53076059 los grandes medios graficos y los derechos humanos en la argentina (1)

1580
  Los grandes medios g ráficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983  LOS GRANDES MEDIOS GRAFICOS Y LOS DERECHOS HUMANOS EN LA ARGENTINA  1976-1983 TESIS DOCTORAL DE  MARTIN MALHARRO Director: Alfredo Alfonso Co-Director: Jorge Bernetti Doctorado en Comunicación Facultad de Periodismo y Comunicación Social Universidad Nacional de La Plata Julio de 2008 1

Upload: adriana-sarramea

Post on 15-Jul-2015

108 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

LOS GRANDES MEDIOS GRAFICOS Y LOS DERECHOS HUMANOS EN LA ARGENTINA

1976-1983

TESIS DOCTORAL DE MARTIN MALHARRO

Director: Alfredo Alfonso Co-Director: Jorge Bernetti Doctorado en Comunicacin Facultad de Periodismo y Comunicacin Social Universidad Nacional de La Plata Julio de 20081

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

INDICE

INTRODUCCIN.....4 CAPTULO I MARCO CONCEPTUAL Y METODOLGICO7 CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH A LA JUNTA MILITAR.10 CAPTULO II RESPIRACIN DE LA MEMORIA..... 19 CAPTULO III VIAJE HACIA LA NOCHE....... 42 III. I. LA NACIN.... 90 III. I. I. 1976... 91 III. I. II. 1977. 143 III. I. III. 1978.....176 III. I. IV. 1979.....248 III. I. V. 1980. 307 III. I. VI. 1981.....347 III. I. VII. 1982... 371 III. I. VIII. 1983..499 III. II. LA PRENSA ..550 III. II. I. 1976..551 III. II. II. 1977.....612 III. II. III. 1978........676 III. II. IV. 1979....705 III. II. V. 1980.766 III. II. VI. 1981...804 III. II. VII. 1982..840 III. II. VIII. 1983.920

2

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

III. III. CLARN..1031 III. III. I. 1976... 1032 III. III. II. 1977...1082 III. III. III. 1978. 1132 III. III. IV. 1979..1167 III. III. V. 1980. 1214 III. III. VI. 1981........ 1253 III. III. VII. 1982........ 1273 III. III. VIII. 1983........1342 III. IV. LA OPININ........1399 III. IV. I. 1976. 1400 III. IV. II. 1977.1506 CONCLUSIONES...........1545 BIBLIOGRAFA.........1570

3

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

INTRODUCCIONEste trabajo recorre la poltica editorial que cuatro grandes medios grficos nacionales, Clarn, La Nacin, La Opinin y La Prensa, mantuvieron sobre las violaciones a los Derechos Humanos ocurridos en Argentina, entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Hemos partido del concepto de que la violencia represiva ejecutada por el Estado durante el perodo anteriormente mencionado alcanz tal magnitud y virulencia que escap a toda previsibilidad y teorizacin realizada previamente al golpe militar que derroc al gobierno de Mara Estela Martnez de Pern. La instauracin de una modalidad represiva basada en el secuestro, desaparicin, tortura y asesinato1 fue el instrumento idneo del que se vali la dictadura militar para establecer un sistema de control a travs del miedo, el exterminio de cualquier rasgo opositor y la ruptura del sistema o tejido social que permita articular respuestas colectivas2. De esta manera, el gobierno militar entronizado el 24 de marzo de 1976 elimin y silenci cualquier intento de oposicin a su proyecto poltico-econmico. Este modelo represivo, regido por la rigurosidad, la planificacin y la clandestinidad3 necesit tanto del silencio como de la justificacin; silencio ante los secuestros, desapariciones y asesinatos; y justificacin ante las repetidas escenas de cuerpos masacrados, intentos de fugas fracasados, desapariciones pblicas de miles de personas, encarcelamientos masivos. El empleo de este doble discurso: negar la violacin de los Derechos Humanos y paralelamente justificar la poltica represiva del Estado, necesit contar con una estructura no slo represiva sino tambin comunicacional de vasto alcance que funcionara en sintona y concordancia con los presupuestos ideolgicos de este Estado y lo hiciera, en apariencias, de manera autnoma e independiente del poder represor, reproduciendo desde su rbita de influencia el mismo discurso, con la finalidad de amplificarlo e instalarlo en una sociedad de sujetos aislados como la versin nica y definitiva. Un discurso que se implement bajo el ttulo de lucha contra la subversin y que funcion como eje justificador de todas las prcticas y excesos represivos cometidos por las Fuerzas Armadas.1

Fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal nmero 1 de La Plata en el juicio contra el ex jefe policial Miguel Etchecolatz, en septiembre de 2006. 2 Balza, Martn, No fue una guerra sino cacera humana, artculo de opinin publicado en el diario Clarn el 20 de marzo de 2006. 3 Consideracin de la Sala de lo penal de la Audiencia Nacional de Espaa, en la causa contra Adolfo Francisco Scilingo, Madrid, 4 de noviembre de 1998. 4

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Esta tesis intenta analizar: la metodologa informativa que cuatro grandes medios grficos argentinos mantuvieron respecto a estas prcticas represivas como tambin el reflejo que ellas arrojaban casi cotidianamente sobre el imaginario social desde las pginas de estos medios; el discurso editorial que ellos sostuvieron en lo referido a las violaciones permanentes de los Derechos Humanos; el rol que desempearon en la campaa ms vasta de desinformacin y silencio que padeci Argentina a lo largo de su historia y, por ltimo, los ejes informativos empleados para informar a sus lectores sobre el interminable raid de secuestros, asesinatos y persecuciones del que eran vctimas miles de argentinos. Tambin recorre el tratamiento de la informacin, la elaboracin del discurso y las conclusiones por ellos esgrimidas a la hora de enjuiciar el estado de indefensin y terror que se instal en nuestro pas a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y que se extendi a lo largo de casi 3000 das, hasta la finalizacin del rgimen militar. Hemos partido de la premisa que la informacin publicada por estos medios durante este perodo es la muestra acabada de cmo fue tratada la informacin referida a los Derechos Humanos en aquellos tiempos, donde es posible encontrar las pruebas tanto de la magnitud del drama vivido, como tambin la vasta campaa de silencio, ocultacin, desinformacin y presin que se ejecut sin pausa y sin ambages sobre la sociedad argentina. A partir de esta premisa, hemos intentado desentraar no slo los mecanismos discursivos empleados por los medios citados sino tambin la construccin informativa que ellos utilizaron para informar sobre las violaciones de los Derechos Humanos, con el fin de poder visualizar cmo se reflej desde lo meditico la poltica represiva del Estado y cul fue el papel que estos medios jugaron al respecto, tanto desde lo poltico como desde lo periodstico. Tambin hemos abordado el modelo informativo que cada uno de estos medios emple para abordar y reflejar en la crnica diaria tanto a la violencia empleada por el Estado como al discurso justificador de la misma que l utilizaba; la finalidad de este abordaje es detectar los mecanismos y construcciones informativas que se dieron en torno a un tema que marcara a la sociedad argentina. Si bien se ha recortado del espectro periodstico nacional de ese perodo un nmero singular de publicaciones, creemos que los cuatro diarios elegidos para esta tesis cubren con holgura y eficacia el panorama y la visin informativa que primaba en esa poca, esto dado por la cantidad de lectores, la influencia en la opinin pblica y la enorme potencia como lderes de la prensa escrita en lo referente a la formacin de opinin, que estos medios

5

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

tenan por entonces; sin olvidar que tambin eran dentro de este campo un espejo informativo de enorme importancia hacia el extranjero.

CAPITULO 16

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

MARCO CONCEPTUAL Y METODOLOGICOEl presente trabajo est basado en el relevamiento de los archivos de los diarios La Opinin, La Nacin, Clarn y La Prensa, durante en el perodo comprendido entre marzo de 1976 y diciembre de 1983. En el caso de La Opinin el seguimiento abarca desde el 24 de marzo hasta el 24 de mayo de 1977, fecha en que este medio fue intervenido por el gobierno militar. En total se han analizado 8.778 diarios correspondientes a la cantidad de ejemplares que estos cuatro medios publicaron desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983, salvo la excepcin sealada anteriormente respecto a La Opinin, fecha en que se da por terminado el perodo del terrorismo de Estado. Este relevamiento supuso el anlisis de contenido de los artculos periodsticos y las editoriales de los mencionados medios que aluden directa e indirectamente a la violacin de los derechos humanos como tambin la poltica represiva ejercida por el Estado terrorista. Para ello fue importante evaluar tanto los contenidos de las notas que juntamente con los editoriales describen la poltica editorial que estos diarios sostuvieron con respecto a las violaciones de los derechos humanos En la primera etapa de seleccin de la informacin se siguieron dos lneas: La principal estuvo dirigida a identificar los artculos en los cuales la prensa reprodujo el discurso oficial justificador de las violaciones de los derechos humanos (la necesidad de exterminar a la subversin antepuesta a cualquier concepto), las notas destinadas a amplificar esos discursos, los artculos que fueron directamente generadores de discurso funcional al gobierno editoriales y artculos firmados y, dentro de este grupo, aquellos que eran abiertamente justificatorios de la accin represiva del Proceso. A tal fin se seleccionaron cuatro vectores: -Un vector reproductor. -Un vector amplificador. -Un vector generador. -Un vector justificador. Por VECTOR REPRODUCTOR se entiende a aquellas noticias o informacin que se limita a reproducir de manera mecnica el discurso oficial sin elaboracin o profundizacin por parte del medio de la informacin aportada por el Estado.

