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1 HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES MÓDULO 2 Eje temático: Raíces históricas de Chile Unidad: La creación de una Nación Introducción ¿Qué es para ti la libertad? ¿Qué obstáculos tienen que superar los seres humanos para construir sistemas políticos y económicos que les permitan conquistar un mundo más justo y libre? ¿Por qué razones crees tú que los jóvenes siempre han defendido a los más débiles y oprimidos de la historia? Desde siempre los jóvenes se han revelado en contra del sistema imperante defendiendo los derechos fundamentales de las personas y han exigido libertad y respeto hacia los más débiles. Los jóvenes se han opuesto a los regímenes de opresión en todas las naciones que han sido sometidas a sistemas autoritarios y en que los derechos humanos han sido violados. Ayer, al igual que hoy, fueron jóvenes los que defendieron la libertad y lucharon por la autonomía americana frente a la dominación española. La mayoría de los próceres de la independencia americana no tenían más de 21 años cuando emprendieron la difícil empresa de dar a nuestro continente la libertad y la autonomía. América, al igual que un joven que parte de la casa de sus padres decidido a ser independiente y autónomo en las decisiones de su futuro, decidió definir su vida libre y soberanamente. En los sucesos de la independencia de Chile y la formación inicial de la República, también participaron hombres y mujeres de corta edad que vieron en la libertad, la fraternidad y el desarrollo educacional, la salida de un sistema político que consideraban opresor y poco libre. En este eje temático se trabajan los temas relacionados con la independencia de Chile, la organización inicial del Estado chileno, la hegemonía liberal y la expansión territorial y económica durante el siglo XIX. Todos ellos marcados por una búsqueda, a veces frenética, de la libertad y la autonomía política frente a las naciones europeas. El período cronológico que abarca este eje, se desarrolla desde principios del siglo XIX hasta la década de 1880. Con respecto al tema de la independencia, es importante que analices todos los factores, externos e internos, que incidieron en la precipitación de los sucesos relacionados con la lucha por la autonomía nacional. Profundiza tus conocimientos centrando tu atención en los cambios que se dieron con la independencia y analiza los elementos que no se modificaron, identificando la continuidad y el cambio de los procesos sociales que experimentamos en nuestros primeros años como nación independiente. La independencia de Chile surge debido a la interacción de distintos factores. Revisa cada uno de ellos y crea un pequeño mapa conceptual con la información. Con respecto al segundo tema (“la organización de la República”), te sugerimos que revises los distintos proyectos políticos que intentaron organizar nuestra república, a partir de la década de 1830. Revisa las ideas políticas que contienen esos proyectos y cómo las nuevas influencias europeas y americanas llegaron a estas lejanas tierras. Es importante que conozcas los problemas y conflictos que comenzaron en esa época, y que se proyectaron durante todo el siglo XIX, llegando algunos incluso hasta el día de hoy (conflictos religiosos, políticos, étnicos, etc.). El tercer tema se refiere a la función que el proyecto liberal tuvo en el desarrollo político, económico y cultural del siglo XIX y en los tiempos de la formación de nuestra identidad nacional. En este contexto están los intelectuales de la época, las instituciones culturales y educacionales, la lucha por las libertades públicas y privadas, los conflictos internos por las diferentes ideas políticas y la formación de las primeras instituciones estatales, luego de la década de los años 1830-1840. En último lugar está la construcción de nuestro actual territorio nacional, que

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HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES

MÓDULO 2

Eje temático: Raíces históricas de Chile Unidad: La creación de una Nación

Introducción ¿Qué es para ti la libertad? ¿Qué obstáculos tienen que superar los seres

humanos para construir sistemas políticos y económicos que les permitan conquistar un mundo más justo y libre? ¿Por qué razones crees tú que los jóvenes siempre han defendido a los más débiles y oprimidos de la historia?

Desde siempre los jóvenes se han revelado en contra del sistema imperante defendiendo los derechos fundamentales de las personas y han exigido libertad y

respeto hacia los más débiles. Los jóvenes se han opuesto a los regímenes de opresión en todas las naciones que han sido sometidas a sistemas autoritarios y en que los derechos humanos

han sido violados. Ayer, al igual que hoy, fueron jóvenes los que defendieron la libertad y

lucharon por la autonomía americana frente a la dominación española. La mayoría de los próceres de la independencia americana no tenían más de 21 años cuando emprendieron la difícil empresa de dar a nuestro continente la

libertad y la autonomía. América, al igual que un joven que parte de la casa de sus padres decidido a

ser independiente y autónomo en las decisiones de su futuro, decidió definir su vida libre y soberanamente. En los sucesos de la independencia de Chile y la formación inicial de la

República, también participaron hombres y mujeres de corta edad que vieron en la libertad, la fraternidad y el desarrollo educacional, la salida de un sistema

político que consideraban opresor y poco libre. En este eje temático se trabajan los temas relacionados con la independencia de Chile, la organización inicial del Estado chileno, la hegemonía liberal y la

expansión territorial y económica durante el siglo XIX. Todos ellos marcados por una búsqueda, a veces frenética, de la libertad y la autonomía política

frente a las naciones europeas. El período cronológico que abarca este eje, se desarrolla desde principios del

siglo XIX hasta la década de 1880. Con respecto al tema de la independencia, es importante que analices todos los factores, externos e internos, que incidieron en la precipitación de los

sucesos relacionados con la lucha por la autonomía nacional. Profundiza tus conocimientos centrando tu atención en los cambios que se

dieron con la independencia y analiza los elementos que no se modificaron, identificando la continuidad y el cambio de los procesos sociales que experimentamos en nuestros primeros años como nación independiente.

La independencia de Chile surge debido a la interacción de distintos factores. Revisa cada uno de ellos y crea un pequeño mapa conceptual con la

información. Con respecto al segundo tema (“la organización de la República”), te sugerimos que revises los distintos proyectos políticos que intentaron organizar

nuestra república, a partir de la década de 1830. Revisa las ideas políticas que contienen esos proyectos y cómo las nuevas influencias europeas y americanas

llegaron a estas lejanas tierras. Es importante que conozcas los problemas y conflictos que comenzaron en esa época, y que se proyectaron durante todo el siglo XIX, llegando algunos incluso

hasta el día de hoy (conflictos religiosos, políticos, étnicos, etc.). El tercer tema se refiere a la función que el proyecto liberal tuvo en el

desarrollo político, económico y cultural del siglo XIX y en los tiempos de la formación de nuestra identidad nacional. En este contexto están los intelectuales de la época, las instituciones culturales

y educacionales, la lucha por las libertades públicas y privadas, los conflictos internos por las diferentes ideas políticas y la formación de las primeras

instituciones estatales, luego de la década de los años 1830-1840. En último lugar está la construcción de nuestro actual territorio nacional, que

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se comienza a formar en esta época. Paralelamente a ello, encontramos las

primeras formas de producción económica, sus características, sus protagonistas y las consecuencias sociales de dicho desarrollo, como por ejemplo, los

nuevos grupos sociales que se formaron en el siglo XIX. Es importante considerar la dimensión geográfica de esta unidad cuando estudiemos los lugares en que ocurrieron los hechos y la evolución de las

fronteras de Chile. Para ello te sugerimos trabajar con mapas históricos que te permitan observar los cambios y la dimensión geográfica de dichos procesos.

Te puedes apoyar en el Atlas geográfico para la educación del Instituto Geográfico Militar. Es importante que conozcas las diferentes interpretaciones que existen acerca

del desarrollo de los hechos, por lo que te recomendamos analizar los planteamientos de los distintos autores que escriben respecto de estos temas.

Para ello te sugerimos revisar diferentes libros de Historia de Chile y comparar cada interpretación, armando un mapa conceptual con cada una de estas miradas, especialmente en referencia a los sucesos de 1891, la década de

1830, el conflicto entre la iglesia católica y los liberales, y entre los conservadores y los liberales.

Al final de tu estudio, intenta construir una mirada general de los principales hechos del siglo XIX, evaluando su importancia histórica. Ten en cuenta que muchos de los procesos históricos iniciados en este siglo, aún permanecen

vigentes en nuestro país. De ahí la importancia fundamental de este siglo en la memoria chilena.

América se independiza de España Los jóvenes tradicionalmente han buscado las transformaciones de su medio

social, animados por su búsqueda de libertad, especialmente a partir de las décadas de 1960 y 1970 del recién terminado siglo XX. Sin embargo, los

sueños de libertad y autonomía de los hombres y mujeres no son nuevos en nuestra América Latina. Ya desde comienzos del siglo XIX muchos jóvenes criollos se revelaron en contra del poder español, que consideraron agotado.

Soñaron con una América independiente, libre y autónoma, que requería profundos cambios, especialmente en lo que se refería a la libertad de las

personas que en ese entonces habitaban el continente. Animados por el sueño de convertir a este continente en una tierra de libertad gobernada por sistemas

democráticos, protagonizaron uno de los capítulos más importantes de la historia de nuestros países latinoamericanos: la Independencia. La mayoría de los países que hoy componen nuestro continente presentan

variadas realidades económicas, sociales y étnicas. Sin embargo, en algún momento de su historia tuvieron en común el hecho de pertenecer a dos

importantes imperios europeos: el portugués y el español, que, a lo largo de casi 300 años, dominaron políticamente, desde miles de kilómetros de distancia, a su población.

