57 concurso de cuentos gabriel miró. cuentos ganadores. obra social. caja mediterráneo

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    57PREMIO CAM DE CUENTOS Gabriel Mir

    Primer Premio

    PADRE DEFECTUOSO por Miguel Snchez Robles

    Segundo Premio

    EL ESPANTAPJAROS por Juana Corts Amunarriz

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    Cuentos editados con autorizacin de los autores.

    Imgenes de portada basadas en fotografas de zilverbat

    y cimmyt, bajo licencia Creative Commons

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    57 PREMIO CAM DE CUENTOS Gabriel Mir

    Primer Premio

    PADRE DEFECTUOSO

    por Miguel Snchez Robles

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    Miguel Snchez Robles, Caravaca de la Cruz (Murcia),

    1957. Es catedrtico de Geografa e Historia y escritor. Su

    trayectoria potica est jalonada de galardones y reco-

    nocimientos literarios de primer orden. Ha recibido, en-

    tre otros, los premios de poesa: Gabriel Celaya, Miguel

    Hernndez, Leonor, Esquo, Bienal de Len, Barca-

    rola, Ciudad de Irn, Baha, Antonio Oliver Belms,

    Fundacin Colegio del Rey, Ciudad de Zaragoza, Ju-

    lio Tovar, Rafael Morales,... En narrativa: La Felgue-

    ra, Alberto Lista, Camilo Jos Cela (Premios del tren),

    Julio Cortzar, Fernndez Lema, Ignacio Aldecoa... Y

    en novela ha obtenido el Premio Internacional Javier To-

    meo, el Fray Luis de Len por La tristeza del barro y

    ha sido nalista del Ateneo de Valladolid y del TorrenteBallester.

    MIGUEL SNCHEZ ROBLES

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    57 PREMIO CAM DE CUENTOS Gabriel Mir

    Mi padre no dice nunca hijo defectuoso, pero piensade m: hijo defectuoso. Es uno de esos padres que te hacen

    sentir culpable de ti mismo. Mi padre piensa de m que soyun repetidor de primero de Econmicas que slo piensa jej.A mi padre le jode mucho que a los jvenes de ahora nosguste pensar eso: jej. No le jode que a todos sus amigosles guste pensar jej, ni que su jefe piense jej o l mismo,cuando est con otra gente supercial o viendo goles de

    cabeza que le mete Espaa a Nueva Zelanda o a Escocia,piense jej, jej, jej. Le jode que todos los jvenes deahora pensemos siempre jej. Es lo que cree. Mi padre diceque no rindo. Dice: Estudia. Rinde. Aprueba. Cmete elmundo, chavaaaal!. Dice: Tu madre nunca me entendi.Dice: Pero qu idiotas sois todos los jvenes tristes yliterarios de hoy en da. Mi padre ahora vive a cuatrocientoskilmetros de aqu y me llama cada dos nes de semana

    para decirme que no rindo o que vivo como un alien. Y

    mientras me dice esas cosas por telfono o cuando vienedos das a verme en Semana Santa o Navidad, yo me sientoas, siempre me siento as: como un extrao sin corazn,como psquicamente inadecuado.

    Si tuviera que rellenar una cha de algo sobre m,

    escribira esto: Soy un joven desorientado con carn deidentidad cumplido, sin estudios, sin meta, sin nada quenadar y sin cigarros. Un joven que, cuando se aburre, se vaa Mercadona a ver la sangre de los boquerones y las cifrasvela Son tan bonitas las cifras vela de los cumpleaos! Un

    joven que est enamorado de la belleza mnima del mundo yal que no le gusta soar. Nunca me ha gustado soar, soaren el sentido de tener esperanza o algo as. Pero s pasear

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    Padre defectuoso por Miguel Snchez Robles

    por el centro de las calles y escuchar msica de Pink Floidque hay en mi cerebro, s acariciar estatuas y las hojas de

    boj, s besar el cristal de los escaparates de las libreras ylas tiendas de ropa, s mirar sin envidia los coches de marca,sin escupirles en las ventanillas o el cap, s leer libros deKierkergaard y meterme cosas humildes en la cabeza y vivirsin una envoltura virilmente patritica o burguesa, vivir sinilusiones ni quimeras, porque todos los sueos luego soncomo esas cosas que siempre sern lepra. Hay tantas cosasque siempre sern lepra!.