7

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Por VECTOR AMPLIFICADOR se entiende a aquella poltica editorial que amplifica el discurso oficial, dndole mayor trascendencia y aportando elementos nuevos de apoyatura y respaldo al mensaje y acciones del Estado. Por VECTOR GENERADOR se comprende a aquellas editoriales y artculos firmados que publica el medio en el que se expone de manera directa su pensamiento y compromiso con el poder, a la vez que hace aportes ideolgicos he intenta trazar nuevas lneas discursivas y de accin, siempre en consonancia con la ideologa del poder. Por VECTOR JUSTIFICADOR se comprende a aquellos artculos y editoriales que avalan y justifican explcitamente los argumentos y acciones del Estado. La segunda etapa fue el seguimiento de noticias relacionadas con violaciones de los derechos humanos. La aparicin de esas notas representan fisuras en el bloque informativo y su anlisis permite inferir los signos del genocidio que se estaba llevando a cabo. Son escasas, porque se haba prohibido la publicacin de noticias sobre hallazgos de cadveres, desapariciones, secuestros, detenidos y reclamos internacionales, pero el contenido de estas noticias revela las versiones falaces que se daban sobre los hechos y los indicios que existan a nivel de la opinin pblica de los horrores que estaban ocurriendo en el pas. La segunda parte de este trabajo fue la de organizacin de la antologa y anlisis de contenido. Se utiliz el mtodo inductivo porque el objetivo del trabajo no fue demostrar una teora previa sobre el perfil de cada medio, sino al revs, partir del anlisis del material para identificar las estrategias discursivas de cada uno de ellos. La eleccin de esta metodologa de abordaje se debe a que permite de manera clara visualizar de qu manera fue informada y manipulada la opinin pblica de aquellos aos. Tres dcadas despus, este material es interpretado a la luz de las investigaciones que se realizaron posteriormente en torno a la tragedia que significaron aquellos 2700 das que dur la dictadura, investigaciones que demostraron no slo la extensin y profundidad de las violaciones de los derechos humanos perpetradas por el terrorismo de Estado, sino que tambin permiti abrir la puerta que dejaba al descubierto determinados aspectos polticos y econmicos de aquellos aos, como las alianzas y apoyos que recibi el gobierno militar por parte de sectores que posteriormente se auto excluyeron como socios y partcipes, directos e indirectos, en la construccin y sostenimiento del terrorismo de Estado. La conclusin principal de este trabajo es la tremenda precisin de los hechos denunciados por Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar,8

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

fechada el 24 de marzo de 1977. Walsh la dirigi a la Junta, pero sus trminos bien podran aplicarse a la prensa: lo que ustedes llaman ACIERTOS son ERRORES, los que reconocen como ERRORES son CRMENES y lo que omiten son CALAMIDADES.

CARTA ABIERTA DE RODOLFO WALSH9

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

A LA JUNTA MILITAR1. La censura de prensa, la persecucin a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la prdida de una hija que muri combatindolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresin clandestina despus de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta aos. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la accin de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crmenes y lo que omiten son calamidades. El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su poltica represiva, y cuyo trmino estaba sealado por elecciones convocadas para nueve meses ms tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martnez sino la posibilidad de un proceso democrtico donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron. Ilegtimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresin objetiva de la voluntad del pueblo, nico significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minoras derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nacin. Una poltica semejante slo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror ms profundo que ha conocido la sociedad argentina. 2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas la crceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del pas virtuales campos de concentracin donde no entra ningn juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigacin, convierte a la mayora de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin lmites y el fusilamiento sin juicio.1

10

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Ms de siete mil recursos de hbeas corpus han sido contestados negativamente este ltimo ao. En otros miles de casos de desaparicin el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo despus que los cincuenta o sesenta que lo hacan fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su lmite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez das segn manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. La falta de lmite en el tiempo ha sido complementada con la falta de lmite en los mtodos, retrocediendo a pocas en que se oper directamente sobre las articulaciones y las vsceras de las vctimas, ahora con auxiliares quirrgicos y farmacolgicos de que no dispusieron los antiguos verdugos.1

Desde enero de 1977 la Junta empez a publicar nminas incompletas de nuevos detenidos y de "liberados" que en su mayora no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposicin pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son an secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporneas.2 Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafsica en la medida que el fin original de obtener informacin se extrava en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdi el verdugo, que ustedes mismos han perdido. 3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemtica ejecucin de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga. Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehculos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no est hecho para ser credo sino para burlar la reaccin internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carcter de

11

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras. Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, cincuenta y cinco en respuesta a la voladura del Departamento de Polica de La Plata, treinta por el atentado en el Ministerio de Defensa, cuarenta en la Masacre del Ao Nuevo que sigui a la muerte del coronel Castellanos, diecinueve tras la explosin que destruy la comisara de Ciudadela, forman parte de 1.200 ejecuciones en trescientos supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos. Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la poltica que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas segn la doctrina extranjera de "cuenta-cadveres" que usaron los SS en los pases ocupados y los invasores en Vietnam. El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un ao atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y slo 10 15 heridos, proporcin desconocida en los ms encarnizados conflictos. Esta impresin es confirmada por un muestreo periodstico de circulacin clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.3 Ms de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco est destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aun los presos reconocidos son la reserva estratgica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo segn la marcha de los combates, la conveniencia didctica o el humor del momento. As ha ganado sus laureles el general Benjamn Menndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejrcito, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Crdoba, despus con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de2

El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muiz Brrelo desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: "Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o12

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

rezaba... Cada veinte minutos abran la puerta y me decan que me iban a hacer fiambre con la mquina de sierra que se escuchaba".5

Cadena Informativa, mensaje N 4, febrero de 1977.

fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.4 El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdiccin del Primer Cuerpo de Ejrcito que manda el general Surez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la poltica misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe a las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno. 4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto despus que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros pases, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas.5 Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequea parte quizs del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecnica de la Armada, fondeados en el Ro de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 aos, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la regin anal y fracturas visibles" segn su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubri en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el lago San Roque de Crdoba, acudi a la comisara donde no le recibieron la denuncia y escribi a los diarios que no la publicaron.6 Treinta y cuatro cadveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Ro Lujan el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron treinta muertos a 15 kilmetros de Campo de Mayo y diecisiete en Lomas de Zamora. En esos enunciados se agota la ficcin de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3A de Lpez Rega, capaces de atravesar la mayor guarnicin del pas en camiones militares, de alfombrar de muertos el Ro de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Area7, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti.

13

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-19834

Una versin exacta aparece en esta carta de los presos en la Crcel de Encausados al obispo de Crdoba, monseor Primatesta: "El 17 de mayo son retirados con el engao de ir a la enfermera seis compaeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel ngel Mosse, Jos Svagusa, Diana Fidelman, Luis Vern, Ricardo Yung y Eduardo Hernndez, de cuya muerte en un intento de fuga inform el Tercer Cuerpo de Ejrcito. El 29 de mayo son retirados Jos Pucheta y Carlos Sgadurra. Este ltimo haba sido castigado al punto de que no se poda mantener en pie, sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen tambin fusilados en un intento de fuga".5

En los primeros 15 das de gobierno militar aparecieron 63 cadveres, segn los diarios. Una proyeccin anual da la cifra de 1.500. La presuncin de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1967 la informacin periodstica era incompleta y en el aumento global de la represin despus del golpe. Una estimacin global verosmil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios: 100. Total: 4.000.6

Carta de Isaas Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias.7

"Programa" dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Area del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27. Las 3A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el arbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y slo puede balbucear el discurso de la muerte.8 La misma continuidad histrica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan Jos Torres, Zelmar Michelini, Hctor Gutirrez Ruiz y decenas de asilados, en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democrticos en Chile, Bolivia y Uruguay.9 La segura participacin en esos crmenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Polica Federal, conducido por oficiales becados de la CA a travs de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardner Hathaway, Station Chiefde, la CA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las14

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

que hoy sacuden a la comunidad internacional, que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejrcito, encabezados por el general Menndez, en la creacin de la Logia Libertadores de Amrica, que reemplaz a las 3A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas. Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitn Horacio Gndara, quien desde hace una dcada investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de Prensa Libre, Horacio Novillo, apualado y calcinado despus que ese diario denunci las conexiones del ministro Martnez de Hoz con monopolios internacionales. A la luz de estos episodios cobra su significado final la definicin de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce lmites morales ni naturales, se realiza ms all del bien y del mal".10 5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han trado al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la poltica econmica de ese gobierno debe buscarse no slo la explicacin de sus crmenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un ao han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 por ciento, disminuido su participacin en el ingreso nacional al 30 por ciento, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11, resucitando as formas de trabajo forzado que no persisten ni en los ltimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamacin colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas,8

El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinin el 3/10/76 admiti que "el terrorismo de derecha no es tal" sino "un anticuerpo".9

El general Prats, ltimo ministro de Ejrcito del presidente Allende, muerto por una bomba en setiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutirrez Ruiz aparecieron acribillados el 2/5/76.