La independencia de América Latina fue un fenómeno debido a

múltiples causas Casi todas los hechos importantes que suceden en nuestra vida tienen más de una explicación. La historia no es la excepción a esta característica de los seres

humanos; en ella se interrelacionan múltiples caminos para la explicación de un suceso. Debemos conocer y analizar estos distintos caminos para llegar a

una idea explicativa de sus causas más o menos aproximada. Por lo general, se habla de causas externas e internas para explicar el porqué de la Independencia de nuestro continente. Las externas se refieren a

fenómenos de la historia mundial que motivaron (o facilitaron) el proceso de independencia en América. Entre estas podemos destacar:

1. La invasión de España por Napoleón, como parte de sus ambiciones imperialistas.

2. La oposición de los españoles ante la invasión napoleónica y la captura del rey español Fernando VII, que los llevó a crear juntas de

gobierno como muestra de fidelidad al monarca. 3. La influencia de una época de ideas revolucionarias en el mundo, que

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llegaron a América a través de muchos criollos que estudiaron en Europa. Estas ideas criticaban la autoridad radicada en un solo individuo

(el rey) y proponían la creación de un nuevo Estado con división de

poderes. El ámbito de las causas internas tiene que ver con sentimientos e ideas que se

fueron generando en América Latina durante los largos años de dominación europea (trescientos en el caso de Sur y Centro América y casi ciento

cincuenta en Norte América). De todos los habitantes de nuestro continente, los centroamericanos y sudamericanos se encontraban mayoritariamente bajo dependencia directa de

España (es importante recordar que una parte de lo que hoy es Brasil era administrado por Portugal) y, por lo mismo, nos concentraremos

preferentemente en ellos. De esta forma, las causas internas serían, entre otras, las siguientes:

1. Surgimiento de sentimientos nacionalistas entre los criollos que desarrollaron un particular sentido de pertenencia al territorio

latinoamericano. 2. Las disputas internas por los puestos de gobierno, debido a la discriminación a favor de los españoles enviados como representantes

del rey de España. Los criollos deseaban tener mayores cuotas de participación en la toma de decisiones.

3. El creciente sentimiento de descontento de los criollos, motivado por las frecuentes injusticias, que, a juicio de ellos, cometía la corona. 4. El deseo de mayores cuotas de libertad económica, especialmente

entre los criollos que desarrollaban actividades comerciales.

En este contexto histórico surgen los libertadores americanos. Su principal aporte en la lucha por la Independencia radicó en las capacidades de interpretar los deseos de las personas y de contribuir a la búsqueda de la

libertad.

La independencia de Chile

Chile formaba parte del contexto americano a comienzos del siglo XIX, por lo tanto, experimentó los mismos eventos históricos. Aquí también los jóvenes criollos lucharon por obtener la libertad y la autonomía política y económica

frente a España. Se podría decir que las causas de la independencia de Chile son bastante similares a las de los demás países latinoamericanos.

En el caso de nuestro país, la lucha por la autonomía política fue un proceso que duró diez años. Durante esta década hubo momentos en que los criollos lograron victorias frente a las tropas realistas y otros, en cambio, en que

sufrieron derrotas, como por ejemplo durante la reconquista, en que fueron sobrepasados por la fuerza de los españoles, quienes se negaban a terminar

con la larga tradición monárquica en América. ¿Cómo se desarrolló este proceso? ¿Qué protagonistas hombres y mujeres son los íconos de la independencia de Chile y qué lugar ocupan dentro de nuestra

memoria colectiva? El ambiente en Chile a comienzos de 1810 podría ser definido como de

profunda expectación y desorientación. Nadie sabía qué hacer exactamente. Habían llegado noticias acerca de un ataque de los ingleses a Buenos Aires, la lógica indicaba que el próximo ataque podría ser a Valparaíso o Santiago. Los

ánimos no eran del todo positivos. En medio de esta situación el cabildo llamó a los vecinos de más renombre a

discutir las futuras acciones frente a las noticias que llegaban del extranjero. Es importante que tengamos claridad sobre las ideas que estaban en juego en el proceso independentista. Detrás de cada acción individual y colectiva, tanto

de los criollos como de los españoles (también llamados realistas), había un objetivo.

Los jóvenes criollos defendían la idea de la autonomía popular. Entendían que los gobiernos debían ser elegidos por la mayoría de las personas, aunque sus

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conceptos de mayoría no significan lo mismo que hoy en día.

Para ellos solamente los ciudadanos cultos y preparados debían conducir los

destinos del país.

Celebración de la independencia en los primeros años de la república según

Claudio Gay.

Por otra parte, estaban los que defendieron hasta el final los derechos de la corona española en Chile. La mayoría de ellos creía en el poder divino de la monarquía, por lo que les parecían impropios y peligrosos los pasos que se

estaban dando en América Latina con respecto a la lucha por la libertad. La Iglesia Católica, aliada moral y legalmente a la monarquía, estaba a favor

de los realistas. De hecho, luego de la independencia de Chile, las relaciones con el Vaticano estuvieron interrumpidas durante más de 20 años. Solamente en la década de 1830 se reestablecieron.

En la mayoría de los protagonistas de la Independencia están presentes estas diversas motivaciones.

Lo que cambia es el grado de compromiso y convencimiento que cada uno y cada una tenía. Por ejemplo, los historiadores que han estudiado el tema definen a ciertos grupos como los “exaltados”, los “moderados”, los realistas,

y, seguramente, para otros estos hechos no tenían mayor importancia. Otro aspecto importante es el que se refiere a la participación de las mayorías

en este proceso. Después de muchas investigaciones al respecto, se ha concluido que el pueblo común y corriente, o sea, campesinos, mestizos, peones, labradores y otros, no tuvieron una participación masiva en los

sucesos. A ello hay que agregar que la mayor parte del pueblo era analfabeta y carecía de conciencia política.

Un gran número de historiadores e historiadoras coincide al concluir que la independencia fue un proceso en el cual la elite participó mayoritariamente, puesto que eran sus intereses los que estaban en juego. Estos intereses eran

económicos (luchaban por la libertad comercial y proponían una autonomía política donde ellos serían los principales protagonistas que ocuparían el

poder). Así, es fácil imaginar el grado de entusiasmo que muchos de estos criollos miembros de la elite mostraron en dicho proceso histórico.

En este contexto, la junta de gobierno de 1810 es considerada como el primer paso en la lucha por la libertad. Los historiadores e historiadoras dividen este proceso en cuatro grandes etapas: Patria Vieja, Reconquista, Patria Nueva y

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Organización de la República.

Patria Vieja (1810 – 1814)

Los criollos tomaron colectivamente el poder en nombre del rey, sin una clara intención de independizarse. En nuestro país, durante esos años, se arraigaron las nuevas ideas liberales, tales como los principios de soberanía popular, el

principio de gobierno representativo, el constitucionalismo y el “laisser faire”.

Mateo de Toro y Zambrano (1725-1811), Gobernador de Chile en 1810.

Reconquista (1814 – 1817)

En 1814, Fernando VII recuperó su trono y se encontró con que los gobiernos provisionales de las colonias españolas habían realizado una serie de cambios

con los cuales no estaba de acuerdo. Ordenó a sus funcionarios que anularan todos los cambios e intensificó las medidas para recuperar los dominios reales que corrían peligro. A Chile llegaron tropas desde el Perú, las que lograron una

victoria sobre los patriotas en la Batalla de Rancagua (1814) e instauraron una fuerte represión.

Los patriotas atravesaron la cordillera de los Andes y con la ayuda de José de San Martín comenzaron a preparar el Ejército Libertador.

Camilo Henríquez González (1769-1825). Sus mayores esfuerzos en beneficio

de la causa de la independencia los realizó a través de la prensa.

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Patria Nueva (1817 – 1823) Las fuerzas patriotas cruzaron los Andes y se enfrentaron a los españoles en

Chacabuco, al norte de Santiago, el 12 de febrero de 1817. Luego, tras la huida de los españoles, un cabildo abierto elige como Director Supremo a José de San Martín, quien no acepta y propone a Bernardo O´Higgins, que sí

acepta. Mientras tanto, los realistas se reorganizaban en el Sur. El 12 de febrero de

1818 se proclama formalmente la Independencia de Chile, en las cercanías de la ciudad de Talca. El documento, firmado entre otros por Miguel Zañartu, Hipólito de Villegas y Bernardo O’Higgins, era un intento por registrar este

hecho de trascendental importancia en el logro de nuestra identidad autónoma con respecto a España.

Pero no todo estaba logrado: el ejército patriota fue sorprendido en Cancha Rayada (Talca): O´Higgins quedó herido y San Martín se replegó hacia Santiago.

Finalmente, en el actual Maipú, el 5 de abril de 1818, las fuerzas patriotas derrotan a Mariano Osorio. Las fuerzas realistas se van hacia el Sur,

especialmente a Chiloé, donde años después fueron expulsadas por las tropas al mando de Ramón Freire.