    En vez de soar, a veces, me salva y me redime unaempata extraa que me nace desde dentro de alguna zonadel pncreas o las venas y lo miro todo con la misma actitudcon que las nias depositan sus sentimientos en las muecas,reconcilindome un poco con la existencia, reconcilindomeun poco con la prdida, realizando un esfuerzo por entrar

    dulcemente en las relatividades del tiempo y de la vida. Yentonces siento mucha ternura por todo lo que veo y, sobretodo, me jo en la lluvia o en poner bien las comas o en los

    mendigos o en la etiqueta de la botella de tequila y amotodas las cosas que siempre sern lepra. Pero lo que msamo es la lluvia. S, la lluvia primero y luego los mendigos.Ese orden: Lluvia, mendigos.

    Tal vez est escribiendo estas cosas porque hoy mehe bebido siete tapones de tequila y estoy viendo llover porla ventana de mi casa que huele a unos cirios tristsimosque ha encendido mi abuelo. Siempre que veo llover mearrepiento de no haber estudiado Filosofa Pura y me acuerdode los mendigos porque una vez vi a un mendigo con la

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    boca abierta bebiendo agua debajo de la lluvia y me sonridesde lejos y su rostro brillaba y me pareci que era un

    ngel o Dios o una alegora de lo sagrado. Desde entonces,algo alerta en mi alma, me ense a ver la lluvia de formadiferente y a mojarme despacio bajo este ter lquido queagrieta el palio azul del rmamento. La lluvia cae y nosotros

    estamos. Es as de sencillo. Un tringulo en la ropa signica

    leja y la lluvia cae y nosotros estamos. Son mentira lasrevoluciones y la abstraccin y la NASA, slo es real la lluviacuya ley es caer y hacer el barro. La lluvia parecindosetanto a los vestidos de las infantas muertas o a cuando una

    joven biloga, amante del planeta, besa despacio la cicatrizde un chimpanc.

    No he aprobado an ni una sola asignatura de primerode Econmicas, pero s mucho de los mendigos y la lluvia. Lalluvia con su poderosa sensacin de afasia. La lluvia mojando

    todo con una elogiable precisin quirrgica. La lluvia comouna escenografa de Adolphe Appiz. La Tierra es un planetatranquilo sin valores extremos de temperatura, los peridicosdicen una sustancia fecal que no molesta demasiado, laslagartijas corren como si fueran aparatos elctricos, loshombres no pensamos demasiado ni en la muerte ni en laNada, los hombres siempre estamos comportndonos comoun grupo de enanos ansiosos tratando de asar una ballenay la lluvia cae menos banal que nosotros mismos, muchomenos banal que nosotros mismos. Nuestro mundo es as:La gente muere en frica como la lluvia cae, las hormigasconstruyen esos volcancitos tan lindos que hay cerca de lostrboles y los grandes duques de Luxemburgo - Para qusirven los grandes duques de Luxemburgo?- toman caf o t

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    Padre defectuoso por Miguel Snchez Robles

    vestidos con chistera.

    Los mendigos son tambin otra cosa que siempre serlepra. Los mendigos son como animales estropeados que sehan olvidado de existir. Me encantan los mendigos. Todoslos mendigos tienen los hombros raros y llevan en el rostrola tristeza de esa belleza que se marchita de forma denitiva

    y prematura. Disfruto mirndolos como queriendo llorar porellos y por m y por todas las cosas que siempre sern lepra

    y por ese tigre loco que hay en sus cabezas y en la ma ynos ha costado tanto trabajo dominar. Veo a un mendigoy quisiera que me contara su historia, porque todos losmendigos tienen una historia hermosa y desgarrada. Veo a

    un mendigo y le atribuyo sucesos sin fortuna, le atribuyo unmisterio o una virtud sublime y pienso cosas bonitas sobrel. Otras veces pienso que los mendigos tienen planos deislas perdidas y de tesoros que nunca se van a encontrar.

    Estoy convencido de que saben cuentos y secretos quetienen verdades decisivas sobre la vida. Son una pista deque el mundo es un lugar extrao donde suceden cosasdemasiado tristes y de que la realidad es mucho ms bellay monstruosa que la fantasa. Los mendigos saben que hayssifos ciegos que trabajan a veinte mil leguas de la cortezaterrestre y se alegran de no ser ellos.

