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Documento # 76-04 INFORMACIÓN SOBRE FE Y ALEGRÍA - BÚSQUEDA DE LOS RECURSOS HUMANOS Y ECONÓMICOS - LA JUSTICIA EDUCATIVA, FUNDAMENTO Y RAÍZ DE LA JUS- TICIA SOCIAL Y DE LA JUSTICIA ESTRUCTURAL JULIO 15, 1976 TEMAS NUCLEARES: DESIGUALDADES SOCIALES - POBREZA, IGNORANCIA - EDUCACIÓN, PROMOCIÓN SOCIAL, JUSTICIA EDUCATIVA, ESTADO Y EDUCACIÓN, FINANCIAMIENTO PÚBLICO, ACCIÓN PÚBLICA, COOPERACIÓN DE LA SOCIEDAD, EDUCACIÓN CATÓLICA, PASTORAL - EVANGELIZACIÓN, SERVICIO A MUCHOS - CRECIMIENTO, ORGANIZACIÓN - GESTIÓN, AUTONOMÍA FUNCIONAL, PROMOCIÓN Y RELACIONES PÚBLICAS, RECURSOS, COMPAÑÍA DE JESÚS, CONGREGACIONES RELIGIOSAS 1. Objetivo de Fe y Alegría Fe y Alegría es un quehacer educativo para que los sectores marginados de nuestra población sean capaces de autodeterminarse integralmente en su promoción humana. La justicia educati- va es la justicia radical (radical viene de raíz), sin la cual nunca se llegará al árbol de la justicia social ni al de la justicia estructural. Alcanzar la justicia educativa es una meta de Fe y Alegría, que se concreta en la igualdad de oportunidades educativas para todos los hombres. Fe y Alegría es, por lo tanto, una vocación de servicio a muchos, que ha partido desde un co- mienzo insignificante y que cree firmemente que sus realizaciones logradas hasta ahora, de cierta dimensión frente a las obras aceptadas, son sólo una pequeña semilla de enorme poder germinal que alcanzará, en pocos años, un desarrollo proporcionado a las masas que quiere servir. 2. Búsqueda de los recursos humanos y económicos No es mi objetivo, en estas breves líneas, describir nuestro quehacer educativo en sí mismo, sino cómo hemos llegado al gran volumen externo que le da soporte y al aparato logístico que le proporciona sus recursos humanos y económicos, en forma constante e ininterrumpida; mos- trar que es posible un intento educativo que alcance extensamente al sector popular más injus- tamente tratado por nuestra sociedad, por el Estado y por la Iglesia. Diré de paso, solamente, que en la situación social y pedagógica contemporánea es una titáni- ca tarea, que no tiene modelos fáciles de imitar, lograr un tipo de educación popular integral, creativa, superadora de todas las dependencias que humillan a nuestro pueblo. Buscamos una buena educación que en sí misma sea para él la capacidad decisiva para autosuperarse y auto- liberarse. Creemos (con contradicciones, naturalmente) que estamos en una situación de despegue, que puede acelerar pronto el momento que ya hemos alcanzado tanto en la vía de la educación

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Justicia Educativa

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Documento # 76-04

IINNFFOORRMMAACCIIÓÓNN SSOOBBRREE FFEE YY AALLEEGGRRÍÍAA -- BBÚÚSSQQUUEEDDAA DDEE LLOOSS RREECCUURRSSOOSS HHUUMMAANNOOSS YY EECCOONNÓÓMMIICCOOSS -- LLAA JJUUSSTTIICCIIAA EEDDUUCCAATTIIVVAA,, FFUUNNDDAAMMEENNTTOO YY RRAAÍÍZZ DDEE LLAA JJUUSS--TTIICCIIAA SSOOCCIIAALL YY DDEE LLAA JJUUSSTTIICCIIAA EESSTTRRUUCCTTUURRAALL

JJUULLIIOO 1155,, 11997766 TTEEMMAASS NNUUCCLLEEAARREESS:: DDEESSIIGGUUAALLDDAADDEESS SSOOCCIIAALLEESS -- PPOOBBRREEZZAA,,

