6 bilbao ventana al atlántico jardines igual de frondosos lata la publica en castellano. historias...

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6 Bilbao Jardines igual de frondosos onsiderada por algunos críticos como “una gran novela de novelas”, “una no- vela sin héroes, pese al alien- to épico de algunas de sus mejores páginas” o “un texto fundacional semejante a lo que fue Obabakoak”, con Ca- denas el escritor gallego Xa- bier López López obtuvo en 2013 el Premio Xerais a la mejor obra escrita en galle- go. Ahora, la editorial astu- riana Hoja de Lata la publica en castellano. Historias de batallas rea- les que se mezclan con ficcio- nes sobre la dominación y la sumisión, una sucesión de diminutas narraciones y personajes construidos con habilidad por el escritor de Betanzos, enraizados en su tierra y co- nectados unos con otros co- mo una gran cadena huma- na. Xabier López López nos seduce con su riqueza lin- güística y su capacidad de fa- bulación. A. O. Ventana al Atlántico Cadenas Xabier López López Hoja de Lata Editorial 388 páginas C l nuevo libro del músico Diego Vasallo es un re- galo, una de esas publicacio- nes concebidas para ser guardadas, para revisarlas con la tranquilidad del silen- cio y de la soledad, para ser escuchadas como un reci- tal, para ser observadas página a pá- gina... Por- que Al mar- gen de los dí- as no es só- lo un poe- mario; es también un disco (titulado Baladas para un autorretrato, incluido en el libro y compuesto por ocho temas), un muestrario pictórico de casi una treinte- na de collages y pinturas acrílicas sobre papel de algo- dón, y el reflejo de todo un conjunto de divagaciones personales que han marca- do la creación artística del artista donostiarra en los últimos años. Un trabajo complejo, en el que Vasallo muestra su lado más ínti- mo, sus preocupaciones más hondas. A. O. Poemas, pinturas y baladas Al margen de los días Diego Vasallo Harpo Libros 156 páginas E Coincidiendo con los veinticinco años de su publicación, se reedita ‘Velocidad de los jardines’ de Eloy Tizón i me disculpan la vulgari- dad, empezaré este artí- culo en primera perso- na, hablando de cuando leí por primera vez Velocidad de los jardi- nes. Fue hará una década. Para entonces aquel libro de cuen- tos que Eloy Tizón había publi- cado en 1992, en la editorial Anagrama pero de manera muy discreta, era ya un clásico, discreto asimismo, pero un clá- sico sin duda. Era el libro de re- latos. Era la influencia de mu- chos escritores que comenza- ron a publicar a finales del siglo XX y a principios del XXI. Era un modelo. Recuerdo que lo empecé sintiendo remordi- mientos por no haberlo leído antes, como si fuera una asigna- tura pendiente, y expectación ante lo que me iba a encontrar. A mí me gustaba leer y me gus- taba escribir, así que me tenía que gustar Velocidad de los jardi- nes. Lo terminé en un par de se- siones de lectura. Lo dejé en la mesa. Lo miré de reojo. Impre- sionado, pero no sabía en qué sentido. Perplejo. Sin una opi- nión clara. Como quien prueba por primera vez una ostra. Zanjemos ahora el trámite, obligatorio siempre que se re- seña un libro de relatos, de ofrecer como muestras las si- nopsis de algunas de las histo- rias que contiene. Tenemos a un niño al que le gusta una compañera de clase, se hace su amigo y empieza a ir a su casa de visita, una casa donde puede que en la habitación del fondo del pasillo se oculte alguien, o no, una casa donde al final su- cede algo trágico, o no. Hay dos amigos, escritor uno y aspiran- te a escritor el otro, que se obse- sionan con una emigrante po- laca detrás de la que hay una gran historia, o no. Hay dos compañeros de instituto que se enamoran como se enamoran los chicos y las chicas en el insti- tuto, como personajes de una hermana Brontë, aunque ellos no tengan ni idea de quiénes fueron las Brontë, y luego se se- paran, o no. Y, para concluir, aparece un profesor, de nom- bre Austin, que emprende lar- gos viajes nocturnos en coche en busca de algo crucial para él, o no. Dicho esto, pasemos a cuestiones de mayor importan- cia, porque en Velocidad de los jardines, las tramas, si bien tie- nen su importancia, no son lo que más importancia tiene. La literatura, como cualquier disciplina creativa, no tiene re- glas. El escritor que aspire a ha- cer algo digno de ser leído por otros debe, antes de dar cual- quier otro paso, ver la escritura como un espacio de libertad. Ahora bien, la ausencia de re- glas no implica la ausencia de lo que podemos denominar: con- venciones de uso. Hay estrate- gias, recursos, modos de hacer que