    Es importante que las ciudades tengan bibliotecas,pero tambin es importante que tengan mendigos porquevienen a conrmarnos que los humanos somos algo

    divinamente absurdo y complicado. Algunos respiran comolas radios averiadas y tienen miradas tristes tristes tristes,tristes al cubo o algo as, miradas como de toda la vida

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    tristes. Los observas y sabes que siempre han tenido esatristeza, que no pueden quitrsela aunque quieran. Aunque

    los afeiten y les laven los dientes y les pongan un traje deEmidio Tucci, esa tristeza est con ellos. Ellos son la tristezaporque a los mendigos los ha creado Dios para que el mundosea ms hermosamente cruel y melanclico.

    Los mendigos, siendo hombres distintos, son siempreel mismo hombre, igual que esas madres rabes que

    expresan su dolor arandose la cara cuando les matan aun hijo en Palestina son siempre la misma madre y la gentela ve en el televisor hacer eso mientras mastica merluza ytoma verm a la hora en que dan los telediarios o a la horaen que mi padre y sus amigos piensan jej porque Villa o

    Iniesta le han metido un gol de cabeza a Dinamarca.

    Nadie sabe de dnde vienen ni a dnde van los mendigos,

    sobre todo a dnde van los mendigos. En el fondo son loms misterioso que hay dentro de estas ciudades ricas enlas que todo es lepra y ebre digital y afasia. Menos los

    mendigos, el cncer y la lluvia, todo es sencillo y demasiadorazonable, hasta la vida misma es demasiado razonable ydemasiado fcil de explicar por carta.

    S, s mucho de los mendigos. Creo que de mayor alo mejor ser mendigo, si sigo as, triste y literario, alienperdo como dice mi padre, sin aprobar nada de lo que tengoque aprobar, seguro que ser un mendigo bastante bueno.Los mendigos no odian ni cometen delitos. Los mendigostienen tambin carne vieja de artrpodo, su carne es comouna carne de prostituta gorda que sale en los cuadros de

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    Padre defectuoso por Miguel Snchez Robles

    Bacon, una carne hecha como de espuma sucia y tranquila.

    Como puede verse, yo s bastante de los mendigos yla lluvia. Y tambin s que alguna vez he odiado todo lo quesuceda a mi alrededor y ni tan siquiera estoy seguro de quelos dems me veis. O de que mi padre me vea en realidad.Pero estoy aqu. Hay un olor tristsimo de cirios en mi casa.Hace diecisiete minutos que es dos de noviembre. Piensoque en mi familia todos hemos nacido con una inmensa

    herencia de tristeza en la sangre. Mi abuelo abre la puerta,me ve escribiendo esto y me mira con su rostro de estartriste como si ya lo supiera todo, con sus ojos como de haberingerido sosa custica o estas palabras de alguien que tienesubrayadas en un libro: Vengo del metileno y el amor, tuve

    fro bajo los tubos de la muerte. Ahora contemplo el mar. Notengo miedo ni esperanza.

    Sigue lloviendo mucho en los cristales. No s si ya lohe dicho: hace diecisiete minutos que es dos de noviembre.Mi madre ha muerto hace una semana exacta, de un cncerde tero que la pudri poco a poco durante tres aos ymedio. Yo vivo con mi abuelo. Yo nunca apruebo nada. Y mipadre, si leyera esto, pensara y me dira que escribo comoun alien, que siento como un alien, que vivo como un alien.

    l no lo sabe, pero siempre ser mi padre defectuoso.

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    Tuve que reunir los pjaros, cercar

    territorios a fuerza de plumajes, de voces

    hasta que pude establecerme en la tierra.

    Pablo Neruda - El sobreviviente saluda a los pjaros

    Segundo Premio

    EL ESPANTAPJAROS

    por Juana Corts Amunarriz

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    Juana Corts Amunarriz, escritora nacida en Hondarribiaen 1966, es licenciada en Filosofa por la Universidad del

    Pas Vasco. Reside en Madrid, donde inicia su trayectoria

    literaria en el ao 2004. Ha obtenido diversos premios de

    relato entre los que destacan el Segundo Premio Hucha de

    Oro, el Gaceta de Salamanca, el Premio Alcal de Narra-

    tiva, el Premio de Novela Juvenil Avelino Hernndez o el

    Premio de Relato Toms Fermn de Arteta. En 2009 public

    su primera novela, Memorias de un ahogado, en la colec-

    cin Almirante de la editorial El tercer nombre. En 2010

    vio la luz su libro de relatos Queridos nios, publicada por

    Alcal Narrativa. Su tercer libro, la novela juvenil Cora-

    zn, mano, corazn, publicada por Everest en el ao 2012,

    queda nalista en los Premios Euskadi de Literatura, en la

    modalidad de Novela Juvenil en Castellano. Ese mismo ao

    Baile del Sol publica Las batallas silenciosas, que recogeuna seleccin de los relatos premiados de la autora.