Gobierno de O´Higgins Para O’Higgins las cosas no fueron del todo fáciles. Las preocupaciones del

llamado “Libertador de Chile” se centraron en consolidar los logros que había alcanzado. Guiado y asesorado por San Martín, libertador de Argentina, O’Higgins consolidó la independencia venciendo en la “guerra a muerte” a un

militar traidor de los patriotas: Benavides. Este hombre, junto a los españoles e indígenas, se mantenía en batalla y prácticamente se apoderó de la zona

correspondiente a las actuales séptima y octava regiones. Se organizó la expedición libertadora del Perú, para lo cual se contrató a Lord Cochrane, un destacado marino inglés. El objetivo era entorpecer cualquier

iniciativa de invadir nuevamente nuestro país, pero, además, se buscaba recuperar el mercado peruano para los agricultores chilenos.

Entre otras obras de tipo urbano, O’Higgins creó el cementerio de disidentes, con lo que muchos fervientes partidarios de la Iglesia se molestaron, pues

desde ese momento cualquier persona podía ser enterrada en lo que hoy es el Cementerio General de la ciudad de Santiago. En sus días de administración, O’Higgins echó a andar una serie de adelantos:

proyectó la construcción de la Alameda de las Delicias, que hoy lleva su nombre; reabrió el Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional, que habían sido

fundados por José Miguel Carrera durante la Patria Vieja; abrió el actual mercado Central, en reemplazo de uno antiguo que existía en el barrio Mapocho y continuó con las obras de canalización de dicho río; se preocupó por

la educación, abriendo colegios e implementando una de las primeras reformas educativas de Chile; trajo desde Inglaterra el sistema Lancasteriano, entre

otros. O’Higgins dirigió los proyectos constitucionales de 1818 y 1822, en los cuales se estableció una particular concentración del poder en manos del Director

Supremo, cargo homólogo al de Presidente de la República (este último cargo lo ocupó por primera vez Manuel Blanco Encalada).

Seguramente una de las medidas más polémicas fue la abolición de los títulos de nobleza y el intento por terminar con los mayorazgos, para terminar con el excesivo poder que la aristocracia mantenía desde los tiempos de la

Colonia. En 1823 O’Higgins abdicó, presionado por los sectores relacionados con la

aristocracia tradicional presentes en el Congreso Nacional. Partió al Perú, donde murió en 1842.

Hacia una institucionalidad republicana El año de 1824 Chile era una nueva República independiente. Había que

organizar a este nuevo Estado dotándolo de leyes y de una organización política que le permitiera enfrentar los desafíos que la autonomía exigía. La

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aristocracia criolla tenía en sus manos tareas que no fueron fáciles. De hecho,

este grupo social no actuaba de manera compacta. En su interior había distintas opiniones acerca de cómo organizar este país. El período 1823-1830

estuvo marcado por estas divisiones y por los esfuerzos por dar a Chile la organización necesaria para comenzar la vida independiente. Otro aspecto importante es el que se refiere a la expulsión definitiva de los

españoles de nuestro territorio y, además, al control logrado sobre numerosos grupos de hispanos que se habían descolgado del ejército realista y que se

dedicaban a sobrevivir del robo de ganado y de productos de la tierra, especialmente en la zona de Chillán con la banda de los Pincheira.

La inestabilidad de los primeros años de vida independiente: las dificultades iniciales de la República

La existencia de una variedad de pensamientos acerca del modo de crear la necesaria organización política de Chile generó enfrentamientos entre los miembros de la aristocracia criolla. Además, existían distintas influencias

externas que agudizaron este escenario. Por una parte, estaban las ideas que llegaban desde los EE.UU., donde se optó

por el federalismo, sistema que consideraba que distintos estados semi- independientes se agrupaban en torno a uno central. Por otro lado, muchos intelectuales pensaban que, debido a la poca experiencia política, había que

crear un gobierno centralizado y dirigido por un poder ejecutivo fuerte, casi a la manera de las monarquías que aún existían en Europa.

En estos 7 años hubo distintos gobiernos, debido a las profundas discusiones y luchas internas por dar una organización estable.

Principales Gobernantes del período:

Ramón Freire: 1823-1826. Manuel Blanco Encalada: 1826 (primer gobernante que fue denominado como Presidente de la República).

Agustín Eyzaguirre: 1826 (como Presidente Interino).

Ramón Freire y Francisco Antonio Pinto: 1827. Francisco Antonio Pinto y Francisco Ramón Vicuña: 1827-1829.

Francisco Ruiz Tagle y José Tomás Ovalle: 1830. José Joaquín Prieto: 1831 (es elegido como Presidente de la República y gobernará hasta 1841).

Durante varios años el país pasó por distintos experimentos políticos. El

primero fue el de 1823, año en que Juan Egaña redactó una constitución inspirada en una moral conservadora y que intentaba regular la vida de los ciudadanos tanto en sus aspectos públicos como privados. Sin embargo, estas

leyes eran muy complejas para ser aplicadas en Chile y dicha constitución (conocida como “moralista”) fue revocada por el Congreso Nacional en

diciembre de 1824, debido a la fuerte oposición de ciudades como Coquimbo, Concepción y Valparaíso, que desde el principio de la República desarrollaron una fuerte oposición al centralismo de Santiago.

En los comienzos de nuestra vida independiente, el regionalismo fue otro de los problemas a superar; Concepción y Coquimbo eran dos de las tres ciudades

más importantes de nuestro país y exigieron participar activamente en el proceso, al punto de desear convertirse en la capital de esta nación. En 1825 Ramón Freire partía a la isla de Chiloé a expulsar a los últimos

españoles que se refugiaban en esa zona. Después de una lucha armada los hispanos se rindieron y la independencia se consolidaba definitivamente, años

después de su proclamación. Al regreso de Freire del sur, los liberales criollos estaban obsesionados con la idea del federalismo como forma de organización. José Miguel Infante, como

intelectual liberal, se esforzó para que el Congreso Nacional sesionara y discutiera una nueva Constitución. El intento de Infante quedó en borrador,

pues el proyecto liberal se encontró con diversos obstáculos, tales como las disputas locales y un ejército que aún no podía desarrollar una disciplina.

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Tiempo después, José Joaquín de Mora, otro importante liberal español

residente en Chile, proponía una nueva Constitución, la llamada Constitución de 1828, de fuertes influencias liberales.

Los sectores conservadores no habían quedado tranquilos después de los experimentos federales y liberales de 1826 y 1828. Comenzaban a ver en la

inestabilidad política un sinónimo de desorden que los llevó a luchar en el Congreso y en las discusiones de salón para lograr una victoria política sobre

los liberales. Además de ello, los discursos anticlericales y antiaristocráticos de algunos liberales ofendieron a los tradicionales aristócratas y católicos. Los conservadores soñaban con una organización que se basara en el

autoritarismo. En medio de estas luchas y discusiones apareció un tercer grupo que se opuso

a los liberales: los llamados estanqueros. Este grupo de comerciantes, que trabajaba para el estanco y era dirigido por Diego Portales, pensaba que Chile necesitaba un gobierno fuerte que pusiera término al desorden y a lo que,

según ellos, era anarquía. Ya en 1829 la situación era insostenible. Los sectores estaban demasiado

divididos y los acuerdos no eran una cuestión de todos los días. En Santiago los liberales se desorganizaban y Prieto, al mando de una parte del ejército, decidió poner fin a los problemas a través de una salida armada. En la batalla

de Ochagavía se enfrentaron las tropas dirigidas por Prieto y los liberales. Después de la batalla, el mando de las tropas lo centralizó Ramón Freire; sin

embargo, el control de la situación siguió en manos de los conservadores. Freire decidió concentrar a los liberales en Valparaíso, mientras en la capital los conservadores se organizaban y dominaban el panorama.

La cuestión fue zanjada en una batalla que se libró en las orillas del río Lircay y del Claro cerca de Talca. Freire, al mando de unos 1.700 hombres, fue

derrotado por las tropas de Prieto. Unos 200 soldados murieron en la batalla. Esta batalla ha sido considerada decisiva en la historia de nuestro país, ya que puso fin a un proceso en que las distintas posiciones políticas lucharon por

hacer prevalecer sus ideas sobre de la organización del Chile independiente. El triunfo fue de los conservadores, quienes gobernaron desde el Estado por

más de 30 años, mientras los liberales, desde la oposición, hacían lo posible por influir en las acciones del gobierno.

La República Autoritaria: la solución portaliana Luego de los difíciles años de la época de Ensayos Constitucionales, lossectores

conservadores y estanqueros triunfaron ampliamente frente a los liberales (estos solo regresarían a los ámbitos del gobierno después del año 1861) y se

instalaron en el poder a partir del gobierno de José Joaquín Prieto. Desde que Portales se había vuelto hombre público, su figura rondaba los salones del poder. Su inteligencia y carácter lo habían situado cerca del presidente Prieto

desde donde, según los historiadores e historiadoras que se han preocupado del período, ejerció su poder en las sombras.

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Diego Portales, Ministro del Interior de gobierno de José Joaquín Prieto. Bajo

su influencia se organizaron los primeros gobiernos de las décadas de los años 1830 – 1860.