IIGGNNOORRAANNCCIIAA -- EEDDUUCCAACCIIÓÓNN,, PPRROOMMOOCCIIÓÓNN SSOOCCIIAALL,, JJUUSSTTIICCIIAA

EEDDUUCCAATTIIVVAA,, EESSTTAADDOO YY EEDDUUCCAACCIIÓÓNN,, FFIINNAANNCCIIAAMMIIEENNTTOO PPÚÚBBLLIICCOO,, AACCCCIIÓÓNN PPÚÚBBLLIICCAA,, CCOOOOPPEERRAACCIIÓÓNN DDEE LLAA SSOOCCIIEEDDAADD,, EEDDUUCCAACCIIÓÓNN

CCAATTÓÓLLIICCAA,, PPAASSTTOORRAALL -- EEVVAANNGGEELLIIZZAACCIIÓÓNN,, SSEERRVVIICCIIOO AA MMUUCCHHOOSS --

CCRREECCIIMMIIEENNTTOO,, OORRGGAANNIIZZAACCIIÓÓNN -- GGEESSTTIIÓÓNN,, AAUUTTOONNOOMMÍÍAA FFUUNNCCIIOONNAALL,, PPRROOMMOOCCIIÓÓNN YY RREELLAACCIIOONNEESS PPÚÚBBLLIICCAASS,, RREECCUURRSSOOSS,, CCOOMMPPAAÑÑÍÍAA

DDEE JJEESSÚÚSS,, CCOONNGGRREEGGAACCIIOONNEESS RREELLIIGGIIOOSSAASS

1. Objetivo de Fe y Alegría Fe y Alegría es un quehacer educativo para que los sectores marginados de nuestra población sean capaces de autodeterminarse integralmente en su promoción humana. La justicia educati-va es la justicia radical (radical viene de raíz), sin la cual nunca se llegará al árbol de la justicia social ni al de la justicia estructural. Alcanzar la justicia educativa es una meta de Fe y Alegría, que se concreta en la igualdad de oportunidades educativas para todos los hombres.

Fe y Alegría es, por lo tanto, una vocación de servicio a muchos, que ha partido desde un co-mienzo insignificante y que cree firmemente que sus realizaciones logradas hasta ahora, de cierta dimensión frente a las obras aceptadas, son sólo una pequeña semilla de enorme poder germinal que alcanzará, en pocos años, un desarrollo proporcionado a las masas que quiere servir.

2. Búsqueda de los recursos humanos y económicos No es mi objetivo, en estas breves líneas, describir nuestro quehacer educativo en sí mismo, sino cómo hemos llegado al gran volumen externo que le da soporte y al aparato logístico que le proporciona sus recursos humanos y económicos, en forma constante e ininterrumpida; mos-trar que es posible un intento educativo que alcance extensamente al sector popular más injus-tamente tratado por nuestra sociedad, por el Estado y por la Iglesia.

Diré de paso, solamente, que en la situación social y pedagógica contemporánea es una titáni-ca tarea, que no tiene modelos fáciles de imitar, lograr un tipo de educación popular integral, creativa, superadora de todas las dependencias que humillan a nuestro pueblo. Buscamos una buena educación que en sí misma sea para él la capacidad decisiva para autosuperarse y auto-liberarse.

Creemos (con contradicciones, naturalmente) que estamos en una situación de despegue, que puede acelerar pronto el momento que ya hemos alcanzado tanto en la vía de la educación

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formal, como en la de los institutos radiofónicos (sistema ECCA). Si la Compañía comprendiera ese momento podríamos, en una etapa cronológica semejante a la que hemos recorrido, aña-dirle un cero a los 125.000 alumnos que ya educamos en 1976.

Quizá esta suma dejaría de ser simbólica ante la inmensidad de nuestra América y presentaría por sí sola un auténtico compromiso de la Compañía de Jesús con los pobres. Lo difícil es per-suadir a la Compañía de Jesús. Lo fácil sería entonces tener un alumnado de un millón dos-cientos cincuenta mil marginados.

Sé que no es prudente decir estas palabras pero en realidad, sería todavía menos operante dejar de pronunciarlas.

Para que una afirmación como la que estoy haciendo parezca menos inverosímil, quiero des-arrollar ante ustedes, las cuatro líneas de persuasión que ha dinamizado Fe y Alegría.