llevan aplicándose desde tiempos de Homero y que con- tinúan funcionando: la estruc- tura de planteamiento, nudo y desenlace, dejar lo mejor para el final o hacer que los persona- jes se expresen de acuerdo a su edad, origen, educación… Es- tas convenciones de uso las te- nemos interiorizadas sin saber- lo, pues llevamos oyendo, vien- do y leyendo historias desde que éramos niños. Y el escritor debe tener esto en mente. De- be recordar que si se aparta de las convenciones de uso, el lec- tor se va a extrañar, va a tener que transitar por terreno vir- gen. En definitiva, al lector se le ponen las cosas más difíciles de lo normal. Por lo tanto, si el es- critor subvierte o se salta las convenciones, más vale que sea por una buena razón. Si niega al lector algo que éste daba por supuesto, debe compensarle con otra cosa. En los relatos de Velocidad de los jardines no en- contramos tramas nítidas y bien cerradas, los personajes pueden parecer borrosos y qui- zás se nos escape el propósito de lo que estamos leyendo, pe- ro a cambio Eloy Tizón nos ofrece mucho. En el género del relato se ha- ce sentir más que en cualquier otro el peso de las mencionadas convenciones de uso. Su acep- tación incuestionada puede lle- var a un encorsetamiento de la escritura. El resultado son tex- tos que si bien son correctos, puede que incluso intachables, hacen sentir al lector como cuando el agente de la inmobi- liaria te lleva de visita a una casa que te planteas comprar, te ha- ce un recorrido guiado, te seña- la aquello en lo que quiere que te fijes y obvia u oculta los defec- tos. Cinco minutos de visita y a la calle. En buena medida, la opinión que extraes te ha sido impuesta. Tizón tiene una idea muy di- ferente de cómo tiene que ser un relato. Más relajada, menos normativa, más sensorial, me- nos fría. Resumiendo: más li- bre. En este caso, puede que en la visita a la casa nos quede algu- na habitación por ver o al final no nos enteremos de si tiene ga- raje o no, pero hemos podido campar a nuestro aire, probar los sofás y fisgar en los cajones de la ropa interior y en el arma- rio de las medicinas. Años después de leer Veloci- dad de los jardines yo seguía re- cordando el libro, conservaba en la cabeza varios de sus cuen- tos, así como la impresión ge- neral recibida. Y si eres alguien que lee mucho y si entre todo lo que lees hay libros cuyo recuer- do arraiga, mientras que otros, sencillamente, se borran, es porque esos libros te han gusta- do. Y leído de nuevo ahora, con motivo de su reedición, gracias a la editorial Páginas de Espu- ma, Velocidad de los jardines me ha gustado más todavía. Tam- bién he visto claro por qué es un libro que sigue tan vivo y fresco como el día de su apari- ción, y por qué muchos siguen citándolo como referencia e in- fluencia. El libro de Tizón puede pare- cer, todo al mismo tiempo, muy francés, muy ruso, muy madri- leño, muy kafkiano, muy narra- tivo, muy poco narrativo, muy elevado, muy de andar por ca- sa, muy frío, muy emocional, muy antiguo y muy moderno. Que cada lector tilde los adjeti- vos que prefiera o sume otros nuevos a la lista. Velocidad de los jardines es un material en bruto, proteico, un caldo de cultivo del que como lector puedes ex- traer tus propias conclusiones y, como escritor, tus propios li- bros. Al decir que ha sido y es fuente de inspiración no me re- fiero a que haya quienes aspi- ren a hacer algo parecido, pues eso sería complicado. El libro de Tizón no invita a imitar su contenido. Invita a imitar ese equilibro inestable entre lo hu- milde y lo ambicioso. Invita a imitar la osadía y la originali- dad. Invita a imitar el escruti- nio sensible de la realidad. Dicho lo anterior, quizás cre- an ustedes que Velocidad de los jardines es un libro para escrito- res o aspirantes a serlo, un ma- nual de escritura al estilo de Construye tu propia aventura o una suerte de píldora motiva- cional. No lo es. O sí, pero tam- bién es algo más. Es un libro es- crito pensado en los lectores, porque como el mismo autor dice en el prólogo de esta nue- va edición: “Toda literatura es epistolar: necesita del otro para existir”. Pero “escrito pensando en los lectores” no significa en este caso dar al lector lo que es- pera, lo fácil, lo común. Eloy Ti- zón busca sorprendernos, acla- rarnos la mirada, zarandear- nos, afligirnos en una página y contagiarnos alegría de vivir en la siguiente. Jon Bilbao S El escritor que aspire a hacer algo digno de ser leído por otros debe ver la escritura como un espacio de libertad Tizón tiene una idea muy diferente de cómo tiene que ser un relato

