6 supercheque en seguro

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En unos tiempos en los que valores como la lealtad, la honestidad y el respeto cotizan a la baja, un Superhéroe prescinde de capas, leotardos y pamplinas para ofrecer al necesitado lo que realmente necesita. Es Supercheque, el superhéroe que da dinero a los pobres para que puedan pagar a los ricos.

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SUPERCHEQUE

En unos tiempos en los que valores como la lealtad, la honestidad y el respeto cotizan a la baja,

un Superhéroe prescinde de capas, leotardos y pamplinas para ofrecer al necesitado lo que realmente necesita.

Es Supercheque, el superhéroe que da dinero a los pobres para que puedan pagar a los ricos.

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Capítulo 6. Supercheque en: Seguro, ¿seguro? (by [email protected]) Loli vive en el 3º A, lo cual a priori puede parecer un dato irrelevante, intrascendente, innecesario, incluso poco descriptivo, pero ruego un poco de paciencia, gracias. Loli es encantadora; madre cariñosa, mujer fiel, amiga de sus amigas, ama de su casa (a pesar de esa incomprensible manía de colocar el papel de váter desplegado hacia dentro); y sobretodo, Loli es una persona que nunca ha hecho mal a nadie. O al menos eso dice ella cada vez que se siente víctima de alguna de las pequeñas injusticias que salpican la vida cotidiana de la gente sencilla: cuando le dan mal las vueltas, cuando le joden un traje en la tintorería, o cuando algún despistado le hace una marca con una llave en la carrocería de su Opel Astra: “si yo nunca he hecho mal a nadie!!”, se queja Loli. Esta desinteresada opinión que Loli tiene de sí misma no es del todo compartida por su vecino del 2º A, especialmente desde que confirmó que las manchas en el techo de su dormitorio no eran apariciones marianas, sino humedades. Loli recibió la noticia de sopetón, en la fría soledad del rellano:

- Hola vecina, perdona que te moleste, pero es que tengo humedades que provienen de tu casa.

Ante una hipotética situación como ésta, Loli jamás dudaría en reparar las molestias de su vecino, reparando la avería sin reparar, por el contrario, en gastos. Pero al no tratarse de una situación hipotética, sino real, Loli no se anda con tantos reparos:

- ¡¡Eso no es posible!! - afirma convencida. “¡Vaya geta tiene mi prima!”, pensarán unos; “¡Menuda hija de…!” estallarán los más irascibles, sin llegar a comprender que para una persona que nunca ha hecho mal a nadie, la perspectiva de resultar culpable es difícil de asumir. Eso, o que subconscientemente Loli es consciente de que la reparación le puede salir por un riñón, por un ojo de la cara, incluso por un huevo (apéndice éste último para el que además habría que buscar donante, al carecer ella de semejantes atributos o atributos semejantes). Afortunadamente, el vecino (ex coronel del ejército) es una persona dialogante y le ofrece a Loli dos posibilidades: o arreglar las humedades, o atenerse a las consecuencias. Con lo que la pobre Loli, quien (hasta que no se demuestre lo contrario) nunca ha hecho mal a nadie, ahora tiene un marrón de pelotas.

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Llegados a este punto, y antes de caer en la tentación de hacer juicios apresurados, cabría preguntarse si las humedades del vecino provienen realmente de casa de Loli o no, pero cualquier lector un poco atento desde el principio, ya se habrá dado cuenta de que las humedades del 2º A proceden de arriba, y de que bien sea fruto del azar, pura casualidad o simple coincidencia, Loli vive en el 3º A, justo encima (la evidencia es tan poderosa, y la paciencia tan escasa, que mejor continuamos). En lo que duraba el párrafo anterior, Loli ha tenido tiempo de hacer un par de averiguaciones: ha averiguado la razón social de la constructora de su casa, y ha averiguado que ya no existe ninguna constructora con esa razón social. Por lo que no le queda más opción que llamar al seguro. Y llega el perito. El perito parece inofensivo (perito, perito, ven aquí, perito). Pero el perito sabe latín. Parece que no se entera. Pero el perito las mata callando. Mucho ojo con el perito.

- ¿Unas pastitas? - No.

¡¡Error!! Nunca ofrezcas comida al perito. El perito inspecciona sigilosamente la zona afectada y toma misteriosas notas en una libreta de anillas. Y se va. Loli aún no lo sabe, pero jamás volverá a ver al perito. (pausa prolongada) .- Tres meses después (qué fácil es escribir “tres meses después”, como si no hubiera pasado nada) no ha pasado nada. La aseguradora hace caso omiso a las insistentes reclamaciones de Loli y la presión del vecino se ha vuelto insoportable. Día tras día, Loli llama al seguro, pero las conversaciones han alcanzado un grado surrealista:

- ¿Y no desea usted ampliar la cobertura y asegurar los puntos del carné? - ¡¡Qué no!! - Entonces desea usted dar parte de un parte… - ¡¡pero si es la… si ya he llamado 20 veces!! (nuevo tropiezo de un

personaje con los puñeteros ordinales). Algunos os preguntaréis “¿dónde está su marido?”, en la extendida creencia de que un marido es una especie de hombre de la Ilustración, con conocimientos sobre fontanería, mecánica, bricolaje, informática, redes telefónicas y de transmisión de datos, etc., así como poseedor de una dialéctica que le capacita para debatir fluidamente con cualquier servicio de Atención al Cliente.