15

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

El cadver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareci el 2/6/76, despus que el ministro del Interior y ex jefe de Polica de Isabel Martnez, general Harguindeguy, lo acus de "simular" su secuestro.10

Teniente coronel Hugo Ildebrando Pascarelli, segn La Razn del 12/6/76. Jefe del Grupo I de Artillera de Ciudadela, Pascarelli es el presunto responsable de treinta y tres fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977.11

Unin de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Despus la situacin se agrav an ms. alargando, horarios, elevando la desocupacin al rcord del 9 por ciento12 y prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotrado las relaciones de produccin a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.13 Los resultados de esa poltica han sido fulminantes. En este primer ao de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40 por ciento, el de ropa ms del 50 por ciento, el de medicinas ha desaparecido prcticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30 por ciento, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pblica a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de mdicos, profesionales y tcnicos se suman al xodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalizacin". Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante poltica la convierte en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monoplicas saquean las napas subterrneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes slo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el ro ms grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martnez de Hoz arrojan en l sus residuos industriales, y la nica medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bae.16

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Tampoco en las metas abstractas de la economa, a las que suelen llamar "el pas", han sido ustedes ms afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3 por ciento, una deuda exterior que alcanza a 600 dlares por habitante, una inflacin anual del 400 por ciento, un aumento del circulante que en slo una semana de diciembre lleg al 9 por ciento, una baja del 13 por ciento en la inversin externa constituyen tambin marcas mundiales, raro fruto de la fra deliberacin y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autnoma. Mil ochocientos millones de dlares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Polica Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120 por ciento, prueban que no hay congelacin ni desocupacin en el reino de la tortura y de la muerte, nico campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotizacin por guerrillero abatido sube ms rpido que el dlar. 6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional segn una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o a Indonesia, la poltica econmica de esa Junta slo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarqua ganadera, la nueva oligarqua especuladora y un grupo selecto de monopolios internaciones encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que estn ligados personalmente el ministro Martnez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.12

Diario Clarn.

13

Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalrgicos y navales. Un aumento del 722 por ciento en los precios de la produccin animal en 1976 define la magnitud de la restauracin oligrquica emprendida por Martnez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que

17

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

ciertos grupos pequeos pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".14 El espectculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la maana duplicaron su capital sin producir ms que antes, la rueda loca de la especulacin en dlares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el inters por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que vena a acabar con el "festn de los corruptos". Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crdito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupacin en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quines son los aptridas de los comunicados oficiales, dnde estn los mercenarios al servicio de intereses forneos, cul es la ideologa que amenaza al ser nacional. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, an cabra pedir a los seores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al pas tras la ilusin de ganar una guerra que, aun si mataran al ltimo guerrillero no hara ms que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace ms de veinte aos mueven la resistencia del pueblo argentino no estarn desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelacin de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asum hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difciles. RODOLFO WALSH. - C.I. 2845022

18

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

RESPIRACION DE LA MEMORIACon amarga vergenza recordarn nuestros descendientes -cuando hayan vencido a la infamiaaquellos tiempos extraos en los que a la simple honradez llamaban valenta.... Evgueni Evtuchenko

En 1996, Hector Schmucler afirmaba, en la revista Confines, refirindose a los aos de plomo: En la indagacin sobre las circunstancias que hicieron posible el estallido del mal nuestra responsabilidad es indelegable. Hay que reconocer que an no hemos comenzado a reconstruir sistemticamente la historia y que los anlisis polticos estn cargados con prejuicios intolerantes, intereses coyunturales y miedos que paralizan e impiden indagar cmo y en qu medida la sociedad estuvo comprometida 4.Desde entonces han pasado muchas cosas al respecto pero la memoria contina estando all, esperando que se haga no slo justicia sino tambin que se comprenda qu ocurri y por qu ocurri; frente a esto se alzan las otras voces, las de quienes pretenden que la historia sea freezada para evitar que la herida se abra y supure las cuotas de responsabilidad y complicidad con la que estn cargados los tiempos de la dictadura. Es indudable que una enorme mayora de la sociedad argentina, recibi con ciertas dosis de esperanza al golpe del 24 de marzo de 1976, muchos confiaron en que los militares pondran fin a la violencia indiscriminada que recorra la geografa nacional, al desgobierno de Isabel Martnez de Pern y a la crisis econmica que golpeaba a la sociedad argentina. Carlos Quirz, secretario de redaccin de La Opinin durante 1977 y 1978, y posteriormente periodista poltico del diario Clarn, recordaba :Frente al desastre que era el gobierno de Isabel y las experiencias previas que habiamos tenido, las dictablandas de Ongana, Levingston y Lanusse, se crey que si vena un gobierno militar iba a tener las caractersticas de sus antecesores. Casi toda la sociedad estuvo a favor del derrocamiento de Isabel, se crey que destituyndola se solucionaba todo, se crey que los militares iban a venir, ordenaban todo y despus llamaban a elecciones. Todos los diarios estuvieron a favor del golpe5.Se pens que con el golpe se terminaran los atentados, los cuerpos acribillados, la guerrilla industrial, la agitacin4 5

Revista Confines, nmero 3, Buenos Aires, septiembre de 1996 Entrevista con el autor. 19

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

obrera, el accionar de la ultraderecha y de las organizaciones guerrilleras junto con el caos y la corrupcin que representaba el gobierno. No fueron pocos los que confiaron en que la implantacin de un rgimen militar obrara como una suerte de punto final al caos que viva el pas, que con los militares llegara un perodo de tranquilidad que dejara atrs el efecto centrifugador de la violencia y la incertidumbre que para entonces significaba vivir en Argentina. Pilar Calveiro, secuestrada durante la ltima dictadura militar y doctora en ciencias polticas, afirm: En el momento de tomar el poder, los militares contaron con un consenso nada despreciable en torno a su proyecto, uno de cuyos puntos centrales era la destruccin de la subversin. La jerarqua eclesistica, cuya influencia en la Argentina era y sigue siendo significativa, haba dicho por boca de monseor (N del.A: Victorio Bonamn): `Cuando hay derramamiento de sangre, hay redencin. Dios est redimiendo, mediante el Ejrcito Argentino, a la nacin argentina6.Pero el problema abarcaba adems la visualizacin que tena la sociedad del gobierno de Mara Estela Martnez de Pern, principalmente la clase media y la clase alta que apostaron al golpe con la ilusin de que con un gobierno militar se terminara definitivamente el populismo, la demagogia, la corrupcin y la omnmoda presencia de oscuros personajes encaramados en el poder. Abrasha Rotenberg, en su libro Historia Confidencial. La Opinin y otros olvidos lo explic as:Histricamente fuimos educados en la viabilidad de los golpes militares como superacin inevitable de las carencias democrticas. Tardaramos aos y mucha sangre en reparar el error. -Cundo se va a producir el golpe? -Los militares estn aguardando que esto se pudra del todo- respondan los que supuestamente estaban al tanto.-No falta mucho. Despus del verano, el 24 de marzo de 1976, estall el golpe y fue recibido con alivio y esperanza por una considerable mayora: desde los medios de comunicacin hasta los partidos polticos, factores de poder y hasta ciertos intelectuales. Hoy es imposible encontrar algn partidario del Proceso, de la misma manera que nadie estuvo frente a la Casa de Gobierno desprendindose de sus joyas y vociferando su patriotismo durante la guerra de Malvinas. Si tenemos que juzgar por las posiciones actuales, todos se opusieron al golpe desde el primer da, aunque en marzo de 1976 fue bien recibido y la figura del general Videla respetada. Tan respetada que eminentes cientficos, intelectuales, polticos y escritores participaron en sus almuerzos culturales y al salir exaltaban su calidad humana y su perfil democrtico. Tanto, que incluso hubo quien intent presentarse ante las Naciones Unidas y ante el6

Calveiro, Pilar, Poder y Desaparicin, Ed. Colihue, Bs. As, 2001, pg.148. 20

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Congreso Americano para justificar la necesidad del golpe militar y el papel democrtico que jugaba Videla7. Es cierta la afirmacin de Rotenberg, el 24 de marzo de 1976 un enorme porcentaje de la sociedad argentina festej aliviada la llegada de los centuriones al gobierno. Lamentablemente no eran tales sino la ideologa pretoriana que nuevamente retornaba al poder de la Nacin, con la salvedad que esta vez lo hacan con un proyecto desconocido para entonces en la Argentina, sin embargo el desconocimiento del proyecto represivo que la Junta Militar instaur como poltica de Estado a partir del 24 de marzo no es una causal disculpatoria ni atena al pecado golpista que recorre desde hace ms de 75 aos la idiosincrasia de vastos sectores nacionales. Idiosincrasia que ha permitido, por otra parte, que desde lo bizarro los mismos militares que dieron el golpe se sintieran posteriormente traicionados por un gran sector de la sociedad con el argumento de que estos sectores primero los alentaron a dar el golpe y despus del fracaso de Malvinas no slo los negaron sino que se exculparon de todo lo sucedido. En el libro Los 70. Violencia en la Argentina, editado por el Centro de Estudios del Crculo Militar, puede leerse: Desgraciadamente ciertos sectores polticos, ideolgicos y mediaticos, sin excluir aquellos que dicen defender los derechos humanos, tienen una muy mala memoria. Cuando dichos sectores se vieron afectados y agredidos por la subversin terrorista dirigieron sus miradas hacia las fuerzas aludidas (FF.AA y otras) para que los protegiesen. Cuando el fantasma de los asesinatos, atentados, secuestros, bombas en las escuelas, y supermercados y muchos otros actos terroristas fueron eliminados de la pesadilla diaria, a costa de una elevada cuota de sangre de las fuerzas citadas, sus muertos fueron olvidados y los que sobrevivieron a la lucha, acusados, procesados y condenados8. Como sealan, referindose en concreto a los medios de comunicacin, Eduardo Blaustein y Martin Zubieta: (...) el pecado golpista tiene la extraa cualidad de diluirse cuando resulta generalizado, cuando est hondamente enraizado en la cultura poltica de un pas. Esto no pretende justificar el golpismo sino poner el acento una vez mas- en la responsabilidad particular que tiene la prensa respecto al ciudadano de a pie. Lo realmente importante sucede con aquellos medios que al apoyar el golpe no solo7

