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CODERCH Y EL TEAM X José Antonio Coderch de Sentmenat (1913–1984 Barcelona) fue uno de los arquitectos españoles más relevantes durante las décadas de los años 50 y 60 principalmente y también uno de los más internacionales, sino el que más, pues sus escritos, actitudes personales y parte de su obra, tuvieron eco en muchas ocasiones más allá de nuestras fronteras. A lo largo de estas líneas nos centraremos en un aspecto de su trayectoria profesional no tan explotada como sus teorías arquitectónicas o el análisis de obras tan determinantes para generaciones posteriores como pudieran ser la Casa Ugalde o edificios de viviendas como La Barceloneta o el de la callle J. S. Bach, trataremos de desarrollar sus relaciones con el grupo Team X y los nexos de unión que justificarían su participación en este grupo “secesionista” que supuso el epitafio de los CIAM y todas sus objetivos y consecuencias formales para el campo de la arquitectura. El Team X definido como un heterogéneo grupo de arquitectos no sólo por sus diversas procedencias sino también por unas carreras profesionales paralelas pero no coincidentes aunque sostenidas siempre por ese carácter social, humanista, en cierto modo de izquierdas y ligeramente utópico, de sus propuestas. Realmente sus primeros contactos internacionales se remontan al interés demostrado por el arquitecto italiano Gio Ponti por la Casa Garriga Nogués durante la celebración de una exposición dedicada a la Arquitectura Hispanoaméricana el 10 de Mayo de 1949. Ponti entonces era un referente indiscutible en las primeras obras de un Coderch y considerado su maestro a lo largo de su trayectoria profesional. Tras ese interés surgen publicaciones e intervenciones públicas de Ponti y de otro arquitecto italiano, Sartoris, y son estas voces autorizadas y su poder influyente en Italia defendiendo una opción “mediterraneista” próxima al realismo y a la búsqueda de los referentes en la tradición y costumbres, lo que propicia que la obra de Coderch empiece a ser conocida más allá de España. Se podía entonces pensar que Coderch habría alcanzado su “techo” internacional con su elección como Comisario del pabellón español en la IX Trienal en Milán (1951), gracias nuevamente a la influencia de Gio Ponti (miembro de la Junta Ejecutiva de la Trienal), la materialización final del pabellón y la publicación algunas de sus obras en “L´Architecture d´Aujourd´hui”, pero no, el Team X todavía no había aparecido y la aspiración de éstos a ser un grupo internacional supuso que miraran, aunque fuera sólo de reojo, hacia España. La crisis del movimiento Moderno, o como afirma Ignasi de Solà-Morales “diferentes tipos de crisis que forman parte de las contradicciones que comporta la misma idea de Movimiento Moderno coherente y unitario” comienza a aflorar tras la II G.M. en las discusiones y propuestas arquitectónicas del momento. Tras la celebración en 1947 del VI CIAM (Bridgewater, Inglaterra) comienzan a aparecer críticas hacia el funcionalismo vigente hasta el momento y hacia la Carta de Atenas, declarada años atrás durante el IV CIAM y cuyo lema “La ciudad funcional” fue el anticipo de este documento, el más notorio y retórico fruto de los CIAM a lo largo de su historia. Una grieta profunda entre las convicciones funcionalistas de preguerra y los jóvenes arquitectos comienza a hacer aparición. Durante la celebración de este VI CIAM se declaró que “el objetivo de los CIAM es trabajar para la creación de un entorno físico que satisfaga las necesidades emocionales y materiales de las personas”, y opiniones como las de un joven Aldo van Eyck nos hacían presagiar el nuevo rumbo sociológico de las propuestas arquitectónicas cuando decía que “lo que hay que buscar es una arquitectura que satisfaga las necesidades humanas”. Es en este momento cuando los nuevos términos del Existencialismo entran en escena: humanismo, emociones, memoria, crecimiento espiritual, auténtico, válido,… y se prefieran utilizar términos más cargados de connotaciones extratectónicas como pudieran ser: umbral, recorrido, experiencias, asociación,... La ruptura definitiva entre las figuras consolidadas del mundo arquitectónico del momento y esa hornada de jóvenes arquitectos que irrumpían con nuevos objetivos llegó con el IX CIAM (Aix-en-Provence, 1953) cuando esta nueva

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CODERCH Y EL TEAM X

José Antonio Coderch de Sentmenat (1913–1984 Barcelona) fue uno de los arquitectos españoles más relevantes durante

las décadas de los años 50 y 60 principalmente y también uno de los más internacionales, sino el que más, pues sus

escritos, actitudes personales y parte de su obra, tuvieron eco en muchas ocasiones más allá de nuestras fronteras.

