho que se salaba en las piedras cerca de la orilla, Rocco lo dejó.

El indio, burlón, le aconsejó:–Si no quiere perder eso, usted va a

correr dentro poco,. El Paraná cuando crece, levanta sus hijos. Y el Salado, o Ybirí para nosotros, le obedece. No importa, yo le avisaré.

–¿Crece tanto? Aquí no hay montañas. –dudó Rocco.

–Al Paraná, y a su hermano el Paraguay, los alimentan la lejana sierra del Amanbaí, el Matto Grosso y el Chaco. Cuando allí es temporada de lluvia, el cielo se rompe. Eso es bueno para la que vida se renueve. Ya verá que la tierra se raja, y bajan islas flotantes llenas de animales y árboles.

–¡Cuánto sabés, Guazú! –y le interrogó– ¿Qué significa tu nombre?... Nadie se llama como vos.

–Yo fui joven. Yo quería saber todo. –musitó el viejo– En una crecida subí a una de esas islas. Despacito fuimos hasta donde termina el río, lo que llaman Delta del Tigre. Pero mi isla, que cada vez se ponía más chica, no paró allí. Siguió hasta el Paraná Guazú, el “río grande como mar”, el que ustedes llaman Río de la Plata. Y unas olas saladas la deshicieron.

–Nadé como el carpincho. –siguió el indio–. Llegué a la costa. Y, remontando la orilla, volví. Vi otros pueblos, otros lugares, otra gente... Desde entonces me dicen Guazú.

–¿Aprendiste mucho? –Rocco se preguntaba sí mismo.

–Mucho. Lo más importante fue... que nada es diferente.

La crecida comenzó a principios de enero.

Tal como había dicho Guazú, el río creció casi ocho metros y el ancho de cuatro kilómetros llegó a veinte. No se veía la orilla contraria.

Por eso a Entre Ríos y Corrientes, provincias situadas entre los ríos Paraná y Uruguay, le dicen la Mesopotamia Argentina.

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ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

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Rocco entendió para que servían las argollas que estaban en las paredes de la pensión, sobre la calle y el fondo. No eran sólo para atar las riendas de los caballos de los clientes.

En esta circunstancia también servían para amarrar las cuerdas de los botes y canoas de los que venían por el río, y que la crecida los aislaba en sus cultivos.

En pocos meses la pensión cobró fama por sus vinos y comidas, como por las habilidades del dueño.

Construyó un horno en el fondo y hacía a diario pan italiano y campesino.

Empedró el patio y los cuartos, los fretachó de yeso y pintó con cal. Cambió el techo de quinche, fresco pero dado a bichos y culebras, por un cielo raso de madera y tejas.

Puso tejas cocidas, igual que en Toscana. Estas argentinas las hizo con material del lugar, como todo lo demás.

Otros se deprimían añorando, él valoraba la nueva tierra.

Una mañana se apareció Guazú con una canoa extraña, era de cañas y forrado de cuero. Sereno, explicó:

–Es de totora, me enseñó como hacerla un indio del lago Titicaca. Flota sola. La revestí porque los blancos creen que se hunde. ¿Viene conmigo a ver las islas flotadoras? En la tarde estamos en Rosario. Tomamos la diligencia y volvemos.

Rocco dudó, pero fue más fuerte el espíritu aventurero.

Y dejando a Ana con rostro enojado, y al gallego a cargo de la cocina, se embarcó.

Sólo llevaban un remo primitivo.Fue una experiencia inolvidable.Los grandes islotes, si no hubiese sido

porque se movían con el río, parecían tierra firme. En ellos había una fauna y flora maravillosa, de la selva.

Tenían árboles frondosos llenos de lianas, flores y pájaros de selva tropicales, en ellos se veían carpinchos, vizcachas, iguanas, comadrejas, y nutrias nadando.

En uno notaron un yaguareté. El hermoso gran gato iba sentado, impávido, con la vista puesta en la cima del follaje.

–Hay monos en las copas. –indicó Guazú– Sólo debe esperar. Tarde o temprano un árbol caerá y él tendrá comida. Si la isla encalla, mejor. Y si no, él nada muy bien.

Diap 29CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

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Rocco pensaba en su pequeña hija, viendo las turbulentas aguas.

El indio guiaba la canoa. Notó la mirada y murmuró:

–No tema. Este bote no se hunde. El único peligro son los yacarés. Pero prefieren la orilla mansa. Yo de niño jugaba con ellos en el agua haciéndoles cosquillas en la barriga.

–Yo no jugaría con un cocodrilo. Son animales que atacan ocultos. No me gustan los reptiles ni los hombres ladinos.

–Por eso, usté en pocos meses se hizo respetar. Y no diga que no le gusta el yacaré, aún no lo ha probado. Se que es buen cocinero. Todo bicho que camina va a parar al asador.

Rocco largó la risa. El indio comenzó a llevar la barca de totora hacia la ribera. En el horizonte se vislumbraba Rosario.

Guazú encontró uno de su misma etnia y le dio el bote. No le dolió darlo. A él le sobraba totora, cuero y... tiempo.

Fueron al depósito de Aldo. Rocco había vuelto allí otras veces a buscar vinos y quesos de Italia.

Bruno no les dejó regresar esa noche, los invitó a quedarse en lo de Aldo.

–Gracias... –dijo Guazú– Estaré con el otro indio. Sólo llevo chiripá y cholas bajo el poncho. No sirven para una reunión con damas de corset y polizón, charlando con señores de jaquet, o de pantalones y botas. Mañana volveré temprano.

Bruno los llevó en su sulky. Ni quiso entrar en el local y se marchó. O quizás... el viejo temió ver donde había

vivido con Uruahí.

Guazú decía que volver al pasado es gualicho.

...oo0oo....

Diap 30CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ANA, LA SEÑORAANA, LA SEÑORA

Indio viejo en caballo (bote) de totora

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Contaba mi madre que... Ana no hizo ningún comentario. Sólo preguntó si esa era la forma de cuidar a una esposa encinta.

La reacción de Rocco pasó del asombro a la euforia.

Para que Ana estuviese más descansada, trajeron una prima de Ana, de Castiglione.

Rocco atendía la cantina, y para ayudar al cocinero tomó a Pina una genovesa.

Los cambios trajeron más parroquianos. Y los beneficios, a las mejoras.

Ana quería lucirse con el familiar. Compraron vasos de porcelana y cobre. Jarras y cántaros elegantes.

Cambiaron las lámparas de velas por nuevos de aceite. De lejos, en la noche, se veía la luz de la pensión. Y pusieron un letrero sobre la puerta:

RESTORÁN PIEVE.Sin embargo, los clientes habituales, los

que diariamente llenan el cajón con sus monedas, seguían prefiriendo los jarros y botijos de terracota. Decían que el vino sabía mejor.

Rocco era un hombre de ambiciones, le gustaba vivir bien, pero no se preocupaba del dinero ni de ahorrarlo ni de invertirlo.

Pero, todo fuese por el venidero varón deseado.

El futuro padre comenzaba a ser más aplomado.

Quizás era la responsabilidad, o tal vez el espíritu introspectivo de la tierra nueva y de los gauchos iba apoderando de él.

Ahora, para definir a alguien se usan términos difíciles, entonces era suficiente un respetuoso gesto en el rostro.

Rocco aprendió de todos y de todo. Hoy sería: un “Ecléctico”.

Sabía tratar las personas. Hoy: Tenía “Relaciones

Públicas”. Buen amigo, alegre, agradable.

Hoy: un “Hombre Sociable”. Pensaba en lo mejor y decidía.

Hoysería: un “Ejecutivo”.Pero, en esa época sólo fue...

Rocco, un hombre singular.Y ese hombre fue a Buenos Aires a

buscar la prima de Ana. Vio la muchacha bajar del velero

acompañada por un joven con aires de gran señor. Diap 31

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

SANTOS, UN GAUCHO

Pa’ cantar, mi vigüela...pa’ mi honor, el facón...

04 – Año 1873 SANTOS, UN GAUCHO

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Sería un compañero de viaje, y el trayecto era muy largo para estar sola.

Era un primo lejano de Ana Los italianos se especializan en tener primos lejanos.

Éste se había invitado solo, y venía a lo de Rocco porque en América todos se hacían ricos.

Caterina, la prima, resultó modesta y tímida.

Pero, Carlo, era petulante además de atrevido.

Mientras Caterina se asombraba de lo que veía, Carlo sonreía cínicamente.

Rocco, molesto, ni les mostró la ciudad yendo a la salida de diligencias de inmediato..

Durante el trayecto el joven se burló de la apariencia de los gauchos y le pareció aburrido ese país tan llano.

La muchacha se avergonzaba a cada frase de él.

Rocco no lo soportó má. Le dijo que los Andes eran más altos que

los montes Apeninos, que Italia cabía nueve veces en Argentina, y esos gauchos eran hombres que se debían admirar.

Carlo no habló durante el resto del viaje. No quería estar mal con ese pariente.

Lo recordaba como un muchacho alocado, pero ahora era un señor que infundía respeto.

Al anochecer llegaron a la pensión. Rocco dejó en una mesa los impresos de

la ciudad. Los clientes fueron a verlos, muchos

solamente entendían los dibujos, no sabían leer.

Luego de la presentación del nuevo emigrante, éste no gustaba ser llamado así, y que él y Caterina transmitieran las novedades de la vieja patria, se dirigieron a descansar.

La muchacha fue al cuarto donde estaba la hija de Guazú, la india Ypané, con quien entabló rápida amistad.

Rocco, por tirria de haber soportado la perorata del joven, lo puso en el último, junto al gallego cocinero.

Ana, al acostarse, le dijo que el primo había venido de yapa.

Rocco sonrió. Lo que viene de yapa no vale mucho.América era para hombres... Carlo ya lo vería.

Diap 32CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

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Ni atendiendo a los parroquianos era útil. A todos les disgustaba su altanera forma de ser, parecía un chulo.

Caterina, Ypané y Ana trataban de disimular la falta de capacidad del joven, pero Rocco veía la injusticia.

Éste había ampliado el negocio con otro galpón, en él guardaban los barriles de vino, los embutidos y el tasajo, más los hierbas medicinales y toda clase de condimentos.

Era el lugar donde el “Brujo Guazú” y el “Partero Rocco”, como los habían bautizados, aprendían el uno del otro.

En los Andes, en Mendoza, Córdoba, Salta, los viñedos de los emigrantes daban caldos tan buenos como los europeos.

Rocco empezó a comprarlos. Luego él les daba el “punto” con polvos y yuyos.

Y el sabor “propo italiano” agregándoles virutas de viejos toneles curados.

Por algo tenía fama de arreglar el vino “mareado” al cruzar el ecuador.

Encargó a Carlo para ir con los vinicultores y la compra diaria de las verduras, como del mercado fresco de la cocina.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

El verano de 1873 fue pasando. Y los emigrantes seguían llegando. Las cartas mal escritas hacían crecer el sueño.

Sarmiento, el presidente, además de llevar al país a un gran progreso material e intelectual, era maestro y escritor.

Acuñó una frase histórica: “Las cosas hay que hacerlas, aunque sea mal pero hacerlas”. Carlo ni la entendía.

El gallego cocinero se casó con su ayudante Pina, la genovesa, y se fue a Rosario.

Quizás por que esa ciudad crecía, o tal vez por no soportar más al joven.

El gallego dejó como recuerdo sus pucheros, los deliciosos chorizos, y las empanadas que hacía con los pescados del río.

Lo sustituyó un napolitano, de nombre Napoleone, más paciente, más alegre y más dado a hacer platos del sur de Italia.

Esto se unió a las habilidades de Caterina que era buena repostera, sabía amasar, preparar pastas finas y sabrosos minestrones.

Ana logró que pusieran su primo en el mostrador. Y Caterina se repartía entre el local y el fogón.

Todo mejoraba, con excepción de Carlo.

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–¿Qué querés tomar, Santos? Estás muy callado.

–Una caña paraguaya... y otra pa’ usté, si quiere escuchar. Tengo algo en el garguero que me cuesta desembuchar.

El tano trajo los vasos. El gaucho lo miró de frente, con ojos fríos:

–¿Sabe, Rocco? Yo a usté lo respeto. Pero ese primito suyo... –movió la cabeza con disgusto, y siguió– como que le está arrastrando el ala a la china. Va por el rancho cuando yo no estoy. Y le lleva tasajo.

–Santos... –respondió, sopesando las palabras– el primo es de mi señora, el tasajo es mío... y la china es tuya.

–¡Hum!.. Tiene razón. Es que... en cuestión de faldas, pocas veces la taba es suerte. Otra vez tendré que enseñar.

–Sí, pero vos aún no me enseñaste a bailar malambo. –dijo Rocco en broma y saliendo del grave momento.

–Le enseñaré. Pero antes, alguien tiene que aprender otra cosa.

Y tomó la caña de un solo trago, para irse. Quiso pagar las dos bebidas. Rocco no aceptó. Eran por cuenta de la casa.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Lo hizo más que todo para sacarlo de la casa y tenerlo lejos del cajón del dinero.

Así, Carlo tuvo jardinera y caballo a su disposición. Los gauchos le miraban con sorna al verlo montar con sus pantalones apretados y casaca adornada.

Sin embargo, a las mujeres les caía bien. A veces salía sin que hubiese necesidad.

Esa mañana, Guazú, al volver de buscar unos yuyos en el galpón, le dijo a Rocco con sobriedad vernácula:

–Patrón... el charqui va bajando.–Guazú, vos no tenés patrón. –respondió–

Tenemos que ver si no hay algún aujero y esté entrando algún bicho.

Disimuló, imaginando el origen de la falta. El indio se fue.

Esa noche, junto al mostrador se hallaba Santos, gaucho payador, bailador, ducho en faenar y cuerear. Guapo, tenía en su haber muchos duelos de payada... y de sangre.

Su única debilidad era una china algo coqueta que vivía en su rancho, cerca del río Salado.

El hombre lo observó, y Rocco supo que quería hablar

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–¡No!... –interrumpió Guazú– Vamos a ponerle los yuyos pa’ que no le duela. Y le diremos pa’ que sirve cada uno.

–Ya ves, un indio es mejor que vos. –dijo Rocco.

Se limpió las manos con caña y le sacó el pañuelo. La herida era profunda y le echó un chorro de la bebida.

Carlo lanzó un alarido. Guazú le dio unas hojas, diciendo que las masticara. Eran de coca, del Perú.

El joven sintió que se le dormía la boca.El indio trajo un polvo blanco, explicando

que era amapola molida. Y con una espina impregnada de él fue pinchando cerca de la herida. Desapareció todo dolor.

Finalmente entregó a Rocco una crin negra, indicándole:

–Cósalo con esta cola de caballo, sinó tendrá dos bocas. Usted hace buenos puntos, lindos como un bordado. Lo vi el otro día, cuando los hizo a la vaca del tambo.

El “partero” vio el horror de Carlo y, burlón, preguntó:

–¿Qué te gusta más... punto inglés o hilvanado?

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

El día siguiente, Carlo, luego de pasar por el galpón, salió en la tarde. Iba emperifollado, con facón y chambergo.

Anocheciendo volvió a la pensión. Traía la cara envuelta en un pañuelo ensangrentado. Le habían hecho un barbijo en la mejilla derecha. Santos era zurdo.

Guazú y Rocco no lo dejaron ver así por las mujeres, llevándolo al galpón para curarlo.

–Tuviste suerte. –dijo el indio– Pudieron degollarte. Se ve que quien lo hizo sólo te quiso marcar.

–Acostate en esta mesa. –ordenó Rocco, luego de limpiarla con aguardiente– Espero que, por lo menos, hayas sido lo bastante varón como para haber sacado el cuchillo.

–Sí... –farfulló Carlo– pero antes que pudiera darme cuenta, tenía el tajo y estaba envuelto en el poncho de ese payador de porquería.

–¡Callate! Porquería sos vos. Un hombre no dice con quien tuvo un duelo. Debes aprender mucho de América. Tendría que curarte así, a ver si aguantas el dolor y no eres maula.

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Bruno le envió a su compañero de viaje un libro:

El “Martín Fierro”, de Hernández.En las noches, criollos y extranjeros

hacían rueda en local mientras Rocco lo leía en voz alta.

Eso era América. Donde un emigrante narraba a los gauchos una historia de ellos.

Eso era América. Donde un joven italiano y un viejo indio compartían sus experiencias.

El primo se fue. Dijo que a Buenos Aires. Para la capital. Todos sintieron alivio que se fuera.

Pero, no aprendió la lección dada por Santos. Años después se supo que había muerto en una pelea de caficios

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Esterilizó en caña la crin y la aguja, ésta era igual a la usada por su esposa para coser los colchones.

La herida quedó cerrada. El indio le echó otros polvos amarillos:

–Esto se forma sobre las telarañas, no deja formar la pus. Y pa’ terminar te ponemos una hojas de palán. Un poquito de algodón. Un pañuelo… y ya está. Parece que tuvieras dolor de muela, no una cortada.

Carlo se levantó. Apagaron las lámparas de aceite. Iban para la casa, cada uno en sus pensamientos.

–Viejo... –dijo Rocco, mordaz– Creo que no va a faltar más el charqui. Debe haber sido algún pájaro rapiñero.

–Es que cerramos el hueco. –respondió con la misma malicia el indio– El chimango tendrá que volar para otro lado.

Al otro día, Santos apareció en la fonda. Sereno, como si no hubiera pasado nada.

Cumplió con lo prometido. Le enseñó a Rocco a bailar malambo, gato, y pericón.

Y con el tiempo, el “patrón” se hizo bailarín de renombre. “LA PAYADA”, cuadro de Enrique Mac Grech

( 1890 – 1969 )

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El reciente padre sonrió. Con el indio siempre aprendía.

–Vamos a tener que voltearle la pisada. –aseveró el viejo– Nada cuesta probar. Todo es cuestión de fe.

–No entiendo como vos, –dijo Rocco– que hacés brujerías, el domingo vas con mi señora a misa, y rezás... y comulgás.

–Aprendimos con los misioneros. –dijo Guazú– Era mejor rezar que recibir latigazos, o ser destrozados por los perros.

–¿Crees en ese dios de los misioneros o en los tuyos?

–Dios es dios, con muchos nombres o uno solo. Lo mismo está en cada árbol, río, montaña, que en la hostia. Dicen que hay indios caníbales...y ustedes nos hacen comer a su Dios.

Rocco volvió a reír. Y dijo, ya creyendo más:

–Vamos. Ojalá voltear la pisada ayude en lo que quiero.

–Lo que queda de cada ser que camina en la vida, hombre o animal, es su huella: la pisada. Dice de donde viene y para donde va: Su destino. Si la volteamos, cambiamos ese destino

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

En la primavera de 1873, Ana dio a luz. Y Rocco la atendió.

Un parto fácil, pero el padre mostró rostro desconforme.

Era una bella niña... otra niña. La llamaron Aída, como la abuela. Hubo

fiesta en la pensión y, dando gusto a Ana, se trajo al cura para bautizar la criatura de Dios.

El sacerdote, viejo napolitano que vivía de limosnas, pudo ese día comer mejor.

En cuanto ir al municipio, tardaría más. Todos sus hijos fueron inscritos con fechas posteriores a su nacimiento, Y no leía lo escrito, con lo cual su apellido variaba en muchos.

Días después se hallaba en el fondo. La voz de Guazú le sobresaltó, al indio nunca no se le oía los pasos.

–A juro iba a ser nena. Doña Ana se mantuvo bonita, la piel suave, la barriga redonda, comía bien. Cuando es macho, la panza se pone puntiaguda, el pellejo manchado, vomitan. Los hombres ya desde dentro damos problemas.

1873 – AÍDA Y LA CHARRÚA

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–Ahora entiendo porqué son cerrados, libres, valientes, y odian a los milicos. Tuvieron que hacerse a sí mismos...

–Y son guerreros, los montoneros de Güemes dieron la libertad. –dijo Guazú– Malo cuando no hay porqué luchar, y el soldado se vuelve milico pa’ vivir sin hacer nada.

–O pelean sin saber la razón, como lo hicieron tres países contra tu patria.

–¿Cual patria? Usté como yo, nacimos en una tierra... pero somos de donde estamos.

Y un joven toscano se sintió hermano de un viejo indio.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Fueron al río. Guazú buscó barro casi seco. Hizo pisar

en él a Rocco. Sacó una palita de bronce. Recortó un ladrillo con la pisada, lo puso boca abajo y en sentido contrario.

Luego, con la mirada fija en el cielo, quedó moviendo su cabeza, acompasadamente, orando... Y, sin saber porqué, Rocco hizo lo mismo pidiendo por un primogénito.

Venían de vuelta en silencio. Rocco preguntó:

–¿Había muchos indios antes que llegaran los conquistadores?

–Muchos... y de muchas tribus: pampas, chanás, charrúas payagüés, querandíes, quiloazas, caracarás, tapes, timbúes, colastinés. En el sur los patagones. Pelearon con el blanco por su independencia. Todavía en la Pampa entran a los pueblos en malones a matar hombres y llevarse las mujeres.

–¿De esa mezcla salieron los gauchos? –De ambos lados. Los soldados atacan a

las tribus para vengarse, matan a los indios y violan a las indias. Y… las dejan abandonadas, mientras los indígenas cuidan a las blancas y al gurí mestizo. ¿Sabe por qué se llama gaucho? Viene de guacho, que es huérfano en quechua.

“LA VUELTA DEL MALÓN”, 1892, parte del cuadro de Ángel DellaValle (1855- 1903)

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Y convertir exquisiteces sus quesos, chorizos, longanizas, con lo aprendido del gallego y de Napoleone.

Las carretas de los Andes, fueron las que aumentaron sus viajes con esos productos.

Los más asiduos eran dos jóvenes: Uno, Jesús Logróñez, cuñado de la mujer

que dio a luz en la carretera, traía de La Rioja un vino dulce y quesos.

El otro, Martín de Langreo, un asturiano, venía de Tucumán. Allí se daba un vino similar al toscano montañés.

Casualmente llegaban juntos, traían las carretas pequeñas, y siempre debían reparar algo en Santa Fe.

Por tanto, tenían que hacer la “dormida” en lo de Rocco.

Y casualmente, Ypané y Caterina era cuando estaban mejor arregladas, y quedaban charlando con los muchachos.

Una mañana, Ana, tuvo dolor de cabeza. De nada sirvió el te con polvos de corteza de sauce. A mediodía vomitó.

Guazú miró a Rocco. La “volteada” había tenido efecto.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Marzo de 1873. Otoño. Seis meses desde el nacimiento de Aída.

La niña tenía la belleza de su madre, su delgadez, pero las ojeras paternas.

Asunta era típica Aquilini, fuerte maciza, De Ana heredó los ojos que enloquecieron al joven toscano.

Ambas niñas vivían consentidas por la dulce Ypané y la infatigable Caterina, y reían con los juegos de Napoleone.

Durante ese tiempo llegaron noticias de Pasteur y Líster, de medicinas y líquidos para limpiar heridas.

Rocco leía, y por Aldo traía esos productos, más especies y sabores.

Seguía progresando el negocio. Tenía más pensionistas, construyó más habitaciones, y agregó otro “tinajero o filtro”.

Era un armario con una piedra dentro, por ella se filtraba el agua traída del pozo, que caía fresca y pura en el bernegal. Pero, Rocco obligaba hervirla.

Sin embargo no subió la importación de vinos, quesos y embutidos.

El “partero” tenía el don de volver europeos los caldos de los vinicultores emigrantes.

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–Encierre las niñas, pongan mosquiteros en las ventanas. Haré una pomada que espanta esos bichos. Si los pican chupen la picada y pónganle caña. El río trae espuma babosa. Las babas, mosquitos... y estos chupan la vida.

Ana miró las niñas, tenían unos pinchazos. Guazú los chupó. Luego hizo un preparado grasoso que olía a infierno y untó a las niñas. Rocco miró a Ana, estaba picada.

–Mujer preñada con gurí no muere de fiebre. El macho que lleva dentro la defiende. –indicó el indio– Las gurisas son chicas, Dios o Pachacámac las protege. No tema, patrón.

–Ya te dije que no soy tu patrón. Vos sos mi maestro.

–Es patrón... siempre lo será, aunque no le guste serlo.

Y así se llegó a la primavera de 1874. El año 1875 era esperado. En su inicio debía nacer el niño. Rocco vería si la “volteada de pisada” surtía efecto.

En tanto, Ana rogaba en misa por eso. Pueblos distintos, supersticiones diferentes.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Y los vómitos se hicieron habituales. Debía salir en las horas que servían la comida, sólo el olor la asqueaba.

Iba a la esquina de abajo, allí subía la brisa del río. Un día llegó una india andrajosa, fea, hosca. Se sentó en la tierra.

Ana notó que a la mujer le faltaban varios dedos.

La india la veía con una mirada inexpresiva, parecía muerta. Y así quedó.

Cuando la patrona volvió a la pensión le dijo a Guazú quien, poniéndose más serio que nunca, le explicó:

–Es charrúa. Las madres se cortan un dedo por cada hijo muerto. –y, continuó– Tiene razón. Está muerta aunque parezca viva. Todos las charrúas lo están. Fue la tribu más belicosa, guerrera. No los mataron los conquistadores. Fue un hermano del Presidente Rivera, del Uruguay, salió con milicos a pacificarlos... y los pacificó pa’ siempre.

–Me señaló el río y mi vientre. –recordó Ana.

Guazú se levantó, saliendo a ver. Volvió rápido, diciendo:

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Se miraban uno al otro. Por fin, Martín se atrevió:

–Señor Rocco... queremos casarnos con Ypané y Caterina.

–¿Los dos con las dos? –preguntó jaranero el toscano– No creo que el cura ni el juez lo permitan.

–No... –intervino Jesús Logróñez, con más confianza– Yo estoy enamorado de Ypané, y Martín de Caterina.

–¿Por qué me lo cuentan a mí? Yo no soy dueño de ellas. Caterina es mayor, puede hacer lo que quiere. Y el padre de Ypané es Guazú. Que digan ellas y él.

No necesitó llamar a nadie. Todos estaban confabulados.

Entraron de inmediato, más Ana y las niñas. Rocco dijo al indio:

–Mirá, Guazú... este español quiere casarse con tu hija.

–Mi tatita ya me dio la bendición. –cortó la bella india– Pero usté es mi patrón y quiero su permiso.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Esa tarde la diligencia trajo impresos de Europa, en ellos decían que Engels y el revolucionario Marx propagaban ideas extremas, y que el último vivía refugiado en Londres.

Pocos pensionistas prestaron atención, estaban cansados de una jornada buscando como “hacer la América”.

Así mismo, mostraban unas máquinas de coser portátiles, con las cuales las mujeres podían hacer cualquier ropa y se libraban de la tediosa confección a mano.

Por lógica los dibujos atrajeran a las señoras y muchachas, quienes por generaciones perdían la vista sobre la costura.

También habían llegado Martín y Jesús con sus carretas trayendo vinos, quesos y especies. Éstas, cuyas semillas trajeron los emigrantes, eran superiores a las originarias.

Extrañó que los jóvenes no dijeran que tenían algo que hacer en Santa Fe para pasar otro día allí.

A las diez de la mañana, vestidos con domingueras “pilchas”, se presentaron delante de Rocco, nerviosos.

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Querían acompañar a Ana unos meses luego del parto.

Le pidieron a Rocco para ser padrino. Éste lo apreció, sin embargo se excusó con una profunda seriedad.

–Les agradezco el honor. Si quieren, voy de testigo. Pero padrino, no. Sería hipócrita representando algo que no siento. Mis hijo son bautizados porque Ana es creyente, y se debe respetar las ideas y sentimiento de los demás.

Orgullosa de su esposo, Ana sirvió una ronda de vino dulce. Fueron al mostrador para brindar. Y el “tano” dijo:

–Por ustedes, por nosotros, por los que vendrán, por los que formarán América. Que siempre serán como este vino, de cepas criollas y sabor europeo.

Y, con su espíritu alegre característico, completó:

–Y por Rocco... quien las prepara, y otros se las llevan.

Volvieron a reír, pero había lágrimas en todos los ojos.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

–No soy patrón de la gente. Sos india, tu raza es libre, transmite esa libertad a los hijos que tengan. Y la mujer es compañera, pelea junto al hombre, pero no es su esclava.

–¡Ahijuna!... eso debería acompañarse con guitarra, – Guazú exclamó– que el “tano” habla lindo.

–Me gusta más lo de “tano” que lo de patrón. –y se dirigió a Caterina– ¿Y vos, querés casarte con este otro gallego?

La humilde muchacha se había vuelto valiente con el amor. Sacó coraje para aclararle:

–No es gallego, es asturiano. Pero tú me trajiste, te debo el estar aquí y... –se sonrojó– el haberlo conocido a él.

–Nada debes. Has pagado tu viaje en demasía cuidando las nenas y trabajando. Eres mayor, tú decides tu vida. Estoy seguro que todos serán felices. Ellos son hombres de la tierra, aunque hablen con esas enrevesadas eses.

Todos rieron. Ambas muchachas lo abrazaron, felices. Dijeron que estarían hasta el verano, se casarían en marzo.

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Más si el festejo se realiza en la pensión de un hombre famoso por sus comidas, sus bebidas, y querido por todo el barrio.

Se mantuvo la costumbre y, aún en ese formal Santa Fe, los noveles desposados fueron a pie de la iglesia hasta la fonda, bajo los gritos y flores arrojadas por los emigrantes.

Todos pasaron la velada en la pensión. Al día siguiente se marcharon en las

carretas, adornadas de pimpollos, con música de guitarras, castañuelas y mandolina.

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SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Enero llegó rapidamente. Quizás fue empujado por el deseo de casarse de las muchachas. O, por el ansia de Rocco en ver su primer hijo.

Y ahí estaba, colgando de las manos de su padre partero, lanzando ambos un grito de felicidad a la vida.

Y fue festejado por toda la familia, por todos los pensionistas, por todo el barrio.

Y antes de ser bautizado con agua bendita, lo bautizaron los parroquianos con litros de vino tomados en la posada.

Rocco cumplió con lo prometido. Se llamó Aurelio, como su bisabuelo. Aquel viejo que le aconsejó ir a Argentina.

Siendo varón, la criatura era más delicada, por tanto el “tano” y el “curandero” necesitaron aplicar sus experiencias.

Llegó marzo. Las muchachas se casaron el mismo día. La fiesta fue en el restorán.

Las familias de Logróñez y de Langreo dejaron unos días las tierras y vinieron. Y el “partero” conoció al José Rocco traído en la carretera.

Inimaginable el jolgorio y bullicio en un doble matrimonio donde se mezclen españoles, italianos, gauchos e indios.

1875 – AURELIO, PRIMER VARÓN

FIESTA EN EL FONDO DE LA PENSIÓN basado en el cuadro “BAILE EN EL CAMPO”, de Enrique Rapela

(1911- 1978)

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Y así se fueron las carretas, se fue Caterina, se fue Ypané, se fue Guazú.

Se fue una parte de la vida de Rocco.La pensión se llenó de huéspedes, el

negocio progresaba. Ybayaú fue dulce y cariñosa como su

hermana. Y, muchas veces daba consejos como Guazú.

Tomaron una emigrante para que ayudara al cocinero quien, como buen napolitano, en los anocheceres cantaba añorando a las muchachas .

Martín de Langreo y Jesús Logróñez dejaron de traer las carretas chicas y todas las semanas.

Ahora venían con las grandes una vez al mes, con noticias de sus esposas más la carga de vinos y quesos.

De vez en cuando le daban a Rocco una bolsita con yuyos.

Ypané explicaba su uso en un papel, aprendió a escribir y leer con el “patrón”.

El viejo curandero había encontrado otra curación, y se la mandaba a su amigo del Paraná.

En América todo crecía. La niñez de Asunta, la de Aída, la del varoncito Aurelio.

Para Rocco, la responsabilidad.Diap 44

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

SANTOS, UN GAUCHOSANTOS, UN GAUCHO

Guazú se acercó a Rocco, venía con una india poco mayor que Ypané. Era hermosa, pero tenía algo de la tristeza de Uruahí.

Los indios, cuando sufren, se tornan introspectivos.

–Yo también me voy, patrón. –su voz era ronca– Me voy con Ypané. Estaré más cerca del Paraguay. Si Pachacámac me llama, mi espíritu tardará menos en volver a su origen.

–¿Te vas? –el tono de Rocco dejó de ser jovial– Todavía me falta tanto aprender de vos.

–Ya no me necesita, –sentenció el indio– lo que yo sabía, usté lo tiene todo escrito en esa libretita, con las hormiguitas muertas que son las letras. Lo que aprendí de usté, yo lo llevo anotado con hormigas vivas en mis recuerdos.

–Los extrañaré. Ypané fue una hija, y vos... un amigo.

–Por eso mismo le traje a ella, a Ybayaú. –dijo señalando la muchacha– Otra hija mía. Y también media curandera.

–¿Otra hija? ¿Cuántas son? ¡Como que vos tenés historia!

–A usté se la he contado. Caminé muchos caminos. Muchos caminos, muchas mujeres. Muchas mujeres, muchos hijos e... hijas.

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El sábado llegaba Tulio, el restorán quedaría al cuidado de Napoleone, el cocinero, y las criaturas al de Ybayaú.

Ana se esmeró en lucir bien. Ya no era la muchacha que se había “escapado” con Rocco.

Ahora era... ¡una señora!Fueron con la jardinera. Se detuvieron en

Rosario para saludar a Bruno y Aldo. Encontraron allí al general Roca, quien

visitaba a Rocco cuando pasaba por Santa Fe.

Al saber la causa del viaje no les dejaron seguir así. Aldo le dio su landó con cochero.

Y el Gral. Roca escribió al capitán del puerto de Buenos Aires para facilitar la entrada a Tulio.

Lo último no agradó a Rocco. El único militar que le caía bien era

Roca. Pero, sabía que la otra cara del progreso

es estar relacionado con quienes dirigen el país.

Durmieron en la gran ciudad. Como el barco atracaría a media

mañana, fueron temprano a hablar con el capitán.

Éste, al ver la carta se desvivió en atenderlos, y llamó a un oficial que los llevó a la balaustrada para personas distinguidas.

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TULIO, UNA HISTORIA

Contaba mi madre que... en la primavera de 1875, Tulio, el hermano mayor de Rocco, escribió que iba a la Argentina y en clase primera.

Rocco sonrió irónico al leer esa palabra.Vendría en un buque a vapor, aunque

éstos aún mantenían sus velámenes para aprovechar el viento y economizar carbón.

Había otras noticias: Avellaneda inauguraba el Ferrocarril del

Norte. Seguía la pugna entre centralistas

burgueses y federalistas hacendados. Y, el progreso de la industria, de la

ganadería y de la agricultura en Argentina y Uruguay.

En Europa crecían los movimientos socialistas, y el Ing. Carlos Tellier ensayaba el enfriamiento por máquinas.

Lo otra, ya no era novedad, Ana estaba otra vez encinta.

Su cuarto embarazo... la Argentina necesitaba poblarse

Hay carreteros que son señoresy señores que son carreteros...

05 – Año 1875TULIO, UNA HISTORIA

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Atrás, otra joven de ropa sencillas, y un negro, traían valijas y arcones.

La señorita elegante agitó su pañuelo y, cerca de Ana, unos señores mayores respondieron el saludo.

El oficial militar les escoltó hasta el corredor. Le entregó a Tulio sus documentos y se dirigió al grupo, despidiéndose:

–Señor Aquilini, fue un placer servirle. Ruego que transmita mis saludos al general Roca. Distinguidas señoras, señorita Hecherra, señor Javier Hecherra, siempre a sus órdenes.

Tulio y la señorita presentaron sus familiares.

María Luisa, la fina señorita, cariñosamente llamada Marilú, dirigiéndose a Tulio con una mirada dulce y apasionada, le preguntó:

–¿Por qué no dijo que su hermano era amigo del general Roca? Mi padre lo aprecia, protege nuestras estancias.

–Excelente militar. –completó el viejo– Nos está librando de esos indios salvajes. Y cubrirá Argentina de ferrocarriles. No me extrañaría verlo pronto en la presidencia.

–Ni yo lo sabía, –dijo Tulio, fatuo– mi hermano menor, Rocco, es muy modesto a pesar de lo que ha progresado.

–“Cherí per”, el señor tiene “restaurante” en Santa Fe de la Vera Cruz. –enfatizó Marilú– La histórica…

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CONTABA MI MADRE

TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Cuando llegaron allí, Ana creyó desmayarse... lo más fino y copetudo de la sociedad bonaerense los rodeaba.

El barco arribó al muelle en medio de pitazos de vapor que aturdían, y hasta el viejo cañón del puerto le saludó.

Por una plancha bajaban los emigrantes. Como siempre, sólo traían un atado de

ropa y viejas cajas de herramientas... y eran conducidos cual ganado para los galpones.

Luego, por otra pasarela salieron los pasajeros de primera. Aquello era un desfile de lo más novel de la moda.

Y la galería se llenó de murmullos de admiración.

Rocco vio venir a Tulio con el capitán que habían hablado, le acompañaba una señorita distinguida.