Rotenberg, Abrasha, Historia Confidencial. La Opinin y otros olvidos, Edit Sudamericana, Bs. As, 1999, pgs. 266 y 267. N del A, en la cita, Rotenberg se refiere a Jacobo Timerman, quien se ofreci como testigo voluntario para testimoniar ante el Congreso de los EE.UU a favor del gobierno de Videla, despus que los congresistas norteamericanos escucharan a los abogados argentinos Gustavo Roca y Lucio Garzn Maceda denunciar las violaciones a los derechos humanos cometidas en Argentina. 8 Crculo Militar, Los 70. Violencia en la Argentina, Centro de Estudios del Crculo Militar, Bs.As, 2001, pg. 68 21

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

pretendan o decan que pretendan- acabar con la guerrilla, el caos o la corrupcin, sino fundamentalmente adherir al proyecto que el golpe llevaba consigo y, mas an, tolerar, avalar, bien con su silencio o bien con palabras explcitas, la dosis de terror y de muerte necesarias para sostener el proyecto de pas (...)9. Inclusive desde la izquierda tambin se apost a su favor, bajo la premisa de que mientras peor mejor ya que un golpe militar agudizara la contradiccin entre el capital y la clase trabajadora y funcionara como una suerte de foco concientizador que hara que las masas se plegaran mayoritariamente a sus propuestas. Cuando todos se percataron que la caja de Pandora haba sido abierta y el terror era el sino caracterstico de esa esperanza, ya era tarde. Repasar la historia comprendida entre 1976 1983 y emitir el inapelable veredicto de que las Fuerzas Armadas son las nicas culpables del genocidio ocurrido durante este perodo es juzgar los hechos con una ceguera tan perniciosa como peligrosa. Ellas fueron las ejecutoras del plan ms criminal del que se tenga memoria en la historia argentina, esto no lo duda casi nadie, sin embargo volcar sobre ellas absolutamente toda la responsabilidad de la tragedia equivale a creer que toda la culpabilidad del nazismo le cabe solo a un puado de jerarcas nazis y a nadie ms, como si la burguesa industrial, los junkers, los partidos polticos y la sociedad entera alemana, amn de la miserabilidad de Francia e Inglaterra, no colaboraron para que las camisas pardas desfilaran triunfantes por la avenida Unter den Linden de Berln, preanunciando el cielo de fuego y de cenizas que se cerna ineluctablemente sobre Europa. Presentar as la historia significa no slo cerrarla desde la comodidad e impedir revisar el reparto de roles y culpabilidades que a cada sector mencionado le cabe en el desarrollo de la tragedia, sino que tambin significa clausurarla para que la losa pesada del olvido sepulte estas complicidades y responsabilidades, para dejar el pasado transformado en un elemental y simple tablero donde juegan fichas blancas contra fichas negras. Segn Ricardo Rodrguez Molas, Debemos insistir, en primer lugar, en el hecho ya advertido de que ningn orden social totalitario perdura sin cierto apoyo de los ms; el de la masa, sea a travs de una conformidad sustentada en valores abstractos o, ya en los tiempos modernos, en otros seculares; en la esperanza de aspiraciones comunes que asocian al pueblo y a la elite de poder10.

9

Blaustein, Eduardo, Zubieta Martn, Decamos Ayer, Edit. Colihue, Bs.As, 1998, pgs. 46 y 47. Rodrguez Molas, Ricardo, Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina, Editorial Eudeba. Bs As., 1985, pg. 31.10

22

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Sin embargo, salvando las distancias y caractersticas, algn punto en comn tiene la tragedia alemana y la nuestra. En ambos casos el silencio y la complacencia fue mayor a lo que la historia oficial pretende hacer creer, en ambos casos, una vez terminada la pesadilla, ninguno de los sectores adictos al golpe y posteriormente al rgimen militar asumi el papel desempeado durante los aos oscuros. As fue como, en Argentina, los socios del rgimen miraron para otro lado como si lo ocurrido hubiera sido tan slo un mal sueo; nadie refrend, salvo los contados ultramontanos, sus simpatas y apoyo a lo actuado por el gobierno militar, as todos los antiguos aliados del espanto, se presentaron como vctimas, algunos ms que otros, o sea, en resumidas cuentas, en Argentina durante el gobierno militar que ocup el poder desde 1976 hasta 1983 no hubo cmplices, socios, consejeros y mucho menos adictos al rgimen derrumbado. El discurso mtico posterior a la cada de la dictadura, ha tratado de mostrar que los militares actuaron como fuerza de ocupacin frente a la sociedad civil, reduciendo la cruel etapa vivida a un enfrentamiento entre militares y civiles. De este modo, la sociedad in totum, tras el bao de sangre en el Jordn democrtico, se autoexculp de toda responsabilidad frente al proceso. Sin embargo, la red de participacin, responsabilidad y complicidad fue muy vasta, aunque ella no ha merecido la suficiente tematizacion11, sostuvo Eduardo Luis Duhalde. Cuando en el Juicio a la Juntas la verdad emergi del oscuro pozo donde haba sido arrojada, se asumi como verdad luminosa la teora de los Dos Demonios que pretenda exculpar a todos aquellos que no se plegaron a ninguno de los dos demonios, presentando la historia de los casi ocho aos ms oscuro que padeci Argentina como una espantosa pelea de una banda de malos contra otra banda de malos, quedando el pas tomado como rehn y como sufrido espectador de una violencia abstracta, incomprensible y ajena a los que quedaban al margen de ella. Finalmente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final cerraron este ciclo. Es por esto, que en nuestro pas los mayores estudios sobre el perodo dictatorial se circunscriben a la actuacin militar y a los civiles que cumplieron tareas directas represivas en los campos. Del mismo modo que la sociedad no quiso `ver a los chicos sobrevivientes de Malvinas, en tanto eran el testimonio vivo de un trgico desastre aplaudido colectivamente en su realizacin, tampoco ha querido ver de qu modo amplios sectores de la sociedad consintieron o impulsaron el actuar criminal de las Fuerzas Armadas12, afirm Duhalde.11 12

Duhalde, Eduardo Luis, El Estado terrorista, Edit. Eudeba, Bs.As, 1999, pg. 88 Duhalde, Eduardo Luis, ob.cit, pg .89. 23

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

La historia oficial intent asegurar la exculpacin colectiva, trazando una lnea divisoria entre inocentes y culpables, entre un pasado horroroso y ajeno y un nuevo comienzo. El resultado es una forma peculiar de ideologizacin del debate histrico, planteado desde la malversacin de la historia. De este modo el debate poltico se nutre del pasado, pero no como fuente de experiencia, ilustracin de distintos modos de proceder y distintas opciones morales, sino como excusa de quienes actan hoy en da, como afirm Marcos Novaro en su artculo La memoria del pasado debe estar abierta a la discusin13. De todas las complicidades manifestadas y exhibidas durante el reinado del terror y el exterminio cabe repasar cuidadosamente el rol jugado por los grandes medios grficos del periodismo argentino, no slo en su papel de reproductor y amplificador del mensaje del rgimen sino adems el discurso que ellos generaron por motu propio y la concordancia que ellos guardaron con los objetivos y medios que en el campo politico, econmico y social implement la dictadura. La afirmacin de que no hay nada mas viejo que un diario de ayer es una falacia tan gigante como errada, basta un paseo por las primeras planas, las pginas interiores y las editoriales que los grandes medios grficos argentinos desplegaron cada maana para informar a los argentinos durante los casi ocho aos de pesadilla para descubrir las polticas, los roles y las mecnicas operativas comunicacionales que estos medios desarrollaron durante este perodo. Un perodo en que la realidad se viva pero no se lea. Hablar de la prensa grfica nacional y del papel que ella jug durante los aos de plomo es observar la construccin y edificacin de la mentira, el ocultamiento del horror, el asesinato cotidiano de la verdad, la omisin como rasgo preponderante. El proyecto que impuls la Junta Militar a partir del 24 de marzo de 1976 necesit necesariamente colaboradores y participantes que en el engranaje social tuvieran un peso especfico, tanto en el rea econmica, social como en la comunicacional. Este proyecto, basado en la pedagoga del terror, en la poltica del exterminio y en el ocultamiento de los hechos, pudo ser llevado a cabo en gran medida por el grado con el que lo asumieron los grandes medios de comunicacin, identificados plenamente con los ideales del golpe y tambin socios activos en la construccin de una realidad ficticia que se publicaba cotidianamente disfrazada de pacificacin, derrota al terrorismo, triunfo argentino, mandato inalterable, ideales patrios, cuando en cambio, la otra realidad, la verdadera, emerga slo en forma de operativos, muertos, detenidos y desaparecidos, los cuales, segn la ptica imperante, surgan desde el seno mismo de la sociedad civil, donde vivan13

