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pedagogia, psicologia

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505 días La primera transición (1982/1983)

Juan SurianoEliseo Alvarez

Presentación

Este libro es el resultado de la confluencia de dos lenguajes diferentes y no siempre compatibles: el televisivo y el escrito. El objetivo fue concretar una investigación sobre una etapa de la historia reciente de la Argentina que contribuyó a la recuperación de la democracia. Una etapa en la que se aceleró el tiempo histórico, dramática y conflictivamente. Así nació 505, la crónica de lo que podríamos denominar la primera transición de la dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976.

En el año 2008 comenzó la producción de una serie documental televisiva, para reflejar ese momento histórico que abarcó desde la rendición de las tropas argentinas en Malvinas, el 15 de junio de 1982, hasta el triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones nacionales del 30 de octubre de 1983. Fueron cinco capítulos de una hora de duración cada uno, que se emitieron por el canal Todo Noticias. El trabajo de investigación y producción abarcó unos siete meses. Los contenidos se generaron recurriendo a una amplia bibliografía, los archivos de diarios y revistas y las grabaciones con decenas de entrevistas personalidades claves del periodo estudiado. Las grabaciones alcanzaron alrededor de sesenta horas y se transformaron en un rico material, que en muchos casos incluyó testimonios inéditos, consideraciones e informaciones que no se conocían o estaban olvidadas.

Las claves de esos 505 días y las incógnitas a contestar eran muchas: ¿Cuánto había impactado la derrota militar en el rumbo del gobierno de facto? ¿Iban a entregar el poder los militares? ¿Cómo reaccionaron los partidos políticos ante el profundo cambio que se produjo en la Argentina? ¿Cuánto contribuyó a esa mutación el profundo deterioro de la economía? ¿Cuál era el margen de maniobra del general Reynaldo Bignone como presidente de la Nación? ¿Qué papel desempeñaron las organizaciones de derechos humanos en el rumbo seguido por la transición? ¿Cuál era la verdad de la existencia de un pacto entre los militares y los sindicalistas para evitar las investigaciones sobre los derechos humanos después de la votación? ¿Cuáles fueron las causas que ocasionaron la primera derrota electoral del peronismo desde su creación? y fundamentalmente ¿la

democracia fue el fruto de la presión de la civilidad o la consecuencia lógica de la guerra perdida contra Inglaterra?

A los pocos meses de emitida la serie nació la idea de escribir un libro aprovechando los contenidos obtenidos y con el objetivo de analizar dicho período con mayor profundidad, pero como decíamos al principio, estábamos frente a dos lenguajes diferentes.

Por lo tanto, para convertir una serie de televisión en un libro había que utilizar métodos de investigación histórica que permitieran concretar un libro de historia reciente. Así se revisaron la totalidad de los informes del programa y las notas periodísticas, se amplió el universo de fuentes utilizadas, se recurrió a la bibliografía sobre el período y, fundamentalmente, se analizaron detenidamente las entrevistas para la serie televisiva. Estas entrevistas tienen un gran valor historiográfico en tanto los recuerdos individuales contribuyen a la recuperación de la memoria de ese complejo período hacia la transición democrática. Se prestaron a estas conversaciones los ex presidentes Carlos Saúl Menem,Raúl Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde y fernando de la Rua; numerosos dirigentes políticos que fueron protagonistas de ese período: Antonio Cafiero, Osvaldo Álvarez Guerrero, Eduardo Angeloz, Juan Carlos Dante Gullo, Luis María Cabral, Oscar Camilión, Aldo Neri, Rubén Marín, Leopoldo Moreau, Enrique “Coti” Nosiglia, Raúl Rabanaque Caballero, Antonio Salonia, Facundo Suarez Lastra, Néstor Vicente. También fueron entrevistados los dirigentes sindicales Roberto Digón y Jorge Triaca; los escritores Aída Bortnik y Pacho O Donnell; el economista Mario Brodersohn; los periodistas Carlos Campolongo, Andrés Cascioli, Joaquín Morales Solá, Ignacio “Nacho” López, Magdalena Ruiz Guiñazu; los dirigentes de derechos humanos Estela de Carlotto, Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel; el entonces obispo de Morón monseñor Justo Laguna; el ex subsecretario del Interior del gobierno de Galtieri coronel Bernardo Menendez; el publicista Eduardo Metzger .

La estrategia expositiva elegida consistió en dividir el libro en cuatro capítulos y un epílogo. En cada uno de ellos hay una primera parte narrando y analizando cada uno de los subperíodos (El contexto previo a la guerra de Malvinas; El desembarco; El difícil camino de la transición hacia la democracia; La campaña electoral y el triunfo de Alfonsín) y una segunda parte con fragmentos de las entrevistas

que refieren al contenido de la primera parte. Por supuesto debe tenerse en cuenta que las conversaciones fueron realizadas en 2008, un cuarto de siglo después de los hechos analizados en el texto. En este sentido es necesario advertir que el contenido de las respuestas puede presentar una profunda distorsión en relación a los sucesos rememorados. El olvido (las lagunas de la memoria), el influjo del presente o la recreación interesada del pasado son algunas de las características presentes en la memoria oral. Los testimonios con sus fallos y distorsiones expresan puntos de vistas y posicionamientos que son sólo fragmentos del pasado. Pero la seducción de las entrevistas es precisamente la variedad y heterogeneidad de interpretaciones que, mediadas por el tiempo, puede hacerse de la historia. Todos los entrevistados figuran con la actividad que cumplían al 30 de octubre de 1983.

Del estudio historiográfico realizado volvieron a salir a la luz situaciones y momentos que estaban ocultos detrás del cono de sombra de la memoria y del tiempo transcurrido y que se mezclaban con la incesante cantidad de acontecimientos, algunos de ellos dramáticos, que ocurrieron en la Argentina desde 1982. Fueron meses permanentemente amenazados por la posibilidad de golpes de Estado, con un país que atravesaba una grave crisis económica y una conflictiva relación con los organismos de crédito internacionales. Además las pruebas sobre la salvaje violación a los derechos humanos que llevó a cabo el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional eran cada vez más contundentes. En este sentido la dictadura se resistió a aceptar la debacle inevitable y siguió matando hasta los últimos momentos, como quedó demostrado con la desaparición y posterior asesinato de los militantes montoneros Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi y el publicista Marcelo Dupont, relacionado con el caso del asesinato de la diplomática Elena Holmberg, que había ocurrido en 1978. Mientras tanto en el campo civil todo era incertidumbre. Los militares estaban huyendo, pero no sin antes tratar de dejar atadas las manos del futuro gobierno democrático. A pesar del enorme desprestigio acumulado por el gobierno de las Fuerzas Armadas desde la rendición incondicional en la guerra de Malvinas, estas intentaron condicionar por todos los medios la salida democrática aprovechando la cautela demostrada por la Multipartidaria y el resto de los partidos políticos.

En esos 505 días se produjeron marchas y contramarchas, cruzadas por incertidumbres y preocupaciones que hicieron temer sobre el destino final de la salida democrática. Pero ese estado el estado ánimo colectivo fue mutando hacia el entusiasmo y el optimismo por la recuperación de la democracia en vísperas de las elecciones del 30 de octubre de 1983. De esto trata el presente libro.

Los autores

Epílogo

El gran dilema que se presentaba después de finalizadas las elecciones era ¿Cómo reconstruir el país después de la devastación provocada por la dictadura militar? Alfonsín llegó a la presidencia en el contexto de un clima social optimista y esperanzado sobre las consecuencias positivas que acarrearía la recuperación de la democracia sobre el conjunto de la sociedad. La relativa renovación y el renacimiento de los partidos políticos, la movilización social, el robusto florecimiento cultural y el excepcional clima de libertad, contrastaban notablemente con los duros años de la dictadura pero también con el clima de violencia política imperante a comienzos de los años setenta. Esta situación contribuía a profundizar la ilusión democrática de un cambio reparador. Por otro lado, al menos inicialmente, la figura de Raúl Alfonsín, ya sea por su convincente prédica republicana, por el impresionante caudal de votos recibidos que le daban el control de la Cámara de Diputados o por el fuerte liderazgo ejercido en su partido, transmitía la imagen de un presidente decidido y con la autoridad suficiente para generar en la ciudadanía la esperanza de una pronta recuperación de sus males. Ese optimismo se sustentaba no sólo en el clima de movilización de los últimos meses y en la fortaleza de la figura presidencial sino también en una generalizada creencia, tal vez un tanto ingenua, de que el consenso y el pluralismo democrático, en oposición al autoritarismo dictatorial, eran herramientas suficientes para consolidar la vida democrática e institucional, como si fuera posible borrar y clausurar de manera categórica no sólo los horrores recientes sino también los históricos y recurrentes vicios del sistema político argentino. ¿Cómo olvidar la colaboración y participación civil en todos los golpes de Estado? Sin embargo, por debajo de ese estado de ánimo colectivo subyacían serias dudas sobre la real

fortaleza de la naciente democracia y la capacidad (y posibilidad) del nuevo gobierno para resolver los múltiples problemas acumulados a lo largo y ancho del país.

En principio, a ningún observador atento se le escapaba que el retorno de la democracia y la caída del régimen militar se habían producido en un contexto histórico particular en el que la principal causa de la retirada militar se debía a una guerra perdida. Precisamente, la recuperación del estado de derecho y las libertades individuales se debían centralmente a los gruesos errores que habían cometido los militares en el poder y no a una vigorosa resistencia popular y antidictatorial. En todo caso, con la excepción del movimiento por los derechos humanos que tuvo una dinámica diferente y fue el más duro crítico de la dictadura, ésta resistencia o, mejor, esta oposición pudo desarrollarse a medida que el gobierno iba desnudando sus fracasos e incapacidades. Más allá de las protestas larvadas e invisibles que se pudieran haber producido en ámbitos laborales o territoriales durante estos años, la real oposición política al régimen militar comenzó tibiamente durante el gobierno de Viola debido especialmente al fuerte desprestigio acumulado por el gobierno a causa del rotundo fracaso de las políticas económicas implementadas por el ministro Martínez de Hoz. Estas políticas perjudicaron a diversos sectores sociales (trabajadores, sectores medios, empresarios industriales, etc) provocando un malestar que comenzó a horadar la credibilidad del régimen de facto. Fue precisamente en ese momento cuando se conformó la Multipartidaria que, junto a sectores del gremialismo, comenzó a mostrar sus disensos con el régimen y a tratar de articular los reclamos sociales y plantear una posible salida democrática.

Pero el verdadero cambio en el rumbo de la protesta y la oposición se produjo después del desastre de Malvinas. En realidad fue la guerra, y la consecuente profundización de las disidencias

en el frente militar, la que permitió el renacimiento de la actividad política a pesar incluso de la cauta actitud de los partidos políticos, más preocupados por no irritar a los militares que por tomar la iniciativa e imponer las condiciones en el camino de transición hacia las elecciones de octubre de 1983. El proceso de pérdida de legitimidad y consenso de las Fuerzas Armadas ante la sociedad fue tan fuerte y acelerado que los partidos políticos debieron modificar su cauta actitud y adecuarse a las nuevas circunstancia post Malvinas. A pesar de una mayor firmeza en su actitud durante los últimos meses del régimen no pudieron (o no supieron) evitar que éste impusiera algunas duras condiciones en su retirada que anticipaban los graves conflictos que el frente militar le generaría al gobierno democrático. Así, se sancionaron dos herramientas destinadas a otorgarle impunidad en el tema de las flagrantes violaciones a los derechos humanos. El 28 de abril de 1983 se dio a conocer el Acta Institucional por el cual todas las operaciones contra el “terrorismo” realizadas por las Fuerzas Armadas eran consideradas “actos de servicio” no punibles. En septiebre se reforzó el Acta con la sanción de la ley de Pacificación Nacional (autoamnistía) que le otorgaba inmunidad a todos los militares y, poco después, para obstruir la casi segura impugnación que se efectuaría en el futuro gobierno democrático, Bignone firmó el decreto 2726/83 que ordenaba la destrucción de los archivos vinculados a la “guerra contra la subversión”.

De alguna manera, el clima pre y post electoral había puesto un velo sobre la gravedad de la cuestión militar y cuando asumió el nuevo gobierno el problema de cómo integrar a las Fuerzas Armadas a un sistema democrático y subordinarlas a la Constitución Nacional se presentó como un verdadero dilema. Alfonsín sabía que los militares, a pesar de la coyuntura de debilidad por la que atravesaban tenían el poder suficiente para seguir entorpeciendo la

vida institucional. Era por eso que pretendía integrar a las Fueras Armadas y a la vez juzgar sólo a sus cúpulas anteriores por los crímenes cometidos. Pero, se encontró embretado entre las críticas de las organizaciones de derechos humanos que legítimamente pretendían juzgar a todos los culpables y la presión desestabilizadora de los militares que aspiraban a la impunidad. El gobierno intentó resolver la cuestión articulando una política de previsibilidad hacia los militares para que estos tuvieran en claro las reglas del juego, no conspiraran contra la democracia y se integraran institucionalmente a la misma. Por ello en cuanto asumió dictó un decreto por el cual se ordenaba el arresto de las tres primeras Juntas Militares como responsables máximos de la represión ilegal, presuponiendo el principio de obediencia debida con respecto a sus subordinados. Paralelamente mediante otro decreto se ordenó la detención de varios líderes de los grupos guerrilleros Montoneros y ERP, llevando a la práctica de esta manera la polémica teoría de “los dos demonios” por la cual se consideraba a las cúpulas militares y guerrilleras como responsables de la violencia política de la década de 1970.

Antes de fin de año el gobierno envió al Congreso Nacional el proyecto por el cual se sancionó la ley 23.040 que anulaba la ley de auto amnistía. Simultáneamente, con la pretensión de que fueran los propios militares quienes juzgaran a sus pares se sancionó la ley de Reforma del Código Militar por la cual se confería al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas la potestad de juzgar a los militares responsables de la violación de los derechos humanos a partir del principio de obediencia debida que establecía la responsabilidad de quienes dieron las órdenes. Sin embargo el Congreso introdujo cambios a la versión enviada por el Poder Ejecutivo y la ley aprobada abrió un resquicio a la intervención de la justicia civil al establecer un límite claro a la acción del Consejo Supremo en caso que este demorara los juicios injustificadamente. En esos casos se le confería

a los tribunales civiles autoridad para intervenir. Frente a la evidente y clara voluntad del Consejo Supremo de no juzgar a sus pares se hizo cargo del caso la Cámara Federal de Buenos Aires. Sería esta quien, en base a las pruebas aportadas por la Conadep, 1 llevaría adelante los juicios a las Juntas Militares, caso único y ejemplar en América Latina que, a pesar del sinuoso recorrido posterior, abrió las puertas para establecer la culpabilidad de los militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos. Sin duda la cuestión militar y el problema de las víctimas del terrorismo de Estado marcarían a fuego el andar del gobierno radical y resultaron una de las más pesadas herencias de la dictadura en la vida democrática y que aun hoy deja sentir sus dolorosas secuelas.