Emigrantes bajando en el puerto de Buenos Aires – 1890

¿Cuántos de ellos fueron los nonninos de muchos argentinos?

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Era la representación característica del que hizo fortuna en América y todo lo construye más grande que los ricos de su tierra natal.

Marilú les acompañó al cuarto de huéspedes, diciendo que el almuerzo sería servido enseguida, así ellos podrían salir temprano para la provincia.

Luego de asearse, bajaron.Les hicieron pasar de inmediato al

comedor. Marilú se había cambiado de vestido y

peinado. Parecía una joven de esas que aparecen dibujadas bajo una pérgola de flores.

El mayordomo y las criadas comenzaron a servir.

Rocco y Ana no se asustaron por la cantidad de cubiertos de plata y la cristalería de Bohemia, ellos a su manera tenían mundo.

La bella Marilú, sentada frente a Tulio, no dejaba de sonreírle.

El enamoramiento de ella era evidente.En cuanto al del Tulio, solo él lo sabría. El viejo Hecherra rompió la

conversación:–Disculpen que falten mis dos hijos

mayores. Están en sus estancias de la Pampa. Mañana no reuniremos nosotros con ellos en la nuestra de la provincia de Buenos Aires.

Diap 47CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Yendo para los carruajes, la bella Marilú y el elegante Tulio siguieron la conversación con términos franceses,

La vieja señora al ver el landó donde habían venido Rocco y Ana hizo un gesto de aprobación.

Los sirvientes se aprestaron a subir el equipaje. Marilú susurró al oído de su padre.

Y éste se dirigió a Rocco:–Señor Aquilini, le rogamos que nos

acompañe a almorzar. Sería un gusto tenerlos en nuestra casa.

El “tano” miró a Ana, quien no cabía en sí, y aceptó a pesar que no le gustaban esa vieja fingida y ese viejo autócrata.

Durante el recorrido, Tulio solo comentaba de la señorita y el viaje. Para las noticias de Garfañana, había que preguntar.

En el otro coche, Marilú también aturdía a sus familiares hablando del joven acompañante desde Marsella.

Rocco vio al negro sentado con los baúles, al descubierto, a la intemperie.

Sintió rebeldía, y recordó a Garibaldi.Al llegar a la mansión, quedaron

pasmados. Pocas habría igual en Madrid o Roma, ni en Viena.

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El italiano no pudo menos que pensar en su esposa Ana, diaramente cobrando tras el mostrador de la pensión.

Al ver el rostro sarcástico de Rocco, el viejo se dirigió a Tulio:

–Así que fue contador en la comuna de su provincia. Eso es bueno. Administradores y militares es lo que necesita esta tierra. Claro, también emigrantes. Alguien tiene que trabajarla. –bajó la voz– Los indios son haraganes... y los negros igual, desde que le dieron la libertad.

–¡Ese Rivadavia, Mitre, Sarmiento y sus reformas!... –acotó la vieja– No sé donde iremos. Quieren que todos, hasta las sirvientas, aprendan a leer y escribir. En los libros hay cosas malas. En mi juventud una mujer honesta no leía ni escribía, para eso estaba el padre, o los padres de la Iglesia.

–Sólo con Rosas hubo orden. –sentenció el viejo Hecherra.

–Y en Italia con los austríacos. –volvió Rocco a ironizar

No había más que comentar. Ni que comer. Marilú y su padre dieron a Tulio unos sobres.

Los invitados se despidieron. Y se marcharon.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

–También poseemos unas granjas en San Luis y Mendoza. –siguió– Pero, cosa extraña, nunca tuve tierras en Santa Fe.

–Será que el norte atrae más a los de Italia. –dijo Rocco.

–Es posible. –el viejo sólo seguía sus ideas– Como ahora, con eso de la industria y los ferrocarriles, la ciudad está llena de franceses e ingleses, Marilú quiso conocer París. Y a ella, la menor, mi consentida, no le puedo negar nada.

–¡Esta juventud! –intervino la vieja– Con esas novedades de la revolución, la democracia, los inventos, vive enloquecida. Y ahora está de moda ir solos a la Ciudad Luz.

–¡Sola no fue! –cortó el padre– Iba con Renata, su dama de compañía. Y con Amílcar, el sirviente negro que usted vio. Su padre fue el mejor capataz que tuve. Naturalmente ellos no viajaban en primera. Igualdad sí, entrevero no.

–Comprendo lo de la dama de compañía, pero... ¿cual era la finalidad de Amílcar? –se atrevió a inquirir Rocco.

–Para cargar las cosas y pagar los gastos de Marilú. Una dama nunca lleva dinero encima. Eso se deja a otras clases.

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–No pareces compatriota de Garibaldi, que ayudó aquí a liberarse de los déspotas. –dijo Rocco, siguiendo– “El tirano Juan Manuel de Rosas se bañó en sangre, asesinó a sus propios amigos, no tuvo piedad de nadie. Sus sicarios al principio colgaban a sus víctimas y por eso los llamaron la Masorca (de más horca). Después mandó forjar unos cuchillos curvos y asesinaba los opositores por degüello”.

–¡Hay, que espantoso! –musitó Ana.Tulio oía impávido.–Ese terror se mantuvo desde 1831 a

1853. –siguió Rocco– Tu amigo don Hecherra dice que hubo orden. Lo hubo. Los esbirros de la Masorca recorrían las calles gritando: “¡Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios”. Y el que encontraban era degollado ahí mismo.

–Eres versado en historia de esta país. –se burló Tulio.

Rocco recordó que en Garfañana a su hermano le decían “el príncipe”, en cambio él sólo era “el birbo”, y le espetó:

–A nuestra pensión llegan emigrantes, criollos, gauchos, analfabetas, y letrados. A todos hay que escuchar, siempre se aprende. Para conocer un país se debe saber su historia.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Iban hacia Rosario. Tulio evaluaba la despedida de Marilú. Llegaron a la pulpería de postas, Tulio nada dijo cuando bajó, pero Rocco vio que su cara era similar a la de Carlo.

Al reanudar el viaje sacó de su casaca las cartas que el padre de Marilú le había dado.

Iban dirigidas al Obispo, al Gobernador y al Decano de la Universidad de Santa Fe.

Las leyó en silencio y le asomó una sonrisa de placer.

No se había equivocado al mirar esa “criolla” que subió en Marsella.

Su entrada a Argentina sería por la puerta grande.

–¿Quién fue ese Rosas que dijo don Hecherra? –inquirió.

–Un caudillo de la provincia de Buenos Aires. Después de la independencia, pocos tenían el concepto de Rivadavia de un país unido. En las provincias, los terratenientes no querían un gobierno centralizado. Hicieron una revolución pidiendo la confederación. Estaban acostumbrados a hacer lo que se les antojaba en sus tierras. Uno de esos fue Rosas.

–La gente está habituada a un patrón. –comentó Tulio– Si en Italia no hubiese rey pasaría lo mismo.

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Llegó diciembre. Tulio no vino para la Navidad. En una carta dijo que la pasaría con los Hecherra.

A principios de enero de 1876 apareció en el local un negro vestido de gaucho.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

–Rocco... –ironizó Tulio– Sigues siendo el romántico lleno de ideales. Acuérdate como murió aquel Ruocco, solo y abandonado. Yo vine a hacer la América... y la haré.

–Es seguro que sí. –la voz del hermano menor era amarga.

En el anochecer se veían las luces de Rosario.

Aldo no los dejó seguir, los hizo dormir en su casa, fue una cena agradable, de familia, sin clases.

En la mañana siguiente salieron con la jardinera hacia Santa Fe, Tulio comenzaba a ver el mundo de su hermano.

A los pocos días tenía trabajo en el Obispado, las cartas surtieron efecto.

Sólo iba a la pensión a cenar y dormir. Los sábados recibía una perfumada misiva de Marilú, la cual él respondía, haciéndola antes corregir por un escribiente español y... agregando palabras en francés.

En diciembre, junto con la carta vino un sobre de don Javier Hecherra. El viejo le ofrecía la administración de una de sus estancias.

Tulio sonrió feliz... lo otro ya lo lograría. Sólo se despidió del Obispo, del decano,

del Gobernador y del General de la Guarnición.

Nadie lo extrañó.

Era Amílcar Serio, formal, se

enfrentó a Rocco:–¿Me puede dar

pensión, patrón? Me han prometido un trabajo, pero aún no le puedo pagar.

–Hay un cuarto para vos. Un hombre que mira de frente, no engaña. Pero... ¿por qué no estás en Buenos Aires?

–El viejo me echó. Dijo que París me había hecho mucho mal.

–¿No será que sabías mucho… de más?

Y una sonora risa morena resonó en el local.

AMILCAR basado en un cuadro de Rodolfo Ramos

(1937 - )

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Esa tarde estaban Rocco, Ybayaú y Amílcar en el patio, bajo una higuera tomando mate.

–El viejo aquel dijo que tu padre había sido el mejor capataz que tuvo. –recordó Rocco, por hablar.

–¿Capataz?... Habrá querido decir esclavo.

–Los esclavos se acabaron hace tiempo. –acotó el tano.

–Mi padre nació en 1810. Recién en 1813, las Provincias Unidas decretaron la libertad de ellos. Rivadavia quería la libertad de los esclavos, pero los asambleístas pusieron la “libertad de vientres”. O sea que los negros que naciesen después de esa fecha serían libres. Pero los otros, hombres, viejos, y niños anteriores, seguirían siendo esclavos. Y mi padre murió llevando su marca de esclavo, grabada a fuego.

–¡Qué brutalidad! –exclamó Rocco– Y todavía decimos que nosotros somos civilizados y ustedes, salvajes.

–La mayoría de los congresistas eran patrones, no iban a perder peones baratos. –ironizó Amílcar.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Siguió pasando el tiempo. Y Santa Fe, creciendo.

De Tulio sólo se recibía una carta por mes. Y cada vez era más escueta, solo hablaba de don Javier y de Marilú.

Llegó mayo de 1976, Ana dio a luz una niña.

La llamaron Anita en honor a su madre... y a la compañera de Garibaldi.

El negro Amílcar consiguió trabajo. Fue el pensionista más formal respecto al

pago, porque en alegría sólo se necesitaba darle un tambor y surgía enseguida su sangre africana.

En el mundo seguían los inventos. Bell creó un aparato donde se hablaba y

a través de un cable oían a kilómetros de distancia.

Los antisépticos y las vacunas acababan con las pestes.

Las máquinas de coser bajaron los precios de la ropa.

En Buenos Aires atracó el primer barco frigorífico para llevar carne fresca a Europa.

Era el inicio de una industria que cambiaría la economía de Uruguay y Argentina.

1876 – ANITA, LA CUARTA

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–¿Sabe como están limpiando la Patagonia de indios? –dijo Amílcar– Los hacendados pagan un patacón de oro por cada par de orejas, que son muy grandes, de los patagones. Suerte que usté es blanco y está en Santa Fe, si no con esas orejas...

–No me salvaba –rio el tano y siguió reflexivo– A unos los arrancamos de África, a otros les quitamos sus tierras, y a todos les impusimos nuestros hábitos. ¿Algún día nos podrán perdonar?

–¿Lo qué?... El hombre es así. ¿Acaso el indio y el negro son mejores? A mis ancestros los vendían otros negros, y los caciques indios aún adulan a los comandantes blancos.

Llegó Napoleone con el mandolino, el negro buscó una tambora, la india tocaba una flauta de caña.

Era la otra parte de la mezcla que se hizo a sangre y fuego en América.

Una mezcla de melancolía, ritmo, selva.Y a Rocco, el mate no le supo tan

amargo.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

–Recuerde, don, –murmuró Ybayaú– que los sacerdotes de Jesús discutían si los indios, y los negros, teníamos alma.

–Ybayaú... Dios o Pachacámac es una cosa. Los curas y los brujos son otra, éstos sólo responden a intereses.

–¿Quiere oír algo escrito por Oviedo en la conquista? Lo leí en París. –preguntó Amílcar, y lo narró– “Así como en Europa se ceban los perros dándole de comer las entrañas de los animales que capturan, así en América se les enseña a destrozar a los indios. Se sueltan los perros alanos contra el indio condenado, los animales daban con él en tierra, lo desollaban, destripaban y comían de él .”

–Cuando los blancos llegaron, –dijo Ybayaú– nos mataron con las pestes. Después fue con trabajos forzados. Al defendernos, usaron mosquetes y cañones. Ahora, nos vamos muriendo de sífilis, tuberculosis, Y la maldad no es sólo de ellos. A mí me violaron por igual los soldados patriotas como los atacantes. Todos eran iguales... perros cebados.

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Cuando llegaron en el lujoso carruaje, la alegría de Rocco se heló al ver que Tulio ni los había acompañado.

Venían sólo con el cochero y una sirvienta, que volvieron de inmediato a la ciudad bonaerense. Un hilo de amargura se coló en el corazón del patrón.

Pero los viejos eran sanos y aún estaban encandilados con el triunfo de Tulio.

Diap 53CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

En diciembre de 1876, Rocco y Ana recibieron la tarjeta donde Tulio y Marilú participaban su matrimonio.

La invitación llegaba el día de la boda, no podrían ir jamás. Y el apellido de Tulio se había afrancesado en Aquilene.

A Rocco le afloró una socarrona sonrisa. Lo primero, le retribuyó con igual

atención. Y en cuanto al apellido, prefirió pensar que era un error de interpretación.

Acompañaba una carta en la que su hermano informaba que había mandado los pasajes a sus padres. Éstos llegarían antes de Navidad, y pensaba que debían pasar esa fiesta en Santa Fe.

Luego los llevaría a vivir con él en la estancia.

Agregaba que no se molestasen en ir a buscarlos al puerto. Que él, Tulio, los recibiría y después irían en su landó.

Rocco se alegró. Pero sintió temor, terratenientes y

campesinos conviviendo sería difícil, eran dos formas de ser diferentes.

Los días pasaron rápidos en la espera de ver a Valentino y Asunta.

1877 – VALENTÍN Y LOS NONNOS

Gran felicidad fue ver a sus nietos, el orgullo de la abuela de conocer a su homónima, quien ipso facto fue Asuntina.

Valentino levantó en sus brazos a Aurelio, diciendo:

–Te llamas como mi padre, un hombre que amaba la tierra y la libertad... Y tienes un padre que siente igual.

Rocco olvidó lo de Tulio.

En ese momento él era más rico.

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–Sí, es verdad. Porque debe demostrar que es importante.

Los meses siguieron pasando. Cada tanto recibían una carta de Tulio

diciendo que los padres estaban en el campo, en lo suyo, que allí la pasaban contentos.

Como los viejos no sabían escribir, Rocco aceptaba eso tranquilo pensando que, en esas tierras pamperas, ellos se sentirían felices dando su experiencia de Garfañana.

El embarazo de Ana avanzaba y por las características sería varón, aunque esta vez no había sido necesario “voltear la pisada”. Posiblemente el efecto era cíclico.

Un día estaba atendiendo en el mostrador a un viandante aventurero, de los que no se quedan fijos en ninguna parte.

–Un grappa, patrón. –pidió– ¿Usté es Aquilino o Aquilini?

–Aquilini, con i... pero mis amigos me mentan Rocco.

–¡Hum!... Hace un mes conocí alguien de ese apelativo. –siguió el viajero con un tono extraño.

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TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Pasaron las festividades acompañados de Ybayaú, Amílcar y unos pensionistas.

Otros tomaron las diligencias y carretas para ir con familiares perdidos por las tierras de Argentina.

Recibieron las visitas de Ypané, Guazú, Caterina, con sus familiares respectivos.

Recién el día de Reyes apareció Tulio. Venía en su carruaje, con regalos y sin Marilú, su esposa. Al día siguiente llevaría sus padres para la hacienda.

Y, diciendo que era para no molestar... ¡ se alojó en el mejor hotel de Santa Fe!

Los viejos se despidieron con la efusividad típica de los italianos, sobre todo de sus nietos, con esa expresión que significa tanto:

Arrividerci (hasta volvernos ver).Y felicitaron a su hijo emigrante por el

nuevo embarazo de Ana, Tulio asomó una irónica mirada.Cuando el coche se perdió por la calle,

Amílcar surgió de entre los árboles. Movió pensativo la cabeza, diciendo:–¿Sabe, don? Siempre el mayordomo es

peor que el patrón.

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–Deben serlo... la viejita es parecida a usté. Esas tierras son de Hecherra, un estanciero esclavizador. Y cálmese. No importa lo que haya hecho... a un hermano no se mata.

Cuando se despidió de Ana, ella estaba temblorosa, con el corazón latiendo acelerado, respirando entrecortada.

Él la acarició mientras le decía:–Quedate tranquila. Volveré con ellos. Y

no te pongas así. Si por esto perdés la criatura, entonces de verdad lo mato.

Ella sabía que Rocco podía ser la persona más amorosa y agradable, pero también convertirse en una fiera... por lo que se calmó.

Y se despidió de él, rogándole serenidad.Unos días después estaban llegando a su

destino. Antes de ir al bañado, el viandante paró

en una enorme granja donde pastoreaban ovejas.

Esa explotación no hacía mucho que había empezado, pero ya rendía ganancias por las textiles nacientes.

El guía dijo que eran de un vasco muy bueno, y que sería mejor que éste los acompañara.

Diap 55CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Al patrón le corrió un frío por la espalda, y preguntó:

–¡Ajá! ¿Por dónde? No es común ese apellido.

–Allá, por la Pampa de la Varita, cerca del río Atuel, en Mendosa. Estaba en la pulpería contando que usté era partero. Cuando dije su nombre completo, me respondieron que había unos viejitos llamados igual en una... –carraspeó– granja próxima a los bañados. Y, de curioso, fui a verlos.

–Decime como eran... –la mirada de Rocco, quemaba.

–Mire, Rocco... es mejor que se dé una vuelta por ahí. Al decirles que yo lo conocía a usté, los viejos se callaron y entraron en el rancho. Pobrecitos, apenas hablan criollo.

–Mañana nos vamos en la jardinera... ¿Me podés guiar? –más que un pedido era un ruego, una orden.

–Con gusto. Pero es mejor ir en mi carreta. Es más segura en esos caminos, aunque se tarde más. Y lleve un trabuco, todavía andan indios matreros de Calcufurá por allí.

–Si son mis padres... ¡por Dios que mato a mi hermano!

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–Gracias por mis padres. –acotó Rocco– Pero los dueños de esto no merecen consideración.

–No se preocupe, le cobraré a Hecherra. –aseveró– Esos, el único idioma que entienden es el del dinero. Vamos, los invito a almorzar en mi casa. Allí podrán asearse e irse.

Días después llegaban a Santa Fe. El viandante no aceptó ninguna

retribución por haber servido de guía. Y dijo:–Somos compañeros del camino. Hoy por

ti, mañana... ¿quien sabe?En la noche, luego de la cena, toda la

familia estaba en la sala detrás del local, aún sentada a la mesa.

Asunta, con Asuntina a su lado, quiso hallar una excusa para Tulio.

Rocco recorrió a todos con una mirada que helaba y, con voz firme, sentenció:

–Ese nombre nunca más se pronunciará en mi casa.

Así fue. Poco después nacía un niño. Se llamó Valentín.

...oo0oo...

Diap 56CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

TULIO, UNA HISTORIATULIO, UNA HISTORIA

Cuando llegaron donde estaban los padres, a Rocco le saltaron las lágrimas de rabia y dolor.

El vasco, parco, le puso una mano en el hombro como para transmitirle fuerza.

Aquello era un chiquero. No se sabía que era peor, si el rancho donde estaban los viejos o la pocilga de los animales.

Unos pocos cerdos, chivos, gallinas y patos, era la hacienda que el primogénito había suministrado a sus padres.

Ellos, avergonzados, no se atrevían mirar a Rocco.

Él los abrazó hasta el cansancio, y luego ordenó furioso:

–¡Vámonos!... ¡No quiero que lleven nada de él!

–Rocco... –rogó su madre– dejame recoger los recuerdos de Italia. En un momento los pongo en el baúl.

–Hijo... –pidió su padre– Primero guardaré los animales, sinó el puma, el caracara, la zarigüeya y el zorro acabarán con ellos. Y los pobres no tienen culpa de nada.

–Sus padres son nobles. –dijo el vasco– Son de la tierra. Su hermano cambió el corazón por una cuenta. Deje que recojan sus cosas. Yo enviaré un peón para que cuide esto.

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Doña Asunta, con ayuda de Ybayaú, tomó la responsabilidad de los cuartos de los pensionistas y el cuidado de las otras criaturas.

Don Valentino, cuando no estaba en el local ayudando a servir, se hallaba feliz en el fondo; sembrando verduras.

A veces se reunía con Napoleone y otros emigrantes, dando rienda suelta a la nostalgia.

Había que reconocer que si ahora tenían un infinito de tierra y de oportunidades, la región nueva era tan plana que su monotonía cansaba...

Se compensaba con los Andes, el Chaco, la Mesopotamia argentina.

Los Apeninos no competían con el Aconcagua y su cordillera ni los bosques europeos con la lujuriosa selva ni los ríos peninsulares con los torrentes americanos.

En América todo se da en demasía. Desiertos o fertilidad, llanos o alturas,

fortunas... o ser devorado par la naturaleza. Y, por eso, al nativo no le preocupaba el

futuro. Mientras el emigrante, que traía dentro

sí la herencia de hambres y necesidades, aprovechaba esa abundancia.

Diap 57CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGRO

Para que los blancos sean como los negros

les falta el color... y mucho más..

06 – Año 1878AMÍLCAR, UN NEGRO

Contaba mi madre que... el año 1878 siguió ese progreso técnico que aún maravillaba.

Pasteur descubrió los microbios y que éstos eran los causantes de enfermedades.

Surgió la fotografía en base gelatina, ya no era necesario estar inmóvil para impresionar el daguerrotipo.

Los emigrantes que podían pagarla, obtenían esa foto sobre un cartón, y la mandaban a la familia de Europa.

En Londres y otras ciudades, hasta en América, pusieron los tranvías “pub” (de público) a caballos.

Muchas ciudades brillaban en la tiniebla con las luces amarillentas de gas.

El Secretario del Interior, Roca, inició una campaña contra las tribus rebeldes, que terminaría un año después.

Con ella agregó a la “civilización” 20.000 leguas de fértiles tierras. Recuperó centenares de cautivos y “sometió” a la Ley de Trabajo indios que eran el azote de las Provincias del Sur.

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–A ver, vos, india... –gritó de una mesa un parroquiano ofensivo y algo bebido– dejate de cotorrear y traé más vino.

Amílcar llevó el porrón. Lo dio tan fuerte en la mesa que el silencio se hizo en el lugar. Los ojos del negro eran de fuego.

Y el fanfarrón bajó la vista, haciéndose el lonyi.

Rocco llevó a Amílcar e Ybayaú al fondo y les dijo:

–Sé que se quieren. Acollárense o cásense, eso es decisión de ustedes. Pero, sin peleas en el local.

Cuando se dio vuelta vio a su madre Asunta, ésta sonría.

–Rocco... eres de oro, como tu abuelo Aurelio.

Diap 58CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

Estaba en el mostrador un gaucho que trabajaba en una tenería. Le decían “lunero” porque faltaba los lunes al trabajo. Valentino, le aconsejó paternal:

–Guarda, Lunero. No tomés más, vas a quedarte sin plata.

–Dígame, don... ¿Guarda de embolsar, de mirar, o de tener cuidado? –preguntó con voz alcoholizada y burlona.

–Lunero... –siguió el viejo– tenés más de 40 años y un montón de hijos. No gastés todo lo que ganaste.

–¿Guardar yo? –y se echó a reír– ¿Y pa’ qué?... ¿Pa’ que otros se diviertan con mi dinero cuando yo haya espichado?

Una risa general le coreó. Valentino se sonrojó.

–Está bien, don Valentino, –agregó el lunero– usté es más bueno que un guazamillo pa’ que se ponga como un guacarí. Ybayaú, dame de ese dulce de mumburucuyá que doña Ana hace tan rico. Así le endulzo la noche a mi china.

Puso el dulce en chalas de choclo, y se fue haciendo eses.

–¡Ma!... ¿Qué cosas me dijo? –preguntó el viejo.

–Guacarí es un mono de cara roja, mumburucuyá es membrillo, –aclaró ella– y guazamillo, es un ciervo ribereño

EL LUNERO basado en un cuadro autor desconocido

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En todo el mundo, la gran novedad era la electricidad. Edison alumbró con ella las ciudades estadounidenses.

Surgieron los motores que eliminarían de las industria a los caballos y a sus hijos híbridos: los de vapor...

Por un lado acababa la mano de obra bruta, comenzando la experta y especializada.

Eso trajo otro tipo de emigración:Una profesional, técnica.Los frigoríficos, las fábricas, las

factorías, las industrias, demandaban personal más preparado que los humildes indios o los reacios gauchos.

En el gobierno surgió un “científico” que dijo:

“Para no degenerar la futura raza con la sola cruza de españoles e italianos, debemos traer emigración de otros pueblos como los franceses, alemanes, ingleses, irlandeses”...

Algo ofensivo, racista y clasista. Pero siempre hay en los gobiernos quienes aplauden esas ideas de “raza superior”.

Lamentablemente, también llegaba resaca a la orilla de los puertos del nuevo mundo.

Diap 59CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

El año 1879 siguió el ritmo de los anteriores.

Ya los cambios no causaban asombro. Sólo unos ancianos temerosos decían que todo eso traería el fin del mundo.

Y otros viejos, encasillados en sus prebendas, apoyándose en su poder, luchaban contra las nuevas ideas sociales.

Pero, el tiempo y la evolución no se detienen.

Los hijos de los revolucionarios actuales serían los futuros conservadores, y los mansos de hoy serán los revolucionarios del mañana.

Ana tuvo a su sexto hijo. Insistió en llamarlo Roque, y fue Roquito

por cariño. Nació en enero... y ya en agosto Ana estaba nuevamente encinta.

Valentino y Asunta se miraron con sorna. Ahora entendían porqué había una amplia sala, entre la habitación de los “patrones” y las demás.

Y comprendían por que Rocco tuvo que escapar de Garfañana con su novia embarazada.

Las madres siempre echan el fardo a la nuera, y los padres sonríen maliciosos.

1880 – ROQUITO Y ARGENTINO

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A la pensión llegaron dos jóvenes de cabellera rubia y ojos azules. Ella, Ingrid, tenía un rostro delicado y fino. Él, Ludwig, un hombre fuerte. Eran alemanes y hermanos.

Él venía a trabajar como mecánico en la fábrica de bolsas de “Nicolás y Ramón del Sol”.

Ella, pasó de la de galletas a la de membrillo, y luego a una desnatadora. Cada vez que era despedida llegaba a la pensión con su cara roja, furiosa.

Ana hablaba con Ingrid, y volvía al mostrador moviendo la cabeza.

Rocco comprendía que algún capataz habría querido aprovechar su cargo para conseguir a la alemana.

Casualmente, la emigrante italiana ayudante del cocinero se casó con un pensionista y se fueron para Mendoza.

Rocco le ofreció el puesto a Ingrid, quien roja de felicidad lo aceptó.

Parecía no agotarse jamás y todo lo que tocaba, brillaba. Pronto conquistó el cariño de todos.

En cuanto al respeto a los “patrones” rayaba en veneración.

Diap 60CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

Junto con los artesanos, los técnicos y los obreros, vinieron los chulos y los que se vendían como profesionales sin serlo.

Cuando se funde siempre la escoria flota en el crisol.

En las primeras carabelas, por decreto real, se prohibía venir al nuevo mundo escribanos y abogados... para no transportar a éste sus males.

Pero, la burocracia, la corrupción, leguleyidades, las venéreas y la peste bubónica, acompañan al hombre, y a sus compañeras las ratas, donde vaya.

En mayo de 1880 nació el séptimo hijo, le llamaron Argentino, no se supo si fue por honor a la república o por el nuevo presidente: Gral. Julio Argentino Roca.

Éste a través de su amistad con Aldo, relacionó a Rocco con las compañías ferrocarrileras que llevarían los trenes hasta Tucumán.

Roca inauguró ese año el tramo Buenos-Rosario.

En las ocres fotografías se puede ver cerca a Bruno, Aldo y Rocco.

Lógico que la reseña ni los nombra; ellos no fueron políticos.

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Hacía nueve meses que había nacido Ausonia, su octava criatura. Sentía el cansancio.

Al girar la esquina se detuvo espantada. La india charrúa estaba allí. Habían

pasado varios años, pero seguía igual: impávida, muerta en vida.

La indígena la ignoró con un rechazo tácito.

Y Ana volvió de inmediato para el local.Al entrar, su rostro era de pavor. Su

esposo, Ingrid, los viejos italianos e Ybayaú, la miraron preocupados.

Ella, con voz nerviosa, llena de espanto, dijo:

–Está la india de los dedos cortados. Tengo miedo.

Rocco y la guaraní fueron. La vieja india parecía esperarlos.Clavó sus ojos en él hombre. Eran unos

ojos profundos, perdidos en el más allá. Y habló con sonidos gruesos mientras con

sus pocos dedos escarbaba la tierra.–¿Qué idioma es ese tan ronco? –

preguntó él.–Es charrúa, –contestó Ybayaú– es así,

seco, duro.La india seguía mirando a Rocco, en una

espera infinita.–¿Por qué me mira así? Impresiona....¿La

entiendes?–Sí, la entiendo... y quisiera no

entenderla.

Diap 61CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

Atardecía... Un húmedo sopor llegaba desde el río.Ana fue hasta la esquina de abajo. Normalmente allí corría una ligera brisa.El tero-tero del fondo gritó avisando su

llegada. El chajá le respondió desde la distancia.En el bosque cercano los árboles como el

ibirapitá, los quebrachos, huarangos, los lapachos y ni siquiera el sauce llorón, movían las hojas.

Los pájaros volvían a los nidos. Jilgueros, zorzales, loros, calandrias, palomas torcazas, cotorritas, chorlitos, benteveos, tijeretas, cruzaban el aire con sus colores y chillidos.

1882 – AUSONIA Y LA FIEBRE

CERCA DEL RIO - Vida Costera - Cuadro de Juan Arancio (1931 - )

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Con Guazú había aprendido que los indios poseían una unión con la naturaleza que los europeos perdieron.

Fue al restorán y calmó a su esposa. El carácter alegre y contagioso de Rocco

hacía olvidar cualquier preocupación.Días después salía para un largo

recorrido. Debía ir a La Rioja, Tucumán, Salta Jujuy y otros lugares del noroeste, a fin de adquirir mercaderías para los ferrocarrileros.

En cada lado hallaría amigos de antaño, ahora convertidos en proveedores de vinos, aceites, leche, manteca, frutas, verduras, arroz, granos, y productos de corral.

El tasajo lo enviaría desde Santa Fe, el frigorífico aún no tenía éxito con la heterogénea masa de obreros del ferrocarril. Solo comían carne fresca si mataban el animal en su camino.

Allí se encontraban representantes de todos los países. Hasta chinos y árabes había.

Estar entre ellos era volver a la torre de Babel, sólo que ésta era a lo largo y sobre dos rieles.

Diap 62CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

La charrúa repitió aquel áspero miserere.–¿Qué dice? No lo sé, pero está lleno de

tristeza.–Dice que usted se parece a ella, que

vienen de otro lado. Que, como a ella, le faltarán dedos por los hijos perdidos. A ella en la mano, a usted en el corazón.

La charrúa lanzó otro canturreo, sin dejar de mirarlo.

–Dice que todos sus hijos quedarán en esta tierra, como quedaron los hijos de ella. Pero usted se irá lejos y entregará su espíritu junto al de sus antepasados.

Nuevo rosario de palabras duras, ásperas.

–Dice que usted sólo será el recuerdo de un tiempo pasado, de una especie de gente que no volverá, como los charrúas, como ella, como usted.

La india se levantó, fue hacia el río, y se perdió en la noche.

Ybayaú giró, parecía agotada, fue en busca de Amílcar.

Rocco quedó en la oscuridad. Aquellas palabras le habían llegado hondo.

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El indio le dio unas hojas, eran las mismas que usaba Guazú, y le aconsejó:

–Mastíquelas despacio, camine despacio, vaya despacio, muévase despacio, el que va despacio llega lejos y alto.

–Piano, piano, si va lontano. –dijo Rocco medio aturdido y queriendo hacer una broma.

–Cuidado... –previno el vinicultor– esas hojas emborrachan. Y si se envicia con ellas, no las puede abandonar.

Se sentaron mirando las cumbres heladas, la inmensidad, el aire falto de oxígeno, invitaban a reflexionar.

El cholo, mirando las cumbres nevadas, comenzó a narrar:

–Dicen que allá arriba, donde nunca se acaba el frío, los sacerdotes incas llevaban los niños elegidos para el sacrifico. Y en las alturas, les daban hierbas y zumos que hacían subir sus espíritus. Y si los dioses estaban contentos, dejaban el cuerpo para siempre allí.

–Pobres gurises. –exclamó molesto, Rocco.

Diap 63CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

Encontrándose en Salta, un navarro ganadero y vinicultor le invitó ir hasta la Puna de Atacama. Desde allí podían admirar las nieves del Llullaillaico con sus 6700 metros de altura.

Fue un camino largo y escabroso, pero Rocco no se iba a dejar amedrentar por ese “gallego” que se ufanaba de “casi” haber llegado a la cumbre de la montaña.

En esa región se notaba la influencia del Perú, de los incas. Los indios hablaban dialectos del quechua, eran más bien bajos, de gran caja torácica, vestían abrigados y con ruana.

El viaje valía el esfuerzo, conoció animales extraños como las vicuñas, guanacos, llamas, alpacas, una vegetación distinta, rala, fuerte, agreste. El frío calaba hasta los huesos.

Al llegar a la Puna, Rocco quedó impresionado, era un altiplano que sobrecogía imponiendo respeto.

Avanzando sintió que se mareaba, le faltaba el aire, le dolía la cabeza... y él era un hombre fuerte.

Miró al navarro y al cholo que los guiaba. Ambos sonreían burlones.

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A Rocco lo esperaban un féretro grande y cinco chicos.

Ana se había ido, llevándose con ella a los pequeños: Aurelio, Anita, Valentín, Roquito, Ausonia.

Sólo le quedaban Asuntina y Aída quienes sollozaban al lado de su abuela, Ybayaú e Ingrid.

Y en brazos del abuelo Valentino, estaba el pequeño Argentino que nada comprendía.

Enterraron los muertos. Rocco recordó la charrúa: “sus hijos

quedarán en esta tierra... le faltarán dedos por los hijos perdidos”.

Ya había perdido cinco en el corazón.Pensó en el cholo: “volviendo a ser parte

del gran espíritu”Los que se habían ido estaban juntos.

Estaban formando parte del gran espíritu, allá, cerca del cielo.

A él lo necesitaban aún aquí, en la tierra, dos viejos y tres hijos. Y Rocco, sacando fuerza de su dolor, fue junto a ellos.

Era 1882, sólo tenía 31 años, comenzaba el otoño...

...oo0oo....

Diap 64CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

AMÍLCAR, UN NEGROAMÍLCAR, UN NEGRO

–¿Por qué? –murmuró el indio– Los niños son parte del gran espíritu, de Dios. Cuando crecemos nos alejamos de él. Ellos morían aún buenos y quedaban para siempre allí, junto al cielo, volviendo a ser parte del gran espíritu...

El navarro miró al tano, una sonrisa de admiración los unió.

Rocco terminó el recorrido. En Tucumán informó las fechas de entrega de las provisiones al ferrocarril.

Y luego, en La Rioja saludó a su “hija” Ypané y al maestro Guazú.

Unos días después volvía a Santa Fe.Desde lejos, yendo por la calle recta, se

le iba encogiendo el corazón. La esquina del restorán estaba llena de personas vestidas de negro.

Su padre Valentino y el negro Amílcar se adelantaron, lo tomaron de los hombros... y oyó lo que temía:

–Tenés que ser fuerte, Rocco. Se fueron uno tras el otro.

–Fue la fiebre, patrón... otra vez el río bajó con babas.

Entraron al local entre murmullos de pésame.

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Argentino, con sus tres años y bullicio, era la remembranza reducida de cuando esos patios y cuartos estaban llenos de gritos y risas infantiles.

Y ver a las niñas Asuntina y Aída enfundadas en esos largos vestido negros, deprimía aún más.

Fuese porque Ingrid les recordaba a su madre por la edad, o necesitaban oír la voz de una mujer joven, las criaturas buscaban su compañía, en especial Argentino que no podía dormirse si no era en su falda y apoyado en el pecho.

Ingrid aprendió rápido el español. Y se dio la peculiaridad que las

muchachas estudiaban castellano en el colegio de las monjas, hablaban lunfardo, entendían el dialecto garfañino de los abuelos, y ahora decían términos alemanes.

En tanto, Rocco era un hombre demasiado fogoso para pasar su viudez solo.

Su madre Asunta, perspicaz, antes que su hijo cayera en manos de prostitutas, habló con él.

Y él a la mañana siguiente se presentó en el cuarto donde Ingrid estaba vistiendo a Argentino, junto con sus hermanas.

Tenía en su rostro aquella sonrisa pícara tan característica, que desde meses no afloraba.