    Ha participado en varias antologas de relato, como Las

    chicas con las chicas, de la editorial Egales, El viaje, Pre-

    mios del Tren 2008, publicado por la FFE, Relatos en cade-

    na 2008 y 2009, publicados por Alfaguara.

    Colabora en la revista virtual Agitadoras. Su blog se llama

    http://memoriasdeunahogado-jcortes.blogspot.com/.

    JUANA CORTS AMUNARRIZ

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    El padre golpe una mano contra la otra. Doloridaslas manos. Hinchadas. El padre se haba pasado el da

    en el campo, sembrando. Las manos chillaban, ardan,revelando su naturaleza nerviosa. Las manos eran dos ratashambrientas, gordas y velludas. La madre no quera que latocara con esas manos. Ella tambin necesitaba tiempo. Lospjaros se comen las semillas, dijo el padre. Qu pjaros?Los tordos. No son estorninos? No entiendo de pjaros...Vienen cientos de ellos y me vuelven loco. El hombre no saba

    de pjaros, ni de cultivos. No acababa de acostumbrase aaquel clima. Los das amanecan grises, y el sol se asomabamuy tarde. El viento traa las nubes; llova y dejaba de llovercon rapidez. Los pjaros nos dejarn sin nada, dijo el padre.Qu comeremos? La madre no haba encontrado trabajoen el pueblo. Todo llegar, se deca. ste no es nuestrositio, dijo el padre. Y si seguimos caminando? La madre

    saba que tena razn; aquel no era su sitio. Ni aquellas eransus manos. Pero la guerra haba cambiado a las personas.Hasta los perros y los gatos haban abandonado sus casas,convertidas en ruinas. Su pas era un gran vertedero delque haban huido. Las explosiones dibujaban un camino, ylas personas caminaban como miserable hormigas por lascarreteras con bultos sobre los hombros. Algunos de esos

    bultos eran humanos; nios silenciosos, viejos pesados yenfermos. A veces, si no podan ms con el peso, los dejabanen el camino y seguan sin mirar atrs. No seguiremosandando, dijo la madre. Antes nos entierran en este pueblo.

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    En la otra vida el padre haba sido conserje en unauniversidad prestigiosa. Entonces vivan en una pequea

    casa acogedora, que tena las paredes de la sala de maderay el suelo cubierto de alfombras. Cada miembro de lafamilia posea una bicicleta. Una vez a la semana el padrelas limpiaba, engrasaba las cadenas, revisaba los frenos.Si no hubiera sido conserje, le hubiera gustado trabajar enun taller o una tienda de repuestos. Ahora las cosas eranbien distintas. La casa en la que se haban instalado era una

    ruina, pero no tenan que pagar nada. Tambin les habancedido aquella tierra dura, y la gente de Noland les habaregalado cosas. El chico deca que l no se senta agradecido;slo les daban lo que ellos no queran. Es eso generosidad?La madre le deca que diera las gracias. Haba que seragradecidos, tragarse el orgullo, comerse la sopa aguada.Eso se llamaba supervivencia. Eso tambin lo enseaban las

    bombas. La abuela slo se levantaba de la cama para comer.El chico iba al colegio e intentaba aprender aquel idioma enel que no saba defenderse. No entenda las bromas que lehacan. La madre pona trampas para conejos (les habanregalado varias, un poco viejas, oxidadas, haba que tenercuidado para no perder un dedo). Tambin criaba cuatrogallinas. El chico, Sam, deca que tenan un aspecto triste,

    como si estuvieran enfermas. La madre le deca que todaslas gallinas son as, pero realmente no tena ni idea porquenunca antes haba vivido con animales. Y, estuvieran tristes ono, lo importante era que pusieran huevos, hasta que fuerantan viejas como para acabar en la cazuela negruzca en laque cocinaba. El padre iba por las maanas a sembrar pero,

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    en cuanto vea los pjaros, se iba al bar. Se tomaba unascuantas copas de licor e imaginaba que segua caminando

    hacia ninguna parte. En el bar los hombres hacan apuestas.Todos queran echar un pulso con l porque era aco y tena

    las manos enfermas. Siempre perda. Perda, y los otros serean. No soy como vosotros, les deca. No le importaba loque pensaran de l. Slo le importaba hasta dnde llegarala generosidad de aquella gente. Qu iban a comer eseinvierno, porque los malditos estorninos se haban llenado

    las tripas con sus semillas.