A lo largo de estas líneas nos centraremos en un aspecto de su trayectoria profesional no tan explotada como sus teorías

arquitectónicas o el análisis de obras tan determinantes para generaciones posteriores como pudieran ser la Casa Ugalde o

edificios de viviendas como La Barceloneta o el de la callle J. S. Bach, trataremos de desarrollar sus relaciones con el grupo

Team X y los nexos de unión que justificarían su participación en este grupo “secesionista” que supuso el epitafio de los

CIAM y todas sus objetivos y consecuencias formales para el campo de la arquitectura. El Team X definido como un

heterogéneo grupo de arquitectos no sólo por sus diversas procedencias sino también por unas carreras profesionales

paralelas pero no coincidentes aunque sostenidas siempre por ese carácter social, humanista, en cierto modo de izquierdas

y ligeramente utópico, de sus propuestas.

Realmente sus primeros contactos internacionales se remontan al interés demostrado por el arquitecto italiano Gio Ponti

por la Casa Garriga Nogués durante la celebración de una exposición dedicada a la Arquitectura Hispanoaméricana el 10

de Mayo de 1949. Ponti entonces era un referente indiscutible en las primeras obras de un Coderch y considerado su

maestro a lo largo de su trayectoria profesional. Tras ese interés surgen publicaciones e intervenciones públicas de Ponti y

de otro arquitecto italiano, Sartoris, y son estas voces autorizadas y su poder influyente en Italia defendiendo una opción

“mediterraneista” próxima al realismo y a la búsqueda de los referentes en la tradición y costumbres, lo que propicia que la

obra de Coderch empiece a ser conocida más allá de España.

Se podía entonces pensar que Coderch habría alcanzado su “techo” internacional con su elección como Comisario del

pabellón español en la IX Trienal en Milán (1951), gracias nuevamente a la influencia de Gio Ponti (miembro de la Junta

Ejecutiva de la Trienal), la materialización final del pabellón y la publicación algunas de sus obras en “L´Architecture

d´Aujourd´hui”, pero no, el Team X todavía no había aparecido y la aspiración de éstos a ser un grupo internacional supuso

que miraran, aunque fuera sólo de reojo, hacia España.

La crisis del movimiento Moderno, o como afirma Ignasi de Solà-Morales “diferentes tipos de crisis que forman parte de las

contradicciones que comporta la misma idea de Movimiento Moderno coherente y unitario” comienza a aflorar tras la II G.M.

en las discusiones y propuestas arquitectónicas del momento. Tras la celebración en 1947 del VI CIAM (Bridgewater,

Inglaterra) comienzan a aparecer críticas hacia el funcionalismo vigente hasta el momento y hacia la Carta de Atenas,

declarada años atrás durante el IV CIAM y cuyo lema “La ciudad funcional” fue el anticipo de este documento, el más

notorio y retórico fruto de los CIAM a lo largo de su historia. Una grieta profunda entre las convicciones funcionalistas de

preguerra y los jóvenes arquitectos comienza a hacer aparición.

Durante la celebración de este VI CIAM se declaró que “el objetivo de los CIAM es trabajar para la creación de un entorno

físico que satisfaga las necesidades emocionales y materiales de las personas”, y opiniones como las de un joven Aldo van

Eyck nos hacían presagiar el nuevo rumbo sociológico de las propuestas arquitectónicas cuando decía que “lo que hay que

buscar es una arquitectura que satisfaga las necesidades humanas”. Es en este momento cuando los nuevos términos del

Existencialismo entran en escena: humanismo, emociones, memoria, crecimiento espiritual, auténtico, válido,… y se

prefieran utilizar términos más cargados de connotaciones extratectónicas como pudieran ser: umbral, recorrido,

experiencias, asociación,...