Diap 65CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANA

Contaba mi madre que.... hay dos tipos de seres:

Los que caen y se quedan en el suelo, o los que se levantan para seguir en la lucha.

Por semanas la pensión fue tan silenciosa que hasta el tero y los loros callaron.

Pero la vida debe continuar y los muertos ser recuerdos.

Poco a poco el local volvía a la normalidad.

Ingrid se hizo cargo del negocio como de atender a las niñas y a Argentino. Ybayaú y Doña Asunta la ayudaban.

El viejo Valentino ocultaba su dolor en el fondo del terreno.

Rocco salía continuamente con la excusa de los suministros para los ferrocarriles.

Todos se daban cuenta que era para no estar en esa casa que le recordaba una familia perdida.

Cuando los golpes son demasiados fuertes, aturden tanto que ni dejan lugar al dolor.

07 – Año 1883INGRID, UNA ALEMANA

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Los hombres son así.La gente de restorán y los pensionistas

los felicitaron, hacía falta que volviera la felicidad.

Eran personas que venían en busca del futuro, éste no se logra con tristezas.

Esa noche retornaron los comentarios en el local por las novedades.

Un francés inventó el automóvil. En Alemania había tranvías eléctricos.

Otros recordaban que hacia un año había muerto Garibaldi...

En enero se casaron en la iglesia del lugar.

Hubo un sencillo brindis, apenas hacía nueve meses que habían sepultado a Ana y los hijos.

Sólo asistieron los allegados, medio barrio...

Ludwig, el hermano de la alemana, vino desde Villa Godoy, en la provincia de Mendoza, donde había montado un taller con un compatriota.

Cuando Ingrid tuvo que contestar al sacerdote, recién se dio cuenta que nunca había respondido la pregunta a Rocco.

Y, en febrero ya estaba embarazada.Diap 66

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Miró a Ingrid y le dijo:–Usted está cuidando el negocio,

cuidando a mis hijos... ¿por qué no me cuida a mí? ¿Quiere casarse conmigo?

La alemana enrojeció de la emoción. Los ojos le brillaban de felicidad.

Nunca se podrá saber si con eso se cumplía un sueño de ese momento o de mucho antes.

Dirigió su vista a las dos niñas. Extrañamente no indicaban asombro,

seguro que la abuela ya había arado el terreno. Y ellas movieron sus cabezas en signo de afirmación.

A Argentino no hacia falta preguntarle, parado en la cama abrazaba a Ingrid jugando con su cabello rubio.

El padre y ella se miraron viendo al niño, ambos pensaron lo mismo, y con sensualidad se sonrojaron.

Esa noche sería Rocco quien jugaría con el pelo.

Cuando dijeron a los viejos lo decido, éstos aprobaron con una risita burlona.

El “patrón” era él único que no se había dado cuenta de esa situación.

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Por lo mismo, su padre no les permitía que fuesen allí de noche, permaneciendo con su abuela en el salón contiguo.

Pero esas eran las horas de mayor actividad, pensionistas y comensales copaban el restorán.

A mediodía sólo llegaban a éste aquellos trabajadores que laboraban en las proximidades.

Durante un almuerzo, un comensal bien vestido, vendedor de heladeras, saboreaba la comida y finalmente le preguntó:

–Señor Rocco... ¿Con qué le da ese sabor tan especial?

–Con Napoleone el cocinero napolitano, los ingredientes argentinos, y la madera con que cocinamos, esto último es lo más importante. –indicó el patrón.

–¿La madera? –preguntó el engreído gourmet– ¡Por favor!... Carne es carne y cuero es cuero. Eso no lo cambia el humo.

–Usted es conocedor y de buen paladar. –dijo sarcástico, Rocco– Le apuesto algo. Si le hago comer un zapato me da una heladera, de ésas que nadie quiere.

El hombre era demasiado vanidoso, y aceptó el reto

Diap 67CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

En noviembre nació la criatura. Fue una niña que llamaron María. Tenía

los orejas de los Aquilini. Pero, los abuelos y el padre pudieron ver

por primera vez un descendiente rubio.Y, como era de esperarse, en mayo de

1884 Ingrid estaba nuevamente encinta. Los viejos se miraron pensando lo mismo:

por lo menos ese año no habría otro nacimiento.

A medida que la niña crecía iba tomado la contextura del padre y la vitalidad de su rubicunda madre.

Contrastaba con su medio hermano Argentino quien era más espigado.

Mientras, Asuntina de 12 años, y Aída de 11, mostraban en sus formas que dentro de poco serían hermosas señoritas.

Asuntina era el tipo fuerte y bajo etrusco, mientras Aída tenía ese aire misterioso y romántico de su madre, el cual conquistó a Rocco en los años juveniles en la Garfañana.

Del mismo alto, atraían las mirados de los hombres que iban al local. Y muchos habían dejado sus mujeres lejos.

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Al llegar a cada casa, con un punzón cortaban el bloque al pedido del cliente. Y donde se detenían se formaba un charco.

Hacía unos meses de aquella apuesta. Nadie la recordaba.

El “gourmet”, que era pensionista, estaba deleitándose con un guiso de “vitello” a la toscana.

Con ínfulas, dijo al patrón:–Rocco, esto es una delicia. Se nota que

usted es de allí.–¿Le gusta? Me alegra. Me costó darle el

punto. –la voz del “tano” era burlona– Está comiendo la suela de sus botas.

Napoleone apareció por la puerta con ellas en la mano, a una le faltaba la suela.

La risa llenó el local. El “gourmet” en principio se molestó pero, como buen vendedor, lo felicitó.

–¿Como logró dejarla tan tierna? –fue la pregunta.

–Cosas que me enseñó el indio Guazú. Con el jugo de las hojas de un árbol, el papayo o mamau, que crece en Brasil.

Y, el hombre le dio la heladera.

Diap 68CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Consecuente con la instalación de los frigoríficos, habían surgido las fábricas de hielo. Y con ellas, las heladeras.

No las refrigeradoras, sino esos artefactos que guardaban el hielo y junto al cual se ponían las cosas para enfriar.

Se había terminado el privilegio de los adinerados en traerlo desde las montañas, o la espera de los humildes en que granizara para poder saborear un sorbete de crema frío.

Las heladeras eran unos finos muebles de roble o caoba, revestidos por dentro con láminas de estaño o cinc, con un estante donde se ponía el bloque de hielo.

Alrededor del éste se acomodaban los alimentos, y el hielo derretido escurría a la bandeja de abajo. Ahí se ponían cosas que no importaba que se mojaran ni estuviesen tan heladas.

Por las calles, en la mañana, salían de las fábricas de hielo las jardineras cargadas con largos bloques, dejando tras ellas los adoquines mojados con un largo chorro.

Daba la impresión que los caballos estuviesen orinando siempre.

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Donde él fuese, siempre estaba dispuesta a seguirlo, compartiendo la emoción de la aventura.

Aprendió a cantar y bailar los piezas criollas, gato, cielito, pericón; acompañando a Rocco en ellas.

No tenía temor en ponerse unos calzones y chiripá para montar un caballo. Lanzar boleadoras y asar.

Amílcar era su maestro. Una ocasión que Ingrid dejó la taba parada, él no pudo contenerse y gritó:

–¿Ah, patrona gaucha! Un día de estos hasta va a domar.

–Eso no, –dijo ella, pícara– aquí el que doma es el patrón.

De ahí le quedó el apodo de la Gaucha. Los abuelos Asunta y Valentino a veces se

asustaban de la energía de Ingrid, pero no se arrepentían del consejo dado a su hijo.

Las niñas cada día se encariñaban más y se sentían unidas a ella.

Ana ahora estaba lejos en los recuerdos, pero en vida también había sido lejana en dar demostraciones de afecto.

En febrero de 1885 nacía un varón, se llamó Luis.

Tenía el tipo etrusco de Rocco, pero los ojos claros y el cabello rubio de su madre.

La sangre “tedesca” también era fuerte.Diap 69

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Ingrid fue totalmente distinta a la “doña” anterior.

Era una mujer rebosante de energía, alegre, vivaz, rápida, que quería aprender todo.

Se asemejaba a Rocco... y lo adoraba.Con los meses la relación que comenzó

como un simple pedido de ser cuidado, se fue transformando en algo lleno de pasión y ternura.

Muchas veces, cuando nadie estaba en el local, o ella cosía junto a Asunta, o lavaba en el fondo, Rocco quedaba mirándola amorosamente... y al encontrarse los ojos, sonreían.

Por otra parte fue más compañera de él en sus viajes.

1885 – LUIS, TERESITA T AURELIO 2

Ingrid y Amílcar bailando un Pañuelito – Collage basado en un cuadro de Rodolfo Ramos (1937 -

)

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–Ybayaú... –preguntó el patrón– ¿Por qué le tenés pavura? Es un cajón con hielo adentro. Lo único que hace es enfriar.

–Por eso no me gusta. –respondió ella– Le saca el calor a las cosas que ponen en ella. El calor es vida. Le saca lo que les queda de vida.

–Pero lo que ponemos allí ya está muerto. –dijo Asuntina.

–No del todo. –indicó la india– Fijate, los animales vivos son calientes. Después que mueren se empiezan a enfriar. Y cuando no pueden enfriarse más, los gusanos se los comen.

–Yo tengo miedo, –continuó– y a muchos pensionistas no les gusta la comida hecha con carne de la heladera. Capaz que los gusanos nos salen dentro de la barriga.

En vez de reírse, todos se miraron con un gesto de reflexión.

Rocco siempre respetó la sabiduría de la tierra.

Desde ese noche la carne la traían diariamente fresca del matadero.

La heladera sólo quedó para el vino y las cremas.

Diap 70CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Ybayaú y Amílcar atendían en el mostrador.

Los demás estaban en la sala detrás del local. Los miércoles venía menos gente. No había razón, pero era así.

Su madre tejía. Valentino jugaba a las cartas con Asuntina. Aída hojeaba un libro. Argentino hacia galopar un caballo de madera.

Rocco leyó del impreso en voz alta:–La Pampa en 1870 solo tenía 1.700.000

habitantes, ahora, 15 años después, con Roca y la emigración, tiene 3.500.000 ¡de los cuales el 30% son emigrantes! y de ellos... ¡el 60 % son italianos! –y agregó burlón– Van a dejar vacía Italia.

–Si allá todos son como vos, no lo creo. –dijo Ingrid con malicia y trayendo los dos pequeños, María y Luis.

Todos rieron y la “gaucha” entregó los niños a sus abuelos y fue a sustituir a Ybayaú.¨

Ésta entró yendo a la heladera, la patrona le había dicho de llevar a Napoleone un trozo de chancho que estaba allí.

Pero, como tantas veces lo hacía, temerosa, la india se detuvo antes de abrirla.

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Siempre hubo un papagayo allí, quizás servía para “matar nostalgias” a los huéspedes por familiares dejados y palabras que no oían en esa tierra.

Por eso, los loros del “Restorán Pieve” fueron políglotas, sociables…. y groseros.

Un sábado a mediodía, un comensal preguntó al patrón:

–Rocco... ¿Por qué nunca sirve nonato? ¡Es tan tierno!

–Me dicen partero, –respondió agrio– aquí no se come fetos.

–Por favor... –siguió el cliente– Las tres cuarta parte de las vacas que matan vienen preñadas. Sólo son animales.

El rostro de Rocco se endureció y, con ojos fríos, le dijo:

–¿Y nosotros qué somos? Las fieras matan para comer, pero matan a seres vivos. Los caranchos comen los muertos. Nosotros somos peores... los comemos antes de nacer.

En el salón ni se oía el zumbido de la mosca.

Ingrid y la familia se sintieron orgullosos de ese hombre.

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Pasó un año más. En mayo de 1886 Ingrid daba a luz a una linda niña, fue llamada Teresita en recuerdo a la hija uruguaya de Garibaldi.

Y Rocco demostraba una vez más sus habilidades de buen partero... aparte de las de fecundador.

La abuela Asunta aconsejó a la parturienta que amamantar más meses, una mujer que da el pecho no queda embarazada.

La rubia le sonrió dulcemente. Si fuese así, las nodrizas nunca tendrían hijos.

Además, Rocco era feliz siendo padre.Al otro día Ingrid ya estaba en el

mostrador atendiendo los clientes. Cada momento tenía que ir a buscar la

criatura.–¡Eh!... gaucha, muestre esa “chancleta”

nueva de Rocco.–¡Patrona!... la gurisa parece un canarito

por la amarilla.Muchos enseñaban al loro a repetir el

nombre de la niña: “Teresita... Teresita”. Eso le valía semillas extras de girasol. Y cuando el ave estaba repleta, entonaba: “Lorito real, por la España y Portugal”; aunque el pájaro venía del Paraguay, y quienes enseñaban eran gauchos e italianos.

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Lo que había dicho el comensal era verdad.

El 75 por ciento de las vacas que llegaba a los mataderos y frigoríficos venían preñadas y con el embrión de varios meses.

La anguria por enriquecerse con la nueva fuente de fortuna, la exportación de carne refrigerada, enfriaba el razonamiento. Eran incapaces de pensar que mataban futuras reses.

Se llegó a 1887. Celman llegó a presidente. En su ejercicio se promulgó el matrimonio civil.

La industria manufacturera progresaba. Los suburbios aumentaban.

Junto con el desarrollo de la clase trabajadora, que exigía intervenir más en las decisiones políticas, también crecía el descontento popular por la dura oligarquía.

En diciembre nacía el cuarto hijo con Ingrid.

Recordando la deuda de nombre con su abuelo y al Aurelio que descansaba junto a Ana, le pusieron Aurelio Secondo.

Del exterior llegaban noticias. El mundo había subido a un ferrocarril

sin freno llamado industrialización. Un tal Hertz descubrió ondas que no se

veían, pero podían transmitirse. Se hizo un motor que trabajaba con la

bencina.

Algo que también servía para limpiar las manchas de grasa y se sacaba de un líquido maloliente llamado petróleo.

Edison inventó el gramófono, un aparato donde un cilindro giraba y una púa reproducía la voz...

¡La voz de Caruso!Cuando Rocco lo trajo de Rosario, el local

no alcanzó para la gente que quería oírlo. Hubo que poner el gramófono junto a la

ventana de la esquina y abrir la ventana.–¡Es el mío paisano!... –exclamó

Napoleone– Nunca lo pude escuchar en Nápoles y lo oigo aquí... ¡Bendita América!–Primero fue la fotografía, ahora es el gramófono. –dijo el pobre cura– ¡Dios bendito!... ¿Dónde iremos a llegar?–A la luna, y más allá. –respondió el siempre jocoso Rocco.

Todos festejaron, riendo lo que un día se volvería verdad.

Rocco siempre creyó que el progreso nunca se detiene.

Y sobre problemas y dolores... lo demostraba.

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Uno como el otro tenían fama de ser “amigueros” y gustarle la diversión.

Pero, Rocco hablaba tanto de Ingrid que Aldo le hacía bromas al respecto.

Al terminar los festejos ambos habían logrado buenos negocios.

Aunque algunos serían pagados con tierras.

Cuando llegaron a Rosario, al “partero” le asombró ver a Amílcar esperándole.

La cara de éste decía demasiado.–Patrón... –murmuró– va a tener que

sacar coraje... otra vez.Rocco no podía hablar. Acongojado, el mulato siguió:–La patrona, esa gaucha, Teresita,

Argentino... a los tres se los llevó la peste, la peste negra.

Con horror, todos miraban al negro quien debía continuar:

–Los otros están bien. Pero, los que se estaban afuera de la pensión no pueden entrar, y a los de adentro no los dejan salir. Toda la cuadra fue puesta en cuarentena.

Diap 73CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

La economía agrícola y ganadera dispersa la población y necesita grandes extensiones de tierra donde desarrollarse.

En cambio, la industria manufacturera concentra la mano de obra en las ciudades. Eso se inició en los finales del siglo 19.

Ubicación, centros ferroviarios, puerto, y ese factor gregario ignoto, hizo que ciudades como Rosario y Buenos Aires se convirtieran en metrópolis preponderantes sobre las demás.

Luego de algunos años de revoluciones internas e intentos separatistas, el 20 de septiembre de 1880 fue declarada la ciudad de Buenos Aires capital de Argentina.

Y, La Plata, nueva ciudad, fue capital de la Provincia de Buenos Aires.

Siendo esto de gran importancia para las relaciones públicas y comerciales, Aldo y Rocco fueron a dichas ciudades desde una semana antes.

Amén de soltar su espíritu aventurero. No les acompañaron sus esposas.

1888 – YBAYAÚ… Y MÁS GOLPES

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Nadie salía a recibirlos. Quizás muchos mirasen a través de los visillos de las ventanas.

Solo la casa de enfrente tenía el zaguán abierto. Allí estaban Asuntina y Aída.

Se hallaban en el colegio cuando el suceso, y al volver ya no las dejaron pasar.

Y esa familia les dio albergue, igual que al negro Amílcar que estaba en el trabajo.

La amargura se sumó al drama de Rocco, esa familia era de “gallegos”, en tanto los vecinos compatriotas seguían con las puertas bloqueadas.

En el peligro se prueban los amigos.El olor a quemado se mezclaba con el del

ácido fénico, el cual Rocco tenía en su depósito como antiséptico moderno.

De las ventanas y puertas de la pensión colgaban banderas amarillas, signo de cuarentena.

Por una reja apareció la figura inconfundible de Guazú.

Rocco cruzó para el local. El oficial médico militar lo detuvo, diciéndole:

–Señor, si entra no podrá salir hasta dentro seis días.

–No importa, los que están vivos me necesitan.

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Rocco, aturdido por el golpe, buscaba fuerzas para hablar.

Finalmente, se irguió lentamente, diciendo a Amílcar:

–Vámonos... tengo que estar con los míos, con los vivos y con los muertos.

–Dentro de media hora sale un ferrocarril. –indicó Aldo– Los llevo en el sulky. Rocco, cualquier cosa que necesites...

El mayorista vio que su amigo se hallaba perdido en la intimidad de su propio dolor.

Aldo miró al negro, y éste hizo una seña afirmativa.

Sí, le avisarían si hubiese una emergencia.

Y tomando un tren, cuyo pito parecía más triste que nunca, se marcharon a Santa Fe.

Rocco recostó su cabeza contra una ventanilla. Sólo él supo lo que pasó por su mente y su corazón en ese viaje.

Pero Amílcar vio llorar por primera vez a un hombre que parecía fuerte como una roca, tal cual era su nombre.

Cuando finalmente llegaron al restorán, el barrio asemejaba una ciudad fantasma.

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–Por la patrona los demás nos salvamos, –apuntó Ybayaú– eso dijo el doctor. Fue gaucha hasta el final.

–Venga patrón, –dijo Guazú– vamos al patio.

Allí Ybayaú narró todo. Ingrid había salido temprano en la

jardinera para ir hasta el puerto de Colastiné, donde había llegado un embarque de sedas y platos de la China.

Quería darle una sorpresa a Rocco en su retorno. Llevó con ella a Argentino y Teresita.

A mediodía la vieron llegar con el carro a todo galope.

Entró por el fondo. Todos fueron allí asustados.

La encontraron tambaleándose y con hogueras alrededor del coche, del caballo muerto y de ellos tres.

Gritó que no se acercasen, que buscaran el doctor.

Dijo que los niños estaban agonizando. Que ella ya había vomitado sangre negra.

Y rogó que mantuviesen el fuego.–“Es la bubónica. –exclamaba– Por favor,

que los otros no se contagien. Quemen todo... ¡Quemen todo!...”

–“Pobre Rocco, –repetía– otra vez...”Diap 75

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

–¿Dónde están mi mujer y los niños muertos? – preguntó con voz acongojada al uniformado.

–Por el momento los de adentro se hallan bien. –respondió, queriendo dar consuelo– Los fallecidos fueron enterrados... en féretros con cal. Había que hacerlo.

–Lo sé. –y girando, pidió– Amílcar, cuidá las nenas.

Agradeció a la familia anfitriona y entró al restorán.

–¿Por qué pasaste? –gritó Valentino– Te podés enfermar.

Asunta acunaba a Aurelio. María y Luis corrieron junto a su padre. Ybayaú los quitó con dulzura. Napoleone los llevó, diciendo que les daría una crema.

Rocco preguntó a Guazú:–Y vos... ¿ que hacés aquí? ¿Como

supiste?–Mi hija me envió un chasqui... Cuando

llegué ya era tarde. Pero, aunque hubiese venido antes, no habría hecho nada... esta peste nunca la he visto. Es negra como la noche.

–Por desgracia es así. –musitó Rocco– Unos se salvan y otros mueren. Pobre Ingrid, pobres gurises... y yo lejos.

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Pasó la cuarentena. La vida siempre vence y se debe seguir.

Volvieron los huéspedes y clientes. Rocco y familia recibieron de todos ellos

un gesto mejor que las palabras.Unos pensionistas pintaron con cal los

techos y paredes, otros arreglaron el patio donde ardió el fuego.

En el portón apareció una jardinera nueva,

Rocco nunca pudo saber quien la envió. Pero, Guazú y Amílcar lo sabían.Un día, el indio llevó al “tano” hasta un

camino. No muy lejos pasaban los vías férreas y

se veían en el río navegar los barcos. Luego de callados un tiempo, Guazú

preguntó:–¿Qué ha oído en este tiempo, don?– La campana de un barco, el chirriar de

una carreta, el pito de un tren, gente hablando...

–¿Y ahora?...El silencio era profundo, ni un zumbido

ni un trinar.–Nada...–Sí. Cuando todo pasa, lo que queda es

nada.Diap 76

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Así murió la gaucha junto a los niños. Los sepultaron donde descansaba Ana y

sus otros hijos idos.El médico hizo quemar la jardinera, todo. Y el resto de las cosas que se bañaran

con el líquido de Líster.La india suspiró, terminando el relato.–¡Ah, charrúa!... ¡charrúa!... –gritó

Rocco– ¿Hasta cuando? He perdido dos dedos más en mi corazón!... y una mujer maravillosa.

Guazú sabía que eran inútiles las palabras, pero comentó:

–La goleta que trajo la seda está en medio del río. Tenían un marinero muerto por lo mismo. No habían dicho nada.

–¿Sabés, Guazú?... –dijo Rocco con amargura– Cualquier bicho es mejor que nosotros. Nos parecemos a las ratas.

–El doctor dijo que son las ratas que llevan esa enfermedad.

–Y la gente. ¿Viste las puertas cerradas?... Gracias, Guazú.

–De nada, patrón... pa’ eso estamos.

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Guazú había tornado junto a su hija Ypané y los nietos.

Ludwig, hermano de Ingrid, al enterarse de la muerte de ella, vino de Mendoza. Se había casado y no tenía hijos.

Rogó si podía llevarse el pequeño Luis con él. Y Rocco aceptó.

El tano quedaba hasta altas horas de la noche en el local, a veces el alcohol puede adormecer los dolores afectivos.

Asunta llegaba hasta él, con cariño maternal quitaba el porrón, indicándole que debía cerrar.

A Rocco jamás se le ocurriría no hacerle caso. Trancaba puertas y ventanas. Y, apoyando su fuerte brazo en el hombro cubierto por el chal, iban a sus dormitorios.

Ella con Valentino, él a recordar.El 25 de mayo de 1889, se cumplía un

nuevo aniversario de la independencia, el cual se celebró con entusiasmo en Santa Fe. Rocco fue invitado a los festejos en la Gobernación.

Al llegar el anochecer, luego de quitarse los uniformes de gala, los milicos salieron a desahogar su reprimida euforia e instintos por las posadas.

Diap 77CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Los seres fuertes, son los que más sufren. A Rocco le costó mucho superar la

pérdida de Ingrid y los dos niños. Ya había pasado un año. Estaban en

1889.Argentino de ocho años era el único

varón que le quedaba de su primer matrimonio.

Y Teresita, de dos años, tenida con Ingrid, por ser la más pequeña, era la consentida de la casa.

En cuanto a la gaucha alemana, ésta en cinco años penetró tanto en sus sentimientos que, sin ella, se sentía vacío.

El amor no tiene fronteras ni normas. Ella era de diferente raza, de otro país,

no hubo romance previo... pero entró hondo.

Nuevamente Rocco comenzó a salir con la excusa de ver los proveedores.

Viruetos inútiles donde ahogar sus recuerdos.

Asuntina y Aída tomaron el control de la pensión, ayudadas por Ybayaú y Amílcar.

La abuela Asunta y el nonno cuidaban de los pequeños Aurelio, Luis y María.

Napoleone, se multiplicaba en los fogones.

Y para distraer al patrón, le pedía que fuese a dar “el punto“ a cada comida.

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La grosera risa de la gavilla uniformada lo coreó. Exaltado, él quiso levantarse para tomarla.

Una fuerte mano lo sentó de vuelta en su lugar. Una negra mano.

Y una fría voz dijo:–Estás equivocado... de mujer... de

lugar... Mejor te vas.–¿Me va a sacar un negro como vos? –

miró buscando el apoyo de los soldados– Ahora la india tiene un esclavo.

Ybayaú contuvo a Amílcar que se iba a arrojar sobre el sargento. En ese momento entraba Rocco desde la calle.

El cabo susurró algo al superior. Éste tomó una compostura formal y saludó ceremonioso:

–Buenas noches, don. Aquí es buena la caña... paraguaya. Pero nos vamos, queremos probar la de otro lado.

Luego murmuró unas palabras que sólo Amílcar entendió

Y el negro movió la cabeza, afirmando.Rocco nada dijo, sin embargo era

demasiado astuto para no darse cuenta de lo que allí había sucedido algo.

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Un grupo, ya medio borracho, llegó al restorán. Insolentes, juntaron un par de mesas y se sentaron ordenando bebidas. El cocinero cerró la puerta de quebracho que separaba el local de la sala.

Resguardó allí a las muchachas y criaturas.

Valentino y Asunta quedaron tras el mostrador. Pensaron que su edad impondría algo de respeto.

Amílcar e Ybayaú, comenzaron a servir, deseando que el patrón volviese pronto.

Unos pensionistas se apresuraron a terminar su cena para ir a los cuartos.

El ambiente soldadesco no era agradable.

Cuando la india fue a servir a un sargento, éste se quedó viéndola. La cara de Ybayaú pasó por todas las expresiones de molestia imaginables.

Él lanzó la mano para agarrarla y ella se retiró violenta. El milico largó la carcajada:

–Yo a vos te conozco. Sos una de las que teníamos después de ganar en Cerro Corá. Todos queríamos verte el lunar que tenés en la espalda. –y agregó casi eructando– A ustedes las paraguayas las dejamos sin hombres, matamos nueve de cada diez. Por eso teníamos que ayudarlas a repoblar el país

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–Éste no lo fue. Guapeó solo y de frente... Yo tenía que pelear. Un hombre no deja basurear a su mujer. Y ése ya no hablará mal de ninguna. El yacaré o el carancho tienen comida. Más tarde la milicada me buscará.

Rocco lo cosió. Lo vendaron y el negro se puso de pie. El patrón salió.

Poco después volvía con unos papeles en la mano. Se los entregó con los ojos húmedos.

–Estos son unos terrenos con que me pagaron. Están en un pueblito cerca de Tucumán. No matrereen. Chao.

Temprano, con unos ataditos y el cariño de todos, se fueron. Al rato se oía un pito de ferrocarril yendo al norte.

El día siguiente, luego del desayuno, Asunta le dijo a su hijo que la familia quería hablar con él.

Se sentaron en la sala.Valentino cada día se perdía más en sus

nostalgias. Las hijas miraban a su padre. La abuela tomó la palabra:

–Rocco, no puedes seguir así. La “tedesca” no merece que desde el cielo te vea sin ánimo. Ella te quiso por tu energía.

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

Temprano, en la mañana siguiente, Ybayaú golpeó la puerta del dormitorio del patrón. Estaba angustiada:

–Amílcar dice si usté puede ir hasta el cuarto.

Cuando llegó, el negro estaba atravesado en la cama. El color era cenizo, se apretaba el vientre.

Con dificultad levantó el jubón, una faja sanguinolenta apretaba sus entrañas.

El tano explotó, reclamándole:–¡La pucha!... ¡Tuviste que pelearte con

ese milico!...–Sí, patrón... –afirmó Ybayaú, serena–

Tenía que hacerlo.Rocco comprendió que no debía

averiguar más. Sacó la venda, las vísceras pujaron por

salir. Volvió a vendar.–Si hubiese entrado más no contás el

cuento. Vamos a tener que coserte. Ybayaú, traeme las cosas para curarlo.

Al irse la india, Rocco miró fijo a Amílcar, preguntando:

–¿Y el otro?... Tendrás que huir... ¿Cómo te vas a meter con esos milicos?... ¿No sabés que son unos maulas?

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–Acá le traigo este muchacho para que ayude mientras usté no está... –interrumpió Ypané.

–¿Y como supieron que me iba?–Los horneros lo contaron de poste a

poste. –ironizó Guazú.–¿No reconoce al gauchito? –dijo Ypané,

señalando al joven.–¿Gauchito? –exclamó Rocco, burlón– Si

parece un toro.–Soy José Rocco Logróñez. A usted le

debo la vida, señor.–Dejá al señor en la cruz. La vida la

debés a tu mamá y a tu viejo. Portate bien, sinó te haga berrear como cuando naciste. Cuidá los viejos y los gurises... –sonrió pícaro– y las gurisas.

Asuntina y José Rocco se sonrojaron. Aída vivía su mundo.

La semana siguiente Rocco tomaba un barco para volver a Italia.

Recordó como se miraban Asuntina y José Rocco.

Ellos tenían el futuro por delante. Él lo debía encontrar.

...oo0oo....

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INGRID, UNA ALEMANAINGRID, UNA ALEMANA

El tano hizo un gesto de resignación.–Mirá, m’ hijo, –continuó la vieja– los

abuelos no somos buenos padres. Tienes niños chicos que necesitan una madre. Y las muchachas precisan una mujer que las guíe. Es mejor que te vayas por un tiempo a Italia a olvidar. Y si encuentras una buena mujer... casate con ella y volvé.

Rocco miró a todos. Había afirmación en sus rostros. Y respondió:

–Está bien. Tienen razón. La vida debe seguir. Pero... ¿los voy a dejar solos con el negocio?

–Ya sabemos llevarlo. –indicó Asuntina– Vaya tranquilo. Eso sí, no busque una muy vieja que después nos rezongue.

Rieron. La vida y las risas volvían a la querencia.

Días después, al volver Rocco de Jujuy, halló su familia con Ypané, Guazú y un joven. Todos charlaban animadamente.

–¿Vaya alegrón!... –exclamó el tano– ¿Y esta visita?

–Alegría la que tiene Ybayaú. –dijo el indio– Ella y Amílcar le mandan saludos. Recogieron un indiecito guacho. Lo van a criar como un hijo. Usté es todo un gaucho, patrón...

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ROSA, LA PROMESA

La realidad supera cualquier fantasía...

08 – Año 1889ROSA, LA PROMESA

Contaba mi madre que.... En junio, verano, con la naturaleza en

todo su esplendor, Rocco llegó a Garfañana. Fue recibido con gran afecto.

Todos querían que el “americano” volviese a probar los sabores de las comidas, los frutos y los vinos. Y aunque él hallaba las cosas sabrosas... añoraba cierto “punto” argentino.

Habían pasado 18 años que había huido con Ana para América. Pero, aún así, los Güelfi lo recibieron adustos.

Escucharon su relato y, fríos, se pusieron de pie. Daban fin a una relación que nunca existió. Para ellos, Ana había muerto aquella madrugada.

Esas dos niñas eran Aquilini, por tanto no de la familia, además... indias.

Rocco se radicó en Villa Collemandina, mejorando algo la pequeña casa de Valentino, donde habitaba un lejano primo que vivía de los cultivos y de ayudar en las cosechas.

Si bien la belleza del verano se mantenía, la gente había cambiado.

Pocos de los viejos de su juventud quedaban. Y los jóvenes compañeros de él, ahora eran personas preocupadas.

Un tarde se miró al espejo. Vio un hombre mayor pero, a pesar de las tragedias y problemas tenidos en su camino por las tierras argentinas, no estaba envejecido como sus amigos.

Extrañaba Santa Fe, su vitalidad, el reto de aquel mundo. La única ciudad que merecía ese nombre era Castelnuovo.

Ese sábado se realizaba la fiesta de algún santo. Y Rocco fue.

Finalizados los cantos eclesiásticos, las muchachas salieron a pasear por la plaza. Detrás iban los jóvenes a su conquista.

Rocco estaba en una esquina. Pasó una belleza que alteró su aplomo de hombre formal.

Ella tenía el cutis terso, cabello ondulado que acomodaba con mechón sobre su frente, cejas gruesas, ojos profundos, nariz perfecta, labios tiernos.

Su vestir, serio, denunciaba un cuerpo atractivo.

Miró a Rocco esbozando una agradable sonrisa.

Y él, como un joven de veinte años, comenzó a caminar al lado de ella e ignorando la hermana menor que la acompañaba.

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

La experiencia, simpatía y don de mundo del “señor de América” impresionaron bien a la adolescente. Concluyeron el paseo conviniendo verse al día siguiente en la misma plaza.

Rocco sabía, al separarse, que la hermana de la “siñorina” se llamaba Josefa, que dos hermanos se habían ido a San Pablo, Brasil...

Habían hablado de muchas cosas. Pero... ¡ el nombre de ella no lo conocía!

El “americano” se vistió y arregló con más esmero que un joven enamorado por primera vez.

Una voz le decía que esa joven podía ser su hija, pero los sentimientos la acallaban.

Era sábado. Se encontraron como estaba convenido. Finalmente pudo saber su nombre: Rosa... ¡Y también supo que sólo tenía 17 años!

Rocco estaba hecho al ritmo de América. Sin pensarlo dos veces le dijo su amor, que quería casarse enseguida.

Determinante como él, la muchacha aceptó de inmediato, pero indicó que debían aprobarlo sus padres. Que lo esperaba en la plaza de Pieve Fosciana, en la mañana a las diez.

Nuevamente al separarse Rocco no salía de su asombro. Iba a pedir la mano de una niña de quien no sabía el apellido.

El domingo ella lo esperaba, fueron a una sencilla y bella casa. Golpearon.

Salieron los padres... y hubo gritos y risas:

–¡Giovanni!... ¡Filomena!... ¿Ustedes son los padres?

–¡Rocco!... ¿Tú eres el americano, su gran amor? ¿Sabes quien es ella? La que prometiste que iba a ser para ti...

–¿Te acuerdas? Tocaste mi vientre y lo dijiste. –evocó la alegre Filomena.

Y como Rocco era hombre de palabra, en agosto se casó con Rosa.

Su hia Asuntina le había pedido que no buscara una muy vieja.

Rosa era sólo cinco meses mayor que ella.

Año 1890 - Montaje de varias fotografías – Familia Pieroni – A la izquierda, Rosa y Rocco, luego de casarse éste con Rosa.

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Su luna de miel fue en un barco rumbo a Argentina.

El buque a vapor, y de hélices, iba cortando el agua del Atlántico. A pesar de sus calderas aún tenía dos mástiles enarbolados de velas.

Los viejos capitanes, atados a miles de años de hábito, aducían que el velamen era como auxiliar en caso de fallas en las máquinas, en la hélice o en el carbón.

Excusas, ya que casi todos los vapores poseían dos juegos de calderas y de propelas.

En cuanto al combustible, siempre se cruzarían con otro buque en la ruta.

Faltaban pocos días para llegar al Cabo San Roque, el mar estaba con una calma inusual.

El sol se hundía en el oeste. En el horizonte los arreboles eran bellísimos, las enormes nubes se teñían de rojo, violeta y amarillo.

Rocco, apoyado en la borda, pensaba en la diferencia de este viaje con el de años atrás.

Entonces iba apretado entre emigrantes y huyendo con una mujer que había embarazado.

Ahora viajaba en lujoso barco, llevando como esposa a una joven que le había entregado su virtud y su amor luego del casamiento en Pieve Fosciana.

Sintió el brazo de ella apoyarse en el suyo, recostando la juvenil cabeza en su hombro.

Miraron el cielo que comenzaba a oscurecer. Unicamente en el mar se ven tantas estrellas.

Rocco le hizo un mimo mientras le murmuraba su afecto. Los jóvenes son apasionados, los hombres mayores suelen ser tiernos.

Pero él tenía 37 años, y ya había perdido dos compañeras. Sólo el hombre maduro y sufrido sabe dar verdadero amor.

–¿Por qué aquellas nubes son tan negras? –inquirió Rosa.

–Ya falta poco para llegar a Brasil. Siempre hay borrasca cerca de esa punta donde empieza América. –contestó– Pero, con los buques no hay peligro... Difícil era para los veleros.

–Entonces... ¿por qué éste todavía lleva velas?

–Porque es como tú, le gusta lo viejo. –se burló él.

–¿Usted… viejo?... –dijo ella, pícara– Vamos a cenar.

Y mientras iban, en el horizonte relampagueaba.

Rosa – 17 años - colagge

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Los lesionados eran incontables, afortunadamente nadie había muerto. Se necesitaban auxilios médicos. Rocco y Rosa se ofrecieron.