Novaro, Marcos, La memoria del pasado debe estar abierta a la discusin, Revista , Bs. As. 18 de marzo de 2006. 24

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

camuflados, para acabar confluyendo en un lugar vago y oscuro, del cual los medios nunca saban nada. El director del diario La Opinin, Jacobo Timerman, al testimoniar en el Juicio a las Juntas relat una charla que mantuvo, das despus del golpe, con el capitn de navo Carlos Bonino: Me explic la tesis de la represin, en tono amable y desapasionado. Dijo que era irreversible, porque la nica manera de terminar para siempre con la subversin. Cualquiera que estuviera ligado con la subversin, fueran padres, hijos o parientes tenan que desaparecer. Era un sacrificio que la Argentina tena que hacer y que vala la pena. Sera preferible que dictaran la ley marcial y aplicaran la pena de muerte, pero con oportunidad de defensa ante un tribunal- le argument. Estamos apurados. No tenemos tiempo. En ese caso intervenda el Papa, y contra la presn del Papa sera muy dificil fusilar- me contest. Pero Franco fusil pese a la oposicin del Papa. -Nosotros no estamos en esas condiciones- replic14. El argumento del desconocimiento, de la verdad escatimada por las autoridades, del silencio impuesto en torno a la mal llamada guerra antisubversiva o guerra sucia, choca frontalmente con la poltica editorial que durante aquellos aos tuvieron los grandes medios grficos sobre las violaciones de los Derechos Humanos. Argumentar que se ignoraba la verdad sobre las permanentes violaciones de los derechos humanos es un eufemismo sin lmites y una mentira. Claro que sabamos lo que estaba pasando pero aqu no se podia publicar nada. Algunos de nosotros le dabamos la informacin que tenamos al respecto a los diplomticos extranjeros, ellos se la pasaban a sus medios nacionales, o sea que la informacin se publicaba en el extranjero. Era lo mas seguro15, reconoci Carlos Quirz. No slo la prensa internacional se haca eco de las denuncias sino que tambin llegaba a las redacciones denuncias y petitorios sin que los diarios los tomaran en cuenta o se animaran a reflejarlos en sus pginas16. Ante esta informacin, la actitud o poltica editorial adoptada fue no slo la del silencio sino que en contrapartida reprodujo in extenso los argumentos con los que el Estado represor justificaba las atrocidades cometidas y apenas encubiertas. El poder de los medios se transform as en los medios del poder, desde los cuales la informacin se convirti en una mercadera neutra, silenciosa y gris, con los muertos, los detenidos, los desaparecidos confluyendo contiguos en un lugar vagamente siniestro, de cuya dimensin informativa los diarios nada saben17.14 15

Verbitsky, Horacio, El Vuelo, Edit. Planeta, Bs.As. 1995, pgs 112 y 113. Entrevista con el autor. 16 Ver Verbitsky, Horacio, Walsh y la prensa clandestina, Ediciones de la Urraca, Bs.As. 1986. 17 Blaustein, Eduardo, Zubieta Martn, ob.cit, pgs. 33 y 34. 25

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Pero ya antes del golpe del 24 de marzo de 1976, los grandes medios tuvieron una clara manifestacin del huracn de muerte y violencia que se cerna sobre la sociedad toda: Si es preciso en Argentina debern morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del pas, sostuvo el entonces general Jorge Rafael Videla desde las pginas del diario Clarn el 24 de octubre de 1975, cinco meses antes del golpe. Sin embargo ningn medio pregunt Quines iban a morir?, De qu manera se pensaba implementar la pena de muerte?, Quines iban a determinar quines iban a vivir y quines no?, Bajo qu presupuestos ideolgicos, morales y polticos iba a ser la muerte la encargada de pacificar al pas?. Lo aclar posteriormente y sin eufemismo el general Ibrico Saint Jean: Primero vamos a matar a todos los subversivos; despus a sus colaboradores; despus a los simpatizantes; despus a los indiferentes y, por ultimo, a los timidos18. O sea: se est con nosotros o contra nosotros. As lo sealaba tambin el coronel C.A. Castagno, en enero de 1976 Solo hay una forma de victoria: el apoyo al ejrcito nacional, en el convencimiento de que los delincuentes (subversivos) no pueden vivir con nosotros19. A partir del 24 de marzo de 1976 los medios no slo entraron a transmitir en cadena20, segn la exacta y funesta definicin del entonces periodista Rodolfo Terragno sino que modificaron sustancialmente su poltica informativa; se cargaron de adjetivos calificativos donde subversivos y fuerzas de seguridad se convirtieron en un campo semntico de inocultables significados, donde se eliminaron los Quines? y los Cmo? para transformarlos en un espacio invisible asociados a la muerte. El general Toms Snchez de Bustamante explicaba en 1980 En este tipo de lucha el secreto que debe envolver a las operaciones hace que no se deba divulgar a quin se ha capturado y a quin se debe capturar; debe existir una nube de silencio que lo rodee, todo esto no es compatible con la libertad de prensa21. Haba silencio pero se saba lo que ocurra, se saba que la represin era una mquina enloquecida que consuma diariamente la vida de la mayora de los18 19

Cable de UPI, New Cork, 25 de mayo de 1977. Castagno en declaraciones publicadas en el diario La Nacin, el 22 de enero de 1976. 20 Terragno, Rodolfo, Revista Cuestionario, abril de 1976. En esa publicacin escribi: El 25 y 26 de marzo se produjo, en la Argentina; un hecho indito: los diarios entraron en cadena: Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados oficiales, sin el menor agregado ni la ms tenue opinin. El 27 se levant la cadena; pero los diarios siguieron salvo en lo formal- indiferenciados. Fue una repentina toma de conciencia, a travs de la cual comprendieron lo disgregadora que puede ser la prensa. Para muchos, era previsible: los diarios argentinos, en general, suelen ensaarse con los gobiernos dbiles y volverse exageradamente dciles ante los gobiernos fuertes. En 1966 eso qued bien claro: de la osadia, el inconformismo y la impiedad exhibidas para con Illia, pasaron al recato, el colaboracionismo y la sumisin para Ongana, verse exageradamente dociles ante los gobiernos fuertes. No sera la ltima transicin de la heroicidad a la disciplina (...). 21 Snchez de Bustamante, Toms, en declaraciones al diario La Capital de Rosario, 16 de junio de 1980. 26

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

que caan en sus manos, esto no era un secreto. Calveiro recuerda: Si haba algo que en ese momento no se poda aducir era el desconocimiento. Los coches sin placas de identificacin, con sirenas y hombres que hacan ostentacin de armas recorran todas las ciudades; las personas desaparecan en procedimientos espectaculares, muchas veces en la va pblica. Casi todos los sobrevivientes relatan haber sido secuestrados en presencia de testigos. Decenas de cadveres mutilados de personas no reconocidas eran arrojados a las calles y plazas (...) Era impresionante la cantidad de gente que saba del grupo de tareas. Alguien habl? Alguien dijo algo? Yo no lo recuerdo22 . Nunca se cuestion la falta de libertad de prensa, la mordaza que se les impona; era todo lo contrario, no slo los medios justificaron el silencio de las fuentes militares respecto a las violaciones encubrindolas en la necesidad de comprender el secreto que rega la poltica informativa en caso de guerra, una forma de autojustificarse, sino que adems se hicieron eco del falso discurso pico con el cual la camarilla militar camufl el exterminio, la tortura y las persecuciones, para acabar convirtindose en la cadena de transmisin de las operaciones de propaganda de la dictadura. Aparece claro que este movimiento militar no se puso en marcha contra ningn sector, no va contra el peronismo, como en 1955, ni contra la clase poltica, como en 1966. Los enemigos son solamente aquellos que han delinquido, ya sea desde la subversin o desde el poder, escriba, sospechosa o cndidamente, el columnista Heriberto Kahn en La Opinin el 27 de marzo de 1976. O sea que los delincuentes eran aquellos otros, esa categora vaga e indefinible llamada subversivo, a ellos era a los que Videla haba prometido matar. Sin embargo en la afirmacin pos golpista de Kahn ya est encerrada la ecuacin del terror que va a ocupar todos lo rincones de la vida argentina durante los prximos casi ocho aos. Cuatro das ms tarde, el mismo periodista escriba: El proyecto nacional de las Fuerzas Armadas se caracteriza por la moderacin. Pocos meses despus, el 25 de noviembre de 1976, La Opinin public unas declaraciones del General Acdel Vilas donde aclar el error conceptual de Kahn: "La ingenuidad y la indiferencia implican complicidad subversiva. No hay ignorantes hay cmplices sostena sin pudor el general Ibrico Saint Jean. O sea, el concepto primario de lo que era un subversivo se haba vaciado de su significado real para encolumnarse en otro de carcter difuso, amplio y peligroso. Ya antes del golpe del 24 de marzo, la camarilla militar estableca esa suerte de territorio de sobrevivencia y el requisito para ingresar22