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Page 1: 6 Bilbao Ventana al Atlántico Jardines igual de frondosos Lata la publica en castellano. Historias de batallas rea - les que se mezclan con ficcio - nes sobre la dominación y la

6 B i lbao

Jardines igual de frondosos

onsiderada por algunoscríticos como “una gran

novela de novelas”, “una no-vela sin héroes, pese al alien-to épico de algunas de susmejores páginas” o “un textofundacional semejante a loque fue Obabakoak”, con Ca-denas el escritor gallego Xa-bier López López obtuvo en2013 el Premio Xerais a lamejor obra escrita en galle-go. Ahora, la editorial astu-riana Hojade Lata lapublica encastellano.Historias debatallas rea-les que sem e z c l a ncon ficcio-nes sobre ladominación y la sumisión,una sucesión de diminutasnarraciones y personajesconstruidos con habilidadpor el escritor de Betanzos,enraizados en su tierra y co-nectados unos con otros co-mo una gran cadena huma-na. Xabier López López nosseduce con su riqueza lin-güística y su capacidad de fa-bulación. A. O.

Ventanaal Atlántico

CadenasXabier López LópezHoja de Lata Editorial388 páginas

C

l nuevo libro del músicoDiego Vasallo es un re-

galo, una de esas publicacio-nes concebidas para serguardadas, para revisarlascon la tranquilidad del silen-cio y de la soledad, para serescuchadas como un reci-tal, para serobservadaspágina a pá-gina... Por-que Al mar-gen de los dí-as no es só-lo un poe-mario; estambién undisco (titulado Baladas paraun autorretrato, incluido enel libro y compuesto porocho temas), un muestrariopictórico de casi una treinte-na de collages y pinturasacrílicas sobre papel de algo-dón, y el reflejo de todo unconjunto de divagacionespersonales que han marca-do la creación artística delartista donostiarra en losúltimos años. Un trabajocomplejo, en el que Vasallomuestra su lado más ínti-mo, sus preocupaciones máshondas. A. O.

Poemas, pinturasy baladas

Al margen de los díasDiego VasalloHarpo Libros156 páginas

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Coincidiendo con los veinticinco años de su publicación,se reedita ‘Velocidad de los jardines’ de Eloy Tizón

i me disculpan la vulgari-dad, empezaré este artí-culo en primera perso-

na, hablando de cuando leí porprimera vez Velocidad de los jardi-nes. Fue hará una década. Paraentonces aquel libro de cuen-tos que Eloy Tizón había publi-cado en 1992, en la editorialAnagrama pero de maneramuy discreta, era ya un clásico,discreto asimismo, pero un clá-sico sin duda. Era el libro de re-latos. Era la influencia de mu-chos escritores que comenza-ron a publicar a finales del sigloXX y a principios del XXI. Eraun modelo. Recuerdo que loempecé sintiendo remordi-mientos por no haberlo leídoantes, como si fuera una asigna-tura pendiente, y expectaciónante lo que me iba a encontrar.A mí me gustaba leer y me gus-taba escribir, así que me teníaque gustar Velocidad de los jardi-nes. Lo terminé en un par de se-siones de lectura. Lo dejé en lamesa. Lo miré de reojo. Impre-sionado, pero no sabía en quésentido. Perplejo. Sin una opi-nión clara. Como quien pruebapor primera vez una ostra.

Zanjemos ahora el trámite,obligatorio siempre que se re-seña un libro de relatos, deofrecer como muestras las si-nopsis de algunas de las histo-rias que contiene. Tenemos aun niño al que le gusta unacompañera de clase, se hace suamigo y empieza a ir a su casa devisita, una casa donde puedeque en la habitación del fondodel pasillo se oculte alguien, ono, una casa donde al final su-cede algo trágico, o no. Hay dosamigos, escritor uno y aspiran-te a escritor el otro, que se obse-sionan con una emigrante po-laca detrás de la que hay unagran historia, o no. Hay doscompañeros de instituto que seenamoran como se enamoranlos chicos y las chicas en el insti-tuto, como personajes de unahermana Brontë, aunque ellosno tengan ni idea de quiénesfueron las Brontë, y luego se se-paran, o no. Y, para concluir,aparece un profesor, de nom-bre Austin, que emprende lar-gos viajes nocturnos en cocheen busca de algo crucial para él,o no. Dicho esto, pasemos acuestiones de mayor importan-cia, porque en Velocidad de losjardines, las tramas, si bien tie-nen su importancia, no son loque más importancia tiene.