A él le sobraba experiencia. Ella le dio la sorpresa de tener conocimientos de enfermera.

Un oficial les confió que la tormenta los había alejado de la ruta normal, y que era problemático con el carbón existente llegar a puerto.

–Hay para quemar bastante madera y cosas rotas en las cubiertas. –dijo Rosa, con inocencia juvenil.

–¡Señora, excelente idea! –exclamó el oficial– Tiene usted la sabiduría de los niños.

Ella se sonrojó, ya había dejado de ser una niña. Rocco y la tormenta la habían despertado a la madurez en pocos días.

Así llegaron a Bahía. El buque quedó allí. Los pasajeros siguieron viaje en veleros.

En Santos esperaban los hermanos Pieroni a la pareja. Abrazos y alegría del reencuentro.

Ellos tenían almacén de “seco y molao” y hacían fortuna... Se despidieron.

Cada familia a su camino en América. Sólo dos generaciones después, sus nietos se reunirían.

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Cerca de la madrugada fueron despertados por la tormenta.

Enormes olas sacudían la embarcación haciéndola escorar y barriendo las cubiertas.

El viento huracanado rompía vergas, mástiles, velas, todo lo que estorbase su paso.

La lluvia era tan intensa que no podía verse a pocos metros.

Y mientras la tripulación trataba de salvar el buque, en su interior era un infierno de gritos y pasajeros heridos.

Quienes más sufrían eran los de tercera. La tromba invadía los compartimientos, siendo golpeados contra las literas.

Fueron horas de angustia entre la vida y la muerte. E igual como había empezado, el temporal pasó viniendo una calma chicha.

La luz del amanecer mostró un cuadro desolador.

Los mástiles arrancados, parte de la chimenea también. Toda la ornamentación estaba arremolinada en rincones.

Si el barco no hubiese tenido casco de hierro, se hubiese hundido.

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–Podríamos seguir en el tren. Pero quiero que llegues a Santa Fe como hicimos los emigrantes... ¡en diligencia!.

Rosa rió ante la novelería. Por edad ella era la joven, por espíritu lo era él.

Les costó conseguir un carruaje. Solo había pocos viajes por día.

Rocco recordó las palabras de Bruno: “Carretas y diligencias serán cosas del

pasado”.En la noche llegaban al final de ese

periplo. Rosa había tenido un viaje de bodas donde probó buques, veleros, trenes, diligencias... y el amor de un hombre ferviente.

Cuando entraron en el salón del Restorán Pieve, los gritos de felicitaciones se mezclaron con las lágrimas de alivio de los familiares por la angustia sufrida al saber de la tormenta.

Asuntina miraba a Rosa estupefacta, podía ser una amiga de su edad. Y así lo fue.

Aída seguía encerrada en su mundo interior, pero le dio un abrazo cariñoso.

Los niños tardaron pocos minutos en adoptarla. Y los viejos felicitaron la pareja.

Rocco había buscado una paisana... bella, buena y joven.

Diap 85CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Recalaron en Montevideo, donde la goleta dejó algunos pasajeros.

A la joven esposa le gustó la bahía, las cercanas blancas playas de arena, así como el cerro y su Fortaleza.

A la mañana siguiente echaban amarras en Buenos Aires.

El puerto estaba lleno de personas esperando a sus familiares.

A ello había que sumar varios hombres que corrían agitados preguntando lo sucedido y escribiendo en libretas, eran los primeros reporteros de los nacientes diarios.

La noticia de la tempestad había llegado por el telégrafo y barcos más veloces. Un nuevo mundo de comunicaciones iba naciendo.

Rocco quedó unos días en la capital con su nueva esposa, y luego tomaron el tren en la Estación de los Ingleses.

Como todos los recién venidos de Europa, la muchacha no salía de su asombro al ver las planicies con cebada, trigo, pastos.

Ayer un mar de agua, y ahora era uno de hierbas.

Cuando llegaron a Rosario, bajaron del ferrocarril. Rocco, con una sonrisa simpática y traviesa, dijo:

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Ella se sonrojó, murmurando:–Se llama Rafael du Val. Mañana usted lo

conocerá.A Rocco le pareció el nombre tan falso

como las pinturas.–¿Y el gauchito José Rocco donde está? –

preguntó.–En Colastiné. –respondió Asuntina,

enrojeciendo ella esta vez– Fue a buscar una mercadería. Debe estar por volver.

El muchacho llegó. Nuevos saludos y cuentos. Ya cerca de media noche se retiraron a descansar.

Rosa fue a acomodar las cosas. Al abrir un cajón cayó un pañuelo con las iniciales I R.

Intuyendo de quien había sido, respetuosa, lo puso sobre la cómoda.

Rocco lo vio, y lo guardó en el mueble sin decir nada. Pero tenía los ojos húmedos al girar hacia la nueva esposa.

Rosa comprendió. Ingrid aún era el recuerdo de un amor pasado. Un pasado ido, pero nunca del todo.

Ella sería el presente y el futuro de un amor para siempre. Por algo se había prendado de él desde que lo vio

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

El patrón miró las paredes del local. En dos de ellas habían pintado cuadros.

Uno era el valle del Serchio, idealizado por los recuerdos.. y por quien no lo había visto nunca.

El otro, el cual aún faltaba por terminar, representaba un paisaje de la Pampa.

Le pareció haberlo visto antes. Aunque era más real que el anterior, pecaba de clasicismo.

Rocco se dio vuelta con una interrogación en los ojos:

–Tenemos un pensionista pintor. –aclaró con voz quebrada el viejo Valentino– Y... como sabes, los pintores no tiene dinero. Yo le acepté que pagase con esos cuadros... ¿Viste que bien quedó el de Garfañana? Tú la acabas de ver en realidad.

El hijo miró con ternura a su padre. Los años le pesaban. Asunta y las muchachas hicieron un gesto de indulgencia. Pero a Aída le brillaban los ojos como pocas veces al decir:

–Es un gran artista, papá. Un hombre muy culto. Ha estado en París. Conoció a grandes poetas y pintores. Y es tan fino.

Todos la miraron. Era un frase enormemente larga para el silencio que acostumbra vivir.

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Con voz dulce puso orden. Napoleone se alegró, ahora tenía un

“carta” a seguir, no los caprichos de los comensales.

Y éstos lo aceptaron tras la sonrisa bella y juvenil de la nueva patrona.

El libido es más fuerte que el apetito.Si la “gaucha” era admirada por su

habilidad en realizar las cosas, Rosa fue respetada por su empeño en aprender a hacerlas y cada vez hacerlas mejor.

En la pensión había un “gallego” de Burgos. Maestro de la escuela cercana, que redondeaba su ingreso dando clases particulares.

Y Rosa le pidió aprender bien el castellano.

Quería pronunciar correcto. Tanto hizo que al poco tiempo hablaba como una española... junto al lunfardo popular.

En lo demás, el maestro fue Rocco.Ya en noviembre llevaba el local y la

pensión, atendía a los niños, a los padres de él.

Y... ¡lógico, estaba embarazada!

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Es viejo el dicho que “detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”. Con la ironía de: “y muchas veces más de una”.

Pero en el caso de Rocco era una realidad. Tres mujeres hubo en su vida, cada una con distinta forma de ser.

Ana, la pueblerina que se dio, la que luego luchó junto a él sin protestar frente a los problemas del inicio en América.

Ingrid, la alemana gaucha, que supo hacerse querer por su fortaleza y dedicación, que sacrificó su vida por los suyos.

Y ahora, Rosa. Practicamente una adolescente. Pero, en pocas semanas mostró tal personalidad que los pensionistas y parroquianos comenzaron a decirle: Doña Rosa.

Quizás fue por temor al “patrón”, por diferenciarla de las hijas de éste, o por que vestía con ropas de señora mayor.

O porque era simpática pero determinante, aún más que Rocco.

1889 – RAFAEL Y LA NARIZ

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Rocco miró la pared donde estaba el cuadro inconcluible con el Paisaje de la Pampa.

¡Qué distintos y recios eran los gauchos ahí representados!...

Se preguntó cuando terminaría ese Rafael du Val el cuadro.

Pero, entre tanto tenía comida y cama gratis... además de engatusar con ilusiones a Aída.

El compadrito se arrimó al mostrador pidiendo una caña con ruda. Bebió un sorbo, luego quedó viendo a Rocco con mirada altanera.

Y preguntó fuerte para que todos lo oyeran:

–¿Donde está el negro que atendía aquí?.El silencio dominaba, ni se oía el respirar

de la gente.–Se fue... –dijo el tano– Cada uno es

dueño de su vida.–Como que usted le está tapando el

rastro a ese maula asesino. Si yo lo encuentro, voy a cobrarle lo que hizo.

Rocco buscó bajo el mostrador el trabuco, estaba a la mano.

Sin embargo, pensó en Rosa embarazada y evitó discutir.

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Diciembre de 1889, domingo de mañana, el sopor húmedo subía desde el río.

En la cantina estaban Napoleone, Valentino y Rocco. Las mujeres y niños habían ido a la iglesia.

José Rocco Logróñez había vuelto a su provincia pero, al igual que su tío años atrás, cada semana venía con alguna carga y hacía la “dormida” en la pensión.

Los parroquianos jugaban a las cartas, charlaban de sus cosas o recordaban tierras lejanas.

Entró al local un hombre que llamó la atención. Vestía a lo gaucho moderno.

Sombrero de ala corta, pañuelo florido, chaquetilla corta y bordada al frente, camisa blanca, cinto adornado y con hebilla grande brillante, pantalones bombachos metidos en un par de botas lustrosas que llegaban a media pierna.

Ni poncho ni boleadoras ni facón. La imagen de un guapo compadrito y picaflor.

Lejos del hombre gaucho de antes. Pero, fue la que se impondría en el exterior por su chulería.

–Ojo, patrón, –susurró Napoleone– ése es primo del milico que Amílcar “espichó”. Dicen que es un cobarde fanfarrón.

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Cuando llegó el patrón, le arrojó el dedo en la cara en tanto sonreía cinicamente y creyendo al tano un maula.

No sabía que estaba equivocado. Rocco se abalanzó sobre el malandro, le

agarró la cabeza entre las manos y... mordiéndole la nariz se la quitó, escupiéndola.

Lo había dejado chingo, como marcaban a los traidores en la Edad Media.

Y el cobarde huyó entre los insultos de todos.

Rocco recogió el dedo, intentaría coserlo en su lugar.

Pero su madre lo rechazó con bravura.–No, hijo mío. –dijo Asunta, firme y

adolorida– No quiero nada que haya estado en la boca de esa basura. Pero, ahora sólo podré contar hasta nueve.

Y entre las lágrimas hubo lugar para una risa.

–¡Hay, nonna… nonna!... –exclamó Asuntina– Eres única.

–No, somos dos. Tú te llamas igual. Y serás igual...

Y mientras Rocco curaba su madre, Rosa estaba orgullosa sabiendo que el hijo que llevaba dentro tendría esa sangre

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

–Es cosa suya. Y yo no soy baqueano para ir tapando rastros. Tómese su caña en paz... aún me quedan dedos por cuidar.

En ese momento entraban las mujeres y los niños. Saludaron animadamente pasando al interior de la pensión.

El malevo las observó en forma taimada, mirando a la vieja Asunta. Solo él sabría lo que estaba pensando.

Se oyeron las voces de los niños y de las mujeres en la sala. Como era rutina, las mayores estarían remendando las telas y las ropas de los pensionistas.

El compadrito pidió otra caña, y preguntó burlón

–¿La señora es su mamá... y las otras son sus hijas?

Era una provocación evidente. Rocco se contuvo y fue a servir en una

mesa. Al girar de vuelta, el hombre no estaba.Oyó gritos en la sala. Corrió hacia allí enloquecido.El compadrito había entrado como un

energúmeno. Tomó una mano de Asunta y de un mordisco le sacó un dedo. Fue todo tan violento, que los demás nada pudieron hacer.

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–Señor Rocco, usted me ofende. Yo he respetado a sus hija.

–Mejor que sea así. Y vos no te ofendés por nada. Buscá otra ciudad y otro que te mantenga. Yo no me caí del catre... ¡Ah!... Y el retrato de ella no te lo llevás...¿Entendiste?

El patrón tenía la mirada dura como cuando había quitado la nariz al compadrito.

Rafael du Val tembló hasta lo más íntimo. Recogió sus cosas y se marchó para nunca volver.

Al llegar Aída, Rocco le dio el retrato, diciendo que el pintor se había ido. La muchacha miró a su padre y gritó:

–Usted lo echó. Yo lo quería... y él también a mí.

–Rafael es como Tulio, se quieren a ellos. Sólo buscan un acomodo. Verás que no vuelve... Sos joven, y olvidarás.

La muchacha tomó el cuadro y fue a encerrarse en su cuarto a llorar.

Rosa iba a decir algo, pero Asuntina le murmuró:

–Déjela. Quédese quieta. Cuando Rocco dice no, es no.

Y de esa forma, Rosa conoció otra faceta de su esposo.Diap 90

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Semanas después la abuela Asunta, quien no podía estarse quieta a pesar de su mano vendada, acomodaba el cuarto del pintor aprovechando que él estaba pintando.

Un baúl tenía la tapa entreabierta y la vieja fue vencida por la curiosidad. La levantó, viendo su interior.

Dentro se encontraban pequeños retratos al óleo, todos de mujeres.

Detrás estaban identificados: “Dama de Rosario”, Muchacha de Paraná”, “Niña de Luján”, etc.

Recuerdo pictórico de un recorrido romántico, seguramente mantenido por los esposos o padres de esas mujeres.

Asunta abrió el ropero. En él halló el retrato de Aída. Y, sin más, la vieja fue a hablar con su hijo.

A los pocos minutos Rocco se acercó al artista. Éste se hallaba dando retoques en el cuadro a un gaucho.

–Mirá... –dijo el patrón– No sé si sos un artista bueno o no. Lo que sé es que vas a agarrar todo lo tuyo y te vas antes que vuelva Aída. No quiero verte más por aquí llenándole la cabeza de pajaritos a la gurisa. Vos sos demasiado vivido.

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–Una mañana se fue. Agarró su arco, las flechas, la lanza, el cuchillo, su ropa de indio... cosas que hacía muchos años no tomaba. En una churana puso yuyos, hojas y polvos. Se echó el poncho al brazo, miró los nietos... y me habló en guaraní:

–“Hija... es hora que mi espíritu se reúna al de todos los indios que ya fueron con Pachacámac, son cientos, miles. Allá hablaremos de cuando estas tierras y los ríos eran nuestros”

–Le pedí: “Tatita, no te vayas”. –cortó Ypané– Y el contestó:

–“Debo irme. Las hormigas vivas de mis recuerdos se están yendo de mi cabeza. Quizás mi espíritu se junte al de un yaguareté y pueda subir en una isla flotadora para llegar al río grande como mar. Y donde empezó mi nombre... termine. Cuando veas al patrón decile esto, él lo entenderá”.

Y Rocco, comprendiendo, bajó los ojos apesadumbrado.

Mi madre no recordaba la fecha que nació su primer hermano. La real la supe por sus hijas, mis primas, años después. Pero mi madre decía: “se non e vero, e ben trovato” y contaba:

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ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

El Día de Reyes de 1890, José Rocco Logróñez vino con una mantilla de ñanduty para Asuntina.

Y, para disimular su preferencia, también trajo regalos para los demás.

Le asustó la delgadez de Aída. la cual apenas comía, viviendo encerrada en su silencio.

Fue un reencuentro en la querencia. Llegó Ypané con Jesús y los gurises,

Caterina con el asturiano y los criollitos.Ludwig trajo a Luis y se marchó al día

siguiente. Vendría a buscarlo en Carnaval. Amílcar e Ybayaú no querían alborotar el

avispero de algún pariente del milico, y quedaron en Tucumán.

Pero Ypané trajo el “guachito” adoptado, pa’ que conociera el “otro tata viejo”.

Se llamaba Guaroc, mezcla de Guazú y Rocco.

La Biblia dice que hay un tiempo para cada cosa, y los indios que se hace una huella para ir y otra para volver.

Guazú no había venido. Al preguntar el “patrón” por él a su hija, ésta le miró con esa expresión de infinito, diciéndole:

1890 – ROQUITO 2ª Y JOSEFA

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Rosa miraba la escuálida Aída y no sabía que hacer.

Entre hija y padre se había levantado un muro de orgullo y cada uno se encerraba tras él, sin ceder ninguno; y las pocas palabras que ambos se cruzaban eran tajantes.

Distinto sucedía en Asuntina, quien debía retener la alegría de su amor correspondido por José Rocco, más la satisfacción de ver que el muchacho era apreciado por el “partero”.

Ambas fueron consecuencias de una época extraña: Por un lado la admiración hacia los románticos, muriendo por sus sueños e ideales. Por otro, el respeto férreo al padre, a las costumbres y a los que luchaban por un trozo de tierra.

Diap 92CONTABA MI MADRE

ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

En agosto de 1890 nacía el primogénito de Rosa con Rocco. (Real fue el 18/Oct/1891) Lo llamaron Roque. Aunque fue para la familia, hasta muy mayor, Roquito. Y era la viva imagen de su padre.

Nuestra especie es injusta. La hembra carga dentro ella el cachorro, lo hace crecer, sufre para traerlo a la vida... ¡Y al que felicitan es al macho! ¡Fiesta en el Restorán Pieve!

Pero Rosa, mejor dicho doña Rosa, se había granjeado tal respeto y estima, que los clientes, parroquianos y pensionistas le brindaron una ovación al aparecer con el gurí.

–Esta doña sabe hacer las cosas, de entrada varón.

–Oiga partero, otra vez se lució... Ahora cuide a la doña.

Y Rocco con su voz metálica y grave, sentenció:

–A juro la cuidaré. Hasta el día que me cuidará ella. A las otras dos las enterré yo, pero esta prenda me enterrará a mí.

Fuese por su constitución, o porque Rocco hizo caso a eso de cuidarla, la doña fue obligada a reposar por una semana. Luego, no pudo contener su energía y fue atender en el local.

Roquito ya se veía como un etrusco del tipo bajo, fuerte y exigente igual a su padre; la dejaba exhausta cada vez que tomaba el pecho. Siempre tenía ganas de más leche.

Año 1892 - Rosa Pieroni de

Aquilini, 20 años, 2 años de

casadaRocco Aquilini, 43 años, con Roque de un

año

CONTABA MI MADRE

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El patrón se sintió herido, hasta su padre le tenía respeto.

–¡Por favor, mammina!... ¿Por qué ese miedo? Lo que soy, se lo debo a ustedes. ¿Cómo no les voy a hacer el gusto?

–Hijo, te pareces a aquel Ruocco. Desde pequeño fuiste el que te imponías en tus amigos. Lo dijo el indio, eres patrone.

Rocco hizo los arreglos. Partirían en un barco a fines de febrero. Así encontrarían la primavera en el valle del Serchio, y no extrañarían el cambio de clima.

Cuando se lo comunicó a Valentino, creyó oportuno decirle:

–Mira papá, la Garfañana ha cambiado, no vas a encontrar las mismas cosas que dejaste. Hasta la gente es diferente.

–Lo que dices es verdad. El tiempo todo lo cambia. –dijo Valentino con una dulce sonrisa– Pero yo la encontraré igual. Tú fuiste a verla con tus ojos puestos en el futuro, yo la veré con mis ojos del pasado.

El hijo observó el cuadro en la pared. De esa forma la vería su padre, idealizada por los recuerdos. Y lo abrazó fuerte.

Diap 93CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

Navidad de 1890. Y otra vez el restorán se colmó de amigos

y familiares. Y, como siempre, festejando en medio del

calor veraniego con evocadoras comidas europeas invernales.

Con más razón había jolgorio esta vez. Josefa, la hermana menor de Rosa, había

llegado de Garfañana.Noticias frescas de la Vecchia Italia. La

muchacha fue centro de atracción. Aunque se parecía a doña Rosa, su forma

de ser era más comedida, casi introspectiva.

Valentino la acaparaba en los atardeceres.

Se sentaban en el fondo del patio, viendo el río, y charlaban de Castelnuovo, Castiglione, Villa Collemandina, de los Apuanos, del Serchio.

Ya estaban a inicios de febrero de 1891. Asunta, como siempre con más decisión,

le habló a su hijo:–Rocco, tu padre está aquí pero su alma

vive en Garfañana. Queremos volver a pasar nuestros últimos años allí, donde nacimos. Él no se atreve a hablarte, dice que tú no tienes culpa que nos hayas traído. –bajó la voz, temerosa– Fue Tulio.

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Rocco y Rosa fueron con los viejos italianos a la capital. El trasatlántico salía la mañana siguiente. Durmieron en un hotel conocido.

En el telegrama decían a Tulio cual era.Estuvieron con ellos en el barco hasta

que los visitantes debían bajar. Rocco se apartó para no alejar a Tulio en

caso que viniese. Pero éste no vino. Los viejitos miraban el muelle.–Quizás no recibió el telegrama. –dijo la

madre con lágrimas– Como fue a la casa del suegro, no se lo dieron.

–Asunta... –murmuró Valentino con tristeza– De un hombre que niega su propio apellido... ¿qué esperabas?

El barco partió. Rocco y su esposa quedaron

saludándolos hasta que el buque no se vio más.

Cuando giraron para irse, Rosa, quien nunca en su vida llegó a tutearlo, le dijo:

–Rocco... aunque no parezca, su padre es el más fuerte.

–Lo sé. Así somos nosotros....oo0oo....

Diap 94CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSA, LA PROMESAROSA, LA PROMESA

–Te estaré esperando, –siguió el viejo– no dejes de volver. Esta es la tierra de tus hijos, aquella la de tus ancestros.

Rocco recordó las palabras de la india charrúa, sintió que un escalofrío recorría su espalda.

Volvió a abrazar a Valentino:–Iré, papá. Aún tengo dedos que cuidar.

Pero te aseguro que volveré. Llegará el día que estaré junto a ti... y a ellos.

Asunta hizo acopio de fortaleza y rogó susurrando:

–Quisiera ver Tulio antes de irnos... él también es mi hijo.

–Mammina... –Rocco carraspeó– le enviaré un telegrama a la casa del suegro diciendo cuando se van y en que barco. Pero con tu firma. Tú lo podrás perdonar... ¡yo, jamás!

Llegó el día que debían tomar el tren para ir a Buenos Aires y abordar el buque.

Nunca en la pensión hubo tanta gente. Hasta Amílcar e Ybayaú vinieron con el indiecito Guaroc.

Valentino y Asunta volvían a la Vecchia Italia. Llevaban como fortuna la dicha de ver que dejaban, en la tierra nueva de América, a muchos seres que los consideraban sus nonnos.

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Dos hermanos de Rosa quedaron en Brasil donde, según Roque, habían hecho la América”.

Al llegar la fecha, Pedro y Josefa se casaron. Hubo reunión familiar y se marcharon para esa ciudad, entonces un pueblo, el cual queda a más de 200 kilómetros de Santa Fe.

Así posiblemente sucedió, conciso. Sin embargo fue con la hermana que

Rosa tuvo más comunicación, permaneciendo el contacto aun en generaciones posteriores.

Y otro domingo, tal vez animados por la decisión de su tía, la joven Asunta y el “gauchito” José Roque se presentaron frente a Rocco pidiendo casarse para fin de año.

Si el padre vio a su hija como una niña, nada pudo decir.

Él se había casado con Rosa siendo ésta menor que Asunta.

La fiesta de diciembre fue extraordinaria. Era la primer hija de Rocco que se casaba.

¡Y lo hacía con el primer gauchito que él había traído a la vida en América!

Nuevamente se llenó la pensión de amigos y familiares que volvían a la “querencia” para un hecho de alegría.Diap 95

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADOR

Contaba mi madre que... la vida de los seres y la de una pensión son similares, hay épocas que llegan diversidad de personas, otras en que se van, y hay gente que sigue fija.

Al irse su nonna, Asuntina volvió a recuperar su nombre original.

Y Josefa, el domingo siguiente a la salida de don Valentino y doña Asunta, después de misa, llegó al local con un caballero.

El hombre era sobrio, formal, se notaba que la vestimenta seria que llevaba era algo natural en él.

Josefa lo presentó.Se habían conocido en la iglesia. Por el apellido podía ser un lejano primo,

querían casarse en agosto, irían a vivir más allá de la ciudad de Rafaella.

Se transcribe lo enviado por Rosita Aquilini de Carrasco, cuya información mucho ayudó en esta reseña:“

En la ciudad de Suardi (Santa Fe) se afincó una hermana de Rosa, de nombre Josefa, la cual casó con Pedro Rafaelli.

Tuvieron tres hijas llamadas Lía, Ermenilda y Leticia. Sólo Lía tuvo una hija, Cristina.

Los hijos nacen del amor...y con el amor se van.

09 – Año 1891CUARÓ, UN PAYADOR

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Un gaucho de verdad, de los que luego se perdieron en el pasado buscando el ayer en el horizonte de la Pampa.

Amílcar se lo presentó al patrón, y el gaucho se adelantó:

–Mi apelativo es Cuaró Urré, y estoy pa’ servirle a usté.

El “tano” lo miró riendo ante la rima de la payada, y dijo:

–A mí, algunos me mentan Rocco, y dicen sé payar un poco.

–Menos es lo que sé yo, pero... ¿quiere payar con Cuaró?

Diap 96CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

La única que parecía un fantasma era Aída. Su magra y grisácea figura deambulaba por la casa.

Aunque, como buena hermana, ayudaba sin ninguna envidia a Asunta.

Para el festejo se tomaron hasta los terrenos bajos que seguían luego del patio. Era verano y estaban secos, por lo cual se usaron para hacer la parrilla y los juegos gauchescos.

Asado con cuero, chorizos, chinchulines, morcillas, menudos a las brasas, doma de caballos redomones, carreras, la suerte de ensartar el anillo, juego de taba, aciertos con boleadoras.

En el patio y el local se realizaron las costumbres italianas y españolas. Juego de cartas, dominó, bochas, etc.

Además, como es natural: Música, cantos... vino y comida. Inconcebible que una reunión de latinos, sean de Europa y de las tierras sureñas americanas, falte esto.

Junto con Amílcar, Ybayaú y Guaroc, había venido un gaucho de pura cepa, de esos que solamente se encuentran campo adentro, curtido de vientos, payador, sin más riqueza que su guitarra, el matungo, el poncho, el facón y el mate.

Llegó en su caballo, la vigüela cruzada sobre su espalda, el chambergo echado pa’ tras, con lazo y boleadoras.

No pa´tuitos es el malambo – cuadro de Jose Enrique Rapela (1911 - 1978)

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Y Cuaró perdió... al sacar un pie del mostrador.

–Mi maestro fue Santos. –gritó eufórico el patrón.

–Y el mío en el arte de payar. –afirmó el cantor.

–¡Ahijuna!... Nunca dos chorlitos serán como un cóndor.

–Es la purita verdad. Mire don, lo espero por las tierras de Tucumán. He perdido, y un día le retribuiré por esos pagos.

Volvieron a la fiesta. Rocco deseaba ir pronto a ver lo

prometido. Sabía que por Rosa debía tener el aplomo

de la madurez. Pero, en su interior, el aventurero

permanecía vigente.Asunta y José Rocco marcharon a unas

tierras más al norte.Allí formarían una nueva generación,

nuevos cultivos y viñedos. Tanto ella como él llevaban en su sangre

ese inquieto gen que obliga a ver lo que hay más allá del horizonte.

Cada tanto visitaban a sus padres. Con el tiempo la visita se espació más.. y más.

El tiempo y la distancia separan.¿Quién sabrá de sus descendientes?Diap 97

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

–No puedo negarme este día, la payada es de cortesía.

Los demás hicieron rueda a los payadores. Esa habilidad era algo que no se podía dejar de admirar.

“Si la payada es de cortesía, el que pierde promete no volver a cantar y romper el instrumento. El vencedor, elogia las dotes del vencido, y dice que entone un “triste” a su “prenda”, éste accede por no ser “chambón”. El vencedor alaba a su émulo y, canta a su propia “prenda” otro “triste”. Tras eso, todos los presentes felicitan a los payadores.” (Enc. Espasa, 1926)

Rocco perdió al rimar una frase con un término italiano. Entonó el triste a Rosa con un mandolino.

Cuaró, brindó con la vigüela a su china una vidalita melancólica de pampa.

–¿Competimos en un malambo? –lo provocó el patrón.

–¿Con boleadoras? –respondió Urré, malicioso.

–Yo no las dejo ni para bailar. –siguió Rocco con la broma– Pero será sobre el mostrador. Y pierde el que salga de él.

Fueron al local. Subieron a la tabla. El repique de las bolas de piedras sobre

la madera seguía el ritmo llevado por una guitarra.

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Mientras tanto, Roquito se retorcía, vibraba en su cama, se quejaba, luchaba.

Pasaron los días. Aurelio fue enterrado como muchos niños muertos por esa plaga.

Roquito se recuperó y a las pocas semanas ni parecía haber estado enfermo.

Una mañana de junio, como no venía al desayuno, fueron a buscar Aída en su cuarto.

La encontraron muerta, serena.Dijeron que la tuberculosis la mató. Hoy

se atribuiría a que falleció por anorexia, una palabra médica.

Los románticos prefirieron pensar que murió de amor, por la ausencia de su amado imposible.

Rocco había tenido la fuerza de recuperarse de los golpes que la vida y la muerte le daban. Pero esta vez se encerró en sí mismo.

En la noche, desde una ventana miraba el río.

Quizás hablase con el Guazú, o con el gran espíritu, o con algún dios... o tal vez fuese con la india charrúa.

Nueve dedos ya había perdido en su corazón

Diap 98CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Aún estaban vivos los recuerdos del casamiento cuando a fines de marzo de 1892 llegó una epidemia.

Atacaba principalmente a las criaturas pequeñas.

Aurelio Secondo y Roquito cayeron bajo ese mal desconocido.

Sus síntomas eran convulsiones, fiebre, delirio, pérdida de conocimiento, temblores. Pero, no daban con el origen. Y la mayoría de los enfermos morían.

Muchos años después descubrirían su causa y lo llamarían encefalitis, que aún hoy provoca pavor en las madres.

Guazú ya no existía, los conocimientos de Rocco no valían frente a esa enfermedad.

El doctor fue llamado. Observó a los dos enfermos que habían sido puestos en un cuarto aparte.

Luego de revisarlos, se irguió. Y, con esa serenidad que da el ver las fatalidades, dijo a Rosa y Rocco:

–El pequeño podrá salvarse... miren como pelea por vivir.

Efectivamente, Aurelio Secondo era un cuerpo vencido, ya inerte, consumido por la temperatura.

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El mercado se llenaba de aparatos extraños que simplificaban hacer las cosas.

La industrialización concentraba en las ciudades la mano de obra.

Crecían los suburbios, la riqueza de pocos, el descontento social,... y la miseria en muchos.

María, hija de Ingrid, quiso mucho a sus nuevos hermanitos, y se encariñó con doña Rosa.

Ésta le brindó su afecto como a una hermana menor. Pero, debía tener comprensión cuando Rocco acariciaba el cabello rubio de su hija... y se le llenaban los ojos de lágrimas.

Luis no pasaba tres meses sin venir a estar una semana con su padre y familia.

Ludwig, el tío, nunca pidió adoptarlo. Y si bien lo iba moldeando a la forma de ser “tedesca”, le mantenía la unión a su ancestro “tano” y le hacía sentirse orgulloso de ser criollo.

Y es sabido que siempre será más nacionalista el hijo del extranjero que el nacido de autóctonos.

Diap 99CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Un año después, en agosto de 1893, Rosa daba a luz su segunda criatura.

Se llamó Rosa Asunta, y por cariño, Rosina.

Quizás fue que Rocco, de varios otoños, tuviese la serenidad de la madurez, o le afectó las muertes de Aurelio y Aída, pero entre Roquito y Rosina hubo una diferencia de dos años.

El tiempo y los sucesos continuaron. En Argentina trajeron razas finas para

mejorar el ganado. Empezaron a colocarse las alambradas.

Se iniciaba a pagar el precio del progreso:

Las cercas, los letreros de Prohibido Pasar, la especialización.

Buenos Aires se convertía en una moderna y cosmopolita capital.

Rosario crecía con las fábricas y el comercio.

Santa Fe se mantenía señorial, linajuda y docta en Universidades.

Más lejos, Diesel inventó un motor económico, y el inventor desapareció de forma extraña.

1893 – ROSINA Y EL ÑANDÚ

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Vieron un ancho sendero que parecía venir de un extremo del horizonte para perderse en el opuesto.

–Es el camino de las tropas, –aclaró Urré– por aquí llevamos el ganado para que lo faenen. ¿Saben? Todos estos caballos y vacas vienen de los que dejaban los conquistadores, allá por el 1500, cuando salían huyendo de los pueblos porque los indios reclamaban su tierra.

–Así contó mamá Ybayaú. –agregó el niño– Y se volvieron salvajes como nosotros. Libres pa’ correr e ir donde querían.

–Bueno... –intervino Rocco– También los indios comerían las vacas y domarían a los potros. Son grandes jinetes.

–Sólo mataban para comer, pero preferían animales más chicos. –dijo Cuaró– En cuanto a domar los caballos, tenían que correr junto a ellos, montarlos, y amansarlos despacio. Como lo hacemos ahora, es una brutalidad... es hacer sufrir el animal y siempre con ventajas para el domador.

–Es que a nadie le gusta tener otro encima, sea hombre o animal, –afirmó el patrón– y algunos somos redomones.

Diap 100CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Rocco seguía sus negocios con los ferrocarriles.

Tuvo que ir a Tucumán en noviembre y avisó a Amílcar que los visitaría.

Al llegar fue recibido con cariño por el negro, por Ybayaú y el indio Guaroc.

También estaba allí esperándolo Cuaró... ¡Con un caballo ensillado para el patrón y

con todos los aperos!–Dije que pagaría. –sonrió el payador– La

mejor forma es mostrarle sobre un potro, que ahora es suyo, mis pampas y mis lomas. ¿Se anima a matrerear un poco conmigo.

–Es darle queso al ratón. –contestó Rocco– Pero las pilchas que llevo no son para montar. ¿Me prestás unas, Amílcar?

Una vez que se cambió el tano, salieron con Guaroc quien fue en una potranca petisa que el indiecito montó de un solo salto... ¡y en pelo!

Se perdieron por campos sin carreteras ni alambradas.

El aire pegaba en sus caras trayendo el olor de la libertad.

Llegaron a una gran extensión plana donde pastoreaban los vacunos.

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Cuaró y Rocco lo alcanzaron. El payador miró si el ñandú estaba bien maneado. Más de un caballo, y también de un cristiano, habían muerto de una patada de esa fuerte ave.

Guaroc cubrió la cabeza del ñandú con el poncho y le quitó unas plumas de la cola, diciendo a Rocco:

–Pa’ doña Rosa.... a las mujeres les gusta.–Bicho raro éste. –opinó Cuaró– Hace

poner a las hembras los huevos en un hoyo de la tierra. Pero el que incuba y cría a los pollos es el macho. Deja unos huevos afuera pa’ que su pudran. Así los pichones podrán comer las moscas.

–Unos pichones viven y otros no... pero, en este caso, es el padre quien lo decide. –reflexionó el patrón con tristeza.

Diap 101CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

–Usté sabe que pa’ mandar no hace falta destrozar el de abajo. Mire a Guaroc, la petisa que monta la amansó el solito. No tiene frenos, solo bozal y una cuerda. Con taconearla en la verija, ella sabe pa’ donde el gurí quiere ir, y cuando debe correr. Y usted, lo de redomón se le nota. La prueba es que está aquí.

–¿Tardaban mucho llevando el ganado por ese camino? –inquirió Rocco evadiendo la alusión.

–Eran días para llegar a los saladeros. Ahora sólo hay que llevarlos al ferrocarril. Montan las vacas, y ellas viajan a los frigoríficos. ¡Imagínese!... ¡hasta los caballos van en tren! Todo cambia. Trenes, alambradas, las vacas, los hombres.

–Vivir es cambiar. –afirmó el tano– Un día, los tres sólo seremos recuerdos. Y éstos también se perderán.

–Sí, don. Pero, me pregunto si es pa’ bien o pa’ mal. Mire las vaquitas, tienen libertad, comen cuando y donde quieren. Las alambradas las encerrarán en bretes. A los hombres nos pondrán arrejuntados en ciudades, compitiendo como las vacas por un pedacito de tierra pa’ estar parado, esperando que un mayordomo nos dé la comida cuando él quiera.

Guaroc salió al galope gritando que había visto un ñandú. El ave emprendió la carrera, pero el indio le lanzó las boleadoras y el animal cayó.

Ñandú cuidando pichones – collage de foto de Rocco Ginefra (2008)

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Y con esas novedades el tano tornó a Santa Fe.

También allí había cosas nuevas. Siempre hay algo que aprender.

Aquel “gallego” de Burgos, el maestro, seguía con más años, menos dinero y la misma vestimenta.

Avergonzado, preguntó a Rosa si sabía “dar vuelta la ropa”.

Ella respondió que no. Pero, con su empeño habitual, podría probar hacerlo si él no tenía inconveniente.