Calveiro, Pilar, ob. cit, pgs.149 y 150. 27

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

a l. Solo hay una forma de victoria: el apoyo al Ejrcito Nacional en el convencimiento de que los delincuentes (subversivos) no pueden vivir con nosotros, expresaba el Coronel C.A. Castagno en el diario La Nacin, en su ejemplar del 22 de enero de 1976. Los medios justificaron las necesidades de estas clasificaciones escudndose en el silencio, en la ausencia informativa. Yo quiero significar que la ciudadana argentina no es vctima de la represin. La represin es contra una minora, a quien no consideramos argentina, sostena el general Jorge Rafael Videla al diario La Prensa, en su edicin del 18 de diciembre de 1978. El territorio del pnico y el del horror se mezclaban en la masacre semitica que elaboraban los militares y que los diarios difundan profusamente sin cuestionar siquiera los lmites de las afirmaciones. Apenas producido el golpe, la Junta Militar dio a conocer el famoso Comunicado 19 donde especificaba: Se comunica a la poblacin que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que ser reprimido con la pena de reclusin por tiempo indeterminado el que por cualquier medio divulgare, difundiera o propagase comunicados o imgenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilcitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Ser reprimido con reclusin de hasta diez aos, el que por cualquier medio difundiere, divulgase o propagase noticias, comunicados o imgenes con el propsito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales. No era necesario especificar esto ya que, salvo honrosas excepciones, el periodismo argentino entr a transmitir en cadena en consonancia con los objetivos del nuevo gobierno. Lo deca claramente el editorial de La Nacin del 25 de marzo de 1976: La crisis ha culminado. No hay sorpresa en la Nacin ante la cada de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su eliminacin por la va de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectacin. Todos sabemos que se necesitan planes slidos para facilitar la rehabilitacin material y moral de una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un escepticismo contaminante. Precisamente por la magnitud de la tarea a emprender, la primera condicin es que se afiance en las Fuerzas Armadas la cohesin con la cual ha actuado hasta aqu. Hay un pas que tiene valiosas reservas de confianza pero tambin hay un terrorismo que acecha. Las reglas del juego estaban claras, pero por las dudas sera el mismo Videla quien se encargara de explicarlas, en declaraciones publicadas en el diario La Nacin, el 1de abril de 1976:La libertad de prensa ser respetada y garantizada, confiando en que sabr interpretar la vocacin del gobierno28

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

militar de restituir y asegurar la vigencia de los principios fundamentales acordes con nuestra forma de vida. El pacto de silencio ya haba sido establecido, los medios apoyaron al golpe y al gobierno, y por ende al proyecto represivo que se haba preanunciado antes del 24 de marzo. A partir de esta fecha, la sintona entre medios y dictadura alcanz ribetes grotescos, salvo quizs en el caso del diario La Opinin que intent un tibio blanqueo de las acciones represivas, claro que esto no disculpa al diario que fue uno de los principales promotores del derrocamiento del gobierno de Mara Estela de Pern y que defendi contradictoriamente y sin cortapisas a la dictadura de las campaas internacionales contra las violaciones de los derechos humanos . El director del diario El Da, de La Plata, Ral Kraiselburd, afirm que la censura impuesta a los medios por los militares haba sido levantada 48 horas despus del golpe, afirmaba La Nacin, el 7 de abril de 1976 y Clarn, en su edicin del 14 de abril, declaraba:La rgida censura de prensa impuesta el 24 de marzo dur slo 36 horas. Desde entonces el progresivo retorno a la normalidad en todos los rdenes y la fluda comunicacin entre el gobierno y los diarios la han reducido al cumplimiento de normas indicativas. Pero la experiencia plena de ndices bien vale la pena ser contada como otro testimonio del actual proceso. Ambas declaraciones no hacan ms que ubicar la toma de posicin de los medios respecto a la censura, una posicin que fue mantenida y recin abandonada cuando el rgimen comenz a hundirse en el marasmo econmico y poltico que haba engendrado. Pero desde 1976 y hasta mediados de 1982, los diarios siguieron manteniendo la misma lnea editorial. Segn Luis Bruschtein (...) asumieron la censura como un hecho natural. Eran directivos de la S.I.P (Sociedad Interamericana de Prensa) y se encargaban de hacer todo el tiempo listas negras de pases en los que, segn ellos, no haba libertad de prensa, iban a Cuba y armaban un lo brbaro pero los tipos venan ac y se callaban la boca cuando la censura no slo era evidente sino que era brutal, porque muchas veces pasaba por la eliminacin fisica del periodista23. Sin embargo, como los campos enemigos eran excesivamente vastos y los perfiles de los lmites podan desdibujarse en el conflicto patria-subversin, ejrcito nacional-enemigos, los mismos diarios se encargaban de hacerles saber a sus redactores las fronteras del conflicto. Por disposicin de esta direccin y con motivos de las directivas del Comando del Tercer Cuerpo de Eercito, en el da de la fecha no se debern publicar reclamos de familiares23

Bruschtein, Luis, La lgica del terror en los medios grficos, en Seminario de Medios y Dictadura, Edicin Colectivo La Tribu, Bs.As.m 2003, pgina 12. 29

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

de presuntos detenidos que deseen conocer su paradero, poda leerse en el Memorando interno N 44, del 24 de abril de 1976, que La Voz del Interior, de Crdoba dirigi a la Secretaria de Redaccin. Indudablemente que este memorando jams se public en los medios. Recin sera La Prensa la que publicara, al ao siguiente, la primera solicitada de los familiares de desaparecidos, pidiendo noticias sobre el paradero de aquellos que la mquina infernal del Estado haba engullido. Esta actitud de La Prensa se va a enredar significativamente con el apoyo sin cortapisa que el diario le va a dar al rgimen, construyendo un espejo deformante en el que se mezclaban las columnas de opinin de Manfred Schonfeld referidas a las violaciones de los derechos humanos junto con las del general Ramn Camps en las cuales clamaba por el exterminio y la guerra santa contra el enemigo de la patria, de la cristiandad y de la cultura occidental. El 30 de abril de 1976, La Opinin reproduca las declaraciones del general Luciano Benjamn Menndez, Comandante del Tercer Cuerpo del Ejrcito, al informar sobre la quema de obras de Marcel Proust, Gabriel Garca Mrquez, Mario Vargas Llosa y Eduardo Galeano, entre otros: A fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etc. Se toma esta resolucin para que con este material se evite continuar engaando a nuestra juventud sobre el verdadero bien que representan nuestros smbolos nacionales, nuestra familia, nuestra iglesia y, en fin, nuestro mas tradicional acervo espiritual sintetizado en Dios, Patria y Hogar. Los medios no emitieron opiniones sobre el Fahrenheit 451 que desat el ultramontano general, algunos medios ni siquiera estimaron necesario informar de esta hoguera inquisidora como de ninguna otra que se encendi para quemar la palabra escrita. Lejos de nuestro nimo y espritu estara pensar en tener una prensa complaciente y no objetiva., explicaba el general Jorge Rafael Videla al diario Clarn, en su edicin del 13 de mayo de 1976. Durante el ltimo ao de gobierno de Mara Estela Martnez de Pern, la prensa argentina jug al desgaste sin prisa ni pausa de un rgimen que se erosionaba solo en medio de la conflictividad poltica, social y econmica de la poca. Vctima de sus contradicciones e incapacidades manifiestas, su gobierno ya estaba herido de muerte apenas se produjo la desaparicin del general Juan Domingo Pern. Agotado y acorralado, el Poder Ejecutivo no encontr otra salida que intentar huir hacia delante, hacia el precipicio tan temido. Afirmar hoy que una buena parte de la sociedad argentina no vio con beneplcito su derrocamiento es faltar a la verdad. A partir de ah se establece la premisa de que la llegada de los militares era necesaria ante el caos desbordante en la que se hallaba sumergido el pas, premisa que trae aparejada la disculpa inocente de que nadie imagin que iba a pasar lo que a30