Aunque de otra índole, no era menos grave para el país el estado de la situación económica que debía afrontar el gobierno al asumir. La deuda externa se había multiplicado de manera escandalosa y se le haría muy difícil al gobierno cumplir con las obligaciones de pago. Esta pesada carga condicionaría el futuro del conjunto de las políticas económicas y, consecuentemente, las medidas sociales. Todas las variables eran decepcionantes. Hacia diciembre de 1983 el PBI era el mismo de 1975 y la inversión bruta era un 25 por ciento menor que la de ese mismo año; el ahorro nacional descendió de manera abrupta; el Estado acumulaba un fuerte déficit por la caída de las recaudaciones del sistema tributario, de los ingresos por exportaciones y por el pago de la deuda externa. La menor recaudación por parte del Estado había afectado de manera notoria la calidad de la educación y los servicios sociales (jubilaciones, sistema de salud). Por otro lado, la inflación

1 La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas fue creada por el decreto 187 del 14 de diciembre de 1983 con el objeto de tomar denuncias y acumular pruebas sobre el terrorismo de Estado. El gobierno tomó la decisión de crear este organismo en contraposición de la voluntad de los organismos de derechos humanos que pretendían la formación de una comisión bicameral.

rondaba un 15 por ciento mensual lo que generalizó la práctica de la indexación de la economía y los constantes reclamos de recomposición salarial.

La respuesta inicial del gobierno radical, con Bernardo Grinspun al frente del Ministerio de Economía, fue recurrir, de manera bastante parecida a las estrategias implementadas durante el gobierno de Arturo Illia, a políticas dirigistas y redistributivas clásicas consistentes el reactivar el aparato productivo y el mercado interno así como en el control estatal del mercado de cambios, de los precios y el crédito. Tratando de paliar las consecuencias sociales de la desigual distribución de la riqueza se recurrieron a políticas asistencialistas como el Programa Alimentario Nacional que canalizó la ayuda social del Estado hacia la población de menores recursos del conurbano bonaerense y las zonas más pobres del país. No es fácil deducir cuan conciente era el gobierno de los graves problemas que aquejaban a la economía argentina y de los cambios externos que se venían produciendo desde que estallara la crisis internacional de 1974 y condujera en algunos países centrales al predominio de las políticas neoliberales partidarias de la reconversión económica y la desfinanciación estatal de las políticas sociales. Lo cierto es que ya sea por la ineficacia de las medidas adoptadas como por la dura oposición de los empresarios y los sindicatos, la política económica fracasó rotundamente. El nuevo gobierno debió lidiar con la dura herencia que le dejaba el Proceso, con las múltiples, y a veces salvajes, presiones corporativas, con una oposición poco solidaria, pero también con sus propios errores y limitaciones. Ese conjunto de circunstancias fue desplazando el optimismo inicial y alimentando un fuerte pesimismo de la sociedad sobre las bondades de la democracia. Una democracia que ha pesar de todas sus limitaciones ha retornado para quedarse. En todo caso los peligros que hoy la acechan no provienen de las

Fuerzas Armadas pues en 1983 parece haberse cerrado el ciclo de los golpes militares en Argentina.

Entrevistas

El optimismo inicial

(Raúl Alfonsín) “Yo recuerdo el acto que hicimos desde el Cabildo, en Plaza de Mayo (el 10 diciembre de 1983). Por primera vez se le cambió el escenario a la Plaza de Mayo y allí estaba todo el mundo con ese grito de esperanza: “El pueblo unido jamás será vencido” y todos nos sentíamos, me parece, sumamente emocionados. He conversado con delegaciones que vinieron de los más diversos países del mundo, y todos ellos me han hablado de este acto como un acto inolvidable, porque aunque no conocían el idioma; desde la Plaza y desde mis propias palabras quizás se transmitía esa emoción que todos teníamos de salir de una dictadura y entrar en el respeto de los derechos humanos, en el Estado de derecho, en la vigencia cabal de instituciones democráticas y republicanas. De modo que estábamos entrando en la república y en la democracia, ¿cómo no íbamos a estar emocionados? También hay que hacer una diferencia entre el 30 de octubre y el 10 de diciembre. El 30 de octubre es una fecha más radical diría yo, haríamos mal en considerar que todos se alegraron, porque hubo ciudadanos y ciudadanas que habían votado, desde luego, a otros candidatos; pero pienso que el 10 de diciembre todos estaban alegres.”“….trabajamos, sobre todo la gente que era de mi equipo había estado trabajando mucho. Aquí quiero recordar a Jorge Roulet y a Elva Roulet que habían hecho lo que se llamó en su momento los Centros de Participación Política, donde habían convocado a intelectuales de la más variada formación para que nos ayudaran a construir un más afinado ya plan de gobierno, no solamente una plataforma. Allí estuvieron todos, en el campo de la ciencia no podemos olvidar a los que se fueron, como por ejemplo, Don Manuel Sadosky.”

(Eduardo Angeloz) “A partir de 1983 mi relación con Raúl Alfonsín siempre fue excelente, puedo decir que me abrió las puertas de una manera permanente. No así con sus colaboradores, con una generación nueva que venía acompañándolo. Recuerdo dos hechos importantes, el primero cuando subimos, yo subí el 12 de diciembre de 1983 y Raúl el 10 de diciembre, dos días antes. Prácticamente las arcas de la provincia estaban exhaustas, no había nada salvo la deuda de la que nos tuvimos que hacer cargo nosotros, y no teníamos con qué pagar ni los sueldos, ni el aguinaldo. Raúl Alfonsín giró a cada una de las provincias, cualquiera sea su color político, el dinero de la Nación para que pudiéramos afrontar aquella obligación, esa responsabilidad. Con el tiempo nuestra provincia comenzó a evolucionar, diría social, económica y políticamente, esto nos llevó a nosotros a establecer algunos planes importantísimos en el aspecto social de la provincia, como el PAICOR, el Programa de Asistencia Integral de Córdoba, las jubilaciones del 82%, los sueldos más altos de los maestros del país, de los jueces, de los agentes policiales, de los empleados públicos. Esto nos dio a nosotros un cartel en el resto del país y esto no complacía a muchos hombres de esa generación nueva que lo acompañaban.”

(Pacho O´Donnell) “La instalación de la democracia se vivió en medio del goce de la libertad y de la esperanza, en ese momento hubo una gran esperanza. Recordemos que Alfonsín decía: Con la democracia se come, se educa. En realidad después se demostró que no era tan así. Y además aparece la calle. La calle es un elemento clave, te lo digo también como funcionario de Cultura. En ese momento aparecen los espectáculos callejeros, que nosotros estimulamos, porque la calle era el lugar prohibido para la gente. La recuperación del espacio público es una característica muy vigorosa de ese momento, la posibilidad de salir de las cuevas, de donde habían sido arrinconados por los Falcón verdes, la posibilidad de encontrarse con otros. La posibilidad de dar un número de teléfono a alguien sin miedo a que esa agenda después determinara que lo fueran a buscar. La posibilidad de reencuentro con aquello que parecía perdido. De pronto podían volver a estar, opinar, pelearse por temas democráticos, reencontrarse con los artistas prohibidos, esa fue una Campaña de calle. Son inolvidables esos inmensos, actos finales en la Avenida 9 de Julio, donde se contaban de a millones, efectivamente eso fue una maravillosa demostración de la

espontánea participación popular, luego eso se fue perdiendo.”

El contexto social y económico

(Raúl Alfonsín) “No esperábamos que estuvieran tan mal las cosas, y teníamos que tener en cuenta la necesidad de salir adelante solucionando los problemas más agudos de carácter social y económico, y al mismo tiempo comprender que nos íbamos a enfrentar con situaciones muy difíciles en el campo militar…nosotros llegamos al gobierno con un default de parte del gobierno anterior, así que imagínese, porque fue una pelea permanente con el Fondo Monetario Internacional que no comprendía cabalmente las necesidades de Argentina y las posibilidades de Argentina. Hay que ver lo difícil que es instaurar la democracia en un país en el marco de una crisis aguda con sectores de pobreza muy serios y con un deterioro de los términos del intercambio en materia de comercio exterior que era vergonzoso. Si nosotros hubiéramos tenido los actuales precios internacionales, otras cosas habrían pasado en la Argentina…. hubo una preocupación muy grande por esto del Club de Deudores, porque nosotros no le llamamos Club de Deudores, club de deudores le llamaron los acreedores. Nosotros queríamos conversar con los acreedores a los efectos de arribar a un acuerdo que permitiera el cumplimiento de nuestras obligaciones en el marco de la realidad que vivíamos, no se trataba de actuar indecentemente, sino de encontrar la manera de resolver los problemas sin caer jamás en la posibilidad del hambre de nuestro pueblo como ya lo reiteré en muchas oportunidades, y esta fue la lucha que tuvimos que librar durante tantos años… pero al mismo tiempo se daban fenómenos muy trágicos en la economía mundial, que hicieron que se llamara para América Latina la década perdida. Todos los países sufrimos hiperinflaciones, el nuestro fue tremendo, y en fin, el deterioro de los términos del intercambio fue brutal. Fíjese en el período nuestro el deterioro de los términos por intercambio fue del orden de los 4.600 millones, en los años 90’ superó 1.500… Desgraciadamente la democracia llega a la Argentina en el marco de una crisis espantosa, los precios de nuestros productos estaban por el suelo, no podíamos aplicar retenciones desde luego, y nos silbaban en La Rural. Entonces no podíamos tampoco dar satisfacción a todos los reclamos de la gente.”

(Osvaldo Álvarez Guerrero) “El problema más serio era el de la deuda externa. En realidad era imposible de pagar. El radicalismo había prometido –y lo llevó adelante durante todo el período en que Bernardo Grinspun, el ministro de Economía de Alfonsín-diferenciar la deuda ilegítima de la deuda legítima. Porque todos sabemos, hay juicios y hay documentación sobrada que muestran que buena parte de la deuda era ilegítima, formaba parte de negociados, de auto créditos y de maniobras financieras de los bancos internacionales y de los grupos económicos argentinos. De manera que era un tema muy importante cómo enfrentar eso.Había dos temas importantes, que constituían el núcleo de los desafíos que tenía la Argentina. Qué hacer con los militares comprometidos en el genocidio y qué hacer con la economía, con la deuda externa; cómo impulsar un proceso renovado de desarrollo en ese momento de tanta necesidad, de tanto atraso. Y esas eran las grandes preocupaciones de los estadistas, quizás no tanto de la gente porque son problemas con una dimensión técnica. Con relación a, por ejemplo, los procesos de los militares, había muchas dudas sobre si se podía hacer, si no se podía, qué reglas de derecho había que imponer para poder llevar adelante el proceso, había una gran desorientación de la opinión pública al respecto.”

(Aldo Neri, sanitarista, dirigente de la Unión Cívica Radical) “ Primero y ante todo pondría la cosa en contexto. El ciclo democrático de la década del ‘80, recién nacido, no sólo enfrenta una herencia de sangre y de miedo. Enfrenta también la crisis de la deuda, que afectaba mucho también a todos los países periféricos y que se prolonga a lo largo de la década del ‘80, en un momento de recesión mundial y con una economía latinoamericana parada. Se pierde el producto bruto per cápita de punta a punta en la década, en Argentina también. Una pugna distributiva creciente inevitable, en el caso argentino acompañando esa euforia y ese florecimiento del optimismo, de la esperanza. Fue una experiencia colectiva tan linda la que vivimos los argentinos en el comienzo del gobierno democrático… Y a la par de eso está la convicción, consciente o inconsciente, de que la democracia no sólo venía a resolver los problemas de la paz, del derecho a la vida, la abolición de la violencia, sino que también tenía que dar respuestas a algo que venía profundizándose a partir, yo diría, de la mitad de

la década de los ‘70. Y ya no sólo por la inoperancia del gobierno militar para gobernar –además de la sangre estaba la inoperancia- sino además por un contexto mundial que estaba cambiando. Esto implica que empieza a deteriorarse la calidad del empleo, a incrementarse la pobreza. Y sobre todo un proceso que se inicia por esa época y que yo diría que todavía no está concluido, que es el proceso de profundización de la desigualdad. Siempre se usa el ingreso como una medida resumen que da una idea, pero uno tiene que pensar que detrás del ingreso están las oportunidades de la gente. Las oportunidades de calidad de empleo, de calidad educativa, de calidad de salud, de calidad de vivienda, de calidad de alimentación, y esto empieza a deteriorarse. Durante los ‘80, por las políticas del gobierno, se logra, por lo menos, no profundizar el deterioro. La prueba está en que en ninguno de esos años tuvimos una tasa de desocupación abierta mayor del 7%, a pesar de que ya teníamos una paulatina precarización del empleo y mayor cuentapropismo, con todas las consecuencias sociales en cadena que eso representa. Las demandas de la gente tenían que ver con reivindicar muchas de estas cosas. No por nada la actitud de intransigencia sindical, que fue muy característica de la época y que por otro lado era la punta de lanza de la oposición peronista. Porque el núcleo fuerte en esos años del peronismo era la dirigencia sindical, lo usaban como instrumento de oposición para reivindicaciones de tipo salarial, en una pugna distributiva cada vez más profundizada. Es decir que la gente tenía necesidades fundamentales, amenazadas en muchos casos y deterioradas en otros. No se puede poner un número fácilmente a esto. Las cosas empeoraron mucho después de los ‘80 en términos sociales. Me acuerdo cuando calculábamos la cobertura necesaria para el Programa Alimentario Nacional a principios del gobierno de Alfonsín. Erradicar el hambre había sido además un compromiso de campaña. Teníamos un objetivo de no más del 15% de la población argentina, que fue la cobertura real que alcanzó, más allá de las imperfecciones. Un poco más de cinco millones de personas, frente a los números que después se fueron generando como indicadores sociales, deteriorados a lo largo de la década del noventa, el apogeo del neoliberalismo en el continente y en la Argentina. Y mucho más todavía en la crisis del 2002; esos números parecen casi inofensivos, sin embargo eran suficientes como para impulsar una reivindicación de la gente, una mejoría, porque había vivido los primeros años del

deterioro. Eran casi diez años, y lo volcaba como demanda política.”

(Leopoldo Moreau) “el gobierno democrático que accedía al poder el 10 de diciembre no importa quien hubiera sido, Alfonsín, Luder, cualquiera, llegaba con tremendos condicionamientos, por supuesto lo más visible, lo más doloroso, era el problema de la violación de los derechos humanos. Pero no era el único problema que se heredaba, con esto que quiero decir, que el gobierno que llegaba, en este caso le tocó a Alfonsín, llegaba con una enorme debilidad, no por falta de respaldo electoral, legitimidad, sino por las condiciones en que arribaba al poder, por, por lo que heredaba. Alfonsín heredó las consecuencias de dos guerras: la guerra sucia, la guerra de Malvinas perdida. Le tocó asumir el poder en el peor momento de la economía de Latinoamérica, la década del 80 fue calificada en el mundo como la década pérdida para América Latina, los precios internacionales de los productos agropecuarios estaban en el sótano, y además los países estaban endeudados, este, con deudas impagables y gigantescas, cuando se va Isabel la deuda externa era de 7 mil millones de dólares y cuando asume Alfonsín la deuda externa era de 45 mil millones, se había quintuplicado. Yo recuerdo que García Vázquez que asume como presidente del Banco Central, Alfonsín asume el día 10 de diciembre, el 11 el presidente del Banco Central, yo estaba presente, le hace un informe a Alfonsín de la situación que tenía el Banco Central, había 100 millones de dólares de libre disponibilidad, ahora que se habla de las crisis que se han entregado, Menem decía recibí un infierno, Kirchner dice recibí, este, una situación incontrolable, recién estamos en el purgatorio, y por ahí recibieron al Banco Central con 5 mil millones, 6 mil, nosotros con 100 millones. Y el Banco Nación prácticamente no tenía fondos líquidos, porque habían dejado papeles que eran vales de las Fuerzas Armadas por compra de Exocet, para la guerra de Malvinas, la gente no tiene idea de lo que era una Argentina devastada, con millones de personas que habían perdido el trabajo, los gremios que tenían 300 mil, este afiliados como la UOM habían bajado a 60 mil. Un desastre. Todo eso condicionaba, porque no era solamente que tenías que atender el problema de los derechos humanos, la violación de los derechos humanos, pero a pesar de eso, nosotros dijimos, lo dice la plataforma del radicalismo, cualquiera que la lea, dice en el punto primero: Afianzar la democracia, ese era el

objetivo del gobierno de Alfonsín.”