Antes enunciaré muy de pasada que el trabajo de Fe y Alegría presupone dos realidades: la primera es una base de espíritu apostólico, que mira hacia "todas las gentes" con el impulso a que nos lanzó el Señor; la segunda es el espectáculo de centenares y quizá millares de subur-bios y zonas rurales de nuestra América, que no sólo están marginadas de los bienes materia-les de nuestra civilización, sino sobre todo de los grandes valores culturales y, lo que es más, desposeídas, sin mucho pesar de la Iglesia, de los auxilios que merece toda verdadera cris-tiandad.

Como acabo de decir, la persuasión de Fe y Alegría se ha dirigido, primero, a la Compañía de Jesús; segundo, a las congregaciones religiosas; tercero, a las entidades y personas que podían darnos ayuda económica; y cuarto, a los gobiernos.

2.1. Persuasión dirigida a la Compañía

Quizá nadie como ustedes saben por experiencia que es difícil persuadir a un jesuita y muchísimo más, a la Compañía jerárquica. Toda corporación con mucha historia y con grandes éxitos pasados es difícil de modificar.

Fe y Alegría buscó siempre el apoyo de la Compañía, pero no de un modo facilitón o impremeditado. Desde el primer momento, comprendimos el valor del apoyo jesuíti-co, pero nos impusimos la obligación de merecer confianza, demostrando como ga-rantía de eficacia, una obra realizada que estuviera muy por encima de las verbalizaciones corrientes. Esa demostración habría de atraer a valiosos voluntarios.

Por fuerza comenzando de la nada, tuvimos que atravesar un largo período de ver-dadera clandestinidad. Era la clandestinidad de la insignificancia. En ese tiempo as-pirábamos solamente a una actitud de permisividad pasiva de parte de los superiores. Había que respetar, por propia convicción, la absurda distribución del personal jesuítico al estilo de los colegios tradicionales, hasta ofrecer otra opción distinta, viable y robusta. La verdadera contestación sólo tiene porvenir cuando su-pera las promesas y los proyectos, cuando crea y cuando convence con eso. Existen ya modelos distintos, que por su vitalidad, hacen anticuados los prototipos tradicio-nales o al menos merecen convivir con ellos en plan de igualdad.

De hecho, Fe y Alegría necesitó llegar a los cincuenta mil alumnos y estar estableci-da con relativa solidez en cinco países hispanoamericanos, para empezar a contar con cierta atención de algunos Provinciales.

Es bastante aproximado decir que no entramos en nuestras casas por las puertas, sino por las ventanas, en los numerosos programas que nos prestó la televisión en donde ésta existía. Debo señalar como marcada excepción, que en Bolivia fuimos aceptados oficialmente desde el primer momento.

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El crecimiento posterior, que nos ha hecho pasar de los cien mil alumnos, nos ha conducido a una especie de legitimación, que se refleja en los nuevos destinos a Fe y Alegría que constituyen ahora los equipos jesuíticos de Bolivia, Perú, Ecuador y Ve-nezuela. Con un padre colombiano y otro centroamericano formamos un conjunto de unos 18 miembros a tiempo completo y en una ocupación específicamente propia de Fe y Alegría. Hay otros padres y hermanos que trabajan a tiempo parcial o a tiempo completo en algunos de nuestros colegios, pero sin pertenecer al nivel directivo o coordinador.

El actual Provincial de Venezuela nos ha dado pruebas de verdadero interés. Entre otras, esta reunión en la cumbre, que él ha propuesto, y que ustedes han aceptado generosamente.

Al P. General le debo varias cartas de aliento, un apoyo especial a una reunión infor-mativa de delegados de las Provincias de nuestra Asistencia tenida en Caracas y, co-mo supongo, algunas recomendaciones que nos han facilitado la posible entrada en algunas Provincias. Como punto práctico añado que no le pedimos a la Compañía personal que esté al nivel de los cargos de un colegio tradicional, sino algunos pocos sujetos con capacidad para un apostolado coordinador o gerencial o jóvenes con posi-bilidad de alcanzar por entrenamiento esa clase de aptitud.

El personal de base lo buscamos sistemáticamente fuera de la Compañía, de manera que preferimos que ni el director de nuestros colegios sea jesuita.

2.2. Persuasión dirigida a las comunidades religiosas femeninas y a personas consagradas Lo que no era posible ni previsible encontrar en la Compañía, lo hemos buscado con asiduidad especialmente entre las congregaciones religiosas femeninas y, en mucho menor número, entre sacerdotes seculares y religiosos.