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

continuacin pas, o sea que nadie sospech del enorme engranaje de represin que se iba a poner en marcha en toda la geografa nacional implantando los mecanismos ms atroces para aquellos que ellos consideraban subversivos. La subversin no es slo lo que se ve en la calle. Es tambin la pelea entre hijos y padres y abuelos. No es solamente matar militares. Es tambin todo tipo de enfrentamiento social, explicaba Videla a la revista Gente, en su ejemplar del 15 de abril de 1976 Los mismos jerarcas militares que se haran con el poder prevenan a la sociedad lo que iban a hacer cuando tomaran el poder. Basta con leer las declaraciones de algunos de ellos para tener una aproximacin cabal de lo que definan como el costo que implicaba pacificar al pas, sin embargo en apariencia nadie lo ley. En las declaraciones y en los discursos de las Fuerzas Armadas estaba expuesto el pensamiento militar, los cuales, junto con las homilas castrenses fueron un claro muestrario de la opinin y la concepcin mesinica que primaba en el seno de los militares. Semanas antes del golpe del 24 de marzo, el Crculo Militar dio a conocer un impreso que fue recibido y ledo con agrado por diversos sectores sociales del pas y que reflejaba la opinin y el pensamiento sobre el rol de las Fuerzas Armadas, respecto a la sociedad civil, la violencia y sobre ellos mismos: Lo que nos pasa a los argentinos es que tantos aos de paz nos han apoltronado...gracias a Dios, no han apoltronado a los cuadros de nuestro Ejrcito, que en cada momento est brindando ejemplos de coraje, de resolucin y de capacidad combativa. Es probable que se hayan apoltronado las mentes dbiles, contaminadas por sutiles y variadas propagandas ideolgicas, que han posibilitado la accin de bandas de alienados. Pero esa muchachada sana, fisica y moralmente, representada con virilidad por los oficiales y suboficiales jvenes..., bendito sea Dios!, lejos est de haberse apoltronado24, afirmaba Gustavo Druetta. Los medios saban lo que iba a ocurrir y se aliaron con ellos en la prosecucin de un mismo objetivo. (...)no est de ms recordar que iniciado el proceso de reorganizacin tal vez se hubiera demorado, con grave dao para el pas, si la prensa independiente no hubiera logrado hacerse oir en las crticas circunstancias imoperantes hasta el 24 de mayo, expresaba La Prensa en su edicin del 20 de mayo de 1976. Cabe hacerse la pregunta si en ese perodo de incertidumbre que antecede al derrocamiento del gobierno constitucional ninguno de ellos visualiz que la derrotada iba a ser la democracia?, Ninguno intuy que el silencio que se les iba a requerir se iba a volver complicidad?. El embajador norteamericano en24

Druetta, Gustavo, Guerra, politica y sociedad en la ideologa de la corporacin militar argentina, en Crtica y Utopa, nmero 10-11. Bs As., 2003, pg. 131. 31

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

Buenos Aires durante la dictadura, Robert Hill, en un documento confidencial dirigido a Henry Kissinger, informaba: Hemos tenido numerosos informes sobre los planes castrenses- y de sus coconspiradores civiles- con respecto a la forma de gobierno que se instituir tras el golpe. Se suspendera el Congreso y habra un presidente militar o bien un presidente civil como figura decorativa...Sin embargo, cuando intensifique su lucha contra la guerrilla es casi seguro que el gobierno militar en Argentina cometer violaciones a los derechos humanos que generen criticas internacionales. En Estados Unidos ello podra generar presiones pblicas y del Congreso que complicaran nuestras relaciones con el nuevo gobierno25. Sin embargo y a la luz de la poltica editorial que trazaron los medios se puede afirmar sin ambages que no hubo ceguera ni inocencia por parte de los grandes medios; que ellos se sumaron al proyecto que encarnaba e impulsaba la Junta Militar y lo defendieron mientras les convino, despus vendran las justificaciones. Segn el ex director del Buenos Aires Herald, James Neilson: Dems est decir que el silencio de la prensa contribuy, tanto como la resignacin an ms notable de los polticos a intensificar la impresin de que, en verdad, la nica alternativa a una dictadura despediada sera la anarqua y que, a pesar de todo, el proceso era un mal menor26. Mucho se ha hablado de la recriminacin que posteriormente hicieron los militares que, segn ellos, se sintieron usados y abandonados por el mismo sector civil que complot y los impuls a tomar por asalto el poder, los mismos sectores que desde un principio dieron su apoyo absoluto a las medidas polticas, econmicas, sociales que impuls la Junta Militar a partir del 24 de marzo de 1976. En el libro Subversin, la historia olvidada, de la entidad civil sin fines de lucro Asociacin Unidad Argentina (AUNAR) puede leerse: Con refinado gatopardismo, reaparece la teora de los DOS DEMONIOS (FF.AA, de Seguridad y policiales por un lado; organizaciones subversivas por otro) creacin de la filosofa gramsciana de RAUL ALFONSIN que permite al RESTO DE LA SOCIEDAD salir indemne de cualquier atisbo de verse involucrado en las responsabilidades. Adems equipara a las Fuerzas Legales con las bandas subversivas. Teora COMODA, CINICA E HIPOCRITA que permite a extensos sectores de nuestros conciudadanos lavarse las manos sin contaminarse de los demonios27 (las maysculas son textuales). En algo tenan razn: las antiguas complicidades de ayer se haban vuelto entonces polticas condenatorias de ese proceder que se haba apoyado sin25 26 27

Documento publicado por Clarn el 22 de marzo de 1998. Neilson, James, En tiempos de la oscuridad, Edit. Emec, Bs.As., 2001, pg. 13. AUNAR, Subversin, la historia olvidada, impreso en Alfavet, Olivos, Bs.As, 1998, pgs. 5 y 6. 32

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

eufemismo ni medias tintas. El diario Clarn, en su editorial del 2 de agosto de 1976 expresaba: Es la nacin la que est en armas para vencer al enemigo. Coincide el punto ms alto de esta concientizacin general con lo que parece ser el ltimo y definitivo avance de las fuerzas del orden sobre la subversin (...) atae a todos los sectores sociales y a todos sin excepcin alguna, ni eventual neutralidad. No hay tercera posible, porque admitido que estamos en guerra, imperan sus leyes (...) La marcha hacia el monopolio de la fuerza avanza por caminos convergentes. Ha sido un reclamo formulado por distintas voces y que alcanza mayor vigor en boca de la Iglesia. Los mismos medios pedan, impulsaban, el uso de la represin como nica metodologa eficaz contra la violencia poltica de la izquierda; es cierto que del espectro social no eran los nicos que la reclamaban, pero ellos eran los que difundan el ideario del exterminio, los que agitaban la necesidad de implantar a cualquier costo la paz de los cementerios, a cambio ofrecan la complicidad del silencio. El matutino La Prensa editorializaba en su edicin del 30 de junio de 1976, bajo el ttulo El Terrorismo en La Plata: Ahora esa invasin de las casas de estudio ha desaparecido y como consecuencia de ello los revoltosos se han sacado la mscara y han empuado las armas de la guerrilla. La provocacin es audaz e impone respuestas condignas. La defensa cumple con el deber de perfeccionar y ampliar sus mtodos de capacidad ya demostrados.. Pero si queda alguna duda respecto al pacto que existi entre los medios y la dictadura, basta con leer atentamente esta editorial que el diario La Prensa public el 5 de junio de 1977: Los rganos de opinin se expiden con absoluta independencia y analizan aciertos y errores de los gobernantes, en tanto sus crticas fundadas son generalmente atendidas por ellos. Los derechos se ejercen y las garantas constitucionales subsisten a pesar de ineludibles restricciones impuestas por la necesidad de afrontar la violencia desatada por organizaciones subversivas y marxistas prximas a la desintegracin y a la derrota total.. Una declaracin de principios, alianza y comprensin por parte de La Prensa para con el rgimen y que no desentona con la editorial que, casi un ao despus, 24 de abril de 1978, va a publicar Clarn: Los rganos periodsticos se manejan con prudencia. El gobierno no ejerce presiones indebidas...La prensa se alinea sin dificultades en el rumbo general del proceso (...). Dos das antes de la publicacin de esta editorial, el rgimen haba clausurado los diarios Crnica y La Opinin. Los grandes medios grficos ocuparon el rol ms vital en la campaa de desinformacin, manipulacin y ocultamiento de informacin que padeci durante casi ocho aos la sociedad argentina. Esta enorme operacin33

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

implantada por el gobierno militar y ejecutada por los medios estuvo basada en el terror que se filtraba da a da desde las pginas y que se conjugaba con la informacin recortada que corra boca a boca entre la poblacin y que se vea confirmada, reforzada, por los efectos visuales que ofrecan las calles militarizadas. Desde los medios llovi una suerte de cambalache informativo grotesco, fnebre y perverso donde se mezclaban asesinatos, cuerpos acribillados, masacres con triunfos deportivos, declaraciones ampulosas y omniscientes de jerarcas militares y eclesisticos que giraban todo el tiempo en torno a vocablos vaciados ya de contenidos y que se haban transformado a la vez en una paradoja y en una contradiccin en s mismos, religiosos promoviendo baos de sangre y militares hablando de los valores fundamentales del cristianismo. En medio de esa larga marcha fnebre que fue la dictadura, los medios invirtieron no slo los polos sino tambin los parmetros informativos, eliminaron la fuente como medio grfico para transformarse en meros reproductores textuales de los partes de guerra falsos que camuflaban bajo el eufemismo de la palabra combate a los asesinatos masivos de prisioneros indefensos. Estos partes de exterminio y las declaraciones ejemplificadoras fueron la informacin habitual que los medios difundieron sin ambages sin cuestionar jams la veracidad de la informacin o la esencia de la misma. Blaustein y Zubieta citan en su obra Decamos Ayer a Emile Dovifat quien usaba la expresin periodismo totalitario como aquella modalidad del quehacer informativo en la cual se introduce directamente en el cuerpo de la noticia su valoracin poltica, al mismo tiempo que se sirve de trminos difamatorios o ambiguos, hbilmente utilizados para condicionar arteramente la reaccin emotiva del lector28, y esta va a ser una de las caractersticas del periodismo grfico argentino durante esos aos, pero la caracterstica mas lograda, sin lugar a dudas, va a ser: la ausencia de informacin. Estos mismos autores citan en la misma pgina, el trabajo de Hannes Maeder, quien analiz la lengua especial imperante en los medios polticos y oficiales del Tercer Reich hitleriano. Entre los rasgos principales de esa `lengua destacan los siguientes: predominio de la oratoria, la declamacin y la arenga; el propagandismo triunfalista; la ideologizacin constante, el falseamiento y deformacin de los conceptos; la abstraccin exagerada, el consignismo mgico, la tensin agitadora; la prevalencia del super-yo (en nuestro caso, `los argentinos); la pretensin de poseer la verdad absoluta. Esta lengua va a ser la constante, tanto en la faz discursiva de la dictadura como en la reproduccin de la misma por parte de los medios grficos, una28