(Mario Brodersohn, economista, dirigente de la Unión Cívica Radical) “un tema era la inflación. En el ’83, la inflación estaba en el orden del 400 por ciento anual. Era necesaria una estrategia antiinflacionaria. Otro tema fue la deuda, ya que el gobierno militar, en abril del 82’ dejó de pagarla y entramos en default. Durante todo el ’83, la Argentina no pagaba su deuda, estaba en default, no tenía acceso a los mercados de crédito internacional. Eso formó parte de la preocupación de Alfonsín. Yo recuerdo que hubo una reunión en la casa de Elizalde, hermano de Félix G Elizalde, presidente del Banco Central en la época de Illía. Él era amigo de Alfonsín, y en su casa, el 17 de agosto, Alfonsín decidió interrumpir por un día la campaña electoral. Asistieron Grinspun, García Vázquez, Carranza, y de los que estábamos fuera de la estructura más tradicional del radicalismo, fuimos Canitrot, Sourrille y yo. Estuvimos todo el día discutiendo con Alfonsín, desde la mañana hasta las 8 de la noche, sobre qué respuesta darle en la campaña electoral al problema de la inflación, al problema del déficit del sector público, al aumento notable del gasto público, a la caída del salario real, al contexto recesivo, al default de la deuda. Todo se discutió. Obviamente fue muy difícil encontrar una respuesta rápida, pero era parte de la preocupación de Alfonsín salir de un discurso general para decir: “¿Qué digo cuando me preguntan cómo hago para frenar la inflación?… El contexto de negociación de la deuda externa que nos tocó a nosotros para salir del default, fue muy distinto al que le tocó a Duhalde y Lavagna. En la época de Martínez de Hoz, los que le prestaban al gobierno eran los grandes bancos internacionales. No sólo en Argentina, sino en Brasil, en México, en Chile, los que prestaban eran los bancos comerciales a los gobiernos de países. Años atrás había un viejo presidente del Citibank que decía que los gobiernos nunca pueden ir en bancarrota, por lo tanto prestar a los gobiernos no era mal visto…Teníamos una idea clara de quién era cada uno de los acreedores. Se hacía un inventario de cada uno de los bancos que se tenía que presentar. Eso permitió discutir con más claridad lo que era ilegítimo y legítimo. Sabíamos el nombre y apellido de cada uno de los acreedores. Lo mismo en Brasil, lo mismo en México… Esa fue la ventaja. ¿Cuál fue la desventaja que enfrentamos nosotros

con respecto a lo que pasó después? Como los acreedores eran los bancos internacionales, si uno sumaba la deuda que tenían con los bancos Argentina, Brasil y México; era casi el patrimonio de todos los bancos. Y los tres se habían declarado simultáneamente en default de la deuda del ‘82, entonces el gobierno de Estados Unidos y el gobierno europeo dijeron: Si estos no nos pagan, se nos caen todos los bancos internacionales… Y entonces hubo una mayor simbiosis entre los gobiernos europeos y americanos con los bancos, para formar lo que se llamó: el club de deudores y el club de acreedores. Los bancos formaron para cada país, un club de acreedores. Nosotros le debíamos a alrededor de 500 bancos, y a mí me tocó negociar la deuda. Pero yo no negociaba con 500 bancos, formaron un comité de 15 bancos presidido por uno de esos 15, representando a todos. Tenían el apoyo del Fondo Monetario, del tesoro de Estados Unidos, del Banco Central de Alemania, del Banco Central de Japón. Cuando uno se reunía con los 15 bancos a negociar, asistían todos esos organismos de los distintos países. Era como negociar con los 15 bancos teniendo detrás de si a todos los gobiernos europeos y americanos, japonés, todo junto.… si yo tuviese que decir un problema más delicado para el nuevo gobierno constitucional, igual para el peronismo o el radicalismo; hablaría de la transferencia de gobierno, porque el gobierno militar huyó rápidamente. A fines del ‘82 recién empieza la campaña electoral, y las elecciones fueron en octubre, diez meses después. En el medio estuvieron las internas, y tuvo que asumir el gobierno en diciembre, un año después. Cuando asume Alfonsín el gobierno, había que constituir todos los concejos deliberantes de todo el país, porque durante el gobierno militar desaparecieron, estaban a cargo los militares. Todas las legislaturas y los poderes ejecutivos de todos los gobierno provinciales, el Congreso Nacional, la Cámara de Diputados, el Senado de la Nación y el Poder Ejecutivo, en todos los cargos. De entrada hubo una especie de irrupción espectacular de gente en la función pública, y era muy difícil tener dirigentes políticos capacitados. Por eso hubo errores, hubo incapacidades, hubo gente que no estaba preparada realmente para esa función en los niveles nacionales y en los niveles provinciales, es decir, hubo gente nueva incorporándose sin conocer la vida, sin experiencia. Eso yo creo que fue un costo que tuvo que pagar el radicalismo, porque luego, los siguientes gobiernos

constitucionales tuvieron mucha más facilidad para ir conociendo a los dirigentes políticos, venían siendo educado en el trabajo, tanto en el Congreso, como en el Poder Ejecutivo nacional o provincial. Alfonsín tuvo que irrumpir en esto, hasta en la justicia tuvo que pedir una nueva Corte Suprema y nombrar una gran cantidad de jueces. Es como si de entrada, al nuevo gobierno en diciembre del ‘83 le dijeran: Bueno si usted ganó las elecciones forme el nuevo poder ejecutivo nacional, el poder ejecutivo provincial, los concejos deliberantes, el poder legislativo y el poder judicial. Y todo eso de entrada, en poco tiempo hubo que buscar gente para todas esas posiciones. Y ahí hubo mucha improvisación del radicalismo.”

La Conadep, el Nunca Más Los juicios a los militares

(Raúl Alfonsín) “Había que construir la democracia y no se podía construir sobre la base de una claudicación ética, que era establecer la impunidad. Había que construir la democracia y no se podía pensar en lograrla sobre la base de una persecución total a todos quienes habían actuado, no se le podía ocurrir a nadie eso en ese momento. Es por eso que al lado de la ética definida como la ética de los principios había que poner también lo que el mismo Weber definía como la ética de la responsabilidad, que cuando está bien aplicada se compadece perfectamente con la otra. De modo que eran tiempos tremendamente duros, tremendamente difíciles, de meditaciones espirituales dolorosas, porque no siempre uno estaba seguro de lo que correspondía hacer; pero en todo momento lo que debía tenerse en cuenta es que el compromiso fundamental asumido era recuperar la democracia para los argentinos, para eso nos había votado el pueblo…. Teníamos que encontrar la manera de salvar por un lado la ética, y por otro lado también la responsabilidad, y esto fue, me parece, lo que en ese momento logramos con mucha discusión en la sociedad. Porque la sociedad argentina reclamaba más; y no pasaba lo mismo en otros países de América del Sur. En Brasil hubo una amnistía que se llamó la amnistía mutua, en Uruguay estuvo el acuerdo del Club Náutico y posteriormente una ley, en Chile no se había hecho tampoco por mucho tiempo nada, y para qué hablar de Europa, donde, por ejemplo, en España se dijo “Lo pasado pisado”

y recién ahora se empieza a querer saber qué ha pasado con los muertos. De modo que las situaciones (eran) distintas…”“ (la CONADEP) fue fundamental, hay que agradecer a todos esos hombre y mujeres que se brindaron para una tarea tan dramática, tan patética, como esa, dedicando gran parte de su tiempo a investigar crímenes atroces; y que sirvió de base para que la fiscalía, llevada adelante por Julio Strassera y por Moreno Ocampo, pudiera utilizarla como fondo de la acusación. Allí, más o menos, se trataba de unos nueve mil, creo, casos establecidos, fíjese que muchísimo; se habla de mucho más, pero establecer nueve mil casos... Hubo problemas (para su constitución) porque el peronismo al final no actuó, tuvimos problemas en ese sentido, no quiso integrarla. Ahí había una discusión, querían que fueran legisladores y eso hubiera sido un problema de tipo partidista y teníamos que hacer una cosa muy distinta, más que de competencia política, superadora de la competencia política.….nosotros habíamos dicho siempre, en todos los discursos y en toda la campaña, cual era nuestra actitud con relación a los delitos de Estado en materia de derechos humanos. Primero los que daban las órdenes, segundo los que se habían excedido en el cumplimiento de las órdenes y tercero los que en ese clima de extraordinaria confusión suponían erróneamente que había legitimidad en la orden impartida. Sobre estos últimos decíamos no iba a actuar el Poder Ejecutivo.”

(Leopoldo Moreau) “El gobierno de Alfonsín empezaba y terminaba exitosamente si afianzaba la democracia, y en esa necesidad de afianzar la democracia no se podía soslayar el problema de los derechos humanos, la democracia hubiera nacido muerta, malparida si mirábamos para otro lado, como se miró en casi todos los países de América Latina, salvo en la Argentina, entonces dijimos para que la democracia nazca fuerte, sólida y esta vez quede para siempre tenemos que ejercitar memoria, verdad y justicia. Ahora ¿cómo hacerlo? Frente a unas Fuerzas Armadas que estaban en bloque decididas a que no se investigara nada, no se conociera lo que había pasado y mucho menos se juzgara a alguien, entonces ahí surge en la campaña electoral la teoría de los tres niveles de responsabilidad, no es una cosa que inventó Alfonsín, después que estuvo en el gobierno y se le ocurrió la ley de obediencia debida, no: Alfonsín lo puso en la plataforma y le dijo al

pueblo que es lo que iba a hacer, como iba a juzgar a los militares. ¿Por qué? por una sencilla y elemental razón, porque nosotros no llegábamos al gobierno por una revolución y con las armas en la mano, llegábamos por una elección, y con todas estas debilidades alrededor.… Ese fue el esquema con el que llegamos al gobierno, no que inventamos después de que fuimos al gobierno, esto fue lo que le explicamos a la sociedad, y efectivamente así actuamos, qué hicimos para la verdad, la Conadep, una comisión independiente que empezó a investigar, hizo lo que no se hizo en ningún lugar del planeta, pero nos teníamos que meter en cuarteles que estaban al mando de muchos de los tipos que teníamos que después meter presos… nosotros los teníamos que ir a sacar de los cuarteles o de las comisarías, a los tipos que todavía en la jerga militar tenían los fierros en la mano…teníamos que ir a, adentro, hubo la Conadep en algunos casos, los diputados nuestros tuvieron que saltar por las alambradas de los fondos de los cuarteles para ir a buscar los cementerios de NN, no era una cuestión sencilla, pero actuamos de esa manera, Conadep para la investigación, reforma del código de justicia militar, que debe haber sido uno de los primeros temas que se trató en el parlamento, para terminar con la obediencia ciega y sobre todas las cosas para permitir el juzgamiento por tribunales civiles de los militares, porque hasta ese momento sólo podían ser juzgados por tribunales militares, si vos recordarás que el tribunal supremo de las Fuerzas Armadas no quería juzgar, hacía las de Alais en semana santa, nunca agarraba el expediente, y para que lo pudieran juzgar las cámaras federales como ocurrió hubo que reformar el código de justicia militar, y en esa tarea el peronismo con Sapag nos juegan una mala pasada, cuando estamos reformando el código de justicia militar donde establecíamos los tres niveles de responsabilidad, Sapag en el Senado introduce una reforma a la ley y nos hace desaparecer los tres niveles de responsabilidad entonces se producen juicios masivos.”

(Nora Cortiñas) “Y cuando asume Alfonsín en su discurso lanza el tema de la teoría de los dos demonios, quería quedar bien con los militares y quería mostrar como él iba a perseguir a los militantes populares, como si además sino se diera cuenta de que la mayoría de los militantes populares estaban desaparecidos, ¿cómo los iban a juzgar? O asesinados, arrojados al río, al mar, qué terrible. Porque

los políticos sabían todo lo que había pasado, entonces esa teoría de los dos demonios era bastante cruel. La rechazamos siempre, la seguimos rechazando. También la teoría de Sabato, diciendo que los militantes populares o los subversivos habían alentado esa represión, y no es así de ninguna manera. Acá había un movimiento popular muchos años antes, que en cada dictadura tenía coartada esa libertad y seguía adelante.”

(Adolfo Pérez Esquivel) “Alfonsín tuvo miedo, fue un hombre que no asumió las cosas con coraje, con decisión. Nosotros, cuando ya era presidente electo, lo fuimos a ver al Hotel Panamericano en la 9 de Julio, en el último piso me acuerdo, él decía que ese era su búnker. Nosotros le llevamos la información de un militar al que quería poner a cargo de la seguridad y que tenía graves acusaciones de violador de los derechos humanos. Ahí nos enojamos mucho con Alfonsín, él se enojó mucho con nosotros, porque nos decía: “¿Y qué quieren? ¿Que los eche a todos?”, a lo que nosotros respondimos: “No estaría mal, pero sabemos que es imposible, pero esas personas que fueron responsables no pueden ir a diputados”. Así fue con Alfonsín, las cosas avanzaron. Yo no quise integrar la Conadep, porque lo que nosotros veníamos proponiendo eran las comisiones bicamerales, porque tenían capacidad de investigación, y además la gran parte del trabajo de la Conadep ya lo habíamos hecho los organismos de derechos humanos. Por una cuestión de principios no la quise integrar, entonces llamó a Sábato. De todos modos nosotros apoyamos a la gente del Conadep, porque la mayoría era gente amiga, pero quise mantenerme alejado de eso por una cuestión de principios, de valores, de no querer meterme en una cosa así; porque la Conadep es una recopilación de la información, y nosotros ya la teníamos sistematizada, toda esa información se la pasamos a la Conadep y sale en el libro Nunca Más.”

(Néstor Vicente) “El juicio a la junta militar en tiempos de Alfonsín fue un hecho terminante. El Nunca más, la CONADEP, son hechos fuertes, significativos, que además, con el paso del tiempo, van a ser todavía más jerarquizados que en su momento. Me parece que hoy se está terminando ese ciclo, se va cerrando con la apertura de los juicios, con las condenas… Hay un momento muy fuerte también con la CONADEP. Augusto (Conte) al principio estaba en contra

de la formación de la CONADEP, pero cuando se va a presentar el informe, en ese momento, nosotros adherimos a esa enorme y gigantesca marcha y nos parecía que era un paso que había que acompañar.”

(Magdalena Ruiz Guiñazú) “el Ejército era muy poderoso. Tan poderoso que, por ejemplo, en la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, los autos que nosotros usábamos para los allanamientos, los procedimientos a lugares como la ESMA, el Vesubio, el Departamento Central de Policía, eran los mismos Falcon del Ministerio del Interior. Y cuando pasamos cerca de una comisaría guiñaban las luces. O sea, que había un enorme aparataje que tardó mucho tiempo en desmembrarse; yo te diría, años en desmembrarse. Cuando yo fui a Roma como testigo del juicio por los desaparecidos italianos, el fiscal en Roma, en la sala del juicio, me dijo: Lo que ustedes han hecho con el juicio a los comandantes es único en la historia, porque Nürenberg tuvo jueces aliados, los abogados eran alemanes, pero los jueces eran aliados. Y en Grecia, el famoso tribunal que juzgó a los coroneles griegos, era un tribunal militar, y no los juzgo por el delito de Lesa Humanidad, sino por faltas al código militar. O sea que el único caso de juicio en una dictadura, en donde los jueces eran argentinos, los fiscales eran argentinos, los testigos éramos argentinos, y los inculpados también, fue acá..…El juicio a los comandantes fue importantísimo; lo que fue realmente lamentable fueron las leyes de perdón. Ahora, Alfonsín, cuando yo se lo dije, se enojó mucho y me replicó: Usted no tiene idea de lo que está diciendo. Era llevar la guerra civil a las calles del país. Yo tengo el mayor respeto por la opinión ajena, a lo mejor él tenía razón.”