La ruptura definitiva entre las figuras consolidadas del mundo arquitectónico del momento y esa hornada de jóvenes

arquitectos que irrumpían con nuevos objetivos llegó con el IX CIAM (Aix-en-Provence, 1953) cuando esta nueva

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generación, encabezada por A &P Smithson y Aldo van Eyck, cuestionó las cuatro categorías de la Carta de Atenas:

vivienda, trabajo, diversión y circulación.

El individuo pasó entonces a estar en el centro de las discusiones y a ser fundamental en la organización del espacio

habitable.

El término “identidad” surge asumiendo un nuevo protagonismo en las teorías arquitectónicas cuando afirman: “El hombre

puede identificarse inmediatamente con su propio hogar, pero no tan fácilmente con la ciudad en la que está situado. La

‘pertenencia’ es una necesidad emocional básica; las ideas con las que se asocia son de lo más simple. De la ‘pertenencia’

-identidad- proviene el enriquecedor sentido de la vecindad.”

Las necesidades sociopsicológicas, el hábitat, la casa, el ambiente, fueron el argumento en el congreso CIAM X, en

Dubrovnik, 1956, la última reunión oficial de los CIAM y epitafio final de su trayectoria. Organizado ya por el grupo Team X,

se expusieron afirmaciones como: “Todo arquitecto, con sus proyectos bajo el brazo, debe estar dispuesto a dar razones.

Hemos de reconocer que hoy imperan nuevas ideas, que se hacen patentes en nuestra aversión a los principios mecánicos

de ordenación… nosotros los arquitectos, asumimos nuestra propia responsabilidad.”

Para finalizar esta breve cronología, de la crisis sufrida por los congresos CIAM (reflejo del espíritu moderno) y a su vez la

gestación del Team X, citaré la reunión celebrada en Oterloo (1959), donde el enfrentamiento entre personajes como

Giedion, Gropius y Le Corbusier por un lado y los jóvenes arquitectos por el otro, supuso la ruptura definitiva entre sus

fundadores y esas nuevas generaciones ávidas de ofrecer un nuevo rumbo a una cultura moderna que se entendía

cuestionable.

Y fue entonces cuando, nuevamente tras la intermediación de un arquitecto de reconocido prestigio internacional, en este

caso J. L. Sert, Coderch es invitado a la reunión.

En el congreso celebrado en Oterloo cada participante presentaba una obra exponiéndola al colectivo. El Team X no

buscaba un “estilo común”, buscaban simplemente un intercambio de ideas y opiniones, una abierta confrontación entre

diferentes trabajos prácticos y a su vez compartir la responsabilidad que como arquitectos tenían frente a la necesidad de

inventar un nuevo lenguaje arquitectónico apropiado para los tiempos actuales.

Coderch presentó su “Grupo de viviendas, hotel y centro marítimo en Torre Valentina”, Costa Brava. Ubicado en un lugar

privilegiado de la costa gerundense, el proyecto se desarrolla a través de una espesa trama de unidades residenciales que

se agregan y disgregan siguiendo la orografía accidentada del terreno y componiendo un atractivo “collage” tanto en planta

como en sección. La sección escalonada permitía a Coderch conseguir unas magníficas vistas y a su vez mantener la

privacidad doméstica e individualidad de cada una de las células habitables.

“La composición de bloques a base de apartamentos únicos y de grupos de dos apartamentos permite muchas variaciones.

Es posible sustituir unos apartamentos por otros según las necesidades del comprador. Cada apartamento está libre de

servidumbre de vistas en relación con sus vecinos y con la gente que circula por la urbanización. En la mayor parte de los

apartamentos se puede vivir sin ver más que los árboles, las terrazas y el mar”. -extracto de la memoria original del proyecto de Torre Valentina.