El período conservador (1831-1861) ha sido llamado también portaliano, ya que en las políticas de gobierno prevalecieron los principios de autoridad que

tenía Diego Portales, quien en 1830 tenía 37 años. Su personalidad ha sido definida como sarcástica, irónica y dominante. Hijo de un distinguido patriota, su verdadera vocación eran los negocios. Aparte del comercio, gustaba de la

sociabilidad con sus amistades. Sus ideas políticas eran pragmáticas y no se consideraba un especial defensor de la aristocracia castellano-vasca. Desde sus

distintos puestos de gobierno (ocupó los cargos de Ministro de Gobierno y Relaciones, Guerra y Marina, además de Intendente de Valparaíso) influyó en muchas de las decisiones del Presidente Prieto.

Portales pensaba que la democracia era un buen sistema de organización política, pero también consideraba que Chile, en el año 1831, no tenía la

madurez necesaria para poder practicar los principios que definían a este sistema político. Por lo tanto, la democracia debía postergarse para después, cuando el país adquiriera una experiencia que le permitiera ponerla en

práctica.

Las ideas políticas de Portales se reflejan al revisar el gobierno de José Joaquín Prieto, en especial los principios que animaron la Constitución de 1833. Según esta carta fundamental, el Presidente de la República tenía especiales

facultades, tales como nombrar a los intendentes, los gobernadores y los alcaldes, prohibir la discusión de ciertas leyes del Congreso Nacional y

establecer el estado de sitio que restringía las libertades públicas y privadas, cuestión que los liberales consideraron siempre como un error. El poder legislativo tuvo, según esta Constitución, las funciones de aprobar las

llamadas Leyes Periódicas que eran: la ley de presupuesto nacional, el cobro de impuestos y la definición de los ejércitos de tierra y mar.

Para los liberales, el período de los llamados gobiernos conservadores (1831 - 1861) fue un período autoritario que se comportó como una verdadera dictadura en manos de los sectores más conservadores y católicos.

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Los Conservadores y el período Autoritario

Los Presidentes de este período fueron: José Joaquín Prieto (1831-1836) (1836-1841).

Manuel Bulnes (1841-1846) (1846-1851). Manuel Montt (1851-1856) (1856-1861).

El decenio presidencial de José Joaquín Prieto representa para muchos historiadores e historiadoras el inicio de la estabilidad política en el país, luego

de los años comprendidos entre 1823 y 1831. Esta época se caracterizó por el poder del gobernante, la acción de sus ministros y un fuerte control por parte del gobierno. Estos aspectos, junto a cierta estabilidad, crearon las bases

propicias para que el interés nacional se pusiera sobre las luchas políticas internas.

El primer gobierno de este período se inició con un fuerte y decidido apoyo de un amplio e influyente sector político del país: los conservadores. La victoria en Lircay y el consiguiente desplazamiento político de los pipiolos, facilitaron el

consenso entre los grupos conservadores en torno a la tarea de afianzar una nueva institucionalidad.

Manuel Rengifo Cárdenas (1793-1845). Organizador inicial del Ministerio de

Hacienda a principios de la República.

Sin embargo, esta tranquilidad fue alterada por varias razones, fundamentalmente la guerra en contra de la Confederación Peruano-Boliviana en el plano externo (1836-1839), y el comienzo de una ascendente oposición

al sistema autoritario que representaba el gobierno de Prieto. La primera acción que vino a perturbar los últimos años del hasta entonces tranquilo Chile

fue la “disidencia” de los filopolitas o “amigos del pueblo”, quienes se resistían al excesivo autoritarismo, que era el aspecto básico que caracterizaba la concepción portaliana de gobierno. Entre los miembros más destacados de los

filopolitas figuraban ex pipiolos como Manuel José Gandarillas y el antiguo carrerino Diego José Benavente. La acción de este grupo opositor alarmó al

Presidente Prieto, quien buscó apoyo en Portales, convirtiéndolo, en septiembre de 1835, en una especie de súper-ministro a cargo de las carteras de Interior y Relaciones Exteriores, Guerra y Marina.

La fuerte intervención electoral que los presidentes del período autoritario ejercieron, unida a las acciones acertadas en el campo económico del gobierno

de Prieto, posibilitaron su reelección en 1836, cuestión que autorizaba la Constitución de 1833.

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Bulnes llega al poder en 1841

En 1841 asume la primera magistratura de la nación el general Manuel Bulnes, militar de una dilatada carrera, que había logrado su máxima expresión con la

victoria en la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana, de la cual regresó al país como un héroe nacional. El nuevo presidente dio muestras de una clara actitud conciliatoria: hizo aprobar una “ley de amnistía” (perdón de

los delitos políticos de pipiolos o liberales, en septiembre de 1842), a la que siguió otra (octubre de 1842). En virtud de ellas, rehabilitaba a los oficiales

vinculados al pipiolismo que habían sido dados de baja por sus vinculaciones a este grupo liberal. Estas medidas distendieron las difíciles relaciones entre los liberales y los conservadores, muy complicadas luego de la victoria de Lircay.

Para el año de 1846 la aparente paz interior y las bonanzas económicas permitieron que Bulnes fuera reelecto por otro período de 5 años.

El gobierno de Manuel Bulnes, tranquilo y próspero en grandes realizaciones económicas, llegó a su término en medio de agitaciones políticas. Esto se

explica porque en 1849 irrumpe en el escenario político nacional una nueva organización partidaria, que venía insinuándose como tendencia desde años

atrás. Se trata del Partido Liberal, estructurado con el aporte de distintas vertientes del liberalismo existente en nuestro país en ese entonces: jóvenes estudiantes de la Universidad de Chile liderados por José Victorino Lastarria y

los antiguos pipiolos, e intelectuales imbuidos del liberalismo europeo y fuertemente influidos por el positivismo francés muy de moda en aquellos

años. Hacia finales de la década de 1840, la oposición al sistema autoritario se organizaba y comenzaba a discutir públicamente la necesidad de transformar la Constitución de 1833 en una carta legal en que se reconocieran las

libertades públicas y privadas. A comienzos de 1851, año que ponía fin al decenio de Bulnes, la agitación

alcanzó su punto más álgido. El 20 de abril se sublevó el regimiento Valdivia, de la guarnición de la capital. Su jefe, el coronel Pedro Urriola, murió en el motín y los conspiradores, entre los cuales se encontraban Benjamín Vicuña

Mackenna, José Miguel Carrera Fontecilla y Francisco Bilbao, fueron desterrados o relegados.

Secundado por su ministro y amigo Antonio Varas, el gobierno del presidente Montt (1851-1861) fue el último gobierno del período conservador.

El decenio de Montt fue aparentemente tranquilo, aunque muchos historiadores lo consideran como una dictadura legal, ya que se gobernó con el principio de autoridad como lo establecía la Constitución de 1833.

La relativa bonanza económica permitió el desarrollo de distintas actividades

productivas y Chile comenzó a perfilarse como un país exportador de materias primas. En 1859 estalló una nueva revolución en Copiapó, La Serena, San Felipe, Talca y Concepción, como una oposición a una candidatura presidencial

oficialista -la de Antonio Varas- y con el ánimo de introducir reformas constitucionales que aumentaran el poder del Congreso y disminuyeran el

poder del Presidente de la República. Esta revuelta fue sofocada rápidamente en todas partes, con la excepción de Copiapó, donde fue apoyada por ricos empresarios mineros, tales como Pedro León Gallo y la familia Matta. León

Gallo organizó un ejército para enfrentar al ejército oficialista, e incluso hubo una batalla favorable a los insurrectos: “Los Loros”, al norte de La Serena. Sin

embargo, fueron derrotados definitivamente en la batalla de Cerro Grande. Pedro León Gallo huyó hacia Argentina y la situación interna quedó completamente controlada por el gobierno.

La revolución de 1859 fue decisiva para el posterior desarrollo político del país, ya que el candidato del oficialismo para las elecciones de 1861, el conservador

Antonio Varas, desistió de su candidatura y asumió un candidato de consenso, José Joaquín Pérez, dirigiendo una fusión entre los sectores liberales y conservadores.

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La república liberal: el pensamiento liberal en Chile

La influencia del pensamiento liberal en nuestro país tiene que ver con un fenómeno de carácter mundial. Luego de la Revolución Francesa y la

independencia de los EE.UU., con el triunfo de sectores ilustrados y animados por la búsqueda de mayores libertades públicas en todo el mundo, muchos intelectuales y políticos abrazaron dichos principios.

Especialmente en Inglaterra y Francia, los liberales desarrollaron un intenso debate acerca de la necesidad de la libertad en oposición a los sistemas de

gobierno monárquico, a los que se oponían con fuerza. Estas ideas llegaron a Chile a través de distintos medios: textos de autores ilustrados, viajes de jóvenes de la aristocracia local a estudiar a Europa,

viajeros ilustres que visitaron nuestro país en ese entonces, etc. El ideario liberal tuvo muchos seguidores en nuestro país y aunque derrotados

luego de la batalla de Lircay por los sectores conservadores, estos ideales siguieron intentando influir en la vida política del gobierno y de las ideas, desde una postura opositora.