(Eduardo Angeloz) “Y creo que el hecho más importante del gobierno de Raúl Alfonsín es el Juicio a la Junta de Comandantes, me parece que con esa actitud, con ese criterio, con esa sanción, debía quedar terminada esta necesidad de pacificación que reclamaban los argentinos. Luego vino lamentablemente el Punto final, vino luego la Obediencia Debida, y la gente hace un enjuiciamiento de ello. Yo era gobernador y conocía el centro, digamos vital y principal, del alzamiento militar que se hizo acá, en la ciudad de Córdoba, en los cuarteles de Córdoba, con Barreiro y otros; estaban no para impedir

el juzgamiento de ellos, sino para el derrocamiento del gobierno civil y la vuelta a la toma del poder. Hoy están de nuevo los tribunales, los juzgados del país, juzgando a quienes intervinieron en todos aquellos hechos. Una sola discrepancia fundamental, diría filosófica, política, que tengo es que en este enjuiciamiento no están también los autores del terrorismo que se habían producido a partir de la década del ‘70 en adelante.”

(Antonio Salonia) “Por supuesto que se impugnó, durante todo el gobierno militar, las atrocidades que ocurrieron durante la dictadura, con lo que se denomina desaparecidos, los sacrificados, las torturas, los crímenes... Era necesario, y en alguna medida todavía sigue siendo necesario que todos los responsables de aquellas atrocidades, que ante la ley paguen sus culpas.”

Los cambios en el peronismo

(Antonio Cafiero) “La reacción del peronismo, primero contra la cúpula de los mariscales de la derrota, segundo contra Herminio y su cúpula exageradamente puesta como delincuente, (cosa que no era así, pero usted sabe cómo es la gente). Entonces comencé a ser visitado por muchos dirigentes y nos preguntábamos qué hacer frente a esa situación. Ahí surge la fundación de la renovación peronista. Alfonsín había ganado con la lista Renovación y Cambio, por lo que no quise ponerle Renovación y Cambio para que no digan que estaba aliado con Alfonsín. Así que simplemente le pusimos Renovación y formamos un frente político para captar a la clase media. Vimos que para captarla no bastaba el peronismo, hacía falta la Democracia Cristiana, el Partido Intransigente, una fracción del Partido Socialista y una fracción también del Partido Conservador. Entonces juntamos todo eso y formamos el Frente Renovador Peronista; que desafiaba a la ortodoxia y desafiaba también a las autoridades constituidas del PJ de aquél momento. Esto desencadenó una lucha tremenda y su primer definición fue en las elecciones parlamentarias de noviembre del 85’. Allí se presentan dos listas, la lista oficial, encabezada por Triaca y la lista del Frente Renovador encabezada por mí. Nuestra lista, heterodoxa, duplica los votos del PJ ortodoxo y ahí nace mi liderazgo natural en este movimiento. Durante más de 20 años

ganó todas las elecciones en las que nos presentamos, ya sea como Frente Renovador, ya sea como Partido Justicialista cuando yo volví al justicialismo, porque yo les dije “Me voy porque no me dan las internas y yo creo que hay que democratizar el partido. Pero vuelvo al día siguiente que me den la interna”. Así, cuando Herminio y Saadi acuerdan un proceso electoral interno, yo vuelvo, me presento y gano las elecciones.”

(Carlos Menem) “Yo creo que se dieron los cambios que eran previsibles en un Peronismo que venía mucho tiempo soportando golpes de estado, proscripción. No nos olvidemos que estuvimos proscriptos durante más de veinte años. Yo estuve proscrito por lo menos veinticinco años de mi vida política, de los cuales prácticamente seis estuve en la cárcel. El resto, proscripto. Entonces, evidentemente se tenían que dar cambios para ir preparándose, en el presente que estábamos viviendo, de cara hacia el futuro. Esa posibilidad de cambio se dio a partir de las elecciones que ganó Alfonsín el 30 de octubre del 83’. Desde esa época, el Peronismo empezó a movilizarse de otra forma. Yo ya lo venía haciendo desde hacía mucho tiempo, cuatro, cinco o seis años antes. Recorrí el país diez veces, por eso mi expresión cuando dije: “A esta elección la perdemos”. Yo sabía lo que pensaba la gente, sabía lo que pensaba el pueblo y a dónde iba. Tenía la posibilidad de hablar con todos los argentinos y con los que no eran argentinos pero estaban cooperando con esta renovación del Justicialismo.”

Capítulo I El contexto previo a la guerra de Malvinas

El 2 de abril de 1982, tropas argentinas al mando del contralmirante Carlos Busser desembarcaron en Puerto Stanley, la pequeña capital de las Islas Malvinas que fue rebautizada como Puerto Argentino. La ocupación se efectuó rápidamente debido a la escasa resistencia opuesta por la reducida guarnición inglesa compuesta por 49 efectivos. Asegurada la toma del archipiélago se trasladaron desde el continente nuevos contingentes de soldados y el general Mario Benjamín Menéndez fue nombrado gobernador de las islas. El qué lo había sido hasta entonces, Rex Hunt, fue enviado a la ciudad de Montevideo. Para la opinión pública la “recuperación” fue una verdadera sorpresa, sin embargo hacía un tiempo que la idea de la ocupación sobrevolaba algunos círculos militares y el propio almirante Eduardo Emilio Massera había sido un entusiasta promotor de la avanzada aunque en la ocasión la iniciativa correspondió al almirante Isaac Anaya. Un antecedente evidente fue, sin duda, el desembarco en marzo de 1982 en la isla San Pedro (Georgias) de un contingente de trabajadores pertenecientes a una empresa chatarrera con el objeto de desarmar antiguas instalaciones balleneras. El gobierno británico intimó y forzó el desalojo de la isla bajo la amenaza de enviar naves de guerra. El incidente le daba al gobierno militar una excelente justificación para su futura acción. Ni el conflicto suscitado por la ocupación de las Islas Georgias, ni el histórico reclamo argentino de soberanía nacional sobre Malvinas, son argumentos suficientes para justificar, ni explicar, la primera guerra en la que Argentina participó desde el conflicto armado con Brasil en la década de 1820. Entonces corresponde interrogarse ¿Cuales fueron las causas reales y las

motivaciones profundas que condujeron al general Leopoldo Galtieri y a la cúpula de las Fuerzas Armadas a empujar a cientos de soldados mal entrenados y peor armados a la muerte y a una casi segura derrota militar? Para comprender esta acción es necesario retroceder en el tiempo, al menos hasta el momento en que comenzó a evidenciarse la crisis, tanto económica como política, de la dictadura militar entronizada en 1976.

El gobierno de Viola y la fallida salida política.

Hacia comienzos de 1981 ya era evidente que la rígida y opresiva estructura político, económica y cultural creada por el régimen militar comenzaba a resquebrajarse. El principal punto de quiebre era la política económica implementada por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz quien había generado una situación insostenible cuyos perjuicios alcanzaban a amplios sectores de la población. Las evidencias emergieron de manera indisimulada y se multiplicaron con rapidez: el achicamiento de la producción industrial, como consecuencia de la reducción de la protección arancelaria, el aumento de la desocupación, el deterioro de las políticas de bienestar en casi todos sus ámbitos, así como la convicción generalizada sobre el retraso cambiario y la desconfianza generada por el sistema financiero, que provocaron una desusada demanda de divisas y la fuga masiva de depósitos. El escándalo en torno al cierre en marzo de 1980 del Banco de Intercambio Regional (BIR) no era más que un símbolo del fracaso y el desmadre financiero de la política económica orientada por Martínez de Hoz. 1 En su afán por desarticular las tradicionales políticas

1 El BIR ocupaba el primer lugar en el ranking de bancos privados y el

intervencionistas del Estado se impulsó un mercado de capitales a corto plazo que funcionaba con absoluta libertad para el movimiento de divisas. Esta situación desembocó en un proceso de especulación financiera cuyos beneficios principales se limitaron a un reducido y concentrado sector financiero privado.

Por otra parte, con el objetivo de reducir el déficit del sector público, se congelaron los sueldos de los empleados públicos y se indexaron los ingresos impositivos para disminuir el desequilibrio presupuestario. En la búsqueda de estabilidad económica también cayeron notablemente los salarios reales y por consecuencia el poder adquisitivo de los trabajadores. Estas políticas, sumadas a la liberación de precios, perjudicaron principalmente a los factores de producción y comercialización de bienes de consumo.

El panorama económico se complejizaba aún más debido al aumento persistente de la inflación, como resultado de los altos costos financieros que debía pagar el sector productivo y su incidencia sobre el índice de precios. La demanda de dinero de las empresas públicas y del mismo Tesoro Nacional generó un notable incremento de las tasas de interés afectando de manera drástica la obtención de crédito. A estos factores se sumaron tanto la ley de inversiones extranjeras sancionada en agosto de 1976 que equiparaba a los capitales internacionales con los nacionales, como las modificaciones de las pautas cambiarias implementadas en diciembre de 1978 (la tablita) que establecía una tabla de devaluación decreciente sobrevaluando el peso. En conjunto, estas medidas hicieron que la deuda externa se elevara de 8.000 millones de dólares en 1975 a 35.000 millones en 1981. Para ese momento la recesión era evidente y se profundizó con el cierre de una serie de importantes establecimientos industriales como La Cantábrica, General Motors y cierre afectó a 350.000 ahorristas. Pocos días después siguieron el mismo camino los bancos de los Andes, Internacional y Oddone provocando una impresionante corrida bancaria.

Citroen entre otros.La crisis social producto de este desmadre económico

fue advertida incluso por la cúpula de la Iglesia Católica quien, hasta este momento, no sólo había tolerado sino también apoyado explícitamente a la dictadura militar. En mayo de 1981, ya con el general Roberto Viola en la presidencia de la nación, el episcopado elaboró y difundió el documento titulado “Iglesia y Comunidad Nacional” en el que se toma una prudente distancia del régimen y se despliegan una serie de estrategias institucionales que orientarían la institución durante los años venideros. En el documento se convocaba a lograr la “reconciliación nacional” y se le sugería al gobierno demostrar una mayor sensibilidad social y estar atentos a la situación de los sectores más desamparados perjudicados por las políticas aplicadas durante los últimos años. 2

El deterioro económico del régimen militar afectó, sin duda, el monolítico poder detentado por las Fuerzas Armadas durante los primeros años de la dictadura, generando algunos resquicios que crearon espacios para manifestar el malestar de los trabajadores y otros sectores de la población afectados por estas políticas. Además de la caída del nivel de vida, el conjunto de los trabajadores había sido duramente afectado en sus formas organizativas y en sus conquistas gremiales. En efecto, tanto la Confederación General del Trabajo (CGT) como las federaciones y los sindicatos habían sido intervenidos, se habían prohibido por ley las actividades gremiales y se suspendió el derecho de huelga, así como se eliminaron el Estatuto del Docente y las convenciones colectivas de trabajo. Hacia abril de 1980 el dirigente metalúrgico Lorenzo Miguel, recién liberado de la cárcel comenzó a intentar el aglutinamiento del disperso y dividido movimiento obrero. Al mismo tiempo, una CGT ilegalizada y debilitada, bajo la conducción combativa del

2 La Nación, 5 de mayo de 1981.

dirigente del gremio cervecero Saúl Ubaldini, comenzó tímidamente a tratar de canalizar el malestar obrero a través de la realización de algunas medidas de protesta. En julio de 1980 se realizó un paro general cuyo mayor valor era simbólico y en el mes de noviembre una serie de huelgas acompañadas de movilizaciones callejeras. Si bien estas manifestaciones no tuvieron un apoyo masivo por parte de los trabajadores, evidenciaron una tenue reactivación del conflicto social. Tuvieron además la virtud de alimentar las expectativas de cambio de un sector de la sociedad adormecida por la cruenta represión impuesta durante el combate contra la “subversión”, que era la denominación utilizada por el régimen para referirse a la guerrilla así como al amplio y heterogéneo campo progresista, formado por individuos e instituciones (sindicatos, partidos políticos, organizaciones culturales y educativas) opuestos a la dictadura.

A la precaria situación económica y social, y en parte como consecuencia de ellas, debían agregarse las fisuras políticas que emergieron públicamente en el seno de las Fuerzas Armadas en torno a la sucesión del general Jorge Rafael Videla en la presidencia de la Nación quien, de acuerdo a lo pautado por la Junta Militar años antes, debía finalizar su mandato a fines de marzo de 1981. El general Roberto Eduardo Viola fue designado como su sucesor en el cargo. Ya antes de su asunción, distintos sectores vinculados a la dictadura habían desplegado estrategias destinadas a condicionar al futuro gobierno. Tanto desde la Armada y los núcleos más duros del Ejército, incluidas las desmedidas apetencias de poder del jefe del Ejército general Leopoldo Fortunato Galtieri, como desde los factores de poder económico y financiero vinculados al ex ministro de economía Martínez de Hoz, se ejercieron presiones abiertas e indisimuladas para evitar ciertas transformaciones en la política y la economía impulsados por el nuevo gobierno. A grandes rasgos, el general Viola y quienes lo apoyaban pensaron un plan de apertura,

una “apertura sin futuro” como la denominara Marcos Novaro, 3 que incorporara gradualmente a los partidos en la actividad política, comenzando lógicamente con los partidos amigos del régimen y que se daría de manera progresiva primero en el ámbito municipal, luego en el provincial y finalmente en el nacional. Para ello pretendía, por un lado, reiniciar el diálogo con algunos partidos políticos a fin de encausar ordenadamente una transición política que debía culminar con la restauración de la democracia y, por otro, efectuar algunas correcciones de fondo a la política económica predominante hasta aquí.

La formación del gabinete por parte del general Viola iba en ese sentido y mostraba un perfil ligeramente diferente en relación a los equipos ministeriales del período precedente. Se amplió número de carteras de ocho a trece y estuvo compuesto por un mayor número de civiles (siete) que de miembros de las Fuerzas Armadas (seis). Pero el dato más importante era que algunos de sus integrantes eran, por diferentes motivos, resistidos por la línea dura de las Fuerzas Armadas o por los sectores vinculados a Martínez de Hoz; era el caso del general Diego Urricarriet en Obras Públicas, del nacionalista católico Carlos Alberto Burundarena en Educación o de Oscar Camillón, dirigente del Movimiento de Integración y Desarrollo, en Relaciones Exteriores. Por su parte tanto el Ministerio del Interior como el de Trabajo fueron ocupados por dos militares dialoguistas. En el primero fue nombrado el general Horacio Tomás Liendo cuya misión era asumir un rol esencial en la estrategia dialoguista gubernamental en tanto se trataba de una figura proclive a conversar y llegar a acuerdos con las fuerzas políticas. Lo mismo ocurría con el brigadier Julio Cesar Porcile, designado en Trabajo quien manifestaba una buena predisposición a dialogar con el sindicalismo,

3 Marcos Novaro, Historia de la Argentina contemporánea. De Perón a Kirchner, Buenos Aires, edhasa, 2006, p.118.

especialmente con el sector más moderado representado por la Comisión Nacional de Trabajo que dirigía el sindicalista de la industria del plástico Jorge Triaca.