    La madre pens en hacer un espantapjaros; lospjaros se le haban metido en los sueos y picoteaban sualmohada. Saban que el invierno sera duro. Tenan quesalvar las semillas que quedaban, tenan que demostrarlesa todos que eran gente en la que conar. No unos vagos, ni

    unos intiles. Pero los pjaros estaban ah, amenazando sudignidad y su comida. Cmo se hace un espantapjaros?,se pregunt. La madre cogi ramas, palos, la paja sucia deun granero abandonado. La madre utiliz cuerda e intentdarle forma humana a aquel amasijo. Se fue a buscar ropa.Qu le pondra al espantapjaros? Su marido slo tena untraje. Era el traje de la boda, de los funerales. l se enfadara.

    De qu sirve enfadarse con el estmago vaco? Cogi eltraje y lo rellen. Tard mucho tiempo. Cuando acab sesepar de l unos pasos y lo observ; era bastante grande,voluminoso, como su marido cuando era joven y fuerte. Elcuerpo no tena cabeza. En el desvn haba calabazas secascon las que jugaban los ratones. Vaci una de ellas y le hizo

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    los ojos, la boca, la nariz. Le puso un poco de pelo de pajay el sombrero. El espantapjaros pareca rerse. La madre

    observ asombrada cmo la boca se abra en una carcajada.De quin se rea? Se rea de ellos?

    La abuela roncaba. El aire entraba y sala de su bocavaca como si fuera una caera. La madre se tumb enla cama, junto al espantapjaros, y juguete con la teladel traje. Se apoy sobre l, en su pecho de paja, que era

    una buena almohada. Crees que lo conseguiremos?, lepregunt. Durante un rato escuch las gotas de lluvia quecaan desde el techo. Una nueva gotera, suspir. La casa secae a pedazos, al igual que nuestros corazones... Se hanatroado; ya no laten con ritmo. El mo suena como una lata

    de sardinas. Miro a mi esposo, al chico, a mi madre y no, nosomos los que ramos. Mi padre se qued en el camino, pero

    el corazn no sinti nada, helado. Slo me dijo, anda msrpido. Ms rpido. Siempre me deca lo mismo. El coraznquera que yo fuera fuerte, y yo le haca caso porque queravivir. Es como si llevara una coraza. Qu hay debajo deella? Ni siquiera yo lo s. Una coraza de hielo. Si la tocas, losdedos se quedan pegados. Para retirarlos tienes que perderla piel, porque esa es la naturaleza del hielo. Para nosotros

    el invierno pasado no acab; el fro no nos ha abandonado.Escuch al corazn, y me volv tan fuerte que ahora mecuesta incluso tocar a mi hijo. Y el chico... Ha crecido tantoestos meses... A veces intento que mis dedos resbalen porsus mejillas en un gesto carioso, que mis labios toquensu piel, pero no lo logro. Es por todo ese miedo. Por los

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    besos que no le he dado durante este tiempo de locura.Por los abrazos de los que he renegado. Quera ser fuerte.

    Tena que seguir andando. Saba que, si nos detenamos,no seguiramos adelante. Nos vencera la desidia, la fatiga,y acabaramos ngindonos muertos, para descansar, para

    descansar por n y olvidarnos de todo.

    Cenaron con el espantapjaros sentado a la mesa.Al menos no era una boca ms que alimentar. Lo miraban

    de soslayo. Por qu se re?, pregunt Sam. Porque leparecemos tontos, dijo la abuela. Nosotros le parecemostontos a l? No debera ser el revs? Y los pjaros?, lepregunt la madre al padre. Los pjaros... El padre se hababebido ms de una botella esa tarde. Sus ojos brillaban,pareca a punto de llorar. Miraba al espantapjaros, vestidocon su nico traje. Le fascinaba la boca abierta. Los

    agujeros oscuros de los ojos. Maana tambin te pasarsel da en la taberna?, le pregunt la madre. No haba msque olerle. Su boca pastosa y los ojos de cristal lquido.Qu taberna? La abuela, para atajar la discusin, ngi

    que se atragantaba. El nio pens en el Gigante y sinti unescalofro. La madre se levant, a punto estaba de perderla paciencia. El padre sali de la casa y se perdi en la

    oscuridad. El espantapjaros sigui sonriendo. Un da memuero y os quedis tan tranquilos, dijo la abuela, pero nadiele hizo caso.