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No es el caso. El marido de Loli es un inútil y un jeta que casi siempre está de viaje… ¿se la pega con otra? Seguramente, pero eso ahora no viene a cuento. El tema es que Loli está sola en esto y su desesperación se va convirtiendo en auténtico acojone según se acerca una fecha clave: la Junta de Vecinos (cágate lorito). Loli está aterrada. En la Junta de Vecinos los débiles se sienten fuertes, los tontos se sienten listos, los pobres se sienten ricos. En la Junta de Vecinos salen a relucir las miserias, las bajezas, las frustraciones. La Junta de Vecinos es como un polvorín esperando que alguien encienda la mecha. Y esta vez, la Junta de Vecinos tiene una víctima sobre la que verter todo el odio de la comunidad: Loli (pobrecilla, ella que, según dice, nunca le ha hecho mal a nadie). Empieza la reunión y el del 2º A aprovecha el primer punto del orden del día (horario del socorrista) para exponer su problema. La denuncia desata la masacre contra Loli. Aunque nadie se dirige a ella directamente (por educación) los comentarios en tercera persona la dejan a la altura del betún (en aquellos casos en los que el zapato portador no logra sortear un excremento aún caliente), y son animados por el vecino del 2º A:

- ¡Y la radiografía del esguince de mi hijo… completamente empapada? - reclama indignado.

- Eso es irrecuperable - apostilla el del 4º B - Irrepetible - dice el del 2º B, consciente de que el esguince está

completamente curado. - Eso no tiene precio - apunta algún despistado. - ¡¡400 euros!! - corrige el afectado.

A los 10 minutos Loli ha sido acusada incluso del cambio climático en el 2º A, y a excepción hecha del administrador (a quien por deformación profesional todo se la sopla) los vecinos forman una piña inmisericorde en apoyo del coronel (líder por naturaleza y rango). Y digo yo, sin ánimo de ofender, ¿no sería mucho más eficaz, quizá, hacer piña contra la compañía de seguros en vez de contra Loli?, ¿no sería éste, tal vez, el camino más corto para solucionar la avería?, ¿o es que, acaso, los “gallitos de junta” son muy valientes con un ama de casa indefensa, ¡pero no tienen güevos para enfrentarse aun gestor con corbata?!, eh?!, ehhh?! ¡qué pasa?! Pero hoy en la Junta hay un invitado sorpresa, alguien con quien nadie contaba y con quien, pasada hora y media de reunión, siguen sin contar; ¿es el del 5º C, que nunca viene a las juntas?, ¿es propietario de un trastero?, ¿es el hijo de la portera?... No, es Supercheque, que ha comprado el local comercial para poner una franquicia de congelados.

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Visto el trato al que está siendo sometida Loli, Supercheque sale en su defensa: “han de comprender ustedes (¡qué elegancia!, siempre de usted) que los trámites con el seguro son lentos y no conviene reparar los daños hasta que la compañía emita su veredicto, deberíamos presionar a la aseguradora” (¡coño!, por fin una sensatez en esta Junta) y continua con toda una serie de argumentos a los que de manera democrática, civilizada y casi unánime, la Junta decide no hacer ni puto caso: Loli está desahuciada. Ante una hipotética situación como ésta, cualquier superhéroe sensato habría realizado un hábil giro de cintura para seguir la voz de la mayoría, sumándose incluso a las exigencias del coronel. Pero al no tratarse de una situación hipotética (y en una nueva prueba de que la ficción supera a la realidad) Supercheque decide actuar con toda la contundencia que sus superpoderes le permiten, y una vez más nos deja a todos atónitos, deslumbrados, maravillados y admirados ante el valor (contable) de este pequeño ser de aspecto gris y mediocre. Supercheque pide un cálculo “aproximado” del coste de la reparación y los desperfectos. El del 2º A “aproxima” el cálculo al de unas vacaciones en Bahamas con su esposa, hijos, nueras y nietos, y Supercheque extiende un talón por dicha cantidad sin que le tiemble el pulso lo más mínimo (¡es increíble la serenidad y entereza que demuestra este hombre, incluso en un momento tan difícil!). Supercheque, me rindo ante ti. De esta forma, Loli deja automáticamente de ser una paria en la Junta y los vecinos vuelven a dirigirse a ella como si no hubiera ocurrido absolutamente nada (fariseos). Y esta situación se mantendrá durante un tiempo, pero no demasiado, porque como los lectores más descreídos habrán llegado a intuir, el origen del problema no está en casa de Loli, sino en una bajante comunitaria; la reparación ha sido inútil, las humedades reaparecen, y con ellas el acoso de la comunidad contra Loli, quien, la pobrecilla, y esta vez parece cierto, nunca ha hecho mal a nadie… Pero esa es otra historia.

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