60019209 el dedo gordo georges bataille

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    EL DEDO GORDO(Georges Bataille; Documentos. Caracas: Monte vila, 1969).

    EL DEDOgordo es la parte ms humana del cuerpo humano enel sentido de que ningn otro elemento de ese cuerpo sediferencia tanto del elemento correspondiente del monoantropoide (chimpanc, gorila, orangutn o gibn). Esto derivadel hecho de que el mono es arborcola, en tanto que elhombre se desplaza por el suelo sin aferrarse a las ramas puesl mismo se ha transformado en un rbol, es decir se eleva

    erguido en el aire igual que un rbol, tanto ms bello cuantoque su ereccin es correcta. De modo que la funcin del piehumano consiste en proporcionar una base firme a esaelevacin de la cual el hombre est tan orgulloso (el dedogordo, no sirviendo ya para asir eventualmente las ramas, seasienta en el suelo en el mismo plano que los otros dedos).

    Pero sea cual fuere el papel desempeado por su pie enla elevacin, el hombre, que tiene la cabeza liviana, es decirelevada hacia el cielo y las cosas del cielo, lo mira como a unescupitajo con el pretexto de tener ese pie en el barro.

    Si bien en el interior del cuerpo la sangre fluye en igualcantidad de arriba abajo y de abajo hacia arriba, se ha tomadopartido por aquello que se eleva y la vida humana apareceerrneamente como una elevacin. La divisin del universo eninfierno subterrneo y en cielo perfectamente puro es unaconcepcin indeleble, el barro y las tinieblas son los principiosdel mal, como la luz y el espacio celeste son los principios delbien. Con los pies en el barro pero la cabeza casi en la luz loshombres imaginan obstinadamente un flujo que los elevara

    para siempre en el espacio puro. La vida humana implica enrealidad la furia de ver que se trata de un movimiento de

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    vaivn de la basura hacia el ideal y del ideal hacia la basura,furia que es fcil traspasar a un rgano tan bajo como un pie.Comnmente el pie humano est sometido a suplicios

    grotescos que lo tornan deforme y raqutico. Est tontamentedestinado a los callos, durezas y juanetes y, si tenemos encuenta los usos que slo estn en vas de desaparecer, a lasuciedad ms desalentadora: la expresin campesina tiene lasmanos sucias como nuestros pies, que hoy ya no es vlidapara toda la colectividad humana, lo era en el siglo XVII. Elhorror secreto causado al hombre por su pie es una de lasexplicaciones de la tendencia a disimular su extensin y su

    forma en lo posible. Los tacos, ms o menos altos segn elsexo, privan al pie de parte de su carcter bajo y plano.Adems esta inquietud se confunde frecuentemente con

    la inquietud sexual, lo cual es particularmente evidente entrelos chinos, quienes, despus de atrofiar los pies de las mujereslos sitan en el punto ms lgido de sus rechazos. El maridomismo no debe ver los pies de su mujer y, en general, esincorrecto e inmoral mirar los pies de las mujeres. Losconfesores catlicos, adaptndose a esa aberracin, preguntana sus penitentes chinos si han mirado los pies de las mujeres.

    La misma aberracin reaparece entre los turcos (turcos

    del Volga y de Asia Central) que consideran inmoral mostrarsus pies desnudos e incluso se acuestan con medias.Nada semejante se puede citar respecto a la antigedad

    clsica (fuera del uso curioso de suelas muy altas en lastragedias). Las matronas romanas ms pdicas mostrabanconstantemente sus dedos desnudos. En cambio el pudorrespecto al pie se desarroll excesivamente en el curso de lostiempos modernos y slo desapareci en el siglo XIX. SalomnReinach ha desarrollado largamente esta situacin en elartculo titulado Pieds pudiques,1 insistiendo sobre el papel deEspaa, en donde los pies de las mujeres han sido objeto de la

    inquietud ms angustiada y tambin causa de crmenes. Elsimple hecho de dejar ver el pie calzado fuera de la pollera eraconsiderado indecente. En ningn caso era posible tocar el pie

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    de una mujer, siendo ese hecho, con alguna excepcin, msgrave que ningn otro. Desde luego el pie de la reina eraobjeto de la prohibicin ms terrorfica. As, segn la seora deAulnoy, el conde de Villamediana, enamorado de la reinaIsabel, pens en provocar un incendio a fin de tener el placerde llevarla en sus brazos: Toda la casa, que vala cien milescudos, fue casi destruida, pero l qued consolado cuando,aprovechando de una ocasin tan favorable, tom a lasoberana en sus brazos y la llev hacia un pequeo escaln.All le sustrajo algunos favores y, lo que fue muy notado eneste pas, lleg hasta tocarle el pie. Un pajecito vio aquello,

    inform del asunto al rey y ste se veng matando al condecon un disparo de pistola.