    Lo llevareis hoy al campo?, pregunt Sam mirandoal espantapjaros. La madre no saba qu hacer. No quera

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    que se estropeara. Mir al cielo color ceniza; vena lluvia.Mejor esperamos unos das. Los estorninos se comern

    las semillas, dijo el padre. Su cabeza pareca a punto deestallar a causa de la resaca. Entonces vas t al campo y losespantas, le contest la madre. Yo? Se mir el jersey viejo,los pantalones harapientos. El espantapjaros sonrea. Serea de l? Tampoco le extraaba. Le quedaba bien el traje.Mejor que a l seguramente. Ya sabes lo que tienes quehacer, le dijo la mujer. Que no me entere yo que vas al

    bar. El hombre murmur algo por lo bajo. Nos llevars a laruina. No lo entiendes? Tenemos que estar juntos en esto.No son slo tus manos las que estn enfermas. Sam sedespidi; era la hora de ir al colegio. Que tengas un buenda, hijo, le dijo la madre. Un buen da... El nio record queen su antigua escuela cantaban una cancin que deca...Deca algo de los buenos das y los hombres dignos y la vida

    digna. Intent tararear la cancin, pero no pudo. La guerratambin se la haba tragado, como tantas otras cosas.

    Cuando se qued sola, la abuela se levant de lacama. Llevaba puestas unas medias gruesas que no sequitaba nunca. Sobre sus hombros se haba echado unatoquilla de lana. La abuela siempre tena fro, incluso cuando

    sala el sol y calentaba. Da gusto recibir visitas, le dijo alespantapjaros. Se sent a su lado. El espantapjarossonrea. Aunque la casa est hecha un asco, un techo es untecho. Era un buen interlocutor. Atento. Muy atento. Hemosdormido bajo los rboles, en pajares abandonados, a cieloraso. Dormamos como animales, los unos pegados a los

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    57 PREMIO CAM DE CUENTOS Gabriel Mir

    otros. Todos intentbamos darle calor al chico. l es quientiene que salir adelante. A m slo me quedan seis dientes y

    una muela, dijo la vieja abriendo mucho la boca. Antes tenauna dentadura postiza, pero adelgac mucho y el aparato seme sala de las encas. Se me caa constantemente. Un da,por mucho que lo busqu, no apareci. Se lo haba tragadola tierra. Qu habr hecho la tierra con mis dientes? Laabuela golpe con el pie la silla, y el espantapjaros sacudila cabeza. Hace mucho que no hablamos entre nosotros. Mi

    hija se ha vuelto arisca y mi yerno es un borracho. Esperoque los soldados enterraran en condiciones el cuerpo demi difunto esposo. No nos atrevimos a hacerlo nosotrosmismos. Si nos encontraban cavando una fosa, hubiera sidomuy fcil tentarles. Qu suponen cuatro tiros ms en unaguerra? A los soldados les revientan las tumbas individuales.Cuantos ms muertos entren en un agujero, menos trabajo.

    Menos agujeros que hacer, menos sudor, menos callos en lasmanos. A n de cuentas para ellos los vivos son slo futuros

    muertos. Otra patada a la silla provoc un nuevo movimientode cabeza. Haca tiempo que la abuela no se senta tan agusto. No hablamos entre nosotros. Deberamos hacerlo,pero de qu hablar? El presente es incmodo. Hemosencontrado muchas puertas cerradas, nos hemos vueltos

    pesimistas. Yo fui un da una mujer valiente. Era profesorade piano, dijo con orgullo. Ahora solo tengo hambre, sueoy miedo. Deberamos hablar, pero no encontramos qudecirnos. El espantapjaros asinti antes de que la abuelagolpeara la silla. Ella sonri. Era muy listo y aplicado. Sime hubieras conocido cuando tena veinte aos... Tena las

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    carnes duras, el pelo largo y la boca llena de dientes. Nuncallevaba medias. Nunca tena fro. La verdad es que el abuelo

    siempre supo calentarme, dijo rindose sola. Para esto...Para esto es mejor morirse, pero da tanta pereza dejar lavida...