Los primeros contactos se han debido, en general, a nuestra campaña popular, en la que todos los años salimos a la calle para recolectar fondos. Esto presupone hablar con muchos directores y directoras de colegios, para que permitan a su alumnado par-ticipar en la campaña. La información de nuestros objetivos de Educación Popular In-tegral en los barrios más difíciles y abandonados ha ido ablandando a muchas religiosas. Después, una visita demostrativa a nuestros centros les ha puesto de relie-ve necesidades enormes, que apenas sospechan. Luego ha venido nuestra oferta de un colegio en un barrio determinado. La oferta hay que repetirla en diversas puertas sagradas, hasta que un día llega la feliz noticia de la aceptación. En este último paso, una casa para habitación de las hermanas, algunas aulas ya construidas, un terreno amplio donde proseguir las mejoras y el crecimiento previsible, dan el golpe de gracia.

El sustento de las religiosas y los sueldos de todo el personal seglar son la parte más onerosa que toma Fe y Alegría bajo su responsabilidad. Pero por la valerosa actitud apostólica de cerca de quinientas hermanas de más de sesenta congregaciones distin-tas, nos ha sido fácil y exitoso entregarles una plena autonomía en la dirección de los colegios. Gracias a ellas es coherente la cooperación de cerca de cinco mil seglares en el profesorado y en los trabajos auxiliares. Así ha sido posible llegar a doscientos cincuenta colegios, con algo más de ciento veinticinco mil alumnos. Esta cifra da un promedio de unos siete mil alumnos por cada jesuita en un puesto de coordinación.

El esfuerzo constante que hemos puesto en la cooperación de las religiosas y en una parte apreciable de los seglares ha sido muy satisfactorio.

Sin duda que ustedes se han preguntado cómo hemos podido sostener este extenso equipo de cooperadores. Esta respuesta está dada por la ayuda económica que hemos podido lograr de los particulares y por la presión continuada al erario público.

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Parece comprensible que el jesuita que dirija una oficina semejante no cabe fácilmente en los moldes de uno de nuestros colegios, pero si empieza joven su preparación no necesita ser ningún genio. La tarea de un hombre semejante no es fácil de compren-der y a los que se acercan a verlo, generalmente, les produce la típica reacción que sienten los intelectuales ante un capitán de empresa. Quizá el valor mas olvidado en nuestra formación sea la integración y el equilibrio entre los más nobles ideales y pro-yectos y el apertrechamiento de los recursos con que realizarlos.

2.3. Persuasión a las entidades y personas que podían darnos ayuda económica Realizar colegios en serie es lo mismo que producir con antelación millones en serie. Este desafió insoslayable va paradójicamente unido al compromiso educativo con los pobres. Por sí solo implica lograr una atrayente imagen pública de servicio abnegado a las necesidades más urgentes de nuestro pueblo. Hay que cultivar a miles de perso-nas para los donativos medios y a cientos de miles capaces solamente de óbolos po-pulares. Esta participación va formando la conciencia pública.

Fe y Alegría ha sistematizado la cooperación económica en oficinas especializadas en esta finalidad. Ha sido concomitante a toda nuestra labor, la promoción organizada de los recursos económicos, que no hemos esperado del padrinazgo de la Compañía ni de ninguna forma poco adulta de afrontar los propios problemas hasta sus últimas consecuencias.

Muchos de ustedes tienen experiencia en la administración de un colegio y saben lo fatigoso que es afrontar todos los meses el gasto recurrente del pago del personal. Quizá sean muchos menos los que han gobernado un centro educativo gratuito, sin tener el sostenimiento de una fundación. Imaginen el peso abrumador de sostener hoy más de doscientos cincuenta colegios gratuitos, como lo hace Fe y Alegría.

Afortunadamente, no recaen todos los gastos en el mismo bolsillo ni la enorme carga doblega las mismas espaldas. La verdadera autonomía con que trabajamos reparte posibilidades y, por lo tanto, las cargas.

Nuestras oficinas de promoción han sido, desde la primera hora, la maquinaria realista que ha ido movilizando un verdadero ejército de amigos y simpatizantes, para que en-tre todos fuera factible un resultado casi poderoso.