En el área de economía se desarmó la concentración de poder que había articulado Martínez de Hoz, al dividir el ministerio en cinco dependencias diferentes (Obras y Servicios Públicos, Agricultura, Industria y Minería, Comercio e Intereses Marítimos. Por su parte la estratégica cartera de Hacienda y Finanzas quedó a cargo de Lorenzo Sigaut, quien, entre el 1 de abril y el 20 de diciembre de 1981, intentaría sin éxito desestructurar las políticas económicas de su predecesor, puesto que sabía perfectamente que debía lidiar con la descomunal crisis heredada. Sus titubeantes intentos por reordenar la economía tratando de favorecer las áreas más castigadas (la industria y la producción rural) chocaron con los diversos intereses sectoriales, especialmente los grandes bancos y la especulación financiera y Sigaut nada pudo hacer con el descontrol de los precios y la disparada del dólar. Basta recordar su poco feliz admonición “quien apuesta al dólar pierde” para comprender su destino al frente de la economía nacional. El derrumbe económico aumentó la desconfianza de la sociedad quien cambió rápidamente el humor, incluso el de aquellos sectores que habían aprovechado alegremente los beneficios de la “tablita”, y cargó en la cuenta del nuevo ministro los desbarajustes de las políticas de la gestión Martínez de Hoz.

El gobierno del general Viola, ante el deterioro evidente del régimen militar y el consecuente y por cierto tímido resurgimiento de la actividad política y sindical, intentaría llevar adelante una estrategia que abriera prudentemente las compuertas de la actividad política con el objeto de conducirla hacia una transición ordenada y pautada que debería finalizar en la restauración de una democracia seguramente condicionada. Para ello era necesario iniciar un diálogo

político que desembocara en algún momento en el levantamiento de la veda política y la sanción de un nuevo estatuto de los partidos, que era un de las demandas principales de los dirigentes políticos.

La orientación aperturista impresa a su gobierno por el general Viola generó una inmediata reacción negativa de la Junta militar (integrada por las tres fuerzas) que detentaba el poder de veto sobre el Poder Ejecutivo. En defensa de “la filosofía del Proceso” estos sectores rescataron el Movimiento de Opinión Nacional (MON) conducido por el incondicional ex ministro del Interior Albano Eduardo Harguindeguy con el objeto de marcarle a Viola los límites a la táctica de diálogo con los partidos políticos. 4 En la misma dirección, también el general Galtieri condicionaba el futuro de la transición al plantear que si bien el gobierno militar no duraría indefinidamente, “sólo cuando estén dadas las condiciones…se materializará dicha entrega (del poder político)…en forma gradual…para evitar que un desliz nos precipite al abismo…”. 5 Era una forma no demasiado sutil de plantear que no sería el gobierno de Viola quien decidiría en soledad cuando y como se reimplantaría la democracia en el país. No obstante estas limitaciones y la intrínseca debilidad de su gobierno, el General Viola intentó llevar adelante un proceso de apertura abriendo una ronda de consultas con algunos dirigentes políticos. En junio de 1981, aprovechando ese débil intento y las contradicciones de los militares así como también tratando de neutralizar la estrategia del MON, la Unión Cívica Radical, bajo la conducción de Ricardo Balbín, 6 lanzó un llamamiento al

4 El MON había sido ideado durante el gobierno de Videla con la intención de crear una especie de partido militar apoyado por sectores políticos afines que asegurara la descendencia del Proceso.5 La Nación, 30 de mayo de 1981.6 El jefe radical falleció el 9 de septiembre y fue reemplazado en la conducción partidaria por Carlos Contín. El entierro del viejo líder convocó a varios miles de personas y fue una de las primeras manifestaciones callejeras de

conjunto de los partidos políticos, así como a las organizaciones empresarias y sindicales con el objetivo de planear la recuperación de la democracia. Los promotores de este planteo intuían que a pesar del deterioro evidente del régimen de facto, los militares estaban lejos de pensar en una retirada cercana en el tiempo, por eso, como sostiene Hugo Quiroga, esta iniciativa “es manejada con prudencia en la intención de plasmar una convocatoria plural y con el propósito de no convertirla en un polo cívico de oposición dictatorial”. 7 En ese sentido aclaraban que la convocatoria incluía tanto a los sectores políticos, sociales, espirituales e intelectuales como militares.

La iniciativa radical fue recibida con expectativa por una parte importante de las fuerzas políticas y el 14 de julio con la iniciativa de Ricardo Balbín, secundado por Arturo Frondizi, se constituyó la Junta Política Convocante integrada por la Unión Cívica Radical, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el Partido Intransigente (PI), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Justicialista (PJ). 8 Se trataba del nacimiento de la Multipartidaria, la alianza política que llevaría adelante con innumerables contradicciones la difícil y azarosa tarea de negociar con el poder militar la transición hacia la democracia. Por supuesto la convicción sobre la estrategia a implementar de quienes participaban en la alianza política no era la misma: los radicales, aunque tuvieran diferentes opiniones sobre cómo encarar la transición se entusiasmaban con la iniciativa; lo mismo ocurría con los desarrollistas quienes, a la vez, apoyaban la experiencia de Viola a cuyo gobierno le habían aportado varios de sus afiliados en cargos ejecutivos; los intransigentes y los demócratas cristianos estos años.7 Hugo Quiroga: El tiempo del “proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983, Homo Sapiens, Rosario, 2004, p. 240.8 Los presidentes de los partidos convocantes eran: Francisco Cerro por el PDC; Oscar Alende por el PI; Deolindo Felipe Bittel (PJ), Arturo Frondizi (MID) y Ricardo Balbín (UCR).

manifestaban recelo y el justicialismo mantenía una actitud dual puesto que mientras dirigentes como Deolindo Felipe Bittel apoyaba sin tapujos la iniciativa, otros como Angel Robledo o Lorenzo Miguel mantenían contactos con representantes de los distintos bandos de las Fuerzas Armadas.

El flamante conglomerado político emitió una prudente declaración en la que, retomando el documento emitido por la cúpula eclesiástica pocos días atrás, llamaba a todos los sectores representativos de la sociedad argentina a superar las diferencias partidarias, religiosas, económicas y culturales para conformar un agrupamiento multisectorial. Además, daban por comenzada “la etapa de transición hacia la democracia”, “lo hacemos -sostenían- bajo el lema del Episcopado argentino: la reconciliación nacional”. Al sostener que la convocatoria “no apunta al pasado. Emerge del presente y tiene la intención de plasmar un porvenir” las fuerzas políticas que la integraban hacían explícito su intención, al menos por el momento, de no revisar el pasado y no abordar el tema de los derechos humanos. 9 La negativa de la Multipartidaria a recibir a las Madres de Plaza de Mayo era una señal clara hacia los militares en ese sentido

Por su parte, los partidos “amigos” del régimen militar (Partido Federal, Partido Socialista Democrático, Partido Demócrata Progresista y otros grupos autodenominados de Centro) no demostraron demasiado interés por el llamado de la Multipartidaria. En principio porque habían sido y eran parte del régimen al que nutrieron con centenares de funcionarios municipales, provinciales, ministeriales o en el servicio exterior; y además porque suponían que detrás de este intento se podrían reiterar las experiencias como las sucedidas durante el régimen militar anterior del Frente Justicialista

9 “Primer documento de la Multipartidaria”, Comunicado de prensa del 14 de julio de 1981 en http://es.wikisource.org.

de Liberación (FREJULI) del que no participaron la UCR, el P I y una de las fracciones en las que se había dividido la democracia cristiana (el Partido Revolucionario Cristiano). De alguna manera, pretendían desempeñar un rol central en la transición y así cobrar los dividendos, que creían merecer, por haberse convertido en la principal pata civil del andamiaje político del régimen militar. Consecuentemente los partidos “amigos” se abocarían sin demasiada suerte a intentar elaborar una propuesta alternativa sin tener en cuenta la aparición de la Multipartidaria.

Esta, por su parte, inició una ronda de reuniones primero con el Episcopado Nacional y luego con partidos políticos que no integraban el nucleamiento como el Frente de Izquierda Popular, el Partido Comunista y las distintas vertientes en que estaba dividido el socialismo. Resultado de estas conversaciones el 28 de agosto de 1981 la Multipartidaria emitió un segundo documento denominado “Convocatoria al País” en donde se planteaban los “objetivos básicos” en torno a los cuales coincidían las distintas fuerzas políticas integrantes de la misma. Allí se exigía volver al estado de derecho y a la plena vigencia de la Constitución y de los derechos humanos; la normalización de las actividades políticas, gremiales y empresariales; el establecimiento plazos para la institucionalización del país; la redacción de un plan de emergencia para reconstruir la economía nacional y recuperar el salario; mejorar la educación, alcanzar el libre acceso a los medios de comunicación estatales y eliminar todo tipo de censura. 10

El gobierno de Viola aprobaba la prudencia y moderación demostrada por los dirigentes políticos y a pesar de las limitaciones y presiones impuestas por los sectores más duros de las Fuerzas Armadas, intentó profundizar la apertura política y también llamar a una “tregua social”. Sin embargo el régimen y los partidos

10 La Nación, 29 de agosto de 1981.

integrantes de la Multipartidaria “no encontraron canales estables e institucionales de comunicación”. 11 Esto fue así porque el gobierno recelaba de la propuesta pues creía que, de aceptarla, cedería la iniciativa política ante la convocatoria de los partidos políticos que pretendían que Viola fuera el último presidente militar y convocar a elecciones libres para 1984. Frente a esta aspiración y a la presión de los halcones del régimen Viola se vio obligado a sostener enfáticamente que no había sido designado ni tenía la intención de encabezar la liquidación del Proceso de Reorganización Militar inaugurado en 1976. El general Harguindeguy, ahora convertido en asesor presidencial y representante de la línea más dura del ejército, profundizó esta idea al plantear enfáticamente que el gobierno que sucedería al del general Viola en 1984 sería designado por la Junta Militar. El propio ministro del Interior, Horacio Tomás Liendo, se sintió obligado a ir más lejos para demostrar su fe procesista, al sostener que lo que ocurriera con las designaciones presidenciales en 1984, 1987 o 1990 era un atributo de las Fuerzas Armadas.

Entonces, el diálogo político se complicaba no sólo por las disidencias internas en las Fuerzas Armadas sino también por la resistencia a consensuar la salida institucional con los partidos políticos quienes, por su parte, desconfiaban de las intenciones aperturistas del régimen. En realidad el general Viola tenía escaso margen de maniobra pues estaba lejos de controlar a un frente interno que lo presionaba y obstruía su proyecto de transición hacia una democracia condicionada. El ejemplo más contundente de sus limitaciones fue la ratificación de la veda política. Ante esta situación la Multipartidaria emitió el 29 de septiembre una “Declaración” en la que criticaba la ausencia de voluntad del gobierno y las Fuerzas Armadas para iniciar la transición a la democracia. 12 Tras analizar

11 H. Quiroga, Op Cit, p. 245.12 La Nación, 30 de septiembre de 1981.

la situación política, económica y social se formaron una serie de comisiones que le permitió elaborar a la Multipartidaria a fin de año un nuevo documento, “Propuesta al País”, en el que se impugnaba tajantemente los obstáculos puestos por los militares en el camino hacia la democracia. El panorama para el gobierno se complicó aun más con el acelerado y marcado deterioro de todos los índices de la economía (dólar desbocado, inflación anual superior la 200 por ciento, caída del PBI, disminución de las reservas, caída de los salarios y aumento de la desocupación, para nombrar sólo algunas de las variables negativas). Esta situación llevó a, un cada vez más vacilante e indeciso Viola, a tratar sin éxito de recurrir al auxilio de Martínez de Hoz, a quien había combatido vehementemente hasta hacía poco. Pero a mediados de noviembre Viola, aquejado por una enfermedad coronaria, debió delegar el mando de manera interina primero en el ministro del Interior, general Liendo, y posteriormente en el titular de la cartera de Acción Social almirante Carlos Alberto Lacoste. En los pocos días de los interinatos se profundizó la lucha por el poder en el seno del régimen militar. Pocos días después el general Viola fue depuesto por la Junta Militar a sólo ocho meses y doce días de haber asumido el cargo. En su reemplazo la Junta nombró al teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri quien debía completar el período de su antecesor entre el 22 de diciembre de 1981 hasta el 29 de marzo de 1984. A la vez, en una demostración de su poder, retendría el cargo de comandante en jefe del Ejército.

Los derechos humanos y las madres de Plaza de mayo

Por estos años el movimiento en defensa de los derechos humanos era quien encarnaba, sin duda más que los partidos políticos y las organizaciones sindicales, la oposición más visible y radical

que se animaba a hacer oír su voz y enfrentar al régimen militar. Se trataba de un conglomerado compuesto por una amplia y heterogénea cantidad de organizaciones. Desde la más antigua de todas, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre que había sido creada en 1937, hasta aquellas constituidas entre 1975 y comienzos de 1976 como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) vinculado al sector más progresista de la Iglesia Católica relacionado con el Movimiento de los Curas para el Tercer Mundo y la teología de la liberación; y el Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos (MEDH) relacionada con el Consejo Mundial de Iglesias y cofundado por el obispo de Quilmes Jorge Novak. Hacia fines de 1979 se conformó el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de activa participación en la defensa de los derechos humanos durante esta coyuntura

Un tiempo después de la irrupción de la dictadura militar aparecieron tres organismos conformados por familiares directamente afectados por la represión y las torturas: a fines de 1976 se constituyó el primero de ellos, la agrupación Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas que, a diferencia del SERPAJ y la APDH, no sólo reclamaban la reaparición de los secuestrados sino también de los presos políticos reconocidos por el régimen. Poco después aparecieron en escena las Madres de Plaza de Mayo quienes convocadas por una de ellas, Azucena Villaflor, tuvieron la enorme valentía de llevar a cabo públicamente sus reclamos por el paradero de sus hijos desde que efectuaran su primera reunión en la emblemática Plaza de Mayo en abril de 1977. Unos meses más tarde se conformaron como grupo las Abuelas de Plaza de Mayo con el objeto de luchar por la restitución de los niños secuestrados-desaparecidos y los nacidos en cautiverio.

Estas organizaciones eran heterogéneas y tenían posturas

políticas e ideológicas diferentes: podían estar ligadas a organizaciones políticas de izquierda, a alguna congregación religiosa o ser apolíticas. No obstante coincidían en sus acciones que se centraban en las denuncias de las violaciones de los derechos humanos (torturas, desapariciones, ejecuciones sumarias, detenciones ilegales), tanto en el ámbito nacional como internacional, así como el ejercicio de la solidaridad con las víctimas y sus familiares. En este contexto su principal reivindicación al comienzo era la aparición de los desaparecidos, vivos o muertos. Pero a partir de 1980 se adoptó y generalizó la consigna “aparición con vida de los desaparecidos”. Mientras la APDH comenzó en 1977 presentando reclamos colectivos por la desaparición de personas ante la Corte Suprema; tres años mas tarde el CELS comenzaría las presentaciones individuales ante la misma Corte, conducidos por uno de los fundadores de la institución, el abogado Emilio Fermín Mignone. La actividad de estos organismos fue muy limitada al comienzo de la dictadura militar debido a la extrema dureza del ejercicio del terrorismo de Estado, que apelaba mediante acciones ilegales a la tortura sistemática e indiscriminada, al secuestro y desaparición de las personas, al ocultamiento de la información y al desprecio de la actuación del poder judicial. Esa represión ilegal no se detuvo ni siquiera frente al dolor de las madres y familiares de las víctimas que se vieron acosados por la persecución y sufrieron ellos mismos el secuestro y la desaparición. El hecho más emblemático se produjo entre el 8 y el 10 diciembre de 1977 cuando primero fueron secuestrados en la Iglesia de la Santa Cruz un grupo de doce personas entre quienes se encontraban familiares de desaparecidos y las monjas católicas francesas Alice Dumon y Léonie Duquet; y luego en Villa Domínico ocurrió lo mismo con tres integrantes de las Madres de Plaza de Mayo: Esther Careaga, Mary Ponce de Bianco y la fundadora de la organización, Azucena Villaflor.