    Cuando Sam volvi del colegio, su madre tenda laropa detrs de la casa. La abuela dormitaba en su cama delatn; poda or su respiracin profunda. El nio se acerc al

    espantapjaros que estaba sentado en la mesa. Se quedquieto a su lado. Sus cabezas quedaban a la misma altura.El espantapjaros sonrea. El nio no. Al nio le temblaba labarbilla. El Gigante me espera maana al salir de clase, ledijo el nio al espantapjaros. Dime, te parece gracioso?Dentro de los ojos del espantapjaros se movan las sombras.Qu quieres, que llore?, le contest el espantapjaros. El

    Gigante siempre lleva una navaja. Todos lo saben. Quhar yo? Correr como un cobarde? Estoy muy cansado.Tienes que llevar otra navaja, le aconsej el espantapjaros.Otra navaja? Una ms grande que la de l. Pero yo notengo ninguna navaja. Tu abuela guarda la navaja del abuelodebajo del colchn. Cgela cuando se levante a orinar, perono le digas nada. No te cansas de sonrer? Y t, no te

    cansas de quejarte? Ya ha llegado la hora de que busquestu sitio. ste no es mi sitio. Quin sabe? Si no peleas porun sitio, nunca encontrars uno. Cuando la madre entren la casa se le qued mirando. Por qu hablas solo?, lepregunt. El chico se encogi de hombros.

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    Durante aquellos meses el viaje haba consistido enlevantarse y andar, andar y dormir, levantarse y volver a

    andar. Hasta llegar a Noland. Para entonces el dolor en lospies y los calambres en las piernas eran continuos, al igualque el hambre, la sed o el fro. Fueron dejando las carreterasms peligrosas, y tomando caminos secundarios. Cada vezse encontraban con menos desplazados. La mayora, aligual que ellos, se haba dispersado. Y muchos se habanquedado en las cunetas, como el abuelo. Pareca dormido, y

    el nio le haba cubierto con una manta. Ya no pasar fro,dijo la abuela. Tena la voz rota, como si en su gargantase hubiera escondido un grillo. La madre fue la ltima enseguir el camino. Sin que el cro la viera, recuper la manta.Por qu no lloramos?, le pregunt Sam a su madre. Antesllorbamos cuando alguien estaba enfermo o se mora. Yoquiero llorar por el abuelo, dijo el nio, pero no puedo. Un

    da podrs. Un da llorars por l y por todo lo sucedido, leconsol la madre. Y si se me olvida? No se te olvidar, hijo.Nunca, aunque quieras, podrs olvidarlo.

    En el silencio de la noche, amparado por la oscuridad,el padre se levant. Fue a la cocina y, sin hacer ruido, sesent junto al espantapjaros. Sinti su presencia. Acerc

    su rostro al suyo y le habl en un susurro. Es mi ltimaoportunidad? El espantapjaros movi la cabeza asintiendo.Est bien. Me enfrentar a los pjaros. Si crecen las habastendremos algo que comer y la gente dir, lo han intentado.No soy tonto; s cmo funcionan las cosas. Pero ahora todome parece difcil de lograr. Es como si viviera en un sueo.

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    Siempre he desconado de los sueos; te dan gato por

    liebre. Cuando ests a punto de conseguir algo, desaparece

    o se transforma. El espantapjaros repiti el gesto. Sucuerpo de paja cruji levemente. Uno no puede estar seguroni de sus propios sueos... T me dirs cmo espantarlos?Son cientos, miles. Me dan miedo. Aletean tan cerca demi cabeza que me parece que me van a arrancar los ojos.El hombre acerc su oreja a la boca del espantapjaros.Dentro se mova algo. Quizs algn insecto haba encontrado

    all su nueva casa. El espantapjaros susurr la palabraruido, la palabra campana, la palabra espejo. Sobre todono demuestres miedo. Mantn la calma, le aconsej. Lacalma? Ahora eres t el espantapjaros. Y es mejor que tecoman los ojos, a que crean que les temes. Qu clase deespantapjaros sers si no?