Nuestras oficinas son relativamente rudimentarias. Por lo tanto necesitan ponerse al día en las variadísimas e inteligentes variedades que tienen las relaciones públicas. Todavía se podría añadir que algunas de ellas han recortado su acción con el logro de una imagen pública, que nos va amparando a todos, haciendo más fácil nuestra so-brevivencia y, también, por la llegada de las subvenciones oficiales.

Varias de nuestras oficinas, a pesar de sus imperfecciones, sostienen dos mil alumnos gratuitos, otras cuatro mil, ocho mil y hasta doce mil, como las de Lima y Caracas.

Fe y Alegría, en casi todas partes, ha hecho notables esfuerzos por apersonarse con seriedad de sus incumbencias económicas. Ésta ha sido la razón última de tipo ins-trumental que ha hecho posible nuestro crecimiento. El financiamiento que nos ha proporcionado nuestras oficinas, siendo modesto, ha tenido la virtud de hacernos in-dependientes. Los pequeños y medianos donativos no subordinan una obra a los do-nantes. Sobre todo, el dinero de la campaña anual no va condicionado por ninguna imposición. Esto nos ha permitido actuar libremente ante los gobiernos y en cualquier otra coyuntura.

Hay que subrayar el hecho de que nunca hubiéramos podido llegar al nivel actual de subvenciones de los Ministerios de Educación, si no hubiéramos tenido una obra a la

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vista y los elementos de gestión permanente, que nos proporcionaban las oficinas de promoción. Como en casi todos los países pasaron años hasta recibir subsidios apre-ciables, toda la etapa de fundación y crecimiento inicial hubo que afrontarla con los re-cursos propios. Estos nos dieron una representatividad suficiente para argumentar ante las esferas oficiales.

Como el dinero voluntario tiene amarras muy firmes y nunca fluye en favor de una obra de servicio social y humanitario poco visible, como es la educación, la labor in-formativa y persuasiva de las oficinas de promoción es en sí misma una constante la-bor apostólica. Sólo las personas que tienen una rica sensibilidad pueden hacerse cargo de esta tarea de relaciones humanas.

Salvo los contenidos educativos que debemos perfeccionar sin descanso, ninguna otra labor es más importante, no tiene más determinantemente las llaves del futuro, que la de nuestras oficinas de promoción.

2.4. Persuasión a los gobiernos La convicción filosófica de que la justicia educativa es la más injustamente tratada de todas las justicias nos acompañó desde antes de nacer Fe y Alegría y, si nos atrevi-mos a comenzar nuestros planteles educativos, fue porque creímos sólidamente que, luchando con otros y demostrando la ejemplaridad de estar verdaderamente compro-metidos con los pobres de carne y hueso, empezaría a amanecer para nosotros la jus-ticia.

En este arduo camino es paradójico decir que la mayor dificultad no la hemos encon-trado en los gobiernos, sino en llegar a una acción mancomunada de los educadores católicos. La verdad escueta es que esto no lo hemos logrado en plenitud todavía.

Aquí en Venezuela, donde durante dieciséis años no percibimos subsidios del Ministe-rio de Educación y donde desde hace cinco años hemos logrado una ayuda oficial cre-ciente, el mayor obstáculo para una reclamación cívica de los derechos de nuestros alumnos lo constituyó la misma Asociación Venezolana de Educación Católica y la co-rrelativa organización de padres de familia. La indiferencia de los nuestros en este punto fue perfecta.

La tesis de estas organizaciones, que debieron levantar la bandera de la justicia edu-cativa, pensaba que un régimen de subsidios era éticamente justo, pero que parecía completamente irreal aspirar a conseguirlo en Venezuela por los antecedentes laicis-tas de nuestros gobiernos.

En protesta contra esta reiterada actitud, no volví a pisar durante unos ocho años las reuniones ni la sede de la Asociación Venezolana de Educación Católica, haciendo constantemente hincapié en su cobardía y en su abandono culpable de la educación de los pobres.

Una circunstancia de subida repentina de sueldos, que ponía en grave aprieto a una parte considerable de los colegios católicos, originó un cambio de política.