Blaustein, Eduardo y Zubieta, Martn, ob.cit, pg. 43. 34

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

constante que adems se va a repetir en el tratamiento de la misma, fungiendo los medios como una cadena de transmisin de las operaciones de propaganda del rgimen militar. Asi desaparecern los pilares bsicos del corpus redaccional periodstico para quedar siempre en un primer y nico plano lo que pas, lo cual remite necesariamente a la reproduccin mecnica de la informacin o parte militar, amplificndola social y verticalmente, sin que exista una profundizacin de la misma, por parte de los medios, en una estrategia de difusin y ocultacin. Los cadveres, cuando aparecan, lo hacan en forma de recuento numrico y de una manera casi mgica y oscura pero nunca se saba cabalmente quines y cmo los haban matado, siempre eran tiroteos, intentos de fuga o productos de ataques arteros a las fuerzas de seguridad. Si exista en la sociedad una sospecha, la misma era canalizada a travs del inefable: Por algo habr sido, viejo apotema de la Triple A, organizacin ultraderechista, que funcionaba como amenaza y exhibicin del podero que sobre la vida y la muerte tenan desde las sombras la tropa del terror, una estratagema de dominio a travs del miedo que, a partir de 1976, la dictadura militar aplicar en exceso y a rajatable contando para ello con los medios para difundir el mensaje de la muerte en todas sus variantes, includa la desaparacin fsica. En las pginas de aquel entonces, los grandes diarios exhiben una catarata numrica y cotidiana de cuerpos muertos; abatidos y muertos se convierte en sinnimo de extremista, de asesino, de criminal, y su muerte se encuentra justificada; en cambio la muerte de un militar, de la fuerza que fuese, se transforma en un asesinato, en una tragedia, en un crimen. Sobre la base de una ecuacin tan simple como esta, se pudieron blanquear las masacres cotidianas de miles de argentinos. La Presidenta de Madres de Plaza de Myo, Hebe de Bonafini, explic: La Prensa y el Herald estaban de acuerdo con el plan econmico y el exterminio de nuestros hijos a la par que hablaban bien de nosotras, nos describan como: `pobres madres. Siempre nos ponan como madres llorosas, suplicantes, pero cuatro lneas ms abajo justificaban la muerte de los `terroristas29. La palabra guerrilla se convirti en organizacin extremista, en terrorismo, en delincuentes subversivos, en asesinos, en sinnimo de muerte, caos y terror; a la par los medios distribuyeron, por oposicin, el significado de la palabra Fuerzas Armadas que pas a encarnar la esencia de patriotismo, argentinidad, estoicismo, sacrificio, moralidad y un largo etctera que posteriormente se vio desvirtuado a la luz de los desmanes cometidos en todas las reas en las que intervinieron. Pero durante el reinado de los aos de plomo esta masacre semitica pergeada y29

Entrevista con el autor. 35

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

publicitada por los medios grficos se imprimi y distribuy cotidianamente con formato de noticia y sello de veracidad absoluta. El 7 julio de 1997, el diario La Nacin public un fascculo sobre la dictadura militar en el que sealaba la visin que el diario tena de lo sucedido durante esos interminables y sangrientos 3.000 das. El centenario medio deca: Los militares por aos se haban limitado a enterrar a sus muertos vctimas de atentados terroristas, apretando los puos y observando cmo apuradas amnistas devolvan la libertad a lo pocos subversivos que haban cado en poder de la Justicia. Ahora devolvieron el golpe aniquilando a la guerrilla, a un precio muy alto para el pas, tomado como rehn por una violencia que negaba la humanidad misma del oponente. As de simple, dictadura versus guerrilla, ni ms ni menos, y la sociedad presa en medio de la desaforada violencia, la sociedad como espectadora, al igual que los grandes medios grficos, por lo tanto a ellos no les corresponde ninguna responsabilidad histrica, salvo la de no haber sido recios en la crtica, tal como afirmara un ao despus de publicar este fascculo, Claudio Escribano, secretario de ADEBA, y Secretario de Redaccin del diario La Nacin durante los aos de plomo, cuando afirm rotundamente: No fuimos recios en la critica contra los hombres que se excedieron en el ejercicio del poder30. No hubo coraje como tampoco crticas al accionar de las FF.AA, lo que si existi fue complicidad; basta repasar la editorial que La Nacin public el 11 de febrero de 1977 titulada: Los derechos humanos en el mundo de hoy para observar la visin que tena el centenario diario al respecto: (...) La Argentina, entre otros casos, es un tpico ejemplo de una nacin empujada contra su voluntad y contra sus Fuerzas Armadas- hacia esa lnea intermedia de conflicto permanente y de accin blica no convencional dentro de sus fronteras, mediante formas de guerra mucho ms despiadadas que todas las conocidas hasta hoy. Si las Fuerzas Armadas argentinas han debido salir a actuar con todo el peso de su potencia y si el Gobierno se ha visto obligado a restringir transitoriamente el funcionamiento de algunas instituciones republicanas, ello ha sido consencuencia directa de la situacin descripta y no representa sino un deber inexcusable en defensa de su soberana y, precisamente, de un modo de vida tradicional en el cual los derechos humanos y las libertades pblicas han sido parte de su esencia institucional. (...) Tambin es verdad que la mayor parte de las libertades, derechos y garantas tradicionales de las democracias siguen rigiendo con pleno imperio hasta lmites que inclusive podran asombrar para un pas que sale de una crisis como la del perodo de30

Declaraciones al diario Pgina 12, 7 de junio de 1998. 36

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

1970 a 1975 y que sostiene an una dura lucha contra elementos dispuestos a tomar el poder por los medios ms viles. Dos aos despus de aquellas declaraciones de Claudio Escribano, La Nacin publicaba, el 7 de junio de 2000, una curiosa noticia bajo el ttulo: Tres diarios bajo una lupa....u otra, el subttulo rezaba: Los informes que calificaban de izquierdistas a La Nacin, Clarn y La Prensa generaron un debate en el Ejrcito. En ella, el diario fundado por Bartolom Mitre, afirmaba que la posibilidad de que los tres medios mencionados respondieran a la izquierda disolvente (las comillas corresponden al diario) fue el centro de un debate entre miembros de inteligencia del Ejrcito, y qued registrado en el expediente Informes de accin psicolgica de la Secretaria General del Ejrcito. Segn el artculo la polmica surgi con los informes de junio, julio y agosto, que detectaban frases, ideas y personas disolventes, marxistas, de ideologa comprometida y, en general contrarias a la dictadura. Los diarios citados eran calificados as reiteradamente por artculos que, segn el escriba militar, no favorecan al Proceso. La objecin contra La Nacin haba sido la publicacin de una crtica del libro Crnica de una muerte anunciada del escritor colombiano Gabriel Garca Mrquez ideolgicamente comprometido en su pas y en el exterior, apuntaba cuidadosamente el mencionado escriba. Lo curioso y contradictorio de este artculo es la confusin que siembra y la posicin que toma el diario respecto a la dictadura, un trmino que jams us durante los aos de plomo, denominndolo el gobierno militar o el gobierno del proceso y nuevamente La Nacin insiste en colocarse como vctima, al lado de la sociedad, intentando demostrar que ambas quedaron atrapadas por la violencia irracional de dos bandos en pugna. En ltima instancia, la teora de los dos demonios es la que mejor le cierra a la hora de explicar lo acontecido. Entre el fascculo anteriormente mencionado, las declaraciones de Escribano y esta nota, no existen diferencias graduales sino la conformacin de una sola idea, que corresponde a la no asumicin de ninguna culpa, tan slo y tal vez la de no haber sido tan recios. Al respecto, es esclarecedor el relato que hace el periodista Uki Goi en su libro Judas, sobre la vida de Alfredo Astiz, cuando narra las visitas de familiares de desaparecidos al diario Buenos Aires Herald solicitando la publicacin del secuestro de algn ser querido: -Por qu no van a un diario argentino a contar esto? Es muy poco lo que nosotros podemos hacer. No han ido a La Nacin, La Opinin, Clarn?.

37

Los grandes medios grficos y los derechos humanos en la Argentina 1976-1983

-Pero hijo!, me contestaron a do. Fuimos y nos dejaron pasar la puerta31. La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, asegura lo mismo: Nos ponan imnumerables trabas para aceptar las solicitadas, no se negaban directamente sino que exigan cada vez ms requisitos. Era claro que no queran publicar nada sobre los reclamos por nuestros desaparecidos, eran cmplices desde el silencio ya que justificaban todo lo que la dictadura haca32. En tanto, Robert Cox, director entonces del diario Buenos Aires Herald, declaraba: Recuerdo cuando nos preguntbamos con nuestro columnista James Neilson, por qu sera que sl