José Victorino Lastarria, Salvador Sanfuentes Torres, Marcial González Ibieta, Santiago Arcos, Francisco Bilbao, Federico Errázuriz Zañartu, Federico Santa

María, Eusebio Lillo, Manuel Antonio Matta, Guillermo Blest Gana, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna son algunos de los más reconocidos intelectuales liberales chilenos del siglo XIX. Muchos de ellos ocuparán, en

distintos momentos del siglo, puestos de gobierno o serán directores de instituciones de educación como el Instituto Nacional o la Universidad de Chile.

El centro de las ideas de estos liberales era la necesidad de implementar en Chile un orden político que respetara las libertades públicas y privadas, disminuyendo la influencia del poder ejecutivo en la Constitución de 1833.

Desde comienzos de la década de 1840, distintos jóvenes liberales habían comenzado a organizarse para oponerse al gobierno de Bulnes y su

autoritarismo. El cierre de diarios, la prohibición de realizar manifestaciones públicas, el destierro de distintos intelectuales y el encarcelamiento de otros llevó a

sectores de oposición a discutir en espacios privados acerca de la necesidad de terminar con el sistema imperante e introducir reformas a la Constitución, vista

como un escollo para la consecución de la libertad que soñaban.

El desarrollo cultural: La generación de 1842 En los textos tradicionales, a través de los cuales estudiamos la historia del siglo XIX, se enfatiza el desarrollo político y económico del país. Sin embargo,

existe un relato de vital importancia, como es el de los avances y logros en el campo cultural y educacional entre los años 1830 y 1890.

Andrés Bello, formador de los primeros intelectuales de la década de los años

1840 – 1850. Fundador de la Universidad de Chile

Este proceso se caracterizó por la creación de una serie de instituciones

públicas y privadas, que se dedicaron al cultivo de la enseñanza y la educación.

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En esta historia participan liberales y conservadores, unidos por el espíritu

romántico que dominaba a los intelectuales de la época. Estos hombres exaltaron al ser humano, la naturaleza y la belleza. Fueron rebeldes que

buscaban la libertad y la independencia de pensamiento, frente a las influencias de la Ilustración.

La educación Una de las primeras tareas que se dieron los gobiernos del Chile independiente

fue la de dar educación a sus habitantes. Existía un cierto consenso entre liberales y conservadores respecto de la importancia que tenía la educación en el desarrollo del país.

El 10 de agosto de 1813 se había dado el primer gran paso para el desarrollo educacional chileno, al fundar el Instituto Nacional bajo el gobierno de Carrera.

José Victorino Lastarria (1817 - 1888)

Promover el mejoramiento educacional no era tarea fácil en aquellos

momentos, pues la falta de recursos luego de la independencia era un obstáculo difícil de superar; no obstante, se fundaron algunos espacios culturales y educativos.

En la década de 1820, el liberal José Joaquín de Mora abrió el Liceo de Chile, al tiempo que otro francés, Pedro Chapuís, inauguraba el Liceo de Santiago. Ya a

fines de 1830 había en Santiago cerca de 10 colegios privados. No solamente en la capital se creaban nuevos espacios educativos. En La Serena se abrían el Instituto San Bartolomé (1821), el Instituto Literario de

Concepción (1827) y en Talca el Instituto Literario (1831) en dichas ciudades. Este desarrollo educacional se vio enriquecido con la llegada de los primeros

inmigrantes, quienes abrieron colegios intentando mantener sus orígenes culturales. El colegio Mackay recibió en 1857 a los hijos de inmigrantes ingleses en Valparaíso, mientras el Colegio Alemán de Valdivia recibía en 1858

a los alemanes que habían llegado a partir de 1850. También las órdenes religiosas hicieron lo suyo; los Jesuitas que regresaron a Chile en 1843

fundaban el colegio San Ignacio en 1856. Otro factor que ayudó al desarrollo intelectual en Chile fue la llegada de notables intelectuales extranjeros, tanto europeos que huían de los

movimientos revolucionarios, como americanos, que lo hacían de las dictaduras de sus respectivos países.

Durante el gobierno de Prieto se fundaron: la escuela de Medicina y Farmacia en 1833 y la escuela de Obstetricia en 1834. Don Manuel Bulnes y su ministro de Instrucción Pública, Manuel Montt,

fundaron en 1842 la Universidad de Chile. Casi un año después, el 18 de septiembre de 1843, en solemne ceremonia fue inaugurada oficialmente. Su

primer rector fue Andrés Bello. La Escuela Nacional de Preceptores (profesores primarios) aparece en 1842, con Domingo Faustino Sarmiento como director.

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La Escuela de Bellas Artes se crea en 1849, dirigida por el pintor italiano

Alejandro Cicarelli y la Escuela de Arquitectura se funda en 1849. La Escuela de Artes y Oficios en 1849. El Conservatorio Nacional de Música en 1851.

Además, se inició la construcción de un edificio para el Instituto Nacional. Durante el gobierno de Manuel Montt se fundaron más de 500 escuelas básicas. Se fundó el Observatorio Astronómico en 1852. En 1854 se fundó la

Escuela Normal de Preceptoras y el Museo Nacional de Bellas artes. En 1855 es promulgado el Código Civil chileno, obra de Andrés Bello. Nace la Sociedad de

Instrucción Primaria en 1856. Se dictó la ley de Instrucción Primaria en 1860. Aumentó la fundación de liceos en provincias y se crearon los primeros colegios particulares.

Los particulares también abrían escuelas: la Sociedad de Instrucción Primaria en 1856 contó con el apoyo de las familias más pudientes, que prestaban

recursos para la educación privada y para la construcción de las llamadas “bibliotecas populares”, que atendieron las necesidades ascendentes de educación y lectura de los ciudadanos de las clases populares.

Al alero de estas escuelas, liceos y bibliotecas fueron surgiendo una serie de instituciones que, poco a poco, moldearon nuestra identidad cultural. Si bien el

acceso a la educación no era total, se fue formando una conciencia de la necesidad de ampliar las herramientas culturales. Se contrataron los servicios de los profesores extranjeros Ignacio Domeyko,

mineralogista polaco, y Gustavo Courcelle Seneuil, sindicado como el difusor del pensamiento librecambista en Chile. La historiografía alcanzó un gran

desarrollo con los trabajos de notables historiadores como: Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui y Benjamín Vicuña Mackenna.

La generación literaria de 1842 La generación literaria de 1842 representa el primer movimiento intelectual de

inspiración nacional. Los estudiantes de los cursos superiores del Instituto Nacional formaron una “Sociedad Literaria”, dirigida por el profesor José Victorino Lastarria. A ella pertenecieron: Salvador Sanfuentes, Antonio Varas,

José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Eusebio Lillo, Aníbal Pinto, Antonio García Reyes, Francisco Bello y muchos más. Se acordó editar un periódico que se

llamó “El Semanario”, cuyo primer número apareció el 14 de julio de 1842; fue dirigido por Antonio García Reyes.

Esta generación realizó un gran avance en materia literaria. Con este grupo surgieron muchos libros, revistas y diarios nuevos, que hicieron de Chile un país con cierta madurez intelectual.

Sus principales representantes fueron: José Victorino Lastarria, José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Salvador Sanfuentes y Eusebio Lillo.

Este primer grupo de creadores e intelectuales chilenos, surgidos al alero de la Universidad de Chile, dio los primeros pasos en la conformación de una identidad cultural local. Muchos de ellos, por primera vez, reflexionaban acerca

de los elementos que nos comenzaban a instituir como nación. En sus escritos reivindican el rol del pasado indígena, en contraposición a lo

que ellos consideraban la “larga noche” de la colonia; y es que, animados por su liberalismo y su ilustración, observaron en el pasado español el origen de casi todos los males de la realidad que les tocó vivir.

La apertura de Chile al extranjero implicó también la llegada de numerosos artistas y científicos que apoyaron la creación de esta primera red de

pensadores locales. Las mujeres y la educación

La mayoría de los alumnos eran de sexo masculino, pues las mujeres aún no se integraban al sistema educativo secundario. Solo a partir de 1870, las

mujeres pudieron integrarse a los estudios universitarios; antes de esta fecha, quedaban relegadas al ámbito de lo privado, ejerciendo labores domésticas.

En el ámbito de la integración de las mujeres a la educación, se destaca la llamada “Ley Amunátegui”, del 6 de noviembre de 1877, que permitió a las

mujeres acceder a la educación universitaria. Sin duda, este decreto, firmado por el ministro Miguel Luis Amunátegui (prestigioso intelectual chileno vinculado

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a la generación del 42), abrió un nuevo tiempo para la mujer del siglo XIX,

pues integró al campo del saber a un sector importante de la población.

Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886)

Los espacios públicos y de sociabilidad en las ciudades chilenas del

siglo XIX En el período anterior a la Independencia, los espacios públicos estaban dedicados especialmente a las ceremonias religiosas y a eventos centrados en

las autoridades españolas. Con la llegada de la autonomía política y económica las cosas cambiaron, pues poco a poco las calles y las plazas comenzaron a

recibir nuevos visitantes de distintos países, en busca de esparcimiento en locales o fiestas públicas. Las celebraciones de la Independencia, cada septiembre, se realizaban en los sectores aledaños a las ciudades, donde las

capas populares organizaban las primeras ramadas. En estas celebraciones se bailaba y se bebía y comían los tradicionales platos preparados por las mujeres

del pueblo. En el caso de Santiago, estas fiestas se celebraban en el barrio de la Chimba, al norte de la ciudad.