Antes de cumplirse un año de llevar a la consideración de todos los partidos políticos la crítica situación de la educación católica, había comenzado un régimen de subven-ciones. Era tímido y estrecho pero nos permitió sobrevivir. Un sistema de conversacio-nes permanentes con el Ministerio de Educación nos fue ampliando y mejorando los subsidios.

Hoy la puerta de la igualdad se abriría plenamente si de la diplomacia de pasillos pa-sáramos a una manifestación pública de nuestros derechos apoyados por todos nues-tros planteles.

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Concretando en números, hoy en Venezuela recibimos aproximadamente el 90% de los sueldos, prestaciones sociales y seguro de unas mil setecientas treinta y siete per-sonas que trabajan en Fe y Alegría.

No sólo esto, sino que en parte importante se obtuvo un régimen parecido para más de cuatrocientos colegios católicos de pensiones populares.

Antes de las subvenciones del Gobierno nacional ya habíamos conseguido subsidios atractivos por parte de algunos estados (provincias) y de algunos municipios. La razón de estas cooperaciones es que es relativamente fácil dialogar con las autoridades respectivas en el nivel municipal y provincial.

Los principios de la justicia educativa los hemos aplicado en todas partes. Donde mejor resultado han obtenido ha sido en Bolivia, donde el Estado, por medio de un contrato con el Ministerio de Educación, nos paga todo el personal, comprendidos los maestros, profesores, directores y auxiliares de aseo, custodia y administración. Además de los sueldos, el personal de Fe y Alegría goza de escalafón, retiro y todas las ventajas sociales del personal oficial. Esta favorable situación se extiende a do-centes y auxiliares. Una situación parecida, aunque más limitada en cuanto al núme-ro de nuestro personal, hemos conseguido en Perú Colombia, Panamá, Nicaragua y El Salvador. La más restringida forma de subsidios es la que se ha alcanzado en El Ecuador.

Llegando solamente a cifras aproximativas, podemos decir que el monto total actual, en el conjunto de los países en que trabajamos, es de unos nueve millones de dóla-res al año, cifra que nos permite una autonomía y capacidad para lograr otro tanto por nuestra iniciativa propia, si consideramos el valor de lo que promovemos en di-nero efectivo y en un gran conjunto de bienes y servicios, que provienen de nuestros colaboradores.

La más trascendental labor de Fe y Alegría, en este mismo sentido, es alcanzar a ser una especie de catalizador dentro de las organizaciones que federan a la educa-ción católica en nuestros países hermanos.

Si pudiéramos realizar el difícil milagro de que la Compañía de Jesús incluyera en la "defensa de la fe y promoción de la justicia", esta justicia educativa que es germen y acelerador de todas las demás justicias, creo que estaríamos dándole otra faz a este continente, ya que nuestra decisión influiría a la larga en todas las congregaciones educativas, que es decir lo mismo que en toda la pastoral educativa de la Iglesia. Llegaría a nuestro pueblo bautizado una edad de oro espiritual en que la Iglesia se-ría con propiedad Mater et Magistra.

3. La justicia educativa, fundamento y raíz de la justicia social y de la justicia estructural Las formas de democratización educativa por parte de la Iglesia serán ilusorias o adquirirán niveles meramente simbólicos, si no trabajamos tesoneramente por lograr la justicia educati-va en los presupuestos nacionales de educación. Fe y Alegría, en su soledad y en su peque-ñez inicial, se trazó ese propósito de luchar por esta justicia radical sin la cual jamás habrá justicia social, y mucho menos se podrá soñar en una justicia estructural que sustituya y de-rribe el capitalismo, que es una modalidad más del feudalismo.

Usando una gran simplificación, podríamos decir que el feudalismo era una simbiosis domi-nante de los barones medievales, dueños de fortalezas y manadas particulares, con numerosos siervos de la gleba.

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El capitalismo, de modo al menos paralelo, está tejido con barones letrados, asistidos por cor-tes de letrados que manejan un pueblo someramente o nulamente letrado, del cual extraen organizadamente el caudal constante de las plusvalías colectivas.

El mejor equipamiento de conocimientos y disciplinas organizativas que le ha permitido dominar los bienes de producción, le capacita también al capitalista para mantener su supremacía sobre gentes amarradas, sobre todo, por su propia ignorancia.

Sin pueblos plenamente educados, jamás se podrán sobrepasar los estadios evolutivos de las actuales sociedades.