El hombre tuvo confianza y le entregó el único jubón que poseía.

Rosa descosió el saco, hizo moldes en papel de las piezas, las planchó... volviendo a coserlas al revés.

Y el maestro se presentó la siguiente clase con una casaca renovada.

Con el tiempo, doña Rosa tomó fama en esos arreglos y hasta de hacer trajes nuevos con los “moldes”.

Se dio la anomalía: Rocco, un hombre, era cheff y partero;

mientras Rosa, una mujer, era administradora y sastre.

Eso fue una época cuando era normal las habilidades manuales.

Cosa que transmitirían a sus descendientes.

Diap 102CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Durmieron bajo un árbol, el poncho como abrigo.

Temprano Guaroc fue al campo volviendo con una mulita. La asaron como desayuno. Y un arroyo les dio de beber.

Incitados por el gurí hicieron una carrera hasta un ombú cercano.

Iban al galope cuando el caballo de Cuaró hundió una de las manos en la tierra y rodó cayendo sobre el jinete.

El potro solamente se lastimó. Sin embargo, Cuaró no podía pararse, tenía una pierna quebrada.

–Seguro pisó una cueva de vizcacha. –maldijo el payador.

–Si tuviese yeso, o arcilla y claras, yo podría arreglarte la pierna. –indicó Rocco.

El indiecito salió, volviendo rápido con esa tierra y un par de huevos enormes. Los entregó al tano, aclarando:

–Son frescos de ñandú. Cada uno vale por doce de gallina.

Rocco usó uno para enyesar al payador, el otro lo llevaría a la pensión. Napoleone lo usaría para hacer la pasta.

Luego tomaron de vuelta para la granja de Amílcar.

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Pero éste poseía la habilidad de hacer negocios por doquier.

Aquel local que llegó a tener ocho niños, ahora sólo contaba tres. Y cuando estaba Luis, cuatro.

María era la mimada por el patrón y a su vez ella consentía a Roquito. Luego venía Rosina, la cual tenía una delicadeza casi etérea.

Cada tanto venía la primogénita Asunta, o las “hijas postizas” Ypané e Ybayaú, y hasta Caterina.

Era el momento de los nietos, Rocco se volvía nonno... y mostraba su edad.

El progreso no se detuvo. Una pareja descubrió algo que

fotografiaba por dentro a las personas, los llamaron rayos X.

Un italiano de nombre Marconi transmitía la voz... ¡sin cables!

Unos hermanos franceses hicieron un aparato que tomaba la gente en movimiento y la proyectaba en una pantalla...

Había nacido el cinematógrafo, la locura de nuestra generación.

El viejo cura ya había muerto, sino moriría del susto.

Diap 103CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Muchas veces el matrimonio efectúa una ósmosis entre la pareja.

Ya antes del nacimiento de Rosina, su madre había tomado cuerpo y carácter de señora.

Era acorde a su nombre de doña, aunque no correspondía a su juvenil edad.

Rocco permanecía con la apariencia de un hombre mucho más joven, teniendo una vivacidad envidiable a pesar de las pruebas que la vida lo había sometido.

Nadie podía decir que entre ellos existía una diferencia de 21 años.

Recuerdo una vieja y ocre foto de ellos dos, apenas se notaba que él fuese mayor.

Durante 1894 y 1895 no hubo nacimientos en la pensión. Quizás Rocco había aprendido a moderar su vehemencia, o Rosa sabía como administrarlo a él además del comercio.

Fueron años de gran éxito. La doña tenía la visión de pensar en el

futuro, algo que a Rocco siempre le faltó.

1896 – AURELIO 3º Y LA DECISIÓN

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Y Rocco, insistiendo, le llamó Aurelio.Pero la vida persistía en probarlos. Un par de años antes había surgido en

Asia un rebrote de peste bubónica.No se pudo saber si fue eso o algo que no

estaba a la altura de Rocco ni de los médicos pero, antes de cumplir seis meses, el niño moría deshidratado por la disentería.

Quizás fueron los años, o ya eran demasiadas pruebas, pero el padre no soportó:

–¡Ah, charrúa!... ¿Cuántos dedos debe perder mi corazón? –gritaba Rocco– ¡Pachacámac!... ¡Dios!... ¿Por qué?

Esa vez fue Rosa la que tuvo que sobreponerse a su dolor para sacar al hombre de la amargura.

Y él le respondió:–Sí, tenés razón... debemos seguir

adelante. Como siempre.Ya sereno, viendo las estrellas, rogó con

triste sonrisa:–Y vos, Guazú. Llevame los gurises junto

al Gran Espíritu.Fueron al fondo. Allí, junto el río,

tomarían una resolución

Diap 104CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Hay seres que pasan por la vida (mejor es decir que la vida pasa por ellos) sin contratiempos ni emociones ni diferencias, llegando al final tan anodinos como nacieron.

Pero hay otros que desean ver el más allá, que buscan el progreso, que no aceptan darse por vencidos... y a éstos pareciese que la vida se ensañara en probar su resistencia.

Un madrugada de enero de 1896, cuando Rosa fue a revisar como estaban los niños, al tocar a Rosina la halló fría.

Había muerto. Sin malestares ni fiebre, la fina niña se había ido.

Para Rocco fue cortarse otro dedo más en su corazón. Pero para Rosa era la primer criatura suya que perdía.

Y en esos momentos tuvo la confirmación de que había elegido un gran compañero.

El “tano” partero, quien había traído a la vida esa criatura, sacó fuerzas de su propio dolor y le brindó a Rosa apoyo y palabras que le volvieron el ánimo para seguir en la lucha.

Meses después la “patrona” estaba embarazada.

En 1897 nació un niño, casualmente cerca del aniversario de muerte de Rosina.

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Ya en el siglo XXI, sin tener siquiera el diez por ciento de esa población, muchos de sus habitantes pasan necesidades y hambre.

Pero... siguen creciendo las grandes urbes y cada vez hay menos gente trabajando la tierra.

Afortunadamente en aquellos años y en Santa Fe, fuese por su espíritu emprendedor o por su lejana amistad con el general, a Rocco y Rosa les iban en aumento los éxitos.

Permanecía la resolución tomada cuando perdieron al tercer Aurelio.

La doña administraba e iba haciendo crecer el capital para mudar ese negocio a Rosario.

Veían esa ciudad más luminosa, el aire más claro, con más proyección al futuro.

Santa Fe guardaba mucho pasado, muchos hijos muertos, muchos dolores, muchos recuerdos.

En diciembre vendieron el viejo restorán y posada.

Y, con lo ahorrado, compraron el nuevo en la rosarina localidad.

Harían la inauguración y las fiestas en el moderno local.Diap 105

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Dedicados a cumplir esa resolución llegaron al año 1898.

El general Juan Argentino Roca fue electo por segunda vez presidente de la Argentina y, como en su período anterior, realizó un ejercicio de progreso.

En él se buscó solución con los problemas de países limítrofes, y se tuvo amplitud para todos los partidos políticos.

También continuó su constante meta de extender las vías férreas por la república para llevar la “civilización” a todos los puntos de la misma.

Lamentablemente siguió “librando” las provincias de indios rebeldes; aunque, afortunadamente, también poblando el país según la frase de Alberdi.

Los gobiernos del siglo XX no siguieron su ejemplo. Estos convirtieron el ideal de patria en nacionalismo demagógico, y el gobernar en politiquería corrupta.

Está vigente la predicción que en 1906 hiciera Pavlosky, científico que indicaba que Argentina era capaz de alimentar 400 millones de personas, pero concentraba más la población en las ciudades y no cultivaba la tierra.

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–Pero vos sos de la familia, hace veinticinco años que vivís conmigo. Juntos hemos compartido lo bueno y lo malo.

–Sí, es cierto. Pero, yo soy como el gato. Pertenezco a estas paredes, a mi cocina, a mis fogones. Si el nuevo patrón me quiere, me quedo. Si nó, me voy. Quizás vaya a ver la bahía de Nápoles, tengo algo de biyuya ahorrada. Quizás me quede allá, o vuelva aquí. Este es mi territorio y tal vez me entierren en él. Se sabe donde nacemos, nunca donde moriremos.

Rocco recordó la charrúa, él sabía donde moriría.

Pero, dijo:–Te comprendo, viejo. Siempre

encontrarás abierta la puerta de nuestra casa. Te estaremos esperando como a un padre o un nonno. Jamás podré pagarte lo que fuiste para nosotros.

–Me pagaste mucho... me hiciste parte de tu familia.

Y ambos giraron para no mostrar sus ojos húmedos.

...oo0oo....

Diap 106CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

CUARÓ, UN PAYADORCUARÓ, UN PAYADOR

Por esa fecha habría menos despedidas. Los pensionistas irían en busca de algún

lejano familiar para pasar Navidad.María, con sus hermosos quince años; y

Roquito con los bulliciosos ocho, no cabían de felicidad en saber que irían a vivir a la vecina ciudad.

Cuando iban con su padre allí, volvían siempre encandilados del movimiento en sus avenidas.

Rocco tenía cierta tristeza. Con el Restorán Piave dejaba 27 años de

su vida, su juventud, sus primeras luchas, y bajo tierra a dos amores y once hijos, once dedos de su corazón.

Callaba ese sentimiento, pero se ahondó cuando dijo a Napoleone que fuese para la nueva pensión.

El napolitano, con un nudo en la voz, hizo un esfuerzo y respondió:

–No, Rocco, yo me quedo. Ya estoy viejo. Allá en Rosario encontrarás cocineros mejores que yo. De aquí te llevarás tu familia, el perro, el loro... y todos estarán contentos. Sin embargo, si te llevás al gato... él volverá. El perro es del amo, el loro de donde lo lleven… el gato es del lugar.

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Sus muelles están siempre llenos de barcos que, con sus mástiles, impresionan como una selva de árboles secos.

Viniendo desde el río se destacan el edifico de la Aduana y el de la Compañía de Gas. Dentro la ciudad son notables los del Círculo Italiano, Club Alemán, Casa de España, etc.

Desde 1888 tiene suministro de agua potable, iluminación de sus calles por gas y transporte público de tranvías a caballos.”

Extrañamente, Rosario es sólo capital del departamento. Su progreso no se debe a protecciones oficiales, es el logro del esfuerzo de sus habitantes y de la situación geográfica.

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ROSARIO Y VALENTINO

Contaba mi madre que... el local en Rosario era nuevo. Ocupaba media cuadra en la esquina suroeste de las calles Güemes y Pichincha.

(Vi Rosario y la casa 70 años después, y tenían una agradable mezcla de señorial y moderno).

Estaba en Rosario Norte. Y para restorán, la ubicación fue excelente. Cerca tenía dos estaciones terminales de trenes, y dos más de otras empresas ferroviarias a casi un kilómetro.

Doscientos metros al oeste, paralelo a Pichincha, corría de norte a sur el Bulevard Timbúes. Y hacia el norte, a unas pocas cuadras, se encontraba la rambla y el puerto.

Resumen de la Enc. Espasa, 1924: “Rosario es la segunda ciudad en

importancia y población de la Argentina. En 1871 contaba con 23.000 habitantes, y en 1889 la cifra es 112.000.”

La ciudad cuenta con 6 líneas ferroviarias, es escala de todos los vapores que remontan el Paraná y sostiene activa comunicación directa con Europa y otros continentes.

En 1859 fue declarada puerto de las provincias arribeñas.

Cuando te vi, Rosario, no vi una ciudad, vi a mi gente.

10 – Año 1899ROSARIO Y VALENTINO 2º

Vista actual (año 2016) de la esquina de Güemes y Pichincha en Rosario.

Aun permanece en pie el local que fue de Rocco Aqulini y Rosa.Quizás dentro poco desparecerá, está rodeado de construcciones

modernasEn la parte superior de la foto como se veía en 1916 (hace 100

años atrás)

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Y también rápido tomó fama el nuevo establecimiento, el

RESTORÁN DOÑA ROSA.El año 1899 pasó en la novelería de

conocer la ciudad. María llevaba a Roquito para ver las

llegadas de los trenes y los barcos, a los tranvías de caballos, a recorrer los parques.

Y así se iban haciendo al ritmo acelerado de una ciudad que día a día era más cosmopolita, sin perder su toque italiano.

Se divertían cuando venía Luis, su rubicundo hermano ítalo-germano.

Hecho a la paz de Villa Godoy, era objeto de bromas por parte de ellos dos.

Pero también era consentido por su padre Rocco, quien le preparaba los mejores platos.

En invierno de 1900 supieron que el nonno Valentino había muerto en Italia.

Rocco pasó días en silencio, pero poco después nacía el cuarto hijo de Rosa.

Se llamó Valentín.Roquito estaba feliz, tenía un hermano de

padre y madre.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Sita en un recodo del Paraná, forma un sector de 90 grados con calles paralelas a los dos radios. Sus casas, en el plano arriba de las barrancas, están de 15 a 90 metros sobre el río.

Fue fundada en 1725 por Francisco Godoy quien construye su casa allí, y junto a ella una capilla encomendada a la Virgen del Rosario.

La gente iba levantando sus casas alrededor. Así fue villorrio, villa, aldea... y lo que es actualmente.

Fungió a veces como capital de la nación y, para su orgullo, el 27 de febrero de 1812 Belgrano enarbola allí por primera vez la bandera blanca y celeste sobre las baterías patriotas.”

A esa ciudad y a esa casa esquina fue Rocco con su familia. En Rosario obtendría los mayores éxitos económicos y el criterio de la madurez.

Puso la propiedad a nombre de Rosa.Fue la mejor decisión de su existencia. Hizo negocios y tuvo muchas

propiedades pero, desordenado en documentos, perdió todo menos la de Güemes que estaba inscrita a su esposa.

Rápido encontraron cocinero, personal y nuevo gato. Esa ciudad era aun más de costumbres italianas que Santa Fe.

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En las ciudades del Río de la Plata, junto al “reo”, humilde y trabajador relegado por la “gente fina” y los “milicos”, conviven el bohemio malevo y el criminal “malandro”.

Viejos almacenes se vuelven salas de baile de milongas y tangos.

Allí van “niños bien” y hombres del pueblo, mientras los caficios y “artistas” viven de las rameras la cuales forman una mezcla de indias, criollas y europeas de todas las razas.

Una señora con un hijo de 3 años, el cual nació en Francia, trabaja de sirvienta en Buenos Aires.

El niño se llama Charles Garcés. Con el tiempo cambiaría su nombre a Carlos Gardel.

Pero, su lugar de nacimiento sería motivo de disputa entre el Uruguay y la Argentina

Ese “pibe”, conocido como el “Morocho del Abasto”, con su voz y una guitarra, haría de esa música la representación de la idiosincrasia rioplatense y del malevo.

Y quizás en esos viejos almacenes y pulperías, alguna vez, se luciría con cortes y quebradas un bailarín llamado Rocco.

Un garfañino que hizo parte del crecimiento de la Argentina.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Aparte de la alegría de Rocco y Rosa por la venida de ese nuevo hijo, hubo más novedades en el mundo.

Había pasado el temido fin de siglo donde, como siempre y en todas las épocas, salen los profetas de la Apocalipsis.

Parece especial el año cuyo número termina en dos ceros. Y sólo es una cifra más y sin base exacta, ya que no se sabe a ciencia cierta cuando nació Jesucristo. Además los judíos, árabes, chinos, tienen calendarios con otros inicios.

Ese año 1900 en Alemania hacen la aspirina, ya Rocco y los “brujos” no tendrían que usar el “polvo de corteza de sauce”.

Zeppelin construye un dirigible rígido y los humanos “viajan” sobre las ciudades.

En tanto, en otras naciones se hacen pruebas de “volar” con artefactos llamados aviones.

La medicina avanza en curas, asepsia y vacunas. La cirugía deja de ser temida por las posteriores infecciones.

Y mientras la alimentación crece en progresión aritmética, la población de las urbes lo hace en geométrica. Éstas se rodean de suburbios donde la miseria y prostitución señorea.

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Y el restorán se engalanó, está vez con más compostura, para otra hija que se iba.

Cito de la nota de mis primas Rosita y Ausonia Aquilini:

“Roque recordaba con cariño a su media hermana María.

Ésta se casó con Enrique Tápparo, vivió en Rosario y fue madre de cuatro hijos, tres varones y una niña.

María muere joven, y Tápparo vuelve a Italia con sus hijos.

De ellos, dos se dedican al sacerdocio. El menor, Ernesto, llegó a obispo en

Turín, por años mantuvo comunicación con Valentín y otros tíos. Dirigía un colegio.”

Recuerdo una foto, en blanco y negro, de mis padres junto a él.

Y de haber visto otra de Ernesto junto al Papa.

Rocco tenía un cuarto donde se encerraba a meditar.

¿En su vida?... ¿En el Gran Espíritu?...¿Habrá alguna vez pensado que un nieto

suyo sería un “príncipe” de la Iglesia?

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

María había cambiado desde Navidad. Se convirtió en una señorita formal con

dinámica tedesca y alegría italiana. Seguía siendo compañera de Roquito,

ayudándole en sus deberes y siempre dispuesta a defenderlo.

Y, como siempre, siendo una gran ayuda para doña Rosa tanto en el local como en el cuidado del pequeño Valentín.

Cada vez se parecía más a Ingrid, rubia, ojos azules, activa. Aunque en las ojeras profundas, la nariz aguileña y las orejas grandes mostraba su sangre etrusca Aquilini.

Desde fin de año se le vio ir asiduamente a la iglesia y tener un espíritu piadoso práctico no afín a su padre, aunque éste dejó libertad a esposas e hijos de practicar la fe que quisieran.

En Semana Santa se develó el misterio. Luego de la Misa de Gloria, María fue al

atrio donde estaba Rosa y le presentó un caballero.

Un caballero en todo el sentido de la palabra. De allí se dirigieron al restorán para hablar con Rocco.

En diciembre de 1901, María y Tápparo se casaron con fervientes ceremonias religiosas.

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María tuvo familia en noviembre, fue un niño.

O sea, en el mismo año, el patrón era padre y abuelo otra vez.

Fue inimaginable la fiesta de Navidad. Hasta vinieron las lejanas hijas postizas y

la más lejana Asuntina. Y la esquina de Güemes y Pichincha se llenó de niños correteando y riendo.

Sin embargo la vida siguió probando a Rosa y a Rocco.

En abril de 1903 llegó un telegrama. La nonna Asunta había fallecido. Semanas después Ítalo moría sin señal de enfermedad.

Y María fue el apoyo de los apenados padres.

Rosa acompañó a su esposo cuando llevó el ataúd a Santa Fe para sepultarlo junto a los otros hijos muertos. Por qué hizo eso, sólo lo supo él...

Y quizás, lejos, una vieja charrúa inclinó la cabeza comprendiendo a Rocco.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

En 1902 Manuel Quintana subió a la presidencia de Argentina, quien a los dos años fallecería.

Le sustituye José Figueroa Alcorta, y ambos fueron progresistas como el general Roca.

El progreso se notaba en el negocio de doña Rosa y Rocco.

Como María quedó a vivir en Rosario, era habitual que ella viniese al local o Roquito fuera hasta la casa de su hermana.

Se dice que los padres aman a todos sus hijos por igual. Pero, la verdad es que somos humanos, y tenemos preferencias.

María y Roquito “mataban nostalgias” de cuando salían a recorrer la ciudad y divertirse con los novedades.

Y Rocco, al ver su rubia hija, recordaba a una perdida “guacha alemana”.

La muchacha quedó embarazada enseguida, pero Rosa le ganó en tener una criatura.

En abril de 1902 la doña dio a luz otro niño, le llamaron Ítalo,.

Roquito bailaba de alegría. Años atrás, en Santa Fe, predominaban las

hijas en el hogar de Rocco. Pero en ese momento y en Rosario reinaban tres varones.

1903 – ÍTALO… Y OTRO DOLOR

Rosario - Año 1903 . Estación Ferrocarril Norte

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Mirando la foto con una lupa, se podía ver a Rocco y Roquito rodeados de gauchos y chinas, ya con vestimentas del siglo 20.

Detrás del cartón decía el lugar, pero lo olvidé, y no sé donde fue a dar la fotografía.

Cuando Roque estaba en Rosario iba a talleres de italianos y gallegos para aprender la práctica de soldadura, en especial de la autógena que tenía dos años de inventada, de torno, herrería, mecánica, que completaba con la escuela industrial.

Los hijos varones adoran a la madre. Sin embargo con el paso del tiempo

terminan valorando al padre aunque cuando jóvenes no lo sientan así.

Y, terminan pensando parecido a él.Quizás fueron esos periplos junto a Rocco

por el interior de la Argentina, el ambiente donde se desarrolló, las conversaciones con los gauchos, las charlascon los pensionistas.

Pero, Roque fue otro hombre que se pudo decir singular.

Y una de sus hijas, llamada Rosita, mi prima, se casaría con Luis, hijo de uno de aquellos Carrasco,

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Frente al negocio, por Güemes, vivía la familia Carrasco que tenía hijos de la edad de Roquito.

Fue natural que naciera la amistad entre ellos, y eso pasara a los padres.

Todo niño que despierta a la pubertad ansía ser mayor, por tanto Roquito prefería que lo llamasen Roque. Tenía trece años, ya sentía vibrar en él los sentimientos juveniles.

Era igual a su padre en lo físico, en la voz, en lo alegre y en muchas reacciones.

En tanto Valentín, con sólo tres años, se parecía en las facciones a Rosa y se veía más sereno.

Rocco nuevamente buscó en las salidas a las provincias una válvula de escape para su pena.

Pero consideró adecuado que el muchacho conociese el mundo de su padre.

Así Roquito comenzó a acompañarle en sus recorridos a los ganaderos, vinicultores, granjeros, repartidos por el norte y oeste. Y también a ver los clientes de los extremos ferroviarios.

En mi casa existía una foto de color ocre, aún se usaba el daguerrotipo, donde frente a un enorme galpón se hallaban en pose cerca de 40 personas.

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–Vos no llevás facón para mostrarla desarmada. Ni yo soy tu tata para que me abraces. No es muy de hombres tocarse. Que lo haga una mujer, es natural y un gusto. El cuerpo es un templo; las ideas, su altar. Hay cuerpos e ideas de todo tipo. Y en la vida, a todos y a todas se deben respetar.

–Usted sí que sabe, don Segundo. –exclamó Roque.

–Quitame lo de don, quitame eso de que sé. Sólo conozco. Sólo soy Segundo... porque siempre habrá otro primero. Soy un gaucho viejo y, si tu viejo lo permite, te daría un consejo.

–Vos estás haciéndote hombre. –siguió– Para eso hay que ser como el mate, un zapallo seco por fuera, una bombilla de plata en el medio; y entre los dos se pone la yerba amarga.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

No recuerdo quien me lo contó, pero está lleno de realidad familiar:

En una provincia norteña, cerca de una secundaria estación férrea, quedaba aún una vieja pulpería... y en ella un arcaico gaucho.

Se le conocía por Segundo, sin más.Era un gaucho viejo, rostro oscuro

quemado por el sol y arrugas como cicatrices hechas por el viento.

Acostumbraba estar sentando junto al almacén, bajo el ombú, eternamente tomando de un mate bruñido de tierra y sudor.

Cerca, un matungo cenizo, de largas crines, que tenía como único apero un cojinillo pelado, lo aguaitaba.

El gaucho de vestimenta deslucida, mirando al joven, dijo:

–Así que sos el hijo de Rocco. De tal palo, tal astilla. Tu viejo habla mucho de vos. No tengás miedo. No te llamaré Roquito. No hay hombre chiquitos. Todos somos iguales.

Roque fue a darle la mano.Segundo le contuvo, indicando:

DON SEGUNDO Y ROQUE

Padre e hijo se despidieron.

Había que seguir el camino.

Se dieron vuelta. El viejo seguía con su

mate. El caballo relinchó...¿Estaría diciendo

adiós?...¿O reafirmando lo

dicho ?

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El padre se dirigía hacía la puerta del cuarto cuando la casa retumbó con una explosión. Todos corrieron al patio. Hallaron a Valentín sonriendo.

Estaba tan feliz de tener una hermanita menor que quiso festejarlo. En el piso estaban los restos del petardo. Cómo lo obtuvo, no se supo.

Luego, serían los hermanos más unidos.En la pensión sucedía un hecho más que

anormal:De noche el perro se acurrucaba junto a

la puerta de los patrones, el gato se convertía en un ovillo entre las patas del can y, para completar, el loro dormía entre el perro y el gato.

Luego de la explosión volvió el perro enseguida, el loro subió a un armario... al gato hubo que esperarlo unos días.

Cuando presentaron la niña en el local, el perico ya repetía:

–Letizia... Letizia... ¡Rocco, a que te corto! ¡A que te corto!

Letizia lo decía con dulzura, el resto con voz de malandro.

La niña fue la consentida de todos, el loro lo fue de la niña.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Y en Rosario siguió la vida. El 13 de marzo de 1905, doña Rosa dio a

luz a su hija Josefa Letizia Aquilini Pieroni.Luego que Rocco la limpió para

entregarla a su madre, el padre partero dijo con ternura:

–Sólo lleva mis ojeras y la nariz, en lo demás es igual a vos. Tu cabello suave, tu piel... y tendrá tu hermosura.

–Por favor, Rocco. Usted mejor que nadie sabe que todos son iguales al nacer. –rió su esposa.

Luego de años y con seis hijos de él, ella seguía sin tutearlo.

–Por experiencia puedo afirmarlo, –aseveró él, agregando– como también que será la última y la mimada de todos.

–Sólo Dios lo puede asegurar. –se atrevió a decir Rosa.

–¿Cual dios?... ¿el que me permitió 18 hijos y me sacó 12? Vos bautizala al tuyo. Yo ésta la encomendaré al mío.

Abrió la ventana, y levantando la criatura hacía la estrellas quedó un instante en silencio, luego se la dio a Rosa. Con ella estaban la señora Carrasco y María. Respetuosas, callaron.

1905 – JOSEFA LETICIA

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Muchas cosas seguían sucediendo en el mundo, las cuales Pilier comentaba en análisis lógico o filosófico con Roque:

Los hermanos Wright realizaron el primer vuelo en avión, por telégrafo se enviaron imágenes, surgieron fotografías en color, se inventó la válvula para la radioemisión.

Uno, llamado Einstein, escribía la Teoría de la Relatividad.

Científicos, industriales y curiosos, hacían inventos.

Otros hombres agitaban la humanidad con ideas políticas.

La democracia y el socialismo, su hijo rebelde, se expandían a pesar de los esfuerzos opresores para frenarlos.

En la vecina República del Uruguay subió a la presidencia José Batlle y Ordóñez, quien haría de esa pequeña nación un ejemplo de libertad democrática y derechos sociales.

Emil trabajaba de noche en la editorial del diario, por tanto dormía en las mañanas.

De tarde solía charlar en una mesa del local con el patrón y los jóvenes ansiosos de saber.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

::::::Como era normal en él, Rocco inscribió a

Josefa Letizia, por siempre llamada Letizia, varios días después, el 25 de marzo.

Fue una mujer que festejaba dos cumpleaños, el verdadero y el oficial, por 12 días era aún un año menor.

Eso ayudaba mucho como excusa cuando nos olvidábamos de felicitarla en el primero.

Letizia ya tenía dos años. Una criatura bella e igual a Rosa.

Había un pensionista español de Barcelona y de nombre Emil Pilier, hombre culto, revolucionario, masón, anticlerical, que salió de España perseguido por sus ideas.

Trabajaba en un diario, le gustaba hablar con Rocco y el joven Roque, era fino con las damas y una enciclopedia de conocimientos en literatura, historia y matemáticas.

Sólo le molestaba que le dijesen “gallego”, soportaba lo de español y se enorgullecía en ser catalán.

Hablaba perfecto francés, admiraba con fanatismo ese país por la Revolución de 1789 y por haber eliminado los poderes y las propiedades de la Iglesia.

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Y, haciendo un gesto, continuó:–Marx decía: Los obreros nada tienen que

perder y mucho que ganar. La lucha del proletariado contra el capitalista se impondrá. No por ideales, sino por el industrialismo y la mecanización.

–Por eso cada vez hay más países demócratas. –dijo Rocco.

–Vamos, Aquilini. La burguesía sacó a la aristocracia para tomar su lugar. Si acepta una reforma, la aplica de mala fe. A veces pienso que el socialismo es una utopía. Según los curas fuimos hechos de barro, y según Darwin descendemos del mono. El fango o el animal está en nosotros.

–Sin embargo usted luchó y fue perseguido por esas ideas.

–Roque, aunque sea sólo un ideal, se debe luchar por algo. El hombre sin ambiciones es un muerto que camina.

La conversación se cortó al entrar la patrona desde la calle. Había ido a ver a María, quien llevaba días enferma.

El rostro de doña Rosa dijo más que las palabras...

Era el año 1907. Invierno. María había fallecido, sólo tenía 24 años y dejaba cuatro niños pequeños.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Se dirigió al joven Roquito en castellano. Nunca usaba el lunfardo, y

excepcionalmente los diminutivos.–Chaval, los países americanos tienen el

defecto de querer parecerse a los europeos. Y Europa ni es un continente.

–¡Por favor, Pilier!... –exclamó Rocco, burlón– ahora va a decir que me crié en el aire. Garfañana era de tierra.

–Europa es sólo el extremo de Asia. Los pueblos que venían del este se arremolinaron en ella porque el mar no los dejó seguir adelante... y continúan peleando por un trozo de suelo.

–¿Qué opina del presidente del Uruguay? Pondrá la jornada de ocho horas máxima de trabajo. –interrumpió Roque, a quien ya le atraían las reformas sociales.

–Debes estar contento por haber nacido en esta época. En Francia, la cuna de la revolución, en 1892 eran doce horas, en 1900 fueron once, y recién ahora en 1906 las dejaron en diez.

–Pero usted siempre habla de esa democracia y socialismo.

–Es difícil cambiar siglos de autocracia y explotación. –respondió el catalán.

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¿O reflexionaría que por cada vencedor que vuelve hay miles y miles de perdedores que quedan en otras tierras para siempre, siendo los forjadores de una nueva civilización?

En la planta baja de la casa estaba la sala, cocina, baños, una habitación en la cual Rocco hacía sus ensayos de vinos y sabores, y otro cuarto pequeño donde se encerraba a meditar.

Allí tenía libros, una mesa, una silla y... lo más extraño, un reclinatorio.

Pero sin crucifijos ni imágenes.Desde la ventana se veía el arroyuelo

afluente del Serchio, los árboles, los terrenos cultivados por los campesinos.

Valentín tenía ocho años y asistía a la escuela del lugar. Con ello se hizo más bilingüe.

Allí conoció una niña llamada Sara Bertucci, fue primer amor a primera vista...

Y el único, ya que años después sería su esposa y la madre de sus hijas.

Letizia sólo contaba tres años, no recordaba ese tiempo.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

No se supo si fue el dolor por la pérdida de María, o que Tápparo se marchó para Turín con sus cuatro hijos, los nietos más cercanos a Rocco, o si sentía cansado, o estaba enfermo.

Lo cierto es que a principios de 1908, él y Rosa se fueron para Italia llevando con ellos a Valentín, Letizia.. y el loro.

Roque quedó en la Argentina viviendo en casa de los Carrasco. Las tierras nuevas unen sin importar los orígenes.

Construyeron en Villa Collemandina una quinta de tres pisos, estilo románico y con ese color rojizo típico.

En el pueblo fueron vistos como los “americanos”, los que habían ido y triunfado en la Argentina.

Eran el centro de atención para oír de ellos anécdotas de esas míticas tierras.

Rocco acondicionó las tumbas de sus ancestros, yendo a menudo a visitarlos.

Quedaba de pie y en silencio. ¿Vería el futuro? ¿Recordaría el pasado? ¿Pensaría en sus hijos enterrados lejos?

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Ya habían recuperado la actividad rosarina, el charlar con parroquianos y pensionistas, las visitas de los hijos Asunta y Luis, de Ypané e Ybayaú, de los nietos, de los amigos.

Sin embargo la vida sigue poniendo a prueba el temple de Rocco... y esta vez el de toda la familia.

Rocco enferma, le diagnostican un mal incurable. El hígado se le está consumiendo lentamente.

Quizás hoy sería tratado como cirrosis, o como un tumor, o hasta como cáncer... pero estábamos en 1911.

Le aconsejan retirarse para hacer una vida natural en Villa Collemandina... o sea, sobrevivir la existencia que le queda.

Nuevamente toma el barco para Italia con Rosa, Valentín, Letizia.

Esta vez llevan triste resignación. Hasta el papagayo, cuando el patrón

pasa junto a él, musita en voz grave y baja:–Rocco... –para agregar a lo malevo– ...a

que te corto.Hombre y ave se miran... Y callan… pareciendo comprenderse.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

El 1909 Roque llegó de Argentina, en donde debía prestar Servicio Militar y, como Rocco, era contrario a sus principios. En Italia conoce a Ernestina Lucidi, casándose con ella.

No pude saber la causa porque Rocco, Rosa y sus dos hijos menores vuelven en 1910 a la Argentina.

Quizás fue para ver los festejos por el centenario de la independencia de ese país, o tal vez extrañaban su negocio, esa forma de vivir.

Retornaron, al local de Güemes y Pichincha, a su mundo. Y, logicamente, con el loro.

Tampoco he podido saber la longevidad de esas aves, pero ese “papagallo” estaba presente en todas las narraciones de mi madre, por tanto vivió más de 15 años.

Llamado por el ejército italiano, Roque no obedece y vuelve con su esposa a Rosario en el local de Rocco.

Los hechos de Roque, otro hombre singular, constituyen una historia aparte.

Por la ciudad se ven los primeros autos Ford T, llaman la atención de Roque, y para Valentín serían su segundo amor.

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En tanto, su romance con Sara seguía inconmovible, siendo motivo de burlas por ambos padres de los dos jóvenes.

Letizia era la mimada de Rocco, de los lugareños, de las otras niñas de la escuela.

Sin embargo fue sencilla y amiga de las hijas de los campesinos, en especial de Gianina.

Rosa la formaba en esa igualdad hacia los demás que sólo los que han vivido en las llanuras de América pueden sentir.

La escuela tenía una sola clase donde se enseñaban todos los grados. Pero, la única maestra instruía correctamente

Muchos niños eran tan pobres que venían descalzos, con las botas colgadas al cuello.

Y, poniéndoselas, entraban a clase.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

El regreso a Villa Collemandina coincidió con el inicio al colegio de Letizia, ya de 6 años. Se educó en idioma italiano, sabiendo sólo pocas palabras en “rioplatense”.

Rocco alargaba su vida dentro ese ambiente sano garfañino.

Se convirtió en el “signore” de la zona, por su quinta y las rentas que recibía de América…

Su temperamento alegre superó la realidad de saber que el final era ineludible.

Recorría los alrededores, charlaba con los viejos amigos, o sus hijos, haciendo bromas a todos.

Le buscaban para “arreglar” un vino. Los de viñedos del valle eran demasiados aguados; y los de la montaña, tan espesos que necesitaban un “cortello” para tomarlos.

Él se sentía feliz de “acondicionarlo”. En ocasiones podía darle cierto paladar de otras regiones, como el del Chianti.

Valentín pensaba ir a Fornacci di Barga, pueblo a varios kilómetros de distancia, en un valle entre montañas, engrandecido por una gran industria de fundición y mecánica, donde daban buena enseñanza a los aprendices.

1917 – LA PROFECÍA CUMPLIDA

Villa Collemandina - Casa similar a la que tuvo Ruque Aquilini

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–¡A que te corto! –gritaba el animal, girando el cuerpo cual tuviese un facón en el ala– ¡Rocco!... ¡a que te corto!

La mayoría de las veces el pobre animal recibía un sopapo que lo sacaba de su soporte enviándole contra la pared.

Allí lo recogía Letizia, con sus plumas revueltas, el muñón de la hermosa cola lastimado.

Y él decía, lastimero:–Letizia... Letizia... cremita al lorito.La niña iba llorosa a su padre, rogando

que preparase un ungüento para curar el aporreado.

Y Rocco se dirigía al cuarto de “brujerías” y sabores, haciéndolo enseguida.

Letizia lo curaba con ternura, el papagayo dormía cerca de ella algunos días, se recuperaba, tornando a su palo y gritos.

Hoy diríamos que eso era una relación sadomasoquista.

Porque los tres se querían, pero no pasaba mucho tiempo para que el loro amenazara al patrón, recibiese de él otra bofetada…

Otra vez el loro diera lastimado contra la pared, otra vez la muchacha rogara el medicamento, y el loro tuviese su cura... y los mimos.

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ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Muchas cosas de esa época, de su niñez y su pubertad, me narró mi madre. Tantas, que ocuparían una biblioteca.

Una de las que le hacía dichosa era ir con Gianina a llevar el almuerzo de los medianeros que trabajan en el campo.

Comida simple, reconstituyente. Minestrones, guisos, polentas... todo con un pan campesino y una botella de vino.

Luego volvían correteando, sacando frutos aún verdes de los árboles, mojándose los pies en los charcos, trepando en lugares que si las viesen sus madres se horrorizarían.

Prefería los platos de los campesinos a los deliciosos que preparaba su padre, un cheff.