La expansión económica y del territorio durante el siglo XIX Dentro de las tareas de los nuevos gobiernos una vez lograda la

independencia, estuvo la de organizar la llamada hacienda pública. Los escollos abundaban: pobreza en los campos, desorganización gubernamental, etc. En

este contexto resultan de vital importancia las acciones del ministro Manuel Rengifo, verdadero organizador del tema a nivel nacional. Las nuevas relaciones económicas con los países europeos y americanos

diversificaron las posibilidades de nuestro país de establecer nuevos negocios. Así, Chile comenzó a importar y exportar productos que recorrieron grandes

distancias, dando a conocer nuestras riquezas naturales. Minerales y productos agrícolas comenzaron a venderse al exterior, lo que llevó

a Chile a convertirse en exportador de bienes de consumo de actividades extractivas, con una importante presencia en los mercados que se creaban al

alero del capitalismo europeo, sistema que requería de materias primas para poder mantener los niveles de consumo de sus industrias.

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El ámbito de la minería

Gran parte de la prosperidad económica de la época se debe a la capitalización y la formación de riquezas privadas en base a la minería de la plata, el cobre y

el carbón piedra. La actividad minera en Chile se caracterizó por una evolución constante a lo largo de todo el siglo. En ese aspecto, el Estado se limitó, en general, a legislar sobre la fiscalización de la minería. De este modo, el auge y

progreso de dicho sector se debió principalmente a la iniciativa privada. En torno a zonas como La Serena, Ovalle, Lota, Andacollo, Coronel y otras, se

crearon importantes centros de desarrollo minero, gracias a los yacimientos que permitieron el surgimiento de lo que se ha llamado la burguesía nacional: familias no aristocráticas que construyeron sus riquezas en función de la

explotación de dichos centros mineros.

Los nuevos mercados de Australia y California Una parte considerable del desarrollo económico del período se debió al buen precio que alcanzaron el trigo y la harina chilenos en los mercados de

California y Australia. El descubrimiento de oro en California, en el Oeste de los Estados Unidos, creó

un importante polo de desarrollo demográfico: la famosa exploración y conquista del Oeste. Los cientos de miles de buscadores de oro necesitaban alimentos y no tenían una infraestructura agrícola que los abasteciera

adecuadamente, por lo que se vieron en la obligación de hacer grandes importaciones de bienes alimenticios. El único país triguero de cierta

importancia en la costa occidental del continente americano era Chile. Este nuevo mercado permitió a Chile dominar casi la totalidad del negocio triguero durante los últimos años de la década de 1840 y los primeros de 1850. Por la

falta de competidores, el negocio fue muy bueno, llegando a convertirse en uno de los primeros países exportadores de trigo. Esta demanda fue satisfecha

por cientos de agricultores de la zona central de Chile, quienes vieron desarrolladas sus actividades trigueras, especialmente en la Cordillera de la Costa entre Santiago y Concepción.

Lamentablemente, la fiebre de oro tuvo su declinación a partir de 1853, con lo que el trigo chileno cambió de comprador y se trasladó a un nuevo frente.

El descubrimiento de oro en Victoria y Nueva Gales del Sur, en 1851, provocó un desplazamiento de la mano de obra agrícola y una consiguiente disminución

de la superficie cultivada en Australia, lo que obligó a la entonces colonia a recurrir a las importaciones. Esto permitió a Chile continuar por pocos años más exportando trigo a los mercados del Pacífico.

La agricultura se desarrolla

En 1838 se fundó la Sociedad Chilena de Agricultura, agrupación de dueños de campos a lo largo de toda la zona central de nuestro país. A esta agrupación se deben dos obras de importancia para el estudio científico de las labores del

agro. La primera fue el boletín bimensual “El Agricultor”, que se publicó entre 1838 y 1849, con el propósito de divulgar técnicas agrarias y nuevos cultivos.

La segunda fue la disposición de crear en 1839 un centro de experimentación agrícola, “La Quinta Normal”, cuna de la enseñanza de la agricultura en Chile, que mejoró las técnicas de agricultura al promover la renovación de técnicas

coloniales obsoletas. Sin embargo, esta renovación no terminó con los agudos problemas de los campesinos, quienes siguieron en un viejo sistema de

relaciones sociales y económicas hasta bien entrado el siglo XX. La iniciativa privada permitió también la construcción de embalses y canales de regadío en predios que se extendían entre La Serena y Chillán, regiones donde

las lluvias suelen ser irregulares, estando expuestas a sequías. Se terminó la canalización del río Maipo y se inició la construcción del canal en el río

Aconcagua. En el río Maipo se construyeron los canales de Pirque, Puangue y de Las Mercedes. Otra serie de obras de regadío fueron construidas en el río Cachapoal, en Maule, Talca y Linares.

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La exploración del territorio de Chile durante el siglo XIX

Desde los primeros años de vida independiente, los distintos gobiernos se esforzaron por reconocer y explorar las diferentes zonas geográficas.. El

país era un conjunto de áreas que estaban sin la fiscalización necesaria. A ello hay que agregar la intención de ampliar las fronteras de la economía, creando nuevos focos productivos a lo largo de Chile.

Desde la década de 1830 se iniciaron lentamente una serie de catastros que buscaban delimitar las nuevas zonas que serían ocupadas por los chilenos y

chilenas de la nueva República. Estos catastros sirvieron para organizar una estrategia de ocupación del territorio, aspecto que preocupó a la mayoría de los gobiernos del siglo XIX.

El territorio

Una de las estrategias que los gobiernos de la República Conservadora (especialmente Bulnes y Montt) planearon para poblar este territorio fue la de ocupar con inmigrantes aquellas zonas de Chile que no estaban efectivamente

pobladas por habitantes nacionales. Las razones que argumentaron dichas intenciones se explican a partir de

algunas necesidades concretas: la baja densidad de población era un obstáculo para el propósito de ocupación efectiva del territorio nacional, por lo que se intentó explotar esos despoblados rurales trayendo agricultores extranjeros.

Por otra parte, los países europeos que estaban en la etapa de expansión imperialista necesitaban nuevos mercados económicos y nuevos centros desde

los cuales extraer materias primas; por lo tanto, el control de lugares estratégicos en América del Sur era una idea interesante para el gobierno de Chile, que buscaba establecer buenas relaciones con los países europeos.

Otro aspecto interesante era el hecho de considerar a los europeos como agentes de civilización y educación sobre la escasa población local nacional.

Estas razones están en el fondo de un proceso de ocupación que no difiere mucho de los que se vivían en otros países de nuestro continente como Argentina, Venezuela y Brasil, entre otros., que llevaban inmigrantes como

estrategia de colonización y “civilización”.

La ocupación de Magallanes Años atrás, en el extremo sur, se había llevado a cabo la incorporación

definitiva del Estrecho de Magallanes a Chile. Desde 1837 se tenía conocimiento de que expediciones francesas e inglesas estaban ocupando los archipiélagos de Oceanía y Las Malvinas. Ante tales amenazas a la soberanía

nacional, en mayo de 1843 partió la goleta Ancud al mando del capitán Juan Williams Rebolledo, quien el 21 de septiembre de 1843 tomaba posesión

efectiva del Estrecho en nombre del gobierno de Chile. Acto seguido se echaron las bases del primer poblado: el Fuerte Bulnes. El establecimiento de una colonia tropezó con grandes dificultades, debido a la crudeza del clima y a

su aislamiento. Ello contribuyó a que, en 1849, se fundara la ciudad de Punta Arenas, en el lugar al que los mapas de navegación ingleses llamaban “Sandy

Point” -punta arenosa-. Dicho centro mantuvo por muchos años el carácter de plaza fuerte y luego de colonia penal. Posteriormente, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, comenzaron a llegar

inmigrantes yugoeslavos a esa apartada zona. Se dedicarían a la ganadería ovina en un capítulo doloroso de la historia de Chile, debido a que estos

inmigrantes practicamente exterminaron a la población originaria de la Tierra del Fuego, los Onas, en cacerías que han sido retratadas en numerosos documentos fotográficos y literarios.

La ocupación de la Araucanía

La zona habitada por los mapuche desde los tiempos de la Colonia, era desde el Biobío hacia el sur. En esta área se desarrolló toda una dinámica que les permitió, no sin problemas, mantener una cierta autonomía cultural y política.