Nuestras ansias de justicia serán meras declamaciones, que algunos magnifican de proféticas y que sería mejor calificar, muchas veces, de inconscientes cacareos.

La democracia educativa tiene que preceder a la democracia económica y a la democracia so-cial. Mientras el saber y el poder de los hoy marginados no constituyan una fuerte minoría or-ganizada y, después, un saber y un poder mayor que el de las clases establecidas, no habrá justicia. Esa sería la obra de la Iglesia: preparar por la educación del pueblo esa mayoría.

¿Como puede haber democratización de la educación católica, cuando ni siquiera uno de cada diez colegios o universidades de la Iglesia pueden ser gratuitos...?

Al lado crece gigantesca la democratización escolar del Estado, perfilando como un pequeño apéndice nuestros colegios para privilegiados.

¿Cómo podremos tener una imagen pública sincera y estimable, cuando el régimen de pensio-nes, segregador y exclusivista, nos presenta y nos seguirá presentando en forma cada vez más dramática, como servidores y niñeras de las clases establecidas?

Se comprende la antipatía y el odio creciente que suscita en amplios sectores la educación católica, aliada y podríamos decir que encadenada a los que menos necesitan de nuestra ayu-da, lejana, despreocupada de los más pobres que sin educación seguirán casi bestias de car-ga.

Parece que viviéramos en la época en que educarse era privilegio de pocos y no se hubiera verificado ya totalmente el cambio más revolucionario de la historia, en que la educación, en sus niveles más altos, es derecho de todos.

En nuestras directrices socioeducativas se recomienda todavía establecer fundaciones para poder pagar algunas becas, turnos vespertinos semigratuitos, pasantías sociales de nuestros alumnos, excursiones paternalistas para ayudar a los campesinos, pensiones proporcionales y otros ungüentos semejantes que engañan nuestras atrasadas y cómodas conciencias.

¿Cual es el compromiso sincero y profundo con los pobres si la Compañía tiene abandonada la pastoral educativa con los pobres y marginados?

Los pocos jesuitas que trabajamos educativamente con los pobres somos hoy, más bien, una pantalla, para que la inmensa mayoría de nuestra gente siga trabajando con los ricos y con los semi-ricos.

En el balance definitivo de la ayuda que nos ha dado la Compañía, hechas numerosas excep-ciones, todavía tendríamos que escribir: mezquindad y miopía. Lo mismo podríamos decir en general, de las congregaciones educadoras, respecto a la educación popular.

El cambio veloz de nuestro tiempo impacta, desorienta y hiere a veces mortalmente a las insti-tuciones que no lo asimilan. Por eso tiene explicación la miopía y la mezquindad de la Iglesia en no trabajar en la educación de los pobres, que en muchos países es casi sinónimo de traba-jar en la educación de todos.

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Si nos preguntamos por qué no nos dedicamos a educar a los pobres, la respuesta será casi siempre la misma. ¿Cómo se sostiene un colegio y una universidad gratuita? ¿Cómo se sos-tendrían miles de colegios y universidades gratuitas en toda la extensión de nuestra América?

¿Es esto posible? Absolutamente posible, de la misma manera que es posible la educación oficial en todas las naciones.

Cada niño, cada joven o cada adulto que desea educarse, tiene un derecho de ciudadanía para hacerlo con la ayuda del Estado. Ese derecho no lo pierde cuando, en uso de su libertad, respetada por todas las constituciones civilizadas, escoge un centro educativo privado. No cae a ser un ciudadano de segunda categoría por tomar esta decisión ni le da derecho al Estado a castigarlo y segregarlo, por no acudir a las puertas de los liceos o universidades oficiales.

Este derecho de todo ciudadano a ser subvencionado en pie de igualdad, si no tiene recursos para hacerlo por sí mismo, está mayoritariamente irrespetado por la ley de casi todo nuestro continente iberoamericano. De hecho, en casi todos nuestro países, hay algunas formas limos-neras de subvención a la llamada educación privada; pero son muy estrechas y distan muchí-simo de la justicia educativa, que lleva consigo la igualdad de oportunidades educativas para todos.

No es mi intención ofrecer a ustedes los argumentos que hacen buena y justa una amplia polí-tica de subvención y estimulo a las iniciativas educativas no oficiales.