Pero además, las organizaciones debieron enfrentar la abierta hostilidad de los funcionarios en su peregrinar por distintas oficinas públicas. Ante la indiferencia de una sociedad escasamente preocupada por la violación de los derechos humanos, sobrellevaron su acción y su dolor casi en absoluta soledad y falta de apoyo: es el caso de los políticos que si bien es cierto que algunos de ellos se hallaban acosados por la dictadura, la gran mayoría ignoró el problema y, como se ha dicho, la propia Multipartidaria en una fecha tardía como julio de 1981 se negó a recibir a las Madres de Plaza de Mayo. Tampoco la cúpula de la Iglesia Católica colaboró con la búsqueda de familiares desaparecidos aunque debe destacarse la valiente actitud de los obispos Miguel Hesayne de Viedma y Vicente Zaspe de Santa Fe quienes, junto a monseñor Novak de Quilmes y el obispo de La Rioja Enrique Angelelli, llevaron adelante una denodada acción de defensa de los derechos humanos.

Esa soledad se ensanchaba ante el silencio de la prensa que ignoró el tema durante mucho tiempo y se negó a publicar las denuncias de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. Claro que hubo excepciones y numerosos periodistas sufrieron en carne propia la censura y la represión siendo perseguidos y desaparecidos o asesinados. Por otro lado un reducido número de medios escritos burlaron la censura y se arriesgaron a denunciar la violación de los derechos humanos como el diario de habla inglesa Buenos Aires Herald o el periódico judío Nueva Presencia creado en 1977 y dirigido por Herman Schiller; también lo hizo la revista Humor desde 1980 y el diario La Prensa que a pesar de ser un acérrimo defensor del régimen criticó la represión ilegal. Pero en términos generales la prensa masiva ignoró el tema al menos hasta la derrota de Malvinas. En julio de 1981 el periodista Enrique Vázquez planteó con crudeza una autocrítica que era, a la vez, una despiadada invectiva a sus colegas periodistas:

“Somos culpables porque en su momento nos faltaron agallas. No dijimos que la

producción global de la Argentina de hoy es menor que hace diez años; si dijimos, celebrando las victorias de Margaret Tatcher y Ronald Reagan, que el mundo giraba a la derecha; prometimos un cómodo triunfo de Giscard; proclamamos que sí, señor ministro, este país trabaja y avanza, Claro que si. No dijimos una sola palabra de la Argentina secreta. Jamás nos imaginamos que esa Argentina llegaría a ocupar todo el mapa del país. Nunca pensamos que nuestro silencio se transformaría en cómplice de lo que pasó y pasa. Que Dios nos perdone, y que el infierno tenga rota la

calefacción”. 13

Sin embargo, más allá del silencio y el hostigamiento oficial, el movimiento a favor de los derechos humanos había comenzado a romper el cerco y alcanzar envergadura y visibilidad pública. Visibilidad que se potenció cuando se produjo la inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA en septiembre de 1979 convocada, en un error de cálculo, por el propio gobierno. A pesar de la convocatoria del relator de fútbol José María Muñoz para movilizar a sus oyentes a los festejos por la obtención del Campeonato Mundial de Fútbol juvenil en Japón, repudiar la denuncia y demostrar que los argentinos éramos “derechos y humanos”, la CIDH recibió de manos de los organismos una nómina de más de 5.000 detenidos-desaparecidos confeccionada por la APDH. Este hecho animó incluso a algunos integrantes de partidos políticos mayoritarios como el radicalismo y el justicialismo a efectuar en este terreno algunas críticas como fue el caso de los peronistas Deolindo Bittel y Herminio Iglesias quienes entregaron

13 Humor, Nº 62, julio de 1981.

una declaración firmada por ellos a la Comisión; otros, como Alfonsín lo hicieron de manera elíptica. Pero también hubo otros como Ricardo Balbín, importante por ser el líder del radicalismo, quien directamente llamó a cerrar las heridas del pasado y clausurar el tema planteando que los desaparecidos estaban muertos. La publicación en 1980 del informe de la CIDH reconociendo la magnitud de las violaciones de los derechos humanos concretó de manera positiva la visita del año anterior y, de alguna manera, contribuyó en sentido contrario al planteo de Balbín a reforzar el reclamo de justicia de los organismos.

La obtención ese mismo año del Premio Nobel de la Paz por parte del Adolfo Pérez Esquivel, dirigente del SERPAJ, le dio al movimiento por la defensa de los derechos humanos un notable impulso, a la vez que ponía el tema en conocimiento de amplios sectores de la sociedad pues no pudo ser ignorado por la prensa. El mismo Pérez Esquivel lo expresó con claridad: “(El Premio) será un estímulo para otros movimientos. No es un premio a una persona. Lo es a una organización, como también lo es a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico, las Madres de Plaza de Mayo, y los campesinos que luchan por sus tierras (…) Nuestro mensaje es de fe y está dirigido a todo el mundo. No puede silenciarse esta cuestión”. 14 Fue precisamente en este período en que se produjo el primer atisbo de apertura política por parte del régimen militar cuando el tema de los derechos humanos comenzó, aunque tímidamente para la opinión pública general, a formar parte de la agenda política. Ahora la existencia de desaparecidos y de detenidos con vida en esa condición comenzaba a exceder el marco de las organizaciones reclamantes y a constituirse en un dato inocultable de la peor cara de la dictadura.

Pero además cada vez más personas comenzaron a

14 Clarín, 14 de octubre 1980.

participar en algún tipo de actividad colaborando con algunas de las organizaciones. En abril de 1981 en ocasión de cumplirse cuatro años de la aparición de las Madres más de 2.000 personas las acompañaron en lo que ya era su tradicional ronda de los jueves. En octubre de ese mismo año se realizó una manifestación de carácter nacional convocada por todos los organismos de derechos humanos y en la que participaron diversos sectores políticos. Dos meses más tarde quienes habían convocado a la manifestación apoyaron activamente la primera Marcha de la Resistencia de las Madres y quedaba claro que el tema de los derechos humanos no podría ser soslayado de la agenda política a discutir durante una transición que parecía dar sus primeros y titubeantes pasos. Y, fundamentalmente, ahora ya no se reclamaba solamente por conocer el destino de las víctimas sino también aparecía el reclamo de justicia impulsado por el informe de la CIDH que recomendaba enjuiciar a los responsables por las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. El fin del gobierno de Viola y el ascenso de Galtieri

La caída de Viola de la presidencia fue seguida con indiferencia por la población y con cierta impotencia por parte de los partidos políticos, quienes no tenían ninguna incidencia en los acontecimientos acaecidos en el seno de la cúpula del poder militar. En todo caso, luego del tibio renacimiento del diálogo político durante 1981, se denotaba una fuerte dosis de incertidumbre ante las rígidas posturas de la Junta Militar y del nuevo presidente de facto quienes, a pesar del resquebrajamiento evidente de la dictadura, no parecían demasiado interesados en dialogar seriamente con los políticos sobre la transición y, menos aun, en dejar el poder en 1984. El 22 de diciembre de 1981 asumió el nuevo presidente de facto, el general Leopoldo Fortunato Galtieri quien era un militar

políticamente tosco y autoritario que rápidamente puso punto final a la estrategia aperturista de su antecesor. Al sostener sin eufemismos que “las urnas están bien guardadas” demostraba su clara intención de no poner plazos ni límites claros al proceso iniciado en 1976. En realidad uno de los objetivos centrales perseguido por el nuevo presidente de facto era la concentración de poder a partir de la restitución del principio de autoridad que se había debilitado durante la gestión del general Viola. A ese fin apuntaba el hecho de concentrar en su figura la presidencia de la Nación y, al mismo tiempo, la comandancia en Jefe del Ejército.

No obstante Galtieri sabía que era imposible gobernar sin respaldos políticos y es por eso que decidió no cerrar todas las puertas de diálogo con algunos sectores partidarios. En ese sentido dejó trascender ambiguamente que en poco tiempo el gobierno daría a conocer un plan político, en el cual se tendría en cuenta la posibilidad de redactar un estatuto de los partidos políticos. A la vez, también de manera ambigua y con la oposición de la Multipartidaria, apostaba a la construcción de un partido oficial, retomando el proyecto del MON. La idea era que compitiera con los partidos políticos y para ello se apoyaban en dirigentes de los partidos “amigos”, especialmente los sectores políticos conservadores provinciales como el Movimiento Federalista Pampeano, el Movimiento Popular Jujeño, la Línea Popular santafecina, el Partido Bloquista de San Juan, el Partido Demócrata Progresista, el Pacto Autonomista Liberal de Corrientes y el Partido Demócrata mendocino entre otros. Estas fuerzas obtuvieron la gobernación de varias provincias: Jujuy, San Juan, Mendoza, Santa Fe. Simultáneamente se mantenían contactos con ciertos dirigentes de la derecha peronista nucleados en torno a Julio Romero y Raúl Matera. La conformación del nuevo gabinete era una clara demostración de la estrategia de alianza de Galtieri con distintos sectores del centro y

la derecha del arco político y sólo tres ministerios fueron ocupados por miembros de las Fuerzas Armadas: el general Alfredo Saint Jean en Interior, el vicealmirante Carlos Lacoste en Acción Social y el brigadier Julio Porcile en Trabajo, estos dos últimos conservando el cargo desempeñado en el gobierno anterior.

Por otra parte la designación de Roberto Alemann al frente de la cartera de Economía, nuevamente unificada, no hacía más que evidenciar la decisión de retornar las políticas económicas liberales aplicadas por Martínez de Hoz. Desde el punto de vista estructural el nuevo gobierno retomaba un discurso favorable a la reducción del aparato estatal, basado centralmente en la privatización de empresas públicas y en la adopción de duras medidas de austeridad en todos los niveles del Estado (municipal, provincial y nacional). Apenas asumió el nuevo ministro anunció el congelamiento salarial, un aumento de precios y tarifas así como un incremento de los impuestos. Además se liberó el mercado financiero de todo control estatal sin que esta acción lograra establecer ni el equilibrio fiscal ni el mejoramiento de la balanza de pagos. La situación económica tendió a agravarse puesto que el deterioro del salario real y el aumento de la desocupación eran constantes y afectaban de manera central a la gran mayoría de los trabajadores.

En el mismo sentido, el nombramiento de Nicanor Costa Méndez en la cancillería tenía el claro objetivo de recomponer las relaciones con Estados Unidos, en especial desde 1980 cuando Ronald Reagan llegó a la presidencia de ese país, y alinearse a su lado en el combate contra el comunismo. El paso de Galtieri por ese país antes de asumir el gobierno nacional dejó una excelente impresión en los dirigentes políticos norteamericanos más conservadores, imagen que se reforzaba por la decidida participación de los militares argentinos en las operaciones de contra insurgencia y “guerra sucia” tanto en El Salvador como en Nicaragua. En un

claro giro de la estrategia de diálogo con los Países no Alineados que había llevado adelante Oscar Camilión durante el gobierno de Viola, la nueva gestión pasó a la oposición lisa y llana de aquella política y al alineamiento incondicional con Occidente en la lucha contra el comunismo.

En el plano local se trataba, sin dudas, de un intento por restaurar las bases fundamentales del “Proceso de Reorganización Nacional” puestas en marcha un lustro atrás. Esta nueva versión preveía reeditar las bases del proceso a partir una “normalización Institucional” con los civiles amigos (partidos y dirigentes provinciales y municipales). Esta propuesta se lanzó pomposamente el 25 de marzo de 1982, al cumplirse el sexto aniversario del golpe militar, ante la sorprendida mirada del los dirigentes de la Multipartidaria que veían como eran excluidos de cualquier forma de diálogo sobre la transición a la democracia.

Sin embargo, los planes de Galtieri no parecían tener demasiada factibilidad en una coyuntura en la que muchas cosas habían cambiado. No se trataba sólo de que el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” se hubiera degradado y desgastado inexorablemente. En parte como consecuencia de ello, ahora la situación política y social era sustancialmente diferente a la de 1976. Con las fuerzas guerrilleras totalmente derrotadas desaparecía uno de los principales factores de cohesión interna de las Fuerzas Armadas y también el elemento central de su legitimación ante la sociedad. Frente a esto ¿Cómo podría ahora el régimen militar legitimar el estado de excepción y seguir manteniendo amordazada a la sociedad? Además, con el fracaso evidente de las políticas implementadas desde 1976, tanto las económicas como las sociales, y ante la ahora indiferencia generalizada de la población ¿Cuáles eran las bases sobre las que la Junta Militar podría justificar y sostener con credibilidad y legitimidad su estadía en el poder sin

fijar límites para el retorno a la democracia?Seguramente Galtieri debía intuir que sin un amplio consenso

de la sociedad sería sumamente dificultoso llevar adelante sus planes de gobierno. Máxime cuando en distintos bolsones de la sociedad afloraban diariamente expresiones de malestar ya sea por la obstinación del gobierno en mantener la oclusión de la actividad política y sindical, por la persistencia en la violación de los derechos humanos aunque ahora a un ritmo sensiblemente menor, por la cerril represión cultural o por el marcado deterioro económico y social. Sin duda, comparado con otros regímenes militares sudamericanos (especialmente el caso chileno o el brasileño), la imagen del gobierno de facto local se deterioraba con mayor rapidez.

Y esto era visible también en el hasta el hacía poco tiempo duramente silenciado frente cultural que había sufrido no sólo una férrea censura sino también una persecución que dejó una secuela de desaparecidos, muertos y centenares de exiliados que, justo es decirlo, había comenzado con las persecuciones de la Triple A durante el último gobierno peronista. Hacia fines de 1980, cuando comenzó a evidenciarse la decadencia de la dictadura militar, comenzó un lento y prudente renacimiento cultural evidente en el cine, en el teatro, en las publicaciones, en la música como así también en algunos programas radiales y televisivos. Ya en 1978 María Elena Walsh había compuesto una serie de canciones como Canción de cuna para un inmigrante o Como la cigarra en donde de manera elíptica se criticaba la falta de libertad y en 1979 se animó a criticar la censura en un artículo titulado Las desventuras del País Jardín-de-Infantes. Si bien es cierto que esta autora también legitimaba la lucha contra la “subversión” no lo es menos que su crítica a la represión cultural era directa y contundente

“Sí, la firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó

que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia; donde el doblaje de las películas convertía a los amantes en hermanos, legalizando grotescamente el incesto.” 15 Dos años más tarde estas actitudes comenzaron a

generalizarse. Ahora una película como Tiempo de Revancha (Adolfo Aristarain, 1981), una obra de teatro como el Avión Negro (Carlos Somigliana), una revista como Humor o alguna canción León Gieco se convertían en medios que, aun cuando debían recurrir a las elipsis y las metáforas, cuestionaban la represión y la falta de libertades civiles. Pese a los renovados intentos de la censura y las prohibiciones, que seguían siendo moneda corriente, el debilitamiento de la dictadura era perceptible y muchos se animaban ahora a hacer escuchar sus voces. Algunas publicaciones como la revista Humor, que había aparecido en 1978 desplegando toda su ironía sobre el campeonato mundial de fútbol, abandonaba a partir de 1980 su hasta aquí forzada veta costumbrista para comenzar a privilegiar el humor político. Este era tan contundente a través de las notas como de las caricaturas, especialmente las tapas, mediante las cuales se lanzaban duras e irónicas críticas a la política económica, la torpeza política de los militares, la censura y, cada vez más, a la represión ilegal publicando incluso un reportaje a las Madres de Plaza de Mayo. Cuando a comienzos de 1981 se agregó una columna política la revista se convirtió en un medio claramente opositor y fue en ese momento cuando Humor se convirtió en un verdadero fenómeno de ventas cuyo punto culminante fue el período en torno al fin de la guerra de Malvinas cuando llegó a vender más de 300.000 ejemplares.