    A la madre le hubiera gustado besar al chico. Recordcuando era muy pequeo y se quedaba dormido en supecho. En lugar de acercar sus labios a l le dijo, hace fro.El chico llevaba la navaja sujeta con la goma del calcetn. Laabuela le dio su racin de pan tostado. Tienes que hacertefuerte, le dijo. Ya soy fuerte, pens. Quizs hoy mate auna persona. A media maana, cuando el sol caa sobre la

    fachada de la casa, la abuela sali. Se apoy en el muro;tras quitarse las medias se qued mirando sus piernas muyblancas. El chico senta la navaja como una serpiente quefuera a ascender por su muslo. La madre, que estaba enel pueblo, escuch una campana en la distancia. El padremantena los ojos muy abiertos. Los pjaros no se atrevan

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    a tocarle, pero enfadados gritaban. Te crees muy listo! Tecrees muy listo! A los pjaros les atraan las semillas pero

    no les gustaban las campanas. La madre compr una botellade aceite de ricino. Una botella grande. El chico le ense lanavaja al Gigante. La navaja le dijo, voy a matarte. Aunquet creas que puedes hacerle dao, ests equivocado. l yaest muerto. Es l el que te va a matar a ti, dijo la navajacon su voz de acero. La abuela estaba tan a gusto quese quit la toquilla y se solt el pelo que siempre llevaba

    recogido en un moo. Su pelo pareca una cortina de seda,un adorno sobre sus hombros. El padre pareca un soldadosalvando sus semillas. El aceite dorado pareca un rayo desol embotellado. La madre llevaba la botella apoyada en suregazo e, imaginando que era un recin nacido, lo apoyen su pecho. Llev la boca de la botella a su pezn. Sintique el aceite entraba en ella, en su cuerpo. El aceite se

    extenda por dentro, llenando cada recoveco, hasta su andarse hizo ms ligero y su interior dej de chirriar. La abuelase recogi el pelo con las horquillas. El Gigante nuncaantes haba escuchado hablar a una navaja. Se vio cadoen un charco de sangre, era su sangre, y la sinti tibia,densa, roja, derramndose sobre la tierra. Entonces corriespantado como un conejo. El padre se sec el sudor de

    la frente con la camisa sucia. Qu es eso? Le pregunt laabuela a la madre, sealando la botella. La madre la observjamente, maravillada. La botella estaba llena de un lquido

    blanquecino. Pareca leche.

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    El espantapjaros Juana Corts Amunarriz

    Aquella vecina, que haba llamado por sorpresa asu puerta, les trajo galletas que ella haba misma haba

    horneado. Una chaqueta de lana, una manta, unos libroscon ilustraciones de animales. Le dieron las gracias. Inclusoel nio asinti con la cabeza en un gesto amable. La mujerllevaba un abrigo de color marrn con unos curiosos botonesamarillos. A la abuela le gustaron los botones. Pens encmo sonaran al chocar entre ellos. Quieren que lesayude a llevar el espantapjaros al huerto?, pregunt antes

    de irse, detenindose junto al mueco y explicando suspalabras con gestos. La mujer slo quera ser amable, peronadie contest a su pregunta. Todos sonrean como si no lahubieran entendido. Como si fueran tontos de remate. Elpadre mir de reojo al espantapjaros, que haba adquiridoun aire inocente. Qu sentido tiene un espantapjaros enmedio de una casa?, dijo la vecina rindose, como si fuera

    un buen chiste. No creo que aqu tenga nada que espantar...Nosotros mismos lo llevaremos, dijo la madre, caminandohacia la puerta. Si quieren, le dir a mi marido que vengaa echarles una mano, dijo la vecina antes de irse. Marido,repiti, para que la entendieran bien. Cuando la puerta secerr, los cuatro se quedaron mirando al espantapjaros.Todava puedo mejorarlo, dijo la madre tocando la tela de su

    traje. Por supuesto, dijo el padre. No est acabado, dijo elnio. Se nota a distancia. Vsteme despacio que tengo prisa,

    dijo la abuela antes de sonarse la nariz con un gran pauelo.El espantapjaros, como siempre, sonrea. Permanecieronmuy atentos; se dira que algo sonara en su interior. Aquelsuave crujido. Aquel leve rumor. Todos lo oan y, sin embargo,

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    ninguno de ellos quiso decir nada. La paja cantaba. Lospalos cantaban. Cantaba la calabaza. Tu mundo te espera.

    Tu mundo te espera, deca el espantapjaros. Y lo deca conlas tripas. El nio reconoci la cancin que haba aprendidoen la escuela. La cancin que haba olvidado, que la guerrase haba comido.

    Es hora de cenar, dijo la madre. Pero ninguno deellos se movi. Y permanecieron un buen rato escuchando

    la cancin que el espantapjaros vomitaba a travs de suboca sonriente.

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