Así son los niños.Era feliz cuando hablaba con su

“papagallo”, quien parecía mantener una conversación perfecta. Pero, por causa de él también pasaba momentos dolorosos.

A medida que avanzaba el tiempo, el loro provocaba más a Rocco.

Y a medida que avanzaba el mal de éste, el “signore” se ponía más irascible con el pájaro.

Aunque, buscaba la provocación.

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Maine, Verdún, Caporetto, suenan a luchas de héroes, pero sólo son cruentos lugares donde cientos de miles de pobres soldados murieron por mitos y dirigidos por generales que ostentaban en sus yelmos el emblema del laurel y la calavera.

De esa contienda solo salieron triunfantes la propaganda, la industria bélica y, en las frías tierras rusas el bolchevismo.

“Se desplegó tal inventiva para destruir y para resistir, que señala un cambio en el concepto de Humanidad”. (Pijoan)

Entretanto, los científicos publicaban sobre molécula, átomo, los cromosomas, la relatividad, el sicoanálisis, y un montón de cosas con nombres extraños.

Nombres que resultaban indescifrables y hasta parecían maléficos para las sencillas mentalidades de los campesinos y cultivadores de la tierra.

Rocco comprendía que eso era otra América desconocida, que él ya no tenía edad ni salud para conocerla, pero que sus hijos y nietos deberían hacerlo.

El progreso no se detiene.

Diap 121CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Las noticias llegaban a Garfañana apaciguadas.

El aire de la campiña era un filtro apacible incluso para las más graves.

En 1914 se realizó la apertura del Canal de Panamá, los barcos recortaban su recorrido a la costa oeste.

Otro Papa, Benedicto XV, quien sólo reinaría siete años, subía al polio pontificio.

Algunos hidroaviones hacían viajes cortos.

Rocco supo, con atraso, que en ese año su amigo el general Roca había fallecido.

Desaparecía otro más de su época.La guerra mundial empezó. Europa necesita cada tanto devorar a sus

hijos. En el valle sólo le prestaban atención si

algún familiar o amigo estaba en el ejército italiano.

Los viejos habían aprendido que las guerras no derivan del patriotismo ni tienen justificativo moral, responden a intereses y vanidades personales.

El noble Cavour había dicho durante su labor en unir Italia: “Si procediera como persona como debo proceder como político, sería el ser más despreciable del mundo”

Page 122: 8 contaba mi madre par sil

Hasta el papagayo, parado en su soporte, callaba sus gritos y cantos.

Los animales tienen un sentido especial.Había pasado casi una semana. Era domingo de mañana. Madre e hija

volvieron de misa. El loro levantó la cabeza:–¡Rocco!... –exclamó con la voz más

grave imaginable.Las dos mujeres echaron a llorar. Pero el ave volvió a ser la parlanchina de

antes, con sus desaforados chillidos:–¡Letizia, papita al lorito!... ¡Rosa, quiero

maní!... ¡Lorito real, por la España y Portugal!... ¡La patita al lorito!...

Dentro de las lágrimas, ellas no pudieron menos que sonreír.

Nunca más el papagayo volvió a nombrar a Rocco.

Y, con la firmeza característica de ella, Rosa dijo:

–Nos está enseñando que la vida continúa... debemos seguir.

Así finalizó la existencia de Rocco, un hombre singular.

...oo0oo....

Diap 122CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROSARIO Y VALENTINOROSARIO Y VALENTINO

Durante el año 1916, Rocco había permanecido más en su cuarto de meditación.

A menudo iba al contiguo, donde tenía polvos medicinales. Si sufría o no, lo guardó para él.

Cada tanto, hacía su paseo hasta los pueblos.

Hablaba con los campesinos, con los señores... y hasta con el viejo cura.

En febrero de 1917 fallecía. Sereno, en su lecho, dormido.

Rosa y Letizia fueron dos sombras vestidas de negro a las que ya no les quedaban lágrimas para llorar.

Enviaron por Valentín, el cual estaba trabajando ya en Fornacci di Barga.

En el velatorio parecía que toda Garfañana se hallase allí.

Sepultaron a Rocco junto a sus padres, en la tierra de sus ancestros.

La profecía de la charrúa se cumplía.Rodeados por sus amigos, Rosa y sus

hijos volvieron a la casa. El silencio aumentaba el vacío por la falta del patrón, del esposo, del padre.

Letizia, acompañada por Gianina, buscaba inutilmente una evasión a los recuerdos de días felices.

Page 123: 8 contaba mi madre par sil

Esas características junto con las facciones las heredaron sus hijos Valentín y Letizia.

Aunque éste en su cuerpo era tan peludo, que Darwin lo hubiese puesto como ejemplo de su teoría.

Letizia, muchacha de 13 años, fue la amiga de su madre.

Ésta sustituyó los mimos de Rocco hacia la niña, no así el temperamento alegre de él, ya que ella era más introspectiva.

La joven salía con Gianina. Pero, para ir a los pueblos eran

acompañadas por doña Rosa o la madre de la amiga.

Ambas muchachas ya se veían atractivas mujeres.

Valentín oficializó su noviazgo con Sara. Sólo estaba en Villa Collemandina el fin de semana.

Pasaba el resto en Fornacci di Barga aprendiendo junto a un alto jefe de esa gran industria, hombre temido y estricto, de nombre Davide Carigi.

Tenía como compañero de aprendizaje a Silvio, muchacho de 15 años, hijo menor de ese severo instructor. Se hicieron amigos.

Algunos domingos lo invitaba a la Garfañana, y él iba feliz. ¿Por el paseo o por las garfañinas?

Diap 123CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Contaba mi madre que... Rosa, la esposa de Rocco, tuvo admirable

valor frente a la desaparición de él. Y, contrario a lo que piensan los

ególatras y autocráticos, no es necesario que un hombre esté para que sigan haciéndose las cosas.

Los que lo hacen grande son quienes le siguen y sustituyen, la estirpe, los hijos, la familia, los aprendices y alumnos.

Rocco dejó una estirpe cuyas vidas merecen ser contadas.

Las semanas se sucedieron. Doña Rosa se hizo cargo de cuentas,

pagos y cobranzas. Lo hizo oficialmente, ya que en la práctica hacía años que lo realizaba.

Y, por lógica, eficiente.Rosa sólo tenía 45 años cuando quedó

viuda, pero su porte de matrona infundía tal respeto que la gente no veía su tersa piel y el aún castaño y suave cabello.

11 – Año 1918LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

La grandeza de un hombre se avalúa cuando no está.

Page 124: 8 contaba mi madre par sil

Quedaba mirando el paisaje, callado. Luego descendía al piso y aminaba con

su andar chaplinesco. Y, con la habilidad de esas aves, subía

otra vez al palo ayudándose con su pico.Otras veces, Rosa o Letizia le ofrecían la

mano; él se subía en ella, dejándose llevar mientras repetía con tono apagado:

–La patita al lorito... Rosa, quiero maní... Papita al lorito.

Un domingo de mañana lo oyeron decir con voz adolorida:

–Letizia... cremita al lorito...Corrieron. Lo encontraron muerto en el

pretil de la ventana, sus plumas mustias, el pico entreabierto.

Valentín le hizo una cajita de madera. Un pequeño ataúd. Lo enterraronafuera del cementerio. Lejos de la tierra de sus ancestros, cerca de Rocco. Viejo “papagallo”, lo venció el tiempo... ¿O habrán sido los recuerdos?

Diap 124CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

En Fornacci tenían electricidad debido a la industria, pero en el valle del Serchio aún seguían con velas y quinqués.

Un sábado, Valentín llegó con un raro aparato parecido a dos tambores, metros de tubos de cobre y varias espitas.

Ese domingo tenían en pisos, iluminación a gas de carburo en la mansión.

Rosa mostró ser progresista, aprendió a usarlo antes que Letizia, quien le tenía algo de temor.

Mientras, el papagallo parecía querer remplazar la falta del patrón. Cantaba cosas de la época que vivió en Rosario.

La gente admiraba ese animal políglota, el cual hablaba en italiano como en español o en lunfardo rioplatense.

Naturalmente debía premiársele con semillas de girasol, su debilidad, aunque también aceptaba nueces y una variedad exquisita de alimentos... era un cheff como lo fue el dueño.

Pero, había momentos que quedaba silencioso y desaparecía de donde era habitual que estuviese.

Se le hallaba en una ventana frente al cuarto de Rocco. Llegaba planeando desde su soporte, había olvidado volar.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Page 125: 8 contaba mi madre par sil

Una triste sonrisa asomó al pensar en el papagallo.

Cerró la puerta y subió a su dormitorio el cual estaba en el tercer piso, desde que había fallecido Rocco, junto al de doña Rosa.

Valentín seguía durmiendo en el segundo.Horas después la despertaba unos

sacudones. La casa vibraba. Las paredes se movían.

¡Era un terremoto!Unos años antes había sucedido uno que

causó gran daño en Messina. En la escuela les habían enseñado como

debían protegerse en caso de un sismo.Corrió a la puerta del cuarto, el marco

constituía un lugar fuerte. Le pareció una eternidad recorrer esos

pocos pasos. El movimiento undulatorio la retornaba.

Recordó que no debía ir a la escalera. De pronto la sacudida fue como si todo se

retorciese. Sintió la casa derrumbarse.La puerta cayó sobre ella, apoyándose en

los escombros... y en el hueco formado, quedó salvada Letizia.

Milagrosamente, no tenía ni un rasguño.

Diap 125CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

 Pasaron dos inviernos... y dos primaveras en la continuidad de la vida.

En abril de 1919 Valentín fue clasificado como mecánico por Davide, lo que significaba que era bueno.

Contó que a tal punto era severo ese instructor que, cuando Silvio hizo una chapucería por no prestar atención... el viejo suspendió por tres meses a su propio hijo.

El pobre muchacho tuvo que andar como perro apaleado tras su padre hasta que le permitió volver al aprendizaje.

En esa escuela se hizo Valentín, y así lo conocí años después aplicando la misma enseñanza.

En esa época los hombres triunfaban por su capacidad, no por influencias.

Abril, domingo. La noche estaba anormalmente calma.Valentín había vuelto de visitar a Sara y se

acostó ya que en la madrugada debía salir para Fornacci.

Doña Rosa se hallaba en Pieve Fosciana porque una familiar se sentía mal,

Letizia miraba el cielo desde el jardín de la casa, seguía extrañando a su padre... y los gritos del loro.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Page 126: 8 contaba mi madre par sil

Pero ella insistía que removiesen allí.La querían trasladar a las carpas del

hospital militar, pero no había manera de sacarla de donde ella decía estaba su hermano.

Finalmente le hicieron caso y escarbaron.¡Y estaba allí! Aún vivo, semiasfixiado,

con varias fracturas y heridas serias. Recién entonces ella se dejó llevar al

hospital.Así los encontró doña Rosa. Le habían informado que la casa estaba

derruida por completo y nadie se había salvado.

Mas, su corazón le decía que sus hijos se hallaban vivos...

Al otro día, ya curada, Letizia salía caminando junto a su madre.

Valentín necesitó varios meses para recuperarse.

Nunca olvidó que su hermana lo había salvado la vida.

Para algunos fue un milagro. Para otros la voz de la sangre. Pero...

¿No habrá sido que Rocco los seguía guiando?

Estaban en Italia, en Europa. Y la charrúa había dicho que todos sus hijos quedarían en tierra americana.Diap 126

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Aturdida, salió de su protección. Buscó en las penumbras a su hermano. La habitación de él era junto a la escalera.

Ya no quedaba casa ni escalera, sólo unos muros torcidos de lo que había sido la cocina y la sala.

De los escombros salía un fuerte aroma de los productos que usaba su padre, los cuales quedaron bajo llave al morir él.

El olor del carburo pronto se disipó sin causar incendio.

Inexplicablemente, el terremoto había arrojado a Letizia fuera de los restos de lo que antes fue una gran mansión.

Buscaba a Valentín en forma desesperada.

No se daba cuenta que se cortaba los desnudos pies con los escombros.

Desde abajo de un cúmulo de materiales, donde había sido la escalera, oyó un lejano quejido.

Letizia comenzó a lanzar gritos, desesperada. Necesitaba ayuda urgente.

Cuando llegaron las brigadas de socorro dudaron de lo que les explicaba esa enloquecida muchacha.

Era imposible que alguien aún sobreviviese bajo ese montón de escombros

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Page 127: 8 contaba mi madre par sil

Letizia y Rosa quedaron en Fornacci. Allí la muchacha conoció al hermano

mayor de Silvio, un joven llamado Pablo, con acento francés y que servía en la aviación italiana.

Quizás fue su galantería gala, pero aunque nada se dijeron... ambos supieron que sus vidas se unirían.

Pablo llevó su sueño a los cuarteles de Turín, ella lo guardó en su romántico y juvenil corazón.

Diap 127CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Por un tiempo Rosa y Letizia vivieron con sus familiares de Pieve Fosciana.

Pero, recuperadas sus pertenencias, pasaron a residenciarse en Fornacci donde trabajaba Valentín.

Era una ciudad industrial con humo, ruido, gente seria. En compensación poseía lo moderno: telégrafo, teléfonos, trenes.

Poco tiempo estuvo Valentín allí con ellas.

Fuese por el sismo, por estar en edad de servicio militar, o el ansia de progreso, decidió ir a América.

La época de post guerra no ofrecía mucho porvenir a los jóvenes que como él llevaban la ambiciosa sangre de Rocco y además...el deseo de casarse.

Por tanto partió con su equipaje de conocimientos adquiridos en la escuela de Davide.

Inicialmente se dirigió a su patria, la República Argentina, anduvo por Rosario...

Pero, al final quedó en Montevideo, en el barrio Villa del Cerro, junto a su hermano Roque.

Los motivos de ese periplo tal vez estén en las memorias que escribió los días finales de su vida.

No supe que sucedió esos años. Como su hermano Roque, los guardaba tras un velo de misterio.

Y a los dos, aun siendo preceptores de mi niñez, los veía con aquel inculcado respeto.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

1920 – FORNACCI Y EL CERRO

Año 1920 - Rosa Pieroni de Aquilini (48 años, 3 de viuda) y sus 3 hijos, Valentín (20 años), Leticia (15 años), Roque (29 años)

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La joven tía Letizia se hizo amiga de Rosita y Ausonia, hijas de Roque, que por su edad parecían hermanas menores en vez de sobrinas.

En tanto, doña Rosa fue a la Argentina para entregar a Luis y Asunta su parte de la herencia.

La que tocaba a María, ya la había dado en Turín a Tápparo e hijos, dos de los cuales se encontraban estudiando en el seminario sacerdotal.

En el norte argentino encontró a Asunta rodeada de hijos y nietos.

Recordaron cuando Rosa llegó recién casada, ambas tenían apenas 17 años...

Y rieron al evocar aquello de que Asunta le había pedido a su padre… que no se casara con una vieja.

Luis, en los Andes, tenía el taller de su tedesco tío Ludwig, era hombre de importancia en Villa Godoy, se había casado... y le faltaba un hijo varón más para tener un cuadro de fútbol completo.

Algo más que había heredado de su padre Rocco.

Para finalizar, Rosa fue a Santa Fe a mirar las tumbas de los muertos, y por Rosario a ver el local de los aún existentes.

Diap 128CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Finalizando 1920, doña Rosa había liquidado la heredad de Rocco.

La propiedad en Rosario estaba a nombre de ella y, por tanto sólo era herencia de Roque, Valentín y Letizia.

Lo demás, joyas, bienes y tierras serían repartidos por igual entre todos los hijos de su esposo.

Lamentablemente, por la forma de ser de él, no pudo hallar documentos de la cantidad de terrenos con que le habían pagado los ferrocarrileros.

La joven matrona viene al Uruguay con Letizia de 15 años y van a vivir en la calle Francia entre Grecia y Turquía, en casa de Roque, que hacía poco era viudo de Ernestina.

Llega con ellas Sara, la cual casa enseguida con Valentín.

Éste, por ese entonces, laboraba en el Varadero cercano.

Quizás allí él se relacionase con Resguci y Voulminot, gran emporio de fundición y mecanizado de partes navales sito en la calle Paraguay, y eso fuera base para independizarse en un taller que vive en mí con gratos recuerdos de mi niñez.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Page 129: 8 contaba mi madre par sil

Y… también llegaba en invierno el frío viento austral.

Respecto al punto opuesto, ya existían casas de vecinos, algunas señoriales.

Sobre ellas se destacaba la torre de la iglesia que tenía enfrente la plaza...

Y por allí venía en verano el viento caliente del norte, el llamado “de los locos”.

Luego, mirando todos los puntos y a la distancia... el barrio.

Un barrio que nacía, con calles onduladas de sur a norte, y transversales rectas que bajaban desde la cumbre a la bahía.

Barrio que poco a poco se iba llenando de humildes casitas levantadas con esfuerzo por los emigrantes que venían desde Europa y trabajaban en los frigoríficos aledaños.

En los terrenos de la calle Barcelona se hicieron dos casitas que tenían el muro central en común.

Como lo era su dueña Rosa, madre de quienes la habitarían: Letizia y Valentín.

Casitas de una cocina, un dormitorio, corredor envarillado y techo de cinc.

En una pasé mi infancia... y jamás la olvidaré.

Diap 129CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Habiendo cumplido su misión, doña Rosa volvió al Cerro, el barrio que un teórico quiso llamar Villa Cosmópolis.

Con lo que tocaba a sus hijos compró, a una cuadra de la Iglesia y en una zona alta, dos terrenos contiguos situados en la calle Barcelona entre Portugal y Bogotá.

Sólo debían cruzar Centro América y República Argentina, bajar por Francia, atravesar Chile y Grecia y... llegaban a la casita de Roque.

Las direcciones en la Villa del Cerro se prestan a locas anomalías geográficas.

El paisaje desde esos terrenos, décadas después llenó mi abstraída infancia y mi juvenil espíritu romántico.

Hacia el este se admiraba por completo la bahía donde, del otro lado, crecía lentamente la capital, cada tanto entraba un barco al puerto.

En sentido contrario se recortaba sobre el cielo la Fortaleza con su verde monte.

Al sur, había un barranco, que luego se niveló quedando el fondo como un mirador.

Desde allí se veía “el mar”, llegaba la brisa de la playa que estaba a siete cuadras...

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

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Barcelona es una de las calles más empinadas. Nace arriba en la ladera, entre ranchos de paredes de piedras y techos de lajas, para morir en la bahía junto al muelle.

Muelle donde atracaba el vaporcito que hacía un hermoso viaje pasando cerca de la isla (llamada de Ratas) para llegar al puerto de la ciudad.

El Cerro tenía pocos habitantes y todos se conocían. Estaba dividido en “barrios”: La Curva, La Parada (nombres por el recorrido del tranvía 16), La Plaza, La Playa, El Convento, etc.

De uno de aquellos ranchos todas las tardes bajaba un taita.

Decían las chismosas que iba a tomar el vaporcito para ir hasta la Ciudad Vieja, donde alguna “mina” lo mantendría.

Flaco, sombrero de ala gacha sobre un ojo, saco ajustado, pantalón bombilla que estiraba con una cincha bajo el zapato, calzado de charol, pañuelo al cuello, cinto ancho... y facón.

Si fue casual o buscado, es algo que guardaron para ellos. Pero, cada vez que salía Letizia de clase pasaba el malevo

Diap 130CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Roque, oyendo los consejos de su madre, (la historia se repite) casó con una maestra llamada Ramona y quedaron viviendo con las niñas en la casa de la calle Francia.

Doña Rosa con Letizia se mudaron a una de las casitas de la calle Barcelona, y a la otra fueron Valentín con Sara.

Poco después él la convertiría en una hermosa casa moderna.

Letizia tenía en su corazón el recuerdo de Pablo, pero en tanto aprovecha su juventud.

Al igual que su madre en Santa Fe, quiere hablar el español sin acento italiano.

A pocas cuadras hay una escuela pública. Pone tal empeño que domina el idioma

con zetas, eses, ces, ve y be, ye y elle. Tanto, que muchos creen que es

“gallega”.Así mismo, a cien metros de la casita, hay

una profesora de Corte y Confección, carrera que entonces muchas jovencitas querían aprender.

Era útil para lograr trabajo o... esposo.En la mañana asiste a la escuela y en la

tarde al Instituto. Había heredado el ansia de aprender.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

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En las clases de Costura se destacó. Obtuvo el título. Pero, por respeto a la

profesora, no ejerció en el Cerro.En cuanto al hombre siguió el cruce de

saludos en la calle. Jamás él tuvo el atrevimiento de hablarle, ni ella el de detenerse.

Un día el taita no pasó más. Había tropezado con un facón en el

Puerto. Y su estampa maleva fue cosa del ayer.

A veces, a través del envarillado del corredor llegaba la tristeza de un tango tocado en el almacén de la esquina. Y Leticia quedaba callada.

¿Le habrá recordado al taita?... ¿Le habrá atraído?Otras veces llegaba el perfume de las rosas, de los claveles,de las margaritas del jardín.Entonces Leticia mirabalas hortensias, la bahía... y con un suspiro pensaba en Pablo.

Diap 131CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

La muchacha era de piel suave, muy blanca, pelo oscuro y ondulado, nariz aguileña, ojos profundos, mejillas tersas, cuerpo torneado, andar elegante.

Fue la representación viva del tipo “morocha” de los poemas rioplatenses y del romanticismo de esa época.

El taita tenía los ojos indiados, cejas gruesas, rictus agrio, caminaba con andar malandro, en el rostro curtido mostraba una cicatriz...

Decían que el otro guapo no lo pudo contar.

Pero en el barrio nada se le podía criticar, serio, saludaba a los hombres mirando firmemente a los ojos, para las mujeres era un cortés susurro inclinando levemente la cabeza.

Pocas veces se le veía esbozar una sonrisa, y una de esas sucedía cuando saludaba a Leticia, quien venciendo el temor le respondía con un gesto y bajando el rostro avergonzada.

El tiempo pasó. La muchacha hablaba perfecto español,

perfeccionó su aritmética y conocimientos sobre el país.

Fue luego mi instructora cuando niño... y nunca la superé en cálculos.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Taita de arrabal

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“Este caballero inglés, Samuel Lafone, de Liverpool está erigiendo una nueva ciudad del otro lado de la bahía, a la que llamó Victoria en honor a nuestra graciosa reina”

Luego detalla “pidiendo temple” de un Saladero próximo al Cerro donde matan caballos y vacunos:

“Cuando tienen cerca de 50... se abre una compuerta y van a un encierro menor. Conmueve ver los potrillos siguiendo a las yeguas y como se las mata... con un golpe en la cabeza... hombres semidesnudos y musculosos enseguida comienzan a desollar los animales recién muertos... se está con sangre cubriendo la suela de los zapatos. En otro lado, arriba y abajo se pueden ver las pilas de tasajo. Y en otra parte... el sebo, la grasa y la cola... mercancía de olor muy desagradable”.

Cruel, mas no dista mucho de la actual faena.

En la ciudad creen que al comprar un trozo de carne no se mata al animal.

Fue el origen de las grandes riquezas del Uruguay. Esa riqueza atrajo a muchosemigrantes.

Y con ellos venían sus ideas que, mezclándose, formaron nuestra mentalidad.

Diap 132CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Algunas tardes iba con doña Rosa y Sara hasta la casa de Roque.

Allí las muchachas salían a pasear por la calle Grecia, por donde pasaba el tranvía, llegando hasta la parada final.

Era el paseo habitual de jóvenes y señoritas.

El origen de esa costumbre se perdió en los adoquines.

Por allí pasaban al trote de blancos caballos los hijos de los dueños de saladeros, mirando a las damitas en los balcones de las casas.

Entre ellos, los San Martín, propietarios del Saladero Santa Catalina, situado en un ensenada tras el Cerro.

Pero, esos establecimientos morirían con la venida de los frigoríficos.

Hoy, saliendo del Cerro y cruzando el puente sobre el arroyo Pantanoso, está el barrio Victoria, y una plaza de nombre Lafone. Veamos la historia.

Copiamos del “El Eco del Cerro”, Nº 269, un artículo basado en: “Journal of Voyoge to the River Plate... and Republic of Montevideo”. Dice Whittle en esa época:

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

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Igual que a Letizia dijeron a la matrona que la esperaban de vuelta pronto.

Risas, besos, llantos, adioses. Cuando el vapor pasó entre la escollera

Sarandí y la Oeste para tomar el canal hacia el sur, en los corazones de los mayores había un callado temor.

Pensaban que la “mamma” no volvería más, que una de sus razones para volver a Italia era el secreto deseo de descansar junto al hombre de su vida, a aquel Rocco que nunca tuteó.

Letizia no tenía esa idea. Sus ansias aceleraban el barco para

llegar a Génova. Allí tomarían el tren a Fornacci di Barga.

Sólo temía que Pablo hubiese encontrado otro amor. Nunca se habían dicho nada, menos de un compromiso sentimental.

Él la esperaba con igual ansia. Y con el mismo amor.

Había llegado en la Aviación Italiana a Jefe Instructor de Mecánica.

Pero su padre le pidió retirarse para trabajar junto a él en ese emporio industrial.

Diap 133CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Doña Rosa y Letizia volvieron a Italia en el año 1926.

No supe las razones de ello, aparte que recordaba a Pablo.

Extraño, abundaban anécdotas referentes a familiares lejanos y generaciones anteriores.

En cambio había cierta reserva para hablar de los vivos y próximos.

Como el enfoque de una fotografía, cuanto más cerca está el sujeto más cuesta encuadrar los detalles.

Así que un buen día tomaron el buque, que ya eran lujosos transatlánticos, para retornar a ese valle de Toscana.

Valentín y Sara ya tenían dos hijas, Gloria e Inés. Aún él trabajaba en el Varadero, pero en su inquieta mente ebullía el deseo de montar su propio taller.

Hijos, nueras y nietos despidieron a doña Rosa en el muelle de Montevideo, viendo a través de la bahía al barrio donde habían pasado esos años juntos.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

1926 – RETORNO A TOSCANA

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Así mismo concilió las relaciones con la Iglesia y trajo el auge aparente de toda dictadura.

Para Davide el progreso le satisfacía, ya que Mussolini era de Romaña como él.

Pero ni el viejo ni sus hijos se volvieron fascistas.

Por sus ancestros, eran de ideas propias.La Romaña siempre fue hogar de

revolucionarios demócratas, no de dialécticos autócratas.

Lejos de allí, en Rusia, con la muerte de Lenin, la tiranía marxista pasó a Stalin quien la mantendría por décadas.

Y dentro de la arruinada Alemania surgía un líder fanático llamado Hitler que llevaría Europa a su peor masacre.

Mientras, un humilde judío, de nombre Einstein, exponía la Teoría del Campo Unitario.

Además, para completar, los físicos hablaban de Mecánica Cuántica, Rayos Cósmicos y un montón de palabras que sonaban a cosas infernales.

El público prefería charlar del vuelo de Lindberg sobre el Atlántico, el cine sonoro, llenar su estómago de pan y oír a los caudillos que atiborraban sus mentes de ideas repetidas.

Diap 134CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Era la época moderna, y la velocidad era un nuevo mito.

Rosa y su hija quedaron en Fornacci, Letizia logró fama en sus alumnas como buena profesora de Corte y Confección.

Su forma de ser “americana”, sus cuentos sobre el Uruguay y el hecho que dominara dos idiomas, la hacía popular.

Al poco tiempo Pablo y Letizia se ennoviaron; en febrero de 1928 contraían matrimonio.

Pablo fue a vivir, con su esposa y su suegra, a una nueva casona en lo alto del pueblo.

De allí podía ver la fábrica y la casa donde quedaron Davide, la mamma María, Silvio y su hermana menor Tereza.

Muchas cosas habían sucedido en los años anteriores.

En Italia subió al poder un maestro regordete, con ínfulas de César, llamado Mussolini, quien gobernaba con sus “camisas negras” y creó un partido de base socialista - nacionalista: el Fascismo.

Ese nombre quedaría como símbolo de represión:

Aparte de usar ridículos uniformes y su cabeza rapada, logró que los trenes llegaran a la hora,

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

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Pueden volver a Italia, y Davide es llamado por un gran capitalista industrial para fundar esa fábrica que formaría el pueblo de Fornacci (en español: Hornos).

El embarazo de Letizia colmó de alegría a todos los Carigi.

También a doña Rosa quien esperó que su hija le diera un nieto, ya que los hijos varones solo generaban niñas.

La noticia corrió por ese pueblo donde el “direttore” Davide Carigi era temido por su severidad pero también querido por su justicia e integridad.

Sus claros ojos azules hacían temblar.Aunque nadie se atrevía a decirlo, era un

hecho que el cargo tenía heredero: Pablo.Había ganado tal distinción con mérito. Dominaba todos los aspectos de ese

emporio, y además su entrenamiento en los hangares de Turín lo hacían ecléctico.

A los tres meses de estar Letizia embarazada, Doña Rosa dijo que debía ir a Pisa para hacerse una revisión médica.

Diap 135CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

En agosto, Letizia estaba embarazada. Pablo era un ejemplo de amabilidad, su

educación francesa de inicio de siglo le llevaba a sublimar la mujer, pero también era apasionado.

Como Silvio y Tereza, había nacido en Housigni sul Metz, cerca de Nancy.

Su padre, técnico en minas, fue allí con sus hermanos en busca de mejoras para el futuro.

El origen de los Carigi se halla en el pueblo Talamello.

“Población de Italia, en Romaña, Provincia de Pésaro a 35 km. N.O. de Urbino. Situado en colina cerca de la ribera izquierda del río Marecchia, tributario del Adriático, 860 hab., 6.840 con el municipio”. (Enc. Sopena 1926).

En el libro de la iglesia de ese pueblo, pueden encontrarse muchos con ese apellido, y escarbando la historia se hallan desde prelados importantes a rebeldes famosos.

A causa de esa emigración, hay parientes en Francia y hasta en Inglaterra.

Pablo se crió cerca de la frontera con Alemania y Luxemburgo, debiendo huir con la familia en la invasión de la guerra de 1914.

Momentos que guardaba con tristeza.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

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Poco antes de morir, en un momento de calma, Rosa pidió:

–¡Al que viene... pónganle mi nombre! –y dejó de sufrir.

El 28 de marzo Letizia daba a luz un niño.

Fue un parto difícil. La criatura no salía. O no quería salir. Ya no estaban el “partero” Rocco ni doña

Rosa para ayudar a su hija.Pablo tuvo que subir sobre el vientre de

su esposa para ayudar a la “madama”. Quizás fue el primer padre que asistió en

el parto; en esa época a los hombres los alejaban.

Dicen que previamente se había pensado llamar al niño Rocco Davide.

Más, cumpliendo el ruego de la gran señora ida, le pusieron Rosalino... y otros cuatro nombres para suavizar.

Lo tuvo que llevar durante su vida. Todo sea para que la abuela descansara

en paz...Pero, tal vez, él pudo ser Roque David.

...oo0oo

Diap 136CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Al volver explicó, con aplomo asombroso que tenía cáncer al estómago... que éste se encontraba avanzado y a ella le quedaban pocos meses de vida.

Es uno de los tumores más lacerante.Pablo tuvo que sustituir a los hijos de la

matrona para darle apoyo y confortarla. Por otra parte debía ser compañero

excepcional de Letizia y procurar que el embarazo no peligrara.

Pero, aún sabiendo que el final era inevitable, la única que lo aceptaba con entereza era la enferma.

Admiraba su serenidad, por algo fue el apoyo de Rocco y éste con ella pudo consolidar su triunfo en América.

Rosa falleció la primer semana de marzo de 1929 en medio de sufrimientos terribles.

Ya ningún medicamento la calmaba. Murió retorciéndose de dolor, sujetada

por el doctor y Pablo.Letizia estaba afuera oyendo los gritos de

agonía. La familia de Davide y los amigos no la

dejaban entrar, debía cuidar la criatura. Pero ésta saltaba de angustia dentro ella.

LA ESTIRPE Y EL TERREMOTO

Page 137: 8 contaba mi madre par sil

Tal vez, dentro de varios años, Pablo tomaría el cargo de Davide. Tal vez no le sucediese nada en la contienda. Tal vez la guerra pasada no resurgiría...

Eran muchos tal vez.En otra tierra necesitaban técnicos,

vivían los hermanos de ella, había una casa, democracia...

Eran muchas realidades.Por eso, un día, Letizia, Pablo y Rosalino,

llamado Titi, apodo puesto por la nonna María, y que hubiese sido Roque David... tomaron en Génova el barco hacia el oeste.

Si los peces se hubiesen alimentados con los recuerdos de aquellos que marchaban a América y las añoranzas de los que volvían a Europa, habría monstruos en el Atlántico.

Rosalino, de solo dos años y medio, fue el consentido del barco.

Con Letizia vio el consultorio médico, almorzaban con el capitán en su mesa y le encantaba ver el horizonte junto al timonel desde el puente.

Con Pablo, recorrió los cuartos de máquinas, las calderas, los generadores de electricidad, cocinas, talleres y la cabina de radio.

Todos lo llamaban Titi. El apodo hacía reír con malicia a los marineros italianos del norte.

Pero luego, en el Uruguay, fue motivo de burla y peleas con sus compañeros de escuela.

Diap 137CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Contaba mi madre que... en 1931, ella y Pablo resolvieron ir al Uruguay.

Les sobraban motivos para esta decisiónUn megalómano soñaba con el Mare

Nostrum de César, y de una guerra con Etiopía. Algo loco.

Esa nación no está sobre el Mediterráneo, y su única gloria es que hace miles de años una reina se enamoró de Salomón.

Son los únicos africanos de piel negra que creen en un dios blanco y hebreo. Y son un pueblo paupérrimo luego de haber sido fabulosamente rico.

Pero el líder; creyendo sus propias mentiras, debían ensayar las armas para luego aplicarlas en Libia y hacer el ridículo en España.

Así son los políticos, autócratas o no.Pablo, especialista en la aviación militar,

debería ir a prestar servicio... Muchos de sus compañeros los oí

nombrar en las siguientes guerras, teniendo el premio de la fama o el de la muerte.

Europa devora sus hijos, América los aumenta.

Europa vive caminos del pasado, América abría senderos al futuro.

PABLO, UN DON12 – Año 1931

PABLO, UN DONPobre padre, pobre viejo...

también tú, también tú.(Poema)

Page 138: 8 contaba mi madre par sil

Nunca más volvería a ver su patria ni a Italia ni a su gente. Y amó a América como sólo un romántico puede amar.

Era el 13 de octubre cuando desembarcaron en América. Pablo llegaba un día después de Colón. Llegaba tarde.

Pablo venía a dar, no a sacar como los conquistadores.

Bajó en Montevideo detrás de su esposa y su hijo.

Vio una ciudad que nacía. Hay pocas criaturas que al nacer sean hermosas, pero todas representan la ilusión del futuro.

Se fueron al Cerro. En una casita de un dormitorio, cocina y corredor envarillado. Por el cual, en verano, se colaba el tango desde el almacén de la esquina y, en invierno, el frío.

Facilmente tuvo trabajo. Pasó los primeros años mejorando la casita y, cada tanto, subiendo al cerro de 142 metros. Allí miraba el este, por donde había llegado el barco.

Sobrevino la crisis de los años treinta. Se perdió el trabajo, la esperanza de retomar el barco.

Llegó la recuperación, otro trabajo, el pan de cada día y la resignación de nunca volver.Diap 138

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

 Tuvieron que pasar ocho lustros para saber el significado.

Una noche, en Milán, donde fue a comprar maquinaria... cerca del Duomo, una “dama de la noche” lo llamó así. Y se enteró que equivalía a “birbo” o sea pícaro, travieso.

Pero, en 1931, mientras Titi paseaba por el barco, muchas veces Pablo iba hasta la popa.

Viendo el este, recordaba a Fornacci, a su mamma María, a su hermana Teresa cubriéndolo de lágrimas, a su hermano Silvio que no podía hablar... y a su padre Davide, quien con ojos húmedos sólo le dijo:

–Torna.Prometió que sí. La vida no le permitiría

hacerlo.En la estación se hallaba medio pueblo

para despedirlos. Cuando subieron al tren y Letizia se dio vuelta para saludar con Rosalino en los brazos, la siempre bondadosa tía Teresa, que adoraba a Titi, sacó fuerza para decirle con amargura:

–Lo porti vía. (Te lo llevas).Necesitó cuarenta años para poder

abrazarlo otra vez.Pablo se enderezó en la borda, debía ir

con su esposa e hijo. Vio el horizonte que quedaba atrás, y en silencio saludó:

–Italia, adiós... América espera...

PABLO, UN DON

1931 – MONTEVIDEO, LA LLEGADA

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Diap 139CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Pablo fue obrero, maestro de obreros; técnico, maestro de técnicos; amigo, mi maestro. Siempre estaba haciendo algo.

Juntos construimos muchas cosas. Entre ellas, una hamaca en el parral del fondo.

Una hamaca grande. Tan grande que 25 años después, pudo ver a sus nietos hamacándose en ella.

Luego, en 1938, con su esposa levantaron una casa, grande como un sueño, fuerte como un sacrificio. Pablo trabajaba hasta las diez de la noche. Letizia se encerró en la cocina, le dio un segundo hijo, David, y la casa se terminó.