Estos argumentos son filosóficos, de tipo administrativo, de mejores logros educativos y de servicio real a los ultra marginados, que nuestros propios gobiernos no atienden ni con la más severa escolarización.

Quiero entre todo subrayar, primero, que en la lucha hábil y tesonera en favor de la justicia educativa, exigida a nuestros gobiernos, está la única vía para la extensa democratización de la educación católica; segundo, que los gobiernos no hacen justicia, sino por presión de la ciudadanía a quien representan; y tercero, que la abulia y la indiferencia en la reivindicación de estos derechos esenciales a la dignidad humana es no sólo típica de los católicos en ge-neral, sino muy especialmente de los sociólogos y educadores de la Compañía. Los sociólo-gos están todavía, en algunas de nuestras Provincias, negativamente encarnizados contra nuestra educación tradicional. Nuestros educadores duermen guardando las ilustres y ahora carcomidas murallas que heredaron. Casi todos pasan indiferentes ante la más terrible de las injusticias, que hace semihombres a los pobres y a los marginados paralíticos mentales en la edad de la explosión del conocimiento, tarados sociales a perpetuidad y rebaño de agitadores y demagogos.

Al propugnar un sistema justo de subvenciones tanto para la educación oficial como para la no oficial, no estamos reclamando privilegios, sino estricta justicia educativa.

No son propiamente la Iglesia ni los colegios privados los que tienen derecho a las subven-ciones del erario público, sino cada alumno que acude a estos centros educativos es estric-tamente un sujeto de derecho, que transfiere lógicamente a la escuela, colegio o universidad escogido por él o por sus representantes.

Es gallardo y socialmente atrayente defender ante el Estado este derecho de los débiles. Si los hombres de la Iglesia empuñáramos valerosa y constantemente esta bandera, entregaríamos a nuestro pueblo los instrumentos para su gran transformación.

Es falso, por otra parte, que las subvenciones exigidas cívicamente y arrancadas al Estado por una ciudadanía consciente nos hagan dependientes o sometidos.

Lo que nos hace vejados y oprimidos por nuestros gobiernos es nuestra cobardía y nuestra desorganización.

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Cuando se plantea esta situación deshonrosa, en la mayoría de nuestros países casi todas las personas respetables y con reconocidos méritos educativos dice: en este país es imposi-ble que el Gobierno conceda subvenciones. Aquí no hay siquiera presupuesto suficiente para las escuelas oficiales... ¿Cómo les van a dar subvenciones a los privados?

Sin entrar en las respuestas obvias afirmo que históricamente se puede decir que en las na-ciones donde la educación católica se ha organizado para hacer valer los derechos de sus alumnos, se ha conseguido la igualdad con la educación oficial o al menos muy importantes concesiones a esa igualdad.

La faz de la Iglesia en muchas naciones cambiará sustancialmente si se dedica, sin la segre-gación de las pensiones, a la educación de todos y, como es lógico y evangélico, en mucho mayor grado a la educación de los pobres. Estos también tienen derecho a entrar en los co-legios católicos y a que el Estado pague en una forma o en otra sus colegiaturas.

Fe y Alegría se fundó para demostrar que era posible la educación católica de los pobres; para hacer ver con hechos que el número de educandos marginados podía ser muchísimo mayor que lo antes acostumbrado; para presentar con experimento totalmente distinto y más eficiente del uso del personal jesuítico; para comprobar que se podía movilizar miles de se-glares y cientos de religiosas si se levantaba esta consigna; para luchar con tesón por la jus-ticia educativa concretada en la justicia en la distribución de los presupuestos educativos nacionales; para ponernos a prueba de si era posible ensayar una empresa transnacional educativa iberoamericana; y, por fin, para despertar un ejército de recursos dormidos, que todos manejan de una o de otra manera, pero que, sistematizados y puestos en producción en serie, pueden configurar un grande y pacifico poder ofrecido en servicio de muchos her-manos que más lo necesitan.

El mayor servicio que podría prestar Fe y Alegría a la Compañía es extender su experimento a nuevas Provincias de nuestras dos Asistencias.

VVEERRSSIIÓÓNN EEDDIITTAADDAA YY CCLLAASSIIFFIICCAADDAA EENN JJUULLIIOO 22000066//MMBBYY