Sin embargo, a partir de la década de 1870, los ojos de los distintos gobernantes se dirigieron a esta inmensa zona llena de recursos naturales y de

abundante mano de obra que se podía integrar al territorio nacional. En ese contexto, en 1861, el gobierno dio su aprobación al plan de Cornelio

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Saavedra, confiriéndole amplios poderes al designarlo Comandante en Jefe del

Ejército del territorio araucano e Intendente y Comandante General de Armas de la provincia de Arauco. La estrategia del comandante Saavedra consistía en

la aplicación de un plan similar al del español Alonso de Rivera, quien a comienzos del siglo XVII organizó el primer ejército profesional de Chile. La idea era avanzar sobre el territorio mapuche desplazando la línea de fuertes

que, en sentido transversal, protegería las tierras incorporadas. Detrás del ejército vendrían los agricultores nacionales y extranjeros, comerciantes y

funcionarios estatales. Una vez alcanzada esta meta, se haría un nuevo avance, que tendría las mismas características del anterior. El plan consistía en ocupar las tierras desplazando a los indígenas a las llamadas “reducciones”

que, como su nombre lo indica, eran reducidas áreas donde los mapuche, acostumbrados a un tipo de agricultura extensiva, comenzaron a

vivir lo que para ellos significó el comienzo de una triste historia de expropiaciones de sus tierras ancestrales. De esta manera, Chile fue construyendo su espacio interior, configurando

lentamente un país que en realidad era un conjunto de zonas culturalmente distintas.

Los conflictos externos de Chile En el proceso de expansión nacional, las intenciones de los nuevos gobiernos

chocaron con los intereses de los otros países de la región, vecinos de Chile. Perú, Bolivia y Argentina entraron en conflictos por el control de distintas

zonas geográficas, puesto que también expandían sus territorios en busca de nuevos espacios que poblar, donde pudieran fructificar nuevas actividades económicas.

La historia de nuestras relaciones internacionales está plagada de conflictos bélicos que hicieron de ellas un difícil camino a recorrer.

Con la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana durante el gobierno de José Joaquín Prieto, nuestro país sufrió su primer conflicto internacional. En 1835 el presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz, inspirado en el ideal

bolivariano de unidad continental, había logrado ser reconocido como “protector” del Perú. Unió así el núcleo fundamental del antiguo imperio Inca,

con el nombre de Confederación Perú-Boliviana. Portales, que pensaba que Chile debía realizar su desarrollo histórico como

unidad distinta y separada del resto, vio en la Confederación una amenaza para nuestro país y, por lo tanto, hizo lo posible para terminar con ella.

El desarrollo del conflicto Portales envió una expedición naval a cargo de Victorino Garrido, marino

español al servicio de Chile, quien se apoderó de los barcos de la Confederación: “Santa Cruz”, “Arequipeño” y “Peruviana”. Una vez en manos de los chilenos, los barcos fueron utilizados como garantía del préstamo

impago. El mariscal Santa Cruz accedió a dejarlos en poder de Chile hasta que se firmara un tratado definitivo, pero Portales no aceptó este acuerdo y envió

una misión diplomática a cargo de don Mariano Egaña, quien exigió la disolución inmediata de la Confederación. Perú debía reconocer y comprometerse a pagar la deuda con Chile por el préstamo posterior a su

liberación. Además, debía financiar los gastos de la expedición libertadora, y peruanos y bolivianos debían limitar para siempre sus fuerzas navales. Ante la

negativa de Santa Cruz, Chile declara la guerra inmediatamente. La gravedad de la situación llevó al Congreso Nacional chileno a otorgar facultades extraordinarias al Presidente, quien declaró estado de sitio en todo

el territorio nacional, organizando tribunales de guerra permanentes. Esta situación llevó a muchos opositores a pensar que la situación de guerra estaba

siendo utilizada por los gobernantes de nuestro país para crear una verdadera dictadura militar, cuestión que puede explicar, de una u otra forma, el asesinato de Portales.

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En efecto, a comienzos de junio de 1837, el ministro se dirigió a Quillota para revisar las tropas que se hallaban acantonadas allí. Repentinamente, fue

rodeado y aprehendido por oficiales amotinados, dirigidos por el coronel José Antonio Vidaurre, jefe del Estado Mayor del ejército expedicionario. Los insurrectos llevaron a Portales a Valparaíso, donde fueron repelidos por la

guarnición del puerto acantonada en el cerro Barón. En la madrugada del día 6 de junio de 1837, cuando comenzaban los enfrentamientos entre ambos

bandos -insurrectos y oficialistas-, Portales fue asesinado por sus captores. La guerra contra la Confederación, que hasta el momento era impopular para grandes sectores, se transformó en cuestión de preocupación pública para un

gran número de los chilenos y chilenas. Además, muchos comprendieron que efectivamente los Consejos de Guerra permanentes tenían una razón certera

de ser, pues había infiltración en el país de aliados de la Confederación. De hecho, otra de las interpretaciones que existen acerca de la muerte de Portales es que habría sido asesinado por infiltrados de Santa Cruz en Chile.

Ante estos hechos, se organizó una expedición al mando de Manuel Blanco Encalada que contaba con muy pocos hombres (cerca de 2.800), puesto que

los informes de inteligencia recogidos por los chilenos en Perú indicaban que una gran parte del ejército peruano se plegaría al chileno, aburridos de la dominación del boliviano Santa Cruz. En realidad, este era un pésimo informe

y produjo que Blanco se viera en una gran inferioridad de fuerzas y completamente aislado en el Perú por las tropas de la Confederación.

Ante esta situación, Blanco Encalada propone a Santa Cruz hacer un combate de fuerzas escogidas de los dos ejércitos, con jueces internacionales que observen la lucha y elijan un ganador. Obviamente, la respuesta de Santa Cruz

fue negativa, lo que obliga a Blanco a firmar el Tratado de Paucarpata. Este tratado establece que Chile firma incondicionalmente la paz, reconoce y

acepta la existencia de la Confederación, devuelve los barcos peruanos capturados en el Callao y sacaría a sus ejércitos inmediatamente del territorio de la Confederación, otorgando además ventajas comerciales en el Pacífico a

Perú y Bolivia. Cuando Blanco Encalada llegó a Chile con el tratado, el Presidente lo relevó de

su cargo, poniéndolo a disposición de un Consejo de Guerra, con la acusación de haber avalado las peticiones de la Confederación y no haberla enfrentado.

El negociador diplomático que acompañaba a Blanco Encalada, Antonio José Irisarri, nunca más pudo pisar territorio chileno.

El término de la guerra El general Manuel Bulnes zarpó de puerto chileno recién el 6 de julio de 1838

con 5.400 hombres, 6 buques de guerra y 27 transportes. Desembarcó en Ancón y ocupó Lima sin resistencia. Luego, derrotó a los confederados en las batallas de Matucana y Buin, mientras el almirante Simpson derrotaba a la

flota peruana de corsarios mercenarios en el combate naval de Casma. Siguieron las batallas de Portada de Guías, Puente Ancash y el 20 de enero de

1839 tuvo lugar la batalla de Yungay, en la cual se derrotó definitivamente a Santa Cruz, poniendo término a la Confederación. El presidente Prieto, inmediatamente terminada la guerra, promovió un

ambiente de progresivo retorno a la tranquilidad sobre la base de una política de distensión y de participación restringida, rehabilitando a un grupo

importante de pipiolos que hasta entonces estaban marginados de las esferas de gobierno, a quienes destacó por su lealtad durante la Guerra. En 1841 el vencedor de Yungay era elegido Presidente de la República con una

amplia mayoría de electores. Algunos historiadores afirman que los soldados que partieron a la Guerra, en

su mayoría, fueron obligados a enrolarse en el ejército, lo que evidenciaría que en Chile aún no existía un sentimiento patriótico tan poderoso como para llevar a muchos a perder la vida por la patria. Esta situación cambió en el conflicto de

la Guerra del Pacífico, que sí contó con el apoyo de muchos hombres del bajo pueblo que se enrolaron para ir al combate.

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La guerra contra España En la década de 1860, España realizó algunas acciones con el fin de recuperar

las áreas de acción que había perdido durante las guerras de la Independencia. En ese contexto, los hispanos invadieron Santo Domingo y México. Estas invasiones hicieron que se desarrollara un particular sentimiento

americanista, que se expresó en la alianza de distintos países de nuestro continente. Las naves españolas se apoderaron de las islas Chinchas en el

Perú, ante lo cual Chile solidarizó con el país vecino, ya que si los hispanos dominaban el Perú, el próximo objetivo seguramente sería nuestro país. En marzo de 1866, naves españolas bombardearon Valparaíso causando

enormes pérdidas en el plan del puerto. Estos sucesos fueron recordados durante años por los porteños, ya que la situación fue desastrosa para esta

ciudad. Los conflictos limítrofes con Bolivia

Los conflictos limítrofes entre ambos países comenzaron solo cuando se descubrió el valor económico del desierto de Atacama. A fines de la década de

1830 se descubrió guano en la costa, un rico fertilizante requerido por Perú como abono para su agricultura y además demandado por los países europeos.

El gobierno chileno decidió enviar una comisión exploradora a reconocer las potencialidades de los depósitos de la zona. Las conclusiones terminaron con

una ley, el año 1842, que declaraba de propiedad nacional a las guaneras al sur de la bahía de Mejillones (23º de latitud sur), por lo que importaba fijar en esa línea el límite norte del país.

El gobierno, asimismo, comenzó a otorgar permisos a empresarios particulares para cargar guano en las proximidades de Mejillones, es decir, más al norte de

la frontera definida, lo que sugería que las pretensiones chilenas no se hallaban totalmente satisfechas. En 1847, las autoridades bolivianas resolvieron interrumpir las faenas realizadas en la zona de Mejillones por empresarios

chilenos. El gobierno de Chile respondió enviando tropas a ocupar dicho territorio.