En sus cimientos se enterraron el envarillado, las ilusiones, los ahorros, el orgullo y la hipoteca.

Pablo seguía dando. Mucho perdió en el camino de América. Pero había ganado un título:

Ahora era Don Pablo.Y pocos, en el Uruguay, llegan a tener

ese don.

Aparte que don Pablo caminaba rápido, no recuerdo otra cosa extraordinaria que lo hiciera destacar en mi infancia.

Sin embargo todos lo trataban con consideración y cuando yo necesitaba saber algo, me enviaban a preguntarle a él.

Era un hombre de estatura normal, más bien delgado, piel blanca y de ojos claros.

PABLO, UN DON

Siempre vestía de gris, usaba corbata, sombrero y fumaba mucho.

Su voz era aguda pero suave. Hablaba una mezcla de francés, italiano y español.

No podía pronunciar las jotas y arrastraba las erres en esa forma gutural y peculiar de los galos.

Para el barrio fue un gringo más. Pero, para mí, no era un desconocido. Llegaba a la casa avanzada la noche,

salía temprano para el trabajo, se preocupaba de nuestros problemas y, cada quincena, traía su sueldo.

Los fines de semana siempre tenía algo que enseñarme. Poseía una habilidad natural para fabricar cualquier cosa, haciéndolo parecer muy fácil. Otras veces me llevaba a pasear por ese Montevideo que crecía al unísono conmigo. Me gustaba caminar y hablar con él. Conocía de todo, detallando tanto el origen de las cosas como las causas de los sucesos. Y a veces lo volvía tan simple que parecía ridículo. Ya vivía yo la inquietud de mi época juvenil cuando se me acercó con la serenidad que le daban sus años y me habló.

Desde ese instante fue mi mejor amigo.Empecé a conocerlo a partir de ese

momento, pero necesité vivir mi propia vida para conocerlo por completo. Y, luego de eso, recién pude valorarlo en toda su dimensión.

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El origen de sus ancestros se perdía en el pasado, llegando a esos galos rubios que tanto costó a Roma dominar.

Había nacido en la Lorena, región de Francia, zona minera que ha sido límite secular de dos razas, con un solo pueblo que une romanticismo y laboriosidad.

Nació con el siglo y fue digno representante de esa centuria industrial. Se educó en la vieja cultura humanista y universal, que hizo de él un hombre ecléctico, afable y sentimental.

Creció en una ciudad cuyas casas tenían cimientos hechos con la escoria de los altos hornos. La frontera con Alemania estaba cerca, e ir hasta ella era la diversión de su niñez.

Llegó el año 1914. Estalló la guerra. La paz desapareció. Cuando narraba esos momentos, sus ojos llenos de tristeza.

Aún se veía corriendo por los caminos, separado de su familia. Yo prefería callar y no hacer preguntas.

Don Pablo era un hombre demasiado sensible, para hacerle revivir lejanas angustias. Me despedía de él, musitando un:

–Hasta mañana. –y me iba en la oscuridad.

Allá quedaba él, solo, en la cocina. Mientras, al lado del fogón, su esposa dormitaba en una silla.

Diap 140CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Pablo no fue de la estirpe directa de Rocco, pero se hizo parte de la misma al casarse con Letizia.

Su historia está en el siguiente cuento. En él se podrá hallar mucho de las vidas

de Letizia, de Rosalino, de David hijo... ya que Pablo las amalgamó.

Pero, no es un cuento... es una historia:

PABLO, UN DON

1974 – UN HOMBRE COMÚN

Basado en el cuento “Un Hombre Común - Don Pablo”

del libro “Los Dones del Ayer¿Quién era don Pablo?... Un hombre

común.Un hombre común, que merece contarse

su historia.Parte la supe de sus labios, otra la

convivimos, el resto la dijeron sus amigos. Verdaderos o falsos, pero sólo tuvo

amigos.Narraba de forma expresiva y era

entretenido oírlo. Muchas noches me quedé despierto,

absorto, escuchando los sucesos de su trabajo cotidiano o las historias de su pasado.

Era el primogénito de una familia con tradiciones y se sintió portador de ese valor intrínseco que es el apellido.

Don Pablo 71 años

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Noches y noches nos entretuvo con anécdotas de esa época, donde se volaba más por la voluntad de los hombres que por la capacidad de las máquinas.

De esos años guardaba fotos ocres, en ellas se le veía junto a pilotos de blancas echarpes y alumnos de grandes botas.

También guardaba un biplano a escala, en bronce. ¡Cuántas veces vi a don Pablo tomarlo en sus manos y perderse en el pasado, volando en la nostalgia de los recuerdos!

Todavía en mi infancia, se consideraba que volar era cosa de intrépidos, de aventureros, fuera de normalidad.

Por eso, si alguien no creyó sus palabras que llegaría el día en que el mundo se moviese por el aire, el tiempo le dio la satisfacción de ver el momento que un hombre daba el primer paso de la humanidad en la luna.

Y, estoy seguro que sintió que, una parte él daba ese paso.

Abandonó con tristeza la aviación para seguir recibiendo de su padre la herencia de conocimientos.

También aquella muchacha volvió al pueblo con la ilusión de encontrar a ese muchacho, halla un hombre. Se casan.

Diap 141CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

 En cambio, los ojos le brillaban de emoción cuando narraba su vida de joven.

Nos contaba que su padre había vuelto a su patria, Italia, para fundar una industria y un pueblo junto a ella. Ambas se llamaban Fornacci di Barga, "Hornos de Barga".

De esa época mucho nos divirtió con los cuentos de sus aventuras juveniles, los errores de aprendizaje, de su ilusión romántica de cantar en la ópera.

Tenía voz de barítono.Aún recuerdo como nos entretenía los

sábados de noche cantando a dúo con la radio, las arias que en ella transmitían.

Había algo extraño. Al cantar perdía su acento francés y, si le preguntábamos la causa de ello, contestaba:

–Hablo con la boca, pero canto con el corazón.

Los años me hicieron comprender: se mente fue francesa, su corazón italiano, su lucha uruguaya y su alma universal.

En Fornacci conoció a una muchacha bella y quinceañera, quien al poco tiempo viajaría al Uruguay con su madre.

Meses después él entraba en la aviación militar donde llegó a jefe instructor mecánico.

PABLO, UN DON

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Me explicaron lo sucedido. Me pidieron que lo dijera a don Pablo. Yo era un botija. Pero el único que se lo podía decir.

Lo esperé en la esquina. Llegó con su andar rápido y una sonrisa en sus ojos.

Me tomó de la mano. Mientras trataba de seguir su paso, levanté mi cara y con esfuerzo le dije:

–La nonna María ha muerto.Apretó mi mano y aceleró su paso. En la

vereda estaban los vecinos. Le dejaron pasar, diciendo cosas ininteligibles.

Entró a la casa. Se sentó en la escalera. Y lloró.

Mantenía mi mano entre la suya... y yo no sabía que decir.

El día siguiente subimos a la Fortaleza.Me señaló donde trabajaba, allá en

Nuevo París; la ruta del tranvía, el puente, el arroyo, la curva donde empezaba nuestro barrio, el Cerro.

De pronto dejó de hablar. Lo miré. Su vista estaba fija ladera abajo, en el cementerio.

Apoyó su mano en mi cabeza y dijo:–Mercí.Pregunté por qué. Y, con triste sonrisa, respondió:–Por estar aquí...

Diap 142CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Al narrar esos años, afloraba en don Pablo el romanticismo, la profundidad de sus conceptos sobre la mujer y el hogar.

Pero, los meses siguientes al casamiento fueron de prueba a su temple. Su suegra enferma y muere. Su primer hijo nace. Y ve en el horizonte una próxima guerra.

Sabe que él será uno de los primeros en ser llamado para ir a la lucha. A una guerra sin sentido. Piensa en su esposa y su hijo. Quiere darles futuro y paz.

El Uruguay era un país sin guerras...Decidieron irse. Pablo llevaba poco

bagaje: su esposa, su hijo y... sus conocimientos.

Un día embarcó en Génova. Subió a la escalerilla. Miró por última vez la vieja tierra. Se despidió de Europa, de Italia, de su pueblo, de su gente. Tomó al barco. Llegó al Uruguay.

El tiempo pasaba. Una mañana estaba yo sentado en la vereda, jugando a la payana. Era sábado, cerca de mediodía. Esperaba que don Pablo llegara, tenía que preguntarle algo.

Llegó un muchacho en bicicleta, tocó el timbre de la casa y entregó un telegrama. Al rato, todo el barrio estaba alrededor de la casa, hablaban entre ellos mirándome de forma extraña.

PABLO, UN DON

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Hoy comprendo lo que me quiso decir. Pero me sobraba juventud, le prometí que aun trabajando seguiría los estudios.

Movió la cabeza y, con ojos llenos de lágrimas, me dijo:

–Es tu decisión. Sos un hombre.Era segunda vez que lo veía llorar y yo no

sabía que decir.En 1954 me casé. Los viruetos de la vida son extraños. El

nombre de mi esposa es: María Teresita Delgado San Martín, apellidos castizos. Fue nieta de Marcelino San Martín uno de los dueños del Saladero Santa Catalina. Factoría de la cual en 1957, sólo quedaba el resto de un muro. Y, típico del Uruguay; su esposa era Margarita Poggi, hija de italianos.

Don Pablo estaba en mi boda para desearme felicidad.

Luego de nueve meses nacía mi primer hijo, Don Pablo fue el primero en llegar a conocer esa nueva vida.

Algunos años más tarde me subía a un avión para buscar en Venezuela, donde sembrar mis ansias de progreso.

Muchos amigos me acompañaban en el aeropuerto.

Diap 143CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Luego nos callamos y así, callados, bajamos hasta la casa.

Una casa demasiado grande para un hogar tan pequeño.

Don Pablo siguió siendo maestro de obreros, su esposa ahogando el tiempo con el mate en la cocina, su hijo menor corriendo tras su niñez, y yo alejándome en mi juventud.

Apenas veía a Don Pablo. Pero él siempre estaba ahí, con un consejo a tiempo, con una explicación que me asombraba.

Pero luego, encandilado por los ideales, la verbosidad, los teóricos, y el espejismo de otras sociedades, volvía a ver mi presente algo monótono y a don Pablo un hombre común.

Llegó la hora en que mis sueños tomaron el sendero de la realidad. Me enamoré de verdad.

Era orgulloso. Quise ganar el pan de cada día y tener mi propio dinero. Dejé de estudiar.

Don Pablo me vino a hablar. Subimos al mirador y, viendo la escollera por donde un día entró el barco que lo trajo, dijo:

–Cada uno es dueño de su vida. Lo que siembras hoy lo recogerás mañana.. El mundo del futuro será diferente. En él, tener experiencia sólo será saber lo que ya es viejo.

PABLO, UN DON

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Días después fue a conocer el lugar donde yo trabajaba.

A paso lento iba entre las máquinas, las miraba, les sonría. Hasta las acariciaba como si fuesen cosas vivas, seres que junto a él, en el pasado, fueron parte del progreso.

Al salir de los galpones, le pregunté su opinión.

–Es una fábrica. No importa lo que haga. Ni que sea grande o pequeña. Lo importante es que constituya una industria y que enseñes a los aprendices.

Respondí que así sería y... rogué poder hacerlo.

Hoy, años después, con su misma edad, creo que cumplí su deseo.... y que juntos hicimos algo por el desarrollo, por la industria, sin importar si la misma es desagradecida.

Una tarde subimos al teleférico del Ávila. Don Pablo estaba feliz, quizás recordase

su juventud en los Alpes. Sus marchas por los caminos de las montañas.

Lo cuidábamos pero, al volver por la bajada, don Pablo se quedó atrás mirando Caracas.

Mi familia iba unos pasos adelante. Giraron y dieron un grito. Me di vuelta.

La angustia y la añoranza se mezclaron.Don Pablo venía veloz, caminado ligero,

con ese paso que tantas veces me dejó cansado en mi niñez.

Diap 144CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Don Pablo y una gran señora, Margarita Poggi, viuda de Marcelino, no fueron.

Días antes se despidieron, diciéndome:–Adelante. Los jóvenes deben buscar el

futuro.Y, mientras la gran señora quedaba con

sus recuerdos y don Pablo enseñando a más aprendices, me separé de una familia que iba dejar siete mil kilómetros y muchos años atrás.

Pasaron los años. Don Pablo enfermó. El maestro estaba viejo. Un maestro viejo enseña, pero no produce. Lo jubilaron. Subió al mirador del fondo. Miró la ciudad. Se sentó. Estaba jubilado. Estaba empezando a morir.

La enfermedad progresó. Ya no podía caminar veloz. Sus aprendices venían a verlo, a estar cerca de él. Su esposa estaba cerca, su hijo menor estaba cerca... yo estaba lejos.

Y un día, junto a su esposa, tomó el avión. Venía a verme, venía a ver otros niños que, nacidos en otra tierra, no habían podido hamacarse en la hamaca grande.

Lo vi llegar acompañado de una azafata y arrastrando los pies. Pero, para que me sintiese orgulloso de él, se soltó de aeromoza y me abrazó.

Mis hijos lo amaron. Mis amigos lo admiraron. Era Don Pablo, un hombre común.

Y que difícil es ser un hombre común.

PABLO, UN DON

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Era domingo, pero la mesa de mi casa se llenó de dinero, traído por gente que apenas conocía, para que pudiese viajar. Y Pan Am hizo salir de Nueva York un avión, antes repleto, con un asiento vacío para que yo fuese junto a Don Pablo.

¿Habrá sido algo del espíritu pionero de Don Pablo en la aviación, lo que logró eso?

Siempre estuvo a mi lado cuando lo necesité. Cuando llegué era tarde, estaba en coma. Me quedé a su lado.

Don Pablo peleó por vivir, estaba acostumbrado a hacerlo, tenía un corazón de hierro. Hierro que llevaba en la sangre.

Eran las doce de la noche. Llovía. Estaba solo con él. Salí un momento al patio del hospital a respirar el frío aire que venía del mar. Un relámpago cruzó el cielo. Temblé.

Entré a la habitación. El luchador ya no luchaba más. Y, con esfuerzo, cerré esos ojos que me enseñaron a mirar.

Era el 24 de octubre de 1974. El velorio de Don Pablo fue una reunión social. A él le hubiera gustado que fuese así. Un reencuentro de amigos, de familiares, de antiguos aprendices.

Nunca pensé que lo quisieran tantas personas. Nunca sabré cuantos fuimos los que aprendimos con él. Sobraron manos amigas para llevar el féretro.

Diap 145CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

Me volví hacia los demás con una orden de silencio en la mirada. Todos callaron. Esperé a Don Pablo.

Lo tomé suavemente de los hombros, sin detener la marcha, sin detener ese momento de felicidad.

Me miró con esos ojos azules, brillantes de alegría, y con su voz francesa, dijo:

–Mercí...Nunca sabré que quiso decirme con esa

palabra, porque si alguien debía estar agradecido… era yo.

Días después subía al avión para volver al Uruguay. Me tomó las manos y, con los ojos llenos de lágrimas, me repitió:

–Mercí... au revoir.Por tercera vez veía llorar a Don Pablo y

no sabía que decir.Hacía meses que Don Pablo se había

marchado. Estaba yo leyendo, sonó el teléfono. Tuve miedo de levantarlo, lo hizo mi señora. Su mirada me dijo más que sus palabras:

–Es David...Tomé el aparato. Sólo pude entender:–El viejo se muere...Y sólo pude decir:–Voy...Las horas siguientes las recordaré con un

eterno agradecimiento a la raza humana y a una compañía de aviación.

PABLO, UN DON

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::::::Pocos años después hubo que internar a

mi madre Letizia en una residencia para ancianos. Ella se había aislado de la realidad.

Era uno de los mejores geriátricos. En el vivió hasta el 12 de marzo de 1998, le faltó un día para cumplir 93 años.

Desde su ingreso, mi hermano David logró la pensión que le correspondía por ser Pablo de la Aviación Militar Italiana, con ésta vivió y falleció teniendo excelentes cuidados.

Aun muerto, Pablo, el de ojos azules, seguía cuidando a ”la sua Letizia”...

Siempre la adoró, bastaba ver como la miraba.

Adiós Don Pablo, adiós papá... adiós hombre común.

Fuiste digno hijo de Davide. Y Rocco estaría orgulloso de ti...Sin serlo... fuiste de su estirpe.

...oo0oo....

Nota: los sucesos narrados en Don Pablo son totalmente verdaderos

Diap 146CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

PABLO, UN DON

El día siguiente me aturdí en caminar y comprar regalos para mi familia. Eran en recuerdo de Don Pablo. Él, siempre que iba a una casa llevaba un obsequio, así fuese pequeño.

Tomé el vuelo. Otra vez vinieron los amigos a despedirme.

Ya no estaba la vieja gran señora ni Don Pablo para decirme que siguiera adelante. Pero, dentro mío sentí esa orden.

El avión, en vez de ir sobre el mar, cruzó la ciudad. Desde la ventanilla veía Nuevo París, el barrio donde Don Pablo fue maestro; más adelante el Cerro, donde me enseñó a vivir.

El aparato siguió sobre la bahía, pasó sobre el cementerio donde descansaba para siempre Don Pablo.

Y, de pronto, el avión empezó a bambolearse en un subibaja de alas. Me estremecí.

Era el saludo de los viejos aviadores al encontrarse.

Una aeromoza sonrió, y dijo:–Son corrientes de aire.La miré. Y, sintiendo humedecerse mis ojos,

respondí:–No, señorita. Se despedía de mi padre.Porque Don Pablo, ese hombre común...

fue mi padre.

PABLO, UN DON

Maqueta biplano 1914 Avión Pan Am jet cuatrimotor 1974

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Cuando preguntaba como era mi abuelo, mi madre decía:

–Mirá a Roque, es idéntico.Por tanto, ambos fueron de estatura más

bien baja, fornidos, cabello negro, ojos penetrantes, mirada vivaz, carácter alegre, voz chata, metálica, y... su sola presencia imponía respeto.

Debo repetir algunos datos ya escritos:En 1908, Rocco quien vivía en Rosario,

volvió a Italia con sus hijos Valentín y Letizia.

Pero, Roque queda con los Carrasco, una familia vecina. Familia que, en otra generación, sus hijos Rosita y Luis se unirían.

Poco después debe cumplir el Servicio Militar, lo que es opuesto a sus ideas.

Viaja a Italia y se reúne con los suyos. Conoce en Garfagnana a Ernestina

Lucidi, espigada joven, con quien se casa. Estando allí, lo llaman al Ejército por

tener padres italianos. Inflexible, no va y se marcha a Marsella por un año.

En ese tiempo Rocco y Rosa habían vuelto a Argentina con sus hijos menores.

Hacen venir a Roque y Ernestina a su negocio en las calles Güemes y Pichincha de Rosario.

Diap 147CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Contaba mi madre que... Roque, el primogénito de sus padres,

Rocco y Rosa, tenía 15 años más que ella, Letizia.

Eso formaba parte del velo enigmático tras el cual se veía.

Era mi tío pero podía ser mi abuelo. Había sido católico pero fue masón. Nació argentino pero se veía más uruguayo que el Cerro. Era algo conservador pero batllista, socialismo dentro el partido colorado.

Y, fiel hijo de su padre... anticlerical.Su oficio fue tornero y trabajó en el

frigorífico Switt, aquel fabuloso emporio situado en el extremo noroeste de la playa Duclós (hoy del Cerro) y en cuya entrada ostentaba el letrero:

“De la vaca lo único que se pierde es el mugido”.

ROQUE, TÍO PECULIAR13 – Año 1890ROQUE, TÍO PECULIAR

Basado en notas de Rosita y Ausonia y en el cuento “Don Roque, un masón”)

Rocco padre Ambos a la edad de 40 años Su hijo Roque

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Poco después, Ernestina fallece teniendo sólo 29 años. Roque queda viudo con dos hijas de seis, y dos y medio años.

La guerra en Europa finalizaba. La misma que causó auge en la pequeña

república, daría origen a la gran emigración que iba a llegar en los años siguientes.

En 1920 vienen de Italia su quinceañera hermana, Letizia, acompañada de su madre Rosa.

Con ellas llega Sara, la elegante novia de Valentín, el otro hermano, quien ya vivía en el Cerro y también trabajaba en el Varadero.

Al poco tiempo, Sara y Valentín contraen matrimonio. La historia de él es un cuento aparte.

Roque conoce, en los tantos viajes del tranvía 16, a una maestra de nombre Ramona Fernández.

Y se casa con ella, quien constituyó una madre excepcional para las dos niñas.

Ramona vivía en una hermosa casona de la calle Grecia. La casa atraía, aún décadas después, por su estilo linajudo.

Era de su hermana y de su cuñado, apellidado ArrietaDiap 148

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

Allí el 29 de mayo de 1912 nace la primer hija de Roque, a quien llaman Rosa, pero toda su vida sería Rosita.

Otra vez el Servicio Militar Argentino lo reclama.

Las espadas nunca respetan las ideas individuales.

Roque no se presenta, yendo a Montevideo de donde nunca se marcharía.

En 1911 el viejo Rocco enferma, y con doña Rosa deciden retornar a Italia llevando sus hijos Valentín y Letizia.

Ernestina marcha a Montevideo con Rosita, de un mes. Van al Cerro, ese barrio de calles y gentes de diferentes países.

Viven en la calle Francia entre Grecia y Turquía.

Tres años después nace Ausonia, la segunda hija de Roque. El Uruguay continuaba progresando tras las reformas del gran demócrata y político de nombre José Batlle y Ordóñez.

En 1917, Roque recibe la noticia que su padre Rocco a muerto. E igual que años atrás le pasó a éste, él está distante.

Es el precio que deben pagar aquellos que emigran.

ROQUE, TÍO PECULIAR

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Recuerdo a Roque, aún con emoción, el Día de Reyes en mi infancia. Aparecía con algún juguete de cuerda o que tuviese movimientos. Sólo se iba feliz si yo desarmaba el aparato buscando qué lo hacía mover

Frenaba el reclamo de mi madre para que yp cuidase el regalo, y ella respetuosa obedecía.

–Seguí... Seguí... –él me alentaba– Un resorte, un motor, un corazón, una idea. Siempre algo mueve las cosas. Dentro de ellas, o en el horizonte como las veía tu abuelo. Hay que buscarlo. Si algo se deshace en la búsqueda, no importa, habrás aprendido más... y el porqué.

Llegué a la pubertad. Cada tanto iba de visita a su casa, para nosotros en el distinguido Belveder.

Era una casa señorial, de gran sala, recibo, estudio, dormitorios y baños donde brillaban los accesorios.

También tenía un patio diario familiar con claraboya, amplia cocina y una alacena. En ese patio me recibían, yo era de la familia. Y en él, tío Roque hacía de mentor.

Diap 149CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

Ramona llegó a ser directora del colegio sito en la calle San Fuentes, escuela conocida como “del Molino” por tener frente un viejo molino de viento.

En 1930, al jubilarse Ramona, Roque y familia se mudan para el barrio Belveder, en la calle Lunarejo (hoy Freire).

Allí vivió y allí falleció en 1969. Y cumpliendo el vaticinio de aquella india, fue enterrado en la tierra de los charrúas.

Esto es el resumen escueto de su vida. Pero la historia de ese hombre singular,

debo buscarla en mis propios recuerdos:Siempre le dije tío Roque. Y con el

respeto a una persona mayor. Sus dos hijas eran mis primas. Pero existía una barrera de seriedad hacia ellas, las veía de la época de mi madre.

Siendo su esposa directora de escuela, eso levantó un muro de temor en mi mente. Aunque le dijese tía Ramona y ella respondiera con cariño, constantemente la imaginaba seria y tras el escritorio de la dirección.

ROQUE, TÍO PECULIAR

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Árboles y cultivos estaban abonados a lo campesino, el taller tenía el herramental más moderno.

Y estaba el garage. Allí me mostraba su coche, jamás le oí decir automóvil, un Ford Modelo A. Era casi perfecto, casi no se averiaba y casi eterno.

Aun hoy, siendo yo viejo, a décadas de esa época, añoro su estructura, su belleza. Me contaba la anécdota de su creador, Henry Ford, quien decía que era el coche peor que él había construido porque... nunca se rompía.

Otras veces entrábamos al taller. Ahí lo veía tornear con la misma habilidad que mi padre. Pero no tenía el despego de éste hacia lo hecho, ni se ufanaba por eso como mi otro tío.

Roque poseía un equilibrio admirable en sus actitudes, aun cuando la otra persona fuese contraria o viviese no conforme a sus ideas batllistas y masónicas.

Hablar con él era volver en el tiempo a la escuela socrática. No imponía sus enseñanzas. Efectuaba preguntas que me hacían pensar.

Diap 150CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

Mi madre decía que tuviera cuidado, que su hermano era masón. No sabía que con eso acicateaba más mi curiosidad.

Roque fue un poco tío, un poco abuelo, un poco mentor, un poco filósofo, un poco inventor, un poco ejemplo vivo de la historia que yo estudiaba... y cuando me llevaba al pequeño taller en el fondo de la casa, un poco igual a mi padre.

Tío Roque fue un conjunto de valores inapreciables. Pero, su mayor cualidad constituía que se podía hablar con él. Nunca imponía sus ideas y escuchaba afable al interlocutor, así fuese un joven soñador y obcecado o fanático como yo.

Había cosas de tío Roque que me resultaban extrañas.

Los niños son terriblemente lógicos, sólo realizan fantasías sobre lo que no entienden... y en esto, los hombres seguimos siendo igual aunque lleguemos a viejos.

Cuando íbamos al fondo, éste no se encontraba atrás sino en el terreno de al lado. En él había frutales, verduras, flores, el galpón del taller.

ROQUE, TÍO PECULIAR

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–¿Y no es un disfraz todo lo que nos ponemos? –dijo él– Yo tuve chiripá, y era gaucho. Con mameluco, soy un mecánico. De traje, un señor. Pero, jamás me puse un uniforme militar.

En el patio imperaba el silencio. Volvimos a mirarnos a los ojos.

Y con cariño propio de tío, me indicó:–Divertite con el uniforme de marinerito

y no te enojés si se ríen los demás. Para eso son los uniformes... para reírse de ellos, aunque no sea Carnaval. Te prometo algo: Cuando seas joven, yo te voy a mostrar otro disfraz.

–Tío Roque... –pregunté curioso– ¿es cierto que anduvo por la Argentina de gaucho con mi abuelo?

Ese fue el inicio de narraciones que duraron por años.

Había conocido sus otros medios hermanos vivos, el Chaco, los Andes, la Pampa, lugares y seres que se leían en los libros.

Siendo hijo mayor, sus relatos desmitificaban a su padre, un abuelo endiosado por mi madre como hija última y consentida, pero lo hacía más grande, humano, real.

Real al abuelo y a él. Y esa era la mejor enseñanza.Diap 151

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

Teniendo yo seis años, mi madre me disfrazó de marinero de la Armada.

En la gorra estaba el nombre del país.Me sentía molesto por ser punto de

atención de las demás madres y el monigote de los botijas del barrio.

Mamá me llevó con el disfraz a lo de Roque.

Éste me miró a los ojos, revolvió el mate y, socarrón, preguntó:

–¡Hum!... ¿Te gusta llevar ese uniforme?–¡No!... –respondí con mi parquedad

habitual.Siempre fui sincero con él, aun yo

estando equivocado.–Mejor así... –agregó mi

tío– Mirá, botija... el uniforme se empieza llevándolo por fuera y se termina sintiéndolo por dentro... Y cosa horrible, cuando se siente con el uniforme.

–Roque... –terció mi madre– es sólo un disfraz.

ROQUE, TÍO PECULIAR

1935 – EL UNIFORME, UN DISFRAZ

Page 152: 8 contaba mi madre par sil

Algunas ocasiones su lenguaje era técnico. Por momentos hablaba como un gaucho, un hombre de campo. Otros como un ciudadano instruido filosóficamente:

–¡Pucha!... –seguía– Aparecieron los brujos, los sacerdotes, o los curas... como los quieras llamar. Y les hacía falta algo más real. Encontraron ese rebelde místico, Jesús. Lo hicieron hijo de dios naciendo de una mujer. O sea: mitad dios, mitad humano. Como los héroes griegos. ¿No te es conocido?

Luego, como hombre baqueteado por la vida, comentaba:

–La ilusión de cada hombre es que su madre sea una santa y las demás, no. Por tanto mantuvieron a la madre de Jesús, virgen después de parir... ¡qué lindo es creer los imposibles! En eso se basan las religiones... y los ideales de la sociedad.

Muchas fueron las discusiones que tuvimos en el patio. Él sereno, yo desesperado. Pero se mantuvo el respeto mutuo.

El tiempo me demostró que sólo los fanáticos se desesperan.

Diap 152CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

El tiempo siguió pasando. Los niños creciendo.

Y Roque manteniendo ese velo de misterio de un pasado cercano.

Cuando comencé a ir al liceo, se hicieron más asiduas mis visitas a la casa de Belveder, me quedaba de camino.

Siempre salí sabiendo algo más.Como un maestro al alumno dilecto,

Roque se dirigía a mí por el nombre, jamás por el apodo, con cierto respeto.

Tenía una forma de conversar singular:–Tu abuelo fue un hombre excepcional,

pero un hombre más. Tu madre lo vio viejo, cansado. Yo, en su esplendor, luchando contra una tierra salvaje y hombres bravíos.

–Según cuenta mamá, debe haber sido un titán.

–Muchacho. –aclaraba– Las mujeres saben que los hombres somos débiles, por eso necesitan idealizar algunos. El más próximo es el padre. Fijate, a dios lo representan como padre y hombre. ¿Acaso no puede ser algo neutro o una mujer? Al final de cuentas... ¿no dicen que creó y concibió todo?

ROQUE, TÍO PECULIAR

Page 153: 8 contaba mi madre par sil

Roque contaba que los libertadores de los países americanos se formaron dentro de ella, habiendo hasta religiosos que eran masones.

–¿Por qué ahora la iglesia está en su contra? –pregunté.

–También lo están los dictadores... –respondió mordaz– Siempre se teme aquello que no se comprende... o que haga reflexionar. Es más fácil creer a pie juntillas y pensar que eso es la única verdad. Pero, no hay una sola verdad.

–Los curas dicen que se debe evitar hablar con ustedes. Y mamá, que usted se volvió un ateo... ¿eso es tan malo?

–Vos estás hablando conmigo, –comentó burlón– pero tenés tus propias ideas. Y para ser ateo total se debe ser tan fanático como un religioso místico. Yo soy agnóstico.

Vivían en Belveder, que era una zona privilegiada.

Tenían gas, no el de petróleo que vendría después, sino el producido de la reacción del carburo en los grandes gasógenos que estaban aledaños a la costa.

Encender los quemadores era una labor de cuidado para no quemarse con los cortos fósforos o causar una explosión.

Diap 153CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

Cuando él lo consideró adecuado, quizás por que mostré madurez, me llevó hasta su dormitorio.

De un cajón fue sacando los atavíos que le correspondían como masón.

Me asombré del grado que tenía... y aún hoy no lo diré.

–Un disfraz... –dijo socarrón– ¿No te extraña que los curas representen a dios con un triángulo, y uno de nuestros emblemas sea la escuadra?... Es la forma más simple de encerrar en un espacio algo de la sabiduría...

Nunca más volvió a mostrarme esos distintivos. Y nunca hizo proselitismo para que yo perteneciera a sus ideas.

Masón deriva del francés maçon, que significa albañil. La historia de la masonería llena libros enteros.

ROQUE, TÍO PECULIAR

1946 – EL GRADO Y UN ENCENDEDOR

Page 154: 8 contaba mi madre par sil

Los años siguieron. Me ennovié, comencé a trabajar. Quise

formar un hogar. Hacía tiempo que no visitaba a Roque.

Pero sus enseñanzas me acompañaban.Llegué a su casa, quería que fuese

testigo en mi matrimonio civil, y Roque aceptó feliz.

Ni se me ocurrió pedirle ser padrino de la boda, aunque tenía méritos de sobra para eso.

Al salir del juzgado nos abrazó sonriente, indicando:

–Nos vemos en la fiesta... Disculpen si no voy a la Iglesia. Sería hipócrita representando algo que no siento.

No hacia falta decirlo. Roque era un hombre íntegro.

Pero sin saber porqué, creí oír a mi abuelo mítico diciendo eso.

Poco después me alejé en la distancia y en el tiempo.

El día que volví, Roque, el tío que fue un poco abuelo, ya no estaba.

Y, aunque él no lo quisiera, se volvió un mito como aquel.

...oo0oo....

Diap 154CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE, TÍO PECULIAR

En una ocasión me esperaba con sonrisa de viejo pícaro.

En la pared junto a la cocina había algo nuevo. Una cajita de la que colgaba una varilla con un hisopo en el extremo.

Roque introdujo esa punta en la caja, luego la rozó contra su superficie. El pabilo ardió con llama azul... Y, usando la varilla como mechero, encendió los quemadores de la cocina.

Instintivamente fui a ver la caja. Un recipiente con alcohol, un algodón, un pedernal en la varilla, una superficie de lija.

Simple y eficiente. Moví la cabeza, comprendiendo. Al girar

vi a tío Roque mirándome orgulloso y diciéndome:

–Como con los juguetes, como con las ideas... siempre has querido saber el porqué. Llevás la sangre de Rocco dentro de ti.

::::::Roque mantuvo ese halo de misterio que

parece envolver a los pertenecientes a la masonería.

Pero, en cierta forma era personal. En él había algo fuera de tiempo. Pertenecía a una dualidad, fue un ser montado entre dos siglos, dos épocas, dos matrimonios, dos ideas.

ROQUE, TÍO PECULIAR

Page 155: 8 contaba mi madre par sil

Uno, cuando nació mi tercer prima, Liria, llamada Lily.

Mi tío entró a nuestra casa, aún de corredor envarillado. La suya ya era moderna. De su puerta a la nuestra sólo había diez pasos.

–Otra chancleta... – dijo entre molesto y burlón.

Mi madre largó la risa. Yo estaba asombrado.

Fue mi pérdida de la inocencia, entendí lo que había tenido tía Sara en el hinchado vientre... aunque siempre con su elegancia.

La otra, cuando mi padre me envió a pedirle el taladro manual.

Salté sobre el muro. El paisaje me distrajo.

Y cuando me encontré frente a Valentín había olvidado el nombre de la herramienta.

–Tío... –balbucié– ¿me puede dar el vira-vira de bucarare?

Vira de virar, girar. Bucarare de efectuar bucos, agujeros en italiano. Le quedó ese apodo... Y siempre fue motivo de bromas.

Ya siendo mayor, supe que él se admiró por los razonamientos que tuve que hacer para crear ese nombre.

Diap 155CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

Contaba mi madre que... contrario a lo que me sucedía con Roque, vi a Valentín siempre como tío. Era igual a ella. Eso no evitó que le tuviese respeto que, rayaba en temor.

Mi padre heredó del suyo los celestes ojos. Pero, a diferencica de su padre, tenía una mirada dulce

Valentín los tenía oscuros, pero aprendió de Davide la acerante mirada.

Sin embargo, había entre nosotros una afinidad natural.

Me agradaba como explicaba las cosas, sus enseñanzas para hacerlas, y su jocosa forma al reírse de mis errores.

Mi infancia está llena con anécdotas junto a mi padre o a él.

Tuve un hogar pero dos patios para jugar, el mío y el de mis primas.

Para ir a éste, cruzaba un murito en el mirador común al fondo, sito sobre el escusado y el gallinero.

Aún hoy afloran sucesos de esa época que me emocionan

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

14 – Año 1835VALENTÍN, TÍO ESPECIALBasado en el cuento “La Antena - Don Valentín

del libro “Los Dones del Ayer”

Vira – vira di bucarare

Page 156: 8 contaba mi madre par sil

En uno de ellos ató un sillín, tiró del otro y el asiento quedó colgando.

Me alargó una pieza circular de porcelana marrón que terminaba en un aro.

Se dirigió a mí:–Es igual que una hamaca, vos vas

sentado, te agarrás del poste, yo te subo y, cuando llegás allá arriba, ponés este aislador en un gancho que hay allí.

La emoción que sentí es indescriptible, era una mezcla de temor y ansias de subir.

Busqué a mi padre y encontré su sonrisa dándome confianza.

Don Valentín seguía:–No te asustés. Es como la roldana del

aljibe. Si tenés miedo, gritás y te bajamos en seguida.

Pensé que si el balde del aljibe, siendo tan pesado, subía y bajaba tantas veces sin problemas, menos los tendría yo...

Y, sin más me senté en el sillín, deseando tocar las nubes.

Hasta la mitad del poste tuve temor, me agarraba del tubo con tal fuerza que tenía las manos manchadas de pintura.

Diap 156CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Me asombraba que siendo un hombre aún joven, la mayoría de las personas lo llamasen Don Valentín. Yo nunca lo hice.

Pero el recuerdo más vívido en mi memoria es una antena y Don Valentín.

Yo era tan pequeño que todos los demás eran más grandes, y cuando hablaba tenía que mirar hacia arriba.