    Es posible ver en estas obsesiones, como lo hicieraSalomn Reinach, un refinamiento progresivo del pudor que hapodido ganar poco a poco la pantorrilla, el tobillo y el pie. Estaexplicacin, en parte fundamentada, no basta, sin embargo,cuando queremos explicar la hilaridad provocada comnmentepor la mera imaginacin del dedo gordo. El juego de los

    caprichos y espantos, de las necesidades y extravos humanoses tal que las manos significan las acciones hbiles y loscaracteres firmes, los dedos de los pies el embrutecimiento y laidiotez extrema. Las vicisitudes de los rganos, el pululamientode estmagos, de laringes, de cerebros reptando por lasespecies animales y los innumerables individuos, llevan a laimaginacin por flujos y reflujos que ella no siguevoluntariamente por aversin a un frenes todava sensible, ys, penosamente, en las palpitaciones sangrientas de loscuerpos. El hombre se imagina con gusto semejante al diosNeptuno, imponiendo el silencio a sus propias olas, con

    majestad; sin embargo las olas ruidosas de las vsceras sehinchan y remueven casi incesantemente poniendo fin a sudignidad. Ciego, tranquilo sin embargo, despreciando

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    extraamente su oscura bajeza, un personaje cualquieradispuesto a evocar en su espritu las grandezas de la historiahumana, por ejemplo cuando su mirada se posa sobre unmonumento que testimonia la grandeza de su pas, quedadetenido en su impulso por un atroz dolor en el dedo gordopues, a pesar de ser el ms noble de los animales, tiene callosen los pies, es decir, tiene pies y los mismos, independientesde l, llevan una existencia innoble. Los callos en los piesdifieren de los dolores de cabeza y de muelas por la bajeza,son dignos de risa debido a una ignominia, explicable por elbarro donde estn situados los pies. Como, debido a su actitud

    fsica, la especie humana se aleja tanto como puede del barroterrestre, pero por otra parte una risa espasmdica lleva sualegra hasta el colmo cada vez que su impulso ms puroconduce a extender en el barro su propia arrogancia,concebimos que un dedo gordo, siempre ms o menos tarado yhumillante, resulte sicolgicamente anlogo a la cada brutalde un hombre, lo cual es lo mismo que decir a la muerte. Elaspecto desagradablemente cadavrico y al mismo tiempovocinglero y orgulloso del dedo gordo corresponde a estaderrisin y otorga una expresin sobreaguda al desorden delcuerpo humano, obra de una discordia violenta de los rganos.

    La forma del dedo gordo no es sin embargoespecficamente monstruosa; en eso es diferente a otras partesdel cuerpo, por ejemplo, del interior de una boca abierta.Solamente las deformaciones secundarias (pero comunes) hanpodido otorgar a su ignominia un valor burlesco excepcional.Pero con ms frecuencia es oportuno rendir cuenta de losvalores burlescos mediante una extrema seduccin. Pero aqunos vemos obligados a distinguir categricamente dosseducciones radicalmente opuestas (cuya confusin habitualprovoca los ms absurdos malentendidos lingsticos).

    Si hay en el dedo gordo un elemento seductor, es

    evidente que no se trata de satisfacer una aspiracin elevada,por ejemplo el gusto perfectamente indeleble que, en lamayora de los casos, lleva a preferir las formas elegantes y

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    perfectas. Al contrario, si elegimos por ejemplo el caso delconde de Villamediana, podemos afirmar que el placer quesinti al tocar el pie de la reina fue directamente proporcional ala fealdad e infeccin representada por la bajeza del pie,prcticamente por los pies ms deformes. Por eso, suponiendoque ese pie de la reina haya sido perfectamente bello, derivabasu encanto sacrlego de los pies deformes y embarrados. Comouna reina es a priori un ser ms ideal, ms etreo que ningnotro, era humano hasta el desgarramiento tocar en ella lo queno difera mucho del pie hinchado de un soldadote. Eso essufrir una seduccin que se opone radicalmente a la causada

    por la luz y la belleza ideal: los dos rdenes de seduccinmuchas veces se confunden debido a que nos agitamoscontinuamente de uno al otro y a causa de ese movimiento devaivn, ya tenga su fin en un sentido o en el otro, la seduccines tanto ms viva cuando el movimiento es ms brutal.

    En el caso del dedo gordo, el fetichismo clsico del pie,que termina por la accin de lamer los dedos, indicacategricamente que se trata de una seduccin baja, lo queexplica un valor burlesco que siempre se atribuye ms o menosa los placeres reprobados por aquellos hombres cuyo espritues puro y superficial.

    El sentido de este artculo reposa en una insistenciatendiente a poner en duda en forma directa y explcita lo queseduce, sin tener en cuenta la cocina potica, que en definitivaslo es un desvo (la mayor parte de los seres humanos sonnaturalmente dbiles y no pueden abandonarse a sus instintosms que en la penumbra potica). Un retorno a la realidad noimplica ninguna aceptacin nueva, pero eso quiere decir queestamos seducidos bajamente, sin transposicin y hasta gritar,

    abriendo desmesuradamente los ojos: abrindolos as frente aun dedo gordo.

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    Georges Bataille, 1929

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    1 EnLAnthropologie, 1903.