15 Suplemento Cultural de Clarín, 16 de agosto de 1979.

Para la misma época se produjo un fenómeno interesantísimo en el ámbito del teatro. La escena nacional había sido, como otras áreas culturales, duramente afectada por la censura y la represión. Sin embargo se generó un espontáneo movimiento de resistencia concentrado en pequeñas salas que, por pertenecer a un circuito marginal, escapaban muchas veces al celo censor de los catones militares. Fue en este circuito en donde montaron sus obras autores como Roberto Cossa, Carlos Somigliana, Osvaldo Dragún y Carlos Gorostiza, entre otros, quienes junto a numerosos actores como Jorge Rivera López, fundaron en julio de 1981 Teatro Abierto. Las funciones de este colectivo teatral se efectuaban en el céntrico Teatro del Picadero y pronto aglutinó un ávido y cada vez mayor público, convirtiéndose en un verdadero símbolo de la resistencia cultural a la dictadura. A los nueve días de comenzar la experiencia, el 5 de agosto, el teatro fue incendiado por manos anónimas, seguramente amigas de los sectores más duros del Ejército, pero el ciclo no se interrumpió pues sus funciones siguieron en el teatro Tabarís y las repercusiones del atentado en los medios le brindó una trascendencia superior a la que tenía.

“Cuanto el régimen tomo conciencia de que era una hecho significativo- comenta el autor teatral Roberto Cossa- envió un comando de represores para que incendiara la sala, el Teatro del Picadero, donde se estaba desarrollando. Todo lo que logró fue convertir a Teatro Abierto en un fenómeno político, en un acto masivo de resistencia. Porque Teatro Abierto nació como un acto de las catacumbas y terminó compartiendo las luces de la notoria calle Corrientes, lo que demuestra que las cosas no salen siempre como los poderosos lo escriben de antemano. A los militares argentinos, por ejemplo, tan expertos en armas, con Teatro Abierto el tiro les

salió por la culata”. 16 De esta forma la experiencia de Teatro Abierto se convirtió en un verdadero disparador de una multiplicidad de eventos culturales que se atrevieron a partir de aquí a enfrentar la censura abiertamente y expresarse libremente

Pero al renacer político, cultural y de defensa de los derechos humanos debe agregarse el ámbito sindical. Como ya se mencionado, también comenzaba a asomarse una reacción gremial. En noviembre de 1980 se había conformado bajo la conducción de Saúl Ubaldini, Roberto García y Fernando Donaires la CGT Brasil. El nuevo organismo tenía su base en la Comisión de los 25 Gremios peronistas que el 25 de abril de 1979 había realizado la primera huelga general contra la dictadura. La CGT Brasil nacía en franca oposición a la CGT Azopardo impulsada por Jorge Triaca y Armando Cavalieri manifestaba una clara inclinación a negociar con el gobierno militar. El 22 de julio de 1981 impulsaron la segunda huelga general y el 7 de noviembre de ese año llevó adelante, con el apoyo de la Pastoral Social, una manifestación a la iglesia de San Cayetano con el lema “Paz, pan y trabajo” que convocó a una multitud y a la que asistieron con sus reivindicaciones organizaciones de derechos humanos como Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. 17 Menos conocidos son los numerosos actos de resistencia, espontáneos o conducidos por improvisados dirigentes de base, llevados adelantes por los trabajadores en sus lugares de trabajo. La confluencia de este movimiento, por cierto limitado, con la conformación de un sindicalismo combativo posibilitó otorgarle densidad a la protesta gremial.

Frente a esta situación de malestar generalizado y los planes políticos de Galtieri la Multipartidaria, que no se había animado

16 Roberto Cossa, “Tiempos de silencio” en www.teatrodelpueblo.org.ar 17 Clarín, 23 de julio de 1981

a apoyar la movilización de la CGT a San Cayetano, debió a su pesar radicalizar un tanto su discurso y emitió el 16 de diciembre el documento “Antes de que sea tarde”. En realidad este documento fue el resultado de los informes elaborados por las comisiones (Política, Económica, Social, Internacional y Educación y Cultura) que se formaron luego de la “Declaración” del 29 de septiembre a partir de una ronda de consulta con organizaciones empresariales, sindicales y profesionales. Con una redacción que emulaba el texto de la Constitución Argentina se denunciaba allí el estado de “desintegración nacional” del país como consecuencia de la política económica y social del régimen y se avanzaba por primera vez en el tema de los derechos humanos al plantear la existencia “de miles de desaparecidos cuyos destinos se ignoran”. 18 Tratando de demostrar una actitud de firmeza, a comienzos de febrero la Multipartidaria dispuso un plan de movilización que comprendía una serie de actos políticos en distintas ciudades de interior del país. La manifestación más importante se realizó en Paraná (Entre Ríos) el 19 de marzo de 1982 y allí varios miles de personas se animaron a desafiar al régimen coreando de manera entusiasta consignas como “se va a acabar la dictadura militar” que alcanzaría un enorme poder simbólico al convertirse en el principal grito de combate de la oposición a la dictadura. 19

No obstante en el conglomerado político existían diferencias sensibles sobre la estrategia de recuperación de la democracia que se reflejaba en posturas diversas. Hugo Quiroga las ha agrupado en dos grandes líneas, cada una con notables matices: la más numerosa, pactista, era partidaria de “un modelo de transición democrática acordada” con los militares. En este sector se agrupaban radicales, peronistas, demócratas cristianos y desarrollistas. El grupo más

18 Clarín, 17 de diciembre de 1981.19 La Nación, 20 de marzo de 1982.

pequeño compuesto esencialmente por el Partido Intransigente y Humanismo y Liberación, corriente interna de la democracia cristiana, era proclive a un “modelo de transición democrática sin negociación” y pretendían un retiro incondicional de las Fuerzas Armadas. 20 Aunque debe aclararse que las disidencias también cruzaban los dos partidos mayoritarios. Tanto en el justicialismo como en el radicalismo se apreciaban discrepancias internas y la existencia de sectores que no terminaban de aprobar la línea pactista de las cúpulas partidarias. Era el caso Alfonsín en la UCR en contraposición con las posturas de Carlos Contín y Antonio Tróccoli o el de Bittel frente a al más dialoguista Italo Luder en el peronismo.

Las manifestaciones de descontento hacia el régimen no eran privativas de las organizaciones de derechos humanos y los partidos políticos sino también del sindicalismo. Ya se ha mencionado el reagrupamiento del sindicalismo combativo y la fallida huelga general de julio de 1981 así como la serie de paros realizados unos meses después. Ahora, para protestar por el constante deterioro de los salarios y las condiciones de vida, la CGT Brasil convocó el 30 de marzo de 1982 a una concentración en la Plaza de Mayo bajo la amplia consigna “Paz, pan y trabajo”. Es interesante recalcar que a la protesta decidió adherir hasta el dirigente de la CNT, Jorge Triaca, tradicional “amigo” del régimen pero, en un alarde de extrema prudencia no lo hizo formalmente la Multipartidaria. La manifestación, encabezada por los dirigentes gremiales Saúl Ubaldini y Lorenzo Miguel entre otros, convocó no sólo columnas sindicales sino también a desocupados y jubilados así como a numerosas personas deseosas de expresar su repudio a la dictadura militar. Frente a este inusual desafío, el gobierno desplegó un exagerado e impresionante operativo de seguridad que terminó con una violenta y desmedida represión sobre los manifestantes, con la

20 H. Quiroga, Op Cit, pp 265 y 266.

consecuente secuela de heridos y detenidos. La actitud gubernamental recibió duras críticas de distintos

sectores representativos de la sociedad civil quienes juzgaron la represión como un hecho brutal y desmesurado. Si bien no fue una demostración multitudinaria, La jornada del 30 de marzo adquirió enorme trascendencia pues venía a demostrar dos cuestiones centrales: en primer lugar, que la sociedad y sus organizaciones representativas se estaban reagrupando y perdiendo el temor al aparato represivo del régimen, y también recuperando la confianza en su capacidad de lucha y organización. En segundo término, la propia manifestación y la adhesión espontánea de transeúntes ocasionales y vecinos era una señal elocuente del notable deterioro y la pérdida de poder de un gobierno dictatorial que había hecho del uso de la fuerza y el terror su herramienta principal de disciplinamiento de la sociedad.

La jornada del 30 de marzo, no por el número de personas movilizado que no fue tanto pero sí por el significado que adquirió, parecía sentar simbólicamente las bases de la retirada militar. Sin embargo la aceleración de ese proceso de declinación se debió a un acontecimiento de naturaleza absolutamente diferente y que estaba pensado y diseñado por sus gestores para perpetuarse, o al menos mantenerse, en el poder. El general Galtieri y la cúpula militar decidieron una huida hacia delante invadiendo el 2 de abril las Islas Malvinas con la esperanza de obtener un consenso social cada vez más esquivo para poder llevar adelante sus planes.

Entrevistas

(Coronel Bernardo Menendez, subsecretario de Interior durante el gobierno de Leopoldo Galtieri) “Fundamentalmente se buscó, en esos meses previos a los de Malvinas, un acercamiento a todos los sectores políticos, gremiales y culturales; buscando precisamente lograr que la política tuviera la importancia que hasta entonces no había cobrado. Se trabajó mucho en ese sentido y se avanzó. Habíamos logrado realmente un buen nivel de diálogo con sectores con los que hasta ese momento no habíamos tenido contactos importantes. La idea que se tenía era que las Fuerzas Armadas debían retirarse ordenadamente. Esa palabra para mí es muy importante. Debía operarse una retirada ordenada. Nadie dudaba, de los que al menos tenían capacidad de elegir en ese momento, que el retorno a la democracia era absolutamente necesario y convenido” …” en lo fundamental encontramos buen eco. No vamos a dar nombres, pero desde los principales dirigentes de los partidos, tanto del Peronismo como de la Unión Cívica Radical, encontramos un diálogo, le aseguro, muy prolífico” (Raúl Rabanaque Caballero, candidato a diputado por el Partido Intransigente) “Alende significaba en ese momento, yo creo, el sector de la izquierda (en la Multipartidaria), el sector que pretendía ser un poco defensor del tema de los derechos humanos, también lo era Alfonsín, o sea que hay que ver si se le pueda negar una participación importante. El peronismo estaba acorralado, esta era la pura verdad en esos años… la Multipartidaria llega a hacer, antes de esta circunstancia (la ocupación de Malvinas) cuatro o cinco actos políticos; luego del último ya vino el tema Malvinas y coincidió en el acto que yo hablé en Resistencia, me acuerdo que habló Contín. Habló un hermano de Bittel, un hombre del socialismo local y habló Carlos Auyero. Se había hecho en Paraná, se había hecho otro en Santa Fe, y no sé si llegó a haber alguna otra reunión donde participaron los dirigentes de la multipartidaria.... Y los radicales. Tuvo un papel muy destacado Carlos Perete en la multipartidaria, fue un hombre que, si bien Contín lo hizo también, ayudó a que la multipartidaria se armase. Tuve una participación muy directa con Alfonsín, ya nos reuníamos previamente, habíamos creado una suerte de instituto que se llamaba 9 de Julio, que

no llegó a tener más que el nombre de los que participábamos, algunos partidos políticos, o personas más que partidos políticos”

Los derechos humanos y las madres de Plaza de mayo

(Estela de Carloto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) “Lógicamente después viene una etapa única, y esperemos que sea la última, la dictadura militar que traía, ya nos lo advertían nuestros hijos, un proyecto siniestro. Ya antes, la Triple A empezó con sus fechorías, como anunciando el tema, y la dictadura lo impuso como un plan perfectamente elaborado, hoy ya lo sabemos. Y ahí entonces, ya lo estático es imposible, ya se nos toca al hijo, a la hija, se nos toca la familia, y ya con otra visión más esclarecida del compromiso ciudadano, de no mirar pasar la historia, sino de meterse. Nosotros nos metemos con mucho dolor y mucho miedo, mucho desconocimiento, a buscar la verdad y, en el caso de las abuelas, a buscar esas dos generaciones de los hijos y los nietitos que iban naciendo no sabíamos dónde. Una respuesta ciudadana, aunque había, por supuesto, mucha incomprensión por parte del común de la gente, donde lógicamente influenciados por la prensa que contaba la historia oficial, decían: “A mí no me tocó”, esos dichos que ya son sabidos, “Por algo será”, “En algo andaban”, “Señora, cuide su hijo”. Bueno, ese miedo que sembraron en toda la sociedad y que a veces por ese miedo se miraba para otro lado: “Yo no vi nada”, “No sé nada”, “Ojo que a usted le va a pasar lo mismo, le vamos a secuestrar a una hija a un nieto”.Así, en el transcurso de la dictadura fuimos contestatarias también nosotras, sobre todo nosotras, las mujeres, por una opción familiar. No es que los hombres no estuvieran, estuvieron al lado nuestro, pero les adjudicamos el doble rol de hacer cosas que hacíamos nosotros para la familia y de trabajar para traer el alimento y la comodidad, para no perder tampoco la estabilidad del resto de los otros hijos. Y nosotros salimos a la Argentina, salimos al mundo, y en esas salidas hicimos docencia; fuimos haciendo entender a la gente qué era lo que nos pasaba, que era lo que estaba pasando en el país. Pero siempre surgió esa cosa del nacionalismo, por eso hemos recordado el mundial ‘78, donde toda la ciudadanía aparentemente festejo, brindó, se exaltó, ya que es el deporte por excelencia; y mientras nosotros llorábamos

diciendo: “No brinden porque se está matando gente, mientras se gritan los goles hay gritos de tortura”, y después se supo. Después viene todo un proceso donde llegamos al año ‘82 y la guerra de las Malvinas.”“…los militares se equivocaron cuando nos llamaron locas cuando empezamos a hacer esa ronda por el estado de sitio en la Plaza de Mayo. Dijeron: “Déjenlas, son locas, son mujeres, se van a cansar y se van a ir a llorar a sus casas, debajo de la cama seguramente”. Claro, se equivocaron en eso, somos madres y no estábamos haciendo eso con un interés determinado, político, partidario por decirlo de alguna manera, o con alguna aspiración egoísta de algo material. Todo lo contrario, era saber que estábamos arriesgando la vida porque podíamos desaparecer, no es que no nos importaba, es que había que hacerlo, era el amor, exactamente el amor al hijo. Ahí se equivocaron, por eso siempre digo, un poco irónicamente, que si se hubiesen dado cuenta de su error muchas de nosotros estaríamos desaparecidas. Porque desaparecieron a alguna líder, como a Azucena Villaflor y otras, pero no todas las que hubiesen sido necesarias. Y quién sabe, porque muerta una líder nace otra seguramente, era un movimiento imposible de parar, con un alimento permanente de otras que venían y decían: “Yo también”. A mí también me pasó, y duramos ya más de 30 años.”“Yo no puedo decir que cuando empecé tenía claras las cosas, en absoluto, y es más, éramos muy inocentes. Pensábamos que nuestros hijos iban a regresar, pensábamos que nuestros nietos nacían en algún hospital. Jamás pensamos en 500 o más campos de concentración, y que ellos nacían de manera infrahumana. Nosotros preparamos un ajuar, esperábamos ilusionadas porque la lógica decía que un bebe iba a venir a vivir con sus abuelos hasta que su mamá y su papá recuperen su libertad. Por eso, cuando yo voy a hablar con el general Bignone, que era secretario de Videla, le pido por la vida de mi hija, que no la maten y que si había cometido para ellos algún delito, que la juzguen y la condenen, que nosotros la íbamos a esperar. Y él se enloquece en ese momento y con un arma sobre el escritorio, aunque estábamos solos, me dice que eso no es posible, que él había estado en Uruguay y que los malos se fortalecen en sus convicciones en las cárceles “Y nosotros acá no queremos eso, acá hay que hacerlo, o sea matar”. Yo ya