Con la antena fue distinto. La había puesto en el techo de su casa.

Era un alto poste de tubos que en la punta tenía una lámpara, sombrero esmaltado, pararrayo y una roldana.

En la casa de enfrente habían colocado una antena igual y entre las dos iban a colgar un alambre con el cual poder escuchar el primer receptor de radio que tendría el barrio.

Cuando subí al techo, acompañado por mi padre y mi tío, levanté mi cara para ver el sombrero brillante de esa columna.

Estaba tan alto que me dolía el cuello de tanto torcerlo y me parecía que la punta dorada del pararrayo rasgaba las nubes.

Valentín tomó una cuerda que bajaba de ambos extremos de la roldana.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Page 157: 8 contaba mi madre par sil

Desde abajo me llegó el grito de mi tío:–¡Eh!... ¿Te pensás quedar ahí arriba?Vi la mano de mi madre moviéndose. Si no hubiera sido por eso, creo que

hubiese contestado que sí. Me bajaron.Después volví a subir varias veces: a

colocar la lámpara, a colgar el cable de la antena, a limpiar el sombrero esmaltado.

Pero, ya la emoción no era igual. Para todo, sólo hay una primera vez. Las otras, son únicamente repetición.El día siguiente trajeron la radio, era un

montón de cajas. A una le conectaron el cable que bajaba

de la antena, otra tenía un cordón que enchufaron en la electricidad, y a todas las unieron con más cables.

De la caja más grande salía un hilo que terminaba en unos grandes artefactos...

Se llamaban auriculares.Vinieron todos los mayores: mis padres,

los vecinos de enfrente, los de al lado y hasta el de la esquina.

Diap 157CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Pero, de allí para arriba se perdió el miedo y quería subir más. Por fin todo quedaba debajo mío. Para ver las cosas, las personas, y hasta los árboles, tenía que agachar la mirada.

Desde allí todo era pequeño, tan chico como yo, o quizás más.

Enganché el aislador. Y, tomado con una sola mano, me

dediqué a disfrutar de la sensación de estar en las alturas.

Allá abajo volaban los gorriones. Las palomas pasaban planeando cerca de mis pies. Creo que si no hubiese estado atado al asiento, me habría lanzado a volar también.

El paisaje de la bahía era maravilloso. Podía ver calles, casas y plantas que nunca había visto.

La brisa me acariciaba, miré para arriba y el cielo me pareció más azul. Pero, las nubes aún estaban lejos...

Contemplé hacia abajo y vi el patio de mi casa, la boca del aljibe parecía un aro, las hortensias unas margaritas.

Al pie de la antena estaban mi madre, mi tía, mi padre y Valentín. Parecían seres pequeños, como los soldaditos de plomo.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Page 158: 8 contaba mi madre par sil

El otro día apareció con una tabla, en ella venía una piedra, una gillete, unos alambrecitos y otras cosas raras.

Fuimos a la azotea, me explicó como llegaba el sonido por el aire y que la antena lo recibía.

No entendí, nada veía.Me hizo mover los cablecitos sobre la

gillete y escuché la misma voz metálica que había oído antes en los auriculares.

Según como moviese los alambres podía oír mejor y voces distintas.

Sonreí, no sabía lo que era pero, lo controlaba.

El tiempo pasó y las radios se achicaron, ahora hasta se pueden llevar en un bolsillo.

Pero, aún no sé como funcionan y sigo sin comprender cómo el sonido llega hasta el aparato.

Años después, pasado el tiempo, volví al galpón y hallé, herrumbrada, esa radio de galena.

La limpié, y... ¡ funcionaba!Esa radio me la había regalado un

hombre muy especial.Un hombre que cuando decía una cosa,

había que hacerla.

Diap 158CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Mi tío y su señora pusieron sillas frente a los cajones e iban pasando los auriculares a las personas.

Cada uno se los colocaba, su rostro tomaba expresión de perplejidad, después sonreía con cara radiante.

Al tener que darlos al compañero, se entristecía y lo miraba con envidia.

Entre tanto, Don Valentín, frente a un cajón, iba haciendo girar una aguja dentro de un dial lleno de colores y números.

Finalmente me pusieron los artefactos, escuché unas voces metálicas que decían algo, y luego una música.

No puedo decir que escuchar la primer radio, me agradó. Más bien creo que me asustó.

Pensé que algo invisible, fuera de mí, estaba invadiendo mi cerebro y no lo podía evitar.

–Y... ¿qué te parece? –preguntaron– Esto llega por la antena que vos pusiste. Lo inventó Marconi.

–No me gusta. –dije, sacándome los auriculares– No sé lo que es...

Todos rieron, mi padre acarició mi cabeza. Valentín quedó pensativo.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

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Éramos dos hombres que íbamos a trabajar.

Subimos al coche. Nunca me sentí tan importante en un

asiento delantero, a pesar que mis pies apenas llegaban al piso.

El calor del motor, junto al del sol del amanecer, animó nuestra conversación sintiendo la emoción de la velocidad.

Esa mañana aprendí que los autos se hicieron para correr y los demás vehículos para transportar.

Llegamos al taller. Valentín llamó al capataz y me presentó:

–Mi sobrino. No quiero preferencias. Es un aprendiz más.

Los hombres sonrieron, yo miraba asombrado.

Jamás pensé que ser de la familia fuese un inconveniente.

Ya grande, supe el significado de la palabra nepotismo. Don Valentín nunca lo usó.

Y de él aprendí a no usarlo.Al fondo del taller estaban los escusados,

la cocina y el cuarto de herramientas. El capataz me llevó hasta la cocina y me

dejó con otro aprendiz. Le dijo que me enseñara.Diap 159

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Cuando llegaron las vacaciones del tercer año escolar y mi madre me indicó que las pasaría trabajando en el taller de Valentín, ni me animé a preguntar.

Uno, porque el año que había hecho en el colegio no era un modelo de aplicación.

Dos, por que si así lo habían decidido mis padres, y sobre todo Don Valentín, nada quedaba por decir.

Y tres, por que ansiaba conocer un lugar de los tantos en donde se perdían durante el día los hombres del barrio.

Así, envuelto en un pulover, llevando un overol hecho por mi madre, un jabón, una toalla, una taza, un plato esmaltado y un juego de cubiertos, me aparecí con las luces de la madrugada en el garaje de mi tío.

Éste ya se encontraba calentando el motor de su primitivo automóvil, pero que entonces era lo más moderno de la zona.

Su esposa me acarició con mirada compasiva y me dio otro café con leche, el cual tomé muy orgulloso junto a su marido.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

1938 – EL TALLER Y EL BAÑO

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Y el hombre abrió una pequeña llaveA los aviadores los bañan en aceite

cuando ya vuelan solos. A mí, como era un pichón, me bañaron de

grasa.Luego que me hubiese lavado, servido la

comida, limpiado los restos, y mientras los mayores dormían la siesta; fui con Romeo, así se llamaba el otro aprendiz, al fondo del terreno.

Aquello era el sueño de un niño vuelto realidad.

Estaba lleno de rieles, y sobre ellos reposaban viejos vagones, antiguas locomotoras, oxidadas zorras.

Eran destartaladas máquinas destinadas para el desguace, pero nunca el ingeniero que las construyó habrá pensado en las horas de felicidad que esos trastos dieron a dos niños.

Dos niños que aprendían a ser hombres, mientras soñaban sobre esos artefactos que eran maquinistas y conductores de un tren.

Tren que iba a todos los lugares de la imaginación sin salir del fondo de un taller.

Diap 160CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Congenié con él otro botija de entrada. Me resumió mis obligaciones.

Me cambié de ropa y, apenas estuve metido en mi overol, supe lo que significaba ser aprendiz.

Era el muchacho que debía barrer el taller, limpiar las máquinas, pelar las papas del puchero de mediodía, lavar platos y cubiertos, aguantar bromas de todo tipo, rezongos por la mínima equivocación, soportar que lo llamasen con las groserías más grandes y... además, siempre quedar agradecido por que le estaban enseñando.

En las primeras horas de trabajo aprendí todo eso.

Poco antes de las doce, cuando había terminado de limpiar las verduras, un obrero me ordenó que le ayudara a engrasar un coche.

Me entregó una manguera que salía de un tacho. En tanto, él le daba a una bomba.

–Avisame cuando sale del pico. –indicó con ironía.

–No sale nada. –dije, viendo el extremo de la manguera.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

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La palanca pasaba sobre un círculo de botones y el motor iba tomando pausadamente más y más velocidad, con un zumbido que comenzaba suave hasta terminar ensordecedor.

Las correas eran de cuero y, dos por tres, se partían. En ese momento se juntaba una serie de acontecimientos.

Se unían las maldiciones del obrero con las del capataz, se repartían el pedazo de cuero que ya no se podía arreglar pero aprovechar como suela para zapatos, y se veía la capacidad del aprendiz en poner el pedazo nuevo con la grapa derecha.

La grapa era una tira que recordaba la boca de un cocodrilo. Se ponían sus dientes sobre el cuero, se les hacía morder con un martillo.

Y, se unía, ya puesta la correa en el eje, con la grapa gemela del otro extremo mediante un pasador.

Tenían que quedar paralelas, sino se salía la correa.

Recién al terminar las vacaciones pude poner una grapa bien.

Hacía ya casi cuatro meses de aquel primer día.

Diap 161CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

A las dos despertaba el capataz, daba vuelta a una manija y de un aparato salía un chillido estridente: era la sirena. Los hombres volvían al trabajo y los aprendices a su dura escuela.

Romeo dijo que me mostraría el árbol de las máquinas. Creí que me estaba cachando y reí.

Serio, sin decir más nada, él me llevó al galpón.

–Ése es el árbol de las máquinas... –dijo, señalando hacia arriba– esa barra llena de poleas que va de un lado a otro.

En ese entonces las máquinas se ponían en hilera, encima pasaba un eje que tenía una rueda sobre cada una, desde la polea salía una correa que transmitía el movimiento a dos de la máquina, una para hacerla funcionar y otra para tensar.

También existían máquinas con dos juegos de correas, una normal y otra en forma de ocho para girar en sentido inverso. Todo el árbol o eje principal estaba accionado por un gran motor que se encontraba en el extremo del taller.

Arrancar ese motor era responsabilidad del capataz, quien iba haciendo girar lentamente una palanca en una caja gris.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

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Salté del tanque, corriendo hasta los baños. Cuando llegué estaba seco, no sé si de la corrida o del calor de la vergüenza.

Entré en el cuarto, dije una grosería para desahogar mi rabia.

El capataz me dio su jabón, era azul, arenoso, áspero... para hombres de trabajo.

Un oficial me fue a buscar la toalla.Otro obrero terminó de lavarse y me

ofreció la regadera libre, nadie se reía. Me habían aceptado, era uno más de

ellos. De abajo de la regadera de enfrente me

llegó la voz de Valentín. Se acercó, me limpió las orejas. Lo miré, era un mono más, quizás el más

peludo. Y, mientras nos vestíamos, me dijo:–¿Estás bien? –le contesté

afirmativamente y él continuó: –Nunca te avergüences de estar entre los tuyos...

El último sábado que me bañé allí, en esas vacaciones en el taller, tuve tristeza de alejarme de los míos.

Ya era uno más. Ya era un buen aprendiz, ya sabía poner

grapas a las correas, ya no me hacían tantas bromas.

Diap 162CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Pero ese primer día, al terminar la jornada y volver a sonar la sirena, me sentía agotado, sucio y sudoroso.

Fui a buscar mi toalla y mi jabón, dirigiéndome a las duchas.

Al llegar al cuarto donde se estaban bañando, me quedé asustado. Era un galpón de cuyas paredes salían tubos que tenían en su extremo una regadera.

Debajo de cada regadera había un hombre, por lo menos hablaban como hombres, pero a mí me parecían monos por lo peludos y musculosos.

Fui a la oficina de mi tío, y le pedí lavarme en otro lado.

–¿Tenés miedo? –me preguntó.Agaché la cabeza, avergonzado, y él

siguió:–Está bien, lavate en un tanque que hay

afuera.Muy feliz estaba bañándome, cuando oí

risitas.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Asomé mi cabeza por el tacho y vi a las vecinas del barrio asomadas en la cerca, riéndose de mí.

Habrán sido pocas, pero aún hoy me parece que eran todas las mujeres de la ciudad.

Bañándose en el tanque

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Le tuve envidia, dentro de poco sería ayudante de mecánico.

En la siesta fuimos al fondo del terreno. Los vagones y las locomotoras estaban

desguazadas, parecían máquinas atacadas por alguna enfermedad.

Sentí lástima por ellas, ya no invitaban a soñar. Y comenzamos a recordar.

Esa tarde, al volver para la casa, le pregunté a mi tío si podía ser ayudante. Me explicó que aún no estaba preparado. Me quedé triste, callado.

Luego, él me miró y volvió a hablar:–Está bien. Harás la prueba. Pero más

sencilla...Mi alegría era enorme, ni escuché lo que

luego decía: que se mudaría para un taller más moderno, que se iba para una parte más céntrica, que allí haría su casa, y tantas cosas más.

El día siguiente, Romeo y yo comenzamos la prueba.

Ésta consistía en cortar un trozo de hierro lo más cuadrado posible, y luego, a pura lima, convertirlo en un cubo.

Diap 163CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Terminaban las vacaciones. Debía volver a la escuela. Pero aún había

tantas cosas que necesitaba saber del taller.

Don Valentín me llevó hasta la puerta de mi casa. Al llegar, me dijo:

–¿Te gustó el trabajo? ¿Querés volver el año que viene?

–Claro que sí. Sólo soy un aprendiz.–Está bien. Volverás. Pero, aprendices

somos toda la vida...Al llegar las vacaciones del año siguiente,

nadie tuvo que decirme si quería ir allí, yo lo pedí.

Pero, había pasado un año. Me tuvieron que hacer un mameluco más grande.

Cuando llegué al taller, no hubo necesidad de indicarme donde ir y que hacer; sabía cual era mi lugar.

Romeo me saludó alegremente y nos contamos lo sucedido en esos meses. Yo, cosas del barrio y el colegio.

Él también había ido a la escuela, pero en las mañanas venía al taller a seguir su aprendizaje.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

1939 – UN RARO CUBO

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Cuando decíamos que no se tenía la herramienta, sus ojos se abrían de asombro, y explotaba:

–Hacelo de alguna manera, inventá la forma. Tenés las mejores herramientas... tus manos y la imaginación.

Valentín y mi padre, Pablo, se hicieron en la misma escuela.

En lo básico eran iguales, pero en la vida fueron distintos.

Don Valentín era un industrial realista, orgulloso de sus inventos. Debe haber patentados cientos de ellos.

Don Pablo fue un idealista desinteresado. Para él, los únicos inventos fueron la rueda, la palanca y el plano inclinado...

Las vacaciones pasaron. El cubo de mi amigo era perfecto. Me ofrecía ayuda con mi deforme labor, y

yo respondía:–Gracias... Mal o bien, es mi trabajo. No

me gusta que alguien me haga lo que yo debo hacer.

Se finalizó la prueba. Romeo pasó a ayudante. Lo felicité de corazón. Se lo merecía.

Diap 164CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

El de mi amigo tenía que ser de cien milímetros de arista. El mío, por ser yo menos experimentado, sería de cincuenta.

Todas las tardes, mientras los mayores dormían su siesta, nosotros nos dedicábamos a nuestra tarea.

Una vez llegó mi tío, sacó la lima de mis manos dándomela en el trasero.

La puso delante de mis ojos rezongando:–¿Para qué creés que tiene dientes en la

punta y atrás? ¿Pensás que están de yapa? Se lima de punta a cabo.

Y aplicó un golpe de lima al hierro, con el cual emparejó una zona que me hubiese costado dos horas hacerlo yo.

Muchas enseñanzas tuve de Don Valentín, todas rubricadas con un coscorrón, una nalgada, un tirón de orejas, y el infaltable rezongo... era un gruñón nato.

Si uno clavaba con la pinza, daba un pellizcón con ella y de inmediato venía el regaño:

–Usá la herramienta adecuada, no seas chambón.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Page 165: 8 contaba mi madre par sil

Pero, levantando ahora su mano para llegar a mi cabeza, mientras repetía:

–Andá. Callate... si nunca aprendiste a limar.

Nuestros caminos se separaron aún más, yendo los dos a diferentes tierras.

Yo a una tropical, él a la de su nacimiento.

Un día yo estaba paseando por su tierra. Bajaba la escalera mecánica del subterráneo cuando vi que, por la contraria, venía mi tío.

Yo descendía comodamente, apoyado en el escalón y en el pasamano dejándome llevar por la máquina, él subía corriendo sin importarle que fuese automática.

Lo llamé. Me saludó emocionado. Y como siempre, alegre.

Al llegar abajo, yo subí... y él, al llegar arriba, bajó. Tal para cual, ambos pensamos que él otro esperaría.

Nos reímos al volvernos a cruzar y me indicó con su voz chata y una determinación que hacía años no escuchaba:

–Esperame arriba.Le hice caso. Sabía que era un hombre que cuando

decía una cosa, había que hacerla.Diap 165CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

El mío debe haber sido el único cubo del mundo con seis caras diferentes. Pero... era mío.

Vino Valentín, lo agarró, lo miró, y sonrió diciéndome con emoción y no disimulado orgullo:

–Vos también subiste de categoría.Viendo mi cara de asombro, continuó:–Sé lo que decías a tu amigo cuando te

quería ayudar. Tu cubo es muy raro... Y vos también, aunque no sepas limar.

La vida siguió pasando. Nos separamos, fuimos a barrios distintos. Cada uno siguiendo en lo suyo: yo en mis estudios, él en sus inventos.

Pero, cada vez que desarrollaba uno de ellos me llamaba y, muy sigilosamente, me llevaba al cuarto donde lo estaba construyendo.

Me confiaba sus ideas, sus obras, añorando quizás en mí el hijo varón que soñó tener.

Y cuando en mis comentarios decía algo que parecía un desatino, me daba un coscorrón

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Cubo de seis cara diferentes

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Nos despedimos. Me miró. Sonrió. Alargó su mano dando un coscorrón.

Esperé el habitual rezongo del gruñón:–Adiós. Seguí adelante. Pero... nunca

aprendiste a limar.

Con los años se jubiló. Eso en él era una forma de decir. Siguió inquieto, dominante, dinámico. Siguió inventando en su casa. Siguió adorando a su amada Sara y a sus

hijas.Y siempre será recordado por sus

aprendices.Lo último que supe de Valentín fue en el

velatorio de mi madre. Él había muerto unos años antes. Los dos hermanos se habían reunido. La profecía de la charrúa estaba

cumplida.Todos los hijos de Rocco descansaban en

tierra americana.Gracias, don Valentín. Y perdone que no haya aprendido a limar. Era mi tío, nunca lo tuteé, nunca le dije

don...Pero tenerlo, fue un don especial.

...oo0oo....Diap 166CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

Hablamos de muchas cosas: de la familia, de mis primas, de los hijos, de sus nietos, del trabajo.

–Está bien, seguí adelante, –me dijo– llevás el hierro en la sangre. No te achiques. Desde botija, allá en la antena, yo sabía que ibas a llegar.

–Es que lo aprendí de ustedes dos: Don Valentín me enseñó que las cosas hay que hacerlas... y Don Pablo que, una vez hechas, no hay que darle demasiado importancia.

–No es sólo eso. Hay más. Dentro de ti están los genes de tus abuelos. Rocco se sentiría orgulloso de ver que heredaste su espíritu de ver otros horizontes en tierras lejanas. Y Davide, de que continuás en esas tierras la realización de la industria.

De pronto quedó callado pensando en sus propias palabras.

Luego, como si viniese de lejos, preguntó:

–¿Te acordás de aquel cubo de seis caras distintas?

–Sí, tío. Lo tengo guardado todavía.–¿Pudiste guardar también tu forma de

ser?–Creo que sí. Si dudo, pienso en don

Pablo y don Valentín.

VALENTÍN, TÍO ESPECIAL

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Los atardeceres y fines de semanas los pasaba en casa del nonno Davide, pero evadía los mimos de la nonna María y de la zía Teresa, prefiriendo ir tras los pasos del callado y adusto viejo para imitar lo que él realizara.

De esa época quedó la anécdota que él estaba haciendo huecos a las macetas para sembrar en ellas futuros árboles.

Oía que cerca, yo golpeaba el fondo de un envase vacío.

Dejé de hacerlo y me acerqué al nonno, le di el recipiente.

Tenía un hueco en el fondo... ¡y el frasco era de grueso vidrio!

Davide sembró allí un ciprés. Estando ya lejos, el nonno escribió que al

árbol fue transplantado cerca de la tumba de la abuela Rosa, pero que él guardaba el frasco como recuerdo.

¿Paciencia infinita de un niño?... ¿Defecto del vidrio? O resultado del “res non verba”.

Sólo Davide lo supo... tal vez.

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Contaba mi madre que... Rosalino, Titi, o el que pudo ser Roque David, fue callado y huraño desde niño.

Difícil escribir de uno mismo, pero a esta edad trataré de ser justo y verme como otro más...

Hoy, los sicólogos atribuirían esa naturaleza a los meses de angustia sufridos por mi madre en el embarazo; a la abrupta ruptura con la familia de Fornacci, al cambio violento de vivir rodeado de montañas para pasar a ver el inmenso mar.

Agregarían el choque de idiomas, de costumbres distintas, o que era sui generis y genético... o sea: personal y hereditario.

¡Cuánta verborrea para indicar que era así!...

Mi padre decía que me molestaba que me tomaran en brazos, y rehuí eso apenas caminé. Sin embargo, fui el niño con el cual paseaban ufanos Teresa y Silvio por ese pueblo.

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

15 – Año 1929ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Somos consecuencia del pasadoy causa del futuro

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Realmente nuestros padres eran “especiales” para elegir los nombres.

Sólo para que el lector se divierta, diré el mío: Rosalino David Juan Silvio Pascualino Carigi Aquilini.

Rosa, por mi abuela; Lino, por Lina, la novia de Silvio; David, por mi nonno; Juan, por Juana mi madrina; Silvio, mi padrino; Pascualino; por nacer el jueves de Pascua.

Y no hubo más porque mi padre se opuso. Pero... la nonna me puso Titi.

Hasta que llegó David fui el único varón de ambas familias, sólo tenía primas, sea en Italia o en el Uruguay.

Los habría, medios primos, en los Andes o el lejano norte argentino.

Desde pequeño me inculcaron la tonta responsabilidad del primogénito.

Y el necio precepto de no ser reo o vulgar.

Mi infancia pasó viendo crecer la ciudad a través de la bahía, y al barrio desde el jardín.

Respecto al nombre Rosalino y el apodo Titi, tuve que defenderlos con golpes y sangre.

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Los dos años y medio pasados en Fornacci di Barga y la familia que quedó allí, se convirtieron en leyendas y mitos agrandados por el tiempo y la distancia.

Teresa nunca se casó, dedicando su vida a sus padres, a la iglesia y obras cristianas.

Silvio desposó a Lina, y generaron mis tres primas italianas: Elda, María Santa y Alma Lía.

De la llegada al Uruguay quedó la historia que cuando bajé al puerto y mis primas rioplatenses fueron a abrazarme con parlanchín afecto, lo retribuí dándoles un puntapié.

Genio y figura, o no me gustó el español... tal vez.

Desde aquel 13 de octubre de 1931, fui con mis padres a vivir a la casita de la calle Barcelona en el Cerro.

Sencilla casita que siempre añoraré con sentimientos. Es una de las pocas cosas del pasado a la que quisiera volver.

Allí nos fuimos adaptando a las costumbres del Uruguay y del barrio.

Cuando tuve nueve años nació mi hermano David, a quien pusieron David Roquito Tabaré...

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

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De 1925 a 1938, años de la gran huida de Europa, llegaron al Cerro gente de diferentes pueblos, razas, ideas, religiones, sueños y odios. Tenían en común una cosa: Hacer una nueva vida. Y un sueño: Que esa tierra fuese la de sus hijos, donde éstos vivieran lo que sus padres soñaron vivir y no pudieron.

Los políticos quisieron llamar a ese barrio: Cosmópolis.

En griego: Ciudad del mundo. ¡Qué ridiculez!...

A los hambrientos hay que darles primero de comer y luego palabras de ideales. La comida la dieron los frigoríficos.

Los ideales fueron transmitidos a los niños, sentados en las baldosas de las veredas, por viejos frustrados del marxismo, socialismo, fascismo, comunismo, por judíos, armenios, alemanes, rusos, polacos, italianos, gallegos, catalanes.

De Cosmópolis sólo tuvo un cine con ese nombre.

No se puede imponer a un pueblo algo que no nazca de sus propias raíces.

Y Villa del Cerro, permaneció fiel a su origen.Diap 169

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Copio la introducción de “Rocas, Cascotes y Adoquines”:

“Me crié en un barrio de Montevideo donde abundan rocas, cascotes y adoquines. Su nombre original fue Villa del Cerro.

Un cerro que dio nombre a la ciudad. Montevideo significa "monte eu video".

Grito del vigía de Magallanes cuando lo vio.

Navegante portugués, reino español, cartógrafo italiano, tripulaciones formadas por bandidos, aventureros, fugitivos, perseguidos, emigrantes, hambrientos, soñadores.

Así fue el origen y así siguió la historia... La primitiva ciudad amurallada, y luego capital, se hizo frente a ese cerro. Donde en su cumbre la fortaleza española oteaba mar y tierra, cuidándola del ataque de bucaneros e invasores.

Vino la revolución, la independencia, la república, caudillos, guerras civiles, democracia, socialismo...

¡Cómo cuesta ser nación! Y surgió una que es, como Borges la

definiera:Un país utópico lleno de gente irreal.

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

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Mezcla incongruente, como las conversaciones que tenía, de noche en la vereda, un gallego analfabeta con un socialista alemán, frente a la puerta de un ruso blanco, saboreando un helado hecho por un italiano, luego de comer un queso vendido por un armenio, sentados en unas sillas compradas a crédito a un judío”.

En ese barrio pasé mi niñez, absorbiendo la cultura francesa universalista de mi padre, las costumbres habituales italianas de mi madre, la enseñanza heterogénea del colegio.

Asistí a la escuela Checoslovaquia, laica y del estado, y al mismo tiempo pertenecía a un grupo de la iglesia católica parroquial. Sin embargo, nadie me obligó a tener un concepto prefijado... ni los acepté.

En las vacaciones me agradaba deambular por las calles del barrio y ser aprendiz de todo, desde zapatero remendón a monaguillo, sin beneficio de dinero en eso. Sólo por conocer.

Y así siendo un niño introspectivo, huraño, tímido, curioso y solitario llegué a la juventud.

La cual ansiaba... tal vez.Diap 170

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Aún más, hoy es sencillamente: El Cerro. Y sus pobladores siguen sintiéndose

"cerrenses", nunca "montevideanos".Un arroyo pantanoso y una gris bahía los

separa de la ciudad, pero lo que más los separa es su mentalidad.

¿Qué tuvo de particular ese barrio para ser así?

Tal vez su playa que está llena de rocas... donde las olas del mar, que ni es mar ni es río, vienen a morir trayendo restos de lejanos océanos junto con los de selvas aborígenes.

Tal vez su tierra que está llena de cascotes... escarbando con los dedos se encuentran de todos los tamaños, sirviendo tanto para una pelea infantil como para cimientos de una casa.

Tal vez sus calles primitivas de adoquines... hoy cubiertas de asfalto, con nombres de ciudades y países; adoquines por donde marcharon los alabarderos de la conquista, los gauchos de la independencia, los carros de caballos, el tranvía del progreso, y los primeros años de mi vida.

Rocas, cascotes y adoquines...

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

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Con ansias de conocimientos, “devoré” los libros de la biblioteca del liceo y de las que estaban cerca de su itinerario.

Además, el “abono estudiantil” me dio la oportunidad de ir a los más recónditos lugares de la ciudad. Solo era necesario que hubiese un par de rieles próximos.

Esa fue la época de mi juventud. Y mientras conocía aquel Montevideo,

divagaba en el romanticismo de escribir versos, la fe de una religión pura y el ideal de un mundo mejor.

Otra de las pocas cosas a la que quisiera volver, es al Liceo Bauzá en 1945 y en segundo año “C” del turno vespertino.

Y no porque fui el mejor estudiante. Por lo contrario, tuve que presentar

examen de todas las materias.Pero en ese año fui componente de dos o

tres barras, que con el tiempo serían la base de grandes amistades, comencé a asistir a conciertos musicales y a clubes de jazz y de tango.

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Tuve la fortuna de una juventud inolvidable.

El Uruguay vivía la democracia perfecta, ubérrima economía, igualdad social, auge industrial y cultural. Una utopía hecha realidad.

Estudié en el viejo Liceo Bauzá, el de la avenida Agraciada.

Un liceo tan democrático que a él asistían, sin diferencia, los hijos del presidente y los de los obreros suburbanos.

Al ver pasar el coche del primer magistrado, manejado por él, y sin escoltas, hacíamos bromas a sus hijos. Y a la salida del instituto nos apretujábamos en los tranvías, todos igual.

Tuvimos profesores de múltiples tipos, desde los clásicos dogmáticos inflexibles a los liberales de ideas sociales que nos enseñaron a pensar... y dudar de las verdades absolutas.

Todo eso fue posible gracias al tranvía 16, el que iba desde la Aduana al Cerro con un recorrido casi circular.

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

1942 – EL BAUZÁ Y EL 16

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Año 1944 - Tranvía 16 pasando frente al Liceo Bauzá antiguo en Avda. Agraciada,Se ve atrás (a la izquierda) el bar en la esquina de calle Francisco Gómez

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Años después era adquirida por un equipo de fútbol...

¡Y lo primero que hicieron fue reformarla, destruyendo ese frente y convirtiéndola en un funcional club de paredes lisas!

Nos dolió, pero... era lógico. Es natural que aquellos que se ganan la vida con los pies, no piensen con la cabeza.

Ya mayor, me casé con María Teresita, quien fue al Colegio de Monjas en vez del Liceo Bauzá, no coincidíamos en el tranvía 16, y era una de las nietas del antiguo dueño de esa mansión. La vida tiene extraños viruetos.

Terminé el liceo. El introspectivo y huraño niño se había vuelto un joven inquieto, altanero, inconforme, soñador, reo y ecléctico, tímido e intrépido, amante de la poesía y la industria.

Una amalgama de Rocco, Davide, Pablo, Letizia, Roque, Valentín. Y de muchos seres que quedaron en el ayer.

Pero, ya era un individuo.Ya no importaba que me llamase

Rosalino, o Titi, o el Roque David que pudo ser... tal vez.Diap 173

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

En ese año amplié mis recorridos yendo a puntos del país que ni los uruguayos iban. Y... me enamoré por primera vez.

Y por segunda, por tercera, cuarta, etc. con los respectivos fracasos. Solo el tranvía 16 supo el total de ellos.

En tercer año la vida comenzó a cambiar. Sin darnos cuenta iba surgiendo la responsabilidad y el criterio. Teníamos un profesor de Historia del Arte que fue nuestro Sócrates.

Aparte de hacernos pensar, hizo gustar esa materia árida para muchos del barrio. Pero no hay mejor enseñanza que la práctica mostrando la historia y el arte en cosas reales.

Nos llevaba a ver construcciones, en esa época no se salía en horas de clase. Recuerdo una gran casa que haría parte indirecta de mi vida. Era un palacete colonial en Belveder, cerca del Paso Molino. Una verdadera joya arquitectónica.

Pertenecía a Marcelino San Martín, uno de los antiguos dueños del Saladero Santa Catalina. Su frente clásico invitaba a dibujarlo, y lo hicimos. Esa mansión fue inolvidable

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

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Allí pude obtener grandes progresos técnicos como de conocimientos.

Pero, el fuego y el esmalte me perseguían.

En 1957, el 17 de diciembre, bajaba en Maiquetía del vuelo inaugural del cuatrimotor (de hélices) de Pan América.

Llegaba tras un sueño, siguiendo aquel amigo, artista de existencia efímera, que se llamó Ariel Severino.

Venía por seis meses a montar un horno. Han pasado 44 años y aún estoy en Venezuela.

Sobran razones. En esa tierra nacieron mis hijas María

Leticia y María Esther, se desarrollaron mis tres hijos y mi vida, mi hogar tuvo un techo y el pan de cada día.

Como Rocco, vine a hacer un camino. Como Pablo, mi padre; vine a dar, no ha

sacar.Puedo citarlos en paz. Di más de lo que

saqué. Ayudé a abrir el camino de la industria, del esmalte. Tuve la dicha de enseñar a usarlo... y la amargura de ser usado en él.

Pero, siempre, sin importar ni cuando ni donde, llevé dentro, aquel muchacho que escribía versos... y cuentos.Diap 174

CONTABA MI MADRECONTABA MI MADRE

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

A los 18 años conocí otra gran señora, una dama que fundó y mantuvo íntegro un clan, su nombre: María Esther San Martín de Delgado.

Decir que fue mi mejor amiga es poco.A esa edad comencé a trabajar en la

industria del esmalte, a los 25 me casé con una mujer excepcional que, a pesar de mi forma de ser, me ha soportado y acompañado.

Fue hija de esa dama y de un hombre que falleció en forma prematura, dejando once huérfanos. Nunca lo conocí, pero hasta los ateos y masones decían que era un santo varón.

A los 9 meses de casado nacía Juan Pablo, mi hijo, quien nada heredó de los etruscos, fue igual a su abuelo Juan Carlos Delgado.

En el esmalte tuve logros que me tildaron como proyectista en hornos (¿influiría el nacer en Fornacci?), más el mote de “loco” porque nunca acepté la frase: “eso es imposible de hacer”.

Luego, en 1954, fui llamado a la Oficina de Ingeniería de la mayor empresa de productos grasos en el país.

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

1957 – VENEZUELA Y EL FINAL

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Quizás, cuando observe las estrellas, el más allá infinito que le atrajo desde su infancia, piense que si hoy puede hacerlo es porque antes, atrás en el tiempo, tuvo ancestros en Italia, Argentina, Francia, Uruguay, Venezuela, nombres de distintos lugares del mismo planeta llamado tierra.

Que en esos lugares existieron un Ruocco, un Rocco y una Rosa, un Pablo y una Letizia, junto con Roque, Valentín, Silvio, Tereza, y muchos familiares más.

Que hubo una Teresita y un Rosalino, apodado Titi, que pudo ser Roque David, el cual un día terminó de escribir esto.

Espero haber merecido ser de la estirpe de Rocco y también de la Davide...

mis hijos juzgarán si fue así.Año 2001

corrección Marzo 2016 y viviendo en el Uruguay

de vuelta desde 26 de noviembre de 2007...oo0oo....

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ROQUE DAVID, TAL VEZ…

Hoy, ya retirado de la industria, con logros y frustraciones, con muchos recuerdos y pocos sueños, sólo puedo agregar:

Fui un hombre introvertido, irascible, estricto e idealista.

Soy un viejo agnóstico, impaciente, solitario y bohemio.

Fue y es difícil convivir conmigo... hasta para mí mismo.

Y así se llega al final, todo lo debe tener. Más que nada por los que se fueron y por

mi vida. Nunca lo será para los seres que

vendrán. Para éstos unicamente existe el futuro.Y, según decía aquel indio Guazú:Las hormigas vivas de los recuerdos se

transformaron en hormiguitas muertas de las letras sobre el papel.

Y también... ¿por qué no?.... a veces dejaron las marcas de sus patitas las mariposas de la imaginación.

Es mi deseo, como padre y como narrador, haber cumplido y que lo escrito sirva a mis hijos para comprender como fue el mundo que sus antepasados vivieron.

Y haber logrado lo que pedía María Leticia.

ROQUE DAVID, TAL VEZ…

El que lo escribió - 87 años

3 de abril de 2016

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Como fue realidad que viví los mejores años de esos dos grandes países, el Uruguay y Venezuela.

Los dos me dieron todo. Y yo me di todo a ellos.Tuve la felicidad de vivir sus progresos.Y la fortuna de no hacerme rico.Tuve la tristeza de vivir sus decadencias.Y la suerte de no volverme ruin.Hoy, con 80 años, miro hacia atrás y no

me arrepiento de ningún instante vivido. Son mi vivencia.Por que al Uruguay que me formó y a la

Venezuela donde me desarrollé los llevo en mí.

Nunca me los podrán quitar.Nunca me los podrán cambiar. 

Rosalino Carigi Aquilini2008

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El 27 de noviembre de 2007 volví al Uruguay.

El Uruguay que encontré no es el que dejé.

La Venezuela que dejé no es la que encontré.

Fueron cincuenta años en Venezuela.El tiempo todo lo cambia. El que se forma en un lado y hace su vida

en otro, será un extrañero en ambas partes. No es error de escritura.Porque además de ser extranjero en una

y en otra, cuando esté en una extrañará a la otra.

Queriendo expresar ese sentimiento, emulaba una canción:

–Ni soy de aquí, ni soy de allá…Y alguien me corrigió:–¿No será que es de aquí y de allá?Y era la realidad.

ANEXO EN EL 2008

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Hemos llegado al

finaly

como decía mi madre:

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FIN

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