La literatura, como cualquierdisciplina creativa, no tiene re-glas. El escritor que aspire a ha-cer algo digno de ser leído porotros debe, antes de dar cual-quier otro paso, ver la escrituracomo un espacio de libertad.Ahora bien, la ausencia de re-glas no implica la ausencia de loque podemos denominar: con-venciones de uso. Hay estrate-gias, recursos, modos de hacerque llevan aplicándose desdetiempos de Homero y que con-tinúan funcionando: la estruc-

tura de planteamiento, nudo ydesenlace, dejar lo mejor parael final o hacer que los persona-jes se expresen de acuerdo a suedad, origen, educación… Es-tas convenciones de uso las te-nemos interiorizadas sin saber-lo, pues llevamos oyendo, vien-do y leyendo historias desdeque éramos niños. Y el escritordebe tener esto en mente. De-be recordar que si se aparta delas convenciones de uso, el lec-tor se va a extrañar, va a tenerque transitar por terreno vir-gen. En definitiva, al lector se leponen las cosas más difíciles delo normal. Por lo tanto, si el es-critor subvierte o se salta lasconvenciones, más vale que sea

por una buena razón. Si niegaal lector algo que éste daba porsupuesto, debe compensarlecon otra cosa. En los relatos deVelocidad de los jardines no en-contramos tramas nítidas ybien cerradas, los personajespueden parecer borrosos y qui-zás se nos escape el propósitode lo que estamos leyendo, pe-ro a cambio Eloy Tizón nosofrece mucho.

En el género del relato se ha-ce sentir más que en cualquierotro el peso de las mencionadasconvenciones de uso. Su acep-tación incuestionada puede lle-var a un encorsetamiento de laescritura. El resultado son tex-tos que si bien son correctos,puede que incluso intachables,hacen sentir al lector comocuando el agente de la inmobi-liaria te lleva de visita a una casaque te planteas comprar, te ha-ce un recorrido guiado, te seña-la aquello en lo que quiere quete fijes y obvia u oculta los defec-tos. Cinco minutos de visita y ala calle. En buena medida, laopinión que extraes te ha sidoimpuesta.

Tizón tiene una idea muy di-ferente de cómo tiene que serun relato. Más relajada, menosnormativa, más sensorial, me-

nos fría. Resumiendo: más li-bre. En este caso, puede que enla visita a la casa nos quede algu-na habitación por ver o al finalno nos enteremos de si tiene ga-raje o no, pero hemos podidocampar a nuestro aire, probarlos sofás y fisgar en los cajonesde la ropa interior y en el arma-rio de las medicinas.

Años después de leer Veloci-dad de los jardines yo seguía re-cordando el libro, conservabaen la cabeza varios de sus cuen-tos, así como la impresión ge-neral recibida. Y si eres alguienque lee mucho y si entre todo loque lees hay libros cuyo recuer-do arraiga, mientras que otros,sencillamente, se borran, esporque esos libros te han gusta-do. Y leído de nuevo ahora, conmotivo de su reedición, graciasa la editorial Páginas de Espu-ma, Velocidad de los jardines meha gustado más todavía. Tam-bién he visto claro por qué esun libro que sigue tan vivo yfresco como el día de su apari-ción, y por qué muchos siguencitándolo como referencia e in-fluencia.

El libro de Tizón puede pare-cer, todo al mismo tiempo, muyfrancés, muy ruso, muy madri-leño, muy kafkiano, muy narra-tivo, muy poco narrativo, muyelevado, muy de andar por ca-sa, muy frío, muy emocional,muy antiguo y muy moderno.Que cada lector tilde los adjeti-vos que prefiera o sume otrosnuevos a la lista. Velocidad de losjardines es un material en bruto,proteico, un caldo de cultivodel que como lector puedes ex-traer tus propias conclusionesy, como escritor, tus propios li-bros. Al decir que ha sido y esfuente de inspiración no me re-fiero a que haya quienes aspi-ren a hacer algo parecido, pueseso sería complicado. El librode Tizón no invita a imitar sucontenido. Invita a imitar eseequilibro inestable entre lo hu-milde y lo ambicioso. Invita aimitar la osadía y la originali-dad. Invita a imitar el escruti-nio sensible de la realidad.

Dicho lo anterior, quizás cre-an ustedes que Velocidad de losjardines es un libro para escrito-res o aspirantes a serlo, un ma-nual de escritura al estilo deConstruye tu propia aventura ouna suerte de píldora motiva-cional. No lo es. O sí, pero tam-bién es algo más. Es un libro es-crito pensado en los lectores,porque como el mismo autordice en el prólogo de esta nue-va edición: “Toda literatura esepistolar: necesita del otro paraexistir”. Pero “escrito pensandoen los lectores” no significa eneste caso dar al lector lo que es-pera, lo fácil, lo común. Eloy Ti-zón busca sorprendernos, acla-rarnos la mirada, zarandear-nos, afligirnos en una página ycontagiarnos alegría de vivir enla siguiente.

Jon Bilbao

S

El escritor que aspire a haceralgo digno de ser leído porotros debe ver la escrituracomo un espacio de libertad“

Tizón tiene una idea muy diferente de cómo tiene que ser un relato