En una carta de Coderch a Ponti se puede entender que el proyecto gustó en el Congreso. Posiblemente parte de este

éxito debemos encontrarlo principalmente en las referencias antropológicas que materializan la propuesta, además de por

ese respeto e inserción delicada en el paisaje, por la conciencia del entorno, por esa arquitectura no pretenciosa,

doméstica, de carácter mediterráneo, etc... Como ya hemos comentado anteriormente, el nuevo rumbo sociológico de las

propuestas arquitectónicas, propuesto por el Team X y en particular por Aldo van Eyck, se centraba en el hombre.

En el campo de la arquitectura muchos críticos enarbolan banderas de individualidad como reflejo de una actitud

esencialmente social. En contraposición con el período moderno, donde la individualidad quedaba ensombrecida por las

reivindicaciones conjuntas, surge un movimiento social en donde el individuo se manifestará como ser independiente y

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diferenciado del otro. La cultura del yo imperará en las exigencias y propuestas del momento. El socialismo dejará de

reivindicar la lucha obrera conjunta y en ese ámbito cada hombre decidirá su hábitat. Las estrategias estadísticas

desaparecerían en favor del individualismo, o en su defecto en favor de una flexibilidad que permitiera la configuración

personal y propia del modo de habitar.

Y es en ese nuevo clima filosófico cuando Coderch presenta la propuesta de Torre Valentina y por ello es tan gratamente

recibida, porque las alusiones antropológicas, al igual que en la propuesta de Aldo van Eyck para el mismo encuentro de

Oterloo (presentaría su orfanato de Amsterdam), son constantes. El esquema organizativo de Torre Valentina consiste en

un desorden ordenado por el territorio, por el paisaje, la imagen de un zoco marroquí es recurrente si pensamos en ese

espacio rico espacial y fenomenológicamente, un lugar “donde pasan cosas”, un espacio vital que se rige por la actividad de

los seres que lo habitan. Se pone en alza el valor de la interacción arquitectura-habitante porque es el ser humano el

protagonista y el que materializa la obra final.

Posteriormente Coderch fue invitado a otras reuniones como la de Bagnols-sur-Cèze en julio de 1960, a la que no asistió, o

a la de la abadía de Royaumont en septiembre de 1962. A esta última sí que asistió y expuso el fotomontaje de un grupo de

casas populares a las afueras de Madrid, y el edificio de viviendas de La Barceloneta, dentro del contexto de viviendas de

bajo coste. La trascendencia del trabajo presentado por Coderch fue menor que en el caso de Torre Valentina, pero el

aparentemente inocente y casi improvisado collage se proponía lleno de intencionalidad y reivindicativo hacia una

arquitectura individual y un papel protagonista para el habitante. Todas tenían una ventana grande, otra pequeña y una

puerta, todas tenía una sola planta; pero se apreciaba una gran variedad, todas eran diferentes, habían tantas diferentes

como familias vivían en ellas y como diría Coderch de su montaje,

“.Entonces hice recortar (porque suponía que esta poesía podría venir de la interrelación de unas casas con otras) todas las

casas y las hice montar, y resultó una fotografía preciosa.” -extracto del texto que acompañaba el collage publicado en la revista Auca.

Sin embargo, ésta sería su última participación. Quizás su personalidad introvertida y en ocasiones áspera, su creencia en

el trabajo silencioso pero constante y el aprecio por la obra modesta pero sincera y elegante, le hicieran huir de los círculos

mediáticos internacionales y preferir observar tranquila y reposadamente el mundo circundante, pues como él decía en

numerosas ocasiones “las cosas no tiene uno que buscarlas, sino que las encuentra, lo que es muy distinto.”

Terminaré con una cita reveladora de esa fuerte personalidad cuando, en una entrevista con Enric Sòria, afirma:

“... la obra ha de tener serenidad. Ha de huir de las modas, y la forma de escapar de ellas es conociéndolas lo menos

posible, porque si no el hombre tiende inconscientemente al camino más fácil, que es oler el trasero del que tiene delante, o

que cree que tiene delante.”

MIGUEL GONZÁLEZ FELGUERAS

curso 05-06 “la segunda modernidad (arquitectura española de los años 50)” prof. Emilio Giménez