estaba más o menos preparada, no para recibir esa respuesta, sino ya sabiendo la historia de lo que pasaba crudamente; porque mi marido había estado desaparecido 25 días y cuando salio contó los horrores que había vivido en el centro clandestino, que era una comisaría, un centro de la provincia de Buenos Aires. Estos centros estaban habilitados para que torturen, violen, masacren y tiren los muertos, y el vivió 25 días escuchando lamentos, torturas, inyecciones, caídas, embolsamientos de personas para llevarlos quién sabe dónde. Por eso yo estaba preparada por lo que me había tocado vivir con mi esposo, sabía qué pasaba con esas personas que eran consideradas peligrosas, a él le preguntaban por sus hijas. Entonces el hecho de que Bignone me diga que los mataban a todos era lo que ya me había dicho mi marido, él fue testigo de las muertes, a él no le tocó quizás porque Dios no quiso o quizás por el rescate enorme que pagué. Entonces, cuando él me dice eso, yo recurro a algo que me salió, no puedo decir por qué; pero le dije: “Si ya la mataron, por favor, entréguenme el cuerpo, porque no quiero volverme loca como otras mamás buscando en los cementerios”. Porque yo ya iba a los cementerios con otras mujeres, con otras madres-abuelas, a mirar tumbas. Misteriosamente parecía que había una epidemia, porque eran todas tumbas N/N y tenían por fecha el mismo día 10, 20 personas. Al día siguiente otras 20, y nosotros pensábamos: “Aquí están”. Nunca pudimos hacer nada en dictadura, entonces yo ya veía el desgaste, la cosa imposible de descubrir que eran los cementerios, no solamente ahí sino también en otros cementerios de La Plata, del gran Buenos Aires, y de donde podíamos. “Le pido que me entreguen el cuerpo si ya la mataron”. Ahí el hombre éste tomó algún dato más que yo le pude dar y salí destruida pensando: “Laura no está”. Por suerte estaba viva, estaba esperando un bebe y tuvo su bebe; todo esto lo fui sabiendo progresivamente antes de su asesinato, y con posterioridad a su asesinato cuando me entregaron el cuerpo, quizás en respuesta a este pedido a este asesino. Y yo puedo elaborar, de algún modo, el duelo, para no perder las fuerzas para una lucha, y me comprometo cada vez más con el grupo de amigas, de hermanas, que somos las Abuelas de Plaza de Mayo. Lógicamente, nadie podía prever, no podíamos tener nosotros en claro qué venía mañana, qué viene después, esto es así, es aún hoy en día, porque aun cuando tenemos gobiernos constitucionales, es seguir buscando los resortes para tener completa la historia.”

(Nora Cortiñas, presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora) “Cuando se lo llevan a Gustavo (el hijo), a los pocos días –a Gustavo se lo llevan el 15 de abril de 1977- me entero, los primeros días de mayo, de que había un grupo de madres que se reunían en la Plaza de Mayo. Yo esos días tenía a mi mamá muy grave, entonces mi consuegra decía “Yo voy a la plaza y después te cuento”. Así que los primeros días fue mi consuegra; un matrimonio extraordinario la familia de Ana, y también solidarios, muy compañeros. Me encuentro con las madres, me acuerdo el primer día, que íbamos a hacer un habeas corpus a La Plata (…..) Entonces la palabra “desaparecido” no podía entrar, “Bueno, ya va aparecer”, hacíamos todas las gestiones, golpeábamos todas las puertas, cada una por su cuenta, después en conjunto, cada vez más juntas, formando un grupo, cada una se miraba con la otra madre y decíamos, “Van a aparecer, estarán detenidos” (…..) Habíamos formado ese pequeño grupo con las primeras catorce madres que fueron el 30 de abril de 1977, nos juntábamos y cada semana programábamos dónde más íbamos a ir. Todo era poco, nos juntábamos, nos separábamos en grupos, tres madres a un ministerio, tres a otro ministerio, tres al Episcopado, tres a la Nunciatura. Nos íbamos separando para hacer todas todo, sin imaginar que íbamos a pasar mas de treinta años en la plaza, reclamando (…..) Salir las madres y darnos fuerzas entre nosotras fue importante, y yo te voy a decir que en el primer momento, cuando Azucena (Villaflor) propone estar en esa oficina de la marina detrás de la iglesia que está en Retiro, Stella Maris, con un señor delante que tenía sotana y botas, una persona muy hipócrita, y tener que soportar que nos dijera barbaridades, que nuestros hijos se habían ido con otra mujer porque la que tenía no le gustaba, si era una mujer. “Y, se fue porque no le gustaba hacer las cosas de la casa” y no había nada que hacer, le decíamos, “Mi hijo es un buen hijo, es un buen padre”. “Sí señora, pero viven con el disfraz de bueno, después les gustan otras cosas”. Todas esas respuestas tan dolorosas y tan escabrosas, salías de ahí tan mal (…..) ese grupo de mujeres iba tomando fuerzas, cada día más porque cada vez había más madres, pero también había más represión, entonces cada una que se enteraba de que la plaza nos reunía, venía, se sumaba. Los militares no contaron con que las madres íbamos a salir así a reclamar, a exigir y a exponernos delante de ellos enfrentándolos, a veces diciéndoles

palabras muy duras. Pensaron, como dijo una vez Harguindeguy a un periodista mirando para la plaza: “Esas mujeres son una locas, vienen, pero ya se van a cansar cuando un día haga mucho frió o mucho calor”. Después vino la época de verano “Y bueno, ya se van a cansar”. Ellos no se lo imaginaban, por eso además fuimos creciendo, por eso esa represión seguía, porque era la demostración de una dictadura salvaje (…..) Había un grupo de políticos, unos que tenían desaparecidos y otros no; estaba Emilio Mignone, Augusto Conte. Los políticos que venían eran políticos que habían conformado la APDH, Bravo que había estado también desaparecido, Adolfo Pérez Esquivel (…..) No me acuerdo ahora de todos, pero era un conjunto de políticos de los cuales no todos tenían un desaparecido o un preso político, sino que fueron solidarios. Y son los que seguimos rescatando con los años, los que también a veces nos ayudaron a hacer un habeas corpus. En el caso de Emilio [Mignone], de Augusto Conte, era una ayuda, un apoyo increíble que nos ayudaran a hacer los habeas corpus porque nosotros firmábamos los habeas corpus en muchas ocasiones, no queríamos que se comprometiera ningún abogado. Como desaparecían los abogados tratábamos de que nos dieran un modelo y después lo presentábamos nosotras.

Caída de Viola y ascenso de Galtieri

(Antonio Cafiero, dirigente del Partido Justicialista) “Ese día [30 de marzo de 1982] los gremios encabezados por lo que se llamó La Agrupación de los 25, que era la agrupación más combativa del gremialismo y que no transaba con nada de lo que le podía ofrecer el régimen militar, resolvió una movilización hacia Plaza de Mayo. De estas oficinas salió una columna, en la que estaba Carlos Corach, Miguel Unamuno, Roberto Digón, entre otros. Salimos de acá y empezamos a caminar hacia Plaza de Mayo. Cuando habíamos llegado ya a Avenida de Mayo comienza la represión policial, lo que produce el desbande de la columna. Entonces algunos volvimos acá a la oficina, otros se fueron para sus casas o buscaron un refugio; pero ese día se probó que el régimen militar no era invulnerable. Ese día se tomó conciencia, tanto en el peronismo como fuera de él, que había resistencia. La resistencia es un modo característico que tiene

el peronismo históricamente de, valga la redundancia, resistir a las dictaduras o a las situaciones de proscripción y persecución que ha habido a lo largo de su historia. Ese día se demostró que el peronismo todavía estaba vivo y que estaba encabezado fundamentalmente por los gremios. Dentro de los gremios esta Agrupación de los 25, uno de cuyos líderes era Miguel Gazzera, y que obviamente, esta salida a la calle después de tantos años de ocultamiento, revelaba que todavía no solo estaba vivo el espíritu peronista sino que estábamos en condiciones de si no encabezar, por lo menos de acompañar cualquier movimiento de la resistencia popular a la dictadura militar. Eso fue el 30 de marzo y seguramente estábamos acompañados por mucha gente, pero en aquel momento por supuesto no había forma de divulgar nuestras acciones”

(Raúl Alfonsín, candidato a presidente por la Unión Cívica Radical) “Yo creo que lo que ocurría hacia el 30 de marzo era que la sociedad estaba cansada de injusticias y comenzaba a comprender todo lo que había realizado ya la dictadura hasta entonces. Ya no se hablaba de “por algo será”, que durante mucho tiempo fue la respuesta que se solía dar cuando alguien desaparecía o era perseguido.”

(Eduardo Duhalde, candidato a intendente de Lomas de Zamora por el Partido Justicialista) “[El 30 de marzo de 1982] yo como un hombre muy ligado al movimiento obrero estuve con el movimiento obrero, mi primera intendencia lo fue por el movimiento obrero; estuve en esas jornadas y realmente fueron jornadas muy difíciles y parecía ciertamente que se iba a convocar a elecciones.”

(Enrique “Coti” Nosiglia, dirigente de la Junta Coordinadora Nacional de la Unión Cívica Radical) “Sin duda la respuesta popular de repudio a la dictadura que generó esa convocatoria del movimiento obrero dos días antes de la iniciativa por la recuperación de Malvinas fue un hecho absolutamente genuino y racional de la sociedad argentina contra un Proceso que había agotado absolutamente toda capacidad de no resistir por parte del pueblo argentino. Y como vos decías, ese día en la convocatoria de la CGT existió una manifestación de repudio no solamente de los trabajadores –si bien fue convocada desde el movimiento

obrero- sino del conjunto de la sociedad política argentina, de las organizaciones sociales y del pueblo argentino que ya no aguantaba más la dictadura militar. Ese día lo recuerdo muy bien porque yo estuve en la movilización y posteriormente estuve tratando de interesarme por correligionarios nuestros que cayeron presos en esa movilización.”

(Aida Bortnik, dramaturga) “En marzo del ’82 yo tenía en cartel una obra en el Teatro Astral. El 30 de marzo la represión seguía y seguía. Llegaba hasta Callao. Un señor entró al Teatro con el saco que se le incendiaba en la espalda por una granada que habían tirado, supongo. Y los acomodadores le apagaron el fuego, él había sacado la entrada con anticipación y entró. Tuvimos más de ochenta personas en la platea en medio de eso. En la calle seguía la represión, entonces fue bastante extraordinario”.

(Adolfo Pérez Esquivel, premio nobel de la Paz) “El 30 de marzo yo estaba en Washington, estábamos realizando una misión por la paz de Centro América, fundamentalmente por la guerra civil del El Salvador. Éramos un grupo de 12 personas de distintos países, había representantes de comunidades religiosas, organizaciones sociales, juristas, que tratamos de aportar a la paz centroamericana. El 30 de marzo me llaman por teléfono, y me cuentan que había habido una fuerte represión aquí en Buenos Aires, que había muchísima gente presa, entre ellos mi hijo mayor, Leonardo y enseguida nos pusimos en contacto para ver cómo lo podíamos liberar. Gente amiga que había en Washington, los Kennedy, senadores, apoyaron mucho, como también las iglesias, tanto católica como evangélica de los Estados Unidos, muchísimas organizaciones de la paz y la misma Organización de Estados Americanos.”

(Eduardo Angeloz, candidato a gobernador de la provincia de Córdoba por la Unión Cívica Radical) “cuando se hace esa manifestación importantísima que se lleva a cabo en la ciudad de Buenos Aires, yo estaba en la Avenida de Mayo, porque por entonces desempeñaba la labor en la Asesoría Legal de la Dirección de la Organización de Estados Americanos en la República Argentina. Así que la viví, participé de esa manifestación, y vi inmediatamente la represión fuerte,

dura, diría brutal, que llevaron a cabo la policía y las Fuerzas Armadas contra quienes estaban ahí desempeñándose o manifestándose. Esto fue creando un clima de necesidad de la desaparición del gobierno militar, me parece que estas circunstancias que se vivían, el reclamo de la sociedad para volver al orden constitucional e institucional y la necesidad de terminar con la muerte y las desapariciones de personas; los lleva a ellos a seguir ejecutando una tarea similar a la que desempeñaron desde 1976, y aquí hubo que buscar un hecho convocante, un hecho seguramente de tipo impactante en el mundo.”

(Juan Bautista “Tata” Yofre, periodista) “(El 30 de marzo) Yo fui por Noticias Argentinas a cubrir la manifestación de la CGT y ahí me encontré, en la calle, con dos de las personas que después iba a votar porque los había visto pelear en medio de los gases. Me encontré con Carlos Ruckauf y Juan José Taccone, a los dos los vote precisamente por eso, eran candidatos a senadores. No tenia credencial de Noticias Argentinas, pero esto es la Argentina, la improvisación es tan brutal que dije que era periodista y pasé con la credencial de manejo de Washington…..Ví lo que había que ver, que creía que era una fuerte manifestación de repudio sindical hacia el gobierno militar y resulta que era una manifestación arreglada con el gobierno militar para levantar la mano y para decir “Aquí estamos, y que negocien con nosotros”, con el otro grupo de la CGT, que era el grupo de la CGT que había estado cercano a Roberto Eduardo Viola, que cayó en diciembre del ‘81….Aserrín, aserrán, que se vaya el alemán, gritaba la gente. Alemánn era Roberto Aleman, lo que estaba en juego ahí era el enorme fracaso del gobierno militar que yo había visto con una enorme esperanza el 24 de marzo de 1976, como lo vio gran parte de la sociedad argentina. Esto es lo que yo creo muy personalmente y que no se quiere admitir, como también vivimos los argentinos grandes momentos de esperanza que terminaron también en enormes fracasos, llámese el proceso del ‘76, llámese septiembre del ‘55, llámese diciembre del ‘83, llámese julio del ‘89, De la Rúa después. Es decir, pertenezco a una generación que fue observadora y partícipe de grandes momentos de esperanza y de grandes momentos de fracaso.”

(Roberto Digón, secretario general del Sindicato de Trabajadores del Tabaco) “Hubo un conglomerado de sindicalistas, la mayoría peronistas,

que evidentemente defendieron los intereses de los trabajadores y todo llevó hasta una movilización. Recuerdo que fue multitudinaria, fue el 30 de marzo de 1982, dos días antes de Malvinas. Fue una lucha cuerpo a cuerpo en todo el centro de la Capital Federal y en algunas ciudades del interior del país, ahí perdió la vida en Mendoza un dirigente minero y fuimos a parar a la cárcel de Devoto, con chicos de la juventud, de distintos partidos políticos, más de 700 personas. Fueron unos días brillantes, porque las discusiones políticas de las distintas tendencias que tenía el país, la reserva de los jóvenes que venían atrás de quienes habían sido aniquilados en esos años, nos demostró que estábamos cerca de la victoria.”

de Alfonsín. La Constitución era algo que hacía pensar: Va a haber libertad. Y creo que realmente merece una reivindicación en ese sentido el gobierno de Alfonsín.”