En 1866, los gobiernos de Pérez (Chile) y Melgarejo (Bolivia) suscriben un tratado de límites en el que se acoge una fórmula de consenso. Se fijaba como

frontera entre ambos países el paralelo 24º -no el 23º que quería Chile ni el 25º que postulaba Bolivia-. Además, se establecía la creación de una zona económica compartida, entre los paralelos 23º y 25º. Los impuestos

provenientes de la explotación del guano y minerales se repartirían por partes iguales entre ambos países.

Imagen de la Plaza de Armas de Santiago a fines del siglo XIX.

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21

Sin embargo, el mismo año en que se firmó el tratado surgieron nuevas circunstancias que alteraron el panorama. Los mineros chilenos José Santos

Ossa y Francisco Puelma obtuvieron una concesión del gobierno boliviano y dieron inicio a la explotación del salitre en el Salar del Carmen. Formaron la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama, antecesora directa de la Cía.

de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta. Estos dos nuevos factores de riqueza -salitre y plata- dieron impulso a un proceso masivo de establecimiento

de empresas chilenas en territorio boliviano. El desierto se convirtió en un área que despertó los intereses particulares de empresarios chilenos. Esta situación hizo preocuparse a las autoridades

bolivianas, especialmente al gobierno de Hilarión Daza, conocido por su nacionalismo. Poco a poco se llegaba a una situación tensa en extremo.

Mientras tanto, Bolivia y Perú concretaban un tratado secreto el 6 de febrero de 1873. Argentina fue llamada, pero finalmente no lo suscribió. Al mismo tiempo comenzaba a desarrollarse un mayor interés por parte de las

autoridades peruanas en las acciones económicas que poseían en el desierto. A comienzos de 1873 el presidente Pardo del Perú decretó el estanco

(estatización) del salitre en Tarapacá. Complementó esta medida con un decreto en el que ordenaba la expropiación de las salitreras, que eran en su mayor parte propiedad de capitalistas chilenos.

En 1874 Chile y Bolivia firman un nuevo tratado de límites, en el que Chile mantuvo el límite en el paralelo 24º, pero renunció a sus derechos a las tierras

localizadas al norte de esta línea. Se estableció como condición complementaria que el gobierno boliviano desistiera de gravar con nuevos impuestos a las empresas chilenas localizadas entre los paralelos 23º y 25º

durante un período de diez años. Sin embargo, los problemas continuaron, y en 1878 el presidente Daza

estableció un nuevo impuesto a la exportación del Salitre, violando lo acordado con el gobierno chileno. Luego decidió apoderarse de las salitreras chilenas, mientras el gobierno peruano hacía lo mismo en Tarapacá. Estas disputas

terminarían provocando la Guerra del Pacífico.

La Guerra del Pacífico (1879-1883) En síntesis, las causas de la guerra se pueden agrupar del siguiente modo:

1º La cuestión de límites con Bolivia. 2º El advenimiento de Hilarión Daza a la presidencia de Bolivia, quien

hizo aprobar un impuesto de 10 centavos de oro por quintal métrico de salitre exportado por parte de los empresarios chilenos.

3º La amenaza del gobierno boliviano de rematar las salitreras. 4º La ocupación militar de Antofagasta que llevó a cabo el coronel Emilio Sotomayor con el propósito de reivindicar el litoral y evitar el remate de

las salitreras. 5º La existencia de un pacto secreto de alianza defensiva entre Perú y

Bolivia desde 1873.

La ocupación de Antofagasta se materializó el 14 de febrero de 1879 bajo las

órdenes del coronel chileno Emilio Sotomayor, quien al mando de dos compañías buscaría evitar el remate de las salitreras chilenas. El 1º de marzo

Bolivia declaraba la guerra a Chile. Los bolivianos resistieron en el interior hasta fines de marzo, momento en que las tropas chilenas tomaron Calama. Solo a fines de marzo la opinión pública chilena tuvo conocimiento de la alianza

secreta entre Bolivia y Perú, lo que llevó a declarar la guerra a ambos países el 5 de abril de 1879.

Los resultados de la guerra provocaron un verdadero sismo político en los países aliados. En Perú fue depuesto el presidente Mariano Ignacio Prado y asumió Nicolás Piérola; en Bolivia, Narciso Campero derrocó a Hilarión Daza.

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Chile, entre tanto, decidió ocupar las provincias de Arica y Tacna. Dicha campaña se extendió de enero a junio de 1880 y fue organizada por el ministro

de guerra José Francisco Vergara y el general Manuel Baquedano. El ejército chileno, en esta “Segunda Campaña Terrestre”, derrotó en Tacna (26 de marzo) y en Arica (7 de junio) a las tropas aliadas.

Después de la batalla de Tacna, Bolivia no prosiguió la guerra, y los restos de su ejército volvieron al altiplano, dejando solo a Perú y rompiendo de hecho el

pacto de asistencia recíproca que los unía. Cesaba de esta manera la participación boliviana en la Guerra. Con posterioridad a la segunda campaña terrestre, se realizó la “Conferencia

de Arica” en octubre de 1880, con la mediación de los Estados Unidos. Los representantes de los países beligerantes se reunieron en Arica a bordo de la

fragata norteamericana “Lackawanna”. El representante chileno, don Eulogio Altamirano, exigió la cesión definitiva de los territorios situados al sur de la quebrada de Camarones, lo que fue rechazado por los delegados de Perú y

Bolivia, con lo cual se puso término a la conferencia y la guerra continuó. Posteriormente el ejército chileno se dirigió a Lima, ocupando dicha ciudad y

algunos focos de resistencia peruana se dieron en la Sierra, lo que correspondería a la última campaña de la guerra. El gobierno peruano se rindió, firmándose el Tratado de Ancón, el cual

determinó que la zona de Tarapacá quedaba en territorio chileno.

En cuanto a Bolivia, diversas negociaciones condujeron a la firma de un pacto de tregua en Valparaíso, tratado que establecía fundamentalmente lo siguiente:

1. La tregua de Chile y Bolivia sería indefinida. 2. El territorio comprendido entre el río Loa y el paralelo 23º continuaría

sometido a las leyes chilenas. 3. Se restablecían las relaciones comerciales entre Chile y Bolivia y se

otorgaban a esta última franquicias especiales para su comercio por

Arica y Antofagasta. 4. Bolivia devolvería las propiedades confiscadas a chilenos y los productos

percibidos por el secuestro. 5. Continuarían las gestiones y diligencias para obtener una paz justa y

definitiva. Laboriosas gestiones postergaron hasta 1904 la concertación de un tratado de

paz definitivo entre Bolivia y Chile.

Consecuencias de la guerra

1. Chile amplió su territorio con la anexión de las actuales regiones de

Arica- Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. 2. El país quedó convertido en una potencia militar de primer orden dentro

de la América del Sur. 3. La posesión del salitre significó disponer de una riqueza extraordinaria

para el Estado chileno, que comenzó a cobrar impuestos a la

exportación del nitrato. 4. El fisco aumentó considerablemente sus entradas y creció la fortuna de

los círculos mineros, comerciales y bancarios. 5. Se produjo un aumento del proletariado minero, puesto que mucha

mano de obra (particularmente mineros desocupados del Norte Chico)

se dirigió a la extracción del salitre en los distritos del Norte Grande, adquiriendo protagonismo social.

6. Se acentuó la importancia del capital inglés como propietario del salitre (especialmente con JohnTomas North, conocido como el “rey del salitre”).

Después de la Guerra del Pacífico, a mediados de la década de 1880, las

fronteras chilenas quedaron sometidas a acuerdos políticos con las naciones vecinas. En estas negociaciones se delineó el territorio definitivo de nuestro

país. La historia de estas negociaciones terminaría en la década de 1930 con el pacto firmado entre Chile y Perú.

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Bibliografía Si deseas profundizar en alguno de estos temas, te sugerimos revisar los

siguientes textos: Aylwin, Mariana y otros (s/f ). Chile en el siglo XX. Emisión, Santiago. Barros Arana, Diego (1884). Historia general de Chile.

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Santiago. Jocelyn-Holt, Alfredo (1997). El peso de la noche. Ariel-Planeta, Santiago.

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Santiago. Villalobos, Sergio (1989). Portales, una falsificación histórica. Editorial

Universitaria, Santiago. Sitios sugeridos

Además puedes visitar los siguientes sitios en Internet: www.abretumundo.cl. Sitio que se conecta con la red de bibliotecas de Chile.

Interesante fuente de información y de conexiones regionales y nacionales que puedes usar en tus trabajos de investigación. www.nuestro.cl/. Interesante sitio donde puedes acceder a información acerca

de nuestro patrimonio histórico nacional y regional. www.chilebicentenario.cl. Sitio en que puedes informarte acerca de todas las

actividades y obras que se están llevando a cabo a propósito del bicentenario de la independencia.

www.obrasbicentenario.cl/. Sitio que te informa acerca de las actividades u obras concretas que se llevan a cabo a propósito del Bicentenario. www.mnba.cl. Sitio perteneciente al museo Nacional de Bellas Artes, para

información de colecciones y exposiciones regionales y locales.